Moondale

Categoría: 5×02 – When fear arrives

  • UN RECUERDO PERDIDO EN LOS RECUERDOS

    NOAH ARKKAN

    HOSPITAL

    Abrí los ojos, sobresaltado. Donde esperaba encontrar la minimalista y cómoda más allá de lo imaginable cama de la nave, descubrí un colchón duro, caliente, que contribuía a un dolor de espalda del que cada vez era más consciente.

    La tirantez de los cables en mi frente y pecho me hicieron percatarme de su presencia. Giré la cara, notando dolor en las cervicales, y vi un monitor controlando mi pulso.

    Miré a mi alrededor, todo parecía instrumental de la Tierra, aquello no era la Nave. ¿Pero cómo había vuelto? Traté de recordar, solo para conseguir que un dolor punzante se adentrase en mi sien. Al llevarme la mano solo conseguí notar un tirón agudo en la muñeca, como un corte. Tenía una vía.

    Esperé, por si alguien venía, busqué una forma de llamar a alguien, pero nada funcionaba. Me incorporé y busqué a los pies de la cama, tanteando hasta encontrar un fichero sobre mi condición.

    Noah Arkkan…coma provocado por memoria genética. ¿Cómo podían saberlo? La fecha de ingreso era…era poco tiempo después de regresar a la Nave con los demás. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía haber terminado allí?

    Tenía que ser un truco, obra de algún soldado renegado de Antailtire o de la oscuridad que se expandía a lo largo del Cúmulo. Quité los cables y con temor, la vía de mi mano. Al ponerme en pie noté que las piernas me fallaban, mi cuerpo estaba dolorido, adormecido.

    Con dolor me arrastré fuera de la sala, a un pasillo vacío en el que se escuchaban ecos lejanos de máquinas pitando. Sentía la cabeza embotada, como si en cualquier momento fuese a desplomarme en el suelo, inconsciente. Traté de resistir y seguí adelante.

    Unos metros más allá, sentada en unas sillas de una sala de espera estaba una mujer de cabello cano, liso, con un peinado muy cuidado y ropa impoluta. Pensé que podría ayudarme, así que me acerqué.

    – [Noah]S-señora…¿puede ayudarme?[/Noah] – pregunté. Un enfermero me alcanzó y me observó, preocupado.

    – [b]Eh, tranquilo. ¿Cómo te encuentras?[/b] – dijo, ayudándome a tomar asiento. – [b]¿Quieres un poco de agua?[/b] – añadió.

    La anciana dormitaba en la silla, a lo lejos no me había fijado, pero ahora podía ver como su respiración subía y bajaba en calma, sumida en un sueño ligero.

    – [Noah]Agua, sí.[/Noah] – pedí, llevándome una mano a la frente. Traté de sentarme bien en la silla cuando el enfermero se marchó, pero perdí fuerza en las piernas y me golpeé con fuerza contra ella. El estrépito hizo que la mujer abriera los ojos, sobresaltada.

    – [Lexie]¿Pero qué coj…?[/Lexie] – la anciana me miró, colocándose los audífonos en los oídos. Había algo en ella que me resultaba conocido, algo en sus ojos, en la forma de su rostro.- [Lexie]¿NOAH?[/Lexie] – preguntó la mujer. Su voz, aquella voz.

    Por un instante fue como si mi cuerpo dejase de funcionar mientras mi mente trataba de procesar lo que veía. – [Noah]¿Lexie?[/Noah] – no quería saber la respuesta, aunque en el fondo ya la sabía. – [Noah]¿Cómo es posible? ¿Qué ha pasado?[/Noah] – miré mis manos, tan jóvenes como las recordaba. Sin pensar, coloqué mi mano derecha sobre las suyas, más delgadas, cuidadas, pero marcadas por la edad.

    – [Lexie]La vida.[/Lexie]- respondió con una sonrisa triste. Aún en shock, vi que en su mano derecha tenía una alianza. ¿Cuánto tiempo había pasado en coma? Eso no podía estar pasando.

    Me eché hacia atrás, apartando la mirada. No quería afrontar la realidad. – [Noah]No lo entiendo. ¿Qué ha pasado?[/Noah] – me pasé una mano temblorosa por el pelo.

