Moondale

Categoría: 4×10 – The Season of the Witch

  • UN PACTO DE SANGRE

    EZEQUIEL

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    El hombre, porque pese a su aspecto ya pocos podían referirse a él como el joven, cruzó el arco que llevaba al centro del laberinto y esperó. Sintió la densa niebla ascender. Era tal y como le habían dicho, el laberinto mágico y al final, la niebla ponzoñosa que abotarga los sentidos antes del viaje. Solo que en su caso, haría el viaje despierto.

    Esperó lo suficiente y sintió un tirón, parecido a la sensación que nos dejan los sueños de estar a punto de caer pero amplificado, como si el espacio dejase de existir y solo hubiese una caída infinita. Cuando volvió a sentir el suelo bajo sus pies lo agradeció. Estaba en una cabaña, con una mujer de aspecto joven, ataviada con una toga que no era más que un vestigio del mundo en el que se encontraban, uno en el que las leyendas de la mitología griega vivían día día, bestias y héroes, dioses y magia. Había tenido que atravesar varias ciudades, mares y montañas hasta llegar a la tierra donde el aire era diferente, donde la magia griega daba paso a la celta y los peligros eran otros, todo para encontrarla a ella.

    – [Ezequiel]Me han dicho que tú puedes darme lo que busco.[/Ezequiel] – dijo, sin prestar demasiada atención a la cabaña. Sabía que era parte de sus dominios, del Bosque del Crepúsculo que estaba tan vivo y ligado a ella como podría estarlo una mascota.

    – [Caitriona]Ezequiel, te esperaba un poco más tarde.[/Caitriona]- respondió Caitriona. Ezequiel vio la muestra de poder de la que hacía gala, ni siquiera su búsqueda pasaba desapercibida para ella. Le esperaba, sabía de él igual que él conocía su nombre y sus leyendas por boca de otros.

    – [Ezequiel]Prefiero llegar antes, así tengo más tiempo para discutir los términos.[/Ezequiel] – replicó él. Tenía claro su parte del trato, lo que quería, pero de ella dependía qué pedirle. Había escuchado de gente que había terminado perdiendo la cabeza al tener lo que creían querer y sin embargo perder algo que no valoraron hasta que ya no estaba. No quedaba duda de que el ser al que Caitriona servía se habría alimentado de esas personas hasta que ya no quedó más.

    Ella rió, le gustaba la sinceridad. – [Caitriona]Dime qué quieres y te diré qué puedo hacer al respecto.[/Caitriona] – propuso, sentándose en una silla que alzó en mitad de la cabaña, junto a una gemela para él. Aceptó la oferta y sentó, más por no parecer soberbio quedándose a una altura diferente mientras conversaban. Cosa que a él solía pasarle mucho con su escasa estatura.

    – [Ezequiel]He venido siguiendo la estela de tus pactos ‘Bruja del Crepúsculo’, sé que ya sabes lo que quiero.[/Ezequiel] – aclaró Ezequiel, usando el sobrenombre por el que la conocían, sobre todo al otro lado del mar. – [Ezequiel]¿Puede concederme eso quién está al mando?[/Ezequiel] – preguntó.

    – [Caitriona]Sí.[/Caitriona]- dijo sin más. Ezequiel supo que la mención a quien estaba al mando le había cambiado el rostro. Aquella mujer con tanto poder no disfrutaba viéndose servir a otros, y sin embargo lo hacía.

    – [Ezequiel]¿Cuál es el coste?[/Ezequiel]

    – [Caitriona]Tu sangre.[/Caitriona] – dijo, fue como si todo ese tiempo él hubiera sabido qué iba a pedir a cambio. Su sangre era valiosa, los dos eran conscientes de por qué cientos de miles de personas la habían buscado a lo largo de los siglos.

    – [Ezequiel]¿Se utilizará contra mí?[/Ezequiel] – preguntó el hombre, echándose un poco hacia delante, apoyando una mano en la rodilla. Bajo la toga celta que llevaba, su musculatura se apreciaba firme, preparada para saltar en cualquier momento como si de un gran felino se tratase. Ezequiel había conocido muchos tipos de magia y sabía lo que alguien con poder tendría la capacidad de hacer con la sangre de otro, llegando incluso a dominarlo por completo.

    – [Caitriona]No.[/Caitriona] – supo que no mentía, igual que ella misma valoraba la sinceridad.

    – [Ezequiel]¿Y contra otros?[/Ezequiel] – tenía que asegurarse de que no haría mal a nadie con su decisión. Lo que necesitaba de ella era parte de su camino, pero si alguien salía perjudicado, tendría que valorar otras opciones, aunque no hubiese ninguna a simple vista.

    – [Caitriona]No.[/Caitriona] – añadió.

    – [Ezequiel]Pero sí dolerá.[/Ezequiel]- aquello ya no era una pregunta, si la deidad a la que servía Caitriona no lo iba a aprovechar para obtener dolor de otros, lo haría de su sacrificio.

    – [Caitriona]Un poquito.[/Caitriona]- dijo mirándole fijamente. Esbozó una leve sonrisa, dejando clara la verdad.

    – [Ezequiel]Los dos sabemos que eso no es del todo cierto. [/Ezequiel]- dijo él, volviendo a apoyarse en el respaldo mientras pensaba en lo mucho que echaba de menos no tener que llevar aquellas pesadas ropas sobre su camiseta y sus vaqueros. Pero habría llamado demasiado la atención. – [Ezequiel]Tu deidad tiene que alimentarse y lo hará con lo que yo sufra.[/Ezequiel] – dijo en voz alta. Sabía que estaría escuchando en todo momento, pero si iba a aceptar ese pacto, sería dejando claro de que era consciente de qué implicaba. – [Ezequiel]Estoy seguro de que la sangre quedará en tus manos, espero que la uses bien.[/Ezequiel] – afirmó, mirándola. Ella no dijo nada, pero él sintió que le daría buen uso, comprometida con proteger ese poder que corría por sus venas.

    – [Caitriona]¿Entonces aceptas el pacto?[/Caitriona] – preguntó, poniéndose en pie. Él se levantó también, estando tan cerca notaba más los más de diez centímetros que debían separarles.

