Moondale

Categoría: Cúmulo Nexus

  • UN HOGAR

    IDRIS SOLO-NOVAK

    LUNA VILTIS

    Puede que os sorprenda, pero creo que esta entrada va a ser bastante introspectiva. Quizá os parezca raro, porque soy una persona con muy buen don de gentes y una labia espectacular, pero tiene sentido si os paráis a pensar que no estaba en el grupo más sociable de la historia y si a eso sumábamos que Laura estaba aprovechando la caminata para hablar con Henry, mis posibilidades de hablar con alguien se reducían a Zahra, que hablaba menos que….mierda no consigo una referencia graciosa, me estoy empezando a oxidar, por favor, que mandadme con alguien que hable, tengo miedo de perder mi muchedad.

    Bueno, el caso es que cuando Eldric se puso en plan elfo de película, con su armadura brillante, su arco mágico alimentado por su voluntad que luego se iba a quedar Cara y su mochililla con mudas de ropa limpia que quedaba menos impresionante, seguimos a Zahra hasta nuestro «centro de mando».

    Pensé que Zahra se había querido hacer le interesante – después de ver que era de género no binario preferí tratarle en neutro antes de meter la pata, porque tampoco es que fuera tan accesible como para preguntarle cómo se definía – con todo aquello de que teníamos que ir a una de las lunas, pero no, resulta que era literal.

    En ese «cúmulo» de planetas, como lo habían llamado los Daesdi, había mínimo dos lunas y cuando llegamos a un arco de piedras con una pinta extraña, Zahra pasó la mano por una serie de glifos brillantes y apareció una especie de portal al que saqué fotos con el móvil por si luego nadie me creía.

    Al ver aquella superficie que parecía plata fundida, supe que podían pasar varias cosas: que nos llevaba a un mundo desértico gobernado por unos extraterrestres que se creían dioses; que llegábamos a tiempo de salvar a Barb; que nos llevaba a un matrimonio inesperado con un highlander macizorro; o nos llevaba a la luna. Una pena que no fuera la tercera, pero de todas formas no me habría conformado con el highlander sin tener a Coquito conmigo y además, mi futuro suegro era una especie de highlander con su melena pelirroja y todo, así que empezó a darme escalofríos la idea.

    Repetiré una cosa que no me cansaré de decir, atravesar un portal es una absoluta mierda. Es como subirse al barco vikingo después de hincharse a burritos de la feria y pegar saltos cuando está llegando al punto más alto. Así el pan «senzu» que había comido esa mañana se quedó a las puertas del arco, con un aspecto bastante más desagradable que cuando me lo comí.

    Me recuperé un poco al quedarme impresionado con lo que vi. Con lo de «luna» me esperaba la clásica luna en la que podría dar saltos dobles como en el Mario Odyssey, pero no. Aquello no era una carcasa muerta, estaba completamente terraformada y desde el arco salía un camino que conducía a una enorme ciudad. Todo lo demás era territorio natural, surcado por vehículos de cualquier tiempo imaginable.

    A lo lejos vi otro camino parecido, que conectaba la ciudad con otro punto que parecía un tótem de alguna tribu indígena y otro al lado contrario que conectaba con un obelisco egipcio. Había más caminos a lo lejos rodeando en círculo a la enorme ciudad, así que teniendo en cuenta que la distancia entre caminos se repetía, me imaginé que habría al menos un portal con cada uno de los mundos, si no había más. Era imposible saberlo, porque apenas conseguía ver los que tenía al lado y la silueta difuminada del que estaba al lado del tótem, porque al lado del obelisco, una montaña cortaba el paisaje.

    Me agaché y toqué el suelo, la tierra y la hierba se sentían reales y corría una brisa agradable. Pese a que la ciudad era enorme, me impresionó que mirando al lado contrario, la naturaleza ocupaba todo lo que alcanzaba la vista. Me pregunté si habría mar, siempre había sido una persona de playa, especialmente desde que iba a ella con Coquito en bikini. Eh, y que conste que no la objetivizo, su mente también me pone rumboso y su forma de bromear me activa el joystick.

    – [Idris]Supongo que a la ciudad, ¿no?[/Idris] – pregunté a Zahra que era quien sabía dónde ir, porque Eldric había decidido que era un spoiler que lo supiéramos.

    – [Zahra]Supones mal. [/Zahra]- replicó ella, dándose la vuelta en dirección a una ladera. Genial, otra vez a hacer senderismo. Al menos esperaba que esta vez no hubiese engendros hululantes comegente.

    – [Idris]Nunca me dejan tener cosas bonitas.[/Idris] – me quejé. – [Idris]Entonces qué, ¿de acampada?[/Idris] – pregunté colocándome a su altura mientras los tortolitos miraban bien por dónde pisaban.

    – [Zahra]Te voy a abandonar en cuanto pueda. [/Zahra]

    – [Idris]Que negligente.[/Idris]

    Negué con la cabeza y ella pasó de responder, así que la seguimos una vez más a través del monte, aunque esta vez no parecía un camino tan difícil pero sí inclinado.

    Después de una eternidad en la que decidí que ya había tenido bosque y montaña para media vida y me dediqué a pensar en qué deseos pediría a un genio en ese momento – mil deseos más – llegamos a un punto en el que el camino empezaba a descender.

    Atravesamos una serie de árboles y por fin vimos un valle ante nosotros. Allí, en mitad de él, bañada por la cobriza luz del atardecer, había una nave espacial estrellada.

    Parecía que había chocado hacía por lo menos un siglo. La pintura se veía levantada y desconchada en algunos puntos y en otros, estaba cubierta por musgo y vegetación.

    – [Idris]¿Tenemos nuestra propia nave espacial? Tenemos nuestra propia nave espacial.[/Idris] – respondí alucinando. Ya teníamos un refugio digno de superhéroes. Vi que Henry iba a decir algo probablemente realista y lógico pero increíblemente desilusionador, como que seguramente no podríamos hacerla volar. Pero daba lo mismo, seguía siendo una nave espacial.  – [Idris]No digas nada, no estropees el momento.[/Idris] – Henry sonrió tímidamente y seguimos bajando. Zahra no parecía entusiasmade con la idea, supuse que porque esa tecnología le representaba más las fuerzas del Arquitecto que un foco de esperanza.

    Para mí no, después de que nos teletransportasen al puñetero cu(mu)lo del mundo, no estaba mal cumplir una vida de sueños infantiles (vale y adultos) de ciencia ficción. Vale, no era mi Guenwyvar, la nave que llevaba años haciendo en Endless Galaxy, pero esta había costado menos dinero de mis padres y la otra probablemente no la volviese a ver por miedo a que los de Infinity me sorbieran los sesos mientras me conectaba – sí, soy positivo y creo que volveremos a casa -.

    El descenso del valle fue mucho más rápido. Cuanto más miraba la nave, más increíble me parecía. Tenía un diseño alargado hasta llegar a la cola, donde se ensanchaba en una especie de alas, su superficie había sido lisa aunque ahora tenía partes abombadas por los desconchones de la pintura granate, en su día formando un patrón.

    Eso significaba que había sido una nave de pasajeros, porque las armas no se veían por ninguna parte salvo que estuvieran muy bien escondidas en el fuselaje. El metal plateado aún parecía firme pese al paso del tiempo, en su día había debido ser una maravilla surcando los cielos con sus colores plata y granate.

    Cuanto más nos acercábamos, más grande me parecía. No podía esperar a verla por dentro, pero ya desde fuera parecía suficientemente amplia para poder quedarnos todos. Aunque cruzaba los dedos para que no hubiera habitaciones suficientes y tuviera que compartirla con Coquito.

    Me quedé atónito unos minutos observando el morro de aquella bestia e imaginándome en la cabina, surcando las estrellas en ella. Salí de mi trance y vi que los demás estaban recorriendo el fuselaje. Les seguí, Henry buscaba algo atentamente y entonces caí, debía estar buscando la entrada.

    Continuamos caminando y llegamos a la parte trasera de la nave, donde dos inmensos pares de motores traseros destacaban enormemente. Cuando conseguí apartar la vista de aquella maravilla, vi que Henry se acercaba a un panel y empezaba a trastear.

    Hay una cosa que se echa de menos en la vida real respecto a la ficción. En cualquier serie, Henry habría abierto la nave en ese mismo instante juntando dos cables de aquella tecnología desconocida. Pero aquí no. Acampamos, Henry inspeccionaba el control, comimos pan seco de los elfos, Henry se buscaba la vida para dar energía suficiente al panel y a la nave para abrirse, dibujé un plano de la nave, Henry jugueteaba con los controles y un aparato que había llevado consigo, di vueltas a cómo bautizar la nave y no conseguía más que pensar en Coquito. Así hasta que cayó la noche y estábamos a punto de obligar a Henry a dejarlo para el día siguiente cuando volviese a haber luz. En ese mismo momento, la rampa trasera se accionó y…empecé a estornudar porque allí dentro olía a cerrado que metía miedo.

    Entré delante, había visto Alien las veces suficientes como para estar preparado, en el espacio hay cosas muy jodidas y yo tenía la ventaja de ver mejor en la oscuridad. Bueno, en ese momento no era una ventaja, porque maldita gana tenía de ir delante a ser el primero en morir, que todos sabemos las reglas de las películas de miedo y son bastante racistas.

    Después de un mal rato extremadamente largo en el que estuve a punto de saltar con cada ruido que escuchaba allí dentro, el miedo paso. Os contaré mi truco, no soy valiente, pero imaginándome a Coquito a mi lado en una playa con un bikini de esos que le gustan, conseguí ir tirando.

    Voy a resumir. Encontramos dieciséis habitaciones, así que estupendo porque no había una por cabeza, lo que significaba, apretujarse, pero con la suerte que tenía, me tocaría con mi hermano. Había varias salas comunes, una zona de ingeniería en la que casi me explota la cabeza de la impresión, cocina, una especie de gimnasio, baños y la zona de pilotaje. Esa última podría haber sido otra habitación, concretamente la mía, pero Henry decía que podía pulsar cualquier cosa durmiendo y propulsar la nave con todos dentro o a saber qué, así que morí un poco por dentro pero seguí ilusionado.

    Como éramos los pioneros en llegar a nuestra nueva base de operaciones – si no contamos ya oficialmente como superhéroes, me retiro – elegimos habitaciones. Henry y Laura decidieron compartir la suya, así que les «ayudé» a elegir «la mejor» que basicamente era una de las que tenía solo una cama, pero para cuando se dieron cuenta, ya era tarde. Yo cogí una, esperando que mi compañera fuese Coquito. Zahra por su parte esperó a que eligiéramos todos y cogió la más lejana, más cerca a la cabina.

    Me tumbé en mi nueva cama y miré hacia el techo. Aquella habitación estaba hecha para que pareciese que no estabas en una nave, aunque en ese momento no funcionase todo lo que tenía que funcionar, pero confiaba en que Henry nos arreglase unas cuantas comodidades.

    Estaba preocupado por todos los demás, pero confiaba en que estarían a salvo y vendrían con nosotros pronto, de hecho me sorprendía bastante haber sido los primeros en terminar, casualidades de la vida. Seguíamos estando en algún punto desconocido del universo, que podía estar en la vía láctea o en cualquier otra galaxia, pero allí, en aquella nave, volví a sentirme seguro y cuando estuvieran todos, en casa.

    Así que decidí llamarla Kvasir, porque al igual que Sarah, nos uniría y nos protegería a todos.

     

     

  • UNA NOTA EN LA RIÑONERA DE UTERQUE

    Chloe – Esfera Kardas

    Tarde

    Me llamo Chloe Maclay-Walker. Soy la hija menor de Edward Maclay, un viajero entre realidades, al que tras perder a todos sus amigos/as, Los Daë le dieron una segunda oportunidad y de Lucy Walker, la reencarnación de la hermana mediana de las Echolls después de que esta se sacrificara para salvar el mundo.

    Mi hermano, Ezra Walker, estuvo congelado durante más de veinte años en una cápsula y se despertó justo a tiempo para ayudar a detener el nuevo Apocalipsis provocado por Omega y yo…bueno, yo tengo más de 20000 followers en Infinigram. 

    ***

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  • UNA MIERDA DE MUNDO

    DANTE VILLIERS

    ESFERA KARDAS | TARDE

    Estiré las alas, aprovechando que en ese lugar podía dejarlas libres, porque de todas formas, ya querían matarme. Con la de tiempos a los que podía haber viajado y me tocó el puñetero tiempo del Rey Arturo. No podía haberle tocado a Xander que tenía el complejo de caballero blanco, no, tenía que tocarme a mí, en lugar de haberme ido a algún sitio con algún puto medio de automoción.

    – [Dante]Vale ¿y ahora dónde encontramos al tal Dick?[/Dante] – pregunté, repasando al «equipo», que básicamente estaba compuesto por Mike y mis hermanos, además de Ruby que por lo que sabía, bien podría ser otra hija de Logan.

    – [Ruby]¿Tenéis que encontrar a alguien?[/Ruby] – preguntó la nueva, repasándonos con la mirada. Aproveché la situación para darle yo también un repaso.- [Ruby]Pero si sois… hombres.[/Ruby] – añadió.

    – [Dante]Ya, ¿y?[/Dante] – repliqué, preguntándome si bromeaba, pero parecía demasiado segura.

    – [Ruby]Pues que sois el sexo débil.[/Ruby] – respondió ella con firmeza. Parecía creérselo completamente y me puso de bastante mal humor. ¿Quién coño se creía para decidir que podíamos hacer y que no? Un momento… – [Ruby]No os lo toméis a mal. Yo tengo amigos y un padre.[/Ruby] – añadió. Decidí no responder y me contuve. No soy de pagar los pecados de nadie, ni de mi mierda de padre ni por el hecho de ser un hombre, pero tampoco de defender a un colectivo que por lo general se ha comportado como gilipollas con las mujeres. Así que lo mejor era callarse. La vida era muy sencilla a veces, sé tú mismo, no ofendas a la gente por lo que es y ama a todo el mundo. El último de momento lo llevaba a cabo en su aspecto más físico, pero no iba por mal camino.

    Cole se limitó a sonreír, mi hermano era bastante más emocional. – [Cole]No pareces de nuestra Tierra. Lo que es una ventaja.[/Cole] – añadió con una amplia sonrisa. ¿Le gustaba la nueva?