    Lexie suspiró. No, no podía llamarla Lexie, tenía que distanciarme de mis recuerdos. Pero no podía hacerlo, vi con claridad su rostro joven, tal y como lo recordaba antes de despertar. ¿Por qué no podía volver atrás? – [Lexie]Te quedaste…atrapado en tu memoria genética.[/Lexie]- atrapado en los recuerdos, durante…años. Mientras todo seguía adelante, mientras Lexie hacía su vida. Noté que le temblaba la voz. – [Lexie]Estabas intentando encontrar el camino a casa, arrancar la Nave y…[/Lexie] – cuanto más escuchaba, más empezaba a entender esa oscura realidad que tenía delante.

    – [Noah]Me he perdido…¿todo?[/Noah] – traté de controlar mi respiración, pero no era capaz. Lexie me miraba, apenada, contenida. No podía soportar verla así, pensar que nuestro futuro…no existiría nunca.

    – [Lexie]Han pasado cincuenta años.[/Lexie]- cincuenta años. La Lexie que conocía y amaba era ahora una anciana de más de setenta. Una mujer que ya había vivido toda una vida sin mí, mucho más que a mi lado.

    – [Noah]Cincuenta años…perdido en mis recuerdos.[/Noah] – no conseguí evitar que las lágrimas me resbalasen por el rostro. Y todo era culpa mía, había entregado mi velocidad y la había usado para absorber conocimientos uno tras otro, conocimientos para una vida. Y sin la velocidad, mi cerebro se perdió en esa infinidad de información absorbida gracias a una agilidad de la que ya carecía.

    – [Lexie]Pero ahora estás aquí.[/Lexie]- sonrió y puso su mano sobre la mía. En aquél gesto había cariño, no amor. Para ella era algo del pasado, y demostraba un aprecio…como el de una abuela.

    – [Noah]No queda nada de mi vida, tú…tú ya habrás vivido la tuya.[/Noah] – sollocé. Aquello me estaba destrozando, solo quería volver a caer en mis recuerdos y dejar de vivir la cruda realidad en la que había despertado.

    – [Lexie]Espero no morirme tan pronto como estás dando a entender.[/Lexie]- replicó ella, sonriendo.

    – [Noah]Me refiero a que…ya tienes tu familia y yo…no soy yo.[/Noah] – nunca me había hecho ilusiones claras de mi futuro con Lexie, siempre había temido que se cansara de mí, que no fuera suficiente para alguien tan…impresionante. Ni siquiera estaba seguro de que ella se viera con hijos, pero sí que lo había imaginado alguna vez. Y ahora, todo eso había desaparecido.

    – [Lexie]Te esperé.[/Lexie]- aclaró. Aquello hacía que doliese más. Cada detalle que me traía el recuerdo de que ella alguna vez me había amado.- [Lexie]Y he venido a verte todos los viernes desde aquel día, pero…[/Lexie] – ese terrible ‘pero’.

    – [Noah]La vida siguió.[/Noah] – tragué saliva, la información era como trozos de cristal atravesando mi garganta. – [Noah]¿Le conozco? ¿A él o ella?[/Noah] – no sabía qué me había llevado a preguntar aquello, no quería saberlo.

    – [Lexie]Tuve que seguir.[/Lexie]- explicó ella. Mostró una foto en su infiniBand, parecía más avanzada, pero no sabía decir cómo. Había dos niños. Se parecían a ella pero ese pelo oscuro….- [Lexie]Al final, me decidí a tenerlos y fue una buena decisión. Este es Noah. Se lo pusimos en tu honor. Le encantan los animales y tiene una cafetería a medias con su pareja, Víctor. Mi otro hijo se llama Devon. Sí, yo también odio su nombre. Devon es un viva la vida. A mí a veces tampoco me cae bien.[/Lexie]- ese era mi futuro con ella, dar nombre a uno de sus hijos. Ser un recuerdo. Un recuerdo perdido en los recuerdos..

    Asentí, no era capaz de hablar, ni me sentía con fuerzas para escuchar. – [Lexie]Sé que te estarás preguntando con quién me casé.[/Lexie]- parecía costarle. Mostró otra foto, muy del estilo que ella solía tener. Entonces me fijé primero en el pelo oscuro.

