Moondale

Categoría: Bosque del Crepúsculo

  • DE QUÉ ESTÁ HECHA ESTA TANUKI

    Lexie – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Podría contaros el mismo rollo que os ha contado el resto del grupo, pero sería tan aburrido como un podcast de Leo contando la situación del tráfico en Louna. Lo importante de esto es que me desperté desorientada, con la boca seca y un leve dolor de cabeza, que evidenciaba la mierda de colchones que teníamos en la nave. Me imagino que también influía que quedarse inconsciente con al asiduidad de una preñada tampoco es que fuera bueno.

    Viendo la de mugre que había en aquella cabaña, opté por alejarme de la cama y me quedé de pie. A saber quién se había acostado ahí y cuándo había cambiado las sábanas por última vez.

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  • PERDIENDO LA PARTIDA

    NOAH ARKKAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Ni siquiera con mi velocidad pude reaccionar a tiempo cuando el sueño lo cubrió todo y caí al suelo. Lo que si me permitió fue ver que no era el único que estaba allí inconsciente, los rostros de mi familia y mis amigos y amigas quedaban aplastados contra las piedras de la plaza del centro del laberinto, coronada por una fuente sobre la que se alzaba un pequeño arcoiris. Aquél laberinto era mágico, no solo en parte, si no en todo su ser, cada fibra de demonio en mí lo percibía como un pulso que recorría y embargaba mis sentidos.

    Cuando desperté, además de la cabaña en la que me encontré, sentí que seguía, si no en el mismo, en un lugar igual de mágico, pero con una naturaleza diferente, con un equilibrio que de continuo parecía a punto de decantarse entre cualquiera de sus bordes.

    No molestaré con los detalles que descubrí en cada rincón de la cabaña, porque la recorrí una infinidad de veces tratando de buscar una salida. No había forma, aquella manilla no se movía ni siquiera bajo el peso de mi fuerza demoníaca hasta que de pronto, como si la física de aquél pequeño universo en el que se había convertido esa cárcel improvisada se rompiera, la puerta se abrió.

    – [Caitriona]Hola, Noah[/Caitriona].- dijo una voz femenina. Por regla general, para cuando hubiera cruzado el umbral mis sentidos ya lo habrían visto todo de ella, pero como si su propia esencia formara parte de aquél lugar, fui incapaz de ser más rápido, como si mi don hubiera desaparecido sin más, solo que en mi interior notaba que lo estaba usando.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato[/Caitriona]. – dijo. Rebajé la velocidad y sus movimientos siguieron al mismo ritmo, esa magia, la de aquél lugar, quebraba las leyes de la física.

    – [Noah]¿Un trato? Antes tengo que saber más de todo esto…[/Noah] – le pregunté. Estaba en una situación desfavorable, no sabía nada de aquél lugar, de qué les había pasado al resto o cómo habíamos llegado al laberinto en primer lugar. Y luego estaba ese trato que ofrecía y que no pintaba nada bien.

    Creo que cuando asintió no esperaba todas aquellas preguntas, pero aceptó cada una con paciencia y me pregunté cuánto ganaría con ese trato como para aguantar así. Descubrí que la magia de Kaylee nos había sacado del ataque de los sirvientes y sirvientas de Antailtire pero con la prisa y el miedo nos había dejado a la deriva entre mundos, llegando al Laberinto. Tenía serias dudas al respecto, parecía más bien que ella, o a quien ella sirviera a juzgar por sus palabras, había mediado en el conjuro de Kaylee para atraernos aquí. Tenía confianza en las habilidades de mi amiga y posible cuñada.

    Al parecer el Laberinto comunicaba con aquél lugar y dormirnos era parte del proceso de cruzar el portal a ese lugar, ese Bosque del que no sabía ni el nombre. No es que diera muchos detalles, esa conversación era una partida de ajedrez en la que yo no tenía ninguna ventaja y Caitriona era una jugadora experta. Ese trato que me ofrecía se había repetido antes, no solo con el resto de los que habían venido conmigo y les había tocado ya el turno, si no incontables veces en el pasado, con a saber cuántas almas. Fuera como fuese, había demostrado que no podía salir de allí, así que me veía obligado a atenerme a sus términos y escuchar su pacto como harían los demás.

    – [Caitriona]Pues sí que tenías dudas…[/Caitriona]- dijo ella, esbozando una sonrisa tenue.

    – [Noah]Lo siento, sé que es molesto, pero la situación no va a permitirme errores.[/Noah] – no sabía aún qué pensar de ella, así que fui correcto pero cauto. Notaba el peligro en el ambiente, pero una parte de mí me decía que aquella persona que tenía frente a mí no era inherentemente malvada. Quizá así fuera siempre, puede que eso mismo hubieran sentido los demás al enfrentarse al Soberano, a Z o incluso a Mason, que eran personas a fin de cuentas. – [Noah]Escucharé tu trato si eso sirve para que nos vayamos de aquí.[/Noah] – le dije.

    – [Caitriona]Como te he dicho, os iréis cuando todos los miembros del grupo hayan escuchado mis ofertas[/Caitriona]. – repitió ella, firme. Asentí y esperé a que dijera el trato que tenía reservado para mí.

    – [Caitriona]Te ofrezco que tu familia esté a salvo de Omega[/Caitriona]. – con esa decena de palabras consiguió sorprenderme y dejarme indefenso. Omega, la amenaza que pesaba sobre todos los que habíamos llegado desde la Tierra y nos habíamos visto envueltos en esa misión. Por mucho que Antailtire fuera ahora nuestro principal enemigo, Omega seguía ahí, oculta en las sombras. Habíamos pensado qué habría pasado con ella cuando llegamos aquí, si se habría quedado en la Tierra o habría llegado también a estos mundos. Estuviera donde estuviese, era una terrible amenaza para todos.

    – [Noah]¿Está en la tierra?[/Noah] – pregunté. No sabía si me daría una respuesta o una evasiva. Juzgué la postura de sus manos, reposando en su regazo en cuanto alzó una silla de la misma tierra. Una posición estudiada, controlada, como cada una de sus palabras.

