Moondale

Etiqueta: Aislinn Galllagher – ‘Reina Negra’

  • LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA

    Edward MacLay – Bosque de los Lobos

     

    El aullido de un licantropo seguido del de una manada, posiblemente la de Canton, amortiguo por unos segundos todos los demás sonidos tras esto volvió el completo caos. La guerra era tal y como te la mostraban en lo libros de historia, cruel, pero cundo le sumas poderes a la ecuación todo era mucho mas horrible.

    Antes de la batalla pusimos a toda la gente que encontramos por las calles en refugios improvisados en la Universidad y la Nave. Era gente que salia de trabajar, estudiar o que no quisieron creer en lo que vieron en el discurso de Mia, a la gente le costaba quitarse la venda de los ojos. Sin embargo el mensaje llego a más gente de la que pensaba, Moondale parecía un pueblo fantasma que se había quedado sin habitantes, pero dentro de todas esas casas la gente permanecía expectante a oscuras a que todo terminara.

    Nunca había sido un guerrero y posiblemente nunca lo seria, pero no podía quedarme sentado a oscuras sin hacer nada mientras el resto ponía sus vidas en peligro. Por un lado el bando de Z, por otro el bando del general Preston y nosotros en medio con un reducido grupo de voluntarios dispuestos a ayudarnos a evitar bajas inocentes, algo que habíamos conseguido de momento pero que no valdría de nada si no conseguíamos detener a ambos grupos.

    Era sencillo localizar a alguien del grupo por si necesitaba alguna ayuda, todos íbamos a  juego con los trajes que nos había confeccionado Lucy, pero había alguien que reconocí que no iba como el resto. Llevaba el pelo rubio alborotado y su ropa estaba raída por el paso del tiempo.

    -[Ed] ¿Ez…ra?.-[/Ed] Lo primero que hice fue buscar a la reina negra por si se trataba de alguna de sus artimañas, pero estaba ocupada enfrentándose a Diana. Mire a mi alrededor por si se trataba de alguien más pero como si de mi misma vida se tratara nadie me prestaba atención.

    -[Ezra] ¿Padre?.-[/Ezra] Resultaba raro que me llamara padre cuando prácticamente teníamos mas o menos la misma edad. Su expresión era la misma que debía de tener yo en ese momento, de pura confusión, aun así acelero el paso hasta donde me encontraba e intento abrazarme pero paso  a través de mi.

    – [Ed] ¿Como…?.-[/Ed] Habitual en mi fui incapaz de encontrar las palabras. Ezra miraba extrañado sus manos intentando encontrar alguna respuesta y yo buscaba alguna que lo consolara.

    – [Ezra]No lo se.-[/Ezra] Negó con la cabeza y observo a su alrededor, por un instante había olvidado donde me encontraba – [Ezra]¿Que esta pasando? ¿Veronica?.[/Ezra]

    -[Ed]No.-[/Ed] Podía ver su rabia e impotencia al no poder hacer nada. Su mundo lo había moldeado en alguien fuerte para sobrevivir, en un autentico guerrero, no se parecía en nada a mi, pero tenía los ojos y el pelo de su madre, Lucy. -[Ed]No, no es ella. Es la batalla que puede cambiarlo todo. ¿Donde…?.[/Ed]

    [Ezra]-…estoy.-[/Ezra] Era como si conociera mi incapacidad de finalizar una frase completa y lo hacia por mi. Volvió a negar. -[Ezra]Todo lo que siento es frío y solo veo oscuridad, nada más. [/Ezra]

    [Ed]Aguanta, pronto…-[/Ed] No pude terminar la frase porque Ezra se desvaneció frente a mi dejando a  la vista a la Reina Negra. Su forzada sonrisa me provocaba escalofrios. Se fue acercando poco a poco balanceándose de un lado a otro, disfrutando de cada paso que daba, mientras se pasaba un alfiler por los dedos.

    – [Aislinn]Te maldigo…[/Aislinn]-  Era incapaz de tragar y moverme, la Reina Negra miro a su alrededor como buscando a alguien, se pincho el dedo indice y dejo caer una gota de sangre sobre el humedecido suelo.  – [Aislinn]hasta que con tu hijo tu camino cruces[/Aislinn].

    La Reina Negra volvió a sonreír de manera forzada, una bola de fuego paso cerca de ella, Diana había vuelto a entrar en acción, quería ir a ayudarla pero me quede inmóvil pensando en lo que acababa de decir. No tenía ni idea de con que me había maldecido y la única manera de romper el hechizo era encontrar a mi hijo del cual desconocía su paradero.

    – [Nicholas]¡Cuidado!.-[/Nicholas] Alguien me empujo y salí rodando por el suelo.  La cabeza me daba vueltas y apenas era capaz de enfocar la vista. La tierra caía del cielo junto a la ceniza de los arboles. Me arrastre por el suelo acercándome hasta donde había estado hace un momento, donde había tenido lugar la explosión.

    Encontré a Nicholas tirado en el suelo, me arrastre un poco más y me arrodille junto a él. Tenía quemaduras por todo el torso y el cuello. No tenía conocimiento de medicina y no encontré a Daniel por ningún lado para que me ayudara, lo único que podía hacer era quedarme a su lado hasta el final. Agarre su mano y la otra la pose en su frente, temblaba e intentaba hablar, negué con la cabeza para que no lo hiciera. El temblor fue cesando y su mirada quedo fija en el cielo, aparte su gafas para cerrarle los ojos. Apenas conocía a Nicholas, solo sabía que en el futuro casi había matado  mi hijo y ahora me había salvado la vida. Era otra muerte más en la que cargar en mi conciencia, nunca no podía salvar a nadie.

    [Diana]Ed, ¿crees que es el momento de ponerse a hacer un post instrospectivo?[/Diana]- Escuche a Diana gritar.- [Diana]Ahora toca patear culos[/Diana].

    Hice caso a Diana, me reincorpore e invoque el totem de sangre para que sacara a relucir toda su cólera dispuesto a evitar más bajas. Pero la realidad es que perdimos a mucha más gente aquella noche, y yo perdí algo que tarde mucho tiempo en descubrir que era.

  • CONDENADOS

    Noah Arkkan | Edificio Lenora, azotea

    La supervelocidad en el mundo real no es tan sencilla como puede parecerlo en la imaginación de un consumidor habitual de ficción. Sí, está la capacidad de llegar en un instante a cualquier parte o de hacer cualquier cosa increíblemente rápido. Pero esa capacidad no deja de estar limitada por nuestra propia condición, humana o sobrenatural. Así, pese a poder virtualmente detener todo lo que estaba ocurriendo a la velocidad del rayo, mi mente iba a ser incapaz de focalizarse a la vez en todo lo que pasaba, teniendo que concentrarme en un problema de cada vez y para cuando terminase, habría ocurrido algo que no habría podido evitar.

    En una guerra como la que estaba ocurriendo, eso se elevaba a la enésima potencia. En la batalla de los balcones inferiores me había asegurado de ir mermando a los peones, enfrentándome a las infinitas copias de ‘Carbon Copy‘ hasta que terminé con él. Pero para entonces el tío Christopher ya había muerto y no había podido hacer nada por él.

    Aun así, pese a la pérdida, seguimos luchando, porque no nos quedaba más remedio. La azotea se había convertido en una verdadera batalla campal y no nos iba nada bien para cuando nos reunimos todos en ella. Dominic y Owen lideraban la lucha contra, pero el tío Vincent y la tía Mara habían muerto y se habían unido a Kuruk como grotescas marionetas controladas mediante la magia de sangre de la Reina Negra.

    Mis padres peleaban juntos contra un cadáver animado con una corona y adornos dorados fundidos en su negra carne, junto a él, la chica del toque mortal, ‘Death’s Bride’, caminaba hacia ellos intentando acabar con su resistencia con un solo toque.

    Corrí en su dirección y aferré a la chica por la chaqueta con mucho cuidado de no tocar su piel. Sin detenerme a pensar, la lancé fuera de la azotea con la velocidad que llevaba en ese momento. Me dije a mí mismo que no podía hacer otra cosa pero el tiempo fue literalmente una eternidad mientras la veía caer al vacío.

    Cuando volví la vista hacia la azotea, el caos reinaba en todas partes y era casi imposible saber qué hacer. Una ángel cayó del cielo y se estrelló, inerte, en mitad del campo. A su caída le siguió un destello de luz que hizo explotar una sección de la azotea, que se derrumbó llevándose a varios defensores de Z, incluidos dos miembros de ‘Gambit’, junto a algunos de los nuestros que luchaban contra ellos. Vi a la figura en llamas en el cielo, atacando indiscriminadamente hasta que ‘Joker’ le derribó.

    La muerte de Logan era toda una victoria para ellos, por eso fui incapaz de entender lo que vi a continuación. Una flecha cruzó rápidamente el cielo y se clavó en la espalda de ‘Joker’. Ella se giró para ver quién la estaba disparando, solo para descubrir a ‘Elsass Malephar’, un miembro de ‘Gambit’, de los suyos. No tuvo tiempo a reaccionar antes de que el resto de flechas que Elsass ya había lanzado la abatieran hasta caer muerta.

    Pero esa no fue la única traición, el Rey Negro iba directo hacia el propio Z tomando la forma de una muchacha delgada y rubia que parecía atormentar al Director del Consejo. El Rey Blanco corrió en su ayuda, pero su resistente piel se abría en cientos de miles de cortes hasta que, cubierto de sangre, no pudo dar un paso más y cayó-. Revisé el campo a toda velocidad y vi que la Reina Negra era la culpable, utilizando la sangre de la propia Reina Blanca, que yacía tendida en el suelo, junto a ella y a ‘Offspring’, la Alfil Negra que daba vida a monstruos y que acababa de matar a la Reina Blanca con uno de ellos.

    Por todas partes era igual, el bando negro luchaba contra los suyos y contra los nuestros, aprovechando que nos estábamos enfrentando entre nosotros para acabar con tantos como pudieran. Era una masacre.

    Crucé a toda velocidad la azotea y derribé a un peon que estaba a punto de matar a Lexa y a Niall. Juntos luchamos por mantener la posición mientras Xander, Daniel, Elle y Jane venían hacia nosotros comunicándose con el resto para reagruparnos y fortificarnos en el interior de la azotea, ante el caos que estaba acabando con nosotros.

