Moondale

Etiqueta: Amy MacLeod ‘Loba’

  • EL CORAZON ROTO

    OWEN WILLIAMS

    NEXUS

    Que no os engañe mi sensual foto del encabezado, me encuentro en un estado lamentable y vivir en la edad media no ayuda. Yo que siempre había sido asiduo a un buen afeitado casi toda las mañanas y ahora no podía porque francamente no me iba a jugar el cuello a que un desconocido me pasara la navaja por el. Además la única zona de aseo era un lago en el que me frotaba un par de hojas por el cuerpo para no oler demasiado, con esto de ser medio perro ahora me daba la impresión de que siempre apestaba. Además aprovechaba para hacer mis necesidades en el bosque, que eso de tirar la mierda por las ventanas es bastante guarro.

    Por suerte Lewkaa, que el muy bastardo se había pasado un mes retozando en un vórtice espacio temporal con sus espíritus, menuda juerga se habrá metido, apareció con la buena noticia de que había un modo de salir de este lugar. Así que nos despedimos de esas personas que tan bien nos habían tratado a pesar de ser unos desconocidos y nos marchamos. En todo este tiempo no me había alejado mucho del poblado más allá del bosque, por lo que me resulto rarísimo que esta diera paso a una jungla, aunque no había nada más raro en este mundo que esa ciudad flotante futurista.

    – [Lekwaa]Se supone que hay un guardián ancestral vinculado al portal principal de cada mundo.-[/Lekwaa] Habíamos dado por hecho que estaríamos atrapados aquí para siempre al encontrar el portal destruido. Como nos podíamos haber dado por vencido tan pronto, esta claro que todo tiene su salida de emergencia, incluso los mundos.

    – [Amy]¿Eso te lo han dicho los espíritus?.-[/Amy]Pregunto Amy mientras por mi parte me preguntaba si mi espíritu se vincularía al de Lewkaa cuando muriera, lo mismo podía seguir por aquí con el resto a pesar de no ser corpóreo.

    – [Lekwaa]No, Laura.-[/Lekwaa] Estaba tan extraído intentando evitar el dolor que por un momento pensé que Laura había muerto y era uno de esos espíritus. -[Lekwaa]Y a ella tú padre.[/Lekwaa]

    – [Amy]Eso es trampa, ¿eh?.-[/Amy] No sé si le molestaba más que Lekwaa hubiese acudido a su padre para que nos ayudaran o que no sé le hubiese ocurrido antes a ella.

    – [Lekwaa]Anoche habló conmigo a través de la esfera.-[/Lekwaa] La mía parecía mas un pisapapeles que otra cosa, no podía hablar con Jane o Elliot por ella. – [Lekwaa]Yo les confirmé qué es lo que despertó cuando Antailtire desapareció.[/Lekwaa]

    – [Owen]¿Y que pinta tiene ese guardián?.-[/Owen] Pregunte notando como me costaba cada vez más moverme, demasiada humedad en este lugar.

    – [Lekwaa]El mono. Como en el zodiaco chino.-[/Lekwaa] Buena suerte al equipo que le tocara el dragón,  aunque ese lo mismo era más fácil de encontrar por tamaño.

    – [Amy]Pues entonces que vaya Owen que son familia.-[/Amy] De cualquier otra persona hubiese tomado eso como un cumplido, pero tratándose de Amy supongo que podría aludir al gran intelecto que compartía con ellos.

    – [Owen]Perdona pero estos días soy más un lobo por muy mono que sea.-[/Owen] Le mostré mi mejor cara sensual empapada en sudor.

    – [Lekwaa]Creo que dos lobos ganan a un mono, aunque a saber que nos encontramos.-[/Lekwaa] Añadió apartando un par de lianas por el camino, ya podríamos haber cogido un par de machetes para abrirnos paso.

    – [Amy]Una loba y un moribundo en realidad.-[/Amy] Intentaba mantener el ritmo de ambos pero me costaba. No quería ralentizar la marcha, en parte quería salir de allí cuanto antes, ver a Jane y Elliot por última vez, incluso a mi padre y madre.

    – [Owen]Aún me defiendo bien.-[/Owen] Las llamas se arremolinaron alrededor de mi mano. Desde el ataque del lobo sentía mi poder de otra manera, como si el fuego fuera una extensión más de mi.

    – [Lekwaa]El viaje será largo, al menos cinco o seis días.-[/Lekwaa] Cinco días caminando, este pavo quería matarme antes de que la licantropía acabara conmigo. [Lekwaa]- ¿Estarás bien?.[/Lekwaa]

    – [Owen]De maravilla, lo mismo la palmo antes, estas maldiciones son una lotería, nunca sabes cuando te va a tocar.-[/Owen] Ya podría haberme tocado la lotería, o un amor correspondido, yo soy de cosas simples.

    – [Amy]Ni que la muerte normal pudiera predecirse.-[/Amy] En parte tenía razón, lo mismo me daba un chungo en la patata de tanto caminar y me moría antes que por la licantropía.

    – [Lekwaa]Ha habido mucha aquí, muertes mucho antes de su tiempo.-[/Lekwaa] Pobre hombre, debe ser duro estar todo el día rodeado de fantasmas. Por el lado bueno nunca estas solo, pero por el malo ni cagar puedes tranquilo, y no hablemos del sexo, menudos corta rollos.

    – [Amy]Que agradable.-[/Amy] A su lado Amy parecía la alegría de la huerta.

    – [Lekwaa]Antes hablaba de cosas normales…-[/Lekwaa] Añadió con una sonrisilla melancólica.

    – [Owen]Chicos, deportes, caballos…-[/Owen] No era ningún secreto que a Lekwaa le gustaban los caballos… y los chicos.

    – [Lekwaa]Laura me ha dicho que ha contactado con más.-[/Lekwaa] Quise preguntarle por los demás para ver como les iba, echaba de menos los días que pasamos en la nave.

    – [Amy]Me imagino que habrán visto que sin ayuda no íbamos a salir de aquí.-[/Amy] Teniendo en cuanta que llevo un mes aporreando hierro y ella correteando por el bosque, si, si no llegan a intervenir seguimos durmiendo en camas de paja con el culo al raso.

    – [Lekwaa]Siempre viene bien un empujón en la dirección correcta.-[/Lekwaa] Añadió señalando una pendiente descendente cubierta de barro y raíces de árboles.

    – [Amy]¿Es una indirecta?.-[/Amy] Por si acaso retrocedí un poco, si hubiese estado al lado de ella fijo que me habría lanzado por esa pendiente.

    – [Lekwaa]Sin empujón… literal.-[/Lekwaa] Añadió mientras bajaba con agilidad entre las raíces.

    – [Owen]Puedes agarrarte a mí, el terreno esta desnivelado…-[/Owen] De poco me sirvió la caballerosidad cuando caí de culo al suelo y baje un par de metros de barranco con el trasero.

    – [Amy]Lo siento, no debería reírme de un moribundo.-[/Amy] Por encima de mí resonaba la risa de Amy, bueno al menos aun era capaz de sacarle una sonrisa aunque fuera a costa de mi integridad física.

    – [Owen]Tienes un humor retorcido, te ríes de las desgracias ajenas.-[/Owen] Intente quitarme el barro de los brazos pero solo conseguí esparcirlo más, al menos me quedaría un cutis divino.

    – [Amy]No me río de que te vayas a morir.-[/Amy] Agarre su mano y tiro de mí ayudándome a levantarme, o yo estaba más flojo de lo habitual o ella tenía una fuerza sobrehumana por parecía un muñeco en sus manos. -[Amy] Pero no quiero que te lo tomes demasiado en serio.[/Amy]

    – [Owen]A pesar de mi característico sentido del humor no puedo dejar de pensar en que estoy condenado.-[/Owen] Todos vamos a morir, es una realidad. Pero en mi caso siempre pese que sería de viejo, aun viviendo en el mundo que vivimos y a las criaturas que nos enfrentamos nunca pensé que caería ante ellas. Y al final voy a sucumbir a algo por mi condición de aesir.

    – [Amy]No creo, pero por si acaso: ¿hay algo que quieras hacer antes de dejar este mundo?.-[/Amy] Pregunto clavándome esos profundos ojos verdes.

    – [Owen]En este ya está todo hecho, en los otros no lo sé.-[/Owen] Joder que profundo me ha quedado esto ¿no?.

    – [Amy]Me refería a antes de morirte, so palurdo.-[/Amy] Añadió arreándome una colleja que casi me desencaja la cabeza.

    – [Owen]Pues claro que hay cosas que quiero hacer antes de morirme.-[/Owen] La primera de ellas no morirme por una conmoción cerebral después de semejante leche.

