Moondale

Categoría: 4×08 – Point of No Return

  • NO ES MALA IDEA

    EZRA WALKER RAINER

    Terra – Noche

    No resultaba extraño que la magia de Robin pudiera hacerme reaparecer junto a mis compañeros. Alguien que dio la vuelta para ayudarme, en mi mundo seguramente hubiese muerto congelado. Y tuvo la amabilidad de dejar que me quedara con ellas mientras me recuperaba de mis heridas. Me hacia preguntarme si hubiese hecho lo mismo por cualquier otra persona o simplemente percibió que no era ninguna amenaza, que era una buena persona.

    Tenía la impresión de que habían pasado varias semanas, pero estaban tal y como los recordaba antes de la explosión. Iban cubiertos de polvo y tenían las ropas raídas, sin duda estaban pasando por una guerra. Por suerte ninguno parecía herido.

    – [Lekwaa]Si, es él. No es ningún reanimado como los que usa el otro bando.[/Lekwaa] – Les confirmo Lekwaa a Henry y Julia tras echar un vistazo a mi aura, con todo lo que había hecho en el futuro.. pasado… no podía evitar pensar como seria.

    – [Ezra]Lo lamento chicos, me he entretenido por el camino.[/Ezra] – Observe como Julia hacia un gesto obsceno con las manos y note calor en las mejillas, seguramente por el contraste del frío. – [Ezra]Ella es Robin, me ha ayudado a llegar hasta vosotros.[/Ezra]

    – [Robin]Encantada. Espero que tengáis suerte con la misión, pero yo debo irme, mi pueblo me necesita.[/Robin]

    No quería despedirme de ella y hubiese agradecido algo que lo retrasara, pero no precisamente ese destacamento de soldados por tierra  y aire que aparecieron.

    – [Lekwaa]Corred, creen que somos infiltrados de la otra nación.[/Lekwaa] – Echamos a correr sin un rumbo fijo, tampoco sabía donde podríamos escondernos. En mi vida pase muchos años siendo perseguido y no había ningún lugar seguro. Los bosques te hacían demasiado vulnerable y la ciudad era demasiado peligrosa.

    – [Julia]Estoy hasta el…[/Julia] Julia no tuvo tiempo de poder maldecir, una bomba nos corto el paso e hizo volar escombros en nuestra dirección. La otra vez no pude experimentar esto, casi que fue mejor, por uno minutos lo único que podía oír era un zumbido que no dejaba de martillear en la cabeza, al lobo no le gustaba nada.

    – [Lekwaa]Pensábamos que no nos seguirían fuera de sus fronteras.[/Lekwaa] – Nos refugiamos en uno de los edificios que a duras penas se mantenía en pie. Lo único que podíamos oír por encima de nuestras voces eran los aviones, bombas y disparos en la calle, no había ni rastro de vida salvo por nosotros.

    – [Robin]No me había imaginado que esto fuera así.[/Robin] – Robin miraba horrorizada a través de lo que quedaba de una ventana. Quería decirle que todo esto era pasajero, que algún día terminaría. Pero no era así, cuando una guerra termina empieza otra, y luego otra.

    – [Lekwaa]Hay muerte por todas partes, en este bando, en el otro. La guerra solo trae muerte.[/Lekwaa] – Lekwaa se dejo caer contra una pared cerrando los ojos. Apenas lo conocía, en realidad apenas los conocía a todos, pero por como lo había dicho daba la impresión de que había pasado por algo parecido a mi.

    – [Robin]En mi país todo está bien y aquí… aquí nada lo está.-[/Robin] En el tiempo que había pasado con Robin nunca la había visto así. Era una persona alegre por naturaleza, siempre con una sonrisa en la cara, y ahora su rostro era de dolor.

    – [Ezra]Estoy cansado de todo esto.-[/Ezra] Allá donde iba solo había caos y destrucción, empezaba a pensar que nunca tendría esa paz y tranquilidad que viví en el reino de Robin.

    – [Julia]Debes estar molido con los 3 minutos 52 segundos que llevas de guerra.[/Julia]- Añadió Julia. Lekwaa observaba a su alrededor extrañado. Agudice mi oído pero lo único que percibía eran lo disparos de la calle.

    – [Henry]Ezra viene de un futuro en el que llevan años en guerra humanos y supernaturales.- [/Henry] No había mencionado nada de mi pasado a Henry, los demás debían de habérselo contado.

    – [Julia]Qué casualidad.[/Julia]- Se quejo.

    – [Robin]¿Esta guerra lleva mucho tiempo?[/Robin] – El mundo de Robin vivía aislado del resto, era como si vivieran en una burbuja.

    – [Henry]Por la destrucción yo diría que décadas.-[/Henry] Robin se tapa la boca horrorizada. Seguramente estaría pesando que con su poder podría haber terminado con todo esto.

    – [Lekwaa]No hagáis rui…[/Lekwaa]- La advertencia de Lekwaa se vio interrumpida. Una sombra se abalanzo sobre nosotros golpeando a Lekwaa y lanzandolo por los aires. Cuando se reincorporo tenía un arañazo visible en el brazo.

    – [b]He decidido cortar por lo sano esta charla, porque me estabais dando dolor de cabeza.[/b]- Solo alcazaba a ver sus ojos dorados entre la oscuridad de la noche – [b]Mi nombre es Iulia. Normalmente no me presentaría, pero hoy me ha apetecido.[/b]

    – [Henry]Es la Daë que hemos venido a buscar. Julia.-[/Henry] Nos informo Henry.

    – [Julia]¿Qué?[/Julia] – Pregunto Julia. Ya era casualidad que ambas se llamarán igual.

    – [b]Eh… era conmigo.[/b]- La Daë parecía tan confundida como nuestra Julia.

    – [Julia]No, aquí Julia soy yo.[/Julia]- Me puse delante de ella porque como siguiera así se plantaba delante de ella y tendríamos problemas – [Julia]Este es Ezra, este Licua, la de allí Robin y el sosias se llama Henry.[/Julia]

    – [Lekwaa]¿La Dae intenta matarnos?[/Lekwaa] – Lekwaa parecía extrañado, hasta ahora ninguno nos había atacado. – [Lekwaa]¿De qué tenemos que protegerla entonces.[/Lekwaa]

    El estruendo de las armas era cada vez más atronador, las balas golpeaban contra la fachada del edificio. Una bomba cayo sobre el edificio y una pila de escombros sobre la Daë. – [Ezra]De ellos.-[/Ezra]

    – [Julia]Pero es mala.[/Julia]- A mi tampoco me apasionaba la idea, pero si no la ayudábamos tal vez nunca saliéramos de ese mundo.

    – [Robin]Quizás no sea mala. Quizás sea… su naturaleza.[/Robin]- Intento mediar Robin.

    – [Henry]Solo será buena cuando se una al resto de daes.[/Henry]- Tal vez ni siquiera eso. El vinculo de Julia con otra de las Daë le impedía atacar a nadie, pero tal vez en el fondo seguía siendo mala.

    – [Julia]Siempre podemos matarla ahora que está medio muerta y decir que no la hemos encontrado.[/Julia]- Propuso Julia mientras le daba un par de golpes con el pie con cuidado por si estaba fingiendo.

    – [Ezra]La cosas no funcionan así. Si muere los otros dae no podrían llegar a cumplir su misión.-[/Ezra]Todos ellos estaban destinados a morir, pero si faltaba alguno de ellos en ese momento el gran mal al que debían enfrentarse tal vez no fuera erradicado.

    – [Robin]¿Podríamos intentar volver a mi Palacio?[Robin] – Propuso Robin. No me gustaba la idea de poner en peligro a su hermana, pero veía donde quería llegar. Quizás su poder podía ayudar a que no atacara a nadie más.

    – [Lekwaa]Esperad, allí abajo. [/Lekwaa]- Los disparos en la calle habían cesado. Lekwaa señalaba a un grupo que andaba por la calle. Reconocí a la bruja del bosque que nos hechizo con el té de la verdad.

    – [Henry]Son los dae.-[/Henry] La Daë se removió en el suelo, comenzaba a volver en si.

    – [Julia]Lo mejor es dejarla allí tirada y que se la encuentren.[/Julia]- Propuso Julia.- [Julia]Habremos cumplido nuestro cometido y el problema será de otros.[/Julia]

    – [Ezra]Eso… No es mala idea. Ayúdame a cargar con ella.-[/Ezra] Lekwaa la cogió de un brazo y yo del otro. Henry observaba desde una esquina y nos hizo una señal de que se acercaban. La dejamos en mitad de la calle y nos escondimos en un callejón cercano.

    Julia sonrió orgullosa.- [Julia]Soy carne del Mensa.[/Julia]

    Elric se arrodillo frente a Julia para ver como se encontraba. La vampiresa pillo por sorpresa al elfo y lo sobrepaso lanzándose sobre Eleanor. Un campo de fuerza le impidió atacarla, Geraldine estaba pronunciando un encantamiento y los ojos de Julia se iluminaron. La vampiresa cayo de rodillas sobrepasada, su expresión cambio por completo, como si fuera consciente de todo el mal que había causado en esa vida.

    Los Daë le dieron la bienvenida a su nuevo miembro, tras pasar un rato conociéndose un poco más entre ellos y a su nueva incorporación se pusieron de nuevo en camino. El grupo se marcho y y era hora de volver con el nuestro.

     

  • COMPARTIMENTALIZAR

    NOAH ARKKAN

    ESFERA NARA – MAÑANA

    Puede que resulte raro viniendo de mí, pero cuando Cole y Bowie llegaron frente a nosotros cargando un atillo lleno de armas, todo sucedió muy rápido.

    Al parecer mientras entrenaban con su maestra, una de ‘Las Nueve’, la líder la había mandado llamar porque la Daë de ese mundo, Qiu Lanying, que llevaba años con voto de silencio, había reunido las capacidades para usar su poder preguntando a alguna entidad y eso la había llevado a desvelar la verdad sobre la desaparición de niños y niñas en su pueblo. Un asunto que me ponía los pelos de punta cada vez que pensaba en ello.

    – [Bowie]Hemos venido a salvaros[/Bowie].- resumió Bowie. Pese a que aún tenía muchas cosas a las que acostumbrarse de cómo funcionaba el mundo y de sus propias emociones y las del resto, Bowie parecía haber crecido en nuestro tiempo en ese mundo, que ya se contaba por semanas. A veces me preguntaba cuanto tiempo sería para el resto y lo difícil que sería saber nuestras edades cuando todo aquello acabase. Sin ir más lejos, el grupo de Leo había pasado algo menos de una semana en Artisan antes de volver.

    – [Noah]De Qiu Lanying se sabe que cuando rompió el voto de silencio descubrió una verdad que no le habría gustado conocer y supongo que ahí aparecieron los Daë. Así que es ahora nuestro momento.[/Noah] – rememoré, hurgando en los recuerdos de los conocimientos que mi padre había pedido sobre los Daë y las Pruebas. Tampoco era demasiado, fueron cosas que en su día le sirvieron para entender qué papel jugaba Kaylee Echolls y comprender su reencarnación y que a mí me daban algunas pistas como los nombres, el aspecto físico o parte de las historias de algunos. La historia de Qiu orbitaba alrededor de su poder para evitar las mentiras y cómo se enteró así de una verdad que lo cambió todo para ella. En ese momento de su vida conoció a los Daë y ahora lo estábamos presenciando.

    – [Laura]Pues no los veo[/Laura].- comentó Laura. Parecía tener ganas de irse. Estaba claro que todos la teníamos, por mucha comodidad que hubiéramos tenido allí, solo estábamos de paso, pero ella había tenido más dificultades para encajar. Yo tenía a Lexie y mis inquietudes por resolver la misión, Lexie tenía sus ilusiones para intentar pasar el tiempo y Cole y Bowie tenían su aprendizaje en las artes samurai con la maestra Gozen, pero Laura no había tenido nada de eso.

    – [Cole]Tenemos que protegerla mientras llegan. Y a la maestra Gozen.[/Cole] – explicó Cole con evidente preocupación mientras abría el atillo y nos mostraba las armas. Cogió para sí dos «tessen» unos abanicos con cuchillas como Kitana la del Mortal Kombat. Bowie no cogió nada, ya venía con una especie de lanza a la espalda, una yari o una naginata, no sabía distinguirlo bien. La había visto en algún entrenamiento que habían tenido al aire libre y se movía como mi tía Sarah y mi tía Sasha, como si estuviera hecha para combatir.

    – [Lexie]Pareces Mulán[/Lexie].- comentó Lexie. Miró las armas de reojo pero no cogió ninguna. Sabía que era deliberado, Lexie no era una guerrera y tampoco estaba muy cómoda en aquél mundo, en especial con cualquier mención a sus raíces por el lado paterno. Me había propuesto entender su perspectiva, porque la mía había sido muy distinta. Mi madre y mi padre habían estado siempre en mi vida como una figura positiva y eso me había hecho interesarme en mis raíces por ambos lados, la Arkkan y la Rakkthathor, pero su padre había desaparecido de la vida de su madre antes de que naciese y nunca se había molestado en conocerla. Sin haber visto nunca a ese hombre, sentía que le odiaba por ello, por no querer pasar tiempo con alguien tan especial, pero me lo guardaba para mí mismo. Lo importante no era lo que pensara yo de él, si no lo que pensara ella.

    – [Noah]Una pena que no haya dragones.[/Noah] – comenté desviando la atención. Me agaché al lado de las armas y cogí una katana larga, de las que se llevaban a dos manos, como Sephiroth. Cole dijo que era una «nodachi». A mi lado parecía gigantesca y pese a tener fuerza sobrenatural por ser un jötnar, estuve a punto de perder el equilibrio al mover los pies. Cerré los ojos y tomé mi forma Rakkthathor agradeciendo que los trajes de la nave estuvieran hechos de un material elástico que cedía lo suficiente como para adaptarse a mi nuevo tamaño. Así ya fui capaz de mover el arma con soltura.

    – [Lexie]Esto que habéis traído a mí no me interesa. Se lo puede quedar todo Laura[/Lexie].- sentí un nudo al escucharla decir eso. Había esperado que nadie se diera cuenta para que no insistieran en que lo aceptase y ella pasara un mal rato.

    Nadie insistió, pero Cole le dio una sugerencia. – [Cole]Deberías coger al menos una de las pequeñas, por si acaso.[/Cole] – no era un mal consejo, solo para defenderse si alguien se acercaba y no funcionaban sus ilusiones. Pese a todo, a Lexie no le hizo gracia y le miró visiblemente molesta. Cole se limitó a encogerse de hombros, era una persona muy calmada y por suerte había debido entender los motivos que tenía Lexie para ese rechazo.

    – [Bowie]Acabarás muerta y tendremos que cargar con tu cadáver hasta la nave[/Bowie].- dijo Bowie rompiendo el silencio.

    – [Noah]Tenemos que trabajar lo de ser tan directa, Bowie.[/Noah] – intervine. No era un buen momento para estar enfadados entre nosotros. O quizá nadie iba a enfadarse y eran solo mis miedos proyectándose por la ansiedad del combate. El tiempo fue más despacio a mi alrededor mientras meditaba a toda velocidad sobre el miedo que sentía por alejarme de Lexie y meternos de lleno en una situación tan peligrosa, me di cuenta de que era algo que había arrastrado después de cargar con ellos por el bosque, temiendo por sus vidas. Al parecer mi cuerpo y mi espíritu se habían curado de aquello, pero mi mente no.

    – [Bowie]¿Me vas a enseñar a mentir? ¿Mentir es mejor que decir la verdad?[/Bowie] – preguntó sin ningún tono en su voz. No era una reprimenda, si no que le interesaba de verdad saber mi respuesta.

    – [Noah]Eh…no, no, pero a veces la verdad se puede decir más…suave.[/Noah] – traté de explicar. Bowie me recordaba un poco a mi madre, en especial a la que había visto en los recuerdos de mi padre. Seguía siendo una mujer con una personalidad muy distinta y marcada, pero después de nacer Leo había empezado a cambiar un poco, abandonando el muro que tenía a su alrededor después del trauma que había sufrido toda su vida, pero siempre lista para volver a montarlo.

    – [Cole]No tenemos tiempo para esto.[/Cole] – dijo Cole. Laura cogió una de las hojas pequeñas, las que llevaban los y las samurai en el cinto junto a la katana o el arma que llevasen.

    – [Laura]Esto es un error, esto es un error…[/Laura] – repitió con una mano temblorosa, sujetando el arma.

    – [Cole]No ataques, defiende.[/Cole] – Cole trató de ayudarla a tranquilizarse. No tenían que luchar si no querían. Era algo que todos teníamos que tener claro, estábamos en esta misión porque el destino así lo había decidido, pero había que mantener el libre albedrío.

    – [Noah]Iré delante. Vosotros tened mucho cuidado.[/Noah] – les miré una última vez, cruzando mi mirada con la de Lexie. Ella hablaba mucho y dejaba claros muchas veces sus pensamientos, pero trataba de ocultar sus inseguridades. Con esa mirada no pudo hacerlo, supe que ella estaba tan preocupada por mí como yo por ella, pero era algo que ambos teníamos que hacer.