    – [Ezequiel]Lo acepto.[/Ezequiel] – extendió su mano y ella la agarró con la suya. Sintió una descarga que le atravesaba, desgarrando y a la vez, iluminando el camino a su paso. Cuando Caitriona apartó la mano, Ezequiel encontró una daga ornamentada en ella. Sabía lo que tenía que hacer, pero ella le detuvo y con un gesto de su mano hizo que en el suelo se gravase un símbolo que no reconocía. Cada uno de sus trazos horadado en la misma piedra, preparado para recibir su sacrificio.

    Sin pensarlo más, Ezequiel cogió la daga y se cortó la palma. La sangre, roja como la de cualquiera, comenzó a caer. La sostuvo hasta que el símbolo estuvo lleno de ella y comenzó a brillar.

    – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona] – dijo ella, girándose para marcharse.

    – [Ezequiel]Hasta entonces.[/Ezequiel] – se despidió él preguntándose cuándo y por qué volverían a cruzarse sus caminos.

    – [Caitriona]Disfruta de ser Daë.[/Caitriona]- le guiñó un ojo antes de desaparecer por la puerta.

    Ezequiel observó el lugar donde ella había estado, pensativo. Había buscado durante mucho tiempo, atravesando todos los mundos de aquél Cúmulo, sorteando y sufriendo los peligros que escondía cada uno de ellos, pero finalmente había llegado a su destino. Era uno de los Daë, tal como estaba escrito, pero no le había venido otorgado si no que había tenido que luchar por ello. No se le escapaba que incluso aunque aquella deidad tuviese poder, los Daesdi no habrían permitido que él se convirtiera en uno de sus elegidos sin su supervisión. Había padecido para ello y había pagado en sangre. Aunque eso no significase que la sangre que había manchado sus manos en otros tiempos fuese a ser olvidada.

    Miró una vez más el símbolo en el suelo, redibujado con su sangre, hasta que volvió a sentir un tirón. Solo que ahora, a diferencia de antes, aferraba en su mano derecha una esfera en la que dos colores fluctuaban continuamente.

  • EN MI HOGAR

    Laura – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Estaba tan harta, tan cansada de la nave, de la misión y de todo, que la inconsciencia me resultó casi un regalo. Abrí los ojos cuando escuché la puerta y me incorporé en aquella cama mugrienta a juego con el resto de la estancia.- [Laura]¿Has venido a rematarme?[/Laura]- le pregunté a aquella mujer ataviada con una especie de saco de patatas, que debía estar en la treintena. El cabello largo le caía por la espalda y estaba bastante limpio teniendo el cuenta el resto.

    – [Caitriona]Hola, Laura. Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato[/Caitriona].- mientras me sentaba en la cama, la tal Caitriona materializó una silla que salió de la misma Tierra y se sentó.

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  • CALOR EN LAS MEJILLAS

    Bowie – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Diría que me quedé inconsciente, pero no sería del todo correcto y las cosas que no son correctas me provocan cierta aversión. Quizás por eso no soy del todo humana, ni lo seré nunca. Que todo no pueda ser reducido a números y operaciones matemáticas es algo con lo que tenía que luchar a diario. En la nave, la gente se relacionaba de una forma extraña, como si les diera igual la misión y nos hubieran enviado de vacaciones. Por un lado, me parecía admirable que fueran capaces de disfrutar de un entorno desconocido y perdieran de vista para lo que estábamos aquí, pero por otro, me preocupaba, que llegado el momento, no fuéramos capaces de estar a la altura.

    Me levanté de la cama como un resorte y me alejé de ella. La habitación de mobiliario casi inexistente la que me encontraba parecía haber estado ocupada con anterioridad y, con toda probabilidad, volvería a estarlo. Eso me provocaba una leve inquietud, porque me gustaban el orden y la limpieza.

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  • LLEVANDO LA CONTRARIA

    DANTE VILLIERS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    En esa cabaña que me hizo pensar que estaba de vuelta en la tierra de los vikingos o en la Edad Media, aunque esta parecía más abandonada y tan pequeña que casi no podía estirar las alas del todo.

    Tampoco tuve tiempo a agobiarme demasiado, porque enseguida se abrió la puerta y una mujer algo mayor que yo, vestida como si saliera de una serie de gladiadores, solo que esto no iba a acabar de la misma forma, no porque no me pareciera atractiva, si no porque no sabía si no sería, bueno, mala.

    – [Caitriona]Hola, Dante. Mi nombre es Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- ofreció. En un oscuro rincón de mi poder, sentí que la oscuridad la acompañaba también, pero no como parte de ella. No estábamos solos.

    – [Dante]No sé muy bien qué me vas ofrecer pero te adelanto que será un no.[/Dante] -repliqué. No tenía interés en negociar sabiendo que el resto podían estar en cualquier parte. Y además, si aquella cosa que nos rondaba quería un trato conmigo, que me lo dijera a la cara.

    – [Caitriona]Puede que tenga algo interesante que ofrecerte.[/Caitriona]- intentó abrirse paso, pero no era muy paciente cuando trataban de venderme algo. – [Caitriona]Si no me quieres escuchar, me voy.[/Caitriona]- dijo con calma. La miré, decidí que ya que me había explicado después de su presentación que todos nos reuniríamos cuando escucháramos su oferta, al menos podría aguantar unos minutos.

    – [Dante]Te escucho, ya has dicho que no vería al resto hasta entonces. [/Dante]- me apoyé en la pared, sin esconder lo que pensaba. Ella hizo aparecer un silla y se sentó. Magia, no me hacía mucha gracia ver que la usaba con tanta facilidad.

    – [Caitriona]Puedo llevarte de vuelta a la Tierra.[/Caitriona]- solté una risa, desde luego estaba bien informada.- [Caitriona]Ahora mismo.[/Caitriona] – aclaró.

    – [Dante]¿Sólo a mi? [/Dante]- pregunté, me imaginaba lo que dirían si cuando todos se reunieran yo no estaba, habiendo vuelto a casa.

    Ella asintió.- [Caitriona]No puedes decidir por el resto.[/Caitriona] – afirmó. No le estaba pidiendo decidir por ellos, solo ampliar la oferta, pero no tenía pinta de ser negociable.