    – [Ruby]Supongo que sois de alguna tierra alternativa.[/Ruby]- comentó ella. Me fijé a posta en las reacciones de Cole. Me gustaba la seguridad que irradiaba Ruby, me atraía como la luz a una polilla, pero tenía que contenerme para no herir los sentimientos de mi hermano en un arrebato irreflexivo. Eso suponiendo que a ella le gustasen los tíos y concretamente cualquiera de los dos.

    – [Niall]¿Y como es tu Tierra? -[/Niall] preguntó Niall. Se parecían más entre ellos que a mí, quizá el hecho de vivir toda mi vida con unas alas a la espalda me había hecho menos contenido. Prefería pensar eso a pensar que me parecía a «ese».

    – [Ruby]En mi Tierra, las mujeres llevamos el peso del mundo: somos guerreras, directivas, presidentas.[/Ruby]- empezó a explicar mientras continuábamos el camino. Por mí bien, que cada uno sea lo que le de la gana. – [Ruby]Los hombres os dedicáis a las tareas domésticas.[/Ruby] – no pude evitar poner cara de sorpresa y también un poco de desagrado. Difícilmente me iban a obligar a mí a encargarme de las tareas de la casa. Mi lugar estaba trabajando con las manos para arreglar cosas, no limpiando. Las únicas superficies que dejaban brillantes mis manos eran las carrocerías.

    – [Ruby]¿Qué?[/Ruby] – preguntó ella. Me limité a esbozar una media sonrisa y caminar en la cabecera. Mike estaba por ahí perdido, mirando las plantas.

    – [Cole]Nuestro mundo es un poco…diferente.[/Cole] – le respondió Cole. Aún machista, algo diferente a la época de nuestros padres, pero no demasiado. Era una mierda, sí, y lo que Ruby contaba no parecía mejor. ¿Tanto costaba no meterse en lo que hacían los demás fuera cual fuera su sexo, preferencias o lo que sea? – [Cole]¿Y la libertad sexual como la lleváis?[/Cole] – preguntó a continuación. Le miré y suspiré. Había intentando convencer a mi hermano de que hiciese lo que le diera la gana con quien le diera la gana, pero mi filosofía no había calado en él. Pensaba demasiado en lo que opinaran los demás de él.

    – [Ruby]¿A qué te refieres?[/Ruby] – preguntó ella, frunciendo el ceño de una manera muy mona.

    – [Dante]Que nuestro mundo sigue metiéndose en si te acuestas con tíos, tías o lo que sea…[/Dante] – simplifiqué. Me hastiaba bastante ese tema de conversación porque la solución me parecía muy sencilla y nadie la tomaba. Si cualquiera tenía algo que decirme sobre mi orientación sexual, que se atreviera, el siguiente se lo pensaría dos veces.

    – [Ruby]¿En qué clase de mundo vivís?[/Ruby] – preguntó ella, confusa.

    – [Cole]En uno de mierda. No muy distinto de esto…[/Cole] – respondió Cole, que todavía parecía afectado. Mi hermano siempre se había tomado muy a pecho ser diferente en su orientación sexual y en su raza. En el colegio lo había ocultado todo, había sido el «ruso» maleante que todo el mundo esperaba de él.

    – [Ruby]Pero vosotros sois como yo.[/Ruby]- comentó ella mirándonos. Tardé un minuto en darme cuenta de a qué se refería. Éramos un festival andante del Orgullo en la puta Edad Media. Perseguidos por la Iglesia y todo, se podía decir que habíamos hecho el tour completo.- [Ruby]Lo noto.[/Ruby] – añadió. Me imaginé que tenía algo que ver con su sexokinesis.

    – [Dante]Mike es el más aburrido, el resto disfrutamos un poco más de la vida sin tantas limitaciones. [/Dante] – aseguré. Sonreí a Mike, que negó con la cabeza, recordando aquella vez en la que probó «el fruto prohibido».

    -[Ruby]No lo es.[/Ruby]- replicó ella sonriendo. Miré a Mike y vi que sonreía con malicia. Me la acababa de devolver. Toda la vida pensando que no le gustaba porque era un soso y resulta que no le gustaba yo concretamente. Eso era un golpe bajo.

    – [Niall]En nuestro mundo predominan capullos como los caballeros estos, sin ser «caballeros».-[/Niall] – cuando no nos juzgaban, usaban nuestra sexualidad como reclamo. La verdadera aceptación pasaba por no tener que aceptar nada, por no presuponer nada, porque no le importa a nadie una mierda.

    – [Dante]Tal cual cuenta mi hermano.[/Dante] – admití. Miré a la chica, me encantaba su pelo plateado. – [Dante]¿Qué tienes, gaykinesis?[/Dante] – pregunté. A los caballeros los había vuelto cariñosetes y a mí me había entrado un subidón, aunque verdaderamente, no por solo tíos en concreto.

    – [Ruby]Parecido.[/Ruby]- dijo ella, mirándome. O estaba usando su poder o me alegraba de verla.- [Ruby]Tantrokinesis. Revelo la sexualidad de la gente.[/Ruby] – aclaró. Bastante preciso.

    – [Dante]Conmigo no tienes mucho trabajo.[/Dante] – respondí sonriendo de medio lado. Estaba bien saber que no «forzaba a nadie», como seguramente dirían esos dos caballeros.

    – [Cole]En tu mundo tampoco hay problemas con los poderes?[/Cole] – preguntó Cole. Seguramente le había extrañado que fuera tan precisa con su poder.

    – [Ruby]¿Problemas con los poderes? [/Ruby]- respondió, confusa. Genial, no tenían problemas de orientación sexual ni por tener poderes o no, así que solo había que pulir eso del machismo inverso. Se nos costeaba salvar su mundo en lugar del nuestro.

    – [Cole]Estoy pensando seriamente mudarme a tu Tierra.[/Cole] – replicó Cole, esquivando un árbol derribado.

    – [Niall]Tú y todos.-[/Niall] añadió Niall. Casi, si me dejaban trabajar de lo mío, sí, si me daban por saco con qué no podía hacer, no. Nadie me dice qué soy o qué debo hacer, porque normalmente hago lo contrario.

    – [Ruby]Pues genial.[/Ruby] – replicó ella, pensando en la clase de mundo que le estábamos pintando.

    – [Mike]Niall, ayúdame un momento.[/Mike] – escuché decir a Mike, agachado al lado de una planta bastante rara. Niall, que era el que estaba más cerca, se agachó a su lado y siguió sus indicaciones.

    Segundos después, los dos se desvanecieron en el aire.

     

    – [Dante]¿Qué cojones?[/Dante] – pregunté, mirando a mi alrededor. Acababan de desaparecer completamente.

    – [Ruby]Hay portales ocultos en todos los mundos.[/Ruby] – le escuché decir a Ruby con calma. Al ver nuestra cara de confusión, señaló hacia donde estaban, concretamente hacia la planta, que ya no estaba allí. En su lugar había un helecho que parecía más de ese mundo que la cosa extraña de antes.

    – [Cole]¿Se han ido a otro de los mundos?[/Cole] – preguntó Cole, que no había necesitado tanto tiempo para pensar como yo.

    – [Ruby]Sí.-[/Ruby] explicó ella. Parecía saber bastante más que nosotros de aquél lugar. – [Ruby]Depende de lo que hayan tocado estarán en uno u otro.[/Ruby] – añadió. A saber de donde demonios era aquella planta. Entendía que eso significaba que ella había viajado entre los mundos, así que podíamos aprovechar para salir de allí con su ayuda.

    – [Cole]No es buena idea estar tan separados. Tenemos que encontrar ya a Richard.[/Cole] – comentó Cole. Llevábamos caminando todos juntos un buen rato y desde hacía un tiempo se veía a lo lejos un poblado en una colina, cubierto por un amplio bosque.

    -[Ruby]Voy con vosotros.[/Ruby] – se ofreció Ruby. Mejor, así no había que pedírselo.

    – [Cole]Gracias.[/Cole] – replicó Cole con una sonrisa. – [Cole]Quizá deberíamos preguntar en ese pueblo.[/Cole] – dijo, mientras continuábamos acercándonos.

    Apuramos el paso con nuestro reducido grupo. El bosque aquél daba mal rollo, los lobos parecía que nos seguían con la mirada, suspicaces. Probablemente no fueran lobos normales.

    Al final, antes de llegar a cruzar el bosque, una mujer joven con un vestido blanco sencillo y una corona de flores apareció, inmóvil, en nuestro rumbo. Nos miraba fijamente. Los lobos se acercaron a ella y la flanquearon, girándose todos hacia nosotros de una forma poco amigable.

    – [Ruby]Voy yo.[/Ruby]- replicó Ruby.-[Ruby] Esto es trabajo de mujeres.[/Ruby] – me parecía bien, aunque no me habría quejado tampoco si me hubiera tocado acercarme a la líder lobuna.

    Observamos a Ruby acercarse y hablar con ella. Nos miraba con el ceño fruncido, aunque su lenguaje físico parecía intentar ser educada y amable. Me recordaba un poco a Amy en el sentido de que no parecía querer que nadie le tocara los ovarios. Algo muy respetable teniendo en cuenta que nos perseguía una panda de cazalobos.

    Al cabo de un rato, volvió. – [Ruby]Richard está a las afueras y no nos pueden acoger.[/Ruby]- resumió. Me gustaba aquella chica, no se complicaba.

    – [Dante]Ha sido rápido. ¿Nos vamos o qué?[/Dante] – le guiñé un ojo a la líder mientras nos girábamos. Ella me gruñó, pero no parecía un gruñido en plan sexy.

    – [Cole]Me parece que no es tu público. Vámonos.[/Cole] -dijo mi hermano. Me encogí de hombros y giramos en la dirección que nos habían señalado.

    Todo el caminó sentí miradas tras nosotros. No solo los lobos tenían ojos. Algo nos vigilaba y no me hacía ni puta gracia. Continuamos, esperando que un tío al que no conocíamos de nada, que había sido expulsado de su orden y vivía solo a las afueras, se alegrase de ver que tres personas que no eran ni de su mundo y a las que perseguía todo cristo viviente, que encima le iban a encomendar una misión suicida.

  • HOSPITALIDAD ELFICA

    HENRY CROWE

    ESFERA NEXUS

    Nunca había caminado tanto en mi vida, aunque mejor andar a que esas extrañas criaturas que nos atacaron cuando llegamos a este mundo nos devoren. Además mi poder parecía no funcionar correctamente, había intentado llevar a Laura a casa sin resultado, era como si la conexión entre sí de estos mundos me impidiera emplear mi habilidad.

    Por suerte nos encontramos con Zahra y gracias a ella habíamos conseguido eludir a esas criaturas durante todo este tiempo y nos había llevado sin saberlo ella o nosotros hasta la persona que buscábamos.

    Llegamos hasta una pequeña comunidad de elfos, supongo que a cualquier otra persona le hubiese sorprendido, pero cuando te crías con sobrenaturales aprendes a ver que esas personas que podrían resultar extrañas para el resto del mundo no lo son para nosotros.

    Entramos en la casa más grande de todas en la que debía de encontrarse ese líder del que hablaba Zahra. La sala del trono era amplia o tal vez la escasez de decoración le daba esa sensación de amplitud. La sala estaba protegida por numerosos guardias a ambos lados, enfrente de nosotros a escasos pasos sentado en su trono un elfo nos miraba impasibles, como si mirara a través de nosotros.

    – [Eldric]¿Zahra? ¿Qué te trae de vuelta?[/Eldric] – Pregunto con cordialidad y serenidad. Zahra parecía no querer entablar contacto visual con él y permanecía oculta entre nosotros. Me fije en la armadura que descansaba en una esquina de la habitación impoluta, como si nunca le hubiesen dado uso. Y un arco de madera del cual llamaba la atención su ausencia de cuerda.

    – [Henry]Nos ha ayudado a llegar hasta aquí. Le estábamos buscando…-[/Henry] Sabia quien era por el libro de Xander sobre los Daë, pero no sabía cómo debía dirigirme a él. Su majestad, alteza, simplemente por su nombre de pila…

    – [Eldric]Perdonad mis modales. Eldric Northwood. ¿En qué os puedo ayudar?[/Eldric] – La cordialidad parecía ser un rasgo caracteristico de los elfos, siempre dispuestos a ayudar sin conocer en absoluto a una persona.

    – [Idris]¿Alguna idea de cómo explicarlo?[/Idris] – Negué con la cabeza, Laura se encogió de hombros y Zahra nos miro incrédula. La verdad es que en la caminata podríamos haber pensando en un modo de abordar la situación.

    – [Idris]Venga, va.[/Idris] – Añadió Idris dando un paso al frente. – [Idris]Unos seres nos han elegido, trayéndonos desde otro mundo, para ayudarte en tu camino para vencer al mal de este grupo de planetas.[/Idris] – Se encogió de hombros probablemente pensando que se estaba dejando la mitad y estaba siendo un poco bruto a la hora de explicarlo. – [Idris]Nosotros y los demás tenemos que guiar a los Daë de este «Cúmulo». Tú serías uno de ellos.[/Idris]

    – [Eldric]Pensé que mi misión para con los Daesdi había fallado hace mucho tiempo.[/Eldric] – Con un movimientos de manos frente a nosotros comenzaron a formarse varios mundos, uno de ellos brillo con intensidad sobre el resto y con una velocidad pasmosa ese mundo dio lugar a una ciudad. – [Eldric]Este mundo antes se llamaba Vildosani. Hasta que el Arquitecto vino y con su magia alzó la ciudad de la Flecha.[/Eldric] – La ciudad se levanto por los aires creando una nube de polvo naranja que aun perduraba en el cielo. A veces la magia se parecía mucho a la tecnología, era como estar viendo una proyección holográfica. Una sombra sin rostro se alzo sobre la imagen de aquella ciudad. Debía de tratarse de aquel al que había llamado Arquitecto.

    – [Henry]En realidad vuestra ayuda es requerida para otra persona, alguien más peligroso que el Arquitecto.-[/Henry] Tampoco es una persona exactamente aquello a lo que deben enfrentarse, pude ver brevemente su apariencia e información en el libro de los Daë y su mero recuerdo aun me provoca escalofríos.

