Moondale

Categoría: 5×01 – Abandonados

  • AGÁRRATE FUERTE

    Choe – Kardas

    Tarde

    A Dante los barcos no le gustaban mucho, así que cuando atracamos en el puerto de destino, su tono, ligeramente verdoso durante el viaje, se tornó más saludable.- [Chloe]¿Qué, ya estás mejor?[/Chloe]- le pregunté con sorna mientras nos cambiábamos de ropa detrás de un mostrador de especias para encajar mejor en aquella especie de pueblo de Aladdin.

    – [Dante]Soy demasiado pálido para este sitio[/Dante]. – comentó poniéndose unos pantalones blancos y una casaca roja que robó de un tendedero.

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  • CATALIZADOR

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

     

    Mi madre siempre contaba que ella toda la vida se había tenido por una mujer de ciencia criada en un entorno en el que la fe era un pilar fundamental. Sin embargo, su forma de pensar cambió cuando fue convertida en vampiresa y vio toda serie de cosas inexplicables hasta el momento, incluso siéndole concedida una cura. Desde ese momento, nos decía, había vuelto a colgarse la cruz al cuello y aceptado ambas facetas de su vida.

    Mi hermano Idris llevaba al cuello una cadena de plata que le habían regalado los abuelos, pero tenía más fe en sí mismo que en otras cosas. Mi padre tenía su propia fe, una cuyos símbolos estaban perdidos en su mundo, más cercana a la parte que mucha gente desconoce del islam, la que no es raíz de fundamentalismos ni guerras absurdas.

    Y yo por mi parte, había salido a mi madre, aunque mi fe era un poco menos esperanzadora. No contaba con milagros ni cambios radicales distintos a los que yo mismo hiciera. Creía en algo que nos protegía y nos permitía seguir siendo relativamente libres. Y quizá ahora, viendo la oscuridad que crecía en todas partes, creía aún más.

    Pero mis esperanzas siempre habían sido un punto débil, me consideraba realista aunque quizá con perspectiva habrían podido llamarme pesimista. Cuando llegamos de nuevo a Karnak, solos Sophie y yo, buscamos formas de regresar con el resto. Tras semanas sin conseguir contactar con nadie, con las esferas como piedras inertes y sin ningún portal funcionando, me conformé, arrastrando a Sophie conmigo.

    Era cierto que una parte de la vida que llevábamos allí era agradable, teníamos tiempo para estar a solas, la gente que nos había acogido en aquella pequeña ciudad a orillas del Nilo nos trataba como dioses y hacíamos una labor curando a personas día tras día. Estaba claro que echaba de menos otras comodidades de la Tierra o incluso de la Nave, y también a los demás, a mis padres, a mi hermano…

    Aún así, hasta aquella mañana, nos conformamos.

    Amaneció como cualquier otro día. Me levanté de la cama con Sophie aún durmiendo al lado y preparé un desayuno para los dos con algunas frutas que nos había traído un paciente. Después de desayunar Sophie fue a darse un baño en un pequeño estanque artificial que habíamos formado cerca del río. Estaba protegido de las miradas en cierto modo, pero los habitantes nos tenían tanto respeto que no se acercaban por allí. Habíamos pasado muchas tardes divertidas en ese estanque.

    Tenía una visita temprano, así que no pude acompañarla para empezar el día con energía. En la visita había una mujer, tenía constitución delgada y la piel blanquecina por el dolor o la fiebre.

    – [Mike]Buenos días, soy Michael.[/Mike] – empecé a decir, gracias al traductor que me había llevado a la última misión. Lo había guardado cuando los demás la habían dado por finalizada. Una desgracia con suerte.

    La muchacha me miró, parecía un pajarillo asustado, salvo en los ojos, sus ojos irradiaban algo. Me acerqué despacio para no asustarla, pero de pronto ella se abalanzó sobre mí y me puso la mano en la frente.

    Una sucesión de imágenes se precipitó como una cascada en mi mente. No era capaz de procesar lo que estaba viendo, pero era como si ya lo hubiera visto. Antailtire enviado al Vacío tras el sacrificio de los Daë, una oscuridad saliendo de su cárcel en Dyavol y alcanzando todos los mundos, esferas que se apagaban, debilitadas como el poder de los Daesdi contra esa oscuridad y separados, repartidos por el Cúmulo, nosotros. Y los mundos aún tenían una luz, un viejo portal del que surgían todos los demás, protegidos por criaturas míticas.

    Me llevé una mano a la frente y me aparté de la joven, que ya parecía más tranquila, recuperando su tono cobrizo natural. Parecía confusa, o cohibida ahora que se había liberado de esa carga. Tras un rápido vistazo la mandé marchar y me senté, abatido. Estaban vivos, todo este tiempo lo habían estado.

    Me esforcé en recuperarme y salí en busca de Sophie, dándole vueltas a cómo decirle lo que había descubierto y pensando en cómo enfrentarnos al Perro.

  • SUEÑOS Y CAMINOS QUE COMIENZAN

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO, SELAS – MADRUGADA

     

    No sabía qué hora era, en aquél lugar, cualquier aparato que midiese el tiempo era un mero adorno. Solo sabía que la oscuridad de la noche ya no era total y debían quedar pocas horas para amanecer.

    Me había acostado al caer la noche, poco después de cenar. No me sentía con fuerzas para nada más y había esperado que ese cansancio mental se tradujera en dormirme en cuanto me tumbase, pero nada más lejos de la realidad.

    Los sucesos de los últimos días se repetían una y otra vez en mi mente, revisitados en un bucle como si fuera un adicto, flagelándome por no haber hecho más, por no haber sido más listo, más rápido, más digno de ser un Daë como mi padre y mi madre.

    Cuando mis pensamientos empezaron a repetirse, caí dormido en un sueño agitado. En la vida real mi cuerpo se movía, buscando postura, mientras mi mente viajaba más allá, soñando con una nave que cruzaba las estrellas huyendo de sus perseguidores.

    Caminaba por los suelos de metal que separaban mis pies del vacío, solo que los suelos no eran metal, si no tarima. Por sus pasillos encontré caras conocidas, todas las personas estaban allí, igual que cuando la nave estaba estrellada.

    Owen estaba diferente, más grande, más musculoso, de piel más oscura, como un titán que se alzaba en las estrellas, encogido solamente cuando Jane le replicaba. Aunque ella también estaba cambiada, su pelo era oscuro pero parecía más alta, más segura de sí.

    Entonces comprendí, como si siempre lo hubiera sabido, que eran Williams, pero no los que yo conocía. Atravesé la nave sin pararme a dudar en dónde me encontraba, cruzándome con una joven que me recordaba a Leo, solo que ardía con la intensidad de Kaylee.

    Tres hermanos discutían de forma amigable, parecían conocidos y a la vez, extraños. Se llamaban hermanos, y lo eran, pero no de sangre. La chica parecía la más alegre de los tres, el más bajo, consumido por el deseo de conocimiento y el tercero el eterno protector de los otros dos.

