Moondale

Categoría: Karnak

  • EL LEOPARDO

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – NOCHE

    – [Mike]¡Corre![/Mike] – conseguí gritar a Sophie. El leopardo estaba oculto entre la nieve, agazapado, esperando su oportunidad. Lo sabía, conocía su forma de pensar porque habíamos sido uno hasta que el Perro le había hecho salir.

    Vi a Sophie alejarse con el corazón en un puño, recordando lo tranquilos que vivíamos hasta tener que volver a meter la cabeza de lleno en los problemas.

    Tras la visión de la muchacha, hablé con Sophie y decidimos que no podíamos irnos de allí de forma apresurada, dejando todo un pueblo desprotegido a merced de los «dioses». Así que nos pusimos a trabajar, reunimos una clase de refugiadas y refugiados y comenzamos a enseñarles todo lo que necesitaban para sobrevivir y aprender unos remedios básicos, más avanzados de los que tenían.

    Solo cuando vimos que eran capaces de valerse, partimos en un pequeño barco hacia el desierto, donde el Perro, conocido allí por Anubis, tenía su morada.

    Sobrevivimos gracias a las provisiones. Cada vez me preocupaba más la escasez de agua, no tanto por mí y la que necesitase beber si no por mantener a Sophie tanto tiempo lejos del agua salada. Empezaba a verla alicaída y me preocupaba enormemente no ser capaces de volver si no lográbamos dar con él.

    Una noche, finalmente, cuando las dudas no me dejaban dormir, una sombra apareció durante un instante. Pensé que era una alucinación por la deshidratación o la falta de sueño, pero no, era el Perro.

    Un aullido despertó a Sophie antes de que yo pudiera hacerlo y empezó a hacer cada vez más frío. Sophie y yo nos acercamos, intentando mantener el calor, pero la temperatura bajó tanto que la arena parecía nieve.

    – [b]Veo vuestra oscuridad.[/b] – dijo una voz lejana. La sombra volvió a aparecer. Recordaba que Anubis tradicionalmente era una figura masculina con cabeza de perro, pero ésta sombra tenía rasgos femeninos.

    Busqué la mano de Sophie pero ella no reaccionó, parecía estar enfrentándose a algo en su propia mente. Algo que no tardó en sucederme a mí también. Caí de rodillas y noté que arrancaban una parte de mí. Pronto, tuve los ojos del leopardo mirándome frente a frente, con su piel nívea casi resplandeciendo bajo la luna.

    Me aparté y el leopardo me observó. Sophie se abrazó a sí misma, sumida en su visión, ajena al peligro real que la rodeaba. Traté de acercarme a la bestia y recibí un zarpazo de advertencia.

    Tenía que girarme, desviar su atención de Sophie. Justo en ese momento, ella abrió los ojos y sentí que el poder al que nos enfrentábamos retrocedía un poco.  Pero el leopardo seguía allí, así que le pedí a Sophie que echara a correr.

    Un error, movido por el miedo, el leopardo fue tras ella, mucho más rápido. Maldije, no tenía tiempo de pensar en ninguna solución lógica, solo podía moverme por instinto, así que me interpuse entre ellos y enfrenté al leopardo. Fuera o dentro, éramos uno solo, con eso en mente conseguí que se detuviera y volviera a mí.

    – [b]Todos tenemos oscuridad dentro. Lo importante es equilibrarla.[/b] – dijo de nuevo la voz. Ahora parecía diferente, más serena, menos acechante.

    Frente a nosotros se abrió un portal y, cogidos de la mano, lo cruzamos.

    El frío dio paso a una húmeda y fresca brisa, que por el contraste, resultaba incluso cálida, agradable. Al fondo, como el recuerdo de otros tiempos, estaba la nave estrellada.

  • CATALIZADOR

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

     

    Mi madre siempre contaba que ella toda la vida se había tenido por una mujer de ciencia criada en un entorno en el que la fe era un pilar fundamental. Sin embargo, su forma de pensar cambió cuando fue convertida en vampiresa y vio toda serie de cosas inexplicables hasta el momento, incluso siéndole concedida una cura. Desde ese momento, nos decía, había vuelto a colgarse la cruz al cuello y aceptado ambas facetas de su vida.

    Mi hermano Idris llevaba al cuello una cadena de plata que le habían regalado los abuelos, pero tenía más fe en sí mismo que en otras cosas. Mi padre tenía su propia fe, una cuyos símbolos estaban perdidos en su mundo, más cercana a la parte que mucha gente desconoce del islam, la que no es raíz de fundamentalismos ni guerras absurdas.

    Y yo por mi parte, había salido a mi madre, aunque mi fe era un poco menos esperanzadora. No contaba con milagros ni cambios radicales distintos a los que yo mismo hiciera. Creía en algo que nos protegía y nos permitía seguir siendo relativamente libres. Y quizá ahora, viendo la oscuridad que crecía en todas partes, creía aún más.

    Pero mis esperanzas siempre habían sido un punto débil, me consideraba realista aunque quizá con perspectiva habrían podido llamarme pesimista. Cuando llegamos de nuevo a Karnak, solos Sophie y yo, buscamos formas de regresar con el resto. Tras semanas sin conseguir contactar con nadie, con las esferas como piedras inertes y sin ningún portal funcionando, me conformé, arrastrando a Sophie conmigo.

    Era cierto que una parte de la vida que llevábamos allí era agradable, teníamos tiempo para estar a solas, la gente que nos había acogido en aquella pequeña ciudad a orillas del Nilo nos trataba como dioses y hacíamos una labor curando a personas día tras día. Estaba claro que echaba de menos otras comodidades de la Tierra o incluso de la Nave, y también a los demás, a mis padres, a mi hermano…

    Aún así, hasta aquella mañana, nos conformamos.

    Amaneció como cualquier otro día. Me levanté de la cama con Sophie aún durmiendo al lado y preparé un desayuno para los dos con algunas frutas que nos había traído un paciente. Después de desayunar Sophie fue a darse un baño en un pequeño estanque artificial que habíamos formado cerca del río. Estaba protegido de las miradas en cierto modo, pero los habitantes nos tenían tanto respeto que no se acercaban por allí. Habíamos pasado muchas tardes divertidas en ese estanque.

    Tenía una visita temprano, así que no pude acompañarla para empezar el día con energía. En la visita había una mujer, tenía constitución delgada y la piel blanquecina por el dolor o la fiebre.

    – [Mike]Buenos días, soy Michael.[/Mike] – empecé a decir, gracias al traductor que me había llevado a la última misión. Lo había guardado cuando los demás la habían dado por finalizada. Una desgracia con suerte.

    La muchacha me miró, parecía un pajarillo asustado, salvo en los ojos, sus ojos irradiaban algo. Me acerqué despacio para no asustarla, pero de pronto ella se abalanzó sobre mí y me puso la mano en la frente.

    Una sucesión de imágenes se precipitó como una cascada en mi mente. No era capaz de procesar lo que estaba viendo, pero era como si ya lo hubiera visto. Antailtire enviado al Vacío tras el sacrificio de los Daë, una oscuridad saliendo de su cárcel en Dyavol y alcanzando todos los mundos, esferas que se apagaban, debilitadas como el poder de los Daesdi contra esa oscuridad y separados, repartidos por el Cúmulo, nosotros. Y los mundos aún tenían una luz, un viejo portal del que surgían todos los demás, protegidos por criaturas míticas.

    Me llevé una mano a la frente y me aparté de la joven, que ya parecía más tranquila, recuperando su tono cobrizo natural. Parecía confusa, o cohibida ahora que se había liberado de esa carga. Tras un rápido vistazo la mandé marchar y me senté, abatido. Estaban vivos, todo este tiempo lo habían estado.

    Me esforcé en recuperarme y salí en busca de Sophie, dándole vueltas a cómo decirle lo que había descubierto y pensando en cómo enfrentarnos al Perro.

  • Y SI NOS QUEDAMOS AQUI PARA SIEMPRE

    Sophie – Karnak

    Mañana

    Tres meses habían pasado desde que el vórtice nos escupió a Mike y a mí en esta suerte de Antiguo Egipto. Podría haber sido mucho peor, me decía cada día al despertarme con el alba. Al menos, tenía lo tenía a mi lado y estábamos bien valorados en los estamentos arcaicos de esta sociedad. Él era lo más parecido a un médico de la época, que además era venerado como un pseudo Dios por su forma de pantera y yo me las ingenié para hacerle creer a todo el mundo que dominaba las aguas. En una época sin Infinity era fácil organizar una farsa lo bastante creíble como para tirar adelante una temporada.

    (más…)

  • ABANDONADOS

    5X01 – ABANDONADOS

    DIARIOS DE DESTINO

    Con un último grito, la chispa de Antailtire se desvaneció del Cúmulo Nexus y con ella, los residuos de su magia, buena y mala. Los hechizos protectores que mantenía sobre Dyavol se atenuaron y el mal que tanto tiempo había estado recuperando poder se liberó al fin, alzando sus tentáculos sobre los otros trece mundos.

    Cuando la oscuridad se cernió sobre todos, los portales se cerraron y con ellos, las esferas Daë se quedaron en silencio. Los mundos habían sido aislados.


    NARA

    El sol estaba en su cénit cuando dos barcazas cruzaron la garganta de Takachiho en dirección a la aldea oculta. Cole admiró la catarata frente a ellos, por muchas veces que la contemplase, no dejaba de sorprenderle. Niall, detrás de él, parecía más absorto en sus pensamientos. En la segunda barcaza, Zahra remaba en silencio, vigilando sus espaldas.

    Habían pasado dos meses desde que los tres habían aparecido en las orillas de la aldea. Las heridas se habían curado hacía ya semanas, las físicas, al menos. Y mientras tanto, habían tenido que acostumbrarse a una vida muy distinta, sin saber si los demás habían corrido una suerte similar o eran los únicos supervivientes.


    KOURAS

    El forajido conocido como Jimmy el Rápido era fiel a su apodo. En apenas unos segundos desenfundó sus Colt y disparó hacia el sheriff hasta vaciar ambos tambores. El hombre, al que apodaban «El Mestizo», cayó al suelo, con su camisa teñida de la sangre que manaba de los agujeros de su pecho.

    Jimmy sonrió y lanzó un grito, dispuesto a tomar la ciudad de Bandera junto a sus muchachos. Pero algo raro pasaba, el ayudante del sheriff seguía montado en su caballo, sin moverse. Había quien decía que tenía una pata metálica, aunque seguro que lo que no podía era moverse y por eso Henry el Silencioso seguía ahí.

    Exactamente un minuto y cuarenta segundos después de ser disparado, el sheriff Ezequiel se levantó, aún con la camisa cubierta de sangre y sin ningún orificio de bala. Diez minutos después la banda de Jimmy iba de camino al calabozo de Bandera, cada vez más lleno.


    KARDAS

    El herrero martillaba la última espada que le habían encargado. Cuando terminó de darle forma, la agarró con las pinzas y la metió en el balde para enfriarla. No estaba mal, había mejorado y aunque no era su pasión, le daba de comer y le permitía mantener la cabaña.

    Estaba empaquetando el encargo cuando un muchacho se acercó y se quedó mirándole. No era la primera vez que le veía merodear por allí. Sabía por la gente que iba y venía, hablando de más sin que él quisiera escuchar, que el niño era un huérfano cuyos padres habían muerto a manos del Rey Christian el Cruel. No necesitaba chismes para saber qué buscaba el niño.

    – [Dante]Vete, chaval, aquí no quedan héroes.[/Dante] – el niño echó a correr y él no tuvo tiempo a sentirse mal, porque se encontró con la mirada de reprobación de Chloe.


    KARNAK

    Tras la desaparición de la Gran Diosa Hathor, los teriántropos adorados como viejos dioses lucharon por sus viejas sedes de poder, dominando ciudades que en algunos casos terminaron enfrentadas entre sí. La gente de a pie fue la que más sufrió, cayendo en las luchas sin fin o entregando su vida a la creación de monumentos para sus dioses, que buscaban recuperar el tiempo perdido.

    No todo habían sido desgracias, algunos viejos y dioses y diosas trajeron prosperidad a sus pueblos. Contaba la leyenda que poco después de la desaparición, uno de los viejos dioses benevolente se había instalado cerca de la orilla del río. Decían que él tenía cabeza de pantera y era dios de la medicina y su diosa dominaba las aguas con su piel escamada. Para ello solo había que encontrar la ciudad de Bubastis.