    – [Eldric]Mi visión me ha mostrado una oscuridad que devora los catorce mundos.[/Eldric] – Si había visto aquello a lo que debía enfrentarse y era consciente de su tremendo poder no tardariamos en convencerlo. – [Eldric]Un ser más peligroso que el Arquitecto…[/Eldric]

    – [Laura]No me entero de nada.-[/Laura] Susurro tirando de mi. Quizás estaba un poco feo hablar en voz baja frente a un rey, pero le explique lo que ocurría, como Elric y los demás Daë se enfrentaran a un gran mal muriendo todos pero salvando los mundos y sus habitantes. Ella me guiño un ojo y note como las mejillas se me encendían, así que me gire con rapidez.

    – [Idris]Es una suerte que te hayamos encontrado.-[/Idris] Se refería a Elric, pero sin Zahra posiblemente aun estaríamos dando vueltas por el bosque o peor, como alimento de esas criaturas.

    – [Eldric]Yo no lo llamaría suerte, hermano de la noche.[/Eldric] – hasta que no dijo esto no fui consciente de que estaba ante dos razas distintas de elfos uno enfrente del otro, esto desde luego sí que no se veía todos los días. – [Eldric]Me rendí mucho antes de que tus abuelos nacieran. Si no pude con el Arquitecto, no podré hacer nada por ese gran mal.[/Eldric]

    – [Henry]No estarás solo en esta lucha, nosotros te ayudaremos.-[/Henry] No era la mejor elección de palabras, poco podía hacer yo sin mi poder. – [Henry]Bueno, no nosotros exactamente. Podemos guiaros y otros Daë se unirán a ti.[/Henry]

    – [Eldric]Os queda un gran sacrificio por delante.[/Eldric] – Dijo observándonos mientras meditaba que hacer. – [Eldric]Quizá inspiréis fuerza a estos viejos huesos. Debo meditarlo.[/Eldric]

    – [Idris]Ya sé que para ti esto será poco tiempo por aquello de la longevidad, pero tenemos un poco de prisa.[/Idris] – No lo había pensando, meditar para un elfo podrían significar años, y no teníamos tanto tiempo.

    – [Eldric]Descansad esta noche. Los demás os dejarán lechos para dormir.[/Eldric] – mi cuerpo agradeció una cama en la que descansar y no pasar otra noche en el suelo a la intemperie. – [Eldric]Os daré mi respuesta mañana.[/Eldric]

    Tras una cena ligera, me había llenado solo con el pan, nos fuimos a dormir los cuatro a una habitación que nos habían preparado. A pesar de la comodidad no conseguía pegar ojo, demasiadas cosas en mi cabeza, y la cama de plumón en la que me hundía no ayudaba. Idris por su parte roncaba a pierna suelta. Me incorpore y Zahra estaba agarrada a su macuto, no por si alguien se lo robaba, más bien por si tenía que salir corriendo, había debido de pasar por mucho sin nadie más a su alrededor.

    Laura dormía en una cama junto a la mía, o al menos eso intentaba también porque abrió los ojos y nuestras miradas se cruzaron.

    – [Henry]¿Como te encuentras?.-[/Henry] Le pregunte observando la mano que reposaba encima de una almohada. La inflamación parecía haber bajado, pero lo más seguro es que tuviera un esguince.

    – [Laura]Más o menos.[/Laura]- Si la conozco tan bien como creía debía de estar dándole vueltas a lo que había ocurrido cuando tropezó, el casi desatar su poder. Siempre he pensando que Laura es más poderosa que su madre, por eso la ayuda de los guantes para mantener a raya su poder.

    – [Henry]Lo siento, es culpa mía.-[/Henry] Me sentía fatal por lo ocurrido. Nunca me habría perdonado si le hubiese llegado a ocurrir algo más grave.

    – [Laura]No sabía que me habías empujado colina abajo…-[/Laura] Bromeo intentando quitarle importancia a los sucedido.

    – [Henry]Me refería a que si no hubiese venido no tendrías porque estar pasando por todo esto.-[/Henry] Era demasiado bueno con la gente, tal vez debería haber dicho que no desde un principio a Xander.

    – [Laura]No te eches la culpa.-[/Laura] Añadió quitándole importancia.

    – [Henry]Te lo compensare. Cuando salgamos de aquí te llevare a cualquier parte del mundo que quieras ir.-[/Henry] Echaba de menos nuestros viajes, le echaba de menos a ella.

    – [Laura]A casa.[/Laura]- dijo sin apenas meditarlo.- [Laura]Quiero volver a casa.[/Laura]

    – [Henry]Esta bien… a casa.-[/Henry] Le deje descansar y me recosté hasta quedar dormido dándole vueltas a si ya había hecho todo lo que pensaba hacer, si podía volver también a casa, con ella.

    A la mañana siguiente dejamos pasar el desayuno, el pan de la cena aun pesaba. En la sala del trono Elric nos esperaba con su armadura puesta. – [Eldric]He meditado. He visto más allá de la visión. Emprenderé mi viaje ahora.[/Eldric]

    – [Idris]¿Solo?.-[/Idris] Me preguntaba lo mismo. Desconocía que es lo que teníamos que hacer una vez encontráramos a los Daë. No podíamos interferir en su historia más allá de encaminarlos hacia su funesto final.

    -[Eldric] Ya he visto mi camino. El vuestro es aún más largo. Zahra sabe donde llevaros.-[/Eldric] Eldric recogió su arco y durante un breve instante el lugar en el que debería estar la cuerda brillo. Acabábamos de dejar a toda esta gente sin su líder y enviado a una persona hacia una muerte segura.

    – [Henry]Espero que para los demas alla sido igual de facil. ¿A donde tenemos que ir ahora?.-[/Henry] Había costado más llegar hasta el Daë que convencerlo de lo que tenía que hacer.

    – [Zahra]A una de las lunas.-[/Zahra] Añadió señalando hacia arriba. A estas alturas ningún nuevo mundo podía sorprenderme o eso pensaba.

  • PELIGROS Y MENTIRAS

    NOAH ARKKAN

    ESFERA DAONNA

    Pensaréis que después de pasar varias horas en la prehistoria, me habría desencantado un poco con los dinosaurios, por aquello de estar en peligro mortal. Pero no, la respuesta era así de sencilla. Mi poder me permitía estar fuera de peligro y observarlos sin preocupación, salvo, claro, la prisa por encontrar a Lexie, cuya vida sí podía estar en riesgo.

    Lo que sí me daba miedo de aquél tiempo eran todas las extrañas criaturas que no eran dinosaurios y de las que no sabía qué esperarme. Desde una de las llanuras que atravesé se veía a lo lejos lo que parecía una montaña moviéndose. Cuando pude fijar bien la mirada vi que era un colosal demonio que debía de ser un puro. Aquél lugar era peligroso tanto para los dinosaurios como para nosotros.

    Me apenó no poder revisar bien aquél mundo, pero divisé más de aquellas gigantescas criaturas y estaba demasiado preocupado por Lexie como para alejarme, así que me limité a buscar por la zona por la que había caminado.

    Finalmente, mi corazón dio un vuelco cuando la vi, caminando dando zancadas cerca de un montículo de mármol granate.

    – [Lexie]Me voy de esta mierda de sitio.[/Lexie] – sentenció intentando esquivarme al ver que frenaba delante de ella. Enterré un poco el pie en la arena porque la fricción había hecho saltar una llamarada.

    – [Noah]Lexie, no hay salida.[/Noah] – traté de explicarle de nuevo. Parté de mí no entendia por qué estaba empeñada en huir, pero otra parte la conocía y claro que lo sabía.

    – [Lexie]Claro que hay salida.[/Lexie]- replicó ella, mirándome fijamente. Perdí la compostura durante unos segundos. Sus ojos eran más bonitos que cualquiera de las gemas que había visto en aquél planeta.- [Lexie]Siempre la hay.[/Lexie] – añadió. Normalmente habría estado de acuerdo con ella, pero aquella vez no podía estarlo. Solo había una, el resto estaban condenadas al fracaso.

    – [Noah]Sí, encontrar a la daë y volver a casa.[/Noah] – repliqué. Aunque pudiéramos huir de esos mundos y de la misión que nos habían encomendado, ¿debíamos? Estábamos en lo que efectivamente contaba como nuestro pasado. Si aquellos Daë no podían reunirse sin nosotros, nosotros mismos podríamos no existir. ¿Quién sabe qué clase de mundo podríamos crear?

    – [Lexie]No me interesa.[/Lexie]- respondió cruzándose de brazos. Ahora que sabía la verdad y que ella no tenía que esconderla, las diferencias entre Lexie y Allie se hacían mucho menos evidentes. Me sorprendió y me preocupó lo bien que se le daba actuar.

    – [Noah]Sea como sea, no te va a ir mejor sola. He visto…cosas extrañas por el camino.[/Noah] – había poca explicación para aquellas cosas. Traté de mirarlas poco y de no acercarme porque no dejaba de pensar en las historias y los juegos de rol de Lovecraft donde observar a aquellos seres del mal tan ancestral podía llevar la locura. “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”.

    – [Lexie]Más vale sola que mal acompañada.[/Lexie]- respondió, frunciendo el ceño para enfatizar su actitud desafiante. ¿Cómo convences a alguien de que te escuche cuando está tan enfadada contigo? Porque aquí no había más opciones, irse sola implicaba morir, por muy poderosas que fueran sus ilusiones, no funcionarían con demonios demasiado poderosos.

    – [Noah]No te voy a dejar sola. No te per…[/Noah] – empecé a decir, sin apartar la vista de ella. Cuando vi la forma a mi espalda reflejarse en sus ojos, ya fue tarde para reaccionar. Fuera lo que fuera aquella criatura, era extremadamente rápida.

    Lo que en principio había tomado por un montículo de mármol granate, era una especie de demonio cangrejo con espolones que salían disparados de su caparazón. Tuve tiempo suficiente como para mover a Lexie de la trayectoria de uno de ellos, pero no había espacio de maniobra, había disparado decenas de espolones en nuestra dirección.

    Aquello se convirtió en un acto irracional que me aterrorizó. Para alguien que tiene normalmente todo el tiempo del mundo para reaccionar y meditar cómo reacciona, tener que actuar por instinto para salvar la vida de alguien tan importante como Lexie lo era para mí, me marcó. Tardaría en descubrirlo, pero ese momento de mi vida había creado un miedo que me acompañaría durante el resto de mi vida.

    Corrí con Lexie en brazos sin saber ni siquiera a donde. Entonces me detuve, y caí de rodillas al suelo cuando el dolor llegó a mis nervios, apenas un segundo más tarde.

    Grité por el dolor y estuve a punto de perder el conocimiento al ver un espolón partido atravesando mi gemelo izquierdo. Tragué saliva e hice lo que tenía que hacer, después de pasar una eternidad pensando en mi cabeza y reuniendo las fuerzas para hacerlo.

    Aferré el espolón y tiré, dando gracias porque no fuese serrado. – [Lexie]Ahora te vas a morir y encima la culpa será mía.[/Lexie]-escuché la voz de Lexie como en una ensoñación. Realidad y sueño empezaban a ser más tenues. Estaba frente a mí, agachada, mirando mi herida sin saber qué hacer.

    – [Noah]Necesito…que me tapes la herida.[/Noah] – me arranqué una manga de la camiseta y vi que mi brazo era de color azul verdoso. En algún punto me había transformado en Rakkthathor y quizá eso me había protegido algo más. Le tendí el trozo de tela y rasgué con mis uñas el pantalón hasta la rodilla para que la tela no tocase la herida. Yo ya no podía hacerlo, me estaba costando mucho trabajo concentrarme y mantenerme despierto.

    – [Lexie]No puedo…[/Lexie]- titubeó ella, con la venda en la mano.

    – [Noah]Lexie…esto va a tardar en curarse incluso con mis poderes. Si no lo cierras, me desangraré…y…no sé cuanto, puedo aguantar.[/Noah] – sé que los Moondies habían tenido la mejor de las intenciones separándonos de la vida que ellos llevaron, pero cuando al final la vida te lleva por el mismo camino, no habría estado de más estar preparados. Por ejemplo, yo no sabía el alcance de mi metabolismo acelerado. De pequeño había tenido muchas heridas por culpa de no controlar bien mi velocidad y sí que era cierto que me curaba mucho más rápido, pero ahora estábamos hablando de un objeto atravesando un músculo. Me preocupó no volver a correr.

    – [Lexie]No sé.[/Lexie]- dijo ella. Tuve miedo. Le cogí la mano y me di cuenta de que había vuelto a mi forma humana. Mis dedos finos sintieron su piel y me sentí un poco menos aterrado.

    – [Noah]Haz…lo que puedas.[/Noah] – le pedí. Empecé a ver puntos y unos segundos más tarde perdí el conocimiento.

    Volví a abrir los ojos, desorientado, buscando la mesita de noche de mi casa. El dolor de la pierna me devolvió a la realidad. Miré mi pierna, la manga de mi camiseta estaba ahora teñida por mi sangre, cerrando la herida con un nudo rudimentario. Lexie me había arrastrado hasta una cueva y me había colocado su chaqueta detrás de la cabeza. Estaba a unos pasos, pensativa. No se había dado cuenta de que me había despertado.

    – [Noah]Gracias.[/Noah] – le dije. Mi voz sonó más débil de lo que pensaba, pero ella se giró, sobresaltada. Miré hacia abajo ahora ya con la vista más clara y vi que estaba desnudo de cintura para arriba. Me sentía como si hubiera sudado, así que quizá había tenido fiebre.

    – [Lexie]No te mueras más.[/Lexie]- me pidió, acercándose. Tenía mala cara. No podía saber cuánto había pasado inconsciente, pero no parecía que hubiese sido poco. Mientras yo no podía, ella había cuidado de mí. Sentí pena por el mal rato que había tenido que pasar allí sola.

    – [Noah]Con suerte no lo haré.[/Noah] – traté de incoporarme. No me apetecía dar pena, pero me sentí débil aún. Traté de mover la pierna pero me sacudió un latigazo de dolor. Por suerte había traído calmantes en la mochila, pero quizá debía reservarlos para algo más grave. – [Noah]No podré correr.[/Noah] – le expliqué. Esperaba que no fuese mucho tiempo, porque en aquél mundo necesitaba más poder que nunca, pero de momento, no podría correr.