    Aquella nave bullía de vida y emoción, pero no estaba carente de penas. Una joven pelirroja se mantenía apartada del resto, soñando con algo que estaba fuera de su alcance.

    Un hombre y una mujer hablaban cerca de una niña pequeña, cada uno a un lado, manteniendo las distancias. Ella era fuerte y valiente, él era temeroso y empático. Cerca de ellos, el hermano de la joven se mantenía en silencio, más observador que partícipe de la vida en la nave.

    Otro hombre despedía el calor de la sala de máquinas, su piel ardía pero aun así él estaba frío. Hablaba con otra joven a la que protegía, aunque ella era aún más fuerte.

    Era un hogar, lo vi tan claro como en ese momento me miraban todos ellos. Mientras era arrastrado hacia la esfera que todos ansiaba encontrar, su nuevo y viejo hogar.

    La tierra era salvaje, las ciudades habían sido reducidas a aldeas y la naturaleza campaba a sus anchas al igual que lo hacían los demonios, más valientes, más fuertes, más ligados a su origen ancestral. En mis manos llevaba a ‘Sendero Oscuro’, la espada de mi padre, silbé y mi fiel compañera se unió a mí. Mi camino era solitario, mi hermana y yo éramos los últimos defensores y ahora estábamos separados.

    Al final del bosque vi a mi hermana. Atravesé decenas de seres horribles, monstruos dignos de las peores pesadillas de cualquier cazador. Cuando ya la veía alcé la mano hacia ella, pero una criatura me agarró y me engulló hacia la más siniestra oscuridad.

    Desperté con un grito ahogado. Estaba cubierto de sudor frío y temblaba ligeramente. Me senté en la cama, pensando. Aquél sueño se había sentido demasiado real, era casi como si hubiera podido tocar a todas esas personas, como si tuvieran relación conmigo.

    Tenía miedo a aceptar la realidad de lo que había ocurrido. Era hijo de una Kvasir, sobrino de una profeta y primo de otra. Aquello había sido una visión. Pero … ¿quiénes eran? ¿Los futuros dueños de la Kvasir? O quizá mi mente había recreado la nave como la única que conocía en persona. Si era un futuro lejano, la Tierra estaba en peligro.

    Era inútil ya dormir. Daría vueltas a qué significaba todo aquello, al motivo de recibir ahora esas extrañas visiones. Me quedé con el miedo encarnado del final del sueño, veía a Elle al alcance de la mano y algo me arrastraba lejos. Necesitaba encontrar la forma de salir de ese mundo y reunirme con los demás ahora que sabíamos que estaban a salvo. Había estado demasiado preocupado por Jane y por mi pacto con el diablo como para darme cuenta de lo que necesitaba.

    Me aseé y salí de la cabaña para llamar a la puerta de la de Jane, que tardó un rato en abrir. – [Xander]Jane, ¿te he despertado?[/Xander] – pregunté al verla con los ojos entrecerrados, aún adormilada.

    – [Jane]Más o menos.[/Jane]- respondió. Como ya la conocía desde hacía bastante, sabía que las mañanas no eran lo suyo.

    – [Xander]Sé que estás cansada todavía, pero tenemos que salir de aquí y encontrar al resto.[/Xander] – aquello no iba a gustarle y menos a primera hora, pero el tiempo corría en nuestra contra, allí no podíamos relajarnos.

    – [Jane]Pues qué bien.[/Jane] – se quejó, sentándose a desayunar algo que Caitriona o algún minion suyo le habían dejado allí para desayunar.

    – [Xander]Será duro, pero te ayudaré en lo que necesites.[/Xander] – no podía hacer más que eso. El peso del secreto aún pendía entre nosotros y no me atrevía a hablar demasiado porque no quería ocultarle nada, ni siquiera que mi alma ahora estaba en ella, contrarrestando el veneno.

    – [Jane]Gracias.[/Jane]- respondió ella.- [Jane]Voy a desayunar y me pongo en marcha.[/Jane] – se sentó y empezó a comer en silencio, perdida en sus pensamientos.

    – [Xander]Iré a hablar con Caitriona.[/Xander] – dije dedicándole una sonrisa de despedida. Sabía que no era bueno molestarla más mientras desayunaba, por mucho que me hubiese quedado allí, observándola, disfrutando del regalo de que estuviera viva y de lo radiante que estaba cuanto más la miraba.

    Atravesé el bosque hacia la cabaña de Caitriona. La suya estaba más alejada del resto, en un claro en mitad de la floresta, emulando un cuento de hadas. Era más grande, pero sus paredes no eran de dulces y su dieta tendía más a la fruta.

    Llamé y la puerta se abrió. – [Xander]Caitriona. Jane y yo nos vamos.[/Xander] – la avisé, tenso ante su mirada inquisitiva.

    – [Cait]Por fin ha llegado el día en el que mis pequeños abandonan el nido.[/Cait]- replicó con una sonrisa divertida. Llevaba una toga de color oscuro y detalles dorados en lugar de las de colores tierra que solía llevar.

    La observé, dándole vueltas a una idea. Decidí seguir mi patrón habitual y lanzarme a la piscina sin pensar en exceso. – [Xander]No tienes por qué conformarte con esto.[/Xander]

    – [Cait]Hablas como si supieras de lo que estás hablando y solo eres un crío privilegiado.[/Cait] – espetó, frunciendo el ceño mientras se deshacía de ese aire de bruja malévola.

    – [Xander]Supongo que lo soy, pero eso me ha dado tiempo para conocer a la gente.[/Xander] – no iba a negar que mi padre y mis madres siempre nos habían dado todo lo que queríamos tanto a Elle como a mí. – [Xander]Eres más de lo que aparentas.[/Xander] – puede que mi alma no estuviese conmigo, pero Jane estaba cerca y acabar de verla me hizo tener un poco de la esperanza y la energía que solía tener.

    – [Cait]No necesito que un hombre me valide.[/Cait] – afirmó, fulminándome con la mirada. Hubiera sido fácil alejarse del poder que emanaba de ella.

    – [Xander]No te estoy validando, te estoy diciendo que con tu ayuda podríamos enfrentarnos a todo esto.[/Xander] – aclaré, no necesitaba que le recordara el poder que tenía, esto no se trataba de poder, si no de usarlo para hacer lo correcto en lugar de usarlo para sí misma. – [Xander]Jane está recuperándose y yo solo soy un aesir, sin poderes y sin alma.[/Xander] – no hacía falta negar que enfrentarnos los dos a un ser mítico para salir de ese mundo era una misión suicida.

    – [Cait]Gracias, pero no.[/Cait] – declinó.

