Moondale

Categoría: Cúmulo Nexus

  • VENGANZA

    EZEQUIEL PONCE DE LEÓN

    NOCHE – NEXUS

     

    La humanidad, sobrenatural o no, apenas había cambiado en los siglos que contaba a mis espaldas, ni siquiera en esa civilización avanzada en el tiempo gracias al sacrificio de más de una docena de mundos.

    Esa gente entre la que caminábamos veneraba al Arquitecto como una especie de ser liberador que había apartado la oscuridad de los mundos y había eliminado la pobreza, las enfermedades, el peligro de los sobrenaturales… Todo lo que les hiciera diferentes, incluso la fealdad. No había nadie feo entre aquellas gentes, nadie tosiendo, nadie con los dientes mal, con calvicie, nada. Incluso en algunos anuncios que habíamos encontrado se mostraban curas a disposición de todos para el cáncer, el alzheimer, la diabetes, para extensión de la vida, para curar la depresión o para enfermedades cuyo nombre desconocía.

    Pero todo eso era a costa de que los sobrenaturales a lo largo de catorce mundos sufrieran, y no solo ellos, si no también el resto de seres humanos que él no había escogido para ser su pueblo elegido. Era la misma desigualdad de siempre, pero llevada al extremo por la todopoderosa magia de ese ser. Era obsceno.

    Después del ataque, nuestro grupo se había dividido en cuatro. Henry llevaba el seguimiento del resto gracias a una esfera que ni Zahra ni yo teníamos. Ese orbe era la esfera Daë, un artefacto mágico que se otorgaba normalmente a los Daë y terminaba convirtiéndose en los discos que abrían las puertas de las pruebas en el Axis Mundi. Conocía bien su historia y habría esperado obtener uno cuando cerré el pacto con Caitriona, pero no fue así. Algo más de la mitad de la nave los tenía y podían comunicarse entre sí, mientras que el resto, los que no habíamos llegado juntos al Cúmulo, no. El resto solía pensar que eso era así porque ellos no eran Daë, que estaban allí por estar, pero yo había elegido serlo, solo que quizá tenía algo que demostrar, como los demás, algo que los New Moondies ya habían cumplido al atreverse a cruzar la entrada al Axis Mundi.

    Las historias solían contar a menudo cómo los Daesdi podían realizar varias pruebas antes de confirmar que alguien era un verdadero Daë y no tenían miedo en cambiar de idea si no lo veían digno. A mí me habían permitido obtener el destino de Daë de Laura Petrov, porque yo lo quería y ella no, pero ahora tenía que seguir demostrando mi valía. Jamie, Ruby, Robin, Lekwaa, Chloe y Zahra habían cruzado sus caminos con los de los demás pero también tenían que demostrarlo, como yo.

    Miré a mis compañeros, Henry, que caminaba al frente, toqueteando un reloj inteligente en el que parecía haber cargado el mapa de la ciudad, silencioso desde el principio. Zahir caminaba más cerca de mí, cubierto con la capucha. Había tomado esa apariencia al separarnos y miraba inquieto en todas direcciones.

    – [Ezequiel]¿No te gusta este lugar verdad?[/Ezequiel] – le pregunté cuando entramos en una calle poco concurrida.

    – [Zahra]No.[/Zahra]- admitió.

    – [Ezequiel]He oído que eres de este mundo, pero de la superficie.[/Ezequiel] – había dedicado mi estancia en la nave para aprender todo lo posible sobre ellos y ellas sin resultar molesto. De Zahir no era de quien más sabía, era una de las personas más reservadas. Por el contrario de Idris lo sabía casi todo.

    – [Zahra]Lo soy.[/Zahra]

    Asentí, imaginando que no debía ser fácil encontrarse en la ciudad. – [Ezequiel]Aquí parecen odiar a los vuestros, como si fuerais malvados.[/Ezequiel] – comenté. Había escuchado conversaciones, visto anuncios contra los sobrenaturales en los que se exageraban sus rasgos, nada distinto de lo que se hacía en mi época con las personas de distinto tono de piel.

    – [Zahra]Nos odian.[/Zahra]- afirmó Zahir. Luego se quedó callado, esquivando mi mirada.

    – [Ezequiel]Disculpa si hablo demasiado. Es una mala costumbre.[/Ezequiel] – aclaré. En otro tiempo mi silencio se veía impuesto, pero la ventaja de vivir en otro siglo radicaba en haber aprendido a ser libre disfrutar de pequeñas cosas como la libertad de expresión.

    – [Zahra]No es que tú hables demasiado. Es que yo no suelo hacerlo.[/Zahra] – respondió él. Era una persona silente, eso era cierto, un misterio en el corazón de la nave.

    – [Ezequiel]Es tan respetable uno como lo otro.[/Ezequiel] – esbocé una sonrisa cortés y él la correspondió. – [Ezequiel]Él tampoco habla mucho.[/Ezequiel] – comenté, apuntando con la cabeza hacia Henry, que dudaba entre dos caminos. Era un hombre diferente, con una personalidad que aún no terminaba de descifrar. Tan enigmático como su tecnología, que escapaba a mi comprensión.

    – [Zahra]Lo está pasando mal.[/Zahra]- explicó Zahir.- [Zahra]O eso parece.[/Zahra] – añadió.

    – [Ezequiel]Era muy cercano a la muchacha que se fue, ¿no?[/Ezequiel] – sabía que la chica cuyo puesto había ocupado yo había decidido marcharse, pero había pedido una forma de comunicarse con la nave, manifiesta en una orbe parecida a las de los Daë pero mayor, que acumulaba polvo porque nadie la había usado aún. O al menos no que hubiera visto.

    Zahir se encogió de hombros.- [Zahra]Supongo que era su compañera.[/Zahra] – parecía una persona que no tenía el romance en sus prioridades. Podría empatizar con eso, porque en ese momento tampoco era la mía, salvo que lo mío era fruto del tiempo, de tener el corazón roto en innumerables ocasiones porque nadie vivía tanto como yo.

    – [Ezequiel]No es fácil ser un héroe. Los sacrificios que se exigen son demasiados a veces.[/Ezequiel]

    – [Zahra]Al final, tienes que decidir si vale la pena ese sacrificio o no y Laura actuó en consecuencia.[/Zahra]

    – [Ezequiel]Es respetable.[/Ezequiel] – pensé en voz alta. – [Ezequiel]Pero si todo el mundo fuera así, no existiría vida a estas alturas.[/Ezequiel] – había aprendido el significado de la tolerancia en mi larga vida, pero también que si todos nos escudábamos en la comodidad de la seguridad, nadie haría nada y nada cambiaría.

    – [Zahra]No veo el problema.[/Zahra]- respondió él sonriendo.

    – [Ezequiel]¿No te motiva la supervivencia?[/Ezequiel] – pregunté, intrigado, mientras le veía aguzar la mirada al entrar en ese callejón oscuro. No conocía a qué especie sobrenatural pertenecía, pero parecía ver mejor que yo en la oscuridad y sabía por lo que se contaba por ahí que sobrevivir era lo que le había alimentado durante una buena temporada.

    Zahir se encogió de hombros.- [Zahra]No a cualquier precio. Eso lo aprendí hace mucho y lo tengo grabado a fuego.[/Zahra]

    – [Ezequiel]El tiempo cambia muchas cosas.[/Ezequiel] – comenté. Si algo tenía que ofrecer al grupo además de mi resistencia, era mi experiencia. – [Ezequiel]Quizá ahora puedas empezar a pensar en un deseo de futuro.[/Ezequiel] – porque al final no se puede vivir solo de luchar y sobrevivir.

