Moondale

Categoría: Biblioteca

  • LA VIDA DE LOS MOONDIES

    Rebecca – Biblioteca

    Noche

    Estaba como una vaca y todavía me quedaban unos meses para dar a luz. No sabía cómo podíamos haber llegado a esta situación. Bueno, sí lo sabía, pero no me explicaba qué narices podía haber fallado, porque yo era de las que tenía una agenda en la que apuntaba cuándo me tenía que venir la regla, no me fastidies.

    Encima eran mellizos. Mellizos. Dos. Dos bebés. Olé la puntería del puñetero Dominic Williams, que había provocado que tuviera que comprarme ropa de premamá cuando odiaba gastar dinero en cosas que no fueran libros.

    Recuerdo cuando llamé a mi tío Jaime llorando como una Magdalena porque habían salido dos rayas en el test de embarazo y os juro que estuve a punto de asesinar a mi chico. Mi tío se echó a reír y no era para menos: Dom iba a ser padre. Dom iba a ser padre de mis hijos. JAJAJA. No, en serio, parecía un chiste sin ninguna gracia. Dom no podía ser padre, porque era el típico macarra que te acostabas con él y luego no te llamaba. ¿No eran así todas las historias que nos contaban a las chicas cuando teníamos quince años? ¿Por qué mi macarra no se había ido por dónde había venido? ¿Por qué había resultado ser un buen tipo, que me quería, me cuidaba y que estaba deseando abrazarme en el sofá cuando veíamos una película en Netflix?

    Joder, si habíamos empezado a lo tonto en Escocia, porque estaba bastante bueno y apostamos que no se acercaría a aquellas dos chicas que ni siquiera recuerdo. No me digáis que no parece una trama de «Grey’s Anatomy», pero encima de las malas. La cuestión es que cumplió su parte del trato, empezamos a salir, nos fuimos a vivir juntos y ¡SORPRESA! dos rayitas en el test de embarazo que habíamos comprado en la farmacia más cercana. Éramos un poco como Víctor y Valeria, Anastasia y Christian, vamos, los típicos de los libros que leía Mia y que luego me pasaba asegurando que me iban-a-encantar.

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  • LITTLE LION MAN

    LITTLE LION MAN

    Diarios de Destino | Biblioteca, UCM

    MAÑANA

    18 de Abril

    bibliotecaucm

    Jaime Callanach detuvo el coche en el estacionamiento público de la Universidad y se bajó del coche que había alquilado esa misma mañana, cerrando la puerta cuando Dominic abandonó el asiento del copiloto.

    Siguió al muchacho en silencio a través de los pasillos de la Universidad, seguramente más vacíos de lo que solían estar cualquier otro día entre semana que no fuera viernes. Los que vio, parecían estresados e iban cargados de libros, se notaba que los exámenes finales no estaban demasiado lejos.

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  • EL LEGADO DE LOS VIGILANTES

    EL LEGADO DE LOS VIGILANTES

    Edward MaClay | Biblioteca de la Universidad

    MAÑANA

    EDWOLFRAM

    Nunca pensé que volvería a caminar por los pasillos de la Universidad, había cosas que nunca cambiarían como la aglomeración en los pasillos, o el olor corporal que desprendían algunos, pero desde que no andaba por allí era como si la mayoría fueran más jóvenes de lo que recordaba.

    Hacía tiempo que no nos reuníamos en la biblioteca, aunque no era una reunión exactamente. Christopher me había llamado para hablar de algo, no me había dicho el que, pero tras lo de Lucy y Diana solo podía pensar en que quizás también tenía que disculparme con él.

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  • NO TAN SECRETO

    Christopher MacLeod | Biblioteca de la Universidad, Moondale

    MAÑANA

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    Había pasado casi una hora desde que Oliver se había ido, y tenía la oreja derecha dolorida de llevar tanto tiempo hablando por teléfono. Había intentado ponerme en contacto con todos, pero evidentemente solo lo conseguí con algunos de ellos.

    Sarah y Rebecca estaban fuera de mis posibilidades de contacto, tendría que esperar a la próxima carta entregada por ese tal Russell, algo que resultaba frustrante porque nada aliviaría mi preocupación por ellas.

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  • EL HOMBRE DE ACERO

    Christopher MacLeod | Biblioteca de la Universidad, Moondale

    MAÑANA

    macleod-1

    Tenía muchas preocupaciones, aunque no es que eso fuera excesivamente novedoso, pero las que tenía en esos momentos habrían sobrecargado a cualquiera, no solo estaba el cisma del grupo, la muerte de Kaylee y el embarazo de Diana, también teníamos la guerra en ciernes entre la gente de la Iniciativa y la del Director y la búsqueda de aliados para que no convirtiesen el Condado en un cráter humeante.

