Moondale

Categoría: Cuarta Temporada

  • DE DIOSAS Y MALDICIONES

    NATE ROGERS

    KARNAK | MAÑANA

    Caminábamos rodeados por aquellos hombres y mujeres al servicio de la diosa, impávidos ante el sol abrasador que se cernía sobre nosotros en el largo ascenso por aquellas escaleras que parecían conducir a una residencia alzada sobre la ciudad, en mitad de las pirámides más cercanas. Aquellas personas eran fuertes, de voluntad firme, podía percibir eso de ellas mientras caminábamos, todos sus cuerpos irradiaban seguridad y fe en su diosa. No había allí grietas que pudiéramos explotar.

    Por lo general, un clima tan extremo como ese no debería afectarme demasiado. Incluso ya en mis primeros momentos en la Tierra, desnudo en una fría noche lluviosa, mi cuerpo parecía resistir bastante bien las inclemencias del tiempo. Pero con la amenaza de la diosa, el desconocimiento de la persona que caminaba conmigo y la falta de comunicación con el resto de miembros del grupo, mi fortaleza empática hacía que el calor pesase cada vez con más fuerza a medida que seguíamos subiendo aquellos interminables peldaños.

    Miré a Zahra. Conocía tan poco a aquella mujer que me resultaba difícil entablar conversación, pero también notaba una pesada aura rodeándola, nutriéndose de ella y pensé en tratar de ayudarla, no solo porque esa misma aura me estuviese debilitando a mi también.

    – [Nate]¿Sabes lo que es un demonio puro?[/Nate] – pregunté bajando la voz. Ya sabíamos que de alguna manera hablaban nuestro idioma, pero estaban lo suficientemente alejados como para no escucharnos. Me fijé de nuevo en aquella especie de parásitos que llevaban todos en la nuca. Eran seres vivos pero apenas despedían emociones de ningún tipo. Era como si formasen parte de otro ser, quizá la demonio pura.

    – [Zahra]¿Lo sabes tú?[/Zahra] – replicó, devolviéndome la pregunta. No le apetecía hablar, eso estaba claro.

    – [Nate]Bueno…si. Son los antepasados de cualquier demonio que te hayas podido encontrar.[/Nate] – expliqué. Ya que había hecho la pregunta decidí contestarla, pero si en un rato seguía sin apetecerle hablar tendría que apañármelas con lo que teníamos. – [Nate]Tienen tanto poder que la mayoría ha conquistado su propio planeta.[/Nate] – añadí. Christopher se había entretenido durante mucho tiempo hablándome del mundo sobrenatural. Parecía tan fascinado por mi naturaleza como por mostrarme todo lo que sabía de un universo que le interesaba en gran medida.

    Zahra asintió como respuesta. Quizá hablar no le apetecía, pero escuchar sí. – [Nate]No sé cómo saldremos de esta, pero habrá que improvisar para volver con el resto.[/Nate] – comenté. La situación era compleja.

    – [Zahra]¿Tienes poderes? Úsalos[/Zahra]. – respondió. Me paré a pensar cómo explicárselo sin que pareciera una especie de manipulador. Mis poderes dependían por completo de la energía emocional de los que me rodearan y la de Zahra era de las que jugaba en mi contra.

    – [Nate]No somos la mejor combinación para usar mis poderes.[/Nate]

    – [Zahra]No sé de qué estás hablando[/Zahra].

    – [Nate]No nos conocemos mucho y mi poder…es empático. Soy más fuerte si me rodeo de emociones positivas.[/Nate] – respondí mirándola a los ojos. Me sabía mal poner ese peso en sus hombros pero había intentado otros caminos y la respuesta siempre era la misma, mis poderes no dependían de mí.

    – [Zahra]Estamos jodidos[/Zahra].- sentenció. Nos quedamos en silencio durante unos metros.

    – [Nate]Parece que tenemos un ascenso bastante largo. Ayudaría conocerte un poco mejor.[/Nate] – sugerí mientras observaba distraídamente aquella escalinata de mármol impoluto. Las guerreras y guerreros que nos rodeaban seguían ascendiendo sin ceder al cansancio. Desde nuestra altura empezaba a verse ya la ciudad que había abajo, incluida la zona reservada a los «dioses menores».

    – [Zahra]No vale la pena. Piensa que nos vamos a morir igualmente[/Zahra].- la mayor parte lo diría en broma, pero teniendo en cuenta el pesar que me cubrió el cuerpo, supe que lo decía en serio.

    – [Nate]A este paso no voy a tener fuerzas ni para mover un pie.[/Nate] – le recordé.

    Zahra me miró y se encogió de hombros. – [Zahra]Es un poco egoísta por tu parte culpar a los demás de tu infelicidad[/Zahra]. – me quedé callado. No había pretendido culparla, pero entendía que se sintiera así.

    – [Nate]Siento si parece que te he culpado, pero yo no decido como soy. Mi cuerpo reacciona a los sentimientos de otros, no a los míos.[/Nate] – le expliqué de nuevo.

    – [Zahra]No somos la mejor compañía[/Zahra].- comentó ella.

    – [Nate]Ya. Siempre puedo empezar contándote mi historia.[/Nate] – sugerí, sin más ideas. Quizá si me abría a ella encontrásemos un punto de conexión.

    Ella asintió, al menos empezábamos a entendernos un poco mejor.

    Me aclaré la garganta y di una vuelta rápida a lo que iba a decir. En realidad lo había preparado hacía tiempo, en los momentos aburridos de la Escuela Legado. Aunque parezca que no, ser guardia de seguridad de la Escuela me daba mucho tiempo libre.

    – [Nate]Aaaahora escucha la historia de mi vida de como el destino cambió mi movida, sin comerlo ni beberlo llegué a ser el habitante de un sitio llamado Moondale…

    Aaal norte en el universo había una gaaaaalaxia que crecía y vivía sin hacer mucho caso a sus cercanías avanzaba a golpes sin preocuparse demasiado porque a ella el resto no le importaba demasiado.

    Cierto día, siguiendo con su expansióooon unos vecinos de universo la metieron en un lío y la galaxia explotaba una y otra veeez:

    -¡Boom boom, con el fin de esta galaxia tu vas a renacer!-

    Abrí los ojos cuando explotóoo y la brillante Tierra me fascinó.

    Quería conocer a la clase de valientes que me esperaba en Moondale con aire sonriente…[/Nate] – recuperé el aliento, en aquél clima y con ese público era más difícil conseguirlo de una. Zahra me miraba sin entender la referencia.

    – [Nate]A las doce llegué a aquella escuela…[/Nate] – seguí intentándolo, el rap del Príncipe tenía que ser universal, pero al parecer no lo era.

    Zahra rebuscó en su zurrón y sacó un poco de pan ácimo y un trozo de queso.- [Zahra]¿Quieres?[/Zahra] – ofreció.

    – [Nate]No, es mejor que lo guardes para ti, pero gracias.[/Nate] – respondí con una sonrisa para que viese que agradecía la oferta. Comía por placer, pero mi constitución de elemental podía mantenerme de pura energía. – [Nate]¿Has vivido siempre sola?[/Nate] – pregunté, tratando de saber más de ella. Hasta el momento sabía que había salvado la vida del grupo que fue a Nexus y que albergaba dos aspectos en un mismo ser, poco más.

    Zahra esbozó una sonrisa triste. – [Zahra]Nunca estoy sola[/Zahra].

    – [Nate]Es cierto, tu otro «yo». ¿Quieres hablarme de ello? Se me da bien escuchar.[/Nate] – la animé. Había desvelado esa parte de sí misma al resto, pero no había entrado en más detalles. No sabía si eran una misma persona o dos diferentes.

    – [Zahra]No hay «otro yo». Somos uno[/Zahra]. – explicó. La escuché con atención.

    – [Nate]¿Siempre ha sido asi? Quiero decir…tu…»especie» ¿es así?[/Nate] – pregunté. Tenía apariencia humana pero no por eso podíamos asumir que fuese igual que los humanos de la Tierra. Podría ser una faë, una elfa o alguna otra clase de ser sobrenatural que se confundiese con los humanos.

    – [Zahra]No. Esto…me lo gané con mis malas acciones[/Zahra]. – respondió. Notaba el pesar tanto en sus palabras como en la avalancha de emociones que estaba cargando el entorno.

    – [Nate]No pareces mala persona.[/Nate] – le dije. Zahra mordisqueó el pan y pareció no importarle lo que acababa de decir, pero sentí que si lo había hecho.

    – [Zahra]Pero lo soy[/Zahra].- sentenció.- [Zahra]Lo somos[/Zahra]. – puntualizó.

    – [Nate]No quiero presionarte. Si no quieres contarlo o no te sientes cómoda, no lo hagas, es lógico. Pero quiero que sepas que no creo que seas mala persona. Fuera lo que fuera lo que hicieses, seguro que estaba justificado.[/Nate] – aclaré. No necesitaba contarme lo que había pasado si no estaba preparada, pero si quería hacerlo, allí tenía alguien con quien contar.

    – [Zahra]Dejé morir a un poblado entero para salvarme[/Zahra].- sus palabras cayeron como el frío húmedo tras una fina lluvia que no notas que te está calando hasta que ya es tarde.

    Medité unos segundos en silencio. – [Nate]¿Estás segura de que podías hacer algo?[/Nate] – a veces creemos que podíamos haber controlado las cosas, pero no teníamos ningún poder sobre ellas.

    – [Zahra]Claro que podía, pero no quise[/Zahra].- replicó con tristeza. Su aspecto cambió delante de mis ojos. Era un cambio distinto a los de Lexie, como si hubiese dolor en esa transformación. – [Zahra]Me llamo…me llamaba Zahir[/Zahra].- explicó mirándome con unos profundos ojos oscuros.

    – [Nate]Buscabas sobrevivir, en ese momento no podias pensar con claridad.[/Nate] – traté de tender un puente entre nosotros, aunque puedo asegurar que si lo intenté es porque de verdad creía en su inocencia. – [Nate]¿Esta es tu apariencia original? ¿Por eso la escondes?[/Nate] – pregunté. Zahir asintió y tomó aire.

    – [Zahra]Era el hijo pequeño de un leñador. El número siete. Mi madre creía que estaba destinado a hacer algo grande, porque el siete es el número mágico, ¿sabes?[/Zahra] – comentó. Al hablar de su pasado me di cuenta de lo poco que sabíamos de verdad de aquellos mundos salvo las semejanzas que tuvieran con la historia de la Tierra. En el fondo, según habían dicho los que fueron al mundo de Nexus, aquél mundos había sido cambiado en gran medida por El Arquitecto, sin apenas dejar rastro que hiciera pensar que aquél planeta había sido antaño el vinculado a Sagitario. Tenía sentido que hubiera hecho lo mismo con el resto y que ese mundo en el que nos encontrábamos, el de Libra, hubiera sido muy diferente hacía siglos.

    Ese rato había guardado silencio así que miré a Zahir para que prosiguiera.

    – [Zahra]Desde muy pequeño, tenía que ayudar en casa, porque éramos muy pobres y había demasiadas bocas que alimentar, pero yo quería poder y gloria. Conocer el mundo, disfrutar del amor en todo su esplendor, emborracharme y vivir, no trabajar de sol a sol[/Zahra]. – explicó. Aunque yo no había tenido ni infancia ni adolescencia, había pasado mucho tiempo con jóvenes cuyas emociones me habían influido a menudo.

    – [Nate]Es normal estar confuso cuando se es joven.[/Nate] – respondí.

    – [Zahra]Una día en el bosque…alguien o una cosa me ofreció un pacto: poder a cambio de algo. No sabía qué era y acepté[/Zahra]. – Zahir lo contaba con un halo de misterio en sus palabras que sumergían a la historia si cabía de aún más misticismo. Me recordaba a las fábulas que contaba a los New Moondies de pequeños. – [Zahra]Lo siguiente que supe es que todo mi pueblo fue masacrado por mi culpa. Y…Zahra, la…Faë me maldijo con su último aliento[/Zahra]. – así que la persona a la que habíamos conocido hasta el momento era el rostro de la faë que había maldito a ese muchacho y ahora convivían ambos en un mismo cuerpo.

    – [Nate]Ha debido ser duro vivir con ese peso.[/Nate] – sentencié. Duro para Zahir recordando de por vida lo que había hecho y duro para Zahra, consciente durante toda su vida de la pérdida que había sufrido.

    – [Zahra]Cualquier castigo es poco para un asesino[/Zahra]. – afirmó. Me imaginé que el tiempo juntos había hecho que Zahra y Zahir estuviesen de acuerdo en algunas cosas y parecía que una de ellas era que se merecía tal castigo.

    – [Nate]No podías saber lo que iba a pasar. Fue un error, sí, pero no conocías las consecuencias.[/Nate]

    – [Zahra]No aceptes pactos con seres que desconoces[/Zahra].

    – [Nate]No podías saberlo. La culpa es de quien les masacró.[/Nate] – repliqué con firmeza. No era justo para Zahir ni para Zahra sufrir de esa manera. Quien tuvo la culpa fue quien cometió el crimen. – [Nate]Tienes el deber de recordarlos, pero no la responsabilidad de su muerte.[/Nate]

    – [Zahra]Gracias[/Zahra].- dijo. Noté el impacto de ese alivio en Zahir y también un poco en Zahra, como un eco lejano, quizá aliviada de no tener que seguir odiando para toda la eternidad algo de lo que formaba parte.

