Moondale

Categoría: Tanteion: Reino de las Pesadillas

  • EL GUARDIAN DE LAS PESADILLAS

    OWEN WILLIAMS

    EL MUNDO DE LAS PESADILLAS (OBVIO)

    Como diría la señora del Titanic, han pasado 400 años…

    ¿Dónde te has metido todo este tiempo? Seguro que eso es lo que os estáis preguntado. Bueno, no estoy en el mejor momento de mi vida precisamente. En efecto sigo muriéndome lenta y dolorosamente, para colmo el amor de mi vida sigue dándome largas, lo segundo duele más que lo primero para que lo sepáis.

    El caso es que me había despertado en un lugar desconocido, cuando no. Apenas alcanzaba a ver el suelo que pisaba y mucho menos la profunda oscuridad que devoraba ambos lados del camino, el único camino por el que podía seguir era un puente de madera que con la más mínima brisa de aire se caería a cachos con total seguridad.

    – [Owen]¡Ah, me encanta el olor a musgo falso nocturno!.-[/Owen] Dije adentrándome en el puente con pies firmes – [Owen]Alguien necesita actualizar su base de datos. El del miedo a las alturas es mi padre, yo soy su versión mejorada. Segunda generación cariño, New Moondies.[/Owen]

    – [JJ]Owen, Owen ayúdame.-[/JJ] Era la voz de mi hermana al otro lado del puente, por un instante estuve a punto de salir corriendo a zancadas por el puente aunque este cediera a mi peso, pero probablemente eso es lo que quería que hiciera, a fin de cuentas morir aquí era morir en el mundo real, esto no es como cuando caes en una pesadilla y despiertas sobresaltado.

    – [Owen]Buen intento, nada me da más miedo que no poder ayudar a mi hermana, pero se que lo que esta al otro lado del puente no es ella, mi vinculo con ella es más fuerte que esta parafernalia.-[/Owen] El grito atroz de una criatura me erizo todo los pelos del cuerpo. Nota, nunca te encabrones con el miedo… no espera, que coño, hazlo, revélate, no te dejes devorar por el miedo.

    Una figura oculta entre trapos oscuros apareció al otro extremo del puente. Al estar muriéndome pensé que era la parca que ya venía por mi. Pero este ser era tan cutre que le había robado el look a la muerte. De su ropa comenzaron a desprenderse pequeños hilos de oscuridad, vale, eso si resultaba impresionante. La oscuridad se arremolino a mi alrededor haciéndolo desaparecer todo.

    Cuando la oscuridad se disipo el lugar había cambiado por completo, me sacudí la ropa en un acto reflejo ya que dudo que la oscuridad tenga polvo, uno, que tiene que ir siempre impoluto, no os hacéis una idea de lo mal que lo pase en mi estancia en el mundo medieval.

    – [Niall]¿Perdone, podría darme alguna moneda?-[/Niall] Al girarme me encontré con Niall, su aspecto estaba desmejorado y su ropa raída. – [Niall]¿Owen?[/Niall]

    – [Owen] ¿Niall?.-[/Owen] Se abalanzo sobre mi abrazándome con todas las fuerzas que le quedaban – [Owen]¿Tu miedo es ser pobre?.[/Owen]

    – [Niall]Lo he perdido todo Owen, mi voz, mi poder, mi sueño, mi madre esta…-[/Niall] Su voz se entrecorto incapaz de seguir.

    – [Owen]Niall, tu mejor amiga es Lexie, ella no dejaría que te pasara esto. Que has perdido tu voz, te mete en un garito a que pinches discos. Tu poder, eres un aviantropo, ese es tu poder. Y créeme con un hijo como tú a tu madre nunca le faltara de nada. Y si te quedas en la calle siempre podemos compartir piso.-[/Owen] De hecho ahora que escribo esto puedo decir que ese es uno de mis miedos, la soledad, gracias a mi mente maestra de superficialidad dejando oculto ese miedo en lo más profundo de mi corazón. El rostro de Niall se ilumino por completo por lo que le había dicho y daba la sensación de que había recuperado la confianza en si mismo.

    El grito atroz volvió a surgir de nuevo y la oscuridad reapareció de nuevo, solo que esta vez Niall fue tragado por ella junto a mí. La noche volvió a aparecer ante nosotros y esta vez nos encontrábamos en un lugar familiar, o lo que quedaba de el. La granja de los Walker estaba en llamas y Ezra enfrascado en un combate con lo que parecía ser una versión de mi mismo.

    – [Owen]Tienes una visión un tanto distorsionada hacia mi persona.-[/Owen] Eche un vistazo a mi otro yo, que porte, que presencia, para estar presuntamente muerto tenía mejor aspecto que en el que me encontraba yo en ese momento. Seguro que ahora estáis pensando en cosas, dos Owens, madre mía que fantasía, eso os lo dejo a vosotros, dejad muchos fics en la base de datos de la Kvasir.

