Moondale

Categoría: Cúmulo Nexus

  • LLEGANDO A NUESTRO DESTINO

    NATE ROGERS

    SENATUS – TARDE

    Viviendo solo desde que puse un pie en la Tierra, me había acostumbrado a la compañía de las series y las películas. Había consumido bastante ficción a esas alturas, y como todos, tenía mis gustos. Entre ellos no estaba la antigua Roma, más allá de Asterix y Obelix. Y claramente, ellos no estaban allí.

    Después de colocarnos aquellas togas y sandalias, con las que me sentía como un auténtico payaso, seguimos andando a la comitiva de la mujer que había intercedido por nosotros. Se llamaba Calliope Asheby, así que a estas alturas si habéis leído el resto de los diarios, os podréis imaginar por qué no nos separamos de ella. Por si no es así, os lo diré, una de las Daë se llamaba Eleanor Asheby, la Kvasir de ese grupo, a la que se había enfrentado Daniel.

    Pese al peligro, necesitábamos reunir a los Daë, porque estaba claro que ningún otro camino nos llevaría a escapar de ese mundo. Así que después de discutirlo, tuve que admitir que era lo mejor que podíamos hacer y cargar con el peso de sacar a aquellos chicos a salvo de la ciudad.

    Estábamos a punto de llegar a ‘Nova Pompeya’. Calliope se mostró bastante sorprendida al escuchar a Bowie mencionar a Roma. De manera escueta conseguimos enterarnos de la supuesta historia de aquellos romanos perdidos en otra punta del universo, concretamente en la Galaxia del Ojo Negro, aunque no había querido dar detalles a los demás para no abrumarles con la distancia a la que nos encontrábamos.

    Aparentemente, en algún lugar alejado del último de los muros que protegían a la civillización, podían encontrarse los restos de las grandes ciudades romanas, arrasadas por la mano de los sobrenaturales. La primera de ellas, fue Pompeya. Uno de sus habitantes huyó de la devastación creada por un demonio y avisó a la ciudad de Roma, pero no le escucharon y la capital fue la siguiente. Los romanos que sobrevivieron huyeron y fundaron una ciudad llamada Nova Pompeya, resguardada por muros contra la amenaza sobrenatural.

    Al parecer las patrullas fuera de las murallas eran algo habitual y por norma general, se acababa con todos los sobrenaturales. Vi la primera muralla poco después de salir del campamento. Era impresionante, al menos triplicaba mi altura y las puertas tenían que ser movidas por un grupo de varias personas. Tras ella, había interminables campos de cultivo y granjas. Caminamos durante horas, con solo un poco de pan de trigo y vino diluido en agua,  hasta llegar a la segunda muralla, aún más imponente, al menos el doble de gruesa que la anterior.

    Cuando la cruzamos, seguimos un camino guardado por la visión de templos cercanos a diversos dioses. La senda empedrada ascendía hasta una colina, sobre la que se asentaba la ciudad.

    Me gusta el arte, como persona observadora del mundo, me maravilla la capacidad de creación de la raza humana. Pero tengo que admitir que no sé mucho de arte. Seguramente no haga justicia con mis descripciones a la belleza arquitectónica de aquella ciudad. Las murallas cumplían su cometido, no eran bonitas porque no debían serlo. Pero los templos y aquél portal de entrada a la ciudad desbordaban la visión con sus labrados y sus figuras.

    En los campos habíamos visto unas pocas personas. En los templos, a lo lejos, se veían bastantes aglutinándose en la entrada. La ciudad, sin embargo, era un hervidero. No daba tiempo a procesar lo que veía. El bullicio del mercado, las calles repletas de gente en sus quehaceres. Bowie nos iba dando indicaciones, por suerte ya en voz baja después de que Elle se lo pidiera. Sus explicaciones ayudaban a distinguir a los ciudadanos en base a algunos de los colores que llevaban, especialmente si vestían de rojo o morado.

    Vimos personas de todos los estratos: ricos, pobres, esclavos. Todos juntos en el mismo espacio, algunos siendo vendidos allí mismo, otros comprando. Pasamos por delante de prostitutas a plena luz del día en calles principales. Recuerdo la imagen de una mujer semidesnuda al lado de una estatua impresionante que en nuestro tiempo estaría en un museo.

    Todo era extraño, cautivador en su medida. O casi todo. Lo que no llega a través de los libros de historia es que los mercados de productos frescos, huelen, igual que las gentes y los animales, aunque pasado el mercado, empezó a difuminarse a medida que nos acercábamos a una enorme plaza cuyo centro estaba marcado por una fuente dominada por la estatua de dos bebés alimentándose de una loba. Desde allí, a lo lejos, se veía un coliseo enorme. Al parecer, estábamos frente al Senado.

    Calliope se marchó y los soldados nos condujeron a un edificio grande, cercano al mismo. Parecían unas dependencias para los altos cargos militares. Nos llevaron a una sala sin salidas y se quedaron fuera, escoltando la puerta.

    En cuanto lo hicieron, Bowie sonrió y se acercó a una zona que parecía un escalón. Cruzó las piernas en postura de meditación y cerró los ojos. En el tiempo que llevaba con nosotros, habíamos aprendido algunas cosas sobre Rainbow y su biología que por lo general, eran un misterio. Bowie no necesitaba dormir de forma continuada, su mente funcionaba de una forma diferente y al igual que no olvidaba, no tenía que dormir y soñar para asimilar la información. Ella lo hacía a voluntad, con momentos de pausa como aquél, en los que se sumía en una especie de trance al que Elle llama a veces «la siesta».

    Ese tipo de cosas me hacían pensar en lo poco que sabíamos de lo que habían hecho con ella. Mis aptitudes habían sincronizado más de una vez con ella y sus emociones estaban muy dirigidas aún, muy lógicas, pero en todas había sentido algo oscuro subyacente: dolor. A veces me paraba a pensar en que, pese a que lo habíamos aceptado como parte de sí misma y ella parecía estar bien, saber que han modificado tu propio cuerpo de formas que desconoces, es aterrador.

    Con Bowie sumida en la «siesta», Xander se apoyó en una de las paredes con aspecto de cansado. –  [Xander]Tenemos que salir de aquí en cuanto podamos. Solo espero que Calliope sea de verdad la hermana de la Daë.[/Xander] – sincronicé sus sentimientos y empecé a sentir que el peso del mundo pesaba sobre mis hombros. Todo resultaba preocupante y había muchas cosas que podían salir mal.

    – [Elle]¿Qué te pasa, seta?[/Elle] – preguntó Elle con su habitual ánimo. Solo escuchar esas palabras me devolvió un ápice de luz y esperanza en el mundo. Si seguía existiendo alguien como él, entonces no todo iba tan mal.

    Xander esbozó una sonrisa, sintiendo exactamente lo mismo que yo, o más bien, al revés. – [Xander]Demasiadas preocupaciones.[/Xander] – aseguró. Había tanta preocupación que Xander no podía estar haciendo otra cosa que pensar en todos los demás.

    – [Elle]¿Qué te preocupa?[/Elle] – preguntó su hermana, acercándose.

    – [Xander]Son muchos y somos extranjeros y sobrenaturales.[/Xander] – empezó a decir, sus argumentos calaban en mi mente, influenciada por su estado de ánimo. Teníamos todo en contra, no había ninguna salida fácil. – [Xander]No sabemos donde están los demás, Omega sigue libre…[/Xander] – añadió. ¿Por qué nada podía salir bien? Absolutamente nada, no importaba cuanto lo planeases.

    – [Elle]¿Que te preocupes va a ayudar en algo? ¿Omega se muere por exceso de preocupaciones?[/Elle]
    añadió, sonriendo. Xander levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con la sonrisa de su hermana. Se quedó callado un momento, debatiéndose, seguía preocupado, pero Elle no, y tenía sentido. Una chispa de determinación le sacudió y se incorporó, más erguido.

    – [Xander]Menos mal que me han enviado contigo.[/Xander] – admitió sonriendo. Podía decir lo mismo, el enlace emocional que tenía con ellos ponía un límite a mis poderes. Si hubiera tenido que ir de misión con Xander, Jane, Amy y Leo, habría tenido menos fuerza que una mosca.

    – [Elle]Es que molo.[/Elle] – se pavoneó. Elle irradiaba seguridad y autoconfianza, aunque en el fondo, tuviese dudas muy arraigadas. Pero ella era así, había aprendido a llevarlo de una forma muy distinta a su hermano y a su madre.

    – [Xander]Estás encantada porque siempre has querido ir de toga.[/Xander] – bromeó Xander. Elle había disfrutado desde pequeña los carnavales y la noche de Halloween. Quizá cuando consiguieramos volver a casa pudiese ir a Rio.

    – [Elle]Siempre me han gustado los de disfraces.[/Elle]- aseguró. Cuando la vi guiñarle un ojo entendí el doble sentido. – [Elle]Que te diga Idris.[/Elle] – aunque Elle lo dejó bien claro.

    Me forcé a mí mismo a quitarme esa imagen de la mente. Era mi pequeña Elle, pero había crecido tanto. Todos lo habían hecho. – [Xander]Demasiada información.[/Xander] – afirmó Xander. Elle se echó a reír y solté una carcajada, sincronizado con ella.

    – [Elle]Vas a ser el oruga toda la vida.[/Elle]- replicó, pinchándole con un dedo en el costado.

    – [Xander]Qué le vamos a hacer.[/Xander] – respondió Xander sonriendo. Su infancia iba a pasar al recuerdo de sus padres porque había sido un niño terriblemente bueno, pero muy inconformista y decidido. Cuando Xander quería algo, ya fuera que lo durmieran en brazos, comer solo lo que él quería o que alguien en concreto le acompañase, no se detenía hasta conseguirlo. – [Xander]Vale, entonces qué propones ‘Joy’?[/Xander] – trató de devolverle el apodo, pero no cuajó mucho porque todos sabíamos que ese no era uno de los apodos de infancia de Ellie.

    – [Elle]Disfrutar la experiencia.[/Elle]- sentenció, sonriente.

    – [Nate]Por eso me gusta estar cerca de Elle.[/Nate] – intervine, también sonriendo. Elle me provocaba un subidón anímico que me daba fuerzas suficientes como para derribar una de aquellas paredes.

    – [Elle]Seríamos OTP si no fuera una idea horrible.[/Elle] – añadió. Sentí un escalofrío en la espalda y los dos nos reímos. Por muy grandes que fueran ya y muy poco que envejeciese yo, aquellos eran mis niños, nunca los vería de otra forma.

    Escuchamos ruidos en la puerta y Bowie abrió los ojos, colocándose a nuestro lado. Alguien se acercaba, así que teníamos que estar preparados. Sentí la sensación de urgencia de Xander, la absoluta concentración de estar preparado para todo. Curiosamente, pese a ser despreocupada, Elle también estaba preparada.  – [Elle]Piensa que estamos en el Assassins Creed.[/Elle]- susurró a su hermano.- [Elle]Estos son generales de nivel alto a los que es mejor no enfrentarse.[/Elle] – añadió. Ella y su hermano habían estado enganchados hacía unos años a un remake de un juego de asesinos ubicado en la Grecia de la antigüedad. Jugaban a dobles, cada uno con el control de uno de los dos hermanos de la historia. En el juego, si te cogían haciendo algo «turbio», enviaban mercenarios contra ti. Xander y Elle les habían llamado generales desde el principio y así se habían quedado, como una broma entre ellos.

    Xander asintió y lo sentí más relajado. Al final no importan las preocupaciones, estarás preparado para lo que pueda ocurrir, preocupado o no.

    La puerta se abrió y entró un hombre vestido como un soldado de alto rango, con su vestimenta escarlata adornada en algunos puntos de morado. Era un hombre de edad avanzada, cerca de los sesenta. Llevaba corto su pelo plateado, níveo en algunos puntos. A su lado se colocó Calliope y media docena más entraron en la sala.

    – [b]Soy el Legatus Tulio Quinto Lucilio.[/b] – se presentó con una voz poderosa, acostumbrada a mandar. – [b]Me han dicho que uno de mis hombres intentó acabar con vosotros. Y que sobrevivisteis.[/b] – las traducciones de Bowie nos estaban salvando. De otra forma, habríamos estado condenados, porque una de las cosas que más valoraba el pueblo romano junto con sus habilidades militares, era su lengua.

    Xander miró a Elle, contenido. Ella solía tomar las decisiones en los juegos donde éstas importaban, así que estaba aplicando la misma máxima.

    – [Elle]Así es.[/Elle]- replicó ella con un tono formal que Bowie imitó perfectamente.

    – [b]Tenemos que resolver unos asuntos, pero el responsable será castigado.[/b] – afirmó. Aquél hombre tenía un porte regio, honorable, quizá. Pero no conseguía conectar con sus emociones y eso no me gustaba. – [b]Mientras tanto quedaréis bajo la tutela de Calliope.[/b] – añadió. Calliope, sin hacer apenas un gesto, asintió, y nosotros hicimos lo mismo. – [b]Son días aciagos, así que si mostráis valía y aprendéis la lengua ilustrada podríais ayudar al imperio. Tú serías un buen soldado. O un gladiador si te place.[/b]- aseguró, mirándome. Traté de no mostrar el desagrado que sentía en realidad por lo que me estaba diciendo. La gloria de ser un gladiador estaba bien para un juego, pero no me apetecía que mis manos estuvieran cubiertas de la sangre de otros por mera diversión de nadie. Además en un lugar como ese, tan lleno de tantas emociones negativas, contaría, como mucho, con la fuerza de un humano cualquiera.