    Eché a correr en dirección al templo, observando todo a mi alrededor y trazando varios planes de contingencia. Se veía una columna de humo saliendo del lugar y varias pequeñas difuminándose a su alrededor. Los niños y la mayoría de los hombres corrían a esconderse en las casas o subían la ladera para refugiarse con los monjes. No tardé en ver siluetas oscuras saliendo del bosque, eran guerreros Oni, los niños y niñas convertidos en asesinos sin emociones ni piedad.

    Me costó concentrarme en correr y mantener bajo control el temblor de las piernas. Desde lo que había pasado, no me sentía tan seguro con mi velocidad. En la Tierra, Xander y yo habíamos sido héroes luchando contra maleantes, vampiros, demonios corrientes y hombres que por la noche eran más bestias que personas. Ninguno de ellos tenía nada que hacer con mi velocidad, pero desde que había llegado a estos mundos había estado a punto de morir dos veces. Tenía más preocupaciones, era más descuidado y había más peligros y más fuertes que yo y mi velocidad.

    Traté de respirar profundamente y concentrarme. Cuando llegué al templo había cuerpos por el suelo, muchos eran guerreros oni, pero otros muchos eran samurai y ‘onna-bugeisha’. Reconocí algunas caras, tres o cuatro de las ‘Nueve’ estaban allí, pero no vi a la maestra Gozen ni a Qiu Lanying.

    Sentí un escalofrío en la espalda y me giré a toda velocidad para detener una katana dirigida hacia mí. Mis brazos, pese a contar con la fuerza de mi cuerpo de demonio, cedieron ante la fuerza del guerrero oni que tenía ante mí. Mantuve la posición y seguí defendiéndome, pero yo mismo sabía que no podría aguantar así. Tal y como lo había descrito, estaba defendiéndome, veía frente a mí a los niños y niñas robados que habían convertido en aquellos seres y no me sentía capaz de darles un final, no era capaz de rendirme y entender que ya habían muerto hacía mucho.

    Al que tenía frente a mí se unieron dos más y traté de aguantar sus golpes uno tras otro. No podría aguantar así mucho más y al final actué por puro instinto, derribando a uno de ellos. Tenía que sobrevivir, no podía acabar muerto allí, en un planeta que no conocía, lejos de toda la gente que quería y arruinando toda posibilidad de salvar nuestros futuros.

    Continué luchando hasta que vi cuatro figuras acercarse hasta mí. Una de ellas se movía de forma fluida cortando a los guerreros con sus abanicos. Pero donde Cole era fluido, Bowie se movía como el viento, manipulando la lanza como si fuera una parte más de su cuerpo que derribaba a los que encontraba por el camino. Henry nos había dicho que según su archivo, en el adn de Bowie habían metido la capacidad de regenerarse además del adn de mi tía Sarah y mi tía Sasha, pero luchaba tan bien que aún no había podido comprobar hasta qué punto funcionaría su poder. No conocía el miedo, al menos de momento. Una parte de mí quiso que no perdiera su inocencia y nunca llegase a experimentar lo que el miedo podía hacerte.

    – [Noah]La Daë está en el templo, luchando con la líder de las Nueve.[/Noah] – mientras luchaba había podido escuchar el sonido del metal contra el metal procedente del interior del templo y había visto sus figuras enfrentadas a través de un ventanal roto. – [Noah]Yo seguiré conteniendo los que pueda pero tienen una velocidad sobrenatural.[/Noah] – su fuerza, su agilidad, su velocidad. Estaban hechos para luchar y no concebían ningún tipo de emoción, eran máquinas de matar perfectas. Sentí náuseas al ver lo que habían hecho con aquellos niños.

    Ellos siguieron hacia el templo pero se detuvieron en la entrada. Los guerreros seguían llegando y no podría con todos, así que retrocedí hasta ellos y vi que Cole estaba agachado sobre el cuerpo de una mujer. Era su maestra, tenía una mancha roja creciente en el torso y sus ojos estaban inyectados en sangre. No le quedaba mucho.

    – [Bowie]Se va a morir[/Bowie].- Bowie también lo sabía y aún no había aprendido a ocultarlo. Quizá era mejor que no lo hiciese, quizá ella tenía razón viviendo así y nosotros éramos los equivocados.

    – [Cole]Maestra Gozen…[/Cole] – la llamó Cole. Al oírle, sus ojos dejaron de estar fijos en el infinito y parecieron mirarle por un instante.

    – [b]Qiu Lanying lo ha descubierto…[/b] – murmuró con una voz tenue. – [b]Nuestra vida, nuestro propósito, ha sido un engaño, todo este tiempo…todo este…la Maestra Masako ha permitido que se lleven los niños para…darnos poder y contentar a los espíritus del bosque…para…preparar una guerra contra occidente.[/b] – explicó con las pocas fuerzas que le quedaban. Los demás no supimos qué responder, no podía hablar por todos, pero parecían tan horrorizados como yo mismo lo estaba. Había entregado niños y niñas para conseguir soldados para una guerra contra otra civilización, para conseguir poder. Había actuado como una salvadora cuando en realidad estaba aliada con los oni.

    – [Cole]Descanse, maestra Gozen. [/Cole] – le dijo Cole, tratando en vano de que guardase sus fuerzas. Los guerreros se acercaban y bajé la pequeña escalinata para detenerlos como pude. Bowie se unió a mí y me sentí como un niño con un palo afilado a su lado.

    – [b]Por eso…mandaba a los soldados atacar a los hombres…para…para que les protegiéramos, para que no se mataran ente sí nuestras naciones, hombre contra hombre y así poder entregar más…más niños.[/b] – la voz de la maestra parecía ir y venir entre sus pensamientos, como si divagara. Debía tener un shock y estaba tratando de procesar todas las mentiras con las que había vivido. Así que la maestra Masako estaba aliada con los oni desde un principio, había creado ataques falsos sobre los hombres para que no fueran a la guerra y así evitaran conflictos dentro de su propia nación, todo para enfrentarse a esa otra civilización de la que apenas había escuchado rumores en mi estancia allí. – [b]Qiu Lanying está…luchando contra ella, pero tiene la fuerza que le han dado los espíritus….[/b] – los nervios volvieron a recorrerme, si perdíamos a la Daë…

    – [Bowie]Sois…malos[/Bowie].- meditó Bowie cuando conseguimos volver junto a ellos.

    La maestra Gozen la miró, consciente. – [b]No lo sabía…la maestra Masako lo ocultó. Si no fuera por Qiu Lanying nunca lo sabríamos…teníamos un enemigo común…[/b] – se estaba disculpando, pero no sabía si ante Bowie o para sí misma. Bowie solo había verbalizado lo que la maestra debía pensar de sí mismos. Aunque no lo supieran, había sido parte de ello y se culparía el resto del tiempo que le quedase de vida.

    – [Cole]No fue culpa suya.[/Cole] – dijo Cole. Debió ser lo último que escuchó la maestra antes de dejar de responder. Él le cerró los ojos y le puso la katana en la mano.

    Sabía el dolor que estaba pasando, pero Cole se limitó a mirarnos y asintió para que entrásemos al templo, teníamos que seguir adelante. El problema vendría cuando nos detuviéramos y tuviéramos tiempo a revivir todo lo que estábamos pasando ahora. En ese instante temí más regresar a la nave que nunca.

    – [Lexie]Estoy tan harta de esta mierda que no os hacéis una idea[/Lexie].- se quejó. En aquél momento mi actitud positiva no tenía nada que hacer. Lexie tenía razón y negarlo no iba a ayudar a que ni ella ni nadie lo llevase mejor.

    – [Noah]Tienes razón.[/Noah] – respondí. Ella me miró, quizá sorprendida, creí verla sonreír ligeramente. – [Noah]Estoy deseando dejar esto atrás.[/Noah] – añadí acercándome hacia el marco de la puerta. Salía un calor sofocante del interior.

    – [Bowie]A veces, hay que hacer cosas que no nos gustan[/Bowie].- respondió Bowie de forma despreocupada. Tampoco le faltaba razón, esto teníamos que pasarlo, no había otra forma de regresar.

    Asentimos y cruzamos todos juntos hacia el interior del templo. Las llamas lo estaban devorando poco a poco, hasta un punto en el que el techo estaba cubierto por el humo. Era una suerte que el lugar fuese alto porque se había concentrado en la parte superior, dejándonos respirar.

    En el centro de la sala había una cruenta batalla entre la maestra Masako y Qiu Lanying. La maestra tenía un aura a su alrededor escalofriante, como si poseyera algún poder espiritual que la hacía más fuerte y más rápida. Qiu Lanying luchaba con ferocidad, pero aprovechando mi poder para ver mejor como sucedía todo, pude ver que su cara estaba en calma, concentrada en el combate y en la magia espiritual que entremezclaba con su arte marcial, nada más. Tanto que quizá no se daba cuenta de que el techo podía ceder sobre ellas.

    – [Cole]El tejado puede derrumbarse si la maestra Masako no acaba con ella antes.[/Cole] – Cole se alzaba frente a nosotros en una posición defensiva. Aquél lugar sofocante a él no le producía inconvenientes, solo le daba más fuerza.

    – [Laura]¿Qué hacemos?[/Laura]- preguntó Laura. Deseé haber tenido más tiempo y menos preocupaciones para poder hablar más con ella. Sin Jane y sin Henry por allí cerca se la veía perdida y sola. Sabía que Lexie había estado con ella pero a veces eso no era suficiente.

    – [Noah]Tenemos que ayudarla…[/Noah] – les dije. Me preparé para ver cómo interponerme entre ambas sin que Qiu ni nadie más saliese dañado. La maestra parecía demasiado fuerte con ese espíritu como para que pudiera derribarla yo solo.

    – [Bowie]No os metáis donde nadie os ha llamado[/Bowie].- me detuvo Bowie.

    – [Noah]No podemos dejar que le pase nada.[/Noah] – respondí. Vi que miraba fijamente a la Daë luchando y volví a observarla.

    – [Bowie]Esta es su lucha, Noah[/Bowie].- puntualizó. Entonces lo vi, tras las heridas y el cansancio, Qiu Lanying era consciente de su situación pero estaba determinada a acabar con esa amenaza. Había creído las mentiras de la maestra y le había dejado su puesto mientras quien sabe cuantos niños y niñas seguían perdiéndose.

    – [Noah]Vale, lo entiendo. Estaré preparado por si el techo cede.[/Noah] – respondí, alerta.

    Observé la lucha junto a los demás, dirigiendo a menudo la mirada a nuestro alrededor. No sé cuanto tiempo pasó, pero para mi fue una eternidad, hasta que Qiu asestó un golpe con su arma que desató una especie de estallido espiritual. La maestra Masako cayó al suelo sin levantarse. Entonces la Daë se fijó en nosotros.

    – [Qiu]¿Quiénes sois? ¿Qué habéis venido a hacer aquí?[/Qiu] – nos preguntó. A medida que las palabras salían de su boca empecé a notar su efecto en mí al igual que lo haría en los demás. Para cuando caí en la cuenta de su poder, ya era tarde.

    – [Noah]Venimos de la Tierra, otro planeta, en el futuro, además, creo…yo soy Noah, ella es Lexie, Laura, Bowie y Cole.[/Noah] – como era el más rápido, fui el primero en responder. Ni nombres en clave ni secretos de ningún tipo, no podía mentir a la Daë ni sabía como controlar lo que salía de mi boca. – [Noah]Llegamos aquí por error intentando salvar nuestro mundo pero los Daesdi nos dieron una misión de ayudar a reunir a los Daë de este tiempo, uno por cada mundo, para detener a un gran mal al que conocemos como El Soberano…[/Noah] – traté de callarme. Se volvió bastante desagradable perder el control de esa manera, era una sensación que no me gustaría volver a repetir.

    – [Qiu]Tengo mucho que hacer aquí[/Qiu].- se giró hacia el cuerpo de la maestra y en ese instante escuché un el sonido de la madera al romperse. Me moví hasta ella y la aparté a tiempo de unos escombros cayendo junto a una gran viga.

    La dejé en el exterior del templo y los demás salieron detrás de nosotros. Estábamos lejos de estar a salvo. Un ejército de aquellos guerreros Oni nos cortaba el camino. Me imaginé por un instante a los «occidentales» a los que Masako quería enfrentarse viendo a aquellos guerreros y huyendo despavoridos, o siendo masacrados sin piedad.

    Había llegado el momento de volver a luchar, pero los guerreros no se movían. Nos miramos, Qiu Lanying dio un paso hacia ellos y se mantuvieron en el sitio. Fue entonces cuando escuché a alguien detrás de nosotros. La maestra Masako estaba cubierta de hollín y heridas ensangrentadas, pero aún se arrastraba. Sus ojos emitían un destello de locura en un mar de poder. Ya no era ella misma, era algo diferente. Se alzó en el aire sobre sus soldados y movió las manos convocando una energía espiritual que alzó a los guerreros que ya habían muerto.

    – [Lexie]Esto no se acaba nunca…[/Lexie] – se quejó Lexie.

    – [b]No sabes lo que has despertado, muchacha.[/b] – hablaba con la boca de la maestra Masako pero no se parecía en nada a su voz. Era casi un coro de voces hablando en sincronía.

    – [Qiu]¿Quién eres? ¿Qué quieres?[/Qiu]- le preguntó Qiu Lanying sin aparentar ningún miedo. Recordé que aquella mujer había guardado silencio durante años para hacer una pregunta a los espíritus.

    – [b]Somos Legión, respondemos a muchos nombres, pero puedes llamarnos Antailtire.[/b] – replicó, también afectada por el poder de Qiu Lanying. – [b]La magia es nuestro reino y con ella cambiamos estos mundos a nuestro placer, sirviendo cada uno un propósito.[/b] – eso signficaba que una de nuestras teorías era cierta, solo que de forma diferente a como lo habíamos imaginado. «Antailtire» se hacía llamar, pero nosotros le habíamos conocido como «El Soberano», al igual que el que habíamos visto en el mundo prehistórico de Rlia. Tenía sentido, con su dominio sobre la magia había cambiado los mundos, pero había dejado partes de sí mismo en cada uno para controlarlo mejor. Eso significaba que «El Soberano» solo era una pequeña parte y que su poder era más del que podíamos imaginar. Tenía que ser él el gran mal al que expulsarían los Daë.

    Parpadeé un par de veces al recorrer la zona con la mirada porque vi un grupo de personas apareciendo por un lateral del templo. Destacaban tanto que los había visto por el rabillo del ojo, pero no me creía que pudieran estar ya allí. Eran los Daë y estaban escuchando lo que ‘Antailtire’ decía. Sin duda ellos sabrían más que nosotros sobre él y todo lo que pudieran sonsacarle sería una ayuda.

    Mientras ellos escuchaban, repasé a sus miembros: Eldric tenía el arco en la mano y su brillante armadura estaba más desgastada pero por su rostro no había pasado el tiempo; Eleanor seguía teniendo el mismo rostro amistoso pero se la veía más madura y por lo menos dos o tres años mayor; Ugg’Krah parecía igual que entonces, salvo porque alguien le había empezado a confeccionar ropa a su medida; junto a Eldric estaba Geraldine, llevaba el pelo suelto y aferraba su cetro preparada para luchar; al lado de Eleanor estaba Rlia, vestida de una forma bastante distinta pero aún con poses que recordaban el lugar del que venía, verla tan cerca de Eleanor me recordó su conversación con mi tía Sarah y me recordó que todos ellos estaban a punto de sufrir; Richard Crane tenía el rostro oculto por su yelmo astado.

    Era increíble que en lo que para nosotros habían sido unas semanas, para ellos hubieran pasado ya años, meses de aventuras, semanas de peligros y días de estar juntos y conocerse mejor. Entre ellos había varios recién llegados: tras Eleanor había un tipo de pelo azul que no podía ser otro que Alastair, eso significaba que el grupo de Xander ya había terminado; una mujer vestida con un collar de oro y piedras resaltando contra su broncínea piel debía ser Na’amah, así que el grupo de Mike también lo había conseguido; el hombre de gabardina marrón sencilla tenía que ser John Rowe, el Daë de Cetus, por lo que el grupo de Kaylee también lo había logrado ya; no vi a la vampiresa Julia, ni a los Daë de Géminis, así que el grupo de Ezra y el de Elle estaban todavía en ello. Solo esperaba que no hubiese complicaciones.

    – [Qiu]¿Cuál es vuestro punto débil?[/Qiu] – volví a escuchar justo a tiempo para ver cómo la mente de Qiu Lanying era tan afilada como su espada. No estaba dándole tiempo a recuperarse y defenderse de su poder, atacaba sin piedad para saber cómo derrotarlo sin necesidad de saber más de todo lo que había hecho a lo largo de todo aquél cúmulo de planetas.

    – [b]El Olvido…[/b] – respondió. Tras pronunciar esas palabras fue como si un chillido rasgase el mundo y una furia espectral salió del cuerpo de la maestra Masako. No hubo tiempo de esperar ni procesar, solo de luchar.

    Los Daë acudieron a la batalla y cerraron filas frente a nosotros. Qiu Lanying se sumó a ellos y luchó contra aquellos espectros y contra los guerreros de los niños que habían perdido. Cole, Bowie y yo pudimos ayudarles también en la medida de nuestras capacidades. Todo terminó cuando Qiu Lanying asistida por el resto de Daë dieron el golpe definitivo a la maestra Masako.