    Le sonreí como respuesta y entonces las dudas me sobrevinieron.

    – [Nate]Tengo que preguntarte dos cosas, si no quieres contestar, no hace falta.[/Nate] – pregunté con cautela, porque era algo en lo que podía hacer daño si no me expresaba bien.

    Zahir dejó paso a Zahra y me hizo una señal para que hablase.

    – [Nate]¿Ahora sois ambos? ¿O solo Zahir con dos aspectos?[/Nate]

    – [Zahra]Ambos[/Zahra].

    – [Nate]¿Con qué pronombres prefieres que te trate?[/Nate] – pregunté entonces, ya con menos miedo a equivocarme. Era posible que no me entendiese porque en su cultura las cosas fueran diferentes, pero en la Escuela Legado se habían asegurado siempre de tratar a todas las personas como querían que las tratasen.

    – [Zahra]Cuando tengo la apariencia de Zahra, soy «ella» y…ahora mismo «él»[/Zahra].- explicó y yo asentí, me encargaría de decírselo también a los demás para que lo supieran.

    – [Nate]Lo recordaré.[/Nate] – le dediqué una sonrisa y me sentí con mucha más fuerza que antes de empezar a hablar.

    – [Zahra]Gracias[/Zahra]

    – [Nate]¿Listo para enfrentarte a todo esto?[/Nate] – ella asintió encogiendo ligeramente los hombros. Ninguno de los dos estaba listo para ver a una demonio pura cara a cara, pero nos habían puesto en este camino y ahora teníamos que arreglarnos.

    Después de un rato más ascendiendo llegamos al enorme ‘Palacio Alzado’ de la «diosa Hathor». En el exterior, un pequeño ejército de lo que parecían humanos se quedó con la mirada al frente, inmóviles, mientras cruzábamos. Me giré para ver que todos ellos tenían aquél apéndice en la nuca.

    Atravesamos aquél extenso jardín con fuentes que emanaban agua constantemente. Para la gente de allí seguro que aquello significaba el poder de la demonio, pero para alguien que venía de un mundo muy diferente lo único que podía ver era a un solo ser malgastando los recursos que cientos o miles de personas no podían tener.

    Los guardias dieron una orden y al menos una decena de hombres y mujeres empujaron las pesadas puertas del Palacio. Cuando estuvo abierto, nos instaron a pasar. En aquél recibidor hacía fresco incluso.

    Observé las paredes llenas de inscripciones. A Noah le habría picado la curiosidad de si los jeroglíficos de la Tierra eran un lenguaje de algún demonio o esta demonio en concreto había aprendido a comunicarse como sus súbditos.

    Al final llegamos a una enorme sala y allí, en un trono de oro y alabastro, una figura femenina mantenía los ojos cerrados mientras hombres y mujeres la agasajaban.

    – [b]Habéis venido a adorarme, supongo.[/b] – dijo cuando nos llevaron frente a ella. Aquella demonio había tomado una forma humana de rasgos femeninos que deliberadamente mostraba, con una piel del color del bronce y unos dientes níveos.

    – [Nate]Hemos venido con nuestros…dioses. Mi señora.[/Nate] – miré a Zahra de reojo, pero ella permaneció callada, habíamos acordado que solo uno hablaría y ella había decidido que fuera yo, que conocía un poco más lo relacionado con los Daë.

    – [b]Sirvientes.[/b]- corrigió. Sentí que me analizaba con su mirada y mi ser, mi verdadera forma, se removió, incómoda, temiendo que viese más allá de aquel traje humano.- [b]Aquí la única diosa soy yo.[/b] – replicó, cambiando la mirada a Zahra.

    Tragué saliva, no es que pensara que fuese a ser fácil, pero no parecía que nadie se resistiera a aquella demonio. En parte pude comprenderlo, era como si la belleza física que había elegido emanase de su cuerpo, encantando los sentidos y haciendo que lo más sencillo fuese rendirse y adorarla. – [Nate]¿Ahora somos sus sirvientes nosotros también, diosa Hathor?[/Nate] – pregunté. Si para ella los otros dioses no eran más que sirvientes, temí lo que podríamos ser nosotros. ¿Nos había llevado allí para «apropiarse» de nosotros o para algo peor?

    – [b]Por supuesto.[/b] – sentenció.

    – [Nate]¿En qué podemos servirle?[/Nate] -. la diosa se echó hacia delante y nos observó fijamente. Mi mente trató de buscar la forma de salir de allí y volver con los demás.

    – [b]Demostradme vuestras habilidades.[/b] – indicó. Con un gesto de su mano una parte de la guardia que nos había escoltado se giró hacia nosotros, lanza en ristre.

    Miré a Zahra y asentí. No sé cómo lo hizo ni en qué se concentró, pero su energía empática me reforzó. Agarré una lanza dirigida hacia mi torso y la partí en dos, propinando una patada en el pecho a la persona que la empuñaba. Con esa energía les derribé rápidamente solo para comprobar que Zahra era tan ágil como para haberlos esquivado a todos, excepto a uno al que acababa de dejar inconsciente.

    – [b]Tú podrás formar parte de mi guardia.[/b] – escuché decir a la voz de la diosa. Me miraba a mí. – [b]Y tú…[/b] – añadió, mirando a Zahra. Se quedó pensativa. – [b]Serás mi concubina.[/b] . giré la mirada hacia ella y vi que Zahra no sabía qué decir. Si nos separaban aún más, íbamos a tener muy difícil salir de ese mundo.

    – [Nate]Mi señora, nos gustaría pedirle un favor. Sabemos que no somos más que meros mortales pero…nos gustaría recuperar un artefacto que tenían nuestros anteriores señores, un recuerdo…[/Nate] – no se me daba muy bien mentir, pero con suerte para los estándares de Antigüo Egipto fuera suficiente. Aquella era nuestra única esperanza de no separarnos y reunirnos con los demás, que esperaba que ya hubieran encontrado a la Daë.

    – [b]No.[/b] – no añadió nada, ni un pero, ni un tono diferente, era rotundo y nadie iba a osar llevarle la contraria. Miré de nuevo a Zahra.

    La diosa se alzó y bajó con gracia las escaleras hacia nosotros. Por un instante temí haberla ofendido con la petición y que nos mandase matar allí mismo. Eran demasiados para nosotros. – [b]Primero tendrás que probar lealtad.[/b] – dijo frente a mí. – [b]Vuestros anteriores dioses y su sacerdotisa forman parte ya de un ataque contra mí.[/b] – esperé, necesitaba con urgencia defenderles pero si intervenía ahora quizá sería peor para ellos. – [b]Te unirás a mis huestes y acabaréis con todos ellos, especialmente la que se hace llamar Na’amah.[/b] – reconocí el nombre por uno de los cuadros de Duke. Ésa era la Daë. – [b]Si cumplís quizá os deje buscar ese artefacto entre sus pertenencias.[/b] – indicó.

    Después volvió a su trono y a nosotros nos llevaron por caminos separados. A Zahra a prepararse para ella y a mí a prepararme para matar a Mike, Niall y Sophie.

    No sabía cómo íbamos a salir de esa sin dejar a nadie atrás.

  • OJOS ROJOS

    DANTE VILLIERS

    NOCHE – DAGRKNOT

    Nunca he sido una persona muy metida en redes sociales, siempre he preferido trabajar con las manos y la vieja mecánica en lugar de los ordenadores e internet. Pero si que me habían hecho gracia toda la vida los memes, los buenos, al menos.

    En aquél momento no dejaba de darle vueltas al meme de Anakin Skywalker con la arena, pero en mi caso, con aquella puñetera tormenta sin fin.

    Desde que habíamos llegado a ese jodido planeta todo había sido agua, desde aparecer en mitad del maldito océano – o mar, lo que sea – pasando por unos putos demonios serpiente marina que nos querían hundir en las profundidades hasta terminar en esa maldita llovizna débil que parecía que no estaba cayendo pero al final te encontrabas calado hasta los huesos y muerto de frío.

    Yo era un tipo de verano, especialmente desde que vivía solo. De poder ir por casa en calzoncillos sin preocuparme de coger un resfriado que me tuviera jodido una semana, porque sí, los aesir muy fuertes, pero nos ponemos malos igual, aunque según el padre de las MacLeod, de forma menos mortal en algunos casos. Alguna ventaja tenía que haber.

    Aquél lugar era invierno. Toda la vida me había quejado del tiempo de Moondale cuando llegaba el invierno, pero sinceramente, era un paseo comparado con el frío y la humedad de aquél mundo. Me extrañaba que no les hubiesen salido a todos unas malditas branquias.

    Para mí nadar era una putada. Mi madre había descubierto siendo pequeña que la fisiología de su cuerpo la hacía más densa y naturalmente en lugar de flotar, se hundía. Así que desde pequeño eso se me había quedado grabado en la retina hasta llegar a la actualidad, sin haber nadado en mi vida. Los bordes de las piscinas eran mis amigos y a la playa de todas formas no acostumbraba a ir porque la gente común me vería las alas. A la única playa a la que había ido era a la que estaba frente a la casa de verano de las Echolls e incluso allí había procurado hacer pie.

    Así que ese mundo no lo empecé de muy buen humor. A veces, cuando me apetecía relajarme, además de la forma que imagináis, me gustaba volar. Pero con aquél tiempo infernal era imposible salir y arriesgarme a convertirme en un pararrayos humano o en el mejor de los casos, volar con las alas empapadas.

    En el interior de la cabaña que nos habían dejado sí que se estaba bien, con el calor de la chimenea y la tormenta exterior, pero era aburrido a más no poder. Lo único que teníamos para entretenernos era hablar entre nosotros o a través de las esferas y aquellos trastos mágicos no terminaba de entenderlos. Para mí tendrían que haber tenido un botón, números o una puta palanca.

    Después de la charlita de Xander con la esclava Antje, vino a explicarnos todo el percal que había en aquél sitio y más concretamente, los miedos que guardaba por esa leyenda Vanir. Así que estabamos perdidos, sin pistas del Daë del pelo azul y con más preocupaciones para Xander.

    Digo «más preocupaciones para Xander» porque no me cabía en la cabeza la idea de que la inocente Elle que siempre cuidaba de todo el mundo, intentaba hacer todo bien y se guardaba una sonrisa para cada ocasión, pudiese convertirse en una psicópata hambrienta de poder, por mucho poder que tuviera.

    Estuvimos discutiendo qué hacer hasta bien entrada la noche, cuando el sonido de alguien llamando a la puerta cambió las cosas. Owen fue a abrir y en el marco de la puerta, recortado contra la noche oscura y tormentosa, como si acabara de salir de un puto slasher, estaba una figura encapuchada.

    Se descubrió antes de pasar y vi otra vez esa desagradable cara de Orm…algo, Orm Nostrum o como fuese. Me coloqué en tensión sin ni siquiera pensarlo, aquellos ojos brillantes que había mostrado antes eran calcados a los de los Neidr, así que el tipo no estaba detrás de nada bueno.

    – [b]Disculpad esta visita tan tardía.[/b] – dijo con una voz empalagosa. Trataba de ser tan educado y embelesar con sus palabras que tenía miedo de que me provocase una diabetes. Y sí, lo notaba incluso sin escuchar la traducción de sus palabras, porque el que llevaba ahora el dispositivo era Xander.

    – [Xander]Señor Nystrom, pase.[/Xander] – le ofreció Xander, mostrando la sonrisa de cortesía que se guardaba para aquellos de los que no se fiaba.

    – [b]No tengo mucho tiempo, la jarl Vigdis no querría verme aquí tratando con vosotros este…asunto.[/b] – Xander era el psicólogo, seguro que se estaba dando cuenta de que aquél tío era sospechoso.

    – [Xander]¿Qué asunto?[/Xander] – preguntó sin moverse de la entrada, no quería que Orm se acercara demasiado a nosotros. Ruby se puso en pie y se acercó a ellos, por si la necesitaba.

    El tipo se acercó a las ventanas y observó por ellas de una manera un poco teatrera. – [b]Es peligroso hablar de ello…[/b] – se quedó callado y la sibilancia de sus palabras se me clavó en el cerebro. – [b]…ha llegado a mis oídos que preguntabais por un joven de pelo azul.[/b] – añadió.

    Xander meditó sus palabras. Fuera lo que fuera lo que le hubiese preguntado, nos ponía en un compromiso. – [Xander]Es posible.[/Xander]

    – [b]Ese hombre, en caso de que lo busquéis, tiene el pelo azul por un motivo.[/b] – no me gustaba como miraba a Xander. – [b]Corre el rumor de que era de un poblado mucho más al norte, ahora abandonado. Odín no fue benevolente y en una incursión pereció toda su gente.[/b] – Xander lo escuchaba, atento. – [b]Se dice que naufragó en una isla perdida que ni siquiera sale en los mapas. Una isla maldita por un espíritu con el que hizo un pacto.[/b] – añade.

    – [Xander]Si hizo un trato con un espíritu entiendo por qué la jarl no quiere hablar de esa persona, si es que existe.[/Xander]

    – [b]Oh sí, existe. Mis propios ojos le han visto a él y a su melena azul.[/b] – torció los finos labios en una pérfida sonrisa.

    – [Xander]Supongo que no podrías decirnos dónde.[/Xander]

    – [b]No debería, pero sí podría.[/b] – volvió a fingir que miraba por las ventanas. – [b]Es un cazatesoros. Comanda un barco llamado ‘Diosa Azul’ y atraca habitualmente en Raahe, al oeste de aquí.[/b] – Xander entrecerró los ojos, algo que acababa de decir el otro tipo le había sorprendido.