    – [Xander]Piénsalo. Nos vamos en unas horas.[/Xander] – decidí dejarle espacio, no tenía sentido discutir si no entraba en sus planes acompañarnos. – [Xander]Si no quieres, no volverás a vernos. Pero si quieres ayudar…sin rencores.[/Xander] – tendí una oportunidad. Sería difícil de mantener, porque había generado mucho dolor con sus tratos, a mí incluido, pero también había traído de vuelta a Jane y eso no podría pagárselo nunca.

    – [Cait]Te queda grande el mantón del héroe, Alexander.[/Cait]- dijo girándose para mirar el fuego de la chimenea. Vi en su mirada que esperaba que eso doliese. e dice sentándose a mirar el fuego.

    – [Xander]Por eso busco otros que me ayuden a llenarlo.[/Xander] – le aseguré. Un héroe solo es un mártir. Por eso los Daë siempre son un grupo.

    Caitriona soltó una carcajada mientras salía de la cabaña.

  • AHORA NOS BESAMOS

    Vera – Artisan

    Tarde

    No nos quedó más remedio que huir. Los rumores empezaron a extenderse por el pueblo como la pólvora. En cuestión de días, teníamos los campos plagados de carteles amenazadores. Así pues, hicimos las maletas y abandonamos el que había sido nuestro refugio. Fue una decisión rápida e impulsiva. Cogimos cuatro trapos y echamos a correr como descosidas. Sabíamos que el nidito de amor no iba a durar y (casi) siempre es mejor pedir perdón que pedir permiso.

    [Jamie]No puedo creer que hayamos hecho esto.[/Jamie] – comentó Jamie mirándome con las mejillas sonrosadas mientras atravesábamos el cielo en dirección a una ciudad flotante. Y si pensáis que eso es raro, teníais que habernos visto subidas en moto a toda velocidad o en un tren de aspecto steampunk.

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  • LA FEA VERDAD

    EZEQUIEL

    TARDE – KOURAS

    El calor sofocante del tipi que nos provocó la visión resultó ser un precursor de lo que estaba por llegar. Me llevé una mano a la frente para quitarme el escaso sudor que podía producir ya mi cuerpo. Me pregunté si podía morir deshidratado, lo dudaba, pero tampoco me apetecía comprobarlo.

    La visión nos había indicado una dirección clara, el desierto, donde el Caballo tenía su hogar ancestral según la anciana de la tribu.

    Al principio el camino había sido duro, pero con la idea de salir de ese páramo y volver a nuestra misión, habíamos usado todo nuestro espíritu, en especial Henry que había usado su poder una y otra vez para teletransportarnos más adelante hasta que el agotamiento había podido con él y ahora apenas podía mantenerse en pie. Parecía caminar porque sus piernas tendían a seguir en movimiento con más facilidad que detenerse.

    – [Ezequiel]¿Quieres parar?[/Ezequiel] – dije, preguntándome a mí mismo cómo era capaz de seguir avanzando.

    – [Henry] No sé si es lo mejor parar con este calor. Pero como no lo haga tampoco sé si podré seguir.[/Henry] – aseguró. Pese a ser un potenciado, dejando a un lado sus poderes, era un humano, con las mismas debilidades y fortalezas. No sabía de dónde sacaba las fuerzas.

    – [Ezequiel]Necesitamos encontrar el caballo pronto, porque no podemos llegar a ningún sitio con agua.[/Ezequiel] – tomé asiento en un montículo de arena, forzando así a Henry a tomar aliento. Mi poder me había llevado a ver morir a muchas personas, así que conocía el aspecto que tenían cuando estaban al borde.

    – [Henry] No podía estar asentado en guardián al lado del pueblo.[/Henry]- se quejó, con la respiración entrecortada. ¿De esa pasta estaban hechos todos los Daë? Con poco más de una veintena de años a sus espaldas y aún así capaces de darlo todo con más espíritu que alguien con cientos de veranos disfrutados y sufridos.

    – [Ezequiel]Al menos no puede ir mucho peor. [/Ezequiel]- traté de bromear para animarle. Pensé en todas nuestras opciones, barajando hasta conseguir una en la que Henry no saliese mal parado.

    Fue en ese silencio compartido cuando un viento nos azotó el rostro. Al principio, lo tomé por una mala señal. Una tormenta de arena era la sentencia de muerte de Henry. Yo quizá tardaría en recuperarme, que la arena arañe tu piel hasta sentir que te la arrancan no debía ser agradable, nunca había muerto así y no me apetecía probarlo, pero lo peor sería despertar y ver lo que le había ocurrido a un amigo. Al primero en mucho tiempo.

    – [Henry] Tenías que hablar.[/Henry]- se quejó, sacando una manta de su mochila para echársela encima. Eso le protegería de la abrasión pero la arena podía enterrarnos o ahogarnos.

    Me acerqué a su posición, trataría de evitar que la arena le enterrase en la medida de lo posible, pero mis poderes eran poco más que una maldición en este caso, solo conseguirían que viviera para lamentar la pérdida, como muchas otras veces.

    – [Ezequiel]Maldita sea, es demasiado. [/Ezequiel]- la tormenta era tan densa que apenas podía ver lo que me rodeaba. Notaba la tierra en mi garganta. Entre el silbido del viento escuché un relincho. Lo primero que pensé fue en la montura de Henry, pero la había dejado atrás para evitarle un viaje así de duro.

    – [Henry] Tormenta no ha sido.[/Henry]- confirmó él.

    – [Ezequiel]Es el caballo, tiene que serlo.[/Ezequiel] – un rayo de esperanza. Éramos Daë, nuestra historia no podía terminar ahí. Los libros de historia nos recordaban, los que se habían enfrentado a la corrupción.

    – [b]Darías cualquier cosa porque lo fuera, ¿verdad? Por volver a tu tranquila soledad. [/b]- susurró una voz. Busqué a Henry con la mirada pero todo era arena pasando a gran velocidad, aunque entre ella, se veía una enorme silueta recortada en el horizonte, un caballo gigantesco. – [b]Si, te lo digo a ti.[/b] – no sabía si hablaba de mí o de Henry. Sin duda mis últimos años habían sido de soledad, completa y profunda. Pero, ¿quería volver a ello?

    – [Henry] Si eso me permite salir de esta tormenta, entonces si.[/Henry] – escuché responder a Henry, él también era solitario, aunque nos habíamos apoyado y habíamos conseguido entablar una amistad tras estar varados en ese lugar.

    – [b]Es humano, siempre lo será, tu sangre puede darle mucho, ya está preparado para traicionarte.[/b]- algo me golpeó y caí al suelo. Pude ver mi sangre manchando la arena. Mi sangre, codiciada por muchos hasta el punto de traicionarme, de matar por ella. Pero…¿Henry también?

    – [b]Nunca será humano, tú morirás y el podrá seguir adelante. [/b]- escuché decir a la voz. Esta vez parecía que hacia Henry. Trataba de separarnos. Caminé hacia mi amigo pero la tormenta pareció engullirlo.

