Moondale

Categoría: Moondale

  • LA ALDEA SITIADA

    Caitriona – Bosque

    Noche

    El fuego cada vez cercaba más la pequeña aldea. La región de Nilkrem, que limitaba con la nuestra por el este, consideraba que los Fae éramos una aberración de la naturaleza, algo que se debía eliminar. En el fondo, nos temían. No hacía mucho, habíamos formado parte de sus mapas, hasta que nos liberamos de su yugo. Desde aquel día, se dedicaron a amenazarnos como una ex pareja que te maltrataba en el pasado y que ahora solo te desea lo peor.

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  • EL REINO DE LA LOCURA

    XANDER ECHOLLS

    TANTEION

    — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— recitó, como si estuviera habituada a ello.

    Mis brazos siguieron tratando de hacer fuerza, pero parecía que la constitución aesir me había abandonado. Quizá me habían drogado, pensé. Sin embargo era Jane la que tenía ante mí, la veía con total claridad, pese a que mi cabeza parecía embotada, adormecida, como si acabara de despertar de un largo letargo que no terminaba de desvanecerse del todo.

    Jane volvió a repetir aquél mantra. — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— por más que lo intentaba, no lograba zafarme de la camisa de fuerza. Pensé que tratar de liberarme tampoco me haría ningún favor, así que traté de calmarme.

    La situación escapaba a mi control, solo tenía a mi mente como aliada, pero, ¿de verdad la tenía? Repasé los oxidados conocimientos de mis estudios. Si estaba inmerso en una alucinación, no sería capaz de enterarme de qué es real y qué no.

    Lo último que recordaba era cruzar el umbral hacia la Luna Viltis con Jane y Caitriona, después de haber entregado mi alma para que ella recuperase la vida. No podía decirlo en voz alta, me tomarían por loco. Viajes en el tiempo, en el espacio, vivir en una nave abandonada y enfrentarnos a encarnaciones mágicas de la esencia zodiacal de los planetas. No había por dónde cogerlo.

    – [Xander]Jane, necesito salir de aquí.[/Xander] – supliqué, tratando de mantener la compostura.

    – [Jane]Señor Echolls, saldrá cuando se encuentre mejor. Sus padres y su hermana estaban muy preocupados.[/Jane] – dijo, acercándose. Olía como ella, ese perfume fresco y distintivo que solo podía venir de ella.

    – [Xander]¿Mi padre, mi madre…Elle y mi madre Sasha están bien?[/Xander] – pregunté. Necesitaba saber más de mi situación, poner las cosas en su lugar. Noté un dolor punzante en la sien y cuando me quise dar cuenta, percibí que un tic molesto se me había instalado en el ojo. No sería nada, estrés, seguramente.

    – [Jane]¿Su madre Sasha? Usted es Alexander Echolls, hijo de Daniel y Sarah. Su hermana se llama Elle. ¿No lo recuerda?[/Jane] – preguntó con el bolígrafo preparado para tomar nota.

    – [Xander]Ah, perdón estoy, algo desorientado.[/Xander] – No podía estar loco, no, no podía pasarme eso. Mi mente era mi refugio final, el único sitio al que recluirme para calmar el agobio por todo lo que sucedía. ¿Y me estaban diciendo que era una prisión? ¿Que todas mis aventuras eran un sueño, que ni siquiera tenía dos madres?

    De nuevo otro dolor punzante en la frente. Todo se volvió blanco por un instante y empecé a ver fogonazos. Una cuchara afilada en mi mano, sangre en el suelo manando de la herida de un guardia de pelo oscuro. Recobré la consciencia mientras me tumbaban varios enfermeros. – [Jane]Seguridad, ha atacado al Doctor Soberano.[/Jane] – alcé la vista. Allí estaba, el Soberano, Antailtire, muchos nombres y muchos rostros. Seguro que había montado todo aquello, que trataba de engañarme.

