Christopher MacLeod | Plaza Silver Lake, Moondale
NOCHE
Durante toda la tarde estuve deseando que llegase la noche para ir a casa con Diana y descansar juntos, poner una mano en su abultada barriga y acurrucarnos mientras estábamos simplemente juntos, oler su aroma a hierba fresca por la noche, a rocí0 y a pimienta.
El día me estaba resultado demasiado largo, porque mi cuerpo parecía pedir a gritos un descanso. No sabía si el súbito cambio de temperatura, de casi verano a casi invierno, me había hecho constiparme, o coger una gripe. Ninguna de las dos cosas me hacía especial gracia, porque no me atrevería a estar muy cerca de Diana para no pegárselo.
El caso es que estaba cansado, pero cuando al fin llegué a casa, ayudé a Diana, Cara y Daakka con la cena, recogimos todo y estaba a punto de darme una relajante ducha acompañado de mi pelirroja favorita – nada raro, no seáis malpensados -, sonó el teléfono.