    Ella asintió.- [Caitriona]Ha vuelto hace poco[/Caitriona]. – añadió. Así que sí había llegado con nosotros a aquel mundo. No podía ser una Daë, ella no, con sus ansias de destrucción. Quizá era todo una jugada del destino o tenía que ver con Jane. Fuera como fuese, había vuelto y ahora era un peligro para los Moondies, que no sabrían que estaba allí. Y ella me ofrecía protección para mi familia, pero no sabía si según su concepción de familia o la mía.

    – [Noah]¿Por familia te refieres a mis padres? ¿Y cómo sé que podrás hacer algo desde aquí para protegerles?[/Noah] – pregunté. Por mucho poder que le hubiera visto desplegar, estábamos a efectos prácticos en el pasado, a mundos de distancia, era necesaria mucha magia para poder hacer algo, una capaz de detener a Omega.

    Esbozó una leve sonrisa y asintió.- [Caitriona]Jugando con las probabilidades y usándolas a su favor[/Caitriona]. – puntualizó.

    Suspiré, valorando las opciones. Podía conseguir tiempo, protección jugando con que a Omega le apeteciera ignorar a mis padres, pero sin nosotros allí, con la fuerza que había demostrado tener, no podrían con ella. Podría atacar a cualquiera que no fueran mis padres, incluso a la pequeña Chloe. – [Noah]¿Y los demás? Mis tías y tíos, los padres de Lexie, los MacLeod…[/Noah] – pregunté. Necesitaba incluirlos, no podía hacer un pacto así dejando de lado al resto.

    – [Caitriona]Tu padre y tu madre[/Caitriona].- confirmó, despejando mis sospechas. Por mucho que quisiera a mi padre y mi madre, no podía salvarles sabiendo que el resto podrían salir mal parados. Tenía que seguir el juego, conocer qué quería a cambio y negociar.

    – [Noah]¿Qué pides a cambio?[/Noah] – puse toda mi atención en sus palabras porque hasta la petición más inocente podía esconder algo.

    – [Caitriona]Tu velocidad[/Caitriona]. – dijo ella. No había duda, no había intenciones ocultas, quería mi don.

    Solo de pensar en el precio notaba un vacío en el estómago, una sensación que perduraría si perdía algo que era parte de mí desde el mismo momento en el que fui consciente de lo que me rodeaba. No había sido un niño fácil con tanta energía, aburrido después de poco tiempo porque con mi velocidad, apenas una fracción por aquel entonces, ya había jugado con todo lo que tenía a mi disposición. Había aprendido a controlarla, a dominarla para hacer mi vida más llevadera y conseguir ventajas, tenía todo el tiempo del mundo, nunca tenía prisa, podía visitar cualquier lugar. Me pedía renunciar a esa libertad, a una parte de mi propio ser, a cambio de otra parte de mi vida, de las personas que me importaban. – [Noah]Solo la daré si proteges también a los demás.[/Noah] – sentencié, tratando de parecer serio y firme. Me vibraba una mano por los nervios, así que la oculté detrás de mí. Aunque seguro que ella lo sabía, que con sus ojos veía a través de mí.

    – [Caitriona]Esto no es un mercadillo, Noah[/Caitriona].- repitió, colocándose en la silla, su postura demostraba que ella no necesitaba esa negociación tanto como yo. Pero si fuera así, no estaría allí.

    – [Noah]Precisamente, si me pides mi velocidad es que sabes lo que significa.[/Noah] – me mantuve firme, evitando pensar en todo lo que cambiaría en mi vida si el trato se cumplía. No tenía sentido valorarlo, porque sabía en todo momento que la alternativa de perder cualquiera de esas vidas la cambiaría para algo mucho peor.

    – [Caitriona]Lo sé[/Caitriona]. – se limitó a decir.

    – [Noah]No puedo venderla más barata y menos sabiendo que ella ha vuelto y cualquiera puede sufrir por su culpa.[/Noah] – insistí. La miré a los ojos y le aguanté la mirada pese a que mis costumbres me pedían a gritos apartarla una y otra vez.

    – [Caitriona]Dime a quiénes quieres proteger[/Caitriona]. – dijo al final.

    Suspiré y medité bien mi respuesta. A cualquiera que me dejase fuera, podría caerle la ira de Omega. Lo había leído incontables veces. Me pregunté si aquella mujer con ese aspecto tan poco terrenal y ese bosque mágico no sería también una faë. Todas las historias avisaban de los tratos con ellos y si algo se repite tan a menudo en la ficción es que tiene parte de verdad. – [Noah]Cara Elle Arkkan, Daakka, Christopher MacLeod, Diana Echolls, Sarah Echolls, Daniel Arkkan, Sasha Elliot, Alexander Fenris, Karen Fenris, Liam Fenris, Mara Solo-Novak, Vincent Solo-Novak, Dominic Williams, Rebecca Williams, la…la señora Allen, la madre de Niall. Bill Parker. E Hiroshi Sato. Y Logan, Logan Villiers.[/Noah] – repasé una y otra vez la lista en mi mente. Logan Villiers no era casi ni un conocido para mí, pero era el padre de Cole, Dante y Niall y un Daë, además de tener un poder muy peligroso, podía ser un blanco fácil para Omega. Y por más que busqué, los nervios me dejaron en blanco respecto al nombre de la madre de Niall, lo sabía, lo tenía en la punta de la lengua, pero no era capaz.

    – [Caitriona]Son muchas personas[/Caitriona].- dijo ella, frunciendo el ceño con ligereza.

    – [Noah]Y pides algo muy grande a cambio.[/Noah] – repliqué. Era consciente de que con mi don podrían hacerse cosas terribles, necesitaba incluir esa garantía.

    – [Caitriona]Estarán a salvo hasta que volváis a la Tierra[/Caitriona].- concedió tras pensárselo un rato. Me di cuenta del cambio, ya no garantizaba su protección como antes, si no solo hasta que volviésemos a la Tierra. Eso me tranquilizaba en el sentido de que si algo impedía que volviéramos, ellos estarían bien, al menos respecto a Omega. Y también porque me hacía tener la esperanza de volver.

    Asentí y suspiré mientras meditaba mis palabras. – [Noah]Entrego mi don, no mi velocidad normal, si no mi don, a cambio de que esas personas estén a salvo hasta que nosotros volvamos a la Tierra…y que mi poder no se use con malos fines.[/Noah] – dije, extendiendo mi mano para sellar aquél oscuro pacto que sin duda recordaría toda mi vida.