    Pero entonces me vi en el espejo, desbocado, con una mirada que evocaba pura locura. ¿Quién era, cómo podía confiar en nada si no podía fiarme de mi propia cabeza?

  • GRITAR MÁS FUERTE

    Jane – Casa de los Williams

    Mañana

    Todo lo que aparece a continuación forma parte de una pesadilla de Jane. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia (más vale). Perdón, Dioni. No me odies. 

    Me desperté sobresaltada. Estaba segura de haber escuchado la voz de mi madre llamándome y todo fue a peor cuando abrí los ojos y vi que estaba en la habitación de la casa de mis padres. Aparté el nórdico de Frozen de un manotazo y observé el dormitorio, que reconocería incluso aunque pasaran mil años: la cama nido de 90, las paredes pintadas del azul exacto del vestido de Elsa, el vinilo en el que podía leerse el que siempre sería mi tatuaje pendiente (Let it go) y todos los detalles que me traían de vuelta a mi infancia.

    Me puse en pie y salí en dirección a la cocina, que estaba en la planta baja. Según caminaba, percibí el olor a gofres, aunque lejos de ser agradable, parecía que se habían quemado un poco. Nada nuevo en Villa Williams.

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  • PÉRDIDAS

    EZEQUIEL

    TANTEION

    La sensación de familiaridad me acompañó desde el principio. Mis primeros cincuenta años de vida se habían visto centrados en la guerra, la rebeldía de la juventud y el odio a ese padre psicópata que dejó a mi madre embarazada y sola.

    Cansado, había terminado subiéndome a un barco con destino a las Américas, en cuya costa arribé sin mucho éxito cerca de 1570, dando tumbos hasta encontrar la paz que buscaba en la Patagonia. Allí empecé a aprovechar discretamente mis dones para cumplir trabajos de un poblado cercano y conseguí construirme una cabaña y una vida decente. Tranquila.

    No lo esperaba, no lo buscaba, pero también allí fue donde conocí a Lucía. No quería enamorarme después de los horrores que había visto hacer en nombre de ese sentimiento. Pero las emociones no se pueden someter siempre y lo que sentíamos el uno por el otro pudo más que el sentido común.

    Con los años dimos la bienvenida a una más, una pequeña sonriente que nos brindó la mayor de las alegrías. Hacía tanto tiempo desde la última vez que la había visto, más de doscientos años tratando de mantener vivo el recuerdo de ambas.

    – [Ezequiel]¿Floriana?[/Ezequiel] – corrí hacia ella y la abracé, tratando de aferrarme a lo que sea que estuviera viendo. Quizá el viaje de vuelta a la Kvasir me había llevado a otro lugar y otro tiempo. O puede que todo fuera un sueño, pero sin duda era vívido, sentía el calor de su espalda bajo mis dedos, el olor de su pelo, el mismo que la había acompañado desde el día en que la había visto venir al mundo. El mismo que el día en el que la había visto abandonarlo.

    – [b]Papá, ¿qué haces?[/b] – preguntó ella. Su voz era la misma, solo cambiada ligeramente con el paso del tiempo. Me eché hacia atrás y la miré, los mismos ojos aventureros que mostraron fiereza ante su lecho de muerte. Floriana había enfrentado cada aspecto de su vida con el mismo arrojo. No podía sentir más que orgullo por ella. Por mi primera y única hija.

    Cogí su pequeña mano entre las mías y caí hacia atrás cuando vi que se convertía en una mano grande, de dedos delgados y macilentos, por los que corría una tenue vida a punto de extinguirse. Y su rostro, el cabello oscuro dio paso a un pelo blanco y débil. Aparté la mano y unos ojos carentes de vida me devolvieron la mirada.

    Me alejé y fuera lo que fuera aquella visión, se desvaneció en un parpadeo. Continué hacia la cabaña sin saber qué hacer en aquél lugar, preguntándome qué era lo que había visto, qué clase de juego estaba tejiendo el mundo haciéndome recordar la muerte de mi pequeña.