    DAONNA

    Una bandada de velociraptor estaba tratando de rodear y capturar a su presa. El demonio de piel aguamarina al que perseguían no parecía muy fácil de comer, pero había entrado en su territorio y el grupo tenía hambre.

    Acecharon en la maleza y aceleraron para perseguirle cuando fue consciente de su presencia y echó a correr. El ser no era especialmente rápido, en varias ocasiones estuvieron a punto de darle una dentellada y ya estaban más cerca de encerrarlo en el desfiladero que había unos metros más allá. El demonio siguió corriendo, ahora cada vez más y más rápido, dejándoles atrás sin frenar hasta que apoyó un último pie en el borde del desfiladero y dio un gran salto al otro lado.

    Volvió al lago rosa cargado con una bolsa de gigantescos frutos salvajes que le recordaban a una mezcla entre melocotón y coco. De un paso a otro, la verde pradera y la playa a orillas del lago dieron paso al paseo de una gran ciudad. Había entrado en los dominios del poder de Lexie, ya estaba en casa.


    TERRA

    Dresden estaba siendo reconstruida, una ciudad pacífica en mitad de un conflicto que aún no había terminado de solucionarse. El viajero y la viajera, ocultos tras sus capuchas, cruzaron la plaza sin detenerse a admirar las vistas. Su misión era más urgente y aquella no era más que una ciudad de paso.

    Habían ido de una a otra, durante meses, tratando de poner su parte para minimizar todo el daño que había hecho la guerra e intentar que no volviera a ocurrir, por mucho que algunas partes estuvieran a punto de volver a estallar. Al menos, esta vez no había una mano invisible controlando que esa guerra perdurase. Había esperanza.

    Descansaron a comer algo de lo que llevaban en sus petates y mientras Robin usaba su magia para predecir el próximo punto débil para la paz, Ezra volvió a intentarlo. Una vez más no consiguió llegar a nadie. O habían desaparecido todos o algo ocurría con las esferas Daë.


    VALANTIS

    Idris soltó una carcajada. Si alguna ventaja tenía todo aquello, era que al menos la televisión era buenísima y gratis, lo malo era que habría matado por una pantalla plana en lugar de aquella enormidad. Echaba de menos algunas comodidades, pero no podía quejarse, llevaba cuatro meses viviendo con Ellie.

    Al principio, cuando habían llegado al mundo, trataron de contactar con el resto por todos los medios, pero fue imposible. Las esferas se habían callado y ninguno de los portales funcionaba. Estaban encerrados en aquél lugar.

    Así que habían conseguido un trabajo, alquilado una casa en la zona suburbana y se habían dedicado a buscar una forma de volver a la Luna mientras trataban de hacer vida normal en un planeta en el que los no muertos aún luchaban por ser tratados como algo más que propiedades.


    NEXUS

    La loba parda corría entre los árboles, con su melena sacudida por el viento. Olía las hogueras de la villa elfa cercana. Seguramente Owen las había encendido esperando que alguien preparase un buen asado.

    Olisqueó de nuevo y se aseguró de que los lobeznos la siguieran. Allí estaban, un poco más atrás, enzarzados en una batalla de mordiscos. Aún eran demasiado jóvenes, pero Amy estaba orgullosa. En aquél lugar había conseguido encontrar paz incluso después de lo que había pasado.

    Los sobrenaturales les habían acogido y les habían dado un hogar. Ella intentaba que fuera suficiente, no podía asumir que el silencio de los demás era algo bueno después de casi un mes. Pero Owen no se rendía, había tratado de ir a la ciudad de la Flecha pese a que estaba sellada y no se conocía nada de lo que pasaba en su interior, salvo que ahora las sombras acechantes que perseguían a la gente de la superficie habían desaparecido y las aldeas estaban recuperando su vieja gloria.

    Haleth estaba cerca de Owen, la elfa y el aesir parecían esperarla con noticias. Entonces vio que una cara conocida acababa de llegar al pueblo, Lekwaa.


    DAGRKNOT

    Bowie observaba en la distancia cómo Elliot pescaba la cena. Pensó varias formas en las que podría pescar de manera más óptima, pero había decidido que con las personas era mejor dejarles darse golpes hasta que encontraran la solución por sí mismos que dársela en bandeja.

    Lo que sí contó fueron los minutos que llevaba a la intemperie. Según el termómetro instalado bajo sus retinas, la temperatura de Elliot estaba bajando bastante. A esas alturas otro habría sentido tanto frío que hubiese castañeteado los dientes, pero él no tenía ese lujo.

    Decidió intervenir y llamarle justo cuando él pescó al fin algo que no era una espada oxidada. Bowie lo preparó con eficiencia y tras calentarse en una hoguera que ella también había preparado, siguieron el camino hacia la aldea pesquera más próxima. Con suerte allí encontrarían un barco que pudieran usar en ese mundo lleno de aguas siniestras que cobijaban criaturas más siniestras aún.


    ARTISAN

    Vera llevó la leña a la cocina y atizó las brasas para que ardiera con fuerza. Jamie llevaba toda la tarde estudiando en la biblioteca y alguien tenía que encargarse de que no murieran congelados.

    Poco tiempo después de aparecer en una ciudad cercana, habían vuelto a la casa familiar de los Barnes para encontrársela abandonada. Los sirvientes habían tenido que marcharse cuando viejos empleados del padre de Jamie empezaron a aparecer para hostigarles y tratar de recuperar sus salarios perdidos con su repentina desaparición.

    Por suerte no se habían llevado nada de gran valor, porque estaba bien escondido. Gracias a eso podrían mantenerse una buena temporada, porque la casa tenía a su alrededor todo lo que pudieran necesitar. Solo que alguien tenía que encargarse.

    Pese a todo, habían sido unos meses agradables, aunque Vera no conseguía quitarse el regusto amargo de no saber nada de sus hermanas ni de los demás.


    SENATUS

    El gigante se dejó caer en una esquina de su habitación, poco más que una celda pese a los honores que supuestamente le rendían. Miró sus muñecas, donde semanas atrás había tenido cadenas de metal, pero no por eso ahora era libre, sus cadenas eran de otro tipo.

    Aquella tarde había acabado con otra vida, la de un demonio de cabeza cubierta de pinchos. Era fuerte, parecía violento pero eso no lo justificaba. Él también era violento en la arena, la magia del Luditor se encargaba de ello, volcando toda la ira y la rabia del público y de los otros combatientes sobre su empatía para sumirle en una furia que le avergonzaba.

    Habría acabado con su existencia si no tuviera la esperanza de volver con los demás. Por eso, y por ella. Unos pasos resonaron por el pasillo y la puerta se abrió.

    – [b]’Bárbaro’ aquí tienes tu premio. Intenta hacer menos ruido hoy, bestia.[/b] – dijo el guardia, empujando a la mujer hacia el interior. Cuando se marchó, ella sonrió. Era un alivio sentir esa energía positiva. Sin Julia hacía mucho que no habría podido seguir adelante.


    SELAS

    El muchacho arrastró la improvisada camilla por la hierba, algo cansado después de llevar todo el día caminando, cruzando ríos con ella en brazos. Pero no había tiempo para descansar, cada segundo contaba, necesitaba llegar allí cuanto antes.

    – [Xander]Aguanta Jane.[/Xander] – le pidió, girándose para mirarla. Tenía los ojos cerrados, sumida en un sueño febril. Le tocó la frente, ardía. Preocupado, se detuvo. Descubrió con cuidado el vendaje que le cubría el pecho a la altura del corazón. Hacía ya unos días que había dejado de sangrar, pero el veneno seguía extendiéndose, ramificándose desde el orificio de bala hasta el resto de su cuerpo.

    Le cubrió la herida bien, le puso un paño húmedo en la frente y siguió caminando, cargando con la camilla. No podía perderla a ella también, tenía que llegar hasta el Laberinto, encontrar a Caitriona y curar a Jane. Daba igual el coste.


    DYAVOL

    La criatura permaneció atenta, olfateando en busca de la presa. La saliva le caía irremediablemente, el reinado de la oscuridad le había dado seguridad para dar rienda suelta a su maldad, pero al amparo de la noche eterna las criaturas habían acabado demasiado pronto con los tiernos humanos y ahora la comida empezaría a escasear.

    El ser estaba harto de ratas, por eso cuando vio a aquella tierna humana la siguió hasta los confines de aquella montaña. Las dos lunas se alzaban en lo alto del cielo nocturno y entonces vio el bulto cubierto de mantas cerca de la hoguera.

    Ansioso, fue hacia ella preparando sus dientes para masticar, pero antes de que pudiera levantar la manta y descubrir que era un engaño, alguien le rajó la garganta desde atrás. Ruby colocó el pie sobre la criatura y la tiró montaña abajo. Estaba cansada de huir y de correr, de luchar cada día por sobrevivir. Y también, de estar sola.


    LUNA VILTIS

    Los refugiados de Dyavol habían llamado a la ciudad Selene, aunque decirle ciudad quizá sería demasiado. En aquél momento eran poco más que un conjunto de cabañas reunidas, pero era la promesa de algo más, de un futuro a salvo de la oscuridad eterna que prometía su hogar.

    Francis hizo su ronda habitual y ascendió el valle hasta llegar a la colina desde la que podía ver la nave estrellada.  Cada día iba allí para ver si los demás habían vuelto, si William había cumplido su misión con más suerte de la que él mismo esperaba. Pero seguía sin haber nadie. Parecía un monumento a las vidas perdidas más que el hogar que había visto brevemente que era.

    Dio media vuelta y se dirigió a la gran ciudad de la Luna. Allí no era nadie, no tenía que fingir tener las respuestas mientras él mismo las buscaba, entre otros viajeros preocupados porque de pronto ya no podían volver a casa. Todos los portales se habían cerrado. Quizá por eso no habían vuelto ninguno.


    GWIDDON

     

    – [Kaylee]Parece que los Daesdi se han olvidado de nosotros.[/Kaylee] – dijo la hechicera pelirroja después de un nuevo e infructuoso intento de potenciar la esfera Daë para comunicarse con los demás.

    Leo asintió, silencioso. Acababa de preparar la comida para ambos y se observaba las manos con cautela. Ahora unas cicatrices recorrían parte de los dedos de su mano derecha. Cuando fueron absorbidos por el agujero negro de Antailtire, acabaron entrando en Gwiddon por un portal, pero un fragmento de metralla viajó con ellos.

    Instintivamente, Leo puso una mano frente a Kaylee, pensando en convertirse en metal. La metralla fue más rápida, atravesó carne y hueso, destrozando todo a su paso. Por la forma en la que dolía y cómo anulaba su curación sobrenatural, supieron que era plata.

    Había tardado un mes en volver a mover los dedos con normalidad, pero ahora que volvía a estar con fuerzas habían emprendido un viaje para encontrar a los demás. Aunque en aquél mundo ya corrían rumores sobre la hechicera pelirroja y sus habilidades.

     

  • GIGANTES

    MIKE SOLO-NOVAK

    Por un puro golpe de suerte tenía a la Daë de ese mundo frente a nosotros. Estaba subida a una especie de altar frente a un un gran grupo de «dioses menores» entre los que nos encontrábamos Niall, yo y nuestra sacerdotisa Sophie. Era una mujer con una tez de color bronce brillante y pelo oscuro como la tinta. Allí, hablando delante de todos los demás, parecía disfrutar de las atenciones de su público. Cuando nos la presentaron parecía una persona agradable, pero hablando de derrocar a la Diosa Hathor frente a aquellas otras personas veía un punto de malicia en su persona. No me extrañó, porque si no recordaba mal el repaso de Noah, Na’amah era la Daë de Libra y sabía equilibrar sus dos personas muy bien.

    Podría decir que habíamos tratado de pasar desapercibidos para no meternos en problemas, pero en nuestra prisa por encontrar a la Daë y el desconocimiento de lo que estaba pasando en ese mundo, nos habíamos metido en una revolución contra nada menos que una demonio pura. Era algo que estaba totalmente fuera de nuestra liga y ni siquiera teníamos otra opción, porque si no salvábamos de esa a la Daë, no habría un hogar al que volver.

    Antes de que empezara el mitin de Na’amah me había puesto en contacto con Nate, al que habían llevado para servir a la diosa junto con Zahra. Era una suerte que no les hubieran encontrado las esferas Daë, porque no habría podido decirme que Hathor estaba enterada de la revolución y planeaba sofocarla de forma tajante.