    – [Lexie]Nos quedaremos aquí hasta que estés mejor.[/Lexie] – dijo ella. Me alivió pensarlo, porque no quería arriesgar mi movilidad en la pierna, pero me preocupé por Kaylee y Sophie, y por los demás de los que aún no sabíamos nada.

    – [Noah]Al menos tenemos buenas vistas.[/Noah] – desde la cueva se escuchaban las olas romper la arena. La vista que había tras Lexie era impresionante, un mar de color rosa completamente puro y limpio. Pero mis ojos preferían unas vistas más cercanas. La había echado muchísimo de menos en los pocos días que llevábamos peleados. Allie era la persona más bonita sobre la faz de la Tierra para mí, la más lista, la más divertida.

    – [Lexie]¿Quieres algo de comer o de beber? Porque te ha dado un buen chungo.[/Lexie] – preguntó. Vi que había cogido algunas cosas cercanas y había sacado también alguna de mi mochila. Parecía toda una mapache.

    – [Noah]Agua.[/Noah] – le pedí, señalando una botella. Habíamos traído bastante agua embotellada pero como el espacio no es ilimitado, Henry nos había recomendado unas pastillas para potabilizar el agua que pudiésemos encontrar y una botella con filtro. Eso nos ayudaría una temporada, aunque no nos evitaría todas las enfermedades. – [Noah]Al menos tengo la suerte de que me haya tocado contigo[/Noah] – afirmé sonriendo, tratando de pensar en algo agradable mientras trataba de beber lo justo. Racionar la comida y la bebida no resulta nada fácil. El cuerpo me pedía vaciar aquella botella, pero en su lugar bebí muy poco.

    – [Lexie]Deja de hablar e intenta guardar las fuerzas para ponerte bien.[/Lexie] – ordenó ella. Le hice caso, no le faltaba razón y tampoco habría podido llevarle la contraria de no ser así. A Lexie se le daba bien mandar.

    – [Noah]No te preocupes. Mi cuerpo se cura rápido.[/Noah]- aseguré, casi tanto para ella como para mí mismo. Mi problema en ese momento era correr. Mi poder seguía funcionando, permitiéndome ir más deprisa, pero si lo utilizaba activamente, evitaba que mis energías se centrasen en curar la herida. Ella me miraba, preocupada, así que me puse en pie apoyándome en la pared rocosa de la caverna. Dolía, mucho, pero creía que podía soportarlo, tampoco parecía que una pastilla fuese a hacer una gran diferencia teniendo en cuenta que me habían atravesado la pierna. Eso y que los fármacos, por suerte o por desgracia, no funcionaban igual en mi cuerpo. No fue algo muy divertido de descubrir cuando era pequeño.

    – [Lexie]Deja de hacer el gallito.[/Lexie] – pidió, cruzándose de brazos y mirándome fijamente.

    – [Noah]No estoy haciendo…[/Noah] – empecé a defenderme hasta que me di cuenta de que quizá podía parecerlo, así que me senté en un roca, prefería no estar tumbado. – [Noah]Vale, lo siento.[/Noah] – añadí. Aquella disculpa había salido tan automática que quizá era buen momento para añadir otra más. – [Noah]Y siento haberme ido.[/Noah] – me obligué a mirarla a los ojos. Sabía que tenía la razón respecto a las mentiras, pero irme no había beneficiado en nada nuestra relación, fuera cual fuese.

    – [Lexie]Ya, bueno, yo soy una mentirosa compulsiva, así que…[/Lexie]- replicó ella, quitándole importancia. Aquello no me lo esperaba, Lexie, mi amiga, había demostrado ser muy complicada de leer y muy cerrada en sus sentimientos. Con Allie sin embargo todo había sido más fácil, pero ahora que todas eran la misma, parecía que le costaba volver a ser abierta.

    – [Noah]Bueno, supongo que no todo era mentira.[/Noah] – le pregunté, pensando que si no era así, prefería no saber la respuesta, aunque ya era tarde. Mi mente no concebía que alguien pudiese mentir en eso y pese a otros engaños, confiaba en ella.

    – [Lexie]Pues no lo sé.[/Lexie]- dijo, apartando la mirada para juguetear con uno de sus anillos. Estaba preciosa, incluso allí, en mitad de la prehistoria. Sus deportivas blancas estaban manchadas ahora de barro y tierra. No, esto es el mundo real, no va a subir el monte de camino a salvar el mundo en zapatos mágicos a los que puedes quitar el tacón y seguir caminando. Mis ojos subieron por su pantalón de licra ajustado y se detuvieron en su vientre desnudo por su sudadera con mangas. Mi cabeza le estuvo dando vueltas a qué utilidad podía tener una sudadera con la que cogías frío, pero solo me duró una milésima de segundo porque me distraje subiendo la mirada de nuevo hasta su rostro. – [Lexie]Miento tanto que a veces se me olvida qué es lo que he dicho.[/Lexie] – puntualizó. No sé si se había fijado en que la miraba como si estuviera embobado y se hacía la loca o directamente estaba acostumbrada a que la mirasen con la mandíbula desencajada y no se había dado cuenta. Con ese pensamiento, aparté la vista, para mí no era solo físico, era todo, tuviese la apariencia que tuviese.

    – [Noah]Podemos intentar…decir la verdad un rato. Como un juego.[/Noah] – le propuse. Era un reto, yo tampoco decía siempre lo que pensaba o lo que sentía, pero era un buen compromiso. En una buena relación, sea del tipo que sea, no hay mentiras.

    – [Lexie]Puff…[/Lexie]- suspiró. Parecía que la sola idea de hacerlo le estaba agobiando.- [Lexie]Vale. Lo que sea por un moribundo.[/Lexie] – añadió al final, con dificultad.

    – [Noah]¿Esta es tu cara de nacimiento?[/Noah] – pregunté. Necesitaba empezar a aferrarme a algo. Me había enseñado otras de sus caras, una de ellas, la de la hija de Fenris que todo el mundo estaba acostumbrado a ver en las noticias.

    – [Lexie]Sí.[/Lexie]- dijo.- [Lexie]Esta es la verdadera Alexandra.[/Lexie] – y la creí. Para mí fue un alivio, Lexie era mi mejor amiga y durante mucho tiempo, había sentido algo por ella, pero me había enamorado de esta cara.

    – [Noah]Intentaré llamarte Lexie. Te toca.[/Noah] – respondí. Incluso forzándome, muchas veces me salía llamarla Allie, pero no, era Lexie, no Lexie Reed, Lexie Fenris. Era…complicado, pero podría con ello.

    – [Lexie]¿Por qué te fuiste?[/Lexie] – preguntó ella, sin apartar la mirada. Suspiré, la primera en la frente como suelen decir.

    – [Noah]Me sentí…traicionado. Por las mentiras. Pero no lo pensé bien. No me paré a escucharte.[/Noah] – afirmé. Sonaba a poco, pero no podía decirle más. Lamentaba haberme ido porque en ese momento estaba cegado y después me di cuenta de lo mucho que podía perder.

    – [Lexie]Te traicioné, pero en mi defensa diré que no me arrepiento.[/Lexie]- sentenció. No dudé de que decía la verdad, de hecho, no pude evitar reírme.- [Lexie]Mierda.[/Lexie] – dijo ella.

    – [Noah]No pasa nada. Eres una tanuki.[/Noah] – repliqué. Había atosigado al máximo sobre el tema a una de las pocas personas que tenía la paciencia de responderme una y otra vez, mi padrino, que incluso me había dado varios libros sobre la raza de demonios de la que venía Lexie. A la hora de la verdad, dejando a un lado los que los trataban de amenaza, todos coincidían en algo, mentir estaba en su naturaleza. No podemos luchar contra lo que somos y si queremos de verdad a alguien, eso implica querer, entender y aceptar cada parte de ellos. Al final del día, hay muchas formas de mentir que no impliquen un problema. – [Noah]La verdad es mejor, aunque sea…complicada.[/Noah] – comenté, agradeciendo que se sincerase. – [Noah]¿Querrías…volver a intentarlo?[/Noah] – añadí. Me refería a la cena, pero no solo a la cena.

    – [Lexie]No lo sé.[/Lexie]- dijo ella. Igual me había pasado de positivo con lo de que la verdad era mejor. – [Lexie]Ahora mismo quiero darte de tu propia medicina y dejarte aquí plantado.[/Lexie] – espetó, con una mirada maliciosa.

    – [Noah]No seas vengativa. Estoy intentando arreglarlo.[/Noah] – le pedí. No tenía muchas fuerzas físicamente, así que me estaba costando un esfuerzo extra sacar fuerza de voluntad.

    – [Lexie]La venganza es más divertida.[/Lexie] – respondió ella.

    – [Noah]Salvo que quieras a alguien.[/Noah] – dije yo. La última vez había echado a correr con esa palabra. Esperaba no provocar el mismo efecto.

    – [Lexie]Ya.[/Lexie]- suspiró. Aquello no tenía buena pinta.

    – [Noah]No lo has preguntado. Pero te quiero. Con esta cara, con la que sea.[/Noah] – ya estaba todo dicho, no podía esconderme ni poner excusas, era lo que sentía total y abiertamente, si no era recíproco, bueno, me tocaría curarme de una forma mucho más lenta de la que lo haría mi pierna.

    – [Lexie]El cuerpo me pide dejarte plantado ahora mismo.[/Lexie]- respondió.

    – [Noah]¿Estás segura?[/Noah] – le pregunté.

    – [Lexie]Sí.[/Lexie]- dijo ella, mirándome a los ojos.

    – [Noah]Bueno. Haz lo que quieras hacer.[/Noah] – dije ya sin fuerzas. De pronto la pierna me dolía más y notaba el cansancio de mi cuerpo y su «lentitud». Era la segunda vez que le dejaba claros mis sentimientos. Si no sentía lo mismo, no pasaba nada.

    Lexie se acercó a mí sin que la viera y me lamió la mejilla. Ya no era lo suficientemente rápido como para haberlo visto venir y si lo hubiera hecho, sinceramente tampoco lo habría evitado. – [Lexie]Miento demasiado bien.[/Lexie] – replicó, sonriendo con malicia.

    – [Noah]Me estoy dando cuenta.[/Noah] – me extraño conseguir articular palabra teniendo en cuenta que mi mente no dejaba de pensar en su…ehm…bueno, con lo que acababa de lamerme la cara.

    – [Lexie]Podemos intentar volver a ser amigos y luego lo que vaya surgiendo.[/Lexie]- propuso ella. Contuve la respiración, el que no arriesga no gana. Medité lo más rápido que pude, echando en falta unos minutos extra que me habría dado mi poder, para asegurarme de que no era acoso lo que pensaba hacer.

    – [Noah]Vale. Dame la mano, para levantarme.[/Noah] – le tendí la mano y ella la cogió, pero no esperaba que tirase de ella hasta caer sobre mí. Nuestras caras estaban a menos de un centímetro de distancia y no era capaz de besarla por si ella no quería y eso era pasarme. Supuse que por un momento de usar mi poder no pasaría nada, así que tuve tiempo para observarla y ver cómo se movía hacia mí, abriendo ligeramente los labios. Volví a mi posición y la besé, no podía seguir pensando o no lo haría nunca. Aquello fue…indescriptible. – [Noah]Yo también sé mentir.[/Noah] – le dije cuando nos separamos. Por un segundo pensé que me iba a ahogar, Lexie había continuado el beso y sinceramente, se le daba mucho mejor que a mí.

    – [Lexie]Pero mientes mal.[/Lexie] – se rió, aún sentada sobre mí. En ese momento la pierna ya no me dolía. Ni siquiera sabía si me circulaba la sangre hacia ella ni tampoco me importaba demasiado.

    – [Noah]Pero beso mejor, ¿no?[/Noah] – pregunté disfrutando de estar cerca de ella. Tenía una sensación en el pecho que me sobrecogía.

    – [Lexie]Regular.[/Lexie]- bromeó ella.

    – [Noah]Si puedes hacerlo mejor…adelante.[/Noah] – la reté, sonriendo.

    – [Lexie]Ven.[/Lexie]- se pegó a mí y volvió a besarme. Vaya si lo hacía mejor.

    Puede que lo que duró el beso volviera a hacer un poco de trampa con mi poder para aprender a hacerlo mejor, pero solo fue un poco, nada que me impidiese seguir curándome.

    Era feliz. Allí, perdido en mitad de la prehistoria, habiendo estado a punto de morir, era feliz. ¿Y sabéis lo que significa eso para alguien con todo el tiempo del mundo para pensar? Que iba a tener mucho miedo, porque tenía más cosas importantes que perder.

  • INTERLUDIO. EL COMPENDIO

    ANTAILTIRE

    ESFERA NEXUS

    El omnipotente Antailtire estaba sentado en su trono de piedras preciosas. Las más raras gemas de Daonna formaban su lugar de reposo habitual, suavizado por un cojín y reposamanos de pelo de nirlo, un casi extinto animal de Gwiddon.

    Él era el señor de aquél Cúmulo. Antes de su reinado, los mundos eran muy diferentes, demasiado caóticos, demasiado libres, sin nadie que explotase su verdadero valor.

    Se levantó del trono y caminó por la sala principal de su palacio, al que muchos llamaban «La Catedral del Mañana». Hacía siglos había sido un monasterio del Escudo de Alqaws, de los que ya solo quedaba uno, escondido en las profundidados del planeta esperando que sus bestias le dieran caza.

    Él y solo él había llevado la prosperidad a ese mundo. La ciudad de ‘La Flecha’ era un ejemplo de la magnificencia del futuro y sus habitantes le adoraban. Claro está, no les dejaba acostumbrarse a su presencia. Normalmente le separaban de ellos sus innumerables ejércitos apostados continuamente alrededor de la Catedral en la ciudad militar conocida como ‘El Muro’. Aunque a veces si se dejaba ver, en ocasiones señaladas agasajaba al pueblo con regalos o con fiestas como nadie habría imaginado.

    Toda aquella tecnología, opulencia y cultura del hedonismo eran gracias a él y al sistema que había instaurado. Todo funcionaba perfectamente gracias a su magia, que había superado las barreras del multiverso y había rescatado viejas civilizaciones de la Tierra en realidades en las que nunca habían llegado a avanzar. Esas civilizaciones se habían especializado en una cosa y para eso les había aprovechado él, sabiendo exprimir su valor, su potencial.

