Moondale

Categoría: Casa de los Echolls

  • EN LA ESPESURA

    Interludio – Sarah – La Tierra

    Mañana

    La vida casi nunca es como esperamos. Yo quería ser bruja, como todas las mujeres de mi familia y acabé siendo Cazadora. Intenté rebelarme contra ello, unos vampiros me dieron una paliza de muerte y llegué a liderar a un grupo de gente. En ese encuentro, conocí al que creía que  iba a ser el único amor de mi vida y luego me encontré con Sasha. Después, nacieron Alexander y Ellie. Con los años, llegó también Bowie.

    Cada vez que creía saber cómo funciona la vida, algo llegaba para trastocarlo todo. Pese a esto, no estaba preparada para la que se nos venía encima. Éramos tan felices que mi sentido arácnido me decía que algo iba a torcerse. Ah no, que el sentido arácnido no existe y solo es la (maldita) ansiedad.

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  • EL DOLOR DE LOS QUE QUEDAN ATRÁS

    DANIEL ARKKAN

    CASA DE LAS ECHOLLS, RIPPER – NOCHE

    Me desperté sobresaltado y solo vi oscuridad. Busqué institivamente con la mirada un punto de luz y lo encontré en la farola encendida en la calle, iluminando tenuemente la habitación a través de las cortinas.

    Estaba destapado, pero por alguna razón, cubierto de sudor frío. Sasha se removió a mi lado y Sarah se estiró. Me levanté como pude de la cama, tratando de no despertar a ninguna.

    Bajé las escaleras y reprimí el impulso de abrir las habitaciones de los niños por el camino. Seguí hasta la cocina y miré el reloj: las cuatro de la mañana. Me preparé un café, había asumido que a esas alturas ya no iba a dormir más, ni aunque lo hubiese intentado. Mi cuerpo estaba alerta, preparado para luchar, salvo que esta vez la amenaza estaba muy lejos.

    Mientras calentaba el café, me senté en la barra y me pasé una mano por la cara inconscientemente, tratando de despejarme. Observé mis manos y cada una de sus cicatrices hasta que mi mirada se detuvo en el anillo.

    Llevaba poco tiempo en mi mano. Era hecho a mano, porque de otra forma no habríamos podido llamarlo nuestro, a fin de cuentas, nuestra forma de vida no era de portada de revista de bodas. Sobre el metal de color plata oscura se marcaban tres bandas de diferentes tonalidades de oro: rosa, blanco y amarillo. Simbolizaba cada una de las partes de nuestra relación.

    Habíamos encargado los tres anillos antes de irnos de viaje y nuestros hijos se habían desvanecido poco tiempo después, así que cuando el joyero llamó, ya casi no recordábamos el motivo. No había imaginado que el momento de llevarlo puesto resultaría tan triste, ni que cada vez que lo viese lo que pensaría es en que no había podido enseñárselo a ninguno de ellos.

    El microondas pitó y me llevé el café a la mesita del salón. Agradecí el contacto del sofá, pese a no tener sueño, estaba cansado, como si estuviese luchando con una enfermedad, salvo que este dolor era mental, no físico.

    Esta situación reavivaba el viejo trauma. Ver morir a tus padres sin poder hacer nada no es algo que se cure nunca, va contigo durante toda tu vida. Normalmente, afecta a la persona en la que te conviertes y aunque por suerte yo había encontrado una vida como nunca habría podido imaginar en un ámbito, ese miedo a la pérdida siempre iba a estar ahí.

    La gente de a pie no tendría a lo largo de su vida muchas posibilidades de que algo reavivase un trauma así, pero nosotros habíamos vivido gran parte de nuestras vidas luchando literalmente para salvar el mundo, codo con codo con las personas a las que más queríamos. Y ahí estaba la gran diferencia, en otras ocasiones, aunque Sarah, Sasha o cualquiera de los demás estuviera implicado, había podido luchar. Ahora, sin embargo, esta lucha sin fin había alcanzado a nuestros hijos por mucho que hubiéramos tratado de separarlos de ese mundo, y nos impedía luchar para ayudarles y protegerles, porque se los habían llevado muy lejos, tanto, que ni siquiera estaban en este tiempo.