    Traté de ayudar a todos los que pude, pero desgraciadamente no conseguimos llegar todos y muchos se quedaron en el exterior, aún luchando en la cruenta guerra.

    Dentro, las cosas no eran mucho más fáciles, nos enfrentábamos también a la gente de Z, aunque ahora no parecían obedecerle a él, porque no le defendían mientras el Rey Negro le atacaba y acosaba, tan cerca de nosotros que incluso podíamos oírle. El bando negro estaba tomando el control.

    – [Z]¿Después de todo este tiempo?[/Z] – le preguntaba Z, retrocediendo ante el espanto de la muchacha de cabellos rubios que ahora mostraba un cuerpo putrefacto del que podían verse surgir los gusanos.

    – [BlackMask]Siempre.[/BlackMask] – sentenció el espanto, una visión de los miedos de Z tras la que se ocultaba el poderoso Rey Negro. – [BlackMask]Ha sido duro, no lo creas, aguantar tantas estupideces, disimular tanto.[/BlackMask] – su avance se había detenido y Z y él estaban frente a frente. – [BlackMask]Habría matado por poder llevarme la cara de Abel.[/BlackMask]  – añadió. Los ojos de Z se perfilaron en una mueca de odio. – [BlackMask]Pero la gracia del trato era que no sospecharas de mí ni de Aislinn.[/BlackMask] – replicó.

    Z gritó de pura rabia y tomó el aspecto de un musculoso demonio de piel blanca. Golpeó al Rey Negro pero éste empezó a adaptarse tomando la forma de un nazi de alto rango y después la de un demonio que no reconocí.

    – [Z]Todo este tiempo, ocultos, esperando tomar el poder, ¿por qué? Ofrecí una utopía, un mundo perfecto.[/Z] – se preguntaba, más a sí mismo que al propio Rey Negro. Z intentaba hacerse a la idea del error que había cometido.

    – [BlackMask]Porque no queremos un mundo perfecto, queremos un mundo donde tengamos poder, donde el resto no seáis más que fines para un medio. Un mundo donde todos nuestros deseos estén satisfechos, no los de los demás.[/BlackMask] – resumió mostrando los dientes afilados de un monstruo gigantesco en el que se estaba transformando. Golpeó a Z con todas sus fuerzas y le partió el cuello con un chasquido, pero él se levantó y su cuello se reajustó, evolucionando.

    – [Z]La evolución obliga a superar los miedos, Edgar.[/Z] – dijo mientras intentaba mantener el aguante contra los cambios del Rey Negro.

    – [BlackMask]El miedo nunca se supera, solo cambia.[/BlackMask] – sentenció el Rey Negro, hundiendo a Z en el suelo con un poderoso golpe mientras tomaba brevemente una forma desagradable y retorcida, el verdadero aspecto del hombre del saco.

    Se acercó lentamente a Z, sonriendo, hasta que una voz le detuvo. – [Beatrix]¿Y a qué le tienes miedo tú?[/Beatrix]- preguntó la voz. El Rey Negro se giró y allí estaba mi tía Sarah, o al menos su cuerpo, porque la que llevaba las riendas y le observaba con una sádica sonrisa era Beatrix, la mujer de Z, la causa de lo que mi tío y mis primos habían perdido. Vi a Elle mirarla con ojos esperanzados, el propio Xander casi estuvo a punto de recibir un golpe con una espada que detuve antes de que le diese. Y mi tío…mi tío estaba destrozado al verla.

    Intentó luchar y abrirse paso hasta ella al ver la sonrisa pérfida que el Rey Negro le dirigía. – [Z]¡Beatrix, no! ¡Aléjate de él![/Z] – gritó Z. Por un instante, mi tío y Z compartieron un mismo deseo.

    Y su deseo se cumplió. El Rey Negro caminó hacia ella tomando la forma humana de un hombre mayor, fuerte, cubierto de cicatrices y vestido con ropa militar. Sonrió con suficiencia diciéndole algo que no llegué a escuchar. Entonces El Rey Negro se detuvo como si le hubiese retenido una fuerza invisible. Beatrix caminó hacia él ante la mirada de todos y colocó una mano en su rostro. El Rey Negro empezó a gritar de dolor, cambiando de formas rápidamente hasta que la figura retorcida cayó al suelo, muerta. Beatrix había acabado con el Rey Negro.

    – [Z]¿Qué…?[/Z] – preguntó Z, mirándola fijamente.

    – [Daniel]Tú no eres Sarah.[/Daniel] – gritó el tío Daniel. Me fijé en él y vi odio y dolor mezclados, una peligrosa combinación, especialmente en él.

    – [Beatrix]No[/Beatrix].- replicó ella con la voz de mi tía Sarah, sonriendo.- [Beatrix]Me sorprende que te hayas dado cuenta[/Beatrix]. – por un instante volvió a parecer el cadáver de la mujer rubia, la verdadera Beatrix, reflejando el miedo de Z. Había absorbido el poder del Rey Negro después de matarlo. Mi tía Sarah no tenía ese poder, solo conocía una persona que sí. Miré a mi alrededor, buscándola, y encontré que Xander hacía lo mismo.

    – [Z]¿Qué está pasando, Beatrix? ¿Cómo has matado al Rey Negro?[/Z] – preguntó Z, desconcertado. La oposición que habíamos encontrado empezó a desbandarse, sin saber a quién defender, por quién luchar. Así que nos abrimos paso.

    – [Daniel]Tampoco es Beatrix, siento desilusionarte.[/Daniel] – intervino Daniel, sin desviar la vista de ella. Jane acababa de hacerse visible al lado de Xander, y los dos se miraban tan desconcertados como el resto.

    – [Z]¿Quién demonios eres?[/Z] – preguntó Z poniéndose en pie, aún con su apariencia de demonio, que le hacía parecer aún más enfadado. Cargó hacia ella y la aferró por el cuello alzándola con su enorme fuerza. Ella ni se inmutó, sonrió con suficiencia y vio cómo Z se doblaba de dolor. Cuando se apartó de ella, no se lo permitió, prolongando el contacto.

    – [Beatrix]La que acaba con tu vida[/Beatrix].- replicó con una sonrisa. Unos segundos después, Z había muerto.

    – [Daniel]Marchaos…rápido.[/Daniel] – escuché gritar a Daniel. Sabía algo que nosotros no, y a juzgar por la cara de Diana, Dominic y mis padres, ellos también. Nos quedamos congelados, aunque algunos si hicieron caso y se marcharon. Daniel corrió junto a los demás para enfrentarse a nuestra nueva enemiga. – [Daniel]¿Qué has hecho con Sarah?[/Daniel] – le preguntó, golpeándola con su espada. El corte no le hizo nada, su nuevo poder absorbido de Z le garantizaba inmunidad.

    – [Beatrix]¿De verdad quieres saberlo?[/Beatrix]- preguntó ella con frialdad. Empezó a mostrar una enorme amalgama de poderes que superó rápidamente a todos sin apenas dejarnos tiempo a responder. Amy corrió hacia el combate pero se encontró con un muro levantado por la propia Diana que les rodeaba, no nos dejaban ayudarles y ella les superaba con creces.

    Dominic se acercó a ella lo suficiente, a punto de clavarla en una tubería de acero, pero dudó y ese instante de duda fue su muerte. Mis padres fueron los siguientes, cayeron al suelo como si una fuerza invisible les hubiera ahogado.

    Diana y Daniel intentaron aguantar, pero no pudieron. Con la muerte de Diana, el muro que les separaba de nosotros y nos impedía entrar cayó. Corrimos hacia ellos, pero para entonces ya tenía a Daniel aferrado.

    – [Beatrix]Siempre he querido más a Siegfried[/Beatrix].- le dijo, aún esbozando la cara de Sarah mientras le daba un mortal beso. Cuando mi tío cayó, muerto, nuestra enemiga abandonó el aspecto de Sarah y se mostró con su verdadera forma, la de Jane.

    – [Xander]Jane….[/Xander] – dijo Xander, entrecortadamente. Jane estaba a su lado, tan asombrada como él. Ante ellos había una copia exacta de Jane, con sus mismos poderes pero la excepción de que Jane solo había matado dos veces para conseguir poderes, una por error y otra en defensa propia contra ‘The Hand’. Nuestra enemiga sin embargo tenía decenas de poderes.

    – [Veronica]No soy Jane, soy Omega[/Veronica].- replicó con una sonrisa.

    Ese nombre hizo sonar algo en mi mente. Accedí con rapidez a la memoria genética de mis antepasados y lo encontré, entre los recuerdos de mi padre. Un futuro en el que la Iniciativa había impuesto su control sobre los sobrenaturales usando a los propios sobrenaturales como perros de presa. Una de ellos destacaba, Verónica Preston, la hija de Dominic y Rebecca, criada para matar y ganar poder, siempre sirviendo a la Iniciativa liderada por su abuelo, hasta que decidió dejar de hacerlo y se envió a sí misma al pasado. Y allí estaba, la misma, pero ahora en nuestro futuro, reduciendo nuestras esperanzas a cenizas.

    – [Veronica]¿Listos para morir?[/Veronica] – preguntó jugueteando con la luz que le permitía crear su nuevo poder. Corrí hacia ella, pero de pronto el mundo entero se volvió muy lento. Omega sonreía, acababa de anular mi poder y el del resto. Ése era el poder de mi tía Sarah. Estábamos condenados.

     

  • CICATRICES EN EL ALMA

    XANDER ECHOLLS | EDIFICIO LENORA

    La depresión, en su estado más puro, es frustración y arrepentimiento. Arrepentimiento por malas decisiones que nosotros u otros han tomado y frustración por no tener el poder para cambiar esas cosas. Quizá mi bisabuelo, capaz de controlar el tiempo, nunca tuvo ni podría haber tenido depresión, porque podía cambiar las cosas. Pero para el resto de los mortales eso no era más que un deseo irrealizable.

    Conocía bien cómo te hacía sentir porque yo mismo la había vivido desde que había visto, impotente e incapaz de hacer nada, como se llevaban a mi madre, no una, sino dos veces.