    – [Calliope]Seguidme.[/Calliope] – nos indicó Calliope. Empezamos a caminar y el Legatus nos observó inmutable.

    – [b]Adelantaos un momento mientras discuto un asunto con Calliope.[/b] – salimos de la sala y del edificio. Bowie nos hizo una señal y empezamos a caminar más despacio. Estaba escuchando la conversación.

    – [Bowie]Está pidiendo que nos mate. Somos una amenaza para su pueblo.[/Bowie] – añadió. Por los retazos de historia que habíamos ido escuchando, su gente se defendía de los sobrenaturales por cuestión de supervivencia. En las altas esferas debían ser conscientes de que todos los no humanos no eran malos, pero debían tener algún interés en que la gente siguiera pensándolo y por eso era un problema dejarnos con vida.

    Calliope salió del recinto con gesto aún más serio de lo habitual y dirigió una mirada de soslayo al Legatus, que se dirigía al edificio más grande de la plaza, el Senado probablemente. Noté su conflicto interno sin ni siquiera intentarlo, era una llamada a gritos.

    Caminamos en silencio un buen tramo, bajando por un camino diferente al que habíamos tomado antes. Era increíble estar en mitad de un paraje natural en la ladera de una colina minutos después de estar en una plaza tan impresionante.

    Calliope se despidió de los soldados que la acompañaban y nos quedamos solos, descendendiendo aquella silenciosa ladera.

    – [Bowie]¿Nos vas a matar?[/Bowie] – preguntó Bowie con tono neutral mientras los demás ya estaban suficientemente alejados.

    – [Calliope]Puede.[/Calliope]- replicó tratando de no darle importancia. Trataba de parecer fría y dura, pero todos sentimos algo aunque nos empeñemos en esconderlo.

    – [Bowie]Eso no está bien.[/Bowie]- le reprendió. Bowie era un eterno contraste entre niña y adulta, aún no conseguía encajar en mi mente cómo tratarla.

    Calliope se encogió de hombros, pero noté que su debate interno se intensificaba. Estaba preocupada y había dolores pasados que estaban resurgiendo. – [Nate]No lo harás. Estás confusa. Traicionada.[/Nate] – expliqué. No podíamos dejar pasar la oportunidad de encontrar en ella una aliada. Era posible que Eleanor fuera pariente de ella, así que teníamos que arriesgarnos a descubrir nuestras cartas.

    Ella respondió en un arrebato de ira que me tomó por sorpresa. Usó toda la fuerza de su entrenado cuerpo para llevarme contra un árbol. Para cuando me quise dar cuenta, el filo de su espada estaba en mi cuello.

    – [Nate]No me vas a matar. Te ha defraudado. Tienes dudas.[/Nate] – continué diciendo. Estaba conectado a sus sentimientos y la entendía. No era una psicópata, no me mataría así como así. Calliope mataba para defender, para proteger, no para cubrir mentiras. Podría haberme zafado de ella, pese a que sus sentimientos me hacían débil, tenía sentimientos positivos de Xander y Elle de los que sacar fuerzas. Pero estaba esperando.

    – [Calliope]¿Qué eres?[/Calliope] – preguntó, mirándome a los ojos.

    – [Elle]Sí quieres que te conteste, es mejor que lo trates con delicadeza.[/Elle] – intervino Elle, seria. Supe que cualquiera de ellos estaba preparado para detenerla. Pero no haría falta.

    Movió su mano para hacer presión y en un rápido movimiento imbuido por la determinación de los Echolls, di la vuelta a la situación y ella quedó contra el árbol, con la espada inmovilizada.

    – [Calliope]No eres humano.[/Calliope]- replicó. Eso era peligroso, era el argumento de su gente para defenderse. No eras humano así que eras peligroso. Mostrarme en una situación de poder no ayudaría a mi defensa.

    – [Nate]No somos humanos, pero no somos malos.[/Nate] – solté la presa y me eché dos pasos hacia atrás, abriendo los brazos en señal de desprotección. Si quería matarme, podía.

    – [Calliope]Debería matarte.[/Calliope]- sentenció, molesta.

    – [Xander]¿Vas a hacer lo que te ordenan?[/Xander] – preguntó Xander, acercándose. – [Xander]Te han dicho toda la vida que los sobrenaturales son malvados. Ya ves que no. Que vivías una mentira.[/Xander] – trató de hacerla entrar en razón. La batalla de Calliope iba en aumento. Se estaba dando cuenta de muchas cosas que no cuadraban en la historia que había escuchado siempre.

    – [Calliope]Puede ser un truco.[/Calliope]- aseguró.

    – [Xander]Igual que todo lo que te han contado.[/Xander] – replicó Xander. Ella se quedó pensativa y continuó el camino por la colina. – [Xander]Eleanor también hace cosas que no puede hacer un humano cualquiera.[/Xander] – añadió, mientras caminábamos tras ella. Era una jugada arriesgada, obligaba a asumir que Eleanor era pariente de verdad y lo dejaba a la suerte. Aun así, era buena idea, Xander sabía bien cómo era la vida de una Kvasir y las preocupaciones que podía acarrear.

    – [Calliope]¿Cómo sabes de Eleanor?[/Calliope] – respondió, girándose. Sentí todo su instinto protector desplegarse. Fuera quien fuera Eleanor en su vida, era importante.

    – [Xander]Venimos de un tiempo donde ella ya ha salvado este mundo.[/Xander] – confesó. No le faltaba razón, pero había un problema. Había salvado al mundo, a costa de su vida.

    – [Calliope]Suena a brujería.[/Calliope]- aseguró.

    – [Nate]Todo lo que no entendemos parece brujería.[/Nate] – intervine. En aquellos tiempos había muchos fenónemos que se atribuían a los dioses cuando en nuestro tiempo eran física básica.

    Calliope pareció pensarlo y echó a andar de nuevo. Hizo una mueca de dolor y movió la pierna en una postura diferente. Apenas se le notaba segundos después, pero noté su dolor y se lo dije a los demás.

    – [Elle]¿Estás bien? ¿Quieres parar?[/Elle] – le preguntó Ellie, acercándose más. A esas alturas el miedo a que acabase con nosotros ya había pasado. Aunque no por eso íbamos a perder de vista nuestras espaldas.

    – [Calliope]Es una vieja lesión.[/Calliope]- explicó, suspirando.- [Calliope]Me caí del caballo cuando era pequeña.[/Calliope] – añadió. Pese al dolor que sentía, trataba de ocultarlo con mucho empeño. Me imaginé que en una sociedad donde el talento para el combate es uno de los puntos clave, mostrar una debilidad no era lo más recomendable.

    – [Elle]¿Quieres algo para el dolor?[/Elle] – le preguntó.

    – [Calliope]El dolor no se arregla.[/Calliope]- afirmó ella.

    Bowie se acercó a ellas sonriente.- [Bowie]Yo soy fisioterapeuta.[/Bowie] – dijo.

    – [Elle]¿Desde cuándo?[/Elle] – le preguntó Elle, sorprendida.

    – [Bowie]Desde ahora.[/Bowie]- replicó con orgullo. – [Bowie] Puedo echarte un vistazo.[/Bowie] – se ofreció.

    Calliope dudó, pero al final el miedo a vivir para siempre con ese dolor era tan intenso que cedió a la oportunidad. Xander y yo nos quedamos cerca de ellas, mientras Bowie se colocaba cerca de ella y Elle se mantenía al lado, por si necesitaba ayuda.

    – [Calliope]No sé qué dices que eres.[/Calliope]- dijo, mirando a Bowie fijamente.- [Calliope]¿Curandera?[/Calliope] – preguntó.

    – [Bowie]Sí.[/Bowie]- resumió Bowie. Se colocó al lado de su pierna y empezó a realizar una serie de estiramientos. Sentir el dolor de Calliope durante esos momentos no era muy agradable, pero con el último crugido, sentí un alivio sin igual. – [Bowie]Cuando lleguemos la granja, te enseñaré una rutina de yoga y ya no tendrás nunca más dolor.[/Bowie] – añadió, ya levantándose mientras ella y Elle le tendían una mano a Calliope.

    – [Calliope]Gracias.[/Calliope] – dijo, sorprendida, moviendo la pierna en varias posturas, sin dolor.- [Calliope]Llevo enferma toda mi vida.[/Calliope] – añadió.

    – [Xander]Supongo que eso significa que no vas a matarnos.[/Xander] – comentó Xander.

    – [Calliope]Ya veremos.[/Calliope]- replicó ella, volviendo a su habitual máscara. Era una mujer firme y decidida. Le habían dado una misión y valoraba el honor por encima de muchas cosas, pero no del suyo propio ni de su familia.

    Tras un rato, volvimos a la caballeriza y Calliope se subió a su caballo, al que esta vez engancharon un carro de madera al que nos subimos. No era lo más cómodo de este mundo, pero era mejor que volver a viajar durante horas a pie.

    Elle dio una cabezada apoyada en el hombro de su hermano y yo estuve a punto de caer rendido, pero para cuando iba a cerrar los ojos, un bache me despertó y vi que estábamos yendo más despacio. Miré hacia la cabecera y vi a lo lejos una granja. En un exterior que parecía sacado de una ensoñación, una joven de cabello rubio largo estaba tendiendo la ropa. Eleanor Asheby.

    Habíamos llegado a nuestro destino.

  • EN BUENA COMPAÑÍA

    Laura – Esfera Nexus

    Mañana

    Caminábamos a paso ligero detrás de aquella mujer, Zahra o algo así había dicho que se llamaba. Intentaba recordar las razones que me habían llevado a estar allí, mientras atravesábamos el angosto bosque, pero no se me ocurrían. Jane me había pedido que fuera con ella y como era lo más parecido a una amiga que tenía en la Universidad, le había dicho que sí. Bueno, a lo mejor también había influido el hecho de que Henry también se había apuntado, aunque fuera con el grupo contrario.

    La cuestión es que empezaba a hartarme. Tenía sed, ganas de hacer pis y me empezaban a doler las piernas. Mi vida en la isla siempre había sido muy tranquila: estudiaba, iba de fiesta, tomaba café con gente de las altas esferas y me tostaba al sol en la playa. No era una chica de acción y tampoco me interesaba. En el mundo había muchísima gente y seguro que estaban todos encantados de salvar al resto de la población. Vamos, que yo ni siquiera era de ese tipo de gente que hacía donaciones a ONGs. Cuando veía a los de la carpeta pulular por el campus, huía en dirección opuesta.

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  • UNA CONSTANTE HABITUAL

    EZRA WALKER

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Empezaba a notar una cierta constante en mi vida. La mayor parte de ella la había vivido oculto en las alcantarillas por pura supervivencia junto a los demás. Fui capturado y encerrado por la Iniciativa en una prisión no muy diferente a esta. Y había pasado dos décadas en una capsula congelado. He vivido más tiempo capturado que en libertad.

    Al menos la comida parecía más comestible que la de la Iniciativa y llevaba horas sin comer, así que si quería seguir en pie debía aguantar la respiración y acabar ese cuenco de gachas.

    La puerta de madera rechino de tal manera que me hizo estremecerme, cosas de tener buen oído. Entraron dos guardias de rojo, puede que la ropa roja que llevaban fuera para camuflar la sangre, pero podía olerla en ella,  y un tercero que desentonaba sobre el resto.

    – [Nigromante]Hacía tiempo que esto no estaba tan concurrido.[/Nigromante] – Un hombre vestido de negro y con una amplia sonrisa se quedo mirándome a mí y a la mujer que se encontraba en la celda de al lado.

    – [Ezra]Es lo que suele ocurrir cuando matas a gente inocente en lugar de capturarlas.-[/Ezra] Estaba agarrado a los barrotes esperando a que estuviera lo bastante cerca como para borrarle esa sonrisa de la cara. Pero uno de sus escoltas me hizo retroceder en mi celda con una pica.

    – [Nigromante]Trabajo mejor con los muertos. Y normalmente ya me han dado lo que quiero.[/Nigromante] – Añadió jactándose. Me vinieron recuerdos de mi pasado, este mundo estaba siendo doblegado también por un déspota, un tirano.

    – [Ezra]Ya he tratado con gente como tú en el pasado. Y ese totem me pertenece.-[/Ezra] Le señale en un burdo intento de intimidarle. No me daba ningún miedo. Ya sufrí a manos de un nigromante, e incluso mi propio padre sucumbió a tal poder al perder a mi madre en otra realidad.

    – [Nigromante]Ahora mismo no lo parece. -[/Nigromante]  Una ligera sonrisa se volvió a perfilar en su boca. – [Nigromante] No eres de este mundo. –[/Nigromante]  Note como una cuarta mirada se clavaba en mí, la mujer que se encontraba en la otra celda se quedo observándome fijamente.

    – [Ezra]¿Eso lo has deducido por mis ropajes o por la ausencia de miedo hacia vuestra persona?.-[/Ezra] A veces las palabras hacian más daño que un puñetazo, como en este caso.

    – [Nigromante]Mi magia te sorprendería lupino. –[/Nigromante]  Al juzgar por cómo había levantado la voz y el modo en el que apretaba mi tótem había conseguido molestarlo.

    – [Ezra]Resucitar a los muertos. Si, sorprendente.-[/Ezra] No me daba miedo ningún ejercito de no muertos, lo que de verdad temía era lo que eso podía infundir en una persona, el miedo a enfrentarse a un ser querido. Aun siendo simples carcasas vacías manejadas por un titiritero.

