Zoe Cooper | Subterraneo tres. Area de experimentacion
El primer grito de mi cerebro tenía nombre de mujer. Luego comenzó a funcionar a toda velocidad. Si hubiera sido una máquina, los engranajes hubieran acabado fallando y todo se hubiera ido a la mierda. Claro que si fuera una máquina a lo mejo eso no hubiera ocurrido porque le hubiera importado una mierda tomar una decisión como aquella. No era una máquina, así que a mí sí me importaba y, aunque parte de mi cerebro gritaba que era tan sencillo como coger el arma -no es que fueran extrañas a mí- y empezar a disparar, la otra gritaba el nombre de aquella chica que había muerto allí abajo una y otra vez, insistente.
[b]Niki[/b].
Miré directamente a Preston, que mantenía inmóvil a aquella chica mientras yo seguía pensando en Niki y lo poco que le hubiera importado que hubieran muerto todos los demás uno a uno. Después pensaba en mi trabajo, en lo que era, y ni siquiera estaba muy segura de cómo definirlo, porque decididamente los científicos no van disparando personas -ni engendros- por ahí. Volví a mirar la pistola, dudando. No era una extraña para mí. Había usado armas. Me congratulaba de conocer casi todas las pistolas del mercado y de haber usado muchas de ellas y aunque aquella era una pistola de dardos tranquilizantes, sabía que me sentiría cómoda con ella entre las manos.