    – [Dante]¿Y a ellos que les pasará?[/Dante]

    – [Caitriona]Seguirán su camino.[/Caitriona]

    Alcé una ceja. Todo parecía muy fácil según lo decía. – [Dante]Ya. ¿Y el truco?[/Dante]

    – [Caitriona]El truco es que dejarías de ser Daë.[/Caitriona]- comentó encogiéndose de hombros.

    – [Dante]¿Te quedarías con el título para tu colección a cambio de llevarme a casa? [/Dante]- repliqué para confirmar su idea.

    Ella se rió.- [Caitriona]No funciona así.[/Caitriona] – explicó, sin dar detalles de cómo se suponía que funcionaba e realidad.

    – [Dante]Otra persona seria Daë en mi lugar y ya está, seguro que alguien que te viniera bien. [/Dante]- comenté, sonriendo.

    – [Caitriona]Si aceptas, aparecerá otra persona para ocupar tu lugar y volverás a la Tierra.[/Caitriona] – con eso no negaba lo que yo había dicho. Me estaba ofreciendo básicamente quitarme del medio, mandarme a casa pero llevarse mi papel en todo esto y poner a alguna marioneta a cargo. Quien sabe si para tratar de que nuestra supuesta misión final no llegase a tener lugar.

    La observé, me fijé en sus movimientos, repasé sus palabras, el trato. – [Dante]Ya he decidido.[/Dante] – dije al final.

    – [Caitriona]Te escucho.[/Caitriona]

    – [Dante]Tiene gracia porque hace nada estaba a punto de largarme. [/Dante]- comenté, consciente de que cualquiera, incluso los que me conocieran, aludirían a esa parte de mi carácter que me hacía llevar la contraria a menudo. Y el caso es que era un poco así, al ver que me estaba ofreciendo todo en bandeja para quedare con mi «título» de Daë, eso me hizo plantearme el valor que tenía en realidad. – [Dante]Pero voy a pasar de la oferta. [/Dante]

    – [Caitriona]¿Y qué te ha hecho cambiar de idea?[/Caitriona] – preguntó ella, disimulando su molestia.

    – [Dante]Soy un tipo sencillo, me gusta reducir todo a lo básico.[/Dante] – aclaré. No necesitaba mucho, las cosas normales, no verme convertido en una especie de salvador y enfrentarme a la muerte a menudo. Me bastaba con tener mi apartamento sobre el taller, mi trabajo en él y una vida social resumida a los días de salir de fiesta o salir a comer, a ser posible con un buen recorrido por carretera. Y ocasionalmente, perderme en las montañas y volar. – [Dante]Para mí ser Daë no significa nada, mi padre lo era y no soy su mayor fan. Pero me he dado cuenta de una cosa…[/Dante]- dije con la cara de picardía que siempre me habían señalado en las fotos. No tenía reparos en asumir que parte de lo que me desagradaba de ser Daë era tener más cosas en común con él. Si mi madre lo hubiera sido, quizá pensaría diferente. Tampoco me encantaba la presión de lo que se esperaba de mí por serlo, ¿y si no era digno? ¿Si no pasaba las Pruebas? – [Dante]… Y es que si tú quieres cambiarlo, tiene que tener valor.[/Dante] – razoné.

    Caitriona sonrió.- [Caitriona]¿Entonces no aceptas el trato?[/Caitriona] – repitió, para asegurarse, aunque su silla ya estaba desapareciendo, sin duda sabía la respuesta.

    – [Dante]No, creo que me lo quedaré. Aún estoy a tiempo de volver con el tipo ese de la luna.[/Dante] – habíamos tenido que salir corriendo pero en algún momento volveríamos a la Kvasir.

    – [Caitriona]Está muerto.[/Caitriona]- puntualizó ella. Parecía divertirle que mi plan no hubiera salido tan bien.

    – [Dante]Qué suerte…[/Dante] – me quejé. Ella me miró fijamente y mostró una esfera allí en medio de la cabaña. La escena fue breve, salía una persona con aspecto místico, no la conocía pero sabía que era quien podía enviarnos a casa. Su rostro se crispó y segundos más tarde una figura menuda le sujetaba por el cuello mientras se sacudía hasta quedar sin vida. La figura se giró, era ella, Omega. Se miró las manos y quedó quieta unos segundos hasta que creó un portal y lo atravesó. Había estado en estos mundos todo este tiempo sin que lo supiéramos y ahora no solo había acabado con nuestra forma de volver si no que la había aprovechado para regresar ella.

    – [Caitriona]Volveremos a vernos, Dante.[/Caitriona]- dijo cuando la silla desapareció. Mi rostro estaba crispado por la ira tras ver a la asesina de mi madre, pero no podía dejar que ella supiera que había conseguido afectarme sí.

    – [Dante]¿Esta noche?[/Dante] – traté de bromear. Era guapa, pero en ese momento solo tenía ira dentro. Pensándolo bien, habría sido una buena forma de dejarla ir.

    – [Caitriona]En tus sueños, quizás.[/Caitriona]- respondió dándome la espalda. Era una de las cosas que hacía la gente que más disfrutaba. – [Caitriona]Por cierto, tu madre está en la Tierra.[/Caitriona] – añadió.

    – [Dante]¿Cómo…?[/Dante] – pregunté, pero ella ya se había ido atravesando la puerta. ¿A qué se refería con que mi madre estaba en la Tierra? ¿Había…vuelto?

    Ni siquiera podía llegar a alegrarme y supuse que Caitriona lo sabía, había dejado caer los dos datos uno tras otro. Mi madre estaba en la Tierra y Omega había ido derecha hacia allí. Ya tenía su poder, no ganaba nada, pero lo que había visto de ella me había dejado claro que era lo bastante cabrona y mala como para querer que lo que había hecho fuera permanente.

    Solté un grito de ira que quedó amortiguado en la soledad de la cabaña.

  • PERDER SIN HABER CONOCIDO

    COLE ROMAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Despertar en un lugar desconocido tras haber cruzado un laberinto mágico y ser atacados tras haber cambiado de cuerpos entre nosotros podría catalogarse como demasiadas emociones para un mismo día. Así que al ver que no podía salir por la puerta ni la ventana de la cabaña, decidí sentarme en el suelo y meditar para relajarme y poner mis ideas en orden.