    La única herramienta que teníamos era la conexión entre nuestros discos y sus orbes, que parecían prometer que ellos, al igual que nosotros y que los Daë a los que iban a tratar de ayudar para mantener la historia tal y como la conocíamos, iban a pasar también por unas Pruebas que cambiarían su vida para siempre, unas Pruebas en las que Sarah había muerto.

    Todo es más fácil por la perspectiva que da el tiempo. Sarah había vuelto segundos después y eso había traído a Sasha a nuestras vidas, pero mi cabeza no dejaba de dar vueltas a todo lo que podía irles mal en esos mundos o en las mismas Pruebas. Tampoco lo hacía más sencillo el hecho de no haber podido hablar aún con ninguno de ellos. Sarah había conseguido hablar varias veces con Bowie, que parecía haber dominado rápidamente el uso del medio de comunicación, para ponerse al día, pero yo no había comunicado con ninguno de ellos.

    Me dolía no conseguirlo, pero era algo que no quería hablar con ellas porque yo al menos tenía la opción, Sasha ni siquiera tenía eso. Solo podía hablar con sus niños a través nuestro. Pese a ser tan estoica, se dejaba entrever que aquello le afectaba.

    Aferré una vez más aquél disco y puse toda mi voluntad en ello. Pensé en Sarah, en Sasha, en lo que aquellas tres bandas del anillo significaban, no solo nosotros tres, si no también ellos tres y el metal oscuro de la base que bien podría ser Dante.

    No sé cuanto tiempo estuve visualizando recuerdos con cada uno de ellos, sin despegar la mirada del anillo, pero finalmente sentí algo hacer click al otro lado, una presencia a mi alrededor que me hacía sentir acompañado en aquél oscuro y solitario salón. Antes de escuchar su voz supe de quién se trataba.

    – [Xander]¿Papá?[/Xander] – le escuché decir. Sonreí y sentí que la emoción me embargaba. No me apetecía que me viese llorar y eso le preocupase, así que contuve las lágrimas con dificultad.

    – [Daniel]Xander, por fin. Llevo mucho tiempo intentando hablar con vosotros.[/Daniel] – me sinceré. – [Daniel]¿Todo bien? ¿Necesitáis ayuda con algo?[/Daniel] – no conseguía controlar el impulso de ayudar, de hacer algo y no sentirme inútil mientras estaban en peligro.

    – [Xander]Yo también quería hablar con mamá, pero no ha funcionado hasta ahora.[/Xander] – no dije nada, sabía que Xander tenía más confianza con su madre y lamenté no haber pasado más tiempos juntos, no para ser yo su primera opción, me encantaba que fuese Sarah porque ella siempre había sido una madre maravillosa, y Sasha también, si no simplemente para conocerle más a fondo. En aquél momento sentía que había pasado más tiempo protegiéndole del mundo que disfrutando de él juntos.

    – [Daniel]No soy mamá pero puedes contármelo si lo necesitas.[/Daniel] – le animé, sin esperar que lo hiciera.

    Xander se empezó a hacer visible frente a mí, tanto que parecía que lo tenía delante. Vi una cicatriz reciente en su brazo, como de un arma de filo. Sabía por Sarah que habían estado en un mundo que parecía Roma y que habían tenido que abrirse paso allí para proteger a Eleanor. Temí por su seguridad, pero también me sentí orgulloso de él. Quizá lo había sobreprotegido y en lugar de eso lo que tenía que haber hecho era lo mismo que Sasha, entrenarle, pasar tiempo juntos.

    Se lo pensó durante unos segundos y lo vi sentarse en una cama de aspecto extraño. No la observé demasiado, en las reuniones con los demás habíamos puesto en común todo lo que nos habían contado y al parecer, estaban en una nave espacial del futuro.