    Después de aquello saludamos a lo lejos a los Daë, que ya tenían sobrada experiencia con nuestros encuentros y hablaron con Qiu Lanying. No sé con exactitud qué le dijeron pero después de ver que la maldad que se había llevado a sus niños se extendía por muchos mundos, creo que sintió que era lo que debía hacer.

    – [Noah]Es hora de volver…a casa.[/Noah] – les dije.

    – [Lexie]Eso no es mi casa. Es una nave[/Lexie]. – replicó Lexie. Entendí su ira, su frustración y su impotencia.

    – [Noah]Lo sé, pero tendrá que servir mientras tanto.[/Noah] – comenté, pasándole un brazo por la cintura mientras nos alejábamos en busca de uno de los altares que nos llevase a la Kvasir.

    Un mundo más que teníamos que dejar atrás, abandonado a su suerte. Solo nos quedaba la esperanza de que les fuera bien, porque nosotros también teníamos unas vidas que recuperar y no podíamos cargar sobre nuestras espaldas los problemas de todos los mundos.

  • HERENCIA DE SANGRE

    JAMES BARNES

    MAÑANA, ESFERA ARTISAN

    Cuando el señor Leo dijo aquél nombre, la señorita Amy fue la primera en reaccionar, pero para cuando ella terminó de explicar que acababa de hablar con él gracias a esa «bola mágica», me alegró poder ayudarles en algo diciendo que yo también conocía a ese hombre, y bastante bien de hecho, aunque nuestra historia tenía algunas complicaciones por el camino.

    Después de charlar hasta entrada la noche, propuse ayudarles a llegar hasta a él a la mañana siguiente. Al ver que la hora de llegada de padre estaba cerca, se lo hice ver y ellos prefirieron irse a la cama. Parecían haber notado mi nerviosismo y agradecí estar solo para cuando llegase.

    Toda la euforia acumulada por conocer a aquellas increíbles personas, comprobar que la magia era tan real como había soñado y poder aportar algo a su senda heroica se desvaneció en cuanto vi el semblante serio de padre cruzando la puerta.

    Había hablado con Ernest y Clara, quizá también con la señora Adelaide. Cuando empezó a hablar con una voz atronadora lo primero que pensé fue en que los demás no le escuchasen. No quería que mis nuevos «amigos» viesen primero esa parte de él, como había estado recientemente en lugar de como había sido casi siempre.

    Escuché y les defendí lo que pude, pero su enfado no iba a menos y llegó un punto en el que mencioné que al día siguiente se irían después de acompañarles a ver al Reverendo Rowe en el que su ira se desbocó. Me prohibió ir con ellos, tener ningún tipo de contacto con John Rowe o que siguieran en nuestra casa un día más.

    Al final su enfado fue remitiendo. Me recordó que el Reverendo Rowe hablaba en su contra, decía que si la fábrica de mi padre tenía tan buenas intenciones, por qué seguía muriéndose de hambre media ciudad, y por qué sus máquinas revolucionarias apenas se veían, ¿a dónde iban de verdad?

    Recuerdo preguntarle a mi padre esas cuestiones porque el Reverendo y yo habíamos sido amigos durante bastantes años. Cuando padre trabajaba, solía pasar tiempo con él, hasta que pasó todo aquello y padre se volvió más cerrado. Cada vez pasaba más tiempo en la fábrica.

    En las últimas semanas había sido peor, especialmente los días en los que le visitaban «los extranjeros». Llevaban ropas extrañas y padre dijo que venían de ‘La Gran Planicie’ para comprar sus máquinas. Pero seguía raro.

    Dormí mal esa noche, di vueltas y me desvelé varias veces, pensando en mi cabeza cómo decirles a los demás que no podía acompañarles y que tampoco podían quedarse. Al final caí rendido y para cuando me despertó el grito del gallo, estaba agotado.

    Tras asearme y hacer las primeras tareas de la mañana mientras se despertaban, me reuní con ellos en el desayuno. Padre se había ido antes incluso de que yo me despertase. Solía irse temprano, pero parecía que ese día un poco más, como si no quisiera verles.

    – [James]No puedo ir con vosotros, padre no lo permitiría.[/James] – dije al cabo de un rato, agachando la mirada hacia mi plato.

    – [Vera]Eres el único que nos puede ayudar.[/Vera] – escuché decir a Vera. No me vi capaz de levantar la mirada y encontrarme su rostro de decepción. Ella me entendía de una forma que hacía tiempo que no hacía nadie.

    Negué con calma. – [James]Padre no quiere que me acerque al Reverendo. Dice que sus ideas se me meterían en la cabeza.[/James] – quizá tenía razón. No era la primera vez que sentía que algo raro pasaba en la fábrica. Había demasiados secretos y la fábrica cada vez era más grande y requería más tiempo de su padre. Sí, ayudaba a la gente dándoles un trabajo, pero era cierto que con máquinas como el tren, podría haber vivido mejor la gente.

    – [Amy]¿Quieres vivir tu vida o la de tu padre? [/Amy]- replicó una voz más seria y grave. La señorita Amy me miraba sin apartar la vista. Ella no conocía normas de etiqueta, era tan natural y tan salvaje que no podía si no envidiarla.

    – [James]No lo conocéis, es duro pero es buen padre. Está solo y solo me tiene a mí.[/James] – le defendí sin ponerme en contra de ellos. Solo quería pacificar, que no pensaran tan mal de él porque…bueno, porque era mi padre. – [James]Es que últimamente, ha cambiado. Si me quedo al final volverá a ser el mismo.[/James] – pensé en voz alta, o quizá lo que quería era convencerme.

    – [Amy]La gente no cambia.[/Amy]- dijo Amy. Vi que el señor Leo la miraba de soslayo.

    – [James]Tengo que intentarlo…[/James] – dije sin saber para quién. Después me quedé pensando. Ellos habían sido buenos conmigo, me habían salvado, habían sido agradables y me habían abierto las puertas a la magia. Y luego estaba Vera, que me comprendía. En ese momento apareció una chispa de resolución, no tenía que hacer todo exactamente como decía padre, en especial si no se enteraba. – [James]Pero intentaré acompañaros. Padre se ha marchado a la fábrica, nadie tiene por qué saberlo.[/James]

    – [Amy]Estás en la cárcel y con miedo.[/Amy]- replicó Amy. Fui testigo de cómo Vera la recriminaba con la mirada, pero esas palabras me hicieron pensar.

    Mientras subía a prepararme como creía que debía ir un aventurero, seguí dándole vueltas. Mi padre siempre decía que él no temía el cambio. ¿Por qué yo sí debía hacerlo? Quizá lo que tenía que hacer era unirme a ellos, si me aceptaban claro, y ver lo que había más allá de esa ciudad.

     

    Vera me dirigió una sonrisa al fijarse en la mochila que me había preparado, pero disimulé para no comprometerme, ni siquiera yo tenía claro aún mi camino. Tras un silencioso viaje en el tren en el que parecía que todos los ojos estaban puestos en mí y cualquiera iba a correr a decirle a padre lo que estaba haciendo, por fin llegamos a la ciudad.

    – [James]Si hay suerte estará en el hospicio. Hace mucho que no le veo.[/James] – les expliqué mientras recorríamos las calles, adentrándonos en la zona menos agradable, en la que el olor a salitre cubría por suerte el de la gente que no se aseaba a diario. Hacía unos años me sentaba con el señor Rowe en el hospicio, ayudándole con los niños más pequeños, pero él siempre se había negado a que fuera a ayudarle cuando iba al puerto, allí había cosas que no quería que viera. Ahora era más peligroso si cabía, por el asesino de…»mujeres de vida dudosa» que rondaba por la zona. – [James]Recoge gente de las calles, niños y niñas sobre todo.[/James] – aclaró. A los demás les ayudaba, pero no quería que cualquier adulto pudiera estar cerca de los niños de los que en muchos casos ya habían abusado. – [James]A veces le ayudaba.[/James] – les comenté. No eran malos tiempos, el Reverendo había sido amigo de mi madre y me había dicho que siempre cuidaría de mí ahora que ella no podía.

    – [Vera]Parece un buen hombre.[/Vera]- meditó en voz alta Vera. Caminaba a mi lado y me sentía extraño al mirarla, nervioso.

    Asentí. Cuando padre me prohibió verle no lo dudé, pero quizá debía haberlo hecho, seguro que el Reverendo solo quería ayudarle. Al final, después de otro rato en silencio, llegamos al hospicio.

    – [Kaylee]Si alguien es muy hipocondríaco, lo mejor es que se quede fuera.[/Kaylee]- propuso Kaylee.- [Kaylee]Por ejemplo, yo.[/Kaylee] – añadió, despejando las dudas. La señorita Kaylee parecía de las tres hermanas la más empática y quizá ver lo que habían sufrido algunos niños y niñas que allí vivían le haría bastante mal.

    – [Leo]Me quedaré contigo, vigilando por si aparecen problemas. O ellos.[/Leo] – dijo el señorito Leo. Entendí que por «ellos» se referían a esos «Daë» a los que estaban ayudando.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee]- dijo ella. Se miraron de una forma que envidié y Amy esbozó una cara de asco.

    Los demás bajamos las escaleras. Allí, en aquella gran sala sin decoración de ningún tipo más allá de unas mesas sobrias y desconchadas repletas de niños de todas las clases, sobresalía una figura que se movía de un lado a otro, atendiéndolos, sirviéndoles comida y evitando que se peleasen. Apenas había envejecido un día. – [John]¿James? No puedes ser…[/John] – al verme caminó hacia mí con una sonrisa amplia, entonces se fijó en los demás. – [John]¿Amelia?[/John] – preguntó, mirando a  la señorita Amy.

    – [Amy]Amy.[/Amy] – le corrigió ella, que pese a todo, no parecía incómoda.

    John le sonrió, parecía tan alegre y afable como siempre, como si nada hubiera cambiado. – [John]No sabía que estabas aquí.[/John] – le dijo. – [John]¿James es uno de tus Daë? ¿O de los suyos?[/John] – su mirada se posó sobre mí y me sentí cohibido. Era culpa mía no haber hablado con él desde que padre lo mandó. Si supiera que estaba allí…

    – [James]No, yo…he venido a acompañarles porque le buscaban, pero debo irme, mi padre…[/James] – traté de excusarme, titubeando. Sentí que una mano suave y cálida agarraba la mía y me reconfortó. Era Vera. El corazón se me aceleró y fue como si mi mano de pronto no formase parte de mi cuerpo, pero allí estaba, unida a la suya.

    – [John]No sé qué te habrá contado tu padre, James, pero necesitas ver el mundo con tus propios ojos.[/John] – sus consejos salían de su boca con una voz tan calmada y serena que era difícil sentirse atacado.

    No quería hablar de eso, reconocía mi culpa pero también estaba desobedeciendo directamente a padre. – [John]¿Por qué me buscabais? ¿Necesitais ayuda?[/John] – me miró de reojo, sabía que no estaba cómodo y había cambiado de tema.

    – [Amy]Creemos que eres el Daë que falta.[/Amy] – dijo Amy.

    – [John]¿Yo un Daë? No puede ser. Yo ayudo a la gente que lo necesita, pero…¿salvar el mundo?[/John] – comentó, sorprendido. Me extrañó que supiera lo que era un «Daë», pero si podía hablar con Amy por esa «bola mágica», todo podía ser posible.

    – [Amy]Esa es la definición de Daë.[/Amy] – insistió ella.

    – [John]No soy ningún guerrero ni hechicero.[/John] – replicó el Reverendo. Me resultaba dificil también verlo como un héroe de leyenda. Él era un salvador de la gente de a pie.

    – [Vera]Ni yo.[/Vera]- intervino Vera. Me costó parar a pensar lo «corriente» que era, porque a mis ojos era increíble.

    – [John]¿Han venido con vosotros? Hace unos días que no sé nada de ninguno.[/John] – preguntó, asumí que hablaba de los «Daë» con lo que también debía haber estado comunicándose.

    – [Vera]No, los Daë van por su cuenta.[/Vera]- explicó Vera.- [Vera]Nuestra misión es que se reúnan, pero por lo demás, tienen libre albedrío.[/Vera] – absorbí la información para tratar de colocar todo ese mapa y entenderlo, pero era muy complejo.

    Él se quedó pensativo y nos condujo a través de un pasillo hasta una sala de doble techo en la que el centro estaba despejado y los muebles, cajas con todo tipo de utensilios y camas estaban apartados a los lados. – [John]Si está en mi camino ser un Daë para ayudar a la gente, lo aceptaré de buen grado.[/John] – resumió. Deseé parecerme a él, tener su resolución. Estaba dispuesto a dejar atrás todo lo que conocía, por malo que fuera. – [John]¿Puedo ofreceros algo o tenéis que marchar a continuar vuestra misión?[/John] – preguntó. Me di cuenta de que ya estaba todo hecho, era el final del camino y el momento de que yo mismo decidiera se acercaba. Y no estaba preparado.

    Antes de que nadie pudiera responder las puertas de aquella sala se abrieron de golpe y un hombre al que reconocí al instante se acercó a nosotros como si le rodease una tormenta. – [b]James, vete de aquí ahora mismo. Vuelve a casa.[/b] – dijo mi padre con voz grave.

    Estaba nervioso e incapaz de responder, pero vi a Amy ir hacia un montón de cajas y cuando volvió no era ya una joven de piel pálida si no una loba bípeda que se alzaba en altura sobre cualquiera de los presentes.

    Mi padre la vió y después me miró con los ojos abiertos como platos. – [b]Has llevado monstruos a nuestra casa.[/b] – se acercó a mí sin que pudiera moverme y me agarró del brazo, tirando hacia él.

    – [Vera]Le estás haciendo daño.[/Vera]- Vera había tenido que soltarme la mano del tirón que había dado mi padre y ahora luchaba por separarme de él. Yo me sentía como un muñeco, movido por los hilos que accionaban otros. Amy le enseñó unos dientes afilados como cuchillas.

    Leo y Kaylee atravesaron corriendo las puertas y eso nos dejó a padre y a mí en el centro de mis nuevos amigos. – [Leo]Tened cuidado, no es un humano normal.[/Leo] – vi que Leo tenía una herida en el cuello que ya se estaba cerrando. Kaylee murmuró algo que no alcancé a escuchar y mi padre salió despedido hacia atrás como movido por una ráfaga de viento. Me llevé una mano al brazo, dolorido por su apretón.

    – [b]¡Bruja![/b] – de alguna forma mi padre consiguió pararse en mitad de la sala y a su alrededor el aire pareció crepitar. Escuché un grito cortado y al girarme vi que Kaylee tenía una especie de mordaza hecha con trozos de metal. Leo trató de ayudarla a quitársela pero Amy se lanzó sobre él para atacar.

    No podía ser mi padre el que había hecho eso, no lo concebía. Él que siempre me había hecho desechar la magia, que vivía en un mundo de tecnología y en ese momento estaba reuniendo a su alrededor piezas metálicas. Las piezas ni siquiera eran las mismas, padre tenía la vista fija en ellas y movía los labios haciendo que las piezas tomaran la forma que él quería, hasta engancharse para formar un oso metálico que cargó contra Amy.

     

    Amy empezó a esquivar y luchar contra ese engendro metálico como pudo. Traté de acercarme a padre al ver que se llevaba una mano a la cabeza, como si le doliese o se sintiera desorientado. – [b]No podías haberte quedado tranquilo con tu padre siempre cuidando de ti. Tenías que buscar la magia.[/b] – le había visto enfadado pero nunca tanto. Si me había ocultado esa magia que podía obrar, ¿qué más podía estar ocultando? Me detuve, manteniéndome a distancia. – [b]Mira lo que has hecho.[/b] – rugió.

    – [James]Tú no eres mi padre. ¿Quién eres?[/James] – repliqué, desesperado por una respuesta que me ayudase a gestionar todo eso.

    – [b]Ah sí, soy tu padre, chiquillo. Pero también soy más, muchos y muchas más. Yo soy Legión y estamos en todas partes.[/b] – su voz sonó como si muchas voces se sumaran a la vez. Fragmentos de metal le rodearon formando una especie de armadura.

    – [Vera]¿De quién eres hijo, James? [/Vera]- escuché preguntar a Vera, pero mi mente ya no era capaz de procesarlo.

    Por un momento dejé de oír, solo podía ver a aquél hombre con tanto poder cubierto en su armadura, amenazando a las únicas personas que había podido llamar amigos en mucho tiempo. El Reverendo estaba a sus pies, incapaz de hacer nada mientras mi…mi padre…le apuntaba con una pistola creada con su propia magia.

    Todo parecía ir muy lento, no podía moverme, ni hablar. No escuchaba nada, ni siquiera los gritos de los demás tratando de evitar que matase al Reverendo. Nada hasta que escuché un silbido y vi a mi padre dejando caer el arma. Se agarró la mano con la contraria, mirando atónito una flecha de color brillante clavada en él hasta que se desvaneció. – [Eldric]De la mano que controla todos estos mundos.[/Eldric] – dijo un hombre ataviado con una armadura dorada. Tenía un arco en la mano, un arco precioso, pero sin cuerda. No, no era un hombre, era un…un elfo. Su respuesta parecía ir a Vera. ¿Qué era lo que había preguntado? Ah, sí, de quién era hijo. Ese hombre, ese elfo, parecía saberlo mejor que yo. – [Eldric]Antailtire, el Soberano, el Cardenal, la Reina…una de sus muchas caras.[/Eldric] – sentenció. Vera me miró, sorprendida, los demás también lo estarían cuando tuvieran tiempo para hacerlo, para mi aquellos nombres no significaban nada aún.

