Moondale

Categoría: Kardas

  • AGÁRRATE FUERTE

    Choe – Kardas

    Tarde

    A Dante los barcos no le gustaban mucho, así que cuando atracamos en el puerto de destino, su tono, ligeramente verdoso durante el viaje, se tornó más saludable.- [Chloe]¿Qué, ya estás mejor?[/Chloe]- le pregunté con sorna mientras nos cambiábamos de ropa detrás de un mostrador de especias para encajar mejor en aquella especie de pueblo de Aladdin.

    – [Dante]Soy demasiado pálido para este sitio[/Dante]. – comentó poniéndose unos pantalones blancos y una casaca roja que robó de un tendedero.

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  • VILLIERS BROWNING

    DANTE VILLIERS

    KARDAS – EL ERMITAÑO GRIS, DIRECCIÓN A ARABIA

    Aquella masa enorme no hacía más que subir y bajar. Era gris, como el cielo cubierto de nubes, así que daba igual si mirabas al mar o al cielo, todo era parecido.

    – [Dante] Tenías que haberle colgado a Laura…[/Dante]- me quejé. Nuestra vida no era idílica en la Edad Media, pero al menos tenía trabajo y los dos pies en algo firme. Pero Laura había aparecido con noticias y tuvimos que ponernos en marcha. Al menos con un poco de suerte si conseguíamos hacer lo que había que hacer, volveríamos a ver a los demás. Era un alivio pensar que estaban vivos y que no nos habíamos quedado atrás solos.

    – [Chloe]Tanto como te gustan los coches y lo que te marea un barquito de nada.[/Chloe] – sentenció Chloe con cara burlona. Alcé una ceja, mirándola. Habría preferido cruzar el mar estilo gaviota que ir en ese puñetero barco durante dos semanas enteras en dirección a la Arabia de ese planeta. En teoría teníamos que buscar allí el avatar guardián del portal de ese mundo, un Toro, que según MacLeod era el mismo al que adoraban los templarios. O sea, un puto toro blanco.

    – [Dante] Si tu hubieras visto lo que puede haber ahí debajo.[/Dante] – señalé el agua oscura que ocultaba bien los terrores que podía haber debajo. Solo pensar en los demonios serpiente de Dagrknot me hacía querer darme una ducha de agua caliente y después alejarme corriendo de cualquier masa de agua.

    – [Chloe]Lo que te marea es el movimiento. A mí no me engañas.[/Chloe] – replicó ella.

    – [Dante] No sé cómo puede gustarte ir en esta chalupa en dirección a las mil y una noches. [/Dante]- al menos parecía cómoda con el cambio de aires.

    – [Chloe]No sirve de nada quejarse, bro.[/Chloe] – respondió. Supongo que ella también era consciente de que en cuanto a trato de las mujeres no iba a cambiar demasiado la cosa, pero al menos ganábamos en higiene.

    – [Dante] Me entretendré pensando en la ropa que te vas a poner allí.[/Dante] – respondí mirándola de reojo. Llevaba un vestido de corte sencillo de los que llevaban las mujeres jóvenes en Kardas, una ropa que le hacía muy poca justicia a su trasero digno de estatua griega.

    – [Chloe]Cuéntame algo y así no piensas en las ganas de potar que tienes.[/Chloe] – comentó, quitándole importancia mientras se apoyaba en la barandilla. Me paré a pensar, no era un hombre de muchas palabras, aunque hacía un tiempo que algo me rondaba la cabeza y apenas había tenido tiempo a hablarlo.

    – [Dante] Mi madre no sabía nadar, vivió la mayor parte de su vida encerrada en una mansión. Y luego en otra.[/Dante] – expliqué. Suponía que mi respeto al agua venía de ella, que siempre parecía aterrada cuando nos veía jugar en la playa. – [Dante] Me pregunto cómo estará.[/Dante] – añadí. No había podido preguntarle al padre de Kaylee por ella, así que no sabía si se habría encontrado con Sarah y estaría en buenas manos o sola y preguntándose dónde estábamos todos. Y además, su asesina estaba allí, la muy hija de puta había vuelto dejándonos a nosotros aquí.

    – [Chloe]Pues viva, que ya es better que muerta.[/Chloe] – resumió. Nuestras miradas se cruzaron y ella sonrió sorprendida porque no apartara la vista, algo que no debía ser común en su futuro.

    – [Dante]Estará preocupada. [/Dante]- admití. – [Dante]Mientras tanto él seguirá por ahí[/Dante] – el recuerdo de mi padre no dejaba de envenenar la alegría que debía suponer que ella hubiera vuelto. Cole lo había conseguido, había sacrificado algo suyo para traerlo de vuelta y Logan mientras tanto, ¿qué? Lamentándose y odiando, buscando venganza. ¿Por qué coño no había hecho como Cole, por qué tenía que parecerme a él?

    – [Chloe]¿Tan malo es?[/Chloe] – preguntó ella.

    – [Dante]Digamos que no tengo los mejores recuerdos de un tío que se largó cuando mi madre murió.[/Dante] – resumí. A veces, escuchando hablar a los demás sobre las Pruebas de los Moondies, me paraba a pensar en si de verdad conocía a esa persona, al Logan Daë, o solo al padre ausente al que me había acosumbrado a detestar. – [Dante]Si no hubiera sido por los Echolls estaría bajo un puente.[/Dante] – admití. Eran mi segunda familia, aunque sin lazos sanguíneos, que eso dejaría mi interés por Chloe en algo un poco chungo. Hasta yo, que tuve un crush con la madre de Kaylee, tenía mis reglas.

    – [Chloe]I got it.[/Chloe] – dijo ella. Se quedó distraída mirando hacia el horizonte. Me vino un fuerte olor a ron y me giré para ver a un grupo de marineros de la tripulación bebiendo algo mientras miraban a Chloe una y otra vez. El mareo pasó a segundo plano y me coloqué de espaldas al mar para mirarles fijamente.

    – [Dante]Como este viaje dure mucho más voy a acabar dejando sin los pocos dientes que les quedan a estos tíos.[/Dante] – sentencié. Lo peor era que una parte de mí pugnaba por liberar esa adrenalina.

    – [Chloe]¿Y ese ataque de masculinidad tóxica?[/Chloe] – preguntó, aparentemente sorprendida, aunque a estas alturas, después de unos meses sobreviviendo juntos, ya tenía que conocerme. Era impulsivo, atrevido, ingobernable. Un rebelde sin causa me llamaba una profesora del instituto.

    – [Dante]La vena Villiers.[/Dante] – resumí. Por mucho que me pesara, esa parte de mí estaba ahí, junto con mi oscuro poder, un testamento en vida.

    Chloe me pasó una mano por la cara y su suave tacto me reconfortó. Dejé de mirar a los marineros, algunos se habían ido y otros seguían ahí, envalentonados por el alcohol. Aunque poco se atreverían a hacer, habíamos gastado bastante en el pasaje contando con que era nuestra vía para dejar ese mundo, y no lo pagaríamos hasta atracar, el capitán defendería su inversión.

    – [Dante]¿Eso es una indirecta?[/Dante] – sugerí con una sonrisa. Dos semanas de viaje eran mucho tiempo, había que buscar formas de entretenerse.

    – [Chloe]No, estaba mirando a ver si te ibas a morir ya.[/Chloe]- me picó, sacándome la lengua.

    – [Dante]Muerte por kiki.[/Dante] – bromeé.

    – [Chloe] Anda, te dejo con los mareos.[/Chloe] – se despidió, dándome la espalda para volver al camarote.

    – [Dante]Genial, yo pensaré en toros blancos sagrados de arabia que me saquen de este trozo de roca anticuado.[/Dante] – dije, incapaz de imaginarme alejándome del aire fresco para meterme en un cubículo de madera que se mueve sin parar, con una ventanilla que parece la de una lavadora.

    Ya solo quedaba que el cansancio me pudiera y el sueño hiciera correr un poco más el tiempo, porque prefería enfrentarme a un toro blanco mágico que seguir en esa travesía del demonio, solo con mis pensamientos. Pronto volveríamos con los demás y todo este viaje acabaría de una vez. Solo esperaba que no acabase del todo para mí.

  • LAS MANOS VAN AL PAN

    Chloe – Kardas

    Mañana

    La ropa de esta época, que tanto se parecía a la Edad Media, picaba. Supongo que el hecho de que estuviera hecha de lana influía. El vestido, de tonos rojizos y amarillos, era de manga larga e iba acompañado de una toca que me cubría el pelo. Había tenido suerte y mi compañero de mundo era Dante, pero qué asco de sitio. La higiene brillaba por su ausencia y tuve que dejar atrás la extravagancia de lavar mis atuendos (¡DOS!) a diario, porque la gente comentaba que era una cosa muy rara.

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  • ABANDONADOS

    5X01 – ABANDONADOS

    DIARIOS DE DESTINO

    Con un último grito, la chispa de Antailtire se desvaneció del Cúmulo Nexus y con ella, los residuos de su magia, buena y mala. Los hechizos protectores que mantenía sobre Dyavol se atenuaron y el mal que tanto tiempo había estado recuperando poder se liberó al fin, alzando sus tentáculos sobre los otros trece mundos.

    Cuando la oscuridad se cernió sobre todos, los portales se cerraron y con ellos, las esferas Daë se quedaron en silencio. Los mundos habían sido aislados.


    NARA

    El sol estaba en su cénit cuando dos barcazas cruzaron la garganta de Takachiho en dirección a la aldea oculta. Cole admiró la catarata frente a ellos, por muchas veces que la contemplase, no dejaba de sorprenderle. Niall, detrás de él, parecía más absorto en sus pensamientos. En la segunda barcaza, Zahra remaba en silencio, vigilando sus espaldas.

    Habían pasado dos meses desde que los tres habían aparecido en las orillas de la aldea. Las heridas se habían curado hacía ya semanas, las físicas, al menos. Y mientras tanto, habían tenido que acostumbrarse a una vida muy distinta, sin saber si los demás habían corrido una suerte similar o eran los únicos supervivientes.


    KOURAS

    El forajido conocido como Jimmy el Rápido era fiel a su apodo. En apenas unos segundos desenfundó sus Colt y disparó hacia el sheriff hasta vaciar ambos tambores. El hombre, al que apodaban «El Mestizo», cayó al suelo, con su camisa teñida de la sangre que manaba de los agujeros de su pecho.

    Jimmy sonrió y lanzó un grito, dispuesto a tomar la ciudad de Bandera junto a sus muchachos. Pero algo raro pasaba, el ayudante del sheriff seguía montado en su caballo, sin moverse. Había quien decía que tenía una pata metálica, aunque seguro que lo que no podía era moverse y por eso Henry el Silencioso seguía ahí.