    – [Nigromante]Entre otras cosas. -[/Nigromante]   Cierto, habíamos obviado la parte en la que es un ladrón que se dedica a robar objetos mágicos, como esa piedra que producía agua y hacia subsistir a un poblado ahora arrasado. – [Nigromante]Has oído hablar de mi entonces, pero asumo que no vienes de parte del Arquitecto.[/Nigromante]

    – [Ezra]No exactamente.-[/Ezra] No podía decirle quien me había mandado y porque estaba allí. Es cierto que habíamos perdido el factor sorpresa, pero aun podíamos desestabilizarlo, hacerle pensar porque estábamos allí, si era por él o algo más.

    – [Nigromante]Le gustará este artefacto. No teníamos nada así en este mundo. –[/Nigromante]  Se quedo observando el tótem pasando el dedo por la fisura que tenía.

    – [Ezra]De poco te va a servir. Cuando salga de aquí recuperare lo que es mío.-[/Ezra] No temía lo que pudiera hacer con él, ya que el tótem estaba vinculado a mi padre y a mí, lo que temía era perderlo para siempre.

    – [Nigromante]Si lo dices por los otros dos, no tardaremos en encontrarlos. -[/Nigromante] Subestimaba a Amy y Leo, ambos podían ver venir a estos soldados a kilómetros, siempre y cuando no estuvieran distraídos discutiendo entre ellos [Nigromante]- Te queda una larga estancia, aprovecha la compañía, dicen que estar en un tiempo extraño ayuda. -[/Nigromante] Echo su capa hacia atras de manera bastante teatral e de decir y se marcho junto a sus esbirros.

    – [Julia]Ese Tótem tiene pinta de chungo, pero tú no.- [/Julia] Añadió mi compañera de prisión en cuanto se marcho el Nigromante. El tótem solía causar esa reacción con su color rojo como las sangres y sus vetas negras.

    – [Ezra]Es una reliquia familiar, y no es tan terrible como piensas.-[/Ezra] Me acerque hasta la parte en la que nuestras celdas conectaban para verla un poco mejor. Debía de tener unos treinta y pocos. Y al juzgar por sus ojos cansados daba la impresión de haber visto mucho en su vida, o simplemente estaba cansada. -[Ezra]Ezra.[/Ezra]

    – [Julia]Una familiar peculiar la tuya.- [/Julia]  Dijo arqueando una deja. Y porque no le había dicho que vengo del futuro, mi padre de otra realidad y mi madre es un cumulo de energía. – [Julia]Julia. [/Julia]

    – [Ezra]¿Llevas mucho tiempo aquí encerrada?.-[/Ezra] Tenía girones en la ropa y bastante suciedad encima, daba la impresión de que llevaba tiempo encerrada. Aunque claro yo llevaba apenas unas horas en este mundo y me encontraba en el mismo estado.

    – [Julia]Dos días.- [/Julia]  Su expresión cambio algo confundida. Como si no estuviera segura de ello.- [Julia]O eso creo. [/Julia]

    – [Ezra]Tampoco eres de este mundo, ¿verdad?.-[/Ezra] Algo deducible por su ropa y que se encontraba viva como yo.

    – [Julia]Curiosa pregunta.- [/Julia]  Sonrió de medio lado, pero fue fugaz en cuanto se puso en pie. Una mueca de dolor se reflejo en su rostro.

    – [Ezra]Porque sino estarías aquí encerrada, conmigo. No hacen prisioneros, ya lo has visto. ¿Te encuentras bien?.-[/Ezra] Cargaba el peso en una sola pierna y se ayudaba de la pared para moverse, tenía una cojera bastante fea en la pierna.

    – [Julia]Regular, pero no me voy a morir o eso espero.- [/Julia]  volvió a sonreír ocultando el dolor que le producía su pierna, no le gustaba mostarse débil  – [Julia]Gracias por preguntar. [/Julia]

    – [Ezra]¿Fue él?.-[/Ezra] No hizo falta llamarlo por su nombre, o más bien su seudónimo. Ella sabía a quién me refería.

    – [Julia]No.- [/Julia]  Añadió escuetamente y deje el tema, parecía que era algo de lo que no quería hablar.

    – [Ezra]Bueno Julia, dentro de poco saldremos de aquí.-[/Ezra] No quise prometérselo, pero confiaba en que Amy y Leo estarían al caer para liberarnos y de paso acabar con ese Nigromante antes de que hiciera más daño.

    – [Julia]Ojalá tengas razón. -[/Julia] dijo apoyándose contra la pared.

    En el exterior comenzó a escucharse jaleo, pero no eran vítores ni celebraciones, era gente escapando del ataque de alguien, o algo.

     

  • DESUNIDOS

    LEO ARKKAN

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Aquél lugar despertaba mis ganas de componer de una forma extraña. Sabía que la música que saldría de allí podría ser tan alegre como triste. Aquella naturaleza propia de un mundo en el que el ser humano es igual de implacable cogiendo lo que quiere, pero aún no tiene tantos medios como para arrasar demasiado, inspiraba una canción de anhelo y libertad, una oda al instinto que todos conservamos en nuestro interior de ser salvajes.

    Pero después estaba la desolación. Tras ver cómo los soldados de casacas rojas rapiñaban las pertenencias de aquellos dos a los que habían matado, nos encontramos con un pueblo en el que quedaban poco más que cenizas.

    Entre los cadáveres cuyos rostros nunca podría borrar de mi mente, encontramos a una mujer que apenas se mantenía con vida. Mientras intentábamos curarla, Elspeth nos dijo que aquello había sido obra del ejército del Nigromante, un brujo con poder sobre los muertos que se había alzado como soberano de aquellas tierras y enviaba a sus soldados con ropas color sangre a buscar objetos mágicos y matar indiscriminadamente a quien resistiera.

    Allí nadie se resistió. Tenían una gema de aguamarina que les proporcionaba agua pura continuamente, por eso arrasaron con todos. Ver morir a alguien es muy distinto a como lo pinta la ficción. Es horrible, no importa si conoces a la persona o no. Te marca para siempre. Me hice la débil promesa de escribir una canción sobre aquella joven a la que se lo habían quitado todo mucho antes de su tiempo.

    Incluso yo estuve de acuerdo en transformarnos y poner camino entre nosotros y aquél poblado. Ser un lobo era la mejor forma de no pensar en tus sentimientos, de dejarte llevar por tus instintos primigenios. Normalmente rechazaba esa pérdida de control, especialmente convirtiéndonos en lobos, cuando poco quedaba de humano, pero aquella vez era distinta.

    Finalmente llegamos a un claro cerca de un río y nos detuvimos, volviendo a nuestra forma humana. Las imágenes de la muerte de Elspeth me sobrepasaron, llegando en una oleada. Me miré la mano, recordaba perfectamente cómo había flaqueado su agarre al final. Apenas podía soportar esos recuerdos, pero no quería volver a esconderme, estaba resultando mucho peor.

    – [Leo]No deberíamos transformarnos mucho.[/Leo] – comenté para que me escuchasen los dos. Me imaginaba que Amy estaría en contra, incluso Ezra parecía más cómodo en su piel de lobo que yo. Pero no solo lo decía por la avalancha de sensaciones que tenía encima en ese momento, si no porque en el poblado habíamos encontrado al menos un par de licántropos muertos.

    – [Amy]Tú encantado.[/Amy] – replicó. Pese a haber dicho que no me guardaba rencor, las cosas parecían ir peor desde que habíamos hablado, o quizá solo lo pensaba porque verdaderamente desde que había vuelto a Moondale no me había cruzado con ella hasta ese momento.

    – [Leo]No me entusiasma la idea morir como si me hubieran sacrificado. [/Leo] – reconozco que respondí molesto. Lo que había pasado me había afectado y los demás no tenían la culpa. No era la mejor forma de arreglar las cosas con Amy, pero a veces los dos éramos demasiado temperamentales y eso iba a ser un problema.

    – [Amy]A mí no me parece tan mala idea.[/Amy]- replicó ella. Había llegado a conocerla mucho y hay cosas de las personas que nunca cambian. Aun así, me incomodó que pareciera valorar tan poco su vida. Quizá porque me sentía culpable y el enfado no era con ella.

    Negué con la cabeza. Prefería no decir nada que empeorase las cosas.

    – [Ezra]Por qué no dejamos la discusión para luego y evitamos morir los tres.-[/Ezra] – sugirió Ezra. Era una persona que transmitía mucha calma. Sabía cosas de su futuro, no demasiadas porque los Moondies se habían asegurado de que no conociésemos demasiado de Omega e incluso Noah había intentado guardar el secreto. Supuse que había sufrido tanto que nuestra pelea le parecía de lo más superflua. No le faltaba razón, pero a veces cuesta coger perspectiva.

    – [Leo]Tenemos que encontrar al Daë para poder salir de aquí.[/Leo] – comenté. Si hubiera podido estar en contacto con Noah habría podido saber algo del Daë. O si hubiera sido un Rakkthathor como ellos.

    – [Amy]Yo no pedí venir aquí con este.[/Amy]- sentenció. Llegaba a dudar que Amy fuese a perdonarme realmente algún día.

    – [Leo]Te he pedido disculpas, no puedo cambiar lo que hice.[/Leo] – repliqué, serio. – [Leo]Y pelearnos aquí en mitad de la nada no va a solucionar mucho.[/Leo] – añadí. Nada de eso iba a ayudar a llevarnos bien, pero no siempre impera la lógica. Si fuera así, los artistas no tendríamos sentido. Hablamos de emociones, de sensaciones. Por eso las inteligencias artificiales no han llegado aún a pintar cuadros o hacer música.

    – [Ezra]Amy, los Daesdi no han elegido los grupos así porque sí. Sabían lo nuestro, una manada desunida.- [/Ezra] Amy le observaba fijamente. – [Ezra]Si queremos salir de esta tenemos que trabajar juntos, te guste o no.-[/Ezra]  añadió. Recapacité un poco, no tenía sentido seguir peleando, estábamos perdidos muy lejos de casa y solo nos teníamos los unos a los otros. Él lo había perdido todo.

    – [Amy]No somos una manada.[/Amy]- afirmó, con el ceño fruncido. Su dolor irradiaba, golpeando como una ola gigantesca. – [Amy]A ti no te conozco y el otro es un…[/Amy]- empezó a decir, dejando salir solo una pequeña parte de ese dolor. Entonces se calló, había escuchado algo, pero no tuvo tiempo a reaccionar porque los casacas sangrientas nos rodearon.

    No hubo tiempo a dialogar. Venían con un objetivo claro. Cargaban sus fusiles, con brillantes bayonetas que apuntaban a nuestros corazones. Uno de ellos embistió. Me giré y aferré su arma. Mi dedo rozó la bayoneta y fui uno con su material: plata.

    Intenté avisar a los demás, pero en aquél caos no había sonido, solo movimiento. Amy era ágil, esquivaba a los casacas y consiguió dejar a uno inconsciente. Ezra era más robusto, pero estaba acostumbrado a luchar, se le notaba. Pudo con dos. Aun así, eran demasiados.

    Me zafé de los míos y me acerqué a los demás. Teníamos que huir, no había otra forma. Amy lo supo y nos hizo una señal para salir de allí. Ella iba delante. Ezra estaba a mi lado.

    Cruzamos el río y seguimos corriendo, mirando solo hacia delante. Cuando el frío ya hizo que me doliese la cabeza, nos detuvimos. Ezra ya no estaba a nuestro lado.

    – [Amy]Te podían haber secuestrado a ti.[/Amy] – no respondí, temiendo reafirmar que eso era lo que pensaba de verdad.

    Esperamos, en silencio, aferrados a una vana esperanza. Una que nunca llegó. Estábamos rotos, desunidos. Nuestros enemigos habían acechado en las sombras y nos sorprendieron porque nuestra preocupación en ese momento era discutir.

    No sé cuanto tiempo pasamos en aquél claro, en silencio. Amy tenía la esfera en las manos, estuvo hablando con su padre, pero me forcé a no escuchar, por respeto. Cuando terminó, seguimos en silencio.

    – [Ezra]¿Estáis bien?-[/Ezra] – nos sorprendió la voz de Ezra. Alcé la mirada, pero mis ojos no se encontraron con la visión de su cuerpo tangible, si no una especie de forma en la niebla. Era su forma astral, por lo que sabía, podía proyectarla dejando atrás su cuerpo, pero no lo había visto hasta entonces.

    – [Amy]¿Tú cómo estás?[/Amy] – Amy se acercó, preocupada.

    – [Ezra]Algo magullado.-[/Ezra] replicó. Su forma se hizo algo más visible. Tenía una herida en la ceja que sangraba ligeramente y un jirón en una de las mangas.

    – [Leo]¿Dónde estás?[/Leo] – pregunté. Teníamos que encontrarle, buscar al Daë y salir rápido de ese mundo.

    – [Ezra]No pude ver mucho, pero tampoco hizo falta. Buscad en el río hasta dar con unos establos, una vez deis con él, seguid el camino hasta el castillo.-[/Ezra] explicó. Los lobos se rigen por su olfato, así que Ezra no había necesitado ver para saber por dónde pasaba. Alguna ventaja tenía que tener.

    – [Amy]Voy a por ti.[/Amy] – afirmó Amy. No pasé por alto que hablaba solo por ella.

    – [Leo]Vamos.[/Leo] – corregí, mientras ella cogía sus cosas. – [Leo]¿Llevas la gema?[/Leo] – le pregunté. Si buscaban objetos mágicos, ese sin duda sería algo llamativo. Ezra asintió. Si no era por la gema, ¿por qué se lo habían llevado? A otros no habían tenido problema en matarlos a sangre fría.

    – [Amy]Prefiero ir sola.[/Amy] – aseguró ella. Por muy enfadada que estuviese conmigo, no iba a dejarla ir sola. Ya nos habían superado estando juntos y esto sería mucho más difícil.

