DIARIO DE NATE EVANS | SANCTUARY, ALMACÉN
TARDE–NOCHE

Después de hablar durante unos minutos con Niall y descubrir algunos detalles de la historia de Zeon y la Resistencia, tuve que volver al almacén para mantener las apariencias.
Al parecer, cualquier Moondie o asociado estaba bajo una estricta vigilancia y no podían reunirse nunca más de unos pocos en un mismo lugar sin que éste se llenase de ojos u oídos. Niall me había contado que en más de una ocasión se había encontrado con algún ‘camaleón‘ oficial del Gobierno haciéndose pasar por alguno de los suyos.
No me había quedado demasiado claro mi papel en todo eso, y probablemente nadie salvo la propia Kaylee lo tuviese. Kuruk había terminado su turno, así que decidí meterme en mi papel y empezar apilando un par de barriles de ‘pseudosangre‘.
Estaba observando, intrigado, la etiqueta de uno de los barriles (Sangre fresca hecha a mano por uno de los mejores hemokinéticos), cuando escuché abrirse la puerta que daba a la barra. Levanté la mirada y vi a la camarera de antes, Jane. Ella dibujó una leve sonrisa y se estiró para coger una caja a la que no llegaba. Me acerqué a su lado y se la bajé.
– [Nate]Soy Nate, el nuevo. ¿Estás bien?[/Nate] – le pregunté, a sabiendas de que no lo estaba. Su aura estaba turbia, había en ella mucha tristeza, acompañada de ira, frustración y miedo.
– [Jane]Sí, ¿por qué no iba a estarlo? Me han asignado el trabajo más adecuado para mis habilidades y vivo de acuerdo a las normas de Zeon. Todo es maravilloso[/Jane].- replicó con amargura, guardando silencio mientras abría la caja y sacaba unos paquetes. – [Jane]Perdona, tú no tienes la culpa de nada[/Jane]. – añadió cabizbaja.
Me quedé callado unos instantes, meditando, analizando lo que veía. – [Nate]No sé mucho sobre este sitio. Pero no parece una utopía. Algo no encaja, algo está, mal.[/Nate] – respondí con sinceridad. No era una camaleón, así que no tuve miedo a decirle la verdad de lo que opinaba de ese lugar. Había percibido a mucha gente desde que había cruzado la frontera y la conclusión era la misma, ese sitio no estaba bien. – [Nate]Te he visto, triste, enfadada, dolida. Es mi habilidad.[/Nate] – confesé.
– [Jane]Tu habilidad no es muy útil. Eso lo ve cualquiera[/Jane].- replicó, dibujando ahora una sonrisa ligeramente más real. Todo lo que podía sonreír en ese momento. Frunció ligeramente el ceño y entonces vi algo más de ella, un secreto que quería guardar y que no saldría de mis labios.
– [Nate]También veo que no has tirado del todo la toalla. Esperanza. Ambición por un mundo mejor.[/Nate] – añadí, asintiendo para que se diese cuenta de que lo sabía y que el secreto estaba a salvo conmigo. – [Nate]Tienes alguna cosa que aprecias en este mundo, por eso la Resistencia.[/Nate] – continué, cambiando de tema. Echaba de menos a su pareja, siempre lo hacía cuando se enfrentaba a las miradas cuando servía las mesas. – [Nate]Niall me lo ha contado, por qué me enviaron aquí.[/Niall] – le aseguré, sabiendo que ella no quería añadir nada. Era una persona reservada, lo respetaba.
– [Jane]La Resistencia es lo único que vale la pena de este mundo[/Jane].- respondió ella con convicción.
– [Nate]No me queda muy claro qué puedo hacer yo. Pero te digo lo mismo que le dije a él, quiero ayudar.[/Nate] – afirmé. Dentro de lo que podía percibir, había una sensación, algo en la raíz de cada persona que me hacía pensar que no estaba correcto, que no era la vida que les debía haber tocado vivir. Era una sensación tan generalizada, que me rondaría la cabeza durante un tiempo.