    En ese estado pude escuchar enseguida la puerta abrirse y la serpiente que yacía en mí sintió la oscuridad arrastrarse a través de ella casi en el mismo instante.

    – [Caitriona]Hola, Cole.[/Caitriona]- dijo una voz femenina con un acento que no pude reconocer.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona] – añadió. Abrí los ojos y vi a una bella mujer con oscura melena ataviada con una toga marrón. Unas ropas sencillas que sin embargo llevaba alguien que caminaba como una misma diosa.

    Mi interior siseaba ante la oscuridad que sin embargo, ahora nos rodeaba a ambos. No provenía de ella, pero la acompañaba. Antes de permitirle ofrecerme un trato, me aseguré de la situación del resto. Si era verdad lo que contaba, el conjuro de Kaylee había conseguido sacarnos del peligro pero nos había transportado a sus dominios y cualquiera que los cruzara debía escuchar una de sus propuestas. Una cosa a cambio de otra. No tuve más remedio que confiar en su palabra de que cuando terminase sus ofertas, podríamos irnos.

    En el tiempo que pasé con el tío Hiroshi, en Japón especialmente, había conocido toda clase de criaturas cuya misma existencia constituía una amenaza y sin embargo, en muchas ocasiones me había encontrado con que no eran los culpables que buscaba, porque se regían por un código, una moral perversa a veces, pero que permitía saber a que atenerse. Caitriona parecía tener un código así, una regla sagrada que sentí que no rompería, cuando los tratos estuviesen aceptados o rechazados, nos podríamos ir. Me atreví a preguntar a cuántos había ofrecido ya su pacto, pero ella se limitó a responder que a más de la mitad.

     – [Cole]¿Que clase de trato?[/Cole] – mientras ella se colocaba en la silla que había alzado de la tierra, yo me senté en la cama para estar a su altura en lugar de en el suelo.

    – [Caitriona]Puedo traer de vuelta a tu madre.[/Caitriona] – cada una de sus palabras cayeron como un peso sobre mí. En el fondo había esperado una oferta menos trascendental, algo como poder, riquezas o inmortalidad, algo que fuera sencillo de rechazar.

    – [Cole]¿Sin peros? ¿Sin engaños?[/Cole] – indagué, con los seres sobrenaturales había que tener mucho cuidado y con los que hacían tratos a menudo, como los faerie, mucho más. Ella parecía ser una de ellos, aunque nada en su aspecto lo delataba, era más bien una impresión, algo que mi mitad demonio sabía mejor que yo.

    – [Caitriona]Con una condición, pero sin engaños.[/Caitriona]- puntualizo ella. Ahí estaría sin duda la parte dolorosa de esta situación, lo que exigiría a cambio.

    – [Cole]¿Que condición? [/Cole]- pregunté, preparándome para el sacrificio que exigiera y para estar dispuesto a darlo o rechazarlo y arrepentirme toda una vida.

    – [Caitriona]Una madre por una hija.[/Caitriona]- dijo con la mirada fija en mí. ¿Una hija? Quizá estaba tratando con el Villiers equivocado, era mi padre quien había sembrado descendientes a lo largo de sus viajes.

    – [Cole]No tengo ninguna hija.[/Cole] – afirmé. Lo pensé bien durante unos instantes, si era posible que en alguna relación hubiese llegado a ocurrir, pero no podía ser, tanto con hombres como con mujeres siempre había utilizado preservativos, un consejo de mi padre que quizá él mismo había aprendido tarde. Ya se sabe lo que se suele decir, haz lo que digo, no lo que hago.

    – [Caitriona]¿Sabes cómo funciona el tiempo, Cole?[/Caitriona] – comentó ella, sonriendo. No estaba hablando entonces de una niña que tuviera ya. Futuro, nunca me había gustado jugar con esas fuerzas, saber qué me deparaba me hacía pensar que estaba condenado a cambiarlo o a repetirlo.

    – [Cole]¿Una hija futura? ¿Como en el cuento… en el que tenías que decir el nombre al revés? [/Cole]- no recordaba el nombre, solo que era uno de los muchos que estaban en la sala en la que los hijos de los Moondies jugábamos mientras ellos se reunían. Contaba la historia de un ser mágico que hacía un pacto a cambio de llevarse a su primogénita, pero le derrotaba diciendo el nombre al revés, que era un trabalenguas que Noah se había entretenido en memorizar. No quería pensar en la idea de tener siempre acechando sobre mí esa decisión, llegar a tener una hija y que me fuese arrebatada siendo solo mi culpa.

    – [Caitriona]No conozco bien la mitología de tu mundo, lo siento.[/Caitriona]- explicó ella, excusándose.- [Caitriona]No sería un robo.[/Caitriona] – aclaró, como si sintiera mis dudas. Puede que la oscuridad se lo hubiese contado.

    – [Cole]¿Llegaría a conocerla? ¿Sería…solo mía?[/Cole] – tantas preguntas agolpándose en mi mente. La vida de mi madre estaba en juego, pero a cambio de entregar una parte de mí, una parte que aún no conocía.

    – [Caitriona]Nuestra. [/Caitriona]- replicó ella.- [Caitriona]Pero el vínculo sería mágico, no sexual.[/Caitriona] – aclaró al ver mi mirada.

    Suspiré aliviado, no es que no la considerase atractiva, pero no habría podido llevar adelante ese acto con la frialdad de saber lo que entregaba y por qué lo hacía.

    – [Cole]¿Estará bien? ¿La niña, quiero decir? ¿Estará segura?[/Cole] – dije. Con aquella presencia malvada, no me atrevía a dejar a la niña en sus manos, convertida en quién sabe qué, solo para cumplir sus designios.

    – [Caitriona]Yo la cuidaré.[/Caitriona]- sentenció ella sin dejar de mirarme y de algún modo, supe que era cierto, que ni siquiera aquella presencia le haría nada.- [Caitriona]Te dejo elegir su nombre si quieres.[/Caitriona] – comentó ella. Me paré a pensarlo, alguna vez se me había pasado por la cabeza la idea de si algún día tendría niños. Me gustaban, me parecería antinatural lo contrario, pero no había llegado a meditarlo fríamente, veía mi vida poco asentada y yo poco preparado frente a mis demonios.

