[b][ January Allard | Casa de los Allard ][/b][/align]
Salí de la bañera con cuidado de no resbalarme. La alfombrilla del baño del segundo piso (en el que yo estaba) había desaparecido misteriosamente la noche de fin de año, como me había dicho mi padre, y por supuesto nadie adivinaba que Claude y su [i]intoxicación estomacal[/i] (como él había descrito a los efectos secundarios del consumo de botella y media de vodka) tenían algo que ver. Di un paso al frente, intentando que el agua y el jabón no me hicieran resbalar y lancé una mirada furtiva a la puerta, antes de recordar que ya no había casi una veintena de Allards invadiendo la casa y, por tanto, ya no necesitaba encerrarme en el baño.
Suspiré, aliviada. No era que no me alegrara el incesante parloteo de tía Enna, los juegos con Padma, Theo, Will y los demás renacuajos o incluso reírnos disimuladamente de las eses de Claude, pero eso no quitaba que las fiestas hubieran sido realmente agotadoras. Siempre lo eran, pero normalente no tenía que añadirle al ajetreo, las comidas y los niños el tener que desaparecer tres días para convertirme en un bicho peludo y peligroso que, por supuesto, nadie de mi familia podía ver.
Extendí una mano hacia el espejo, intentando aclarar la imagen hasta que pude distinguir con nitidez mis rasgos. Comprobé, satisfecha, que las ojeras habían remitido un tanto. Luego comprobé, no tan satisfecha, que las marcas de las noches de luna llena seguían ahí. Tenía unos cuantos arañazos repartidos por el cuerpo, además de un par de moratones. No tenía muy claro cuándo me los había hecho, probablemente mientras me transformaba, cuando dejaba de ser yo pero aún no era el lobo y el dolor era demasiado horrible como para no intentar arrancarse la piel a tiras. Seguí con la mirada la línea del arañazo que tenía en el cuello, ya casi curado, y luego bajé al del brazo izquierdo, que no tenía tan buena pinta. Aún tendría que cuidarmelo unos días más. La voz de mi padre desde el otro lado de la puerta me arrancó de mis pensamientos: