Moondale

Categoría: Despacho de Diana Echolls

  • CONOCIENDOSE Y REENCONTRANDOSE

    CONOCIENDOSE Y REENCONTRANDOSE

    Christopher MacLeod | Universidad de Moondale

    MEDIODÍA

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    Traté de no agobiar con más conversación a Lucy en el viaje hacia la Universidad. En unas pocas horas se había bajado de su autobús para llegar a un lugar que le despertaría muchos recuerdos, se había tenido que despedir de forma abrupta de Ed y había conocido a Dom y a Cara, haciendo frente cada vez más a una parte de sí misma. Y ahora, íbamos de camino a que conociese a su…bueno, no quería adelantar acontecimientos, así que por el momento, a Diana.

    Mara se había quedado en su apartamento, descansando y poniendo algunas cosas en orden. Dom y Cara pronto irían a buscar a Daniel en su coche, aunque no les había visto hablar del tema, estaba seguro de que Cara no se quedaría allí esperando.

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  • PASTELES DE MELOCOTÓN

    PASTELES DE MELOCOTÓN

    Diana | Su despacho

    MAÑANAMEDIODÍA

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    Volví a mi despacho no sin antes parar a hacer pis, porque ya no aguantaba más. Cuando pasé por al lado de la mesa de Janice, ésta me hizo un corte de mangas y yo le respondí con otro. Me fijé en que un chico de ascendencia nativa americana me estaba esperando en la sala de espera, así que le hice una seña para que pasase y le saqué la lengua a Janice, que ahora ya no me estaba mirando.

    – [Diana]¿Tú no salías en la última de «Crepúsculo»?[/Diana]- bromeé mientras introducía la llave para abrir la puerta.

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  • NO ES FÁCIL SALVAR EL MUNDO CUANDO ESTÁS EMBARAZADA

    NO ES FÁCIL SALVAR EL MUNDO CUANDO ESTÁS EMBARAZADA

    Diana | Su despacho

    MAÑANA

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    En orden de aparición: Carmela D’Angelo, Braulio Matías Mendoza «Matty», Ted Sánchez y April Halpert.

    Me había pasado media noche sentada en una de las sillas de la cocina ideando formas de ahogar a MacLeod con la almohada sin que pudieran inculparme por ello. Porque sí, era el amor de mi vida, el padre de mi hija y cada vez que lo veía, me temblaban las canillas, pero roncaba como un puto perro viejo y encima, cuando le clavaba el codo en las costillas, me gruñía. Literalmente. El puñetero Christopher MacPerro me gruñía y amenazaba con enseñarme los dientes. Era lo que me faltaba, que me pegara la rabia el muy cabrón.

    No tenía bastante con parecer un globo terráqueo con piernas (tremendamente sexy, todo hay que decirlo), sino que encima ahora dormía de pena, porque mi hija tenía futuro bailando flamenco y su padre le tocaba las palmas con la nariz de puñetera madre. Si a eso le sumabas que me levantar a mear unas ochenta veces, más o menos, estaba a punto de meterme la mano en el vagina y sacar a la niña yo misma.

    Pero todavía me quedaban unos cuantos meses o no sé-qué-semanas, según la matrona que me había regañado por engordar dos kilos más de la cuenta y me había puesto a dieta. Se me habían acabado las pizzas, las hamburguesas y los desayunos de Hobbit, porque el test O’Sullivan era en unos días (la prueba de la diabetes gestacional) y sólo me faltaba tener que tomarme los cafés (que ya eran descafeinados) sin una pizca de azúcar.

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  • UN MOTIVO PARA SONREÍR

    Diana Echolls | Su despacho, Universidad de Moondale

    MEDIODÍA

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    Con las piernas estiradas sobre la mesa de mi despacho, intentaba que la lata de té se mantuviera sobre lo que antes era mi vientre casi plano y ahora, una montaña que me impedía verme el moño (con «c»). Me daba la impresión de que hacía un par de semanas que había empezado a notarse de verdad, porque ya no podía usar mi ropa y después de verme con petos y vestidos anchos, la gente había dejado de tener miedo a preguntarme por si en vez de embarazada estaba gorda. Pero dejadme que os diga, que el mejor invento son lo vaqueros con la parte superior de tela.

