Moondale

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  • EL CIELO ESTRELLADO DE LA NOCHE

    HENRY L. CROWE

    KOURAS

    Antes de marchar en busca de las tribus indígenas decidimos dejarlo todo lo mas tranquilo posible. Trasladamos a los bandidos que teníamos encarcelados hasta North Ford donde se les distaría sentencia y serian encarcelados. En el regreso a Bandera escoltamos el tren con las mercancías para evitar alguna clase de asalto a las provisiones.

    Algunos de los habitantes conscientes de nuestra marcha se acercaron para despedirse y desearnos un pronto regreso. La verdad, no se que seria de ellos si conseguíamos salir de este mundo.

    – [Ezequiel]¿Tienes todo listo para salir?.-[/Ezequiel] Pregunto mientras le daba un sorbo a su taza de café y tiraba el poco que quedaba al suelo. El café era horrible, casi siempre salía aguado y su sabor dejaba bastante que desear.

    – [Henry]Ya he cargado los caballos con lo imprescindible.-[/Henry] Había echado los sacos de dormir para evitar el frío por las noches, los fusiles por si nos topábamos con algún animal salvaje y un par de latas de comida junto a algo de carne seca.

    – [Ezequiel]No deberíamos tardar mucho.-[/Ezequiel] el viaje hasta el poblado más cercano era de dos días, uno si no nos entreteníamos mucho parando y llevábamos un ritmo constante. – [Ezequiel]La cosa esta tranquila pero nunca se sabe. Los forajidos siguen acosando algunas aldeas.[/Ezequiel]

    – [Henry]No me gusta dejar el pueblo desprotegido.-[/Henry] Si bien es cierto que gracias a la habilidad de Ezequiel había surgido el miedo a plantar cara al sheriff inmortal, aun existía gente que lo intentaba, forajidos en busca de la gloria de que ellos fueron quienes acabaron con él, puros descerebrados.

    – [Ezequiel]Siempre puedes terminar fabricando un robot.-[/Ezequiel] Añadió entre risas mientras se acercaba hasta su caballo.

    – [Henry]Eso es… una buena idea.-[/Henry] El problema es que no tenía lo necesario para fabricar uno, además tampoco es que me fiera de dejar una al cuidado de varias personas, las cosas que podían salir mal eran demasiadas.

    – [Ezequiel]Así protegerías más de un pueblo.-[/Ezequiel]Ensillamos los caballos y marchamos rumbo a buscar a las tribus. Paramos cerca de un pequeño riachuelo para que los caballos descansaran y pasamos la noche al raso rodeados por una cuerda para que las serpientes no se acercaran a nosotros mientras dormíamos.

    Al contrario de lo que piensa la gente el oeste no es solo desierto, la gente se asentaba en estos lugares para aprovechar sus recursos naturales, el oro en sus cauces del río, el carbón de las minas y desde luego los árboles de los bosques. – [Henry]Creo que nos vienen siguiendo desde hace un par de millas. Me siento observado,[/Henry]

    – [Ezequiel]¿Forajidos?.-[/Ezequiel] Pregunto echando un vistazo a tras él.

    – [Henry]No, ya estamos en territorio nativo.-[/Henry] Tenía la sensación de que había personas tras los arbustos, tal vez algunos de los nativos vigilando quienes entraban en sus tierras.

    – [Ezequiel]Sigamos rectos, quizá el líder nos pueda decir que pasa.-[/Ezequiel] Nos acercamos a pie tirando de los caballos hasta un claro para no asustar a los nativos. Al vernos llegar hicieron un pequeño corro alrededor nuestro, algunos llevaban pinturas en sus cuerpos, otros iban vestidos con sus trajes de cuero.

    Ezequiel desenfundo el revolver que llevaba en la cintura despacio y lo dejo en el petate del caballo. Con las manos extendidas se fue acercando poco a poco hasta un hombre que portaba una amplia corona de plumas, debía de tratarse del líder.

    – [Ezequiel]Dicen que se están viendo cosas extrañas.-[/Ezequiel] Me explico tras conversar con ellos.- [Ezequiel]Que espíritus corruptos vagan por el lugar.[/Ezequiel]

    – [Laura]¿Hola?.-[/Laura] Reconocí la voz de Laura perfectamente a mi espalda, pero los nativos se asustaron de su repentina aparición tras nosotros.

    – [Henry]Hola.-[/Henry] Le devolví el saludo mientras Ezequiel intentaba calmar a los nativos y explicaba lo que estaba ocurriendo. Tenía una expresión feliz en el rostro, quizás las cosas iban bien con los demás o simplemente se alegraba de poder ayudar y ser útil. Si las cosas salían bien sin duda seria la salvadora de todos nosotros.

    – [Ezequiel]Perdonad, pensaban que eras uno de los espíritus que atormentan a su pueblo.-[/Ezequiel] A lo lejos los nativos hablaban entre ellos sin dejar de observarnos.

    – [Laura]Soy Laura, creo que no nos conocemos.-[/Laura] Añadió presentándose con un breve saludo de mano.

    – [Ezequiel]He oído hablar de ti. Soy Ezequiel, tu sustituto.-[/Ezequiel] Laura me observo sonriendo, creo que se había notado bastante que hablada de ella con Ezequiel.

    – [Laura]Seguro que lo haces mejor que yo.-[/Laura] Se paso las manos por las muñecas en un acto reflejo, seguramente culpándose por lo de Vera.

    – [Ezequiel]No creo, tú sigues aquí.-[/Ezequiel] A algunos no les había gustado que se marchara, yo por mi parte no le podía reprochar nada, después de todo se vio envuelta en esto por mi culpa. La verdad, si no fuera por la ayuda que me prestaron tras lo de Infinity yo tampoco hubiese venido. -[Ezequiel]Henry me había dicho que ibas a buscar ayuda.[/Ezequiel]

    – [Laura]Estoy en ello. Necesito saber si sabéis dónde está el portal de ese mundo.-[/Laura] Ezequiel negó mientras a nuestras espaldas los nativos susurraban por lo bajo observándonos.

    – [Ezequiel]Henry intento hacer un radar pero no aparece nada.[/Ezequiel]

    – [Henry]Intente localizarlo por la polaridad magnética que desprendiera, no sé porque pensé que podría tener una parecida a la de la luna Viltis.-[/Henry] Ambos se quedaron mirándome sin entender que acababa de decir.

    – [Laura]¿Y el guardián?.[/Laura]

    – [Ezequiel]¿Qué guardián?.-[/Ezequiel] Pregunto Ezequiel tan sorprendido como yo.

    – [Laura]Tendría que haber un guardián.-[/Laura] Solo habían bastado un par de días para que Laura nos diera información útil que utilizar.

    – [Ezequiel]¿Un portal y un guardián?.-[/Ezequiel] Resultaba difícil de creer, estábamos dando por seguro que solo había un sitio por el que entrar y salir de los mundos, pero todo tiene su salida o entrada de emergencia.

    [Laura]En teoría, sí. Aunque yo tampoco soy una experta.-[/Laura] No sabíamos que aspecto tendría ese guardián, pero la información de su existencia ya era más que cualquier cosa.

    – [Ezequiel]Puede que del guardián sepa alguien algo.-[/Ezequiel] Viendo el misticismo de sus personas lo mismo alguna de las tribus sabía algo acerca de ese guardián – [Ezequiel]Tiene que haber leyendas de alguien que viva tanto.[/Ezequiel]

    – [Laura]Buena idea.-[/Laura] Añadió con una sonrisa, se le veía ilusionada por ayudar.