    – [Xander]No sé si Bowie os ha contado que Jane y yo hemos arreglado las cosas.[/Xander] – nuestros ojos se cruzaron un instante, lo suficiente para captar lo que estaba sintiendo. Estaba preocupado, pero no podía disimular su alegría. Negué con la cabeza para que me lo contara. – [Xander]Creo que puede…haber algo entre nosotros. Pero no quiero estropearlo.[/Xander] – resumió. Xander no iba a entrar en detalles y yo no iba a preguntárselos, porque en ese momento, hablando de Jane, vi más en mí de mi hijo que nunca en la vida.

    – [Daniel]Solo te puedo decir que sigas tu instinto.[/Daniel] – no se me daba bien hablar de ese tipo de cosas con prácticamente nadie, pero aquél que había delante de mí era mi hijo, las reglas no se aplicaban igual. Hasta que no nació, no supe que podía querer a alguien tanto como a su madre. Luego me llevaría la sorpresa con Sasha, con Elle, con Dante y con Bowie. En realidad, nunca hay límites sobre cuántas personas puedes querer. – [Daniel]Os llevábabais muy bien y si volvéis a ser amigos, céntrate en lo principal, que es trataros bien. Si hay algo entre vosotros, lo verás claro y seguro que sale bien. Si no, no pasa nada por seguir siendo amigos.[/Daniel] – Xander meditó, preocupado seguramente por la posibilidad de que no fuera recíproco. No había que ser su padre para saber que mi hijo llevaba media vida enamorado de la misma mujer.  – [Daniel]Pero en el fondo parecéis estar hechos el uno para el otro, si te soy sincero.[/Daniel] – le sonreí cuando levantó la mirada hacia mí, aliviado.

    – [Xander]Eso espero. Pero con todo lo que está pasando, quizá debería estar preocupándome de salir de aquí a salvo.[/Xander] – Xander estaba cargando con el peso del mundo igual que su madre. Siempre se habían parecido mucho. Me fijé en que en la sala en la que estaba había una ventana tras la que se veía un enorme valle bañado por la luz del sol. Parecía increíble que estuvieran en una luna de otra galaxia.

    – [Daniel]Bicho, lo que sí te puedo decir es que en los años que llevo amando y luchando, pararse a preocuparse de algo nunca ha sido una buena idea. Necesitas fuerzas para seguir peleando, porque si no tenemos nada que perder, tampoco tenemos nada que ganar.[/Daniel] – todos necesitábamos algo que nos diera fuerzas. – [Daniel]Disfrutad, pasad tiempo juntos, vivid las relaciones que están saliendo de ahí porque serán para toda la vida.[/Daniel] – pese a estar dispersados por medio Ripper, los Moondies seguían siéndolo, seguíamos teniendo relación más de veinte años después. No solo para reunirnos y hablar de amenazas, si no también para ir a comer o simplemente, recordar viejos tiempos.

    – [Xander]Amy ha tenido una visión. Voy a reunirme ahora con el resto, pero seguramente mañana iremos a unos nuevos mundos.[/Xander] – estaba preocupado. En aquella luna estaban a salvo, aunque estuvieran lejos de casa, pero en aquellos mundos había muchos peligros que tenían que sortear para encontrar a los Daë y mantenerlos a salvo.

    – [Daniel]Sé que puedes con ello. Intentábamos evitar esta vida para vosotros, pero ahora que no hay más remedio, sé que sois los únicos que podrían sacarlo adelante.[/Daniel] – traté de quitar cualquier miedo o duda de mis palabras. Mi hijo necesitaba ánimos y es lo único que podía darle. Pero eso no significaba que no creyera lo que le estaba diciendo. No llevaban toda la vida luchando como nosotros, por suerte, pero podían con ello. Eran inteligentes, tenían recursos.