    Caitriona me miró unos segundos, consciente de la cláusula que acababa de añadir. No pareció importarle, así que lo que sacaba de aquél trato tenía que ser algo más. Puede que no solo mi don, si no, quizá, quitármelo. Ella extendió su mano y agarró mi brazo, las manos de cada uno aferrando el codo del otro. Después, fue como si un rayo me partiera en dos y arrancara de mí toda energía, toda la fuerza y las ganas de vivir. En aquél instante caí de rodillas, roto, no por el dolor, si no por la pérdida.- [Caitriona]Que así sea[/Caitriona]. – dijo ella frente a mí. Mi don brillaba como una esfera dorada refulgente en su mano.

    Moví una mano lo más rápido que pude y me encontré con una barrera. Un límite había caído sobre mí, el de mi propia raza sobrenatural. Era algo más rápido que un ser humano todavía, pero muy lento respecto a lo que solía ser.

    Con Caitriona allí delante, con mi poder en sus manos, listo para ser entregado a saber a qué o a quién, quizá metido en una vitrina de trofeos para toda la eternidad, traté de buscar refugio en mi velocidad, ese tiempo para pensar, para decidir, que siempre había tenido. Pero ya no estaba, había corrido contra el tiempo toda mi vida y acababa de perder la partida.

    – [Caitriona]Gracias, Noah[/Caitriona].- dijo ella.- [Caitriona]Volveremos a vernos[/Caitriona]. – me puse en pie, sacando fuerzas de todo lo que aún tenía por delante. Descubrí que mi mente seguía siendo ágil, quizá como resultado de llevar toda una vida entrenándose para decidir tan rápido como mi velocidad. No era una agilidad mental sobrehumana, pero si lo suficientemente rápida como para ver que mi poder se convertía en un topacio que se guardó en un bolso que colgaba en su cintura. Se me cruzó por la mente la idea de arrebatárselo, pero ni era tan rápido como para hacerlo ni podía arriesgarme a terminar con ese gesto el pacto que habíamos sellado.

    – [Noah]Cumple tu parte, por favor.[/Noah] – le pedí.

    – [Caitriona]Un pacto es un pacto[/Caitriona].- dijo con severidad. Pese a haberme arrebatado una parte de mí, supe que los demás estarían a salvo y ella cumpliría con su palabra.

     

  • LAS BUENAS SIEMPRE GANAN

    Ellie – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Lo último que recordaba antes de quedarme inconsciente es que Owen y yo estábamos bromeando. Después, todo se volvió negro y en una suerte de Katniss en Sinsajo, aparecí en un sitio diferente: una habitación mugrienta y de mobiliario escaso (una cama, una palangana y una puerta). Por no tener, no tenía ni las ventanas ni los grilletes de marras a los que el resto del grupo haría referencia en charlas posteriores.

    No tuve tiempo de agobiarme, ni tan siquiera de procesar dónde estaba, porque una mujer de unos treinta y pocos años, guapa y ataviada con ropa de una época que tal vez fuera la romana o quizás la griega, entró en el habitáculo.- [Caitriona]Hola, Elle. Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato[/Caitriona].- dicho esto, cerró tras de sí y materializó una silla. Más tarde descubriría que el proceso se repetía ad infinitum con las demás personas que integrábamos les New Moondies y que no era necesario contar esto, pero bueno, ya que estamos lo hago.

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  • OPORTUNIDAD PERDIDA

    IDRIS SOLO-NOVAK

    MAÑANA – BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    No tuve tiempo a pensar en nada cuando empecé a sentir que perdía la consciencia, pero cuando desperté en aquella cama con un colchón bastante deficiente que a saber quién había sudado, lo primero que pensé fue en que tenía razón.

    – [Idris]Mierda, mira que lo dije.[/Idris] – las dos opciones principales eran que hubiera muerto o que estuviera en alguna movida chunga sacada de la cabeza de Jordan Peele. – [Idris]Aunque si esto es el cielo me falta playa y Coquito.[/Idris] – comenté, mirando a mi alrededor. Y me sobraban los grilletes en la pared, salvo que los llevara puestos Coquito o yo y con propósitos nada siniestros. – [Idris]Y me sobra mal rollo.[/Idris] – reconocí en voz alta. Estuviera vivo o muerto, apareciendo en la cabaña del terror aunque alguien me escuchara dudo que me tomara por loco. Y si era así, en una peli de miedo mejor ser el loco.

    – [Caitriona]Hola, Idris[/Caitriona].- dijo una voz de apariencia femenina con un toque meloso, seductor. Como alguien a quien describirían como camelador, supe reconocer a otra de los míos. Estaba parada unos pasos más allá de la puerta frontal. Llevaba una toga, griega, romana, celta, no sabía distinguirla. Aquello parecía una escena de Spartacus, pero sin que nadie dejase caer la ropa. Su actitud y su media sonrisa tenían unas intenciones que nada tenían que ver con los placeres de la carne.- [Caitriona]Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato[/Caitriona]. – dijo. Me llevé una mano a la frente, eso cada vez tenía más tufo a infierno.

    – [Idris]Espera, ¿estoy vivo y eres una especie de Elizabeth Hurley en «Al Diablo con el Diablo»? Porque he visto esa peli muchas veces para caer.[/Idris] – la segunda parte de la pregunta me importaba bastante menos que la primera.

    -[Caitriona]Supongo que es una referencia a algo de tu mundo[/Caitriona].- comentó, algo perdida. No es que no me lo esperase, pero podía haberme respondido a la parte crucial. No me hacía ninguna gracia dejar atrás un mundo sin Coquito Fresco.

    – [Idris]Lo importante es si estoy muerto y esto es el infierno o otra cosa.[/Idris] – insistí, acompañando mis palabras de un gesto con la mano para enfatizar. Que no diga que estoy muerto y el trato es servirla para volver a la vida o algo así, por favor. Soy demasiado joven y guapo para morir, y dejaría el mundo sin Solo-Echolls-Novak, un pecado capital.