    Tratamos de trazar un plan en la medida de lo posible, pero la situación estaba en nuestra contra. Encontrando a la Daë habíamos agotado la poca suerte que teníamos disponible. Nate iba a centrarse en encontrarse con Zahra y escapar de ese lugar, así que nosotros teníamos que encargarnos de Na’amah.

    Sophie estaba a mi lado así que me incliné y susurré a su oído evitando que los demás nos escucharan.  – [Mike]Tenemos que intentar hablar con ella a solas.[/Mike] – capté el eco de su agradable perfume con olor a gominola de fresa

    – [Sophie]Lo veo difícil[/Sophie].- replicó ella. Busqué a Niall a nuestro alrededor pero estaba más alejado, sonriendo a las alabanzas de otros «dioses ave» que dudaba que entendiese sin el traductor.

    – [Mike]No tenemos muchas más opciones. Si estalla la guerra no tenemos poder suficiente.[/Mike] – susurré de nuevo. No éramos los más fuertes ni en el ámbito físico ni en el mágico, solo teníamos los poderes de Nate y la magia de Sophie, en la que ella misma no ponía demasiada confianza.

    – [Sophie]Es una líder. Es imposible acercarse a ella[/Sophie]. – tenía razón, estaba rodeada y seguro que barajaban la posibilidad de que alguno de los presentes trabajase para la diosa Hathor. Nosotros teníamos todas las papeletas por ser los recién llegados, así que no nos convenía poner más cosas en nuestra contra, con una demonio pura ya teníamos suficiente.

    Observamos en silencio la escena. Na’amah se mezcló entre los demás y la seguí disimuladamente con la mirada. Después de un largo rato vi que sus ojos se posaban más de una vez en nosotros, en concreto en Sophie. – [Mike]Quizá tú podrías…mejor que yo.[/Mike] – le sugerí. Ella me miró extrañada, pero al cabo de un rato su mirada se cruzó con la de la futura Daë.

    – [Sophie]Me estás pidiendo algo un poco difícil, mi niño.[/Sophie] – reconoció. Tenía toda la razón del mundo, a mi también me habría extrañado que alguien me lo pidiese y todo irradiaba el concepto «objetificación», pero nada más lejos de la realidad, no tenía que conquistarla, solo aprovechar que a ella sí parecía tener ganas de conocerla para revelarle el motivo por el que estábamos allí.

    – [Mike]Lo sé, pero estoy perdido. No se me ocurre nada más.[/Mike] – admití. No tenía madera de líder.

    – [Sophie]¿Crees que yo no?[/Sophie] – replicó con una sonrisa. Me alegro que no se enfadase por la propuesta, una señal clara de que a mí mismo tampoco me había parecido del todo correcta.

    – [Mike]Me transmites más seguridad que la que tengo en mi mismo.[/Mike] – añadí mirándola a los ojos. Su rostro era una absoluta belleza que irradiaba una autoconfianza y una locuacidad que me hacían desear quedarnos hablando hasta tarde en nuestro breve descanso de vuelta en la nave.

    – [Sophie]Suena a excusa para que lo haga yo, pero lo haré.[/Sophie] – respondió alzando una ceja. Le tendí el audífono y ella se dio la vuelta y se deslizó entre la multidud hasta llegar a la Daë.

    Observé su conversación durante un rato que me resultó eterno. Estuve atento cuando la mirada de la Daë se posó en mí y luego en Niall. Sophie hablaba con respeto, alimentando el ego de diosa que tenía aquella demonio que estaba destinada a salvar el mundo.

    Por un momento creí que habíamos llegado a tiempo a avisarla, que saldríamos de allí con ella y evitaríamos esa guerra en ciernes, pero antes de que terminasen de hablar se empezaron a escuchar gritos en la calle. La gente del interior de aquella residencia empezó a salir y los gritos aumentaron. La diosa Hathor ya había lanzado su ataque y allí fuera, entre todos los enemigos, estaría Nate y con suerte, Zahra. Había demasiado puesto sobre los hombros de la suerte.

    – [Sophie]Esto no está saliendo bien.[/Sophie] – dijo ella cuando volvimos a reunirnos.

    – [Mike]¿Ya ha empezado?[/Mike] – pregunté cuando Niall se unió a nosotros. Los demás asintieron y seguimos a la Daë al exterior, donde los gritos se materializaron en una combate abierto entre los dioses menores, la mayoria cambiando a su aspecto teriántropo si es que les daba tiempo, y las fuerzas de la diosa.

    Me quedé paralizado al salir. Había tenido que defenderme en nuestro viaje a Kardas, pero allí había un auténtico derramamiento de sangre. Las fuerzas de la diosa, pese a estar muy entrenadas, caían ante las garras y el poder de los teriántropos y demonios que componían los dioses menores. Pero aun así, su número era mucho mayor y por cada diez que caían, se llevaban a uno de aquellos.

    Na’amah estaba intentando refugiarse del centro del conflicto, usando su magia para defenderse. Durante un instante me pareció que su rostro se tornaba monstruoso, una definición completa y absoluta de la fealdad, pero se desvaneció con un parpadeo.

    Estaban empezando a rodearla, así que nos acercamos a su posición. Era imposible llegar a tiempo de defenderla, teníamos que cruzar el patio sin salir mal parados y ella pese a estar aguantando, se enfrentaba a muchos.

    Entonces ocurrió algo extraño, una alabarda detuvo el golpe de otra arma similar que había estado a punto de golpear a la Daë. Unas manos grandes y fuertes la empuñaban y seguí la trayectoria de unos enormes brazos hasta ver el rostro afable de Nate concentrado en desviar a los guerreros y guerreras.

    En aquél momento tenía demasiadas preocupaciones. Había mucha gente que podía necesitarme allí, pero mi medicina no tenía cabida en ese mundo. Tenía una misión que era muy distinta a la que mi juramento implicaba y me sentía dividido. Traté de ser lógico, no podía cambiar el pasado y tenía que centrar mis esfuerzos a mis compañeros.

    Cruzamos el terreno de combate hasta llegar a Nate y sentí que la suerte estaba de nuestra parte cuando vi a Zahra a su lado, luchando.

    Aun así, la suerte no duraba mucho. El sol, pese a ser mediodía, empezó a oscurecerse. Al principio pensé que sería un eclipse pero al alzar la vista vi que una forma gigantesca orbitaba sobre nosotros cubriendo el sol. Apenas distinguí su aspecto, solo veía una sombra negra como la noche. Parecía una especie de animal alargado con alas de murciélago y cabeza astada, rematada en la parte trasera por tres colas. Supe que era ella, «Hathor», en su aspecto de demonio puro.

    Ahora sí que no teníamos nada que hacer. Algunos dioses habían perdido todo atisbo de valentía al verla sobrevolar la «Ciudad de los Dioses» y ahora corrían despavoridos. La figura emitió un destello que parecía provenir de donde debían estar sus ojos y un templo cercano estalló lanzando una nube de escombro. Sophie consiguió murmurar algo para que un escudo de aire nos protegiera de los trozos de piedra más pequeños, lanzados como balas.

    Sophie se levantó y habló con la Daë. Nos hizo señas para tratar de ir a un lugar seguro y la seguimos, con el infierno desatándose a nuestro alrededor. Traté de no mirar demasiado, ya había visto cosas que me marcarían de por vida, cuantas menos, mejor.

    Recorrimos a toda velocidad el camino principal hasta volver al arco de entrada y nos detuvimos al ver que la refriega había llegado también a la gente de a pie,  una lucha entre los partidarios de los dioses y diosas menores contra los de Hathor. Sus guerreros y guerreras parecían haber recobrado fuerza gracias a su presencia, aunque un brillo fantasmagórico en sus ojos daba a indicar que había algo más.

    Nate iba en la vanguardia tratando de abrir paso pero llegó un punto en el que estábamos rodeados. El ruido de la batalla y los gritos de la gente nos incapacitaban para oír nada más. Y entonces, cuando todo parecía perdido y el desconcierto había superado al miedo, se hizo el silencio a nuestro alrededor.

    Miré hacia arriba y vi el característico verde del fuego que lanzaba la diosa suspendido sobre nosotros, como si se hubiera detenido en el aire. Retrocedió un poco y se disipó con lentitud. Giré la vista a Sophie que me miraba sorprendida, ella no había sido.

    – [Eldric]Hay que ponerse a cubierto.[/Eldric] – indicó aquél hombre de piel blanca como la nieve cubierto con una imponente armadura dorada. Eldric Northwood, los Daë habían llegado. El elfo sostenía en alto una mano al igual que Geraldine, salvo que ésta última tenía un báculo en ella que irradiaba una luz cálida, igual que la del escudo que nos protegía. Entre ambos habían conseguido detener un ataque de la demonio pura, pero no sabía si podrían hacerlo con alguno más.

    Caminamos entre ellos, pero las diferencias entre nosotros cada vez eran más palpables. Al principio eran un grupo unido por una necesidad pero ahora había mucha más confianza entre ellos y también, mucho más poder. Reconocí a Eleanor que caminaba en el centro; a Rlia que había reconocido a Sophie y gracias a eso nos habían rescatado; a Richard al que había conocido en Kardas; el gigante de piedra Ugg’krah iba en la retaguardia; y había uno nuevo, un hombre alto y fuerte, vestido con pieles curtidas y con un llamativo pelo de color azul que era la señal de que los del mundo de Dagrknot ya habían cumplido su misión y estaban seguramente de vuelta. No se me escapó que Na’amah les miraba también con evidente curiosidad.

    Tratamos de no hablar mucho con los Daë, cuanto menos interfiriésemos en su rumbo, mejor. Ellos parecían entender a su manera qué papel jugábamos en su historia, así que cuando llegamos a una enorme roca a las afueras de la ciudad donde guarecernos, nuestros caminos se separaron. Na’amah se quedó con ellos intrigada, y aunque no sabía concretamente cómo iba a seguir su historia, me imaginé que a ese grupo aún le quedaba más tiempo en ese mundo que a nosotros.

    Algo más aliviados, dejamos atrás aquella lucha de titanes sabiendo que en el tiempo en el que estuvieran allí, pasara lo que pasase,  Na’amah decidiría unirse a ellos. Nuestra misión estaba cumplida, ya solo quedaba volver a casa.

     

     

  • DE DIOSAS Y MALDICIONES

    NATE ROGERS

    KARNAK | MAÑANA

    Caminábamos rodeados por aquellos hombres y mujeres al servicio de la diosa, impávidos ante el sol abrasador que se cernía sobre nosotros en el largo ascenso por aquellas escaleras que parecían conducir a una residencia alzada sobre la ciudad, en mitad de las pirámides más cercanas. Aquellas personas eran fuertes, de voluntad firme, podía percibir eso de ellas mientras caminábamos, todos sus cuerpos irradiaban seguridad y fe en su diosa. No había allí grietas que pudiéramos explotar.

    Por lo general, un clima tan extremo como ese no debería afectarme demasiado. Incluso ya en mis primeros momentos en la Tierra, desnudo en una fría noche lluviosa, mi cuerpo parecía resistir bastante bien las inclemencias del tiempo. Pero con la amenaza de la diosa, el desconocimiento de la persona que caminaba conmigo y la falta de comunicación con el resto de miembros del grupo, mi fortaleza empática hacía que el calor pesase cada vez con más fuerza a medida que seguíamos subiendo aquellos interminables peldaños.

    Miré a Zahra. Conocía tan poco a aquella mujer que me resultaba difícil entablar conversación, pero también notaba una pesada aura rodeándola, nutriéndose de ella y pensé en tratar de ayudarla, no solo porque esa misma aura me estuviese debilitando a mi también.

    – [Nate]¿Sabes lo que es un demonio puro?[/Nate] – pregunté bajando la voz. Ya sabíamos que de alguna manera hablaban nuestro idioma, pero estaban lo suficientemente alejados como para no escucharnos. Me fijé de nuevo en aquella especie de parásitos que llevaban todos en la nuca. Eran seres vivos pero apenas despedían emociones de ningún tipo. Era como si formasen parte de otro ser, quizá la demonio pura.

    – [Zahra]¿Lo sabes tú?[/Zahra] – replicó, devolviéndome la pregunta. No le apetecía hablar, eso estaba claro.