    – [Amy]Pues di una, coño.-[/Amy] Añadió resoplando.

    – [Owen]Ser padre, pero lo veo complicado a corto plazo. Tal vez probar algo peligroso como el pez globo, si voy a morir igual…-[/Owen] Parece que estoy pensando con la barriga en vez de con el cerebro, pero que voy a hacer ¿paracaidismo?, salte dentro de una montaña para llegar hasta estos mundo y he viajado a través del espacio tiempo entre mundos, el paracaidismo ya se queda corto.

    – [Amy]¿Ser padre?. ¿Te vas a morir y quieres dejar a un pobre bebé que aun no ha nacido huérfano?. Tu crueldad no tiene limites.[/Amy]

    – [Owen]Eh que yo no he dejado preñada a nadie… que yo sepa.-[/Owen] Ni que fuera el padre de Dante que iba dejando churumbeles allá por donde pasaba.

    – [Amy]Tienes a Anne por ahí que ya te viene con hijo.[/Amy]

    – [Owen]No quiero que el crío se encariñe conmigo y después darle el disgusto cuando ya no este, bastante con perder a un padre.-[/Owen] Me pregunto como reaccionara el mío cuando ya no este. Parece que en nuestra familia nos persigue la muerte.

    – [Amy]La madre puede que también se encariñe. Yo lo dejo caer.-[/Amy] Anne era graciosa y sorprendentemente directa.

    – [Owen]Es complicado, es feliantropa. No se cómo funcionaría eso en mi. Una maldición ya es bastante no crees.-[/Owen] Tal vez me curara la licantropía o a lo mejor empezaba a escupir bolas de pelo.

    – [Amy]Te persiguen las tías con pelo.[/Amy]

    – [Owen]Parece que tengo un tipo después de todo.-[/Owen] Amy me volvió a mirar con sus penetrantes ojos verdes y no dijo nada más.

    Note una punzada en el pecho cada vez más intensa, no le di mayor importancia pensando que se trataba de la maldición, hasta que el dolor me hizo caer de rodillas. Me costaba respirar, el dolor era cada vez más profundo, era como si me hubieran arrancado el corazón o mejor dicho como si me hubiesen roto el corazón, y entonces lo entendí, algo le había pasado a mi otra mitad, algo le había pasado a Jane.

  • CON OWEN TODO ES FÁCIL

    Amy – Nexus

    Mañana

    Dejé a los cachorros jugueteando entre ellos, me interné en la maleza y me puse la ropa del lugar. Una vez salí, vi que en la plaza de aquel poblado de madera que ahora era mi hogar, Lekwaa miraba a Owen como el que acaba de ver a un fantasma.

    Me costaba creer que ya lleváramos un mes en este sitio y mi relación con el que había sido un buen amigo, pareciera rota para siempre. Al principio, estaba convencida de que no me hablaba porque no quería nada romántico con él y, aunque quizás en parte fuera cierto, Owen estaba lidiando con algo que le atormentaba y a mi nariz no se la podía engañar.

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  • TRUENOS Y GARRAS

    LEO ARKKAN

    SELAS

    La mera visión de la loba de color caoba despertó en mi algo que esperaba, aletargado pero siempre alerta, esa parte de mí que llevaba una vida reprimiendo y que finalmente había sido el desencadenante para empezar a llevar una vida que no esperaba pero me llenaba de una forma que me sorprendía cada día.

    Acompañé sus señas de mis palabras y las de Ezra para que el resto del grupo echase a correr. Mientras Amy lideraba en su forma lupina la comitiva atravesando el bosque, Ezra y yo nos dividimos a los demás para protegerlos. Él se mantuvo cerca de Elliot, Jamie y Vera, mientras que yo me mantuve al lado de Dante, Chloe, Julia y Kaylee. Los tres héroes habían desaparecido antes de convertirse Amy, por suerte, porque mi lado más salvaje recelaba de ellos.

    Me aseguraba de tener en mi campo de visión la melena pelirroja de Kaylee en todo momento, mientras usaba el olfato para seguir el camino que trazaba Amy. Me obligué a ir detrás de todos ellos, porque la sensación de que los lobos se acercaban me invadía como un sudor frío.

    Después de un rato corriendo empecé a ver figuras moviéndose entre las sombras, agitando las hojas en su carrera por alcanzarnos. Cuando el rumor del bosque comenzó a ser ensordecedor y el olor de los licántropos era imposible de ignorar, me entregué a lo inevitable.

    Es difícil describir la sensación, quizá la vez que más cerca había estado había sido con ‘Shattered Bones’, pero lo había intentado varias veces sin conseguir captarlo del todo. El dolor empezaba en mi caso en la columna, haciéndose más pronunciada arañando mi piel, que se expandía y se hacía más densa y resistente. Pero mi atención siempre se iba a lo que más temía, al dolor de mis falanges partiéndose y deformándose. Unas manos que ahora eran garras y no podrían tocar jamás.

    Mantuve el control todo lo que pude y fui capaz de dejar la transformación a medias, porque si me convertía en un hombre lobo completo no era capaz de retenerlo. En esa forma simiesca en la que me encontraba, busqué la melena pelirroja y di con apenas un destello.

    Corrí y mis piernas explotaron de placer al ser presionadas, necesitaba correr, quemar esa energía que atormentaba mi cuerpo a ser contenido. Por el camino un hombre lobo se cruzó, iniciando la persecución de Kaylee. Habrían notado que era la más fuerte, o que más de uno teníamos un lazo vital con ella.

    Sea como fuere, le di alcance y él trató de golpearme al llegar a su altura. Me zafé y usé esas mismas garras que hacían esas manos incapaces de tocar para rasgar su costado. La sangre brotó y sentí que me embargaba un éxtasis salvaje y primitivo. Mi yo humano detestaba esa sensación, pero ahora no era del todo humano y necesitaba esa fuerza.

    Mis garras abrieron camino, entonando un cántico de salvaje destrucción que se contraponía a la fuerza creadora que acarreaban cuando acariciaban las teclas de un piano, las cuerdas de una guitarra o la suave piel de Kaylee.

    Al final, llegué a un claro con el pelaje salpicado de sangre, envuelto en un frenesí que reprimí en cuanto les vi a todos, en especial a ella. Mis huesos se recompusieron y volví a mi ser. Miré mis manos y estiré los dedos para comprobar la movilidad.

    – [Kaylee]¿Y ahora qué?[/Kaylee] – preguntó Kaylee. Parecía ilesa. Salvo Amy, Ezra y yo mismo, los demás no tenían ni una salpicadura de sangre y la nuestra, a excepción de algunas magulladuras, era de los otros.

    Alguien se abrió camino a través de las ramas y entró al claro. No bajé la guardia al ver que eran los dos héroes y la heroína, parecía que también habían luchado, pero ellos tenían más arañazos. Apenas hubo tiempo de hablar cuando más figuras entraron y entraron al claro. Algunas estaban en forma de hombre lobo completa mientras que otras tomaron forma humana. El pudor que pudieran tener los demás era inexistente en ellos, que se presentaban sin ninguna ropa. Era más práctico para cambiar entre formas.

    – [b]Una manada con sólo tres lobos, doncellas, una bruja y un… pájaro.[/b] – dijo uno de ellos con voz burlona y ronca. Tenía una cicatriz en el pecho, la piel curtida por las peleas y el pelo salpicado de canas.

    – [Dante]Mira a ver a quién llamas pájaro, perra.[/Dante] – replicó Dante, dando un paso adelante. Ezra le puso una mano en el pecho para evitar que avanzase y se ganó un coro de gruñidos entre los licántropos.

    – [Kaylee]Casi como en Narnia, pero sin armario.[/Kaylee]- comentó Kaylee, desviando la atención al convocar un viento tan fuerte que les hizo retroceder. Surgieron más lobos de otros puntos del claro, acercándose de forma amenazadora hacia nosotros.

    Amy se dispuso a colocarse frente a los demás y hacer de intermediaria, pero los héroes no la dejaron actuar y se lanzaron a pelear. Cuando el primer lobo cayó al suelo con una herida de espada plateada en el vientre, la situación se escapó de su control.

    Hicimos un círculo dejando a Elliot, Jamie, Vera y Chloe en el interior. No fue necesario defendernos, porque un trueno retumbó como si acabase de caer en el mismo claro. – [Oriax]¿Qué héroe se atreve a cruzar mis dominios?[/Oriax] – preguntó una voz grave, pero serena y respetable a la vez.

    Al otro lado del claro una figura de dos metros de alto y aspecto imponente se dejó ver. Su imagen me transportó a otro tiempo, a una tarde lluviosa, a la vera de la chimenea encendida, con un reluciente disco de metal entre mis manos. Aquella fue la primera vez que vi esa figura, la del Daë Oriax.

