Categoría: Barrio Oeste
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DUKE ES DAAKKA CON OTRO ASPECTO
Ya me habían quitado los putos de la muela y después de asegurarme de que los obreros que quedaban estaban haciendo su trabajo por poco dinero, me fui al despacho para seguir con el plan de llamar a la gente para que se creyeran que teníamos la agencia de investigación sin nombre y sin investigadores de Daniel, Sarah y Dom, porque eran novios y querían investigarse los unos a los otros jugando «a los detectives», que era como los médicos pero con gabardina en lugar de con bata. No es que yo tuviera mucha experiencia con eso, pero en Internet podías ver a toda la gente desnuda que quisieras y gratis (yo no lo hacía, ¿eh?).La estrategia de maletín consistía en llamar por teléfono y decirle a la gente que les habían tocado mil millones de dólares en monedas de un dólar, para después decirle que no, pero que podría ser posible si contrataran los servicios de la agencia de detectives sin detectives y sin nombre. La mayoría de las veces me habían colgado el teléfono, pero una señora muy maja me había dejado cantarle el ‘Balando’ de Enrique Iglesias que me salía muy bien. La conversación fue más o menos así: -
APENAS UNA DECIMA DE SEGUNDO
Daakka | La Nave, Moondale
MEDIODIA
Cada peldaño de la escalera que descendía era una prueba de voluntad. Nunca habría pensado que tendría que pensar y sacar fuerzas para ir a ver a Selardi…a Cara Elle, pero la forma en la que me miraba desde que había descubierto el secreto que le ocultaba, la decepción que había en sus ojos, era demasiado dolorosa.
Tengo una teoría, y es que todos somos valientes hasta que aparece algo que no queremos perder. Los miedos no son más que el rechazo a una pérdida: perder a un ser querido, perder la vida, perder la cordura, perder la confianza de alguien…
La valentía no consiste en no tener miedo, porque entonces los únicos valientes serían los que no tendrían nada que perder, si no en afrontar esa inseguridad y evitar perder algo de verdad, o nunca llegar a tenerlo.
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AHOGAR LAS PENAS EN ALCOHOL Y DOLOR
Dominic Williams | La Nave, Moondale
MAÑANA
La luz de un nuevo día comenzaba a filtrarse por las ventanas del gimnasio de la nave, no quería regresar solo a una casa vacía, no podía ir a casa de Elizabeth, Jaime estaría allí y no quería seguir debatiendo la opción que tomo Rebecca. Así que pase la noche en el gimnasio aporreando el saco de boxeo, mentiría si dijera que no imagine la cara de Z en el, al final lo golpee con tal fuerza que el saco salio volando un par de metros.
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UNA VALENTÍA IMPROPIA DE MÍ
Rebecca |La Nave
MAÑANA
Sentada en una de las sillas de la mesa redonda, no paraba de darle vueltas al libro que tenía entre las manos: ‘Isla and the happily ever after’ de Stephanie Perkins, con su portada verde y sus enormes letras en blanco. Era un regalo del tío Jaime, uno de tantos los que me había traído desde Escocia para que aceptase su matrimonio, como si no fuese una adulta que respeta la vida amorosa (y sexual -ugh-) del resto de la humanidad. Aún así, se lo agradecía, aunque me sentía hija de unos padres separados a la que todo el mundo intentaba agasajar para que no se traumatizase.
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MUDANDO LA PIEL
Christopher MacLeod | Lobera, La Nave, Moondale
MAÑANA
Abrí los ojos y me incorporé rápidamente, pero volví a sentarme cuando noté la cabeza dar vueltas, me había levantado demasiado rápido. Pero siempre era así, los primeros minutos tras despertar de una transformación son confusos, porque apenas recuerdas haberte «quedado dormido», como caer inconsciente, solo que teniendo terribles dolores justo antes que recuerdas de una forma lejana minutos después de volver a despertar.