    – [Ezra]O… Owen. ¿Cómo…?-[/Ezra] Su voz se entrecortaba por el cansancio de estar batallando con mi otra versión demasiado tiempo, a saber cuanto llevaba protegiendo a su familia en toda esta pantomima.

    – [Owen]He venido a ayudarte, ya no tienes porque hacer nada de esto solo, para eso esta la familia.-[/Owen] Iba a decir amigos, pero tras todo lo que hemos pasado en la nave y estos mundos creo que puedo considerarlos a todos y cada uno de ellos miembros de mi familia. ¿Moriría por ellos? Bueno probablemente es lo que acabe sucediendo como siga interviniendo en las pesadillas de los demás y jodiendo el chernoquete o como se llame.

    El Owen T-1000 nos lanzo una bola de fuego que le devolví de un manotazo, después de todo se estaba enfrentando al Owen original. – [Owen]A pesar del miedo que tenga hacía lo que la gente pueda pensar de mi tú no eres yo. Se la persona que soy y la que quiero ser para los demás.[/Owen]

    Note una mano posarse en mi hombro, Ezra no solo estaba aceptando la clase de persona que era, estaba dejando atrás su miedo confiando en mí, alejándose de su futuro y abrazando un presente con todos nosotros.

    – [Ezra]¿Qué demonios…?.-[/Ezra] Nuevamente nos envolvió un remolino de oscuridad seguido de un grito que francamente empezaba a sonar placentero.

    – [Owen]Tranquilo, es lo que suelo ocurrir cuando a la mente maestra de la oscuridad se le empiezan a acabar las ideas de tortura.-[/Owen] Aparecimos en una calle de Moondale inusualmente abarrotada de gente. Fuese de quien fuese este miedo no le gustaba la gente, al menos no el barullo de muchas personas, y podía hacerme una idea de quién se trataba.

    Avance entre la gente buscándolo, solo quería agarrarle de la mano y decirle que todo iba a estar bien como hacía cuando era pequeño. Ezra me hizo un gesto para que lo siguiera, debía de haber percibido donde estaba con su olfato. Llegamos hasta un callejón y allí tirado en el medio estaba Elliot inmóvil.

    Note como el miedo se apoderaba de mí, pero no solo eso, también una ira desenfrenada de partirle la cara al capullo en su túnica negra que se encontraba junto a él torturándolo en un mundo sin sentidos.

  • WHEN FEAR ARRIVES IV

    DANTE VILLIERS

    Dante se despertó en una cama menos cómoda que la de la Nave, pero a la vez, más acogedora, más propia de su tiempo, de su mundo. Se incorporó, revisando la habitación a su alrededor. No le resultaba conocida, pero prefería creer cualquier opción que implicase haber vuelto a casa.

    Al menos seguía entero. Se puso en pie para estirar las alas y su olfato se percató del olor a tabaco que impregnaba la habitación. Había botellas de cerveza tiradas por el suelo y el orden no se acercaba a ese piso desde hacía mucho.

    Se acercó al baño en busca de un espejo en el que verse. Estaba igual de descuidado que el resto, pero en el sucio espejo vio que le devolvía la mirada un rostro que no era el suyo. Pertenecía a otra persona con la que compartía más de lo que deseaba: Logan Villiers.

    El sonido del timbre contuvo su respuesta.

    AMY MACLEOD

    Amy estaba acostumbrada a despertarse sin recordar exactamente cómo había llegado a un lugar. Eran efectos secundarios de la oxitocina que segregaba su cuerpo de licántropa para atravesar la transformación sin volverse loca.

    Esta vez se sentía diferente, como si lo que hubiera olvidado fuese algo más profundo, algo tan arraigado en su interior que parecía que ni siquiera era ella misma. Empezó a sentirse ansiosa, agobiada por no recordar aquello que había olvidado.

    Fue entonces cuando la vio, saliendo entre los árboles. Una loba de pelaje rojizo mirándola fijamente con unos ojos castaños llenos de arrojo. Ella era lo que había olvidado, lo que había perdido.

    OWEN WILLIAMS

    Owen sacudió la cabeza. La notaba pesada. Bostezó, pero el aire parecía no llegar bien a sus pulmones. Parpadeó varias veces pero la neblina no se disipó, estaba en el ambiente, no en sus ojos.

    Miró a su alrededor y vio roca húmeda y musgosa. Al moverse, uno de sus pies patinó y resbaló, quedando de rodillas en el suelo mientras el pie tocaba el vacío. Agachado miró a ambos lados de la pequeña zona en la que se encontraba. No había nada más que metros y metros entre él y el suelo.