    Exactamente un minuto y cuarenta segundos después de ser disparado, el sheriff Ezequiel se levantó, aún con la camisa cubierta de sangre y sin ningún orificio de bala. Diez minutos después la banda de Jimmy iba de camino al calabozo de Bandera, cada vez más lleno.


    KARDAS

    El herrero martillaba la última espada que le habían encargado. Cuando terminó de darle forma, la agarró con las pinzas y la metió en el balde para enfriarla. No estaba mal, había mejorado y aunque no era su pasión, le daba de comer y le permitía mantener la cabaña.

    Estaba empaquetando el encargo cuando un muchacho se acercó y se quedó mirándole. No era la primera vez que le veía merodear por allí. Sabía por la gente que iba y venía, hablando de más sin que él quisiera escuchar, que el niño era un huérfano cuyos padres habían muerto a manos del Rey Christian el Cruel. No necesitaba chismes para saber qué buscaba el niño.

    – [Dante]Vete, chaval, aquí no quedan héroes.[/Dante] – el niño echó a correr y él no tuvo tiempo a sentirse mal, porque se encontró con la mirada de reprobación de Chloe.


    KARNAK

    Tras la desaparición de la Gran Diosa Hathor, los teriántropos adorados como viejos dioses lucharon por sus viejas sedes de poder, dominando ciudades que en algunos casos terminaron enfrentadas entre sí. La gente de a pie fue la que más sufrió, cayendo en las luchas sin fin o entregando su vida a la creación de monumentos para sus dioses, que buscaban recuperar el tiempo perdido.

    No todo habían sido desgracias, algunos viejos y dioses y diosas trajeron prosperidad a sus pueblos. Contaba la leyenda que poco después de la desaparición, uno de los viejos dioses benevolente se había instalado cerca de la orilla del río. Decían que él tenía cabeza de pantera y era dios de la medicina y su diosa dominaba las aguas con su piel escamada. Para ello solo había que encontrar la ciudad de Bubastis.


    DAONNA

    Una bandada de velociraptor estaba tratando de rodear y capturar a su presa. El demonio de piel aguamarina al que perseguían no parecía muy fácil de comer, pero había entrado en su territorio y el grupo tenía hambre.

    Acecharon en la maleza y aceleraron para perseguirle cuando fue consciente de su presencia y echó a correr. El ser no era especialmente rápido, en varias ocasiones estuvieron a punto de darle una dentellada y ya estaban más cerca de encerrarlo en el desfiladero que había unos metros más allá. El demonio siguió corriendo, ahora cada vez más y más rápido, dejándoles atrás sin frenar hasta que apoyó un último pie en el borde del desfiladero y dio un gran salto al otro lado.

    Volvió al lago rosa cargado con una bolsa de gigantescos frutos salvajes que le recordaban a una mezcla entre melocotón y coco. De un paso a otro, la verde pradera y la playa a orillas del lago dieron paso al paseo de una gran ciudad. Había entrado en los dominios del poder de Lexie, ya estaba en casa.


    TERRA

    Dresden estaba siendo reconstruida, una ciudad pacífica en mitad de un conflicto que aún no había terminado de solucionarse. El viajero y la viajera, ocultos tras sus capuchas, cruzaron la plaza sin detenerse a admirar las vistas. Su misión era más urgente y aquella no era más que una ciudad de paso.

    Habían ido de una a otra, durante meses, tratando de poner su parte para minimizar todo el daño que había hecho la guerra e intentar que no volviera a ocurrir, por mucho que algunas partes estuvieran a punto de volver a estallar. Al menos, esta vez no había una mano invisible controlando que esa guerra perdurase. Había esperanza.

    Descansaron a comer algo de lo que llevaban en sus petates y mientras Robin usaba su magia para predecir el próximo punto débil para la paz, Ezra volvió a intentarlo. Una vez más no consiguió llegar a nadie. O habían desaparecido todos o algo ocurría con las esferas Daë.


    VALANTIS

    Idris soltó una carcajada. Si alguna ventaja tenía todo aquello, era que al menos la televisión era buenísima y gratis, lo malo era que habría matado por una pantalla plana en lugar de aquella enormidad. Echaba de menos algunas comodidades, pero no podía quejarse, llevaba cuatro meses viviendo con Ellie.

    Al principio, cuando habían llegado al mundo, trataron de contactar con el resto por todos los medios, pero fue imposible. Las esferas se habían callado y ninguno de los portales funcionaba. Estaban encerrados en aquél lugar.

    Así que habían conseguido un trabajo, alquilado una casa en la zona suburbana y se habían dedicado a buscar una forma de volver a la Luna mientras trataban de hacer vida normal en un planeta en el que los no muertos aún luchaban por ser tratados como algo más que propiedades.


    NEXUS

    La loba parda corría entre los árboles, con su melena sacudida por el viento. Olía las hogueras de la villa elfa cercana. Seguramente Owen las había encendido esperando que alguien preparase un buen asado.

    Olisqueó de nuevo y se aseguró de que los lobeznos la siguieran. Allí estaban, un poco más atrás, enzarzados en una batalla de mordiscos. Aún eran demasiado jóvenes, pero Amy estaba orgullosa. En aquél lugar había conseguido encontrar paz incluso después de lo que había pasado.

    Los sobrenaturales les habían acogido y les habían dado un hogar. Ella intentaba que fuera suficiente, no podía asumir que el silencio de los demás era algo bueno después de casi un mes. Pero Owen no se rendía, había tratado de ir a la ciudad de la Flecha pese a que estaba sellada y no se conocía nada de lo que pasaba en su interior, salvo que ahora las sombras acechantes que perseguían a la gente de la superficie habían desaparecido y las aldeas estaban recuperando su vieja gloria.

    Haleth estaba cerca de Owen, la elfa y el aesir parecían esperarla con noticias. Entonces vio que una cara conocida acababa de llegar al pueblo, Lekwaa.


    DAGRKNOT

    Bowie observaba en la distancia cómo Elliot pescaba la cena. Pensó varias formas en las que podría pescar de manera más óptima, pero había decidido que con las personas era mejor dejarles darse golpes hasta que encontraran la solución por sí mismos que dársela en bandeja.

    Lo que sí contó fueron los minutos que llevaba a la intemperie. Según el termómetro instalado bajo sus retinas, la temperatura de Elliot estaba bajando bastante. A esas alturas otro habría sentido tanto frío que hubiese castañeteado los dientes, pero él no tenía ese lujo.

    Decidió intervenir y llamarle justo cuando él pescó al fin algo que no era una espada oxidada. Bowie lo preparó con eficiencia y tras calentarse en una hoguera que ella también había preparado, siguieron el camino hacia la aldea pesquera más próxima. Con suerte allí encontrarían un barco que pudieran usar en ese mundo lleno de aguas siniestras que cobijaban criaturas más siniestras aún.


    ARTISAN

    Vera llevó la leña a la cocina y atizó las brasas para que ardiera con fuerza. Jamie llevaba toda la tarde estudiando en la biblioteca y alguien tenía que encargarse de que no murieran congelados.

    Poco tiempo después de aparecer en una ciudad cercana, habían vuelto a la casa familiar de los Barnes para encontrársela abandonada. Los sirvientes habían tenido que marcharse cuando viejos empleados del padre de Jamie empezaron a aparecer para hostigarles y tratar de recuperar sus salarios perdidos con su repentina desaparición.

    Por suerte no se habían llevado nada de gran valor, porque estaba bien escondido. Gracias a eso podrían mantenerse una buena temporada, porque la casa tenía a su alrededor todo lo que pudieran necesitar. Solo que alguien tenía que encargarse.

    Pese a todo, habían sido unos meses agradables, aunque Vera no conseguía quitarse el regusto amargo de no saber nada de sus hermanas ni de los demás.


    SENATUS

    El gigante se dejó caer en una esquina de su habitación, poco más que una celda pese a los honores que supuestamente le rendían. Miró sus muñecas, donde semanas atrás había tenido cadenas de metal, pero no por eso ahora era libre, sus cadenas eran de otro tipo.

    Aquella tarde había acabado con otra vida, la de un demonio de cabeza cubierta de pinchos. Era fuerte, parecía violento pero eso no lo justificaba. Él también era violento en la arena, la magia del Luditor se encargaba de ello, volcando toda la ira y la rabia del público y de los otros combatientes sobre su empatía para sumirle en una furia que le avergonzaba.

    Habría acabado con su existencia si no tuviera la esperanza de volver con los demás. Por eso, y por ella. Unos pasos resonaron por el pasillo y la puerta se abrió.

    – [b]’Bárbaro’ aquí tienes tu premio. Intenta hacer menos ruido hoy, bestia.[/b] – dijo el guardia, empujando a la mujer hacia el interior. Cuando se marchó, ella sonrió. Era un alivio sentir esa energía positiva. Sin Julia hacía mucho que no habría podido seguir adelante.


    SELAS

    El muchacho arrastró la improvisada camilla por la hierba, algo cansado después de llevar todo el día caminando, cruzando ríos con ella en brazos. Pero no había tiempo para descansar, cada segundo contaba, necesitaba llegar allí cuanto antes.

    – [Xander]Aguanta Jane.[/Xander] – le pidió, girándose para mirarla. Tenía los ojos cerrados, sumida en un sueño febril. Le tocó la frente, ardía. Preocupado, se detuvo. Descubrió con cuidado el vendaje que le cubría el pecho a la altura del corazón. Hacía ya unos días que había dejado de sangrar, pero el veneno seguía extendiéndose, ramificándose desde el orificio de bala hasta el resto de su cuerpo.

    Le cubrió la herida bien, le puso un paño húmedo en la frente y siguió caminando, cargando con la camilla. No podía perderla a ella también, tenía que llegar hasta el Laberinto, encontrar a Caitriona y curar a Jane. Daba igual el coste.


    DYAVOL

    La criatura permaneció atenta, olfateando en busca de la presa. La saliva le caía irremediablemente, el reinado de la oscuridad le había dado seguridad para dar rienda suelta a su maldad, pero al amparo de la noche eterna las criaturas habían acabado demasiado pronto con los tiernos humanos y ahora la comida empezaría a escasear.

    El ser estaba harto de ratas, por eso cuando vio a aquella tierna humana la siguió hasta los confines de aquella montaña. Las dos lunas se alzaban en lo alto del cielo nocturno y entonces vio el bulto cubierto de mantas cerca de la hoguera.

    Ansioso, fue hacia ella preparando sus dientes para masticar, pero antes de que pudiera levantar la manta y descubrir que era un engaño, alguien le rajó la garganta desde atrás. Ruby colocó el pie sobre la criatura y la tiró montaña abajo. Estaba cansada de huir y de correr, de luchar cada día por sobrevivir. Y también, de estar sola.