    Para un adulto, las reglas básicas suelen establecer que los mayores abandonarán el mundo primero. Luego hay enfermedades, accidentes, guerras. Pero en mi caso, la vida implicaba ser consciente de que incluso sin ningún suceso que lo adelante, vería morir a todos los que una vez hubiera querido.

    Primero se fue Lucía, asesinada para tratar de conseguirme a mí, a mi sangre, la maldición y único legado de un bastardo al que le robé el apellido para llevarle al menos el dolor de saber que viviría para recordar su deshonra.

    – [b]¿Por qué no me diste tu sangre?[/b] – dijo de nuevo una voz. Floriana estaba detrás de mí. Joven y fuerte como el día de su boda. – [b]Podía haberme salvado. A mí, a tus nietos.[/b] – el rencor palpitaba en su voz.

    Negué con la cabeza, la vida tenía un equilibrio y mi maldición solo traía desgracia. No había nada natural en ver morir a tu hija, a tus nietos, en sobrevivir a todos hasta vivir al tiempo de unos descendientes a los que ni siquiera conoces.

    Me sentía destrozado, sin fuerzas. Pensé en qué decirle, y sin embargo me encontré con que ya había pensado todo eso alguna vez. Floriana lo entendía, nunca lo había pedido, nunca lo había reprochado. Este ser que tenía ante mí vistiendo su aspecto solo buscaba torturarme.

    Y entonces lo entendí. Había hecho un pacto con Caitriona para tomar el puesto de Daë que me estaba vaticinado, pero aún no lo era de pleno derecho, y ésta era mi prueba. Éste era mi miedo.

  • QUÉ COJONES HACÉIS EN MI NAVE

    Julia – Nave

    Tarde

    Cuando me desperté, empecé a mosquearme. Eso era bastante habitual en mí, sí. No es que yo hubiera sido nunca una de esas personas que se levantan a las seis de la mañana, hacen yoga, cardio y luego desayunan un yogur con frutos rojos y semillas. A mí me gustaba quedarme hasta tarde charlando con una copa en la mano (¿alcoholismo?) y levantarme por la mañana hecha unas bragas que solo funcionan a medias después del tercer café.

    En fin, la cuestión es que supe que algo iba mal porque no había restos de rímel en la almohada. Tampoco había sido nunca muy amiga de los desmaquilladores, porque me ahorraban la mitad del trabajo de la reconstrucción del día siguiente.

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  • WHEN FEAR ARRIVES II

    XANDER ECHOLLS

    – [b]Alexander, despierte. Es hora de la medicación.[/b] – dijo una voz. Xander abrió los ojos y vio el rostro conocido de Jane. Parpardeó un par de veces para salir de la ensoñación y se fijó en que llevaba un atuendo de enfermera. Había soñado algo parecido alguna vez, pero Jane no se acercaba.

    Trató de mover los brazos y fue incapaz. Descubrió entonces que llevaba una camisa de fuerza y de pronto todo empezó a tornarse más claro. Las paredes acolchadas, el dolor en el cuerpo por el camastro en el que debía pasar los días.

    – [Xander]¿Qué estoy haciendo aquí? La Nave, los demás…[/Xander] – preguntó, confundido. Sus fuertes brazos trataban de soltarse pero no podían.

    – [b]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros.[/b] – recitó, como si estuviera habituada a ello.

    EZEQUIEL

    Aquél bosque. Cada árbol, cada brizna de hierba, cada veta en la madera de la cabaña que él mismo había construido. Lo recordaba a la perfección pese a haber pasado tantos años. Quizá era una maldición que de todo, eso no hubiera sido capaz de olvidarlo.

    Escuchó un ruido a sus espaldas y se giró para descubrir a una pequeña caminando hacia él. – [Ezequiel]¿Floriana?[/Ezequiel] – corrió hacia ella y la abrazó. Se sentía real bajo sus dedos, olía a ella.