    – [Xander]¿Nos lo dices así, sin más? ¿Por qué?[/Xander] – en aquél idioma infernal cualquiera sabía, pero parecía que le estaba preguntando algo.

    – [b]Vivimos tiempos difíciles. Un grupo de forasteros con muchas preguntas no ayuda, por mucho que sean hábiles…matademonios.[/b] – había algo en sus palabras que destilaba maldad. – [b]Vuestra marcha será buena para todos y si en vuestro camino se cruza ese hombre en el lado opuesto, también saldremos todos beneficiados.[/b]

    Xander se quedó un rato en silencio, pensativo. – [Xander]¿Y si es amigo nuestro?[/Xander] – noté que ponía mucho cuidado en sus palabras.

    Aquella serpiente rastrera le observó fijamente. – [b]En ese caso tendría que apelar a este gesto benevolente para confiar en que vuestros caminos no se cruzasen con nosotros de nuevo.[/b] – respondió.

    – [Xander]Marcharemos de madrugada.[/Xander] – Xander dijo algo corto que al otro le hizo sonreír.

    – [b]Buen viaje a todos. Que Odín os preste su bendición.[/b] – se giró y se marchó, fundiéndose una vez más en la noche.

    Cuando Xander se giró hacia nosotros, Ruby le miraba de forma inquisitiva, esperando respuestas. Nos explicó todo lo que había dicho aquél tipo y todos estuvimos de acuerdo en que había algo más oculto en sus intenciones.

    Podía ser una trampa o podía ser verdad que quisieran librarse de nosotros. La vena heroica de Xander le hacía dar demasiadas vueltas a si debíamos quedarnos un poco más y ver si podíamos ayudar a aquella gente, pensaba que las intenciones de Orm eran quitarnos del medio para seguir sus maquinaciones. Pero como le manifesté con mucha educación a Xander, no tenía que importarnos.

    – [Dante]¡Que le den por el culo a esta gente! Tenemos que preocuparnos de nosotros y de volver a casa.[/Dante] – ¿qué? estaba siendo educado. Aquella gente nos había mirado con recelo desde el principio y aquella cabaña pese a ser cómoda, tenía todos los ojos puestos en ella y parecía una cárcel.

    Al final, después de pasar media noche discutiendo con Xander, conseguimos convencerle de que teníamos que seguir adelante. Por mucho que le preocupara aquella gente, los nuestros estaban en un peligro inminente y Ruby le recordó que no estábamos allí para interferir en el desarrollo de esos mundos.

    Por mi parte, cuanto antes nos alejáramos de aquél mundo frío, húmedo y anticuado y volviéramos a la nave, mejor.

    Así que a la madrugada siguiente nos fuimos en la dirección que marcaba el mapa que esa serpiente de Orm nos había dejado. No nos despedimos de la jarl ni de nadie, porque él iba a encargarse de «excusarnos», pero sentimos una mirada fija en nosotros todo el camino. No tuve que darme la vuelta para saber que aquellos ojos que nos seguían eran rojos.

     

  • LA UNIÓN HACE LA FUERZA

    DAAKKA

    MAÑANA – CABAÑA DE LOS ARKKAN

    Nuestra vida había sido extraña desde el principio. Claro que es lógico que eso no tenga mucha credibilidad siendo escrito por una escamosa mano verde perteneciente a un demonio cuya raza debía haberse extinto hacía milenios.

    Pero aquí estoy, he llevado y sigo llevando mi vida y tengo una maravillosa familia, que ahora mismo está separada por millones de kilómetros.

    Selardi está sufriendo mucho por estar separada de los niños sin poder hacer nada por ayudarles. Ella está acostumbrada a poner de su parte su fuerza física y su valentía para poner a salvo a los que le importan, pero esta vez solo podemos poner de nuestra parte el apoyo incondicional y la sabiduría que nos han dado los años.

    Al final, parece que Selardi se ha acostumbrado un poco a esa idea y lleva varias noches comunicándose a menudo con Jane, la hija de Dominic y Rebecca. Es curioso pensar que de todos, sea con ella con la que pueda hablar, pero los elementos lo explican todo, así que quizá tengan más en común de lo que creen.

    Por lo que ella misma me contó, al principio no fue muy fácil. Selardi quería hablar con Noah o con Leo y cuando se empeña en algo, suele ser bastante tenaz, pero no había nada que hacer, solo se tenían la una a la otra.

    Jane la mantenía informada de todo lo que pasaba allí, desde la misión que les habían encomendado los Daesdi hasta las curiosas civilizaciones pasadas que se escondían en cada mundo, pasando por su propia nave espacial que se había convertido en refugio.

    Gracias a ella sabíamos que Noah y Leo estaban bien. Noah había sido herido por un dinosaurio en una pierna, pero sus poderes le habían permitido curarse rápidamente. Siempre me había preguntado cómo era posible que mi poder sobre la electricidad se manifestase en Noah de una forma tan curiosa, quizá se debía a que mi hijo pequeño había sido muy inquieto y ágil de mente desde el momento en el que nació. Pero aun así, me sorprendía que pese a ser yo capaz de usar la electricidad para ir más rápido, ni siquiera me acercaba a una décima parte de la velocidad que él podía alcanzar. Sea como fuere, me alegraba de que eso le hubiera salvado y deseaba con todas mis fuerzas que le permitiera volver hasta nosotros junto a todos los demás.

    Después de un par de días conseguir convencer a Selardi de reunirnos con los demás para informar en conjunto de lo que íbamos sabiendo. No todos los ‘New Moondies’ – como se hacían llamar – eran tan claros con la información como Jane, así que podía resultar muy útil y una tranquilidad añadida para todos los demás. Christopher empezó a aportar más y más notas a un enorme panel que había dispuesto en la biblioteca privada de la Escuela Legado, buscando una forma de traerles a todos y todas de vuelta. Yo, al igual que los demás, cooperaba con él para sentirnos de utilidad, pero guardaba la creencia de que si estaban ahí fuera por una misión, sería difícil verles de vuelta hasta que no la completaran.

    Pero no era solo lo que pasaba en el «Cúmulo Nexus» lo que Jane había llegado a contarle a Selardi. La mayor de los Williams era la más seria y responsable, como decía el cuento aquél de los cerditos que daba miedo a Leo de pequeño. Esa responsabilidad le hizo desmentir la historia de cómo había llegado a ser rescatada Rainbow. Hasta aquél entonces les creímos cuando dijeron que Henry había usado su puesto interno y con ayuda de los O.W.L.S había conseguido sacarla de allí, pero la realidad era mucho más aterradora, todos ellos, incluso Noah, había entrado en la vieja sede de la Iniciativa, que ahora pertenecía a Infinity, para descubrir que eran, si cabe, peor que sus antecesores.

    La mera idea de imaginarme a cualquiera de mis hijos encerrado en una cámara de éstasis como yo mismo estuve, siendo analizado cada dos por tres y sumido en un letargo sin fin cada vez que ellos decidieran, me provocaba un miedo atroz.

    Infinity tenía más poder del que habría tenido en su día la Iniciativa. Ellos habían sido en cierta manera una rama oscura del gobierno de aquél entonces con la que no se podía saber si todos estaban de acuerdo. Pero Infinity, además de ser en sí misma el Departamento de Seguridad, era la principal proveedora de dispositivos electrónicos de todo tipo, tenía el principal servicio de streaming audiovisual, canales de noticias, producción cinematográfica, software e incluso su propio mundo virtual en el que la gente se sumía en cualquier mundo del que una vez hubiera sido fan, formando parte de él mientras se alejaba poco a poco de la realidad. Resumiendo, Infinity controlaba gran parte del mundo occidental y ahora tenían la mira puesta en nuestros pequeños y pequeñas.

    Si lo de Omega había resultado una preocupación, la revelación acerca de Infinity solo complicaba más las cosas.

    Fue en ese momento, minutos antes de salir por la puerta para reunirnos una vez más los Moondies como en los viejos tiempos, cuando sentí la urgencia de coger el disco. Sé que es algo complejo de explicar, ni siquiera yo que había elegido conocimiento como recompensa a mi Prueba lo tenía del todo claro, pero cuando podíamos hablar con alguno de los New Moondies, los discos nos lo hacían saber. Ya no hacía falta estar con ellos en la mano sin apenas dormir como habíamos hecho los primeros días.

    – [Daakka]¿Quén está ahí?[/Daakka] – pregunté. En mi memoria genética estaban almacenados los elementos que correspondían a cada uno de los Daë de mi generación, pero respecto a los New Moondies, la mayor parte eran conjeturas y hasta el momento yo solo había hablado con mis hijos.

    – [Lexie]Alexandra Karen Fenris[/Lexie].- respondió una voz orgullosa al otro lado. Sonreí para mí, aquella chica siempre me había caído bien.

    – [Daakka]¿Lexie? Extraño llamarte así con ese aspecto.[/Daakka] – comenté al ver su aspecto manifestarse delante de mí. Lexie Reed había venido muy a menudo desde los tiempos del instituto de Noah, pero de Allie solo habíamos visto fotos. Resultaba raro que fueran la misma, pero yo precisamente tenía que abrir la mente.

    – [Lexie]¿Tú no te llamas Duke Rivera y ahora eres un tío verde?[/Lexie] – replicó. Parecía que me había leído los pensamientos. Lexie y yo teníamos más en común de lo que pudiera parecer. Cuando estuvo en nuestra casa tuve que mostrarme como Duke Rivera ante ella, siempre fingiendo, al igual que ella lo había hecho como Lexie Reed. Aquellos cuerpos se habían convertido en nuestras cárceles aunque con el tiempo yo hubiera aprendido a hacer las paces con el mío.

    – [Daakka]Poco sentido ocultar lo que soy.[/Daakka] – admití. Ya era tarde para esconderse con ella, sabía muy bien lo que era Noah y era la hija de Karen y Alexander así que conocía bien nuestro mundo. Era un gran alivio poder mostrarme con mi aspecto «verde». Con los años me había acostumbrado a Duke, pero siempre que podía volvía a mi forma original, en la que ya había aprendido a expresarme bastante bien. – [Daakka]¿Cómo está Noah?[/Daakka] – pregunté. Sabía que en la «incursión» actual, como las habían bautizado, Noah hacía equipo con Lexie, Laura, Cole y Rainbow para ir a un mundo del Japón feudal.

    – [Lexie]Está ahora mismo apagado o fuera de cobertura[/Lexie].- explicó. No parecía preocupada, así que me mantuve tranquilo.

    – [Daakka]¿Está bien? ¿Ha pasado algo más?[/Daakka]

    – [Lexie]Ahora mismo está regular, pero se va a poner bien[/Lexie].- aseguró.

    – [Daakka]Si su Selardi está con él. Lo estará.[/Daakka] – sonreí, confiaba en aquella muchacha que aún era demasiado joven y con demasiadas cosas dando vueltas por su cabeza. No tenía dudas de que era buena persona, igual que no las tenía de que era la Selardi de Noah.

    – [Lexie]Eres un tío raro[/Lexie].- replicó sonriendo.

    – [Daakka]Me lo dicen mucho.[/Daakka] – dije devolviéndole la sonrisa. – [Daakka]Para ser mapache disimulas bien.[/Daakka] – añadí.

    – [Lexie]Cuando me canse de la vida de heroína, me iré a un zoo a que me den cacahuetes[/Lexie].

    – [Daakka]Puedes venir a nuestra casa, siempre tenemos cacahuetes.[/Daakka] – a Selardi le volvían loca los frutos secos, especialmente los pistachos.

    Ella respondió con una sonrisa y de pronto sentí lo sola que debía sentirse allí. Al contrario que otros de nuestros descendientes, Lexie no quería un tipo de vida como la que nosotros habíamos llevado y se veía forzada a hacerlo para sobrevivir, lejos de todas las comodidades y la vida que había conocido siempre.

    – [Daakka]¿Cómo están Rainbow, Cole y Laura?[/Daakka] – aunque si hubiera pasado algo me lo hubiera dicho, no podía perder la oportunidad de mantener al resto al día de cómo se encontraban. En el caso de Laura era diferente porque con Petra teníamos cuidado de qué desvelar y cómo. Con Logan no conseguimos ponernos en contacto aunque Elle sí lo hubiera conseguido, pero de Cole ya nos preocupábamos todos los demás, incluido Hiroshi que llegaría en avión en un par de días. Y Rainbow tenía muy preocupados a Sarah, Daniel y Sasha, era muy pequeña como para estar allí, había sido un regalo para ellos y se la habían quitado demasiado pronto.

    – [Lexie]Laura está más perdida que uno de Dirdam en la playa de Louna[/Lexie].- comentó.- [Lexie]Cole y Bowie van a ver si ruedan la nueva entrega de Karate Kid[/Lexie]. – añadió con poco interés.

    – [Daakka]Para ser japonesa te veo un poco aburrida.[/Daakka] – bromeé.

    – [Lexie]Yo no soy japonesa[/Lexie].- respondió, vi en su cara que le había molestado y me avergoncé de no darme cuenta antes.

    – [Daakka]Perdona, no quería ofenderte. Me refería solo a tu parte tanuki.[/Daakka]

    – [Lexie]Ya. Es que es un tema delicado[/Lexie].- comentó, restándole importancia, pero ya era difícil camuflarlo. Por la manera en la que hablaba asumí que la desaparición en su vida de su padre no le habría afectado, pero me había equivocado. Sería raro que a alguien no le afectase.