    – [Zahra]Quizás.[/Zahra] – dijo antes de guardar silencio una vez más.

    Le sonreí y me adelanté con la esperanza de hablar con Henry, al que apenas se veía en la oscuridad del callejón. Estaba a punto de darle alcance cuando vi unas figuras aparecer al final de camino.

    – [b][i]Hemos avistado a los sospechosos. [/i][/b] – dijo una voz proveniente de uno de ellos. No necesité más. En un par de zancadas me coloqué delante de Henry, que había frenado al verlos. Nos habían encontrado.

    – [Ezequiel]Preparaos para luchar.[/Ezequiel] – les dije desenvainando a Semign, la espada que me acompañaba desde hacía siglos.

    Los policías de Antailtire se acercaron pero cuando me preparaba para luchar, una figura les embistió y empezó a golpearles con una fuerza sobrehumana. En un punto, lanzó a uno de ellos con una mano contra una pared y su cabeza emitió un sonido hueco, probablemente estuviera muerto.

    Detrás de mí Zahir cayó al suelo. Pensé que le había ocurrido algo pero al girarme vi que se estaba haciendo el muerto. Me asaltó una imagen de mí mucho más joven, aprendiendo a hacerlo para protegerme de los temibles osos de la zona.

    – [Ezequiel]¿Quién eres?[/Ezequiel] – pregunté al ver que la figura se acercaba a nosotros después de derribar a todos los policías. No teníamos mucho tiempo, pronto los que estuvieran vivos podrían levantarse y otros acudir a su rescate.

    – [b]Hace mucho que no tengo nombre, pero puedes llamarme Haevn.[/b] – respondió. Al acercarse vi que parecía un hombre, de hombros anchos, cabello rapado y voz ronca. Pero había algo más, algo extraño a lo que mi cuerpo reaccionaba con deseo de huir.

    – [Ezequiel]Gracias por la ayuda, pero, ¿por qué?[/Ezequiel] – pregunté. No parecía alguien de la ciudad y era poco probable encontrar un amigo salido de la nada, menos aún viendo como había matado a algunos de los policías.

    – [b]Daños colaterales, estaban en mi camino. Eres una persona difícil de localizar… Zahra.[/b] – su mirada se centró en un punto detrás de mí. Zahir seguía en el suelo, inmóvil.

    – [Ezequiel]¿Por qué buscas a Zahra?[/Ezequiel] – pregunté.

    – [b]Por su culpa soy lo que soy.[/b] – al acercarse a la tenue luz, sus ojos emitieron un brillo fantasmagórico. Era un reanimado, un espectro ocupando el cuerpo de un fallecido. – [b]Da igual en que mundo o bajo que cara te escondas, siempre te encontraré[/b] – prometió. Un problema más en nuestro camino, esa venganza era una distracción que no podíamos permitirnos.

    Vi que Zahir se levantaba, pero ahora siendo Zahra. Tenía una pose digna, dispuesta a enfrentarse a la venganza de ese ser.- [Zahra]Te equivocas.[/Zahra]

    – [b]Tu pacto no solo acabo con tu gente…[/b] – había escuchado que Zahra era el producto de un trato que salió mal. Una maldición de algún ser mágico que se había aprovechado de sus deseos.

    – [Zahra]No tienes ni idea de qué estás hablando. Qué atrevida es la ignorancia, Haevn.[/Zahra]- discutió ella. Parecía creerlo con firmeza, pero también ese ser llamado Haevn. Aun así, era fácil engañar a un reanimado, lo espíritus que se aferraban a la vida eran incapaces de controlar sus emociones y eso les hacía fácilmente manipulables.

    – [Ezequiel]Estoy seguro de que podéis resolverlo hablando. La venganza nunca lleva a nada bueno.[/Ezequiel] – propuse.

    – [Zahra]Eso díselo a él.[/Zahra]- replicó Zahra. El lenguaje corporal de Haevn no mostraba ningún interés en dialogar.

    – [b]No hay nada que hablar, si os interponéis en mi camino moriréis también.[/b] – sentenció, acercándose con posición amenazadora.

    – [Ezequiel]Deberías reconsiderado.[/Ezequiel] – le advertí, aferrando la espada con disposición a enfrentarnos. – [Ezequiel]No todo el mundo tiene el privilegio de morir.[/Ezequiel] – por mucha fuerza que tuviese, mi cuerpo resistiría sus golpes y las heridas una y otra vez. Pero por otro lado, había sido traído de vuelta de la muerte, así que tampoco podría hacerle mucho. Estaríamos luchando una eternidad.

    – [Zahra]Haevn, estamos en medio de algo importante y tu venganza lo único que hace es interponerse en ello.[/Zahra] – insistió Zahra.

    Pero Haevn ya no escuchaba, su velocidad de espectro le permitió abalanzarse contra nosotros, pero no contaba con Henry, que en silencio todo ese rato se había colocado detrás de Zahra y de mí y nos teletransportó a varias calles de distancia, donde echamos a correr, escuchando el eco del grito de rabia de Haevn

  • TALENTO DESPERDICIADO

    Ruby – Dyavol

    Tarde

    Avalon era una isla fea. Un enorme castillo en el centro de la misma era lo único majestuoso que podías encontrarte allí. En el resto, un montón de refugiados malvivían en las afueras de la muralla en tiendas de campaña que parecían haber pasado por tiempos mejores.

    Todo olía a pescado podrido y a falta de higiene. Y las mujeres, heroínas y veneradas en mi mundo, eran aquí poco más que un trámite para seguir trayendo churumbeles a sobrevivir en esa bazofia de destino.

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  • COMPARTIENDO EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    SELAS – NOCHE

    Según escuchaba las palabras de ese aspirante a héroe llamado Abderus, sentía que mi mente divagaba a otro tiempo mucho más atrás, hasta el salón de la cabaña de mis padres, con el fuego crepitando y el olor a chocolate caliente como le gustaba a mamá, algo que se había convertido en costumbre en aquel periodo en el que no dejaba de pasear para conseguir que un incansable Noah se durmiese.

    Mi padre, mientras tanto, se sentaba junto a mí y sin un libro en las manos, me contaba los cuentos de los Daë, las historias que Noah siempre tendría grabadas en sus genes y que él quiso que yo también tuviera presentes, junto a muchas otras.

    Y ahora estaba allí, escuchando hablar de un demonio draconiano que plantaba cara a los supuestos héroes, dispuestos a aniquilar a los que tenían un aspecto diferente, aquellos que molestaban por su «fealdad». No dudaba que era Oriax el Daë al que buscábamos, pero había que tener cuidado, porque surgió de las sombras y tardaría tiempo en encontrar la luz al lado de los otros Daë.

    Mientras los héroes y heroínas aumentaban el ritmo de beber, parando solo para reírse de alguna broma o intentar que los demás les acompañáramos, me acerqué a Kaylee, que estaba sentada en una hoguera más pequeña que ella misma había hecho arder. Era increíble de lo que era capaz, siempre me había gustado la magia, pero en ella me fascinaba más aún. El fuego bailaba contra su pelo rojo fresa, iluminándolo y mostrando todas sus tonalidades.