    Al final negué con la cabeza, ponerle nombre haría que el dolor estuviera presente día a día. – [Cole]¿Será feliz?[/Cole] – pregunté. Decidí que si no iba a serlo, si mi decisión iba a hacer que su vida fuera mala aunque fuera poco tiempo, no lo haría. Pero también estaba el hecho de que si no lo hacía, ella ni siquiera llegaría a nacer. La magia la haría a partir de Caitriona y de mí, un encuentro que de otra manera nunca habría pasado. Visto de esa perspectiva, estaba decidiendo si la niña venía al mundo o no.

    – [Caitriona]Eso depende de ella, Cole.[/Caitriona] – replicó, esquiva. Tenía que insistir, llevarme al menos ese trocito de paz.

    – [Cole]Si tienes poder para hacer esto y para saber lo que sabes de mí podrás saber si llevará una buena vida.[/Cole] – dije. No sabía cuentos de mi mundo, pero sí que conocía lo que ocultaba mi corazón, podría saber eso. No en todo momento, claro, había ido demasiado lejos pensando en una felicidad continua, nadie es feliz en cada instante de su vida, pero sí podía saber si su vida sería buena en general.

    – [Caitriona]Haré todo lo que esté en mi mano.[/Caitriona]- respondió. Parecía como si algo le impidiese decirme algo en firme, pero con su mirada demostró su intención. Aquella niña estaría a salvo. Mi hija.

    Asentí, suspirando profundamente. – [Cole]Mi madre por una hija.[/Cole] – dije tendiéndole la mano. Casi podía imaginarme abrazando a mi madre, contándole todo lo que se había perdido después de su trágica muerte.

    – [Caitriona]¿Aceptas el trato?[/Caitriona] – preguntó ella de nuevo, para cerciorarse de mi decisión.

    – [Cole]Si, acepto. Con dos condiciones.[/Cole] – dije, aún con la mano extendida.

    – [Caitriona]Te escucho.[/Caitriona] – dijo ella. Retiré la mano a la espera de reunir las palabras.

    – [Cole]Quiero hablar con ella cuando regrese a la vida.[/Cole] – pedí. Para asegurarme de que no había sido todo en vano y que aquella niña, la niña sin nombre, no había llegado al mundo sin conocer a su padre por un buen motivo. – [Cole]Y quiero saber su nombre.[/Cole] – accedí. No me sentía digno de ponerle nombre, pero quería saberlo. Aunque era probable que aquella presencia que se agitaba con profusión cuanto más dudaba y me debatía, se alimentara de todas las veces que volvería a esa cabaña, a esa decisión.

    – [Caitriona]Tu madre estará en la Tierra cuando vuelvas. Es muy probable que os esté esperando en casa, así que esa condición no es tal cosa. Te dejo que pidas algo diferente.[/Caitriona]- respondió ella. Agradecí que intentase ser justa conmigo.

    – [Cole]Pensé que volvería ya. Sin esperar a que yo regrese.[/Cole]- no podía estar seguro de que regresara a la Tierra, podían pasar demasiadas cosas y no me fiaba de que nuestro trato dependiera de eso.

    – [Caitriona]¿Quieres hablar con ella ahora? No sé si he entendido bien tu petición.[/Caitriona] – comentó. Nunca había sido del todo bueno explicándome. El don de la palabra lo tenían otros New Moondies como Kaylee con increíble inteligencia, Noah con su sabiduría, Xander con su habilidad para entenderse con los demás, Owen con sus halagos sinceros o Lexie con su habilidad para engañar y manejar la situación.

    – [Cole]En cuanto sellemos el pacto[/Cole] – dije asintiendo.

    – [Caitriona]De acuerdo.[/Caitriona] – dijo ella.

    – [Cole]Y la segunda condición…[/Cole] – le recordé. El nombre de la niña.

    – [Caitriona]Su nombre es Jade.[/Caitriona] – dijo sin atisbo de duda. Asentí y nuestras manos se fundieron en un apretón de manos. Sus dedos ascendieron por mi antebrazo hasta convertirse en rayos que atravesaron todo mi cuerpo como una descarga. Me la estaban quitando, se estaban llevando a Jade.

    Acabé casi arrodillado en el suelo, dolorido, sintiendo un vacío en el pecho que correspondía a ella. No la había conocido, pero ya la estaba echando de menos. Aquella carga iba a ser más pesada de lo que había pensado, pero había sido por una buena causa.

    – [Caitriona]Como deferencia hacia nuestro trato, añadiré a tu madre al pacto que hice con tu amigo Noah antes.[/Caitriona]- comentó de forma misteriosa. No sabía que clase de trato había aceptado Noah, pero tenía que preguntarle. – [Caitriona]Y ahora, te dejo solo unos minutos.[/Caitriona] – se alejó y al abrir la puerta la vi agacharse sobre una especie de cunita de ratán para recoger un bebé envuelto cuidadosamente en una mantilla de color verde.

    La puerta se cerró y sentí que no volvería a ver a esa pequeña más. Pero no podía derrumbarme. Un orbe apareció en mitad de la sala y creció hasta convertirse en una gran esfera que parecía como si el tejido mismo del mundo estuviera rasgado.

    Ella estaba al otro lado, primero vi su melena rubia y cuando se giró, su inconfundible sonrisa.

    – [Cole]Mamá…[/Cole]- la llamé. No podía llegar hasta ella aunque lo intentó, extendió aquellas alas blancas como para arroparme con ellas, pero no pudo. Solo podíamos hablar.

    Y así lo hicimos, le conté todo lo que había pasado, con papá, con Dante, conmigo. Cómo había vuelto y con un nudo en el pecho, el coste que había tenido. Los dos terminamos llorando, pero ese dolor que me atenazaba se hizo un poco más pequeño al compartirlo. Mi madre vivía y en algún lugar, Jade también lo haría, sin un padre a su lado quizá, pero mi amor por ella llegaría hasta donde se encontrase para protegerla.

  • CICATRICES POR UNA CHICA

    Vera – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Me quedé inconsciente mientras hablaba con Elliot y, cuando volví a estar en pleno control de mi cuerpo, me encontré con que me habían movido en contra de mi voluntad. La sensación de desagrado fue en aumento al darme cuenta de que estaba en una cama mugrienta dentro de una habitación que no pasaba los estándares mínimos de salubridad. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y pensé en que quizás habían abusado de mí.