    – [Caitriona]No estás muerto[/Caitriona].- sentenció, materializando una silla para sentarse. Fue extraño, como si empezase a brotar del propio suelo. Después de decirme que no estaba muerto me alegró bastante su presencia, no lo voy a negar.- [Caitriona]Estás aquí, al igual que el resto de personas de tu grupo, para escuchar lo que tengo que ofrecerte[/Caitriona]. – eso era una sorpresa.

    – [Idris]¿Ya hemos pasado las Pruebas o esto es un extra?[/Idris] – pregunté. Quizá me ofrecieran algo como la Kvasir, pero la mujer había empezado definiéndolo como un trato, así que mi mente divagó enseguida a los «malus» de algunos servidores de Endless de los Reinos Olvidados. La cosa consistía en que si por ejemplo te ponías que eras el mejor ladrón de los Reinos, tenías que compensar con algo malo, como tener solo tres dedos. Eso daba lugar a situaciones bastante cómicas, pero yo nunca había jugado en esos servidores concretos, me gustaba la épica más heroica. Si el trato me pedía algo a cambio en ese estilo bien podría ser la Kvasir a cambio de no tener manos para tripularla, o quedarme ciego y no volver a verla. Vete a saber.

    – [Caitriona]Idris, escúchame, por favor[/Caitriona].- pidió ella. Reconocí que estaba divagando más de la cuenta y no me convenía tocarle la moral.

    – [Idris]Vale, sí, echo el cierre, cuéntame.[/Idris] – puse mi mejor mueca de concentración, aunque mi cabeza estuviese aún ideando posibles tratos.

    – [Caitriona]Puedo traer a unas personas de vuelta a tu vida por un módico precio[/Caitriona].- dijo directamente, resquebrajando cualquier posible fantasía que hubiera en mi cabeza. Resucitar a los muertos, todos sabemos lo que el Genio habría dicho.

    – [Idris]No te voy a mentir, eso suena a trato chungo, pero dime qué personas y qué precio.[/Idris] – razoné. El precio sería seguro mucho, pero sentía curiosidad por ver a quién pretendía traer de vuelta a mi vida. ¿Mis abuelos? ¿La muchacha que había muerto a ojos de Elle? ¿O iba a traer de vuelta Robin Williams?…o espera, ¿a Michael? ¿Cómo que qué Michael? Jordan, ¿quién si no? A ver si os creéis que mi hermano se llama Michael Solo-Novak por el ángel Miguel. Eso lo cree mi madre porque le vendí la idea así, pero ahora tú también sabes la verdad.

    – [Caitriona]Puedo traer de vuelta a Abel y a Rashawn[/Caitriona].- dijo. Al principio no supe de quién hablaba. Las personas que acababa de nombrar no eran otras que mis padres biológicos, los que habían muerto porque Z era la viva imagen de que no hay más ciego que el que no quiere ver y había permitido a un psicópata como el Rey Negro seguir con vida.

    – [Idris]¿A cambio de qué?[/Idris] – pregunté. No es que fuera una persona inocente, me imaginaba lo que pediría a cambio si había acertado con ese aire tan tétrico – uy casi pongo tético, jajajaja, ojalá hubiera un aire tético en la sala, o cúlico –  pero al menos les debía a aquellas dos personas que solo conocía como dos nombres y un par de fotos estáticas.

    – [Caitriona]Recuperarías a tu familia sanguínea a cambio de tu familia adoptiva[/Caitriona].- esas palabras fueron como una hostia literal. Vale que la mujer era del pasado y no sabía cómo iban las adopciones allí, pero tenía que revisarse el verdadero concepto de familia.

    – [Idris]No te lo tomes a mal, pero tienes que deconstruirte un poco.[/Idris] – dije con sinceridad. Igual tampoco sabía qué era deconstruirse. En nuestro tiempo era un término que había que usar a menudo porque igual quela sociedad cambia con el tiempo, también tienen que cambiar las opiniones de cada persona, al menos hasta el punto de aceptar a los demás y no tocarles las narices. – [Idris]Mis padres son mis padres, los que me criaron. No renunciaría a ellos por nada del mundo.[/Idris] – añadí. Lo sentía por Abel y Rashawn, pero nunca había llegado a conocerlos y aunque me quisieran, cosa que no dudaba, no podría cambiar nunca a mis padres, era un precio demasiado alto para cualquier cosa. Yo no era Idris Moreau, era Idris Solo-Novak.

    – [Caitriona]Tendrías de vuelta a tu verdadera familia[/Caitriona].- puntualizó ella. Me llevé la mano a la frente y negué con la cabeza, otra persona habría pensado que era una mujer del pasado y no iba a entenderlo, pero a mí me perdía siempre la boca.

    – [Idris]Eso es hiper retorcido.[/Idris] – resumí. – [Idris]Parece que sabes mucho de mí vida así que no tengo que entrar en detalles de lo que les pasó. Si pudiera hacer algo por ellos lo habría hecho, pero no cambiando mi pasado.[/Idris] – expliqué. Si tenía el poder de hacer ese tipo de tratos, conocía mi nombre, el de mis padres biológicos, a mis padres…era fácil adivinar que sabía todo lo relevante. – [Idris]No quiero otros padres, soy como soy gracias a ellos, lo han dado todo por mí.[/Idris] – admiti, delante de ella y de cualquiera. Otros se habrían dado por vencidos cientos de veces, habrían dicho que no todas las veces que tuve que pedirles dinero prestado para ayudar a algún Drow a salir de un apuro. No tenía problema en reconocer que siempre me habían consentido y educado a partes iguales y me querían como poca gente podría hacerlo. – [Idris]¿Tú cambiarías a tus padres por unos que no conoces?[/Idris] – le pregunté. Igual me pasaba de cercano teniendo en cuenta que podía cambiar mi realidad en un suspiro, pero no me salía de otra forma.

    – [Caitriona]No estoy aquí para hablar de mi vida, Idris[/Caitriona].- dijo ella.

    – [Idris]Ya que hablamos de la mía…[/Idris] – repliqué, encogiéndome de hombros.

    – [Caitriona]¿Quieres ver cómo podría ser tu vida?[/Caitriona]- preguntó, en un último intento de vender su trato.