    – [Leo]¿Estás bien? Ese fuego ha sido bastante avanzado.[/Leo] – pregunté, sentándome a su lado. Con el resto de New Moondies me esforzaba a diario tratando de mantener conversaciones, pero con ella el esfuerzo era nulo, me resultaba sencillo hablar de lo que fuese.

    – [Kaylee]Me pica todo el cuerpo, pero estoy intentando no rascarme.[/Kaylee]- admitió, sonriendo. Vi una mancha rojiza que se escondía bajo su toga. Le había tocado pagar por los excesos de sus padres, como ella solía decir.- [Kaylee]Gracias por preguntar.[/Kaylee] – añadió. Me acerqué y cuando nuestros hombros se tocaron me eché sobre ella y le di un beso en la sien. El mero hecho de sentir su suave piel contra mis labios hizo que un gruñido animal resonase en los rincones de mi mente.

    – [Leo]Te rascaría yo pero me está costando controlar al lobo.[/Leo] – le enseñé las manos, que en aquel momento no me habrían servido para tocar, por las uñas, duras como dientes, que ya habían asomado hacía unas horas, en cuanto mis sentidos captaron lo que habitaba en el interior del bosque.

    – [Kaylee]Prefiero no acabar con en torso como el de mi padre.[/Kaylee] – comentó, alzando una ceja. Daba igual cómo marcase sus rasgos, con cualquier mueca era preciosa y su mente era afilada como un cuchillo. Podría haber compuesto sobre ella durante semanas y de hecho, lo haría.

    – [Leo]No creo que tu torso se parezca mucho. [/Leo] -. admití, sonriendo. No me consideraba una persona demasiado puritana. Nos habían metido en la cabeza de que las relaciones sexuales eran algo prohibido, tabú, pero eso en mi casa no había sido una norma, cada cual era libre de disfrutar su propia sexualidad siempre que fuese consentido. Sin embargo, en ese momento estaba controlándome, porque el lobo tendía a sacar fuerza de mis impulsos más compartidos.

    – [Kaylee]Deja de pensar en mi torso.[/Kaylee]- replicó, sacándome la lengua.

    – [Leo]La toga y los sentidos agudizados no ayudan.[/Leo] – confesé. Contuve un gruñido cuando ya llegaba al fondo de mi garganta. Captaba cada matiz del olor distintivo de Kaylee y me inundaba los sentidos, pero por debajo, sentía la llamada de ese bosque. Para Amy y Ezra quizá fuera más fácil, no rechazaban esa parte de sí mismos como yo.

    – [Kaylee]¿Estás nervioso?[/Kaylee] – preguntó, apoyando una mano sobre la mía.

    – [Leo]Se supone que esto es territorio de licántropos.[/Leo] – dije, pensativo. Era la tierra de Licaón, una de las primeras leyendas de licántropos y una de las pocas que había llegado hasta los humanos. Quizá estuviera allí, en ese bosque, traído por Antailtire, no podíamos saberlo. – [Leo]Los presiento.[/Leo] – añadí. No eran unos pocos, en aquellos bosques había muchos como Amy.

    – [Kaylee]¿Quieres que te tire una ramita y descargas tensiones?[/Kaylee] – dijo ella con una sonrisa burlona.

    – [Leo]Igual te da por subirte y echar a volar.[/Leo] – le repliqué, sonriendo. En otro tiempo podríamos habernos dicho las mismas palabras pero con una intención diferente. Como pude estar tan ciego como para pensar que Kay estaba feliz fingiendo ser una reina de la clase.

    – [Kaylee]Espera a que te enseñe mi verdadera nariz con verrugas, que no se te va a levantar ni con grúa.[/Kaylee]- sacó su mejor risa de bruja.

    – [Leo]Así que era eso lo que tenías ahí.[/Leo] – bromeé tocándole la nariz con un dedo. Ella enseñó los dientes e hizo como si me fuera a morder. El lobo seguía tirando de mí.

    – [Leo]Ya estamos iguales.[/Leo] – dije enseñándole mis dientes. De por sí ya tenía los colmillos pronunciados, pero ahora lo eran mucho más.

    – [Vera]¿Y si os alquiláis una habitación, heteras?[/Vera] – me sorprendió escuchar la voz de Vera tan cerca. Mis sentidos estaban tan pendientes de Kaylee que se habían aislado del resto. El lobo tenía algún tipo de atracción hacia ella y eso me resultaba preocupante.

    Vi que Vera sonreía y traté de hacerlo yo también, aparcando los miedos por un instante. Jamie iba pegada a ella, como su sombra. Habíamos tenido poco tiempo de calma entre la misión que la llevó hasta nosotros y la de ahora, con luchas, pactos, traumas… Esperaba que cuando todo esto terminase pudiera relacionarse más con el resto.

    – [Jamie]¿Qué es una hetera?[/Jamie] – preguntó, mirando a Vera y Kaylee. Tenía el pelo tan rojo como una MacLeod.

    – [Vera]¿Quién se lo explica?[/Vera] – preguntó la pequeña de los MacLeod, encogiéndose de hombros. Vi a Julia acercarse a nosotros e hice un gesto con la cabeza señalándola. Era la ventaja de su desparpajo, que no tendría problemas en aclarar las dudas de Jamie.

    – [Julia]Las personas heterosexuales sienten atracción hacia gente de distinto sexo. En realidad, «heteras» no existe.[/Julia]- aclaró al llegar frente a nosotros, me eché hacia delante, apoyando los brazos en las rodillas mientras observaba la situación. Miré a Julia sorprendido, no esperaba una respuesta tan…correcta. – [Julia]¿Qué? La vida sexual de la gente no es graciosa. Bueno, la de Henry sí porque no existe.[/Julia] – añadió como si hubiera leído la mente de todos.

    – [Leo]Debe tener las orejas ardiendo.[/Leo] – comenté. Bastante tenía Henry con la marcha de Laura, si hubiera sabido que hablaban de él se habría vuelto rojo por completo. Parecía muy vergonzoso y tímido.

    – [Julia]No será lo único que le arda, pero yo le daba.[/Julia] – entrecerré los ojos. Era increíble que al menos de palabra a Julia le gustasen casi todos los New Moondies.

    Negué con la cabeza levemente y me giré para mirar a Kay, que esbozaba una sonrisa como la mía, contenida. Julia me resultaba divertida por su desparpajo. Era digno de alabanza.

    – [Julia]¿Qué? Venga, que también os daba al resto.[/Julia] – añadió, era una suerte que los héroes estuvieran ya muy bebidos y bebidas para que no quisieran unirse a la invitación.

    – [Dante]No es ningún secreto, Julia.[/Dante] – dijo Dante, que acababa de aparecer.

    – [Julia]Ven, que te arreglo.[/Julia] – ella hizo como que iba a agarrarlo, en broma, claro, pero Dante se apartó.

    – [Dante]Lo pensaré.[/Dante] – respondió, con una sonrisa que debía usar en sus ligues nocturnos. – [Dante]Cuando no estemos en villa lobo. [/Dante] – añadió, como si le diese malas vibraciones el lugar. No podía creerle, Dante no tenía reparos para eso. Pero había desviado la mirada hacia Chloe, que fingía no estar escuchando, así que esa debía ser la razón. – [Dante]Ahora vuelvo.[/Dante] – añadió, acercándose a la menor de los MacLay.

    Vera nos miró y contuvo una risa, después fue a sentarse en una piedra cercana junto a Jaime. Vi que tenían los dedos entrelazados. Incluso de una desgracia salían cosas buenas. Julia se sentó al otro lado de Kay, pero algo más apartada.