    – [Ezra]No. Si de veras quieres salvarme tendrás que dejar que Leo te ayude. No podrás con ellos tu sola.[/Ezra] – si la Amy de su futuro se parecía a la nuestra, Ezra debía imaginarse cual sería su respuesta.

    – [Amy]Claro que puedo sola.[/Amy] – afirmó. Cabezota con todas las consecuencias.

    – [Leo]Luego me odias todo lo que quieras, pero lo más importante ahora es Ezra. Así que tenemos que trabajar juntos.[/Leo] – le aclaré. – [Leo]Tú puedes hablar con Ezra si él no puede aparecerse. Yo no.[/Leo] – y yo tenía una ventaja contra las armas de plata de los casacas sangrientas. Nos necesitábamos.

    La respuesta de Amy fue encogerse de hombros y empezar a caminar. Negué con la cabeza y me adentré en el bosque tras ella, pensando en cómo podríamos asaltar el castillo entre dos personas.

     

  • INMACULADO

    COLE ROMAN

    CASTILLO DE LA HERMANDAD DE TAURO, KARDAS – TARDE

    Nos vimos obligados a pasar gran parte del camino junto a los Caballeros en silencio, temiendo que pudieran escuchar nuestra conversación y acabar con nosotros allí mismo sin que tuviésemos demasiadas oportunidades.

    El Castillo era visible desde bastante lejos, pero la caminata se hizo larga y me dio mucho tiempo para pensar y plantear el lugar en el que estábamos. Mi padrino me había enseñado el valor de guardar silencio y observar, así que eso fue lo que hice, durante todo el camino.

    Cruzamos el puente que daba con el castillo, tuve el valor de mirar hacia abajo y vi que el abismo terminaba en unas aguas oscuras y turbulentas. Atravesamos la entrada del pueblo, parecida en cierta medida a algunas de las películas de la Edad Media más logradas, aunque lo que nunca percibías en una película era el olor. Aquél lugar era un hervidero de olores, desde humanos hasta los de las comidas del mercado.

    Entramos al castillo bajo la atenta mirada de los lugareños, una mezcla entre temor y asco se veía en sus ojos. Por alguna razón, asocié en mi mente lo que no debía asociar y me sentí demasiado vinculado a esas miradas, demasiado tocado por ellas. Era el reflejo de cómo llevaba sintiéndome gran parte de mi vida, de las etiquetas que siempre había llevado colgadas: el delincuente, el mal estudiante, un asesino, una serpiente, un desviado.

    Teniendo eso en cuenta, podréis imaginar que los estandartes del toro y la cruz cristiana colgando de las paredes me hicieron pensar que aquél no era un lugar donde aceptaran nada de lo que yo era. Subimos una interminable sucesión de escaleras de piedra estrechas, siempre guardados por los Caballeros, hasta llegar a la cima de uno de los torreones. Allí abrieron una pesada puerta de madera y entramos a una gran sala que parecía una Iglesia.

    Estandartes del toro blanco a un lado, la cruz al otro. Bancos de madera apuntando hacia el final de la sala, donde dos lonas más grandes mostraban de nuevo los dos símbolos reverenciados. Al igual que en las Iglesias cristianas, había un altar y un púlpito al lado izquierdo. Al lado opuesto había algo que no encajaba, una especie de brasero dorado, apagado en ese momento. No había pila bautismal. Parece ser que aquella Iglesia se había decidido por el fuego en lugar del agua.

    Los Caballeros nos dejaron allí, a un par de metros del altar, separados de él por una barandilla de madera. Después se retiraron, tomando posiciones alrededor de los bancos.

    – [Cole]Tenemos que intentar escapar.[/Cole] – les dije a los demás, una frase demasiado obvia, la verdad, podéis decirlo, lo admito.

    – [Niall]¿E ir adónde? No tenemos ni idea de dónde está el Daë de este mundo.-[/Niall] respondió Niall. Medité unos segundos. Ser los hijos de Logan implicaba que no éramos precisamente los más versados en todo el tema de los Daë. Mi padre había odiado siempre aquél recuerdo y por eso se había desecho del disco. No me atrevería a decirlo delante de Dante, pero en parte, tenía sus motivos para sentirse así. Me lo había contado una noche, unos cuantos meses antes de que me fuera con Hiroshi.

    – [Logan]¿Quieres saberlo?[/Logan] – preguntó. Había salido el tema de su disco y por qué mi padrino si lo guardaba. – [Logan]Porque lo que hicimos no valió una mierda. Solo para que una chica perdiera la vida y me dieran una puta espada maldita.[/Logan] – dijo tras un trago de su cerveza. – [Logan]A la hora de la verdad estás solo y muere gente.[/Logan] – fueron las últimas palabras que mencionó sobre el tema.

    – [Cole]Tengo una teoría.[/Cole] – susurré. – [Cole]¿Habéis visto el símbolo de los caballeros?[/Cole] – todos y cada uno de los Caballeros llevaban unas armaduras distintivas, todas con un casco astado y todas con un toro de color blanco en la capa y algunos puntos de la armadura, además del toro blanco por todas partes del castillo. Si en ese sitio había un Daë, parecía lógico pensar que era el de mi padre, un caballero con un casco astado.

    – [Dante]El Daë de Logan era un caballero con un yelmo de toro.[/Dante] – les explicó mi hermano a mi otro hermano y a Mike.

    – [Niall]Por lo que podría ser uno de estos «caballeros». ¿Cómo vamos a dar con él?[/Niall] – preguntó Niall.

    – [Mike]¿Sin nombre? Difícil.[/Mike] – respondió Mike. Intenté recordarlo pero no fui capaz, mi memoria no era tan buena.

    – [Cole]Le reconocería si lo viera.[/Cole] – aseguré. Mi mirada se cruzó con la de Dante. Él no había visto nunca el disco de nuestro padre, pero yo sí. Había pasado por sus recuerdos de aquél lugar y había vuelto a hacerlo poco antes de iniciar la subida del Pico, gracias a que Henry me lo había prestado durante unos minutos.

    – [Niall]Pues atento porque aquí vienen.-[/Niall] nos indicó Niall. Al parecer a mi hermano se le daba bien la música porque también tenía muy buen oído. Los Caballeros que nos habían acompañado se arrodillaron en sus posiciones cuando la puerta tras el altar se abrió y dio paso a un hombre mayor, de pelo cano, vestido con una sotana azul, negra y blanca con el símbolo del toro. Iba acompañado de tres Caballeros, dos se quedaron a su lado y uno de ellos se colocó al nuestro.

    – [b]Detrás de la baranda.[/b] – nos ordenó. – [b]Manos sobre ella.[/b] – obedecimos, teníamos las de perder porque ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos. Miré al Caballero, su rostro estaba cruzado por una cicatriz que le cegaba un ojo. No era el Daë, ni tampoco los otros dos, así como ninguno de los que nos había acompañado, pude verles bien porque, arrodillados, todos se habían quitado el casco. Los demás me miraron y negué con la cabeza.

    – [Cardenal]’Sagrada Hermandad de Tauro’, alzaos.[/Cardenal] – el hombre, al que llamaré «Cardenal» de ahora en adelante porque mi mente solo podía pensar en los Tres Mosqueteros, abrió los brazos con las palmas hacia nosotros y vi que en ellas tenía tatuados los dos símbolos de nuevo, la cruz y el toro.

    Los Caballeros se pusieron en pie, con el casco astado en sus manos. El sonido del metal sincronizado perfectamente ponía los pelos de punta.

    – [b]Traemos a cuatro víctimas que esperan liberar su alma.[/b] – dijo el que estaba a nuestro lado. Me imaginé que las víctimas éramos nosotros. La parte de liberar el alma no me gustaba demasiado, la prefería donde estaba, cerca de mi cuerpo, aún móvil y con la sangre circulando. – [b]Los hermanos Dayne y Everett están en camino con otra alma perdida.[/b] – añadió. Mis transcripciones puede que no sean lo más fiables que os encontréis, pero hablaban en un inglés muy arcaico, no como en una feria medieval, y había cosas que solo entendía por el contexto.

    Acto seguido, todos juntos rompieron a cantar, de una forma, de hecho, bastante notable.

    – [Niall]Menuda secta tienen estos montada…-[/Niall] susurró Niall. Por suerte, perdidos en su salmo, no podían escucharle.

    – [Mike]El Daë puede ser uno de los dos que faltan.[/Mike] – comentó Mike. Dayne y Everett no me sonaban. No recordaba el nombre completo del Daë y tampoco es que mi padre se hubiera matado a hacerle preguntas, pero no era Dayne ni Everett. Volví a aprovechar para echar un vistazo alrededor, a los bancos individuales que estaban contra la pared. Todos llevaban un nombre inscrito. Había cuatro libres, pero estaban demasiado lejos como para poder leerlos. Dos serían Dayne y Everett y uno sería el del que estaba a nuestro lado. Pero el otro, quizá era el de nuestro Daë.

    Terminado el salmo, el Cardenal caminó hasta la barandilla que nos separaba y nos miró. El Caballero a nuestro lado nos hizo un gesto para que alzásemos la mirada.

    Se fijó uno a uno en nuestros ojos. – [Cardenal]Vuestros ojos tienen alma.[/Cardenal] – recitó, como si fuese parte de un discurso ya aprendido. Me imaginé que sería una forma arcaica de saber si alguien era demonio, por tener unos ojos inusuales. No me habría extrañado que muchos hubiesen muerto por tenerlos de un color poco habitual. – [Cardenal]Di tu nombre, súbdito del Señor.[/Cardenal] – añadió, colocándose frente a Dante, que le observó, desafiante, algo habitual en mi hermano.

    – [Dante]Henry Ford.[/Dante] – dijo. Tengo que reconocer que suspiré aliviado, Dante era demasiado temerario y teníamos que seguirles el rollo si queríamos encontrar una forma de escapar.

    – [b]De Gondor.[/b] – puntualizó uno de los Caballeros que nos habían escoltado.

    – [Cardenal]Henry Ford, de Gondor.[/Cardenal] – afirmó el Cardenal, cogiendo una enjoyada pluma para escribir el nombre en una libreta del atril.

    – [Cole]Nicholas…Templeton.[/Cole] – lo mío no era la improvisación, la verdad, ni la sutilidad tampoco. Lo de Nicholas era obvio de dónde venía. Resistí decir Flamel por si resultaba que había existido, así que mi cabeza tiró de un crush de mi adolescencia, Templeton Peck. El actor del remake, no penséis que me atraía alguien que llevaba ya años criando malvas.

    – [Cardenal]Nicholas Templeton de Gondor.[/Cardenal] – sentenció el Cardenal. Al menos habían asumido que éramos todos de Gondor, así no tenía que inventarme también un lugar ficticio. Anotó mi nombre y pasó a mi hermano Niall, que estaba a mi derecha.

    – [Niall]Ludwig Amadeus.-[/Niall] replicó encogiéndose ligeramente de hombros.

    – [Cardenal]Ludwig Amadeus, de Gondor.[/Cardenal] – repitió el Cardenal, anotando su nombre.

    Por último le tocó a Michael. – [Mike]Michael…Jackson.[/Mike] – dijo. Me sentí un poco mejor, no era el peor inventando nombres ficticios.

    – [Cardenal]Michael Jackson, de Gondor.[/Cardenal] – anotó el último nombre y nos miró.

    – [Cardenal]Cuando llegue la última alma procederemos al ‘Juicio de la Llama‘.[/Cardenal] – no era por ser mal pensado, pero no sonaba excesivamente bien. – [Cardenal]¿Con vuestra alma en la mano, tenéis algo que confesar antes de él?[/Cardenal] – nos observó fijamente. Sus ojos tenían algo, como si pudiesen ver demasiado. Me sentí expuesto y terriblemente incómodo.

    – [Dante]Este tipo es un vendemotos, no va a saber nada.[/Dante] – susurró mi hermano Dante, tratando de tranquilizarnos.

    Como si le hubiese escuchado, tras unos minutos de silencio, movió sus manos y murmuró unas palabras que encendieron una enorme llama blanca en el brasero. Me di cuenta, por desgracia, de que era suficientemente grande como para que entrase una persona. Miré de nuevo a nuestro alrededor, demasiados Caballeros como para salir libres. Ese fuego blanco me hacía tener mis reservas, de otra forma hubiera esperado a que me mandaran a él para absorberlo y aprovechar la nueva fuerza para librarnos de ellos. Pero no parecía un fuego normal.

    La sala se abrió y entraron los dos Caballeros que faltaban, portando una figura menuda cubierta con la capucha de una capa ajada. La colocaron a nuestro lado y le descubrieron el rostro.

    Me sorprendí al reconocerla. No sabía de qué, pero había visto a esa chica antes. Los demás parecían más sorprendidos, como si la conocieran. Cuando el Cardenal le pidió su nombre, ella permaneció callada unos segundos.

    – [Ruby]Alejandra Roberta Fernanda.[/Ruby]- replicó.

    – [b]¿De Gondor?[/b] – preguntó el Caballero que estaba a nuestro lado, que empezaba a pensar que era el líder militar de esa Hermandad.

    – [Ruby]Casi.[/Ruby]- replicó mirándole.- [Ruby]Lenox Hill.[/Ruby] – añadió. Esa chica irradiaba confianza, algo que no parecía encajar mucho en un tiempo tan arcaico y machista como aquél.

