[align=center][b]Sarah Echolls | Mina [/b]
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No sabría decir cuánto tiempo permanecí en la misma posición. Sin soltar a Diana, acariciándole el pelo y pidiéndole a Los Grandes Poderes, a Dios, a Buda o a quien fuera que estuviese de guardia ese día que por favor, me devolviese a mi hermana. Pero no lo hizo. Me dolía el cuerpo, pero me dolía más todavía el alma y me dolía que ni siquiera ya me quedasen lágrimas para llorar. Cerré los ojos en un intento de que todo volviese a la normalidad, como Diana me había contado que hacíamos cuando éramos pequeñas, porque cuando cerraba los ojos los monstruos desaparecían al volver a abrirlos. Ser Cazadora me había enseñado que los monstruos no desaparecen cuando cierras los ojos, ni tampoco los problemas, pero valía la pena intentarlo.
Cuando los abrí, me encontré frente a frente con un montículo de piedras y una cruz que constituían la tumba de mi hermana. La miré sin parpadear hasta que la cerilla que yo no recordaba haber encendido se consumió en mis dedos provocándome una quemadura que no me dolía tanto como lo que acababa de ver.
De nuevo perdí la noción del tiempo, seguramente a causa del shock que tenía mi mente decidió eliminar los recuerdos más dolorosos, especialmente el momento de cavar la tumba con mis propias manos, introducir el cuerpo y cubrirlo con tierra y piedras o el de asimilar que había perdido a mi hermana. En parte lo agradecía, pero por otro lado me preocupaba porque otra cerilla encendida estaba en mi mano y me había prometido a mí misma no encender más. Un grito de Jan me sacó de mis pensamientos. Lo distinguí porque uno de los ejercicios más difíciles que me había puesto McLeod consistía en identificar los gritos de las personas conocidas para distinguirlos en caso de coacción. También sabía que no era una grabación, si no un grito real, pero más que de miedo o de ira era de dolor. La cerilla cayó al suelo y fui hasta ella.
Corrí durante unos minutos en la más absoluta oscuridad hasta que vi una luz que provenía del suelo. Me acerqué hasta ella con cautela y vi que era un casco de minero que cogí sin pensármelo y sostuve entre mis manos para que me alumbrase. Avancé unos metros más deseando que no fuese Jan y que necesitase más horas de entrenamiento con McLeod, pero no fue así. Frente a mí estaba Jan, a la que consideraba una buena amiga, retorciéndose de dolor.
– [b]A punto de transformarse[/b].- Dije en voz alta esperando a que las luces de la mina se encendiesen y McLeod apareciese aplaudiendo con Diana detrás, como si estuviéramos en la película de La Prueba y yo fuese la versión femenina de Colin Farrell y él, un Al Pacino más joven, porque no era posible que todo eso me estuviera pasando a mí.
– [b][i]¡CORRE! [/b][/i]- Me pidió. Su cara era una máscara de dolor que después se rompió en mil pedazos en su siguiente grito. Su cuerpo volvió a retorcerse en un ángulo imposible y el lobo comenzó a salir.
Ni siquiera me lo pensé, agarré el casco con fuerza y eché a correr saltando por encima de Jan en vez de volver sobre mis pasos. No apagué la linterna del casco porque de todas formas, era un licántropo y [i]los animales[/i], en su mayoría, se guían por el olfato por lo que la luz supondría una ventaja para mí y un simple elemento decorativo para él… o ella.
La mina parecía exactamente igual la mirase por donde la mirase. Todas las galerías eran copias exactas y la salida no aparecía por ninguna parte. No dejé de correr en ningún momento, ni siquiera cuando escuché su primer aullido. Escucharlo me hizo darme cuenta de que mi amiga ya no estaba allí. Se había ido como todas las demás.
Cuando era pequeña pasaba mucho tiempo con mis hermanas o con Amber, pero cuando empezamos el instituto ella se mudó a otro barrio y dejamos de vernos. Con mi prima Mackenzie, hija de uno de los hermanos de mi padre, dejé de contar cuando se volvió una estúpida. Y del resto del mundo me separé al descubrir mi legado. Por eso al conocer a Jan me emocioné, quizás demasiado y quise que fuera mi amiga a toda costa. Sin conocerla de nada la introduje en mi vida, le organicé una fiesta sorpresa de cumpleaños y le regalé un colgante, haciendo que pensase que era una acosadora o que estaba enamorada de ella. Pero realmente nuestra amistad se resumía a un par de charlas. Seguramente por eso había sido tan tonta de olvidar que era un licántropo, una mujer lobo o como quisiera decirle. Una Cazadora de verdad habría tenido eso en cuenta y no se encontraría corriendo en una mina como alma que lleva el Diablo sin saber qué hacer.