    – [Leo]No me gustan estos héroes, he conocido músicos como ellos.[/Leo] – dije después de disfrutar de un rato de silencio junto a la persona que amaba.

    – [Kaylee]Tontos hay en todas partes, Leo.[/Kaylee]- respondió ella, mirándolos de soslayo, cantaban sus andanzas y practicaban para llevarse el mérito de la muerte de la Hidra, a la que habían arrancado varias escamas para demostrarlo.

    – [Leo]El demonio del que hablaba Abderus es nuestro Daë, estoy casi seguro.[/Leo] – confirmé. Del grupo de Selas yo era el que tenía más información de los Daë, así que Kay que era nuestra líder junto a Amy, debía saberlo. Debía decírselo también a Amy, pero estaba más taciturna de lo acostumbrado y no quería poner a prueba el reinicio de nuestra amistad.

    – [Kaylee]Es posible.[/Kaylee] – respondió ella. Había una duda razonable, pero teníamos que confiar en que no sería una casualidad haber acabado tan cerca de ese «asesino de héroes». Ahora el problema estaba en prepararle para unirse a los demás y si era como a los demás, defenderle de los agentes de Antailtire.

    Toqué con la punta de los dedos una rojez de su cuello. – [Leo]Si necesitas ayuda con eso, ya sabes.[/Leo] – dije cuando creía que nadie nos escuchaba, aunque no me habría extrañado que Julia pusiera la oreja. Noté cómo se le erizaba el vello del cuello y contuve el impulso de besarlo. – [Leo]Con la alergia.[/Leo] – puntualicé.

    – [Kaylee]Necesito que me eches crema. Mucha. Sobre todo en las tetas.[/Kaylee] – replicó riéndose. No pude evitar reír. Kay era maravillosa y su carácter era el perfecto contrapunto del mío.

    Hay cosas que te facilitan la vida y sin duda una de ellas es compartir el camino, bueno y malo, con alguien con quien ya compartes tu corazón y tu alma.

  • HACIA EL FINAL DEL CAMINO

    SELAS

    Alrededor de una hoguera, cerrada ya la noche, los New Moondies conversaban con el grupo de héroes y heroínas tras una cena ligera. Habían llegado a conocer un poco a sus compañeros y compañeras de camino, a los que habían dejado pensar que eran tan solo otro grupo de héroes advenedizos, siempre guardando con recelo sus orígenes y su verdadera misión en ese mundo.

    Uno de los héroes, el que tenía la piel tostada por el sol y no se separaba de su tridente dorado, parecía ser el líder. Abderus se llamaba, como un pariente lejano que había conocido y ayudado al legendario Heracles. Otros dos hombres y mujeres le acompañaban: Metioches la nieta del cometa, armada con una honda; Scabras el arquero, que decía descender de Odiseo; Derimacheia, la amazona de abdomen de acero tan duro como su lanza; y Caeneus, un hombre silencioso que lo observaba todo.

    Averiguaron que en ese mundo los héroes y heroínas habían sido antaño una profesión con mucho futuro, pese a que en bastantes ocasiones acabase en tragedia, pero en los últimos tiempos se rumoreaba que los monstruos eran menos osados y empezaban a esconderse.

    – [b]Dicen que hay un demonio, un ser horrendo y malvado que les está reuniendo para hacerse más fuertes y acabar con nuestra gran civilización.[/b] – dijo Abderus agachándose sobre las brasas. – [b]Así que muchos hemos salido a buscarlo para cobrar la recompensa. Es suficiente incluso para que quince personas vivan cómodas varias vidas.[/b] – respondió mirándoles con una sonrisa cómplice.

    – [Leo]¿Qué demonio es ese?[/Leo] – preguntó Leo, atento a cualquier información que encajase con las historias que su padre había contado.

    – [b]Dicen que hasta el jodido Hades huiría de él. Una bestia con cuerpo de hombre cubierto de escamas como una serpiente, pero duras como el acero.[/b] – contó, embelesado con su propia voz. – [b]Cuentan que le encanta comer humanos con sus dientes afilados. En especial héroes.[/b] – sonrió.

    – [Leo]¿Tiene nombre ese monstruo?[/Leo] – insistió Leo, tratando de parecer poco interesado.

    – [b]Oriax, le llaman.[/b] – añadió. – [b]Vive en las cuevas del monte Licaón. Pero para llegar allí, hay que cruzar el bosque.[/b] – como si respondiera una llamada, un aullido reverberó por el valle, procedente de allí.


    DYAVOL

    La tripulación realizó todos los preparativos y finalmente consiguieron atracar en el puerto de Avalon, la isla refugio en la que bullía el movimiento de un lado a otro.

    En la misma arena de la playa, campamentos y tiendas solitarias parecían haber estado organizados en un principio, pero con tantas personas habían tenido que añadir otras aquí y allá. De ellas salían personas cuyas ropas habían debido ver mejores tiempos y cuerpos a los que no les vendría mal algo de comida extra, algo que no parecía sobrar en aquél lugar.

    Desde antes incluso de bajar, presintieron una tensión en el ambiente que parecía presagiar algo muy malo a punto de ocurrir. Esa sensación ganó importancia al ver cómo la gente se movía de una forma errática, frenética, como si todos tuviesen algo urgente que hacer. Olía a guerra en el aire, una que aún no había empezado.

    A medida que se acercaban a una fortaleza de piedra negra que coronaba el centro de la isla, vieron que sus puertas se abrían y una comitiva acudía a saludarlos. Eran guerreros y guerreras en su mayor parte, vestidos ya con armaduras deslustradas de tanto uso y armas enfundadas, listas para desenvainarse pronto.

    Entre las figuras, una se erguía por encima del resto, un hombre con armadura de escamas de color obsidiana que caminaba en el centro, evidenciando su rango.

    Francis se adelantó y le saludó, tratando de contener su alegría, mientras que el otro hombre le devolvió una sonrisa amplia, serena. Hablaron en voz baja, flanqueados por alguna mirada indiscreta de uno de los hombres. Los New Moondies esperaron, inquietos, al ver que la mirada del hombre de armadura negra se desviaba hacia ellos durante unos segundos. Tenía unos ojos distintos, unos ojos en los que Cole veía algo familiar.

    Después de unos minutos, el hombre de cabello oscuro, se acercó, seguido de Francis, cuyo semblante estaba más serio aún que antes.

    – [William]Francis me ha contado cómo les habéis ayudado.[/William] – dijo él. – [William]Tenéis mi agradecimiento.[/William] – añadió, haciendo una reverencia. – [William]Soy William Daye, el gobernador de Avalon y protector de estas gentes.[/William] – reconocieron con rapidez su nombre y se miraron, asombrados. – [William]Aunque me temo que no venís en buen momento.[/William]


    NEXUS

    ELLE E IDRIS

    Atravesando los callejones a toda prisa, la Vanir y el Elfo Oscuro se encontraron con un grupo de habitantes de la Flecha apoyados en un coche de líneas futuristas. En cuanto les vieron aparecer, quedó claro que estaban inmersos en un asunto no demasiado legal. Aunque era difícil saberlo, porque los ojos de Antailtire estaban en todas partes y hasta la delincuencia estaba controlada.

    BOWIE, NOAH Y LEXIE

    Bowie, con el mapa en su cabeza, les condujo hasta el enorme edificio, mezcla de cristal y piedra, unido por la magia de forma que no se veía la más mínima unión entre sus piezas. Se alzaba imponente, más alto que cualquier otro edificio salvo uno que se vislumbraba a lo lejos y debía ser la residencia de Antailtire.

