COLE ROMAN
NARA – MAÑANA
La esfera del Japón feudal llamada Nara nos había dado un intenso recibimiento, pero después de eso, las cosas no habían ido del todo mal.
Después de que el grupo de samurai llamado ‘Las Nueve‘ nos rescatase de todos aquellos espíritus y demonios, tuvimos que responder bastantes preguntas sobre de dónde veníamos, nuestras intenciones y por qué solo uno de nosotros hablaba su idioma, además de por qué era Lexie una de las que no lo hacía.
Me tocó dar la cara y saqué la vena más «Villiers» consiguiendo que se creyeran que éramos un grupo de nómadas de la otra punta del mundo que lo recorrían para intentar ayudar a la gente. Fue una suerte que colase.
Tuve que explicar también que Lexie hubiera vuelto a su apariencia oficial, porque dudaba que entendiesen muy bien su respuesta de que «estaba hasta el coño». Entre las samurai había un par de aspecto demoníaco, una de ellas la líder, así que eso facilitó que confiasen en nosotros respecto a que Lexie y Noah, al que habían visto como demonio, no eran malévolos.
Tras toda aquella ronda de aclaraciones que me llevó una tarde, quedó la calma inquieta de la espera. Noah estaba a salvo pero inconsciente, no solo por sus heridas tras el golpe si no porque según había dicho Nakano Gozen, la segunda al mando de ‘Las Nueve’, algunos de los demonios habían tratado de absorber el alma de Noah mientras corría cargando con nosotros. Las heridas del espíritu tardan más en sanar, así que nuestra fuente de conocimientos sobre los Daë se pasó cuatro días dormido.
Mientras esperábamos poco más había que hacer que familiarizarse con el entorno. El primer día fue más confuso. Nos alojaron en unas casas vacías de la aldea Kurashiki, que en su día parecía haber estado más llena. Pese a llamarla «aldea» no os penséis que era pequeña ni mucho menos. Por lo que entendí, pertenecía a la prefectura más grande y poblada del Imperio. La capital estaba muy cerca, podía verse incluso desde el límite sur de la villa.
Por las calles se veían hombres y mujeres haciendo las labores del día a día, con un pequeño mercado que traía un grupo desde la ciudad de Tanegashima. Al parecer Kurashiki no era una villa normal, si no la zona de residencia de ‘Los Nueve’ y otros samurai de menor rango, así como sus familias. Apenas se veían niños y los hombres eran pocos y no se aventuraban en los extremos de la villa cercanos al bosque. Esa noche, vimos a todo el mundo se cerrar en sus casas. Monjes y monjas budistas marcaron unos sellos en cada puerta. No se me escapó que eran también guerreros y guerreras que cargaban con Naginata en la mano o la espalda.
A la mañana siguiente vino a hablar con nosotros Nakano Gozen. Era una mujer algo mayor que nosotros, pero joven. Tenía el cabello oscuro como la tinta y su personalidad era tan afilada como su arma, pero después de un rato charlando, pude ver que guardaba un lado pícaro y divertido.
Nos ofreció aprovechar la espera hasta que despertase Noah para comprobar cómo nos desenvolvíamos en combate en caso de que ocurriera algo y si ella nos consideraba aptos, entrenarnos bajo su tutela. Lexie lo rechazó de primera mano y se quedó en la habitación de Noah con aspecto de aburrida. Desde que habíamos llegado a ese mundo estaba especialmente incómoda, como si el lugar de origen de su especie demoníaca la inquietase. Veía cosas en ella que ya había visto en Dante respecto a nuestro padre, así que la entendí. Yo acepté, deseando poder aprovechar el tiempo en algo. Bowie parecía entusiasmada por todo lo que supusiera aprender y aunque tenia mis reservas por lo pequeña que era para el mundo, no podíamos negárselo tampoco. Y por último Laura dijo que sí al principio pero después de la primera clase decidió que luchar no era lo suyo.
Resultó que Bowie tenía un talento innato. Era muy ágil y su capacidad de aprendizaje sorprendió incluso a Nakano. Tanto ella como yo seguimos entrenando con la Maestra Gozen durante la recuperación de Noah y continuamos cuando despertó y empezó a familiarizarse con el entorno y trazar un plan para dar con la Daë.
– [b]La contención es buena, pero no debes apagar tu furia para eso.[/b] – la maestra Gozen esquivó con facilidad mi ataque y me golpeó con el bokken en la parte de atrás de la rodilla izquierda, haciéndome caer de rodillas. – [b]Tu mano golpea mientras tu mente cierra la puerta a tu ser.[/b] – ni siquiera sé cómo lo hizo, pero segundos después estaba tirado en el suelo.