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  • LA COSA SE PONE PELUDA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Diana Echolls | Su despacho, despues Manicomio abandonado

    [color=orange]Tarde[/color] – [color=black]Noche[/color][/font][/b]

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    [SIZE=2]
    No sé en qué momento mi despacho, aquel en el colgaba de la puerta un letrero que rezaba “Diana Echolls, orientadora escolar” se había convertido en un consultorio sentimental. Ni tampoco por qué demonios lo había permitido, pero ahí estábamos, aquel alumno cuyas iniciales eran N.P.H (por temas de confidencialidad no puedo ponerlo ni en mi propio diario, hay que joderse) contándome que una tal Karen no quería saber nada de él y me daban ganas de decirle que con lo feo que era y lo mal que estaba de la cabeza, no me extrañaba, pero lo único que me faltaba aquel día era tener que subirle autoestima a uno de los tres tíos más feos del universo (los otros dos eran amigos suyos).

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  • ME SALE OTRO ED DEBAJO DE LAS PIEDRAS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Diana Echolls | Universidad de Moondale, Despacho de Diana

    [color=#81BEF7]MAÑANA[/SIZE][/color][/font][/b]

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    [SIZE=2]
    El último mes había sido un infierno, me había acostumbrado a pasar el día con McLeod y después, marcharme con él a su casa, cenar juntos y pasar la noche allí. La relación había llegado a ese punto extraño en el que una gran parte de tu ropa está en su casa, tu cepillo en el cuarto de baño y la mitad de los armarios ocupados por tus cosas. Pero desde el día en el que pasó todo aquello, había vuelto a mi casa, casi no tenía ropa que ponerme y mi madre, de vez en cuando, se me quedaba mirando como a punto de decirme algo, pero después se lo pensaba mejor y se quedaba callada, mirándome en silencio, compadeciéndose de mí. Y si hubiese estado en mis cabales, le habría dicho algo, porque no me gusta la compasión, pero en ese momento, incluso lo agradecía.

    No me había atrevido, ni siquiera, a recoger mis cosas y me dedicaba a utilizar la ropa de Sarah (que me quedaba reventona) o la de cuando mi madre tenía mi edad, por lo que parecía que acababa de bajarme de la máquina del tiempo directamente desde 1983. Y no quería ir, ya no sólo por el hecho de tener que mirarle directamente a la cara, si no también por verme obligada a cerrar ese capítulo de mi vida.

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  • VISITAS INESPERADAS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Sarah Echolls | Residencia Universitaria Fenris, Habitación de Sarah

    [color=#81BEF7]MAÑANA[/SIZE][/color][/font][/b]

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    [SIZE=2]

    La pequeña cazadora, pero a la vez de gran destino, Sarah Echolls, estaba sentada tranquilamente en su habitación tomando su desayuno habitual de leche con cacao. Pese a que sus ojos seguían entrecerrados, el mundo estaba completamente despierto, y le deparaba sorpresas que no se podía imaginar.

    Encendió la televisión para distraerse un poco, ya que aún no tenía una compañera de habitación asignada después de que Ann Sommerville pasase a ser la compañera de otra estudiante. Fue cambiando de canal hasta que se detuvo en uno en el que estaban echando «Smallville» y lo dejó puesto mientras terminaba de desayunar. Apenas llevaba unos minutos puesto cuando saltaron a publicidad, en ese momento desvió la mirada distraída a su taza hasta que escuchó un anuncio que le llamó la atención, uno de una nueva serie que escuchó de principio a fin, y cuando pasó, aún no había terminado de creérselo. Se levantó para llamar a los demás pero en ese momento llamaron a la puerta, pensó que quizá fuese Daniel y fue a abrir.

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  • SE AVECINA UNA TORMENTA

    [SIZE=2] [align=center][b]Diana Echolls| Su despacho[/b]

    dianaojerosa

    Las semanas después de la vuelta de Escocia las había pasado en mi despacho. A veces, incluso tenía la sensación de que vivía aquí. Los archivadores con la información de los alumnos, se amontonaban en pilas que iban desde mi escritorio hasta la puerta. Por suerte para mi escasa organización y por desgracia por razones obvias, la población en la Universidad de Moondale había descendido hasta niveles ridículos, por lo que la mayoría de ellos acabarían cubiertos de moho en algún estante del sótano.

    Mi relación con el grupo –exceptuando a McLeod, a Daniel y a mi hermana- se había reducido a las cenas que de vez en cuando compartíamos en mi casa. El problema era que todo era [i]demasiado normal[/i] y en el mundo en el que nos movíamos, lo normal es lo anormal y lo contrario sólo significa que estás en el ojo de la huracán y en cualquier momento volvería Mason y nos encontraría con la guardia baja, agotados por el trabajo y torpes por la falta de práctica.

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