    – [Cardenal]Alejandra Roberta…Fernanda, de Lenox Hill.[/Cardenal] – de nuevo escribió el nombre en el atril, pero esta vez tomó los cinco papeles y los arrojó a la pira de fuego blanco, que centelleó en un azul intenso. – [Cardenal]Ahora impondré las manos sobre vosotros. Los inmaculados serán libres ciudadanos de estas tierras. Los demás que no teman, pues serán purificados en las llamas del Señor.[/Cardenal] – nos explicó. El resumen venía a ser que si no éramos sobrenaturales podíamos vivir allí con ellos en ese castillo prohumano y si no, a las llamas. No me molesté en preguntarme si tus preferencias sexuales también te hacían  sobrenatural porque conocía la respuesta.

    – [Ruby]Señor cardenal, ¿usted es más de carne o de pescado?[/Ruby] – preguntó la muchacha. Tengo que reconocer que me dejó a cuadros.

    El Cardenal la miró fijamente. Nosotros sabíamos a qué se refería, pero obviamente él no. – [Cardenal]¿Te encuentras bien hija mía?[/Cardenal] – preguntó.

    – [Ruby]Es que noto que hace mucho calor aquí.[/Ruby] – cuando lo dijo, me pareció extremadamente sugerente. De pronto mi cabeza empezó a estar en un segundo plano a medida que me fijaba en un caballero de cabello oscuro y barba afeitada  y en aquella chica de melena plateada.

    Pensé que era un momento extraño para sentirse tan animado, pero entonces empecé a darme cuenta de que no era el único. A mi alrededor los Caballeros se removían, incómodos, el que nos custodiaba se apartó de la joven, confuso y mis compañeros parecían estar perdidos en sus pensamientos.

    Todos menos el Cardenal, que miraba fijamente a la joven. Ella le devolvía la mirada, esperando que su poder obrase efecto, pero no parecía hacerlo. – [Cardenal]Hermanos, resistid la tentación. Tenemos un súcubo entre nosotros.[/Cardenal] – dijo al cabo de un rato. No le había afectado pero lo había sabido, había algo en aquél hombre, algo sobrenatural.

    – [Dante]Sé de sobra que hay erecciones incómodas pero esto no me debería estar pasando. No soy de sotanas ni armaduras.[/Dante] – se quejó Dante. La chica le guiñó un ojo y el gesto me pilló en medio. Tragué saliva, costaba pensar en algo que no fuesen cuerpos desnudos rozándose. Dante le sonrió y alzó una ceja, parecía darle igual. Todo lo abierto sexualmente que era mi hermano, lo compensaba yo siendo lo opuesto.

    – [Niall]Alejandra Roberta… ¿cómo has podido? -[/Niall] dramatizó Niall, mirándola. De los presentes era de los pocos que no la miraban «así», aunque capté a un par de Caballeros que tampoco lo hacían.

    – [Cole]Supongo que esto se lleva por delante todo eso de pasar desapercibidos.[/Cole] – ya no tenía sentido esperar, teníamos una distracción y había que aprovecharla. Que sí, que no descarto que había otras opciones como esperar allí sentados a que matasen a esa chica como unos completos cobardes, pero seamos sinceros, por mucho que uno no esté metido en la vida idílica y fantasiosa de ser un héroe, no íbamos a dejar que eso pasase. Me «tragué» el fuego de las dos velas que tenía más cerca y salté la barandilla para colocarme justo detrás del Cardenal, sujetando su cuello con mi mano. Cuando mi piel tocó la suya volví a sentir esa sensación incómoda de estar desnudo y expuesto.

    – [Cardenal]La Serpiente me sostiene. Acabad con este demonio, traed la paz al alma torturada de este joven con monstruos en su interior.[/Cardenal] – pidió a la Hermandad. Me había llamado la ‘Serpiente’, así que sí, podía ver lo que éramos. – [Cardenal]Deja que el fuego te consuma, en el Etéreo tu alma no buscará esos deseos impuros.[/Cardenal] – supe a qué se refería, lo supe desde que empezó a hablar. La cuestión es que me distrajo lo suficiente como para que una cuchilla se me clavara en el brazo.

    Me aparté del Cardenal y corrí hacia mis compañeros, no teníamos nada que hacer contra la Hermandad de Tauro, solo podíamos huir. Mike ayudó a Dante a soltarse las alas mientras éste lanzaba un candelabro contra la cristalera y se subía al alféizar.

    – [Dante]Creo que puedo con dos.[/Dante] – nos dijo. La chica, cuyo nombre real aún no sabíamos, seguía sembrando la confusión entre la Hermandad con su poder. Luchó con uno de ellos con un estilo que parecía coger toda la agilidad del ballet y convertirla en algo agresivo en lugar de artístico.

    Mike se transformó en un ser mitad hombre mitad leopardo de las nieves y golpeó, haciendo que la Hermandad retrocediera para esquivarle. Aproveché la confusión para fijarme en los asientos de la Hermandad. Me puse nervioso pero conseguí encontrar el asiento vacío. ‘Hermano Richard Crane’. Eso era, Richard Crane, así se llamaba el Daë. Entonces sí era un miembro pero no estaba allí.

    – [Niall]Para que salir por la puerta como las personas normales.-[/Niall] mi hermano Niall se acercó a Dante y con un gañido de dolor su cuerpo empezó a cambiar hasta convertirse en un ser mitad hombre, mitad ave.

    – [Cole]Las águilas están aquí.[/Cole] – bromeé, para algo de ficción que conocía… Niall se encaramó al lado de Dante y yo me subí a su espalda.

    – [Dante]Si vas a venir apaga el cachondinator, necesito concentrarme para no estamparnos.[/Dante] – le dijo a la muchacha, mientras aferraba un leopardo de las nieves, ya sin forma humanoide.

    – [Ruby]Pero si hace un rato que no funciona: eso lo traerás tú de serie.[/Ruby] – sentenció mientras se agarraba de su mano y en una fracción de segundo, nos precipitábamos al vacío.

    Miré hacia atrás y vi una llamarada blanca azotar la ventana por la que habíamos saltado. Los cristales cercanos estallaron y cayeron sobre nosotros. Nos habíamos librado por segundos.

    Dante y Niall consiguieron remontar el vuelo con el peso que llevaban a cuestas y se dirigieron hacia el bosque. Tragué saliva cuando pasamos sobre el muro del castillo y vi el abismo profundo debajo de mí. Por suerte, unos minutos más tarde, volvimos a tierra firme. Perseguidos, odiados y perdidos, pero con una nueva compañera y un nombre al que agarrarnos.

    Por suerte, la chica había apagado su poder, pero os confesaré una cosa, yo no era como mi hermano Dante, a mí si me iban los caballeros. Las sotanas la verdad es que no.

     

  • DEJA LA CHARLA AMOROSA PARA OTRO MOMENTO

    Vera – Esfera Kouras

    Mañana

    Hacía un calor infernal y más con mi ropa de exploradora de la jungla (pantalones con bolsillos, camiseta y chubasquero). Estábamos en un desierto rocoso de escasa vegetación y agua inexistente. Era, de todas las opciones, la peor para perderse. No había dónde resguardarse, ni qué comer y las opciones de sobrevivir más días de los que teníamos cubiertos con las provisiones eran irrisorias.

    Elliot y Jane se fueron en dirección al pueblo. No me parecía la posibilidad más inteligente, pero era la que ellos habían elegido. En el pueblo había mucha gente y en el Oeste la gente no se caracterizaba por su amabilidad. Era una época nauseabunda que el cine se había empeñado en mitificar como si tuviera algo de bonito robar, pelearse y beber hasta la inconsciencia.
    Noté una molestia en el vientre y eché cuentas: me iba a venir la regla. Yo, que siempre había sido muy previsora, había echado mi copa menstrual en la mochila de útiles, pero aquí no había agua más que la que traía para beber y no iba a utilizar el cazo de cocinar para estos menesteres, así que estaba igual de fastidiada que si no hubiera traído nada. Tendría que improvisar unas compresas con alguna camiseta a la que hubiera dejado de tenerle cariño. Menudo asco de viaje me esperaba.

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  • DIFICULTADES

    XANDER ECHOLLS

    ESFERA SENATUS

    Los músculos de mis brazos se tensaron mientras me incorporaba con dificultad. Aturdido, como si hubiese dormido más horas de las habituales, miré a mi alrededor tratando de reconocer el terreno.

    Estábamos en la linde de un bosque. No era ningún bosque de Moondale porque pese a no ser un experto, las diferencias entre los árboles de unos y otros eran notables. A mi alrededor no había nadie, así que un miedo por el destino de los demás se me había instalado en el pecho.

    Mientras me ponía de pie y estudiaba la zona, rememoré los acontecimientos recientes. Omega nos había atacado, había activado los discos y eso nos había llevado al mundo de los Daesdi. El recuerdo de los discos hizo que instintivamente llevase la mano al bolsillo interior de la chaqueta, donde guardaba el disco. Ya no estaba, pero en su lugar había una esfera que parecía hecha de un cristal muy resistente. Blanco plateado y un insondable negro se cruzaban, dando lugar a diferentes tonos según sus movimientos.

    Volví a guardarme aquella orbe por el momento y seguí recordando mientras repasaba el inventario de mi mochila. Los Daesdi nos habían encomendado una misión, guiar a los Daë del Cúmulo, así que ahí debían haberme transportado, junto a los demás, aunque no entendía por qué estábamos separados, quizá para cubrir más terreno. Necesitábamos volver a casa cuanto antes, pero habían dicho que no era nuestro momento. Les habíamos visto tomar el aspecto de algunos de nosotros y según sus palabras, solo tomaban la apariencia de los Daë, así que quizá nuestro camino fuese convertirnos en Daë y desterrar a Omega definitivamente. Quizá no había sido una idea desesperada que se me había instalado en la cabeza.

    Oteé el horizonte. Al lado contrario al bosque se veía un muro del que no podía ver su fin. Tras él, se apreciaba el humo de lo que parecía una granja. Un ruido me distrajo, parecía metálico pero bajo él se escondían voces cuyo idioma no conseguía identificar.

    Lo primero que pensé fue en refugiarme, pero no había tiempo, segundos más tarde un grupo de personas salían de las profundidades del bosque ataviados con trajes de soldados romanos. Mi mente tardó en procesarlo mientras analizaba su ropa. El metal limpio pero desgastado de los combates, el gladius colgando al cinto, el blanco grisáceo de la lana de las capas de la mayoría de ellos. Eso me permitió distinguir al «líder», con su capa de color rojo gastado y su casco adornado con un penacho, un centurión. Incluso allí, en una situación de tensión como aquella, fui consciente de que no era un disfraz, estaba ante auténticos soldados romanos.

    Eran una cuadrilla de una docena, así que decidí que lo mejor que podía hacer era esperar. Venían directos hacia mí con un orden y una precisión militares casi inhumanos. Cuando llegaron, formaron a mi alrededor, impidiéndome huir. Ellos iban armados y para cuando yo quisiera sacar a Ocaso de la vaina ya me podrían haber clavado sus pilum o sus gladius.

    – [b]Loquetur lingua illustrata?[/b] – noté la entonación de pregunta del centurión, pero no tenía la menor idea de lo que acababa de decir. ‘Lingua illustrata’ parecía ‘lengua ilustrada’, latín, seguramente, pero ni sabía que era ‘loquetur’ ni podía disimular fingiendo que sabía latín. Era consciente de que estaba en un problema porque para los romanos el equivalente al racismo era con los que no compartían su lengua.

    Pensé durante unos instantes, deseando tener el poder de Noah para que todo aquello hubiese sido más fácil. No sabía latín, llevaba ropas de otro tiempo y estaba rodeado y solo.

    – [Xander]Lo siento, no hablo latín.[/Xander] – dije, esperando que mi lengua les recordase al menos al inglés antiguo. Quizá no fue mi mejor movimiento, más tarde me explicaron que el inglés antiguo vino de las tribus germanas y yo, rubio y con ojos azules, tenía bastante pinta de alemán. Nunca ha sido una nación excesivamente bien vista, pero para los romanos eran poco más que bárbaros.

    – [b]Barbarus.[/b] – dijo a sus compañeros. – [b]Es homo?[/b] – ¿que si era hombre? ¿humano? Vi movimientos a mi espalda, varios de los soldados me apuntaron con sus pilum.

    Alcé las manos para indicar que estaba indefenso pero uno de los soldados debió tomarlo por un ataque y se abalanzó con su arma. Esquivé, agarré su muñeca con una mano y aproveché mi fuerza para tumbarlo en el suelo.

    – [b]Omnia mutantur, nihil interit.[/b] – gritó el centurión. Los soldados se abalanzaron hacia mí. Esquivé como pude, pero eran demasiados, muy precisos, muy entrenados. Habría acabado allí, muerto por soldados romanos en un mundo al otro lado de la galaxia, fallándoles a todos. Pero tuve un golpe de suerte.

    Algo golpeó a dos soldados, arrastrándolos como si los hubiese arrollado un tranvía. Cogió las armas con sus manos y las arrojó lejos. Se giró y sonreí, era Nate. Aún quedaban soldados atacándome, así que dejé el saludo para más tarde. Un puño golpeó a un soldado que me atacaba por un flanco. Me giré instintivamente y vi a mi hermana Elle sonriéndome. Sentí un alivio que no podría describir.

    Antes de que pudiera defenderme, alguien lanzó lejos a dos soldados que tenía frente a mí. Era Bowie, totalmente sonriente, como si no acabase de lanzar a dos adultos por los aires. Entre los cuatro acabamos rápidamente con el resto de soldados y el centurión.

    – [Bowie]Te he salvado la vida.[/Bowie]- me sonrió Bowie. Le di un abrazo a cada uno de ellos y por mi mente se cruzó la idea de que Bowie debía estar pensando que había hecho algo mal.