    – [Henry] No envidio la inmortalidad.[/Henry] – le escuché decir desde algún lugar tras la cortina de arena.

    – [b]¿Estás seguro de conocerte?[/b] – preguntó de nuevo. La tormenta se volvió tan intensa que dejé de ver. Mis ojos se sumieron en una oscuridad completa. Pensé que la arena me había dañado los ojos, pero pronto empecé a ver una sucesión de imágenes ante mí.

    Una a una desplomadas en la arena estaban las personas que aún recordaba. Algunas de ellas tenían el rostro más difuminado, las que me costaba recordar porque mi mente había diluido su recuerdo con los años. Entre los cuerpos estaban los otros Daë, sin embargo no sentía que me importase, era como si vivir tanto tiempo me hubiese vuelto inhumano.

    Pero no, yo no era así, eso era un reflejo de aquello en lo que podría convertirme, una frialdad que amenazaba por despojarme de mi verdadero ser y que solo quedase alguien eterno, siempre vivo pero sin vivir realmente.

    Rompí la imagen con toda la fuerza de mi voluntad y avancé por la arena hacia Henry, que parecía estar haciendo lo mismo. Él también había afrontado la visión de su peor yo y con la verdad resuelta, la arena dejó de moverse y un hombre de tez olivácea nos señaló un estanque cercano.

    Me acerqué primero para comprobar que fuera potable y una vez sobreviví, dejé que Henry se hidratase. Al girarme, el Caballo había desaparecido, pero reflejado en el agua había un portal para salir de Kouras.

  • LA CAÍDA DEL ÁGUILA

    NATE ROGERS

    MAÑANA – SENATUS

    Aquella mañana me despertaron temprano, lo que nunca era buena señal. Fui arrastrado fuera de mi celda, encadenado de manos y pies hasta ser conducido a la zona de lavado, donde tuve que desnudarme frente a los soldados para que me lanzasen cubos de agua fría a los que tendría que llamar baño. Después me arrojaron las ropas que esperaba, un peto de cuero que apenas cubría mi torso y una máscara a juego. Era día de arena.

    Caminé, siguiendo la ruta que marcaban los soldados. Ya había intentado liberarme los primeros días y desde entonces dos brujos del imperio iban siempre junto a elos, esperando para anular mis movimientos.

    – [b]Presentamos ante todos vosotros, ciudadanos, libertos y esclavos, a la Bestia de la Arena, el Berseker. [/b]- gritó la voz amplificada por la magia del Maestro de Ceremonias, en cuya mano se balanceaba el cetro con el que manipulaba mi esencia, eliminando cualquier filtro que pudiera tener ante las emociones que captaba. – [b]Hoy se enfrentará su mayor combate.[/b] – un arrebato de emoción me sobrecogió mientras el público gritaba con ánimo y en su interior, su sangre hervía pidiendo violencia que tapase sus lamentables vidas.

    Los soldados se retiraron tras dejarme un estante con armas al lado. Debía ser el principio, porque les gustaba que me ensuciase las manos hacia el final.

    Sin hacerse esperar demasiado, abrieron las fosas para liberar media docena de bestias salvajes. No eran leones, aunque debían ser una especie de felinos con algún antepasado demoníaco. Pasé de largo las armas de filo y cogí una vara. Al Maestro de Ceremonias no le gustó y sentí una avalancha de ira hasta casi cegarme.

    Traté de calmarme como pude y luché contra las bestias sin herirlas de gravedad. Recordé los primeros días en la arena, cuando había usado mi empatía para estrechar lazos con las bestias y evitar que nos atacáramos, pero entonces liberaron algo peor, algo que las mató a todas. Era mejor un poco de dolor pero seguir vivas un poco más.

    Cuando retiraron las bestias, el público sintió rabia por no haber visto sangre. Sus corazones palpitaban por más y más violencia y yo no dejaba de sentirlo. Entonces una de las fosas se abrió y varios esclavosarrastraron una caja tapada con una lona de la que tiraron cuando llegaron al centro, abriéndola. Dentro estaba Julia, totalmente desarmada.

    Me acerqué a ella pero me detuve en seco cuando pensé que el juego podía tratarse de saturarme de rabia y lanzarme contra ella. Julia me había mantenido a salvo todo este tiempo, a salvo de mí mismo, de hundirme en un pozo del que no podría salir. Perderla a mis manos me destrozaría sin remedio.

    – [Julia]NATE, he hablado con Laura y tenemos que salir de aquí.[/Julia] – mi mente tardó en organizar la información al principio. Laura parecía tan lejana en el tiempo y sin embargo solo habían pasado…ni siquiera lo sabía.

    No pude reaccionar porque todas las fosas se abrieron de pronto, liberando lo que parecían gladiadores, solo que no eran humanos, parecían cruzados aunque tenían más de demonio que otra cosa.

    Luché contra ellos, armados con espadas, mazas y martillos. La vara se rompió en uno de los golpes y sentí una ira cegadora tomar control de mí. Golpeé al contrario en el pecho y lo lancé inconsciente contra el público. Lo peor fue que me sentí bien, solo quería acabar con todos y si podía, con el público también. Solo había una persona allí que me importaba.

    Julia se acercó a mí y sentí cambiar mis emociones, traté de centrarme en ella, solo en ella. Empecé a recordar lo que estábamos hablando. Había comunicado con alguien de fuera, con …

    – [Nate]¿Con Laura?[/Nate] – pregunté. Me coloqué cerca de ella, luchando por alejar a los gladiadores sobrenaturales.

    – [Julia]Sí. Laura ahora va de buena y nos está ayudando.[/Julia] – replicó mordaz.

    – [Nate]Esos sentimientos no me ayudan mucho. [/Nate]- admití, cayendo brevemente en el hilo del que el Maestro de Ceremonias esperaba tirar. A ratos me dejaba llevar por la ira, pero conseguía volver a centrarme. Seguía muriendo gente a mis manos, teñidas de una sangre que nunca se iría. – [Nate]No voy a poder sacarnos de aquí, me están manipulando, hay demasiado odio, demasiada ansia e ira.[/Nate] – dije mientras ella usaba sus poderes por primera vez arrancando el júbilo del público.

    – [Julia]Pero si yo soy todo amor.[/Julia] – replicó.

    – [Nate]Pues aférrate a ello porque vas a ser mi ancla. [/Nate]- le pedí, mirándola de reojo. En mi corta vida había sentido las emociones de muchas personas, mis propias emociones, incluso las de otros hacia mí, pero al mirarla no solo sentía el deseo que yo producía en ella, si no también el mío propio.

    – [Julia]Puedo ser lo que tú quieras que sea, macizo.[/Julia] – la ropa de esclava le sentaba bien, no podía dejar de pensar en ello igual que ella estaba dejando campar su deseo por mí. Éramos como un ciclo sin fin, la serpiente que se muerde la cola.