    Solo encontró una alternativa en uno de los lados, donde un puente de cuerda se mecía ante el viento que azotaba, helador e inclemente. Se puso en pie y colocó una mano sobre la cuerda, fría y húmeda por el rocío. Dio un paso adelante y la primera tablilla crugió bajo su peso, amenazando con ceder.

    Retrocedió. Tenía que pensar claro, no podía ir a lo loco. Así solía hacer las cosas y esta vez podía meterle en una situación complicada. Escuchó un susurro que parecía el rumor del viento, pero que se acrecentó hasta sonar a una voz humana y muy conocida.

    – [Jane]Owen, Owen ayúdame.[/Jane] – gritaba la voz de su hermana al otro lado del puente.

    LEKWAA

    ¿Cuál era su nombre? No podía recordarlo. ¿Tenía importancia siquiera? Era un arma, un guerrero con un propósito, una venganza, un destino. Lo demás no tenía sentido. ¿Necesitaba un nombre alguien como él? No, aunque podían llamarle ‘Lekwaa’. Era lo único que necesitaban para referirse a él.

    Aquellos extraños eran tan solo un medio para lograr su propósito. ‘Lekwaa’ no tenía amigos, ‘Lekwaa’ no podía amar. No era más que una herramienta, un cuerpo puesto a disposición de los espíritus.

    NATE ROGERS

    Nate abrió los ojos y percibió un aroma agradable a café recién hecho filtrándose por la ventana. Lo recibió con normalidad, estaba en su cama y siempre se despertaba con el café que preparaba MacLeod nada más llegar a la Escuela Legado.

    Sin embargo, en lo más recóndito de su mente, un pensamiento germinó, recordando que hacía mucho que no se despertaba así, que hacía mucho que no estaba en su hogar.

    Se puso en pie y salió corriendo, tratando de averiguar qué estaba pasando. No encontró a nadie en la recepción de la Escuela, pero si vio una escultura de piedra que nunca había estado allí. En la cima de ella rezaba un grabado en piedra que decía ‘In memoriam’. Y debajo de él, uno tras otro, estaban los nombres de todos aquellos con los que había vivido en la Kvasir.

    CHLOE MACLAY

    Parpadeó un par de veces, tratando de librarse del sopor. Hacía calor en aquella clase y a juzgar por el olor, debía ser una de las últimas horas, después de educación física.

    Miró el móvil, nadie había escrito. Tampoco era raro si estaban en clase, pero el mero hecho de estar allí parecía fuera de lugar. Chloe sentía que tenía que estar en otra parte, sin saber muy claro cuál.

    De pronto un golpe sobre su mesa la sobresaltó. Levantó la vista hasta ver a la Meister mirándola con regocijo. Solo podía tramar algo horrible, porque aquella mujer la odiaba. Bajó la vista y vio un examen. De pronto empezó a sudar. ¿Cómo era posible? No recordaba nada de un examen y ni siquiera reconocía los temas que había. Cada pregunta que leía le sonaba aún más rara que la anterior.

  • VIVIENDO DE VERDAD

    Vera – Artisan

    Mañana

    Cuando eres pequeña, tienes que aprender a perder. De nada sirve que juegues si no eres consciente de que a esta vida has venido a que se coman tus fichas, a vender tus hoteles por cuatro duros, a que la palabra correcta se te quede en la punta de la lengua, por muy injusto que te parezca. Desde bien pronto, descubres que hay un montón de niñas más altas que tú, más listas que tú, más guapas que tú. Nunca nada es suficiente. Si sacas un nueve en un examen, una compañera, esa que se sienta tres pupitres más allá, tiene un diez y si siempre sacas dieces, un día malo sacas un nueve y alguien se convierte en la «Nueva Persona Más Lista».

    (más…)

  • SILENCIO DE NUEVO

    DIARIOS DE DESTINO

    LA KVASIR

    Metal tratado por los mejores alquimistas, doblado y plegado a la perfección por los metálicos de un país que aún no conocía el universo. Capas de aislamiento, cámaras de aire, sistemas de calefacción y depuración de aire y todo ello cubierto con un interior de madera criada por el equipo de botánicos para aportarle un necesario toque de hogar. Y sin embargo el frío se filtraba por sus pasillos y la gente que había vuelto para darle vida estaba a punto de perder la suya en una pesadilla sin fin, sin que la Kvasir pudiera hacer nada.

    El terror pisaba sus suelos, observando con una sonrisa los cuerpos sumidos en un sueño turbado. Aquello le estaba dando un festín como hacía tiempo que no conocía. Al miedo le encargaba alimentarse de las personas buenas, porque eran las que más tenían que perder, las que tenían una conciencia más sensible.