    – [Xander]Gracias papá. No sé…no sé cuando podremos volver a hablar.[/Xander] – tragué saliva, ese medio de comunicación era una lotería. Ambos lo sabíamos.

    – [Daniel]No pasa nada, sigue hablando el tiempo que quieras y después de eso, tendré siempre el disco en la mano para esperarte.[/Daniel] – cuando me necesitase, fuera la hora que fuera.

    Xander sonrió y seguimos hablando durante un largo rato. Era extraño pensar que hubiese hecho falta algo así para que pudiéramos tener una charla como no habíamos tenido en unos cuantos años. Pero lo agradecí. Echaba de menos a mi pequeño y cada minuto que pasábamos juntos era un regalo.

  • LOS QUE QUEDAN ATRÁS

    CHRISTOPHER MACLEOD

    CASA DE «LAS ECHOLLS» – MADRUGADA

    Esperé frente a la puerta de la casa de las Echolls. Me resultaba siempre extraño referirme a esa casa así, porque la que ahora era de Diana y mía alguna vez había sido conocida también por ese nombre.

    Sarah tardó poco en abrirme la puerta. Venía sola, así que no debía haber querido despertar a Sasha y a Daniel. Podía entenderla perfectamente, yo no había despertado a Diana, necesitaba hablarlo primero con ella.

    – [MacLeod]Sarah, siento despertarte tan tarde.[/MacLeod] – me disculpé, entrando al salón. No sabía por dónde empezar. Veía a Sarah mirarme tan preocupada y asustada que detestaba llevarle las malas noticias.

    – [Sarah]Se han ido, ¿verdad?[/Sarah] – preguntó, cruzando los brazos sobre la bata. No hacía mucho frío en la casa pero el miedo parecía haber calado en ella. Después de todo lo que habíamos pasado, teníamos miedos mucho mayores que cuando éramos jóvenes. Siempre hay más que perder cuando las cosas van bien. No habría puesto la mano en el fuego por ser capaz de superar de nuevo mis pruebas del miedo.

    – [MacLeod]¿Has notado algo?[/MacLeod] – le pregunté. Sarah tenía un don natural para percibir grandes alteraciones del mundo sobrenatural. Los Moondies nos habíamos reunido hacía ya un par de semanas para discutir las implicaciones de la luna de sangre, pero lo que había pasado en realidad se nos había pasado por alto. Por no mencionar la presencia de enemigos mucho mayores de lo que pensábamos.

    – [Sarah]No sé si es la intuición de madre o de Kvasir, pero se han ido.[/Sarah]- respondió finalmente. Cuando se sentó en el sofá la vi más derrotada de lo que nunca la había visto, más incluso que en el año de la Guerra de Ripper, más incluso que cuando Kaylee murió.

    Sí, se habían ido. Sin que nos diésemos cuenta. Ni de Infinity, ni de Omega, ni de sus propios problemas. Estábamos tan convencidos de haber llegado a un periodo de paz y tan obcecados en obtenerlos que habíamos pasado por alto lo que nuestros hijos e hijas pensasen de nuestra lucha.

    – [MacLeod]Mi disco ha desaparecido, el de Diana tampoco está donde debería. Y encontré esto.[/MacLeod] – saqué la carta cuidadosamente doblada en el bolsillo de mi chaqueta de cuero marrón. No sé qué me había llevado aquella noche a comprobar el disco, pero cuando vi que faltaba mi instinto me llevó al de Diana, que tampoco estaba, pero sí la nota de Kaylee.

    Así me enteré del plan de Xander, de que mi hija y mi ahijado habían encabezado un grupo para evitar que lo llevasen a cabo y de todo lo que les había pasado, con Infinity, con Omega, que era la asesina de Mia. Kaylee había sido tan inteligente como para preveer que podrían acabar todos lejos y dejar una salvaguarda. Estaba orgulloso de mi pequeña, pero también aterrorizado porque sabía que mis tres niñas se habían ido. A Vera no la nombraba en ninguna parte, pero cuando fui a verla y encontré su cama vacía, supe donde estaba.