    Antailtire continuó caminando y se retiró a su sala de meditación, un cuarto con veintitrés paredes cubiertas de espejos. Esperó pacientemente hasta que se manifestó una figura en uno de ellos.

    EMPERADOR CLAUDIO SEVERO

    ESFERA SENATUS

    Él era el Emperador de todo el Nuevo Imperio Romano. Vestía con las más finas túnicas, de color púrpura, con bordados en oro.

    Nunca había sido un guerrero. Dedicaba su cuerpo a los placeres en lugar de a las penurias. El guerrero había sido su padre Palladius Maximus. Su herencia era igual de impresionante: su abuelo había levantado los muros, su bisabuelo había expandido los límites del imperio y su tatarabuelo había huido con los supervivientes del cataclismo. Él, por su parte, se dedicaba a la vida contemplativa mientras que relegaba los menesteres del Imperio al Senado y las labores de guerrero al Legatus Tulio.

    A veces le tocaba hacer labores aburridas claro, como asistir a las reuniones del Senado o reunirse con el Legatus Tulio por asuntos de vital importancia. Aquella mañana había tenido que encontrarse con él por la aparición de unos visitantes de extramuros.

    Todo el asunto se debía a que un hombre había tratado de hacer su trabajo eliminándolos allí mismo, pero ellos, junto a una Decurión que había osado decidir por sí misma, le habían detenido. Eso nos daba un problema, porque los había traído a la mismísima puerta del Senado, donde podía haberles visto cualquier ciudadano.

    Tulio ya sabía las órdenes. Habían sido las mismas desde los tiempos de mi padre. Cualquier sobrenatural tenía que morir. Para el Imperio eran los monstruos de leyenda contra los que luchábamos día a día. Si de pronto desaparecía esa amenaza, la gente empezaría a cuestionarse las políticas internas. Por eso de vez en cuando el Legatus tenía órdenes de orquestar ataques sorpresa a las granjas limítrofes con el último muro. Por lo que él mismo había dicho, la familia de la Decurión había muerto en una de esas incursiones, así que era el momento de que los monstruos volviesen a su granja y esta vez se cobraran trágicamente su vida, junto a la de los desconocidos.

    Cansado de tanto pensar, el Emperador ordenó traer a un grupo mixto de esclavos y esclavas. Necesitaba dedicarse un rato a los placeres para quitarse esa extraña sensación de que alguien le observaba.

    ANTAILTIRE

    ESFERA NEXUS

    Antailtire dejó que la figura se desvaneciera en el espejo y pensó en aquellos extraños que habían aparecido. No le gustaban las sorpresas inesperadas y había algunas profecías de la Oráculo de Selas que la mencionaban a ella misma y al fin de su reinado que nombraban la aparición de extraños en los diferentes mundos como el punto de inicio.

    Por esa razón había colocado varios miembros del «Compendio» en cada uno de los mundos, y no uno solo, para mantenerlos vigilados. Inquieta, volvió a esperar hasta que una figura se manifestó en otro espejo.

    EL BANQUERO

    ESFERA KOURAS

    El Banquero terminó de contar lentamente las monedas que tenía sobre la mesa. Lo anotó en un papel y lo guardó todo pulcramente colocado en su caja fuerte. Frente a él había un grupo de forajidos esperando. Sabían que no debían molestarle si estaba concentrado, incluso aunque uno de ellos se estuviera sujetando una herida de flecha sangrante.

    – [Banquero]¿Y bien? ¿Habéis matado al gólem?[/Banquero] – preguntó, observándoles por encima de sus gafas.

    – [b]Eran demasiados, señor. Hemos perdido a casi todos mis hombres. Tenían…más gente. Aquella chica que tumbó a cinco en el saloon y el crío, y tres más.[/b] – dijo uno de ellos, Cassidy el Negro, que se había ganado el mote por el color de sus dientes.

    El hombre, que rondaba los cincuenta, se puso en pie tras su escritorio y se acercó a los forajidos. Todos conocían su fama y todos sabían lo mucho que deseaba poner sus manos en los metales preciosos que había en el viejo hogar de los golem de piedra de las montañas. Para ellos, todo era oro y plata, pero él conocía otros metales que su comprador le recompensaría mejor.

    – [Banquero]¿Y qué hacéis aquí?[/Banquero] – preguntó él, desarmado, acercándose sin temor ninguno.

    – [b]M-mis hombres, necesitaré recursos para conseguir más. Hicieron volar la dinamita desde lejos, eran espíritus de esos indios.[/b] – confesó. – [b]Necesitaremos un ejército.[/b] – añadió. El Banquero retrocedió un poco al percibir el olor humano del forajido. Cogió un pañuelo de su bolsillo y se tapó un poco la nariz.

    – [Banquero]¿Vienes aquí habiendo fallado a pedirme dinero?[/Banquero] – vio como llevaban la mano a sus colt, pero no le importó. Había muchos más forajidos en aquella ciudad y en las cercanas, sería fácil motivarles para trabajar para él. Aquellos habían demostrado ser inútiles.

    – [b]No, es más fácil matarte a ti y quedarnos con todo.[/b] – dijo mostrando sus negros dientes con una sonrisa.

    El Banquero le miró, asqueado y dejó que le dispararan. Las balas dejaron su ropa hecha jirones y él cayó hacia atrás en el escritorio. Esperó un par de minutos a levantarse para hacer más dramática su entrada y dejó que vieran su verdadera cara.

    – [b]E-eres un puto monstruo como ellos.[/b] – el forajido se echó hacia atrás y sus compañeros intentaron huir, pero el Banquero usó sus poderes para cerrar la puerta. De su impoluto aspecto no quedaba nada. Su cara estaba cuarteada y parecía cuero oscuro, su frente estaba ahora atravesada por una cresta de cuernos. Ya no tenía ojos, pero veía. Sus garras tenían ansia de sangre.

    En el exterior, nadie oyó los gritos.

    EL NIGROMANTE

    ESFERA GWIDDON

    Cuando el Nigromante sintió la presencia observándole, le pidió que se manifestara. Antailtire se dejó ver en el salón de su castillo, contrastando su aspecto sofisticado con las ropas barbáricas del Nigromante.

    – [Nigromante]Dichosos los ojos.[/Nigromante] – dijo el hombre.

    – [Arquitecto]¿Cómo van las cosas por aquí? ¿Habéis tenido algún viajero inesperado?[/Arquitecto] – comentó ella. En ocasiones, los habitantes de los distintos mundos se topaban con artefactos que les llevaban de un mundo a otro, portales en miniatura que ya estaban allí mucho antes de la arquitectura que Antailtire había construido y que tomaban forma de objetos. Normalmente, los habitantes los veían extraños y los evitaban, pero otras veces los tocaban y acababan en un mundo completamente diferente. En esos casos, se encargaba de que los miembros del ‘Compendio’ les dieran caza.

    El Nigromante era distinto a otros miembros del ‘Compendio’, él era de los pocos conscientes de la existencia de Antailtire y de su relación. Pese a ello, era un hombre fácil de controlar, porque solo quería poder. A él no necesitaba darle una excusa para buscar a los viajeros.

    – [Nigromante]Tengo a dos encerrados, estoy esperando a que otros dos vengan a rescatarlos para entregártelos todos juntos.[/Nigromante] – explicó, acercándose a una mesa con comida para comer un trozo de pollo de una forma que a Antailtire le resultó poco agradable. – [Nigromante]Ropas extrañas, una lengua parecida a la nuestra pero distinta.[/Nigromante] – era un hombre perspicaz, tenía la capacidad de ver ciertas cosas en los seres vivos y tenía un don para entender los artefactos mágicos, así que le servía perfectamente para su propósito en ese mundo, dotar de armas sin igual a su ejército y de reliquias con gran utilidad para sí misma. El resto, las de menos importancia, le dejaba quedárselas.

    – [Arquitecto]Házmelo saber cuando los tengas a todos. Quiero hablar con ellos antes de que los mates.[/Arquitecto] – sentenció. Necesitaba saber cuántos había. Le estaba empezando a preocupar cómo estaban plagando todos sus mundos, alterando su control.

    – [Nigromante]También puedo matarlos ya y traerlos de vuelta para que los interrogues.[/Nigromante] – propuso el sádico Señor de las Islas. Odiaba que le apodaran Nigromante y otros nombres menos agradables, pero al final, es lo que era, un carnicero.

    – [Arquitecto]No me interesa hablar con tus reanimaciones descerebradas. Cuando termine con ellos, haz lo que quieras.[/Arquitecto] – dijo antes de desvanecerse. El Nigromante era desafiante, pero valoraba su poder y temía perderlo si Antailtire se ponía en su contra, así que obedecería.

    EL CARDENAL

    ESFERA KARDAS

    El Cardenal descansaba en sus aposentos, vigilado por dos guardias de la Hermandad de Tauro. Aquél día había sido terrible y su fé se había visto resquebrajada. No solo habían escapado cuatro abominaciones, si no que una de ellas había conseguido afectar a sus caballeros sagrados con su terrible y oscura seducción.

    No recordaba tiempos tan aciagos. Ver a sus caballeros siendo corrompidos, le recordó la reciente pérdida de uno de ellos. Richard Crane era uno de sus mejores hombres, valiente, carismático, él solo había purgado al mundo de muchos de esos demonios. Había vencido en combate singular a cinco licántropos, aquello había parecido un milagro, pero no lo fue. No lo vimos, estábamos cegados, pero estaba cambiado.

    El Cardenal se arrodilló ante la llama blanca y una voz le habló:

    – [Arquitecto]La oscuridad debe ser purgada. Trae a los mancillados ante mí y yo les purificaré.[/Arquitecto] – escuchó.

    – [Cardenal]Así se hará.[/Cardenal] – el Cardenal conocía su misión. Era el emisario en aquellas tierras de la Luz y como tal, debía mantenerse fuerte. A la mañana siguiente la Hermandad al completo abandonaría el castillo para buscar a aquellos pobres diablos.

    LA LOBA

    ESFERA KARDAS

    El bosque susurraba. Para los habitantes del castillo, el susurro era inquietante y peligroso, aún más sumado a la oscuridad de la noche. Pero para ellos, para los mancillados, el susurro era el sonido del hogar.

    Sus patas dieron paso a piernas y brazos a medida que regresaba a su cabaña. Sus sentidos de loba habían percibido algo vigilándola, como tantas otras veces, pero lo atribuyó a la madre naturaleza que guiaba sus acciones e incluso a veces, le hablaba en su forma de loba.

    La voz le había dicho que había un grupo de refugiados que acababan de huir del castillo. Pensó darles cobijo al instante, pero la madre le advirtió de que tuviese cuidado porque su llegada era un mal augurio y la Hermandad podía terminar arrasando su refugio. Si llegaban a ella, se aseguraría de observarlos con cautela antes de proceder.

    Tenía a demasiados a su cargo como para perderlos por unos recién llegados. Aquel pueblo no habría existido sin ella, los mancillados nunca habrían tenido un hogar. Algún día tendrían que librar la guerra, pero aún eran pocos.

    EL SOBERANO

    ESFERA DAONNA

    El hombre vestía un traje de alto rango de un azul impecable. Su pechera,  cubierta de condecoraciones, destacaba a simple vista. Su sombrero reposaba encima de la mesa de su tienda, mientras él se colocaba firmemente frente a un espejo, esperándole a su realeza, Pensaer de Mundos, aunque no tardó demasiado, aquello era una de las cosas que compartían.

    Muchos le tomaban por un loco y un sádico, pero nadie le tomaba por tonto. El Soberano se había alzado sobre el resto de brujos y brujas de Daonna, dominando la región sur del planeta. Su magia sobre la tecnología le hacía superior.

    Su ejército avanzó inexpugnable por el enorme planeta. Los demonios acababan subyugados por su magia, esclavizados por su mejor invención y entregadosa Antailtire.

    Pero el Soberano no era estúpido, como el resto del ‘Compendio’. Era consciente de que Antailtire y él eran simples caras de una moneda. Una moneda con múltiples dimensiones. Por eso trabajaban juntos, por el bien común de ambos y también porque disfrutaba del poder que ostentaba en ese mundo.

    Y quien sabe, quizá un día sus papeles se vieran cambiados y fuera él el Soberano de todo el Cúmulo. Sin duda no sería ninguno de los otros miembros del Compendio. Habían sido unos inútiles, permitiendo que sus mundos se desestabilizaran por la llegada de unos viajeros.

    En el mundo del Soberano aún no había divisado a nadie, pero cuando lo hiciera, no tardaría en someterlos bajo su control.

     

  • UNA CALMA QUE NO DURARÁ MUCHO

    Jane – Esfera Senatus

    Mediodía

    Voy a ser sincera: el oeste es una mierda pinchada en un palo. Solo te puede gustar si eres un tío blanco y heterosexual. Para el resto del mundo, es una época racista y misógina en la que nadie se duchaba y todo se solucionaba con disparos. Y que conste que intenté organizar a las mujeres para que hubiese una revolución feminista (a la mierda los anacronismos), pero ni por esas. Qué alivio cuando toqué un resto de muralla romana y aparecí en otro sitio.

    Durante una décima de segundo me preocupé por Owen, Elliot y Vera, pero si habían tenido tan poca cabeza como para venir aquí de manera voluntaria: se las podían arreglar sin mí.

    Miré a mi alrededor para comprobar que estaba junto a una granja de una época indeterminada. Sabía que era antigua, porque no había coches, ni nada que indicara progreso, pero no hasta qué punto. Hacía calor, pero no en exceso y parecía que todavía era mediodía. Mis ropas negras de vaquera no eran las más apropiadas, pero tampoco destacaban tanto como lo habría hecho mi ropa del presente.

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  • ENCONTRANDO AL MAGO

    IDRIS SOLO-NOVAK

    ESFERA NEXUS

    No podía decir que el viaje por aquel mundo sacado de un videojuego postapocalíptico de Tim Burton fuese lo ideal. Tendía a ser una persona bastante positiva y alegre, pero es mucho más fácil serlo desde la comodidad de un sofá, una cama, un ordenador, una comida caliente y la posibilidad de ver y hablar con Coquito.

    Después de la caída de Laura fuimos con pies de plomo, especialmente porque al cabo de un rato mi bocaza había acertado y empezamos a escuchar ruidos extraños. Zahra nos cambió de pronto la ruta por una más escarpada que nos condujo hasta una caverna. Apenas minutos después de entrar vimos varias sombras oscuras pasar a toda velocidad por delante.