    – [Daakka]Si te sirve mi experiencia, yo decidí coger lo mejor de mi raza, en lugar de en lo que se habían convertido.[/Daakka] – no me avergonzaba de ser Rakkthathor, pero en mis propios términos. – [Daakka]Y aunque tu padre biológico sea como sea, siempre tendrás a tu padre y tu madre que te han cuidado toda la vida.[/Daakka] – sabía que daba igual lo que dijera, ella seguiría sintiéndose así mientras no lo descubriese por si misma. Quise decirle que era normal que se sintiera así, que no tenía que dar explicaciones a nadie, pero era una mujer muy fuerte, no necesitaba lecciones que ya conocía.

    Después de eso seguimos hablando de cosas sin importancia, ella lo prefería y era la única forma en la que podía apoyarla. Tengo que reconocer que en la siguiente media hora aprendí más de moda y música de lo que había aprendido en toda la vida.

    Cuando cortamos la comunicación sentí que Lexie seguía cargando el peso de lo que el mundo había decidido por ella, pero al menos tenía más personas con las que compartirlo. Eso fue siempre la ventaja de los Moondies, que nos apoyábamos unos en otros y ahora, si los New Moondies querían seguir adelante, necesitarían esa fuerza.

  • MAGIA DE MUCHOS TIPOS

    JAMES BARNES

    HACIENDA BARNES – ARTISAN, TARDE

    Aquella mañana fría parecía un día común y corriente en mi vida. Me aseé a primera hora de la mañana, después de dar de comer a los animales y revisar el estado general de la finca.

    Luego le siguieron un par de horas de clases particulares con mi tutora, la Señorita Adelaide. Después de eso, era el momento de preparar el almuerzo de padre y hacérselo llevar. Disfrutaba aquellos viajes en tren porque se podía otear aquellas inmensas praderas en el horizonte, llenas de vida y misterios que por descubrir.

    Por el contrario, cuando el tren se detenía, terminaba en aquella fortaleza de cemento frío y gente perversas, corruptas quizá por el humo empozoñado de las fábricas que iban a traer riquezas a todo el mundo, cuando en realidad no había más que pobreza, prostitución y drogas en gran parte de la ciudad. Excepto en la fábrica de mi padre. Sin ella, aquellos trenes que se movían de manera continua entre la ciudad y hacia las afueras, llevarían esas oscuras nubes con ellas, en lugar de moverse gracias un motor de agua, que ningún mal hacía.

    No era la primera vez que me atacaban. Muchos decían que la fábrica de padre estaba quitando trabajo a otras, haciéndolas cerrar. No eran más que mentiras pues las que lo hacían, ya iban en picado y se sostenían tan solo en tener esclavos y esclavas más que trabajadores. Pero eso no lo entendían y me buscaban a mí, que con mi pelo era tan fácil encontrarme como a un faro en la niebla.

    Y ahí es donde ese día fue diferente. Cuando conocí a aquella chica pelirroja sentí curiosidad, más aún al ver que iba con una dama más, con cabellos parecidos o más rojos si cabe, además de una, que pese a llevar un traje masculino, también era hermana aunque su cabello estuviese más apagado, como unas brasas en lugar de un fuego vivo.

    En cuanto me preguntó por padre, sentí recelo. Ya había recibido demasiados golpes, de hombres sobre todo, pero también de mujeres, así que no podía hacer otra cosa que alejarme. Pasé el resto del tiempo con miedo, mientras me comía mi almuerzo dentro de la fábrica, viendo cómo trabajaban.

    Llegó la hora de irme y el asalto que recibí ya no me resultaba extraño, pero sí lo fue encontrarme de nuevo a aquella joven y sus acompañantes. No, extraño no es la palabra. Eso fue algo más, algo mucho más emocionante. Aquellas gentes se transformaron en animales delante de mí, monstruos enormes con pelo y garras como en la leyenda del hombre lobo. Pero lo que más me impresionó fue que la dama más adulta, la del pelo rojo intenso, obró magia.

    Así pues, además de por el agradecimiento de salvarme, les invité a la casa para saber más que aquello con lo que había fantaseado toda mi vida, pero nunca creí que fuera real.

    Había asistido a trucos callejeros desde que era pequeño, siempre me había encantado y padre solía llevarme porque decía que a madre también le gustaba. El problema era que siempre terminaba desenmascarando los trucos, cada vez con más facilidad. Y eso hacía que me sintiera vacío, observando a la gente disfrutar, riendo a carcajadas mientras el mago hacía sus trucos de manos.

    Esa magia no me interesaba. La que lo hacía era la de mis libros, la magia capaz de conjurar los elementos, de mover cosas con la mente, de crear pócimas y elixires, la magia que te sumerge en una vida llena de aventuras donde tu ingenio es tu mejor arma en lugar de una espada y unos músculos fuertes.

    Con el tiempo, padre dejó de llevarme a los espectáculos. Ya no los disfrutaba, así que no los eché de menos, pero sí que él compartiese mi pasión. Desde que empecé a coleccionar libros y sumergirme en sus historias, embelesado por aquellos poderes y aquella fantasía maravillosa, padre pasó a recordarme a diario que la magia no existía y que el uso que podíamos darle a nuestro ingenio era con ciencia, no con cuentos de hadas.

    En ese momento, con el tomo de  ‘La Bruja de Edmonton‘ en la mano mientras se lo enseñaba con pasión a aquella joven llamada Vera, me asaltó un miedo. Si padre sabía que esa gente sabía hacer magia y por eso les había llevado a casa, me esperaban problemas.

    – [Vera]¿Qué te pasa?[/Vera]- me preguntó aquella joven. Vera se llamaba, un nombre que me inspiraba confianza.

    – [James]Padre no puede saber que hacéis magia ni os…transformáis.[/James] – le expliqué, cohibido. Estaba frente a frente con seres que parecían salidos de cualquiera de mis libros y sin embargo tenía que decirles que «disimulasen» su condición. Era como pedirme a mí que dejase de ser pelirrojo.

    – [Vera]Tranquilo, no es algo que vayamos diciendo por ahí[/Vera].- comentó ella restándole importancia.

    – [James]Es que…no le gustaría que os hubiera traído sabiendo eso. Cree que me afecta, que me aleja del mundo real.[/James] – aseguré. Sentía que a ella podía contárselo. Por lo que sabía, ella era la única que no podía hacer lo que el resto. Era como yo, mientras que los otros tres eran para mí como hadas salidas del mundo faë.

    Vera frunció el ceño pero no dijo nada. Pensé que quizá le había molestado, pero continuó mirando el libro en lugar de irse. La observé mientras lo hacía, parecía una dama muy culta y con un gran control de sus emociones. Tanto, que me costaba leerla, pese a que madre siempre decía que era bueno en eso.

    – [James]Todavía no soy capaz de creerme lo que puede hacer su hermana.[/James] – me miré las manos, recordando lo que había visto hacer a la señorita Kaylee.

    – [Vera]Por el módicoprecio de un mordisco, podrías hacer lo mismo que ella[/Vera].- respondió. En ese momento sentí que el estómago me daba vueltas. Jamás había leído que la magia se transmitiera por un mordisco pero….si eso era cierto. Estaba dispuesto, más que dispuesto.

    – [James]¿La…magia se transmite con un mordisco?[/James] – pregunté, fascinado con la idea de hacer mi propia magia.

    – [Vera]¿De qué hermana hablas?[/Vera]

    – [James]La que es pelirroja.[/James]

    – [Vera]Mis dos hermanas son pelirrojas[/Vera]

    – [James]P-pero la que vestía como un…caballero tiene el cabello más oscuro.[/James] – me había resultado confuso ver que los dos hombres lobo no eran hombres los dos. Uno de ellos era una mujer de complexión delgada, algo que pude comprobar cuando se deshizo de la parte superior del traje para convertirse. En aquél momento estaba en shock y había mirado sin darme cuenta hacia él, solo para ver que tenía dos….dos pechos. No me había fijado en su pelo porque lo llevaba recogido.

    Le di vueltas a la imagen de aquella joven más tarde, cuando entramos en la casa. Era cierto que era pelirroja, pero su color era oscuro, como la ceniza. Mi cara se sonrojó y me quedé sin saber qué decir, me pasaba a menudo cuando cometía un error así.

    – [Vera]Te refieres a Kaylee[/Vera].- respondió con paciencia.

    Asentí y memoricé el nombre. – [James]Lo siento, no recordaba el nombre.[/James]

    – [Vera]La magia se aprende, pero tienes que tener cierta afinidad con ella[/Vera].- aclaró, tomando asiento en mi sillón de lectura. Se colocó, incomoda, el vestido. Quizá en el lugar del que venía se vestía diferente. Se levantó el vestido con rapidez y juraría haberle visto el tobillo desnudo. Tragué saliva. Nunca había estado hablando tanto tiempo con una dama de mi edad, y desde luego no tan inteligente y bella.

    – [James]Quiere decir que…¿podría aprender a usarla?[/James] – pregunté, tratando de concentrarme en la magia. Si algo podía distraerme, era eso.

    – [Vera]Podrías, pero si no tienes talento serías como…[/Vera]- se quedó pensativa un instante.- [Vera]Piensa en que la magia es como la música: cualquiera puede coger una guitarra y rasgar las cuerdas, pero que de ahí salga una melodía agradable es algo que requiere cierta afinidad[/Vera].- notaba la cautela en sus palabras. No quería darme falsas esperanzas, pero yo me conocía bien. Si mi amor por la magia hubiera sido vocación musical, habría tocado cada hora, minuto y segundo de mi vida hasta dominarlo. No habría parado ni un segundo.

    – [James]Pero después de toda mi vida escuchando que era fantasía…[/James] – empecé a decir, ensoñando. Me veía estudiando, practicando magia, realizando maravillosos trucos como hacer levitar un objeto sin cables ni cuerdas, crear fuego a partir de mis propias manos…  Pensativo, mis ojos captaron un cuadro de padre que le había regalado un trabajador hacía unos años. Su rostro serio me sacó de mi ensoñación. Él nunca aprobaría que hiciera magia. Quería que en unos años me convirtiera en su aprendiz para algún día hacerme cargo de la fábrica o quizá de una nueva, expandiendo el negocio.

    – [Vera]También se puede conseguir con práctica, pero el verdadero talento, el…arte de hacer magia…eso es otra cosa[/Vera]. – tenía la sonrisa de una joven de buena familia. Aún contaba con todos sus dientes y olía a perfume.

    – [James]Siento…haber pensado que tenía malas intenciones, señorita Vera.[/James] – me disculpé.

    – [Vera]Es normal que lo pensaras si no nos conocías.[/Vera]- replicó, restándole importancia. Me dirigió una sonrisa y sentí que mi cara volvía a encenderse.

    – [James]Dijiste que erais viajeros. ¿De muy lejos? ¿De la Gran Planicie?[/James] – ella me miró, extrañada. Me acerqué al ventanal y señalé a lo lejos, a un horizonte que se perdía en la distancia, allí donde las tierras sin explorar podían esconder toda clase de secretos. Las ciudades se agolpaban en una parte de nuestro planeta. Excepto los tres océanos documentados, había una enorme zona de tierra deshabitada que aparecía marcada en los mapas simplemente como «Gran Planicie», así que siempre había guardado la esperanza de que en toda aquella extensión a la que no llegaba ningún transporte, escondería magia. Quizá una civilización perdida que controlaba la magia o un pueblo vecino de Atlantis.

    – [Vera]De otra Tierra[/Vera].- respondió con tranquilidad. La miré a los ojos, muy bonitos, por cierto. Y ella dejó salir una sonrisa al ver mi cara.- [Vera]En mi mundo estamos en el siglo XXI[/Vera]. – aquello era de locos. Por un momento pensé que quizá aquellos matones me habían golpeado con demasiada fuerza en la cabeza.

    Se hizo el silencio unos minutos. Ella jugaba con la falda del vestido, tratando de acomodarse.

     – [James]Debe haber tantas cosas diferentes. Tanto por ver.[/James] – comenté en voz alta.

    – [Vera]Vente[/Vera]. – propuso. Abrí los ojos y volví a mirarla.

    – [James]¿Lo dices en serio?[/James] – apenas me conocía, yo había desconfiado de ellos al principio y me ofrecían irme con ellos en sus aventuras. Era lo que siempre había soñado pero… – [James]Pero padre…me necesita.[/James] – padre siempre decía que había que vivir más y soñar menos.

    – [Vera]¿Es tu vida o es la suya?[/Vera] – preguntó.

    La miré a los ojos y ella mantuvo la mirada. Me estaba abriendo la puerta a lo que siempre había soñado. En toda mi vida, era la única persona que me había dicho que siguiera mis sueños. Por un momento mis ojos captaron toda su grandeza, tanto, que capté por el rabillo del ojo cómo se le deslizaba el vestido y dejaba al descubierto un perfecto hombro desnudo. – [James]P-perdona.[/James] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]¿Qué has hecho que no me he enterado?[/Vera] – preguntó, despreocupadamente.

    Le señalé su hombro, evitando mirarlo demasiado. – [James]Me he quedado mirando tus ojos y he visto tu…hombro y tu…cuello.[/James] .- confesé. Era un vergüenza haber tenido el descaro de mirar a una dama de esa forma, pero prefería admitirlo en lugar de ocultarlo.

    – [Vera]No le des vueltas[/Vera].- dijo ella sin preocuparse de colocarlo.