    – [Nate]Bueno…si. Son los antepasados de cualquier demonio que te hayas podido encontrar.[/Nate] – expliqué. Ya que había hecho la pregunta decidí contestarla, pero si en un rato seguía sin apetecerle hablar tendría que apañármelas con lo que teníamos. – [Nate]Tienen tanto poder que la mayoría ha conquistado su propio planeta.[/Nate] – añadí. Christopher se había entretenido durante mucho tiempo hablándome del mundo sobrenatural. Parecía tan fascinado por mi naturaleza como por mostrarme todo lo que sabía de un universo que le interesaba en gran medida.

    Zahra asintió como respuesta. Quizá hablar no le apetecía, pero escuchar sí. – [Nate]No sé cómo saldremos de esta, pero habrá que improvisar para volver con el resto.[/Nate] – comenté. La situación era compleja.

    – [Zahra]¿Tienes poderes? Úsalos[/Zahra]. – respondió. Me paré a pensar cómo explicárselo sin que pareciera una especie de manipulador. Mis poderes dependían por completo de la energía emocional de los que me rodearan y la de Zahra era de las que jugaba en mi contra.

    – [Nate]No somos la mejor combinación para usar mis poderes.[/Nate]

    – [Zahra]No sé de qué estás hablando[/Zahra].

    – [Nate]No nos conocemos mucho y mi poder…es empático. Soy más fuerte si me rodeo de emociones positivas.[/Nate] – respondí mirándola a los ojos. Me sabía mal poner ese peso en sus hombros pero había intentado otros caminos y la respuesta siempre era la misma, mis poderes no dependían de mí.

    – [Zahra]Estamos jodidos[/Zahra].- sentenció. Nos quedamos en silencio durante unos metros.

    – [Nate]Parece que tenemos un ascenso bastante largo. Ayudaría conocerte un poco mejor.[/Nate] – sugerí mientras observaba distraídamente aquella escalinata de mármol impoluto. Las guerreras y guerreros que nos rodeaban seguían ascendiendo sin ceder al cansancio. Desde nuestra altura empezaba a verse ya la ciudad que había abajo, incluida la zona reservada a los «dioses menores».

    – [Zahra]No vale la pena. Piensa que nos vamos a morir igualmente[/Zahra].- la mayor parte lo diría en broma, pero teniendo en cuenta el pesar que me cubrió el cuerpo, supe que lo decía en serio.

    – [Nate]A este paso no voy a tener fuerzas ni para mover un pie.[/Nate] – le recordé.

    Zahra me miró y se encogió de hombros. – [Zahra]Es un poco egoísta por tu parte culpar a los demás de tu infelicidad[/Zahra]. – me quedé callado. No había pretendido culparla, pero entendía que se sintiera así.

    – [Nate]Siento si parece que te he culpado, pero yo no decido como soy. Mi cuerpo reacciona a los sentimientos de otros, no a los míos.[/Nate] – le expliqué de nuevo.

    – [Zahra]No somos la mejor compañía[/Zahra].- comentó ella.

    – [Nate]Ya. Siempre puedo empezar contándote mi historia.[/Nate] – sugerí, sin más ideas. Quizá si me abría a ella encontrásemos un punto de conexión.

    Ella asintió, al menos empezábamos a entendernos un poco mejor.

    Me aclaré la garganta y di una vuelta rápida a lo que iba a decir. En realidad lo había preparado hacía tiempo, en los momentos aburridos de la Escuela Legado. Aunque parezca que no, ser guardia de seguridad de la Escuela me daba mucho tiempo libre.

    – [Nate]Aaaahora escucha la historia de mi vida de como el destino cambió mi movida, sin comerlo ni beberlo llegué a ser el habitante de un sitio llamado Moondale…

    Aaal norte en el universo había una gaaaaalaxia que crecía y vivía sin hacer mucho caso a sus cercanías avanzaba a golpes sin preocuparse demasiado porque a ella el resto no le importaba demasiado.

    Cierto día, siguiendo con su expansióooon unos vecinos de universo la metieron en un lío y la galaxia explotaba una y otra veeez:

    -¡Boom boom, con el fin de esta galaxia tu vas a renacer!-

    Abrí los ojos cuando explotóoo y la brillante Tierra me fascinó.

    Quería conocer a la clase de valientes que me esperaba en Moondale con aire sonriente…[/Nate] – recuperé el aliento, en aquél clima y con ese público era más difícil conseguirlo de una. Zahra me miraba sin entender la referencia.

    – [Nate]A las doce llegué a aquella escuela…[/Nate] – seguí intentándolo, el rap del Príncipe tenía que ser universal, pero al parecer no lo era.

    Zahra rebuscó en su zurrón y sacó un poco de pan ácimo y un trozo de queso.- [Zahra]¿Quieres?[/Zahra] – ofreció.

    – [Nate]No, es mejor que lo guardes para ti, pero gracias.[/Nate] – respondí con una sonrisa para que viese que agradecía la oferta. Comía por placer, pero mi constitución de elemental podía mantenerme de pura energía. – [Nate]¿Has vivido siempre sola?[/Nate] – pregunté, tratando de saber más de ella. Hasta el momento sabía que había salvado la vida del grupo que fue a Nexus y que albergaba dos aspectos en un mismo ser, poco más.

    Zahra esbozó una sonrisa triste. – [Zahra]Nunca estoy sola[/Zahra].

    – [Nate]Es cierto, tu otro «yo». ¿Quieres hablarme de ello? Se me da bien escuchar.[/Nate] – la animé. Había desvelado esa parte de sí misma al resto, pero no había entrado en más detalles. No sabía si eran una misma persona o dos diferentes.

    – [Zahra]No hay «otro yo». Somos uno[/Zahra]. – explicó. La escuché con atención.

    – [Nate]¿Siempre ha sido asi? Quiero decir…tu…»especie» ¿es así?[/Nate] – pregunté. Tenía apariencia humana pero no por eso podíamos asumir que fuese igual que los humanos de la Tierra. Podría ser una faë, una elfa o alguna otra clase de ser sobrenatural que se confundiese con los humanos.

    – [Zahra]No. Esto…me lo gané con mis malas acciones[/Zahra]. – respondió. Notaba el pesar tanto en sus palabras como en la avalancha de emociones que estaba cargando el entorno.

    – [Nate]No pareces mala persona.[/Nate] – le dije. Zahra mordisqueó el pan y pareció no importarle lo que acababa de decir, pero sentí que si lo había hecho.

    – [Zahra]Pero lo soy[/Zahra].- sentenció.- [Zahra]Lo somos[/Zahra]. – puntualizó.

    – [Nate]No quiero presionarte. Si no quieres contarlo o no te sientes cómoda, no lo hagas, es lógico. Pero quiero que sepas que no creo que seas mala persona. Fuera lo que fuera lo que hicieses, seguro que estaba justificado.[/Nate] – aclaré. No necesitaba contarme lo que había pasado si no estaba preparada, pero si quería hacerlo, allí tenía alguien con quien contar.

    – [Zahra]Dejé morir a un poblado entero para salvarme[/Zahra].- sus palabras cayeron como el frío húmedo tras una fina lluvia que no notas que te está calando hasta que ya es tarde.

    Medité unos segundos en silencio. – [Nate]¿Estás segura de que podías hacer algo?[/Nate] – a veces creemos que podíamos haber controlado las cosas, pero no teníamos ningún poder sobre ellas.

    – [Zahra]Claro que podía, pero no quise[/Zahra].- replicó con tristeza. Su aspecto cambió delante de mis ojos. Era un cambio distinto a los de Lexie, como si hubiese dolor en esa transformación. – [Zahra]Me llamo…me llamaba Zahir[/Zahra].- explicó mirándome con unos profundos ojos oscuros.

    – [Nate]Buscabas sobrevivir, en ese momento no podias pensar con claridad.[/Nate] – traté de tender un puente entre nosotros, aunque puedo asegurar que si lo intenté es porque de verdad creía en su inocencia. – [Nate]¿Esta es tu apariencia original? ¿Por eso la escondes?[/Nate] – pregunté. Zahir asintió y tomó aire.

    – [Zahra]Era el hijo pequeño de un leñador. El número siete. Mi madre creía que estaba destinado a hacer algo grande, porque el siete es el número mágico, ¿sabes?[/Zahra] – comentó. Al hablar de su pasado me di cuenta de lo poco que sabíamos de verdad de aquellos mundos salvo las semejanzas que tuvieran con la historia de la Tierra. En el fondo, según habían dicho los que fueron al mundo de Nexus, aquél mundos había sido cambiado en gran medida por El Arquitecto, sin apenas dejar rastro que hiciera pensar que aquél planeta había sido antaño el vinculado a Sagitario. Tenía sentido que hubiera hecho lo mismo con el resto y que ese mundo en el que nos encontrábamos, el de Libra, hubiera sido muy diferente hacía siglos.

    Ese rato había guardado silencio así que miré a Zahir para que prosiguiera.

    – [Zahra]Desde muy pequeño, tenía que ayudar en casa, porque éramos muy pobres y había demasiadas bocas que alimentar, pero yo quería poder y gloria. Conocer el mundo, disfrutar del amor en todo su esplendor, emborracharme y vivir, no trabajar de sol a sol[/Zahra]. – explicó. Aunque yo no había tenido ni infancia ni adolescencia, había pasado mucho tiempo con jóvenes cuyas emociones me habían influido a menudo.

    – [Nate]Es normal estar confuso cuando se es joven.[/Nate] – respondí.

    – [Zahra]Una día en el bosque…alguien o una cosa me ofreció un pacto: poder a cambio de algo. No sabía qué era y acepté[/Zahra]. – Zahir lo contaba con un halo de misterio en sus palabras que sumergían a la historia si cabía de aún más misticismo. Me recordaba a las fábulas que contaba a los New Moondies de pequeños. – [Zahra]Lo siguiente que supe es que todo mi pueblo fue masacrado por mi culpa. Y…Zahra, la…Faë me maldijo con su último aliento[/Zahra]. – así que la persona a la que habíamos conocido hasta el momento era el rostro de la faë que había maldito a ese muchacho y ahora convivían ambos en un mismo cuerpo.

    – [Nate]Ha debido ser duro vivir con ese peso.[/Nate] – sentencié. Duro para Zahir recordando de por vida lo que había hecho y duro para Zahra, consciente durante toda su vida de la pérdida que había sufrido.

    – [Zahra]Cualquier castigo es poco para un asesino[/Zahra]. – afirmó. Me imaginé que el tiempo juntos había hecho que Zahra y Zahir estuviesen de acuerdo en algunas cosas y parecía que una de ellas era que se merecía tal castigo.

    – [Nate]No podías saber lo que iba a pasar. Fue un error, sí, pero no conocías las consecuencias.[/Nate]

    – [Zahra]No aceptes pactos con seres que desconoces[/Zahra].

    – [Nate]No podías saberlo. La culpa es de quien les masacró.[/Nate] – repliqué con firmeza. No era justo para Zahir ni para Zahra sufrir de esa manera. Quien tuvo la culpa fue quien cometió el crimen. – [Nate]Tienes el deber de recordarlos, pero no la responsabilidad de su muerte.[/Nate]

    – [Zahra]Gracias[/Zahra].- dijo. Noté el impacto de ese alivio en Zahir y también un poco en Zahra, como un eco lejano, quizá aliviada de no tener que seguir odiando para toda la eternidad algo de lo que formaba parte.

    Le sonreí como respuesta y entonces las dudas me sobrevinieron.

    – [Nate]Tengo que preguntarte dos cosas, si no quieres contestar, no hace falta.[/Nate] – pregunté con cautela, porque era algo en lo que podía hacer daño si no me expresaba bien.

    Zahir dejó paso a Zahra y me hizo una señal para que hablase.

    – [Nate]¿Ahora sois ambos? ¿O solo Zahir con dos aspectos?[/Nate]

    – [Zahra]Ambos[/Zahra].

    – [Nate]¿Con qué pronombres prefieres que te trate?[/Nate] – pregunté entonces, ya con menos miedo a equivocarme. Era posible que no me entendiese porque en su cultura las cosas fueran diferentes, pero en la Escuela Legado se habían asegurado siempre de tratar a todas las personas como querían que las tratasen.

    – [Zahra]Cuando tengo la apariencia de Zahra, soy «ella» y…ahora mismo «él»[/Zahra].- explicó y yo asentí, me encargaría de decírselo también a los demás para que lo supieran.

