Moondale

Categoría: 2×14 – and Marmalade Skies

Los Campeones han pasado la primera parte de sus pruebas, completando sus colgantes con sus dos elementos, pero aún queda la prueba final a la que cada uno se enfrentará solo para determinar si tiene o no lo que es necesario para activar el arma.

  • Cara Arkkan| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de Virtud

    Noche

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    Como Kaylee no tenía ganas ni de hablar ni de escuchar, me dediqué a insultar a los Grandes Poderes con todas las palabrotas que conocía y con algunas inventadas. Fue bastante divertido hasta que las antorchas se apagaron y me quedé sola en la oscuridad, pero como ya tenía práctica, me hice la valiente y eché a correr para perderme en la negrura. Era una sensación agradable, porque solamente daba gritos y corría como una loca, como cuando a Éowyn y a Freya les tiramos una pelota que cogen con la boca y aprietan muy fuerte para que no se les caiga de la felicidad.

    Así estuve un tiempo, hasta que dejó de ser divertido. Es curioso cómo las cosas dejan de ser divertidas de un día para otro, quizás eso sea madurar, aunque no creo que para las manzanas deje de ser divertido estar en el árbol y por eso se caigan. La cuestión es que dejé de correr y de reírme, frenándome en seco como Elizabeth cuando está a punto de saltarse un semáforo en rojo, buscando con las manos la pared de piedra que me recordaba que eso no era el Vacío, pero no aparecía. Aguacé el oído y empecé a escuchar susurros: la del Pelo Rojo me llamaba. Quería que le contara mis secretos, que le dijera cosas del de La Sonrisa de Loco, quería hacerme daño la cabeza como otras veces. Se me erizaron los pelos de la nuca y temblé con fuerza, no podía dejarle que me hiciera pequeña otra vez. A su lado, era una mota de polvo en el Vacío, pero no podía consentirlo. Empecé a pensar en Daniel, en todos los libros que me había prestado de Percy Jackson y de Harry Potter, que me habían ayudado a la hora de escribir en este diario y también como primer paso para comprender Canción de Hielo y Fuego. Pensé en Vincent, en todas las veces que me acompañaba a pasear a Éowyn y a Freya, porque éramos un poco novios, aunque no tanto como él quería, porque no nos besábamos con lengua. Y me acordé de Daakka, imaginé que me daba la mano y que hacía rayos con su cuerpo para freír a La del Pelo Rojo. Con los ojos cerrados, me concentré en la mano de Daaka y avancé por el pasillo ignorando los susurros, el suelo que debía haber bajo mis pies a punto de quebrarse y el hecho de que no había nada a mi alrededor.

    Cuando los abrí, las antorchas habían vuelto a encenderse y enfrente de donde yo estaba había un chico y una chica, ambos con los ojos claros y el pelo negro, la piel pálida y unas cabezas (una cada uno, claro) que hacían que la de Dominic pareciera pequeña. Estaban frente a una puerta con grabados en un idioma extraño y sólo una ranura para un único colgante, por lo que supe que no estaban ahí para ayudarme.-
    ¡Fuera de la puerta, raros!
    – Les grité a modo de saludo. En realidad, no les estaba saludando, quería que se fueran a su casa a darse besos, pero en los libros siempre ponen cosas así.

    ¿A quién llamas raro? Somos gloriosos aesires. ¿Puedes decir tú lo mismo? – Me preguntó el chico mirándome con los ojos muy abiertos y me dieron ganas de pegarle un puñetazo, primero por ir de listo y segundo por no saber que el plural de “aesir” es “aesirs”.

    No sois aesirs, así que largo.- Chasqueé los dedos como había visto hacer a algunas afroamericanas en las películas.

    ¿Quién eres tú para decir lo que somos o lo que no?– La chica, que tenía unos ojos que le ocupaban gran parte de la frente, hablaba como si supiera lo que decía pero se notaba que el cerebro lo usaba poco.