    Asentí y nos sonreímos en silencio, hasta que un grito llegó desde la parte de arriba, de la habitación en la que estaba la señorita Kaylee y el señor.

    – [Vera]Qué vergüenza ajena…[/Vera]- se quejó Vera, pasando una mano por la cara. No sabía qué hacer. La señorita estaba gritando, ¿le estaría haciendo daño? Quizá se había convertido en lobo y…

    – [James]¿Está bien? ¿Le está haciendo algo?[/James] – pregunté, preocupado y nervioso.

    – [Vera]James, no me hagas explicártelo[/Vera].

    – [James]¿Es por la transformación?[/James]

    – [Vera]James, es…sexo[/Vera].

    Me sonrojé tanto que no sabía dónde meterme y di un paso hacia atrás, sin mirar, así que estuve a punto de caer después de enredarme con la alfombra. – [James]P-pero…no sabía que estaban…casados.[/James]

    – [Vera]No lo están[/Vera].

    – [James]N-no serán adoradores del demonio…como en las historias.[/James] – pregunté. Quizá me había precipitado. En algunas historias tachaban a las brujas y como adoradoras del diablo que comen niños. Siempre había pensado que era absurdo pero…

    – [Vera]No. Solo…les apetece y lo hacen[/Vera]. – sentenció. Su mundo era claramente muy distinto al mío. Quizá por eso la señorita Vera no tenía reparos en decirme que siguiera mis sueños, porque en su mundo, era lo que hacía la gente. Ya fueran carnales o espirituales.

    – [James]¿T-todos lo hacéis así en vuestra Tierra?[/James]

    – [Vera]No sé si todo el mundo, pero no es algo que esté mal visto[/Vera]. – de nuevo dejó escapar una sonrisa al ver mi cara de sorpresa.- [Vera]Es mucho que procesar, James. No te agobies[/Vera].- se levantó y me puso una mano sobre el hombro. Su meñique rozó mi cuello desnudo y sentí una descarga. Creo que me sonrojé más que nunca antes. – [Vera]PERDÓN[/Vera].- se disculpó apartándose.

    – [James]No, no…es que nunca había tocado a una…mujer.[/James] – confesé. Lo más cercano que había experimentado era cruzarme con las mujeres de la zona del puerto. Bueno, y también hombres. Cuando pasaba por delante me decían toda clase de cosas y trataba de no escuchar como padre me había enseñado.

    – [Vera]Lo siento.[/Vera] – se disculpó.

    – [James]No. No. Es…agradable.[/James] – confesé. Le dirigí una sonrisa y ella me la devolvió. Me empecé a poner nervioso y mi mente buscó una forma de salir de esa intimidad. – [James]¿Tienes hambre? ¿Preparamos algo?[/James] – pregunté. No sé muy bien por qué, eso fue lo único que se me ocurrió.

    – [Vera]Me muero de hambre.[/Vera] – admitió. Me puse en pie y la acompañé a la cocina donde nos pusimos a preparar algo para nosotros y para el resto.

    Desde allí no volvimos a escuchar a los demás porque estábamos demasiado ocupados hablando por el mero hecho de hablar. No se me olvidará que en aquella cocina, nuestras pieles volvieron a cruzarse cuando fuimos a coger la misma manzana. Solo fue unos segundos, pero aquella descarga volvía a estar ahí. Quizá eso también era magia, pero de otro estilo.

     

  • SIN NECESIDAD DE MAGIA

    Kaylee – Artisan

    Mediodía

    El pelirrojo nos llevó a su casa y le pidió a su cocinera que nos hiciera algo para reponer fuerzas. Después, nos sentamos en la mesa a comer. La comida, a priori, no es que fuera muy apetecible, porque la buena señora nos había preparado una especie de guiso de col con bacon, zanahorias y patatas. Vi que James nos miraba nervioso, puesto que intentaba agradarnos a toda costa, pero es que entre que Leo era vegetariano y que los demás no queríamos llenar la casa de flatulencias, costaba animarse a meter la cuchara en aquel mejunje.

    La primera en servirse una cucharada fue Amy, que siempre ha sido capaz de comerse un puñado de tierra. Dio un trago del vino que le sirvieron y se metió la cuchara hasta el gaznate.- [Amy]Pues está muy bueno[/Amy].- apuntó llevándose otra a la boca. La cocinera sonrió complacida y Vera se sirvió un poco, evitando el bacon, porque según ella «no era comida de verdad». James estaba tan nervioso que parecía que iba a vomitar en cualquier momento.

    – [Kaylee]No sé cómo tomarme que creas que somos unos delincuentes[/Kaylee].- comencé diciendo mientras me servía un poco de caldo y unas cuantas zanahorias. Prefería empezar poco a poco para no dejarme nada en el plato.

    – [James]L-lo siento….como la señorita preguntó por Barnes…[/James] – el chico bajó la vista azorado.

    – [Vera]¿Señorita? Me llamo Vera[/Vera]- mi hermana pequeña negó con la cabeza y pidió agua en lugar de vino.

    – [b]El agua en exceso no es buena, señorita. Puede usted oxidarse[/b].- murmuró la cocinera, que después de traer la jarra con agua, se fue a otra estancia.

    – [James]P-perdón. Yo soy James. James Barnes.[/James] – se disculpó el hijo del dueño de la casa.

    – [Leo]¿Eres hijo del patrón?[/Leo] – preguntó Leo, que esquivaba el bacon como podía, mientras daba cuenta de las verduras.

    – [James]Sí, mi señor padre es el patrón.[/James] – nos explicó. – [James]Por eso me cogieron[/James].

    – [Amy]Tienes pasta, ¿no?[/Amy]- Amy le dio un mordisco a un trozo de pan. Eleganza, extravaganza. 

    James la miró confundido. – [Leo]¿Te atacaron por tu padre?[/Leo] – intervino Leo.

    – [James]Mi señor padre está cambiando las cosas y hay muchos patrones que están cerrando porque él lo hace mejor, más rápido y más barato. Y no les gusta.[/James] – el chico mostró sus brazos llenos de moratones y todos contuvimos el aliento.

    – [Kaylee]James, ¿tienes habitaciones libres?[/Kaylee]- desvié la atención.

    – [James]Ah-ah…sí, sí. Disculpad mis modales.[/James] – titubeó. – [James]Luego os muestro vuestros aposentos[/James].

    – [Kaylee]Necesitamos tu ayuda, James. Estamos buscando a un clérigo y necesitamos una casa para comer, hacer pipí y esas cosas[/Kaylee].

    Vi que se sonrojaba una vez más. – [James]C-claro.[/James]

    Me puse de pie y le di un abrazo.- [Kaylee]Gracias, bonito[/Kaylee].

    Nos quedamos en silencio mientras yo volvía a mi sitio ante la atenta mirada de Leo. – [James]¿C-cómo has hecho….?[/James]- se refería al hechizo.

    – [Kaylee]Te enseño luego[/Kaylee].- parpadeé varias veces.

    – [James]¿D-de de verdad?[/James]- James estaba muy emocionado y me alegraba ver a alguien sentir eso por la magia.

    Estuvimos callados hasta que el pelirrojo volvió a hablar.- [James]No parecéis…de aquí.[/James]

    – [Amy]Coño, eres un lince[/Amy].- el humor de Amy era imposible.

    – [James]¿Sois…todos hombres lobo?[/James]

    – [Amy]MUJER lobo. Y no, no lo somos[/Amy].- sentenció mi hermana mayor con la boca llena de pan.

    – [James]M-mujer lobo.[/James] – parecía que Amy le daba miedo – [James]Venís del…de Avalon?[/James]

    – [Vera]Venimos de la Tierra[/Vera].- intervino Vera con su dulce voz- [Vera]Leo y Kaylee son licans, Kaylee hechicera y yo soy una humana potenciada[/Vera].

    – [James]P-pero esto es la Tierra.[/James]- nos miró de hito en ito.

    – [Vera]Otra Tierra[/Vera].

    James abrió mucho los ojos.- [James]N-nunca creí que pasaría.[/James]

    – [Amy]James, ¿la cocinera y su marido son esclavos?[/Amy]- nos cortó Amy.

    El chico deseó que un agujero se lo tragase. – [James]S-si. Eran…sus padres eran esclavos de mis abuelos, junto con otros más.[/James] – intentó explicarle.- [James]Mi padre les dejó ir. Algunos trabajan con él en la fábrica, pero ellos quisieron quedarse.[/James]

    – [Amy]Si tienes a un perro atado con una correa toda la vida, el día que lo sueltes permanecerá como si siguiera atado. Tu padre no es ningún héroe.[/Amy].

    – [James]Mi…mi padre no quería que se quedaran.[/James] – vi que el hijo de Barnes bajaba la vista al suelo. – [James]Pero de pequeño estuve malo y nana quiso quedarse.[/James]

    Amy quiso decir algo, pero Vera la detuvo.- [Vera]No tienes que dar explicaciones[/Vera].

    El chico la miró agradecido.- [James]P-podéis quedaros cuanto necesitéis.. Hay habitaciones para todos.[/James]

    Dejamos la mesa como estaba y acompañamos a James a hacer un pequeño tour por la casa. «Villa Barnes» me conquistó al momento, porque era amplia, tenía jardín y todo estaba distribuido en dos plantas. Había un exceso de muebles y de colores oscuros y sobrios que yo habría modificado, pero estábamos en otra época.

    Llegamos al salón principal en el que había una biblioteca de tamaño considerable. Al ver tanta hospitalidad, tuve que darle un abrazo.- [Kaylee]Gracias, James[/Kaylee].

    El chico se puso del color de su pelo.- [James]Tengo muchos libros de magia.[/James] – me tendió un ejemplar de «El maravilloso mago de Oz» y si las cuentas no me fallaban, ese libro no debía ser de su época, pero todo parecía mezclado.- [James]Pero pensé que era todo fantasía.[/James]

    – [Kaylee]En la fantasía, a veces, hay parte de verdad[/Kaylee].- le expliqué.- [Kaylee]Pero si quieres aprender magia, puedo enseñarte. Lo que no sé es si tendrás talento para ella[/Kaylee].

    – [James]¿Lo dices de verdad? ¿P-podría aprender magia?[/James] – sonrió.

    – [Kaylee]Todo el mundo puede aprender. La magia no es elitista[/Kaylee].

    ***

    – [Leo]¿Podemos hablar un momento?[/Leo] – me preguntó Leo cuando estaba ayudándome a llevar los platos a la cocina ante la atenta mirada de la señora que se encargaba de eso.

    – [Kaylee]Lo que me tengas que decir, me lo puedes decir delante de todos[/Kaylee].-  dejé los platos en la pila de lavar y le miré.

    Leo me devolvió la mirada como si se viera acorralado. No era un tío al que se le diera bien hablar en público y estaba forzando su paciencia, que era escasa de por sí.

    La mujer que estaba fregando, dejó los platos en el balde y nos dejó espacio. Él, entonces, se lo pensó un par de veces y habló.- [Leo]Quería darte las gracias por quedarte conmigo.[/Leo] – empezó diciendo mirando al suelo y al final, me miró a os ojos. – [Leo]Y pedirte perdón. Nada más.[/Leo]

    Una vez dijo eso, se fue en dirección al dormitorio de la planta baja que James le había asignado y pasó al lado de Amy, que estaba sentada en la salita con los ojos en blanco por nuestra conversación.

    Vi que dejaba la puerta abierta, así que me lo tomé como una invitación para seguirle. Sin pedir permiso, entré. La habitación tenía una ventana pequeña que daba al jardín, una cama, un armario y un tocador. Era acogedora y sin estridencias, como el resto de la casa. La familia Barnes tenía dinero, pero no hacía alarde de ello.

    – [Kaylee]No tienes que darme las gracias[/Kaylee].- cerré tras pasar.

    Me miró desconcertado – [Leo]No tendrías que haberte quedado después de haberme comportado como…un animal.[/Leo]

    – [Kaylee]No tenía por qué, pero me apetecía verte dormir[/Kaylee].-  sonreí de medio lado y vi cómo se desarmaba.

    – [Leo]Era más fácil siendo Aslan y Freya.[/Leo] – comentó. – [Leo]Estar delante de ti físicamente me hace estar menos en control.[/Leo] – mi padre y mi hermana eran licántropos, por lo que algo sabía. No pasaba siempre, pero si la parte humana y la animal se sentían atraídas por la misma persona, el vínculo era más fuerte.

    – [Kaylee]¿Eso es un halago?[/Kaylee]-  me hice la tonta para que confesara.

    – [Leo]Y una disculpa.[/Leo] – apuntó – [Leo]Aquella noche no querías y yo…no debí intentarlo.[/Leo] – se refería al día en el que Dante nos interrumpió.

    – [Kaylee]Tú no me obligaste a nada[/Kaylee].- le recordé.- [Kaylee]Cuando quise parar, paramos[/Kaylee].

    – [Leo]Después de eso empezaste a evitarme. Asumí que no querías nada. Que lo habías pensado mejor y me había equivocado al hacer ese movimiento.[/Leo] – confesó. Parecía nervioso.

    Me quedé callada. No sabía muy bien cómo seguir con la conversación, así que él lo hizo por mí.- [Leo]Hay algo salvaje y primitivo dentro de mí. Algo que te busca tanto como lo hace mi mente humana.[/Leo] – se acercó y aguanté que el espacio entre nosotros se recortase. – [Leo]Y no debí dejar que aquél día diese un paso. Es mejor que estés lejos de mí. No soy una buena influencia para las MacLeod.[/Leo]

    – [Kaylee]Si crees que la solución a esto es que nos mantengamos alejados, no voy a ser yo la que te lleve la contraria[/Kaylee].- mis ojos se cruzaron con los suyos, que echaban chispas.