    – [Ezequiel]A la Tierra llegaron algunos libros de este mundo a manos de viajeros.-[/Ezequiel] No podía evitar preguntarme cuantos años tenía Ezequiel, por su habilidad podrían ser cientos de años. – [Ezequiel]Yo tenía uno. Quizá puedas buscar y nosotros preguntaremos a las tribus, es imposible que las ciudades tengan esa información.[/Ezequiel]

    – [Laura]Volveré a contactar con vosotros más adelante. Buena suerte.-[/Laura] Su mirada se cruzo con la mía antes de desaparecer. No se hacía más sencillo el ver como se marchaba una y otra vez de mi lado.

    Tras aquello Ezequiel pensó que lo mejor era preguntar a aquellos nativos por el guardián. Tras una charla extensa por parte de él con el líder de la tribu este nos señalo una tienda algo más separada del resto. Cuando cruzamos dentro un golpe de calor nos sacudió, aquello parecía una sauna. Sentado frente a una hoguera había un hombre mayor con pintura por todo su cuerpo el cual nos hizo un gesto para que nos sentáramos junto a él.

    Hablaba extraño e incluso a Ezequiel le costaba seguir lo que decía. De una bolsita junto a él saco unos polvos que lanzo al fuego y las llamas se volvieron azules. Notaba como me pesaban los parpados, el calor era sofocante y la verdad no quería sucumbir al cansancio porque no sabía que era lo que había echado al fuego, pero al final tanto Ezequiel como yo caímos al suelo.

    Ambos aparecimos en mitad de un desierto, no estábamos físicamente allí, pero parecía muy real. La arena desaparecía a nuestro alrededor arremolinándose delante nuestra formando la figura de un caballo, el guardián. Buscamos a nuestro alrededor algo que pudiera darnos la ubicación de donde se encontraba, pero todo a nuestro alrededor estaba desierto, todo salvo el cielo estrellado de la noche.

  • SU MANO ENCIMA DE LA MÍA

    Jane – Cabaña de Caitriona

    ¿¿??

    Soñé que navegaba en un barco a través de un mar en calma. Quizás nunca llegase a mi destino y, por raro que pueda parecer, no me importaba. Remaba sola y no tenía miedo. El sol brillaba y sabía, aunque no pudiera verles, que toda mi familia estaba bien.

    De pronto, el día cambió y una tormenta me tiró de la barca. Caí al agua. Me ahogaba y tuve miedo.

    Cuando abrí los ojos, tomé aire con avidez. Estaba en una cama incómoda, de algo parecido a paja con unas sábanas que recé porque estuvieran limpias. Me notaba cansada y había sudado. Era una sensación parecida a cuando te baja la fiebre.

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  • EL MENTOR

    NOAH ARKKAN

    DAONNA

    Persistí durante horas tratando de volver a llegar hasta Lexie. Al final tuve que desistir porque mi cuerpo no aguantaba más. Necesitaba descansar, comer, hidratarme y pensar con claridad. En otro tiempo habría tenido más facilidad para encargarme de todo, pero ya no era así de rápido.

    Traté de no alejarme demasiado. La noche ya había caído y temía que en un momento de guardia baja algún depredador, ya fuera dinosaurio o demoníaco, fuese a por ella. Encendí una hoguera para prepararme algo de comer y la ilusión en el horizonte no se desvaneció.

    Mastiqué un par de bocados y dejé a un lado el resto, algún pequeño animal lo aprovecharía más tarde. Yo no conseguía comer, no hacía más que pensar en Lexie y en cómo podría su propio poder hacerle creer que estaba comiendo mientras su cuerpo sufría los efectos del hambre y la sed.

    No tenía demasiado tiempo y maldije una vez más haber cambiado mis poderes. Hubiera descubierto o no que una parte de ellos vivía en mí con el don de mi padre, ya no era igual, mi mente no iba a la velocidad de la luz. Estaba seguro de que hacía semanas habría encontrado la respuesta y Lexie estaría ya recuperándose.

    Al calor de la hoguera, pese a las preocupaciones, fui consciente del cansancio acumulado. La tensión y los nervios que había pasado mientras trataba de volver con ella habían pasado factura y pronto empecé a notar los párpados pesados.

    Caí en un sueño contra el que luché, sin conseguir vencer, algo común ese día. Al cabo de lo que me parecieron minutos, desperté de pronto, sobresaltado. Notaba algo acercarse, algo peligroso. Aún adormilado, abrí los ojos y me incorporé. Tras la maleza había algo arrastrándose.

    Me puse en pie por completo y apagué el fuego. A oscuras, mi oído se agudizó y seguí escuchando algo arrastrarse, esta vez acompañado de un lamento. Cambié a mi apariencia demoníaca para estar protegido y cuando el sonido se hizo más cercano, invoqué electricidad en la palma de mi mano para iluminar frente a mí.

    Me eché hacia atrás con un grito al ver el rostro de un cadáver frente a mí. Tenía el rostro hundido y los ojos casi blancos, pero la habría reconocido en cualquier parte. Lexie. No, no podía ser, no podía haberle pasado eso en unas horas.

    Seguí retrocediendo mientras el cadáver me perseguía despacio. Pensé en huir hacia la derecha, pero entonces otra figura apareció. Esta vez el cuerpo del no muerto también era conocido, mi hermano, Leo. Como si se llamasen entre sí, fueron surgiendo más y más, una tras otra todas las personas importantes que había perdido en esos mundos, aparecieron de entre las sombras para ir hacia mí.

    Acorralado, esquivé a un Xander cegado por la muerte y corrí hacia la caverna, mi única salida posible, usando la velocidad que me permitía mi control de la electricidad.

    En la oscuridad de la cueva, cada esquina parecía guardar una amenaza, un nuevo fantasma del pasado. Escuché el sonido de los muertos persiguiéndome. Ya habían entrado a la cueva y yo no sabía si había salida. Seguía avanzando, impulsado por el miedo, hasta que me encontré con un camino que descendía hasta un abismo insondable.

    No podía seguir, estaba rodeado y no conseguía pensar con claridad. No podían estar todos muertos, no tenía sentido. ¿Y qué hacían aquí? Lexie había estado bien la última vez que la vi, no llevaba tanto sin comer y su ilusión no había disminuido, era difícil pensar que no hubiese engañado a cualquier amenaza que se acercase. La había visto engañar a los dinosaurios.

    Fue entonces cuando me di cuenta. Las ilusiones de Lexie. De alguna manera me habían seguido, habían tratado de evitar que me acercase a ella alejándome a través de mis miedos. Tenía que dar la vuelta.

    Al hacerlo, vi un rostro descompuesto observándome en la oscuridad. – [Noah]No vas a alejarme, sé que no eres real.[/Noah] – el cadáver sonrió y se abalanzó contra mí. Sentí sus manos sobre mi pecho con la fuerza suficiente como para hacerme caer hacia el abismo.

    Mi espalda chocó contra una pendiente descendente. Sentía la roca chocar contra mi piel escamosa. Tuve suerte de estar en forma de Rakkthathor porque de lo contrario no habría aguantado los cortes. Rodé, choqué, me golpeé varias veces por el descenso incremental hasta que ya no hubo más roca y sufrí una caída de más de diez metros a un lago agua gélida.

    Aquellas aguas parecían pesar, sujetarme y arrastrarme al fondo. Volvía a ser consciente de mi cansancio y mis párpados pesaban. Solo tenía que dejarme llevar, aferrarme los brazos para conservar el calor y dormir un poco. Solo un poco.

    Mi cuerpo se hundía y mi mente estaba en calma. Algo recorrió mi cuerpo como una sacudida eléctrica, enviando una rápida sucesión de imágenes a mi cabeza.