    – [Nate]Lo recordaré.[/Nate] – le dediqué una sonrisa y me sentí con mucha más fuerza que antes de empezar a hablar.

    – [Zahra]Gracias[/Zahra]

    – [Nate]¿Listo para enfrentarte a todo esto?[/Nate] – ella asintió encogiendo ligeramente los hombros. Ninguno de los dos estaba listo para ver a una demonio pura cara a cara, pero nos habían puesto en este camino y ahora teníamos que arreglarnos.

    Después de un rato más ascendiendo llegamos al enorme ‘Palacio Alzado’ de la «diosa Hathor». En el exterior, un pequeño ejército de lo que parecían humanos se quedó con la mirada al frente, inmóviles, mientras cruzábamos. Me giré para ver que todos ellos tenían aquél apéndice en la nuca.

    Atravesamos aquél extenso jardín con fuentes que emanaban agua constantemente. Para la gente de allí seguro que aquello significaba el poder de la demonio, pero para alguien que venía de un mundo muy diferente lo único que podía ver era a un solo ser malgastando los recursos que cientos o miles de personas no podían tener.

    Los guardias dieron una orden y al menos una decena de hombres y mujeres empujaron las pesadas puertas del Palacio. Cuando estuvo abierto, nos instaron a pasar. En aquél recibidor hacía fresco incluso.

    Observé las paredes llenas de inscripciones. A Noah le habría picado la curiosidad de si los jeroglíficos de la Tierra eran un lenguaje de algún demonio o esta demonio en concreto había aprendido a comunicarse como sus súbditos.

    Al final llegamos a una enorme sala y allí, en un trono de oro y alabastro, una figura femenina mantenía los ojos cerrados mientras hombres y mujeres la agasajaban.

    – [b]Habéis venido a adorarme, supongo.[/b] – dijo cuando nos llevaron frente a ella. Aquella demonio había tomado una forma humana de rasgos femeninos que deliberadamente mostraba, con una piel del color del bronce y unos dientes níveos.

    – [Nate]Hemos venido con nuestros…dioses. Mi señora.[/Nate] – miré a Zahra de reojo, pero ella permaneció callada, habíamos acordado que solo uno hablaría y ella había decidido que fuera yo, que conocía un poco más lo relacionado con los Daë.

    – [b]Sirvientes.[/b]- corrigió. Sentí que me analizaba con su mirada y mi ser, mi verdadera forma, se removió, incómoda, temiendo que viese más allá de aquel traje humano.- [b]Aquí la única diosa soy yo.[/b] – replicó, cambiando la mirada a Zahra.

    Tragué saliva, no es que pensara que fuese a ser fácil, pero no parecía que nadie se resistiera a aquella demonio. En parte pude comprenderlo, era como si la belleza física que había elegido emanase de su cuerpo, encantando los sentidos y haciendo que lo más sencillo fuese rendirse y adorarla. – [Nate]¿Ahora somos sus sirvientes nosotros también, diosa Hathor?[/Nate] – pregunté. Si para ella los otros dioses no eran más que sirvientes, temí lo que podríamos ser nosotros. ¿Nos había llevado allí para «apropiarse» de nosotros o para algo peor?

    – [b]Por supuesto.[/b] – sentenció.

    – [Nate]¿En qué podemos servirle?[/Nate] -. la diosa se echó hacia delante y nos observó fijamente. Mi mente trató de buscar la forma de salir de allí y volver con los demás.

    – [b]Demostradme vuestras habilidades.[/b] – indicó. Con un gesto de su mano una parte de la guardia que nos había escoltado se giró hacia nosotros, lanza en ristre.

    Miré a Zahra y asentí. No sé cómo lo hizo ni en qué se concentró, pero su energía empática me reforzó. Agarré una lanza dirigida hacia mi torso y la partí en dos, propinando una patada en el pecho a la persona que la empuñaba. Con esa energía les derribé rápidamente solo para comprobar que Zahra era tan ágil como para haberlos esquivado a todos, excepto a uno al que acababa de dejar inconsciente.

    – [b]Tú podrás formar parte de mi guardia.[/b] – escuché decir a la voz de la diosa. Me miraba a mí. – [b]Y tú…[/b] – añadió, mirando a Zahra. Se quedó pensativa. – [b]Serás mi concubina.[/b] . giré la mirada hacia ella y vi que Zahra no sabía qué decir. Si nos separaban aún más, íbamos a tener muy difícil salir de ese mundo.

    – [Nate]Mi señora, nos gustaría pedirle un favor. Sabemos que no somos más que meros mortales pero…nos gustaría recuperar un artefacto que tenían nuestros anteriores señores, un recuerdo…[/Nate] – no se me daba muy bien mentir, pero con suerte para los estándares de Antigüo Egipto fuera suficiente. Aquella era nuestra única esperanza de no separarnos y reunirnos con los demás, que esperaba que ya hubieran encontrado a la Daë.

    – [b]No.[/b] – no añadió nada, ni un pero, ni un tono diferente, era rotundo y nadie iba a osar llevarle la contraria. Miré de nuevo a Zahra.

    La diosa se alzó y bajó con gracia las escaleras hacia nosotros. Por un instante temí haberla ofendido con la petición y que nos mandase matar allí mismo. Eran demasiados para nosotros. – [b]Primero tendrás que probar lealtad.[/b] – dijo frente a mí. – [b]Vuestros anteriores dioses y su sacerdotisa forman parte ya de un ataque contra mí.[/b] – esperé, necesitaba con urgencia defenderles pero si intervenía ahora quizá sería peor para ellos. – [b]Te unirás a mis huestes y acabaréis con todos ellos, especialmente la que se hace llamar Na’amah.[/b] – reconocí el nombre por uno de los cuadros de Duke. Ésa era la Daë. – [b]Si cumplís quizá os deje buscar ese artefacto entre sus pertenencias.[/b] – indicó.

    Después volvió a su trono y a nosotros nos llevaron por caminos separados. A Zahra a prepararse para ella y a mí a prepararme para matar a Mike, Niall y Sophie.

    No sabía cómo íbamos a salir de esa sin dejar a nadie atrás.

  • NUNCA SERE TAN FAMOSO EN EL MUNDO REAL

    NATE «NIALL» ALLEN RUPAUL

    KARNAK – MAÑANA

    Para que luego digan que la hospitalidad ha muerto. Si bien es cierto que casi nos ensartan, en cuanto jugamos un poco con el misticismo de aquel lugar nos trataron como dioses.

    Nos prepararon un baño con leche de cabra, podéis pensar que es una guarrada pero para el cutis va genial, o acaso pensáis que Cher llego a la edad que llego con ese aspecto solo a base de botox. Me pintaron los ojos de una forma que Lexie fliparía al ver y me engalanaron con ropas y joyas.

    Procedía de un ambiente pobre y no me iba mucho la bisutería, pero aunque sea por un breve momento disfrutaría de todos esos agasajos. Me mandaron a un gran salón con una mesa central enorme cargada de comida, en un extremo de la mesa se encontraba Mike, con una corona que le cubría la cabeza y unas ropas que dejaban parte de sus pectorales al aire. No miento si digo que fantasee con que se levantara y tirara todo lo de la mesa al suelo tomándome allí mismo.

    – [Mike]No me siento muy bien con todo esto.[/Mike] – En vista de que él no me iba a meter mano se la metí yo a mi plato de comida que tenía delante. No todos los días tenía uno la oportunidad de llenarse el estomago con unos buenos manjares.

    – [Niall]Nate y Zahra saben cuidarse solos, no te preocupes.-[/Niall] Estamos hablando de un tío que le saca medio cuerpo a todo el mundo el cual te mete un guantazo dejándote seco y una chica que probablemente se había tirado toda su vida sobreviviendo sola. Deducción sacada por su petate cargado de cosas.

    – [Mike]Pero toda esa gente a las puertas, trabajando y nosotros aquí, siendo adorados…[/Mike] – Solté la uva que estaba a punto de comer, maldito Mike y su moralidad de medico buenorro.

    – [Sophie]¿Están cómodos? Porque somos lo bastante negros como para que la esclavitud nos escueza[/Sophie].- Añadió Sophie entrando por la puerta jugando la carta de la esclavitud. También la habían arreglado un poco pero no tanto como a nosotros.

    – [Mike]En realidad Egipto tenía menos esclavos que otras civilizaciones posteriores, las Pirámides las hicieron trabajadores pagados, pero aún así, la fé de esta gente…[/Mike] – Sophie puso los ojos en blanco ante el sabelotodo de Mike y este se limito a encogerse de hombros.

    – [Niall]Nunca me dejáis tener cosas bonitas. Venga ¿Que quieres que hagamos?.-[/Niall] Pregunte dirigiéndome a los dos. Casi me comen unos dinosaurios, me matan unos caballeros y no iba a poder gozar de este mundo que me idolatra. Nunca iba a llegar a ser tan famoso en el mundo real.

    – [Mike]Hay que encontrar a la Daë.[/Mike] – No jodas Sherlock. La puerta se volvió a abrir, aquí no pillaban a nadie follando por sorpresa con semejante ruido cada vez que se abría una puerta. A la sala entro un hombre bajito, engalanado como Sophie, así que debía de ser el sacerdote de alguno de esos dioses.

    – [b]Mis señores.[/b] – Nos hizo una pequeña reverencia pasando de Sophie, lo que le molesto un poco. A mí también me molestaría. – [b]Mi nombre es Sihathor, soy el humilde representante de la divina Hathor.[/b]

    – [Mike]Mi nombre es Raphael, y estos son Rupaul y Afrodita. No hablan vuestra lengua. Solo la de los dioses.[/Mike] – En realidad no entendíamos ni papa de lo que decía y Mike tenía que hacer de traductor con el pinganillo.

    – [b]Espero que a mi señor Raphael no le moleste traducir.[/b] – Mike negó con la cabeza a algo que había dicho, lo mismo nos estaba ofreciendo gente para abanicarnos. – [b]Antes de que se reúnan con la gran Hathor, necesitamos saber qué área dominan sus divinidades. [/b]

    – [Mike]Creo que nos está preguntando de qué somos dioses.[/Mike] – Sophie me arreo un codazo para que hablara yo antes, clavándome el codo en las costillas la muy p…

    – [Niall]Lucy in the Sky.-[/Niall] Tararee para ver si Mike pillaba la referencia, no hacía falta ser un lince, o tigre, o lo que fuera Mike.

    – [Mike]¿Dios de la canción?[/Mike] – Pregunto confundido. En realidad quería que digiera de los cielos, pero no nos pondremos exquisitos, aceptaremos de la canción.

    – [Sophie]Diosa de la belleza[/Sophie].- Dio una vuelta para que se viera su figura, como si fuera obvio.- [Sophie]Y de las playas[/Sophie].

    – [Mike]Tú eras sacerdotisa.[/Mike] – Le recordó. Me imagine que la vuelta que dio antes mostrando sus encantos Sihathor lo abría visto como una danza hacia mí persona.

    – [Sophie]Deja a la gente disfrutar…-[/Sophie] Claro que si cariño.

    – [Mike]Rupaul es el dios de la canción.[/Mike] – Note como le costaba decirlo, seguro que en su cabeza estaba sonando Sissy That Walk – [Mike]Y yo soy experto en medicina.[/Mike] – Tienes la oportunidad de ser lo que quieras y Mike opta por decir lo que ya se le da bien de por sí, legal legal.

    El hombrecillo asintió y el que iba con él transcribía lo que decía – [b]Y una cosa más, mis señores. Su aspecto divino. Los hombres que les encontraron dijeron algo, pero confuso, acerca de un ave indeterminada y un gran felino.[/b]

    – [Mike]Yo soy un leopardo de las nieves y mi compañero es…[/Mike] – Vamos Mike, no es tan difícil saber qué es lo que soy. – [Mike]Niall, ¿tú en qué te transformas?[/Mike]

    – [Niall]Es bastante obvio que soy un pájaro, pero si quieres detalles. Un halcón murcielaguero.-[/Niall] Parece irónico ¿verdad?. Los vampiros transformando a las personas y a mí me transforma un pájaro que tiene murciélago por apellido.