– [Cole]No quiero dejarme llevar.[/Cole] – respondí sentándome en el tatami. Bowie no estaba aquella mañana. Era el día en el que Noah había despertado y había ido a comprobar que no hubiese sufrido ningún daño físico mayor. Del alma no podía hacer nada, pero se le veía bien.
– [b]Entonces date muerte mientras te quede honor, porque si luchas así cualquier otro te arrebatará la vida que tan poco aprecias.[/b] – sentenció. La maestra Gozen era firme como una barra de metal.
– [Cole]Sí la aprecio.[/Cole] – confesé. Había llegado a conocer bastante a la maestra en todo el tiempo que habíamos pasado juntos los tres desde nuestra llegada. Tanto la conocía que no sé cómo había llegado a hablarle de mi condición de demonio mestizo. Desde el momento en el que se lo confié dijo que había entendido por qué mi alma estaba tan dividida, aunque me dio la impresión de que también se refería a mis preferencias amorosas.
– [b]Entonces lucha, los ‘Hijos Caídos’ no dudarán.[/b] – gracias a nuestro tiempo con la maestra Gozen habíamos aprendido mucho más de ese mundo de lo que habríamos podido saber solos. Resultó que la ausencia de niños y niñas se debía a que los oni se los llevaban. Nadie sabía cómo, pero sí sabían para qué. Esos niños y niñas eran criados y envejecidos por los malos espíritus y acababan poseídos por oni de las clases más guerreras, convertidos en guerreros inmunes al dolor y sedientos de sangre, que volvían para atacar a sus seres queridos, aunque solo a los hombres. Al parecer todo había empezado la ‘Noche de los Caídos’ y nadie sabía cómo lo hacían pese a los sellos y protecciones. Desde aquella noche, muchos hombres habían caído en combate y se había decretado que permanecieran protegidos en el interior de las ciudades.
– [Cole]Nunca llegaré a tu nivel o al de Bowie.[/Cole] – respondí. Bowie había llegado a un punto en el que se movía con una fluidez propia de una maestra, como si hubiese entrenado toda su vida. Tenía preferencia por las armas con mástil como la Naginata o el Yari y las manejaba como si fuesen tan pequeñas como un cuchillo.
– [b]No, pero podrás ser bueno. [/b] – respondió sonriendo, cinco minutos antes de volver a tirarme al suelo.
Tras el entrenamiento, salimos fuera a comer juntos en la cercanía al bosque. La maestra Gozen solía ir allí porque decía que la vista del monte le producía paz. Desde allí podía verse también el templo budista de la aldea, un lugar precioso. En la aldea, de la que se veía una buena parte desde allí, los hombres hacían sus tareas y los pocos niños jugaban, siempre escoltados por una samurai.
Me fijé en un muchacho de más o menos mi edad que pasó cerca de nosotros. Estaba llevando leña y los músculos de su brazo izquierdo estaban en tensión. Estaba en muy buena forma y su sonrisa tampoco dejaba nada que desear, pero aparté la mirada.
– [b]¿Por qué escondes la mirada?[/b] – me preguntó la maestra cuando el muchacho se alejó.
– [Cole]No lo sé.[/Cole] – confesé, estaba claro que mi sospecha de que la maestra sabía mi orientación había acertado, aunque no tenía ni idea de cómo. – [Cole]En el lugar del que vengo, no a todo el mundo le parece normal que te puedan gustar hombres y mujeres.[/Cole] – decidí sincerarme pese a que no sabía cómo estaría la sociedad respecto a ese asunto.
La maestra me miró, extrañada. – [b]Has hecho bien en irte entonces.[/b] – afirmó. Me llevé una grata sorpresa, no esperaba que en aquél lugar fuesen a aceptar algo que en el futuro costaba tanto trabajo. – [b]Ése de allí es mi marido, nos casamos hace poco, aún no me he atrevido a tener hijos.[/b] – señaló a un hombre de más o menos su edad, quizá algo más joven, que sacaba agua de un pozo. – [b]Antes de él estuve con una mujer. Vive en ese templo de allí.[/b] – señaló el templo budista que tanto me gustaba observar, pero en aquél momento la miré solo a ella, sorprendido.
– [Cole]Por la forma en la que lo dices, parece que aún sientes algo.[/Cole] – comenté. Había añoranza en su mirada.