    Intenté tranquilizarme mientras me incorporaba. Observé mi ropa, que era la misma que antes de quedarme inconsciente: vaqueros y blazer negros y camiseta blanca. No tenía marcas en ninguna parte visible y mi ropa interior parecía intacta. Fuera quien fuera la persona que me había movido, no me había tocado.

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  • EL CABALLERO Y LA BRUJA

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Desde el momento en el que me desperté en aquella cabaña supe que algo no iba bien. Tras la ventana se apreciaba un bosque que se perdía en el horizonte, pero tanto mis sentidos agudizados como el hecho de haber vivido toda mi vida en un bosque, me hacían sentir que aquél no era uno normal. Guardaba secretos y olía a magia en todas partes, pero no una magia melódica y apasionada como la que surgía de Kaylee, si no una más profunda y ancestral, la clase de magia que puede cambiar el mundo.

    – [Leo]¿Donde está Kaylee? ¿Y Noah?¿Donde están los demás?[/Leo] – pregunté cuando vi a esa mujer cruzar la puerta de entrada. Imaginé lo que me habrían dicho los otros, que tenía delante a alguien que no conocía y mi mejor oportunidad era ser cauto y agradable para jugar mejor mis cartas. Pero a mi nunca me había gustado el póker o los juegos de mesa basados en engaños, prefería ser directo.

    – [Caitriona]Hola, Leo.[/Caitriona]- me saludó como si me conociera de toda la vida y eso me escamó, la misma magia que había en el bosque se apreciaba sobre ella, compartían algo, pero también había marcadas diferencias.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- explicó. Preferí que fuera al grano, pero toda aquella situación no tenía sentido. El ataque, el laberinto y ahora esto, separados.- [Caitriona]El resto del grupo está bien y podrás verles cuando me hayáis escuchado.[/Caitriona] – aclaró. Era obvio que no podía fiarme del todo de sus palabras, pero con el tiempo había sacado partido a las capacidades como licántropo para diferenciar cuando mentía la gente. Ella no lo hacía, aunque tenía una duda razonable, también podía ser una muy buena mentirosa.

    – [Leo]No necesito nada.[/Leo] – respondí, siendo sincero. Y por mucho que lo necesitara, no iba a aceptar un trato viniendo de alguien que retiene a los demás contra su voluntad.

    Ella, Caitriona había dicho que se llamaba, rió y se sentó en una silla que materializó del mismo suelo. Las raíces nudosas que la formaban parecían estar hechas del mismo bosque. Esperé, pensando, valorando las opciones. Contra la magia no tenía nada que hacer, prácticamente ninguno de nosotros tenía opción salvo Kaylee, Robin y según lo que se decía, mi prima Elle.

    – [Caitriona]Puedo cambiar tu pasado.[/Caitriona]- comentó, casi en un susurro. Reconocí al instante la persuasión por la facilidad con la que lo dejó caer. Conocía de sobra el peso de sus palabras y lo dejó ir como si no tuviera importancia. Aquella mujer sabía mucho sobre mí y seguro que también sobre el resto y tenía maestría a la hora de manipular esa información.

    – [Leo]¿De qué estás hablando? [/Leo]

    – [Caitriona]Si aceptas mi propuesta, tu amiga Amy nunca te habrá mordido.[/Caitriona]- respondió. Ahí estaba, un deseo oculto que me ofrecía en bandeja.- [Caitriona]Habrás nacido Rakkthathor, como tu hermano y tu padre.[/Caitriona] – todo perfecto, todo tal y como lo soñaba cuando era más pequeño. Era fácil manipular a alguien usando su sensación de pertenencia, pero mi desarraigo había empezado a sanar hacía poco, cuando las circunstancias de mi vida me hicieron darme cuenta de quién era yo y cuál era mi sitio.

    – [Leo]No creo que cambiar todo mi pasado tenga buenas consecuencias. [/Leo]- razoné. El efecto mariposa de una decisión como esa podría hacer que todo ahora fuera diferente.

    – [Caitriona]Te lo mostraré entonces.[/Caitriona]- insistió. No le había servido con mi primer no, estaba segura de que su oferta tenía valor y podía llegar a conseguir un trato. Manifestó ante nosotros una enorme esfera que se volvió como un espejo y después, como un nítido vídeo de mi vida, salvo que no era la mía, en la imagen había otro Leo muy distinto a quien era yo en realidad. Parecía feliz, pero nunca se puede fiar uno de las apariencias, la mayor parte de la gente me tomaba por alguien triste, taciturno, pero ahora mismo estaba en mi mejor momento, incluso dadas las circunstancias.

    – [Leo]¿Y el precio?[/Leo] – pregunté. Era la pieza que faltaba, algo tenía que ganar, salvo que fuera una consecuencia de ese mismo cambio. – [Leo]Estas cosas tienen un coste.[/Leo]

    – [Caitriona]Ella.[/Caitriona]- dijo simplemente, sin adornos, sin detalles y aun así, se me heló la sangre. No es que me viese tentado a aceptar si no que el mismo hecho de que la quisiera a ella me atemorizaba.

    – [Leo]No.[/Leo] – dije, con el semblante serio. No solo era un no a la oferta, si no a que no la tendría para sus oscuros planes y haría todo lo que fuera posible para evitarlo. Los padres de Kaylee habían sido transparentes con nosotros desde siempre para que lo que ellos habían sufrido no lo tuviéramos que padecer también. Sus adicciones, tanto la de Christopher como la de Diana, eran bien sabidas, al igual que el hecho de que Diana Echolls era ‘El Fénix’. Había sido elegida por aquella entidad primordial que le otorgaba más poder, hasta que cuando nació Kaylee, esa chispa disminuyó un poco. Ahora las dos lo eran y seguro que era una de las razones por las que la buscaba, quizá pretendía desequilibrar su balanza y hacer que Kaylee se decantase por el lado oscuro.

    – [Caitriona]Dejarías de ser diferente.[/Caitriona]- insistió ella, sabía de qué debilidad tirar, pero había aprendido a sacar mis fuerzas de ello.