    – [b][i]Nosotros, que venimos a librar al mundo de ti.[/i][/b] – dijo el héroe que parecía liderar a los otros dos. No recordaba muy bien sus nombres.

    – [Leo]¿Quién ha dicho nada de eso? [/Leo] – repliqué dejándome oír.

    – [b][i]Aléjate, ya he visto que no sois más que monstruos que pretendían engañarnos. [/i][/b]- levantó su espada apuntando hacia nosotros. El brillo que emitía el filo no dejaba dudas, era plata.

    – [Amy]¿Pero qué…?[/Amy] – intervino Amy, encarándose.

    – [b]Nos engañasteis con la hidra, pero seguro que era una riña entre seres como vosotros.[/b] – dijo la heroína. Aunque poco podía llamárseles así.

    – [Kaylee]Bueno, vamos a ver, yo creo que aquí ha habido un error, porque nosotras somos las buenas.[/Kaylee]- aclaró Kaylee. Teníamos dos frentes abiertos y aquí no había duda de dónde tenía que estar nuestro bando.

    – [Oriax]Basta. Habéis entrado en mis dominios. [/Oriax]- sentenció Oriax, acercándose. – [Oriax]Y os atrevéis a amenazarme.[/Oriax] – abrió las alas y en un parpadeo se colocó frente al héroe. Su espada voló por los aires hasta clavarse en el suelo y cuando alcé la vista, el Daë lo tenía cogido por el cuello.

    – [b]Cantarán mi nombre como el primero en morir hoy, pero alguno de nosotros acabará contigo. [/b] – replicó el héroe con dificultad, señalando unas luces en el exterior del claro. Eran antorchas, decenas. Aquellos tres héroes eran los primeros de un ataque a gran escala. Y nosotros estábamos en medio de todo eso, con la misión de protegerle.

    – [Leo]Tenemos que proteger al Dae. [/Leo] – les recordé, pese a que Oriax no parecía necesitarla en ese momento. Su expresión no cambió cuando vio las antorchas.

    – [Vera]¿Qué deberíamos hacer?[/Vera] – preguntó Vera, sin dejar de mirar con preocupación la tensa garra que sujetaba el cuello del héroe.

    – [Jamie]Va a matarlo. [/Jamie]- dijo Jamie, asustada. Oriax parecía calmado, pero en su interior se percibía una atronadora furia que amenazaba con arrasar todo.

    – [Dante]Eh, ¿y si lo sueltas?[/Dante] – se atrevió a decir Dante. – [Dante]No puede hacer nada contra ti.[/Dante] – añadió.

    Oriax pareció meditarlo, porque poco podían hacer en realidad contra él, pero el héroe y la heroína libres atacaron. Entonces en tres golpes certeros, acabó con todos. – [Oriax]¿Queréis ser los siguientes?[/Oriax] – preguntó, girándose hacia nosotros dejando atrás los cuerpos de los héroes.

    – [Kaylee]Evidentemente, no. Solo queremos que esto acabe con el menor número de muertes y mutilaciones a ser posible.[/Kaylee] – respondió Kaylee. Me sorprendía su valentía, la fuerza que emanaba pese a encontrarse en desventaja contra un ser tan ancestral y poderoso como Oriax.

    El demonio camino despacio hacia ella y se colocó delante. Me tensé. – [Oriax]Cuánto tiempo sin ver a una de las tuyas.[/Oriax] – dijo, como si mirara más allá, a través de su alma.

    – [Kaylee]Explícame eso, por fi.[/Kaylee] – pidió, cargada de inocencia.

    – [Oriax]Una hija del fénix.[/Oriax] – respondió el Daë. Una chispa pareció bailotear en el iris de Kay.

    – [Kaylee]Mi madre es que es una leyenda.[/Kaylee] – replicó. Él entrecerró los ojos, como si no la comprendiera, algo me decía que él debía estar refiriéndose a que Kay era como su madre, capaz de renacer de sus cenizas por el extraordinario poder de su magia.

    – [Oriax]Os daré una oportunidad.[/Oriax]- concedió finalmente, dándonos la espalda. – [Oriax]¿Por qué veníais con ellos?[/Oriax] – preguntó con firmeza.

    – [Dante]Más bien nos los encontramos de camino.[/Dante] – replicó Dante. No solía coincidir con él muy a menudo, pero había dado en el clavo.

    – [Leo]Veníamos buscando a alguien, para protegerlo.[/Leo] – añadí. El Daë se acercó a la manada y les hizo varias señas. Después de un rato, abandonaron el claro.

    – [Oriax]Seguidnos.[/Oriax] – dijo Oriax.

    – [Jamie]Los héroes vienen de camino. [/Jamie]- le respondió Jamie, señalando las antorchas que se acercaban.

    – [Oriax]Encontrarán obstáculos. Tardarán en llegar, si es que lo consiguen.[/Oriax] – replicó, aún sereno.

    Con cautela, manteniendo las distancias, les seguimos. Sería un Daë pronto, un salvador de mundos, pero todavía era un poderoso demonio, muy antiguo, capaz de acabar con quien se interpusiera en su camino. Casi instintivamente le di la mano a Kay para caminar juntos. Mientras avanzábamos, parte de mí parecía sentir ese fuego que emanaba de ella.

  • PERDER A TU MEJOR AMIGO

    Amy – Selas

    Tarde

    Cuando terminamos de comer las lechugas, decidimos adentrarnos en el bosque. Mi estómago rugía por la falta de proteínas. Por más que lo intentara, el vegetarianismo se me resistía.

    Caminábamos con desgana, quizás por el hambre. El día se había ido nublando de manera progresiva y, aunque no iba a llover, estábamos en el clima perfecto. A mi lado iba Leo, callado y con cara de haba, como siempre. Mientras que el resto, formaban pequeños grupos un poco más atrás.-  [Leo]No me gusta la idea de meternos en territorio de lobos[/Leo].- comentó para romper el hielo.

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  • NUESTRO PODER NO NOS DEFINE

    DIARIO DE JAMES BARNES

    KADINGIR, LUNA VILTIS – TARDE

    Cada día junto a aquellas personas era a partes iguales emocionante, fascinante y terrorífico. La experiencia de cambiar de cuerpos había sido impactante, pero nada comparado con ver a los muertos alzarse y luchar contra nosotros. Había soñado con la magia toda mi vida, estaba dispuesto a trabajar más duro que nadie y a dejar mi vida atrás por ella, pero acababa de comprender que no amaba todos sus aspectos y que el poder no es bueno ni malo, solo depende de la mano en la que esté.

    Mi padre, un ateo de la magia toda su vida, resultó ser parte de una especie de dios de la magia tiránico con muchos aspectos, incluso femeninos. No podía esperar nada bueno de ello, había enviado a aquel grupo a matarnos, pero aun así, en todos los años que había conocido a mi padre jamás había sido un hombre malvado. Estricto en mi educación desde que murió madre sí, preocupado, pero no era una mala persona.

    Pasé los primeros días antes del cambio conociendo bien aquel barco estrellado que antaño surcaba el cielo y más allá. Todo parecía sacado de un sueño y más de una vez pensé si no me habría vuelto loco de tanto leer como decían algunos trabajadores de mi padre. En cuanto volví a mi cuerpo retomé los paseos y las preguntas a las personas que allí vivían, tratando de no molestarles demasiado. La mitad de las veces me sentía como una sombra a la que nadie veía, observándoles como si fueran personajes de una novela. En esos momentos mi miedo a que todo fuera una invención de mi cabeza era más fuerte.

    Otras veces algunos se paraban conmigo y me hablaban, en especial Vera, a la que había cogido mucho cariño después del apoyo que me había prestado en mi mundo. Ella, sus hermanas y Leo serían siempre una clase de amistad diferente para mí porque habían estado en uno de mis peores momentos.

    Así que cuando empezó aquel debate sobre si volvían o no a su lugar de procedencia, esa «Tierra» de la que tanto había oído hablar, y supe que dos de ellos pensaban irse y dos quedarse, me sentí dividido. Por suerte para mí, que siendo nuevo en eso de decidir mi futuro no llevaba muy bien tomar yo las decisiones, la muchacha de pelo oscuro que parecía la madre de todos, Jane, decidió que tanto Vera, como Elliot, como yo, teníamos que irnos porque éramos demasiado jóvenes.

    Los demás le discutieron hasta que tuvieron que ceder, yo me limité a hacer caso a lo que recomendaba. Era una adulta responsable, seguro que sabía lo que decía.