    Como ya era noche cerrada, comimos algo de lo que habíamos podido recolectar por la zona con la guía de Zahra, que se basaba en darnos manotazos si cogíamos algo venenoso – o al menos eso pensaba, quizá lo hacía aleatoriamente por diversión. Dos rarísimas frutas que parecían un hijo no reconocido de un aguacate y un plátano no me saciaron mucho, pero al menos era mejor que nada.

    Después de comer y de ayudar a Henry a entablillar mejor la mano de Laura, nos fuimos a dormir, o al menos, a descansar. Zahra se fue a la punta más alejada, era una chica sociable.

    Como me aburría y los nervios no me dejaban dormir bien, decidí mantener la cabeza ocupada y me acerqué a Laura para hablar de nada en concreto.

    – [Idris]¿Te duele mucho?[/Idris] – pregunté, sentándome al lado de su saco de dormir, que no tenía pinta de ser el suyo porque tenía bordado el nombre de Henry.

    – [Laura]Ahora mismo no.[/Laura]- respondió. Parecía cansada.- [Laura]Gracias.[/Laura] – añadió.

    – [Idris]Si necesitas más frío, soy una bolsa de guisantes humana.[/Idris] – le recordé. Habíamos obviado contarle que había tenido que hacer un esfuerzo adicional para que su mano no pareciese una morcilla.

    – [Laura]Si veo que se hincha, te avisaré.[/Laura]- comentó pensativa. Prometo que intenté no echarme a reír, pero soy un tipo simple que aprovecha las oportunidades que le ofrece la vida. Así que me tiré al suelo tratando de contener la carcajada.

    – [Laura] Tu mente solo piensa cosas X, ¿no?[/Laura] – preguntó. Cuando usas las bromas para enmascarar lo que te preocupa corres el riesgo de que la gente te tome por alguien a quien no le importa nada, aunque no sea el caso. Hay que reconocerlo, los dobles sentidos son siempre una buena fuente de bromas.

    – [Idris]Solo un amplio porcentaje del tiempo que pienso.[/Idris] – repliqué, sonriendo. Era más fácil bromear que dejar que la gente supiera de verdad cómo eres. Eso permitía que tuvieran poder sobre ti, que te volvieras más vulnerable. Dejando a un lado mi familia, la única persona que me conocía de verdad era Ellie. Quizá por conocerme tan bien tenía tanto miedo de decirle que quería algo serio con ella y perder lo que ya teníamos. Me había decidido a hacerlo varias veces pero al final, nunca había cogido fuerzas. Siempre había una buena excusa para aplazarlo.

    – [Laura]¿Echas de menos a alguien?[/Laura] – preguntó. La miré, sorprendido, y ella simuló distraerse con la cremallera del saco.- [Laura]Perdona por la pregunta. No nos conocemos casi.[/Laura] – se disculpó.

    Le sonreí. – [Idris]Estamos perdidos y casi hemos muerto varias veces juntos, eso nos califica para mejor amistad según el estándar Moondie.[/Idris] – a los hechos me remito. – [Idris]Echo de menos a Coquito…a Elle. No sé si la conoces.[/Idris] – no tenía claro que se hubieran cruzado muchas veces aunque las dos tuviesen a Jane de amiga común.

    – [Laura]¿La mejor amiga de Jane?[/Laura] – preguntó ella. Pues igual sí la conocía. Tiene gracia, lo de Jane, porque antes de empezar a ser más «cercanos», había asumido que el crush juvenil de Elle con Jane había ido a más. Era cierto, sí que había ido a más, pero solo amigas.

    – [Idris]Estoy acostumbrado a hablar con ella a diario y ahora…[/Idris] – comenté, más pensativo de lo que tenía intención de mostrar. Me sentía triste y sabía que lo estaba. La echaba de menos, pero mi forma de ser pugnaba por ocultarlo.

    – [Laura]Me imagino.[/Laura]- dijo ella. Es curioso como a veces lo que más necesitas no es que te pregunten y hablar sobre un tema, si no que te escuchen y que no le den importancia.

    – [Idris]Bueno, no quiero aburrirte, que parezco un enterrador.[/Idris] – añadí. ¿Estaba preocupado por Elle? Sí, claro, viendo el mundo que me había tocado a mí, a ella podía haberle tocado peor o incluso en el mismo. Pero verdaderamente no tenía miedo de su integridad física, era mi David el Gnomo, siete veces más fuerte, y veloz, y siempre de buen humor. Sabía que ella podría estar a salvo y lidiar con lo que se encontrase. Estaba preocupado porque no quería pasar tiempo sin ella, porque echaba de menos hablar juntos y…bueno, también su integridad física.

    – [Laura]Rápido: haz una broma[/Laura] – dijo ella, sonriendo. Parecía que ya estaba empezando a pillar el punto a mi carácter.

    – [Idris]Dios…es demasiada presión….¡TETA![/Idris] – improvisé, echándonos a reír.

    – [Laura]Menos mal, ya me estaba preocupando.[/Laura] – dijo ella, aún sonriendo. Era buena chica, lo cierto es que los isleños me estaban sorprendiendo gratamente, tanto ella como Henry. A Sophie no la conocía aún demasiado, pero a la vista también sorprendía. Eh, que no lo decía yo solo, Elle pensaba lo mismo.

    – [Idris]Casi parecía que tenía sentimientos. ¿En qué me he convertido?[/Idris] – bromeé.

    – [Laura]En un Henry.[/Laura]- comentó ella sonriendo. No pasé por alto que acababa de redirigir la conversación hacia él.

    – [Idris]Pobre hombre, está coladito.[/Idris] – repliqué con mi habitual tacto de lija del cincuenta. Puede que os sorprendan mis conocimientos insólitos de carpintería, pero había pasado bastantes tardes con el tío Bill, comiendo en su casa mientras él se dedicaba a su hobby en el garaje.

    Laura no dijo nada. Había tocado terreno pantanoso.

    – [Idris]Lo siento. Es una rara enfermedad.[/Idris] – repliqué al momento. – [Idris]Me crea muchos problemas, pero al menos le pusieron mi nombre «Boca de Idris». Afecta a un 100% de los yo.[/Idris] – sonreí, esperando que aceptara mis disculpas.

    Ella se rió.- [Laura]Henry es mi amigo. No quiero pensar que pueda estar sufriendo por mí.[/Laura] – admitió.

    – [Idris]Mujer sufrir sufrir…con ese beso seguro que no ha sufrido.[/Idris] – reconocí. Si Ellie me hubiera dado en ese momento un beso en el cuello me habría vuelto loco.

    Laura se tapó la cabeza con el saco de dormir – quien pudiera dormir en uno – y se hizo la dormida.

    – [Idris]No cuela.[/Idris] – susurré, poniéndome en pie. – [Idris]Y no te quejes que tienes su saco. Yo dormiré en mi roca marca lumbago.[/Idris] – añadí. Sí, vale, puede que necesitara un sitio medio en condiciones y un buen sueño para ser persona.

    – [Laura]Buenas noches.[/Laura] – dijo ella.

    – [Idris]Descansa[/Idris] – respondí, volviendo a mi rinconcito de vagabundo, pero sin ni siquiera un cartón.

    Después de eso busqué alguna postura cómoda para dormirme, pero no había manera. Entre otras cosas, me había acostumbrado a hablar con Coquito antes de dormir y estar allí en un lugar tan peligroso sin su fuerza para ayudarme, me hacía pensar en exceso.

    La cueva estaba ya oscura. La hoguera hacía un rato que se había extinguido y no había forma de ver mucho, salvo por la tenue luz de las lunas que venía del exterior. Dejé que mi cuerpo se transformase libremente al de un elfo de la luna y mis ojos se acostumbraron al instante a la oscuridad, pudiendo verlo todo.

    Zahra estaba dormida en su esquina. Laura, parecía que también dormía profundamente, seguramente una mezcla entre ser la única que tenía saco y las pastillas para el dolor. Henry por otra parte, estaba despierto, sentado en una roca cerca de la entrada.

    – [Henry]¿Tampoco puedes dormir?-[/Henry] preguntó al verme ya a la luz. Sonreí para mí mismo por haber llegado hasta allí sin que me escuchase. Era una habilidad innata de los elfos de la luna de la que me enorgullecía bastante.

    – [Idris]Soy un animal nocturno. Y en una manta en el suelo se duerme de pena, verdaderamente.[/Idris] – bueno puede que haya exagerado un poco con lo de dormir en una roca y no tener ni un cartón, pero una manta en el suelo rocoso de una cueva en un mundo como aquél tampoco es que sea una suite.

    – [Henry]También están esas cosas que rondan por aquí.-[/Henry] – comentó, volviendo a mirar hacia la entrada de la caverna. Por alguna razón no nos habían visto allí. Era una suerte, apenas nos habíamos podido librar del primero que nos encontramos, y por el camino habíamos visto de lo que eran capaces. Cuerpos de los que apenas quedaban huesos astillados. Era normal no tener sueño con eso ahí fuera sin una buena puerta de un metro de ancho que nos respaldara.

    – [Idris]Lo de que ahúyen no me mata, no. Especialmente sin puerta acorazada.[/Idris] – reconocí. Había sugerido una de esas casas que habíamos visto por el camino para dormir, pero Zahra no se fiaba. Decía que los espectros de los viejos dueños solían vagar por allí. Reprimí un escalofrío, siempre me habían dado miedo las leyendas urbanas y los espíritus. – [Idris]¿Eres de la isla, no?[/Idris] – pregunté, por intentar hablar de algo que no fuese muerte o muerte inminente.

    – [Henry]Criado no nacido.-[/Henry] bromeó. Sonreí, no me esperaba poder hablar con él de una forma tan desenfadada. De lejos parecía un tipo serio, había mantenido la cabeza fría cuando había tenido que hacer de líder y eso había ganado mi respeto, pero no me lo esperaba tan agradable.

    – [Idris]Yo casi acabo allí, pero ya sabes, alguien pensó que era buena idea contar con malos de cuento en su equipo.[/Idris] – comenté de pasada. No me apetecía en exceso rememorar cosas que habían pasado antes de que tuviese memoria. La mayor parte de los New Moondies lo sabía y por supuesto Elle también. No dudaba que Henry lo sabría, teniendo en cuenta de quién era hijo.

    – [Henry]No te has perdido gran cosa. Salvo que te guste la vida monótona.-[/Henry] admitió. Se notaba que no le encantaba la vida en la isla, lo que era una suerte, porque yo tenía bastante resentimiento guardado respecto a Z.

    – [Idris]No mucho. Se nota viendo que habéis vuelto tres a Ripper.[/Idris] – bromeé. La isla estaba teniendo un boom de emigración juvenil, así que la famosa utopía debía cansar. – [Idris]Los New Moondies tienen tirón.[/Idris] – añadí. Como nadie nos había bautizado en una buena temporada, decidí hacer los honores y qué mejor que referenciando al supergrupo bajo cuya sombra estábamos actuando.

    – [Henry]Bueno Laura no parece muy convencida. Le gustaría volver.-[/Henry] replicó. Para no estar liados a los dos les gustaba sin duda alguna llevar los temas hacia el otro.

    – [Idris]Todavía queda saber cómo volver a la Tierra, así que aprovecha para pasar tiempo juntos. Dicen que estar a millones de kilómetros de casa en peligro de muerte une.[/Idris] – eso cuando tienes la suerte de que te toque con tu otp en el equipo. La mía a saber dónde estaba.

    – [Henry]Nos conocemos desde pequeños, creo que estamos bastante unidos.-[/Henry] respondió él. Se me desencajó la mandíbula como al Genio. No, no el de Will Smith, por dios, ¿qué soy, un monstruo? El de dibujos. Henry había pasado mucho tiempo entre máquinas y necesitaba una clase urgente con Hitchdris.

    – [Idris]Me refería a…[/Idris] – respondí, pensando como decírselo. – [Idris]Verás las mujeres tienen vagina y los hombres, pene, y cuando un hombre y una mujer se quieren, aunque también un hombre y un hombre, o una mujer y una mujer, o alguien no binario, o una persona trans….[/Idris] – iba a empezar con una sencilla broma sobre las charlas sexuales con los padres y al final la cosa se me había desmadrado intentando reflejar la verdadera realidad de las relaciones sexuales entre personas. Ser políticamente correcto es complicado, pero compensa. Ni siquiera el humor tiene derecho a ofender a nadie abiertamente. Las mujeres pueden tener pene, los hombres vagina y cada cual que viva como sienta que debe vivir. Y el que opine lo contrario…bueno, siempre he mantenido que debería haber un botón de silencio universal para que esa persona perdiera al instante la capacidad de comunicarse. – [Idris]Sexo Henry, sexo, o no si eres asexual, lo que te guste. ¿De qué estaba hablando?[/Idris] – pregunté, perdido en mis pensamientos. El resumen para mí era que cada uno puede hacer su vida cómo y con quien quiera, siempre que no se meta con lo que hace otro, dentro de unos límites claro. Pero tampoco sé cómo he llegado a explicar esto.

    – [Henry]¿QUE?-[/Henry] preguntó, alzando la voz sorprendido. – [Henry]Yo… ella… no.-[/Henry] – titubeó. Pobre hombre, se veía que no sabía dónde meterse.

    – [Idris]Ya, tú y ella no. Pero tú sí y ella probablemente también, o no, pero si no te arriesgas no se sabe.[/Idris] – consejos vendo y para mí no tengo. Ese era yo. Quizá debería plantearme en serio hablar con Elle. No sé, estar al borde de la muerte era una buena excusa si ella decía que no.

    – [Henry]Créeme, pasamos más de un año juntos viajando. Ella no me ve como yo la veo a ella.-[/Henry] me tuve que reír por dentro para que no pensara que me reía de él. Un año juntos viajando y yo llevaba años pegado a Coquito como una lapa.

    Al final decidí ser sincero en un arrebato de amor al prójimo. – [Idris]No sé, mira, yo soy un bocazas, estoy colado por Elle y años después aquí sigo, con miedo a decirle lo que siento y que me rechace.[/Idris] – comenté. No sé si quería ayudar a Henry con Laura por pura bondad de mi alma, porque me sentía identificado o simplemente quería reconocer mi problema en voz alta. Hola, me llamo Idris y soy Ellecohólico. – [Idris]No se lo deseo a nadie y menos a alguien que sea buena gente como tú.[/Idris] – añadí. Igual sí que lo hacía porque era buena gente. No sé, soy simpático, me gusta la bondad en el mundo. Tampoco tengo que pensar mal de mí de base. Puto Idris pensando mal de mí mismo. – [Idris]A veces vale más una respuesta mala que ninguna.[/Idris] – sentencié, como lección para los dos.