    La primera vez era demasiado pequeño para ser perfectamente consciente, pero una imagen se quedó grabada en mi mente, marcada a fuego para siempre. Era una imagen tenue, lógicamente, pero intensa. No contenía detalles, como el lugar o quienes estaban presentes. Solo recordaba a mi padre, tirado en el suelo, sangrando y a mi madre, inconsciente, arrastrada por un grupo de protegidos. Había una mujer con el pelo rojo como la sangre que me miraba divertida mientras jugaba con un alfiler.

    Quizá originalmente no recordaba todo eso, pero el tiempo y los conocimientos de los demás me permitieron darle más color a esa imagen, saber quién era esa mujer, la Reina Negra, una hechicera experta en magia de sangre.

    La segunda vez fui más consciente y sentí la impotencia de no poder hacer nada, no solo por no tener la fuerza suficiente para plantarles cara, si no por tener que esconderme y proteger a mi hermana.

    Esos hechos me marcaron, me dieron la personalidad que tenía hoy en día y los traumas que acarreo. El miedo a volver a sentir esa pérdida fue lo que permitió que decidiese alejar a Jane de todo esto sin su consentimiento, tratándola como a una chica indefensa sin capacidad para decidir por sí misma cuando sabía perfectamente que era mucho más poderosa que yo o que cualquiera de los presentes, salvo quizá mi hermana. Había intentado sobreproteger a ambas cuando eran más capaces que yo para hacerlo.

    Si pudiera volver atrás, seguramente repetiría lo mismo que había hecho, porque seguía teniendo el mismo miedo y habría cometido el mismo error. Sería ridículo decir que no temía morir allí, por supuesto que lo hacía, o que cualquiera de los demás tuviese un fatal desenlace. Mi mayor anhelo era que todos pudiésemos volver sanos y salvos, pero sabía que no sería así. Habría bajas, todos habíamos tenido que asimilar el riesgo cuando decidimos hacerlo. Lo que pasaba es que había bajas que sabía que no sería capaz de sobrellevar. La de Jane, la de nuestro pequeño nonato y la de Elle eran tres de ellas.

    El campo de batalla no atenuaba mis miedos. Estábamos aún a una terraza del ático donde el grupo de Owen y su padre luchaba contra los protectores más cercanos a Z. Tras la muerte de ‘Wall‘ a manos de mi padre, la balanza de inclinó de nuestro lado, pero no duró demasiado.

    Poco después se unieron varios protegidos y el propio campo de batalla se volvió contra nosotros. Las terrazas del edificio estaban diseñadas para incorporar la propia naturaleza al entorno urbano, manteniendo el ecosistema y tratando de recuperar parte del daño que había hecho el ser humano. Dos de las protegidas que aparecieron eran Leaf y Briar. Juntas, hicieron que la naturaleza cubriera completamente el terreno, entorpeciendo nuestros pasos, cegándonos, reteniéndonos en pleno combate y atacándonos desde todas direcciones.

    En mis manos, Ocaso segaba las ramas de los árboles con facilidad antes de que me golpearan, pero mi concentración tenía que ser completa para evitar también los ataques de los peones. Sentía en la espada la fuerza de su espada hermana Albor, que acababa con sus enemigos como si la que la empuñaba no fuera mi alegre hermana Elle sino una persona completamente diferente, despojada de su alegría e inocencia, una versión guerrera y despiadada de sí misma.

    Sabía que el miedo a perder a Jane y Elle ante la muerte era más complejo que el mero hecho de verlas morir. Estar cerca de la muerte siempre nos afecta, de una forma u otra. Morir es el final del camino, al menos que yo sepa. Pero dar muerte a otro es el principio de un camino de espinas que te cambiará para siempre. No solo temía que muriesen, temía que cuando terminase todo, si seguíamos vivos, hubiesen dejado de ser las mismas.

    Elle era inocente y alegre, toda su vida nos habíamos esforzado por aislarla de la violencia, ayudarla a rechazar esa oscuridad latente en su interior. Y Jane siempre había sido una pacifista, desdeñando desde el principio este ataque y la naturaleza de su propio poder. Por desgracia, vivíamos en un mundo donde la paz no era posible. No con lo que habían hecho. Ni con lo que seguían haciendo.

    Continuamos luchando, esperando derribar a Leaf y Briar para recuperar la ventaja. Mi moral se vino abajo cuando Ted murió atravesado por una rama. Durante los minutos que tardase en recuperarse, cualquiera de los nuestros podía caer. Y así fue.

    Diana acababa de derribar a cuatro peones con una llamarada y no vio las hiedras rodearla. Para cuando lo hizo, ya era tarde. Las hiedras arrastraron a su presa ante los gritos de los nuestros, que vieron impasible cómo cubrían el cuerpo hasta enterrarlo y asfixiarlo. Diana no pudo hacer nada, su fuego quemaba las hiedras pero otras ocupaban su lugar, hasta que el cuerpo de Christopher dejó de moverse, mientras Diana gritaba de rabia preguntándose por qué tenía que haberse interpuesto para que no la cogieran a ella.

    La rabia de Diana arrasó todo lo que había frente a ella, hasta convertir a Leaf en un montón de cenizas y quemar viva a Briar, que se lanzó por la terraza, desconcertada, intentando apagarse.

    Los esfuerzos de nuestros enemigos se centraron en mi tía, lanzando contra ella todas sus fuerzas. Corrimos a defenderla, pero se interponían en nuestro camino. Ella acabó con los peones uno tras otro.

    – [Xander]¡Detrás![/Xander] – grité al percibir un destello a su espalda. ‘The Hand‘ abandonó su invisibilidad para asestar una puñalada por la espalda a Diana sin que esta tuviera tiempo a detenerle. Pensé que también la habíamos perdido, pero Jane la salvó.

    En cuanto la mano desnuda de Jane tocó la piel de ‘The Hand‘, este se vino abajo, retorcido por el dolor, mientras Jane absorbía poco a poco su poder. Me quedé parado, sin saber que hacer, pensando que iba a matarle, que la Jane que conocía iba a cambiar. Pero ella lo soltó, ya inconsciente, pero respirando. Después Jane desapareció usando la invisibilidad que acababa de tomar prestada.

    Con el aluvión de la rabia de Diana y Jane dejando inconscientes a los más fuertes, nos abrimos paso hasta el puente de hielo que Idris acababa de construir. Avancé en la vanguardia mientras otros cubrían nuestro paso.

    Cuando llegué al ático me detuve. La lucha era atroz. Un despliegue de poderes por ambos bandos que iba en detrimento del nuestro. Tuvimos que esquivar los cuerpos para unirnos a un combate atroz. La Reina Negra estaba allí, con una pila de cuerpos ensangrentados bailando a sus órdenes como marionetas. Reconocí entre ellos a Kuruk, a Vincent y a Mara. Habíamos entrado al Reino de la Muerte y nos enfrentábamos a dioses inmortales.

    Al fondo de ese paraje desolador, lejos de donde nos encontrábamos, el Rey Negro estaba en pie frente a Z. Su forma cambió para reflejar a una mujer joven, rubia y delgada ante la que Z tembló. Aaron acudía en su ayuda, pero todo su cuerpo empezó a rasgarse dejando salir la sangre. Se giró, conociendo a la responsable y se lanzó contra ella con todas sus fuerzas, pero fue incapaz de soportar tantas heridas y sus ojos, anhegados en sangre, se apagaron. En el Reino de la Muerte, los dioses ya no eran inmortales y la oscuridad iba ganando la partida.

  • VIVE LA REVOLUTION

    Diarios de Destino | Edificio Lenora

    La azotea del Edificio Lenora bullía vida. Los trajes y vestidos de gala adornaban una majestuosa sala como pinceladas de una obra maestra en movimiento, danzando al son que tocaba una orquesta de un solo hombre, que no necesitaba de instrumentos para crear su arte.

    La flor y nata de la sociedad de Zeon estaba reunida allí ese día para celebrar, pese a todo lo que se gestaba a su alrededor, la victoria de sus principios hacía ya veinticinco años.

    Ese día era el único en el que el Consejo se reunía en un mismo punto para algo que no fuese tratar asuntos de estado. Todos estaban allí. ‘Petra‘, acompañada por ‘Bagheera‘; el Rey y la Reina blancos, casados desde hacía unos años; la Reina Gris acompañada de ‘Briar‘; el Rey Gris iba junto a ‘Death Jr.’, que ya distaba mucho de ser una pequeña «inocente»; el Rey y la Reina negros iban solos y no se mezclaban demasiado con el resto, excepto entre ellos o con otros miembros del bando negro en veladas conversaciones; ‘Faust‘ caminaba junto a una mujer rubia, de piel pálida como la nieve, su resucitada difunta esposa; ‘Vira‘ conversaba con ‘Shinken‘; ‘Surt‘ hablaba con su mujer en nórdico antiguo; los Malephar dialogaban en ese momento con el Rey Negro; la enigmática Joker, intercambiaba conversaciones con varias personas, conversaciones en las que seguramente no dejaba saber nada de su desconocido pasado antes de que se convirtiese en la heroína que les salvó de Valcranneo Logoon y consiguió así que muchos detractores del régimen lo apoyasen de pronto, consiguiendo un puesto de honor en el Consejo pese a no haber sido una miembro original de Gambit. Por último, el líder del Consejo, Z, ataviado con un traje de un blanco cegador, caminaba junto a su esposa, Beatrix, que ese día llevaba a Sarah Echolls enfundada en un vestido negro.

    La fiesta transcurría con normalidad y frenesí, con el Consejo mezclándose con las más altas esferas de Zeon mientras todo el evento se retransmitía al pueblo, absorto también en las celebraciones.

    Todo era normal, hasta que dejó de serlo. Z lo presentía, tenía una extraña sensación en el cuerpo que le hacía sentir que se avecinaba algo importante, y no se equivocaba. Minutos antes del discurso oficial, las luces empezaron a tintinear y se escuchó el eco de una alarma persistente. Uno de los ‘mentes‘ le comunicó telepáticamente que la seguridad de todo el edificio Lenora se había visto comprometida y que los ‘magis‘ estaban detectando apariciones inesperadas por todo el edificio.