    – [Sarah]Si nos lo hubieran dicho, les habríamos ayudado.[/Sarah] – comentó Sarah. La conocía lo suficiente como para saber que se sentía culpable. Me costaba llevarle la contraria, porque yo mismo me sentía así. Xander siempre se había sentido a cargo del mundo y sabíamos que quería defenderlo igual que nosotros, pero Daniel se negaba a que su hijo perdiera su vida como él había hecho en su día. Si no lo hubiéramos pasado por alto, quizá habría confiado en nosotros y nos lo habría contado como a iguales.

    No dejaba de pensar en Amy. Estaba mejor aunque seguía teniendo preocupaciones que no compartía con nosotros. Deseé haber conseguido conectar con ella antes de que todo esto ocurriese. Ahora que Kaylee estaba mejorando. Y Vera, tan pequeña y sin las armas de sus hermanas para defenderse.

    – [MacLeod]Les hemos enseñado demasiado bien.[/MacLeod] – comenté, agotado. Me sentía más cansado que en toda mi vida. – [MacLeod]Conoces a tus hijos, querrían arreglarlo para que no tuviérais que hacerlo vosotras.[/MacLeod] – añadí, intentando quitar un peso a Sarah que también recaía en los míos. Conocía a Xander bastante bien y mi hija también. Pensaba que Omega era su responsabilidad y que nosotros debíamos descansar después de una vida luchando.

    – [Sarah]Me siento culpable, Christopher.[/Sarah]- reconoció, poniéndose en pie para servirme un café.

    – [MacLeod]Lo sé, te conozco desde hace mucho.[/MacLeod] – dije cuando volvió a sentarse. Habíamos pasado muchas cosas juntos. Con Sarah tuve que sobreponerme al miedo a entrenar a alguien para arriesgar su vida. Asumí en aquél momento que por su misma naturaleza, tenía que saber defenderse al menos. Con nuestros niños sin embargo, la decisión había sido protegerles a toda costa de una carga tan pesada como la que había vivido Sarah. – [MacLeod]Yo aprovecharé que no voy a poder dormir para investigar, a ver si existe algún modo de comunicar con ellos.[/MacLeod] – le expliqué. Hacía años que pensaba que mis noches sin dormir habían pasado, pero me equivocaba. Necesitaba encontrar una forma de comunicarnos con ellos, aunque estuvieran en el Axis Mundi. Estaba empezando a sufrir la agonía de los que quedan atrás mientras el resto se enfrenta al peligro.

    – [Diana]Se han ido al cúmulo a follar.[/Diana]- escuché decir a una voz familiar. Me habría sobresaltado, pero desde que Diana había aprendido a proyectarse astralmente ya me había asustado demasiadas veces como para que años después siguiera haciendo efecto.

    Estaba en pijama y sus zapatillas de conejo mostraban una proyección astral que nunca me habría imaginado.

    – [MacLeod]Cariño, no sabía cómo decírtelo…¿has visto algo?[/MacLeod] – primero me disculpé, por si acaso. Diana y yo habíamos tenido unos años malos cuando Amy era pequeña y no me apetecía volver a pasar por eso. Si de algo estaba seguro en la vida es de que siempre la querría más que a nada y no iba a dejar que un malentendido nos separase. Por el lenguaje corporal de Diana, no parecía preocupada, así que sí debía haber visto algo.

    – [Diana]No he podido forzar las visiones para ver El Cúmulo.[/Diana]- empezó a decir. No la creí, eran muchos años juntos y además, no tenía ni la más remota idea de que era «El Cúmulo» y dudaba de que se hubiera inventado algo así.- [Diana]Es mentira.[/Diana]- replicó echándose a reír. Fue como si la tensión abandonase mi cuerpo. Las visiones de Diana siempre habían sido una fuente de esperanza en algunos casos. Incluso en los peores futuros, sabíamos que seguíamos luchando y que nuestros hijos estaban ahí. – [Diana]Hay un embarazo y todo. Va a molar esta parte de la temporada.[/Diana] – añadió. A veces Diana hablaba así, como si fuese un personaje que rompía la cuarta pared. Llevaba haciéndolo desde que el Soberano nos hizo creer que éramos personajes de una historia escrita por los Daesdi.