    Su mirada se relajó. – [Leo]El problema es que no quiero. Y no sé si soy solo yo o eso me influencia.[/Leo] – expresó. – [Leo]No quería estar contigo sin estar seguro de que te quería por mí mismo.[/Leo] – fruncí el ceño al escucharle.- [Leo]Tengo miedo al licántropo. Siempre lo tuve y siempre lo tendré, quizá desde que volví, más.[/Leo] – llevó una mano hacia delante y acarició la mía con timidez. – [Leo]Acercarme a ti es tener que mirarle a él frente a frente. Pero estoy dispuesto a hacerlo. No puedo…no quiero seguir corriendo.[/Leo]

    – [Kaylee]Leo, qué intenso eres, joder[/Kaylee].- me quejé.

    – [Leo]Ya.[/Leo]

    Nos quedamos callados. La conversación había llegado a un punto muerto. Él estaba siendo tan sincero y yo estaba tan asustada, que no sabíamos cómo continuar.

    Leo tomó mi mano y fuimos hasta la sala de la biblioteca en la que había un piano. Descubrió la tapa con cuidado y empezó a tocar los primeros acordes de ‘De las dudas infinitas’. Ahora sé que la canción es esa, pero en ese precios momento, nadie la había escuchado. Era para mí. Era mi canción.

    Vengo a decirte lo mismo
    Que tantas veces te he dicho
    Eso que poco me cuesta
    Y que tú nunca has oído
    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva

    – [Kaylee]¿Quieres que luego me tenga que quitar las bragas con un cincel?[/Kaylee]- le pregunté sentándome a su lado y viendo cómo sus dedos largos acariciaban las teclas. Se estaba tirando a un piano.

    Vengo a decirte que el tiempo
    Que ya llevamos perdido
    Es sólo un punto pequeño
    En el cielo del olvido
    Que todo el daño que tengo
    De lo que ya hemos sufrido
    Tiene que servir de algo
    Para que hayas aprendido

     

    – [Kaylee]Leo, joder…[/Kaylee]- me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y él siguió tocando.- [Kaylee]Estás provocando una paradoja temporal, porque esta canción no va a existir hasta dentro de doscientos años[/Kaylee].

    Que como yo a veces sueño
    Nadie ha soñado contigo
    Que como te echo de menos
    No hay en el mundo un castigo

    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva
    No dejes que todo esto quede en nada
    Porque ahora estés asustada.

    La canción terminó y yo no era capaz de articular una palabra.- – [Leo]Nunca fui muy bueno expresando lo que sentía. Hasta que tuve un instrumento entre las manos.[/Leo] – comenzó a decir.- [Leo]La Chica del Pelo Rojo siempre fuiste tú. Durante un tiempo pensé que me había equivocado, que había visto otra persona mejor de lo que eras, pero no, siempre has sido la que vi aquél entonces.[/Leo]

    – [Kaylee]La adolescencia no fue mi mejor momento[/Kaylee].- me excusé.

    – [Leo]El mío tampoco. Creo que aún no he tenido mi mejor momento.[/Leo] – se acercó hasta donde estaba.- [Leo]Porque no estaba contigo.[/Leo]

    Abrí mucho los ojos. [Kaylee]Menos mal que no sabes hablar[/Kaylee].- y tiré de él para besarle. Fue un beso ansioso y hambriento, pero también bonito, que decía más que miles de palabras.

    – [Kaylee]Me encantas[/Kaylee].- confesé cuando nos separamos.

    – [Leo]A mí me encantaste hace mucho sin necesidad de magia.[/Leo]

  • EL LOBO Y EL UNICORNIO

    EZRA WALKER RAINER

    Terra – Noche

     

    La mayoría de mis despertares solían venir acompañados por un sobresalto, el miedo y temor a seguir soñando, pero en esta ocasión fue más tranquilo y doloroso. La luz que puede ver cuando conseguí abrir los ojos no era la de un sol abrasador, pero notaba como me dañaban a la vista igual.

    Note unas punzadas en el costado, debía de tener un par de costillas rotas y la pierna entumecida, nada por lo que no hubiese pasado antes. Lo peor era la cabeza, notaba como la habitación me daba vueltas o al menos lo que alcanzaba a ver. Me guíe por mis otros sentidos, los lamentos y gemidos de las demás personas que alcance a oír o el olor a sangre en el aire. Debía de encontrarme en un hospital de campaña en el que trataban a los heridos de guerra.

    – [b]¿Ya estás despierto?.[/b]– Una mujer de mediana edad se paro junto a mi cama ataviada con un traje de enfermera, tras pasarme una luz por los ojos puede ver mejor que su uniforme era diferente, más antiguo que los de la actualidad.

    [Ezra]- ¿Qué…día es hoy?.[/Ezra]– Me encontraba confuso, no recordaba el día que era en nuestro mundo y por lo que mi respectaba esta gente podía tener otro tiempo por lo que desconocía cuanto tiempo había pasado inconsciente.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando.[/b]- la enfermera descorrió las cortinas, los tejados comenzaban a verse blancos y los copos de nieve caían con delicadeza en la ausencia de viento.

    – [Ezra]¿Mis compañeros?¿Donde están?.-[/Ezra] Recordé la bomba caer sobre nosotros. La onda expansiva me hizo soltar a Henry, tras eso nada más.

    – [b]Te encontraron medio muerto en el campo de batalla[/b].- Dando a entender que nadie más había sobrevivo a aquella explosión, pero yo era el único que se había soltado, Henry podía haber conseguido ponerse a salvo junto a Julia y Lekwaa.

    – [Ezra]Debo encontrarlos.-[/Ezra] Hice un amago de incorporarme pero la mano de la enfermera se poso en mi pecho recostándome de nuevo.

    – [b]¿Pero adónde te crees que vas? Quédate aquí que voy a traerte un zumo para ver cómo admites los líquidos[/b]- Añadió seria, pero del modo en el que una madre se preocuparía por un hijo.

    En cuanto escuche la puerta cerrarse me incorpore y arranque la aguja del brazo, no podía quedarme allí recostado sabiendo que los demás podían correr peligro, además el estar rodeado de tantos heridos empezaba a avivar viejos recuerdos de los refugiados a los que no pude proteger.

    Como el resto de mundos este era peculiar, era una mezcla entre antiguo por sus fachadas y modernos por su ligera tecnología. Las calles estaban adornadas por luces de navidad y en un escaparate de una tienda varias televisiones viejas daban reportes de la guerra.

    Sin embargo nadie a mi alrededor se veía preocupado por lo que estaba ocurriendo, paseaban tranquilos con una sonrisa en la cara y cargados con bolsas de regalos. Me percate de que nadie andaba solo, todo el mundo iba acompañado por alguien más que los hacía parecer una familia. El repicar de las campanas no pareció alertar a nadie, debía de tratarse de un mero recordatorio de que era cierta hora del día.

    Camine sin rumbo intentando percibir el olor de alguno de mis compañeros, pero estaba demasiado centrado  viendo caer la nieve del cielo, lo más parecido que había visto era la ceniza cubrirlo todo. Iba tan ensimismado que choque contra alguien. Con el impacto la capucha que cubría el rostro de la joven cayo hacia atrás.

    – [Robin]Perdón[/Robin] . Note como sus ojos me echaban un vistazo de arriba a abajo, pero yo no pude apartar los míos de los suyos, unos pequeños copos de nieve se posaron en sus pestañas. – [Robin]¿No deberías estar en la enfermería?[/Robin]

    – [Ezra]No es nada, me encuentro mejor de lo que parece.-[/Ezra] Debía de tener una pinta horrible, entre mis heridas y la ropa raída,  seguro que tenía pinta de vagabundo, pero el uniforme de Noah y Henry que llevaba debajo mantenía el calor corporal.

    Parpadeo un par de veces, la nieve comenzaba a acumularse en su pelo, pero no de una manera tan exagerada como la que debía de tener yo encima.- [Robin]Pues menos mal[/Robin].

    -[b]Majestad espere. N0 puede salir de palacio sola.-[/b] Dos personas ataviadas con ropas de soldados corrían hacia nosotros de manera teatral, casi caricaturesco.

    – [Robin]Tengo que dejarte[/Robin].- Volvió a colocarse la capucha ocultando su rostro y devolviendo me a la realidad. Escuche como silbaba con delicadeza y un caballo de un blanco como la nieve apareció trotando acercándose a ella. De manera grácil se subió al caballo y lo espoleo cabalgando adentrándose en un bosque.

    Cuando los guardias pasaron por delante de mí pude ver que llevaban bordados un unicornio en el pecho, eso y que iban corriendo con la lengua fuera faltandoles el aire. Me disponía a seguir mi camino cuando algo brillando en el suelo llamo mi atención, era un colgante con un unicornio que debió haberse caído tras el impacto.

    – [Ezra]Espera.-[/Ezra] Pero había desaparecido, parecía ridículo pero opte por hacer lo mismo que ella y silbe esperando que apareciera un caballo. En mi caso el caballo que apareció era negro como la noche. Eran dos caballos con una gran diferencia entre si pero perfectos para ocultarse en aquella noche nevada.

    Pase junto a los guardias que saltaron hacia los lados hincando el culo en la nieve. El galope del caballo me estaba matando el costado, cada galope era una punzada de dolor que combatía apretando los dientes. Conseguí llegar hasta su altura pero no se detenía.

    – [Robin]¿Por qué me persigues?[/Robin]- Pregunto espoleando al caballo para que corriera más.

    – [Ezra]Se… te… ha… caido… esto.-[/Ezra] Conseguí articular entre trote y punzada de dolor mientras le mostraba el colgante con una mano.

    Al verlo freno su caballo y bajo de él. – [Robin]Oh, muchas gracias. Tiene mucho valor sentimental para mí[/Robin].- Añadió sonriendo.

    – [Ezra]No es nada.-[/Ezra]  Su sonrisa me descoloco por completo dando un traspiés al bajar del caballo, lo que me hizo caer en sus brazos. – [Ezra]Perdona.[/Ezra]

    – [Robin]¿Estás bien?[/Robin]- Pregunto ayudándome a recomponerme. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, pero no parecía avergonzada porque casi hubiese caído sobre ella, más bien era del frío.

    – [Ezra]Si. Es la primera vez que monto a caballo y he trastabillado al bajar.-[/Ezra] Añadí por no decir que había caído cautivo de esa sonrisa.

    – [Robin]¿Nunca habías montado a caballo?.-[/Robin] Pregunto extrañada mientras le devolvía su colgante.

    – [Ezra] No. Aunque mi madre tiene uno en su establo.-[/Ezra] Era el caballo de Sarah, el descendiente de uno que le regalaron hace años.

    -[Robin] Gracias por devolvérmelo.[/Robin]- Dijo con una sonrisa mientras intentaba ponerse el colgante. Nunca había visto a una persona sonreír tanto, rezumaba felicidad y me daba una sensación de paz que nunca había sentido.
    – [Ezra]¿Te ayudo a…?.-[/Ezra] Le pregunte señalando el colgante.
    – [Robin] Sí, por favor.[/Robin]- Se quito el abrigo dejándolo sobre su caballo dejando al descubierto un vestido de princesa. Eramos dos personas de mundos completamente diferentes, no solo de manera literal, ella era una dama y yo un vagabundo.
    – [Ezra] ¿Porque huías de esos dos?.- [/Ezra] Ella aparto su pelo para que resultara más fácil colocar el colgante y me envolvió el aroma a galletas recién horneadas.
    – [Robin]No te lo voy a decir. [Robin]- Giro la cabeza dejándome ver solo su perfil mientras aun se sujetaba el pelo y sonrió. Con cada sonrisa me descolocaba más.
    – [Ezra]Puedo ayudarte también con eso.-[/Ezra] Me ofrecí como si fuera un caballero, pero en realidad era una bestia.
    – [Robin]Me lo pensaré.[/Robin]- Añadió subiendo de nuevo a su caballo – [Robin]Nos vemos.[/Robin]

    Volví a notar una nueva punzada de dolor mientras veía como se marchaba, pero no era en el costado, era en el pecho. Un dolor que me hacia preguntarme si volvería a verla de nuevo.

  • ¿ESTÁS OYENDO LO QUE PIENSO?

    Jane – Valantis (60s/70s)

    Tarde

    Cuando empezó a sonar una canción de ‘The Beatles’ no me quedó ninguna duda de que estábamos en los sesenta. Mientras aparcábamos en las afueras de un hotel, las primeras notas de ‘God Only Knows’ de ‘The Beach Boys’ hicieron que Ellie y yo intercambiáramos una mirada. Era una de las canciones de la BSO de ‘Love Actually’, el pastelazo de los primeros 00’s que era el equivalente con dinero a una película de Navidad de InfinityTV.

    – [Elle]Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo…[/Elle]- comenzó a decir mi mejor amiga.

    – [Jane]Pienso en la zona de llegadas del aeropuerto de Heatrow[/Jane].- continué y nos reímos.