– [b]Y así es. Quiero a mi marido, es un buen hombre, pero tampoco podré olvidarla a ella. Son amores diferentes.[/b] – aclaró. Pensé que aquél grado de avance en las libertades se debía a un efecto secundario del mal que sufrían. Las mujeres estaban a cargo en Nara, eran las fuertes, las protectoras y las gobernantes. Marchaban juntas a luchar con monstruos que podían acabar con sus vidas así que no era de extrañar que surgieran sentimientos entre ellas.
– [Cole]¿Qué pasó?[/Cole] – pregunté. No quería entrometerme, pero tampoco que pareciese que no me importaba su historia.
– [b]Era la líder de ‘Las Nueve’ hasta que empezaron a llevarse a los niños.[/b] – dijo, sin apartar la mirada del templo. – [b]Entonces dejó la espada por el mundo de los espíritus para buscar una explicación. Una forma de devolvérnoslos.[/b] – añadió. Así que se había convertido en una de las monjas guerreras, pero eso no explicaba que no estuvieran juntas, por lo que había visto también tenían vidas y familias.
– [Cole]¿Solo eso?[/Cole]
– [b]Lo convirtió en su vida. Verás, Qiu había sido bendecida por los espíritus, si ella preguntaba, nadie podía mentirle. Pero después de la ‘Noche de los Caídos’ hizo un voto de silencio.[/b] – se notaba la pena en su voz, nunca la había visto tan vulnerable. – [b]Se apartó de todo. Solo la ven los discípulos a los que entrena. [/b] – añadió.
– [Cole]Lo siento.[/Cole]
Ella negó con la cabeza. – [b]Ya es pasado.[/b] – me miró fijamente, tenía unos ojos oscuros muy bonitos. – [b]Pero es parte de mí. Lo bueno, lo malo. Soy quien soy, no otra.[/b] – añadió. Entendí su lección, tenía que aceptar quién era, me gustase o no, tenía que aprender a quererlo. Mi orientación sexual, mi parte demonio, todo.
– [Cole]¿Por qué crees que hizo el voto?[/Cole] – pregunté al cabo de un rato.
– [b]Dicen que reserva su bendición para una gran pregunta. La verás caminando por la aldea, observando los alrededores, a los espíritus, a sus alumnos. Todo. Dicen que está esperando encontrar la pregunta correcta y la persona correcta, para resolverlo todo.[/b] – sus palabras se envolvían con su entonación en un halo de misticismo que parecía irreal. – [b]Yo digo que se castiga. Sus discípulos vivían con ella desde pequeño, eran parte de su vida. Así que cuando empezaron a llevárselos, perdió muchos hijos.[/b] – la imagen mental de su sufrimiento me golpeó con fuerza.
Guardamos silencio. Esa noche, hablando con los demás, Noah me dijo que la Qiu Lanying que la maestra había mencionado era nuestra Daë, su poder para hacer que todo el mundo le dijera la verdad le habían confirmado las dudas que tenía respecto a su nombre.
A la mañana siguiente, mientras Bowie y yo entrenábamos con la maestra Gozen como era habitual, una guerrera entró en la sala. Parecía que había llegado corriendo.
– [b][i]Maestra Gozen, la Maestra Masako ha mandado llamar a ‘Las Nueve’.[/i][/b] – dijo con dificultad. Había debido venir desde lejos y muy rápido para que a alguien entrenado le costase respirar así.
– [b]¿Qué ha pasado?[/b] – preguntó la maestra Gozen.
– [b][i]La Maestra Lanying está allí, ha pedido reunir a todos. Dicen que ya ha hecho la pregunta.[/i][/b]
La maestra asintió y la samurai se marchó, probablemente a avisar al resto de ‘Las Nueve’.
– [b]Anoche Qiu Lanying me visitó en sueños. Me decía que me preparase para luchar.[/b] – explicó mientras se dirigía al estante de armas, no al de entrenamiento, si no al suyo propio, donde guardaba las que usaba en la guerra contra los oni. – [b]Cole, Bowie. Os falta mucho camino, pero también habéis aprendido mucho hasta ahora. Necesitaré vuestra ayuda y las de vuestros amigos.[/b] – dijo, volviendo con unas cuantas armas. – [b]Tomad estas armas que os he preparado y reuníos conmigo en el Gran Templo.[/b] – nos pidió.
Dejó las armas delante de nosotros: dos tessen, un nodachi, una tachi, dos wakizashi y una yari. Después se colocó sus dos katanas al cinto antes de marcharse.
Miré a Bowie y sin pensar demasiado cogimos las armas para ir a buscar a los demás. Poco nos imaginábamos en aquél momento que aquella paz se había acabado y estábamos a punto de luchar por nuestras vidas y el destino del universo.