    Veía a Antailtire siendo arrastrado a la Nada, con sus personalidades siendo arrancadas de su ser una a una como capas de una cebolla por aquella que moraba allí, la del Pelo Rojo que había atormentado a mi madre, esa cuyo nombre no podía recordar pero no debíamos olvidar.

    Mi visión se alejó como un ave migrando hacia otro lugar y volvió a fijarse en el Cúmulo, donde Dyavol se hundía en una oscuridad profunda y corrupta. En su interior, la chispa de la maldad  sonreía con malicia al sentir la marcha de su captor y extendía sus tentáculos por todos los catorce mundos.

    Vi Daonna, brillante, salvaje, poderosa. En lo más recóndito el oculto protector de la magia de ese mundo cantaba al sol y con su canto los portales crepitaban cargados de energía. La oscuridad lo alcanzó, lo corrompió y su canto se volvió ansioso, destructivo, llamaba a disfrutar sin pensar en las consecuencias. En vivir la vida sin pararse a pensar en que eso la hiciera breve.

    Su canto parecía ocultar un llanto y con él, mi visión volvió a los catorce mundos volviéndose corruptos uno tras otro, a igual que sus tótem protectores, solo que ya no veía los mundos tal cual, si no como un mapa estratégico fusionado con un tablero de ajedrez. Cada fila era un planeta, hasta un total de quince incluyendo una de las lunas. Las negras estaban sumidas en la oscuridad, cubiertas de una neblina que no permitía verlas.

    En la primera fila, el planeta alineado con Sagitario, había tres figuras blancas: Una tenía los brazos abiertos, el Amigo; otra tenía un rasgo permanente tatuado en la mirada, era la Rebelde; y el tercero sostenía entre sus manos alzadas un objeto brillante, era el Creyente. Observé la figura entre tinieblas y fue como si algo interviniese para despejarlas, la figura negra era el Mono.

    En la segunda fila, la alineada con Cetus, la Analista y el Estudiante iban camino de encontrarse con el Conejo.

    En la tercera, la alineada con Aries, el Diplomático y el Inventor cruzarían su destino con el Caballo.

    En la cuarta, la alineada con Escorpio, el Harlequín, la Penitente y la Sombra avanzaban hacia el Tigre.

    En la quinta, la alineada con Piscis, el Guerrero y la Defensora estaban ya cerca de la Rata.

    En la sexta, la alineada con Libra, el Sanador y la Inocente eran esperados por el Perro.

    En la séptima, la alineada con Géminis, la Elegida y el Huérfano perseguían al Cerdo.

    En la octava, la alineada con Tauro, la Hedonista y el Hermitaño eran guiados hasta el Buey.

    En la novena, la alineada con Cáncer, el Fénix y el Poeta enfrentaban a la Cabra

    En la décima, la alineada con Acuario, el Explorador y la Amazona iban en busca del Pez.

    En la decimoprimera, la alineada con Virgo, el Mártir, la Madre y la Proscrita iban camino de despertar al Dragón.

    En la decimosegunda, el Vínculo y la Amante trataban de alcanzar al Águila.

    En la decimotercera, la alineada con Ofiuco, la Perfeccionista sufría el veneno de la Serpiente.

    En la decimocuarta, el Mentor y la Ilusionista estaban separados. La figura oscura estaba tras la Ilusionista, envolviéndola en su bruma. La visión lo mostró en toda su claridad. El Gallo había cautivado a la Ilusionista en su canto.

    Y por último, en la decimoquinta, la de la Luna Viltis, el Visionario se enfrentaba a una bruma oscura que reptaba en el corazón del hogar.

    Con la última de las visiones, abrí los ojos y noté la presión en mis pulmones mientras nadaba hacia la superficie. Pese a ser Rakkthathor, notaba las extremidades frías, si no salía de allí pronto acabaría helado. Nadé hacia la orilla y traté de procesar lo que había visto. Aún estaba fresco en mi mente así que dejé que se deslizara hacia mi memoria genética, donde ni yo ni ninguno de mis descendientes, si es que llegaba a tenerlos, lo olvidaría jamás.

    Me di cuenta de que llevaba demasiado tiempo dependiendo de mis poderes para definirme. Tenía que luchar por lo que quería. Seguía siendo un Daë. Era hora de que el Mentor demostrase lo que mejor se le daba. El Gallo estaba aprovechándose del poder de Lexie para sumirla aún más en el hedonismo de su canto. Y yo no iba a permitirlo.

     

  • LAS PROFECÍAS ME PONEN NERVIOSO

    IDRIS SOLO-NOVAK

    MAÑANA – VALANTIS

    Lo mejor de frustrarte en tu pisito de alquiler por no encontrar un portal a otro mundo tenía que ver con la noche loca para recuperarse del bajón. Alguna ventaja tenía que tener estar perdidos en unos años noventa de otro mundo en el que los los remake con los que habíamos crecido aún estaban en «make».

    Al día siguiente me desperté con los primeros rayos de sol. Era sábado y Elle se había dado la vuelta para seguir durmiendo, así que después de admirar su maravilloso culo, me levanté y preparé el desayuno antes de ponerme un capítulo de Dragon Ball.

    Para cuando Elle se levantó, Krilin había muerto un par de veces y ya había terminado la hora oficial de la televisión para niños. Cuánto habían cambiado las cosas que en el futuro ya no tenías que tragarte lo que te pusieran en los cuatro o cinco canales y en su lugar había televisión a la carta y canales solo para los pequeños de la casa. Y yo, claro.- [Idris]No soporto este canal.[/Idris]- dije mirando de reojo el supuesto programa de actualidad en el que se dedicaban a incitar el odio contra cualquier ser vivo. Que no fuera hombre, cis, hetero o blanco.

    – [Elle]No te gusta nada últimamente. Te estás amargando, Dris.[/Elle]- bromeó, dándome un beso en la mejilla. La estreché contra mí apoyando la mano en su cintura y miré esos ojos que parecían un mar en calma. A su lado las molestias de vivir en un tiempo intolerante parecían una nimiedad. Al menos eran los noventa y no cualquier época anterior.

    – [Idris]Demasiados anuncios. [/Idris]- repliqué sin separarme. – [Idris]Y ésta productora tiene que ser de un cerdo. No hacen más que meter problemas entre vivos y sombras.[/Idris] – añadí, quitándole el volumen. Sus palabras de odio eran muy parecidas a algunas que ya conocía, solo que dirigidas a otro colectivo. En este caso lo tenían aún más fácil, habían muerto, ¿por qué no iban a ser sus esclavos?

    – [Elle]Estás a nada de convertirte en la Rosa Parks de los señores de aquí.[/Elle]- dijo ella, dando un sorbo a su café matinal. Bien cargado, me había hecho un experto de la máquina de espresso que habíamos conseguido en una ganga. A falta de las comodidades del futuro, me había buscado la vida y ya me salían formas más o menos firmes con la espuma. Vale, mis corazones acababan pareciendo penes, pero la intención es lo que cuenta.

    – [Idris]Y señoras, que aquí hay una poquita de homofobia, machismo, racismo y sombrafobia.[/Idris] – técnicamente el racismo era un tema del pasado, sin embargo por mucho que aquí tuvieran la esclavitud de los Sombras, seguía siendo la época de los negros arquetípicos en televisión. Los graciosos, los de vida turbia relacionada con las drogas, los raperos…

    – [Elle]¿Sabes lo único que me gusta de este mundo?[/Elle] – comentó, levantando la vista de su desayuno.

    – [Idris]¿Idris el Guapo?[/Idris] – pregunté, sentándome a su lado para darle un beso en la mejilla. Apoyé los codos en la barra de la cocina y la miré. El piso que habíamos conseguido alquilar era pequeño y viejo, pero siempre lo recordaría como el primer sitio en el que habíamos vivido juntos.