    – [Xander]Gracias.[/Xander] – les dije. – [Xander]Por un momento pensé que estaba solo en…¿Roma?[/Xander] – comenté. Ellie se encogió de hombros, esto le resultaba tan extraño como a mí.

    – [Bowie]Si estuvieras solo estarías muerto.[/Bowie] – razonó Bowie, todavía teníamos que enseñarle que a veces había que ser un poco menos lógico.

    – [Xander]¿Dónde estábais?[/Xander] – pregunté. Miré a los soldados, algunos parecían inconscientes y otros sencillamente no debían querer levantarse.

    – [Bowie]Robando ropa.[/Bowie]- respondió ella, levantando un atillo donde llevaban al menos seis túnicas de algodón. Una suerte que se hubieran guardado las espaldas cogiendo de más.

    – [Nate]Bowie y yo despertamos juntos. Elle estaba un poco más lejos. Y tú, mucho más.[/Nate] – explicó Nate. Esperaba una mirada de reprimenda, pero supongo que se la guardaba para cuando estuviéramos a salvo. – [Nate]Hemos cogido togas de una granja.[/Nate] – señaló el atillo de Bowie.

    – [Xander]Tenemos que tener cuidado.[/Xander] – les recordé. Si esos soldados nos habían atacado con tanta facilidad, iba a ser complicado llegar hasta el Daë. Por mucho que lleváramos togas, no hablábamos latín.

    Como si les hubiese invocado, otro grupo de soldados, quizá miembros del mismo batallón al que habíamos derrotado, vinieron hasta nosotros en actitud de guerra. Una de ellos, vestida con una capa de color rojo, se adelantó a los demás y miró en actitud defensiva a los que teníamos a nuestros pies. Con un gesto suyo una decena de arcos nos apuntaban, con pinta de que no iban a fallar.

    – [Calliope]Barbarus, imperium transire malo.[/Calliope]- dijo la mujer de melena rubia.

    – [Bowie]Bárbaros, habéis elegido un mal día para pisar el Imperio.[/Bowie]- tradujo Bowie al instante. La mujer la miró. Aún teníamos mucho que aprender de Bowie. Henry nos había dicho que tenía mucha información almacenada en su cerebro, mejorado con implantes y tecnología. Al parecer parte de esa información era traducir otros idiomas, al menos el latín.

    – [Xander]Nos han atacado sin avisar.[/Xander] – traté de explicar. – [Bowie]Subito adorti.[/Bowie] – puntualizó Bowie.

    – [Calliope]Mentiras.[/Calliope]- la mujer habló en latín, pero mi mente empezó a quedarse solo con las traducciones de Bowie.

    – [Xander]No entendía su idioma, me ha atacado uno, me he defendido y los demas me han atacado después.[/Xander] – me defendí. Iba a resultar difícil, por no decir imposible, convencer a un soldado romano de darle la razón a un bárbaro en lugar de a un ciudadano.

    – [Calliope]Me estoy cansando de tus mentiras, bárbaro.[/Calliope]  – sentenció. Una cicatriz le cruzaba la mejilla, junto a otras en retazos de piel que tenía al descubierto. Que vuestra imaginación no desborde, era una mujer pero llevaba una armadura lógica para ser mujer, no una que dejase mucha piel al descubierto como pasaba todavía a menudo en los juegos. Se la veía curtida en batalla.

    El centurión se incorporó y nos echamos hacia atrás con un gesto de la mujer. – [b]Decurión Calliope, ordena a tu unidad que acabe con todos ellos. Son monstruos del otro lado del muro.[/b] – era extraño entender sus palabras de boca de Bowie, pero aún más todo lo que estaba pasando. Sin tener un contexto de ese mundo era casi imposible defenderse, estaba completamente perdido.

    La mujer, Calliope, asintió.- [Calliope]Formación, preparados para el ataque.[/Calliope] – los soldados, incluso los que se habían incorporado a sus filas de entre los que habíamos derribado, se colocaron en formación con sus scutum para atacarnos. No había forma de que pudiéramos hacer nada.

    – [Nate]Solo nos hemos defendido.[/Nate] – intervino Nate. – [Nate]Venimos de muy lejos y no sabemos qué está pasando.[/Nate] – su sinceridad me llamó la atención. Quizá era el mejor enfoque, pero costaba ser sincero cuando

    – [b]Decurión, no escuches a estos monstruos. Nuestra labor es acabar con ellos.[/b] – el centurión parecía decidido a no dejarnos escapar, no había opción al diálogo y me estaba empezando a preocupar.

    – [Xander]Si fuéramos demonios, nos defenderíamos.[/Xander] – respondí, aferrándome a hablar antes de golpear. Me coloqué delante de Bowie y Elle y Nate hicieron lo mismo. – [Xander]Iremos con vosotros, demostraremos que no somos peligrosos.[/Xander] – les ofrecí. No era la mejor idea, adentrarse en un territorio hostil, pero necesitaba opciones y ahora mismo no tenía ninguna más.

    Calliope, la Decurión, nos observó atentamente. Su mirada pasaba de nosotros a Bowie, a la que teníamos cubierta y resguardada. Parecía que podíamos llegar a hablar las cosas, pero entonces el Centurión decidió iniciar la carga junto con varios soldados que estaban a su lado.

    Nos defendimos, claro está. Bowie probablemente tuviera más aptitudes que nosotros para librar ese combate, pero era nuestra hermana menor así que ni mi hermana ni yo dejamos que se acercaran a ella. Nate por su parte nos protegía a los tres con su descomunal tamaño.

    Tratamos de no ser letales, de incapacitarles, pero ellos iban armados y estaban entrenados, así que cuando el filo de un gladius me rasgó el costado, empecé a temer por nosotros. Fue entonces cuando algo cambió. Calliope habló e intentó detenerlos, pero sigueron tratando de matarnos. Ella se colocó en medio y trató de protegernos del Centurión, que era el único que quedaba en pie. Discutieron, pero sin la traducción de Bowie, que estaba más apartada, no entendí nada. Finalmente, Calliope le incapacitó y cayó inconsciente al suelo. La miré, parecía contrariada, como si en su interior se librase una lucha para despejar la confusión.

    – [Calliope]Cargad al centurión Faventino, someteremos este asunto a la ley romana.[/Calliope] – indicó al resto de sus soldados, que cogieron al Centurión y lo maniataron antes de subirlo a un carro. – [Calliope]Vendréis con nosotros a Nova Pompeya. El Legatus Tulio resolverá este asunto.[/Calliope] – aclaró. El nombre me dejó tan perplejo como a los demás. Calliope no apartaba la mirada de nosotros, pero esta vez no parecía tan confiada, algo le había provocado dudas, algo de lo que había hablado con el Centurión.

    – [Xander]No tenemos más remedio.[/Xander] – dije a los demás. Teníamos una opción y debíamos aferrarnos a ella. – [Xander]¿Podemos cambiarnos de ropas?[/Xander] – le pregunté. Con las togas destacaríamos menos entre los ciudadanos romanos y quizá tuviéramos una opción con ese tal Tulio.

    – [Calliope]Haremos un alto en el camino.[/Calliope] – indicó. Se dio la vuelta y caminamos casi una hora hasta otra parte de su destacamento, que custodiaba el campamento y los caballos. Allí, pudimos cambiarnos de ropa y emprendimos de nuevo la marcha con Calliope y un grupo de ocho soldados que nos rodeaba, asegurándose de que no escapásemos.

    La marcha, sin descanso y a pie mientras ellos iban a caballo, no iba a ser fácil, pero algo me decía que nada de lo que nos esperaba en una temporada iba a serlo.

  • ESCISIÓN

    NOAH ARKKAN

    MAÑANA – DAONNA

    La vida a veces te hace replantearte ciertas cosas, aunque en nuestro caso, en el mundo en el que vivíamos y con las cosas a las que estábamos expuestos, eso iba al extremo.

    Yo siempre había sido un completo «friki» de los dinosaurios. Os podéis imaginar que con su parecido a mi forma de Rakkthathor, era algo habitual, además, era lo más cercano a los dragones que habíamos tenido según lo que contaba la historia «humana», pese a que en la realidad los dragones existiesen y no fuesen todos tan malos, pero eso es algo que descubrí bastante tiempo después.

    Evidentemente eso hacía que imaginarme ver a esos seres caminando por la Tierra sería impresionante. Recuerdo ver muchas veces toda la franquicia de Jurassic Park y releer los libros. Pero nada de eso me preparó para verlos caminar frente a mí.

    Mi llegada a ese mundo había sido, como muchas cosas en mi vida, apresurada. Primero estaba en el mundo de los Daesdi y luego estaba en un inmenso espacio natural donde todo parecía magnificado al no haber sido tocado por la mano del hombre. La nieve se veía cercana, cubriendo las montañas que nos rodeaban.

    Al principio no lo supe, claro está, pero cuando mis ojos se acostumbraron al entorno empecé a fijarme en enormes figuras animales que sobresalían en el horizonte. Un ruido me sobresaltó y vi que una estaba detrás de mí. Al menos pensé que era una, en realidad era una manada que se acercaba a nuestra zona. Un escalofrío me recorrió la columna y todo pareció ir más despacio a medida que yo iba más rápido.

    Me fijé en uno de los saurios, no medía más de tres metros de largo y parecía algo más bajo que yo. Tenía una cresta entre la nariz y los ojos. Eran una manada de unos siete u ocho, probablemente algún tipo de Coelophysis. Así que no, no eran herbívoros. Cualquier duda que tuviese quedó despejada cuando vi a cámara lenta cómo se fijaban sus ojos en mi zona.

    Miré a mi alrededor y vi que no había llegado solo: Lexie, Kaylee y Sophie habían llegado conmigo. No me lo pensé dos veces, cambié a mi apariencia Rakkthathor y las cargué a las tres, corriendo a cualquier sitio lejos de aquellos predadores.

    A medida que avanzaba, mis ojos no daban crédito a las maravillas que veía. Formaciones de gemas y piedras preciosas a plena vista, paisajes de colores y formas que nunca había visto ni en fotografías. Contuve el impulso de detenerme y sacar la cámara de su funda, que esperaba que siguiese intacta. Cuando estuve a punto de detenerme cerca de un riachuelo de color rubí, vi a un enorme ‘Allosaurus’ y lo esquivé, dirigiéndome a las montañas donde esperaba encontrar menos amenazas.

    Allí, en la base de un gran pico nevado, me detuve al ver una entrada. Dejé a las demás allí un momento y me interné en la caverna para asegurarme de que estaríamos a salvo. Después de inspeccionarla con detalle, volví a por ella y nos quedamos a unos metros de la entrada, por si algo nos sorprendía.

    Mis corazones latían a plena potencia. Mi cabeza era un hervidero. Estábamos en la prehistoria, pero no en la de la Tierra o al menos no como decía la arqueología, porque las especies de dinosaurios que había visto por el camino pertenecían tanto al cretácido como al jurásico. Aún no había visto ninguno del triásico pero no podía descartarlo.

    Estaba deseando hablar con alguien de todo lo que pasaba por mi cabeza, pero ellas parecían estar inconscientes. Respiraban, lo había comprobado cada cinco minutos, pero el viaje debía haberles afectado. Yo me había librado porque mi metabolismo iba más acelerado para paliar los daños que pudiera provocarme la propia electricidad de mi cuerpo.

    Un par de veces salí al exterior y tomé fotografías. La cámara había sobrevivido a todo el trayecto y parecía estar bien y funcional. Usando el teleobjetivo de la cámara exploré la distancia sin alejarme de la entrada de la caverna.

    Vi una enorme laguna de agua rosada, el río de color rubí que nos habíamos cruzado, especies de dinosaurios de todo tipo, incluso del triásico, confirmando que no estábamos en la Tierra, si no en el Cúmulo Nexus y probablemente en el pasado, en el tiempo de los Daë anteriores a nuestros padres. Aquél lugar era asombroso. A lo lejos se distinguían playas donde la arena y piedras eran puras gemas.

    Las montañas contenían mi capacidad de visión y no quería alejarme de la cueva por si pasaba algo. Tras las montañas se divisaban estelas de humo que llamaron mi atención. Traté de ver más, pero me fue imposible. Continué observando un buen rato hasta que di con una especie de aldea que no encajaba con aquél tiempo. Parecía sacada del pasado, sí, pero no de un tiempo tan remoto. No llegué a ver si había personas, estaba demasiado lejos, pero si había un daë allí, habría sobrenaturales o humanos.

    No podía hacer mucho más así que volví con las demás después de recoger lo necesario para hacer un fuego. No fue difícil crear fricción con mi velocidad, pero para cuando terminé de poner a punto las llamas, ya se estaban despertando.

    – [Lexie]Por un momento he pensado que estaba muerta y me ha parecido bien.[/Lexie] – se quejó Allie…Lexie, poniéndose en pie. Aún no terminaba de conciliar su verdadero nombre con su verdadera apariencia. Allí estaba, poniéndose en pie, con el ceño fruncido y una ropa imposible para vivir cualquier tipo de aventura, pero eso era lo que menos parecía importarle.

    – [Noah]Ha debido ser el teletransporte. Y tener que moveros tan rápido no ha ayudado.[/Noah] – traté de explicar. Lexie me oyó, pero no pareció querer responderme. Había pensado durante el rato en el que había estado solo que quizá fuese un buen momento para arreglar las cosas, pero la vida real era más difícil que lo que uno podía imaginar en su cabeza.

    Kaylee se incorporó en ese momento y tuvo que quedarse sentada.- [Kaylee]Me encuentro fatal.[/Kaylee]- se sujetaba la cabeza y parecía algo mareada.