    En cada ciclo fui tomando más y más energía, empecé a brillar, incapaz de contener el brillo de cada una de mis partículas de polvo estelar hasta que me vi forzado a dirigirla hacia el Coliseo. Por suerte Julia se adelantó y asustó al público con unos fuegos artificiales un poco antes de que la explosión de mi poder abriera un hueco que amenazó con colapsar el edificio entero.

    En el caos, Julia me cogió la mano y echamos a correr hacia el agujero. Me sentía agotado, incapaz de captar más emociones, aunque no duraría mucho.

    Ella nos guió hacia la más alta de las siete colinas, donde según Laura residía la entidad superior conocida como el Águila, la protectora de los portales de ese mundo.- [Nate]Espero que Laura no se equivoque.[/Nate] – no sabía cómo había llegado a enterarse de tanto y más estando tan lejos, pero según ella Chernobog, el ser maligno que mató a Sarah, había corroído los corazones de esos seres poderosos, incomunicando los mundos. Inspirado por el ánimo de Julia, pensé que Chernobog tenía todas las de perder, había matado a Sarah, sí, pero solo temporalmente y eso había traído a Sasha a su vida.

    – [Julia]¿Y qué más da si se equivoca? Te he visto los abdominales.[/Julia] – replicó con una mirada centrada en mi torso, aún poco cubierto por el cuero de la ropa de gladiador. Su deseo avivó el mío.

    Por desgracia nos perseguían, habían enviado una centuria tras nosotros después de lo que había pasado, dudaba que para llevarnos sanos y salvos.

    – [Nate]Siento su ira desde aquí, podrían convertirme en esa bestia de nuevo.[/Nate] – la advertí. – [Nate]Y tenemos que conseguirlo, juntos.[/Nate]

    – [Julia]¿Y qué propones, un maratón de sexo?[/Julia]

    Me reí, y le apreté suavemente la mano. Era un momento agradable, pero la sensación desapareció cuando percibí de fondo una oscuridad tan negra que no tenía fin, un abismo insondable. Conseguí escuchar el silbido de la flecha y el ansia del cazador a tiempo para detenerla por el asta antes de que impactara en el pecho de Julia, directa al corazón.- [b]No arruines mi caza, bárbaro.[/b] – dijo una voz entre los árboles. La corrupción emanaba de ella, era el Águila, convertida en poco más que un Buitre por Chernobog.

    – [Julia]¿Quieres reventarme las tetas?[/Julia] – le espetó Julia. Me anclé a su esperanza, sus ganas de vivir. Algo había sucedido en su vida que le había hecho coger cada minuto con la fuerza que todos deberíamos tener.

    – [b]Solo cazo piezas apetecibles.[/b] – una figura apareció entre los árboles y sonrió antes de desaparecer. Tenía unos ojos tan afilados como la punta de sus flechas. – [b]¿Ya sientes la ira? ¿Cuánto vas a tardar en perder la concentración?[/b] – lanzó varias flechas tan rápido que apenas tuve tiempo a detenerlas todas. El objetivo siempre era el mismo, Julia.

    Le pedí que se quedase detrás de mí, pero el Águila se movía por el bosque que nos rodeaba con tanta facilidad como si pudiera teletransportarse de copa a copa.

    – [b]No aguantarás eternamente elemental. Y la humana será mía.[/b] – escuché una risa y sentí una avalancha de ira atravesarme de manera sobrecogedora. Solo quería destrozar a ese malnacido. Me vi convertido en una bestia tal y como me llamaban en el Coliseo, un animal salvaje y rabioso incapaz de sentir por sí mismo.

    Pero aún quedaba una luz en ese bosque, detrás de mí, lanzando tantos fuegos artificiales que sabrían dónde estábamos hasta desde otro planeta. – [Nate]No voy a ceder a la ira, no lo conseguirás.[/Nate]

    – [b]¿Y qué? ¿Me tomas por un Guardián de los Daesdi? Esto no es una Prueba, estás en mi coto de caza en el que llevo milenios haciendo lo que mejor sé hacer.[/b] – lanza una serie de flechas que cubre el cielo y masacra a la centuria.

    – [Julia]¿Si tan importante eres por qué te ha comido el coco Chernobog?[/Julia] – espetó Julia, ganándose un arrebato de orgullo en el corazón de ese ser. Eso me hizo pensar en algo, quizá funcionase.

    Abrí mi empatía tal y como me había obligado a hacer el Maestro de Ceremonias una y otra vez. Dejé acercarse a mí esa oscuridad, esa corrupción ponzoñosa y cuando estuvo cerca, tiré de ella y volqué un torrente de todo lo bueno que recordaba: las Echolls ayudándome, acabar enterrado bajo Eowyn, Freya y Xena, los New Moondies de pequeños, los grandiosos adultos en los que se habían convertido, Julia haciéndome sonreír cuando pensaba que todo estaba acabado.

    Y entonces la oscuridad se fue como una mancha arrastrada por un chorro de agua a presión y solo quedó el Águila, orgullosa, salvaje, pero honrada. Cumplió su pacto y Julia y yo cruzamos hacia la Luna, de vuelta con los demás.

  • EL PUTO FÉNIX

    Kaylee – Gwyddon

    Noche

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

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  • UNA VORÁGINE DE PROGRAMAS DE TV

    Elle – Valantis

    Tarde

    Si algo había aprendido de mi familia, es que siempre hay que disfrutar de cada momento. Por eso, a mí la búsqueda esta del cerdo de marras más que un castigo me parecía un regalo. ¿Cuántas veces tendríamos la oportunidad de viajar a un conjunto de realidades que eran la versión condensada de la historia de la humanidad? Que sí, que nos podíamos morir en cualquier momento, pero a lo mejor a ti te atropella un día un coche volviendo del InfiniMarket después de haber comprado un paquete de rollos de papel higiénico. Cosas más raras se han visto, yo qué sé.

    Idris y yo nos cambiamos de ropa para adentrarnos en aquel estudio televisivo que parecía sacado del imaginario colectivo. Ya sabéis: dos columnas de hormigón, un letrero enorme, naves industriales y más gente que en la cola de Endless.

    Cuando salimos al exterior de la tienda, estudié nuestras pintas. Nos habíamos decantado por unos atuendos de lo más random: camiseta del estudio ‘Producciones Valantis’ y pantalones vaqueros. A Idris casi le da un síncope al descubrir que sus zapatillas no eran de marca. ¿Para cuándo una charla sobre la obsesión de mi Idris con las deportivas?

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  • DOLOR EN EL ALMA

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Me levanté de la cama, incapaz de dormir más. Por mucho tiempo que pasara en aquél camastro, que era mucho teniendo en cuenta que no tenía nada más que hacer que esperar a que Jane se recuperase del todo, no conseguía descansar.

    Los días pasaban con monotonía, uno tras otro, Caitriona se encargaba de la comida, Jane pasaba cada vez más tiempo despierta y descansada, con apenas restos de la herida y el veneno que le habían costado la vida.