    Noah, el que siempre me respondía todas las preguntas pero a veces lo hacía demasiado rápido, vino a buscarnos por la tarde. Venía ya acompañado del gigante de piel broncínea, Nate, de Vera y de Elliot. Nos explicó que él y Nate solo iban para ayudarnos y volverían con los demás. Al principio pensé que habría una especie de fiesta de despedida pero al parecer se había creado una clase de pacto unánime sobre evitar decir adiós, sin necesidad de hablarse entre ellos para formalizarlo.

    Me coloqué a un lado de Vera y ella me sonrió. Mi estómago se sentía extraño, como si tuviera un remolino de aire en su interior. Volvía a lanzarme a lo desconocido y eso me daba miedo, pero al menos iba con alguien a quien apreciaba. Noah fue llamando a algunas puertas y se nos unieron más personas.

    De una salió Laura, la chica que había despertado en la guarida de los malos conmigo y que había resultado herida, iba acompañada del ingeniero del barco volador, Henry. Pensé que él sería una pieza clave que no podría faltar, pero si su esposa estaba en esas condiciones era normal que se fueran ambos. Luego me di cuenta de que Vera me había explicado que aunque dos personas de distinto sexo durmieran en la misma habitación no tenían por qué estar casados. También dijo que si eran del mismo sexo podían estar casadas también. Aún tenía muchas cosas a las que acostumbrarme, la magia era el menor de mis problemas.

    De otra salieron una chica que me asustaba, que era la que había descubierto que podían viajar a la Tierra, junto a Niall, el chico que también había estado en la guarida de los malos. Esos sí sabía que no estaban casados, Lexie parecía estar cortejando con Noah, aunque no les había visto muy juntos desde que había llegado a aquel barco. Y Niall, por lo que había explicado Vera, prefería la compañía masculina a esos efectos. En mi mundo eso ni siquiera era una opción, pero de inmediato sentí que eso era como debía ser.

    La cara de Noah había cambiado desde que Lexie iba en el grupo. Ella charlaba y parecía contenta del viaje más que ninguno y cuanto más se le notaba, más serio y afectado parecía él. De uno de los cuartos salió solo el chico de pelo rubio que tenía alas de ángel, pero que no se comportaba para nada como uno, Dante se llamaba, como el de la Divina Comedia.

    Por último de otro de los cuartos salió solo Amy, que se limitó a caminar cerca de nosotros con aire pensativo. Parecía que no quería irse realmente, pero algún motivo la instaba a ello. Por ahí había escuchado algo de un amor trágico, al parecer, su licantropía podía matar al chico de fuego gemelo de Jane, Owen. No se me olvidaría ese nombre pese a que eran muchos porque su presencia se hacía ver. Eso y que mi bisabuelo se llamaba Owen.

    Salimos de aquel barco y la maravillosa brisa del exterior me recorrió mientras el sol me bañaba con sus rayos. Aquella sensación era revitalizante, pero duraría poco. Nos pidieron que nos colocáramos en un círculo agarrados de las manos y Henry empezó una cuenta atrás. Al terminar, aparecimos en otro lugar completamente diferente y mi estómago, que ya no estaba muy bien antes, se vació en una esquina antes de saber dónde habíamos ido a parar.

    Vera y Elliot me ayudaron a recomponerme y cuando alcé la vista tuve ante mí una inmensa ciudad de edificios que no se parecían nada entre sí.

    – [Noah]Vendrán a buscarnos a esta plaza.[/Noah] – indicó Noah. Estábamos en una especie de gran plaza central en la que terminaban catorce calles principales, que sí, conté mientras esperábamos más tarde. Cada calle empezaba en un cartel de piedra labrada con un símbolo y conducía a una zona con un aspecto diferente, con mercados y más plazas. Más tarde me enteraría de que cada calle simbolizaba uno de los mundos del Cúmulo, para que los que habían huido de ellos se sintieran cómodos. Solo allí, en la plaza central, se reunían tenderetes y gentes de todo tipo. Vi ropas de gentes del pasado como griegos y vikingos, pero también seres de cuento y otros que nunca había imaginado a los que los demás llamaron «alienígenas».

    – [Lexie]¿Alguien quiere un kebab del espacio? Voy a pillar uno[/Lexie]- propuso Lexie. Parecía que evitaba mirarle y noté una tensión extraña entre ellos. Se suponía que Noah hacía esto por ella, se notaba entre los dos un abismo invisible.

    – [Niall]El mio sin salsa.-[/Niall] comentó Niall agarrándose del brazo de Lexie. Un gesto tan natural nunca lo había podido ver en mi mundo.

    – [Noah]Yo os espero aquí.[/Noah] – puntualizó Noah. Le temblaba un poco la voz. Lexie y Niall se dieron media vuelta y se marcharon hacia uno de los puestos.

    Mientras esperábamos en silencio, observé a las personas que pasaban, conté las calles, miré los carteles y traté de distinguir el horizonte de aquella enorme ciudad en la luna. Entonces, Amy se apoyó en Nate, llevándose una mano a la sien. .- [Amy]Noah, tengo que contarte algo[/Amy]. – dijo tratando de enderezarse.

    – [Noah]¿Has tenido una visión?[/Noah] – preguntó él, acercándose. Amy tenía el rostro más pálido que de costumbre y al acercarnos, su frente estaba perlada de sudor.

    – [Amy]Tenemos que volver[/Amy]. – respondió, después de asentir.

    – [Lexie]NO[/Lexie].-gritó Lexie, que llegaba en ese momento con la comida, que terminó derramada en el suelo.

    – [Noah]Espera, Lexie.[/Noah] – pidió Noah.  – [Noah]Cuéntanos qué has visto.[/Noah] – le dijo a Amy.  Ella empezó a dar detalles muy concretos pero que daban una imagen desdibujada. No me había imaginado las visiones así, pero tal y como ella lo describía, eran un cúmulo de sensaciones, no solo de ver, si no de otros sentidos. Recomponiéndolo todo una vez nos lo contó, en algún lugar de aquella luna, los seguidores de Antailtire que nos habían atacado se habían reagrupado, uniéndose a otros tantos más, y planeaban el ataque antes de que pudiéramos recuperarnos. El ataque sería esa tarde, antes de que oscureciera y los demás irían cayendo mientras nosotros nos íbamos.

    – [Noah]Voy a volver. Podría pasar en cualquier momento.[/Noah] – sentenció Noah. Miró a Nate, que asintió. Los dos iban a irse, inmediatamente.  – [Noah]Vendrán a buscaros aquí, os reconocerán aunque yo no esté.[/Noah] – me di cuenta de que hablaba como si todo el plan de irnos a la Tierra siguiera adelante, pero dejándoles a ellos atrás ante un peligro indeterminado. – [Noah]Estaremos bien.[/Noah] – su última mirada fue para Lexie, pero nadie habló, el silencio cayó sobre todos hasta que Nate lo rompió.

    – [Nate]Tened mucho cuidado.[/Nate] – y de un instante a otro, se desvanecieron. Los demás, los que íbamos a irnos, nos quedamos allí en silencio, mirándonos. Esperaba que alguien dijera que volviéramos, que fuéramos ayudarles aunque no fuéramos los más fuertes. Algo podríamos hacer.

    – [Amy]Yo tengo que volver[/Amy].- dijo Amy al poco. Miró a todos y fue caminando hasta su hermana para estrecharla en sus brazos. Eché de menos haber tenido algún hermano o hermana, pero viendo lo que tenía que asimilar ahora de padre, mejor no desearlo a nadie más.- [Amy]Saluda a todo el mundo de mi parte y ten cuidado[/Amy]. – le pidió.

    – [Vera]No, si yo me voy contigo. He venido por no escuchar a Jane, pero no pienso quedarme cruzada de brazos mientras alguien me necesita[/Vera].- miré a Vera plantada allí, estoica. No pensaba dejar que nadie decidiera por ella. Ojalá yo fuera igual. Pero al menos con su decisión, podía sumarme.

    – [Elliot]No creo que Jane se enfade si volvemos para ayudarles.-[/Elliot] intervino Elliot. Los dos que tenían mi edad volvían.

    – [James]Y-yo voy con vosotros. No tengo…sitio al que ir y no voy a-a dejarles así.[/James] – me temblaba la voz, no quería ofender a nadie después de contar conmigo para irse, pero era lo correcto.

    – [Lexie]¿Os estáis escuchando? Amy se lo puede haber inventado todo, porque no soporta quedarse sin enrollarse con Owen[/Lexie].- soltó Lexie, poniendo un gesto que me daba miedo. Estaba enfadada, mucho.

    – [Amy]Por supuesto. Esa era mi intención. Me has descubierto[/Amy].- replicó Amy, con un tono de voz carente de emoción. Aun así, la vi poner los ojos en blanco un instante.