    Allí, en la plaza que lo rodeaba, fuerzas policiales patrullaban con ahínco, acompañados de los ejércitos especiales de Antailtire, esos que solo habían visto marchar contra los sobrenaturales de la superficie.

    HENRY, EZEQUIEL Y ZAHRA

    La escisión del grupo principal formada por Henry, Zahra y Ezequiel se había visto obligada a dar un rodeo para evitar a la policía que les había perseguido hasta que Henry se vio capaz de teletransportar a ciegas a los tres hasta una plaza en la que se vieron atacados por dos agentes de Antailtire, alertados por su radar de detección de portales.

    Se prepararon para luchar, pero una figura encapuchada golpeó a los agentes con una fuerza sobrenatural y les hizo  una seña para que le siguieran. Al llegar a un callejón, se echó la capucha hacia atrás y mostró un rostro macilento, de piel clara como la nieve surcada por cicatrices amoratadas y unos ojos de un azul espectral

    ROBIN Y NATE

    Robin siguió una corazonada, rastreando una magia que parecía llamar a la suya. El camino les condujo directamente al centro de la plaza en la que se alzaba la Catedral del Arquitecto, construida, según se decía, por su misma magia, la que había forjado los mundos.

    Había algo en ese poder que llamaba al suyo, con tanto ímpetu que cuando se quiso dar cuenta, había avanzado hasta un lugar plenamente descubierto, ignorando las llamadas de Nate. Fue entonces cuando la rodearon y el gigante con el que apenas había hablado se presentó junto a ella para defenderse.

  • NO ES NECESARIO RELLENAR LOS SILENCIOS

    Vera – Selas

    Mediodía

    Jamie y yo nos alejamos del grupo en busca de algo que comer. No se me pasaba por la cabeza cazar a ningún animal, así que nuestra esperanza era encontrar agua que pudiéramos hervir para no morirnos de una diarrea y hacer unas verduras al fuego que conjuraría Kaylee. Caminamos en dirección a unas tierras cultivadas. No era lo más ético, pero teníamos hambre. Nuestra idea era coger lo justo para alimentarnos.

    Durante el trayecto, no pude evitar mirarla. Me fijé en ella, en su pelo rojizo que le caía por los hombros, en el color de su piel, en la forma en la que la toga se ajustaba a su cuerpo. Nunca había sentido nada parecido por nadie e incluso hubo en la época en la que me planteé que quizás nunca llegaría.

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  • AVIVANDO LA LLAMA

    FRANCIS DRAKE

    NOCHE – DYAVOL

     

    Diario del capitán Francis Drake:

    El viaje a tierra firme a resultado fructífero, pero la oscuridad se expande con mayor rapidez, posiblemente sea el último viaje que realice. Temo por aquellas pobres almas que aun puedan encontrarse allí, pero temo más por aquellas que me acompañan constantemente en busca de supervivientes.  Muchos son los refugiados en Avalon que esperan que lleguemos con algunos de sus seres queridos, pero también están aquellos que esperan no perder a los suyos en estos viajes.

    El grupo de jóvenes que apareció de la nada ha resultado ser más útil de lo que hubiera pensado, sin duda sus intenciones son nobles. Algunos están ayudando con las reparaciones del barco y atendiendo a los heridos, otros consuelan a los refugiados y entretienen a los más pequeños, uno de ellos incluso esta amenizando nuestro viaje con música y canciones.

    Lo que realmente me preocupa es el motivo por el que están aquí. He hablado con uno de ellos, el joven que resulto herido en la batalla, y te buscan a ti, mi amor. Al parecer tenías razón, estas destinado a algo grande, algo tan grande que temo perderte en el proceso. No le he dicho que te conozco, aunque por su mirada sabe que estoy mintiendo.

    También ha mencionado algo acerca de un artefacto en el barco que podría llevar a todos los refugiados a una luna habitada por personas que han perdido su hogar como nosotros. A pesar de mi negativa y opinión de que debería de guardar reposo el joven ha decidido hacer caso omiso e investigar el navío en busca de dicho artefacto. No quiero ser optimista pues mi esperanza de algo mejor fue quebrada hace tiempo.

    Los días que pasamos separados me resultan eternos y cuento aquellos que nos hagan reunirnos de nuevo. La noche perpetua es cada vez más fría y me hace añorar la calidez de tus brazos, pero supongo que es algo a lo que debo acostumbrarme pues no pienso interponerme en tu destino.

    ~~~~~~~~~~

    El crujir de la puerta me hizo separarme de mi diario. Una cabeza se asomo por ella con la ligera sonrisa en el rostro. -[Owen]¿Puedo pasar capitán?.[/Owen]

    – [Francis]No eres parte de mi tripulación, puedes llamarme por mi nombre.-[/Francis] Le hice un gesto para que pasara.

    – [Owen]Esta bien… ¿señor Drake?….-[/Owen] Añadió sentándose con dificultad en la silla frente a mi. Cualquier otra persona en su estado estaría guardando reposo, pero este joven no era como el resto, ninguno de ellos lo era.

    – [Francis]Francis esta bien.-[/Francis] Saque una botella de ron del cajón junto a dos vasos, tal vez ellos tenían alguna otra cosa para apaliar el dolor de donde venían, pero esta era la única que yo conocía – [Francis]Según he podido deducir, eres el líder de tu grupo.[/Francis]

    – [Owen]En realidad la líder del grupo es mucho más guapa que yo.-[/Owen] Se bebió su trago como si nada, ni siquiera hizo una mueca. – [Owen]Yo solo soy un mandado para evitar que alguno de mis amigos muera y encontrar al Daë.[/Owen]

    – [Francis]Sobre ese Daë. ¿Qué se espera de él exactamente?.-[/Francis] Owen parecía un chico honesto y que iba con la verdad por delante, no tenía porque mentirme.

    – [Owen]No estoy muy puesto en el tema, me salte esa reunión. Pero básicamente él, junto a los Daës de los otros mundos, se enfrentaran a aquello que esta intenta destruirlo todo. Caerán como héroes, pero los mundos, los hogares de donde vienen cada uno de ellos estarán a salvo.-[/Owen] A salvo, nada quedaba que salvar de Dyavol. Todo había sucumbido a la noche. Todo no era más que un paramo de oscuridad. – [Owen]Le conoces. ¿verdad?. A William.[/Owen]

    – [Francis]¿Qué te hace pensar eso?.[/Francis]

    – [Owen]Vi como reaccionaste a su nombre cuando lo menciono Cole. Acabas de eludir mi mirada cuando he mencionada que mueren y te has bebido tu vaso de ron como si nada para procesarlo todo.-[/Owen] Me levante y le di la espalda para mirar por la ventana, antaño el olor del mar me tranquilizaba, ahora todo lo que rezumaba en el aire era azufre y podredumbre. -[Owen]Me atrevería a aventurarme más, se cuando le han roto el corazón a alguien, tengo experiencia en eso, me lo acaban de romper a mi después de todo.[/Owen]

    – [Francis]Háblame de ella.-[/Francis] Añadí mirándole por encima del hombro.

    – [Owen]No estamos aquí para hablar de mi Francis. Tú…-[/Owen] Me gire bruscamente hacía él.