    Me quedé callada unos segundos mientras contaba con los dedos. Según había dicho Christopher muchas veces, en el mundo quedaban tres aesirs: Mi hermano, Dominic y Logan Villiers, así que las cuentas no salían.- Quedan tres aesirs en el mundo, no cinco.

    ¡Somos los únicos aesires! – El tío dio una patada en el suelo y agitó mucho los brazos, como si eso fuera a darle la razón. Por mucho que se empeñara, los AESIRS eran siempre hombres, las mujeres éramos…otra cosa. – Hermanita, vamos a darle una lección. – A pesar de que se parecían, estaba convencida de que eran novios, pero cuando dijo “hermanita”, estuve a punto de vomitar.

    Cuando te pones así de interesante…– La tía aquella de los ojos gigantescos que parecían tener vida propia dejó escapar una risilla de tonta.- Eso, vamos a darle una lección a ésta, que no sabe que está tratando con los Verdaderos Aesires.- Estuve a punto de sujetarlos por los hombros para gritarles que no se decía “Aesires”, pero empezaron a mirarse como cuando en Juego de Tronos están a punto de tumbarse para hacer bebés sin hacerlos. Al ver que sus bocas se acercaban y él le llevaba su mano al culo de ella, carraspeé, di un par de patadas al suelo y bailé la Macarena, pero nada sirvió, porque les gustaba besarse, algo que me habría parecido bien si no hubieran sido familia.- ¡Los hermanos no se besan en la boca!– Me fijé y vi que los besos en la boca pueden ser más frotar los labios, que estaba la opción de que tu lengua acariciase la de otro y pensé en que me gustaría probarlo, pero desde luego no con Daniel.

    Estuve a punto de plantearme la posibilidad de dejar de observar la clase avanzada de besos para introducir el colgante, cuando de sus bocas comenzó a salir un humo negro que acabó formando una bestia de más de dos metros formada de ese mismo humo. Deduje entonces que si te besas mucho con alguien, puedes tener un bebé sin necesidad de enseñarle el agujerito por el que no haces pis.-Nuestra relación va más allá, nunca lo entenderías, porque no eres aesir y tenemos que mantener la pureza. – Comentó dejando de besar a la cabezona durante una milésima de segundo.
    ¡Cállate, guarro que besa a su hermana en la boca como los novios!– Le chillé, pero no dejaron de besarse ni cuando el bicho gruñó y empezó a dar manotazos que hacían que no pareciera hecho de humo negro, así que di un grito y me encaramé a lo que debía ser su cara. Definitivamente, si estaba hecho de humo, no lo parecía. Como no me daba miedo que abriera la boca, le di golpes y puñetazos, que hacían que protestara e intentara morderle o darme con las manos, pero era demasiado pequeña y él demasiado tonto, así que busqué en el cinturón de mi pantalón de cuero y saqué un cuchillo pequeño que me habían dado por si necesitaba protegerme. Sin pensar mucho, se lo clavé en el cuello y el bicho se deshizo volviendo a entrar en sus bocas. Seguramente, no estaría muerto y si se besaban nuevamente, aparecería.

    Ahora te vas a enterar, rubita que te crees más lista que los aesires.- La cabezona agarró al hermano por el pelo y lo atrajo hacia ella. Los besos se volvieron más asquerosos y se estaban emocionando tanto que estuve segura de que iban a quitarse la ropa, pero no tuvieron tiempo, porque salieron más bichos que sí, serían más pequeños, pero tenían el mismo mal humor que Daakka cuando vienen las facturas de la luz y pretende convencernos de que él podría iluminar toda la casa. Me fijé en el hueco del colgante, que no estaba muy lejos y supe que no podría contra todos los monstruos, así que eché a correr en dirección opuesta, que era donde estaba la puerta y coloqué el colgante con rapidez, casi sin mirar los dibujos del hueco. Los bichos me siguieron, pero yo era más rápida, así que recogí el colgante, pasé y escuché cómo la golpeaban intentando pasar. Por suerte, el ruido duró poco.