    – [Dante]No creo que hubiese venido hasta aquí para eso Lexie. Además nada te impide irte igual..[/Dante] – intervino Dante. Él había hablado durante parte del camino y estaba bastante convencido de irse, pero ahora no sabía ya si estaba hablando de que él también se iría o de que Lexie podía hacerlo pero él no.

    – [Laura]Yo no tengo mucho que aportar, así que me iré igualmente[/Laura].- comentó Laura, encogiéndose de hombros. Aún tenía las manos vendadas y estaba débil.

    – [Niall]Pues anda que yo, que solo estoy en esta historia de soporte moral.-[/Niall] reconoció Niall.

    – [Amy]Cualquier ayuda es poca[/Amy].- admitió Amy, más preocupada de lo que dejaba ver. ¿Habría visto en la visión una señal de que teníamos que ir todos? Yo no dudaba de ella, de eso estaba seguro, si decía que había visto algo, era así.

    – [Lexie]¿QUIERES CALLARTE DE UNA VEZ?[/Lexie] – gritó Lexie. Me eché un par de pasos hacia atrás, encogido. Vi que alguna gente se giraba hacia nosotros.

    – [Amy]No me escuches si no quieres. Solo digo lo que he visto[/Amy].- me sorprendía ver a Amy con paciencia, era una loba a la que ya había visto enseñar las garras en mi mundo. Pero allí estaba intentando mediar. Quizá necesitaba que Lexie volviera.

    – [Lexie]Es que no tenía que haberte dejado venir, porque siempre lo jodes todo[/Lexie].- Lexie se llevó una mano al pelo, nerviosa. Quizá más que nerviosa estaba molesta, con un enfado que se le escapaba de las manos.

    Dante caminó hacia Amy. – [Dante]Cuanto antes nos vayamos, mejor. [/Dante] – dijo. Lexie le miró, parecía sorprendida de que él también se fuera. Laura, Niall y Henry estaban todavía al lado de Lexie. – [Dante]Aprovechad para volver a casa. Yo volveré a intentarlo.[/Dante] – añadió. Notaba algo de pena en sus palabras, pero estaba decidido.

    – [Amy]¿Vamos?[/Amy]- preguntó, mirando hacia Dante. Nos esperaba una buena caminata hasta el barco volador, no sabía cómo lo haríamos sin Henry y su don, pero todos se acercaron a Dante como si él también pudiera hacerlo. – [Amy]Ojalá pudiera enseñarte lo que he visto[/Amy].- comentó Amy apartándose de nosotros para ponerse frente a Lexie. Ella seguía fulminándola con la mirada pero Amy le puso una mano en el hombro de una forma extraña, como si no fuera consciente de lo que hacía y Lexie, antes de poder apartarse, cayó de rodillas al suelo. Amy no sabía cómo lo había hecho ni que podía hacerlo, pero había compartido su visión con Lexie, que se quedó de rodillas con los ojos muy abiertos, sorprendida, procesándolo.

    Amy volvió junto a los demás y de pronto mi corazón dio un vuelco cuando la oscuridad nos rodeó por completo.

    – [Henry]Quizás deberíamos volver también. Es decir, si fuéramos nosotros los que estamos en peligro habrían venido…-[/Henry] escuché decir a Henry, casi como un eco lejano.

    – [Laura]Pero yo no puedo hacer nada[/Laura].- respondió Laura. En su estado, tenía razón. Al menos ella tenía un don, yo no tenía nada, no sabía cómo podría serles útil, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

    – [Henry]Eso no es cierto, nuestro poder no nos define. Necesitan nuestra ayuda Laura.-[/Henry] – replicó él.

    – [Laura]Gracias[/Laura].-añadió ella. Noté algo diferente en su voz, como si algo hubiera cambiado, pero antes de poder pensar, sentí el tirón de la vez anterior y aparecimos en mitad de la pradera. Solo que ahora la tranquilidad de antes se había visto reemplazada por un combate encarnizado donde los sirvientes de Antailtire, el ser del que era parte mi padre, trataban ya no de apresar si no de matar al resto de habitantes del barco volador, que asistía a la lucha como un espectador de fondo.

     

  • LAS MUJERES MAS IMPORTANTES DE OWEN

    OWEN WILLIAMS – Nave

    Mañana

     

    No era mi primera vez dentro del cuerpo de una mujer… vale, dejadme reformular esto porque con lo que viene a continuación queda demasiado raro. No era la primera vez que mi alma se veía anclada en el cuerpo de una mujer, como podréis recordar de pequeño por un día fui mi madre, y no era uno de sus mejores días precisamente. Desde aquel día supe que las mujeres son un ser superior al hombre y que la menstruación duele más que una patada en los huevos sin ninguna duda.

    Cuando pensé en pasar más tiempo con ella no imagine que sería de esta manera, pero visto por el lado bueno de esto modo no podrá huir de mí para vigilar su cuerpo, lo cuál dicho sea de paso duele un poco porque no se por que clase de depravado me toma.

    Ser Amy estaba resultando toda una experiencia desde luego, siendo mi madre no podía tocar a nadie, sin embargo con Amy percibía un montón de cosas, la seda de su bata cayendo por los brazos con delicadeza, una amplia gama de olores, o que en alguna parte de aquella nave alguien se había transformado en licantropo, lo que me hacia sentir algo por dentro y no eran ni flores ni gases.

    – [Owen]¿Te parecen bien unos cereales?.-[/Owen] Ella se limitó a encogerse de hombros sentada en un taburete delante de mí. Por lo general solía desayunar un vaso de proteínas y alguna fruta, pero en el caso de Amy no sabía lo que desayunaba así que tire por el desayuno universal de un niño menor de 10 años, soy un genio como podréis comprobar. Nota: compensar a Amy con un desayuno sorpresa cuando todo esto haya pasado.

    – [Owen]Puedes darte un caprichito ahora que esta en mi cuerpo, ya quemare las calorías luego.-[/Owen] Clase de como cagarla con tu crush 101.

    – [Amy]¿Me estás llamando gorda?[/Amy]- Pregunto poniendo los ojos en blanco algo que me dio mucho repelús porque no era algo que yo soliera hacer, de pequeño pensaba que los ojos se te podían acabar metiendo hacía dentro.

    – [Owen]No, en todo caso te estoy llamando delgada.-[/Owen] Así se arregla Owen. Los cereales que había preparado comenzaron a convertirse en una mezcla pastosa, maldita comida futurista. – [Owen]Esto sabe a cartón.[/Owen]

    – [Amy]No necesito que hagas apreciaciones sobre mi físico[/Amy].- Amy cogió una fruta que parecía una ciruela, pero azul en su interior. – [Amy]De hecho, podemos estar en silencio hasta que acabe todo[/Amy].- Por lo general era un tío sonriente, pero esa en concreto que acaba de poner no era una que soliera utilizar, la sarcástica.

    – [Owen]Si nos quedamos en silencio será más violento. -[/Owen] Los cereales estaban comenzando a resultar imposibles de tragar y creo que comenzaba a entender por qué. Amy compartía su cuerpo con otro ser, y un bol de leche con arroz inflado no era precisamente lo que quería. – [Owen]Oye, ¿siempre tienes antojo de carne?.[/Owen]

    – [Amy]Para tener antojo de carne, te estás poniendo fino a cereales[/Amy].- Pues si tenía antojo, pero no sabía de que tipo. En una escala del 1 al 10 en cosas estúpidas que solo podría ocurrirseme a mí, como de estúpido seria el morderme a mi mismo para que Amy dejara de atormentarse con que podría matarme y así estar juntos.

     – [Owen]Lo decía por la loba.-[/Owen] No pude evitar olfatear y me llegaron varios olores, por lo visto era una destilería andante porque daba la sensación de que desprendía ron por los poros de mi piel, pero por encima de eso me llegaron otros más suaves de Amy  – [Owen]Vaya, pues sí que es bueno ese champú espacial.[/Owen]

    – [Amy]Evita hacer esas cosas[/Amy].- No hacía falta ser un genio para notar que aquello le había incomodado. Maldita sea Owen, acaso ves a Amy lanzar fuego, pues deja de usar sus habilidades claramente superiores a ti. – [Amy]Y si tienes ganas de hacer pis: te lo haces encima y ya está[/Amy].

    – [Owen]Evitare más líquidos por hoy. Si tú necesitas ir al baño, puedes ir si problemas.-[/Owen] Le guiñe un ojo, lo cual al estar en su cuerpo resultaba algo violento.