– [Jane]Cuando se reúnan todos, te dirán qué puedes aportar[/Jane].- dijo ella, encogiéndose de hombros. No era una de las líderes, sin embargo, sí iba con ella serlo. Una piedra golpeó fugazmente a una Jane niña en la frente, mientras la llamaban ‘monstruo‘, ‘rata de laboratorio‘. Miré su frente en el presente y vi allí, escondida tras un mechón de pelo, la cicatriz de la pedrada.
– [Nate]No es culpa tuya cómo se comporte la gente.[/Nate] – dije con sinceridad. Nadie se merecía que le tratasen así, la culpa solo era de los que lo perpetraban, aunque a veces nuestras mentes intentasen buscar una explicación, un motivo por el que nos lo hubiéramos merecido.
– [Jane]En un mundo en el que se premia ser diferente, yo lo soy demasiado[/Jane].- respondió ella con ironía, pero aliviada por poder hablar con alguien.
– [Nate]Puedes contármelo. Yo no vengo de aquí, no tengo prejuicios.[/Nate] – no iba a despreciarla porque los poderes de su madre hubiesen sido fruto de un experimento. Era una auténtica locura. Pero había algo más que lo de su madre, algo que tenía que ver con la naturaleza exacta de sus poderes.
– [Jane]Si te tocara, aunque fuera accidentalmente, robaría tu poder y después, te mataría[/Jane].- explicó. Un recuerdo doloroso tiñó su aura completamente. Después de ver «el accidente», me quedé en silencio durante unos segundos.
– [Nate]Te odian porque te tienen miedo. Cuando a ellos les odian ahí fuera por lo mismo.[/Nate] – era una obviedad, pero no pude dejar de comentarlo.
– [Jane]Esta utopía es una farsa. Permiten que haya gente de las altas esferas que tiene hobbies como coleccionar caras humanas[/Jane].- espetó con rabia. Compuse una mueca de asco al ver el rostro de esa pesadilla viviente que se sentaba en el Consejo, esos ojos oscuros, terribles. Cuanto más veía, más razón tenía para darle a Jane.
– [Nate]Las cosas malas de los seres vivos siempre están ahí. Pero las buenas también.[/Nate] – comenté intentando animarla. Su aura se reconfortó al pensar en su pareja. – [Nate]Eres buena persona.[/Nate] – le aseguré. Ella me miró a los ojos durante un minuto, luego apartó la mirada.
– [Jane]Según el Omnilens, soy del bando del gris[/Jane].- explicó. Recordaba algo de los bandos de lo que Niall me había contado. La sociedad estaba dividida en tres bandos y las personas, según cómo fuesen, entraban en uno u otro, una especie de buenos, malos y neutrales en un supuesto intento de mantener el equilibrio.
– [Nate]No es más que una máquina que te enseña unos datos.[/Nate] – respondí con sinceridad. Me apenaba ver cómo se había tomado como algo normal el hecho de depender de una invención para saber cómo tratar a una persona. – [Nate]Ahí fuera me conectaron a muchas, pero ninguna veía lo que yo.[/Nate] – razoné. Aún me dolían los ojos de una de esas máquinas, que producía descargas para ver si mi poder se localizaba en mis ojos. Ninguna lo consiguió, no entendieron que el cuerpo que veían no era más que una charada.
– [Jane]Parece que el mundo no es mejor ahí fuera[/Jane].- meditó ella.
Negué con la cabeza, se avecinaban malos tiempos. – [Nate]No llegué a ver mucho de él, pero la tensión…la gente tiene demasiado miedo. Y eso nunca lleva a nada bueno.[/Nate] – aseguré. Cuando el miedo dirige tus acciones, termina llevándote por el camino del que pueda alimentarse más de ti.
Jane asintió, dándome la razón, y se quedó pensativa. La observé, pero su aura se enturbió cuando llegó un grito de la sala de un impresentable pidiendo su comida. Le dirigí una mirada de ánimo y ella suspiró, despidiéndose con un gesto amistoso con la cabeza.
Le dirigí una sonrisa mientras salía. Una sonrisa que se desdibujó cuando volví a quedarme solo en el almacén. ¿Qué era la Escuela Legado?