    – [b]Papá, ¿qué haces?[/b] – preguntó ella. Su voz era la misma, no la había olvidado en los siglos que habían pasado desde su muerte.

    JANE WILLIAMS

    – [Rebecca]¿Jane? JANE.[/Rebecca] – gritó una voz a lo lejos. Jane abrió los ojos, sobresaltada. Reconocía la voz, al igual que reconocía perfectamente la habitación en la que se encontraba. La que había compartido con su hermano Owen hasta que le pasaron a compartir cuarto con Elliot.

    Jane se puso en pie, no sabía cómo había llegado allí, pero después de tanto tiempo lejos de casa, necesitaba una muestra de que había vuelto.

    Abajo, a los pies de la escalera, estaba su madre, Rebecca, tal y como la recordaba. Tenía el rostro pálido y cara de haber dormido mal. Allí sentado en la mesa de la cocina estaba su padre, Dominic, desaliñado y con aspecto de haber bebido.

    ELLIOT WILLIAMS

    Estaba confuso al principio, pero tras caminar un rato entre la multitud, solo podía pensar en que había demasiada gente, no en cómo había llegado allí. Decidido a aislarse, sacó los auriculares sin sentir el tacto del cuero de su bandolera y se los colocó.

    Le reconfortó dejar de escuchar a la muchedumbre. Buscó una canción que le relajase y le dio al play. Tras unos segundos sin escuchar nada, probó con otra, nada. Se quitó los auriculares y trató de poner disimuladamente el altavoz de la Infiniband para ver si había algún problema, pero seguía sin escucharlo.

    Tardó un minuto en darse cuenta de que tampoco escuchaba ya la muchedumbre, pese a seguir en medio de ella. No podía escuchar nada. Pero eso no era todo, pasó corriendo por uno de sus puestos de comida callejera favorita y fue incapaz de olerlo. Estaba empezando a perder el resto de sentidos además del tacto.

    JULIA ROSE GARLAND

    Julia recordaba aquellos pasillos repletos de plantas de diversas clases, vivas, prometedoras, como un arca. Por eso supo que todo había cambiado, porque las plantas volvían a estar allí, en los pasillos.

    Quizá todo había sido un mal sueño, uno en el que viajaba en el tiempo para conocer a los héroes de los tiempos antiguos, para sufrir penurias y para acostumbrarse a vivir sabiendo cómo iba a suceder todo.

    Por instinto fue hacia la biblioteca, cruzándose con rostros conocidos. Cuando las puertas se abrieron allí estaba él, Duncan, como si nada hubiera sucedido. Le sonrió y ella pensó que todo iría bien, hasta que vio que su mirada se fijaba tras ella, hacia Keira.

     

    CAITRIONA


    El fuego devoraba el bosque. Los chillidos de niños y niñas faë eran ahogados por los gritos de los soldados humanos. Hombres, arrasando su hogar, su futuro, llevándoselo todo porque podían, porque querían asentarse allí, porque buscaban un tesoro oculto. Siempre era la misma historia.

    Pero no, aquello no estaba bien, aquél mismo día había hecho el pacto para vengarse, el pacto que le había dado poder para no sufrir de nuevo. ¿Entonces qué hacía allí? ¿Ereshkigal la había devuelto a esos tiempos oscuros por ayudar a los Daë? Había notado que su magia decrecía, que el poder de sus pactos se esfumaba, pero aquello no se lo esperaba.

  • PEDIRÍA PERDÓN MÁS ADELANTE

    Ruby – ?

    Noche

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.

    Temblé con violencia. Estaba segura de que lo que había vivido era real. Había salido de Dyavol, ¿verdad? Toda la vuelta a la Nave no podía ser el delirio de mi mente enferma.- [Ruby]¿Quién eres?[/Ruby]- pregunté, aún desde el suelo y me fui incorporando despacio, sin perder de vista al ser que parecía ser Cole.