    Decidí salir al bosque a caminar un poco. No me sentía con energías para correr y pensé que la naturaleza ayudaría a mi ánimo. Pero nada iba a hacerlo. Pese a que en la Tierra me habrían diagnosticado como alguien con un trastorno depresivo, la realidad era que lo que me ocurría iba más allá, saltándose cualquier control que pudiera creer tener sobre ello.

    Aquél bosque era un lugar pacífico en apariencia, fue una de las sorpresas que me llevé esperando que la oscuridad de los pactos de la bruja se manifestase en más formas. Sin embargo allí había tranquilidad, animales tranquilos que vivían del bosque sin depredadores que les molestaran. Desde que me había dado permiso y su magia me había permitido caminar por el exterior, lo había recorrido cada día, tratando de poner orden a mis pensamientos y la magnitud de mi decisión.

    Al terminar hice el mismo camino que cada día, de vuelta a la cabaña de Jane para ver cómo se encontraba. Después de enfrentarme a mis propios pensamientos a solas durante más de una hora, ver lo que el sacrificio había conseguido me daba un pequeño rayo de esperanza.

    – [Xander]¿Cómo te encuentras?[/Xander] – pregunté, consciente de su mirada sobre mí. Había notado mi cansancio desde el principio y demostrando que era la misma de siempre, se había preocupado desde el minuto cero.

    – [Jane]Cansada.[/Jane]- admitió, pero se veía más enérgica. Cada día que pasaba más fuerte se volvía. Probablemente su cansancio se debía a su propia preocupación, pensaba demasiado sobre lo que había pasado.

    – [Xander]Estabas muy malherida.[/Xander] – repetí. Había decidido ceñirme a la historia más cercana a la realidad posible, evitándole eso sí la crudeza de la verdad. Su muerte, el precio que yo había pagado para traerla de vuelta. Un precio más que merecido, solo con estar en esa misma habitación comenzaba a sentirme con más fuerzas. No sabía si se debía a encontrarme cerca de mi alma o a lo que siempre había sentido por ella.

    – [Jane]No recuerdo nada.[/Jane]- lfrunció el ceño, como si hubiera tratado de volver a ese día una y otra vez. – [Jane]¿Tú cómo estás?[/Jane] – preguntó, alzando la vista hacia mí. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, no pude evitar sonreír.

    – [Xander]Bien.[/Xander] – mentí. Sentí su calidez irradiarme y traté de evitar mirarla fijamente. – [Xander]Tengo buenas noticias.[/Xander] – añadí, intentando desviar la conversación. Pero esa parte era cierta, había tenido un cambio de rutina en mi paseo matinal, una llamada inesperada.

    – [Jane]Qué mal mientes.[/Jane]- me conocía demasiado bien. Arrugó la frente y se incorporó en la cama, quedándose sentada. – [Jane]A ver, cuéntame.[/Jane] – pidió, poniendo una mano en la cama a su lado, invitándome a sentarme.

    En cuanto lo hice y noté el calor de su cuerpo, me sentí directamente atraído. Reconocía la sensación, Jane era todo para mí desde hacía mucho, pero había algo nuevo. Mi alma y mi cuerpo pugnaban por volver a ser uno, notaba esa pulsión.

    – [Xander]Están bien, están perdidos por el Cúmulo, como nosotros, pero a salvo.[/Xander] – suspiré de alivio, contárselo era como admitir que después de todo el horror aún quedaba esperanza. La primera noche aquí, tras aceptar el trato y ver que Jane vivía, la tensión había desaparecido y la realidad de que habíamos perdido contacto con todos los demás me había asaltado. No había dormido, tratando de hablar con cualquiera, preguntándome qué les habría pasado, luchando con cada pensamiento negativo que amenazaba con hacerme creer que lo peor había ocurrido.

    – [Jane]¿Esto es en serio? Porque estás tan decaído que parece que se ha muerto todo el mundo y no me lo quieres decir.[/Jane] – no había dudado ni un momento que ella había debatido también con todos esos pensamientos, en su caso, con más fuerza.

    – [Xander]Es cansancio, estaba preocupado por ti y por los demás.[/Xander] – respondí tratando de animarla. Cansancio y que mi alma estuviera con ella. Caitriona había resumido muy bien los peligros, como si de un cuento se tratase. Si mi amor nunca era correspondido, acabaría convertido en un muerto en vida. Un ser sin alma, sin ilusión, sin ganas de vivir. – [Xander]Esa oscuridad de Dyavol ha salido hacia el resto de mundos, por eso no podemos comunicarnos, pero Laura sí por su trato.[/Xander] – esa oscuridad corruptora tenía un nombre que guardaba un oscuro recuerdo familiar. Un retazo de ella había matado a mi madre en las Pruebas y ahora nos enfrentábamos al ser completo, una entidad superior de la corrupción a la que solo Antailtire con su magia había podido contener dentro de Dyavol. ¿De verdad habíamos hecho bien desterrando al hechicero? Quizá habíamos condenado a todo el Cúmulo ante un poder que había anulado hasta a los Daesdi, haciéndonos incapaz de comunicarnos.

    – [Jane]¿Laura se está redimiendo? Me alegro por ella.[/Jane] – dijo con sinceridad. El trato que había hecho con Caitriona nos estaba resultando útil ahora. A cambio de su posición para Ezequiel la había enviado de vuelta y le había dado una forma de comunicarse con nosotros que aún estaba por encima del control de Chernobog.

    – [Xander]Esta trabajando con nuestros padres y madres.[/Xander] – supuse que recordar que teníamos un hogar al que volver la animaría. A mí sin duda me había reconfortado la idea de volver a verles algún día, después de tanto sufrimiento. – [Xander]En cada mundo queda un portal activo, protegido por un guardián.[/Xander] – cada uno de aquellos mundos estaba en sincronía con dos entidades superiores, seres que luego habían inspirado los zodiacos occidental y asiático. Nuestra vuelta a casa se ponía cada vez más difícil.

    – [Jane]¿Vamos a por el nuestro?[/Jane]- trató de incorporarse con su fuerza habitual, pero pareció sentirse débil y reaccioné por instinto para recogerla, pero no fue necesario. Ella me sonrió y por un instante pareció que nada había cambiado.

    – [Xander]Jane, ya has dado mucho. Podemos pedir a Caitriona un trato como el de Laura.[/Xander] – era una apuesta con pocas esperanzas teniendo en cuenta que ya tenía más de lo que podía sacar de mí, pero quizá quisiera aún nuestros puestos.