    LUNA VILTIS

    Los refugiados de Dyavol habían llamado a la ciudad Selene, aunque decirle ciudad quizá sería demasiado. En aquél momento eran poco más que un conjunto de cabañas reunidas, pero era la promesa de algo más, de un futuro a salvo de la oscuridad eterna que prometía su hogar.

    Francis hizo su ronda habitual y ascendió el valle hasta llegar a la colina desde la que podía ver la nave estrellada.  Cada día iba allí para ver si los demás habían vuelto, si William había cumplido su misión con más suerte de la que él mismo esperaba. Pero seguía sin haber nadie. Parecía un monumento a las vidas perdidas más que el hogar que había visto brevemente que era.

    Dio media vuelta y se dirigió a la gran ciudad de la Luna. Allí no era nadie, no tenía que fingir tener las respuestas mientras él mismo las buscaba, entre otros viajeros preocupados porque de pronto ya no podían volver a casa. Todos los portales se habían cerrado. Quizá por eso no habían vuelto ninguno.


    GWIDDON

     

    – [Kaylee]Parece que los Daesdi se han olvidado de nosotros.[/Kaylee] – dijo la hechicera pelirroja después de un nuevo e infructuoso intento de potenciar la esfera Daë para comunicarse con los demás.

    Leo asintió, silencioso. Acababa de preparar la comida para ambos y se observaba las manos con cautela. Ahora unas cicatrices recorrían parte de los dedos de su mano derecha. Cuando fueron absorbidos por el agujero negro de Antailtire, acabaron entrando en Gwiddon por un portal, pero un fragmento de metralla viajó con ellos.

    Instintivamente, Leo puso una mano frente a Kaylee, pensando en convertirse en metal. La metralla fue más rápida, atravesó carne y hueso, destrozando todo a su paso. Por la forma en la que dolía y cómo anulaba su curación sobrenatural, supieron que era plata.

    Había tardado un mes en volver a mover los dedos con normalidad, pero ahora que volvía a estar con fuerzas habían emprendido un viaje para encontrar a los demás. Aunque en aquél mundo ya corrían rumores sobre la hechicera pelirroja y sus habilidades.

     

  • A LA MIERDA LA EDAD MEDIA

    DANTE VILLIERS

    ESFERA KARDAS – NOCHE

    Sé que no soy un gran seguidor de las leyendas de caballeros, pero aquél mundo apestoso y lleno de enfermedades ganó enteros cuando apareció la sorprendente hija de Ed y Lucy.

    La chica tenía gancho y confianza en sí misma, así que llamó mi atención inmediatamente. Tampoco voy a pecar de casto y puro, la chica tenía un culo que me habría encantado que se sentase en mi cara, pero no era lo único que me intrigaba de ella.

    No había soltado demasiada prenda de lo que pasaba en su futuro, que como mínimo esperaba que fuese dentro de dieciocho años y nueve meses, porque Lucy no había dado ninguna buena noticia antes de irnos.

    Evidentemente, no me hacía mucha gracia la posible implicación de que estaba muerto en su tiempo. En teoría era un misterio mi desaparición, así que eso abría al menos unas cuantas puertas. Pero sinceramente, yo solo quería una vida tranquila. Antes de que apareciera esa loca asesina con las alas de mi madre, jamás me habría metido en esa estúpida misión suicida y podría seguir tranquilamente en mi taller, con mis coches, llegando hasta los noventa y siete años, cuando muriese allí mismo, rodeado de gente guapa y coches impresionantes.

    Y ahora, por si fuera poco estar allí, resultaba que en su tiempo no estaba en Moondale, no estaba en mi taller ni vivía la vida tranquila que quería. Seguramente todo por aquella mierda de destino.

    – [Dante]¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Llamar a la puerta y hablarle de los Daesdi y su destino? Suena un poco sectario.[/Dante] – me quejé diez minutos después de detenernos delante de la puerta del Daë sin saber cómo «entrarle».

    – [Chloe]¿Tienes una idea mejor?[/Chloe] – preguntó Chloe. La miré fijamente, parecía disfrutar especialmente llevándome la contraria. Estaba acostumbrado a no caerle bien a alguna gente y sinceramente, me importaba tres cojones, pero con ella no parecía ser así.

    – [Dante]Que lo hagas tú. Tiene que ser más fácil que explicar que vienes del futuro y eres la hija de Ed.[/Dante] – admití. No había hecho un mal resumen en sus primeros cinco minutos teniendo en cuenta que desde entonces no había hablado de nada importante del futuro que no fueran tendencias.

    – [Chloe]Hazlo tú, no te jode.[/Chloe]- replicó cruzándose de brazos. Miré a Ruby de reojo y ella alzó una ceja, confirmando que sabía todo lo que pasaba por la punta de mi varita mágica, vamos, de mi polla. ¿Pensábais que no iba a escribir polla? Es mi diario, no un puto best seller. Si queréis algo más fino os vais a la enciclopedia de Noah o al libro de desamores de Xander.

    Íbamos a seguir discutiendo seguramente, pero mi hermano había cogido rápido nuestra dinámica y ya estaba delante de la puerta, llamando con los nudillos en la madera.

    – [Cole]¿Richard Crane?[/Cole] – preguntó cuando el bicharraco cruzó el umbral de la puerta. Era un tipo alto y fuerte, con cara de pocos amigos y una barba que le daba ese aire de licántropo salvaje. No miré a Ruby, a esas alturas ya lo sabría.

    El grandote nos miró fijamente con unos ojos ambarinos. Tenía más pinta de lobo que otros licántropos que había conocido y me pregunté si eso significaba que me iba el furry. – [b]No parecéis de la Hermandad, pero tampoco sé qué hacéis aquí.[/b] – sentenció. Parecía que no le hacía ni puñetera gracia tener a un grupo de extraños en su jardín y empaticé rápido.

    – [Chloe]Richard, vengo del futuro para decirte que si no nos ayudas se va todo a tomar por culo.[/Chloe]- Chloe se acercó, parecía muy pequeña comparada con él. Me di cuenta en ese momento de lo menuda que era.- [Chloe]Eres el elegido. Tú te enfrentarás a las tinieblas con la ayuda de la espada de La Luz y…[/Chloe] – ahí ya desbarró un poco. No sabía si se estaba quedando conmigo por lo que había dicho antes o simplemente estaba quedándose con el Daë. Fuera como fuese, cada segundo que pasaba me gustaba más la muchacha.

    Ruby le tapó la boca y tuve una microfantasía que me hizo pensar si sabía en qué estaba pensando exactamente además de saber que estaba caliente. Esperaba que no, mi mente contiene desnudos más que parciales y escenas de sexo, además de violencia ocasional. Básicamente la HBO que había cuando éramos pequeños y ahora era InfiniTVx.- [Ruby]Necesitamos tu ayuda. Por favor. Es importante.[/Ruby] – le pidió. No tenía muy claro si nosotros necesitábamos su ayuda o él la nuestra. Los Daesdi no eran los jefes más claros del mundo.

    – [b]Si os persigue la Hermandad, aquí estáis a salvo, pero no podéis quedaros mucho tiempo. Prefiero estar solo.[/b] – no era una bienvenida muy cálida, era todo un solitario. Entró a la casa y dejó la puerta abierta para que pasáramos.

    – [Cole]No necesitamos quedarnos mucho tiempo. Creemos que la Hermandad te busca y queremos ayudarte a defenderte.[/Cole] – mi hermano iba a saco. No sé si había decidido ser parte de aquella misión a la que nunca nos habíamos ofrecido o tenía ganas de salir de aquél mundo. Teniendo en cuenta que personificaba todo el odio que había vivido alguna vez, tenía pinta de ser la segunda.

    – [Richard]No han venido a por mí en casi un año. ¿Por qué ahora?[/Richard] – preguntó, sentándose en una silla de madera para beber algo de una jarra que parecía sacada del set de Juego de Tronos.

    – [Dante]Porque se supone que vas a salvar este mundo de la mierda que lo gobierna. Profecías y bla bla. Tenemos que cuidar de ti para que puedas cumplirla.[/Dante] – resumí. No había tiempo para tonterías ni miedos a cambiar el futuro. Si ya estaba decidido, que más da, tocaba conseguir que se uniese a los otros Daë e irnos de allí. Tan sencillo como eso.

    Mientras los demás aclaraban todo y le explicaban las cosas con mucho más cuidado y sin spoiler, yo me dediqué a curiosear su casa. No tenía muchas cosas y me pregunté como demonios se entretenía todo el día. Supuse que cascándosela como un mono, porque había poco más que hacer. Aunque ya podía echarle imaginación, que pena de mundo sin fotos de gente desnuda a mano. Igual salía por las noches como licántropo y echaba una cana al aire en posición perrito. No sabía mucho de los licántropos más allá de MacLeod, la madre de Idris, Amy, Leo y ahora Ezra.

    Después de un rato perdido en mis pensamientos y alguna que otra fantasía, vi que tenía una esfera de cristal como las nuestras colocada en una estantería, cerca de un expositor de armas donde tenía una enorme espada. Eso me hizo pensar, era él quien le había dado a mi padre la Espada del Caos, pero aparentemente, todavía no la tenía. Tampoco vi el escudo, pero sí el yelmo.

    No sé cuánto tiempo pasamos allí. Dormimos como pudimos en el espacio que había, por desgracia sin que se cumpliera ninguna de mis fantasías en las que me visitaba cualquiera de los presentes que no fuera Cole.

    No dormí demasiado bien, mi cabeza estaba muy activa y me encontraba inquieto, quizá por la falta de relax que me proporcionaba el sexo. Salí al exterior. Hacía fresco, pero podía ver las estrellas perfectamente.

    Estiré las alas y me subí al tejado para coger impulso para dar una vuelta volando. El bosque en el que estaba la aldea de los teriántropos era enorme y apenas se distinguían algunas luces. En el castillo, sin embargo, visible a lo lejos, se veían continuamente unos braseros blancos encendidos.

    Cuando ya empezó a darme frío, volví a bajar a la casa. Esta vez había alguien más en la puerta. Descendí poco a poco y vi que era Chloe, así que decidí aterrizar con toda la elegancia que pudiera. Me encantaba lucir mis alas.

    Ella me observó. – [Dante]¿No puedes dormir?[/Dante] – le pregunté. Tenía una postura que parecía la de una adolescente de una de esas pelis viejas de los noventa, solo le faltaba fumar, pero eso ya era solo cosa de viejos. A nadie le gustaba que le echasen un humo apestoso y mortal en la cara.

    – [Chloe]La cama es de paja.[/Chloe]- suspiró. Conociendo a Ed y Lucy, la chica tendría la mejor habitación de la granja y las mejores modas de su madre. Me fijé en que llevaba una camisa blanca larga que alguien bastante más grande que ella debía haberle prestado. Por desgracia aquél mundo no era la «sexy Edad Media» y llevaba algo más debajo. Lo que sí quedaba al descubierto eran sus largas y sugerentes piernas.

