Sarah Echolls | Subterraneo tres
Ni siquiera tuve que abrir los ojos cuando el guardia nos llamó para despertarnos porque no había dormido en toda la noche. Después de mi encuentro con January, que todavía no me explicaba por más que lo intentase, no conseguí volver a conciliar el sueño. Me senté en la cama y así permanecí hasta que se hizo de día. Opté por no decírselo a Daniel para que no se preocupase y cuando me llamaba a través de la rendija fingía estar en un profundo sueño.
Intenté no pensar en lo que estaba a punto de pasarme, pero era imposible, así que aproveché esa situación para mentalizarme. No pensaba llorar delante de ellos, ni tampoco mostrar signos de debilidad porque los utilizarían para hacerme más daño.
El compartimento de la comida se abrió y con él llegó la asquerosa papilla gris que nos tocaba comer día sí y día también. La miré de reojo, con una mueca de asco y no me moví de la cama. Si era mi último día en la Tierra, porque cabía esa posibilidad y negarlo era absurdo, no quería que una papilla asquerosa fuera mi último recuerdo.