    – [Jane]Ni se te ocurra.[/Jane] – sentenció ella. Jane había dejado su postura sobre los tratos desde el principio. Me había escudado en eso para no entrar en detalles de cómo había convencido a Caitriona de curarla. Me juzgaría por hacer un trato con ella simplemente. Y la verdad nunca podría contársela. – [Jane]Soy una Daë y los Daë no dejan su misión a medias.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Jane, has estado al borde de la muerte.[/Xander] – repliqué mirándola frente a frente. Estaba tan cerca que percibía el tenue aroma a fresas que había quedado en su piel tras usar mucho tiempo la misma colonia. Desde el trato mis sentidos cerca de ella estaban mucho más agudos. Me pregunté si era así cómo se sentían los licántropos cerca de las personas que les gustaban. Para mí era una dificultad añadida.

    – [Jane]El que parece que se va a morir eres tú.[/Jane] – replicó, mirándome bajo los ojos, donde probablemente tuviera unas ojeras bastante evidentes.

    – [Xander]No te preocupes, estaré mejor cuando todo esto pase.[/Xander] – fingí que todo se debía al impacto emocional de lo que le había pasado, algo que tampoco estaba muy alejado de la realidad.

    – [Jane]Cuéntame ya lo que ha pasado.[/Jane] – insistió una vez más.

    – [Xander]Un soldado de Antailtire te disparó una bala de veneno mágico.[/Xander] – dije aparentando estar tranquilo. – [Xander]Te traje aquí hay Caitriona te salvó.[/Xander] – resumí. Parte de verdad, parte de mentira. Cada vez que lo hacía temía lo que mi propia boca soltara para evitar que se enfadase, sin embargo cada mentira me hacía sentirme más alejado y consciente de que ella sabía que estaba mintiendo.

    – [Cait]No creo que esto sea lo único que lo tienes que contar.[/Cait]- Caitriona irrumpió en la cabaña sin llamar. Fruncí el ceño, venía a ponerme la situación difícil, seguramente porque mi sufrimiento alimentaba a su benefactor.

    – [Xander]Mi tío ha dicho que el guardián de este mundo es un dragón, así que va a ser difícil.[/Xander] – desvié el tema.

    Jane frunció el ceño, observándome. Ella mejor que nadie sabía que mi infancia había estado marcada por ser un adorador de los dragones, casi tanto como mi primo Noah con los dinosaurios.

    – [Cait]Eres un mentirosillo, Xander.[/Cait]- replicó la bruja, colocando la comida en una mesa de madera que había brotado del suelo. Todos los platos eran apetecibles, pero cada vez que iba a probar bocado me sentía como en Hansel y Gretel, o como si la comida se fuera a convertir en tierra de un segundo a otro. Ayudé a una ceñuda Jane a sentarse. Tocar su piel fue como una corriente eléctrica.

    Jane no dejaba de fulminarme con la mirada, no iba a dejar pasar las implicaciones de lo que Caitriona estaba diciendo. – [Xander]Hice un trato con ella.[/Xander] – admití finalmente. Suspiré, llevaba días evitando confesarlo. – [Xander]A cambio de curarte.[/Xander] – aclaré sin atreverme a mirarla a la cara.

    – [Jane]¿QUÉ?[/Jane] – gritó. Notaba el enfado y la decepción que pronto vendría y sentí un dolor agudo en el corazón.

    – [Xander]No es grave. Me dio parte de tu dolor, por eso he dormido peor y estoy cansado.[/Xander] – mentí. No quería acostumbrarme a hacerlo, especialmente a ella. Habría querido contarle la verdad cada día de nuestras vidas, pero en este caso, no podía.

    Un plato se hizo añicos en el suelo.- [Cait]Perdón.[/Cait] – mintió Caitriona, mirándome de reojo. Contuve mi enfado, lo importante era que Jane no diera demasiadas vueltas a lo que había pasado.

    – [Jane]Eso ya lo hizo Vera con Laura. Invéntate algo mejor.[/Jane]- replicó Jane, dejar de mirarme. Era como si pudiera leerme el pensamiento, quizá el trato había cambiado algo, aunque seguía pudiendo tocarla. Quizá era de Caitriona de quien captaba algo, aunque dudaba que la bruja se lo permitiera.

    – [Xander]No tiene importancia.[/Xander] – respondí, esperando que pudiéramos dejarlo pasar. – [Xander]Será mejor que nos centremos en el dragón.[/Xander] – sugerí. Ninguno estábamos en muy buena forma como para enfrentar eso. – [Xander]¿Sabes algo de eso?[/Xander] – pregunté, esperando que Caitriona nos diera algo de información útil después de hacerme pasar tantos apuros.

    – [Cait]No.[/Cait]- dijo sin pensarlo mucho.- [Cait]¿Qué iba yo a saber de un dragón?[/Cait] añadió. Algo me hizo pensar que sí sabía más de lo que decía, pero entonces señaló la comida.

    Serví a Jane consiguiendo a duras penas que me dirigiera la palabra para decirme qué quería. No podía dejar pasar lo que le ocultaba.

    – [Xander]Eres de este mundo, eres una…¿bruja? ¿hada?… con tu propio plano y alguien que te da poder.[/Xander] – insistí, esperando que obtener respuestas de Caitriona solucionaría algo.

    – [Cait]Yo no estoy aquí para sacaros las castañas del fuego.[/Cait]- comentó despreocupada.- [Cait]Estoy aquí para hacer tratos. Como el que he hecho contigo.[/Cait] – volvió a sacar el tema. Si no fuera por Jane me habría levantado y me habría marchado. Todo mi cuerpo pedía estar solo en ese momento, así no tendría que mentir, no tendría que sentirme mal por no haber conseguido volver con el resto, volver a salvo a casa.

    – [Xander]Uno de ellos era nuestro lugar como Daë, ¿por qué?[/Xander] – algo tenía que sacar de ello.  Laura lo había dejado, pero Ezequiel había entrado, ¿tanto sufrimiento sacaba de ello?

    – [Cait]Porque me apetecía.[/Cait]- probé un poco del estofado de verduras al ver que no ponía intención de responder. Jane nos miraba alternativamente entre bocado y bocado, visiblemente molesta, en especial conmigo.

    – [Xander]Cuando te encuentres bien podemos irnos, no te apresures.[/Xander] – dije tratando de infundirle calma. No quería que se culpara por no haberse recuperado del todo.

    Jane sonrió y empezó a comer, pero no necesitaba telepatía para saber que esa sonrisa era forzada, como la de Eowyn, la perra devoradora de comida de mi tía Cara, cuando tiene ganas de vomitar.- [Jane]Está muy bueno. Gracias por la comida.[/Jane] – aclaró, siempre con las buenas formas en mente.

    Alcé una ceja, estaba a punto de vomitar las palabras con las que ya se estaba atragantando.

    – [Cait]¿Crees que ha valido la pena lo que has dado?[/Cait]- susurró Caitriona. Sentí que enrojecía, por muy bajo que hubiese hablado, aquella sala era muy pequeña.

    Le devolví una mirada furiosa. – [Xander]Si.[/Xander] – sentencié. No iba a darle más detalles, los sufrimientos que tuviera que pasar merecían la pena, pero no iba a darle el gusto a su benefactor o benefactora de alimentarse de ellos.