    – [Leo]No importa.[/Leo]- respondí, poniéndome en pie en mitad de aquella cabaña. – [Leo]Ya he encontrado mi sitio, me da igual ser diferente[/Leo]. – en otro tiempo su oferta quizá habría tenido más peso, pero a ese tiempo pertenecía un Leo que no era capaz de admitir lo que sentía por Kaylee porque estaba tan cegado por las apariencias que no sabía ver la realidad de qué clase de persona era, un Leo que no había tenido miedo de hacer tanto daño a su mejor amiga dejándola atrás, al igual que a toda su familia, para una vida de fama superflua.

    – [Caitriona]¿Estás seguro?[/Caitriona] – preguntó de nuevo. Su mirada demostraba saber más de mí de lo que me gustaría, pero la mantuve.- [Caitriona]A Kaylee le he ofrecido poder ilimitado.[/Caitriona] – explicó. Su cara formó una mueca burlona. Sin duda estaba tratando de hacerme pensar que ella ya lo había aceptado, pero entonces no habría tenido necesidad de hacerme esa oferta, habría pedido otra cosa. Incluso dejando eso de lado, solo tenía que escuchar mi corazón para saber que Kaylee jamás aceptaría esa oferta, ella era buena y muy lista, sabía defenderse perfectamente y no la iban a engañar.

    – [Leo]Y no ha aceptado.[/Leo] – aseguré. Su máscara de seguridad no tembló. – [Leo]La conozco bien.[/Leo] – añadí. Por suerte, era lo único que quizá tuviera que agradecer a esa enfermiza compañía llamada Infinity, haber podido conocer de verdad a Kaylee cada uno sin nuestras máscaras, no como Leo el serio, Leo la estrella ni Leo el solitario, si no como Leo a secas. La quería con tanta intensidad que tenía miedo de esos mismos sentimientos, de que ella pudiera terminar cansándose de mí, de que le sucediera algo. Siempre había protegido mucho a mi familia y Kaylee era…parte de mí, así que eso hacía que tuviese más miedos que nunca.

    Caitriona se rió.- [Caitriona]Espero que tengas razón.[/Caitriona] – replicó, disimulando todavía.

    Me di la vuelta y me acerqué a la ventana. Ya había ido a visitar a algunos, al menos a ella, así que esperaría hasta que estuvieran todos y nos iríamos de aquél lugar.

    – [Caitriona]¿Tu respuesta definitiva es «no»? [/Caitriona]- preguntó ella alejándose.

    Asentí, girándome brevemente para mirarla. – [Leo]Nada de lo que pudieras darme haría que te entregara lo que siento por ella.[/Leo] – afirmé rotundamente. Me pareció percibir algo en sus ojos, pero fue tan rápido y tenue que no me dio tiempo a identificarlo.

    – [Caitriona]Los humanos a veces sois muy literales.[/Caitriona]- respondió ella. Así que no era humana, era algo más. Por lo que sabía, tanto las brujas como las hechiceras se consideraban humanas, aunque las segundas nacieran ya con poder y fueran diferentes a todos los efectos.- [Caitriona]No te he pedido lo que sientes por ella. Te he pedido que me la entregues.[/Caitriona] – puntualizó. De nuevo se me heló la sangre, solo que la furia ardiente que me consumía y trataba de mantener a raya para no despertar al lobo, hizo que me mantuviese alerta y pendiente de estar calmado.

    – [Leo]La respuesta es la misma. Y si intentáis llevárosla, me enfrentaré sin descanso.[/Leo] – repetí, enfatizando cada palabra.

    Desde la puerta hizo que aquella silla suya volviera a la tierra y abrió la puerta, a través de la que solo vi bosque. – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]

    La observé y esperé que no fuera así, porque eso solo significaría peligro para Kaylee y pondría toda mi alma en evitar que nadie la forzase a atravesar un camino donde su propia magia tomase el control. Sabía que ella jamás querría verse así porque en las últimas noches que pasamos juntos, hablando hasta que salía el sol, me había confesado ese temor nacido de la historia de su propia madre. Ella sabía protegerse a sí misma mejor que nadie, pero yo me encargaría de ayudarla. Aquél día, en la cabaña, más que nunca hasta el momento, tuve claro que estaba enamorado de Kaylee MacLeod.

  • LA MALDICIÓN ECHOLLS

    Kaylee – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Ezra y yo habíamos hablado poco. No era un tío de palabra fácil y su pasado traumático, tan cercano que era casi su presente, le hacían un interlocutor difícil. Con estas líneas parece que me caía mal, pero no hay nada más lejano a la realidad. Me caía bien. El problema es que tenía tantos muros construidos a su alrededor, que no tenía tiempo ni ganas de derribarlos todos.

    Bastante esfuerzo me costaba ya mantener la boca cerrada para no comerme todo lo que había en la nevera de la nave. «La maldición MacLeod» le llamaba yo a eso. Los nervios me daban hambre y con el poco movimiento que teníamos, me estaba poniendo más curvilínea de lo que me habría gustado. Leo decía estaba estupenda, pero mis vaqueros de antes de la nave no opinaban lo mismo.

    Repasé la habitación cochambrosa una vez más: una cama maltrecha, paredes de piedra mal pintadas, una palangana para hacer mis necesidades (SOCORRO) y unos grilletes en la pared. Apostaba la casa de mi familia a que llevaba sin limpiar desde hacía una buena temporada. Por eso evitaba sentarme sobre la cama, pero es que el suelo tampoco era muy buena opción. Si hubiera tenido agua, me habría puesto a limpiar, pero no podía conjurar nada. Mi magia estaba desconectada. Allí dentro era poco menos que una chica cualquiera y eso me incomodaba, pero preferí desterrar ese pensamiento para no entrar en un bucle que me perjudicase.

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  • MI VERDADERO PODER

    NIALL

    AMANECER – BOSQUE DEL CREPÚSCULO

     

    Por un momento pensé que había vuelto a casa con mi madre, esa caravana que apenas era más grande que mi habitación de la residencia, pero entonces recordé que volvimos con los demás porque los ladrones de cuerpos o vete a saber quienes eran ahora habían vuelto. Así que francamente no tenía ni la más mínima idea de donde podría encontrarme.

    Por mi mente paso la idea de que estuviera en otro de esos mundos buscando al Daë de turno, pero era algo que solíamos hacer en grupo y además llegados a este punto, en el que apenas restaban media docena, no creo que fueran a confiar en mí para hacer una misión en solitario para captar al Daë de tuerno.

    -[Caitriona]Hola Niall.-[/Caitriona] Me gire sobresaltado y ahogue un grito. No tenía ni la más remota idea de donde había salido esa señora. -[Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]

    – [Niall]¿Nos conocemos?. Espero que el trato no tenga nada que ver con las cadenas.-[/Niall] Solo mi circulo cercano me conocía por Niall, no es que no fuera presentándome a todo el mundo como tal, pero a esta mujer no la había visto en mi vida.

    – [Caitriona]Yo a ti te conozco, pero tú a mí no aún.-[/Caitriona] Hizo aparecer una silla desde el suelo y sentó en ella. La verdad que como método para ahorrar espacio iba bastante bien.

    – [Niall]La verdad tampoco sé si quiero conocerte, me están llegando unas vibraciones muy chungas.-[/Niall] No me va mucho el rollo de la magia, es chunga y es fácil corromper a la gente con ella.

    – [Caitriona]Puedo ofrecerte algo que quieres por un módico precio.-[/Caitriona] Ya tiene que estar la cosa jodida en el mundo de la magia para que tengas que estar pluriempleada en el mundo de la teletienda, o magitienda en este caso.

    – [Niall]No tengo un duro y me he dejado la cartera en la nave.-[/Niall] No tenía dinero para mí como para ir repartiendolo a gente que estaba en las mismas que yo.

    – [Caitriona]Eso tiene arreglo.-[/Caitriona] Si, un trabajo bien remunerado. Que la gente no sea homofoba y racista. pero esta la cosa complicada.

    – [Niall]No hago favores sexuales.[/Niall]

    [Caitriona]No los necesito, pero gracias por la aclaración.-[/Caitriona] Debió de tomarselo porque sonrió un poco -[Caitriona]¿Quieres que te muestre lo que te ofrezco?[/Caitriona]

    – [Niall]Si por favor, procede.-[/Niall] Al igual que hizo con la silla, hizo aparecer una televisión, pero una de esas antiguas. No debía de conocer las pantallas planas, aunque quien soy yo para jugar, en casa tengo una igual. Cait, ya que nos tuteamos la llamare así, puso el mando y empezó a reproducirse un videoclip en el canal de Infinity Music. No sabía de quien se trataba, pero sonaba bien y el tío se movía de escándalo. Cuando me di cuenta de quién se trataba casi caigo al suelo. – [Niall]Soy… Soy ¿yo?.[/Niall]

    – [Caitriona]Se parece bastante a ti, pero todavía no eres tú.-[/Caitriona] Añadió sonriendo. Sin duda a la tía esta le gustaba ponerse en plan críptica. Seguro que alguien ya le ha tocado el papo y ahora va con mas cautela.

    – [Niall]Vale, donde está el truco. ¿10 años de éxitos y después la decadencia?¿Mi alma a cambio del éxito?.-[/Niall] La verdad es que no me gustaban ninguna de las dos opciones. No quería ser uno de esos cantantes con un único hit y tampoco perder mi alma, no es que crea que tengamos algo dentro de nosotros, pero el capítulo ese de los Simpson en el que Bart le da su alma a Milhouse es difícil de olvidar.

    – [Caitriona]Quiero tu don.-[/Caitriona] Dijo sin dar muchos rodeos.

    – [Niall]Específica chata porque tengo muchos.-[/Niall] Mismamente mi voz era uno de ellos, acaso iba a ser el número uno en el mundo con un álbum en el que soltase gallos. O me iba a joder el meñique en una mano y nunca más podría tocar el piano bien.

    – [Caitriona]Quiero tu poder.-[/Caitriona] Me dio mal rollo lo convencida y decidida que sonó – [Caitriona]El grito sónico.[/Caitriona]

    – [Niall]¿Y no prefieres el 20% de todos mis éxitos?. Te vendría bien cambiar de aires… y casa.-[/Niall] Nadie decía que no pudiera regatear con ella. La verdad si me hubiese dicho que quería el pajarraco en el que me convierto de vez en cuando hubiese dicho que si sin pestañear. Pero mi poder… no es que fuera a ser un héroe como el resto, eso lo tengo más que claro, tampoco es que me guste esa vida. Pero era algo que siempre me había sacado de alguna situación peliaguda.

    Seguro que los demás también piensan que soy un vendido si acepto esto oferta. Pero la industria de la música no es fácil, a no ser que estés bueno como Leo que le da un plus. Pero las puertas se siguen cerrando con facilidad en la industria para los negros, súmele a eso el ser un negro gay. Además me negaba a ser una garrapata para Lexie el resto de mi vida. Ahora podríamos quemar tarjetas de crédito a pares, cada una las suyas.

    Cait se levanto resoplando, fijo que el resto ya le había intentado regatear también – [Caitriona]Niall, esto no es una negociación.-[/Caitriona] Me echo una miradita por encima del hombro y se encamino hacia la salida.

    – [Niall]Espera, espera. Esta bien, acepto.-[/Niall] Me da igual lo que pensara el resto de mi por esto. Iba a conseguir la carrera musical que tanto deseaba e iba a sacar a mi madre de esa mierda de caravana dándole esa casa que se merece.

    – [Caitriona]Así me gusta.-[/Caitriona] Regreso hasta donde me encontraba y poso una mano sobre mí. Ni apretón de mano ni leches. La tía se acaba de llevar mi habilidad sin rechistar. Al menos no había tocado mi verdadero poder. – [Caitriona]Cuando vuelvas a la Tierra, recibirás una llamada y empezará lo que has visto. De ti depende el resto.-[/Caitriona] Tenlo por seguro Cait, no me faltaran ganas para que cada canción sea un éxito.

    – [Niall]Te dedicare el primer álbum.-[/Niall] Pondré a una tía en toga en la portada del disco, o le compondré una canción, o la añadiere en las dedicatorias. Aunque todo esto le importaba más bien poco, ella ya había conseguido lo que quería, tampoco es que tuviera que darle nada más.

    Cait soltó una carcajada propia de bruja mala mientras se dirigía hacia la puerta y antes de marcharse añadió – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]

    La verdad esperaba que no. Para que quisiera mi carrera músical la próxima vez la muy perra.