    – [Amy]Prefiero reventar o provocarte una infección de orina[/Amy].- Amy ignoro el guiño de ojo y saco un lápiz y papel en el que comenzó a escribir. No dejaba de sorprenderme, no tenía ni la más remota idea de donde los había sacado porque eran cosas que no solía llevar encima. Ella, guapa, lista, maga. Pero sobretodo me sorprendía que fuera capaz de sacar algo de esta situación como para poder hacer una canción.

    – [Owen]Esto es lo más raro de todo, nunca me había visto tan concentrado en algo.-[/Owen] Dije hincando los codos en la encimera inclinándome un poco hacia ella/él.

    – [Amy]No me observes[/Amy].- Me pidió con las mejillas encendidas. Note como su corazón, o el mío, se aceleraba.

    – [Owen]Si vas a escribir sobre esta maravillosa experiencia, puedo ayudarte. Aunque no se me da bien tocar ningún instrumento.-[/Owen] El talento musical se lo había llevado Elliot, el culinario Jane y el intelectual ambos. Yo solo era Owen.

    – [Amy]No necesito ayuda, Owen. Necesito silencio[/Amy].- Se quedo pensativa unos segundos, tal vez pensando en algo que escribir.- [Amy]Pero gracias[/Amy].

    [Owen]Vale, soy una tumba.-[/Owen] Añadí imitando el cerrar de una cremallera.

    Me senté en el otro lado de la cocina ojeando una revista de cocina, de vez en cuando Amy alzaba la vista por encima del hombro, vigilandome, o tal vez inspirándose para lo que estaba escribiendo, vale puede que mi talento sea el de ser musa de cantantes.

    Me alegraba de haber cambiado de cuerpo con Amy, era algo que podría unirnos más, además no tenía nada de malo ser mujer. De hecho las tres personas más importantes de mi vida eran mujeres. Una me había educado de una manera fenomenal a pesar de todos los quebraderos de cabeza que le había dado. Otra había sido mi media mitad toda mi vida y lo seguiría siendo por siempre. Y la última alegra mis días con una simple mirada, o en este caso con un vistazo por el rabillo del ojo.

     

  • HERENCIA DE SANGRE

    JAMES BARNES

    MAÑANA, ESFERA ARTISAN

    Cuando el señor Leo dijo aquél nombre, la señorita Amy fue la primera en reaccionar, pero para cuando ella terminó de explicar que acababa de hablar con él gracias a esa «bola mágica», me alegró poder ayudarles en algo diciendo que yo también conocía a ese hombre, y bastante bien de hecho, aunque nuestra historia tenía algunas complicaciones por el camino.

    Después de charlar hasta entrada la noche, propuse ayudarles a llegar hasta a él a la mañana siguiente. Al ver que la hora de llegada de padre estaba cerca, se lo hice ver y ellos prefirieron irse a la cama. Parecían haber notado mi nerviosismo y agradecí estar solo para cuando llegase.

    Toda la euforia acumulada por conocer a aquellas increíbles personas, comprobar que la magia era tan real como había soñado y poder aportar algo a su senda heroica se desvaneció en cuanto vi el semblante serio de padre cruzando la puerta.

    Había hablado con Ernest y Clara, quizá también con la señora Adelaide. Cuando empezó a hablar con una voz atronadora lo primero que pensé fue en que los demás no le escuchasen. No quería que mis nuevos «amigos» viesen primero esa parte de él, como había estado recientemente en lugar de como había sido casi siempre.

    Escuché y les defendí lo que pude, pero su enfado no iba a menos y llegó un punto en el que mencioné que al día siguiente se irían después de acompañarles a ver al Reverendo Rowe en el que su ira se desbocó. Me prohibió ir con ellos, tener ningún tipo de contacto con John Rowe o que siguieran en nuestra casa un día más.

    Al final su enfado fue remitiendo. Me recordó que el Reverendo Rowe hablaba en su contra, decía que si la fábrica de mi padre tenía tan buenas intenciones, por qué seguía muriéndose de hambre media ciudad, y por qué sus máquinas revolucionarias apenas se veían, ¿a dónde iban de verdad?

    Recuerdo preguntarle a mi padre esas cuestiones porque el Reverendo y yo habíamos sido amigos durante bastantes años. Cuando padre trabajaba, solía pasar tiempo con él, hasta que pasó todo aquello y padre se volvió más cerrado. Cada vez pasaba más tiempo en la fábrica.

    En las últimas semanas había sido peor, especialmente los días en los que le visitaban «los extranjeros». Llevaban ropas extrañas y padre dijo que venían de ‘La Gran Planicie’ para comprar sus máquinas. Pero seguía raro.

    Dormí mal esa noche, di vueltas y me desvelé varias veces, pensando en mi cabeza cómo decirles a los demás que no podía acompañarles y que tampoco podían quedarse. Al final caí rendido y para cuando me despertó el grito del gallo, estaba agotado.

    Tras asearme y hacer las primeras tareas de la mañana mientras se despertaban, me reuní con ellos en el desayuno. Padre se había ido antes incluso de que yo me despertase. Solía irse temprano, pero parecía que ese día un poco más, como si no quisiera verles.

    – [James]No puedo ir con vosotros, padre no lo permitiría.[/James] – dije al cabo de un rato, agachando la mirada hacia mi plato.

    – [Vera]Eres el único que nos puede ayudar.[/Vera] – escuché decir a Vera. No me vi capaz de levantar la mirada y encontrarme su rostro de decepción. Ella me entendía de una forma que hacía tiempo que no hacía nadie.

    Negué con calma. – [James]Padre no quiere que me acerque al Reverendo. Dice que sus ideas se me meterían en la cabeza.[/James] – quizá tenía razón. No era la primera vez que sentía que algo raro pasaba en la fábrica. Había demasiados secretos y la fábrica cada vez era más grande y requería más tiempo de su padre. Sí, ayudaba a la gente dándoles un trabajo, pero era cierto que con máquinas como el tren, podría haber vivido mejor la gente.

    – [Amy]¿Quieres vivir tu vida o la de tu padre? [/Amy]- replicó una voz más seria y grave. La señorita Amy me miraba sin apartar la vista. Ella no conocía normas de etiqueta, era tan natural y tan salvaje que no podía si no envidiarla.

    – [James]No lo conocéis, es duro pero es buen padre. Está solo y solo me tiene a mí.[/James] – le defendí sin ponerme en contra de ellos. Solo quería pacificar, que no pensaran tan mal de él porque…bueno, porque era mi padre. – [James]Es que últimamente, ha cambiado. Si me quedo al final volverá a ser el mismo.[/James] – pensé en voz alta, o quizá lo que quería era convencerme.

    – [Amy]La gente no cambia.[/Amy]- dijo Amy. Vi que el señor Leo la miraba de soslayo.

    – [James]Tengo que intentarlo…[/James] – dije sin saber para quién. Después me quedé pensando. Ellos habían sido buenos conmigo, me habían salvado, habían sido agradables y me habían abierto las puertas a la magia. Y luego estaba Vera, que me comprendía. En ese momento apareció una chispa de resolución, no tenía que hacer todo exactamente como decía padre, en especial si no se enteraba. – [James]Pero intentaré acompañaros. Padre se ha marchado a la fábrica, nadie tiene por qué saberlo.[/James]

    – [Amy]Estás en la cárcel y con miedo.[/Amy]- replicó Amy. Fui testigo de cómo Vera la recriminaba con la mirada, pero esas palabras me hicieron pensar.

    Mientras subía a prepararme como creía que debía ir un aventurero, seguí dándole vueltas. Mi padre siempre decía que él no temía el cambio. ¿Por qué yo sí debía hacerlo? Quizá lo que tenía que hacer era unirme a ellos, si me aceptaban claro, y ver lo que había más allá de esa ciudad.

     

    Vera me dirigió una sonrisa al fijarse en la mochila que me había preparado, pero disimulé para no comprometerme, ni siquiera yo tenía claro aún mi camino. Tras un silencioso viaje en el tren en el que parecía que todos los ojos estaban puestos en mí y cualquiera iba a correr a decirle a padre lo que estaba haciendo, por fin llegamos a la ciudad.

    – [James]Si hay suerte estará en el hospicio. Hace mucho que no le veo.[/James] – les expliqué mientras recorríamos las calles, adentrándonos en la zona menos agradable, en la que el olor a salitre cubría por suerte el de la gente que no se aseaba a diario. Hacía unos años me sentaba con el señor Rowe en el hospicio, ayudándole con los niños más pequeños, pero él siempre se había negado a que fuera a ayudarle cuando iba al puerto, allí había cosas que no quería que viera. Ahora era más peligroso si cabía, por el asesino de…»mujeres de vida dudosa» que rondaba por la zona. – [James]Recoge gente de las calles, niños y niñas sobre todo.[/James] – aclaró. A los demás les ayudaba, pero no quería que cualquier adulto pudiera estar cerca de los niños de los que en muchos casos ya habían abusado. – [James]A veces le ayudaba.[/James] – les comenté. No eran malos tiempos, el Reverendo había sido amigo de mi madre y me había dicho que siempre cuidaría de mí ahora que ella no podía.