    Iniciaron un protocolo de evacuación, pero Z sabía que eso solo podría resolverse cara a cara. No dudaba del origen del ataque, ni necesitó un Omnilens para reconocer al hijo de Dominic aterrizando en una de las terrazas cubierto en llamas junto a su padre, que llevaba con él a varios miembros de aquél grupo al que llamaron ‘Satellites‘.

    Varias puertas se abrieron y ‘Moondies‘, sus hijos, ‘Satellites‘ y enemigos del gobierno empezaron a entrar. Z buscó con la mirada al resto de miembros del Consejo, que se prepararon para luchar junto a las fuerzas de seguridad. La mano de Siegfried, que había estado en cientos de batallas, tembló mientras aferraba la de su alma, Beatrix. Ella se limitó a sonreír.

  • NO TODO ES BLANCO O NEGRO

    Diarios de Destino | Palacio Kvinneby

    TARDE

    palaciokvinneby

    La puerta del despacho del Director vibró bajo la fuerza del puño que estaba llamando para pasar. Sentado tras el escritorio, Z depositó el retrato de su fallecida esposa en un cajón y se puso en pie.

    – [Z]Adelante.[/Z] – dijo para dejar paso a quien estaba al otro lado de la puerta, aunque no había duda de quién era, porque él mismo le había mandado llamar. La situación lo exigía.

    La manilla de la puerta giró y Aaron atravesó el umbral de la puerta, cerrándola tras de sí y cruzando la estancia con el ceño fruncido, sin mediar palabra. El Director sabía que tendría que enfrentarse a un Aaron así cuando le mandó llamar, y no le faltaba razón.

    – [Aaron]Me imagino que esto tiene algo que ver con lo que está pasando abajo.[/Aaron] – dijo el Rey Blanco deteniéndose frente al escritorio. Z no pudo evitar pensar en su fallecido amigo y consejero, Abel, y en cómo habría bordeado el escritorio y se habría situado a su lado, observando el horizonte a través de la ventana mientras le aconsejaba.

    Hacía una hora que el equipo que había enviado para «recuperar» a Sarah había vuelto, magullado y vencido por un desafortunado giro de los acontecimientos. El temperamento de aquellos que había enviado del bando negro había estallado de ira cuando les negó la oportunidad de volver a enfrentarse a ellos. Z sabía que estaban demasiado resentidos como para no esperar unas grandes bajas, y aunque había marcado al amigo de la Cazadora como prescindible, no quería ser cómplice del genocidio de todos los Moondies, como se llamaban a sí mismos.

    Como consecuencia, casi todo el Palacio se había enterado de que el Director había enviado en secreto a un grupo formado casi en exclusiva por el bando negro contra la Cazadora y los suyos.

    – [Z]Sí.[/Z] – afirmé. Decidí explicarle la verdad a Aaron para asegurarme de que no hubiese disensiones entre nosotros antes de conseguir nuestra utopía. Aunque eso no significaba que no tuviese que adornar un poco esa verdad. No le costó trabajo justificarse, sabía que nadie entendería el dolor y el ansia de recuperar a su amada.  – [Z]Fortuna me dio una visión.[/Z] – empezó a decir. Esa parte era cierta, la joven potenciada con la capacidad de infundir visiones del futuro en otros, se había convertido en un recurso continuo del Director. La última de sus visiones le había mostrado a Beatrix siendo extraída de Sarah a manos de ese amigo suyo. No podía confiarles a ellos algo tan importante. – [Z]Sarah fue a la Iniciativa para recuperar un artefacto que en teoría podía ayudarme a recuperar a mi esposa.[/Z] – continuó explicando, yendo un poco más atrás, a algo de lo que Aaron no sabía nada. Lo único que sabía de aquella partida era que su misión era minar las fuerzas de la Iniciativa, y que había salido mal. Pero el objetivo real era recuperar el artefacto de las Cazadoras. Aunque al final no fue necesario. La mirada de Aaron estaba fija en él, sentía su ira contenida.  – [Z]He descubierto que lo que pasó fue que su espíritu entró en Sarah al tocar el artefacto.[/Z] – añadió. Tras los informes de la misión pensó que todo había salido mal, que el artefacto no había funcionado, pero Mental y Faust descubrieron la verdad.

    – [Aaron]¿Por eso la tenías aquí?[/Aaron] – preguntó Aaron, molesto. Sentía el juicio de los miles de años a sus espaldas cayendo sobre él, pero Z también llevaba suficiente tiempo en la Tierra para tener su propia perspectiva. Aaron no sabía nada del mundo, se había ido a dormir plácidamente hasta que él le despertó.

    – [Z]Déjame terminar Aaron. Después prometo escucharte.[/Z] – aseguró. No le gustaban las lecciones, pero estaba dispuesto a ceder a ellas por mantener la unidad de los suyos, y por recuperar a Beatrix. – [Z]Al saberlo, me dejé llevar por las emociones y envié un equipo para traer a Sarah y extraerle el espiritu. Por la seguridad de ambas.[/Z] – puntualicé. Cierto era que no me fiaba de las habilidades del hechicero para extraer a salvo a Beatrix, pero estaba seguro de que no haría ningún daño a su amiga.

    – [Aaron]¿Un equipo formado por el bando negro…y un par de grises?[/Aaron] – preguntó apretando los puños, haciendo que la poderosa musculatura de sus brazos se marcase contra una camiseta que apenas le contenía. – [Aaron]¿En qué demonios estabas pensando Z?[/Aaron] – bramó, aun así, contenido.

    – [Z]Tienes razón. Les envié a ellos y a Lloyd para vigilarles, porque no quería preguntas, solo quería recuperar a mi esposa. Y me dejé llevar.[/Z] – respondió con total sinceridad. No había mucho que adornar en eso, y las pequeñas mentiras siempre son más fáciles cuando entregas parte de la cruda verdad junto a ellas.

    – [Aaron]¿Máscara Negra, Leprechaun, Elsass? No me creo que pensases que Lloyd podría controlarles.[/Aaron] – replicó él. Todos se conocían demasiado bien ya. A Máscara Negra le habría matado con mis propias manos cuando descubrió a qué dedicaba su tiempo libre, coleccionando rostros de aquellos a los que asesinaba. Pero no podía permitirse perder su poder, al menos hasta conseguir lo que todos buscában. Al menos Máscara Negra era un psicópata homicida y despiadado, pero sabías lo que podías encontrarte con él. Respecto a los otros dos, Elsass apoyaría la causa porque le interesaba la posición que le ofrecía. Y la Reina no se atrevería a llevarle la contraria porque recordaba cómo y dónde la había encontrado y apreciaba ese hogar más que ninguno de ellos.

    – [Z]He cometido un error. Abel era mi perspectiva en un mundo al que a veces me cuesta creer que todavía pertenezco.[/Z] – dijo recordando con pesar la pérdida de alguien a quien había considerado de verdad un amigo. Y aun así, no había podido protegerle, al igual que a Beatrix. Todos los que le importaban se iban. Era como si estuviese maldito, como si por cada generación que vivía más allá de la que me correspondía, alguien lo pagase. Abel me daba una perspectiva del mundo con esperanza, algo que había perdido hacía mucho.

    – [Aaron]Eso no te exime.[/Aaron] – sentenció. Aaron era inflexible, una moral de un blanco absoluto. – [Aaron]Creaste los bandos para algo, para equilibrarte en tus decisiones. Pero después eliges uno y otro según te convenga.[/Aaron] – no le faltaba razón. En ese mismo instante lo acababa de hacer, llamándole a él en lugar de incluir a Amaya, porque sabía que ella no creería en él directamente. Pero si era Aaron quien se lo decía, con quien se rumoreaba que compartía cama bastante a menudo, entonces lo entendería. Aaron y él tenían bastantes cosas en común, al igual que con Lloyd, todos habían vivido más allá que cualquier otro.

    – [Z]Lo sé, la utopía que pretendemos no puede conseguirse así. Será diferente a partir de ahora.[/Z] – afirmó, como una propuesta para enterrar el hacha de guerra. Estaba demasiado cerca de conseguirlo todo como para dejarlo escapar por hacerlo irreflexivamente. Si algo le habían enseñado los años era paciencia. Vio a Aaron relajarse un poco. – [Z]Pero tenemos un problema que solucionar antes.[/Z] – le planteó.

    – [Aaron]¿Qué han hecho?[/Aaron] – preguntó con el semblante completamente serio. Tratándose del grupo que había enviado, debía estar imaginando que habían matado a alguien, quizá a todos.

    – [Z]No han sido ellos. Los amigos de Sarah salieron a defenderla.[/Z] – comenzó a explicar, en base a lo que Lloyd le había transmitido. – [Z]Al verse superados, liberaron un poder que no pueden controlar.[/Z] – añadió, sin saberlo, le habían dado una oportunidad perfecta para reunir a los suyos con un objetivo común y alejarse de las dudas que sembraban las intenciones del grupo de Sarah. – [Z]Un demonio puro.[/Z] – dijo finalmente.

    Aaron apretó los puños. Sabía bien qué era un demonio puro. Era el único del Palacio que se había enfrentado a uno y había sobrevivido. Pero ese enfrentamiento le dejó hibernando durante milenios. – [Aaron]Esto se está yendo de las manos. Va a morir gente inocente.[/Aaron] – replicó, enfadado.

    – [Z]Lo sé. Por eso os pido detenerlo y si es posible, ayudar a Sarah extrayendo el espíritu de Beatrix. Faust os acompañará para recogerlo.[/Z] – propuso, aprovechando la distracción del demonio para acercar de nuevo a Aaron. – [Z]A un equipo equilibrado. A partir de ahora siempre habrá el mismo número de miembros de cada bando. Como debería ser.[/Z] – ofreció, pugnando por volver a conseguir su confianza.

    – [Aaron]Confiaré en ti, Z. Pero no sin reservas.[/Aaron] – aseguró Aaron. No esperaba menos de él. – [Aaron]Si esto vuelve a pasar, me iré.[/Aaron] – añadió. No tenía duda de que cumpliría su palabra, pero el sueño que todos tenían en común era un enlace demasiado fuerte.

    – [Z]Me parece razonable.[/Z] – concedió el Director, a sabiendas de que tendría que hacer las cosas de otra forma, pero si conseguía recuperar a Beatrix no habría problema, no necesitaría ocultar nada a los suyos, todos trabajarían por un bien común.