    – [Elle]Que estás tú en él.[/Elle]- confirmó, guiñándome un ojo.

    – [Idris]Lo sabía.[/Idris] – le di un beso en los labios, podía notar el toque de chocolate que añadía a su café.

    – [Elle]Bueno, cómo salimos de aquí? Estoy cansada de vivir en Wandavision.[/Elle] – pensé en lo viejos que éramos, haciendo referencia a series que eran un éxito cuando nacimos, aunque aquí serían aún más años en el futuro que en nuestro pasado.

    Me apoyé más firme en la mesa, pensativo. Lo peor de pensar en irnos no era no saber cómo, si no ser consciente de que seguro que lo conseguíamos y tras vivir meses juntos, siendo por fin un «algo», cualquiera volvía a la Tierra a estar separados cada uno en la casa de sus padres. Pero tampoco me atrevía a plantearle eso. Oye Elle, he pensado que si salimos vivos de esta y atravesamos el espacio-tiempo hasta la Tierra podríamos irnos a vivir juntos. Visto en perspectiva no era lo más raro de nuestra situación.

    – [Idris]Lo único que no hemos probado es esto. [/Idris]- rebusqué en la chaqueta que había llevado el día anterior al trabajo y saqué un panfleto un poco más arrugado de como lo recordaba. – [Idris]No se parece a Melinda pero tiene buenas referencias.[/Idris] – aunque quizá no llorase igual de bien. Y pensar que 9-1-1 me parecía bizarro.

    En el panfleto aparecían unas constelaciones y superpuesta sobre ella en un estilo muy noventero, el nombre «Madame Vastra», junto al número de contacto y la dirección, oh, y una joya de correo: «madamevastra8@hotmail.com». De cuando todavía no había monopolio de Infinity.

    – [Elle]Pues vamos ahora mismo.[/Elle] – dijo levantándose de la silla, por suerte habiéndose terminado el desayuno, porque nada da más rabia que la forma en la que dejan la comida en la ficción para hacer cualquier cosa. ¿Es que nadie les ha enseñado modales?

    – [Idris]¿Me voy a tener que quitar la bata un domingo?[/Idris] – pregunté, con un poco de apego, se estaba tan calentito.

    – [Elle]Deberías, sí.[/Elle] – dijo dándose la vuelta y respondiendo a mi reticencia con una imagen de su espalda desnuda tras tirar la parte de arriba del pijama al suelo. Estúpido Idris, por qué eres tan básico.

    – [Idris]Es una pena, es muy suave, como si no llevara nada…. llevara nada.[/Idris] – dije siguiéndola mientras me deshacía de todas las prendas que podía rápidamente. – [Idris]llevara nada.[/Idris] – añadí contoneándome.

    Un rato más tarde. Bastante rato. Un par de horas más tarde al menos. El caso es que ya estábamos en la calle, vestidos para matar a la moda de los noventa. Eso sí, sin gorra, pero con colores y estampados que parecían sacados de la intro de ‘Salvados por la Campana’.

    Caminando por la calle del brazo de Elle me hacía ir más erguido de lo habitual y sonreír todavía más ampliamente cuando me cruzaba con caras conocidas, casi siempre del mismo tono de piel que yo.

    – [Elle]Es como vivir con Mahersala Ali.[/Elle] – me halagó, ya sabía que era mi ídolo de la infancia. El barrio en el que habíamos alquilado no era un sitio de ricos, si no el típico lleno de gente humilde.

    – [Idris]Soy un tío de barrio, que le vamos a hacer. [/Idris]- comenté saludando a DeShawn, que iba directo a abrir la peluquería. Solía ir allí a que me cortaran el pelo mientras me enteraba un poco del sitio en el que vivíamos y trataba de coger pistas para salir del mundo. Por suerte aunque estaba lleno de espontáneos que iban a dar charla, ninguno de ellos era Eddie Murphy haciendo chistes hirientes.

    – [Elle]De barrio rico.[/Elle] – puntualizó ella.

    – [Idris]Eh, la cuestión no es la pasta que tienes. [/Idris]- me defendí. Había tenido que pelear para que los del barrio dejaran de verme como el tío rico, ajeno a lo duras que eran sus vidas, sus luchas por conseguir salir adelante cuando el mundo no deja de ponerte la zancadilla porque ya has empezado la partida con saldo negativo. – [Idris]Soy negro, hasta de elfo, y estoy orgulloso. [/Idris]- afirmé. Me habría sentido un poco engañado si mis padres hubieran sido elfos claros. Hubiera tenido siempre la duda de si estaba haciendo «whitewashing» o «blackface».

    Ella asintió y me apretó la mano para darme apoyo. – [Idris]Cuando tu madre es blanca como la leche y tú padre negro como el café, la gente te intenta clasificar mucho, normalmente tirando hacia el latte. [/Idris]- admití sonriendo. Desde pequeño fui consciente de que mi tono de piel era más oscuro que el de cualquiera de mis padres, por suerte ellos fueron siempre sinceros y las cosas encajaron pronto. Pero cuando vi lo que hacía el mundo, decidí estar orgulloso de mi piel y mi herencia, sin dejar de estarlo nunca de mi maravillosa madre.

    – [Elle]¿De pequeño te dabas cuenta de esas cosas?[/Elle] – preguntó, intrigada.

    – [Idris]¿De qué era el negro oficial de mi colegio?[/Idris] – repliqué sin tapujos. Había tenido que lidiar con todo tipo de personas sin que fueran conscientes de que positiva o negativa, era discriminación igual. – [Idris]Sí, desde pequeño. Luego con Mike ya éramos dos pero él, ya sabes..[/Idris] – admití, suponiendo que todo el mundo se había dado cuenta.

    – [Elle]¿Él qué?[/Elle] – preguntó, mirándome.

    – [Idris]Es como un huevo Kinder, negro por fuera, blanco por dentro.[/Idris] – resumí, echándome a reír.

    – [Elle]No es gracioso.[/Elle]- defendió ella, negando con la cabeza mientras se aguantaba la risa. No pasaba nada, Mike había decidido vivir su vida tratando de ser ajeno a las diferencias. Era otra clase de lucha, nada que ver con mi perspectiva.

    – [Idris]¿Qué no? Todo lo que digo es: a) verdad y b) divertido. [/Idris]- repliqué frotando mi nariz con la suya.  – [Idris]Mike pasa del debate racial y yo intento aportar desde mi posición algo más privilegiada.[/Idris] – resumí. O al menos lo intentaba, desde aquí solo podía tener fe en que a los Drow les fuera bien. Mi lucha allí era más cercana a lo mundano, aunque terminara dándoles un propósito como luchadores contra el mal. Aquí, enfrentándome a entidades capaces de cumplir cualquier deseo o cambiar lo que desearan, me sentía insignificante.

    – [Elle]A lo mejor me he equivocado de hermano…[/Elle] – bromeó ella. Fingí mirarla mal. Era curioso que a la hora de la verdad las parejas de Mike tendiesen más a compartir su tono de piel mientras que a mí me daba igual.

    – [Idris]Eh, yo no discrimino y menos a alguien tan maciza.[/Idris] – alcé una ceja y le silbé, quizá demasiado alto porque ella pareció sonrojarse. – [Idris]Siento ponerme intenso es que en este mundo la policía me mira como lo hacían muchos antes de saber quién era mi padre.[/Idris] – aseguré. Hacía cinco minutos había empezado a caminar más despacio al cruzarme con un coche patrulla para que no pensaran que tramaba algo.