    – [Cait]Curioso.[/Cait]- comentó. Parecía intrigada por mi decisión desde el principio, como si nunca hubiera llegado a creerse que aceptaría el trato y aún estuviese esperando verme suplicar por anularlo.- [Cait]Está bueno. Come, no te voy a envenenar. Ya tengo lo que quería de ti.[/Cait] – puntualizó. Ésta vez Jane la había escuchado seguro, porque había alzado la vista.

    – [Xander]¿Nunca haces nada que no sea por un trato?[/Xander] – pregunté, observando esos ojos oscuros buscando en ellos la raíz de cómo había llegado a ser quién era. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no le importase. Cuanto más inhumana pretendía ser en sus tratos, más me hacía pensar que todo era una actuación.

    Un súbito golpe en la mesa hizo que mi comida casi cayera del plato. Jane estaba furiosa.

    – [Jane]QUIERO QUE ME DIGÁIS QUÉ ES LO QUE HABÉIS TRAMADO.[/Jane] – exigió, elevando la voz seguramente más de lo que pretendía.

    Tardé unos segundos en recomponerme y ceñirme a la misma historia básica. – [Xander]Jane, te lo he dicho, te dispararon, estabas grave, hice un trato y te curó.[/Xander]

    – [Jane]¿QUÉ-TRATO?[/Jane] – insistió. Aquello no estaba funcionando, Jane me conocía demasiado bien, teníamos una conexión que iba más allá de las palabras, por cursi que sonase. Era consciente de que yo había sacrificado algo, algo que no le estaba contando, así que decidí darle un sacrificio.

    – [Xander]Un mes de vida menos.[/Xander] – dije evitando mirarla a los ojos.

    Jane se levantó de la mesa airada y salió al exterior. Caitriona me miraba, tenía miedo a enfrentarme de nuevo a una Jane enfadada conmigo, una Jane que podía volver a dejar de hablarme durante años, quizá para siempre, mientras yo me marchitaba convirtiéndome en poco más que un zombie.

    – [Cait]Si no fuera un ser maligno incapaz de sentir pena: ahora mismo me la darías.[/Cait] – una vez más supe que mentía. Quizá esa vez más que nunca.

    Me puse en pie y suspiré profundamente antes de salir al exterior. – [Xander]Jane…[/Xander] – la llamé al verla. Ella estaba de espaldas, cruzada de brazos.

    – [Xander]Jane por favor.[/Xander] – le pedí, sintiendo que no tenía energías para eso, solo para irme a la cama y rezar porque mañana fuese mejor y si no, volver a dormir. Al menos en los sueños no pasaban cosas malas.

    – [Jane]Me estás mintiendo.[/Jane] – dijo ahora con la voz calmada. Era peor así, una ira apagada, fría, una decepción.

    – [Xander]Lo importante es que estás a salvo.[/Xander] – busqué su complicidad, que entendiese que lo que había hecho lo había hecho por su bien y no cuestionara lo que a mi me hubiera costado. Pero con Jane eso no iba a funcionar.

    – [Jane]No.[/Jane]- replicó, como si contestase a mis pensamientos.- [Jane]Dime qué has hecho. Caitriona es MALA. Es una bruja que vive en una cabaña en el bosque: ¿nunca te han contado ningún cuento? No te fíes de la bruja que vive en una cabaña en el bosque. JAMÁS.[/Jane] – el origen de sus tratos no era bueno, pero Caitriona se empeñaba tanto en dejar claro que era mala, que cada vez lo dudaba más.

    – [Xander]No había opción. Tu vida corría peligro.[/Xander] – casi todos nosotros habríamos decidido lo mismo. Ella también si hubiera estado en mi lugar.

    – [Jane]La opción era dejarme morir si era eso lo que tenía que pasar.[/Jane] – solo escuchar esas palabras hacía que el vello de mi brazo se erizase, recordando su piel fría, su cuerpo inmóvil y sus ojos perdidos en el infinito.

    – [Xander]Nunca.[/Xander]

    – [Jane]¿Qué le has dado?[/Jane] – pidió, con los ojos llorosos. Estaba viendo la verdad en mí, la tenía delante de sí misma pero aún no podía creerla.

    – [Xander]No puedo decírtelo.[/Xander] – me temblaban las piernas, como si ya no pudieran sostenerme ni a mí ni al peso que llevaba.

    – [Jane]Dímelo. Por favor.[/Jane] – rogó.

    – [Xander]No puedo, no quiero que eso cambie todo.[/Xander] – si abría esa puerta, Jane podría no perdonárselo nunca, o investigar y creer que tenía la obligación de estar conmigo para que no perdiera toda conexión con mi alma.

    – [Jane]Ya lo has cambiado todo.[/Jane] – esas palabras cayeron como una losa.

    – [Xander]No podía arriesgarme a perderte.[/Xander] – dije, a medio camino entre hablando con ella y conmigo mismo.

    – [Jane]Otra vez.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Otra vez.[/Xander] – confirmé. Ya había tenido suficiente vacío de Jane en mi vida.

    – [Jane]Dime qué le has dado. Te lo pido por favor.[/Jane] – insistió. No iba a rendirse.

    – [Xander]Lo que hacía falta para traerte de vuelta.[/Xander] – el miedo a perderla hizo que hablase de más, me di cuenta en el mismo instante en el que las palabras salían de mi boca.

    – [Jane]¿DE VUELTA?[/Jane] – dio un paso hacia atrás, asustada.- [Jane]No…no…[/Jane] – ya no había marcha atrás, no podía esconderle que había muerto.

    – [Xander]El veneno era mortal. Por eso nos traje aquí con ella.[/Xander] – aclaré mientras ella echaba a correr hacia la cabaña y cerraba la puerta tras de sí.

    No me atreví a seguirla, me quedé allí fuera, con un frío que me calaba los huesos cada vez más, hasta que mis dedos estuvieron entumecidos. Incluso entonces, no me moví, no encontraba el deseo, no encontraba las ganas de hacer nada por mí.

    – [Cait]¿Y cuál es la lección que hemos aprendido hoy? No le des tu alma a nadie.[/Cait] – preguntó Caitriona, sacándome de mi trance. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni siquiera me importaba. Me asusté, quizá eso era no tener alma, quizá iría a más hasta que un día no volviese.

    – [Xander]No me arrepiento.[/Xander] – repetí. Incluso si acababa mis días convertido en una mera sombra de mí mismo.

    Al menos Jane estaba viva y los demás también. Reuniría lo que me quedaba de fuerzas para llevarlos a todos de vuelta a casa y lo que tuviera que pasar después lo afrontaría en paz. Hasta entonces, me alimentaría del deseo de volver a verles a todos juntos una vez más, de volver a abrazar a mi hermana, a mis primos y primas, de ver a mis madres y padre, a todos los que me importaban.

    Caitriona me observó mientras me iba a mi cabaña.