    – [Idris]No, no.[/Idris] – respondí, negando también con la cabeza. – [Idris]Ya tengo una vida con la que estoy contento, no me van mucho las realidades alternativas.[/Idris] – a ver en la teoría, si, las realidades alternativas le gustan a todo el mundo, pero no me hacía ninguna gracia ver un mundo en el que me hubieran criado otros padres, sin Mike siendo mi hermano. – [Idris]Y con cambio de familia menos.[/Idris] – repetí. No quería pasarme luego la vida echando de menos a unas personas que por una desgracia no había podido conocer. Yo era yo, con mi vida, mis errores y las maravillosas personas que había tenido la suerte de que me acogieran.

    Caitriona asintió, aceptándolo. No hubo cambios de cara monstruosos, gritos, ni maldiciones, así que la cosa era bastante light, no podía llamar a aquella mujer «mala», aunque algo sacara de esos tétricos tratos. Tenía aspecto de ser esclava de su propio trato, uno que aún no habría acabado y que le daba algo a cambio de arrastrar a otros. Fuera lo que fuera lo que estuviese detrás de los tratos, era el verdadero mal. – [Caitriona]Entonces, me voy[/Caitriona].- respondió poniéndose en pie. Su silla se volvió a hundir en la tierra y las losas se restauraron.

    – [Idris]Oye espera, que si tengo que esperar a que se decidan todos voy a pasar aquí mucho rato solo.[/Idris] – la llamé. – [Idris]¿Están bien? Cuéntame algún chisme, ¿ha aceptado alguno?[/Idris] – sonreí, muerto de curiosidad. Podía adivinar unos cuantos que dirían que no casi seguro, pero de todos los que conocía poco no podía saberlo.

    – [Caitriona]No puedo decirte nada[/Caitriona].- agarró el pomo de la puerta y me dedicó una leve sonrisa.

    – [Idris]Pero asentir sí. ¿Dante ha cambiado un coche antiguo que viaje entre mundos por su alma?[/Idris] – pregunté. Igual no sabía qué era un coche, pero si conocía a Dante lo sabría seguro.

    Caitriona se rió, puede que no conociera a Dante en persona pero fijo que ya tenía en mente su pacto. – [Caitriona]¿Volveremos a vernos?[/Caitriona] – preguntó ella. Noté algo tras su mirada acerada y su apariencia fría. Con todo lo que debía ganar sirviendo a su maestra o maestro, una parte de ella anhelaba la libertad que yo mismo había tenido al decir que no quería aceptar el trato.

    – [Idris]Si no te llevas nada muy tétrico de algune, siempre puedes unirte a nuestra nave de inadaptados. Está muy bien equipada.[/Idris] – le ofrecí. Había echado las «cuentas de la vieja» que decía mi madre y para encajar bien los números faltaba al menos una persona más.

    Ella cerró la puerta tras de sí, dejándome sumido en mis fantasías de volver a la Kvasir a salvo con los demás y mis pensamientos de que había dejado pasar una gran oportunidad. La de grabarme mientras alababa a mi padre y mi madre, habría sido muy útil cuando les dijera que había pensado cambiar lo de negociador por un chiringuito en la playa.

  • EN TUS SUEÑOS

    Jane – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Iba a contestarle que no me afectaba, pero volvimos a perder la consciencia y cuando desperté estaba sola en una habitación sin ventanas, con un camastro y una palangana para hacer mis necesidades.

    – No puede ser…– susurré y alguien tocó a mi puerta. No contesté, pero esa persona se dio por invitada y entró.

    Frente a mí había una mujer de unos treinta y pocos años, con el cabello negro y una toga romana.- Hola, Jane.- al escuchar mi nombre, me eché hacia atrás.- Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato

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  • EL PRECIO DEL PODER

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO, SELAS – TARDE

    Me levanté desorientado y dolorido. Lo último que recordaba era llegar al centro del laberinto y ver cuerpos de algunos de los demás tumbados en el suelo. Lo siguiente de lo que tenía memoria era ya difuso, parte de la pesadilla que esa visión final dejó grabado en mi cabeza.

    En las pesadillas sus cuerpos no se movían, no respiraban. Algunos estaban de espaldas y cuando me acerqué a darles la vuelta vi sus rostros sin vida: el de Elle, el de Bowie, el de Owen, el de Dante, el de Noah, el de Amy, el de Kaylee, el de Vera y el de Elliot….el de Jane…

    No sabía cómo, pero de pronto habían aparecido las figuras difusas de nuestros antecesores, los Moondies, sin rostros definidos, pero sabía que eran ellos. Lloraban mientras me miraban y yo sabía la verdad, todo aquello era culpa mía.

    Controlé la respiración para calmarme y centrarme. No sabía dónde estaban los demás, la puerta no se abría y por la ventana solo conseguía ver bosque. Aquella habitación parecía hecha de una madera resistente a las inclemencias del tiempo y gruesa como para que no pudiera partirla. De la cama y los pocos muebles que había no podría sacar armas útiles salvo alguna estaca, pero esto no parecía obra de un vampiro y no se había visto a ninguno entre los súbditos del Soberano, bueno, de Antailtire, en realidad. Me acerqué a los grilletes anclados a la pared y tiré de ellos, ni siquiera con toda mi fuerza conseguí arrancarlos o debilitar el encaje. Quizá Ellie podría hacerlo, sería la única.

    En ese momento la puerta se abrió y me preparé para lo que pudiera encontrar. Una mujer, joven, aunque quizá unos años mayor que yo. Llevaba una toga que marcaba las formas de su cuerpo. No llegaba a sonreír, pero tenía una mueca de seguridad que me hizo estar alerta. No parecía una vampiresa, pero sentía que tampoco era humana del todo.

    – [Caitriona]Hola, Alexander[/Caitriona].- saludó. Obvié preguntarle cómo sabía mi nombre, pero lo usé para estar pendiente de sus intenciones. Había mucha clase de criaturas que podrían averiguarlo, podía ser una hechicera, alguien con un don como el de Jane o alguien que sirviera a un ser con poder, como Antailtire. No me sonaba haberla visto con los que nos habían atacado, pero de ellos sí que me había fijado en que cada uno parecía venir de uno de los mundos.  Quizá era una de ellos, pero la toga indicaba que tenía que ser quizá romana o griega, la noche pasada entre los atacantes había una gladiadora y un hombre enfundado en un traje que parecía el de un héroe griego. Pero era muy pronto para descartar nada basándome en conjeturas.- [Caitriona]Mi nombre es Caitriona[/Caitriona]. – se presentó. El nombre sonaba celta, aunque para estar seguro habría necesitado a Vera.