    Se colocó al lado de Jane y se agachó, pasando la mano a escasos centímetros de su rostro. Con solo tocarla podría acabar debilitado, incluso muerto. Tanto poder y al final, rendida a su reino de noche eterna. Más allá podía ver a Elle, removiéndose como si tratase de salir de un ataúd. A Kaylee, con el rostro compungido como si fuera a echarse a llorar. Mostró una sonrisa de dientes afilados. Adoraba alimentarse de mujeres, por eso vestía ese cuerpo de depredador, de hombre blanco que cree ser superior a cualquier mujer, que cree tener derecho sobre ellas y sobre todo lo que tenga a mano. Una pesadilla en carne y hueso.

    Aquél ser se quedó allí, observando, deleitándose, empezando a creerse superior al desafío que los Daë debían plantearle.

    Dicen que el ego es peligroso, y ni siquiera el miedo está libre de él.

  • DISOCIACIÓN

    JAMIE BARNES

    Tenía la respiración agitada, el corazón desbocado. ¿Quién era esa persona que me miraba desde el espejo? No podía reconocerme, pero era mi reflejo, ¿qué clase de juego era ése?

    El hombre del espejo parecía asustado, inquieto. Su rostro delgado parecía haber perdido el tono. Me llevé una mano a mi suave melena y él se tocó un pelo corto y rizoso. Lo único que teníamos en común era el color. No lo comprendía, yo no era él, no era él.

    – [Vera]¿Estás bien cariño? [/Vera] – preguntó Vera finalmente, después de observarme mientras me miraba en el espejo. Fuera lo que fuera aquello, ella no veía nada raro. Quizá me estaba volviendo loca como mi padre, no podía contárselo, no quería que ella pensara que lo estaba. Tenía que haber una explicación.

    – [Jamie]Me encuentro un poco rara.[/Jamie] – dije, tratando de disimular.

    – [Vera]Será raro, ¿ya te has pasado viendo RuPaul?[/Vera] – bromeó, pero la puntualización me hizo apartarme, asustada. Por el rabillo del ojo vi que él también estaba asustado, en una posición defensiva que le alejaba de Vera. – [Vera]¿Qué te pasa? Me estás preocupando, James.[/Vera]

    James. Ese nombre. Empecé a sudar en frío y noté que perdía fuerza. ¿ Quién era? ¿James? No, no, yo era Jamie, Jamie. Me llevé la mano de forma inconsciente al pelo y noté su ausencia. Estaba corto, rizado. Me toqué la cara, mi rostro redondeado ahora era delgado, de mandíbula marcada. En el espejo, la chica de pelo largo me devolvía la mirada.

    – [Jamie]No me llames así, no soy James, no soy…[/Jamie] – me miré las manos, más grandes, de dedos largos. Mi pecho plano, delgado. Y sin embargo en el espejo allí estaba, tal y como me recordaba. Noté que me iba, que dejaba el mundo atrás y caía. Escuchaba a Vera de fondo pero no conseguía abrir los ojos.

    Cuando lo hice, el mundo parecía extraño, oscuro salvo por una parte. Veía una escena de Vera arrodillada al lado de aquél chico. Me toqué el pelo, volvía a ser largo, mi cuerpo volvía a ser el mío. Pero ahora estaba atrapada detrás del espejo.

    Fui hacia el cristal y lo golpeé, pero Vera no me escuchaba. – [b]Da igual cuánto lo intentes, James es el de verdad. Tú no has sido más que un sueño efímero.[/b] – dijo una voz a mis espaldas. Al girarme vi el rostro de mi padre, serio, juzgándome desde la distancia. No aprobaba quién era en realidad, pero, ¿había llegado a serlo siquiera? ¿Iba a quedarme atrapada viendo la vida que podía haber tenido desde ese vacío?

    – [Jamie]Soy Jamie, soy la verdadera. James solo fue…lo que tu intentaste que fuera.[/Jamie] – repliqué. Me sentía pequeña ante él, pero a la vez, aquél hombre era el padre de James, para mí significaba poco más que una señal de opresión. No debía respetarle, no debía escucharle.

    – [b]Si James no es el de verdad, ¿por qué mantuviste un nombre tan parecido?[/b] – preguntó, con disgusto al mirarme.

    No supe qué decirle, me hizo dudar de mí misma, de quién era, de que no le debía nada a ese hombre ni a nadie más, solo a mí misma. ¿Pero yo era algo? ¿O era James? Quizá tenía razón, quizá era un sueño efímero y por eso no me había molestado en que me conocieran por otro nombre.

    No era más que una pasajera en la vida que conducía James. Me había dejado el mando brevemente, pero no iba a durar para siempre, solo por un descanso. Y Vera, Vera le seguiría amando, yo ya no existiría para ella. Porque no era nada, no tenía entidad propia y nadie me recordaría.