    – [Dante]Mal momento para el chiste, ¿no?[/Dante] – bromeé mirándola. Aquello no era el exterior de un club, pero viendo que quedaba mucho para poder volver a uno, era lo más parecido que tenía.

    – [Chloe]Si quieres dar mazo de cringe: puedes hacerlo.[/Chloe]- replicó sin apartar la mirada de mí, sonriendo. Me llamó la atención su forma de hablar.

    – [Dante]Me importa más bien poco lo que pueda pensar la gente.[/Dante] – resumí. Había intentado que esa se convirtiese en mi filosofía de vida. – [Dante]Me gusta el sexo y hago bromas de sexo. También me gusta comer y no veo a nadie escandalizado.[/Dante] – añadí. Con el sexo había muchos tabús y era una soberana gilipollez, si te gusta alguien y a ese alguien le gustas, no pasa nada por hacerlo como animales. No veía el problema y el único inconveniente que me había encontrado es que a veces me habían entrado tanto chicos como chicas, especialmente chicos la verdad, suponiendo que mi respuesta era un sí. Todavía había gente que no había aprendido lo básico y presuponían que era un chico fácil. Aun así me divertía mandar a esa gente a tomar por el culo e imaginarme que no tendrían un polvo en condiciones en toda su vida.

    – [Chloe]Pues haz bromas sobre berenjenas.[/Chloe]- replicó ella, estuve a punto de hacer una, pero era un chiste que había escuchado a un cliente del taller y no me convencía mucho.

    – [Dante]A nadie le gustan las berenjenas.[/Dante] – toda mi vida había asumido que eso no podía ser comestible, pero en casa de las Echolls se empeñaban en ponerlas de vez en cuando.

    – [Chloe]A mi madre sí.[/Chloe]- dijo ella, soltando una carcajada. Alcé una ceja, evitando el comentario. – [Chloe]Puedes venir a…[/Chloe]- se quedó callada de sopetón. No tenía suficiente creatividad como para imaginar qué iba a decirme. – [Chloe]Se me olvidaba que hace veinte años que ocurrió esta conversación[/Chloe] – sentenció.

    – [Dante]¿Y acabó bien?[/Dante] – le seguí el rollo, porque todo eso de líneas temporales y viajes en el tiempo me daba dolor de cabeza desde los tiempos de Trunks.

    – [Chloe]Qué va. El tío se muere.[/Chloe]

    Aquello fue como un puñetazo en los huevos. Eso de «deja un bonito cadáver» era una frase de mierda, deja un cadáver viejo y arrugado después de un siglo de vivir como te gusta.

    – [Chloe]Hey, que era broma.[/Chloe]- debió notarme preocupado, porque se acercó a mí.

    – [Dante]Solo quería vivir tranquilo.[/Dante] – normalmente no solía hablar de esas cosas. Me las guardaba para mí, pero viniendo del futuro supuse que ya sabía lo suficiente. Que no tenía sentido ocultarlo. – [Dante]Y mira.[/Dante] – perdido en el puto culo del universo.

    – [Chloe]Tío, que no te tienes por qué morir.[/Chloe]- insistió. – [Chloe]Que yo no te conozca solo implica que yo no te conozco. No te ralles.[/Chloe] – estaba tan cerca que capté un aroma tenue a melocotón. Me apetecía besarla, pero había una duda que tenía que resolver antes.

    – [Dante]Tengo que preguntarte algo importante.[/Dante] – pregunté, simulando estar serio.

    – [Chloe]¿Y eso? [/Chloe]

    – [Dante]¿Ya tienes dieciocho?[/Dante]

    Le sonreí y ella me respondió con un puñetazo, pero se echó a reír. – [Chloe]¿En serio?[/Chloe]

    – [Dante]Me tomo muy en serio las leyes.[/Dante] – al menos algunas.

    Ella parecía estar divirtiéndose mucho. – [Chloe]¿Pero es que estás ligando conmigo?[/Chloe] – preguntó.

    – [Dante]Posiblemente. Salvo que me digas que no lo haga.[/Dante] – una de las principales leyes que no se me ocurriría no respetar. Mi padre era un imbécil, pero cuando era pequeño había una cosa por la que le idolatraba. En casa no se hablaba mucho de ello, pero cuando escaseaban los malos sobrenaturales, él se escapaba de noche y les daba el susto de su vida a violadores, maltratadores y demás carroña. Recuerdo escuchar a mi madre reñirle cuando se pasó con uno y lo mandó a urgencias, pero incluso ella podía entender sus motivos. Esa forma de pensar era una de las cosas que no me molestaba compartir con él.

    – [Chloe]Preferiría que no te enamoraras de mí.[/Chloe]- dijo ella, pensativa.- [Chloe]No podrías soportar los veinte años que nos separan.[/Chloe] – añadió. Estaba claro que aún no me conocía lo bastante. Aunque razón no le faltaba, la realidad de volver a la Tierra y encontrarme con que era un bebé sería suficiente como para que se me quitasen todas las ganas. Pero allí no era capaz de imaginarme eso como algo real, ella estaba allí, bien crecida. Ni siquiera sabía si volvería vivo a la Tierra.

    – [Dante]Eso no es un no. ¿Y quién ha hablado de amor?[/Dante]

    – [Chloe]Porque sé lo que pasa con los tíos como tú y las tías como yo.[/Chloe]

    – [Dante]Yo estoy deseando averiguarlo.[/Dante]

    – [Chloe]Prométeme que no te vas a enamorar.[/Chloe]

    – [Dante]No ha nacido persona que haga que me enamore[/Dante]

    – [Chloe]Es que yo no he nacido aún.[/Chloe]

    – [Dante]Cierto.[/Dante]

    – [Chloe]Bueno, me voy a dormir.[/Chloe]- pasó por mi lado y me dio una palmada en el culo, con bastante fuerza.

    – [Dante]¿Te acompaño?[/Dante] – pregunté sonriendo.

    – [Chloe]Prefiero que siga siendo un colchón de paja en singular y no en plural.[/Chloe]- me lanzó un beso y me pregunté si el subidón que tenía sería capaz de despertar a Ruby de su sueño.

    La miré alejarse, fantaseando con que aquella camisa le quedara un poco más corta. Aún no me había respondido a si era mayor de edad y parecía que le hacía gracia dejarme con la duda. Bueno, a partir de diecisiete y medio también era casi bien, ¿no?

    Volví a volar para contener las ganas de darle como un mono y allí, en la oscuridad y tranquilidad del cielo, vi una nueva hilera de luces blancas que perturbaban el entorno.

    Me acerqué un poco más y distinguí que eran antorchas. Me sentí con el la peli aquella del ‘Guerrero Número 13‘ que tanto le gustaba a mi madre, principalmente por el vikingo. La Hermandad de Tauro había salido del castillo y se dirigía hacia el gran bosque en el que estaban los licántropos.

    Me detuve, manteniéndome en la posición, pensativo. Aquella gente no nos había dado cobijo y no era de nuestra incumbencia. Nuestra misión era proteger al Daë y por lo que había dicho, aquél territorio era sagrado para la Hermandad y no podían combatir sobre él, así que allí estaba a salvo, pero si hacíamos el loco y salíamos a defender a los demás, lo pondríamos todo en riesgo.

    Así que lo sensato era esperar allí a los otros Daë y que el pueblo de gente animal se defendiera como había hecho hasta entonces. Pero claro, si hubiéramos sido sensatos, probablemente no estaríais leyendo este diario.

    Volví volando y desperté a los demás, esperando que alguno me dijese que lo mejor era quedarnos allí sentados y seguros. Pero el único que lo hizo, fue el Daë. Tenía cojones que el que no quisiera luchar fuera al que teníamos que convencer para que siguiera su Destino. Nadie nos lo iba a poner fácil, estaba claro.

    La mayor parte del tiempo me quedé observando a mi hermano, Ruby y Chloe. Se vistieron a toda velocidad, cogieron sus cosas y no pararon hasta infundir en el Daë unas fuerzas que resultaban contagiosas.

    El tal Richard se colocó delante de nosotros esa tremenda armadura de caballero, rematada con el yelmo de toro y un largo mandoble que ya había notado cuando se cambió de ropa. Si no soy un Rakkthathor por qué tengo este percutor. No en serio, el de los Rakkthator acomplejaba, pero el del Daë tampoco estaba mal. Eso sí, Chloe tenía mucho mejor culo, incomparable.

    Os voy a ahorrar un poco todo, porque sin música épica y un plano a cámara lenta de los cinco saliendo de la casa del Daë cerrando la puerta y comprobando que estuviera cerrada en lugar de haciéndola explotar a nuestras espaldas, no era igual de interesante.

    Llegamos a la Hermandad antes de que llegasen a la aldea. En mitad de la noche, ya estaban peleando contra licántropos apostados en la frontera. Nos unimos a ellos y tampoco voy a entrar en detalles. Los combates de espadas nunca me habían llamado la atención, si hubieran sido a lo Mad Max, quizá os lo hubiera narrado. Pero no, así que dejaré que os lo imaginéis dejando algunos puntos clave para no olvidarme de cómo fue.

    A ver: había barro; los de la Hermandad peleaban como demonios; los lican caían como moscas; Chloe era hechicera como el padre y no se le daba nada mal ; Ruby peleaba como Xena fusionada con una estrella pop, robó la espada de uno de ellos y repartía tajos de una forma bestial; el Daë tenía pinta de haber sido el mejor de aquellos caballeros, porque les estaba dando una paliza; mi hermano peleaba con lo que tenía a mano, porque de noche no era su mejor momento, se le notaba la influencia del tío Hiroshi porque se movía diferente, pero no se había transformado, a esas alturas a Cole aún le importaba lo que pudieran llamarle; y yo pues nada, tuve un momento de lucidez en el que volé ante ellos y se detuvieron momentáneamente tomándome por un ángel, pero tardaron poco en darse cuenta de que era todo postureo. Pese a todo, íbamos perdiendo, los pocos de la aldea que estaban por allí no ayudaban mucho contra las armas mágicas de la Hermandad y aquello no remontó hasta que apareció allí un grupo variopinto de gente que tenía «Daë» tatuado en la frente. Salvaron el día, Richard tenía un impasible rostro de emoción neutral y se unió a ellos, que se fueron por otro camino. Conté cuatro, así que al menos los nuestros debían haber estado en otros cuatro mundos.

    Antes de irse por su camino, el elfo que tenía que ser sabio por lo que decía la ficción (gracias a dios cumplía con el cliché y no era un elfo cortito) nos dijo hacia dónde teníamos que ir y que allí nos esperaban unos cuantos de nuestro grupo de perdidos en el espacio.