    – [Noah]No puede ser.[/Noah] – repliqué. Había terminado casándose con Owen.

    – [Lexie]Nos hicimos muy amigos cuando… cuando te perdiste.[/Lexie]- tragué saliva, ahora como arena que rasgaba las heridas abiertas por el cristal.- [Lexie]Me ayudó mucho.[/Lexie]

    Apoyé los codos en las rodillas y me doblé hacia delante. La vida había seguido, mi futuro con Lexie, esfumado, junto con la vida que habría tenido junto a todos los demás. Había perdido cincuenta años, me había perdido la vida de Leo, de mis padres, del resto de New Moondies. Todo. Me había perdido mi propia vida.

     – [Noah]No puede ser… [/Noah]- grité, destrozado. Los nervios recorrían todo mi cuerpo. No dejaba de ver cómo eran las cosas hacía unos minutos, lleno de esperanza. Aquél dolor recorrió mis venas haciéndolas arder. Se encendieron con tanta intensidad que para cuando noté la chispa, ya era tarde. Estaba rodeado de electricidad que emanaba de mí y se expandía rápidamente. – [Noah]Lexie vete…corre.[/Noah] – no podía controlarlo. No había podido controlar mi memoria genética y ahora no podía controlar este poder.

    La electricidad alcanzó a Lexie, que cayó al suelo. Sus ojos seguían abiertos cuando me agaché a su lado. Los enfermeros vinieron y me apartaron, pero ella ya no respiraba y yo habría deseado dejar de hacerlo antes que ella.

  • POR TU CULPA

    Robin – Grevolia

    Mañana

    Me llevé la mano a la sien e intenté aguantar la compostura. El dolor era punzante e iba acompañado de náuseas. Era similar al de una resaca. Por suerte, cesó pronto y miré a mi alrededor: estaba a las puertas de mi hogar. Me había acostumbrado a ignorar la devastación de Terra, porque una vez la atravesabas, llegabas a mi amada Grevolia. Reconocía a la perfección los bosques que lindaban con ella y la vasta pradera que predecía los muros del reino. Lo que para mucha gente no eran más que un puñado de ladrillos, para mí eran historia, familia y dedicación.

    Tomé aire y avancé con paso decidido. Reparé en mi ropa, tan poco apropiada, tan…mundana. Llevaba una blusa de cuello bebé, un pantalón negro y una gabardina azul. ¿Era el atuendo apropiado para un miembro de la realeza? Desde luego que no, pero si algo había aprendido de mis parientes era que el cetro no hace a la reina.

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  • ABANDONADA

    COLE ROMAN

    MINA

    Olía a humedad. No era ningún licántropo, pero mis sentidos de demonio cruzado hicieron que fuese una de las primeras cosas que detecté. La vista no me ayudaba mucho, agudizada o no, estaba casi en una oscuridad total. Tanteé el suelo y las paredes para levantarme. Era roca, fría, húmeda. A lo lejos escuchaba goteos dispersos.

    Inmediatamente noté el cansancio. Para mí, con unas pocas horas de claridad o calor era suficiente para encontrarme bien, lleno de energía. El invierno solía ser un poco peor respecto al calor, pero salvo que el cielo estuviese muy cubierto y el frío calase hasta los huesos, me las apañaba acercándome a una estufa o cualquier fuente de calor, humana también. Allí estaba solo, helado y sin rastro de luz, así que el agotamiento me hacía pedir a gritos tumbarme.

    Caminé hasta la única luz que veía a mano, un viejo candil cuya pequeña llama no iba a darme nada de la energía que necesitaba. Al menos vería algo de dónde me encontraba.

    Vigas de madera, paredes de roca desnuda y suelos con vías mal envejecidas. Había terminado en una mina. No recordaba cómo, pero eso no era lo más importante. Traté de seguir el camino ascendente esperando recibir una oleada de luz al llegar a la entrada, cada paso me costaba un esfuerzo enorme, y aun así llegué, solo para encontrarme el camino tapado con un derrumbamiento. Apenas se filtraban pequeños rayos de luz entre las piedras.