    La observé, dibujando bien mis palabras en mi cabeza antes de pronunciarlas. – [Xander]Hola, Caitriona.[/Xander] – respondí, aparentando mantener la calma. Lo primero que necesitaba era saber dónde estaban los demás, así que no podía perder el control antes. – [Xander]¿Dónde están los que venían conmigo?[/Xander] – pregunté sin esconder mis intenciones. Demostrar que me preocupaban me dejaba vulnerable ante ella, una desconocida, pero lo más probable era que ya lo supiera.

    – [Caitriona]Están aquí y se encuentran bien[/Caitriona].- explicó. Me extrañó que me lo dijera de forma tan directa, con un halo tranquilizador en sus palabras. Eso podía significar que necesitaba que cooperara.- [Caitriona]Os veréis cuando hayáis escuchado mis propuestas[/Caitriona]. – añadió.

    – [Xander]¿Qué clase de propuestas?[/Xander] – crucé los brazos y recordé que era un signo de mala predisposición a escuchar, así que los dejé caer a ambos lados de mi cuerpo.

    – [Caitriona]Tratos en las que las dos partes salimos beneficiadas[/Caitriona].- replicó con una sonrisa que le dio un aire más peligroso a mis ojos.

    Aquello no tenía buena pinta, nadie ofrece nada de buenas a primeras y esa oscuridad que detectaba a su alrededor no favorecía mi impresión. – [Xander]No te conozco lo suficiente para hacer un trato.[/Xander] – dije siendo asertivo. La confianza era clave, no podía darle negativas rotundas porque necesitaba jugar mejor esa partida de ajedrez para saber dónde tenía a los demás y qué quería exactamente. – [Xander]¿Trabajas para Antailtire como los que nos atacaron?[/Xander] – añadí, eligiendo la siguiente  pregunta clave de mi larga lista. Tenía que elegirlas bien porque no sabía cuando podría empezar a negarse a hablar. Pronuncié con cuidado el nombre, extraño a mis labios. De no haber sido por James y el grupo de Artisan, no habríamos conocido su nombre ni su capacidad para cambiar de rostro. Eso y el haber reconocido Noah el rostro del Soberano en Daonna habían permitido reunir algunas piezas de ese puzzle tan complejo.

    – [Caitriona]No[/Caitriona].- dijo ella y pese a todo, supe que no mentía. – [Caitriona]Sé que os atacaron. La situación se complicó después de que llegarais aquí y tuvieron que huir de la Luna en la que estabais[/Caitriona]. – aclaró. Mientras la observaba caminar por la cabaña y absorbía los detalles de su aspecto, su ropa y sus movimientos, me paré a analizar sus palabras. Así que después de irnos los sirvientes de Antailtire se habían visto obligados a huir de allí, ¿qué habría podido conseguirlo?  ¿Serían los Daesdi? Lo dudaba, ellos no interferían, solo a través de los Daë. ¿Habrían ido allí los Daë del Cúmulo? Quizá su destino pasaba por rescatarnos igual que el nuestro por salvarles a ellos y ayudarles a reunirse.

    – [Xander]¿Eso significa que si conseguimos regresar ya no estarán allí?[/Xander] – pregunté, tratando de dibujar un plan para cuando me reuniese con el resto. Era adelantarse mucho vista la situación actual, pero me gustaba tener las cosas planificadas.

    Ella me miró. No obtuve respuesta a mi pregunta en sus labios pero me descifrarla en los ojos. Puede que solo viera lo que quería ver, pero tracé mi plan con esa corazonada de que nuestro refugio seguía siendo seguro, quizá más que antes.- [Caitriona]Tu trato es diferente. Si me permites…[/Caitriona].- dijo acercándose. Mi cuerpo se tensó cuando apoyó una mano en mi hombro. Sentí una sensación extraña recorrer todo mi cuerpo, un júbilo que se apoderó de mí. Jamás sentiría algo así de nuevo, porque era el poder recorriendo cada fibra de mi cuerpo.

    Ella se apartó y se sentó en la mesa de madera, esperando. Movido por el instinto, giré la mano derecha y un vendaval recorrió la habitación- Con la izquierda centré mi objetivo en el pilar de piedra en el que estaban anclados los grilletes, que se soltaron junto a varias rocas, obedeciendo mi voluntad. Aquél poder era abrumador, pero miré a Caitriona, que alzó las cejas, esperando algo más y supe que no era todo lo que podía hacer. Descubrí que no solo controlaba el aire y la piedra, también el fuego, el rayo, el agua, el hielo…todos los elementos obedecían a mi voluntad, incluso el éter. Veía la sangre caliente circular por ella y supe que podría detener su corazón con un mero gesto de mi mano.

    – [Xander]Es…increíble. Este don me permitiría proteger a los demás pero…sé que esta clase de cosas no vienen sin un gran precio.[/Xander] – respondí, conteniéndome. Sentía una especie de pulsación, un ansia por acabar con ella y abrirme paso hasta encontrar a los demás. Pero ese pulso era tan intenso que podría controlarme, lo supe como sabía que el viento volvería a moverse si yo quería. No otorgaría un don así, más que el que ella misma debía tener, sin algo terrible a cambio. Y ya era solo el precio, si no en quién me convertiría.

    – [Caitriona]Dejarías de ser Daë[/Caitriona].- dijo ella eliminando todo atisbo de sentimiento. La neutralidad de su voz hizo que pareciera que no pedía nada importante, pero no era así.