    – [Mike]Y él un halcón murcielaguero.[/Mike]

    – [b]Gracias mis señores.[/b] – volvió a inclinar un poco la cabeza, al menos no se tiraban al suelo y te lo fregaban haciendo reverencias. – [b]Pueden explorar si quieren la ciudad mientras hablamos con la gran Hathor.[/b] – Nos propuso Sia y levanto un dedo de advertencia. – [b]Pero tengan…precaución. Hay algunos dioses que no comparten la adoración por nuestra señora y se rumorea que tienen planes oscuros.[/b]

    – [Mike]¿La Daë de este mundo no era una diosa venida a menos?[/Mike] – Pregunto en cuanto se marcharon los Minions de Hathor

    – [Sophie]Creo que sí[/Sophie].- Podría haber contactado con Lexie para que Noah nos lo confirmara, pero estaba seguro al noventa por cierto de que ambos estaban en lo correcto.

    – [Mike]Oye Niall,¿Te importaría hablar tú con la gente a ver qué sacas?[/Mike]- Añadió dejándome el pinganillo lingüístico. Mike no parecía muy cómodo en grandes concentraciones.

    Tras darme un paseíllo por aquella fauna, porque eso estaba a rebosar de animales con aspectos humanoides y de echar un vistazo a sus mercadillos en los que vendían baratijas de presuntas propiedades mágicas, regrese con Mike y Sophie que se encontraban en el marco de la puerta, no había sido capaz ni de salir.

    – [Niall]Viva el marujeo. Por lo visto nuestra Daë está reuniendo a viejos dioses para destronar a la mala pécora de Hathor. Habéis acertado amigos, estamos otra vez entre las filas enemigas.-[/Niall] Teniendo en cuenta que la Luna en la que estaba nuestra base secreta era el único lugar donde todo el mundo se llevaba bien, parecía acertado pensar que en el resto de mundos  todos iban a estar en pie de guerra, pero por una vez podríamos aparecer en el sitio correcto.

    Mike se llevo una mano a la frente. – [Mike]¿Y cómo se supone que vamos a proteger a la Daë si se mete en ese lío?[/Mike]

    – [Niall]¿Dialogando?¿Esperando que lleguen mágicamente los otros Daës para salvarnos el culo?.-[/Niall] En la prehistoria fue prácticamente así y espero que se repita. Porque puedo parecer un Dios, pero no pelear como uno.

    – [Mike]Supongo que hay que seguir adelante y confiar.[/Mike] – Se le veía un poco agobiado. – [Mike]¿Con quién tenemos que hablar?[/Mike]

    – [Niall]El que parece un hipopótamo.-[/Niall] Algunos de esos seres resultaban de lo más cómicos, como el dicho hipopótamo, o el señor cocodrilo, que tenía más cabeza que cuerpo.

    – [Mike]Mejor hablas tú entonces.[/Mike] – Propuso mientras nos adentrábamos en un zona más recóndita del mercado donde apenas atravesaba la luz del solo y el aire estaba cargado de humo con un olor extraño. Quizás deberíamos de haber escuchado mejor a Sia.

  • LOS PELIGROS DE LOS MUNDOS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALANTIS

    NOCHE

     

    Después de dos horas conduciendo, la radio de aquél Cadillac Sedan DeVille de 1962 color turquesa empezó a tener problemas para sintonizar con la emisora.

    Elle trató de arreglarlo, esperando que eso consiguiera mantener despiertos al resto de sus acompañantes, que intentaban sobrellevar el viaje sin destino conocido. Sin apartar los ojos de la carretera trató de mover la rueda, pero viendo que se estaba distrayendo, Idris colocó la mano sobre la suya y se encargó de hacerlo. Elle se sentía culpable, el viaje había empezado bien pero no tardaron en darse cuenta de que aquél mundo era desconocido y apenas tenían referencias de a dónde dirigirse.

    Al cabo de un rato empezó a escucharse ‘I Want to Hold Your Hand’ de los Beatles. Idris dirigió una mirada a Elle y en el asiento trasero Jane confirmó que aquella canción era de 1964, acababan de cambiar de época. Unas cuantas canciones más tarde, entretenidos adivinando de que año eran, supieron que estaban en los años 60.

    La Vanir sonrió y continuó un poco más, en dirección a un motel que se veía más adelante. Idris le devolvió la sonrisa, guardándose para sí mismo a qué altura de los 60 aparecerían. En aquella tumultuosa década se había derogado la segregación pública y las mujeres y los negros tenían algunos derechos más, pero de lo que decía la ley a lo que hiciera la gente, había un gran trecho. Ese mismo año habían muerto también Malcolm X y Martin Luther King y Estados Unidos tenía muchos frentes pendientes tanto en Vietnam, como con los misiles de Cuba. Costaba creer que la misma civilización que tardase tanto en aceptar que una persona negra era como ellos terminase en la Luna ese mismo año.

     

     

     


    KARNAK – GRUPO I

    TARDE

    Tras atravesar la brillante y ostentosa Ciudad de los Dioses, Mike, Niall y Sophie llegaron a la plaza que les había dicho el hombre. Allí había personas de todo tipo reunidas, observando frutas frescas de un poblado mercado, bebiendo cerveza y charlando entre sí.

    Quizá era aventurado decir que eran todo personas, humanoides habría sido el término correcto, pero sin duda, sobrenaturales les habría englobado. Entre gentes de aspecto normal de la época había lo que parecían todo tipo de teriántropos. Personas felinas como Mike, personas pájaro como Niall, personas lobo, personas cocodrilo, personas chacal, personas carnero, incluso personas hipopótamo. Se veían también enanos, unos espeluznantes seres escarabajo y personas con parte del cuerpo cubierto de plantas o minerales.

    Sorprendidos, trataron de mezclarse entre ellos, forzándose a no hablar solo con los de aspecto más humano. Tras un rato, los recibió una mujer vestida con lino transparente que dejaba adivinar toda su anatomía. No les extrañó demasiado, entre aquellos «dioses» teriántropos, se veían cambios de forma y al parecer habían optado por prescindir de gran parte de la ropa antes de romperla.

    – [b]Bienvenidos mis señores. [/b] – les recibió haciendo una gran reverencia. Después se giró hacia Sophie. – [b]Sacerdotisa.[/b] – saludó, dejando ver que sabían acerca de ellos. Su reverencia no la puso a menor altura que Sophie, aquella mujer debía ser también sacerdotisa de alguien.

    Después de una introducción rápida, ellos solo querían librarse y preguntar por la Daë al resto de dioses, pero la sacerdotisa les condujo a una especie de templo vacío. Allí una oleada de hombres y mujeres les engalanaron y agasajaron, dando a cada uno sus propios aposentos.


    KARNAK – GRUPO II

    TARDE

    Nate y Zahra esperaron cerca de la entrada de la Ciudad de los Dioses, confiando en que los demás no tardarían demasiado. Cansados, dieron una breve vuelta por los alrededores, sin perder de vista el arco, pero observando en busca de otro tipo de pistas que les pudieran conducir a la Daë.

    No se dieron cuenta hasta después de un poco de que les estaban siguiendo. Trataron de perder de vista a los guerreros, pero pronto vieron que no serían capaces. Un grupo de cuatro mujeres armadas con lanzas les cortó el paso. Llevaban el pelo completamente rapado y todas tenían la misma marca dorada rodeando el ojo izquierdo. Nate no necesitó darse la vuelta para saber que tenían más detrás de ellos.

    – [b]Acompañadnos. La gran diosa Hathor os busca.[/b] – Nate y Zahra se sorprendieron de que hablasen en su lengua y meditaron brevemente sus opciones, aunque por desgracia, no tenían ninguna.

    Caminaron tras ellas. Pensaban que les conducirían por el arco de entrada a la Ciudad de los Dioses, pero en su lugar se dirigieron hacia un enorme palacio de mármol que parecía una ciudad en miniatura, situado entre dos de las mayores pirámides y coronado por una enorme estatua dorada.

    Pese a que las guerreras no hablaban demasiado, consiguieron que les sacaran de su error. No iban a ver a una de las diosas, iban a ver a la diosa regente, la que ostentaba la soberanía de todas aquellas tierras y, según contaba la historia de Na’amah, una demonio pura.


    DAGRKNOT

    MAÑANA

    Tras horas remando, con los brazos entumecidos por el esfuerzo físico y el frío, llegaron a la costa. Los vikingos con los que habían viajado todo ese tiempo les pidieron que les acompañaran para presentar sus respetos a la Jarl Vigdis, dar las malas noticias de los que habían muerto y las bendiciones a los que habían matado a sus asesinos.

    Por el camino, aún muertos de frío por la humedad de sus ropas, cruzaron varias granjas llenas de trabajadores. Aquel asentamiento parecía tranquilo, los niños corrían mientras sus madres les llamaban, pero cuando se acercaron más a la ciudad empezaron a ver a hombres y mujeres adultos luchando entre si con ferocidad, armados de hachas y espadas. El marinero les explicó que los poblados rara vez crecían demasiado en aquellos tiempos, los monstruos marinos atacaban sin cesar saliendo de las profundidades de aquellos insondables océanos.

    Estaban entrenando, quien sabe si para su próximo asalto o para defenderse. Continuaron hasta la cabaña más imponente, ubicada en el centro mismo del poblado. Dentro les esperaba la Jarl Vigdis. A su lado, un hombre les observaba fijamente. Era el consejero de la Jarl, un sabio profeta conocido por sus brebajes que había llegado a ellos cuando más lo necesitaban, para protegerles de los monstruos. Por lo que dijeron, esas serpientes marinas monstruosas habían acabado ya con muchos barcos ‘Neidr’ les llamaban, los asesinos de los ‘Seidr’.

    El grupo no quiso desvelar que ellos también eran ‘Seidr’ en su mayoría. El hombre, ‘Orm Nystrom’  les observó y sus ojos emitieron un destello rojizo. Sus pupilas eran alargadas, como las de una serpiente y Owen sintió un escalofrío recordando a aquellas criaturas de debajo del agua.


    ARTISAN

    NOCHE

    El equipo de Artisan esperó, alejada de la parada de aquél extraño tren que parecía moverse más rápido de lo que se suponía para la época. El joven no salió hasta el ocaso y para entonces el grupo ya había contado todas las piedras de la fuente en la que se habían sentado y había observado todos los detalles de aquél tren adelantado a su época, por no mencionar improperios y guarrerías de todo tipo.

    Cuando le vieron salir se pusieron en pie y le siguieron desde lejos, pensando cómo acercarse a él sin asustarse. Después de un rato caminando vieron que el chico atajaba por un callejón y cinco figuras con mal aspecto le seguían.

    Apuraron el paso y no tardaron en escuchar los quejidos del chico. Vieron que estaba tirado en el suelo y uno de los hombres le golpeaba.

    Amy MacLeod dirigió una mirada a Leo Arkkan, lista para transformarse y dejar salir toda su justicia animal.

    – [Kaylee]Largo de aquí.[/Kaylee]- dijo Kaylee, revelando su presencia. El matón que estaba golpeando al muchacho se giró hacia ellos y se acercó. Ya estaban tan cerca que se podían contar los dientes podridos que tenía.

    – [b]Vaya, el viejo Barnes usó más la polla de lo que nos dijeron.[/b] – dijo aquél tipo, dirigiendo una mirada a Kaylee que le revolvió el estómago.  – [b]Con vosotras nos vamos a divertir más. Tengo ganas de ver si el pelo de abajo también es naranja.[/b]

    – [Amy]Encima de ladrón, violador.[/Amy]- espetó Amy, que no estaba dispuesta a aguantarlo más. Se quitó la chaqueta del traje y al ver su camisa holgada los matones rieron dándose cuenta de que era una mujer. Lo que no esperaban es que se transformase a una forma intermedia, mostrando unos dientes y garras afilados.-[Amy] Te voy a sacar los intestinos por la boca, escoria.[/Amy]- su voz gutural resonó en el callejón y alguno de los matones hubiera huido de haber tenido tiempo.

    Amy se balanzó como una bestia sobre ellos, rasgando carne y sembrando el pánico. No iba a matar a aquellos tipos por horribles que fueran, pero contaba a su favor con el hecho de que ellos no lo sabían.

    Leo se acercó a ella y dejó que el lobo saliese, también en una forma intermedia.  – [Leo]Me has dado ganas de hacer lo mismo.[/Leo] – sentenció. Se unió a Amy y ambos acabaron rápidamente con casi todos sin ningún esfuerzo. Resultaba extraño ver a aquellos dos licántropos enfundados en traje salvando la vida a aquél muchacho.