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JARRÓN ROTO
DOMINIC WILLIAMS | LA NAVE, MOONDALE
NOCHE
Bajamos para reunirnos con los demás, pero antes de nada me detuve en el que era el apartamento de Mara y deje calentando una tetera y una cafetera, la noche se presentaba larga.
Cuando volví al amplio salón me encontré a todos desperdigados en distintos puntos del salón, Rebecca esperaba cerca de la entrada a que llegaran su tío y Elizabeth, Duke estaba con los brazos cruzados cerca de las escaleras, probablemente esperando el momento adecuado para volver a su estudio. Cara estaba sentada en el sofá tarareando una especie de nana mientras jugaba con las puntas de su pelo. Diana por su parte se encontraba sentada sola en la mesa circular central. -
EN LA BOCA DE LA LOBA
Alice Byron |El Nido
NOCHE
Me aburría como una ostra, ni siquiera me animaban las revistas en las que salían chicos y chicas‘mordisqueables’. Naga daba gritos en su dormitorio, golpeándose contra las paredes y lo único que me apetecía era que se estacase lo antes posible, como hizo Max. Hal, como el mueble que era, estaba sentado jugando al dominó y Mors, que tampoco es que fuera mucho más divertido, leía un libro, como si estuviéramos en 1950 (otra vez). Observé la escena atentamente y carraspeé un par de veces para ver si se daban cuenta de que éramos tres vampiros medianamente atractivos (bueno, una muy atractiva y dos feos, pero con mi belleza se compensaba el resto) y en lugar de estar desgarrando cuellos de jovencitos indefensos. Me puse en pie, observando el vestido largo de color rojo, atado cuello, que me dejaba la espalda al descubierto y me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo: Z me había dado largas, Dylan se había ido y los únicos que me acompañaban eran dos tíos que tenían una vida social idéntica a la de un «vivo» de más de setenta años.
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EXPUESTO
Duke Rivera | La Nave, Moondale
MEDIODIA
El sol se filtraba a través de un minúsculo hueco entre las nubes, proyectándose hacia los ventanales del estudio y bañándolo de su clara luz pero sin ningún ápice de la radiación ultravioleta. No dejaba de ser curiosa esa elección de ventanas, esa inversión de dinero en que todas y cada una de ellas, excepto la recepción, fuese necrotemplada.
Lo normal era pensar que alguno de ellos tenía una enfermedad de la piel extremadamente grave que impedía que le tocase el más mínimo rayo de sol, pero también surgían preguntas sobre sus contactos, sus fondos, porque ahora no parecía sobrarles el dinero y sin embargo esas ventanas…ni siquiera sabía que existían hasta que las vi.
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RADIO SOBRENATURAL FM
Elizabeth Echolls | De camino a la Nave
TARDE
Lo único que no me gustaba de conducir, era tener que usar gafas en público. Me hacían sentir vieja y fea, en parte porque en mi generación, el que llevaba gafas era un cuatro-ojos, cosa que que (por suerte), no compartían las generaciones actuales. Y claro, al decir «mi generación» estaba evidenciando que me hacía mayor a pasos agigantados y ahora, encima, iba a ser abuela. No penséis que no me alegraba la idea de tener a mi nieta entre los brazos, pero cada vez que me imaginaba la palabra «abuela», veía a una señora con moño y pelo canoso, no a una mujer que estaba a punto de casarse y que todavía tenía unas piernas lo bastante bonitas como para poder utilizar una minifalda.
Aún así, la pena por haber perdido a mi hija había dejado una huella que jamás se me olvidaría y eso, se notaba en mi cara, en mi alma y en mi sonrisa. «Elizabeth, no eres la de antes» me decía Delly cuando, mientras estaba en Escocia, iba por las tardes a su casa a tomar café «Mira que vamos a ser abuelas y tienes que animarte» , repetía y a pesar de que sabía que lo hacía con la mejor de las intenciones, no podía evitar sentirme un poco molesta. Sí, su hijo Paul se había marchado y no llamaba nunca, pero al menos, estaba vivo. No digo que fuera fácil, pero era más sencillo. El enfado es llevadero, la pena no.