    – [Francis]Ten cuidado con lo que vas a decir muchacho.-[/Francis] Más allá de amedrentarse, Owen se levanto de su silla con la mano en el costado y se echo hacia delante en mi mesa con la mano libre plantándome cara.

    – [Owen]Le amas.-[/Owen] Caí rendido en mi asiento – [Owen]Lamento ser yo precisamente quién venga a arrebatarte al amor de tú vida. Pero no dejes que su sacrificio sea en vano. No te rindas, aun puedes hacer mucho por estar personas y yo voy a ayudarte con eso.[/Owen]

    – [Francis]Insinúas que has encontrado lo que andabas buscando.-[/Francis] Una sonrisa socarrona es lo que obtuve por respuesta. Había perdido toda esperanza de algo mejor, y este joven estaba avivando de nuevo la llama en mi.

     

     

     

     

     

     

  • FAMILIA

    NOAH ARKKAN

    NEXUS – NOCHE

    Cuando las fuerzas policiales de Nexus nos asaltaron, nos vimos obligados a dividirnos, viendo que ni las ilusiones de Lexie eran capaces de afectarles.

    Era lógico, si te parabas a pensarlo, su líder tenía múltiples formas que dominaban siempre la magia en todas sus variedades y en todas tenía mostraba una personalidad paranoica que le haría prepararse contra otras personas que manipulasen las artes místicas.

    Aun así, terminar separados era un problema. Había escapado con Lexie y Bowie que eran las que estaban más cerca de mí. Ya no tenía mi velocidad y solo había tenido tiempo a ver que Idris y Elle iban juntos por un camino, el resto no sabía cómo se habrían agrupado.

    Unas semanas antes habría sido capaz de recorrer la mayor parte de la ciudad y comprobar cómo estaban todos, incluso trazar un plan después de recorrer decenas de veces la catedral y ver puntos débiles de la guardia, de los accesos… Tenía todo el tiempo del mundo, pero ahora tenía que acostumbrarme a lo que había, de nada servía que me lamentase de no tener más tiempo, solo haría que lo desperdiciase.

    Me subí la capucha de esa poco útil chaqueta sin mangas, y salimos las tres juntas del callejón hacia una calle principal. Lexie llevaba en silencio desde que su  ilusión había fallado y Bowie parecía estar absorbiendo todo lo que se encontraba, y quizá juzgándolo también.

    – [Bowie]Deberías evitar mirar a la gente tan fijamente.[/Bowie]- me dijo Bowie. – [Bowie]Ahora que no eres más rápido de lo normal, paredes un tío raro.[/Bowie] – el consejo me escoció un poco, como recuerdo de ese miembro fantasmal que era mi velocidad sobrehumana, pero tenía razón, ahora todos eran conscientes de lo que hacía, ya no era más rápido que sus miradas.

    – [Noah]¿En serio? Lo miraré.[/Noah] – le prometí. Me sentía mal caminando por delante de Lexie, estaba preocupado por si se encontraba mal. Me giré para verla y vi que estaba concentrada, ocultándonos tras alguna ilusión mientras no hubiera policía cerca. – [Noah]¿Sacas algo útil de aquí?[/Noah] – pregunté a mi prima, mientras veía cómo un punto concreto de sus pupilas parecía brillar, seguramente usando alguna mejora ocular.

    – [Bowie]¿De una calle repleta de gente? La verdad es que no.[/Bowie] – comentó.

    – [Noah]No me extraña.[/Noah] – respondí. Miré a nuestro alrededor, tratando de disimular. Había personas de todo tipo, con implantes en brazos, piernas y rostro y peinados y atuendos de lo más variopintos. Por lo que había visto, todos lo habitantes tenían unos ingresos mínimos para vivir acomodados y a partir de ahí, según sus clases, tenían más acceso en base a lo que su nivel de «crédito» les permitiera. No sabía cómo entraban en cada categoría, no había podido tenerlo muy claro por las conversaciones que había escuchado. – [Noah]Esta ciudad me desagrada. Es como si todo estuviera…pactado. Como si lo tuvieran todo, pero sin libre albedrío real.[/Noah] – comenté. No había contrarios al sistema ni a Antailtire, la gente que quería rebelarse tenía su propio grupo social, acotado a unas zonas determinadas por las que ya habíamos pasado, y podían ser rebeldes sin afectar de verdad a nadie.

    – [Bowie]El libre albedrío está sobrevalorado.[/Bowie]- alcé una ceja, Bowie era demasiado directa, todavía tenía que pulir algunos puntos de su socialización y gestión de emociones porque, a fin de cuentas, era muy nueva en el mundo.- [Bowie]Durante la crisis del covid 19, los países que más libertades le dieron a sus ciudadanos fueron los que peor gestión de la pandemia tuvieron.[/Bowie] – era difícil no darle la razón, desde un punto de vista lógico la tenía, pero la humanidad necesita ser capaz de decidir, aunque vaya en su perjuicio, aunque se equivoque. Yo no sabía si había obrado bien entregando mi poder, dudaría de ello mucho tiempo, pero no habría querido que nadie más tomase esa decisión por mí.

    – [Noah]A nivel lógico tienes toda la razón, pero una persona no puede vivir toda su vida sin libertad de elección.[/Noah] – respondí. Una jaula de oro, yo, al menos, no la quería para mí ni para nadie que me importase.

    – [Bowie]En realidad, sí puede.[/Bowie] – replicó, enarcó ligeramente las cejas, no entendía que pudiera rebatirle un argumento tan lógico. Sonreí para mí mismo, para que no pensara que me burlaba, era agradable tener una conversación así, tan trascendental, pero a la vez mucho menos que la misión que teníamos entre manos. Me habría gustado poder estar en la Tierra y pasar más tiempo ayudándola a ver el mundo para que ella tomara sus propias decisiones con un margen mayor del que conocía todavía. Bowie tenía mucha información metida en su cabeza y también vivencias, pero había visto mucha pelea y muchas penas en su corta vida.

    – [Noah]Mientras no la conozcas.[/Noah] – dije. Una vez conoces la libertad ya no puedes vivir sin ella, como muchos otros placeres de la vida. – [Noah]Para mi este sitio es… como ‘Un mundo feliz’.[/Noah] – comenté. No tenía el recuerdo muy fresco, porque lo había devorado en una tarde junto a otros dos clásicos y no iba a ponerme allí en medio a acceder a mi memoria genética. Pero sí recordaba que su futuro era una utopía parecida a esta, una felicidad sin libertad, falseada, sin elecciones, todos iguales.

    – [Bowie]Supongo que estará inspirado en ese libro.[/Bowie] – dijo ella. Quizá tenía razón, puede que este mundo estuviese formado en base a lo que en la Tierra imaginábamos como una utopía futura, igual que los otros planetas estaban anclados en épocas de nuestro pasado. O puede que este fuera el futuro que nos esperase realmente.

    – [Noah]No sabemos realmente de dónde es Antailtire.[/Noah] – pensé en voz alta. Sabíamos muy poco de a qué nos enfrentábamos en realidad, más allá del ‘Soberano’. Aquél era una pequeña parte de su poder, esto era el todo, capaz de cambiar planetas a su antojo, de traer a gentes de otro mundo y mantener una parte de sí en cada uno, o varias. – [Noah]Aunque parece obsesionado con la humanidad y sus épocas históricas.[/Noah] – no eran una réplica, de todas formas, las había forzado en un ecosistema ya existente, con otros sobrenaturales, y por tanto eran algo distintas. Tenía cierta belleza ver cómo cambiaba, pero iría mejor sin el control de Antailtire.