El siguiente aullido lo escuché mucho más cerca. January se estaba acercando y tenía que decidir. Vivir o morir. Asesinar o ser asesinada. La opción intermedia de luchar con ella hasta que se hiciera de día no era viable. Primero porque aún me quedaba mucho camino que recorrer para manejar las técnicas apropiadas y segundo porque no sabía qué hora era ni cuánto podía quedar hasta el amanecer, pero suponiendo que el anochecer llegase a las siete y media de la tarde y amaneciese sobre las cinco de la mañana, diez horas de lucha a vida o muerte acabarían incluso con la mismísima Faith Lehane si estuviese viva.
Justo en ese momento me di de bruces contra un cruce de galerías. Las dos igual de inhóspitas y abandonadas. Las dos con el mismo aspecto, pero significaban cosas distintas. Una de ellas suponía buscar lo que fuese para intentar matar a Jan en caso de necesidad, la otra, significaba que correría por mi vida y que preferiría morir antes que matar a un inocente.
Buffy Summers sabría lo que hacer. Faith Lehane le habría metido una barra de hierro entre ceja y ceja a la primera de cambio. Sarah Echolls, dudaba.
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[QUOTE=Flashback]
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Miré el reloj y comprobé que, en efecto, sólo habían pasado cinco minutos desde la última vez. Eran más de las doce y media, pero Cecil parecía concentrado con lo que fuera que estuviese estudiando. Miré una vez más a los apuntes que tenía delante, más de cien páginas con menos de la mitad del temario de Metodologías de Investigación en el Periodismo, un ladrillo de segundo de carrera que junto con Estadística formaba mi talón de Aquiles. Suspiré poniendo morritos: ¿Para qué quería estudiar si de todas formas me iba a morir? Si al menos tuviese la oportunidad de disfrutar de sesenta años de tranquilidad no me importaría perder el tiempo, pero ¿y si me dejaba la piel estudiando y un vampiro acababa conmigo el día de antes de un examen? El día que acepté mi legado fui consciente de que estudiar no me serviría de nada. Buffy Summers abandonó la Universidad, Faith Lehane debía desconocer el significado de la palabra y estoy casi segura de que la mayoría de las potenciales que quedaban (que debían ser tres como mucho) eran más tontas que un cepillo. Nunca ejercería como periodista. Jamás firmaría un artículo con mi nombre, ni podría viajar al extranjero a cubrir una noticia: ¿Para qué me molestaba? ¿Qué quería demostrarle al mundo? Di un sorbo al zumo e que tenía encima de la mesa del salón en la que estábamos estudiando en un intento de apartar esos pensamientos de mi cabeza y miré a Cecil que estaba leyendo un libro estirado en su silla. Al ver que no me hacía caso comencé a golpearme con la frente en los apuntes a ver si se percataba de mi presencia o mejor aún, todos mis conocimientos entraban en mi cerebro por la puerta grande.
– [b][i]Es tarde, mejor será que dejemos de estudiar antes de que te pongas en plan chunga con el libro, que ya te veo las intenciones[/b][/i]. – Posó el libro sobre la mesa y me sonrió.
– [b]Creo que será lo mejor[/b].- Reprimí un bostezo e hice una pausa mirando a Liad que se había quedado dormido encima del sofá con Freya a su lado.- [b]Siempre me habría gustado tener una mejor amiga, ¿sabes? [/b]– Dije sin pensar y aclaré.- [b]No te lo tomes a mal que no te estaba despreciando[/b].
– [b][i]No lo hago[/b][/i]. – Se puso un lápiz entre el labio superior y la nariz para juguetear con él.
– [b]Debe ser algún tipo de trauma infantil[/b].- Le tiré el lápiz de un manotazo y me eché a reir provocando que me mirase enfadado, pero no lo estaba.- [b]Porque no tiene mucho sentido.[/b]
– [b][i]¿Por qué no tiene sentido? O bueno, no tiene sentido para ti.[/b][/i]
– [b]Porque es una tontería[/b].- Me encogí de hombros.
– [b][i]¿El querer tener una mejor amiga? Yo no lo veo una tontería, la verdad[/b][/i]. – Se estiró bostezando haciendo que yo hiciese lo mismo. – [b][i]No digas que son tonterías esa clase de cosas Sarah, creo que es lógico que pienses así.[/b][/i]
– [b]Si hubiera vivido la misma vida que Diana en la que estábamos siempre juntas o en la que Ed que eran…éramos como los tres Mosqueteros pensaría de otra forma, supongo[/b].- Suspiré. Los Grandes Poderes habían jugado con nosotros, ocultándonos realidades o privándonos de la compañía de alguien sólo por placer. Los odiaba.- [b]Debe ser que los Poderes no me consideraban lo suficientemente buena como para merecerme algo así.[/b]
– [b][i]No busques la aprobación de Los Poderes, o al menos, no en ese sentido[/b][/i]. –Se incorporó. – [b][i]Me resulta espeluznante que alguien nos maneje de esa manera, aunque no digo que no sea cierto[/b][/i]. – Frunció el ceño. – [b][i]Lo que quiero decir es… supongo que las cosas pasan por una razón, ¿vale? Y no es que no seas suficientemente buena, eres lo siguiente, pero creo que es mejor estar feliz con lo que uno tiene ahora, ¿no?[/b][/i]
Me quedé en silencio durante unos minutos sin saber qué decir, hasta que por fin encontré las palabras adecuadas.- [b]Te daría un abrazo, pero te quejarías, así que te lo agradezco formalmente.[/b]- Moví la mano como si fuera la reina de algún país europeo y sonreí.