    Me costó volver a acostumbrarme al paisaje nocturno. Afortunadamente, estaba acostumbrada a la oscuridad y aunque no me gustaba, no me costó fijarme en me encontraba en un bosque, que por suerte no estaba nevado. Me adentré en él no sin miedo y me apoyé en los árboles para no perder la sensación de seguridad, pero algo me seguía, estaba segura. Había pasado tanto tiempo sola que podía notar las pisadas de una persona, pero cuando me giraba, ya no estaba. Aproveché para mirar por el rabillo del ojo y vi un destello rubio que no tardó en tornarse oscuro. Apuré el paso y me adentré más en la arboleda, pero la sombra me seguía, hasta que, finalmente, me tocó el hombro. Grité con fuerza y al girarme, ya no estaba, pero el miedo se me había quedado dentro, como si me hubiera atravesado para retorcerme el corazón.

    El bosque estaba cada vez más oscuro y podían ver cómo montones de ojos esperaban para hacerme daño. No me quedó más remedio que echar a correr en dirección a un claro, porque el miedo era más grande que yo.

    Llegué al claro cansada, más por el miedo y el exceso de a hadrenalina adrenalina que por la carrera. Miré a mi alrededor y vi más bosque, pero no tuve tiempo de adentrarme en él, porque una flecha impactó al lado de mi pie.- Sal y dile a Cara quién eres en vez de tirar flechas a los pies como los cobardes.- Le increpé a la nada.

    Mi nombre es Nyilas, llamado ‘El Ojo del Destino’. – La voz de un hombre susurró como si estuviera flotando en el aire, pero debía encontrarse muy cerca.- El Destino no está a la vista, pero siempre golpea. Debemos aceptarlo, aceptarnos. – La siguiente flecha me rozó el brazo derecho e impactó en el árbol del fondo. Esta vez me había hecho una pequeña herida.
    Ni siquiera entendía por qué, pero estaba aterrada, lo único que quería era correr para alejarme lo máximo posible, pero cuando intenté avanzar unos pasos, las flechas sobrevolaron mi cabeza.- ¡Deja a Cara, cobarde!– Grité desesperada.

    Cobarde es el que no afronta quién es. El que no se conoce. – Una flecha volvió a rozarme el brazo derecho, hurgando en la herida, lo que me impulsó a intentar correr nuevamente, pero .- ¡Déjame!– Le chillé colocándome en cuclillas cuando dos flechas impactaron delante de mis pies, indicando que no debía moverme.

    ¿Quién eres?– Me preguntó y me dieron ganas de echarme a reír.

    Cara Arkkan, tonto.- Solté sin levantarme del suelo, todavía temblando porque estaba asustada y seguía sin saber de qué.

    Es un nombre, y ni siquiera el verdadero. – Hablaba como si supiera lo que estaba diciendo: ¿Qué podía saber él si ni siquiera daba la cara?

    Pues dímelo tú.- Le reté. Me enfadaba la gente que se creía muy lista, en parte porque yo no pensaba que lo fuera.

    Son tus recuerdos, es tu vida. – Parecía fácil decirlo, pero si había algo que me daba más miedo que aquel bosque, eran mis recuerdo. – Algo en ti puede detenerme, algo que sientes, algo diferente al resto..

    No entendía a qué se refería. Quería irme a casa y no tener miedo por pensar en cosas desagradables, pero sabía que si no dejaba de sentirme así, jamás avanzaría, no sólo en lo que fuera esto, sino también en mi propia vida. A veces, lo más inteligente era parecer tonta, pero no podía parecer tan tonta que acabase creyéndolo.- ¿Quién eres? – Me preguntó y entonces, cerré los ojos y llevé la mano al suelo. Noté el tacto de la tierra e introduje los dedos, hasta que con la punta de ellos toqué una piedrecita pequeña. Me concentré en su tacto, en su forma y un hormigueo empezó a recorrerme el brazo. Fue como si empezase a ser parte de mí, como si ya no fuéramos la piedra y Cara, sino una misma, parte de un todo. Recordé al viejo, le escuché llamarme y me di cuenta de que había estado bloqueando una parte de mí misma o quizás, dos.