    Henry me miró y se quedó pensativo. Las criaturas aullaron fuera y decidí que no me apetecía seguir cerca de la entrada, así que le puse una mano en el hombro y me marché a intentar dormir.

    Diez minutos después, o al menos eso me pareció a mí, una bota me zaleó para despertarme. – [Zahra]Arriba, holgazanes.[/Zahra] – entreabrí los ojos y vi que el sol ya había salido hacía un rato. Si hace diez minutos era de noche cerrada, que alguien apague eso, por dios.

    Como nadie me hizo caso y lo apagó, me incorporé y traté de mantenerme despierto, aunque probablemente las siguientes dos horas fuese una mezcla entre mi yo despierto y mi yo somnoliento. – [Idris]Lo dices como si esto contase como dormir.[/Idris] – repliqué.

    Ella obvio responderme, se estaba preparando el desayuno, para ella sola, tan generosa como siempre.

    Tal y como os decía, las dos o tres horas siguientes pasaron como en un sueño. Un sueño en el que caminabamos por un frondoso bosque montañoso y no parábamos ni para beber agua, hasta que llegamos a la base de unas largas escaleras que desembocaban en un poblado sobre las copas de los árboles que parecía Rivendel venido a la…donde sea que estuviéramos.

    Empezamos a ascender las escaleras y por el camino sentí que había ojos pendientes de cada uno de nuestros pasos. Ellos nos llevaban viendo desde hacía mucho, pero como supimos más tarde, al ver a Zahra con nosotros, nos habían dejado pasar.

    Hacia la mitad de las empedradas escaleras comenzaron a dejarse ver. Había un pequeño ejército de ellos en las ramas de los árboles, armados con arcos de un diseño que daba ganas de llevarse uno de recuerdo. Sí, eran elfos, el poblado estaba lleno de ellos.

    Os diré una cosa, la fantasía es tremendamente racista. Sí, hay elfos claros o de la luz, elfos del bosque y elfos de la noche o de la luna entre otros, pero eso no quiere decir que sean todos una maldita fotocopia de uno rubio platino, de orejas puntiagudas, ojos claros y sosos como ellos solos.

    En la vida real, además de poder ser mestizos como en mi caso y tener una forma humana que no tenía por qué encajar en su estereotipo racista, el color de piel dentro de las distintas razas variaba, igual que el pelo, los ojos y la constitución, igual que en los seres humanos.

    Los elfos oscuros, por lo que sabía, no solo tenían la piel de color negro como el azabache, si no también en tonos azulados, marrones, morados, granates o verdes. Parece lógico si tenemos en cuenta que se mueven en la oscuridad. Los del bosque, siguiendo la misma línea, tenían la piel en tonos verdosos y cobrizos, para fundirse con el entorno. Y los claros, variaban también, estando algunos más bronceados que otros, más rosados y con melenas azabache, cobrizas o pelirrojas, además de rubias.

    Lo mío la verdad es que tenía su gracia. Podía haber sido mitad elfo claro perfectamente, pero era lo que era y no me avergonzaba. Me sentía orgulloso de mi piel en sus dos formas, por muchos problemas que me hubiese causado incluso en el tiempo en el que estábamos.

    Estos elfos en concreto se notaba que habían tenido su esplendor en su día. Esos arcos labrados y esas armas que llevaban algunos, estaban viejas y gastadas. Sus ropas, remendadas y la mayoría estaban delgados, pero no por elfos, si no por falta de comida. Las cosas iban mal en aquél mundo.

    Subimos aquellas escaleras mientras tarareaba ‘Gonna Fly Now‘. Cuando por fin llegamos arriba, no os creáis que pudimos descansar, porque Zahra todavía subió otro tramo más de escaleras hasta la casa más elevada de todo el maldito poblado. Era más grande, la típica a la que irías de cabeza en un videojuego para que el tipo importante de la zona te dejase avanzar en la historia. Por suerte habíamos muerto hasta el momento menos que Link en el ‘Breath of the Wild‘.

    – [Zahra]Ya habéis llegado.[/Zahra] – comentó, apenas fijándose en nosotros cuando se detuvo frente a la puerta, tras hablar con dos elfos armados que vigilaban la puerta. – [Zahra]Yo me voy que tengo cosas que hacer.[/Zahra]- se excusó.

    – [Idris]¿Adónde?[/Idris] – pregunté. Tenía demasiada prisa para ir a volver a ser una versión demasiado realista de Tarzán en el apocalípsis.

    – [Zahra]A mi hogar.[/Zahra]- replicó. La gente tiene claramente unas expectativas más bajas de hogar que yo.- [Zahra]Ya he hecho bastante tiempo de niñera.[/Zahra] – llevaba mucho rato hablando sin meterse con nosotros así que ya tocaba.

    – [Henry]Espera, no te vayas. Puedes venir con nosotros si quieres.-[/Henry] – intervino Henry, que seguía siendo buena gente.

    – [Zahra]¿Y qué gano yo con eso?[/Zahra] – preguntó, quedándose en el sitio. Se hacía la dura, pero tenía tantas ganas de volverse sola como yo de seguir lejos de Coquito.

    – [Idris]Tenemos seguro dental.[/Idris]- repliqué. La muchacha tenía los dientes muy blancos y perfectos para tratarse del apocalipsis, así que seguro que los cuidaba bien. – [Idris]Lisa necesita un aparato…[/Idris] – canturreé de fondo cuando nadie ya me escuchaba, o quizá sí, porque Laura me miró mal. En la isla no debían poner reposiciones de los Simpson.

    – [Henry]No estar sola por el resto de tu vida.-[/Henry] replicó Henry. Vendido.

    – [Zahra]Nunca estoy sola.[/Zahra] – dijo ella completamente en serio. Aquella respuesta me dio unas serias vibraciones de Crazy Jane.

    – [Idris]Sure, sure.[/Idris] – respondí, llevándome una mano a la sien, bromeando. Trataba de quitarle importancia, pero esperaba que de verdad no se hubiese vuelto loca mientras estaba sola. Habría sido muy triste.

    Ella me fulminó con la mirada y de un momento a otro, literalmente porque intenté ver cómo lo hacía pero no fui capaz, su apariencia cambió completamente. Ahora tenía el aspecto de un hombre de color de unos treinta con pinta de ser más sonriente que Zahra. Y también de fumar algo más que ella.

    – [Idris]Tengo una amiga que también hace eso, pero solo con chicas.[/Idris] – comenté de pasada. Lo de Lexie era visualmente bastante diferente, llegabas a ver parte de esa transición delante de ti. . – [Idris]Aunque tengas otra cara, sigues estando sola.[/Idris] – respondí. Por mucho que a todos nos guste estar solos de vez en cuando, al final puede llegar a ser una tortura.

    – [Zahra]No sé para qué queréis que os acompañe.[/Zahra] – respondió ella, volviendo a la cara que conocíamos, como si se avergonzara.

    – [Henry]Porque así te podras resarcir de lo que has hecho y ver que no fue tu culpa.-[/Henry] replicó Henry. Un viaje de redención, parecía un buen discurso para añadir a un nuevo miembro al equipo. Estaba deseando cambiar sus armas por las mías y ver si tenía algún accesorio de mayor nivel.

    – [Zahra]Está bien.[/Zahra]- dijo finalmente.

    – [Idris]Bueno, ¿a quién nos vas a presentar?[/Idris] – pregunté, al ver que no salía ninguna cinemática en la que se unía al grupo.

    – [Zahra]A un líder.[/Zahra] – dijo ella. Me pareció ver una nota de orgullo en su voz antes de que se girase para abrir la puerta.

    Allí estábamos, Henry el León, Laura la Espantapájaros y Zahra la persona de hojalata junto a mí, que evidentemente soy Dorothy pero con menos maldad, más belleza y sin zapatos gratis, esperando para conocer a nuestro Mago para cumplir nuestros deseos. Coquito, allá voy.

  • ESPÍRITU GUERRERO

    HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDÍ

    ESFERA KOURAS

    Lo primero que pensé cuando Kohana entró a llamarme a mi tienda diciendo que habían llegado unos forasteros fue que querían que hiciese de traductor para algún intercambio de productos. Pero cuando dijo que teníamos que ir a ver a Ptaysanwee primero, supe que era más grave.

    Por el camino Kohana dijo que tenían a dos forasteros cautivos. Les habían divisado ya a las afueras de Dodge y eso no significaba nada bueno. La ciudad de Dodge era la más cercana a aquél territorio y de allí casi nunca venía nadie a comerciar. Aquella ciudad era una representación viva del clásico Viejo Oeste, un lugar de vicios, muerte y codicia, donde los forajidos campaban a sus anchas y las mujeres no eran más que un objeto.

    Cuando llegué frente a Ptaysanwee vi una modesta preocupación en su rostro. Era la líder de aquella tribu y uno de los motivos por los que había elegido quedarme en aquél poblado Sioux en lugar de otra de las tribus hermanas que ocupaban la zona. Mi madre era una líder Tlingit, una tribu de Alaska. Aquella mujer me recordaba a ella, transmitía la misma calma.

    Ptaysanwee me explicó que habían cogido a los forasteros cerca de la entrada de la tribu. No habían hablado todavía con ellos, pero una de los dos, una chica joven y pelirroja, hablaba su lengua. A los que les habían capturado les llamaron la atención sus ropas, que no se parecían a ningunas que habían visto antes, salvo las que yo mismo llevaba cuando me encontraron. También les llamó la atención que no oliesen como los vaqueros. Mientras que las tribus se bañaban y aseaban a diario, los vaqueros no, y eso junto a llevar prendas menos aptas para aquél clima, hacía que a veces se les percibiese desde lejos.

    Caminé en dirección a las tiendas en las que los tenían. Estaba acostumbrado a tratar con ese tipo de asuntos de vez en cuando. Por mis capacidades, me había convertido en una especie de chamán no solo para aquella tribu sioux, si no para las tribus aliadas de toda aquella zona, ya fuesen sioux, apache, cheyenne o cualquier otra.

    Lo hacía sin protestar. A fin de cuentas, ellos me habían salvado la vida y me habían dado un lugar al que llamar hogar después de haber perdido el mío.

    Kohana me señaló la tienda de la muchacha. Empezaría por ella y por su conocimiento de la lengua sioux. Entré y vi una figura menuda sentada en el suelo. Tenía las manos a la espalda y su cabello cobrizo caía libre por sus hombros. Al verme, alzó la mirada, podría decir que desafiante. Iba vestida con unos pantalones de esos con bolsillos laterales, una camiseta y lo que parecía un chubasquero atado a la cintura, sin duda una ropa poco apropiada para aquél clima.

    – [Lekwaa]Dicen que hablas nuestra lengua.[/Lekwaa] – pregunté en sioux. En el tiempo que llevaba entre ellos había aprendido el suficiente sioux como para expresarme como uno de ellos. Tenía que dar gracias a la insistencia de mi madre por aprender Tlingit, porque de lo contrario, me habría resultado casi imposible.

    – [Vera]Y tienen razón.[/Vera]- respondió en un perfecto sioux. Lo hablaba mejor que yo, sin el más mínimo acento. Me resultó extraño.

    – [Lekwaa]¿Y tu compañero?[/Lekwaa] – pregunté a continuación.

    – [Vera]No lo sé.[/Vera]- respondió ella, esta vez en un perfecto tlingit, que era en lo que acababa de hablarle.

    – [Lekwaa]¿Eres consciente de que ahora te estoy hablando en Tlingit?[/Lekwaa] – pregunté. Ella pareció no inmutarse.

    – [Vera]Sí.[/Vera]- aseguró. Era mucho asumir, pero por la forma en la que lo hacía, parecía que los idiomas no eran una barrera para ella.

    – [Lekwaa]Llevais ropa del futuro. ¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – dije, sentándome frente a ella. No me gustaba la sensación de estar de pie y ella allí, sentada sin posibilidad de levantarse.

    – [Vera]¿Cómo sabes que es ropa del futuro y no de otro continente?[/Vera] – replicó, inquisitiva. Le estaba dando la vuelta a la conversación, pero me dejé llevar.

    – [Lekwaa]Porque yo también llegué aquí desde el futuro.[/Lekwaa] – afirmé, sin dar demasiados detalles. No me parecía que decirle eso me pudiera perjudicar más de lo que ya lo hacía estar en el pasado.

    – [Vera]¿Eres un Daë?[/Vera] – continuó interrogando.

    – [Lekwaa]No entiendo esa palabra.[/Lekwaa] – respondí, hablando ya en inglés. No tenía sentido seguir hablando en otros idiomas cuando los dos hablábamos inglés y para mí era más cómodo. Era extraño hablarlo en voz alta, las únicas veces que lo había hecho desde que estaba allí era para hacer intercambios, por lo general se reservaba para mis pensamientos.

    – [Vera]Entonces no lo eres.[/Vera]- sentenció firmemente. Lo dejé estar, tenía otros asuntos que cumplir antes de preguntarle a qué se refería.

    – [Lekwaa]¿Eres de la Tierra?[/Lekwaa] – dije.

    – [Vera]Sí. De Moondale.[/Vera]- explicó ella. Si la historia hubiese sido diferente, no habría tenido que conocer ese nombre de una ciudad de un condado remoto de Estados Unidos, pero en mi historia, ese nombre era importante.

    – [Lekwaa]¿Moondale? Ahí se inicio «La Putrefacción».[/Lekwaa] – dije, tratando de no recordar demasiado. Desde allí habían saltado las primeras alertas, la cuarentena. El mundo civilizado se lo tomó como un evento climático. Yo acepté esa mentira sin dudar, mi madre y su tribu, no. Decían que era algo más, algo oscuro y antigüo como el mundo. Tenían razón.

    – [Vera]Me parece que vienes de una realidad alternativa.[/Vera] – afirmó ella. Os contaré una cosa, normalmente uno no espera que le digan eso, si no decirlo.