    Había estado demasiado absorto en esos pensamientos como para ver la bruma que había entrado a través de la ventana, hasta que me había rodeado, calándome hasta los huesos de una sensación de familiaridad extraña que apenas tuve tiempo a percibir porque todo pasó en un suspiro, pero más tarde sabría a qué me recordaba, a Diana y a su familia, a Kaylee.

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  • CADA VEZ MAS PREOCUPACIONES

    Christopher MacLeod | Biblioteca

    MAÑANA

    macleod2

    Aprovechando que Rebecca había llegado temprano a la biblioteca y que estaría allí hasta media mañana cuando empezaban sus clases, decidí retirarme unos minutos a mi despacho para tomarme un café con tranquilidad, si es que quedaba algo de eso ya para cualquiera.

    Abrí el navegador y cargué el ‘Ripper Inquirer’, el ‘Moondale Post’, el ‘Ripper Bearer’ y unos cuantos de blogs de bebés y paternidad. Sí, era un hombre con muchas preocupaciones.

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  • TEMIENDO QUE SEA DEMASIADO TARDE

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Christopher McLeod | Biblioteca de la Universidad

    MaÑana[/SIZE][/b][/font]

    mcworried

    [SIZE=2]
    La mañana había amanecido particularmente nublada, aunque tratándose del mes de marzo, no resultaba tan extraño encontrarse con unas fuertes rachas de viento que a uno se le olvidaban de un año para otro.

    Todavía era muy pronto como para que apareciese nadie por la biblioteca, normalmente no empezaba a entrar gente hasta poco antes de mediodía, excepto los Moondies, aunque cada vez nos reuníamos menos en la biblioteca y más en la casa de Sarah, e incluso en la Nave, que sería el lugar perfecto si conseguíamos encontrar un hueco de salvar el mundo para poder terminarla, y eso que estaba casi a punto.

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  • BIENVENIDOS (Y BIENVENIDAS) A MI SUBCONSCIENTE

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Diana Echolls | Biblioteca de la Universidad

    Noche[/SIZE][/b][/font]

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    [SIZE=2]
    El camino hasta la biblioteca fue una odisea digna de Thelma & Louise, sólo nos faltaron el subtexto lésbico y el final suicida. Por suerte, conseguimos llegar a la Universidad con ayuda de unos furgones de los Búhos, que pasaron a recoger a los que estaban desperdigados y unos cuantos hechizos glamour que amenazaron con sacarme las venas negras. Y como Santa Mercy Sheppard estaba más que acostumbrada a nuestros “problemillas”, obligó al alumnado a encerrarse en sus habitaciones con las persianas bajadas porque un loco se había fugado de Thornhill y estaba campando con sus anchas pistola en mano. Era eso o decirles que se había desatado el Apocalipsis zombie y nosotros éramos los encargados de trasladar los seis cuerpos de los primeros infectados. La razón de que fuéramos a la biblioteca en lugar de la nave está en que nadie normal sale de su casa con el Ars Demonica debajo del brazo y vale que nosotros no éramos normales, pero todavía no llevábamos cosas raras debajo del brazo. Si a eso le sumamos haber visto morir a gente inconsciente y que Illya y Cara mostraban heridas abiertas, el tiempo corría en nuestra contra, por lo que aprovechamos la telekinesis de Dom y la fuerza de Sarah para transportar a todos los durmientes.

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  • CON LAS LLAVES EN LA MANO

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Rebecca Lee | Biblioteca de la Universidad

    [color=#E16C13]Tarde[/SIZE][/color][/font][/b]

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    [SIZE=2]
    Las tardes en la biblioteca se me hacían interminables. El cansancio de las clases y del día en general, empezaban a hacer mella en mí, así que iba por ahí como si me faltase la otra pila que me hacía ser Rebecca del todo. En parte era por la falta de costumbre, porque como decía alguien, “trabajar cuesta trabajo” (valga la redundancia) y lo peor de todo, era que todavía me quedaban montañas de libros por colocar, de esos que la gente cogía de las estanterías y se dejaba encima de las mesas como si todos fuéramos Dominic y tuviésemos un poder que moviese las cosas por nosotros sin esfuerzo. Pero no podía quejarme, porque al menos, ganaba dinero haciendo algo que me gustaba.

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