    – [Cole]¿Es que ya no me reconoces?[/Cole]- dijo él con su mirada pérfida.

    Solté una carcajada cuando lo tuve frente a mí. No sabía decir exactamente por qué, pero estaba segura de que esto era una pantomima. [Ruby]No eres Cole[/Ruby].

    – [Cole]¿Te ha vuelto la fiebre?[/Cole]- alargó su mano para intentar mirarme la temperatura y le arreé un golpe.

    – [Ruby]No me toques[/Ruby]- le amenacé y eché un vistazo a mi alrededor. Algo no encajaba, aunque estaba bastante currado el escenario.- [Ruby]Dime quién eres de verdad[/Ruby].

    – [Cole]Sería mejor que durmieras, mañana será otro día[/Cole].- la luz de gas, tan propia de la Tierra, era algo casi inexistente en mi planeta. Pese a este hecho, me resultaba fácil reconocerla.

    – [Ruby]No[/Ruby].- me encaré. Dos lunas, la cueva, Cole. ¿Qué fallaba? Algo tenía que estar mal y me daría la pista de que estaba acertada en mis teorías.- [Ruby]Dime quién eres[/Ruby].

    – [Cole]Ya lo sabes, pequeña escurridiza[/Cole]. – sonrió con suficiencia. Me daban ganas de partirle la cara. Fuera real o no. – [Cole]No puedes huir de mí[/Cole].

    Me reí.- [Ruby]¿Sabes? Es gracioso, porque yo no soy un crío de los de la Nave. Soy una guerrera entrenada y la experiencia es un grado. Yo salí de aquí, sabandija[/Ruby].

    – [Cole]¿Un pequeño animalito como tú escapando de mí?[/Cole] – se rio de mí y lejos de amedrentarme, la mala leche empezó a crecer dentro de mí.- [Cole]Anda, deja que beba y duerme[/Cole].- me mostró los colmillos y quiso beber de mí.

    Tomé aire y entonces lo supe. En Dyavol el silencio era casi inexistente. Las criaturas que poblaban el mundo no eran tan silenciosas como ellas creían y, cuando aprendías a oírlas, era como un acúfeno que te martillea los oídos. Esto era una farsa de alguien listo, pero no tanto como yo.

    Sin pensarlo, le asesté un puñetazo en la mejilla derecha. El monstruo, que no se lo esperaba, escupió una sangre negra como el petróleo. Ese no era mi Cole.- [Ruby]Me da igual que seas real o no. Me voy a quedar en la gloria dándote una paliza[/Ruby].

    Y entonces, empecé a pegarle. Si me estaba equivocando, ya pediría perdón más adelante.

    What did you think I’d say to that?
    Does a scorpion sting when fighting back?
    They strike to kill, and you know I will
    You know I wil

    (Mad Woman, Taylor Swift)

  • UNA TURBA

    Lexie – Mansión Fenris

    Noche

    Me levanté de la cama y desconecté la InfiniBand en la que estaba comentando con Noah un capítulo del enésimo revival de Sexo en Nueva York. Era maravilloso que, cada cierto número de años, las chicas volvieran. Vale que ahora eran un puñado de octogenarias y se parecía más a Las Chicas de Oro que a la serie original, pero esta temporada en Florida le estaba sentando a la serie como un soplo de aire fresco.

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  • SIN UN DURO

    NIALL

    CARAVANA

     

    No recordaba que la cama de la nave fuera tan incomoda, tal vez mi cuerpo se había acostumbrado a dormir en mitad del suelo en un futón, gracias por tanto Japón feudal. Me tumbe boca arriba y el corazón se me acelero al ver el colchón de la litera de arriba. Me levante corriendo pero con cuidado de no dejarme la cabeza con las barras de la litera. En la cama de arriba encontré a mi madre aun dormida.