    – [Elle]Espero que nos vayamos pronto de aquí.[/Elle] – me apretó la mano y se pegó a mí. Por malo que fuese todo lo demás, estar con ella no tenía precio.

    – [Idris]Con lo bien que me lo estaba pasando jugando a las casitas, seguro que sí, tengo esa suerte. [/Idris]- suspiré, no quería que se acabara, pero tampoco iba a dejar que mi inseguridad nos lastrara. Todavía teníamos mucho que disfrutar en la Kvasir y en la Tierra, estaba seguro.

    En ese momento llegamos a la dirección. Era un edificio no muy nuevo. Nos acercamos al portal y llamamos al timbre. Subimos en un estrecho ascensor que me dio ideas lascivas, como casi todo en el mundo, y cuando salimos al descansillo vimos que una de las puertas estaba abierta y de ella emanaba un aroma a incienso y alguna hierba más que no reconocí. No era licántropo, ¿vale?

    Pedí a Elle que entrase ella primero porque mi masculinidad no es nada frágil y me daba miedo que la señora fuera  a descuartizarnos. Si era el caso, Elle estaba más cachas.

    La realidad que nos encontramos involucraba muchos tapetes de ganchillo, una tetera echando humo, un loro y dos o tres gatos.

    – [b]¿Venís para saber si será niño o niña?[/b] – preguntó una señora bajita, con aspecto de haber estado preparándose un té en lugar de planificar su engaño. De hecho en ese instante estaba . Al hablarnos no nos miró y parecía que no le interesábamos mucho.

    – [Idris]No, eso está decidido, vamos a tener octillizos, así seguro que hay de todo. [/Idris]- bromeé.

    – [Elle]Esto no va a salir bien…[/Elle]- murmuró ella. Entonces la señora se giró al escucharla y la miró fijamente.

    Caminó hacia nosotros renqueando un poco de una cadera. Bien, si resultaba ser un zombie o una bruja caníbal no iba a ser de las rápidas. Acercó una mano arrugada de dedos finos y tomó la de Elle, observando su palma.

    – [b]Niña, mi niña, tú si tienes un destino grandioso.[/b] – tiró de ella para sentarla al otro lado de una mesa redonda, sin soltarle la mano. – [b]Y terrible. En tu mano están las decisiones que guiarán uno u otro camino.[/b] – me acerqué a ellas y le puse una mano a Coquito en el hombro.

    – [Elle]Eh…Gracias.[/Elle] – comento respecto a lo primero, mientras se guardaba para sí la segunda parte, sin duda pensando en lo que Xander y Owen habían escuchado en Dagrknot acerca de los Vanir.

    La mujer se levantó y colocó una taza de su té hirviendo frente a Elle. – [Idris]Supongo que para mí no hay té.[/Idris] – me quejé. Fuera era verano puro, pero me sentía un poco abandonado.

    Ella me respondió fulminándome con la mirada. Su rostro estaba surcado de arrugas y sus ojos me atravesaron haciéndome creer que no era la típica embustera. – [b]Me gusta tu lengua ligera, pero cuidado con hablar de más. Los elfos oscuros habláis demasiado.[/b] – sentenció, sin apartar la vista de mí. Ahora sí que me acababa de creer sus poderes. Elle se terminó el té y la mujer cogió la taza para observar las hojas. – [b]Vuestro destino está lejos de esta tierra, cruzando un portal a otro mundo.[/b] – empezó a decir.

    – [Idris]No tendrás un GPS en esas hojas ¿eh?[/Idris] – bromeé, las profecías y el destino me ponían nerviosillo.

    – [Elle]¿Usted podría decirnos cómo cruzar el portal?[/Elle] – preguntó Coquito, siempre tan amable. La mirada asesina que me había dirigido a mí la Baba Yaga cambió a una más dulce, como si Elle fuera Caperucita y ella la abuela, la de verdad, no el lobo haciendo drag.

    – [b]Andando chiquilla.[/b] – y luego la vieja se quejaba de mí. – [b]Pero encontrar a su guardián y liberarlo, ah, eso es distinto.[/b] – puntualizó. Entonces todavía quedaba un portal activo, protegido por un guardián al que había que liberar. Hasta ahí, captado, pero si acabábamos de ayudar a vencer a Antailtire, ¿qué había sometido a un guardián ancestral del portal entre mundos?

    – [Elle]Muchas gracias.[/Elle] – que bonica era mi Coquito, siempre tan educada.

    – [Idris]¿Tenemos que seguir al conejo blanco?[/Idris] – si la experiencia de los Moondies nos decía algo era que la palabra guardián iba asociada a unos seres que hacían que la verdadera fantasía diese comienzo.

    – [b]Conejo no, cerdo más bien, o eso era antes de que fuera corroído por la oscuridad.[/b] – aclaró. ¿El guardián era un cerdo? ¿Íbamos a luchar con Porco Rosso? – [b]No veo que será ahora, pero sí qué hace.[/b] – añadió, igual de críptica. Por eso las profecías me ponían nervioso, porque acababan siendo un galimatías en el que podías terminar entendiendo cualquier cosa.

    – [Elle]¿Y qué hace?[/Elle] – menos mal que estaba Coquito para ir al grano.

    – [b]Tejer sus mentiras y manipular.[/b] – ¿Un cerdo araña? – [b]Y aquí ha encontrado su sitio.[/b] – cogió el mando de la televisión y puso una de las tertulias que tanto detestaba, en ese momento alguien estaba soltando una perla de por qué las mujeres no eran buenas teniendo Sombra a su cargo. Espera, ¿estaba diciendo que el guardián cerdo tenía algo que ver con el programa?

    – [Idris]¡Sabía que era un cerdo![/Idris] – grité sin darme cuenta.

    – [Elle]¡Vamos! Muchas gracias por ayudarnos.[/Elle] – replicó Ellie levantándose.

    – [b]Cuidado pequeña Vanir. El poder es un arma de doble filo.[/b] – replicó la mujer levantándose. – [b]Y atenta a los más cercanos, pueden no ser quienes creemos.[/b] – ya sabía yo que no nos íbamos a conseguir marchar sin un mal augurio.

    – [Idris]No podía dejarnos ir sin una profecía chunga.[/Idris] – dije mientras bajábamos en el ascensor. Coquito se había quedado pensativa, así que intenté distraerla. – [Idris]¿Sabes dónde producen esto? [/Idris]- en casa habría sido tan fácil como buscarlo en Infinity pero allí no me apetecía ir a un sitio con internet para conectarme.

    – [Elle]Este pueblo no es muy grande.[/Elle]- respondió tirando de mí para salir a la calle. Al menos parecía más animada, cuanto más vueltas le diese a las palabras de la vieja, mejor, bastantes mal rollo le daba ya su legado maldito.

    Después de un par de calles, encontramos una tienda de electrónica de esas que solo podía haber en el pasado, donde varias televisiones estaban sintonizadas en el programa de Babe el guardián valiente. Le señalé a Coquito las imágenes.

    – [Idris]Y aun así seguro que toca irse lejos.[/Idris] – cinturones de tachuelas, mechas, bronceado falso, chándal, vaquero y ombligos al descubierto con piercing evidentes. Solo podía ser una época. – [Idris]Esa ropa, esos gritos, ese cringe y esas locuras… tiene que ser en los 2000.[/Idris]

    – [Elle]Prepárate para los pantalones cagaos.[/Elle] – replicó ella, sonriendo. Tocaba preparar un viaje a los 2000, que al parecer eran la cuna de la telebasura que tanto gustaba en los 90. Ya podían haberse fijado más en los 80 o en su propia época. ¿Veis? Por eso las décadas del siglo veinte tienen que jugar separadas. Moraleja, no juguéis con el espacio-tiempo.