    – [Lekwaa]¿Realidades diferentes?[/Lekwaa] – pregunté. Me llevé una mano a la frente. Mi vida había sido perfectamente normal hasta hacía algo menos de un año. Desde entonces había visto espíritus, magia, seres sobrenaturales, viajes en el tiempo y ahora…realidades alternativas. – [Lekwaa]¿Tu mundo está…bien? ¿No sabes quien es «El Acechante»?[/Lekwaa] – pregunté tratando de centrarme. Tenía muchos nombres y ninguno. Mi pueblo lo llamaba así.

    – [Vera]En mi mundo están las cosas regular, pero las estamos arreglando.[/Vera] – respondió. Asentí.

    – [Lekwaa]Entiendo.[/Lekwaa] – respondí, pensativo. En realidad no lo entendía, ¿por qué mi realidad si mientras que en la suya ni siquiera habían oído hablar de él? ¿Quizá todavía no había pasado? – [Lekwaa]¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – le pregunté. Al principio lo había tomado por el pasado de mi Tierra, pero cuando las dos lunas se alzaron al caer la noche, supe que estaba aún más lejos de mi hogar de lo que pensaba.

    – [Vera]Tenemos algo que hacer.[/Vera]- dijo de forma escueta. Aquella muchacha era muy ágil de mente. No parecía dispuesta a contar mucho.

    – [Lekwaa]Puedo hablar con los demás para dejaros libres, pero necesito que me mires a los ojos un instante.[/Lekwaa] – le ofrecí. Aquella parte era complicada de explicar, especialmente porque no lo comprendía aún lo suficiente y porque no estaba dispuesto a que todo el mundo lo supiera.

    – [Vera]Eso es un poco extraño.[/Vera] – admitió, pero se encogió de hombros y fijó sus ojos en mí.

    Eran bonitos, pero pronto dejé de verlos porque ante mí estaba todo su vibrante ser espiritual. Sabía cómo lo veían otros, mis ojos centelleaban con un fulgor espectral, como una llama muerta, mientras que yo entraba a aquél mundo lleno de color. Al menos en algunos casos, cuando las intenciones de a quien estaba mirando eran las de una buena persona. – [Lekwaa]Está bien. Podemos ir con tu amigo.[/Lekwaa] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]No es mi amigo.[/Vera]- puntualizó ella.- [Vera]Es el hermano de mi amigo.[/Vera] – añadió.

    – [Lekwaa]Sea como sea, necesito comprobar que él también tiene buenas intenciones.[/Lekwaa] – le expliqué. No era una habilidad que me hiciese sentir cómodo, pero tenía su utilidad. Si pasaban la prueba, no tendría problema en pedir a la tribu que los liberase.

    – [Vera]Lo único que puede pasar es que le gustes.[/Vera]- comentó, encogiéndose de hombros. Me imaginé que bromeaba.

    – [Lekwaa]Deja que te libere. Y vamos.[/Lekwaa] – me coloqué tras ella y saqué un cuchillo del cinto para cortar las cuerdas.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo ella incorporándose y frotándose las muñecas.- [Vera]Me llamo Vera, ¿y tú?[/Vera] – preguntó.

    – [Lekwaa]Hotah…Hotah Teikweidí.[/Lekwaa] – respondí. Hacía no mucho tiempo habría respondido simplemente Hunter Travis. – [Lekwaa]Pero me llaman ‘Lekwaa'[/Lekwaa] – era el nombre con el que me había bautizado por segunda vez mi madre, significaba «espíritu guerrero«.

    – [Vera]Un placer conocerte, Lekwaa.[/Vera] – dijo con una sonrisa.

    – [Lekwaa]Lo mismo digo, Vera.[/Lekwaa] – repliqué.

    – [Vera]Lo normal es sonreír cuando te sonríen.[/Vera]- dijo ella. La miré. Los sioux se habían acostumbrado a mi forma de ser, no preguntaban cosas como aquella, así que me sorprendió.

    – [Lekwaa]Solía sonreír. Antes de todo lo que pasó.[/Lekwaa] – resumí. A veces parecía que habían pasado años, otras, segundos.

    – [Vera]Vaya.[/Vera]- dijo, apartando la mirada.- [Vera]Lo siento.[/Vera] – añadió. Parecía sentirlo de verdad. Era buena persona, aunque eso ya lo había visto.

    – [Lekwaa]Gracias.[/Lekwaa] – respondí. – [Lekwaa]No te preocupes por lo de antes. Solo he visto las intenciones de tu alma.[/Lekwaa] – añadí, para despejar las dudas que pudiese tener sobre lo que veía. Alguno había huido pensando que le robaba el alma, por suerte no era una buena persona y eso le mantendría alejado de la tribu.

    – [Vera]Espero que hayas visto que soy una persona horrible.[/Vera] – comentó.

    – [Lekwaa]Por suerte para ti, no.[/Lekwaa] – estuve a punto de sonreír. Ya había estado más cerca de hacerlo de lo que había estado en años. Ella sonrió abiertamente y salimos al exterior.

    El sol aún golpeaba fuerte, necesitaría cambiarse de ropa para seguir por allí, pero aún faltaba su compañero. Por el camino, la gente la miraba, extrañados y curiosos. Por suerte, como habían dicho, no olía como los vaqueros, olía a lavanda, a almendras y algo picante.

    Continuamos caminando hacia la tienda en la que estaba su compañero. Abrí y ella entró primero. Pensé que sería una mejor muestra de buena voluntad.

    – [Owen]Veo que has hecho un nuevo amigo.-[/Owen] dijo al verme entrar. Era algo mayor que ella. Tenía una constitución atlética, marcada por su camiseta apretada. Llevaba unos pantalones vaqueros clásicos y unas deportivas similares a las que yo llevaba cuando llegué aquí.

    – [Vera]Soy muy sociable.[/Vera] – replicó ella despreocupadamente.

    – [Lekwaa]Necesito que me mires a los ojos un momento.[/Lekwaa] – le dije, sentándome frente a él.

    – [Owen]¿Estas intentando ligar conmigo? Me siento halagado pero… oh que ojos tan profundos. – [/Owen] sonrió, fijándose en mis ojos.

    – [Hotah]Tenias razón.[/Hotah] – dije a Vera. Entonces volví a conectar con mi habilidad y el iris de aquél joven me mostró plenamente su alma. Cuando estuve seguro, aparté la mirada.

    – [Vera]Es rarito.[/Vera]- escuché decir a Vera. No tenía claro a quién de los dos se refería.

    – [Hotah]Está bien, hablaré con la tribu. Sois libres.[/Hotah] – aclaré, poniéndome en pie.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo Vera. Me acerqué al chico y le solté las cuerdas.

    – [Owen]Muy amable. ¿Le has preguntado por eso?-[/Owen] escuché preguntarle crípticamente.

    Ella asintió.- [Vera]No sabe nada[/Vera] – me imaginé que se trataba de todo aquél asunto del «Daë».

    – [Hotah]No puedo ayudaros con ese «Daë».[/Hotah] – lo sentía, pero sin más información, no podía hacer nada. A fin de cuentas, seguía siendo un extraño en ese mundo. – [Hotah]Pero en la tribu os pueden conseguir ropa y alojamiento mientras tanto.[/Hotah] – ofrecí. La ropa la necesitarían y algo de comida y agua no les vendría mal seguramente.

    – [Owen]La ropa nos vendrá bien, pero no podemos quedarnos.-[/Owen] aseguró él.

    – [Hotah]Debéis tener cuidado con las ciudades. Las tribus son el único sitio seguro.[/Hotah] – le respondí. La ficción había tratado a las tribus de salvajes, pero la realidad era bastante diferente y en aquél mundo más. Los vaqueros eran aún más violentos.

    – [Owen]No deberíamos habernos separado[/Owen]. – comentó, preocupado.

    – [Vera]Tenemos que ir a buscar a Jane y a Elliot.[/Vera] – le dijo la chica, Vera. Así que no eran los únicos que habían venido.

    – [Hotah]¿Están en la ciudad?[/Hotah] – pregunté, verdaderamente preocupado. Las buenas personas apenas tenían cabida en la ciudad. Vera asintió.

    – [Hotah]Las ciudades son peligrosas, pero en Dodge vive el «Banquero».[/Hotah] – les expliqué, saliendo ya de la tienda. Él era la principal preocupación de las tribus. – [Hotah]Forajidos y gente normal trabajan para él. Solo le interesan los metales preciosos y están dispuestos a cualquier cosa.[/Hotah] – añadí. Los forajidos eran peligrosos, pero solían trabajar en solitario, el Banquero tenía la ley de su lado y además organizaba a los forajidos para su provecho. Era fácil imaginarse que nadie se iba a arriesgar a oponerse a él para salvar a un puñado de «indios». – [Hotah]Esta tribu y las vecinas protegen la zona y sus habitantes desde que sus hombres acabaron con casi todos los gigantes de piedra.[/Hotah] – aclaré. Aquello aún se recordaba entre las tribus cada año. Yo lo tenía muy presente pese a que había sido muchísimo antes de mi llegada. Había sido una masacre.

    – [Vera]El Daë.[/Vera]- comentó Vera. Vi cómo miraba a Owen.

    – [Hotah]¿Quién, el banquero?[/Hotah] – pregunté, sorprendido. Si era así no podía ayudarles, salvo que su destino fuera matarle.

    – [Vera]No, el gigante de piedra.[/Vera]- aclaró. ¿Él era el Daë?

    – [Hotah]¿Ugg’Krah? Es el último que queda. Está solo en la montaña, protegiendo el hogar de su tribu.[/Hotah] – era el último de su especie. Vivía sobre un cementerio de los suyos y los ataques no iban a menos porque el hogar ancestral de esa tribu de gigantes de piedra estaba sobre un enorme yacimiento de oro. – [Hotah]Los gigantes de piedra siempre han defendido a las tribus y ahora ellos le defienden también a él.[/Hotah] – añadí. Ellos habían sido los guardianes desde tiempos remotos, así que ahora le devolvían el favor. – [Hotah]Si ese es vuestro Daë, os ayudaré.[/Hotah] – sentencié. Ugg’Krah era un amigo, a veces iba a verle para que estuviera tan solo. En el fondo, los dos lo estábamos.

    – [Vera]Muchas gracias.[/Vera]- dijo Vera. Asentí y les conduje ante Ptaysanwee para explicarle todo y pedirle ayuda. La jefa enseguida mandó buscarles ropa y Vera y Owen se marcharon a cambiarse mientras yo preparaba el viaje.

    Cuando volví a unirme a ellos, ya estaban vestidos con ropas sioux tradicionales. Vera incluso llevaba el cabello recogido en una coleta que le había ayudado a hacer la hija de Ptaysanwee. Lo cierto era que incluso con la ropa, llamaban la atención.

    – [Vera]En un rato tendrían que volver al punto de encuentro. Si no lo hacen, iremos a por ellos.[/Vera] – comentó, preocupada, al poco de salir del poblado. La vi llevarse la mano a una bolsa y coger un pequeño orbe de cristal resplandeciente.

    No sé exactamente qué pasó, pero de pronto, Vera fijó la mirada al frente.  – [Vera]Elliot, ¿estáis bien?[/Vera]- preguntó con visible preocupación. Según lo que había captado en su conversación, Elliot era uno de los dos que habían venido con ellos. – [Vera]Sí, ya sé que no es la hora que habíamos acordado y que estáis investigando.[/Vera]- puso los ojos en blanco y esperó un momento, como si estuviera manteniendo una conversación. Miré a Owen, que parecía tan perdido como yo. Vera nos miró y notó que no estábamos viendo nada, pero no le dio importancia y siguió hablando. – [Vera]Sí, también sé que no deberías estar usando eso en esta época…[/Vera] – replicó con un suspiro de exasperación.

    Pasaron unos segundos en los que se cruzó de brazos. – [Vera]¿Quieres dejar de quejarte?[/Vera] – sentenció, alzando un poco la voz.- [Vera]Jane y tú tenéis que venir al punto de encuentro ya.[/Vera] – añadió. Fuera lo que fuera, era una suerte poder avisarles de que abandonaran esa ciudad condenada cuanto antes. También estaba la parte de mi mente que no estaba acostumbrada a todo lo sobrenatural, que pensaba que a aquella muchacha le estaba dando una alucinación por el calor. Por suerte, teniendo en cuenta que íbamos a ver a mi amigo el gigante de piedra, me forcé a pensar que era real. – [Vera]¿Eso que se oye es Jane discutiendo con vaqueros?[/Vera] – preguntó, colocándose para tratar de ver más cerca algo. – [Vera]¿Les está pegando?[/Vera] – añadió, conmocionada.  Me llevé una mano a la nuca, las cosas podían salir muy mal. – [Vera]¿Jane está intentando crear una sociedad feminista?[/Vera] – gritó.- [Vera]Dile que haga el favor de venir antes de que líe una paradoja.[/Vera] – sentenció. Aunque si la otra muchacha era capaz de estar pegándose por lograr el feminismo en un lugar tan lleno de machismo como el Viejo Oeste, dudaba que le hiciera caso.- [Vera]Bueno, pues echa andar y ya te seguirá. O roba un caballo. Uno que veas que no está muy enfermo.[/Vera] – sugirió. – [Vera]¿Cómo que no puedes robar un caballo?[/Vera] – añadió, poniendo de nuevo los ojos en blanco. – [Vera]Pues ven andando.[/Vera]- se quejó. – [Vera]Para cuando llegues seremos todos de piedra como el Daë.[/Vera] – gesticulaba, así que me imaginé que los dos se estarían viendo. – [Vera]Os esperamos…[/Vera]- empezó a decir. Entonces me miró y tardé un momento en darme cuenta de lo que quería.

    – [Hotah]En la cima de aquella montaña.[/Hotah] – le dije. No sabía si el muchacho me escuchaba o no.

    – [Vera]En la cima de esa montaña.[/Vera]- repitió. Después se quedó callada, esperando.- [Vera]Roba un caballo.[/Vera] – añadió antes de volver hacia nosotros.

    – [Owen]Te seguimos.-[/Owen] indicó Owen, haciendo que nos pusiéramos en marcha.

    Caminamos juntos por la senda de tierra, bajo el sol abrasador. Hacía unos meses no sabía todo lo que iba a cambiar la vida para mí, igual que en ese momento no sabía que mi destino iba unido al de aquellos extraños viajeros.