    Gire alrededor mía para confirmar donde me encontraba. No podía ser real. Acabábamos de regresar a la nave con el resto. ¿Acaso todo había terminado y habíamos regresado a  nuestro mundo, a casa?.

    Eche un vistazo a la caravana, estaba más destartalada de lo que la recordaba. Entre algunas de las fotos colgadas en la pared se intuían grietas del desgaste del metal. En el fregadero había dos platos con su respectiva pareja de vasos. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí y porque no podía recordar nada de esto?.

    En la mini nevera simplemente había un bote de leche ya pasado de fecha por el hedor que desprendía el bote. No había ni rastro de comida, por lo general cuando acababa su turno mi madre se llevaba lo que había sobrado de comida del turno en la cafetería. Mire entre las cortinas raídas hacia el exterior, no había ni rastro de la gasolinera y la cafetería en la que la caravana solía estar aparcada en la parte de atrás, en su lugar había otras caravanas.

    Encima de la encimera había un montón de cartas desordenadas, en su mayoría por impagos y últimos avisos de desalojo del terreno en el que nos encontrábamos actualmente.

    – [B]Buenos días cielo.-[/B] Escuche a mi madre por detrás mía. Al girarme la vi aun en su cama desperezándose.

    – [Niall]Buenos… días.-[/Niall] Me lleve la mano a la garganta aterrado. Mi voz sonaba diferente, más grave. Carraspee varias veces por si se trataba de algún resfriado, pero físicamente parecía encontrarme bien.

    – [B]Nate, ¿estas bien?. Parece que has visto un fantasma.-[/B] A pesar de todo, de apenas tener lo justo para comer, mi madre siempre había poseído una belleza natural. Pero ahora se le marcaban las ojeras y se le acentuaba la clavícula. A pesar de la holgada camiseta vieja se notaba que había perdido peso.

    [Niall]- Yo… no. Esto no puede estar pasando.-[/Niall] Mi voz sonaba extraña en mí. Nada de esto podía estar sucediendo. Había echo un trato, se suponía que no iba a faltarle de nada a mi madre. Si esa gitana espacio temporal me había engañado no iba a tener dimensión en la que esconderse.

    – [B]Déjame que busque algo para comer, debes estar hambriento.-[/B] Añadió abriendo los armarios buscando alguna lata o algo que no necesitara ser calentado previamente ya que nos habían cortado el gas.

    – [Niall]¿Dónde esta mi móvil?.-[/Niall] Pregunte buscando entre las cosas. Necesita hablar con Lexie o Noah. Necesitaba una voz familiar que me calmara y me ayudara a procesar que todo esto no estaba pasando, que era una ilusión o algo por el estilo.

    – [B]¿Móvil? Lo vendiste el mes pasado junto con el violín para pagar parte del alquiler del terreno de la caravana.-[/B] No. Por mi mal que fueran las cosas nunca me habría dejado vender el violín. Era un regalo de los abuelos, siempre podía sacar un par de dólares tocando en la calle.

    – [Niall]Tengo… tengo que tomar algo de aire… esto…-[/Niall] Salí al exterior con lo puesto. Hacía tanto frío que había dormido con un abrigo puesto.

    – [B]Nate, cariño…-[/B] Fue lo último que escuche a mi espada antes de acelerar el paso.

    Había dado mi poder por una vida de lujos, una vida en la que a mi madre no le faltara de nada. Acoso esa perra me había engañado y se había quedado con mi voz como Ursula en la Sirenita. Maldita bruja cara de merluza, como te encuentre… yo…

    Fui a parar frente a una vieja cabina telefónica. Descolgué y gracias a Dios aun daba señal. Rebusque entre los bolsillos buscando alguna moneda, pero estaba pelado, sin un duro encima. De todos modos a quién iba a llamar, no sabía el teléfono de Lexie o Noah de memoria. – [Niall]Mierda de tecnología moderna.[/Niall]