    – [Kaylee]Eh, no seáis avariciosos.[/Kaylee]- se quejó Kaylee. Murmuró unas palabras y a su lado unas esferas de luz pura rodearon a uno de ellos y empezaron a picarle, como avispas. Su tío Ed habría estado orgulloso.

    Finalmente los matones se levantaron como pudieron y echaron a correr, dejándose atrás unos a otros. James se incorporó usando las manos para alzarse. Su mirada se había quedado fija en Kaylee después de verla conjurar aquellos seres. Amy y Leo se acercaron a ellos, ya en su aspecto humano. Amy volvió a colocarse con cuidado la chaqueta.

    Vera se agachó al lado de James y le puso una mano en el rostro. – [Vera]¿Te han hecho daño?[/Vera] – le preguntó al joven. La muchacha se sorprendió de que sus dientes parecieran sanos y oliese a jabón.

    El joven pelirrojo tenía un corte sangrante en la mejilla y se aferraba el torso allí donde le habían pateado, pero no notaba nada grave. – [James]Me pondré bien.[/James] – dijo, colocándose a gatas para recoger un par de libros y una libreta cuyas hojas se habían esparcido por el suelo. Kaylee, esperando ayudar, pronunció unas palabras e hizo que los papeles se volviesen a colocar en la libreta, que James contempló, atónito.  – [James]Eso…¿eso que has hecho es?[/James] – preguntó.

    – [Kaylee]Magia.[/Kaylee]- respondió ella, sonriendo.

    James la observaba como si no hubiese visto nada igual en la vida. Amy carraspeó, impaciente. – [James]¿Qué…qué queréis?[/James] – añadió al cabo de un rato, preocupado. Miró a Vera, que horas antes de que le atacasen, buscando dañar a su padre, le había preguntado por él.

    – [Amy]Encontrar a Barnes.[/Amy]- confirmó la mujer loba. Se apartó un poco, valorando sus opciones. No tenía nada que hacer.

    – [James]¿Estáis con…ellos?[/James] – su boca parecía ir por delante de sí mismo, preguntando obviedades. Aquellas personas parecían de alta cuna, sus ropas, sus dientes y su aspecto no eran de trabajadores ni de gente pobre, pero tampoco parecían de por allí, hablaban inglés pero sonaba muy distinto al que él hablaba. No parecía que estuvieran con los otros por cómo les habían atacado, pero de la misma forma, buscaban a su padre.


    TERRA – GRUPO I

    MAÑANA

    El grupo de Terra salió del portal de teletransporte a gran velocidad. Se llevaron un buen golpe contra la tierra, pero todos parecían estar bien. Cuando consiguió ponerse en pie, Henry comprobó que no se hubiera hecho ningún rasguño, por lo general para él habría sido un problema, pero en aquél lugar, más. Era una suerte que los trajes les hubieran protegido.

    Ayudó a levantarse a Julia y vieron que Lekwaa estaba inconsciente pero vivo. Henry recordó lo que había pasado. La bomba había caído sobre ellos mientras se teletransportaban y parte de la energía liberada en la explosión se había colado a través del portal, golpeando a Ezra y sacándolo de la corriente espacial.

    Mientras caminaban, alejándose de aquella zona yerma, Henry sacó su InfiniBand modificada para comprobar la radiación de los tres. Le alivió ver que no tenían valores fuera de lo común, eso significaba que la bomba no era nuclear y que Ezra, por su condición de licántropo, habría sobrevivido, aunque no supiera dónde habría acabado. Si hubiera tenido tiempo habría tratado de extrapolar el tiempo de viaje para saber más o menos su posición, pero lo mejor que tenía por el momento era la idea de que tenía que estar en algún lugar entre la ciudad de antes y donde sea que estuviesen ahora.

    Continuaron caminando y llegaron a una pradera con zonas yermas donde la tierra y el barro eran prácticamente lo único visible. Había humo y restos de metal. A medida que se acercaron vieron que también había cuerpos humanos, vestidos como soldados, aún con el arma cerca.

    No habían visto las trincheras y para cuando lo hicieron, varios soldado les estaban rodeando y apuntando con sus armas. Se fijaron en sus trajes, la bandera cosida en ellos no se parecía en nada a la que habían visto en los uniformes de la ciudad anterior. Estaban en el bando opuesto de la guerra.


    TERRA – GRUPO II

    NOCHE

    A Ezra le costó abrir los ojos. Estaba cansado y dolorido. Parecía que le hubiera caído una bomba encima, pero estaba vivo.

    Cuando por fin pudo ver lo que había a su alrededor, vio una enfermería con camas de metal, sábanas blancas y aparatos médicos que le sonaron a otra época.

    – [b]¿Ya estás despierto?[/b]- la voz provenía de una mujer de mediana edad y rasgos afilados, que iba ataviada con un uniforme de enfermera que le pareció bastante antiguo.

    El chico asintió y echó un vistazo rápido para ver qué día era, pero no encontró ninguna referencia.- [Ezra]¿Qué…día es hoy?[/Ezra]- preguntó con dificultad.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando[/b].- la enfermera descorrió las cortinas y el mayor de los Maclay pudo ver cómo caían los copos de nieve en los alrededores del palacio.


    NARA

    MAÑANA

    Noah estaba inconsciente apoyado en el árbol, aún en su forma Rakkthathor. No se había dado cuenta antes de perder el conocimiento, pero su cuerpo había chocado violentamente contra varios árboles, arrancándolos de cuajo, hasta caer allí tendido.

    Cole, Lexie, Bowie y Laura se pusieron en pie, magullados pero a salvo, el velocista se había llevado toda la fuerza del golpe. No tenían forma rápida de salir de allí sin Noah y además, en esa forma, pesaba demasiado como para arrastrarlo.

    El ser que se había colocado delante de él, haciendo que chocasen miró al grupo de cuatro y sus ojos se iluminaron. Una pérfida sonrisa de dientes afilados se instaló en su boca inhumana.

    Retrocedieron hasta formar un semicírculo alrededor de Noah, sin saber qué hacer. Podían intentar luchar contra aquél ser, pero aunque la Kvasir estaba muy equipada, carecía de armamento y eso les dejaba con pocas opciones de lucha.

    De entre la niebla empezaron a surgir otros espectros, tan espeluznantes como los anteriores, con caras alargadas y bocas en las que cabía casi una persona, con brazos largos y ojos negros como el azabache, espectros y demonios salidos de la pura oscuridad.

    Lexie se preparó, pero sus visiones no conseguirían sacarlos de allí. Como tanuki podría intentar escapar, pero eso la haría dejar a los otros atrás. Laura valoró usar su poder, pero no sabía controlarlo y aunque supiera, ¿cómo haces daño a un fantasma?. Cole por su parte trató de conseguir fuerzas del sol, pero aquél bosque era demasiado frondoso y la niebla, que no parecía natural, absorbía el calor antes de que llegase a él. Ni siquiera las habilidades de Bowie estaban a punto como para enfrentarse a ellos.

    Los seres del bosque se acercaron más a ellos. Veían cada uno de sus horrendos rasgos. Uno de ellos chilló de forma inhumana, listo para atacar. Se prepararon pero entonces no pasó nada, el ser no se movió. Cayó al suelo y se desvaneció en una neblina.

    Una figura estaba de pie tras el cuerpo, enfundada en una armadura de samurai completa, incluso el rostro. Su espada cortó a través de los espectros y seres que les rodeaban, pero a ese filo se unieron ocho más.

    Los espectros caían presas de sus armas y muchos se reagrupaban, dirigiendo una mirada de odio antes de marcharse al cobijo de aquél enorme bosque. Aun así eran muchos para todos aquellos samurai. El combate era desigual, así que uno de ellos hizo sonar varias veces una campana y cuando se detuvo, ya no quedaba rastro de los seres, todos habían huido.

  • EL ARCO RELUCIENTE

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

    El clima de la Luna era lo más cercano que podría definir como paraíso. Había vivido en varios lugares con climas muy diferentes, pero hasta el momento, aquél parecía el más agradable con diferencia. Brisa leve y refrescante, cielos despejados y un sol que se hacía fácil de llevar. Todo lo que habíamos podido explorar de aquella luna era vegetación y naturaleza inmaculada, solo rota por aquella enorme ciudad en mitad de todo. Así que quizá aquella carencia de interacción humana con el resto del entorno había propiciado que se mantuviese tan inmaculado, con lagos de aguas más cristalinas que las de Loverd, Merelia o Velze.

    En Louna, en los veranos, solía hacer bastante calor, pero por las noches en la terraza de mis padres siempre se podía disfrutar de una fresca brisa marina que no dejaría de recordar. En la facultad sin embargo, hacía bastante más frío, pero terminabas acostumbrándote.

    Así que cuando dejamos atrás aquel clima fresco y llegamos al sofocante calor del desierto, me llevé una mano a la frente, resistiendo el agobio. Una cosa era saber que íbamos a un mundo anclado en la civilización egipcia y otra, estar preparado para aquél calor infernal, incluso con las ropas de época que habíamos impreso en la nave.

    El traje empezó a hacer su magia e hidrató ligeramente mi piel, refrescándola muy tenuemente, pero con aquél calor no podía.

    Cuando mi visión se aclaró, vi que nos encontrábamos en un templo derruido, con el obelisco tras nosotros. Desde la Luna había varios portales a los mundos y habíamos dado con el que nos había llevado a un punto más lejano, porque prácticamente solo veía dunas en el horizonte.

    Me quedé parado un momento, sorprendido al encontrarme con la verdadera forma de las pirámides. Pese a lo lejos, su nívea superficie aún sin deteriorar y sin ser pasto de los robos, reflejaba el sol como si estuvieran hechas de luz pura, culminando en la cúpula dorada. Aquella civilización decía estar regida por los mismos dioses y viendo aquellas construcciones, incluso tan lejos, no me extraña que muchos no lo dudasen.

    Coloqué una mano en forma de visera y traté de agudizar más la vista en el horizonte difuminado por el calor. A lo lejos, aunque no demasiado, se veía un río tan ancho que no alcanzaba a ver la otra orilla. En mi mente lo llamé Nilo, pese a que el de verdad estaba a millones de kilómetros. En las lindes del río el verde cortaba el paso a la arena y pude ver zonas de cultivos y casas cercanas. No teníamos más remedio que ir allí.

    – [Mike]No sé cómo vamos a aguantar este calor.[/Mike] – dije al volver con el resto, que también se habían estado adaptando. Me habían nombrado líder de aquél grupo y la responsabilidad ya empezaba a pesarme. Mi vida no tenía nada que ver con aquello, pero no me quedaba más remedio que seguir adelante, por la seguridad de los demás.

    – [Sophie]A mí me gusta el solecito en mi piel…[/Sophie]- escuché decir a Sophie con su agradable acento, sonriendo mientras se echaba el pelo hacia atrás. El sol iluminaba su piel broncínea y su generosa silueta se recortaba en el horizonte.

    – [Nate]Sí, es agradable.[/Nate] – escuché decir a Nate. Su enorme físico hacía que destacase sobre los demás. Aquél hombre que seguía exactamente igual que en el primer recuerdo que tenía de él, parecía no estar afectado por el calor sofocante. A veces me paraba a pensar en lo poco que sabíamos realmente sobre sus orígenes.

    – [Niall]Qué calor.-[/Niall] escuché decir a Niall. Vi que estaba mirando a Nate como si de un dios venido a la tierra se tratase. Conocía aún bastante poco a aquél chico, prácticamente solo sabía de él que era amigo de Noah y Lexie y que era un hijo de Logan Villiers. Aún no había tenido tiempo a cumplir mi propósito de hablar con los demás.

    Zahra permanecía en silencio algo más retirada, de ella si que apenas sabía nada, más allá de que Idris me contó que les había ayudado en el mundo al que habían llegado.

    – [Mike]Tenemos que buscar una forma de llegar allí. A lo lejos se ve un río, pero igual es mucho camino sin ir preparados.[/Mike] – no estaba hecho para planificar este tipo de inconvenientes. Lo mío era saber cómo podría afectar ese calor a nuestros cuerpos, no buscar una forma eficiente de llegar allí.

    Después todo pasó demasiado rápido. Nate miró detrás de mí y me giré para ver a un grupo de hombres del desierto con marcas similares a tatuajes en las pocas partes que llevaban al descubierto. Iban armados y eran rápidos.