    – [Idris]¿Me tiño el pelo de rubio y me pongo un montón de piercing?[/Idris] – evidentemente estaba pensando en la película biográfica sobre Dennis Rodman y sus clásicas pintas.

    – [Elle]Por favor.[/Elle] – respondió ella.

    Con la esperanza de su sonrisa como último recuerdo bonito en mi mente, saqué la brújula y le eché todo mi espíritu. Si alguna vez iba a funcionar y a entenderla en ese maldito Cúmulo, sería esta. Y sí, di un salto al ver un punto a lo lejos, tenue, difuminado, eso explicaba por qué no lo había visto otras veces, porque apenas estaba activo.

    – [Idris]Venga, tenemos un cerdo totémico que liberar.[/Idris] – y como no podía ser menos, en lugar de echar a correr, después de darle un beso bien largo, la arrastré a una tienda de ropa porque cualquier excusa era buena para comprarse un disfraz.

  • LAS MANOS VAN AL PAN

    Chloe – Kardas

    Mañana

    La ropa de esta época, que tanto se parecía a la Edad Media, picaba. Supongo que el hecho de que estuviera hecha de lana influía. El vestido, de tonos rojizos y amarillos, era de manga larga e iba acompañado de una toca que me cubría el pelo. Había tenido suerte y mi compañero de mundo era Dante, pero qué asco de sitio. La higiene brillaba por su ausencia y tuve que dejar atrás la extravagancia de lavar mis atuendos (¡DOS!) a diario, porque la gente comentaba que era una cosa muy rara.

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  • ORGULLOSO DE MÍ

    Laura – La isla

    Tarde

    Cuando terminé de hablar con Henry, todavía me latía el corazón a toda velocidad. No recordaba el momento exacto en el que había empezado a verlo de esa forma y desde luego, no era algo que hubiera ocurrido de la noche a la mañana. Siempre había sido mi mejor amigo, aunque yo fuese dos años mayor que él y durante los primeros años de mi vida me pareciera un grano pegado a mi fantástico culo.

    Todo comenzó a encajar como un puzle cuando pasamos a la adolescencia. Me imagino que el hecho de que siempre estuviera por allí, influyó para no reparara en él. En la isla no había fiestas en casas con un montón de adolescentes, ni opciones a meterte mano con alguien detrás de las gradas. Todo era mucho más sencillo y a la vez más difícil: menos gente y más control.

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  • UN BUEN CONSORTE

    EZRA WALKER

    TERRA

     

    Llevaba desde el primer día intentando contactar con el resto sin resultado, además el tótem por el que habíamos regresado a la Kvasir había sido destruido. Tampoco había sido capaz de proyectarme con mi poder, era como si estuviéramos encerrados en este planeta y perdido toda comunicación con el resto de mundos para siempre.

    Pasaron varias Lunas y anduvimos de una ciudad a otra. Robin había visto los estragos que Antailtire causo a su  mundo, guerra entre humanos, maquinas y espíritus, aunque estos últimos parecían haber desaparecido tras perder la conexión que los unía con Antailtire.

    Sin la mano oculta que había manejado los hilos de su mundo durante tanto tiempo la guerra se detuvo, pero el más mínimo conflicto podría reactivarla, gente que quería ganar a toda costa. Desde las sombras, Robin actuaba evitando que ciertos eventos detonaran de nuevo la guerra.

    – [Robin]Según parece, vamos a tener unos días de paz[/Robin].- Añadió alejándose de la ventana tras usar su poder. Los siguientes días no habría conflictos entre los lugareños o intentos de saqueos a las provisiones de alimentos.

    – [Ezra]Bien, podemos regresar a tu pueblo si quieres. Debes estar deseando ver a tu hermana.- [/Ezra] Nos habíamos refugiado en un edificio derruido, la fachada aun resistía pero entraba frio por el enorme hueco del techo ocasionado por una de las bombas.

    – [Robin]No creo que sea buena idea[/Robin].- Robin se recoloco su abrigo y alzo las manos hacia la pequeña hoguera para entrar en calor.

    – [Ezra]Sigo sintiéndome culpable por lo ocurrido. Por mi culpa abandonaste tu reino, tal vez puedas volver ahora.-[/Ezra] Robin me ayudo a volver con mi grupo cuando quede atrapado en su reino y en el proceso se vio arrastrada con nosotros sin poder regresar a su hogar, ahora que no había guerra tal vez pudiera regresar a su reino.

    – [Robin]No quiero volver. Creo que puedo hacer mucho más fuera que allí[/Robin].- En su estancia en la Kvasir se informo de el resto de mundos, de como estaban sucumbiendo ante una mano oscura que manejaba los hilos a su antojo como en el suyo. También le hable del mío, de como no solo había guerras entre sobrenaturales, sino entre humanos por culpa de la codicia o el poder.

    – [Ezra]Tienes una habilidad innata para resolver conflictos.-[/Ezra] Robin echo un vistazo al cielo, parecía que iba a caer una tormenta de un momento a otro, pero las nubes se fueron disipando hasta dejar un cielo anaranjado bañado por el atardecer.

    – [Robin]Tuve a mi reino en una burbuja durante demasiado tiempo. No soy tan buena como crees[/Robin].- La sonrisa de Robin había desaparecido desde que llegamos. Si bien sonreía a la gente que se cruzaba con nosotros, era una sonrisa triste.

    – [Ezra]Estabas protegiendo a tu pueblo de los peligros del mundo exterior.-[/Ezra] Yo intente proteger al mío en las cloacas juntos a las ratas y aun así nos dieron caza.

    – [Robin]Quizás. A lo mejor solo estaba siendo cobarde[/Robin].- No esta siendo cobarde, simplemente estaba protegiendo a su familia, si hubiese podido habría hecho lo mismo que ella.

    – [Ezra]Conozco bien la cobardía y tú no lo eres.-[/Ezra] La gente que se escondía en las cloacas junto a nosotros. Ese miedo en los ojos, acurrucados en una esquina simplemente esperando a morir.

    – [Robin]Tú no eres un cobarde[/Robin].

    – [Ezra]Lo intento, pero no dejo de pensar que habiendo actuado en alguna ocasión todo habría sido diferente.-[/Ezra] Desde que perdí mis recuerdos buenos solo podía sentir que no había hecho suficiente, como mis miedos se apoderaban de mi en los peores momentos, en la perdida de mi familia.

    – [Robin]El pasado no se puede cambiar y el futuro no existe. Ahora mismo, estás haciendo las cosas bien[/Robin].- Tenía razón, debía de dejar de vivir en el pasado y empezar a centrarme en el ahora.

    – [Ezra]Siempre se me ha dado bien ayudar.-[/Ezra] Las salidas furtivas con Amy en busca de provisiones, buscar a sobrenaturales en una Moondale en ruinas, incluso cuando desperté en este mundo cuando hice aquella campaña de ropa con mi madre.

    – [Robin]¿Y eso te parece poca cosa? Si todo el mundo ayudara…[/Robin]

    – [Ezra]No habría guerras.-[/Ezra] Bajo su capucha esbozo una sonrisa. Nos quedamos un rato en silencio escuchando el chasquido del fuego.

    – [Robin]¿Por qué crees que acabamos en este mundo? Yo tengo excusa, porque es mi casa. Pero tú…[/Robin]- Sus ojos se posaron en mi fijamente, con el resto del mundo solía mantenerme en guardia, con ella no era necesario.

    – [Ezra]Cuando ese agujero nos trago sabía que acabarías aquí por la conexión que tienes con este mundo. Simplemente no quería que te quedaras sola varada en este lugar.-[/Ezra] Una sonrisa se dibujo en su rostro, parecía feliz de verdad en mucho tiempo.