    – [Aaron]Y la otra condición es que yo elijo el equipo. Ni Máscara ni Leprechaun ni Elsass.[/Aaron] – puntualizó. Confiaba en Aaron para elegir a unos miembros capaces de enfrentarse tanto a los defensores de Sarah como al demonio puro. La única que les habría resultado más útil contra el demonio habría sido la Reina Negra, pero no iba a arriesgarse a presionar.

    – [Z]De acuerdo. Pero Faust y Butterfly tienen que ir en ese equipo para encargarse del espíritu.[/Z] – respondió. Aaron pareció algo extrañado por lo de Butterfly, pero no preguntó. La realidad era que no iba a arriesgar nada, si no conseguían mantener a Beatrix imperando sobre el cuerpo de Sarah, tendría que ser sobre el de la otra Cazadora que estaba con ella. Y si no se podía sobre ninguna, tendríamos que intentarlo con Butterfly.

    Aaron asintió. – [Aaron]Amaya, Irina, Meilien, Russell y yo del blanco. [/Aaron] – recitó de inmediato. Aaron era un magnífico estratega. Russell le aseguraba la superioridad numérica, con Irina y Amaya controlaba los elementos, él mismo daba la superioridad numérica y Meilien le daba capacidades para incapacitar sin matar a nadie. – [Aaron]Erfric, Faust, Lloyd, Briar y Steel del gris.[/Aaron] – continuó. Nada extraño en las elecciones, Erfric y Briar de nuevo para controlar todos los factores elementales y los otros dos como combatientes. Nunca le había pasado desapercibido el hecho de que, pese a elegir todos un nuevo nombre cuando entraban allí, los más cercanos comenzaban a tratarse por su nombre real. Eso era un claro indicativo de en quien tenía más confianza Aaron. – [Aaron]Y del negro: Butterfly…Dimitri, Black Market, Ananta y el Djinn[/Aaron] – añadió finalmente. Tan solo nombró a Mental por su nombre. A Black Market sabía que se lo llevaba por si necesitaba intercambiar algún poder, Mental daba ventaja táctica y permitía incapacitar a algunos sin daño. Y el Djinn, Aaron no confiaba en él, pero su magia podía serles útil contra el demonio.

    – [Z]Reúnelos y coged lo que necesitéis.[/Z] – dijo simplemente. Quería demostrar su confianza en él. – [Z]Gracias, Aaron.[/Z] – añadió.

    – [Aaron]No me des las gracias. Toma la posición que tienes que tomar.[/Aaron] – sentenció. El Director asintió.

    La puerta se cerró tras Aaron y el Director quedó a solas en la habitación. Conocía perfectamente su posición, pero no podía soportar tomarla sin la persona que más merecía ver esa utopía. Y estaba a punto de recuperarla.

  • EL DESPERTAR DEL ALMA

    Diarios de Destino | Hotel White Candle, Merelia

    MAÑANA

    hotelwhitecandle

    La Elegida, el Invocador y la Costurera atravesaron a toda velocidad las puertas del hotel, con un rápido saludo al amable recepcionista que había terminado bailado sobre una mesa el día anterior, en la boda de Elizabeth.

    Habían recorrido todo el camino desde el hospital hasta allí en un silencio obligado, para no extrañar hablando de exorcismos a un taxista que nada sabía del mundo sobrenatural. Cuando finalmente les dejó en el aparcamiento del hotel, pudieron hablar apresuradamente de lo que había que hacer.

    – [Sarah]Hay que avisar a alguien[/Sarah].- planteó la Elegida, intentando trazar una estrategia. Siempre era más difícil pensar en frío en una situación tan acuciante.- [Sarah]No podemos solos[/Sarah]. – admitió con pesar. La expresión «el peso del mundo a sus espaldas» encajaba perfectamente con Sarah Echolls. A veces deseaba volver a ser aquella chica que se lamentaba de lo que el destino le había impuesto e intentaba huir de ello, pero después pensaba en todo lo bueno que le había traído, a pesar de las desgracias, y tenía miedo a ser de nuevo esa muchacha.

    – [Ed]Esperemos que Vincent, Bill y Karen…no hayan regresado ya a Louna.[/Ed] – comentó el hechicero con resuello.

    – [Sarah]Y voy a avisar a Logan[/Sarah].- añadió ella, haciendo una pausa para escuchar las quejas ya por costumbre, pero Ed no iba a quejarse. Ed daba muchas oportunidades a todo el mundo.

    En ese instante, mientras subían las escaleras de dos en dos, guardaban de nuevo silencio, ocupados en sus respectivas tareas. Edward repasaba nerviosamente lo que sabía del conjuro que tenía que obrar sobre Sarah, centrándose compulsivamente en lo que podía salir mal. Sarah por su parte intentaba avisar a todos los que podía para que les ayudasen, reteniendo a sus perseguidores mientras que el resto de Moondies llegaban para sumarse en la defensa. Lucy por su parte no sabía qué hacer, pero sí sabía que quería ayudar en todo lo posible a su pareja y a su hermana materna recién descubierta.

    La Elegida se sentía frustrada por tener que pedir a los demás que se arriesgasen por ella, pero en ese momento no sabía qué más hacer y sabía que no era una de esas veces en las que podía hacerlo sola. No quería arriesgarse a volver a ese lugar, a terminar en manos de Z y sus secuaces.

    Entraron en la habitación que compartían Edward y Lucy y éstos se sentaron un instante para tomar aliento mientras Sarah, que prácticamente no había sudado con la carrera, continuaba avisando al resto y respondiendo a su hermana para asegurarse de que ni a ella ni a Christopher les daba un ataque o intentaban hacer una locura.

    Ed cogió el teléfono y marcó el número de la habitación de Bill para avisarle, aunque cuando lo hizo descubrió que Diana se había adelantado y Bill estaba a punto de salir hacia allí.

    En ese momento alguien llamó a la puerta y Lucy, después de mirar por la mirilla, abrió. Eran Vincent y Mara, que seguramente por sus ropas estaban en la piscina cuando Diana les había avisado. Idris iba en brazos de Mara. – [Lucy]¡Qué rapidez![/Lucy]- respondió con una sonrisa. La Elegida se preguntó si Lucy no se parecería más a ellas en algunas cosas que la propia Kaylee, porque esa sonrisa parecía esconder de una forma totalmente aparente las inseguridades o temores que pudiera tener.

    – [Sarah]Será mejor que Lucy se lleve a Idris, porque son los que más peligro corren[/Sarah].- aconsejó ella, dedicándoles una mirada a la que la aludida respondió con un asentimiento, cogiendo a Idris en brazos y cogiendo la llave que Vincent le tendía para resguardarse allí.

    – [Vincent]Bill está de camino y Karen salía ahora de la habitación.[/Vincent] – explicó Vincent dejando la bolsa de la playa en el baño.

    Antes de que la puerta se cerrase tras Lucy, Bill apareció por el arco de la misma, con un ceño fruncido que iba dirigido a la constante cháchara que Keli parecía tener ese día.

    – [Bill]Qué ocurre, ¿todo bien en el hospital? -[/Bill] preguntó intentando hacer caso omiso a la voz que hablaba en su cabeza. Diana no había debido tener tiempo para mucho más que para decirle que fuera en su ayuda. Eso decía mucho de los pocos motivos que necesitaba Bill para ayudar a otra persona. Karen llegó segundos después.

    – [Sarah]Gracias por venir[/Sarah].- dijo Sarah mirándoles. Después hizo una pausa y se mordió el labio, nerviosa. De nuevo le asaltó la carga de tener que pedirles que la defendieran.- [Sarah]Cuando venga Logan, os explico a todos lo que pasa[/Sarah].- añadió. No le apetecía tener que decirlo demasiadas veces.

    – [Mara]¿Logan…?[/Mara]- preguntó Mara torciendo el gesto. Lo suyo con Logan no había terminado demasiado bien después de todo.

    – [Ed]Créeme, necesitamos toda la ayuda de la que dispongamos.-[/Ed] intervino Ed acudiendo en ayuda de Sarah.

    Unos segundos después alguien llamó a la puerta. Al abrir se encontraron a una Mía sonriente.

    – [Wing]¿Es una fiesta?[/Wing]- preguntó con una sonrisa. Detrás de ella venía Logan con gesto agrio en el rostro, pero que pareció animarse al no ver a Daniel en la sala, y volvió a torcerse al ver a Mara y Vincent. Sarah había avisado a Mia para que fuesen.

    – [Sasha]Si es una fiesta, falta la música[/Sasha].- replicó la voz de Sasha detrás de ellos. Entró y cerró la puerta tras ella antes de apoyarse en el murete de la entrada. Logan la observó de reojo. Sarah también la había avisado y le dedicó una sonrisa al verla a la que la Cazadora respondió guiñándole un ojo.

    – [Sarah]Los de Z nos persiguen[/Sarah].- resumió rápidamente. Mia ahogó un grito de sorpresa. El resto se limitaron a observar.

    – [Vincent]¿A nosotros directamente?[/Vincent] – preguntó extrañado. Parecía que el enemigo lógico de Z era la Iniciativa, pero el propio Director tenía una agenda privada más importante para él que consistía en recuperar a Beatrix. Y para eso necesitaba a Sarah.

    – [Sarah]A ver, esto es largo…[/Sarah]- admitió llevándose una mano a la frente. Los nervios hacían que los pensamientos y el discurso que había pensado se agolpasen en su mente. Ed no podía ayudarla demasiado tampoco en ese instante porque continuaba repasando nerviosamente el conjuro, asegurándose de que lo conocía todo para no equivocarse.

    – [Karen]Sarah no está sola. Con ella hay otra rubia[/Karen].- apuntó Karen para ayudarla. Sarah la observó durante un instante, asustada e impresionada por la capacidad de Karen para ver las almas de los difuntos.

    – [Logan]Todos podemos verla.[/Logan] – replicó Logan con una sonrisa mirando en dirección a Sasha. Sarah se sonrojó visiblemente.