    Sus palabras eran las primeras en confirmar que sería Daë, igual que el resto. Parece una tontería que daríamos por hecho teniendo las esferas y la misión, pero ésta era tan distinta de la de nuestros padres y madres que hacía pensar que cuando ayudáramos a los Daë del Cúmulo todo se acabaría, no tendríamos que superar Las Pruebas y volveríamos a casa como si nada hubiera pasado. No, éramos Daë y nuestra misión sería salvar la Tierra o quizá aún más, de un gran mal. – [Xander]Eso me dejaría más difícil lo de poder ayudarles.[/Xander] – razoné en voz alta. – [Xander]Y nuestro futuro, a saber qué pasaría.[/Xander] – con los Daë del Cúmulo parecía que el futuro que conocíamos estaba asegurado, pero no podíamos confiarnos. Puede que debiera a mi complejo de caballero de brillante armadura, a lo que admiraba de pequeño las historias de los Daë o a lo culpable que me sentía por haberles arrastrado allí, pero mi camino estaba donde estuviera el suyo.

    – [Caitriona]Pero tendrías poder[/Caitriona]. – insistió ella. Esta vez si vi un atisbo de emoción, como si ella misma ansiara que se le presentase esa oportunidad para cogerla y tener más poder que nadie.

    – [Xander]¿De qué sirve el poder si no es para proteger a los que te importan?[/Xander] – repliqué.

    Ella se encogió de hombros, incapaz de comprenderme. – [Caitriona]Yo solo estoy aquí para ofrecerte un trato[/Caitriona]. – repitió. Sus palabras ocultaban una pista importante, junto al deseo de poder que había manifestado.

    – [Xander]Lo rechazo entonces.[/Xander] – afirmé. No podía decir que no tuviera dudas mientras sentía esa gracia divina recorrer mi cuerpo, más sano y más poderoso de lo que nunca sería.

    – [Caitriona]Como quieras[/Caitriona].- volvió a posar su mano en mi hombro y sentí cómo se iba todo. De pronto me sentí cansado, como si el peso del mundo cayera sobre mí. Aquél maravilloso poder se había ido. Toda mi infancia había soñado con tener un don como mi madre, mi padre o Elle. En ese momento yo no sabía que tenía un don diferente, aunque ellos sí, por eso me habían dejado siempre jugar con Jane sin preocuparse. Supuse que ser adulto era dejar morir algunos sueños de la infancia y en ese instante yo enterré para siempre mi sueño de tener más poder. Mi don me permitía tocar a Jane, incluso si lo nuestro estuviera destinado al fracaso, no lo habría cambiado por nada en el mundo.

    – [Xander]¿Puedes llevarme ya con los demás?[/Xander] – le pregunté. Ella me miró, seria, ya no necesitaba parecer interesada. Había obtenido algo de aquella conversación y su sonrisa me hizo pensar que ella ganaría algo fuera cual fuese mi decisión.

    – [Caitriona]Tienes que esperar aquí hasta que el resto termine[/Caitriona].- replicó, encaminándose hacia la puerta. Se presentaría ante los demás uno a uno y les ofrecería algo, algo que quisieran. El problema estaba en que yo mismo era consciente de que las situaciones de los demás no eran tan sencillas como para poder rechazaar algunos de esos tratos. – [Caitriona]Volveremos a vernos[/Caitriona].- sentenció. Temí esa presencia oscura que la rodeaba, que arrebatase el destino o quien sabía qué, a cualquiera de las personas que me importaban. Pero sabía que no tenía ningún poder para impedírselo, ya no.

    – [Xander]Espera, has dicho que solo estás aquí para hacer un trato. ¿De parte de quién?[/Xander]  – pregunté. Ella cerró la puerta, pero sabía que me había escuchado. Era una emisaria, tenía poder, eso se notaba, pero había algo, una fuente de la que manaban sus tratos. Ése era el verdadero enemigo.

     

  • UNA OFERTA DE MAGIA

    JAMES BARNES

    AMANECER – BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Tenía miedo. Pocos momentos recordaba en mi vida en los que hubiera pasado tanto miedo como recientemente. En el barco volador había hallado paz, pero después había sido un miedo tras otro, hasta llegar a ese laberinto oscuro donde cada sombra arrojaba un susurro tétrico.

    Era bueno escuchando, ya lo he dicho otras veces, así que sabía que Elliot y Vera eran amigos desde pequeños y en los últimos tiempos no habían podido hablar apenas. Así que aunque tenía miedo, me adelanté un poco para dejarles conversar.

    Después de bastante tiempo caminando, llegamos a un arco hecho del mismo laberinto. Lo crucé y ellos me siguieron de cerca. Allí en el centro había una fuente con unas aguas que refulgían con aspecto mágico bajo la tenue luz de la luna.

    Una a una empezaron a asomar caras familiares desde otras esquinas de aquella plaza en la que parecían converger varios caminos del laberinto. Miré bien y me di cuenta de que ya había otros. Reconocí a Amy tumbada en el suelo boca abajo, al principio me asusté pero vi que respiraba. No tuve tiempo a pensarlo mucho más porque el sueño me dominó a mi también. Mientras caía al suelo vi que no era el único. Todos los demás caían inconscientes al poco de entrar en esa plaza. Quise gritar y avisarles pero mi voz se quedó atascada en mi garganta, sin salir.

    Abrí los ojos y me encontré tumbado en una cama de aspecto sencillo. Estaba en una especie de cabaña. Por la ventana se veía un frondoso bosque. Parecía que era de día, que hacía poco que había salido el sol. Por más que miré por aquella ventana, no atisbé más que árboles y un retazo de cielo, aunque sí que escuché ruidos animales.

    Me giré hacia el interior y vi que además de la cama había un armario y una mesa de madera igual de sencillos. Y lo más extraño, que hizo que un escalofrío me recorriera la espalda, unos grilletes colgados en la pared. La puerta se abrió y di un salto de la cama, sobresaltado.

    Observé como una mujer vestida con una toga que parecía de una época antigua: Grecia o Roma. Con eso tenía una pista de que podíamos encontrarnos en alguno de los demás mundos, que según decían, el…tirano del que formaba parte mi padre, mantenía anclados en diferentes épocas para exprimir lo que esos mundos tenían para dar. Aun así, estaba demasiado paralizado con la presencia que irradiaba esa mujer de tez olivacea y pelo oscuro como para pensar.- [Caitriona]Hola, James.[/Caitriona]- me saludó. Sus ojos oscuros parecían penetrar en mi cabeza, quizá así lo sabía. – [Caitriona]Me llamo Caitriona.[/Caitriona] – se presentó.