    – [b]Somos uno, cosa que vosotros solo podéis soñar.[/b]- padre habló de nuevo, pero ya no con una voz hecha de voces, si no con la voz de una mujer.

    – [Geraldine]¿Sabes lo que más nos gusta a las brujas? El fuego.[/Geraldine]- dijo una mujer de cabello castaño oscuro que blandía un báculo con una gema en la punta. Un círculo de fuego rodeó a mi padre, tan intenso que el metal de su armadura brillaba como si fuera a fundirse.

    – [b]Ya he callado a una bruja antes.[/b] – replicó con la voz con la que siempre le había conocido. Trató de colocar una mordaza a la que acababa de aparecer pero no fue capaz.

    – [Eleanor]Aquí no hay ninguna bruja con mordaza.[/Eleanor]- replicó una joven de cabello rubio. Se la veía muy fuerte físicamente, pero tenía un rostro amable. Había ayudado a Leo a quitarle la mordaza a Kaylee, que ahora se unía a la otra bruja para contraatacar.

    Por primera vez fui consciente de dónde me encontraba. Miré y vi que no solo habían llegado la bruja, el elfo y la guerrera. Había un guerrero sonriente de pelo azul, un caballero de casco astado que blandía una gran espada de aspecto espeluznante, una mujer que en ese momento estaba tomando el aspecto de una leona al igual que Amy tomaba el de una loba, también otra de pelo oscuro y tez broncínea que tenía una mirada maliciosa y por último un gigante hecho de piedra pura. Eran muchos y parecían muy fuertes.

    – [James]Padre, no. Ríndase. Recapacite.[/James] .- le imploré. Él me miró fijamente como si no me conociera.

    – [b]Tu padre ha fallado muchacho, ahora ha sido absorbido y otro cumplirá su función cuando acabemos con vosotros.[/b] – de nuevo esa voz hecha de voces. Sentí la mirada de Vera fija en mí y perdí las fuerzas.

    No sé si sabía cómo iba a acabar aquello, pero dejé de luchar. Sentí el brazo de Vera rodeándome y después un cuerpo más grande colocarse tras nosotros, cubriéndonos. Por encima del hombro vi que era el Reverendo.

    Esperé a que volviese el silencio y cuando lo hizo, me levanté. Corrí hasta mi padre, que estaba tendido en el suelo, sin rastro ya de su armadura más allá de unos trozos de metal aquí y allá.

    – [b]Lo siento hijo…no lo sabía…no…[/b] – sus ojos eran distintos, eran los del padre que había conocido gran parte de mi vida y no últimamente. Parecía confuso y dejaba transmitir la culpa con la que se fustigaba.

    – [James]Padre. Aguante.[/James] – le pedí. Yo mismo sabía que no estaba bien, no tenía ninguna gran herida visible pero toda la fuerza de antes parecía haberle abandonado, como si hubiera sido desconectado del poder que tenía. De hecho, cuanto más tiempo pasaba menos real me parecía su cuerpo. Era como si se estuviera desvaneciendo.

    – [b]Pensé que la…magia sería tu perdición pero…el mal estaba en mí… Ni siquiera sé lo que soy…[/b] – parecía pequeño, nada del hombre serio y fuerte que había conocido. Allí, delante de mí, se enfrentaba a la muerte sin la certeza de qué era.

    – [James]No es culpa suya. Descanse.[/James] – le consolé. Aferré su cuerpo y lloré hasta que se desvaneció en el aire, incluso después. Vera me abrazó no sé durante cuanto tiempo.

    Pasaron las horas mientras trataba de recuperarme. Ninguno de ellos se fue pese a que insistí en que siguieran con su misión sin preocuparse de mí. A fin de cuentas habían guiado al Reverendo con los demás, ya podía irse. Pero no lo hicieron. Esperaron toda la tarde, toda la noche y hasta la mañana siguiente.

    A primera hora el Reverendo vino a hablar conmigo acompañado del elfo llamado Eldric, la bruja llamada Geraldine y la joven guerrera llamada Eleanor. Al parecer mi mundo era uno de muchos que estaban siendo gobernados y controlados por un ser conocido por muchos nombres. Ese ser tenía un poder mágico tan enorme que había moldeado los planetas como había deseado y los controlaba gracias a que podía tomar diferentes formas y podía estar en diferentes lugares a la vez. Pregunté si no sería «Dios», pero ellos negaron con la cabeza incapaces de concebir un dios tan cruel.

    Al final, el Reverendo se despidió de mí y se marchó a cumplir su misión con los demás, a seguir su camino como todos. El resto: Vera, Amy, Leo y Kaylee siguieron esperando, con paciencia, sin presiones. Me acompañaron de vuelta a la granja y esperaron mientras hablaba con Ernest y con Clara, con la señorita Adelaide, con los trabajadores… Y después de eso, esperaron a que enterrase un ataúd vacío pero lleno de mentiras en una ceremonia a la que acudieron muchos de sus trabajadores y conocidos sin saber que ninguno de ellos le conocía de verdad.

    Solo entonces, cuando regresamos a casa, vinieron todos a verme.

    – [Kaylee]Nada de lo que te digamos va a servir de mucho, pero lo siento.[/Kaylee]- escuché decir a Kaylee. No era la primera vez que lo decía y en su voz se notaba que cada una de esas veces, lo sentía.

    – [James]No es culpa vuestra.[/James] – reconocí. Tampoco de los Daë aunque hubieran luchado con él, habían hecho lo que debían. – [James]John y los demás me han hablado de todo. De los mundos. De Antailtire.[/James] – dije sintiendo un escalofrío al pronunciar el nombre por el que se referían a ese ser, a mi padre. – [James]Mi padre era eso, pero a la vez no lo era.[/James] – dije. Ni yo mismo lo entendía, era como si fuera una persona diferente, con su propia mentalidad, pero a la vez formaba parte de aquel…»compendio» como lo habían llamado. Aún tenía que procesarlo y llegar a entenderlo del todo, habían sido un par de días muy largos y notaba la cabeza a punto de estallar.

    – [Vera]¿Qué vas a hacer ahora?[/Vera] – escuché la voz de Vera y deseé que me pudiera reconfortar con la misma facilidad de otras veces, pero aquella herida tardaría más tiempo en sanar, incluso con su ayuda.

    Suspiré profundamente. – [James]No sé quién se hará cargo de la fábrica, pero padre tenía ahorros.[/James] – les expliqué. – [James]Ernest y Clara podrán encargarse de la granja y hacer su vida en ella.[/James] – continué. Era lo mínimo que podía hacer por ellos después de cuidarme toda una vida. – [James]Yo necesito respuestas y aquí no…aquí no las voy a tener.[/James] – admití. Era una resolución a la que me había llevado dos días llegar.

    – [Vera]Puedes…[/Vera]- empezó a decir Vera. La miré y por primera vez tuve ganas de sonreir. Sabía lo que ella quería proponerme pero se preocupaba lo suficiente para no hacerlo.

    – [Kaylee]¿Por qué no te vienes con nosotros?[/Kaylee] – preguntó su hermana Kaylee en su lugar.

    – [James]¿No sería una molestia?[/James] – le respondí. Noté la mirada de Vera fija en mí. – [James]Por lo que sé…mi padre era parte del mal al que os enfrentáis. Y yo…¿y si yo también lo soy?[/James] – era algo que me atribulaba desde que sabía la verdad. ¿Y si me volvía como él o ya lo era? Y de no serlo, ¿qué era?

    – [Kaylee]Lidiaremos con ello en los próximos capítulos.[/Kaylee]- replicó Kaylee con una sonrisa y se giró, como si fuese una actriz mirando al público en el teatro.

    Mi vida tal y como la conocía había llegado a su fin, ahora tenía que descubrir quién iba a ser.

  • GIGANTES

    MIKE SOLO-NOVAK

    Por un puro golpe de suerte tenía a la Daë de ese mundo frente a nosotros. Estaba subida a una especie de altar frente a un un gran grupo de «dioses menores» entre los que nos encontrábamos Niall, yo y nuestra sacerdotisa Sophie. Era una mujer con una tez de color bronce brillante y pelo oscuro como la tinta. Allí, hablando delante de todos los demás, parecía disfrutar de las atenciones de su público. Cuando nos la presentaron parecía una persona agradable, pero hablando de derrocar a la Diosa Hathor frente a aquellas otras personas veía un punto de malicia en su persona. No me extrañó, porque si no recordaba mal el repaso de Noah, Na’amah era la Daë de Libra y sabía equilibrar sus dos personas muy bien.

    Podría decir que habíamos tratado de pasar desapercibidos para no meternos en problemas, pero en nuestra prisa por encontrar a la Daë y el desconocimiento de lo que estaba pasando en ese mundo, nos habíamos metido en una revolución contra nada menos que una demonio pura. Era algo que estaba totalmente fuera de nuestra liga y ni siquiera teníamos otra opción, porque si no salvábamos de esa a la Daë, no habría un hogar al que volver.

    Antes de que empezara el mitin de Na’amah me había puesto en contacto con Nate, al que habían llevado para servir a la diosa junto con Zahra. Era una suerte que no les hubieran encontrado las esferas Daë, porque no habría podido decirme que Hathor estaba enterada de la revolución y planeaba sofocarla de forma tajante.

    Tratamos de trazar un plan en la medida de lo posible, pero la situación estaba en nuestra contra. Encontrando a la Daë habíamos agotado la poca suerte que teníamos disponible. Nate iba a centrarse en encontrarse con Zahra y escapar de ese lugar, así que nosotros teníamos que encargarnos de Na’amah.

    Sophie estaba a mi lado así que me incliné y susurré a su oído evitando que los demás nos escucharan.  – [Mike]Tenemos que intentar hablar con ella a solas.[/Mike] – capté el eco de su agradable perfume con olor a gominola de fresa

    – [Sophie]Lo veo difícil[/Sophie].- replicó ella. Busqué a Niall a nuestro alrededor pero estaba más alejado, sonriendo a las alabanzas de otros «dioses ave» que dudaba que entendiese sin el traductor.

    – [Mike]No tenemos muchas más opciones. Si estalla la guerra no tenemos poder suficiente.[/Mike] – susurré de nuevo. No éramos los más fuertes ni en el ámbito físico ni en el mágico, solo teníamos los poderes de Nate y la magia de Sophie, en la que ella misma no ponía demasiada confianza.

    – [Sophie]Es una líder. Es imposible acercarse a ella[/Sophie]. – tenía razón, estaba rodeada y seguro que barajaban la posibilidad de que alguno de los presentes trabajase para la diosa Hathor. Nosotros teníamos todas las papeletas por ser los recién llegados, así que no nos convenía poner más cosas en nuestra contra, con una demonio pura ya teníamos suficiente.

    Observamos en silencio la escena. Na’amah se mezcló entre los demás y la seguí disimuladamente con la mirada. Después de un largo rato vi que sus ojos se posaban más de una vez en nosotros, en concreto en Sophie. – [Mike]Quizá tú podrías…mejor que yo.[/Mike] – le sugerí. Ella me miró extrañada, pero al cabo de un rato su mirada se cruzó con la de la futura Daë.

    – [Sophie]Me estás pidiendo algo un poco difícil, mi niño.[/Sophie] – reconoció. Tenía toda la razón del mundo, a mi también me habría extrañado que alguien me lo pidiese y todo irradiaba el concepto «objetificación», pero nada más lejos de la realidad, no tenía que conquistarla, solo aprovechar que a ella sí parecía tener ganas de conocerla para revelarle el motivo por el que estábamos allí.

    – [Mike]Lo sé, pero estoy perdido. No se me ocurre nada más.[/Mike] – admití. No tenía madera de líder.

    – [Sophie]¿Crees que yo no?[/Sophie] – replicó con una sonrisa. Me alegro que no se enfadase por la propuesta, una señal clara de que a mí mismo tampoco me había parecido del todo correcta.

    – [Mike]Me transmites más seguridad que la que tengo en mi mismo.[/Mike] – añadí mirándola a los ojos. Su rostro era una absoluta belleza que irradiaba una autoconfianza y una locuacidad que me hacían desear quedarnos hablando hasta tarde en nuestro breve descanso de vuelta en la nave.

    – [Sophie]Suena a excusa para que lo haga yo, pero lo haré.[/Sophie] – respondió alzando una ceja. Le tendí el audífono y ella se dio la vuelta y se deslizó entre la multidud hasta llegar a la Daë.

    Observé su conversación durante un rato que me resultó eterno. Estuve atento cuando la mirada de la Daë se posó en mí y luego en Niall. Sophie hablaba con respeto, alimentando el ego de diosa que tenía aquella demonio que estaba destinada a salvar el mundo.

    Por un momento creí que habíamos llegado a tiempo a avisarla, que saldríamos de allí con ella y evitaríamos esa guerra en ciernes, pero antes de que terminasen de hablar se empezaron a escuchar gritos en la calle. La gente del interior de aquella residencia empezó a salir y los gritos aumentaron. La diosa Hathor ya había lanzado su ataque y allí fuera, entre todos los enemigos, estaría Nate y con suerte, Zahra. Había demasiado puesto sobre los hombros de la suerte.

    – [Sophie]Esto no está saliendo bien.[/Sophie] – dijo ella cuando volvimos a reunirnos.

    – [Mike]¿Ya ha empezado?[/Mike] – pregunté cuando Niall se unió a nosotros. Los demás asintieron y seguimos a la Daë al exterior, donde los gritos se materializaron en una combate abierto entre los dioses menores, la mayoria cambiando a su aspecto teriántropo si es que les daba tiempo, y las fuerzas de la diosa.

    Me quedé paralizado al salir. Había tenido que defenderme en nuestro viaje a Kardas, pero allí había un auténtico derramamiento de sangre. Las fuerzas de la diosa, pese a estar muy entrenadas, caían ante las garras y el poder de los teriántropos y demonios que componían los dioses menores. Pero aun así, su número era mucho mayor y por cada diez que caían, se llevaban a uno de aquellos.

    Na’amah estaba intentando refugiarse del centro del conflicto, usando su magia para defenderse. Durante un instante me pareció que su rostro se tornaba monstruoso, una definición completa y absoluta de la fealdad, pero se desvaneció con un parpadeo.

    Estaban empezando a rodearla, así que nos acercamos a su posición. Era imposible llegar a tiempo de defenderla, teníamos que cruzar el patio sin salir mal parados y ella pese a estar aguantando, se enfrentaba a muchos.

    Entonces ocurrió algo extraño, una alabarda detuvo el golpe de otra arma similar que había estado a punto de golpear a la Daë. Unas manos grandes y fuertes la empuñaban y seguí la trayectoria de unos enormes brazos hasta ver el rostro afable de Nate concentrado en desviar a los guerreros y guerreras.

    En aquél momento tenía demasiadas preocupaciones. Había mucha gente que podía necesitarme allí, pero mi medicina no tenía cabida en ese mundo. Tenía una misión que era muy distinta a la que mi juramento implicaba y me sentía dividido. Traté de ser lógico, no podía cambiar el pasado y tenía que centrar mis esfuerzos a mis compañeros.

    Cruzamos el terreno de combate hasta llegar a Nate y sentí que la suerte estaba de nuestra parte cuando vi a Zahra a su lado, luchando.

    Aun así, la suerte no duraba mucho. El sol, pese a ser mediodía, empezó a oscurecerse. Al principio pensé que sería un eclipse pero al alzar la vista vi que una forma gigantesca orbitaba sobre nosotros cubriendo el sol. Apenas distinguí su aspecto, solo veía una sombra negra como la noche. Parecía una especie de animal alargado con alas de murciélago y cabeza astada, rematada en la parte trasera por tres colas. Supe que era ella, «Hathor», en su aspecto de demonio puro.

    Ahora sí que no teníamos nada que hacer. Algunos dioses habían perdido todo atisbo de valentía al verla sobrevolar la «Ciudad de los Dioses» y ahora corrían despavoridos. La figura emitió un destello que parecía provenir de donde debían estar sus ojos y un templo cercano estalló lanzando una nube de escombro. Sophie consiguió murmurar algo para que un escudo de aire nos protegiera de los trozos de piedra más pequeños, lanzados como balas.

    Sophie se levantó y habló con la Daë. Nos hizo señas para tratar de ir a un lugar seguro y la seguimos, con el infierno desatándose a nuestro alrededor. Traté de no mirar demasiado, ya había visto cosas que me marcarían de por vida, cuantas menos, mejor.

    Recorrimos a toda velocidad el camino principal hasta volver al arco de entrada y nos detuvimos al ver que la refriega había llegado también a la gente de a pie,  una lucha entre los partidarios de los dioses y diosas menores contra los de Hathor. Sus guerreros y guerreras parecían haber recobrado fuerza gracias a su presencia, aunque un brillo fantasmagórico en sus ojos daba a indicar que había algo más.

    Nate iba en la vanguardia tratando de abrir paso pero llegó un punto en el que estábamos rodeados. El ruido de la batalla y los gritos de la gente nos incapacitaban para oír nada más. Y entonces, cuando todo parecía perdido y el desconcierto había superado al miedo, se hizo el silencio a nuestro alrededor.