    – [Karen]Cariño, menos mal que estás bueno, porque eres el tío más tonto del universo[/Karen].- le espetó Karen alzando una ceja. Logan se calló, más por la mirada que le dirigió Mia cuando se dispuso a hablar que por su propia predisposición.- [Karen]Hay un espíritu con ella[/Karen]. – puntualizó, por si Mia se había tomado al pie de la letra la broma de Logan.

    – [Vincent]La esposa fallecida de Z, o algo así, ¿no?[/Vincent] – comentó Vincent mirándoles. Sarah tenía el pelo de punta, una cosa era haber hablado con Beatrix en su subconsciente y saber que estaba allí, con ella, y otra darse cuenta de que estaba poseída por una difunta.

    – [Sarah]Ed tiene que ayudarme a sacar a Beatrix[/Sarah].- aclaró la Elegida con un asentimiento de cabeza. Ed desvió la vista, nervioso cuando las miradas se centraron en él.

    – [Vincent]Y la gente de Z viene a hacerlo antes que vosotros.[/Vincent] – preguntó Vincent empezando a recomponer lo que estaba pasando.

    – [Sarah]Necesitamos que nos ayudéis para que Ed pueda llevar a cabo el ritual[/Sarah].- pidió dedicando unos instantes para mirar a Logan pidiéndole que se comportase. Necesitaban tomárselo muy en serio porque Z había enviado a esos miembros de Gambit por una razón. Eran los que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por cumplir la misión.

    Edward se apoyó en la mesa de la habitación y cerró los ojos mientras su mente era arrastrada inconscientemente a otro lugar. Un lugar del que solo era testigo, pero sin poder actuar.


    APARCAMIENTO DEL HOSPITAL

    parkinhospital
    No había rastro de los enviados de Z, que habían conseguido huir gracias a la combinación de sus poderes sin que los Moondies pudiesen retenerlos, después de un combate que había parecido quedar en tablas. Duke se dirigía en ese momento a toda prisa al ascensor, de camino a avisar a Christopher y a Diana de lo que había pasado. Dominic, por su parte, al lado de una Rebecca preocupada, estaba hablando por teléfono con los Satellites para pedir su ayuda.

    Daniel se encontraba en ese momento junto a su hermana, Cara Elle, haciendo cicatrizar con su poder una herida superficial que la dísir tenía en un brazo.

    – [Cara]El poder de Daniel viene sin anestesia, así que es una mierda[/Cara].- sentenció Cara Elle con una mueca de disgusto. Daniel podía acelerar la curación de heridas, pero el picor y el escozor de la herida al cerrarse seguían ahí.

    – [Daniel]No te quejes tanto.[/Daniel] – le replicó con cariño, concentrándose en terminar de cerrar la herida. Su mano temblaba ligeramente, de una forma casi imperceptible. El aesir temía por la Elegida de una forma que no sabría explicar con palabras. – [Daniel]Ya sé que tu poder es más útil.[/Daniel] – comentó con su hermana, intentando distraerse. A juzgar por su distribución debían estar esperando el regreso de Duke para coger los coches, incluyendo el de Christopher, y salir en dirección al hotel para sumarse a la defensa.

    – [Cara]No todo el mundo tiene un poder tan práctico como el de Cara[/Cara].- aclaró orgullosa. Durante el combate había aprovechado todos sus nuevos trucos, recubriéndose de los materiales de sus dos piercing y dando una sorpresa a Steel cuando se recubrió de titanio.

    – [Daniel]No todo el mundo es tan listo como Cara para llevar tanto metal encima.[/Daniel] – respondió su hermano, tomando nota de una idea que había tenido para algo que estaba preparando de cara a la batalla final que todos sabían que terminaría por ocurrir. – [Daniel]¿De dónde sacaste el titanio?[/Daniel] – preguntó distraídamente, para mantener la mente ocupada.

    – [Cara]Un piercing en la teta[/Cara].- respondió su hermana encogiéndose de hombros. Daniel casi se atraganta con su saliva y decidió no preguntar por la madera, porque se imaginaba la respuesta.

    – [Daniel]Has crecido muy rápido.[/Daniel] – dijo observando su pelo de brillante color rosa chicle, mientras ambos se sentaban en el coche del aesir para esperar.

    – [Cara]El viejo aceleró el crecimiento de Cara[/Cara].- comentó su hermana con una sonrisa. Cara Elle había crecido en dos encierros diferentes, uno impuesto por su abuelo y otro por su tiempo en la Nada. Le habían robado una infancia que nunca recuperaría. Pero eso no había evitado que se convirtiese en una adulta hecha y derecha que ahora tenía frente a sí.

    – [Daniel]No me lo recuerdes.[/Daniel] – respondió el aesir con pesar. Era consciente de que lo que sentía por su abuelo no cambiaría ya nunca, sin importar si era familia o no. – [Daniel]Me refiero a que cuando nos vimos por primera vez eras como una niña de nuevo.[/Daniel] – intentó explicar. Después de recuperarla habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo y Daniel sentía que no había podido tomarse el tiempo necesario con su hermana. – [Daniel]Y con todo lo que ha pasado…ahora te veo tan…adulta y pienso que te he dedicado poco tiempo.[/Daniel] – se sinceró, frunciendo el ceño, preocupado.

    – [Cara]Es que le has dedicado poco tiempo a Cara, pero no pasa nada. Has estado ocupado[/Cara].- explicó su hermana sin un ápice de rencor en sus palabras. Daniel pensó una vez más que no se merecía las personas tan maravillosas que le habían tocado en la vida.

    – [Daniel]Lo siento.[/Daniel] – aseguró. Cara Elle le miró con el ceño fruncido, después de haberse ido cuando pasó lo de Sarah, había pedido perdón muchas veces hasta que Cara Elle le había dicho que si volvía a decirlo, le dejaría de hablar. – [Daniel]Tienes que recordármelo si me vuelvo a perder en…toda esta vida.[/Daniel] – le pidió. Todavía había una guerra en el horizonte que parecía más cruenta que todo lo anterior, pero Daniel siempre tenía la esperanza de que después de eso pudiesen tomarse un respiro y vivir. – [Daniel]Podemos ponernos al día mientras viene Daakka.[/Daniel] – sugirió escondiendo sus manos para que no se notase su miedo por Sarah.

    Pero Cara Elle había crecido muy rápido y lo supo. Llevó su mano sobre la de su hermano, tranquilizándole, y hablaron mientras esperaban a Daakka. Hablaron como no lo habían hecho en mucho tiempo.


    DE NUEVO EN EL HOTEL WHITE CANDLE, MERELIA

    room

    Ed abrió los ojos y se encontró los de los demás fijos en él. – [Ed]Debemos darnos prisa, han conseguido escapar de la refriega con los demás y se dirigen hacia aquí.[/Ed] – avisó, volviendo a centrarse en mirar una y otra vez las notas que había tomado en la tablet.

    – [Sarah]Si alguien quiere irse, puede hacerlo. No es obligatorio[/Sarah].- aclaró Sarah. No quería que nadie sintiese que tenía que arriesgar su vida por ella si no lo merecía. No les culparía por ello.

    – [Logan]Que vengan esos mierdas.[/Logan] – replicó Logan caminando hacia Mia para darle un beso con demasiado ímpetu, antes de salir por la puerta en busca de enemigos a los que enfrentarse.

    La Cazadora dedicó una mirada especialmente larga a la Elegida y salió detrás de Logan, empuñando su vara con ganas de enfrentarse a la gente de Z.

    – [Ed]Diana ha dicho que era parecido a lo que hago con los…wisp.[/Ed] – comentó para sí. Pasando por las notas de la tablet de una forma que solo él comprendía. – [Ed]Necesito que alguien vaya a buscar esto al restaurante.[/Ed] – añadió tomando un bolígrafo con la mano izquierda y escribiendo apresuradamente en una servilleta.

    Mara cogió el papel. – [Mara]Esto…creo que puedo hacerlo[/Mara]. – afirmó antes de salir corriendo. Por suerte su nueva constitución la mantenía un poco más en forma, aunque nunca tanto como cuando era vampiresa.

    Ed levantó la vista de la tablet y miró a su alrededor, descolgando un espejo que había sobre un tocador y pidiendo a Vincent que descolgase el del baño. Después abrió la puerta del pasillo y les señaló otros tantos espejos, pidiéndoles que los cogieran. Bill fue el primero en salir a por ellos, seguido de Vincent y Karen. Nadie protestaría demasiado a dos policías y su consultora.

    Cuando volvieron empezaron a colocarlos por toda la habitación, de forma que Sarah, a la que pidió que se sentase en la cama, siempre se reflejase en al menos uno de ellos.

    Mientras los demás colocaban los espejos, el Invocador, intentando controlar su miedo, trazó un círculo de arena alrededor de la Elegida, utilizando la que había en los jarrones decorativos del pasillo.

    Unos minutos más tarde Mara llegó sin aliento con las cosas que Ed le había pedido, y algunas adicionales que no había tenido más remedio que pedir.

    Ed echó varias de ellas en uno de los jarrones vacíos y removió con una percha rota. – [Ed]Mezcla todo hasta formar una pasta.[/Ed] – pidió a Bill, que tenía más cerca, mientras él terminaba de cerrar el círculo de arena.

    Cuando Bill terminó de formar la pasta y Ed de cerrar el círculo quedando Sarah y él en su interior, pidió el jarrón a Bill e introdujo sus dedos en la pasta para dibujar un símbolo en la frente de Sarah y otro homólogo en la suya propia. – [Ed]Será mejor que…no crucéis el círculo…hasta que terminemos.[/Ed] – aseguró con un titubeo en la voz que ya tenía superado, pero que la presión de los acontecimientos parecía amenazar con traer de vuelta. Se concentró para relajarse, no podía recitar el conjuro si se ponía a tartamudear.

    – [Sarah]Das miedo[/Sarah].- le animó Sarah con una sonrisa.

    – [Ed]Espero que en el buen sentido. ¿Estas lista? -[/Ed] preguntó a una de sus dos mejores amigas.

    – [Sarah]Estoy asustada, pero confío en ti[/Sarah].- admitió ela con sinceridad. Respiró profundamente y se relajó mientras Ed se preparaba para recitar el conjuro que salvaría a Sarah.