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  • LA LEYENDA VANIR

    XANDER ECHOLLS

    DAGRKNOT – MAÑANA

    Mi tío había aprendido a nadar más tarde de lo que habría deseado, porque cuando lo descubrió, se dio cuenta de que ese miedo tan arraigado solo escondía un anhelo, como muchas veces pasa. Por eso desde pequeño me llevaba con Amy a la piscina a su casa para que aprendiesemos juntos. Podría haberme pasado horas en aquella piscina, simplemente nadando con libertad, y aún hoy en día, era una de las sensaciones que más relajación podían darme.

    Después llegó mi contacto con el mar, yendo de vacaciones a Merelia con mis madres, mi padre y más tarde Elle y Dante. A veces también iban algunos de mis primos y primas y sus padres. Eran buenos tiempos, pero el mar nunca fue para mí como la piscina. De pequeño me molestaba la sal en los ojos, pero me acostumbré y empezó a gustarme la playa. La orilla no implicaba muchos peligros, las costas se vigilan y para algo existen las banderas. Y sin embargo, ahí estaba el pero, bañarme en la playa me relajaba, aunque con esos términos, esas condiciones que me daban seguridad: viendo tierra, lejos de corrientes, sin tiburones y otras criaturas cerca…

    El mar en sí, y ya ni hablemos del océano, me daban bastantes reservas. Incluso un lago grande podía dármelas si era muy profundo, porque nunca jamás podrías saber lo que se ocultaba en él. Más allá de los mil metros de profundidad, no hay luz, solo oscuridad total. De los mares apenas conocemos una décima parte de las criaturas y secretos que guarda, cosas tan antiguas como la civilización humana.

    Dejando ya a un lado los miedos comunes del océano, como tiburones, ballenas y peces y cefalópodos del tamaño de camiones, alguien versado en el mundo sobrenatural tiene muchos más motivos para temerlo. Se supone que en las profundidades del océano pueden ocultarse toda clase de demonios de los que no sabemos nada y según las teorías de demonólogos famosos o de incluso mi propio tío Toph, en las zonas abisales hay muchas posibilidades de que se oculten demonios puros de los que no tenemos conocimiento. Algunos serán carcasas muertas, como los congelados en el Ártico, pero otros podrían estar muy vivos allá abajo, capaces de devorar a un gran tiburón blanco, de hacer desaparecer un submarino o de desplegar un tsunami que sumerja en sus dominios el más grande de los barcos. El Gran Agujero Azul, la Fosa de las Marianas, el Triángulo de las Bermudas o cualquiera de los doce Vórtices Viles…la lista de cosas extrañas relacionadas con ellos sería muy fácilmente explicable por la presencia de puros.

    Con todo eso en mente os podréis imaginar que desde el momento en el que me sumergí para ayudar a Owen y vi aquella insondable oscuridad salpicada de ojos fijos en nosotros, me invadió una sensación de desasosiego respecto a aquellas aguas.

    Mientras caminábamos al fin por tierra firme en aquél poblado costero en dirección a quien gobernase aquella zona, el marinero que nos había pedido unirnos a su tripulación empezó a explicarnos un poco de lo que ocurría por allí, seguramente pensando que éramos de otra parte de aquél acuático mundo, un error del que no le sacamos.

    Al parecer los demonios eran algo habitual por aquellos lares, atacando en cada oportunidad. Owen le habló de los demonios serpiente que nos habían atacado al principio y el hombre escupió en el suelo antes de responder. Al parecer aquellas criaturas se llamaban ‘Neidr’ y eran depredadores naturales de los ‘Seidr’.

    Owen, Dante y yo nos miramos y decidimos omitir el hecho de que nosotros también éramos ‘Seidr’. Ahora empezaba a cobrar sentido por qué habían ido a por Dante primero y luego a por Owen. Me generó más preocupaciones respecto al mar si cabe saber que lo que moraba en él nos buscaba.

    Ruby era la única que parecía confiada de los cuatro cuando nos presentamos en aquella gran cabaña que olía bastante mejor que alguna de las calles de la Nueva Pompeya, al parecer los vikingos se bañaban a menudo, nada raro con tanta agua cerca, pero es curioso porque en la ficción siempre parece lo contrario.

    La Jarl Vigdis era una mujer que transmitía fuerza, no sólo físicamente. Me recordaba a mis madres o a mi tía Cara y quizá eso me hizo tener mejor predisposición hacia ella. No obstante, sabía que no podíamos fiarnos de nadie.

    Pero cuando apareció tras ella su consejero, sentí una mala sensación, como si la habitación de pronto se hubiera hecho más fría y todo se hubiese vuelto más oscuro y amenazante. No debí ser el único, porque Owen miraba de manera inquieta sus afilados ojos que parecían brillar como los de aquellos seres submarinos.

    Instintivamente, hice un gesto a Owen para que tratase de ocultar todo lo posible sobre nosotros. En aquél lugar solo estaban ‘Lugh‘, ‘Solid‘, ‘Ford‘, ‘Jade‘ y ‘Edmond‘.

    La jarl y su consejero intercambiaron unas palabras que no fui capaz de entender y después la líder se dirigió a nosotros.

    – [Owen]Están preguntando quienes somos. ¿Alguna sugerencia?[/Owen] – preguntó Owen, que aún llevaba el traductor en el oído.

    Dante se encogió de hombros y disimuló delante de la jarl, que intentaba entender parte de lo que decíamos por nuestro lenguaje verbal. – [Dante]¿Dioses? ¿Aesir?[/Dante]

    – [Xander]Cuanto menos nos comprometamos, mejor.[/Xander] – intervine, componiendo una cara de póker que hiciese pensar que no teníamos nada que ocultar. Aparentemente los Seidr no eran nada raro por aquellas tierras, de hecho, eran tan comunes que hasta tenían un depredador natural que en la tierra desconocíamos, aquellos horribles Neidr. Pese a ello, era mejor no dejar clara nuestra genética. – [Xander]Di que somos guerreros, que venimos de una isla perdida en mitad del mar y por eso no hablamos su idioma, salvo tú…porque…lo que se te ocurra.[/Xander] – le sugerí. Dependíamos de la labia de Owen, así que estaba seguro en que se le ocurriría algo y parecería creíble.

    – [Owen]Le he dicho que somos guerreros de una isla que partimos en busca de nuevas tierras.[/Owen] – explicó después de decírselo a ellos.

    – [Xander]¿Cómo se llama la isla?[/Xander] – conocía a Owen, así que me imaginaba que había algún chiste oculto.

    – [Owen]La isla del oso.[/Owen] – replicó, encogiéndose de hombros. Ruby enarcó una ceja, no parecía estar del todo de acuerdo con la elección de nombre.

    – [Dante]El de los ojos chiribitas nos está mirando.[/Dante]

    – [Owen]Es el borracho del pueblo, tranquilos.[/Owen] – comentó, dirigiendo la mirada a un nórdico que debía haberse pasado media vida sumergido en alcohol. Sí, tenía los ojos haciendo chiribitas, pero no era de ese del que debía estar hablando Dante.

    – [Xander]Creo que lo dice por el consejero que lleva todo el rato sin quitarnos el ojo de encima.[/Xander] – aclaré. Orm Nystrom nos observaba desde el principio, como si sus ojos, especialmente el que no tenía la cicatriz, tratasen de navegar por nuestra alma. – [Xander]Disimula y esquiva como puedas sin decirles nada importante.[/Xander]

    – [Owen]Siempre tiene que haber un escéptico que no se cree nada.[/Owen]

    Asentí dándole la razón y Owen siguió hablando con ellos un buen rato, parando para hacernos una breve explicación a los demás. Al final quedamos en que lo que le permitía entenderles era un pequeño demonio de la zona que se colocaba en su oreja y le susurraba, curiosamente no lo dudaron demasiado y por suerte no pidieron probarlo. Al parecer llevaban generaciones con problemas con los Neidr, desde que «despertaron» algo a lo que no dieron demasiada explicación.

    Por suerte valoraban que hubiéramos sobrevivido y ayudado a los pescadores y nos iban a dar una cabaña para guarecernos de la tormenta que se acercaba mientras emprendíamos de nuevo nuestro viaje. Orm por su parte parecía más interesado en encerrarnos y Owen lo confirmó, pero no habíamos hecho mal a ninguno y Odín nos había protegido haciendo que llegáramos a salvo, así que éramos bien recibidos.

    Íbamos a preguntar por el daë, pero el consejero nos seguía dando mala espina, así que decidimos esperar e intentar sacar información a la gente del pueblo.

    – [Xander]¿Me dejas el traductor sin que se note mucho? Quiero preguntar algo sobre los seidr.[/Xander] – pregunté cuando la visita ya estaba a punto de terminar. Unas mujeres del pueblo vinieron a nuestro encuentro para llevarnos a la cabaña. Eran fuertes, no eran parte del servicio, si no guerreras. Era un aviso para que nos comportásemos.

    – [Owen] Límpialo un poco, no vayamos a pillar una otitis[/Owen]  – dijo al dármelo, de palma a palma, sin que los demás pudieran verlo bien.

    – [Xander]No me extraña que Jane y tú seáis gemelos.[/Xander] – bromeé. Pero lo limpié y me lo coloqué. Algunos murmullos que había estado escuchando empezaron a esclarecerse en mi cabeza. La Jarl Vigdis me observaba atentamente.

    – [Xander]¿Solo sois Aesir y Kvasir?[/Xander] – pregunté. Percibí que los murmullos cesaban y se generó un incómodo silencio en toda la sala. Temí haber metido la pata.

    – [Jarl]Los Jötnar tienen tanto en común con los demonios como con nosotros. En estas tierra solo hay uno, la Völva, pero más allá, en otras tierras, son más numerosos.[/Jarl] – comentó. Tradicionalmente los Seidr eran tres: Aesir, Disir y Kvasir. Cuando nació Elle, los Moondies empezaron a investigar y encontraron referencias perdidas a la raza Vanir, descendiente de aesir y kvasir, de la que poco se sabía y por el camino, supieron de otra, los Jötnar, descendientes de cualquier raza Seidr con demonios, como en el caso de mi primo Noah. Por suerte, no había venido a este viaje, porque no parecía que hubiese sido muy bien recibido. –  [Jarl]¿Alguno de vosotros es uno?[/Jarl] – preguntó. No sé si era la intención, pero sonó amenazador. Nada que tuviera que ver con demonios parecía muy bien recibido allí.

    – [Xander]No.[/Xander] – respondí crípticamente. – [Xander]¿Y Vanir?[/Xander] – esta vez no se hizo el silencio, si no que el murmullo creció. Vi caras mirarme con ira y la propia Jarl tuvo que ordenar que se hiciera el silencio. Su consejero no apartaba la mirada de mí. Volví a ver sus ojos centellear.

    – [Jarl]No sé de qué tierra venís, pero aquí hay preguntas que es mejor no hacer.[/Jarl] – sentenció. – [Jarl]Será mejor que descanséis.[/Jarl] – espetó. Las guerreras nos escoltaron hasta nuestras cabañas y la conversación terminó así, en el aire.

    La casa a la que nos llevaron no estaba mal. Era de madera casi en su totalidad, tanto que decidimos prescindir de los leños que había en la entrada para calentar la chimenea, con miedo a que terminase ardiendo todo.

    Cada uno aprovechó para comer algo de lo que nos habían dejado allí y asearnos. Cuando la noche empezó a caer, una muchacha joven entró y encendió la chimenea antes de ponerse a limpiar el suelo de la entrada. Parecía demasiado pequeña para estar haciendo eso y su ropa desvencijada me hizo pensar que era una esclava, o como las llamaban allí, una thral.

    – [Xander]No hace falta que hagas eso. Está todo limpio.[/Xander] – dije apartándome de la conversación de los demás. No quise sospechar de la muchacha, pero era extraño que viniese a limpiar en mitad de la noche. Fuera cual fuese el motivo, no iba a estar cómodo viendo a una esclava destrozarse las rodillas delante de mí.

    – [b]Es mi trabajo[/b].- respondió.

    – [Xander]Aun así. En el lugar del que vengo no hay esclavos.[/Xander] – aclaré. – [Xander]Nosotros podemos limpiar lo que ensuciemos.[/Xander]

    – [b]No es posible[/b].- alzó la mirada y sus ojos celeste se fijaron en mí.

    Ella siguió limpiando y la observé durante unos minutos. Tenía las manos encallecidas de tanto trabajar y apenas sería mayor de edad. Cansado, cogí uno de los trapos que tenía en el cubo y me puse a fregar a su lado.

    – [b]Eso…no está bien[/b].- susurró. Miró a todas partes pero los demás no podían verla y afuera no se veía a nadie.

    – [Xander]Entiendo que tenéis vuestras costumbres, pero yo no te voy a tratar como a una esclava.[/Xander] – dije con firmeza.

    Seguimos un largo rato en silencio. Aquello era más duro de lo que parecía y la chica era concienzuda. Al cabo de un rato, me quedó claro qué la había llevado allí a aquellas horas de la noche.

    – [b]Mi bisabuelo…era Vanir[/b].

    – [Xander]¿Por eso eres esclava?[/Xander] – pregunté, con el resto de cuestiones agolpándose en mi mente.

    Ella asintió. Entendía que allí ser Vanir era más que un crimen menor, pero no podía entender los motivos.

    – [Xander]¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué no se puede ni mencionar a los Vanir?[/Xander]

    – [b]Se volvió…loco[/b].- su mirada transmitía un miedo terrible.

    – [Xander]¿Loco?[/Xander] – pregunté. Por lo que habíamos averiguado, Elle era físicamente igual o superior a las Kvasir, pero tenía una relación con la magia diferente. Diana había dicho que Elle tenía una conexión innata con ella, pero nunca habíamos llegado a ver nada, era una incógnita.