    – [b]Ponte cómoda, los rechazados estamos aquí. Este es nuestro sitio.[/b] – multitud de figuras se dibujaron en el horizonte. Alguna me pareció conocida, pero estaba demasiado oscuro, la única luz venía del cristal. Vera sonreía mirando a mi otro yo, como alguna vez había sonreído mirándome a mí.

    Era una pesadilla hecha realidad.

    – [Jamie]¿Cómo me llamaste antes? ¿Un sueño hecho realidad?[/Jamie] – pregunté, poniéndome en pie y forzándome a parar de temblar.

    – [b]Da igual lo que intentes, Jamie.[/b] – dijo el hombre.

    – [Jamie]No, no da igual. Y no me llames así.[/Jamie] – repliqué. Miré el espejo y todo pareció cobrar sentido. – [Jaime]Llámame Isleen. Porque soy un sueño hecho realidad.[/Jaime] – cerré el puño y golpeé una vez más el cristal, haciéndolo añicos.

  • SOLO EN LA OSCURIDAD

    IDRIS SOLO-NOVAK

    NOCHE

     

    Algo me despertó del sueño. Abrí los ojos en duermevela, esperando ver el triángulo que formaba la luz que se colaba a partir de la puerta entreabierta de mi habitación, señal de que mis padres estaban despiertos.

    Me había acostumbrado a ese retazo de luz para calmarme, para saber que si el escalofrío que me provocaba la oscuridad me asaltaba, ellos estarían ahí para protegerme.

    Pero ese día, no estaba. No había ni un solo ruido en la casa, solo el del árbol frente al apartamento, el que daba contra mi ventana y me hacía despertarme llorando en los días de mucho viento. Ese día había tormenta, por eso estaba despierto. La lluvia apenas se escuchaba pero el árbol arañaba el cristal cada vez más fuerte, hasta hacerse ensordecedor.

    ¿Por qué no estaban allí? ¿Por qué no había venido ella ya corriendo? ¿O él con cara de cansado? Cara. Su cara. No podía recordar su cara. Cuanto más lo intentaba más pequeño me volvía y más grande se hacían las sombras de la habitación.

    Era un sueño recurrente, una sombra oscura que crecía hasta el infinito y me perseguía sin detenerse. La sombra estaba allí, en la habitación, y nadie venía. Tenía que ser un sueño, una pesadilla horrible. Normalmente me despertaba sobresaltado, pero ahora no lo conseguía, mi corazón se aceleraba, mis ojos no veían a través de la oscuridad como estaba acostumbrado.

    Me tapé con la sábana, sentía que algo me vigilaba y di gracias a no ver a través de la oscuridad para no saber qué se encontraba en ella. El agobio me estaba dominando. Había algo que no encajaba en todo aquello, una extraña sensación de que pertenecía a otro momento, a otra vida.

    Me sentía pequeño, solo, pero era un adulto, tenía amigos, tenía familia, tenía a Elle. Y sin embargo todo ese conocimiento se esfumó al ver la puerta de la habitación abrirse.

    Se filtró por ella la anaranjada luz de la farola de la calle que daba al pasillo, marcando una silueta oscura que se detuvo en el umbral. Pareció una eternidad lo que estuvo allí parado. Esa silueta me hizo volver a sentirme pequeño, su visión estaba grabada a fuego en mi subconsciente, incluso aunque tardé mucho tiempo en comprender lo que significaba, el cambio que había provocado en mi vida. Incluso aunque no tenía una mala vida.

    Aquella figura había matado a mis padres y ahora observaba fijamente mi cuna, decidiendo si matarme o alimentarse de ese miedo tan jugoso toda la vida. Decidiría la segunda opción, pero no dejaba de temer que en ese momento decidiera la primera, que todo lo que había vivido después no llegase a pasar.

    Esa silueta representaba todo el miedo que había en mí. Era demasiado pequeño para saber la amenaza que suponía cuando le vi, para saber que acababa de matar a unos padres a los que apenas recordaba, de borrar su rostro de mi memoria y hacerme sentir culpable toda la vida por no hacerles justicia al menos en eso. Pero no era solo la muerte de mis padres lo que ese monstruo negro significaba. Era la amenaza incierta de que cualquier día podría volver y llevarse de nuevo a mi familia: a mamá, a papá, a Mike, a Ellie, a Lexie…a todos ellos, sin que pudiera ni siquiera moverme.

    La silueta oscura dio media vuelta y se internó en el pasillo, alejándose de mi habitación. Me sentí seguro por un instante, pero aquello era lo que había pasado de verdad, lo que me había provocado ese miedo durante toda una vida, esa sensación de que en cualquier instante podía pasar lo peor.