    Miré hacia arriba y vi el característico verde del fuego que lanzaba la diosa suspendido sobre nosotros, como si se hubiera detenido en el aire. Retrocedió un poco y se disipó con lentitud. Giré la vista a Sophie que me miraba sorprendida, ella no había sido.

    – [Eldric]Hay que ponerse a cubierto.[/Eldric] – indicó aquél hombre de piel blanca como la nieve cubierto con una imponente armadura dorada. Eldric Northwood, los Daë habían llegado. El elfo sostenía en alto una mano al igual que Geraldine, salvo que ésta última tenía un báculo en ella que irradiaba una luz cálida, igual que la del escudo que nos protegía. Entre ambos habían conseguido detener un ataque de la demonio pura, pero no sabía si podrían hacerlo con alguno más.

    Caminamos entre ellos, pero las diferencias entre nosotros cada vez eran más palpables. Al principio eran un grupo unido por una necesidad pero ahora había mucha más confianza entre ellos y también, mucho más poder. Reconocí a Eleanor que caminaba en el centro; a Rlia que había reconocido a Sophie y gracias a eso nos habían rescatado; a Richard al que había conocido en Kardas; el gigante de piedra Ugg’krah iba en la retaguardia; y había uno nuevo, un hombre alto y fuerte, vestido con pieles curtidas y con un llamativo pelo de color azul que era la señal de que los del mundo de Dagrknot ya habían cumplido su misión y estaban seguramente de vuelta. No se me escapó que Na’amah les miraba también con evidente curiosidad.

    Tratamos de no hablar mucho con los Daë, cuanto menos interfiriésemos en su rumbo, mejor. Ellos parecían entender a su manera qué papel jugábamos en su historia, así que cuando llegamos a una enorme roca a las afueras de la ciudad donde guarecernos, nuestros caminos se separaron. Na’amah se quedó con ellos intrigada, y aunque no sabía concretamente cómo iba a seguir su historia, me imaginé que a ese grupo aún le quedaba más tiempo en ese mundo que a nosotros.

    Algo más aliviados, dejamos atrás aquella lucha de titanes sabiendo que en el tiempo en el que estuvieran allí, pasara lo que pasase,  Na’amah decidiría unirse a ellos. Nuestra misión estaba cumplida, ya solo quedaba volver a casa.

     

     

  • ¿PERO TÚ NO ESTABAS MUERTO?

    Robin – Terra

    Mañana

    Mi nombre es Robin Jasmine de Grevolia. Soy la reina de un pequeño país de Terra llamado Grevolia y este es mi diario…

    Ezra se desplomó en la nieve poco después de que yo espoleara a mi corcel para reanudar la marcha. Mi escapada de aquel día terminó de forma abrupta, conmigo cargando con un chico que aún estaba convaleciente.

    Habían pasado dos semanas desde que atravesé las puertas del palacio con él sobre el caballo y, ahora que ya estaba recuperado de sus heridas, podía decirse que nos conocíamos un poco más. Seguía siendo un tipo silente, poco acostumbrado a los lujos y con un dudoso talento para la guitarra, pero su compañía me resultaba agradable, aunque suponía que su visita no podía alargarse más de lo debido, pues ya estaban empezando a escucharse murmullos a nuestras espaldas.

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  • ENEMIGO A LAS PUERTAS

    XANDER ECHOLLS

    MAÑANA – LA KVASIR

    Tras aquella escarpada loma volvimos a ver al fin el valle que un futuro lejano conocerían como ‘Valle de los Daë’. Al ver la silueta artificial de la nave estrellada que se había convertido en nuestro refugio, sentí un calor familiar, la sensación de volver al hogar.

    Aun así, la sensación no duró demasiado porque un hogar no es nada sin la gente que lo compone y aquella nave no era más que un amasijo de metal frío por cuyas entrañas no corría ningún tipo de vida. Sin el resto allí, no podía llamarla casa.

    Recordaba a la perfección quedarme con la abuela Elizabeth, con la tía Lucy o con Nate cuando Elle y yo éramos pequeños, muchas veces estaban también los demás: Jane, Owen, Amy, Kaylee, Leo, Noah, Cole, Dante e incluso Idris y Mike. Una vez incluso nos fuimos todos a la casa de los abuelos MacLeod en Escocia. Eran buenos recuerdos con el resto, pero en aquél entonces estaba preocupado porque sabía que si nuestros padres y madres no estaban con nosotros es porque estaban ahí fuera jugándose la vida para protegernos.

    Desde aquél entonces no llevaba bien la espera sumada al peligro. No sé en realidad si alguien podría llevar bien eso de alguna forma, pero desde luego, yo no. Pese a comunicarnos con los demás todo lo a menudo que podíamos, había puntos ciegos en los que podía pasar cualquier cosa, por ejemplo Ezra, con el que habíamos perdido el contacto. Mientras estábamos en Dagrknot y estaba ocupado, alerta, había sido más fácil de llevar. Ahora sin embargo iba a tener todo el tiempo libre del mundo para desesperarme hasta que volviesen todos a salvo, iba a ser un mal rato.

    Dante abrió el portón de entrada y recibimos una fría bienvenida. Había debido bajar la temperatura mientras no estábamos y hasta que no hubiera suficientes personas allí moviéndose y generando calor, habría que mantenerse activo para no quedarse helado. Tomé nota para preguntarle a Henry si funcionaba la calefacción y cómo se encendía.

    Caminé recto hasta mi cuarto y me senté en la cama, notando de inmediato la diferencia con las camas del mundo vikingo. Estiré la espalda en el colchón, o como se llamase aquello, y me quedé mirando el techo en el que estaba labrado sobre el metal una especie de mapa estelar que no reconocía. Había un punto marcado como inicio y otro de final. Supuse que el planeta del final sería su destino, su hogar.

    Allí, descansado, con el estómago lleno gracias al poblado que habíamos ayudado a Alistair a salvar y sin planes por el momento, me invadió un silencio atroz. Mi mente empezó a pensar en todos los que no habían llegado, repasando cada grupo y cada mundo como si de esa forma, manteniendo el orden y el control, consiguiera ponerlos a salvo. Era un recurso de mi mente, el vestigio de una compulsión para tranquilizarme, pero en ese momento, en una situación como la que tenía entre manos, no podía resistirme a ella.

    El primer mundo en el que pensé fue en el que estaban Jane y Elle. Seguían buscando con apenas pistas a los Daë de un mundo tan enorme que en cada ciudad había una década diferente similar a las del siglo XX en la Tierra, eso como mínimo. La única ventaja que tenían era el nuevo poder de Jane y aún estaba demasiado asustada como para usarlo.

    Luego estaba el mundo del japón feudal. Me había preocupado bastante que Noah hubiese pasado varios días inconsciente. Si aquellos oni habían tratado de devorar su alma y le habían dejado así, era un mundo muy peligroso. Además era la segunda vez que tenía problemas graves y eso significaba que estaba siendo demasiado temerario para proteger al resto. Conocía bien a mi primo, se había interpuesto muchas veces cuando hacíamos de héroes locales y por aquél entonces nuestra máxima preocupación era que pudieran sacarnos un arma blanca. Una vez un violador de la Universidad de Dirdam nos había sacado una pistola pero Noah había reaccionado a tiempo y le había tumbado al suelo.  Por si fuera poco Bowie estaba en ese mundo y aún era muy pequeña para el mundo exterior, lo mejor hubiera sido que se quedase en la nave, pero se había negado de manera rotunda.

    En el mundo de la revolución industrial parecía que las cosas estaban bajo control. Amy había localizado al Daë a través de las esferas – quizá podíamos intentarlo para ayudar al grupo de Jane y Elle – y estaban a salvo, preparados para ir a por él. Además parecía que incluso Leo y Kaylee habían arreglado sus desavenencias. Alguien había chocado esas piedras frotando sin parar pero al final había aprendido cómo hacerlo sin que el mundo ardiese.

    Mientras pensaba me levanté y caminé en dirección a la biblioteca, allí tenía material para tomar notas y mi diario personal guardado en mi taquilla. Por el camino seguí pensando, el mundo en guerra me había dado reservas desde el principio y por el momento seguíamos sin contactar con Ezra. Los demás estaban a salvo la última vez que supimos de ellos pero afectados por lo que estaban viendo. La guerra saca lo peor del ser humano y ver algo así no debe ser fácil. Por lo que habían contado, a Lekwaa le había afectado sentir la muerte de un gran grupo de personas, porque uno de los dos bandos usaba la magia espiritual para atacar. En el bando en el que estaban ahora sin embargo, Henry tenía que estar pasándolo peor porque era una potencia tecnológica militar y le estaban mostrando el peligro de que la tecnología caiga en malas manos.

    Y por último estaba el mundo del Antigüo Egipto. Les habían separado después de tomar a Mike y Niall por dioses, pero Nate y Zahra estaban en una situación complicada con la diosa que gobernaba esa región. No sabía cómo podrían salir de esa, ni siquiera con el poder que tenía Nate. Había hablado con Mike hacía poco y había encontrado a la Daë, que planteaba una revolución contra la diosa para recuperar su poder. Zahra, con la que también podía hablar me había dicho que la diosa lo sabía y quería acabar con ellos. Iba a estallar una guerra y estaban en bandos opuestos.

    Era un espacio muy pequeño en el fondo y la situación nos llevaba a relacionarnos y encontrarnos muy a menudo. Así que teniendo en cuenta que mis sentimientos por ella eran algo que tenía asumido y no iba a negar salvo que no fueran recíprocos. Eso había hecho que pensara mucho sobre nuestra relación en concreto y las relaciones en general.

    Había llegado a elaborar un símil a partir de lo que había visto en las relaciones que conocía y en lo que había estudiado. Para mi una relación de pareja es como si coges una piedra en cada mano y las chocas. Van a salir chispas, eso está claro, pero dependiendo de cómo sea cada piedra, de las diferencias entre los cantos y de la fuerza que utilices, esas chispas pueden quemarte haciendo que sueltes la piedra. Si eso no pasa, las piedras se limarán entre sí de forma muy ligera y las volverás a chocar. Con cada choque que no haga que tires las piedras, éstas se limarán más entre sí hasta llegar a un punto en el que encajen. Sí, incluso entonces podrías provocar chispas haciéndolas chocar entre ellas, pero por lo general, serán compatibles. Está claro que esas piedras no serán iguales que cuando empezamos a chocarlas entre sí, habrán cambiado, moldeándose entre sí hasta poder formar una piedra más grande. Hasta ahí la teoría general.

    Luego había variaciones, parejas en las que las piedras chocaban con demasiada fuerza y caían pronto, otras en las que se iba la mano y lo hacían a mitad del camino, algunas en las que una piedra se quedaba estática mientras la otra chocaba, parejas en las que el bagaje que cargaba cada uno se añadía como gotas de gasolina, haciendo que fuera más probable que saltase una llamarada. También podían ser tres piedras, haciendo que hiciese falta mucha más precisión. Al final, la comparación me resultaba útil también para relaciones no románticas. Y fuera como fuese el tipo de relación que teníamos Jane y yo, nuestra dosis de chispas ya la habíamos tenido y al parecer las manos que nos unían llevaban guantes ignífugos, porque no habían soltado nuestras piedras.

    Por más que reflexionase, no lograba una respuesta firme. Por lo general solía llegar rápido a conclusiones y dar con las respuestas que necesitaba a los problemas, pero al tratarse de algo tan personal, mi mente y mi corazón estaban en conflicto. Por un lado parecía que todo nos llevaba a estar juntos, pero no quería hacerme falsas esperanzas confiando solo en mi corazón, cuando era obvio que también habíamos tenido muchos problemas.

    Dejé que mi mente se centrase en una tarea para evitar seguir pensando en exceso y así ponerme en perspectiva. A fin de cuentas, pasara lo que pasase entre nosotros, primero tendríamos que salir de aquí. El silencio motivó mi concentración y me permitió repasar los puntos clave de cada miembro del «grupo».

    Para cuando me quise dar cuenta, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero notaba la espalda tensa de haber mantenido mucho tiempo esa postura y el frío había contribuido a crear un dolor focalizado en un punto a media altura. Me levanté y me estiré, contemplando la maraña de hojas que llenaban uno de los cuartos de estudio privados de la biblioteca. Por lo que sabía, solo había tres más ocupados: el de Noah, el de Mike y el de Kaylee, cada uno por un tema distinto.

    Mientras me estiraba, capté por el rabillo del ojo una silueta al otro lado de la puerta de cristal. Cuando se abrió, vi que Ruby entraba a la biblioteca.

    – [Ruby]Xander, quería comentar algo contigo[/Ruby].- miró a nuestro alrededor detenidamente y alzó una ceja.

    – [Xander]Dime, tengo tiempo.[/Xander] – demasiado, en realidad. Mi único plan del día era cocinar, seguir escribiendo mis ideas hasta que el dolor de espalda me lo impidiese y quizá jugar una partida de esas cartas futuristas con Elliot.

    – [Ruby]La misión se está alargando[/Ruby].- me recordó. Estaba acostumbrado a vivir con todo tipo de personas, pero Ruby irradiaba una autoconfianza que no había visto antes y eso mismo la haría temible para muchas personas, porque no dudaba en decir lo que pensara. Sí, estábamos pasando más tiempo allí del que deberíamos, pero no era tan fácil salvar el mundo. Mis madres y mi padre también habían hecho muchos sacrificios, igual que los demás.

    – [Xander]Son muchos mundos y ninguno de nosotros tiene tu experiencia.[/Xander] – respondí, apoyándome en una de las mesas grandes para estirar la espalda sin parecer que no prestaba atención a la conversación.

    – [Ruby]Me he dado cuenta[/Ruby].- sonrió, consciente de sus fortalezas. Ruby era una auténtica soldado. Sabíamos poco del pasado de su mundo, pero había sido entrenada toda su vida.

    Asentí con calma – [Xander]Tienes que pensar que algunos están aquí a la fuerza, no lo han elegido pero aun así se están esforzando.[/Xander] – le expliqué. Usando el viejo símil, íbamos todos en el mismo barco y teníamos que remar en la misma dirección si no queríamos hundirnos en esa tormenta. Lexie, Niall, Dante…muchos habían venido a ayudar aquél día, pero sin esperar que fuera un compromiso de…meses, o quién sabe, quizá años. Teníamos a los más pequeños también a nuestro cargo, Elliot podía haber muerto en el mundo vikingo. No podíamos ir más deprisa, no podíamos correr el riesgo de perder a nadie.

    – [Ruby]No es una buena excusa. A veces, hay que hacer lo que hay que hacer y ya está[/Ruby]. – sentenció ella. Aún era muy firme. Ella estaba aquí por salvar el mundo, por su misión y otros se centraban en salvarse a sí mismos o a los cercanos y eso ella de momento no iba a entenderlo.

    – [Xander]Venimos de mundos muy distintos. Tú te has preparado desde pequeña, pero tienes que entenderles también.[/Xander]

    – [Ruby]Supongo[/Ruby].

    – [Xander]Esperar tampoco se me da bien.[/Xander] – dije enseñándole los papeles dispersos en la mesa a través de la puerta abierta del estudio. Ella asintió pero después de un rato frunció el ceño y empezó a moverse por la biblioteca.

    – [Ruby]Aquí ha estado alguien[/Ruby]. – dijo al cabo de un rato.

    – [Xander]¿Cómo? ¿Alguien de los demás?[/Xander] – no cuestioné cómo sabía lo que sabía, confiaba en sus capacidades. Una descarga me recorrió el cuerpo. Necesitábamos aquél lugar seguro, un sitio en el que descansar. Si ni siquiera allí podíamos hacerlo, la moral de todos se vendría abajo.

    – [Ruby]No. Alguien[/Ruby].- siguió observando la habitación y me aparté sin intervenir. – [Ruby]Eran varios y estaban buscando algo[/Ruby].- dijo al cabo de un rato.- [Ruby]No sé más[/Ruby]. – admitió, girándose hacia mí.

    – [Xander]Quizá con magia puedan sacar alguna otra cosa.[/Xander] – comenté, ocultando mi preocupación como mejor podía. – [Xander]Ahora me preocupa saber qué querían y por dónde han entrado.[/Xander] – eso era lo principal, localizarlos y evitar que nadie pudiera volver a entrar.

    – [Ruby]A nadie le gustan las visitas que se alargan demasiado[/Ruby].

    – [Xander]Tenemos que tener cuidado. Pueden seguir aquí incluso.[/Xander]

    Ella asintió, consciente.

    – [Xander]¿Te importa avisar a Dante, Owen y Elliot?[/Xander] – le pregunté. Mientras ella lo hacía, empecé a trazar un plan. Hasta que no llegara Henry o Kaylee la mitad de mis ideas se quedaban en el papel, pero algo teníamos que hacer.

    Aquello solo me recordó que no estábamos en casa y que el peligro acechaba en cada esquina. Pese a todo, por la tarde hice vida normal, manteniéndome alerta pero ocupado. Cociné, hice unos largos en la piscina, visité a Dante en su trabajo en soledad en la zona de carga, charlé con Owen, repasé puntos peligrosos con Ruby y finalmente, me relajé echando unas partidas de cartas con Elliot.