    Richard nos dejó las llaves de su garito y aprovechamos para echar un sueño esa misma noche antes de irnos. Volví a intentar un acercamiento a Chloe, pero volvió a dejarme a cuadros igual que el resto de veces. Lo que tenía claro y me daba esperanzas era una cosa, menos de diecisiete no podía tener.

  • UNA NOTA EN LA RIÑONERA DE UTERQUE

    Chloe – Esfera Kardas

    Tarde

    Me llamo Chloe Maclay-Walker. Soy la hija menor de Edward Maclay, un viajero entre realidades, al que tras perder a todos sus amigos/as, Los Daë le dieron una segunda oportunidad y de Lucy Walker, la reencarnación de la hermana mediana de las Echolls después de que esta se sacrificara para salvar el mundo.

    Mi hermano, Ezra Walker, estuvo congelado durante más de veinte años en una cápsula y se despertó justo a tiempo para ayudar a detener el nuevo Apocalipsis provocado por Omega y yo…bueno, yo tengo más de 20000 followers en Infinigram. 

    ***

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  • UNA MIERDA DE MUNDO

    DANTE VILLIERS

    ESFERA KARDAS | TARDE

    Estiré las alas, aprovechando que en ese lugar podía dejarlas libres, porque de todas formas, ya querían matarme. Con la de tiempos a los que podía haber viajado y me tocó el puñetero tiempo del Rey Arturo. No podía haberle tocado a Xander que tenía el complejo de caballero blanco, no, tenía que tocarme a mí, en lugar de haberme ido a algún sitio con algún puto medio de automoción.

    – [Dante]Vale ¿y ahora dónde encontramos al tal Dick?[/Dante] – pregunté, repasando al «equipo», que básicamente estaba compuesto por Mike y mis hermanos, además de Ruby que por lo que sabía, bien podría ser otra hija de Logan.

    – [Ruby]¿Tenéis que encontrar a alguien?[/Ruby] – preguntó la nueva, repasándonos con la mirada. Aproveché la situación para darle yo también un repaso.- [Ruby]Pero si sois… hombres.[/Ruby] – añadió.

    – [Dante]Ya, ¿y?[/Dante] – repliqué, preguntándome si bromeaba, pero parecía demasiado segura.

    – [Ruby]Pues que sois el sexo débil.[/Ruby] – respondió ella con firmeza. Parecía creérselo completamente y me puso de bastante mal humor. ¿Quién coño se creía para decidir que podíamos hacer y que no? Un momento… – [Ruby]No os lo toméis a mal. Yo tengo amigos y un padre.[/Ruby] – añadió. Decidí no responder y me contuve. No soy de pagar los pecados de nadie, ni de mi mierda de padre ni por el hecho de ser un hombre, pero tampoco de defender a un colectivo que por lo general se ha comportado como gilipollas con las mujeres. Así que lo mejor era callarse. La vida era muy sencilla a veces, sé tú mismo, no ofendas a la gente por lo que es y ama a todo el mundo. El último de momento lo llevaba a cabo en su aspecto más físico, pero no iba por mal camino.

    Cole se limitó a sonreír, mi hermano era bastante más emocional. – [Cole]No pareces de nuestra Tierra. Lo que es una ventaja.[/Cole] – añadió con una amplia sonrisa. ¿Le gustaba la nueva?

    – [Ruby]Supongo que sois de alguna tierra alternativa.[/Ruby]- comentó ella. Me fijé a posta en las reacciones de Cole. Me gustaba la seguridad que irradiaba Ruby, me atraía como la luz a una polilla, pero tenía que contenerme para no herir los sentimientos de mi hermano en un arrebato irreflexivo. Eso suponiendo que a ella le gustasen los tíos y concretamente cualquiera de los dos.

    – [Niall]¿Y como es tu Tierra? -[/Niall] preguntó Niall. Se parecían más entre ellos que a mí, quizá el hecho de vivir toda mi vida con unas alas a la espalda me había hecho menos contenido. Prefería pensar eso a pensar que me parecía a «ese».

    – [Ruby]En mi Tierra, las mujeres llevamos el peso del mundo: somos guerreras, directivas, presidentas.[/Ruby]- empezó a explicar mientras continuábamos el camino. Por mí bien, que cada uno sea lo que le de la gana. – [Ruby]Los hombres os dedicáis a las tareas domésticas.[/Ruby] – no pude evitar poner cara de sorpresa y también un poco de desagrado. Difícilmente me iban a obligar a mí a encargarme de las tareas de la casa. Mi lugar estaba trabajando con las manos para arreglar cosas, no limpiando. Las únicas superficies que dejaban brillantes mis manos eran las carrocerías.

    – [Ruby]¿Qué?[/Ruby] – preguntó ella. Me limité a esbozar una media sonrisa y caminar en la cabecera. Mike estaba por ahí perdido, mirando las plantas.

    – [Cole]Nuestro mundo es un poco…diferente.[/Cole] – le respondió Cole. Aún machista, algo diferente a la época de nuestros padres, pero no demasiado. Era una mierda, sí, y lo que Ruby contaba no parecía mejor. ¿Tanto costaba no meterse en lo que hacían los demás fuera cual fuera su sexo, preferencias o lo que sea? – [Cole]¿Y la libertad sexual como la lleváis?[/Cole] – preguntó a continuación. Le miré y suspiré. Había intentando convencer a mi hermano de que hiciese lo que le diera la gana con quien le diera la gana, pero mi filosofía no había calado en él. Pensaba demasiado en lo que opinaran los demás de él.

    – [Ruby]¿A qué te refieres?[/Ruby] – preguntó ella, frunciendo el ceño de una manera muy mona.

    – [Dante]Que nuestro mundo sigue metiéndose en si te acuestas con tíos, tías o lo que sea…[/Dante] – simplifiqué. Me hastiaba bastante ese tema de conversación porque la solución me parecía muy sencilla y nadie la tomaba. Si cualquiera tenía algo que decirme sobre mi orientación sexual, que se atreviera, el siguiente se lo pensaría dos veces.

    – [Ruby]¿En qué clase de mundo vivís?[/Ruby] – preguntó ella, confusa.

    – [Cole]En uno de mierda. No muy distinto de esto…[/Cole] – respondió Cole, que todavía parecía afectado. Mi hermano siempre se había tomado muy a pecho ser diferente en su orientación sexual y en su raza. En el colegio lo había ocultado todo, había sido el «ruso» maleante que todo el mundo esperaba de él.

    – [Ruby]Pero vosotros sois como yo.[/Ruby]- comentó ella mirándonos. Tardé un minuto en darme cuenta de a qué se refería. Éramos un festival andante del Orgullo en la puta Edad Media. Perseguidos por la Iglesia y todo, se podía decir que habíamos hecho el tour completo.- [Ruby]Lo noto.[/Ruby] – añadió. Me imaginé que tenía algo que ver con su sexokinesis.

    – [Dante]Mike es el más aburrido, el resto disfrutamos un poco más de la vida sin tantas limitaciones. [/Dante] – aseguré. Sonreí a Mike, que negó con la cabeza, recordando aquella vez en la que probó «el fruto prohibido».

    -[Ruby]No lo es.[/Ruby]- replicó ella sonriendo. Miré a Mike y vi que sonreía con malicia. Me la acababa de devolver. Toda la vida pensando que no le gustaba porque era un soso y resulta que no le gustaba yo concretamente. Eso era un golpe bajo.

    – [Niall]En nuestro mundo predominan capullos como los caballeros estos, sin ser «caballeros».-[/Niall] – cuando no nos juzgaban, usaban nuestra sexualidad como reclamo. La verdadera aceptación pasaba por no tener que aceptar nada, por no presuponer nada, porque no le importa a nadie una mierda.

    – [Dante]Tal cual cuenta mi hermano.[/Dante] – admití. Miré a la chica, me encantaba su pelo plateado. – [Dante]¿Qué tienes, gaykinesis?[/Dante] – pregunté. A los caballeros los había vuelto cariñosetes y a mí me había entrado un subidón, aunque verdaderamente, no por solo tíos en concreto.

    – [Ruby]Parecido.[/Ruby]- dijo ella, mirándome. O estaba usando su poder o me alegraba de verla.- [Ruby]Tantrokinesis. Revelo la sexualidad de la gente.[/Ruby] – aclaró. Bastante preciso.

    – [Dante]Conmigo no tienes mucho trabajo.[/Dante] – respondí sonriendo de medio lado. Estaba bien saber que no «forzaba a nadie», como seguramente dirían esos dos caballeros.

    – [Cole]En tu mundo tampoco hay problemas con los poderes?[/Cole] – preguntó Cole. Seguramente le había extrañado que fuera tan precisa con su poder.

    – [Ruby]¿Problemas con los poderes? [/Ruby]- respondió, confusa. Genial, no tenían problemas de orientación sexual ni por tener poderes o no, así que solo había que pulir eso del machismo inverso. Se nos costeaba salvar su mundo en lugar del nuestro.

    – [Cole]Estoy pensando seriamente mudarme a tu Tierra.[/Cole] – replicó Cole, esquivando un árbol derribado.

    – [Niall]Tú y todos.-[/Niall] añadió Niall. Casi, si me dejaban trabajar de lo mío, sí, si me daban por saco con qué no podía hacer, no. Nadie me dice qué soy o qué debo hacer, porque normalmente hago lo contrario.

    – [Ruby]Pues genial.[/Ruby] – replicó ella, pensando en la clase de mundo que le estábamos pintando.

    – [Mike]Niall, ayúdame un momento.[/Mike] – escuché decir a Mike, agachado al lado de una planta bastante rara. Niall, que era el que estaba más cerca, se agachó a su lado y siguió sus indicaciones.

    Segundos después, los dos se desvanecieron en el aire.

     

    – [Dante]¿Qué cojones?[/Dante] – pregunté, mirando a mi alrededor. Acababan de desaparecer completamente.

    – [Ruby]Hay portales ocultos en todos los mundos.[/Ruby] – le escuché decir a Ruby con calma. Al ver nuestra cara de confusión, señaló hacia donde estaban, concretamente hacia la planta, que ya no estaba allí. En su lugar había un helecho que parecía más de ese mundo que la cosa extraña de antes.

    – [Cole]¿Se han ido a otro de los mundos?[/Cole] – preguntó Cole, que no había necesitado tanto tiempo para pensar como yo.

    – [Ruby]Sí.-[/Ruby] explicó ella. Parecía saber bastante más que nosotros de aquél lugar. – [Ruby]Depende de lo que hayan tocado estarán en uno u otro.[/Ruby] – añadió. A saber de donde demonios era aquella planta. Entendía que eso significaba que ella había viajado entre los mundos, así que podíamos aprovechar para salir de allí con su ayuda.