    No podía permitirlo, tenía que hacer algo distinto. En aquél entonces era un bebé, no podía hacer nada, pero ahora podía ir tras él, podía detenerle, salvarles a todos. Y sin embargo era incapaz de moverme, solo pensaba y pensaba en lo que podía pasar, en el temor que me infundía, en lo que podía hacerles a los demás.

    Me lo imaginaba caminando hacia la siguiente habitación, solo que ahora no estaba en la cuna del piso que apenas recordaba, si no en mi cama en el ático de Louna. Mis padres gritaron, por muy Moondies que fueran, no podían enfrentarse a ese miedo absoluto. Más pisadas, Mike estaría durmiendo en su habitación. Tenía que levantarme, pero estaba paralizado, solo veía el tiempo pasar como si estuviera fuera de mi cuerpo y en consecuencia no pudiera hacerlo reaccionar.

    Cuando dejé de escuchar a Mike, los pasos volvieron a resonar. Una voz me llamó desde el pasillo: – [Elle]¿Idris? ¿Estás bien?[/Elle] – los pasos aceleraron y cambiaron de dirección para seguir la voz. Ellie estaba en peligro.

    ¿Cuánto le iba a dejar arrebatarme? ¿Cuántos futuros iban a morir a manos de ese mal encarnado? ¿El de Elle no, no podía permitirlo. Así que me puse en pie y caminé hacia la puerta.

    El espacio no parecía seguir una ley lógica, la puerta parecía más lejana, la habitación más grande y sobrecogedora. Pero al final, me adentré en aquél pasillo oscuro donde reinaba un silencio sepulcral.

  • WHEN FEAR ARRIVES III

    ELLE ECHOLLS

    Elle abrió los ojos y su cuerpo tardó unos segundos en darse cuenta de que, en lugar de haberse despertado en la cama de la habitación que compartía con Jane en la Nave, estaba en un entorno cerrado, comprimido. Donde quiera que moviese las manos y las piernas en la oscuridad, se encontraba con una textura acolchada, con algo duro detrás. Cuando comprendió que estaba en un ataúd la asaltó un ataque de pánico.

    En el exterior caía la lluvia. Sin paraguas, a la intemperie, Jane Williams estaba sobre la tumba, con lágrimas cayéndole de los ojos. Esperó escuchar algo removerse en el ataúd, una señal de que su vieja amiga Elle seguía viva. Lo necesitaba. Después de matar a todos los demás necesitaba que acabase con ella también. Solo así encontraría la paz.

    IDRIS SOLO-NOVAK

    La luz al final de la habitación se hizo más clara. Esperaba ver a mi madre o mi padre, que habían llegado más tarde y venían a verme y darme un beso de buenas noches antes de irse a dormir.

    Pero la figura no se movió, cuanto más la observaba, más seguro estaba de que no eran ellos y en el fondo, de que ni siquiera era humano. Sea lo que sea, me miraba fijamente, inmóvil. La luz que provenía de la habitación de mis padres dejaba ver una mancha rojiza en sus manos. Aquél ser era el hombre del saco, había matado a mis padres y ahora estaba pensando qué hacer conmigo.

    EZRA WALKER

    Ezra abrió los ojos, sobresaltado. La televisión estaba bastante alta. Lucy y Edward la veían expectantes, con la pequeña Chloe en brazos, ajena a todo lo que ocurría, salvo el miedo en las venas de sus padres. El licántropo también lo sintió, haciendo que se despejara del efecto tan horrible que aquella siesta había tenido en él.

    Eran las noticias lo que estaba en la televisión. Imágenes de bombardeos y gente malherida, muerta o esposada se sucedían una tras otra. Unos soldados de blancos trajes con el logo de Infinity portaban armas y se las veían con un muchacho que lanzaba llamaradas con sus manos.

    La siguiente guerra mundial había comenzado y esta vez, el objetivo eran los sobrenaturales.

    VERA MACLEOD

    Apatía. Era lo único que sentía. Algo curioso teniendo en cuenta que no era una emoción en sí. Los días pasaban uno tras otro, fríos y vacíos desde hacía ya tanto que ni siquiera lo recordaba.

    Quizá fue cuando Jamie se fue. Pero no, ahí ya le daba todo igual. O puede que cuando Amy se internó para siempre en el bosque, como una loba para siempre. Aunque tampoco, en aquél entonces ya no había intentado detenerla. No, fue cuando Kaylee murió, el mismo día que casi todos los demás.

    Ahí fue cuando dejó de importarle. Cuando dejó de buscar un camino a casa porque no había casa a la que volver.