    – [Vera]Parece un buen hombre.[/Vera]- meditó en voz alta Vera. Caminaba a mi lado y me sentía extraño al mirarla, nervioso.

    Asentí. Cuando padre me prohibió verle no lo dudé, pero quizá debía haberlo hecho, seguro que el Reverendo solo quería ayudarle. Al final, después de otro rato en silencio, llegamos al hospicio.

    – [Kaylee]Si alguien es muy hipocondríaco, lo mejor es que se quede fuera.[/Kaylee]- propuso Kaylee.- [Kaylee]Por ejemplo, yo.[/Kaylee] – añadió, despejando las dudas. La señorita Kaylee parecía de las tres hermanas la más empática y quizá ver lo que habían sufrido algunos niños y niñas que allí vivían le haría bastante mal.

    – [Leo]Me quedaré contigo, vigilando por si aparecen problemas. O ellos.[/Leo] – dijo el señorito Leo. Entendí que por «ellos» se referían a esos «Daë» a los que estaban ayudando.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee]- dijo ella. Se miraron de una forma que envidié y Amy esbozó una cara de asco.

    Los demás bajamos las escaleras. Allí, en aquella gran sala sin decoración de ningún tipo más allá de unas mesas sobrias y desconchadas repletas de niños de todas las clases, sobresalía una figura que se movía de un lado a otro, atendiéndolos, sirviéndoles comida y evitando que se peleasen. Apenas había envejecido un día. – [John]¿James? No puedes ser…[/John] – al verme caminó hacia mí con una sonrisa amplia, entonces se fijó en los demás. – [John]¿Amelia?[/John] – preguntó, mirando a  la señorita Amy.

    – [Amy]Amy.[/Amy] – le corrigió ella, que pese a todo, no parecía incómoda.

    John le sonrió, parecía tan alegre y afable como siempre, como si nada hubiera cambiado. – [John]No sabía que estabas aquí.[/John] – le dijo. – [John]¿James es uno de tus Daë? ¿O de los suyos?[/John] – su mirada se posó sobre mí y me sentí cohibido. Era culpa mía no haber hablado con él desde que padre lo mandó. Si supiera que estaba allí…

    – [James]No, yo…he venido a acompañarles porque le buscaban, pero debo irme, mi padre…[/James] – traté de excusarme, titubeando. Sentí que una mano suave y cálida agarraba la mía y me reconfortó. Era Vera. El corazón se me aceleró y fue como si mi mano de pronto no formase parte de mi cuerpo, pero allí estaba, unida a la suya.

    – [John]No sé qué te habrá contado tu padre, James, pero necesitas ver el mundo con tus propios ojos.[/John] – sus consejos salían de su boca con una voz tan calmada y serena que era difícil sentirse atacado.

    No quería hablar de eso, reconocía mi culpa pero también estaba desobedeciendo directamente a padre. – [John]¿Por qué me buscabais? ¿Necesitais ayuda?[/John] – me miró de reojo, sabía que no estaba cómodo y había cambiado de tema.

    – [Amy]Creemos que eres el Daë que falta.[/Amy] – dijo Amy.

    – [John]¿Yo un Daë? No puede ser. Yo ayudo a la gente que lo necesita, pero…¿salvar el mundo?[/John] – comentó, sorprendido. Me extrañó que supiera lo que era un «Daë», pero si podía hablar con Amy por esa «bola mágica», todo podía ser posible.

    – [Amy]Esa es la definición de Daë.[/Amy] – insistió ella.

    – [John]No soy ningún guerrero ni hechicero.[/John] – replicó el Reverendo. Me resultaba dificil también verlo como un héroe de leyenda. Él era un salvador de la gente de a pie.

    – [Vera]Ni yo.[/Vera]- intervino Vera. Me costó parar a pensar lo «corriente» que era, porque a mis ojos era increíble.

    – [John]¿Han venido con vosotros? Hace unos días que no sé nada de ninguno.[/John] – preguntó, asumí que hablaba de los «Daë» con lo que también debía haber estado comunicándose.

    – [Vera]No, los Daë van por su cuenta.[/Vera]- explicó Vera.- [Vera]Nuestra misión es que se reúnan, pero por lo demás, tienen libre albedrío.[/Vera] – absorbí la información para tratar de colocar todo ese mapa y entenderlo, pero era muy complejo.

    Él se quedó pensativo y nos condujo a través de un pasillo hasta una sala de doble techo en la que el centro estaba despejado y los muebles, cajas con todo tipo de utensilios y camas estaban apartados a los lados. – [John]Si está en mi camino ser un Daë para ayudar a la gente, lo aceptaré de buen grado.[/John] – resumió. Deseé parecerme a él, tener su resolución. Estaba dispuesto a dejar atrás todo lo que conocía, por malo que fuera. – [John]¿Puedo ofreceros algo o tenéis que marchar a continuar vuestra misión?[/John] – preguntó. Me di cuenta de que ya estaba todo hecho, era el final del camino y el momento de que yo mismo decidiera se acercaba. Y no estaba preparado.

    Antes de que nadie pudiera responder las puertas de aquella sala se abrieron de golpe y un hombre al que reconocí al instante se acercó a nosotros como si le rodease una tormenta. – [b]James, vete de aquí ahora mismo. Vuelve a casa.[/b] – dijo mi padre con voz grave.

    Estaba nervioso e incapaz de responder, pero vi a Amy ir hacia un montón de cajas y cuando volvió no era ya una joven de piel pálida si no una loba bípeda que se alzaba en altura sobre cualquiera de los presentes.

    Mi padre la vió y después me miró con los ojos abiertos como platos. – [b]Has llevado monstruos a nuestra casa.[/b] – se acercó a mí sin que pudiera moverme y me agarró del brazo, tirando hacia él.

    – [Vera]Le estás haciendo daño.[/Vera]- Vera había tenido que soltarme la mano del tirón que había dado mi padre y ahora luchaba por separarme de él. Yo me sentía como un muñeco, movido por los hilos que accionaban otros. Amy le enseñó unos dientes afilados como cuchillas.

    Leo y Kaylee atravesaron corriendo las puertas y eso nos dejó a padre y a mí en el centro de mis nuevos amigos. – [Leo]Tened cuidado, no es un humano normal.[/Leo] – vi que Leo tenía una herida en el cuello que ya se estaba cerrando. Kaylee murmuró algo que no alcancé a escuchar y mi padre salió despedido hacia atrás como movido por una ráfaga de viento. Me llevé una mano al brazo, dolorido por su apretón.

    – [b]¡Bruja![/b] – de alguna forma mi padre consiguió pararse en mitad de la sala y a su alrededor el aire pareció crepitar. Escuché un grito cortado y al girarme vi que Kaylee tenía una especie de mordaza hecha con trozos de metal. Leo trató de ayudarla a quitársela pero Amy se lanzó sobre él para atacar.

    No podía ser mi padre el que había hecho eso, no lo concebía. Él que siempre me había hecho desechar la magia, que vivía en un mundo de tecnología y en ese momento estaba reuniendo a su alrededor piezas metálicas. Las piezas ni siquiera eran las mismas, padre tenía la vista fija en ellas y movía los labios haciendo que las piezas tomaran la forma que él quería, hasta engancharse para formar un oso metálico que cargó contra Amy.

     

    Amy empezó a esquivar y luchar contra ese engendro metálico como pudo. Traté de acercarme a padre al ver que se llevaba una mano a la cabeza, como si le doliese o se sintiera desorientado. – [b]No podías haberte quedado tranquilo con tu padre siempre cuidando de ti. Tenías que buscar la magia.[/b] – le había visto enfadado pero nunca tanto. Si me había ocultado esa magia que podía obrar, ¿qué más podía estar ocultando? Me detuve, manteniéndome a distancia. – [b]Mira lo que has hecho.[/b] – rugió.

    – [James]Tú no eres mi padre. ¿Quién eres?[/James] – repliqué, desesperado por una respuesta que me ayudase a gestionar todo eso.

    – [b]Ah sí, soy tu padre, chiquillo. Pero también soy más, muchos y muchas más. Yo soy Legión y estamos en todas partes.[/b] – su voz sonó como si muchas voces se sumaran a la vez. Fragmentos de metal le rodearon formando una especie de armadura.

