Moondale

Categoría: Universidad de Moondale

  • MADRUGONES Y OBLIGACIONES

    Sarah Echolls| Residencia Universitaria ‘Hexe’

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    Si había algo que odiaba en esta vida, mucho más que compartir habitación de nuevo con mi «amiga» Katy Perkins, era madrugar. Así que cuando el despertador sonó a las siete de la mañana, estuve remoloneando al menos diez minutos en la cama. Después, me levanté y fui directamente al espejo para mirarme: Tenía una cara horrible y unas enormes ojeras. Me había pasado la noche con Daniel de cacería. Todavía no me había acostumbrado a ser la Elegida y a todas las obligaciones que eso conllevaba. Además, cada vez estaba más segura de por qué las de mi estirpe no llegaban a los veinte años: Si seguía durmiendo tan poco, no vería el próximo verano. Y aunque sonase siniestro, no me parecía algo tan malo, al menos podría descansar tranquilamente.

    Me pasé unos minutos frente al espejo haciendo muecas en un absurdo intento de despertarme, abrí el grifo y me metí en la ducha. Intentaba no dormirme, pero me estaba resultando difícil. El agua caliente me relajaba demasiado. No era como Diana que unos años atrás había leído en una revista que ducharse con agua fría a las seis de la mañana ayudaba a adelgazar y se pasó más de un año ntentándolo con escasos resultados.

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  • UN ORACULO CANTARIN

    Diana Echolls| Cafetería de la Universidad

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    Necesitaba contarle a alguien lo que me había pasado, pero no estaba segura de a quién. No todo el mundo estaba preparado para escuchar a una chica aparentemente cuerda decir que en una especie de viaje astral había conocido a un Oráculo cantarín que la había cambiado de cuerpo y por consiguiente, de vida.
    Era demasiado descabellado como para contárselo a mis hermanas y mucho menos, a mi madre porque todas ellas tenían el mismo concepto de mí que yo habría tenido en caso de haberme aguantado durante más de dos segundos seguidos en mi etapa de Barbie Malibú.

    Con todo lo que rondaba mi cabeza, no era consciente ni siquiera de hacia dónde me llevaban mis pasos, tenía claro que debía ir a la cafetería a trabajar, pero no pensaba en ello. Mi cabeza daba vueltas en busca de la persona indicada para quitarme ese enorme peso de encima. O al menos, para ayudarme a soportarlo. De pronto, me paré en seco, provocando que muchos me mirasen extrañados.

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  • CACERÍAS Y TRAICIONES EN EL CONSEJO

    Christopher McLeod | Despacho

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    Mi despacho parecía un «revolcadero de monos», pilas y pilas de antiguos volúmenes de la biblioteca se encontraban amontonados allí junto a recortes del periódico.

    No había sido un verano fácil, las muertes habían ido aumentando en Moondale hasta límites insospechados, y no fue hasta una cacería de Sarah cuando nos enteramos de quien estaba tras la mayoría de las muertes, tanto de un bando como de otro.

    Esa noche nos acompañaba Daniel como de costumbre, tras un rato de espera, escuchamos un grito y entonces fue cuando vimos un horrible ser escamoso…o más bien, la mitad de él, puesto que sus piernas se encontraban a varios metros. Daniel hizo caso omiso de mis advertencias y se acercó al ser, cuando estuvo lo bastante cerca para observar nos hizo una seña para que nos acercaramos también. Al ver al ser de cerca vi lo malherido que estaba, sin duda era hembra, pero nunca había visto esa raza, y había algo en sus ojos que me resultaba conocido. Mientras trataba de recordar por qué me resultaba conocida, habló dirigiéndose a mí.

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  • NO ES UNA PELICULA

    January Allard | Residencia Universitaria Hexe

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    Miré a mi alrededor. El desorden que reinaba media hora atrás se había desvanecido. La ropa ya estaba perfectamente colocada en el armario, mis libros organizados sobre las estanterías y cada detalle en su lugar. Me dejé caer en la cama, cansada. Adoraba el orden, pero siempre había preferido que fueras otros quienes se encargaran de hacerlo realidad. Suspiré. Ahora sólo tenía que esperar a conocer a mi nueva compañera de habitación, una tal Diana Echolls. Aún recordaba a la del año pasado, desordenada y con la molesta manía de estudiar caminando por la habitación como un gato enjaulado. Daban ganas de arrancarle la melena.

    [i]Año nuevo, vida nueva[/i], pensé, optimista. Tal vez fuese cierto. Mi mano derecha se fue rápidamente a la venda de mi brazo izquierdo. Chasqueé la lengua, en un gesto que había convertido en mío cuando aún era una niña. Siempre lo hacía cuando algo me incordiaba y si aquella cosa no era molesta, no sabía qué podía serlo. Lo peor de todo era que cada vez que lo veía, las imágenes se repetían en mi mente, provocándome estremecimientos por todo el cuerpo.

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