    En otro momento habría tenido fuerza para moverlas, pero en ese no. Aquellos pequeños rayos de luz me reconfortaron ligeramente, pero solo lo suficiente para afrontar que el único camino era descender y ver si encontraba otra salida.

    Empecé el descenso, apoyándome en las paredes hasta que noté las manos tan frías que parecía que la roca absorbía mi propio calor. El estómago me rugía, hambriento. El calor y la luz se encargaban de los nutrientes que necesitaba mi cuerpo para sobrevivir, aunque comía, claro está, por gusto más que por necesidad. Aquí no tenía nada a mano, ni comida, ni luz, ni calor.

    Me pareció escuchar algo entre los goteos, una especie de eco lejano. Las fuerzas me flaquearon y me vi obligado a sentarme. Mi respiración subía y bajaba. No sabía si de verdad me estaba costando más respirar cuanto más descendía o era el cansancio.

    Me pesaban incluso los párpados. Tenía que volver a ponerme en marcha, porque si me dormía allí, dudaba que fuera a volver a despertarme.

    De nuevo escuché una voz a lo lejos, en las profundidades. Sentí que la conocía de algo, sin saber muy bien de qué. A rastras, me apoyé en la pared y me levanté. Tenía que seguir adelante.

    El candil titilaba a medida que me adentraba en la profundidad, donde el frío húmedo se apoderaba completamente de mis huesos. Me rodeé con los brazos, estirando el candil para tratar de ver algo. Solo había camino más adelante, apenas veía un par de metros más allá.

    La voz se oía más cerca, y junto a ella el sonido de algo más, algo arañando la piedra. – [Cole]¿Hola? ¿Me oye alguien?[/Cole] – llamé, a riesgo de atraer a lo que estuviera rascando la piedra. Continué el descenso. El ruido aumentaba con mi avance, cada vez más cerca, cada vez más frenético.

    Noté que la pared giraba hacia la derecha de forma abrupta y la oscuridad se despejaba en un rango más amplio, había llegado a una caverna.

    La voz que susurraba estaba allí, cerca. Caminé con cuidado. No tenía armas ni fuerzas y lo que estuviera rascando la roca estaba también allí. Seguí el rumor y llegué a una figura acurrucada en una esquina. Tenía el pelo largo, ralo en algunos puntos y una delgada mano estirada hacia la pared, rascándola con unas uñas largas y negras. Entonces se dio cuenta de que la luz la iluminaba y giró el rostro hacia mí.

    Me eché hacia atrás al ver aquellos ojos ambarinos, como los de una serpiente. No quería creerlo, pero como si lo supiera, ella me llamó. – [b]Padre…[/b] – dijo. Su voz era áspera, como si llevase mucho sin usarla. Estaba delgada y llevaba un camisón manchado. – [b]Me abandonaste y ella me dejó aquí para pudrirme.[/b] – se puso en pie con un cuerpo largo y delgado. Su dientes eran finos y afilados. – [b]No quería ni mirarme. ¿Y tú?[/b] – se acercó a mí, su aliento olía a sangre. – [b]¿Vas a volver a abandonarme?[/b] – continuó acercándose y retrocedí por instinto. – [b]Tengo hambre…padre.[/b] – mostró una sonrisa con dientes como los de un pez abisal y se abalanzó contra mí.

    Golpeé con el candil y frené su ataque, pero lo perdí por el camino. Me puse en pie antes de que fuera tarde y eché a correr desatendiendo los gritos de auxilio que salían de cada músculo de mi cuerpo. Estaba agotado.

    Corrí a ciegas, descendiendo aún más profundamente. Detrás de mí escuchaba la voz sibilante y el sonido de las uñas contra la roca. Necesitaba encontrar una salida, obligándome a abandonarla por segunda vez.

  • WHEN FEAR ARRIVES I

    DIARIOS DE DESTINO

    “We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
    Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

    RUBY

    Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

    Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

    De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


    COLE ROMAN

    No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

    Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

    Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


    NIALL

    Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

    No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

    Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


    ROBIN

    Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

    Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

    Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


    NOAH ARKKAN

    Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

    Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


    LEXIE FENRIS

    Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

    A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

    Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.