    Por última vez: ¿Cómo te llamas?– Abrí los ojos y vi una flecha que se dirigía hasta mi rostro, pero estaba preparada.

    ¡CARA ELLE ARKKAN!– Grité dando un puñetazo al suelo y me fijé en que mi mano ya no estaba hecha de carne: era de piedra. Ni siquiera me forcé en esquivar la flecha, levanté el brazo y dejé que se hiciera añicos.

    Me vinieron flashes a la mente del viejo enseñándome a controlar el poder, pero parecían hechos de humo y no podía retenerlos en mi cabeza.- Ahora le tiras flechas a Cara Elle y verás lo que pasa.- Le dije envalentonada, pero me duró poco porque la roca se desvaneció dando paso a la piel.

    Cuando le vi salir, estuve a punto de echar a correr: porque sólo tenía un ojo y una boca en una cara fea y viscosa, por suerte, no duró mucho.- No muchacha, ya has pasado tu prueba, has demostrado tu verdadera virtud a pesar de tu mayor defecto. – El feo se había ido sin que me diera cuenta y frente a mí tenía a un elfo alto y delgado. Parecía humano, pero…no lo era. No sé explicarlo, la cuestión es que tenía las orejas puntiagudas y era alto y delgado, como Légolas pero con el pelo oscuro. – Siento la lamentable presentación. Soy Eldric Northwood, antiguo Campeón de la Naturaleza y elfo del bosque. – Hizo una reverencia y me puse en pie.

    No eres muy simpático.- Le reñí alzando un dedo.- Así no se saluda

    Lo siento, era la última prueba y la has superado, ‘Destino Renacido’. – Al decirlo, el suelo tembló y de él surgieron tres piedras enormes sobre las que había tres objetos diferentes: un arco, una corona y unas piedras. Ya podía imaginarme con el arco y la corona, como si fuera Daenerys de la Tormenta. Las piedras…eh…bueno, me las guardaría en el bolsillo o a lo mejor eran para otra cosa. Una cosa sexual. Para metérselas ahí, sí.

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    No pude evitar dar un salto de alegría y, como si fuera la ganadora de un concurso, le dije.- Quiero los tres, me los he ganado.
    El elfo me miró asustado.- Debes elegir uno, es el final de tu destino como Campeona.

    Pero las pruebas las ha pasado Cara Elle y Cara Elle quiere los tres.- Puse los brazos en jarras para imponer más, como hacía Elizabeth cuando en vez de echar la ropa a lavar la escondía debajo de la cama.- Y punto.

    Tragó saliva.- Lo siento, no puede ser, debes elegir solo uno.

    Antipático y tacaño.- Chasqueé la lengua y me pregunté si él también querría las piedras para metérselas ahí y por eso no quería darme lo demás tampoco.- ¿Qué es cada uno?

    Éste es el Arco Áureo. – Explicó con muchas florituras. – La cuerda nunca se rompe, y las flechas nunca se agotan, mientras no lo haga tu voluntad.

    No sabía usar un arco, pero nunca es tarde si la chicha es buena.- ¿Se puede probar? Es que si no, Cara no sabe si funciona o no.- Le pregunté haciendo como las señoras en los mercadillos.

    El elfo se echó a un lado y me acerqué al arco. En cuanto lo tuve en mis manos, sentí como si me hubiera faltado un brazo durante mucho tiempo. Instintivamente, cogí una flecha y coloqué los brazos en posición: con la derecha lo sujeté por la empuñadora (según me había dicho Elizabeth, era zurda) y con la izquierda, lo tensé apuntando al elfo en la cara.- ¿Y si te mato y me quedo con los tres?– Dejé escapar una carcajada y la flecha impactó en un árbol cercano.

    Nunca entenderé el humor de los humanos. – Me hizo una seña para que lo volviese a poner en su sitio y eso hice. Me fijé en que la flecha que antes estaba en el árbol, había vuelto al carcaj. – Las Piedras Norn muestran el Destino, lo que está por acontecer.– En parte me decepcionó que las piedras no fueran sexuales.

    Negué con la cabeza.-Diana hace eso y no es más blandita que una piedra.