    – [Cole]No es buena idea estar tan separados. Tenemos que encontrar ya a Richard.[/Cole] – comentó Cole. Llevábamos caminando todos juntos un buen rato y desde hacía un tiempo se veía a lo lejos un poblado en una colina, cubierto por un amplio bosque.

    -[Ruby]Voy con vosotros.[/Ruby] – se ofreció Ruby. Mejor, así no había que pedírselo.

    – [Cole]Gracias.[/Cole] – replicó Cole con una sonrisa. – [Cole]Quizá deberíamos preguntar en ese pueblo.[/Cole] – dijo, mientras continuábamos acercándonos.

    Apuramos el paso con nuestro reducido grupo. El bosque aquél daba mal rollo, los lobos parecía que nos seguían con la mirada, suspicaces. Probablemente no fueran lobos normales.

    Al final, antes de llegar a cruzar el bosque, una mujer joven con un vestido blanco sencillo y una corona de flores apareció, inmóvil, en nuestro rumbo. Nos miraba fijamente. Los lobos se acercaron a ella y la flanquearon, girándose todos hacia nosotros de una forma poco amigable.

    – [Ruby]Voy yo.[/Ruby]- replicó Ruby.-[Ruby] Esto es trabajo de mujeres.[/Ruby] – me parecía bien, aunque no me habría quejado tampoco si me hubiera tocado acercarme a la líder lobuna.

    Observamos a Ruby acercarse y hablar con ella. Nos miraba con el ceño fruncido, aunque su lenguaje físico parecía intentar ser educada y amable. Me recordaba un poco a Amy en el sentido de que no parecía querer que nadie le tocara los ovarios. Algo muy respetable teniendo en cuenta que nos perseguía una panda de cazalobos.

    Al cabo de un rato, volvió. – [Ruby]Richard está a las afueras y no nos pueden acoger.[/Ruby]- resumió. Me gustaba aquella chica, no se complicaba.

    – [Dante]Ha sido rápido. ¿Nos vamos o qué?[/Dante] – le guiñé un ojo a la líder mientras nos girábamos. Ella me gruñó, pero no parecía un gruñido en plan sexy.

    – [Cole]Me parece que no es tu público. Vámonos.[/Cole] -dijo mi hermano. Me encogí de hombros y giramos en la dirección que nos habían señalado.

    Todo el caminó sentí miradas tras nosotros. No solo los lobos tenían ojos. Algo nos vigilaba y no me hacía ni puta gracia. Continuamos, esperando que un tío al que no conocíamos de nada, que había sido expulsado de su orden y vivía solo a las afueras, se alegrase de ver que tres personas que no eran ni de su mundo y a las que perseguía todo cristo viviente, que encima le iban a encomendar una misión suicida.

  • INMACULADO

    COLE ROMAN

    CASTILLO DE LA HERMANDAD DE TAURO, KARDAS – TARDE

    Nos vimos obligados a pasar gran parte del camino junto a los Caballeros en silencio, temiendo que pudieran escuchar nuestra conversación y acabar con nosotros allí mismo sin que tuviésemos demasiadas oportunidades.

    El Castillo era visible desde bastante lejos, pero la caminata se hizo larga y me dio mucho tiempo para pensar y plantear el lugar en el que estábamos. Mi padrino me había enseñado el valor de guardar silencio y observar, así que eso fue lo que hice, durante todo el camino.

    Cruzamos el puente que daba con el castillo, tuve el valor de mirar hacia abajo y vi que el abismo terminaba en unas aguas oscuras y turbulentas. Atravesamos la entrada del pueblo, parecida en cierta medida a algunas de las películas de la Edad Media más logradas, aunque lo que nunca percibías en una película era el olor. Aquél lugar era un hervidero de olores, desde humanos hasta los de las comidas del mercado.

    Entramos al castillo bajo la atenta mirada de los lugareños, una mezcla entre temor y asco se veía en sus ojos. Por alguna razón, asocié en mi mente lo que no debía asociar y me sentí demasiado vinculado a esas miradas, demasiado tocado por ellas. Era el reflejo de cómo llevaba sintiéndome gran parte de mi vida, de las etiquetas que siempre había llevado colgadas: el delincuente, el mal estudiante, un asesino, una serpiente, un desviado.

    Teniendo eso en cuenta, podréis imaginar que los estandartes del toro y la cruz cristiana colgando de las paredes me hicieron pensar que aquél no era un lugar donde aceptaran nada de lo que yo era. Subimos una interminable sucesión de escaleras de piedra estrechas, siempre guardados por los Caballeros, hasta llegar a la cima de uno de los torreones. Allí abrieron una pesada puerta de madera y entramos a una gran sala que parecía una Iglesia.

    Estandartes del toro blanco a un lado, la cruz al otro. Bancos de madera apuntando hacia el final de la sala, donde dos lonas más grandes mostraban de nuevo los dos símbolos reverenciados. Al igual que en las Iglesias cristianas, había un altar y un púlpito al lado izquierdo. Al lado opuesto había algo que no encajaba, una especie de brasero dorado, apagado en ese momento. No había pila bautismal. Parece ser que aquella Iglesia se había decidido por el fuego en lugar del agua.

    Los Caballeros nos dejaron allí, a un par de metros del altar, separados de él por una barandilla de madera. Después se retiraron, tomando posiciones alrededor de los bancos.

    – [Cole]Tenemos que intentar escapar.[/Cole] – les dije a los demás, una frase demasiado obvia, la verdad, podéis decirlo, lo admito.

    – [Niall]¿E ir adónde? No tenemos ni idea de dónde está el Daë de este mundo.-[/Niall] respondió Niall. Medité unos segundos. Ser los hijos de Logan implicaba que no éramos precisamente los más versados en todo el tema de los Daë. Mi padre había odiado siempre aquél recuerdo y por eso se había desecho del disco. No me atrevería a decirlo delante de Dante, pero en parte, tenía sus motivos para sentirse así. Me lo había contado una noche, unos cuantos meses antes de que me fuera con Hiroshi.

    – [Logan]¿Quieres saberlo?[/Logan] – preguntó. Había salido el tema de su disco y por qué mi padrino si lo guardaba. – [Logan]Porque lo que hicimos no valió una mierda. Solo para que una chica perdiera la vida y me dieran una puta espada maldita.[/Logan] – dijo tras un trago de su cerveza. – [Logan]A la hora de la verdad estás solo y muere gente.[/Logan] – fueron las últimas palabras que mencionó sobre el tema.

    – [Cole]Tengo una teoría.[/Cole] – susurré. – [Cole]¿Habéis visto el símbolo de los caballeros?[/Cole] – todos y cada uno de los Caballeros llevaban unas armaduras distintivas, todas con un casco astado y todas con un toro de color blanco en la capa y algunos puntos de la armadura, además del toro blanco por todas partes del castillo. Si en ese sitio había un Daë, parecía lógico pensar que era el de mi padre, un caballero con un casco astado.

    – [Dante]El Daë de Logan era un caballero con un yelmo de toro.[/Dante] – les explicó mi hermano a mi otro hermano y a Mike.

    – [Niall]Por lo que podría ser uno de estos «caballeros». ¿Cómo vamos a dar con él?[/Niall] – preguntó Niall.

    – [Mike]¿Sin nombre? Difícil.[/Mike] – respondió Mike. Intenté recordarlo pero no fui capaz, mi memoria no era tan buena.

    – [Cole]Le reconocería si lo viera.[/Cole] – aseguré. Mi mirada se cruzó con la de Dante. Él no había visto nunca el disco de nuestro padre, pero yo sí. Había pasado por sus recuerdos de aquél lugar y había vuelto a hacerlo poco antes de iniciar la subida del Pico, gracias a que Henry me lo había prestado durante unos minutos.

    – [Niall]Pues atento porque aquí vienen.-[/Niall] nos indicó Niall. Al parecer a mi hermano se le daba bien la música porque también tenía muy buen oído. Los Caballeros que nos habían acompañado se arrodillaron en sus posiciones cuando la puerta tras el altar se abrió y dio paso a un hombre mayor, de pelo cano, vestido con una sotana azul, negra y blanca con el símbolo del toro. Iba acompañado de tres Caballeros, dos se quedaron a su lado y uno de ellos se colocó al nuestro.

    – [b]Detrás de la baranda.[/b] – nos ordenó. – [b]Manos sobre ella.[/b] – obedecimos, teníamos las de perder porque ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos. Miré al Caballero, su rostro estaba cruzado por una cicatriz que le cegaba un ojo. No era el Daë, ni tampoco los otros dos, así como ninguno de los que nos había acompañado, pude verles bien porque, arrodillados, todos se habían quitado el casco. Los demás me miraron y negué con la cabeza.

    – [Cardenal]’Sagrada Hermandad de Tauro’, alzaos.[/Cardenal] – el hombre, al que llamaré «Cardenal» de ahora en adelante porque mi mente solo podía pensar en los Tres Mosqueteros, abrió los brazos con las palmas hacia nosotros y vi que en ellas tenía tatuados los dos símbolos de nuevo, la cruz y el toro.

    Los Caballeros se pusieron en pie, con el casco astado en sus manos. El sonido del metal sincronizado perfectamente ponía los pelos de punta.

    – [b]Traemos a cuatro víctimas que esperan liberar su alma.[/b] – dijo el que estaba a nuestro lado. Me imaginé que las víctimas éramos nosotros. La parte de liberar el alma no me gustaba demasiado, la prefería donde estaba, cerca de mi cuerpo, aún móvil y con la sangre circulando. – [b]Los hermanos Dayne y Everett están en camino con otra alma perdida.[/b] – añadió. Mis transcripciones puede que no sean lo más fiables que os encontréis, pero hablaban en un inglés muy arcaico, no como en una feria medieval, y había cosas que solo entendía por el contexto.

    Acto seguido, todos juntos rompieron a cantar, de una forma, de hecho, bastante notable.

    – [Niall]Menuda secta tienen estos montada…-[/Niall] susurró Niall. Por suerte, perdidos en su salmo, no podían escucharle.

    – [Mike]El Daë puede ser uno de los dos que faltan.[/Mike] – comentó Mike. Dayne y Everett no me sonaban. No recordaba el nombre completo del Daë y tampoco es que mi padre se hubiera matado a hacerle preguntas, pero no era Dayne ni Everett. Volví a aprovechar para echar un vistazo alrededor, a los bancos individuales que estaban contra la pared. Todos llevaban un nombre inscrito. Había cuatro libres, pero estaban demasiado lejos como para poder leerlos. Dos serían Dayne y Everett y uno sería el del que estaba a nuestro lado. Pero el otro, quizá era el de nuestro Daë.

    Terminado el salmo, el Cardenal caminó hasta la barandilla que nos separaba y nos miró. El Caballero a nuestro lado nos hizo un gesto para que alzásemos la mirada.

