Daniel Arkkan | Subterraneo tres
Mi cuerpo estaba débil, casi no podía mover ninguna parte, y cuando comenzaba a recuperar las fuerzas, la oscuridad se cernía de nuevo sobre mí, débil de nuevo. Así transcurrió el tiempo, ni yo mismo sabía ya cuanto, hasta que un día las fuerzas volvieron, y esta vez no parecían irse. Comencé a moverme con la vista aún nublada, al intentar ponerme en pie me tambaleé un poco, pero conseguí enderezarme. Me apoyé contra una de las paredes y traté de centrarme, era difícil, pero cada vez menos, hasta que empecé a distinguir cosas a mi alrededor.
Estaba en una especie de celda, pude ver la cama de la que me levanté, a mi izquierda había una pared de cristal, así que fui hasta ella.Al acercarme al cristal pude ver una varias celdas similares a la mía, llegaban hasta donde no me alcanzaba la vista. Inadvertidamente, mi vista posó en la celda de enfrente, con la confusión no me había dado cuenta al primer momento, Sarah estaba en la celda.
– [b]No, no, no.[/b] – [i]Maldita sea.[/i] Fijé la mirada en Sarah, esperando que se fijase en mí, darle alguna seña, hacer algo.
Antes de que Sarah pudiera verme, un grupo de gente caminó por el pasillo que había en medio de nuestras celdas, hasta que llegaron a un recinto rodeado por paredes de cristal. Me pegué más al cristal para ver bien. Uno de ellos se separó del grupo, después, un desagradable sonido invadió la celda.