    – [Noah]Bebe un poco.[/Noah] – le tendí una botella de agua. No era demasiado grande. Me había llevado algunas cosas de primera necesidad para llegar al lago, pero no había contado con que nuestro camino terminase dejándonos tan lejos de casa, de lo contrario habría preparado una mochila como habían hecho los del otro grupo.

    Kaylee lo agradeció y bebió poco a poco. Al cabo de un rato pareció estar mejor, porque se puso a comprobar cómo se encontraba Sophie, aún «dormida». Era la única de todos que no tenía nada de sobrenatural.

    – [Noah]En parte es culpa mía. Me desperté antes y nos iban a atacar, así que os moví.[/Noah] – expliqué, mirando a ambas pero recibiendo una mirada cortante por parte de Lexie. Ni siquiera la apartó, simplemente me observó, desafiante.

    – [Lexie]¿Dónde estamos y cómo salimos de aquí?[/Lexie] – preguntó. En ese momento no me cabía duda de que si hubiera podido evitar preguntarme, lo habría hecho. Me pregunté si Xander se habría sentido así durante todos estos años y comprendí el dolor que había cargado mi primo.

    Suspiré, tratando de tener paciencia. Si sumaba lo que sabía de Lexie y Allie, llegaba a saber bastantes cosas de ella, aunque prácticamente no hubiese contado nada de sí misma. – [Noah]Estamos probablemente en un mundo del Cúmulo Nexus. Un mundo…prehistórico.[/Noah] – expliqué. Había buscado en los recuerdos de mi padre algún tipo de información sobre ese lugar, esperando que en los conocimientos que había ganado de las Pruebas hubiese algo de la historia de los daë, pero de su pasado no había nada. Había algunos que podía descartar por sus apariencias, como los de Géminis o Piscis, pero corría riesgo de equivocarme.

    – [Kaylee]No es la peor opción.[/Kaylee]- comentó Kay, sacando su lado más positivo. – [Kaylee]Pero tenemos que buscar comida.[/Kaylee] – añadió. Agradecí tenerla allí conmigo, era un gran apoyo no solo por su capacidad si no porque desde que había cambiado, era una persona increíble con la que sabía que podía contar para cualquier cosa.

    – [Noah]Sí, pero va a ser difícil no ser «la comida».[/Noah] – repliqué, casi hablando solo para ella. – [Noah]He visto un poblado cerca.[/Noah] – aclaré. Cuando Sophie se recuperase podría ser uno de los primeros sitios que nos convendría visitar. Pero teníamos varios problemas: uno era la ropa y otro el idioma.

    – [Lexie]Yo me voy de aquí. Vosotros jugad a las casitas.[/Lexie] – espetó Lexie cortando la conversación. Cogió su mochila y fue derecha hacia la entrada sin contemplaciones.

    – [Noah]Lexie, no puedes irte. No creo que tus ilusiones vayan a funcionar con los dinosaurios.[/Noah] – dije dando un par de pasos en su dirección, preocupado. La conocía lo suficiente como para saber que sería imposible convencerla de nada, pero estábamos en un caso de fuerza mayor.

    – [Kaylee]No había dinosaurios en la prehistoria.[/Kaylee]- puntualizó Kaylee.

    – [Noah]Lo sé, y he visto especies de diferentes periodos.[/Noah] – aseguré, encantado de poder discutirlo con alguien. Ese mundo era una mezcla de periodos mesozoicos junto con elementos de la prehistoria humana, al menos. Aunque todo eran conjeturas y teorías basadas en lo que había visto, no había rastros de grandes civilizaciones. – [Noah]Por eso creo que sí estamos en el Cúmulo.[/Noah] – añadí. No tenía sentido que el pasado de la Tierra fuese así, ni siquiera teniendo en cuenta la presencia de los demonios.

    – [Lexie]Me importa una mierda.[/Lexie]- replicó Lexie de malos modos. No entendía cómo era posible querer tanto a una persona y que a la vez, pudiera sacarte de quicio. Lexie no atendía a razones y me resultaba muy frustrante.

    – [Noah]No puedes irte. Tenemos que mantenernos unidos.[/Noah] – le pedí. Miré hacia Kaylee, suplicando su ayuda. En ese momento mi relación con Lexie no me ponía en el mejor lugar para convencerla.

    – [Kaylee]No te vayas.[/Kaylee]- lpidió Kay, poniéndose en pie.- [Kaylee]A un mordisco de Rex dudo que sobrevivas.[/Kaylee] – añadió, pero Lexie no escuchaba, ya había salido de la cueva con paso apurado. Hice una seña a Kaylee y la seguí.

    En el exterior hacía mucho frío y aunque llevábamos ropa de abrigo, no estábamos preparados para tanto.

    – [Lexie]No me sigas.[/Lexie]- dijo Lexie al verme detrás.- [Lexie]Yo me tengo que ir de aquí.[/Lexie] – añadió. La había visto otras veces así, pero nunca con tanto empeño. Había discutido con los Daesdi porque no soportaba que nadie decidiese por ella y no había podido hacer nada por evitarlo.

    – [Noah]Lexie la única forma de salir de aquí es ayudar a los daë.[/Noah] – traté de explicarle, serio.

    – [Lexie]¿Los dae me van a ayudar cuando el audífono se me quede sin pilas?[/Lexie] – replicó, girándose hacia mí. Su piel bronceada parecía más sonrojada de lo habitual por el frío y quizá también por la ira que desprendía.

    – [Noah]Encontraremos la forma. Te lo prometo.[/Noah] – dije, acercándome un poco. En mi mente seguía la fantasía de arreglar las cosas y volver a ser tan cercanos como antes. Henry aún tenía en sus manos el prototipo que me había llevado de Infinity, pero no sabía si ya lo habría logrado hacer funcionar.

    – [Lexie]La voy a encontrar yo sola ahora mismo.[/Lexie] – afirmó, tensa. Fue a girarse pero le cogí la mano en el último instante.

    – [Noah]Por favor. No hay otra forma, no puedes salir de aquí. Estamos a millones de kilómetros de la Tierra, ni siquiera sabemos si en el presente.[/Noah] – no era consciente en ese momento, pero a Lexie poco le importaba la lógica de la situación. Era un volcán en plena erupción y podía haber dicho cosas diferentes que sí la hubieran convencido. O quizá no, nunca lo sabría, al final las cosas ocurren como tienen que ocurrir.

    – [Lexie]Que me da igual.[/Lexie] – se soltó de mi mano y caminó, alejándose.

    – [Noah]No puedes escapar siempre.[/Noah] – ya se lo había dicho otras veces y sabía que no le gustaba escucharlo de mí, pero la desesperación nubla el juicio.

    – [Lexie]Vaya que no. Madre mía, te digo yo a ti que sí.[/Lexie] – aseguró, sin darse la vuelta.

    Caminé tras ella y fui a responderle, pero un estruendo como nunca había escuchado reverberó en el helado aire de la montaña. Miré hacia arriba y vi una enorme figura alada. Al principio lo tomé por un ‘pteranodon’ o algún dinosaurio volador de algún tipo, pero cuando lo vi lanzarse en picado hacia la llanura y rociar con su aliento de fuego un grupo de herbívoros antes de llevarse uno entre sus fauces hacia la cima de la montaña, lo supe. – [Noah]¿U-un dragón?[/Noah] – sin terminar de creérmelo. Aquél lugar era aún más peligroso de lo que parecía.

    – [Lexie]Joder.[/Lexie] – replicó ella.

    La miré y vi en sus ojos que no iba a volver con nosotros. Sabía que me odiaría si me la llevaba de aquél lugar, pero todo en mí temblaba de miedo ante de la idea de verla contra cualquiera de aquellas criaturas.

    – [Noah]Lo siento.[/Noah] – aferré su cuerpo tratando de no ser demasiado personal para no invadir su espacio teniendo en cuenta el enfado que tenía conmigo y volvimos a la cueva.

    – [Lexie]¿Pero tú no estás bien de la cabeza?[/Lexie] – me gritó. – [Lexie]Que te he dicho que me voy. No tienes derecho a nada. ¿Sabes quién soy yo? ¿Tú sabes quién es mi padre?[/Lexie] – espetó, cada vez más cerca. Ante sus palabras, me iba viniendo abajo. No soportaba la idea en la práctica de que estuviese enfadada conmigo. Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y lo que sentía por ella seguía ahí. Pese al dolor de saber que me había mentido, seguía ahí. Quizá esa era la peor parte, saber que quizá ella no volviese a querer acercarse a mí nunca, pero yo si seguiría queriéndola. Así que el dolor y la pena dieron paso a la frustración y el enfado.

    – [Noah]¿Me estás diciendo en serio que quieres salir sola a un mundo donde hay dinosaurios y dragones?[/Noah] – me sentía tenso. Quería llegar a ella y arreglar las cosas pero sencillamente, no podía, como si fuera incapaz de contener la frustración que me provocaba todo aquello. No dejaba de pensar en que me había mentido durante años y ahora prefería ponerse en peligro a sabiendas con tal de tener la razón.

    – [Lexie]Sí.[/Lexie]- sentenció, más seria de lo que nunca la había visto. No sabía si estaba enfadada conmigo, con los daesdi o con todo a la vez. Negué con la cabeza, dándome por vencido. Me estaba dejando llevar demasiado rápido por la derrota, pero aquella batalla no la iba a ganar. Mi fuerza de voluntad no era tan buena.

    Lexie no perdió el tiempo y se marchó de nuevo hacia la puerta, pero se topó con algo que la retuvo, una especie de muro invisible. Su grito de rabia me dejó aturdido.

    – [Kaylee]Te quedas aquí.[/Kaylee]- aseguró Kay, ayudando a incorporarse a Sophie.- [Kaylee]Y chimpún.[/Kaylee] – sentenció. Lexie volvió a soltar un grito de rabia. Volvieron a mi los recuerdos de un tiempo en el que Lexie era mi apoyo y Kay la que estaba perdida. Eso puso en perspectiva para mí lo mucho que cambian las cosas.

    – [Kaylee]Cuando te canses, hay que pensar cómo vamos a sobrevivir a la noche.[/Kaylee] – replicó, mirándola. Desde lo de Infinity, Kaylee había empezado a recuperar las fuerzas que le habían flaqueado y ahora cada vez parecía más su verdadero yo.

    Lexie estaba fuera de sí, golpeando el muro, arañándolo. Su enfado y su frustración no hacían más que aumentar a medida que el mundo seguía impidiéndole hacer lo que ella había pensado. Mi mirada se cruzó de nuevo con la suya y no pude soportarlo.

    – [Noah]Voy a salir a por comida.[/Noah] – dije, poniéndome en pie. Era una de las primeras cosas que debíamos conseguir para estar a salvo, pero en ese momento concreto más que por una decisión lógica y meditada, lo hice porque no podía seguir en el mismo espacio que una Lexie que me detestaba.

    – [Lexie]Ojalá te coma un dinosaurio.[/Lexie]- maldijo ella, cuando pasé a su lado.- [Lexie]O un dragón. O un dragón dinosaurio. [/Lexie] – no fueron las palabras, si no la ira que puso en ellas, las que mermaron aún más mis fuerzas. Sinceramente, y ya sé que no queda muy heroico, lo único que me apetecía en ese momento era llorar.

    – [Kaylee]Cállate ya, Lexie.[/Kaylee]- intervino Kaylee. Se puso en pie y se acercó a mí, desactivando el conjuro.- [Kaylee]Voy contigo.[/Kaylee] – quise decirle que iría más rápido yo solo y que ellas necesitaban su ayuda, pero verdaderamente, no me sentía con ánimos de estar solo.

    – [Sophie]Váyanse, que yo vigilo al chacal.[/Sophie]- confirmó Sophie, ganándose una mirada airada de Lexie.

    Como no podíamos tenerla encerrada para siempre y, sinceramente, pensaba que su principal problema era conmigo, Kaylee no volvió a conjurar el muro, supongo que siendo consciente también de que Sophie podría hacer algo parecido.

    Kay caminó conmigo en silencio por la zona. La llevé hasta una especie de bosque de árboles gigantescos donde había varios arbustos. Tardamos un buen rato en decidir qué frutos podían ser comestibles, observando a algunos de los herbívoros de la zona.

    Finalmente volvimos y cuando me acercaba a la cueva, sentí que algo no iba bien. No tardé en confirmar mi corazonada. Sophie estaba allí con el ceño fruncido, maldiciendo para sí. No había rastro de Lexie. No me hacía falta pensar a gran velocidad para saber que ella era la causa del enfado de Sophie y que se había ido. Sola en ese mundo lleno de peligros.

  • UN VIAJE AGRADABLE

    IDRIS SOLO-NOVAK

    CREO QUE POR LA MAÑANA – UN SITIO CON VEGETACIÓN Y COSAS HECHAS MIERDA

    Vale, voy a hacer un pequeño resumen para cuando adapten mi diario a serie como original de InfiniTV, cosa que les va a salir barata porque total, ya tienen casi todo de mí, hasta el adn por si quieren hacer del mundo un lugar feliz lleno de Idrises. Y todo por jugar en Endless y conseguir saldo gratis, les salió barato.

    Pues eso, el resumen. Anteriomente, en ‘Fresh Coconut’, nuestro intrépido antihéroe Idris se unió a sus amigos para salvar el mundo de la pérfida Omega. Lo que no sabía es que su camino de daë estaría truncado y antes de poder serlo técnicamente, todos tenían que unirse en un mundo extraño para reunir y guiar a otro grupo de daë que lo fue antes de sus propios padres. Así que ahora se encontraba en una galaxia lejana y probablemente en el pasado, o en el futuro, o vete a saber, porque en el Axis Mundi el tiempo no existía y a saber si la Tierra no sería más que polvo para cuando nacieron esos daë o si aún tendría dinosaurios.