    – [Bowie]Solo un humano podría estar obsesionado con la cultura de la humanidad.[/Bowie]- observó. Era una idea interesante.

    – [Noah]Pero no hay datos de él en nuestro mundo hasta que apareció su yo futuro. [/Noah] – respondí, disfrutando de cómo pensábamos juntos.

    – [Bowie]Que no haya datos no implica que no estuviera.[/Bowie] – sentenció, alzando una ceja, como si fuera lo más obvio. Sí, era cierto que la información del pasado, en especial del mundo sobrenatural, era escasa, plagada de leyendas que alteraban la verdad y de realidades contadas a medias. Podía ser que Antailtire fuera parte de nuestro pasado.

    Asentí, pensativo. – [Noah]Es increíble cómo aprendes.[/Noah] – le aseguré, orgulloso de que mi prima se estuviese convirtiendo en alguien tan inteligente.

    – [Bowie]No soy del todo humana y por eso mi curva de aprendizaje es más elevada.[/Bowie] – afirmó. Me preocupó que fuera tan consciente de sus diferencias, porque en un futuro, cuando interiorizase mejor su parte humana y sus sentimientos, eso podría hacerle daño.

    – [Noah]Aunque tengas implantes, eso no te hace menos humana.[/Noah] – la humanidad no la dicta tu genética. – [Noah]Yo tampoco soy humano del todo, pero entiendo por humanidad mis emociones.[/Noah] – expliqué.

    – [Bowie]Es diferente pertenecer, en un 50%, a una raza demoníaca a ser en parte cibernética.[/Bowie]- argumentó ella.- [Bowie]Los Rakkthathor eran de la Tierra.[/Bowie] – añadió. Extintos, pero sí, de una Tierra de hace milenios. Trataba de no pensar mucho en ello, en que si yo no tenía hijos o hijas, los Rakkthathor volverían a desaparecer cuando lo hiciéramos mi padre o yo.

    – [Noah]Tu tecnología te da otros atributos, pero en el fondo no dejas de tener madres.[/Noah] – rebatí. No había entrado nunca a preguntar en detalle su ascendencia, porque no era muy correcto, pero sabía que la habían creado a partir de ADN de los dos últimas Kvasir: mi tía Sarah y mi tía Sasha.

    – [Bowie]No exactamente.[/Bowie]- respondió con una sonrisa.- [Bowie]Esa es la versión de la historia que he decidido creer, pero en realidad, soy un clon de la mejor parte de ambas.[/Bowie]- puntualizó.- [Bowie]Los bebés no eligen la mejor parte de sus padres o madres. Se quedan con lo que hay al azar.[/Bowie] – añadió. Difícil responder a eso, no era un genio de la genética, así que tenía que ir por el camino de la filosofía.

    – [Noah]No has tenido mucho tiempo para estar con ellas ni con el tío Daniel, pero cuando volvamos, verás sus mejores partes y también otras que no lo serán tanto. Y formarán parte de ti.[/Noah] – yo no había sido clonado de mi madre y mi padre y me parecía mucho a ellos a nivel genético, sin embargo, en muchos aspectos de mi personalidad, no me parecía en nada, mientras que Leo, era todo lo contrario. Y en cualquiera de los dos casos, como siempre nos habían querido y se habían preocupado por nosotros, nuestros padres siempre serían parte de nosotros.

    Ella se encogió de hombros.- [Bowie]Puede ser.[/Bowie] – no sabía si me estaba dejando por imposible o si la filosofía no era un camino por el que estuviera interesada ahora mismo.

    – [Noah]Eres mi prima. No necesito más explicaciones para eso. Eres mi familia.[/Noah] – afirmé, sonriendo.

    – [Bowie]Genéticamente soy tu tía política.[/Bowie]- aclaró. No vivíamos en el mundo más fácil para ayudar a la gente a sentirse bien, eso os lo puedo asegurar. Pero parte de esas rarezas que nos rodeaban hacían nuestra vida mucho mejor.

    – [Noah]Técnicamente, pero a veces está bien ser menos correcto y como para ellas y él eres su hija, eres mi prima.[/Noah] – le sonreí de nuevo, valorando si había algún gesto de cercanía que pudiera hacer y no fuese incómodo. Ella me miró y esta vez no dijo nada, quizá lo estuviera pensando, quizá y solo quizá, hubiera entendido que para mí siempre sería una persona importante. – [Noah]Voy a ponerme a la altura de Lexie, por si necesita hablar.[/Noah] – dije después de unos segundos de silencio. Ella asintió y dejé que nos guiara, tenía el mapa en la cabeza y sabía qué caminos tomar para que encontrásemos menos gente.

    – [Lexie]¿Qué, dándole la murga a Bowie?[/Lexie] – preguntó Lexie en cuanto me acerqué.

    – [Noah]Más o menos. Asegurándome de que sabe que tiene una familia.[/Noah] – me puse a su lado, hasta sentir la calidez de su cuerpo. Sin apenas pretenderlo, me dejé llevar y la besé, sin ganas de separarme ni de estar en ningún otro lugar. Perder mi poder me estaba haciendo cambiar mi perspectiva sobre aprovechar las cosas y la verdad es que la echaba de menos.

    – [Lexie]Espero que no le hayas hecho lo mismo que a mí.[/Lexie]- respondió sonriendo cuando nos separámos.

    – [Noah]Solo tengo ojos para ti.[/Noah] – laseguré. No añadí que a mi prima no la vería nunca de otra forma porque me parecía obvio. Estaba enamorado de Lexie y solo me atraía ella, aunque claro, en su caso, una de las maravillosas rarezas que nos rodeaban, me hacía tener que añadir una excepción. – [Noah]Bueno, para todas tus yo.[/Noah] – corregí. Nuestra relación aún era muy nueva, pero trataba de ir acostumbrándome a saber que tuviese el aspecto que tuviese, era ella.

    – [Lexie]Pues tienes un montón de ojos.[/Lexie]- dijo echándose a reír. No parecía afectada por la situación, pero Lexie nunca se iba a mostrar así.

    – [Noah]Me hacían falta.[/Noah]- bromeé. – [Noah]¿Estás bien? Por lo de antes.[/Noah] – sabía que no llevaba bien situaciones que la superasen y ver que su poder no hacía nada contra esos policías era una de ellas.

    – [Lexie]Yo siempre estoy bien.[/Lexie]- replicó, alzando una ceja para enfatizar su preciosa sonrisa.- [Lexie]Y a veces, muy bien.[/Lexie] – añadió.

    – [Noah]Siempre estás muy bien. Y pocas veces bien.[/Noah] – la cogí de la mano y le di un apretón cariñoso. No le apetecía hablar de ello y estaba bien, no necesitaba decirle que la apoyaba, porque lo sabría.

    Lexie me guiñó un ojo. – [Noah]Ya queda menos.[/Noah] – dije incapaz de resistir la tentación de volver a besarla ahora que pasábamos por una calle vacía.

    Tanto Lexie como Bowie eran mi familia. Puede que estuviéramos muy lejos de casa, que corriéramos peligro continuamente, pero este viaje me estaba haciendo descubrir otra clase de familia, una que había elegido. Empezaba a entender a los Moondies desde dentro, sin las leyendas, sin la grandeza, solo personas que se habían apoyado en malos y buenos momentos y se habían convertido en familia sin importar de dónde venía cada una.