    Abrí los ojos como platos, la verdad. De no haber sido licántropo quizá me hubiera dado un ataque al corazón en ese mismo momento. Un embarazo y yo tenía tres hijas, las posibilidades corrían en mi contra. – [MacLeod]Por favor dime que no es Vera…por favor dime que no es ninguna nuestra.[/MacLeod] – rectifiqué. Vera era la menor, pero sinceramente, todavía eran todas «mis pequeñas».

    – [Diana]No puedo decir nada.[/Diana]- se excusó. Le encantaba vivir «spoileada». Pero su forma de reaccionar me tranquilizaba. – [Diana]Lo que vaya a pasar, ya ha pasado en según qué línea temporal.[/Diana] – añadió, críptica. Fruncí el ceño, no tenía claro de qué estaba hablando. Nuestros hijos e hijas estaban en ‘El Cúmulo’. No sabía qué era, pero fuera lo que fuese, les permitiría tener «relaciones normales» hasta el punto de que alguna estuviese embarazada.

    – [Sarah]Dime que al menos van a volver.[/Sarah]- pidió Sarah, que necesitaba oírlo. Diana parecía muy tranquila y es cierto que eso hacía pensar que todo iría bien, pero que ellos estuviesen bien no garantizaba que volviesen a nuestro mundo.

    – [Diana]Sarah, si te digo eso, dejan de ver la serie.[/Diana]- se quejó. – [Diana]Te lo digo al oído.[/Diana] – replicó más tarde. Menos mal que me lo dijo a mi también porque si no, habría sido la última noche que habría dormido.

  • JAJAJAJA

    Bowie – Casa de lxs Echolls

    Mañana

    Hacía dos meses desde que había salido de ‘Infinity’ y la vida con mi familia era guay. Tenía dos madres, un padre, un hermano y una hermana. ¿Qué hay más guay que eso? Supongo que dos madres, dos padres, dos hermanos y dos hermanas. Vaya, eso sería extra guay. Bueno, a lo que iba. Poco a poco me estaba acostumbrando a la vida de las personas y, aunque oficialmente no existía, porque la burocracia es más lenta que Xena cuando intentas echarla de la cocina, me gustaba pasarme la mayor parte del día en casa entre realities japoneses y discos viejos.

    Si se me diera bien mentir, no hablaría de Creador Henry en este párrafo, pero le echaba un poco de menos. Sabía que estaba bien, porque la gente cuando está mal acaba saliendo en el telediario. Además, estaba refugiado en La Escuela Legado, pero no podía venir a verme porque me ponía en peligro. Estaba vetado en todas partes, incluso en Infinicoffee. ¿Cómo iba a estar seguro de que estábamos cerca de Halloween o de Navidad si no podía tomarse un pumpkin latte o un gingerbread? Al menos, esperaba que su AMIGA Laura estuviese con él.

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  • CON UN CUCHILLO DE MANTEQUILLA

    Ellie – Casa de los Echolls

    Mañana

    Colgué la videollamada con Idris y bajé a desayunar. El día había amanecido gris y horroroso, uno de esos días en los que parecen las siete de la tarde desde primera hora. Últimamente, lo primero que hacía nada más despertarme, era darle los buenos días y también le daba las buenas noches a altas horas de la madrugada, para qué os voy a mentir. Eso había provocado que JJ me mirase alzando una ceja, pero tampoco le dejaba que emocionase en exceso, porque puestas a abrir el cajón de mierda, el suyo estaba a rebosar.

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