    Se fijó uno a uno en nuestros ojos. – [Cardenal]Vuestros ojos tienen alma.[/Cardenal] – recitó, como si fuese parte de un discurso ya aprendido. Me imaginé que sería una forma arcaica de saber si alguien era demonio, por tener unos ojos inusuales. No me habría extrañado que muchos hubiesen muerto por tenerlos de un color poco habitual. – [Cardenal]Di tu nombre, súbdito del Señor.[/Cardenal] – añadió, colocándose frente a Dante, que le observó, desafiante, algo habitual en mi hermano.

    – [Dante]Henry Ford.[/Dante] – dijo. Tengo que reconocer que suspiré aliviado, Dante era demasiado temerario y teníamos que seguirles el rollo si queríamos encontrar una forma de escapar.

    – [b]De Gondor.[/b] – puntualizó uno de los Caballeros que nos habían escoltado.

    – [Cardenal]Henry Ford, de Gondor.[/Cardenal] – afirmó el Cardenal, cogiendo una enjoyada pluma para escribir el nombre en una libreta del atril.

    – [Cole]Nicholas…Templeton.[/Cole] – lo mío no era la improvisación, la verdad, ni la sutilidad tampoco. Lo de Nicholas era obvio de dónde venía. Resistí decir Flamel por si resultaba que había existido, así que mi cabeza tiró de un crush de mi adolescencia, Templeton Peck. El actor del remake, no penséis que me atraía alguien que llevaba ya años criando malvas.

    – [Cardenal]Nicholas Templeton de Gondor.[/Cardenal] – sentenció el Cardenal. Al menos habían asumido que éramos todos de Gondor, así no tenía que inventarme también un lugar ficticio. Anotó mi nombre y pasó a mi hermano Niall, que estaba a mi derecha.

    – [Niall]Ludwig Amadeus.-[/Niall] replicó encogiéndose ligeramente de hombros.

    – [Cardenal]Ludwig Amadeus, de Gondor.[/Cardenal] – repitió el Cardenal, anotando su nombre.

    Por último le tocó a Michael. – [Mike]Michael…Jackson.[/Mike] – dijo. Me sentí un poco mejor, no era el peor inventando nombres ficticios.

    – [Cardenal]Michael Jackson, de Gondor.[/Cardenal] – anotó el último nombre y nos miró.

    – [Cardenal]Cuando llegue la última alma procederemos al ‘Juicio de la Llama‘.[/Cardenal] – no era por ser mal pensado, pero no sonaba excesivamente bien. – [Cardenal]¿Con vuestra alma en la mano, tenéis algo que confesar antes de él?[/Cardenal] – nos observó fijamente. Sus ojos tenían algo, como si pudiesen ver demasiado. Me sentí expuesto y terriblemente incómodo.

    – [Dante]Este tipo es un vendemotos, no va a saber nada.[/Dante] – susurró mi hermano Dante, tratando de tranquilizarnos.

    Como si le hubiese escuchado, tras unos minutos de silencio, movió sus manos y murmuró unas palabras que encendieron una enorme llama blanca en el brasero. Me di cuenta, por desgracia, de que era suficientemente grande como para que entrase una persona. Miré de nuevo a nuestro alrededor, demasiados Caballeros como para salir libres. Ese fuego blanco me hacía tener mis reservas, de otra forma hubiera esperado a que me mandaran a él para absorberlo y aprovechar la nueva fuerza para librarnos de ellos. Pero no parecía un fuego normal.

    La sala se abrió y entraron los dos Caballeros que faltaban, portando una figura menuda cubierta con la capucha de una capa ajada. La colocaron a nuestro lado y le descubrieron el rostro.

    Me sorprendí al reconocerla. No sabía de qué, pero había visto a esa chica antes. Los demás parecían más sorprendidos, como si la conocieran. Cuando el Cardenal le pidió su nombre, ella permaneció callada unos segundos.

    – [Ruby]Alejandra Roberta Fernanda.[/Ruby]- replicó.

    – [b]¿De Gondor?[/b] – preguntó el Caballero que estaba a nuestro lado, que empezaba a pensar que era el líder militar de esa Hermandad.

    – [Ruby]Casi.[/Ruby]- replicó mirándole.- [Ruby]Lenox Hill.[/Ruby] – añadió. Esa chica irradiaba confianza, algo que no parecía encajar mucho en un tiempo tan arcaico y machista como aquél.

    – [Cardenal]Alejandra Roberta…Fernanda, de Lenox Hill.[/Cardenal] – de nuevo escribió el nombre en el atril, pero esta vez tomó los cinco papeles y los arrojó a la pira de fuego blanco, que centelleó en un azul intenso. – [Cardenal]Ahora impondré las manos sobre vosotros. Los inmaculados serán libres ciudadanos de estas tierras. Los demás que no teman, pues serán purificados en las llamas del Señor.[/Cardenal] – nos explicó. El resumen venía a ser que si no éramos sobrenaturales podíamos vivir allí con ellos en ese castillo prohumano y si no, a las llamas. No me molesté en preguntarme si tus preferencias sexuales también te hacían  sobrenatural porque conocía la respuesta.

    – [Ruby]Señor cardenal, ¿usted es más de carne o de pescado?[/Ruby] – preguntó la muchacha. Tengo que reconocer que me dejó a cuadros.

    El Cardenal la miró fijamente. Nosotros sabíamos a qué se refería, pero obviamente él no. – [Cardenal]¿Te encuentras bien hija mía?[/Cardenal] – preguntó.

    – [Ruby]Es que noto que hace mucho calor aquí.[/Ruby] – cuando lo dijo, me pareció extremadamente sugerente. De pronto mi cabeza empezó a estar en un segundo plano a medida que me fijaba en un caballero de cabello oscuro y barba afeitada  y en aquella chica de melena plateada.

    Pensé que era un momento extraño para sentirse tan animado, pero entonces empecé a darme cuenta de que no era el único. A mi alrededor los Caballeros se removían, incómodos, el que nos custodiaba se apartó de la joven, confuso y mis compañeros parecían estar perdidos en sus pensamientos.

    Todos menos el Cardenal, que miraba fijamente a la joven. Ella le devolvía la mirada, esperando que su poder obrase efecto, pero no parecía hacerlo. – [Cardenal]Hermanos, resistid la tentación. Tenemos un súcubo entre nosotros.[/Cardenal] – dijo al cabo de un rato. No le había afectado pero lo había sabido, había algo en aquél hombre, algo sobrenatural.

    – [Dante]Sé de sobra que hay erecciones incómodas pero esto no me debería estar pasando. No soy de sotanas ni armaduras.[/Dante] – se quejó Dante. La chica le guiñó un ojo y el gesto me pilló en medio. Tragué saliva, costaba pensar en algo que no fuesen cuerpos desnudos rozándose. Dante le sonrió y alzó una ceja, parecía darle igual. Todo lo abierto sexualmente que era mi hermano, lo compensaba yo siendo lo opuesto.

    – [Niall]Alejandra Roberta… ¿cómo has podido? -[/Niall] dramatizó Niall, mirándola. De los presentes era de los pocos que no la miraban «así», aunque capté a un par de Caballeros que tampoco lo hacían.

    – [Cole]Supongo que esto se lleva por delante todo eso de pasar desapercibidos.[/Cole] – ya no tenía sentido esperar, teníamos una distracción y había que aprovecharla. Que sí, que no descarto que había otras opciones como esperar allí sentados a que matasen a esa chica como unos completos cobardes, pero seamos sinceros, por mucho que uno no esté metido en la vida idílica y fantasiosa de ser un héroe, no íbamos a dejar que eso pasase. Me «tragué» el fuego de las dos velas que tenía más cerca y salté la barandilla para colocarme justo detrás del Cardenal, sujetando su cuello con mi mano. Cuando mi piel tocó la suya volví a sentir esa sensación incómoda de estar desnudo y expuesto.

    – [Cardenal]La Serpiente me sostiene. Acabad con este demonio, traed la paz al alma torturada de este joven con monstruos en su interior.[/Cardenal] – pidió a la Hermandad. Me había llamado la ‘Serpiente’, así que sí, podía ver lo que éramos. – [Cardenal]Deja que el fuego te consuma, en el Etéreo tu alma no buscará esos deseos impuros.[/Cardenal] – supe a qué se refería, lo supe desde que empezó a hablar. La cuestión es que me distrajo lo suficiente como para que una cuchilla se me clavara en el brazo.

    Me aparté del Cardenal y corrí hacia mis compañeros, no teníamos nada que hacer contra la Hermandad de Tauro, solo podíamos huir. Mike ayudó a Dante a soltarse las alas mientras éste lanzaba un candelabro contra la cristalera y se subía al alféizar.

    – [Dante]Creo que puedo con dos.[/Dante] – nos dijo. La chica, cuyo nombre real aún no sabíamos, seguía sembrando la confusión entre la Hermandad con su poder. Luchó con uno de ellos con un estilo que parecía coger toda la agilidad del ballet y convertirla en algo agresivo en lugar de artístico.

    Mike se transformó en un ser mitad hombre mitad leopardo de las nieves y golpeó, haciendo que la Hermandad retrocediera para esquivarle. Aproveché la confusión para fijarme en los asientos de la Hermandad. Me puse nervioso pero conseguí encontrar el asiento vacío. ‘Hermano Richard Crane’. Eso era, Richard Crane, así se llamaba el Daë. Entonces sí era un miembro pero no estaba allí.

    – [Niall]Para que salir por la puerta como las personas normales.-[/Niall] mi hermano Niall se acercó a Dante y con un gañido de dolor su cuerpo empezó a cambiar hasta convertirse en un ser mitad hombre, mitad ave.

    – [Cole]Las águilas están aquí.[/Cole] – bromeé, para algo de ficción que conocía… Niall se encaramó al lado de Dante y yo me subí a su espalda.

    – [Dante]Si vas a venir apaga el cachondinator, necesito concentrarme para no estamparnos.[/Dante] – le dijo a la muchacha, mientras aferraba un leopardo de las nieves, ya sin forma humanoide.

    – [Ruby]Pero si hace un rato que no funciona: eso lo traerás tú de serie.[/Ruby] – sentenció mientras se agarraba de su mano y en una fracción de segundo, nos precipitábamos al vacío.

    Miré hacia atrás y vi una llamarada blanca azotar la ventana por la que habíamos saltado. Los cristales cercanos estallaron y cayeron sobre nosotros. Nos habíamos librado por segundos.

    Dante y Niall consiguieron remontar el vuelo con el peso que llevaban a cuestas y se dirigieron hacia el bosque. Tragué saliva cuando pasamos sobre el muro del castillo y vi el abismo profundo debajo de mí. Por suerte, unos minutos más tarde, volvimos a tierra firme. Perseguidos, odiados y perdidos, pero con una nueva compañera y un nombre al que agarrarnos.

