DIARIOS DE DESTINO
En la Luna Viltis, el grupo al que Antailtire y sus servidores y servidoras llamaban «Selenitas», se dividió en tres después de una cálida despedida antes de afrontar su futuro incierto.
Sus caminos se separaron y cada grupo se encontró frente a un portal que les llevaría a un mundo del Cúmulo. Esta vez, más acostumbrados, cruzaron a la vez.
SELAS
El equipo Selas apareció reunido a la sombra de lo que parecía un templo derruido. Elliot se acercó a la estatua, representaba a una deidad con cuernos y órganos masculinos y femeninos, pero no la reconocía de los libros de historia. Se quedó observando una inscripción en una de las columnas centrales.
Amy hizo una señal al resto para que permanecieran en silencio y se agacharan. Leo y Ezra la flanquearon, poniendo sus sentidos en lo que sea que hubiese escuchado la licántropa.
Empezó como un sonido de arrastrar entre la hierba. Primero no veían nada, hasta que pronto empezó a escucharse tan cerca que todos pudieron percibirlo.
Allí, frente a ellos, moviéndose entre las piedras y los restos derruidos de ese y otros templos, había una criatura de aspecto reptiliano, solo que más alta que las columnas que tenían a su alrededor. Jamie dio un paso atrás, asustada y al hacerlo no reparó en una vieja estatua que se resquebrajó al chocar contra ella.
Con el estrépito, la criatura alzó una cabeza parecida a la de un dragón, a la que pronto acompañaron otras dos más.
– [Vera]Aquí pone…templo de Lerna.[/Vera] – tradujo Vera. Elliot tragó saliva.
DYAVOL
El equipo de Dyavol sintió que algo iba mal cuando el suelo pareció moverse de manera inconsistente bajo sus pies, haciéndoles tambalearse.
Acostumbrados al suelo firme antes de cruzar el portal, habían dado directamente a la cubierta de un barco. La lluvia les azotaba los rostros con fuerza mientras se ayudaban a ponerse en pie y reconocer dónde se encontraban.
El barco empezó a zozobrar por la intensidad de la tormenta en la que se veían inmersos. Una violenta sacudida del oleaje inclinó la embarcación haciendo que Jane perdiese pie y cayera hacia el lado contrario. Se agarró en el último segundo a la baranda de proa, pero no aguantaría demasiado.
Xander y Owen descendieron hacia ella sin pensarlo y la asieron entre ambos, arrastrándola a cubierta cuando parecía que se estabilizaba. Después corrieron a reunirse con el resto del grupo, al que Ruby ya había organizado, haciendo que se atasen al mástil por la cintura.
Tras casi una hora, la tormenta amainó, pero antes de que pudieran soltarse, la puerta que daba a los camarotes se abrió y por ella salió un nutrido grupo de piratas, tanto hombres como mujeres, que les rodearon hasta que un hombre vestido con una chaqueta larga con ribetes que en su día fueron dorados y una cabeza afeitada en la que aún se distinguía un intenso pelo rojo.
– [Francis]Vamos a resumir, soy Francis Drake, capitán de este navío. Será mejor que empecéis explicando que hacéis en mi barco, si no queréis ir de cabeza al agua.[/Francis] – sentenció. En su mano tenía una pistola cargada y preparada, en una mano que no parecía que fuese a temblar.
NEXUS
El equipo Nexus apareció alejado de su objetivo principal, en la cadena de montañas en la que una vez Idris, Laura y Henry habían corrido escapando de las criaturas que Zahra les había ayudado a evitar.
Caminaron en silencio, tomando un sendero ascendente hasta que vieron sobre ellos la ciudadela flotante que se había convertido en la insignia de su tiránico gobierno, una ciudad tan grande que hacía sombra a casi todo el territorio que habían recorrido y mucho más.
Zahra les explicó que había formas de acceder a la ciudad desde abajo, pero que los habitantes de las zonas bajas no solían tomarlas porque lo que les esperaba en La Flecha sería mucho peor.
Plantearon varias alternativas, hasta que finalmente, tras la evaluación de riesgos de Bowie, decidieron subir por una columna de piedra recorrida de abajo hasta arriba por una escalinata que utilizaba la orden de Antailtire, un culto religioso, como peregrinación a las tierras inferiores.
Al llegar arriba, atravesaron unas dunas salpicadas de artefactos electrónicos desechados hasta llegar a una entrada a la parte más oscura y pérfida de la ciudad, el Barrio Mecha. Se cubrieron con capas aprovechando la lluvia que acababa de aparecer y cruzaron las puertas, encontrándose con una ciudad llena de luces donde los edificios se perdían en el cielo. La gente iba de un lado para otro, algunos observándoles fijamente, cubiertos de implantes mecánicos hasta dejarles en algunos casos irreconocibles.