    – [James]¿C-cómo sabes quién soy?[/James] – pregunté, alejándome un par de pasos de la puerta y de su presencia. Había algo, una especie de aura que me apartaba.

    – [Caitriona]Soy una bruja.[/Caitriona]- respondió ella, sin apartar la mirada de mí. Me sentía pequeño y tenía la constante sensación de que no estábamos los dos solos, de que algo más, ese aura, esa presencia, llenaba la sala. Ella giró la muñeca y la puerta se cerró sola.

    Estaba impresionado, tanto por miedo como por esa curiosidad que despertaba en mí la magia. Había observado las maravillas que habían obrado dentro de lo que me había permitido la tensión de cada lucha, incluso esas visiones que creaba Alexandra y que eran otra clase de magia. Cada muestra de esa conexión con ella me asombraba.

    – [James]¿Cómo Kaylee o…?[/James] – no me atrevía a preguntarlo porque podía hacerme cualquier cosa, pero daba la impresión de que no era buena como Kaylee, si no una bruja mala, como Baba Yaga, pero más joven y bella. Quizá eso también fuera fruto de su magia.

    Ella asintió.- [Caitriona]Parecida.[/Caitriona] – dijo. Conocía a Kaylee, entonces, no lo había pensado antes de preguntarle pero debía saber dónde estábamos todos.

    – [James]¿Dónde están?[/James] – le pregunté. Podía estar aliada con esa nigromante y el resto, los que nos atacaron en la luna.

    – [Caitriona]Están bien. No te preocupes.[/Caitriona]- respondió. Había algo tranquilizador en su voz, magia también, seguro, en ella estaba por todas partes. Aun así no me tranquilicé, ya lo haría cuando estuviera con los demás, aunque los conociese desde hacía poco.

    – [James]¿Puedo ir con ellos? [/James]

    – [Caitriona]Cuando escuchéis mis ofertas.[/Caitriona]

    – [James]¿Ofertas? N-no tengo dinero. [/James]- respondí, conteniendo un ligero temblor. No sabía qué tenía que ofrecernos esa mujer pero mis únicos bienes estaban en mi mundo, la granja de mi padre y sus tierras, nada más, la fábrica había pasado a manos de los socios. ¿Sería eso lo que querría?

    – [Caitriona]El dinero no me interesa.[/Caitriona]- respondió con una leve sonrisa. – [Caitriona]Puedo ofrecerte lo que más deseas a cambio de una pequeña compensación.[/Caitriona] – añadió.

    – [James]¿Lo que más deseo?[/James] – pregunté, pensativo. No necesitaba dar muchas vueltas para saber qué era lo que más deseaba. Siempre había querido hacer magia, era obvio, pero eso no podía dármelo. Quizá eran respuestas sobre padre, o traer de vuelta a madre.

    Ella asintió. Se acercó y me tocó la mano antes de que pudiera apartarme. Me eché hacia atrás como acto reflejo y vi que mi mano se iluminaba con una llama verde. Alcé la otra y la lámpara de la mesa se levantó en el aire sola.

    – [James]Es…es increíble. [/James]- dije, maravillado al mirarme las manos. Lo repetí una y otra vez, sintiéndome afortunado.

    – [Caitriona]Esto podría ser tuyo para siempre.[/Caitriona]- su voz me recordó lo mucho que se había acercado. Estaba tan cerca de mí que podía sentir el calor de su cuerpo. Sonreía y de un instante a otro el júbilo se desvaneció y me quedé preocupado. Era demasiado bueno para ser cierto, digno de cualquier cuento en el que te presentan un regalo envenenado.

    – [James]En… en la historias el precio siempre es alto o termina siéndolo.[/James] – admití en un arrebato de valentía.

    – [Caitriona]El precio solo se paga una vez y no es tan alto si piensas en lo que puedes conseguir.[/Caitriona]

    – [James]¿Cuál es? [/James]- pregunté, intrigado. Mi mente no dejaba de pensar en los deseos tergiversados del genio de la lámpara, el primogénito de Rumpelstiltskin y otras muchas.

    – [Caitriona]Los recuerdos de tu padre.[/Caitriona]- dijo ella con una sonrisa amplia.- [Caitriona]Como ves, es un precio insignificante.[/Caitriona] – puntualizó.

    – [James]¿Yo los perdería? ¿No recordaría nada de él?[/James] – pregunté. La petición en sí sonaba tétrica, pero si además de compartirlos yo los perdía…

    – [Caitriona]No recordarás, pero tampoco echarás de menos.[/Caitriona] – aseguró ella. Noté como ponía en su voz todas sus ansias de convencerme.

    Padre, el hombre que me había criado, que me había protegido. También el que había controlado mi deseo por la magia cuando él la conocía de primera mano. El que me había mentido toda la vida. Olvidar a veces era un regalo en sí, pero también era lo único que me quedaba de él. Sin los recuerdos ni siquiera sabía quién sería. – [James]No. No puedo … no quiero aceptar el trato[/James] – dije con firmeza. Miré con pena cómo se desvanecía la llama de mi mano.

    – [Caitriona]¿Estás seguro? Serías un brujo.[/Caitriona] – insistió. Veía con claridad cómo trataba de embelesarme, de convencerme. La magia era una de las cosas que más deseaba, pero no estaba dispuesto a entregar una parte de mí. Si estaba destinado a dominarla, sería con mi esfuerzo, no regalada.

    – [James]Aprenderé, me lo…ganaré.[/James]

    – [Caitriona]Espero que tengas suerte y consigas lo que te has propuesto.[/Caitriona]- sonaba a mentira, pero permanecía estoica.- [Caitriona]La magia es una amante traicionera.[/Caitriona] – aquello último parecía una profecía o quizá una advertencia basada en su propia vida.

    Me quedé callado, incapaz de responderle, temí que me fulminara por osar rechazar su propuesta. – [Caitriona]Hasta siempre, James.[/Caitriona]- dijo ella, limitándose a irse de aquella cabaña y dejándome solo, esperando a que ofreciera sus tratos a todos los demás mientras yo le daba vueltas a la propuesta que acababa de rechazar.