    Ella recibe las visiones, Las Piedras lo muestran todo del futuro de una persona. – Me aclaró como si fuera muy interesante saber cuándo te ibas a morir.

    Finalmente, señaló la corona que era muy bonita y en mi pelo habría quedado estupendamente- Y ésta es la ‘Corona de Lethe’, permite olvidar. Los miedos, el dolor, el sufrimiento, la pena…

    ¿Puedo probarla?– Le pregunté aguantándome la risa. Si podía ponérmela, aunque fuera un poquito, olvidaría lo que más miedo me daba y todo arreglado.

    ¡No! – Gritó muy estresado.

    ¿Y si me engañas y no funciona?– Tenía que aguantarme la risa, pero era difícil.

    Al elfo no le hacía gracia que le tomara el pelo y era una pena, porque lo tenía muy suave y brillante. – No soy un vendedor ambulante, chiquilla.
    Si fueras un vendedor ambulante serías más simpático y dirías cosas como: «Niñaaaas tengo las bragas a cinco dólares».- Agité las manos para explicárselo: gracias a Elizabeth tenía mucha experiencia en mercadillos y tiendas de ropa.

    El Guardián sacó un pañuelo de seda del bolsillo y se secó la frente como si fuera una princesa Disney. – Elige uno, por favor… – Me pidió.
    ¿Si te doy un beso me das el arco y la corona?– Moví los labios un par de veces.

    …un objeto… – Ni siquiera me estaba mirando.

    …el arco…– Refunfuñé. No tenía que pensarlo: el arco era la extremidad que me faltaba y por muy tentadoras que fueran las piedras sexuales del olvido o la corona de Daenerys de la Tormenta, tenía que ser práctica.

    Buena elección. – Me pareció verle dar un saltito, pero como era tan estirado, casi no se notó- Era mi arco, una reliquia de mi pueblo, nunca me falló. – Confesó cuando puse la mano sobre el arco y los demás objetos se enterraron.

    Media corona por dejarte usar el arco un ratito. Lo tomas o lo dejas.- Me reí a carcajadas. Los elfos eran tan aburridos que me hacían gracia.

    La puerta está allí… – Señaló a su izquierda y un montón de hojas formaron una especie de puerta.

    Gracias, Légolas.- Le di un abrazo que a él no le gustó, pero a mí sí y me colgué el carcaj y el arco del hombro.- Prometo cuidarlo.

    Y que él te cuide a ti…eh…Lady Annabelle. – Asintió riéndose de su propio chiste y, cuando estaba a la altura de las hojas que formaban una puerta, cogí el arco y tensé la cuerda para lanzarle una flecha que pasó rozando su oreja.
    Sé que soltó una palabrota, porque era un quejica, pero cuando las puertas volvieron a cerrarse, la flecha estaba en el carcaj de nuevo.

    De nuevo en el pasillo de piedra me paré a pensar en lo mucho que había descubierto de mí misma gracias a Légolas.

    – Cara Elle Arkkan: arquera en prácticas y mujer de piedra.

    – Mola.

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    Espero que os guste. Puff
  • SER UN HÉROE NO ESTÁ MAL

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=7]Moondale will return in a moment…[/SIZE][/b][/font]

    [b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Logan Villiers | Pico Tantree

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Continué bajando por la ladera de la montaña, entre las piedras afiladas. El camino no era el mejor, eso estaba claro, pero desde el momento en el que volvimos a salir a través del lago de la montaña, quise alejarme de todos ellos, llegar a casa, acabar con todas las cervezas que me quedaban en la nevera, salir del condado de Ripper de una maldita vez y olvidarlo todo.

    Después de un rato caminando, con la cabeza embotada, sentí que llevaba algo duro y pesado en el bolsillo. Metí la mano y saqué un pequeño disco que parecía hecho de una mezcla entre piedra y metal, con un agujero en el centro. Cuando el demonio grandote, Daakka o como se llamase, metió su colgante en el pedestal, el resto hicieron lo mismo, y yo, con resignación, les imité mientras sentía que pulsaba un botón para darle la inyección letal a esa chica que se había sacrificado por un mundo que no merecía la pena.