    Pese a todo no dejaba de pensar en la amenaza que teníamos en nuestra propia casa y en que algunas de las personas que más quería iban a estar expuestas pronto a ella.

  • NO TAN VALIENTE COMO EL RESTO

    ELLIOT WILLIAMS EDMOND

    NOCHE – DAGRKNOT

    Siempre me había considerado un apasionado de la historia, al no tener ninguna clase de poder como el resto ejercite mi mente con conocimientos que pudieran ser de utilidad en alguna situación, algo que me hiciera un hueco entre ellos. Aunque empezaba a pensar que quizás debería de haberme ejercitado más físicamente como Xander, eramos dos vertientes de un mismo río, el que no tiene poderes y el que los desactiva.

    Una cosa era leer la historia o ver como se tomaban demasiadas licencias en el cine con ella y otra muy distinta ser parte de ella. Cada paso en ese seudo mundo vikingo con demonios serpiente era una sentencia de muerte. Si no te mataban esas criaturas estaban el frío, la comida o una trifulca en la que en vez de acabar a puñetazos podía terminar con un hachazo en el pecho.

    Nos marchamos a la mañana siguiente de llegar a aquel poblado, al parecer no eramos muy bien recibidos. Da igual la época en la que te encuentres que siempre seras repudiado por el resto por ser extranjero. Al menos fueron lo suficientemente amables para decirnos donde encontrar al Daë, o simplemente nos dieron una localización aleatoria para librarse de nosotros.

    – [Dante]Ni puta gracia volver a montarme en un barco con esas cabronas ahí.[/Dante] – Llevábamos un rato en altamar y Dante no había apartado la vista del agua en tensión por si esos demonios aparecían de nuevo.

    – [Ruby]Eres un señorito de pies a cabeza.[/Ruby]- Ruby no parecía llevarse tan bien con Dante como con el resto, quizás era demasiado masculino para ella.

    – [Dante]A mí dame cosas con motor y ruedas, no impulsadas por barbudos borrachos.-[/Dante] Dante es una persona moderna, tal vez lo único antiguo que le guste sean los coches clásicos.

    – [Owen]Bueno al menos nadie se marea en barco.-[/Owen] Algo bueno tenía que tener el no sentir como el barco se zarandeaba por el golpe de las olas.

    – [Xander]No sé decirte, yo llevo bien el agua nadando, pero aquí.[/Xander] – Xander se aferraba al borde del barco con los ojos clavados en el mar al igual que Dante, esperando que esas cosas no volvieran a salir a la superficie. Mi hermano por otra parte no parecía tan intranquilo como ellos, siempre era demasiado despreocupado.

    Ruby se llevo la mano a la cara cubriéndose por completo, seguramente pensando que eramos los hombres más débiles con los que se había cruzado en su vida. Los vikingos comenzaron a entonar una canción mientras remaban con fuerza intentando mantener el rumbo por el fuerte oleaje.

    La isla se encontraba cerca, cada vez era más visible desde nuestra posición, pero con el temporal era como si se encontrara al doble de distancia.

    – [Dante]Más os vale que sea el jodido Daë.[/Dante] – Profirió cansado.

    – [Xander] Por lo que decían en el pueblo, tiene que serlo. No creo que haya muchos huérfanos náufrago con el pelo azul y más poderes que un aesir.-[/Xander] Uno de los guerreros vikingos se levanto y comenzó a pasarnos armas.

    –  [Ruby]Una pena de mundo entonces.[/Ruby]- apunto Ruby

    Uno de los vikingos hablo y todos nos giramos hacia Xander, la situación hubiese sido de lo más cómica si no fuéramos en un barco rumbo a una batalla contra unos demonios [Xander]- Dice que el hierro es bueno para las serpientes de Hel.-[/Xander]

    – [Owen]Podrían pulirlas un poco. No sé si esto es sangre o están oxidadas.-[/Owen] El hacha que sostenía mi hermano había perdido su brillo, ahora todo era de un color rojo oscuro. Por mi parte opte por portar un simple escudo, no era bueno con las armas y nunca lo seria.

    – [Dante]No quieras saberlo. -[/Dante] Dante se coloco un escudo en un brazo y agarro un hacha con su mano libre. Era como un arcangel apunto de entrar en batalla contra un grupo de demonios, parecía un pasaje recién sacado de la biblia. No es que fuese devoto más allá de acompañar a mi madre a misa o en sus oraciones porque me curara de mi «enfermedad».

    Con la isla cada vez más cerca comenzó a divisarse una columna de humo antes oculta por la tormenta. – [Elliot]Hemos llegado tarde…-[/Elliot] Xander observaba preocupado, era una mirada que conocía muy bien, era la mía propia que había mantenido durante toda mi vida, esa sensación de haber fracasado.

    – [Dante]Voy a mirar, estoy harto de barco.[/Dante] – Añadió mientras trepaba por el mástil y se lanzaba a volar. Debía de ser una sensación extraordinaria la de poder volar.

    – [Ruby]Se perderá…-[/Ruby] la fe de Ruby en los hombres era nula.

    – [Elliot]Solo tiene que seguir el humo.-[/Elliot] Pensaba que seria sencillo, pero con la tormenta lo mismo le costaba más llegar.

    – [Owen] Espera, llévame contigo… Eso ha sonado demasiado desesperado.-[/Owen] No pude evitar sonreír un poco. Esos comentarios fuera de lugar solo eran meros escudos de que él también estaba nervioso, pero los usaba para tranquilizar a los demás, y conmigo al menos lo conseguía.

    El trayecto de Dante no fue muy largo ya que nos encontrábamos a escasas millas. – [Dante]No están muertos pero les queda poco.[/Dante]

    – [Xander]Preparaos, no podemos dejar que el daē muera.-[/Xander] Me aferre a mi escudo con las dos manos con fuerza, como si fuera una parte más de mí.

    – [Ruby]Dejadme a mí.-[/Ruby] Fue tocar tierra el barco y Ruby se lanzo por la proa del barco de un salto evitando por completo mojarse mientras el resto desembarcábamos en grupo por los lados llegándonos el agua por las rodillas.

    – [Xander]Tenemos que abrirnos paso. [/Xander]- Grito Xander con fuerza para que le escucháramos por encima de los gritos de los vikingos que nos acompañaban. Acto seguido lanzó su hacha contra uno de los demonios acertando de lleno en el cráneo y desenvaino su espada.

    – [Owen]A las colas, que es lo que les jode.-[/Owen] Mi hermano iba dando hachazos a la altura de las piernas de un lazo para otro, parecía que iba dando golpes de ciego, pero ya era más de lo que estaba haciendo yo, completamente inmóvil sin ser capaz de moverme.

    – [Xander]Tenemos que encontrar al daē.-[/Xander] Volvió a gritar mientras asestaba cortes a esas criaturas. Un fogonazo tierra adentro de color azul ilumino el cielo.

    – [Dante]Lo tienen rodeado. [/Dante]- Nos informo Dante dando un par de vueltas por el aire mientras un grupo de demonios intentaban alcanzarlo por tierra . – [Dante]Hay una pitufina con él, que cuerpazos.[/Dante]

    – [Elliot]Voy yo.-[/Elliot] No sé porque lo dije, tal vez pensará que estaría más a salvo tierra adentro. El caso es que comencé a moverme entre la multitud, y esto no era una multitud de centro comercial, era puro caos, guerra.

    – [Xander]Ten cuidado[/Xander]. – Sabia porque lo decía, sus palabras sonaban con más miedo que la mirada que le lanzaba a esos demonios. Como me ocurriera algo Jane no se lo perdonaría en la vida.

    -[Owen] Jane nos mata a ambos. A Xander y a mi… Y a ti después.-[/Owen] Tratándose de Jane no descarto que de suceder algo cruzara espacio y tiempo para matarme, no había más que ver a su versión corrupta.

    Perseguí ese haz de luz azul entre cuerpos de demonios y vikingos por el suelo, cuando llegue me encontre con Keli, o más bien a su versión pasada. Era de lo más extraño que un demonio antiguo capaz de erradicar a la humanidad conviviera tan tranquila junto a ella en una pequeña zona residencial.

    Bill también se encontraba allí, se suponía que había venido a esta misión porque ambos nos encontramos. No sabía que decirle, pero se suponía que esto ya había pasado, así que para no crear una paradoja temporal me acerque hasta él e improvise.

    Tras la charla que mantuvimos él se marcho para continuar con el resto de sus pruebas y yo con la mía. Alistair estaba en la orilla de la playa, rodeado por esos demonios tanto por tierra como por mar. En un momento estúpido de valentía supongo, recogí una piedra y la lance contra lo demonios para distraerlos.

    Estos demonios no eran como yo que pasaban de los demás si les tiraban piedras, se giraron y avanzaron hacia mí, retrocedí hasta que no pude más al topar con el tronco de un árbol. Los demonios serpientes se cernían sobre mi, era el fin, hasta que una llamarada de fuego, no podía tratarse de Owen ya que las llamas eran azules, carbonizo a los demonios.

    A mi lado apareció Keli, daba tanto miedo como en la actualidad. No dejaba de mirarme de arriba a abajo evaluando si seria una amenaza o tan insignificante como parecía.

    – [Alastair]Keli no asustes al chico…-[/Alastair] Añadió un hombre sonriendo mientras le cortaba la garganta a una serpiente con total naturalidad.

    – [Elliot]¿Eres… eres Alastair?.-[/Elliot] Pregunte titubeante esperando que el resto de Daës aparecieran de la nada como otras veces y lo simplificaran todo.

    – [Alastair]La barba azul me ha delatado ¿verdad?.-[Alastair] Bromeo limpiando la sangre del cuchillo.

    – [Elliot]Se que sonara absurdo, pero debes embarcarte en una aventura con otros para derrotar a un gran mal.-[/Elliot] Seguro que cualquier otro se hubiese explicado mejor, pero estaba de los nervios.

    – [Alastair]¿Te refieres a ellos?.-[/Alastair] Pregunto señalando a un extremo de la playa a lo lejos -[Alastair]El de las orejas puntiagudas me ha comentado algo al respecto.[/Alastair]

    – [Elliot]¿Y vas a ir con ellos?.-[/Elliot] Pregunte esperanzado. Alistair se acerco hasta mi y comenzó a vendarme un corte en el brazo. No sabía en que momento me lo había hecho.

    -[Alastair]¿Bromeas? soy un pirata, nunca digo que no a una buena aventura.-[/Alastair] Apretó el vendaje con fuerza, al menos eso supuse por su esfuerzo.

    -[Elliot]¿Aunque eso suponga…?.-[/Elliot] -No sabía cuanto le había comentado Eldric, pero me hacia sentir mal el enviar a alguien a una muerte segura.

    – [Alastair]Eh, todos tenemos que morir en algún momento, que mejor que en una buena batalla.-[/Alastair] Añadió echándome un brazo por los hombros. -[Alastair]Me has caído bien chico, no todo el mundo es tan valiente cuando no es capaz de sentir nada.-[/Alastair] No sabría decir si bromeaba o no, mucha gente a lo largo de mi vida se había reído de mí por eso. Pero me fije en los cortes de sus brazo, y no pude evitar preguntarme si él era como yo. -[Alastair]Toma, estoy seguro de que le darás un uso correcto.[/Alastair]

    Dejo caer un anillo en mi mano y junto a Keli se unió al resto de Daës acabando con los demonios serpientes embarcándose hacía su inalterable final.

  • DEUDA A LOS OCHENTA

    IDRIS SOLO-NOVAK

    VALANTIS, CIUDAD DE LOS 80 – MAÑANA

    En los años 20 Jack Trice, segundo jugador negro de fútbol universitario, murió en su primer partido cuando tres jugadores fueron directamente a atacarle, partiéndole la clavícula, después de otros tantos golpes a lo largo del partido. A finales de los 70 hubo un movimiento para hacer un estadio en su nombre. A mediados de los 80, se le puso su nombre al campo de juego mientras que el estadio pasó a llamarse «Cyclone Stadium» o algo igual de ridículo. A finales de los 80 quisieron hacerle una estatua ya que lo del estadio no había salido bien. No se consiguió hasta finales de los 90. Ese era solo un ejemplo.

    Supongo que entenderéis que la historia nunca ha sido algo que me haya entusiasmado revivir. Sí, en la ficción hecha para hombres blancos cis y heterosexuales todo parece de color de rosa, pero para mí, en la vida real, no iba a serlo.

    En aquél momento, cruzando en coche la frontera hacia la vecina ciudad sumida en plenos años 80, sabía qué clase de mundo me esperaba. Los 80 eran una época maravillosa en muchos sentidos, adoraba sus películas con ese aire familiar y el encanto de sus bandas sonoras. Recordaba ver muchas de ellas con mis padres y por eso tenía mucho que agradecer a aquellos tiempos que nos dieron joyas de Eddie Murphy como ‘El Príncipe de Zamunda‘ o ‘Superdetective en Hollywood‘, maravillas de ciencia ficción ‘Cortocircuito‘, ‘Terminator‘ , ‘Gremlins‘ y ‘Regreso al futuro‘ y auténticas maravillas como ‘Dirty Dancing‘ y ‘Blade Runner‘.  Qué leches, hasta había disfrutado viendo los ‘Caballeros – Blancos – del Zodiaco‘.

    Pero aun con todo eso, la sociedad aún tenía un racismo interiorizado del que aún no se había liberado del todo ni siquiera en mi tiempo. Ya no estaba socialmente aceptado, había leyes, había beneficios, pero había racistas claros y gente que les apoyaba, igual que pasaba con la transfobia, la homofobia y el machismo. La triste realidad es que tan solo medio siglo en el pasado, tenía que seguir teniendo miedo de la policía y de alguna gente, dudando primero y confiando después.

    Aun así, no iba a dejar que eso interfiriese en la misión o en el tiempo que estaba pasando con Coquito después de todas las cosas raras que habían pasado. Miré por el retrovisor y vi que aún estaba dormida, igual que Chloe. Jane iba a mi lado, despierta, vigilante. Me pregunté si habría escuchado todo lo que había estado pensando en ese rato. Había evitado hablar de su nuevo poder durante todo el camino.

    – [Jane]Sí.[/Jane] – la escuché decir. Al principio me sobresaltó escuchar una voz entre todo aquél silencio.

    – [Idris]¿Sí qué?[/Idris] – pregunté, evitando desviar la mirada de la carretera. En aquella época los coches eran muy bonitos pero también trampas mortales

    – [Jane]Que sí he oído lo que pensabas.[/Jane]  – respondió sin apartar la mirada de la carretera.

    – [Idris]Vale.[/Idris] – había evitado pensar en cosas vergonzosas todo el camino, no me apetecía que me tomase por un pervertido, pero claro, tanto tiempo acompañado sin un momento de intimidad no me dejaban en la mejor disposición y cuando más trataba de no pensar en cosas eróticas más pensaba en cosas eróticas.

    – [Jane]No está funcionando y cada vez me llegan más pensamientos que no me gustaría estar viendo.[/Jane]- aseguró. No sabía si era una indirecta, pero ante la duda me forcé a pensar en cosas no vergonzosas. Venga Idris, no pienses en Coquito ahí atrás, piensa en…Bill en bata a las cinco de la mañana, Jaheem comiendo pollo frito…

    – [Idris]Al menos solo estoy yo despierto.[/Idris] – respondí después de un rato de silencio del que no me había percatado. Era un poco difícil pensar por un lado y hablar por otro así que intenté enfocarme en la conversación aunque a Jane le llegase todo por duplicado.

    – [Jane]Los sueños también me llegan, pero la frecuencia es distinta.[/Jane] – comentó. O sea que podía decirme si Coquito estaba teniendo sueños cochinotes conmigo. Pero claro, no me lo iba a decir y no estaría bien que le preguntara, aunque probablemente ya supiera que se me había pasado por la cabeza. Mierda, odiaba la telepatía.

    – [Idris]No te envidio, ese poder es una putada.[/Idris] – confesé. Para el resto también, pero en el fondo nadie quería estar en la cabeza del resto de personas. Un 95% de las cosas que se me pasaban por la mente eran completas chorradas que prefería que nadie viera nunca y si el resto era mínimamente parecido, el poder nuevo de Jane le haría ver a la gente de distinta forma. – [Idris]Pero supongo que es como el oído, podrás aprender a apuntarlo a donde quieras.[/Idris] – comenté. Igual con esa nave cañera Henry podía construirle un ‘Cerebro’ o algo así, pero dudaba que Jane quisiera ir toda la vida con un casco.

    – [Jane]Eso espero.[/Jane]

    – [Idris]Por mi bien, espero que sí.[/Idris] – bromeé.

    – [Jane]Y por el mío. [/Jane]- respondió ella. No la vi porque era una persona formal con los ojos en la carretera, pero creo que sonrió.

    Al cabo de unos minutos paramos en el arcen y después de regar las plantas de secano que había por allí me pasé al asiento del copiloto mientras Jane cogía el volante.

    Me quedé dormido con la cabeza contra la ventanilla. Al cabo de lo que parecieron cinco segundos un bache me despertó, pero ya era de día, así que había dormido como mínimo unas cuantas horas. Me quité la saliva de la comisura de los labios, porque los héroes también babean, y me estiré para desentumecerme.