  • PULSIÓN

    MIKE SOLO-NOVAK

    DYAVOL – NOCHE

    Divisé las gaviotas en el horizonte después de que alguien en el barco gritase «Tierra a la vista». Ni mi visión agudizada gracias al felino que convivía conmigo me habían permitido adelantarme a alguien con la experiencia de decenas de travesías como aquellas.

    Tras el ataque del barco fantasma, Francis y su tripulación habían limpiado la cubierta de cuerpos, casi todos de los «corruptos» como les llamaban, pero también tenían que entregar al mar a dos de los suyos.

    Sophie entonó una preciosa canción mientras les devolvían al mar. La observé mientras lo hacía, con una voz que parecía pertenecer al mar por cómo reverberaba contra sus olas y una melodía que surgía de lo más profundo de su corazón. Caitriona había despertado su herencia de sirena y aunque para ella fuese algo nuevo, era parte de sí misma desde que había nacido, reprimida por alguna magia. Quién sabía lo que eso podría haberle hecho, sentir toda tu vida que te falta algo que ni siquiera recuerdas. Era una suerte que Sophie fuera tan resiliente.

    Mientras el rostro de la mujer pirata se unía al hombre que habían sumergido antes, sentí una pulsión que apenas recordaba ya. Mi madre y yo nos habíamos realizado varias pruebas para comprobar si nuestra resistencia a los «simbiontes» eran algo físico o se movían en el plano espiritual. No habíamos obtenido nada concluyente, pero también era cierto que la medicina en ese ámbito no era nada avanzada, no teníamos forma aún de diferenciar con ninguna prueba no visual si alguien tenía poderes o no. En ocasiones, los poderes eran un vestigio de un pasado de sangre híbrida con otros sobrenaturales y ahí sí que había genes patentes, pero en otros era una pura mutación familiar de la que todavía no teníamos una teoría firme para establecer patrones.

    Sea como fuere, algo en mi, que había heredado de mi madre, me hacía resistir la tentación del felino de salir con libertad y arrasar con todo a su paso cada noche. Pero en aquél mundo tenebroso, bajo la luz de la Luna, la llamada era más potente. Percibía esa oscuridad de la que nos habían hablado y que devoraba ese mundo llamándome, instándome a desatar todos mis impulsos.

    Apreté la baranda de madera entre mis manos y fijé la vista en el agua para calmarme. Al llegar a tierra podríamos descansar y con algo de suerte, al estar reducido este mundo a poco más que una isla de supervivientes, encontraríamos rápido al último Daë del Cúmulo y nos alejaríamos de la influencia de ese diablo corruptor.

    Una mano pequeña pero firme, de dedos largos, presionó contra mi hombro. Me giré para ver a Sophie con una sonrisa que esperaba antes de girarme. Si lo que solían decir de que los opuestos se atraen era cierto, eso explicaba la electricidad que resonaba entre ella y yo. Ella siempre sonreía y yo casi siempre estaba serio.

    Fui consciente en exceso de cada uno de sus movimientos al ponerse a mi lado y apoyarse en la barandilla. El felino en mí estaba haciendo que mi visión fuera más animal que humana. Ellos percibían menos el color y a cambio, eso les permitía centrarse en el movimiento, tal y como me estaba ocurriendo.

    Como si ella lo supiera, posó su mano sobre la mía. Fui consciente de pronto de lo frías que se habían quedado las mías al haberlas mantenido aferrando la madera. Las suyas sin embargo eran cálidas y me hicieron recordar la calidez de su cuerpo bajo el tenue sol en la playa de Viltis.

    Intenté pensar en otra cosa, había demasiados problemas como para dejarse llevar por el hedonismo. Owen había resultado herido y su cura era algo que escapaba a mis conocimientos, aunque no habría sido así si hubiera aceptado el faustiano trato de Caitriona. Claro que para poder ayudar a Owen aún habiendo aceptado eso, habría tenido que matar antes a otro aesir, quizá incluso a un aesir ya infectado con la licantropía.

    No había tiempo de lamentarse, tenía que hacer todo lo que estuviera en mi mano para ayudarle y evitar su desenlace, pero la ausencia de información era una lacra. Solo sabíamos lo que los Moondies habían visto en un Daniel Arkkan aquejado por la misma enfermedad, en una realidad alternativa que no llegó a ser la nuestra. Eso y retazos perdidos en el folklore.

    – [Sophie]Pareces más serio que de costumbre, mi niño.[/Sophie] – Sophie cambió el silencio que había entre nosotros por el inicio de una conversación que carecía de presión. Resultaba natural hablar con ella, apetecible.

    – [Mike]Es este mundo, la noche. Lo de Owen…[/Mike] – comenté. Muchas cosas malas y poco control sobre ellas.

    – [Sophie]¿Lo superará?[/Sophie] – preguntó. La miré a los ojos, sopesando las opciones. Estaba acostumbrado a la idea preconcebida de que tendría que decir la fría verdad a mis pacientes y sus familias, pero había algo en los ojos de Sophie que me hacía rechazar esa dura realidad. Y a la vez, también rechazaba mentirle.

    – [Mike]Se curará de la herida pronto, pero después empezará a afectarle, a debilitarle.[/Mike] – expliqué. A efectos prácticos se comportaba como una enfermedad autoinmune, la genética aesir luchaba contra el virus de la licantropía y el cuerpo sufría siendo ese campo de guerra.

    – [Sophie]Ya, pero para eso somos Daë.[/Sophie] – me recordó. Aquella palabra, Daë, para nosotros sinónimo de héroes y heroínas de leyenda, de nuestros padres y madres. Yo quería cambiar el mundo, salvar a las personas, pero no me había imaginado haciéndolo así.

    Saqué el crucifijo de plata que llevaba en una cadena, pegado contra el cuerpo. El vial vacío del brebaje que había curado el vampirismo de mi madre tintineó colgado a su lado. – [Mike]Soy hijo de una vampiresa, supongo que tenemos que ser positivos.[/Mike] – pensé, tratando de ser positivo, aunque solo fuese por ella. Se había curado de vampirismo como consecuencia de ser una Daë, pero luego había sido convertida en licántropa y de eso no había encontrado cura.

    Ella asintió. Miré su mano sobre la barandilla. – [Sophie]Saldremos de esta.[/Sophie] – dijo. Alcé la vista hacia sus labios cuando los movía para dejar pasar su melodiosa voz. Un mechón rosado ondeaba con el viento acariciando su labio inferior.

    Coloqué mi mano sobre la suya y sonreí. Ante lo inevitable, solo podemos confiar en nuestra voluntad para sobreponernos a las dificultades.

  • UNOS CRÍAN LA FAMA Y OTROS CARDAN LA LANA

    Kaylee – Selas

    Mediodía

    Aparecimos en una enorme meseta rodeada de ruinas y edificios griegos. El sol brillaba y la temperatura era agradable, pues las togas dejaban al descubierto lo suficiente. Mi cuerpo agradecía la dosis de vitamina D extra, porque estábamos a quince días de desarrollar raquitismo.

    Nos dispersamos y empezamos a investigar. Éramos como un reloj suizo falto de cuerda, pero ahí estábamos. Vi que Elliot concentraba sus esfuerzos en una estatua con órganos sexuales de diverso índole, cuando Amy nos hizo una seña para que nos quedáramos donde estábamos. No tardó en revelarse el secreto que guardaba este sitio, que era nada más y nada menos que una serpiente gigantesca con tres cabezas. Una maldita hidra.

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