    BOWIE

    – [b]Ok 003475-B.[/b] – escuchó decir a una voz. Toda la potencia computacional de su cerebro aumentado no era capaz de entender cómo había llegado allí de nuevo. – [b]Ok 003475-B.[/b] – dijo la voz, ahora más alto. Pertenecía a un hombre con una coleta desaliñada y migas de galletas en una camiseta con el estampado ‘Sudo make me a sandwich’. – [b]Debe tener los receptores auditivos jodidos. ¿Tenemos un recambio?[/b] – preguntó.

    Se apartó cuando trató de acercarse y en su intento de alejarse se chocó contra un cuerpo. Al girarse vio que su rostro era exactamente igual que el de ella. Y no había una, sino cientos. Cuanto más lejos miraba, más veía. Echó a correr y en su avance se encontró con que sus clones habían dado paso a tan solo androides sin piel. ¿Era ella así de artificial? ¿Sólo una mera soldado?

    JAMIE BARNES

    Jamie dio un beso en la frente a Vera y se levantó de su cómoda cama en la Kvasir. A veces pensaba en cuánto tiempo duraría aquél idilio, si no se desvanecería todo cuando Vera volviese a un mundo más normal en el que ella no encajase.

    Caminó hacia el baño para prepararse y se echó hacia atrás al ver a un hombre devolverle la mirada en el espejo. Tenía el pelo corto, el rostro delgado y acerado. Se movió y la figura se movió con ella, era ella, pero no, no podía serlo. Se llevó la mano al pelo, buscó y buscó pero su melena se había convertido en el pelo corto que veía tocarse al joven del espejo.

    Los nervios la atacaron, ¿qué era aquello? Forzó su mente hasta el agotamiento pero ese rostro no dejaba de devolverle la mirada. Entonces Vera se levantó y le miró, como si nada hubiera cambiado. Como si la chica nunca hubiera existido.

  • EL REINO DE LA LOCURA

    XANDER ECHOLLS

    TANTEION

    — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— recitó, como si estuviera habituada a ello.

    Mis brazos siguieron tratando de hacer fuerza, pero parecía que la constitución aesir me había abandonado. Quizá me habían drogado, pensé. Sin embargo era Jane la que tenía ante mí, la veía con total claridad, pese a que mi cabeza parecía embotada, adormecida, como si acabara de despertar de un largo letargo que no terminaba de desvanecerse del todo.

    Jane volvió a repetir aquél mantra. — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— por más que lo intentaba, no lograba zafarme de la camisa de fuerza. Pensé que tratar de liberarme tampoco me haría ningún favor, así que traté de calmarme.

    La situación escapaba a mi control, solo tenía a mi mente como aliada, pero, ¿de verdad la tenía? Repasé los oxidados conocimientos de mis estudios. Si estaba inmerso en una alucinación, no sería capaz de enterarme de qué es real y qué no.

    Lo último que recordaba era cruzar el umbral hacia la Luna Viltis con Jane y Caitriona, después de haber entregado mi alma para que ella recuperase la vida. No podía decirlo en voz alta, me tomarían por loco. Viajes en el tiempo, en el espacio, vivir en una nave abandonada y enfrentarnos a encarnaciones mágicas de la esencia zodiacal de los planetas. No había por dónde cogerlo.

    – [Xander]Jane, necesito salir de aquí.[/Xander] – supliqué, tratando de mantener la compostura.

    – [Jane]Señor Echolls, saldrá cuando se encuentre mejor. Sus padres y su hermana estaban muy preocupados.[/Jane] – dijo, acercándose. Olía como ella, ese perfume fresco y distintivo que solo podía venir de ella.

    – [Xander]¿Mi padre, mi madre…Elle y mi madre Sasha están bien?[/Xander] – pregunté. Necesitaba saber más de mi situación, poner las cosas en su lugar. Noté un dolor punzante en la sien y cuando me quise dar cuenta, percibí que un tic molesto se me había instalado en el ojo. No sería nada, estrés, seguramente.

    – [Jane]¿Su madre Sasha? Usted es Alexander Echolls, hijo de Daniel y Sarah. Su hermana se llama Elle. ¿No lo recuerda?[/Jane] – preguntó con el bolígrafo preparado para tomar nota.

    – [Xander]Ah, perdón estoy, algo desorientado.[/Xander] – No podía estar loco, no, no podía pasarme eso. Mi mente era mi refugio final, el único sitio al que recluirme para calmar el agobio por todo lo que sucedía. ¿Y me estaban diciendo que era una prisión? ¿Que todas mis aventuras eran un sueño, que ni siquiera tenía dos madres?

    De nuevo otro dolor punzante en la frente. Todo se volvió blanco por un instante y empecé a ver fogonazos. Una cuchara afilada en mi mano, sangre en el suelo manando de la herida de un guardia de pelo oscuro. Recobré la consciencia mientras me tumbaban varios enfermeros. – [Jane]Seguridad, ha atacado al Doctor Soberano.[/Jane] – alcé la vista. Allí estaba, el Soberano, Antailtire, muchos nombres y muchos rostros. Seguro que había montado todo aquello, que trataba de engañarme.