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  • LUCY IN THE SKY WITH DIAMONDS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Sarah Echolls | Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Sala de los Campeones | Parte III

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Al ver a mi hermana girarse para ir en dirección a su pedestal, noté cómo me flaqueaban las piernas. ¿Qué habíamos hecho? ¿Cómo habíamos dejado esto en manos de Los Grandes Poderes? En lugar de sentarnos a esperar a que el Doctor fuera cada vez más poderoso y confiar en un milagro, tendríamos que habernos preparado y actuado, como hicimos en el caso de Mason, a pesar de que por nuestra culpa, Alexander Fenris continuaba en coma y difícilmente saldría de ésta. Ni siquiera sabía cuál de las dos era la opción correcta, porque en las dos ocasiones alguien había salido mal parado por mi culpa.

    Mi mirada se cruzó con la Ed, cuyo rostro estaba surcado por las lágrimas y pensé en por qué tenía que pasarnos esto a nosotros. Por qué no podíamos volver atrás en el tiempo y quedarnos ahí, cuando la mayor preocupación que teníamos era el examen para el que no habíamos estudiado. Sabía que la infancia que había pasado junto a Ed no era más que un regalo de los Grandes Poderes, pero me costaba recordar otra cosa. Siempre habíamos estado los cuatro juntos y ahora Kaylee caminaba en dirección al pedestal. No pude evitar pensar en que Los Grandes Poderes nos habían regalado una vida juntos para que su pérdida nos resultase más dolorosa.[/SIZE]

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  • UNA VIDA A CAMBIO DE SALVAR EL MUNDO

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Edward MaClay | Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Sala de los Campeones | Parte II

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Mientras me acercaba hasta la salida eche un último vistazo al tótem, pase un dedo por la hendidura del centro, no era muy profundo, probablemente sería en el donde debería verter mi sangre.

    Guarde el tótem en la mochila y pase la puerta, tras dar un ligero traspié mire a mi alrededor ligeramente desorientado, me encontraba en una sala circular, pude ver que ya había gente hablando y entre ellos había algunos pilares. A mi espalda observe como por la puerta que había pasado se encontraba un portal que se estaba cerrando, al otro lado puede ver por última vez aquella montaña nevada.

    Nadie parecía haberse percatado aun de mi presencia, todos miraban hacia Sarah y Diana que se fundían en un tierno abrazo.

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  • UNA SENSACIÓN QUE ME HABÍA CALADO HASTA LOS HUESOS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Vincent Solo | Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Sala de los Campeones | Parte I

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Cuando crucé la puerta que la Guardiana había abierto para mí, llegué a una enorme sala circular en la que no había nadie, pero que me hacía imaginar que pronto habría muchos más, porque había otros trece huecos similares a puertas a lo largo de toda la pared, iguales que el que yo había cruzado. La pared esta vez estaba formada por una roca lisa, sin más bordes ni juntas que la enorme cantidad de grabados que la surcaban de principio a fin, con formas y lenguajes que no alcanzaba ni alcanzaría nunca a comprender.

    Las paredes se alzaban hasta donde debía estar el techo, lugar que estaba ocupado por una abertura hacia…bueno, algo que no sabría definir mejor que «infinito», un universo en continuo cambio sobre mi cabeza. Esa sensación de amplitud me hacía sentir abrumadoramente pequeño, así que agaché la cabeza y me di cuenta de que el suelo continuaba la pared, de nuevo sin juntas visibles, como si hubieran construido esa sala a partir de un único bloque del mineral del que estuviese hecha la pared.