    Por suerte, la chica había apagado su poder, pero os confesaré una cosa, yo no era como mi hermano Dante, a mí si me iban los caballeros. Las sotanas la verdad es que no.

     

  • SIN PIEDAD

    MICHAEL SOLO-NOVAK

    ESFERA KARDAS – MAÑANA

    Mi mundo había cambiado completamente de la noche a la mañana. Mi vocación siempre había sido curar a otros, encontrar en la ciencia las explicaciones a lo sobrenatural y curar con ellas a los que lo necesitaran.

    Pero de pronto, por evitar que Idris hiciese una locura, unos discos de metal me habían teletransportado a un limbo donde nos habían encomendado la misión de guiar a unos nuevos Daë que terminarían muriendo en sus Pruebas, por lo que habían dado a entender sus «espíritus» cuando hablaron con los Moondies.

    Y de aquél limbo, habíamos aparecido en un bosque, cerca de un arroyo de agua clara. Noté una sensación desagradable por todo el cuerpo y corrí al arroyo a refrescarme la cara. Cuando remitió, miré hacia el resto.

    – [Dante]Odio la magia.[/Dante] – maldijo Dante poniéndose en pie con dificultad. Tenía esa cara que ponía cuando algo le molestaba especialmente. Acabar de descubrir a la asesina de su madre y tener que hacer una pausa para salvar el mundo no era algo que fuese a dar muchas alegrías a Dante.

    – [Niall]Me duele el culo. No penséis mal, es que he caído así.[/Niall] – comentó el amigo de Noah, Niall. Le había conocido recientemente, cuando Noah me lo había presentado porque iba a ayudarnos a tratar de convencer a los demás.

    – [Cole]¿Dónde estamos?[/Cole] – preguntó el hermano de Dante. Hacía tiempo que no le había visto y parecía mucho más centrado. Se acercó a Niall y le ayudó a levantarse. Noah me lo había presentado como medio hermano de Dante, evidentemente, por parte de padre. Conocía perfectamente la historia de Logan, concretamente también la historia que había tenido con mi madre, y no me caía especialmente bien.

    – [Dante]No sé, a mí todos los bosques me parecen el mismo.[/Dante] – confesó Dante, al que todo lo ajeno a la mecánica no le interesaba demasiado.

    Miré a mi alrededor. Todo lo que alcanzaba la vista era el bosque, excepto el cielo. Mi vista se detuvo en una planta que crecía poco más allá. Me acerqué a ella y la miré bien, dudando.

    – [Michael]No estamos en casa.[/Michael] – les dije cuando ya estuve seguro.

    – [Niall]¿Has deducido eso por unas plantas? – [/Niall] preguntó Niall, sorprendido.

    Corté la planta con una navaja suiza que llevaba en el bolsillo y la guardé en mi bolsa. Esa planta llevaba extinta cientos de años. Normalmente, no habría reconocido cualquier planta si me la ponías delante de las narices, pero aquella precisamente aparecía en varios libros antigüos de medicina por sus propiedades abortivas y de tratamiento de problemas gástricos. – [Michael]Es una planta medicinal que está extinta en nuestro tiempo…en nuestro mundo.[/Michael] – expliqué. Según lo que había podido captar de todo lo que habían dicho los Daesdi, iban a mandarnos a otro lugar del universo para ayudar a esos Daë, que en tiempos de los Moondies ya eran pasado. Aquél lugar se parecía demasiado a la Tierra, pero si los Daë vivían allí, no era descabellado pensar que fuera habitable. Aunque ser tan parecido era extraño.

    – [Cole]Entonces es verdad que nos han mandado a otro mundo. O al pasado. O ambas.[/Cole] – comentó Cole, mirándome fijamente. Asentí, aunque resultaba difícil saberlo. Habían dicho que estaríamos separados, pero ahora que era una realidad, no dejaba de preguntarme cómo estarían los demás.

    – [Niall]Esto… chicos.[/Niall] – escuché decir a Niall. Se oyeron algunos ruidos cerca, apresurados. Me giré y segundos después una bestia peluda apareció en mi rango de visión.

    – [Cole]¡Corred![/Cole] – gritó Cole. Instintivamente ninguno dudamos y echamos a correr. Miré hacia atrás con cuidado un par de veces, a la criatura que nos perseguía sin cesar. No parecía un animal salvaje cualquiera, parecía un licántropo, pero era distinto, alguna especie diferente de teriántropo.

    – [Dante]Iríamos mejor volando, pero no me…da tiempo a desatar las alas.[/Dante] – escuché decir a Dante, con la respiración entrecortada por la manera en la que estábamos corriendo. Me fijé en su espalda. Normalmente la gente le tomaba por alguien que se había tomado su tiempo en el gimnasio, pero la realidad era que llevaba sus alas atadas a la espalda. Me preocupaba su solución por temas de circulación, pero aseguraba que no le dolía y sus alas parecían bastante flexibles y resistentes.

    – [Niall]No puedes llevarnos a todos, pero me has dado una idea. ¿y si nos ocultamos en la copa de algún árbol?[/Niall] – sugirió Niall, que no parecía muy aficionado a correr e iba en la cola del grupo. Cole iba a su altura, seguramente había bajado el ritmo para mantenerse porque su genética de demonio cruzado y su poder de «batería solar» le habrían puesto en la cabecera.

    – [Cole]Está muy cerca, subid.[/Cole] – nos indicó, señalando los árboles. Dante se precipitó contra un árbol bastante grande y los demás le seguimos, trepando lo más rápido que podíamos mientras meditaba si podríamos aguantar mucho allí.

    Casi todos estábamos arriba, pero Niall iba el último y el teriántropo estaba muy cerca. Consiguió trepar pero él también trataba de agarrarse al tronco y su boca estaba a escasos centímetros de su pie.

    – [Niall]Aparta, lárgate.[/Niall] – dijo Niall, moviendo la pierna para evitarlo. Tiramos de él para ayudarle a subir. Al hacerlo, vi más cerca al teriántropo. No tenía demasiada experiencia con la biología del reino animal. Para identificar en qué me convertía había pedido ayuda a mi madre. Pero parecía una especie de perro salvaje.

    Consiguió trepar un poco más y entonces de detuvo. Mi mirada y la suya se cruzaron segundos antes de que emitiese un chillido que ponía los pelos de punta. De pronto, comenzó a bajar, como si algo tirase de él a juzgar por cómo peleaba.

    Cuando bajó lo suficiente vi algo plateado y afilado clavado en su pierna, enganchado a una cadena de la que alguien estaba tirando abajo. Al final de la cadena, un caballero de brillante armadura blanca y plateada tiraba con fuerza hasta que el teriántropo cayó al suelo, revolviéndose salvajemente para liberarse.

    Por mucho que lo intentó, fue inútil. Al caballero se sumaron otros más que lo inmovilizaron y en cuestión de segundos, lo ejecutaron allí mismo atravesándole con una espada.

    – [b]Los del árbol, bajad.[/b] – indicó el verdugo, mirando hacia nosotros. Parecía el cabecilla del grupo.

    – [Niall]No, gracias. Estamos bien aquí.[/Niall] – comentó Niall. Después de verles asesinar a sangre fría a ese teriántropo, compartía sus reservas. El cuerpo estaba volviendo ya a la forma humana de un hombre de mediana edad.

    Mi corazón dio un vuelco cuando escuché el ruido de un impacto y un grito de Niall. Vi que estaba bien, pero un cuchillo de filo brillante estaba clavado en el árbol, cerca de él. Era una advertencia.

    – [Cole]Será mejor que bajemos.[/Cole] – sugirió Cole. Niall asintió y descendimos con cuidado.

    Cuando toque tierra de nuevo, vi que eran un total de siete caballeros con brillantes juegos de armaduras completas en color blanco y plata. Llevaban  las armas en la mano, junto algunas en el cinto y la espalda. Uno de ellos tenía dos cuchillos y otros tantos en una bandolera. El de la espada nos miraba fijamente mientras dos de los caballeros se llevaban el cuerpo del hombre hasta una pira improvisada. Ni siquiera tenía derecho a un funeral. Recé en silencio una pequeña plegaria por él.

    – [b]Quedaos ahí.[/b] – nos indicó con voz grave el líder. – [b]¿Marcas?[/b] – preguntó. Viendo el tratamiento del teriántropo no me quedó duda de lo que le interesaba saber. Si nos había mordido seguramente correríamos la misma suerte. Sentí un escalofrío pensando en que descubrieran las marcas de mi transformación.

    – [Michael]No nos ha mordido.[/Michael] – respondí con sinceridad. Era cierto, él no lo había hecho.

    Dirigió su mirada a Niall. – [b]Muestra el tobillo.[/b] – le ordenó.

    – [Niall]No es nada. Sólo ha desgarrado la ropa.[/Niall] – confesó él levantando el pantalón para mostrárselo.

    Nos observó con detalle y asintió. – [b]¿Qué hacíais en el bosque? ¿De dónde venís?[/b] – preguntó, señalando nuestras ropas con una mano enguantada. Caí en la cuenta de que nuestras ropas debían destacar muchísimo para aquella época, algo que sin duda jugaba en nuestra contra.

    – [Dante]De Gondor.[/Dante] – mintió Dante. Le miré, parecía tan despreocupado que el caballero se lo creyó.

    – [b]¿Está fuera del Confín?[/b] – preguntó, serio. No saber nada de aquellos mundos nos ponía en peligro constante. Los caballeros sin duda parecían templarios, pero el hecho de que no se hubieran lanzado directamente contra Niall o contra mí me hacía pensar que este mundo no era exactamente igual que nuestra Edad Media.

    – [Niall]¿Noooooo….. siiii?[/Niall] – respondió Niall, dudando. Cualquiera de las respuestas podía ser mala para nosotros.

    – [Dante]Sí, cerca de…Hogwarts.[/Dante] – añadió Dante. Si Kaylee hubiese estado allí se habría avergonzado, pero al parecer para el caballero sonaba bien.

    – [b]Solo un extranjero se internaría en el bosque con esos ropajes.[/b] – replicó el caballero, guardando su espada. – [b]Vendréis con nosotros. Si estáis inmaculados, tendréis refugio en el castillo.[/b] – nos indicó. Los siete caballeros se reunieron de nuevo tras quemar el cuerpo y se colocaron a nuestro alrededor, escoltándonos y evitando que escapásemos al mismo tiempo.

    ‘Inmaculados’ visto lo visto, solo podía referirse a una cosa. Si descubrían que cualquiera de nosotros era algo distinto, nos esperaba la misma sentencia que al teriántropo, sin ningún atisbo de piedad.