    Jane estaba frenando para dejar el coche donde pudiera. Tenía cara de cansada y que la calle estuviese llena de gente a la que ahora podía escuchar pensar no debía dejarla descansar mucho mejor. Pasamos la entrada de un cine donde estaban anunciadas unas cuantas películas de las que no había oído hablar pero que se parecían mucho a algunas que sí. Por ejemplo ‘La Princesa y el Pirata‘ que se daba un aire a ‘La Princesa Prometida‘.

    Miré hacia atrás y vi que Elle me devolvía una sonrisa. Debía llevar ya despierta un rato, no como Chloe que seguía dormitando.

    Mientras Jane buscaba un sitio moviéndose con cuidado entre aquellas carreteras llenas de locos al volante, me fijé en el cambio en la gente. Era todo extraño porque parecía sacado tal cual de las clásicas películas con las que había crecido, pero había una gran diferencia, todo el mundo, hombres y mujeres, iban acompañados de otra persona, un esclavo o esclava como en las otras ciudades.

    Ahí es donde empecé a ver que aún seguíamos en los ochenta. La mayor parte de los dúos eran hombre/mujer o viceversa, apenas se veían parejas del mismo sexo, solo una o dos y de lo que no había rastro era de parejas de distinto color de piel. Después de que Jane entrase por una callejuela, empecé a ver a parejas de color y las calles parecían más peligrosas, más guetto. Hice una señal a Jane y giró para salir de aquél barrio.

    Toda mi vida había estado entre dos mundos. Pese a vivir a medio siglo de ese tiempo, todavía había sentido los efectos del racismo, tanto por ser negro como por tener una madre blanca. Me llevó un tiempo ganarme la confianza de los chicos del barrio ‘Crown’, era demasiado rico, con una vida muy diferente a la suya. Lo que tardé en conseguir que entendieran es que no importaban las diferencias, si no las similitudes. Al final algunos de aquellos chicos y chicas se convirtieron en Drow. Les ayudé como pude a salir de una mala vida, de drogas y bandas que no les iban a ayudar. Pero no lo conseguí con todos y siempre se me encogía el pecho cuando pasaba por ‘Crown’ o escuchaba hablar de alguno de ellos, esperando siempre malas noticias.

    No me iba a volver positivo sobre el futuro viendo que en los 80 las cosas eran peores, pero sí que me tranquilizaba un poco, aunque hubiese mucho que mejorar. Todavía hacía poco tuve una larga discusión con los ‘Drow’, algunos no entendían que quisiera hacerme policía. En su vida la mayor parte de ellos habían sido enemigos, como si el mundo se hubiera vuelto al revés, atacados por los que debían defendernos.

    Pensaba hacer las cosas bien si conseguía ser negociador, pero eso era antes de todo esto. Ahora para cuando volviésemos a la Tierra ya habrían pasado meses, o quien sabe, años. Un tiempo que no podía justificar porque ninguno de ellos se creería la excusa. «Mire usted es que un agujero espaciotemporal me llevó a la otra punta de la galaxia para salvar unos mundos sumidos en diferentes épocas que encima son en nuestro pasado«. Con lo que me había costado decidirme, ahora tendría que buscarme otra cosa. Y peor aún, Elle había confiado en que lo iba a conseguir. Temía tanto desilusionarla que no me había atrevido a sacar el tema.

    – [Elle]¿Podemos parar? Me estoy haciendo pis[/Elle].- escuché decir a Elle con cuidado de no despertar a Chloe.

    – [Idris]Sí, pero con cuidado, todos hemos visto el Príncipe de Zamunda y esto parece Queens en los ochenta.[/Idris] – comenté. No penséis que me creía mejor por venir de una familia de dinero y aquél fuese un barrio con aspecto pobre. Había pasado mucho tiempo en zonas que otros solían evitar en Louna. La realidad era que gran parte de aquellos barrios se veían sumidos en la pobreza por el racismo y la falta de oportunidades que acababan generando como respuesta en los jóvenes recurrir al tráfico o las bandas para conseguir lo que les faltaba. Sí, había problemas en aquellos barrios, y había ayudado a algunos chicos y chicas a salir de ellos, pero por el camino me había encontrado a gente increíble, gente que ponía en valor lo que de verdad importaba en la vida, y no era el dinero.

    – [Elle]Si no encuentras ningún sitio en el que parar: lo hago detrás de un contenedor[/Elle]. – se notaba en la voz que iba apretada. No era raro, a ver, por cómo lo cuento parecerá que las ciudades estaban a tiro de piedra una de otra, pero no, había enormes carreteras que atravesaban la nada, a veces salpicada por uno o dos clubs nocturnos o algún pueblo con pinta de salir de una «slasher». Así que fueron horas entre cada ciudad. Lo que sí me hizo gracia es que según la brújula planar en todo momento fuimos en sentido de las agujas del reloj recorriendo el planeta, así que me pregunté si yendo al revés iríamos a barrios más atrás en el tiempo.

    – [Jane]No vas a hacer eso[/Jane].- sentenció Jane. Elle no replicó, llevaban tanto tiempo siendo amigas que ya se conocían de sobra.

    – [Idris]No te metas a la izquierda, hay demasiada policía.[/Idris] – dije al ver una comisaría con varios coches desplegados fuera. Sí, mi padre y mi padrino habían sido policías, pero estábamos en los 80 y prácticamente todo eran enemigos. Los policías podían darme una paliza por ‘negro’, los ‘negros’ por ir con ‘blancas’, los ‘blancos’ por lo mismo. Mira, podían unirse todos con un frente común de darme una paliza. Solté una risa y Jane desvió ligeramente la mirada, seguro que me había leído la mente. – [Idris]Mira ahí hay un estadio y el parking está casi vacío.[/Idris] – señalé. Había algunos coches aquí y allá pero no debía haber ningún evento porque eran muy pocos.

    Jane condujo con cuidado y aparcó el coche, bastante grande, perfectamente alineado en la plaza. Nos bajamos y Chloe se quedó durmiendo en el coche, así que yo me quedé vigilando mientras Elle echaba a correr hacia el estadio arrastrando con ella a Jane.

    Mientras esperaba, como venía de una generación que estaba acostumbrada a matar los tiempos muertos mirando el teléfono, me dio tiempo a memorizar todo lo que había a mi alrededor, hasta que vi un cartel en una farola y me acerqué, procurando no alejarme del coche donde estaba Chloe.

    Era el anuncio de un cantante famoso un tal ‘The King’. El póster se centraba en él mientras que en el fondo una silueta pálida estaba marcada como ‘The King’s Shadow’, sentada en el piano. «El maestro de la voz y su esclava, la mejor pianista del mundo tenebroso».

    Cuando volvieron seguía mirando el póster, Elle parecía más aliviada así que me imaginé que los baños del estadio estarían abiertos.

    – [Elle]Vaya sitio…[/Elle]- se quejó, mirando el póster que les había señalado.

    – [Idris]Aquí la esclavitud nunca se ha abolido para los no muertos.[/Idris] – habían pasado de esclavizar a los que tenían un color de piel diferente para hacerlo con los que no eran humanos. – [Idris]Noah dijo que era magia, ¿no? Nigromancia.[/Idris] – uno de los Daë era vampiro, pero el caso es que la muchacha del poster parecía una demonio de alguna raza muy humanoide.

    – [Jane]En este sitio vamos a tener problemas[/Jane].- sentenció Jane, preocupada.

    – [Idris]En todos. Hasta ahora me miraban más a mí. Ahora empezarán a fijarse en que no llevamos «sombras».[/Idris] – la idea se me acababa de cruzar por la mente y parecía tan obvia que no sabía cómo no lo había pensado antes. Todo el mundo tenía sus «sombras» pero nosotros no. Tardarían poco en hacerse preguntas.

    – [Elle]Tendremos que darnos prisa[/Elle].- dijo Elle.

    – [Idris]Por si acaso, yo haré de demonio.[/Idris] – dije, confiando en mi aspecto de elfo oscuro para camuflarme. – [Idris]Y una de vosotras.[/Idris] – añadí, estaba claro que pretendía ser el esclavo de Elle, pero pensar en eso hizo que mi mente hiciera click y miré a Jane esperando que no me estuviese leyendo.

    – [Chloe]Jane es la que más cara de muerta tiene[/Chloe]. – replicó Chloe recién levantada. Se notaba que necesitaba un café y en ese momento precisamente era ella la que más cara de muerta tenía.

    – [Jane]Eso no es verdad[/Jane].- replicó Jane cruzándose de brazos.

    – [Idris]En realidad te está llamando guapa, ¿no ves que voy a hacer yo también de muerto?[/Idris] – le sonreí, intentando que no la acuchillara allí mismo.

    – [Jane]Aún así no veo muchas parejas del mismo sexo ni de distinto tono de piel.[/Jane] – desde luego con Jane en el equipo no se nos iba a olvidar nada que pudiera salir mal. Sí, parecía que las relaciones con las sombras tenían bastante que ver con la sociedad. Aunque estuvieran casados y con familias, los hombres tenían mujeres sombra y las mujeres hombres. Apenas había dúos del mismo sexo ni interraciales.

    – [Elle]Tenemos que conseguir alguna pista de los Daë, pero no tenemos ni su nombre.[/Elle] – comentó Elle siendo práctica. Era nuestro principal problema, que no sabíamos ni por donde empezar. A esos Daë se les llamaba «Humana» y «Vampiro», ni siquiera los otros Daë sabían su nombre real aparentemente. Así que sí, estábamos jodidas, sin ninguna pista y con muchos kilómetros a las espaldas y ciudades muy grandes que recorrer.

    – [Idris]No tengo ni idea de por dónde empezar.[/Idris] – confesé. Pensar antes de hablar nunca había sido mi fuerte y ya sabéis que mi padre tenía un problema con la sinceridad que habíamos heredado sus hijos.

    – [Jane]Deberíamos movernos por los círculos de personas y ‘sombras’.[/Jane]- propuso Jane apoyándose en el coche.- [Jane]Pero será muy peligroso.[/Jane] – añadió masajeándose las sienes.

    – [Elle]¿Hace frío o es cosa mía?[/Elle] – Elle se cruzó los brazos para coger calor y vi el vaho colarse entre sus sonrojados labios. Los trajes que habían hecho Noah y Henry protegían un poco de la temperatura, pero tampoco podían hacer milagros. Yo no me había dado cuenta porque con mi poder venía la resistencia al frío. Si no, menuda diversión habría sido. Hola si, voy a hacer una bola de hielo, pum, las manos se te han congelado, lo sentimos, vamos a tener que cortártelas.

    – [Idris]No me había dado cuenta entre lo mío y el traje, pero sí. ¿Te doy calorcito?[/Idris] – le sonreí y ella me sonrió de vuelta con la misma complicidad que teníamos en los viejos tiempos. Por un momento me relajé pensando que todo volvía a la normalidad, al menos para estar en el otro mundo en los años ochenta con una telépata y la hija adulta de Ed y Lucy.

    – [Elle]No es mala idea, pero ya en serio, esto es raro.[/Elle]- respondió, aprovechando que Chloe se estaba despertando para coger unas chaquetas del asiento trasero que habíamos comprado en los 70. ¿Con qué dinero? Pues con el que había mangado Chloe por segunda vez en el bar del demonio. En realidad era justo, bastante nos había hecho el demonio del baile frenético. Aquello era la indemnización.

    – [Idris]Tenemos que buscar un sitio donde haya gente. ¿Qué hacía todo el mundo en los 80?[/Idris]

    – [Jane]En los ochenta las drogas estaban a la orden del día.[/Jane]- comentó Jane alzando una ceja. Desde que el frenesí del baile había estado a punto de tentarnos nos vigilaba con una mirada férrea.

    – [Idris]Estaba pensando en algo menos chungo.[/Idris] – dije tratando de tranquilizarla.

    – [Elle]También había muchas películas.[/Elle]- sugirió Elle.

    – [Idris]Bien pensado Coquito. Podemos buscar un cine y quizá allí puedas sintonizar algo.[/Idris] – la gente no iba a hablar con nosotros así como así, pero Jane podía tratar de sacar algo de información de lo que estaban pensando, si es que no se volvía loca habiendo tanta gente cerca.

    – [Chloe]Las películas de los ochenta están súper desfasadas. [/Chloe]- comentó Chloe saliendo del coche ya abrigada.

    – [Idris]Seguro que ninguna de las que hayas visto no es un remake o giro de tuerca de alguna peli del siglo XX.[/Idris] – todo el mundo sabía que las ideas originales habían muerto con la crisis del siglo XXI. Cuando era pequeño casi todo eran secuelas, continuaciones de sagas, adaptaciones de libros o juegos o remakes y con Infinity comprándolo casi todo, eso solo fue a peor.

    – [Chloe]El siglo XX está overrated. [/Chloe]- replicó chasqueando la lengua. Fingí mirarla mal pero al final me reí. Dudaba que en veinte años fuera a arreglarse la cosa, pero como ella era lo único que había conocido no echaría de menos otra cosa.

    – [Idris]Mira que me estabas empezando a caer bien.[/Idris] – me quejé mientras nos alejábamos del coche. Jane se había puesto el abrigo y yo me había colocado también el mío para disimular. Los bordes de la carretera estaban cubiertos de nieve sucia y se veía la escarcha en los charcos.

    – [Elle]Bueno, ¿cine entonces?[/Elle] – preguntó Elle.

    – [Idris]¿Pero podemos ver la peli? Esa de Robot Wars tiene buena pinta.[/Idris] – si, vale, que igual no teníamos tiempo para ver una película por aquello de salvar el mundo o los mundos o lo que fuera, pero si vosotros fuerais a un mundo del pasado lleno de películas de los ochenta que no hubiérais visto, ¿no estaríais tentados?

    Así que atravesámos las calles con cuidado, evitando a la policía y disimulando para parecer sombras. Imité a las que veía y me coloqué detrás de Coquito, sin quejarme demasiado por ver como se movía ese culazo delante de mí.

    Al pasar cerca de un puente vimos que debajo había varios bidones en llamas, con indigentes rodeándolos para mantenerse vivos. Suspiré resignado, no podíamos hacer mucho por aquella gente, solo seguir adelante, hasta que llegamos al cine. Como imaginábamos, estaba hasta arriba.

    La verdad es que pese a todo lo malo que estaba ocurriendo, cuando miré la marquesina de aquél cine clásico y sentí la mano de Elle aferrar la mía, disfruté como un niño.

  • DE DIOSAS Y MALDICIONES

    NATE ROGERS

    KARNAK | MAÑANA

    Caminábamos rodeados por aquellos hombres y mujeres al servicio de la diosa, impávidos ante el sol abrasador que se cernía sobre nosotros en el largo ascenso por aquellas escaleras que parecían conducir a una residencia alzada sobre la ciudad, en mitad de las pirámides más cercanas. Aquellas personas eran fuertes, de voluntad firme, podía percibir eso de ellas mientras caminábamos, todos sus cuerpos irradiaban seguridad y fe en su diosa. No había allí grietas que pudiéramos explotar.

    Por lo general, un clima tan extremo como ese no debería afectarme demasiado. Incluso ya en mis primeros momentos en la Tierra, desnudo en una fría noche lluviosa, mi cuerpo parecía resistir bastante bien las inclemencias del tiempo. Pero con la amenaza de la diosa, el desconocimiento de la persona que caminaba conmigo y la falta de comunicación con el resto de miembros del grupo, mi fortaleza empática hacía que el calor pesase cada vez con más fuerza a medida que seguíamos subiendo aquellos interminables peldaños.

    Miré a Zahra. Conocía tan poco a aquella mujer que me resultaba difícil entablar conversación, pero también notaba una pesada aura rodeándola, nutriéndose de ella y pensé en tratar de ayudarla, no solo porque esa misma aura me estuviese debilitando a mi también.

    – [Nate]¿Sabes lo que es un demonio puro?[/Nate] – pregunté bajando la voz. Ya sabíamos que de alguna manera hablaban nuestro idioma, pero estaban lo suficientemente alejados como para no escucharnos. Me fijé de nuevo en aquella especie de parásitos que llevaban todos en la nuca. Eran seres vivos pero apenas despedían emociones de ningún tipo. Era como si formasen parte de otro ser, quizá la demonio pura.

    – [Zahra]¿Lo sabes tú?[/Zahra] – replicó, devolviéndome la pregunta. No le apetecía hablar, eso estaba claro.

    – [Nate]Bueno…si. Son los antepasados de cualquier demonio que te hayas podido encontrar.[/Nate] – expliqué. Ya que había hecho la pregunta decidí contestarla, pero si en un rato seguía sin apetecerle hablar tendría que apañármelas con lo que teníamos. – [Nate]Tienen tanto poder que la mayoría ha conquistado su propio planeta.[/Nate] – añadí. Christopher se había entretenido durante mucho tiempo hablándome del mundo sobrenatural. Parecía tan fascinado por mi naturaleza como por mostrarme todo lo que sabía de un universo que le interesaba en gran medida.

    Zahra asintió como respuesta. Quizá hablar no le apetecía, pero escuchar sí. – [Nate]No sé cómo saldremos de esta, pero habrá que improvisar para volver con el resto.[/Nate] – comenté. La situación era compleja.

    – [Zahra]¿Tienes poderes? Úsalos[/Zahra]. – respondió. Me paré a pensar cómo explicárselo sin que pareciera una especie de manipulador. Mis poderes dependían por completo de la energía emocional de los que me rodearan y la de Zahra era de las que jugaba en mi contra.