    Pero entonces me vi en el espejo, desbocado, con una mirada que evocaba pura locura. ¿Quién era, cómo podía confiar en nada si no podía fiarme de mi propia cabeza?

  • PÉRDIDAS

    EZEQUIEL

    TANTEION

    La sensación de familiaridad me acompañó desde el principio. Mis primeros cincuenta años de vida se habían visto centrados en la guerra, la rebeldía de la juventud y el odio a ese padre psicópata que dejó a mi madre embarazada y sola.

    Cansado, había terminado subiéndome a un barco con destino a las Américas, en cuya costa arribé sin mucho éxito cerca de 1570, dando tumbos hasta encontrar la paz que buscaba en la Patagonia. Allí empecé a aprovechar discretamente mis dones para cumplir trabajos de un poblado cercano y conseguí construirme una cabaña y una vida decente. Tranquila.

    No lo esperaba, no lo buscaba, pero también allí fue donde conocí a Lucía. No quería enamorarme después de los horrores que había visto hacer en nombre de ese sentimiento. Pero las emociones no se pueden someter siempre y lo que sentíamos el uno por el otro pudo más que el sentido común.

    Con los años dimos la bienvenida a una más, una pequeña sonriente que nos brindó la mayor de las alegrías. Hacía tanto tiempo desde la última vez que la había visto, más de doscientos años tratando de mantener vivo el recuerdo de ambas.

    – [Ezequiel]¿Floriana?[/Ezequiel] – corrí hacia ella y la abracé, tratando de aferrarme a lo que sea que estuviera viendo. Quizá el viaje de vuelta a la Kvasir me había llevado a otro lugar y otro tiempo. O puede que todo fuera un sueño, pero sin duda era vívido, sentía el calor de su espalda bajo mis dedos, el olor de su pelo, el mismo que la había acompañado desde el día en que la había visto venir al mundo. El mismo que el día en el que la había visto abandonarlo.

    – [b]Papá, ¿qué haces?[/b] – preguntó ella. Su voz era la misma, solo cambiada ligeramente con el paso del tiempo. Me eché hacia atrás y la miré, los mismos ojos aventureros que mostraron fiereza ante su lecho de muerte. Floriana había enfrentado cada aspecto de su vida con el mismo arrojo. No podía sentir más que orgullo por ella. Por mi primera y única hija.

    Cogí su pequeña mano entre las mías y caí hacia atrás cuando vi que se convertía en una mano grande, de dedos delgados y macilentos, por los que corría una tenue vida a punto de extinguirse. Y su rostro, el cabello oscuro dio paso a un pelo blanco y débil. Aparté la mano y unos ojos carentes de vida me devolvieron la mirada.

    Me alejé y fuera lo que fuera aquella visión, se desvaneció en un parpadeo. Continué hacia la cabaña sin saber qué hacer en aquél lugar, preguntándome qué era lo que había visto, qué clase de juego estaba tejiendo el mundo haciéndome recordar la muerte de mi pequeña.

    Para un adulto, las reglas básicas suelen establecer que los mayores abandonarán el mundo primero. Luego hay enfermedades, accidentes, guerras. Pero en mi caso, la vida implicaba ser consciente de que incluso sin ningún suceso que lo adelante, vería morir a todos los que una vez hubiera querido.

    Primero se fue Lucía, asesinada para tratar de conseguirme a mí, a mi sangre, la maldición y único legado de un bastardo al que le robé el apellido para llevarle al menos el dolor de saber que viviría para recordar su deshonra.

    – [b]¿Por qué no me diste tu sangre?[/b] – dijo de nuevo una voz. Floriana estaba detrás de mí. Joven y fuerte como el día de su boda. – [b]Podía haberme salvado. A mí, a tus nietos.[/b] – el rencor palpitaba en su voz.

    Negué con la cabeza, la vida tenía un equilibrio y mi maldición solo traía desgracia. No había nada natural en ver morir a tu hija, a tus nietos, en sobrevivir a todos hasta vivir al tiempo de unos descendientes a los que ni siquiera conoces.

    Me sentía destrozado, sin fuerzas. Pensé en qué decirle, y sin embargo me encontré con que ya había pensado todo eso alguna vez. Floriana lo entendía, nunca lo había pedido, nunca lo había reprochado. Este ser que tenía ante mí vistiendo su aspecto solo buscaba torturarme.

    Y entonces lo entendí. Había hecho un pacto con Caitriona para tomar el puesto de Daë que me estaba vaticinado, pero aún no lo era de pleno derecho, y ésta era mi prueba. Éste era mi miedo.