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  • LA FELICIDAD ESTABA TAN CERCA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Illya Novak| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de Virtud | Parte I de II

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Si hubiese estado viva cuando las antorchas se apagaron, habría suspirado de alivio. La presencia de Hiroshi me incomodaba sobremanera, no porque fuera una persona especialmente habladora o intensase que fuéramos amigos a toda costa, sino porque en cuanto estuvimos solos, empecé a percibir su olor. Al principio, fue sólo una sensación rara, la de mis fosas nasales abriéndose un poco para diferenciar un olor excesivamente dulzón, pero después llegó la sed, el ansia y el deseo de abrirle el cuello en cuanto se descuidase. Eso sólo puede explicarse porque su olor podría dividirse en dos capas, la superficial, que era demasiado floral para mi gusto y la que estaba bajo ésta, que olía a cerezas maduras, a picotas a punto de explotar por exceso de jugo. En cuanto me di cuenta de que ese olor estaba ahí, quise lamer su cuello para que la aorta me descubriese el punto exacto en el que debía clavar mis colmillos.

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  • UN PEQUEÑO PRECIO A PAGAR

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Bill Parker| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de Virtud

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Aun tenía el olor al estomago de la criatura marina en la nariz, esperaba que fuera pasajero, o de lo contrario habría perdido para siempre el sentido del olfato.

    Dominic andaba ligeramente de un lado a otro, probablemente a causa de lo que se había bebido, en cualquier otra parte le tendría que haber advertido, pero pensándolo bien, quizás debería de haber tomado algo también para ver si conseguía deshacerme de ese olor.

    Las antorchas se apagaron nuevamente, empezaba a estar cansado, mas mentalmente que físicamente, no pensaba que encontrar ese arma que derrotaría al Doctor llevaría tanto tiempo. Esa era otra, había perdido por completo la percepción del tiempo, no sabía cuanto llevábamos allí ni la hora que era, el reloj había dejado de funcionar en cuanto llegamos aquí, era como si este lugar tuviese su propio espacio.

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  • LA OPCIÓN CORRECTA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Edward MacLay| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de Virtud

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    Diana se había quedado como Elizabeth la trajo al mundo, así que procuraba ir uno o dos pasos por delante de ella, manteniendo la vista fija al frente. Al más mínimo atisbo de que le estaba mirando empezaría una oleada de bromas que me harían desear esconderme bajo la piedra más grande que encontrara en el camino.

    Pero Diana es como es, era un súcubo que se alimentaba de mi vergüenza, así que a la minima ocasión que se le presentaba atacaba. – [b][i][color=#843181]¿Me notas distinta?[/SIZE][/i][/b] – Pregunto. Me gire ligeramente para mirarle, aunque en realidad estaba mirando por encima de su cabeza a la nada.

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  • UNA HOSTIA VERBAL O FÍSICA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Diana Echolls| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba [s]de Virtud[/s] de pegarle tortas a Lila | Parte I de II

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

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    La chaqueta de Ed olía a él y eso era raro. No penséis que iba con la nariz pegada diciendo: “Oh, huele a Ed”, como si fuera una quinceañera a la que le han dado la sudadera del novio de turno. Simplemente, era suya y olía a él. Por suerte, nuestra relación era anterior a las hormonas y no era necesario que explicásemos que, pese a que estuviera completamente desnuda y llevase únicamente su chaqueta que me tapaba el culo de milagro, no significaba que nos hubiésemos dado un revolcón, cosa que sería asquerosa, como enrollarme conmigo misma (bueno, eso a lo mejor era más divertido, porque tenía una apariencia anterior y, teóricamente, ahora también había cambiado).

    Los minutos que caminamos juntos por aquella galería de piedra fueron extraños. No sólo por el hecho de que por mis partes íntimas entraba un fresquito que podría clasificar de “bastante agradable”, sino porque me notaba una extraña en mi propia piel. Me recordaba a una vez que fuimos a Zara y mi madre me compró un par de zapatos, pero no se dio cuenta de que eran uno más grande que otro y estuve meses con un zapato que me quedaba grande y otro, pequeño. Tenía el pelo demasiado largo, juraría que había menguado unos centímetros y los muslos me rozaban el uno contra el otro, provocando que tuviera que caminando como una pistolera. Por suerte, él iba delante y no había charcos con los que pudiera deleitarse con las vistas de mis encantos ocultos (excepto si te llamabas Christopher MacLeod y eras el bibliotecario sexy).

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