– [b][i]Por hoy te lo permito. Pero no me quites el aire, ¿eh? [/i][/b]- Bromeó.
Me levanté y fui hasta él dándole un abrazo con toda mi fuerza de cazadora. A Cecil podía abrazarle cuantas veces quisiera sin miedo a que ninguno de los dos sintiese algo extraño por el otro. Éramos hermanos. – [b]Gracias[/b].- Me aparté.- [b]Soy una quejica.[/b]
– [b][i]No pasa nada[/b][/i]. – Respondió y añadió sin darle importancia mientras me sentaba. – [b][i]Sé que has estado preocupadilla y lo admito, no soy una persona que cuente su historia en la primera cita, pero quería que supieras que estoy bien[/b][/i]. – Hizo una pausa al ver que Liad se movía en sueños.- [b][i]Y no te morderé ni nada por el estilo si me preguntas, ¿vale?[/b][/i]
– [b]Sí, estoy preocupada por ti[/b].- Admití preocupándome por el tono trágico que había alcanzado mi voz.- [b]Parezco tu madre.[/b]
– [b][i]Ya no tienes por qué seguir preocupándote[/b][/i]. – Me tocó la frente con el dedo y sonreí. –[b][i]Siempre he sido yo, ¿sabes? He tenido mis amigos, la chica de turno con la que estuviese, pero poco más. No estoy habituado a esto, a estar con gente con la que arriesgarías tu vida sin dudarlo ningún segundo[/b][/i]. –Tragó saliva. – [b][i]Lo que quiero decir es que… puede costarme hablar de mi familia, de mis cosas. Y que sí confío en vosotros, pero dame tiempo para que pueda contar ese trocito de la historia de Cecil que no conocéis.[/b][/i]
– [b]Tienes todo el tiempo del mundo[/b].- Sonreí para reconfortarle y desvié mi mirada hacia mis zapatillas un poco azorada por el torrente de sinceridad que había inundado la habitación.- [b]¿Ves? Esta es mi idea de la amistad.[/b]- Levanté la vista.
– [b][i]Pero no todo el mundo tiene ese punto de vista[/b][/i]. –Liad volvió a moverse haciendo que Freya protestase. – [b][i]Amistad no es llamarte cabrón, hijo de puta o guarra. Tampoco el dormir en plan comuna hippie o irse de compras a buscar nuevos modelitos . Es saber estar con las personas a quien quieres. Es comprensible que eso no es perfecto, que hay roces y problemas, pero si de verdad te interesa la amistad, todos los aspectos secundarios son eso, secundarios.[/b][/i]
– [b]Según tu definición es como un novio al que no te tiras[/b].- Hice una pausa al ver lo extraño de mi afirmación.
– [b][i]Todo depende de cómo se mire, ¿o no?[/b][/i]
– [b]Menos en nuestro caso, porque iuhhh…[/b]- Puse cara de asco y le saqué la lengua haciendo que él pusiese otra mueca.- [b]Supongo que por eso que has dicho nunca tendré una mejor amiga, pero no me importa, tengo algo mejor que eso[/b].- Dije con orgullo.
– [b][i]¿Qué… es lo que tienes? [/b][/i]- Preguntó Liad levantándose del sofá frotándose los ojos haciendo que gritase asustada y provocando carcajadas entre los presentes. Freya por el contrario se acercó hasta mí moviendo la colita para que la acariciase.
– [b]A vosotros[/b].- Le respondí.[/SIZE]
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[b][i]Auuuu[/b][/i].- El tercer aullido sonó tan cercano que casi podía percibir cómo se iba aproximando el lobo. Cómo corría, cómo su corazón se aceleraba al olerme sudorosa y asustada.
Recuperé el aliento y a toda velocidad, tomé la galería de la derecha siguiendo una corazonada. Puede que no conociese a Jan lo suficiente y es posible que después de ese día no tuviese oportunidad de hacerlo, pero nunca la asesinaría pasase lo que pasase porque las Cazadoras protegían a los inocentes.
¿Pero quién me protegía a mí? [/SIZE]
[spoiler]Cecil y Liad controlados por Eitan. El ambiente, así como Jan, por Dracon.[/spoiler]