Hacia dos semanas que habíamos perdido a otros dos miembros del grupo, Sarah sabíamos donde se encontraba, o teníamos ese presentimiento, el castillo de Z, pero era un suicidio intentar ir a por ella, sobre todo cuando fue ella la que decidió marcharse para que ninguno más de nosotros saliera herido. Pero con tal de salvarnos a los demás, ella y Daniel eran los que más heridos habían salido.
Abrí los ojos y sentí enseguida que me encontraba destemplado, con el cuerpo como si hubiese estado toda la noche destapado, o hiciese un frío horrible fuera, pero no tarde en darme cuenta de que hacía una mañana bastante despejada y no más fría de lo normal en esa época, especialmente si tenemos en cuenta el clima escocés con el que me había criado.
No tardé en darme cuenta que esa sensación debía venir de mi propio cuerpo, que una noche más había estado con fiebre, algo que las sábanas y el pijama húmedos evidenciaban claramente.
Volvimos a casa derrotados y en silencio. Daakka y Cara estaban durmiendo, así que para no despertarles, Christopher y Diana se fueron a dormir a su habitación y Sarah y yo fuimos a la nuestra, al día siguiente hablaríamos con calma de todo lo que había pasado.
Aunque en realidad, no había mucho de lo que hablar, el Doctor, la Pruebas y los Grandes Poderes nos habían dejado agotados y destrozados, como un cristal con grietas que con un golpe del martillo que eran Z y los suyos se requebrajaría. No éramos rivales, no teníamos ánimos ni fuerzas para serlo, estábamos divididos, pero teníamos que buscar una forma de plantarle cara, todo menos entregar a Sarah, eso no era algo por lo que estuviera dispuesto a pasar, antes tendrían que pasar por encima de mí.
Cuando eres una chica, nadie te explica por qué todos los meses, durante unos cuantos días, tu cuerpo decide sangrar por el agujerito de abajo haciendo que te duela mucho y tengas ganas de matar y llorar a partes iguales. Lo bueno de la Nada, fue que ahí no tuve que aguantar esa tortura, porque para rojo ya tenía bastante con el pelo de aquella, pero al volver, Elizabeth me explicó que mi cuerpo se estaba regustando y por eso, todos los meses tendría que sangrar, porque eso significaba ser mujer y tener bebés. No entendía qué tenía que ver la sangre con los bebés y Elizabeth lo interpretó como que tenía que hablarle del ciclo mensual y todo ese rollo que no escuché.
Miré el reloj del salón y vi que ya era mediodía. Últimamente las mañanas eran demasiado aburridas, demasiado solitarias. Sin ‘Selardi‘ ni ‘Istari‘ en casa estaba prácticamente solo, porque muchos días ‘Shakti‘, Sarah, no se levantaba hasta mediodía, y eso dejaba la casa sumida en un silencio absoluto e incómodo. Como Sarah estaría a punto de bajar, por suerte, decidí ir a prepararle el desayuno ya que Daniel había salido a hacer un recado y me había dicho que cuidase de ella, algo que hacía encantado, especialmente porque estaba pasando un momento muy malo al perder a Kaylee Echolls.
Mientras tostaba el pan me paré a pensar, últimamente tenía mucho tiempo a solas para eso. No me gustaba el silencio y nunca llegaría a gustarme. A veces la gente confundía que te gustase la meditación y la relajación, algo muy típico entre los sabios de mi raza y olvidado entre los guerreros, con que te gustase el silencio. Pero no era así en absoluto, no hay mejor meditación que la que se hace al aire libre, con el dulce sonido de la naturaleza a tu alrededor, o quizá a mí me lo parecía porque no podía rondar mucho por el jardín por si alguien me veía.
El convoy de coches oficiales se detuvo frente al enorme y deshabitado Castillo Kvinneby, ahora propiedad de Inteligencia Nacional a instancias del Director de Inteligencia Nacional James R. Clapper, a fin de realizar una importante investigación en el Condado de Ripper.
Abel Moreau, un hombre al que la prensa apodaba ‘El Consejero Pordiosero‘, estaba esperando junto a su mujer y el pequeño Idris, que ya iba caminando solo, a que la comitiva se detuviese.
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[i]Un tiempo después…[/i]
Daniel me obligó a que me levantase a la vez que él para desayunar, así que bajé a la cocina prácticamente a rastras y me senté en uno de los taburetes para poder echar una cabezadita mientras Daniel me preparaba el desayuno.- [b][i]
[color=#BB609C]Daakka y Cara pasan mucho tiempo juntos últimamente…[/SIZE][/i][/b]- Dejé caer con la cabeza apoyada en los brazos, que no eran tan mullidos como una almohada, pero me valían.
– [b][i][color=#4F5360]Siempre han estado muy unidos[/color][/i][/b].- Comentó haciéndome un zumo.- [b][i][color=#4F5360]Espera, ¿crees que…?[/color][/i][/b] – Se quedó con una cáscara de naranja en la mano.
– [b][i][color=#BB609C]No sé, solo decía que en el futuro estaba Cole que era mitad reptil. A lo mejor…quién sabe, tienes cuñado[/color][/i][/b].- Sonreí reprimiendo un bostezo.
– [b][i][color=#4F5360]Pero era como una serpiente…[/color][/i][/b] – Puso el zumo a mi lado y le di las gracias. – [b][i][color=#4F5360]¿Daakka y Cara? ¿De verdad? ¿Pero podrían…? Estoy en shock.[/color][/i][/b]
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Había vuelto a dormir mal, seguramente por culpa de que la oscuridad se parecía demasiado al vacío y por muy valiente que me creyera, no lo era tanto, aunque eso es un secreto. Me pasaba las noches despierta, procurando no hacer ruido para no molestar a Elizabeth y a Daakka, pero el corazón me latía tan deprisa que me daba miedo que fuera a salirse de mis tetas.
Cuando salía el sol y ya no estaba oscuro, me quedaba dormida, así que me levantaba muy tarde, tanto, que ya era “por la tarde”. Vosotros diréis que era tonta por no encender la luz, pero no quería que Daakka y Elizabeth se preocuparan por mí y acabaran contándoselo a Daniel. A mucha gente le da miedo la oscuridad, ¿verdad? Pasa mucho. Y vale, es normal que te de miedo la oscuridad, aunque no es tan normal si te da miedo porque una tía de tetas gigantes (que no me daban envidia, bueno, un poco) y pelo rojo como el fuego te ha hurgado en el cerebro.
[SIZE=2]Cuando apagué Skype después de hablar con Kaylee, que últimamente tampoco parecía ella misma, di un par de vueltas en la silla giratoria de la habitación en la que ahora dormía Ed. Habíamos estado hablando de cosas sin importancia: el último libro de literatura juvenil casposa que habíamos leído (ella porque le había obligado, yo porque quería leer algo que me hiciese sentir mejor), la ropa que nunca nos compraríamos y el hecho de que la gente oliese a sudor rancio los lunes por la mañana. Con Kaylee siempre era así, no había dramas, ni naturales ni sobrenaturales. A lo mejor era eso lo que a Ed le gustaba de ella, que pese a todo, era una chica normal. Había conseguido apartarse de este mundo y no tenía que preocuparse de ser la Elegida ni una Campeona de los Grandes Poderes. Tenía un trabajo de mierda, sí, pero era el que ella había elegido. El destino del mundo no dependía de que ninguna de sus decisiones y aunque era una bruja, tenía la suficiente fuerza de voluntad como para resistirse a la magia.