    Y eso ya nos lleva al presente actual. Aparecí en una zona fría, gris y húmeda en mitad de la vegetación. Diría que estaba en un bosque, pero había mucho espacio entre los árboles. Cerca había una especie de castillo o casa del que solo quedaba un par de muros comidos por la hiedra. Miré hacia arriba, el cielo estaba cubierto de unas espesas nubes de color gris. Era bastante desagradable.

    Me sentía un poco desorientado, pero acostumbrado a cruzar a menudo el portal entre Louna y Moondale, me recuperé ligeramente más rápido que los demás y les observé. No me llevo mucho, también os lo digo, porque solo había dos personas más conmigo: Henry y su aminovia Laura.

    – [Idris]¿Tanto os costaba mandarme con Coquito?[/Idris] – pregunté alzando el puño al cielo. Seguro que era cosa de Diarmud, todo el mundo sabía que tenía favoritas, así que Elle también tenía que serlo, objetivamente, porque, bueno, Elle le gustaba a todo el mundo.

    Así que me habían dejado sin unas vacaciones en ese maravilloso y tétrico lugar con Coquito. Pensándolo mejor, ella se habría desmotivado con ese cielo.

    – [Laura]¿Dónde estamos?[/Laura]- preguntó Laura. Parecía sentirse muy perdida.

    Saqué la brújula planar de mi padre y se me quedó el culo torcido con la cantidad de portales que había cerca, tantos, que en ese momento me sentía casi más perdido. Una cosa sí me quedó clara, eso no era la Tierra, debíamos estar ya en el Cúmulo Nexus.

    – [Idris]Ya no estamos en Kansas.[/Idris] – les dije.

    – [Henry]Ni la tierra al parecer.-[/Henry] corroboró Henry, echando un vistazo al muro semiderruido que teníamos cerca. Al menos los Daesdi nos habían dicho que nos iban a mandar a otro grupo de planetas. Era algo.

    – [Idris]Debe ser el Cúmulo. Hay una bestialidad de portales por aquí.[/Idris] – volví a mirar la brújula, pensando si alguno de esos portales me llevaría con Elle. Os confesaré mi deducción de situación, por partes:

    1º En las películas de miedo, cuando los grupos se separan, mal rollo.

    2º A los negros no nos iba muy bien en esas pelis.

    3º Encima iba con una pareja, así que salvo que se pusieran a hacerlo como monos y viniera alguien a matarlos mientras lo hacían, yo tenía las peores posibilidades.

    – [Laura]¿Eso significa que estamos en peligro?[/Laura]- preguntó de nuevo Laura. Me hacía gracia porque se notaba que era medio rusa cuando decía cosas como peligrro.

    – [Idris]Lo raro sería que no.[/Idris] – confesé. Y el peligrro no tardó en aparecer. Escuché un ruido entre las hojas y una cosa que caminaba a cuatro patas, oscura, monstruosa, deforme. Como en la peli aquella en la que no pueden hacer ruido porque si no los bichos les matan, pues imaginad la escena igual pero en lugar de silencio, conmigo gritando a pleno pulmón con una voz a lo Ruby Rhod.

    Evidentemente, corrimos como alma que lleva el diablo.

    – [Idris]Nos tuvo que tocar el sitio con el puto bicho más feo del universo.[/Idris] – me quejé, intentando no ir demasiado adelantado. Miré de reojo a aquella cosa horrenda y traté de congelarlo, pero parecía no funcionar.

    No sé cuanto tiempo corrimos, pero Laura y Henry cada vez parecían ir más despacio y el bicho más rápido, pese a que le ponía muros de hielo en el camino. Por suerte, alguien nos mandó un ángel de la guarda en forma de figura encapuchada que se apareció tras un muro.

    – [Zahra]¡Por aquí![/Zahra]- nos indicó, haciendo una seña.

    – [Henry]Seguidla[/Henry]. – dijo Henry. La muchacha tampoco se recreó mucho en las indicaciones y ya había desaparecido, pero la seguimos a toda velocidad.

    – [Laura]¿Te fías de una desconocida?[/Laura] – preguntó Laura. Como siguieran con la tensión sexual no resuelta el bicho me iba a acabar comiendo para que la audiencia pudiese ver como avanzaba su trama romántica.

    – [Henry]Mejor ella que el monstruo[/Henry]. – comentó Henry. Ahí había un chiste, pero lo dejé pasar porque, bueno, estaba a punto de palmar.

    Era difícil seguir el ritmo de la chica, atravesaba la zona por los lugares más cerrados, estrechos y complicados. Entre tanta oscuridad, costaba localizarla, así que dejé salir mi forma de elfo de la luna y mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, viendo a través de ella como si fuera de día.

    Guié a los demás y finalmente llegamos a una cueva. Esperamos, guardando silencio sepulcral, hasta que pasó el peligro.

    – [Idris]Parece que ha pasado de largo, suerte que listo no es.[/Idris] – dije mirando a nuestra salvadora. Era una chica más o menos de la edad de Laura, con una tez cobriza y un pelo negro como el azabache.

    – [Zahra]Cuando pase el peligro tenéis que iros[/Zahra].- soltó sin apenas mirarnos.- [Zahra]No hay comida ni refugio para todos[/Zahra]. – añadió. Para ser un ángel de la guarda era bastante antipática y un poco agoniosa.

    – [Idris]¿Amabilidad regional?[/Idris] – pregunté mientras la veía quitarse la capucha y echar unas setas que llevaba en un atillo a un cazo que tenía sobre una hoguera. Me sentía en el Skyrim, lo que tampoco me lo ponía fácil porque todo el mundo era racista con los elfos oscuros.

    – [Zahra]No quiero más muertes a mi espalda[/Zahra]. – replicó, todavía sin mirarnos. Se quitó la capa y vi que llevaba ropas que sin duda no eran de ninguna moda actual de la Tierra. Iba vestida a trozos, con una parte que parecía de cuero y sobre ella pieles para mantener el calor.

    – [Henry]¿Qué ha pasado aquí? Podemos ayudar.[/Henry] – se ofreció Henry. Quise decirle que estábamos ya bastante jodidos, pero era demasiado buen tipo como para entenderlo.

    – [Zahra]¿Acaso puedes devolverle la vida a todo mi pueblo?[/Zahra]- espetó con bastante mala leche.

     – [Idris]¿Han sido esos bichos?[/Idris] – pregunté, sentándome en una roca. Por suerte era plana, porque me habría dejado el culo como si hubiera  venido a verme Dante. ¿Demasiado?

    – [Zahra]No. Fui yo. [/Zahra] – replicó. Nos miró a los ojos y vi que decía la verdad.

    – [Idris]Plot twiiist.[/Idris] – mi boca siempre iba por delante de mi cabeza, pero a veces venía bien para paliar la gravedad de la situación, ya sabéis, como cuando estás perdido en un mundo desconocido en una cueva oscura con una aparente genocida. Absorbí frío de nuestro alrededor y  formé en mi mano una espada rudimentaria. Llamarla espada era mucho, pero yo era un tipo positivo.

    – [Laura]Mató a su pueblo. Tu espada va a hacer poco[/Laura].- intervino Laura, que estaba empezando a parecerme una chica no muy positiva, pero por suerte me caía bien igual.

    – [Henry]No os alejéis mucho.[/Henry] – dijo Henry, casi poniéndose frente a nosotros. Lo admiré, era blanco puro de lo buena gente que era. También me caía bien.

    – [Zahra]Si os quisiera muertos, no os habría salvado del Espantajo[/Zahra].- afirmó la demonio de la guarda, negando con la cabeza. Así que esa cosa se llamaba Espantajo, muy apropiado.

    – [Idris]Vale, eso tiene su lógica. Pero la parte de matar a todo tu pueblo sigue dando mal rollo.[/Idris] – puntualicé. La chica no se vendía muy bien. No me caía mal de base, pero tenía muy mal marketing.

    – [Zahra]Me dieron a elegir entre mi vida y la de ellos[/Zahra].- empezó a explicar.

    – [Idris]Suena a material de buen compañero de viaje.[/Idris] – respondí, haciendo una mueca con la boca.

    – [Henry]¿Podrías ayudarnos? Estamos buscando a alguien.-[/Henry] preguntó Henry. Cierto, que no solo teníamos que sobrevivir y encontrar a los demás, si no también cumplir la misión de los Daesdi de la que Henry no se había olvidado.

    – [Zahra]No[/Zahra].- respondió Zahra, que contaba las palabras que utilizaba.

    -[Heny]Como has podido deducir no somos de por aquí. Estamos buscando a una persona y cuanto antes la encontremos antes podremos dejarte en paz.-[/Henry] – resumió, la parte de dejarla en paz seguro que la convencía. Pero en lugar de respondernos, avivó un poco el fuego y empezó a remover en su olla tamaño de una persona.

    – [Idris]Si nos llevas a alguien que pueda ayudarnos dejaremos de molestarte y podrás hacer tu «cosa»[/Idris] – ofrecí señalando su olla. No podía llamar comida a esa mezcla de hierba y setas chungas preparada en  dudosas condiciones higiénicas. Ella se encogió de hombros, le importaba todo tres pitos, me caía bien.

    – [Henry]Te vendría bien un poco de compañía. Estar sola no es lo mejor créeme.-[/Henry] añadió Henry, negociando. Vi a Laura cruzarse de brazos y mirarle. Nuestra nueva «amiga» siguió removiendo por lo menos diez minutos y luego se sirvió un plato. Resulta que entre todo aquello sobresalía un muslo de pollo que cogió por el hueso y empezó a mordisquear.

     

    – [Idris]No es que no me guste verte aquí comer como un perro, pero si no nos ayudas vas a ver la tensión romántica de estos dos durante todo el capítulo.[/Idris] – venga, alguna forma tenía que haber para que nos ayudase: pistas sobre en qué mundo estábamos, algo que nos llevara al daë…no sé…algo. Yo solo había visto a los daë de géminis por los discos de mis padres y al de acuario por el del tío Bill. Henry debía conocer al daë al que se enfrentó Logan, que no recuerdo que signo era.

    Nuestra amiga perruna dio otro mordisco y masticó el «quieropensarqueespollo» mientras me miraba fijamente.

    – [Idris]¿Y vosotros entonces estáis juntos?[/Idris] – sentado de nuevo en mi rocaDante apoyé la cabeza en la mano y miré a Henry y Laura, tratando de forzar una situación.

    – [Laura]No[/Laura]. – respondió Laura rápidamente.

    – [Henry]¿Qué?. No. No…-[/Henry] dijo Henry, rascándose la cabeza, nervioso. Su reacción me daba más juego, pero la chica seguía comiendo.

    – [Idris]¿No? Pues hacéis buena pareja.[/Idris] – comenté, sonriendo. Venga, había sido partícipe en destapar un trío que llevaba años en la sombra, tenía que sacar algo de ahí que hiciera moverse a la montaraz aquella.

    – [Henry]¿Tú crees? -[/Henry] preguntó Henry, con un brillo en los ojos.

    – [Laura]¿HENRY Y YO? NO[/Laura].- gritó Laura, pero no se me escapó que su nombre lo pronunciaba con mucho cuidado. Me da que ni ella misma sabía lo que sentía.

    – [Henry]Si no nos ayudas no solo nuestro mundo estará condenado, el tuyo también. No creo que quieras más muertes sobre tu conciencia.-[/Henry] intentó desviar la conversación y convencer a la muchacha de una forma más rápida, pero ella pasó.

    – [Zahra]Seguid con la historia de amor un poco más[/Zahra].- casi se había terminado la comida y había tirado el hueso de «quenosearata» fuera de la cueva.

    – [Idris]¿En tu mesa de Infinity no tenías una foto de tu novia? Se parecía a ella.[/Idris] – ventajas de habernos colado en la sede de Infinity. A Laura casi se le salen los ojos de las cuencas.

    – [Henry]Era para aparentar, fue idea de los de la isla.-[/Henry] respondió Henry tratando de esquivar la bala.

    – [Zahra]¿Y no hay más chicas en la isla de la que vienes?[/Zahra] – preguntó ella, uniéndose a la trama.

    – [Henry]Si bueno, está Sophie…-[/Henry] comentó Henry. A ver, Sophie era una alegría para la vista, no había más que ver a mi hermano babeando en la fiesta de los gemelos, pero se notaba que la había nombrado porque sabía que otra gente la veía atractiva. El chico estaba colado por Laura.

    Nuestra salvadora terminó de comer y se fue, dejándonos allí solos sin saber que hacer. Volvió al rato con la olla limpia y la metió en una especie de mochila que se echó a la espalda. – [Zahra]Seguidme.[/Zahra]. – dijo.

    – [Idris]Antes de volver a salir a villaespantajo, ¿tienes nombre?[/Idris] – pregunté cuando estábamos a punto de atravesar la «puerta» de la cueva.

    – [Zahra]Sí, pero no te interesa.[/Zahra] – replicó.

    – [Idris]Va a ser un viaje agradable.[/Idris] – aseguré. Al menos tenía todo el camino para seguir haciendo de celestino particular.

    No sabía que las nubes grises que cubrían el cielo eran en realidad polución provocada por una ciudad que se alzaba kilómetros por encima de nosotros, una ciudad en la que vivía uno de los mayores enemigos de los Moondies y que pronto sería también el nuestro. El Arquitecto.