    – [Robin]Habrías sido un buen consorte[/Robin].- Añadió entre risas. Siempre me había negado el ser feliz al ver como el mundo sucumbía a mi alrededor, pero empezaba a creer que Robin era la persona de la que hablaba Chloe en su futuro. Algo en ella me transmitía una sensación de serenidad.

    – [Ezra]Mi lady…-[/Ezra] Me incline hacia delante para hacer una reverencia y al incorporarme observe como me miraba enarcando una ceja.

    – [Robin]Siento decirte que no está del todo bien hecha[/Robin].- Ella se dejo caer un poco hacia abajo e inclino un poco la cabeza sin perder contacto visual, después de todo era una reina.

    – [Ezra] …me concede este baile.-[/Ezra] Añadí haciendo de nuevo la pose algo más acertada entre las carcajadas de Robin.

    – [Robin]Solo un necio o un loco bailaría entre los escombros de una guerra[/Robin].- Dijo acercándose hasta donde me encontraba.- [Robin]Y dime, ¿cuál eres de los dos?[/Robin]

    – [Ezra]La gente baila y celebra cuando la guerra termina. Supongo que todo el mundo está un poco loco.-[/Ezra] Ella agarro mi mano y la otra la pose en su cintura. No tenía ni idea de bailar, menos bailes de salón, así que deje que ella llevara el compas.

    Por el hueco del techo comenzó a caer una fina capa de nieve, mientras a lo lejos, en la zona de los refugiados sonaba una melodía de lo más apropiada para el baile, sin duda era cosa de ella. Durante ese instante no había preocupación alguna, solo éramos dos personas disfrutando del momento.

  • EL TRATO

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO – SELAS

    Apenas fui consciente de mi propio movimiento cuando vi el portal abrirse en mitad del laberinto, solo sé que crucé y aparecí en mitad de un claro del Bosque del Crepúsculo en el que residía Caitriona. Esta vez no había despertar en una cabaña, la tenía frente a mí, a unos metros, quizá para que su deidad se alimentase un poco más de mi sufrimiento.

    Me negué a pensar en que Jane hacía ya mucho rato que no respiraba, que la reanimación no había funcionado y que su calor corporal se desvanecía. Abrí la puerta con la pierna y cuando crucé vi que ella me esperaba sentada frente a un fuego.

    – [Caitriona]Bienvenido, Xander.[/Caitriona]- me saludó. Parecía que me esperaba. No me sorprendí, estaba demasiado ocupado sintiendo una ira crecer dentro de mí por no verla tener ninguna prisa por ayudar a Jane.- [Caitriona]Sabía que vendrías tarde o temprano.[/Caitriona] – aseguró.

    – [Xander]Caitriona, acepto el trato si salvas a jane.[/Xander] – dije con dificultad, empezaba a ser consciente del tiempo que llevaba sin descansar.

    – [Caitriona]Ya. Eso será si quiero hacer un trato.[/Caitriona]- replicó sin levantarse. Contuve la ira, necesitaba algo de ella, no conseguiría nada dejándome llevar, tenía que controlarme, mantener a raya cualquier emoción, ya habría tiempo después, aunque el golpe fuera más fuerte.- [Caitriona]Coloca el cadáver sobre la mesa. No creo que sea cómodo que cargues mientras hablamos.[/Caitriona] – aquella palabra resonó en mi cabeza, como si dos mundos que no concebía se unieran. Jane no podía ser un cadáver, no podía.

    – [Xander]Estos tratos te dan poder, salva a jane y te daré lo que pidas.[/Xander] – dije depositándola en la mesa con cuidado. No se movió y el rubor de la fiebre había desaparecido de sus mejillas. Aparté la vista y me centré en mi objetivo, tenía que hacer que Caitriona le ayudase.

    – [Caitriona]No sé por qué debería escucharte.[/Caitriona] – replicó ella. Aferré la mesa hasta que los dedos se me pusieron blancos.

    – [Xander]Porque no me iré hasta que lo hagas. [/Xander]- dije controlando mi tono de voz. Aun así, era imposible disimular lo que sentía, tenía que dejar de intentar mantener ocultas unas cartas que todo el mundo podía ver. – [Xander]Seré tu sombra, no dormiré, buscaré cualquier forma de convertirme en tu pesadilla. [/Xander]- continué, consciente de que sería capaz de cumplir mis palabras, de que no cedería nunca en mi empeño hasta que ella volviera. – [Xander]Y porque te interesa.[/Xander] – añadí. Ella se alimentaba de esos tratos y seguro que podía sacarme algo.

    – [Caitriona]Xander, tú estuviste aquí. Yo te ofrecí algo y me dijiste que no.[/Caitriona] – me recordó, con orgullo.

    – [Xander]Ahora te estoy ofreciendo carta blanca, a cambio de su vida. [/Xander]- afirmé, obviando la ira que me provocaba ver cómo se mostraba altiva mientras Jane estaba…

    – [Caitriona]No me interesa.[/Caitriona]- replicó, mirándome fijamente.- [Caitriona]El sufrimiento de su pérdida ya es una recompensa.[/Caitriona] – sentenció. Di un golpe en la mesa que arrancó una esquina de la madera. Jane seguía inmóvil.

    – [Xander]Caitriona, si Jane no sale viva de este lugar acabaré con todo lo que tienes.[/Xander]- la miré fijamente. – [Xander]Conseguiré el poder, por cualquier medio.[/Xander] – haría lo que hiciese falta para vengarme de ella y de quien le otorgaba el poder. – [Xander]Te ofrezco algo que te beneficiará el doble. ¿Quieres mi lugar como Daë? Cógelo, para mí sin ella no hay futuro igualmente.[/Xander] – no quería pensar en lo que eso haría al futuro, quizá todo se fuera al traste o quizá ya estuviese predestinado. Me daba igual, lo único que me importaba era que Jane volviese a respirar.

    Caitriona soltó una carcajada.- [Caitriona]Así me gusta. Y dime, ¿qué me das a cambio?[/Caitriona] – preguntó. Sentí alivio al ver que pretendía aceptar, eso significaba que lo que tenía Jane no iba más allá de sus capacidades.

    – [Xander]Ya te lo he dicho, mi puesto como Daë, es todo tuyo.[/Xander] – le recordé. Ella no parecía tener problema en acordarse, quería otra cosa, estaba seguro, pero aquí es donde tenía que tratar de mantenerme calmado y no dejarme llevar. Podía curar a Jane, ahora tenía que negociar bien.

    – [Caitriona]No. Eso no lo quiero.[/Caitriona] – confirmó. En la teoría negociar sonaba bien. En la realidad cometí el error de mirar a Jane tumbada en la mesa, inerte. Tenía que hacer lo que fuera porque volviese.

    – [Xander]¿Qué quieres? Pagaré el precio que sea porque se salve.[/Xander] – aseguré. No quería pensar en Jane muerta, mi mente no podía procesarlo, aunque me tendría que enfrentar a estos recuerdos y a este trauma reprimido más adelante. Sería peor, pero ahora no me veía capaz de afrontarlo.

    – [Caitriona]Está muerta y no te lo estoy diciendo para hacerte daño.[/Caitriona] – para hacerme daño no, para recordarme lo que tenía que perder y que ella tenía la situación en su mano, sí.

    – [Xander]Di tu precio. [/Xander]- respondí. De nada servía luchar contra lo inevitable, ambos sabíamos la verdad de la situación, que yo no tenía opciones y ella las tenía todas.