    – [Nate]No somos la mejor combinación para usar mis poderes.[/Nate]

    – [Zahra]No sé de qué estás hablando[/Zahra].

    – [Nate]No nos conocemos mucho y mi poder…es empático. Soy más fuerte si me rodeo de emociones positivas.[/Nate] – respondí mirándola a los ojos. Me sabía mal poner ese peso en sus hombros pero había intentado otros caminos y la respuesta siempre era la misma, mis poderes no dependían de mí.

    – [Zahra]Estamos jodidos[/Zahra].- sentenció. Nos quedamos en silencio durante unos metros.

    – [Nate]Parece que tenemos un ascenso bastante largo. Ayudaría conocerte un poco mejor.[/Nate] – sugerí mientras observaba distraídamente aquella escalinata de mármol impoluto. Las guerreras y guerreros que nos rodeaban seguían ascendiendo sin ceder al cansancio. Desde nuestra altura empezaba a verse ya la ciudad que había abajo, incluida la zona reservada a los «dioses menores».

    – [Zahra]No vale la pena. Piensa que nos vamos a morir igualmente[/Zahra].- la mayor parte lo diría en broma, pero teniendo en cuenta el pesar que me cubrió el cuerpo, supe que lo decía en serio.

    – [Nate]A este paso no voy a tener fuerzas ni para mover un pie.[/Nate] – le recordé.

    Zahra me miró y se encogió de hombros. – [Zahra]Es un poco egoísta por tu parte culpar a los demás de tu infelicidad[/Zahra]. – me quedé callado. No había pretendido culparla, pero entendía que se sintiera así.

    – [Nate]Siento si parece que te he culpado, pero yo no decido como soy. Mi cuerpo reacciona a los sentimientos de otros, no a los míos.[/Nate] – le expliqué de nuevo.

    – [Zahra]No somos la mejor compañía[/Zahra].- comentó ella.

    – [Nate]Ya. Siempre puedo empezar contándote mi historia.[/Nate] – sugerí, sin más ideas. Quizá si me abría a ella encontrásemos un punto de conexión.

    Ella asintió, al menos empezábamos a entendernos un poco mejor.

    Me aclaré la garganta y di una vuelta rápida a lo que iba a decir. En realidad lo había preparado hacía tiempo, en los momentos aburridos de la Escuela Legado. Aunque parezca que no, ser guardia de seguridad de la Escuela me daba mucho tiempo libre.

    – [Nate]Aaaahora escucha la historia de mi vida de como el destino cambió mi movida, sin comerlo ni beberlo llegué a ser el habitante de un sitio llamado Moondale…

    Aaal norte en el universo había una gaaaaalaxia que crecía y vivía sin hacer mucho caso a sus cercanías avanzaba a golpes sin preocuparse demasiado porque a ella el resto no le importaba demasiado.

    Cierto día, siguiendo con su expansióooon unos vecinos de universo la metieron en un lío y la galaxia explotaba una y otra veeez:

    -¡Boom boom, con el fin de esta galaxia tu vas a renacer!-

    Abrí los ojos cuando explotóoo y la brillante Tierra me fascinó.

    Quería conocer a la clase de valientes que me esperaba en Moondale con aire sonriente…[/Nate] – recuperé el aliento, en aquél clima y con ese público era más difícil conseguirlo de una. Zahra me miraba sin entender la referencia.

    – [Nate]A las doce llegué a aquella escuela…[/Nate] – seguí intentándolo, el rap del Príncipe tenía que ser universal, pero al parecer no lo era.

    Zahra rebuscó en su zurrón y sacó un poco de pan ácimo y un trozo de queso.- [Zahra]¿Quieres?[/Zahra] – ofreció.

    – [Nate]No, es mejor que lo guardes para ti, pero gracias.[/Nate] – respondí con una sonrisa para que viese que agradecía la oferta. Comía por placer, pero mi constitución de elemental podía mantenerme de pura energía. – [Nate]¿Has vivido siempre sola?[/Nate] – pregunté, tratando de saber más de ella. Hasta el momento sabía que había salvado la vida del grupo que fue a Nexus y que albergaba dos aspectos en un mismo ser, poco más.

    Zahra esbozó una sonrisa triste. – [Zahra]Nunca estoy sola[/Zahra].

    – [Nate]Es cierto, tu otro «yo». ¿Quieres hablarme de ello? Se me da bien escuchar.[/Nate] – la animé. Había desvelado esa parte de sí misma al resto, pero no había entrado en más detalles. No sabía si eran una misma persona o dos diferentes.

    – [Zahra]No hay «otro yo». Somos uno[/Zahra]. – explicó. La escuché con atención.

    – [Nate]¿Siempre ha sido asi? Quiero decir…tu…»especie» ¿es así?[/Nate] – pregunté. Tenía apariencia humana pero no por eso podíamos asumir que fuese igual que los humanos de la Tierra. Podría ser una faë, una elfa o alguna otra clase de ser sobrenatural que se confundiese con los humanos.

    – [Zahra]No. Esto…me lo gané con mis malas acciones[/Zahra]. – respondió. Notaba el pesar tanto en sus palabras como en la avalancha de emociones que estaba cargando el entorno.

    – [Nate]No pareces mala persona.[/Nate] – le dije. Zahra mordisqueó el pan y pareció no importarle lo que acababa de decir, pero sentí que si lo había hecho.

    – [Zahra]Pero lo soy[/Zahra].- sentenció.- [Zahra]Lo somos[/Zahra]. – puntualizó.

    – [Nate]No quiero presionarte. Si no quieres contarlo o no te sientes cómoda, no lo hagas, es lógico. Pero quiero que sepas que no creo que seas mala persona. Fuera lo que fuera lo que hicieses, seguro que estaba justificado.[/Nate] – aclaré. No necesitaba contarme lo que había pasado si no estaba preparada, pero si quería hacerlo, allí tenía alguien con quien contar.

    – [Zahra]Dejé morir a un poblado entero para salvarme[/Zahra].- sus palabras cayeron como el frío húmedo tras una fina lluvia que no notas que te está calando hasta que ya es tarde.

    Medité unos segundos en silencio. – [Nate]¿Estás segura de que podías hacer algo?[/Nate] – a veces creemos que podíamos haber controlado las cosas, pero no teníamos ningún poder sobre ellas.

    – [Zahra]Claro que podía, pero no quise[/Zahra].- replicó con tristeza. Su aspecto cambió delante de mis ojos. Era un cambio distinto a los de Lexie, como si hubiese dolor en esa transformación. – [Zahra]Me llamo…me llamaba Zahir[/Zahra].- explicó mirándome con unos profundos ojos oscuros.

    – [Nate]Buscabas sobrevivir, en ese momento no podias pensar con claridad.[/Nate] – traté de tender un puente entre nosotros, aunque puedo asegurar que si lo intenté es porque de verdad creía en su inocencia. – [Nate]¿Esta es tu apariencia original? ¿Por eso la escondes?[/Nate] – pregunté. Zahir asintió y tomó aire.

    – [Zahra]Era el hijo pequeño de un leñador. El número siete. Mi madre creía que estaba destinado a hacer algo grande, porque el siete es el número mágico, ¿sabes?[/Zahra] – comentó. Al hablar de su pasado me di cuenta de lo poco que sabíamos de verdad de aquellos mundos salvo las semejanzas que tuvieran con la historia de la Tierra. En el fondo, según habían dicho los que fueron al mundo de Nexus, aquél mundos había sido cambiado en gran medida por El Arquitecto, sin apenas dejar rastro que hiciera pensar que aquél planeta había sido antaño el vinculado a Sagitario. Tenía sentido que hubiera hecho lo mismo con el resto y que ese mundo en el que nos encontrábamos, el de Libra, hubiera sido muy diferente hacía siglos.

    Ese rato había guardado silencio así que miré a Zahir para que prosiguiera.

    – [Zahra]Desde muy pequeño, tenía que ayudar en casa, porque éramos muy pobres y había demasiadas bocas que alimentar, pero yo quería poder y gloria. Conocer el mundo, disfrutar del amor en todo su esplendor, emborracharme y vivir, no trabajar de sol a sol[/Zahra]. – explicó. Aunque yo no había tenido ni infancia ni adolescencia, había pasado mucho tiempo con jóvenes cuyas emociones me habían influido a menudo.

    – [Nate]Es normal estar confuso cuando se es joven.[/Nate] – respondí.

    – [Zahra]Una día en el bosque…alguien o una cosa me ofreció un pacto: poder a cambio de algo. No sabía qué era y acepté[/Zahra]. – Zahir lo contaba con un halo de misterio en sus palabras que sumergían a la historia si cabía de aún más misticismo. Me recordaba a las fábulas que contaba a los New Moondies de pequeños. – [Zahra]Lo siguiente que supe es que todo mi pueblo fue masacrado por mi culpa. Y…Zahra, la…Faë me maldijo con su último aliento[/Zahra]. – así que la persona a la que habíamos conocido hasta el momento era el rostro de la faë que había maldito a ese muchacho y ahora convivían ambos en un mismo cuerpo.

    – [Nate]Ha debido ser duro vivir con ese peso.[/Nate] – sentencié. Duro para Zahir recordando de por vida lo que había hecho y duro para Zahra, consciente durante toda su vida de la pérdida que había sufrido.

    – [Zahra]Cualquier castigo es poco para un asesino[/Zahra]. – afirmó. Me imaginé que el tiempo juntos había hecho que Zahra y Zahir estuviesen de acuerdo en algunas cosas y parecía que una de ellas era que se merecía tal castigo.

    – [Nate]No podías saber lo que iba a pasar. Fue un error, sí, pero no conocías las consecuencias.[/Nate]

    – [Zahra]No aceptes pactos con seres que desconoces[/Zahra].

    – [Nate]No podías saberlo. La culpa es de quien les masacró.[/Nate] – repliqué con firmeza. No era justo para Zahir ni para Zahra sufrir de esa manera. Quien tuvo la culpa fue quien cometió el crimen. – [Nate]Tienes el deber de recordarlos, pero no la responsabilidad de su muerte.[/Nate]

    – [Zahra]Gracias[/Zahra].- dijo. Noté el impacto de ese alivio en Zahir y también un poco en Zahra, como un eco lejano, quizá aliviada de no tener que seguir odiando para toda la eternidad algo de lo que formaba parte.

    Le sonreí como respuesta y entonces las dudas me sobrevinieron.

    – [Nate]Tengo que preguntarte dos cosas, si no quieres contestar, no hace falta.[/Nate] – pregunté con cautela, porque era algo en lo que podía hacer daño si no me expresaba bien.

    Zahir dejó paso a Zahra y me hizo una señal para que hablase.

    – [Nate]¿Ahora sois ambos? ¿O solo Zahir con dos aspectos?[/Nate]

    – [Zahra]Ambos[/Zahra].

    – [Nate]¿Con qué pronombres prefieres que te trate?[/Nate] – pregunté entonces, ya con menos miedo a equivocarme. Era posible que no me entendiese porque en su cultura las cosas fueran diferentes, pero en la Escuela Legado se habían asegurado siempre de tratar a todas las personas como querían que las tratasen.

    – [Zahra]Cuando tengo la apariencia de Zahra, soy «ella» y…ahora mismo «él»[/Zahra].- explicó y yo asentí, me encargaría de decírselo también a los demás para que lo supieran.

    – [Nate]Lo recordaré.[/Nate] – le dediqué una sonrisa y me sentí con mucha más fuerza que antes de empezar a hablar.

    – [Zahra]Gracias[/Zahra]

    – [Nate]¿Listo para enfrentarte a todo esto?[/Nate] – ella asintió encogiendo ligeramente los hombros. Ninguno de los dos estaba listo para ver a una demonio pura cara a cara, pero nos habían puesto en este camino y ahora teníamos que arreglarnos.

    Después de un rato más ascendiendo llegamos al enorme ‘Palacio Alzado’ de la «diosa Hathor». En el exterior, un pequeño ejército de lo que parecían humanos se quedó con la mirada al frente, inmóviles, mientras cruzábamos. Me giré para ver que todos ellos tenían aquél apéndice en la nuca.

    Atravesamos aquél extenso jardín con fuentes que emanaban agua constantemente. Para la gente de allí seguro que aquello significaba el poder de la demonio, pero para alguien que venía de un mundo muy diferente lo único que podía ver era a un solo ser malgastando los recursos que cientos o miles de personas no podían tener.

    Los guardias dieron una orden y al menos una decena de hombres y mujeres empujaron las pesadas puertas del Palacio. Cuando estuvo abierto, nos instaron a pasar. En aquél recibidor hacía fresco incluso.

    Observé las paredes llenas de inscripciones. A Noah le habría picado la curiosidad de si los jeroglíficos de la Tierra eran un lenguaje de algún demonio o esta demonio en concreto había aprendido a comunicarse como sus súbditos.

    Al final llegamos a una enorme sala y allí, en un trono de oro y alabastro, una figura femenina mantenía los ojos cerrados mientras hombres y mujeres la agasajaban.

    – [b]Habéis venido a adorarme, supongo.[/b] – dijo cuando nos llevaron frente a ella. Aquella demonio había tomado una forma humana de rasgos femeninos que deliberadamente mostraba, con una piel del color del bronce y unos dientes níveos.

    – [Nate]Hemos venido con nuestros…dioses. Mi señora.[/Nate] – miré a Zahra de reojo, pero ella permaneció callada, habíamos acordado que solo uno hablaría y ella había decidido que fuera yo, que conocía un poco más lo relacionado con los Daë.

    – [b]Sirvientes.[/b]- corrigió. Sentí que me analizaba con su mirada y mi ser, mi verdadera forma, se removió, incómoda, temiendo que viese más allá de aquel traje humano.- [b]Aquí la única diosa soy yo.[/b] – replicó, cambiando la mirada a Zahra.

    Tragué saliva, no es que pensara que fuese a ser fácil, pero no parecía que nadie se resistiera a aquella demonio. En parte pude comprenderlo, era como si la belleza física que había elegido emanase de su cuerpo, encantando los sentidos y haciendo que lo más sencillo fuese rendirse y adorarla. – [Nate]¿Ahora somos sus sirvientes nosotros también, diosa Hathor?[/Nate] – pregunté. Si para ella los otros dioses no eran más que sirvientes, temí lo que podríamos ser nosotros. ¿Nos había llevado allí para «apropiarse» de nosotros o para algo peor?

    – [b]Por supuesto.[/b] – sentenció.

    – [Nate]¿En qué podemos servirle?[/Nate] -. la diosa se echó hacia delante y nos observó fijamente. Mi mente trató de buscar la forma de salir de allí y volver con los demás.

    – [b]Demostradme vuestras habilidades.[/b] – indicó. Con un gesto de su mano una parte de la guardia que nos había escoltado se giró hacia nosotros, lanza en ristre.

    Miré a Zahra y asentí. No sé cómo lo hizo ni en qué se concentró, pero su energía empática me reforzó. Agarré una lanza dirigida hacia mi torso y la partí en dos, propinando una patada en el pecho a la persona que la empuñaba. Con esa energía les derribé rápidamente solo para comprobar que Zahra era tan ágil como para haberlos esquivado a todos, excepto a uno al que acababa de dejar inconsciente.

    – [b]Tú podrás formar parte de mi guardia.[/b] – escuché decir a la voz de la diosa. Me miraba a mí. – [b]Y tú…[/b] – añadió, mirando a Zahra. Se quedó pensativa. – [b]Serás mi concubina.[/b] . giré la mirada hacia ella y vi que Zahra no sabía qué decir. Si nos separaban aún más, íbamos a tener muy difícil salir de ese mundo.

    – [Nate]Mi señora, nos gustaría pedirle un favor. Sabemos que no somos más que meros mortales pero…nos gustaría recuperar un artefacto que tenían nuestros anteriores señores, un recuerdo…[/Nate] – no se me daba muy bien mentir, pero con suerte para los estándares de Antigüo Egipto fuera suficiente. Aquella era nuestra única esperanza de no separarnos y reunirnos con los demás, que esperaba que ya hubieran encontrado a la Daë.

    – [b]No.[/b] – no añadió nada, ni un pero, ni un tono diferente, era rotundo y nadie iba a osar llevarle la contraria. Miré de nuevo a Zahra.

    La diosa se alzó y bajó con gracia las escaleras hacia nosotros. Por un instante temí haberla ofendido con la petición y que nos mandase matar allí mismo. Eran demasiados para nosotros. – [b]Primero tendrás que probar lealtad.[/b] – dijo frente a mí. – [b]Vuestros anteriores dioses y su sacerdotisa forman parte ya de un ataque contra mí.[/b] – esperé, necesitaba con urgencia defenderles pero si intervenía ahora quizá sería peor para ellos. – [b]Te unirás a mis huestes y acabaréis con todos ellos, especialmente la que se hace llamar Na’amah.[/b] – reconocí el nombre por uno de los cuadros de Duke. Ésa era la Daë. – [b]Si cumplís quizá os deje buscar ese artefacto entre sus pertenencias.[/b] – indicó.

    Después volvió a su trono y a nosotros nos llevaron por caminos separados. A Zahra a prepararse para ella y a mí a prepararme para matar a Mike, Niall y Sophie.

    No sabía cómo íbamos a salir de esa sin dejar a nadie atrás.