    Su vida estaba ahora en manos del Invocador. Por su mente se cruzaron los recuerdos de unas Diana y Sarah muy pequeñas protegiéndole de los abusones y siendo sus amigas. Así como las de otro Ed que ni siquiera había visto morir a la chica que tenía frente a él y se había enterado por una llamada de teléfono de Christopher.

    Y el Ed de ahora empezó a entonar las palabras en latín, poniendo empeño en cada una de ellas, mientras su cuerpo se movía acorde con el ritual. Ellos dos estaban a punto de librar una batalla en otro plano, mientras que sus amigos la libraban en este.


    EXTERIOR DEL HOTEL WHITE CANDLE, MERELIA

    keli2
    Logan, Sasha, Bill, Vincent y un recién aparecido Fenris habían formado una línea frente al hotel, cortando el paso a los miembros de Gambit que se dirigían hacia ellos. En la retaguardia, Mara, Karen y Mia esperaban con impaciencia, esperando poder ayudar con sus escasas habilidades de combate. En una de las ventanas una joven rubia con un bebé de tez oscura en brazos les observaba con temor y esperanza.

    El combate se desató de forma cruenta, sin mediar palabra. Logan desató sus poderes en cuanto les vio aparecer y los demás se unieron irremediablemente. Tenían mucho poder en sus manos, pero los miembros de Gambit les superaban en número y sus poderes excedían en muchos casos los de los defensores.

    Aguantaron con dificultades en un combate desesperanzado. La fuerza combinada del Rey Negro, que se manifestaba en forma de los más profundos miedos de cada uno de los presentes, alimentándose de ellos, y de la Reina Negra, que con su magia de sangre era capaz de los más terribles conjuros, ponía a prueba sus fuerzas.

    Este combate abierto era aún más difícil para los defensores que el que habían entablado contra el grupo Adams-Zero, porque en el exterior del hotel-tapadera que servía como base a los O.W.L.S., no había inocentes observando la escena asombrados. Pero ésa exposición sería un problema del que tendrían que ocuparse más adelante. Siempre podrían decir que se estaba filmando una película.

    La lucha se volvió brevemente a su favor cuando Daniel, Cara, Dominic, Rebecca y Daakka llegaron en sus coches y se sumaron a ella. Pero la alegría no duró demasiado. Después de unos minutos en los que parecía que podrían llegar a expulsarles, vieron acercarse por el horizonte a nuevos miembros del bando negro de Z.

    Ahora los defensores eran: Bill, Vincent, Dominic, Rebecca, Daniel, Cara, Daakka, Sasha y Logan, con Mara, Mia y Karen de apoyo. Pero entre sus atacantes contaban con: El Rey y la Reina Negros, El Rey Gris, El Caballo Negro, Mental, Wall, Banshee, Steel, Link, Oblivion, Marrow y un par de chicas cuyo nombre desconocían.

    – [Vincent]Se ha puesto peor desde que habéis llegado.[/Vincent] – comentó Vincent mientras se enfrentaba a las armas de hueso de Marrow. Había muchas cosas que podían salir mal, inocentes heridos, exposición de sus poderes… Pero tenían que aguantar, nunca dejarían de lado a una de los suyos. El problema estaba en que esa misma lealtad podía darse entre la gente del Director y éste podía tergiversar la lucha como un ataque de los Moondies y sus aliados, haciendo que enviasen unos refuerzos que podían acabar con ellos fácilmente.

    Cara Elle se agachó sobre una de las rocas decorativas del exterior del hotel y cubrió su cuerpo de la misma, asestando un golpe al gigante Wall haciendo que retrocediese.

    – [Cara]Duele, ¿eh?[/Cara]- replicó la dísir mientras se preparaba para el segundo asalto. Su piel había vuelto a ser normal.

    – [Wall]Nada comparado con lo que te va a doler a ti.[/Wall] – replicó el hombretón, irguiéndose para cargar contra ella.

    – [Cara]A Cara Elle le gusta pegar[/Cara].- admitió con una sonrisa mientras su cuerpo su cubría ahora de titanio, asestándole de nuevo un golpe a que siguió otro. Cara Elle estaba aprovechando para descargar toda su ira acumulada.

    A su lado, Daakka sostenía a Steel mientras una descarga recorría todo el cuerpo de acero del potenciado, que no cedía, pero no tardaría en hacerlo.

    – [Rebecca]Esto no tiene sentido. ¿Cuánto más pensáis aguantar?[/Rebecca]- preguntó Rebecca, colocada detrás de Dominic con las manos alzadas, intentando detener a los que pudieran acercarse aprovechando algún hueco. Demostró no equivocarse con su estrategia, porque Banshee, con su velocidad de vampiresa, lo intentó, pero cuando chocó con Rebecca cayó al suelo dolorida. Intentó levantarse, pero Rebecca reaccionó rápido y cogió su cara entre sus manos para castigarla con su poder.

    – [Dom]Por lo general ya deberian de estar planteandose la retira, el problema es que han venido casi todos los del bando negro y parecen convencidos de no marcharse hasta conseguir lo que han venido a buscar.[/Dom] – comentó Dominic inmerso en un combate telekinético contra los poderes de la Reina Negra, manteniéndola distraída.

    – [Cara]¿Y si Cara Elle se recubre de mierda creéis que se irán?[/Cara]- propuso la dísir, cansada ya de golpear a Wall, que continuaba levantándose como si nada.

    – [Daakka]Nadie quiere comprobar, Selardi.[/Daakka] – aseguró Daakka, recibiendo un golpe en el costado con todo el enorme brazo de Steel, recubierto de acero.

    – [Lloyd]Solo buscábamos ayudar a Sarah.[/Lloyd] – intentó explicar el Rey Gris, enzarzado en un interminable combate contra Sasha, aguantando gracias a su condición de inmortal.

    – [Cara]Los malos no ayudan[/Cara].- gruñó Cara Elle, deteniendo un golpe de Wall que podría habera incapacitado.

    Algo más alejado del resto, Logan Villiers se enfrentaba a una réplica pirómana de sí mismo en la que se había convertido el Rey Negro. La imagen era atroz, ya que en la sombra que le rodeaba se podían apreciar los cuerpos quemados de algunas personas que algunos Moondies no conocían al principio, pero después apareció la figura quemada de una mujer con alas. Daniel, cerca de él, intentaba atacar al Rey Negro con su poder mientras resistía el embite de las espadas del Caballo Negro. Por suerte el aesir había llevado consigo su espada ‘Sendero Oscuro’ en el maletero del coche.

    – [Dom]Ayudar. -[/Dom] rió Dominic. – [Dom]Debes de ser tan gris que no te has dado cuenta de que te has traido a los capullos más grandes del palacio contigo.-[/Dom] afirmó. El Rey Gris iba a replicar, pero en ese instante el cielo se oscureció de pronto con unos nubarrones que amenazaban tormenta. El estruendo de un trueno pareció congelar el combate durante un instante.

    Los Moondies temieron que se tratase de más refuerzos de Gambit, en este caso la Reina Blanca con sus poderes de control del clima. Pero después vieron que las nubes parecían estar arremolinadas sobre la habitación del hotel de Ed. El ritual había empezado.

    El cielo continuó oscureciéndose, con el crepitar de los relámpagos acrecentándose. Fue entonces cuando el combate se decidió definitivamente. Bill ahogó un grito de sorpresa y estiró su mano, que notaba tirante, con sus venas aún más marcadas que de costumbre, mientras que la cadena Onoskelis emanaba un humo azul intenso.
    – [Rebecca]Eso no tiene buena pinta[/Rebecca].- exclamó Rebecca, asustada. Bill parecía confuso, la realidad era que en su cabeza, Keli hablaba sin parar, solo que esta vez no hablaba en un idioma humano.

    – [Bill]¿Keli?-[/Bill] preguntó agarrándose el brazo, dolorido. – [Bill]¿Qué está pasando?-[/Bill] preguntó, dando voz a lo que todos estaban pensando en ese instante.

    – [Keli]Algo me está liberando, antipático[/Keli].- resonó la voz de Keli en su cabeza, pero más acerada y con un deje de malicia y alegría que no le gustó nada. El humo de su brazo se había convertido en una intensa y brillante bruma azulada que estaba envolviendo la zona.

    – [Cara]¡Pero que se está quemandoooo![/Cara]- gritó Cara Elle. La gente del Director intentó aprovechar la distracción para llegar al hotel, pero los defensores cortaron el paso a duras penas, sin poder acudir al rescate de Bill.

    – [Daniel]Esto no tiene buena pinta.[/Daniel] – comentó Daniel al ver unos fogonazos azules arremolinándose en la bruma que crecieron en intensidad hasta provocar una explosión de llamaradas azules que les tiró a todos al suelo, defensores y atacantes.

    Cuando la bruma se despejó y empezaron a ponerse en pie, pudieron ver un ser enorme que superaba en altura al hotel. Era un ser cuya piel variaba del azul oscuro al morado oscuro y al negro. Sus extremidades no podían contarse a primera vista y su rostro no se parecía a nada a lo que se pareciese un rostro humanoide. Unas llamas azul oscuro crepitaban a su alrededor, como si su piel estuviese en combustión, pero no eran otra cosa que magia de la criatura. Todo aquél que sabía lo suficiente del mundo sobrenatural supo lo que tenía delante de sí, un ser tan antiguo como el propio mundo. Un demonio puro.

    – [Keli]Buh[/Keli] – dijo el demonio Onoskelis con una voz gutural.

    El Rey Negro se lanzó al ataque de la criatura, pero ésta lo detuvo sin ni siquiera mirarlo, lanzándolo contra el suelo con un golpe sonoro. Ss compañeros se unieron al intento de ataque, pero la magia de Onoskelis les golpeaba sin conmiseración.

    – [Keli]Sienta bien ser libre de nuevo[/Keli].- habló en idioma humano como si le asquease el mismo. Un brillo azulado en sus ojos provocó que todo el grupo atacante se viese inmerso en una burbuja de magia, flotando en el aire.

    – [Vincent]¿Qué es lo que quieres?[/Vincent] – preguntó Vincent, alzando la vista al cielo para contemplar a la criatura.

    – [Keli]No estar encerrada en un colgante[/Keli].- replicó con una sonrisa que mostró varias filas de dientes afilados. Su magia lanzó a Vincent contra una pared, donde cayó con un ruido sordo.