    Yo había dado clases de judo cuando era pequeño y había tratado de mantenerme físicamente en forma toda mi vida, haciendo ejercicio regularmente. Desde que había contraído la infección teriántropa, había buscado refugio en aumentar el ejercicio para mantener la mente calmada. Eso sumado a la mayor agilidad y sentidos que tenía desde entonces hacían que estuviese en uno de mis mejores momentos. Pero desde luego, no era un guerrero y no estaba capacitado para luchar contra alguien experto en armas.

    No tuve tiempo a pensar, a contar cuantos eran, a dirigir a nadie ni a prepararme. Lidié con uno de ellos esforzándome por no acabar atravesado por su arma. Desde mi posición solo veía a Nate, que estaba aguantando contra cinco.

    No podía girarme para ver al resto y me estaba empezando a preocupar demasiado y si lo hacía, eso repercutiría en los poderes de Nate. Así que por primera vez, recurrí a una parte oculta de mí con la que convivía desde hacía tiempo.

    Hasta el momento me había esforzado por entenderlo, por reprimirlo y por llevar mi vida como mejor podía. Pero en aquél instante lo que necesitaba era liberarlo, y ni siquiera sabía si funcionaría.

    Traté de concentrarme en mitad de aquél caos, buscándolo. Comencé a sentir una necesidad primaria, una ira que crecía dentro de mí. De pronto algo comenzó a mover mi cuerpo de forma más ágil, como por puro instinto. Después empezó el dolor.

    Había estudiado y documentado los cambios físicos que se producían en la transformación, porque quería entenderlos. La realidad era que conocer exactamente lo que estaba pasando, y que de no ser por el factor de regeneración que se desencadenaba en ese momento habría muerto por la propia transformación, lo hacían más dificil.

    Tras una eternidad observé mis manos cubiertas de pelaje plateado con marcas negras. Mis manos acababan ahora en unas garras afiladas y en mi boca notaba los protuberantes colmillos resultado de convertirme en una mezcla entre hombre y bestia.

    Estaba preparado para luchar, una parte de mí lo ansiaba, la misma que acababa de liberar. Pero de pronto los asaltantes se detuvieron, mirándome fijamente a mí y hacia mi derecha. Me giré y vi a Niall allí de pie, convertido de nuevo en un ser mitad hombre, mitad pájaro. Había estado mirando los registros de aves en la base de datos de la nave para estar preparado para cualquier eventualidad que pudiera sufrir Niall en forma animal y por lo que parecía, era un halcón murcielaguero, bastante común en toda América.

    – [Niall]Atrás, u os saco un ojo.-[/Niall] les amenazó con un pico afilado. Era extraño observarle. En el mundo de la era medieval apenas le había podido ver antes de saltar y para cuando llegó a tierra, tardó poco en volver a convertirse en humano. Supuse que sería igual de extraño observarme a mí convertido en una fantasía furry.

    Los atacantes empezaron a arrodillarse e inclinarse ante nosotros, dejando las armas a un lado. Uno de ellos, el más adelantaado, cuya piel apenas era visible tras las pinturas faciales, habló. Por suerte, como líder del equipo me había puesto el auricular que había preparado Henry y pude entenderle. – [b]Somos humildes siervos de los dioses.[/b] – pese a entender lo que decía, me costó interpretar su tono. – [b]Perdonad por no haberos reconocido.[/b] – se disculpó sin alzar la mirada. Me di cuenta de que debía interpretar mi silencio como un enfado y a nosotros y nuestras habilidades como dioses. Les traduje a los demás lo que acababa de decir.

    – [Mike]No somos dioses…[/Mike] – en ese momento nos salvó la barrera idiomática. El traductor tenía la capacidad de repetir en mi oído lo que yo acabase de decir, pero en el idioma que hubiese detectado a mi interlocutor, así que al escucharme decir eso, Niall me hizo una seña antes de que lo repitiese en egipcio.

    – [Niall]Dejate querer un poco. Si nos adoran antes encontraremos al Daë y saldremos de aquí.-[/Niall] sugirió Niall, colocándose más regio mientras volvía a su forma humana. Se había maquillado los ojos antes de emprender la misión y había sido un acierto, porque era el que menos destacaba al lado de los atacantes, salvo quizá Sophie, que también se había maquillado con tonos verdes en los párpados y una línea oscura en las pestañas.

    – [Sophie]¿Y nosotras?[/Sophie]- preguntó al ver que la miraba.

    – [b]No entendemos a vuestras esclavas, mi señor.[/b] – escuché decir a nuestro «interlocutor», anteriormente presunto asesino.

    – [Mike]Dice que sois mis esclavas, ¿qué hacemos?[/Mike] – les traduje. Los atacantes nos observaban y la situación era bastante tensa, en aquél momento solo nos libraba de la sospecha el aspecto con el que nos habíamos mostrado ante ellos.

    Zahra guardaba silencio. Parecía estar más en tensión de lo habitual, pero costaba distinguirlo porque nunca había llegado a verla relajada en los días que habíamos pasado en la nave.

    – [Sophie]La esclavitud nunca es buena compañera[/Sophie].- aconsejó. Asentí ligeramente. Mi vida y la de mi hermano siempre habían estado entre dos mundos. Nunca habíamos sido ni muy blancos ni muy negros, y costaba bastante emparejar ambos mundos. – [Sophie]Pero ustedes deciden[/Sophie] – remató ella. La miré a los ojos. Sophie tenía razón, ni siquiera para pasar desapercibidos podíamos aceptar la esclavitud.

    – [Mike]No son nuestras esclavas. Vienen con nosotros.[/Mike] – repetí después de decirlo para que el audífono lo tradujese. Mi acento no debía ser muy bueno y de no haber sido por mi piel, ya me habrían tratado de dios extranjero, quizá con malas consecuencias.

    – [b]Nos acompañarán entonces a la tierra sagrada. ¿Partimos?[/b] – preguntó, mirando a Sophie, Zahra y Nate. No me gustó su forma de hacerlo, pero apenas teníamos más opciones. Vi que Zahra torcía el gesto, pero asintieron sin más remedio y volví a la forma humana antes de seguirles.

    – [Mike]Podemos aprovechar que no nos entienden.[/Mike] – les dije mientras les seguíamos hasta donde tenían atados varios burros. Señalaron dos de ellos, uno para mí y otro para Niall. Sus anteriores dueños se colocaron a la cabeza del animal para guiarlos.

    Asentimos, pero tendí la mano a Sophie para que montase en el mío y Niall hizo lo propio con Zahra. Nate prefirió caminar y fue mejor porque aquél grupo ya nos había observado fijamente. Probablemente estábamos siendo poco altivos y soberbios para ser dioses, demasiado cercanos a nuestros seguidores. La verdad es que no habría sido capaz de fingir de otra manera.

    – [Nate]Hay que tener cuidado. Noto hostilidad.[/Nate] – avisó Nate, caminando a nuestro lado a sorprendente paso.

    – [Sophie]A lo mejor se han venido arriba con lo del Príncipe Alí.[/Sophie]- comentó Sophie. Pese al calor, sus manos se aferraban a mi para no caerse del burro con un tacto muy agradable.

    – [Nate]Se supone que la daë es una vieja diosa destronada.[/Nate] – nos recordó Nate, al que miraban de forma suspicaz por lo fácil que le estaba resultando caminar a nuestro paso bajo el sol abrasador sin muestras de fatiga.

    – [Zahra]Lo que faltaba…[/Zahra] – murmuró Zahra.

    – [Mike]Tendremos que librarnos de ellos al llegar. Piensan que somos dioses así que será más fácil.[/Mike] – sugerí. Usar la palabra fácil no fue muy acertado. Seguían siendo un grupo armado experto, acostumbrado al terreno y al calor.

    Traté de observarlos durante el camino pero no era ningún estratega, así que finalmente acabé maravillado por la visión digna de oasis de las orillas del Nilo. Allí empezaba a verse población de a pie, hombres, mujeres y niños que corrían como habían llegado al mundo. Me sorprendió ver la realidad de que todos iban maquillados pese a su estatus social. Además, chocaba bastante ver a aquellos granjeros adultos sin un ápice de vello.

    Continuamos la ruta sin detenernos ni un momento, atravesando el cauce del río hasta llegar al inicio de lo que podíamos llamar la ciudad. Desde hacía ya un trecho las pirámides habían empezado a ocupar más espacio en el horizonte y a aquellas alturas, lo cubrían prácticamente. Era sorprendente cómo podían haberlas llevado a cabo.

    Al llegar a la parte baja de la ciudad estuve preparado para bajarme de aquél pobre animal, pero hicieron un gesto y continuaron, entre las miradas de soslayo de la gente de a pie. Aquella era una civilización extraña, se veían esclavos entre la gente libre, pero lo que había leído en los registros de la nave era que tenían los mismos derechos que los demás. Es más, hombres y mujeres tenían derechos equiparados. Y sin embargo Idris, Elle, Jane y Chloe estaban a miles de años en una civilización en la que las mujeres no eran nada.

    Finalmente llegamos a una plaza y nos bajamos. – [b]Venid con nosotros. Vuestros acompañantes no pueden pasar a la ciudad de los dioses.[/b] – dijo el portavoz. Señaló con la mano un enorme arco de piedra blanca y adornos en oro y piedras preciosas que conducía a una parte de la ciudad claramente más rica. El arco no estaba demasiado vigilado, pero me imaginé que el miedo a los dioses les evitaría cruzarlo.

    Sophie se cruzó de brazos. La idea de separarnos no debía entusiasmarnos a ninguno. Aun así, si en aquella parte estaban los dioses, teníamos que conseguir acceso para encontrarnos con la Daë.

    – [Mike]Lo mejor será ir y volver. Puede que allí esté la daë y acabaremos esto rápido.[/Mike] – les expliqué, apartándonos después de hacerle una señal al hombre para que esperase.

    – [Sophie]Como vean.[/Sophie]- respondió Sophie. Normalmente era difícil saber si algo le molestaba porque era una persona muy relajada, pero ese tono de voz monocorde no parecía encajar con su estado habitual.

    – [Mike]No sé qué otra cosa podemos hacer.[/Mike] – sugerí, esperando que tuvieran alguna idea.

    – [Sophie]Esto no pinta bien.[/Sophie] – se limitó a decir. Negué con la cabeza, preocupado, cada vez tenía más claro que liderar no era lo mío.

    – [Nate]Podéis llevaros a Sophie, su magia puede pasar por una gran sacerdotisa. Zahra y yo estaremos bien.[/Nate] – propuso Nate. Cierto era que parecía que trataban con algo más de reverencia a Sophie por la magia que le habían visto usar, aunque no sabíamos si lo suficiente como para conseguir que viniese con nosotros. Me seguía preocupando dejarles a ellos solos, pese a que Nate podía cuidarse solo mejor que el resto.

    – [Mike]Me vendría bien tu ayuda.[/Mike] – reconocí, mirándola. No quería todo el peso de liderar en mis hombros y sabía que Niall no tenía intenciones de compartirlo.

    – [Sophie]Por mi bien.-[/Sophie] asintió, con una sonrisa más propia de ella.

    Me dirigí al representante y me coloqué lo más regio que pude, tratando de sacar provecho de mi condición de…dios. – [Mike]Ella es mi gran sacerdotisa. Si no puede pasar, tampoco yo.[/Mike] – exigí.

    El hombre no sabía qué decirme. Consultó con los demás y al final volvió frente a nosotros. – [b]No diga que nosotros le hemos traído, señor.[/b]- concedió. Asentí, no pensaba meterles en problemas pese a que hacía un rato nos hubieran intentado matar o esclavizar. Era extraño mantener la moral en aquellas situaciones. – [b]Siguiendo el camino principal hacia arriba llegaréis al centro, allí os darán la bienvenida.[/b]

    Nos señaló el arco y cruzamos, pero él se quedó atrás. Miré el camino reluciente frente a mí, sintiéndome como Dorothy en el Mago de Oz, aunque en mi caso, probablemente, fuera el León.

    Inspiré profundamente y sentí una mano aferrar la mía. Era suave y firme. Miré y vi que a mi izquierda estaba Sophie devolviéndome una sonrisa. Así, sinceramente, resultaba más fácil. Al poco noté que me aferraban la mano libre y me encontré a Niall sonriendo. Sonreí y él me guiñó un ojo.

    Al final, incluso con la solitariedad que me caracterizaba, con amigos y familia que confían en ti, todo se hace más fácil.