    – [Caitriona]Dame tu alma.[/Caitriona] – cada una de sus palabras reverberaron en mi consciencia. Pensé pellizcarme o leer algo para ver si aquello no era una pesadilla.

    – [Xander]¿Mi alma?[/Xander] – pregunté, tratando de centrarme. ¿Se refería a mi vida? ¿Una por otra? Lo primero que pensé fue en mi hermana Elle, en mis madres, mi padre, en Owen, en mis primas y primos, mis tíos y tías, en todas las personas a las que no volvería a ver. Y luego estaba Jane. Si tenía que morir para que ella viviera…

    – [Caitriona]Me darás lo que te hace ser tú, esa chispa de vida que hay en tu interior y se la entregaremos a Jane. Si eres feliz con ella, no te pasará nada, pero si la pierdes, serás un muerto en vida.[/Caitriona] – presté atención a cada palabra, como en los tratos que siempre se atribuían a los genios, que tenían letra pequeña. Ese parecía estar claro, si Jane volvía a negarme la palabra como cuando éramos pequeños, me convertiría en un muerto en vida, sería incluso peor que estar muerto.

    – [Xander]¿No hay otra manera?[/Xander] – pregunté, consciente de mi respuesta. Sin duda su deidad se alimentaría de cada vez que temiera perder mi alma, de cada discusión, de cada recuerdo de este eterno día.

    – [Caitriona]El veneno que han usado con Jane ataca el alma. Magia oscura… ya sabes.[/Caitriona]- resumió. Antailtire había armado a sus ejércitos con eso, seguro, destinado a acabar con nosotros para siempre. Si existía la reencarnación o la otra vida, ese veneno se encargaría de negárnosla. No quise pensar en cómo podía ser nadie tan cruel y tan psicópata.

    – [Xander]Acepto el trato. Llévate lo que haga falta.[/Xander] – dije. De pronto me sentía muy cansado. Al menos Jane viviría y quizá nos lleváramos bien el tiempo suficiente como para poder salir de Selas y despedirme de los demás.

    – [Caitriona]No tienes por qué aceptar.[/Caitriona] – me recordó. Me extrañó que lo hiciera, como si se sorprendiera de mi decisión. Había asumido que desde el principio los dos éramos conscientes de que aceptaría cualquier cosa para devolverle la vida.

    – [Xander]Aquí no hay elección posible, Caitriona. [/Xander]- admití. – [Xander]Solo si Jane vive o muere. Y lo tengo claro.[/Xander] – blanco o negro. Una elección de lo más simple.

    Ella asintió y se puso en pie. Caminé hasta ella y extendió la mano sobre mi pecho. Entonces empezó a salir una especie de luz de mí hacia ella. Al principio noté el frío, intenso, calándome hasta los huesos, un frío del que no me podía librar y que aumentaba cuanta más luz salía. Así siguió hasta que perdí todo deseo de vivir, de seguir luchando, la esperanza ya no era para mí una opción, vivir o morir me daba igual, exactamente como todo lo demás. Solo veía cómo se llevaba esa chispa de mí, siendo consciente en mi último instante de lucidez de que podía haber cometido un error, de que Caitriona tenía ahora mi vida y la de Jane en sus manos y podría cumplir su trato con la misma facilidad que dejarnos morir. Y sin embargo, ya no me importaba.

    Entonces la vi caminar hasta Jane e introducir esa chispa en su cuerpo, que parecía emanar un calor que llegó hasta mí, expulsando el frío acumulado en cada rincón de mi cuerpo. La esperanza volvió a mí en un torrente junto al miedo, el dolor y la pena, pero también junto a la alegría de ver que el pecho de Jane subía y bajaba, aún irregular, pero lo hacía. Ni siquiera fui consciente de cuándo me había arrodillado.

    – [Caitriona]Tardará un rato en despertar y puede que no sea agradable. ¿Quieres comer algo o ir al baño?[/Caitriona] – preguntaba la voz de Caitriona detrás de mí. La escuché, la entendí, pero no respondí, estaba pendiente en cuerpo y alma de cada respiración de Jane, del quebradizo milagro que me parecía tener entre las manos. Mi alma había hecho que su corazón volviera a latir. No podía pensar en nada más que en confirmar que todo había salido bien, que se despertaba siendo ella misma.

    Caitriona se fue, nos dejó solos. Pasó el tiempo, ni siquiera sé cuanto. Su respiración se acompasó, se hizo menos irregular, más pausada. Entonces sus ojos se movieron y abrió los párpados.

    – [Xander]Jane… [/Xander]- dije casi en un susurro. – [Xander]¿Estás bien?[/Xander] – pregunté. Ella me miró, su respiración estaba más agitada de nuevo. – [Xander]¿Te encuentras mejor?[/Xander] – parecía sana, pero algo no iba bien. Jane miraba todo a su alrededor, vi que su mano temblaba y se la sujeté, pero luego el temblor pasó a todo su cuerpo. – [Xander]¿Jane? [/Xander]- la llamé. Puse mi mano en su mejilla tratando de ayudarla a calmarse.

    – [Jane]¿Qué me pasa?[/Jane] – preguntó, aterrada. Le corrían lágrimas gruesas por las mejillas, parecía estar sufriendo más que nunca.

    – [Xander]Te habían disparado, pero ya estás curada.[/Xander] – mentí, no podía decirle lo que había pasado en realidad. Ese peso sería mío, Jane no viviría tranquila sabiendo lo que había pasado.

    La puerta se abrió y Caitriona apareció a nuestro lado con una manta que echó sobre Jane. Le puso la mano en la frente y Jane cerró los ojos, sumiéndose en una respiración profunda, calmada.- [Caitriona]Hay que ir despertándola poco a poco. Si morir es duro, imagínate volver de allí.[/Caitriona] – explicó adelantándose a los miedos que ya me asaltaban. Entonces sí había ido bien, pero estaba lidiando con el trauma de haber vuelto a la vida, de tener dos almas en un solo cuerpo.

    – [Xander]No le hables de nuestro trato. Se culparía.[/Xander] – le pedí. Ella me miró fijamente unos segundos y se encogió de hombros.

    – [Caitriona]Deberías descansar tú también.[/Caitriona]- aconsejó antes de irse.

    Miré hacia la ventana, era la misma hora, allí el tiempo no parecía cambiar. Seguí sujetando la mano de Jane hasta que el único cambio en la habitación era el subir y bajar de sus pulmones llenos de aire, de vida. Con la monotonía de su respiración, me quedé dormido. Cuando despertase recordaría brevemente haber soñado con que mi alma siempre había sido suya.

  • YA NOS PREOCUPARÍAMOS MÁS ADELANTE

    Vera – Artisan

    Mañana

    La casa de Jamie era una vieja conocida, pero aquello que antes era un lugar lleno de vida, era ahora poco más que un cascarón vacío. La mayoría de las habitaciones estaban cerradas y tenían los muebles cubiertos por sábanas.  nos movíamos solo por la planta baja: allí estaban la cocina, el baño, el salón y nuestro dormitorio. No sentíamos la necesidad de subir las escaleras, porque cuantas más estancias usáramos, más había que limpiar.

    – [Vera]No sé cómo habría sobrevivido aquí sin ti[/Vera].- comentó ella, ataviada con un sencillo vestido azul cobalto, mientras leía sentada en uno de los sillones orejeros del salón. El mobiliario, antaño bonito y caro, estaba desvaído y polvoriento, por más que me afanara en limpiar.

    Aquel día había tenido que salir a por leña para mantener la chimenea encendida. Estábamos en el mes de abril, pero seguía haciendo frío. No se me daba bien cortar troncos, pero Jamie no es que fuera la persona más amante de los trabajos manuales que había conocido. (más…)