    Un rayo eléctrico de Daakka salió disparado hacia ella, pero impactó sin hacerle un rasguño. Segundos después Daakka era lanzado hasta caer en la arena de la playa.

    – [Keli]Voy a adoptar una apariencia más…agradable[/Keli].- comentó el ser, dirigiendo en apariencia una mirada a Bill, que salía entre unos cascotes convertido en un demonio de piel azul, antes de volver a cambiar a su forma humana.

    – [Bill]¿Y ahora que?, ¿te vas a volver contra nosotros? -[/Bill] preguntó con una mano en el costado mientras comprobaba si el resto estaban bien.

    El cuerpo de Onoskelis centelleó y pareció desvanecerse, pero apareció convertido en una joven muy guapa, de rasgos y ropas azuladas. Soltó una carcajada ante los presentes y se convirtió en una voluta azul antes de desaparecer completamente.

    – [Vincent]Entonces…hemos soltado un demonio ancestral en mitad de Merelia y seguimos teniendo este problema.[/Vincent] – resumió Vincent, poniéndose en pie con dificultad, mientras dirigía una mirada a la gente de Z que flotaba suspendida en el aire y aparentemente inconsciente. Por suerte la tormenta había asustado a la gente del hotel y nadie estaba en el exterior.

    – [Cara]La próxima vez, Bill no debería elegir una cadena que habla[/Cara].- meditó Cara en voz alta.

    – [Bill]Era eso o ser yo el monstruo.-[/Bill] se excusó Bill. Las circunstancias parecían haber empeorado mucho. Ahora había una demonio pura suelta y nadie tenía idea de cómo contenerla.

    – [Dom]Dentro de lo malo ha conseguido reducirlos.-[/Dom] comentó Dominic señalando a sus enemigos, inconscientes. – [Dom]Por favor manténganse sentados durante el trayecto y no se quiten los cinturones de seguridad hasta que aterricen. Que tengan un buen vuelo.-[/Dom] narró mientras usaba su poder para mover la burbuja de magia y lanzarlos lo más lejos que podía, algo que encontró sorprendentemente fácil,c omo si la gente del interior de la burbuja ni siquiera pesase.

    Entre todas las preocupaciones, por la cabeza de algunos de ellos surgió la pregunta de por qué Onoskelis no había acabado directamente con la vida de ninguno de ellos.

  • LIQUIDO CONDUCTOR

    DAAKKA | APARCAMIENTO DEL HOSPITAL ST.ANNE

    daakkagreen

    Me eché hacia un lado y evité el tentáculo de oscuridad que habían lanzado para agarrarme. El demonio azul oscuro enseñó sus fantasmales colmillos y sus ojos rojos centellearon de ira. Antes de que pudiese reaccionar con otro ataque, respondí con un rayo que le impactó en el pecho, tirándolo al suelo.

    Observé a los demás, todos enzarzados en un combate para mantener distraídos a los enviados de Z y que Sarah y Ed pudiesen ponerse a salvo de sus garras.

    Cerca de mí estaba Selardi con su piel recubierta de ese metal que Daniel había cogido en la Iniciativa, mitrilo. Aprovechando su resistencia se estaba enfrentando a un miembro de Gambit de piel nívea y cabellera rubia, que asestaba tajos a gran velocidad sin que sus espadas consiguiesen hacerle un rasguño.

    En mitad del caos que reinaba a mi lado izquierdo casi no conseguía ver a nadie. Distinguí a Dominic y a Daniel intentando abatir juntos a algo que no distinguí. Tras el caos del combate vi a ‘Mental‘ observándolo todo fijamente, temeroso de que estuviese concentrándose para dejar fuera de combate a alguno de los nuestros, me preparé para lanzar un rayo contra él. Por desgracia mi otro enemigo tardó un segundo en ponerse en pie, mientras la marca oscura que el rayo había dejado en su pecho se desvanecía. Un látigo de oscuridad aferró el brazo con el que me disponía a atacar.

    – [Daakka]Dominic, Mental.[/Daakka] – grité. Por el rabillo del ojo vi a Mental ser golpeado hacia atrás por una mano invisible.

    Me giré hacia mi contrincante justo en el momento en el que otro de sus tentáculos aferraba mi otra mano.

    – [Demonio]Cuando devore tu alma serás un buen huésped.[/Demonio] – rió con su espectral dentadura deformando el rostro del humano que una vez existió y ahora no era más que una cáscara vacía controlada por un muerto.

    – [Daakka]Selardi no acepta imitaciones.[/Daakka] – repliqué con una sonrisa irónica. Que se lo dijeran a mi apariencia humana. Por suerte Duke Rivera se había quedado en segundo plano, en un alias que utilizar cuando necesitase hacer algo con una identificación. Todavía estaba esperando que volvieran a viajar a Escocia, como solían hacer, pero parecía que había llegado en la época sin viajes.

    Tomé los tentáculos entre mis manos, asqueado por su tacto alquitranado, y solté una descarga que los recorrió hasta impactar de nuevo en el espectro, que salió despedido contra una pared contraria.

    Escuché un pitido y me giré con miedo hacia uno de los ascensores, temiendo que algún humano bajase al aparcamiento en ese instante y se encontrase con el combate. Por el momento no había sucedido, pero era cuestión de tiempo. Necesitábamos acabar cuanto antes, pero también teníamos que retenerlos para que no fuesen tras Sarah.

    Lo mejor sería dejarlos a todos incapacitados, pero no podía utilizar mi poder, había demasiadas cosas que podrían salir mal. Selardi estaba recubierta de metal, podría hacerle daño. O podría usar más intensidad de la debida y dañar seriamente a alguien.

    Es difícil tener poder para acabar con un problema y no poder utilizarlo. Con mi habilidad podría haber terminado con la vida de todos ellos, pero no era un asesino. La elección buena siempre era compleja, en eso tenían razón los juegos de rol.

    Suspiré con resignación y me lancé contra Steel, que en ese momento intentaba golpear por la espalda a Dominic y Daniel. Agarré al gigante de metal por la cintura y lo alcé notando la tensión en mis músculos de demonio. Imité una llave de lucha libre y lo lancé al suelo aprovechando su peso.

    – [Aislinn]Esto es absurdo.[/Aislinn] – replicó la Reina Negra, frente a una Rebecca arrodillada a sus pies. Me dispuse a ir hacia ellas pero Selardi fue más rápida, cogiéndola y alejándola de ella.

    A la Reina Negra no pareció importarle y eso no apuntaba a nada bueno. Tomó el alfiler entre sus manos y sus ojos perdieron la visión del mundo real mientras recitaba a toda prisa un salmo. Nadie tuvo tiempo a detenerla.

    Una gota de su sangre cayó al suelo y empezó a extenderse como un enorme charco del que empezaron a surgir formas humanoides que parecían hechas de la misma sangre. Se contaban por decenas.

    Varios de esos autómatas de sangre se lanzaron a por Selardi. Corrí hacia ella pero otro grupo vino directo hacia mí. Hacia donde quiera que mirase, pasaba lo mismo, los nuestros estaban rodeados por esos seres.

    Sus golpes parecían firmes pero cuando les golpeaba, mi puño atravesaba su cuerpo como si nada. Lo mismo les pasaba a los demás. Dom lanzaba lejos parte de la sangre que componía su cuerpo pero eso solo conseguía que donde había uno, surgieran dos. Mientras tanto, el bando negro se estaba agrupando, listos para irse.

    No podíamos perder más tiempo con esos seres. Me fijé en la posición de cada uno de los míos y sentí la carga eléctrica acumularse en las puntas de mis dedos antes de soltarse en varios rayos que impactaron en los autómatas de sangre haciendo que sus cuerpos burbujeasen y se terminasen colapsando en un charco de sangre borboteante.

    Habíamos acabado con todos, pero el bando negro había escapado. Dominic reunió la sangre con su poder y la dirigió a un sumidero, para evitar que cualquier humano fuese a encontrarse la escena y declarase un asesinato.

    Como Diana ya sabía lo que estaba pasando gracias a sus visiones, nos envió un mensaje para decirnos que Sarah y Ed estaban en el hotel y necesitarían nuestra ayuda. Así que sin más tardanza decidimos coger el coche de Daniel, bastante apretados, por cierto, incluso en la forma de Duke, y salir de allí a toda velocidad.

  • ARENA Y SAL

    Daakka | Playa Bitterwater, Merelia

    MADRUGADA

    dukepost1

    Finalmente, la celebración de la boda llegó a su fin después de que los invitados se fuesen retirando como un goteo a sus habitaciones. Los novios, los MacLeod y los Moondies fuimos los últimos en marcharnos, a fin de cuentas, estábamos acostumbrados a dormir poco cuando el deber lo requería, y era mucho menos cansado bailar y reír que matar vampiros.

    En lugar de irse a sus habitaciones, Sarah, Daniel, Elizabeth y Jaime decidieron marcharse al hospital a esperar que el bebé de Diana viniese al mundo. La primera de la nueva generación Moondie. Dominic se ofreció a llevarles, pero todo el mundo estuvo de acuerdo en que, aunque su constitución sobrenatural hubiese soportado tantos «cócteles», lo más seguro era que un alcoholímetro explotase en cuanto pusiera sus labios en él.

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  • LA LABOR DE UN VIGILANTE

    LA LABOR DE UN VIGILANTE

    Christopher MacLeod | Subconsciente de Sarah, Aleion

    ALBA ETERNO

    macleodcuero

    Resultaba curioso como llegábamos a cambiar las personas. No importaba cuánto tiempo hubieses estado solo hasta el momento en el que conoces al amor de tu vida, una vez lo haces, estás destinado a echarla de menos y a no concebir una vida sin ella, aunque ya la hayas conocido.

    Diana acababa de irse y ya estaba lamentando mi decisión de quedarme, pero tenía una tarea que hacer en el subconsciente de Sarah, empezando por las maletas que no estaban todavía en la sección de objetos perdidos.

    Recordaba perfectamente el colapso que había tenido en el Palacio por culpa de la acumulación de recuerdos y saber que seguían en su mente me hacía preocuparme porque volviera a suceder. Además, necesitábamos la información que contenían y entrar a la mente de alguien no es algo que se haga todos los días.

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