    – [b]No quiero hablar de eso[/b].

    – [Xander]Necesito saberlo. Es muy importante. Por favor.[/Xander] – le pedí. No me gustaba ponerla en esa situación, pero era de Elle de quien estábamos hablando.

    La chica se levantó e hizo como que limpiaba la puerta de la entrada para cerrarla. Entonces me miró, estaba sonrojada y por un momento me sentí incómodo con la situación. Por mi mente solo pasaba la idea de hablar con Jane.

    – [b]Pareces digno de confianza[/b].

    – [Xander]Puedes confiar en mí. Mi hermana es una Vanir.[/Xander] – ella dirigió una mirada a Ruby, que nos miraba, extrañada. – [Xander]No, no es ella, no está aquí.[/Xander] – aclaré. Era un riesgo desvelar más información sobre nosotros, todo podía ser una trampa, pero la intuición me decía que podía confiar en esa chica.

    – [b]Era un héroe. Tenía tanto poder…[/b]- dijo para sí, pensativa.

    – [Xander]¿Qué clase de poder?[/Xander] – pregunté.

    – [b]Magia[/b].- soltó ella.

    Asentí, forzándome a controlar mi preocupación. – [Xander]¿Qué pasó después?[/Xander]

    – [b]La magia hizo que se corrompiera[/b].- me miró y de nuevo el miedo se instaló en sus ojos.

    – [Xander]¿Tan grave fue? Puedes contármelo.[/Xander] – la animé. Por mi mente pasaban mis propios miedos, todos ellos relacionados con lo que podía pasar a mi pobre hermana. Ellie siempre había sido tan inocente y tan buena que no podía si no maldecir que le hubiera tocado estar pendiente de un legado así.

    – [b]Despertó a los Neidr, que llevaban miles de años durmiendo en las profundidades y…se alió con ellos…[/b]- se cubrió la cara, avergonzada y aterrada.- [b]No quiero hablar de esto, por favor…[/b] – negó con la cabeza.

    – [Xander]No pasa nada. Pero si quieres contármelo, puede que ayude a mi hermana.[/Xander]

    – [b]Pasaron los años y los Neidr…hicieron honor a su leyenda: traicionaron a mi bisabuelo y lo encadenaron de por vida bajo el océano para alimentarse de su magia[/b]. – sentenció.

    Estaba preocupado por Elle y las implicaciones que podía tener todo aquello. Hasta el momento habíamos vivido apartados de la lucha, pero ahora estábamos de lleno inmersos en una lucha por salvar el mundo y salvarnos a nosotros mismos, una lucha que podía desatar perfectamente la clase de poderes de los que hablaba esa chica. – [Xander]Gracias por contármelo. No me has dicho tu nombre.[/Xander]

    – [b]Antje[/b].- susurró.

    – [Xander]Gracias Antje. Yo soy Xander.[/Xander] – decidí no mentirle con mi nombre, porque ella había sacado la valentía de hablarme a mí de su legado oscuro. – [Xander]Una cosa más. ¿Conoces a un hombre llamado Alastair? Creo que lo apodan «El Azul» porque tiene el pelo azul oscuro.[/Xander] – pregunté, por probar suerte, quizá siendo de la clase social más baja Antje pudiese enterarse y ver cosas que otros no esperasen.

    Por desgracia negó con la cabeza, aunque no me sorprendió que no lo supiera.

    – [Xander]De todas formas, muchas gracias. Me aseguraré de que mi hermana esté a salvo.[/Xander] – le prometí, esperando que si lo decía en voz alta, yo mismo llegase a creérmelo.

    Antje sonrió y terminó de limpiar antes de irse.

    Mientras me reunía con el resto para cenar, no dejaba de pensar en ese héroe Vanir corrupto por su propia magia. No podía creer que a Elle pudiera corromperla nada, pero ahora estábamos sueltos en un mundo desconocido y agresivo. Me vino a la cabeza la historia de la tía Diana, su propia «saga del Fénix Oscuro», como la había bautizado en base a la de los cómics. La magia la había corrompido y para purgarse de ella tuvo que renacer. Pero no todo el mundo era el Fénix y podía volver a alzarse de sus cenizas.

    Aquella noche me costó conciliar el sueño. No dejaba de ver a mi hermana encadenada en las aguas más profundas, abriendo unos ojos negros como la noche cuando sentía que la observaba.

  • NUNCA SERE TAN FAMOSO EN EL MUNDO REAL

    NATE «NIALL» ALLEN RUPAUL

    KARNAK – MAÑANA

    Para que luego digan que la hospitalidad ha muerto. Si bien es cierto que casi nos ensartan, en cuanto jugamos un poco con el misticismo de aquel lugar nos trataron como dioses.

    Nos prepararon un baño con leche de cabra, podéis pensar que es una guarrada pero para el cutis va genial, o acaso pensáis que Cher llego a la edad que llego con ese aspecto solo a base de botox. Me pintaron los ojos de una forma que Lexie fliparía al ver y me engalanaron con ropas y joyas.

    Procedía de un ambiente pobre y no me iba mucho la bisutería, pero aunque sea por un breve momento disfrutaría de todos esos agasajos. Me mandaron a un gran salón con una mesa central enorme cargada de comida, en un extremo de la mesa se encontraba Mike, con una corona que le cubría la cabeza y unas ropas que dejaban parte de sus pectorales al aire. No miento si digo que fantasee con que se levantara y tirara todo lo de la mesa al suelo tomándome allí mismo.

    – [Mike]No me siento muy bien con todo esto.[/Mike] – En vista de que él no me iba a meter mano se la metí yo a mi plato de comida que tenía delante. No todos los días tenía uno la oportunidad de llenarse el estomago con unos buenos manjares.

    – [Niall]Nate y Zahra saben cuidarse solos, no te preocupes.-[/Niall] Estamos hablando de un tío que le saca medio cuerpo a todo el mundo el cual te mete un guantazo dejándote seco y una chica que probablemente se había tirado toda su vida sobreviviendo sola. Deducción sacada por su petate cargado de cosas.

    – [Mike]Pero toda esa gente a las puertas, trabajando y nosotros aquí, siendo adorados…[/Mike] – Solté la uva que estaba a punto de comer, maldito Mike y su moralidad de medico buenorro.

    – [Sophie]¿Están cómodos? Porque somos lo bastante negros como para que la esclavitud nos escueza[/Sophie].- Añadió Sophie entrando por la puerta jugando la carta de la esclavitud. También la habían arreglado un poco pero no tanto como a nosotros.

    – [Mike]En realidad Egipto tenía menos esclavos que otras civilizaciones posteriores, las Pirámides las hicieron trabajadores pagados, pero aún así, la fé de esta gente…[/Mike] – Sophie puso los ojos en blanco ante el sabelotodo de Mike y este se limito a encogerse de hombros.

    – [Niall]Nunca me dejáis tener cosas bonitas. Venga ¿Que quieres que hagamos?.-[/Niall] Pregunte dirigiéndome a los dos. Casi me comen unos dinosaurios, me matan unos caballeros y no iba a poder gozar de este mundo que me idolatra. Nunca iba a llegar a ser tan famoso en el mundo real.

    – [Mike]Hay que encontrar a la Daë.[/Mike] – No jodas Sherlock. La puerta se volvió a abrir, aquí no pillaban a nadie follando por sorpresa con semejante ruido cada vez que se abría una puerta. A la sala entro un hombre bajito, engalanado como Sophie, así que debía de ser el sacerdote de alguno de esos dioses.

    – [b]Mis señores.[/b] – Nos hizo una pequeña reverencia pasando de Sophie, lo que le molesto un poco. A mí también me molestaría. – [b]Mi nombre es Sihathor, soy el humilde representante de la divina Hathor.[/b]

    – [Mike]Mi nombre es Raphael, y estos son Rupaul y Afrodita. No hablan vuestra lengua. Solo la de los dioses.[/Mike] – En realidad no entendíamos ni papa de lo que decía y Mike tenía que hacer de traductor con el pinganillo.

    – [b]Espero que a mi señor Raphael no le moleste traducir.[/b] – Mike negó con la cabeza a algo que había dicho, lo mismo nos estaba ofreciendo gente para abanicarnos. – [b]Antes de que se reúnan con la gran Hathor, necesitamos saber qué área dominan sus divinidades. [/b]

    – [Mike]Creo que nos está preguntando de qué somos dioses.[/Mike] – Sophie me arreo un codazo para que hablara yo antes, clavándome el codo en las costillas la muy p…

    – [Niall]Lucy in the Sky.-[/Niall] Tararee para ver si Mike pillaba la referencia, no hacía falta ser un lince, o tigre, o lo que fuera Mike.

    – [Mike]¿Dios de la canción?[/Mike] – Pregunto confundido. En realidad quería que digiera de los cielos, pero no nos pondremos exquisitos, aceptaremos de la canción.

    – [Sophie]Diosa de la belleza[/Sophie].- Dio una vuelta para que se viera su figura, como si fuera obvio.- [Sophie]Y de las playas[/Sophie].

    – [Mike]Tú eras sacerdotisa.[/Mike] – Le recordó. Me imagine que la vuelta que dio antes mostrando sus encantos Sihathor lo abría visto como una danza hacia mí persona.

    – [Sophie]Deja a la gente disfrutar…-[/Sophie] Claro que si cariño.

    – [Mike]Rupaul es el dios de la canción.[/Mike] – Note como le costaba decirlo, seguro que en su cabeza estaba sonando Sissy That Walk – [Mike]Y yo soy experto en medicina.[/Mike] – Tienes la oportunidad de ser lo que quieras y Mike opta por decir lo que ya se le da bien de por sí, legal legal.

    El hombrecillo asintió y el que iba con él transcribía lo que decía – [b]Y una cosa más, mis señores. Su aspecto divino. Los hombres que les encontraron dijeron algo, pero confuso, acerca de un ave indeterminada y un gran felino.[/b]

    – [Mike]Yo soy un leopardo de las nieves y mi compañero es…[/Mike] – Vamos Mike, no es tan difícil saber qué es lo que soy. – [Mike]Niall, ¿tú en qué te transformas?[/Mike]

    – [Niall]Es bastante obvio que soy un pájaro, pero si quieres detalles. Un halcón murcielaguero.-[/Niall] Parece irónico ¿verdad?. Los vampiros transformando a las personas y a mí me transforma un pájaro que tiene murciélago por apellido.

    – [Mike]Y él un halcón murcielaguero.[/Mike]

    – [b]Gracias mis señores.[/b] – volvió a inclinar un poco la cabeza, al menos no se tiraban al suelo y te lo fregaban haciendo reverencias. – [b]Pueden explorar si quieren la ciudad mientras hablamos con la gran Hathor.[/b] – Nos propuso Sia y levanto un dedo de advertencia. – [b]Pero tengan…precaución. Hay algunos dioses que no comparten la adoración por nuestra señora y se rumorea que tienen planes oscuros.[/b]

    – [Mike]¿La Daë de este mundo no era una diosa venida a menos?[/Mike] – Pregunto en cuanto se marcharon los Minions de Hathor

    – [Sophie]Creo que sí[/Sophie].- Podría haber contactado con Lexie para que Noah nos lo confirmara, pero estaba seguro al noventa por cierto de que ambos estaban en lo correcto.

    – [Mike]Oye Niall,¿Te importaría hablar tú con la gente a ver qué sacas?[/Mike]- Añadió dejándome el pinganillo lingüístico. Mike no parecía muy cómodo en grandes concentraciones.

    Tras darme un paseíllo por aquella fauna, porque eso estaba a rebosar de animales con aspectos humanoides y de echar un vistazo a sus mercadillos en los que vendían baratijas de presuntas propiedades mágicas, regrese con Mike y Sophie que se encontraban en el marco de la puerta, no había sido capaz ni de salir.

    – [Niall]Viva el marujeo. Por lo visto nuestra Daë está reuniendo a viejos dioses para destronar a la mala pécora de Hathor. Habéis acertado amigos, estamos otra vez entre las filas enemigas.-[/Niall] Teniendo en cuenta que la Luna en la que estaba nuestra base secreta era el único lugar donde todo el mundo se llevaba bien, parecía acertado pensar que en el resto de mundos  todos iban a estar en pie de guerra, pero por una vez podríamos aparecer en el sitio correcto.

    Mike se llevo una mano a la frente. – [Mike]¿Y cómo se supone que vamos a proteger a la Daë si se mete en ese lío?[/Mike]

    – [Niall]¿Dialogando?¿Esperando que lleguen mágicamente los otros Daës para salvarnos el culo?.-[/Niall] En la prehistoria fue prácticamente así y espero que se repita. Porque puedo parecer un Dios, pero no pelear como uno.

    – [Mike]Supongo que hay que seguir adelante y confiar.[/Mike] – Se le veía un poco agobiado. – [Mike]¿Con quién tenemos que hablar?[/Mike]

    – [Niall]El que parece un hipopótamo.-[/Niall] Algunos de esos seres resultaban de lo más cómicos, como el dicho hipopótamo, o el señor cocodrilo, que tenía más cabeza que cuerpo.

    – [Mike]Mejor hablas tú entonces.[/Mike] – Propuso mientras nos adentrábamos en un zona más recóndita del mercado donde apenas atravesaba la luz del solo y el aire estaba cargado de humo con un olor extraño. Quizás deberíamos de haber escuchado mejor a Sia.