    – [Vera]¿De quién eres hijo, James? [/Vera]- escuché preguntar a Vera, pero mi mente ya no era capaz de procesarlo.

    Por un momento dejé de oír, solo podía ver a aquél hombre con tanto poder cubierto en su armadura, amenazando a las únicas personas que había podido llamar amigos en mucho tiempo. El Reverendo estaba a sus pies, incapaz de hacer nada mientras mi…mi padre…le apuntaba con una pistola creada con su propia magia.

    Todo parecía ir muy lento, no podía moverme, ni hablar. No escuchaba nada, ni siquiera los gritos de los demás tratando de evitar que matase al Reverendo. Nada hasta que escuché un silbido y vi a mi padre dejando caer el arma. Se agarró la mano con la contraria, mirando atónito una flecha de color brillante clavada en él hasta que se desvaneció. – [Eldric]De la mano que controla todos estos mundos.[/Eldric] – dijo un hombre ataviado con una armadura dorada. Tenía un arco en la mano, un arco precioso, pero sin cuerda. No, no era un hombre, era un…un elfo. Su respuesta parecía ir a Vera. ¿Qué era lo que había preguntado? Ah, sí, de quién era hijo. Ese hombre, ese elfo, parecía saberlo mejor que yo. – [Eldric]Antailtire, el Soberano, el Cardenal, la Reina…una de sus muchas caras.[/Eldric] – sentenció. Vera me miró, sorprendida, los demás también lo estarían cuando tuvieran tiempo para hacerlo, para mi aquellos nombres no significaban nada aún.

    – [b]Somos uno, cosa que vosotros solo podéis soñar.[/b]- padre habló de nuevo, pero ya no con una voz hecha de voces, si no con la voz de una mujer.

    – [Geraldine]¿Sabes lo que más nos gusta a las brujas? El fuego.[/Geraldine]- dijo una mujer de cabello castaño oscuro que blandía un báculo con una gema en la punta. Un círculo de fuego rodeó a mi padre, tan intenso que el metal de su armadura brillaba como si fuera a fundirse.

    – [b]Ya he callado a una bruja antes.[/b] – replicó con la voz con la que siempre le había conocido. Trató de colocar una mordaza a la que acababa de aparecer pero no fue capaz.

    – [Eleanor]Aquí no hay ninguna bruja con mordaza.[/Eleanor]- replicó una joven de cabello rubio. Se la veía muy fuerte físicamente, pero tenía un rostro amable. Había ayudado a Leo a quitarle la mordaza a Kaylee, que ahora se unía a la otra bruja para contraatacar.

    Por primera vez fui consciente de dónde me encontraba. Miré y vi que no solo habían llegado la bruja, el elfo y la guerrera. Había un guerrero sonriente de pelo azul, un caballero de casco astado que blandía una gran espada de aspecto espeluznante, una mujer que en ese momento estaba tomando el aspecto de una leona al igual que Amy tomaba el de una loba, también otra de pelo oscuro y tez broncínea que tenía una mirada maliciosa y por último un gigante hecho de piedra pura. Eran muchos y parecían muy fuertes.

    – [James]Padre, no. Ríndase. Recapacite.[/James] .- le imploré. Él me miró fijamente como si no me conociera.

    – [b]Tu padre ha fallado muchacho, ahora ha sido absorbido y otro cumplirá su función cuando acabemos con vosotros.[/b] – de nuevo esa voz hecha de voces. Sentí la mirada de Vera fija en mí y perdí las fuerzas.

    No sé si sabía cómo iba a acabar aquello, pero dejé de luchar. Sentí el brazo de Vera rodeándome y después un cuerpo más grande colocarse tras nosotros, cubriéndonos. Por encima del hombro vi que era el Reverendo.

    Esperé a que volviese el silencio y cuando lo hizo, me levanté. Corrí hasta mi padre, que estaba tendido en el suelo, sin rastro ya de su armadura más allá de unos trozos de metal aquí y allá.

    – [b]Lo siento hijo…no lo sabía…no…[/b] – sus ojos eran distintos, eran los del padre que había conocido gran parte de mi vida y no últimamente. Parecía confuso y dejaba transmitir la culpa con la que se fustigaba.

    – [James]Padre. Aguante.[/James] – le pedí. Yo mismo sabía que no estaba bien, no tenía ninguna gran herida visible pero toda la fuerza de antes parecía haberle abandonado, como si hubiera sido desconectado del poder que tenía. De hecho, cuanto más tiempo pasaba menos real me parecía su cuerpo. Era como si se estuviera desvaneciendo.

    – [b]Pensé que la…magia sería tu perdición pero…el mal estaba en mí… Ni siquiera sé lo que soy…[/b] – parecía pequeño, nada del hombre serio y fuerte que había conocido. Allí, delante de mí, se enfrentaba a la muerte sin la certeza de qué era.

    – [James]No es culpa suya. Descanse.[/James] – le consolé. Aferré su cuerpo y lloré hasta que se desvaneció en el aire, incluso después. Vera me abrazó no sé durante cuanto tiempo.

    Pasaron las horas mientras trataba de recuperarme. Ninguno de ellos se fue pese a que insistí en que siguieran con su misión sin preocuparse de mí. A fin de cuentas habían guiado al Reverendo con los demás, ya podía irse. Pero no lo hicieron. Esperaron toda la tarde, toda la noche y hasta la mañana siguiente.

    A primera hora el Reverendo vino a hablar conmigo acompañado del elfo llamado Eldric, la bruja llamada Geraldine y la joven guerrera llamada Eleanor. Al parecer mi mundo era uno de muchos que estaban siendo gobernados y controlados por un ser conocido por muchos nombres. Ese ser tenía un poder mágico tan enorme que había moldeado los planetas como había deseado y los controlaba gracias a que podía tomar diferentes formas y podía estar en diferentes lugares a la vez. Pregunté si no sería «Dios», pero ellos negaron con la cabeza incapaces de concebir un dios tan cruel.

    Al final, el Reverendo se despidió de mí y se marchó a cumplir su misión con los demás, a seguir su camino como todos. El resto: Vera, Amy, Leo y Kaylee siguieron esperando, con paciencia, sin presiones. Me acompañaron de vuelta a la granja y esperaron mientras hablaba con Ernest y con Clara, con la señorita Adelaide, con los trabajadores… Y después de eso, esperaron a que enterrase un ataúd vacío pero lleno de mentiras en una ceremonia a la que acudieron muchos de sus trabajadores y conocidos sin saber que ninguno de ellos le conocía de verdad.

    Solo entonces, cuando regresamos a casa, vinieron todos a verme.

    – [Kaylee]Nada de lo que te digamos va a servir de mucho, pero lo siento.[/Kaylee]- escuché decir a Kaylee. No era la primera vez que lo decía y en su voz se notaba que cada una de esas veces, lo sentía.

    – [James]No es culpa vuestra.[/James] – reconocí. Tampoco de los Daë aunque hubieran luchado con él, habían hecho lo que debían. – [James]John y los demás me han hablado de todo. De los mundos. De Antailtire.[/James] – dije sintiendo un escalofrío al pronunciar el nombre por el que se referían a ese ser, a mi padre. – [James]Mi padre era eso, pero a la vez no lo era.[/James] – dije. Ni yo mismo lo entendía, era como si fuera una persona diferente, con su propia mentalidad, pero a la vez formaba parte de aquel…»compendio» como lo habían llamado. Aún tenía que procesarlo y llegar a entenderlo del todo, habían sido un par de días muy largos y notaba la cabeza a punto de estallar.

    – [Vera]¿Qué vas a hacer ahora?[/Vera] – escuché la voz de Vera y deseé que me pudiera reconfortar con la misma facilidad de otras veces, pero aquella herida tardaría más tiempo en sanar, incluso con su ayuda.

    Suspiré profundamente. – [James]No sé quién se hará cargo de la fábrica, pero padre tenía ahorros.[/James] – les expliqué. – [James]Ernest y Clara podrán encargarse de la granja y hacer su vida en ella.[/James] – continué. Era lo mínimo que podía hacer por ellos después de cuidarme toda una vida. – [James]Yo necesito respuestas y aquí no…aquí no las voy a tener.[/James] – admití. Era una resolución a la que me había llevado dos días llegar.

    – [Vera]Puedes…[/Vera]- empezó a decir Vera. La miré y por primera vez tuve ganas de sonreir. Sabía lo que ella quería proponerme pero se preocupaba lo suficiente para no hacerlo.

    – [Kaylee]¿Por qué no te vienes con nosotros?[/Kaylee] – preguntó su hermana Kaylee en su lugar.

    – [James]¿No sería una molestia?[/James] – le respondí. Noté la mirada de Vera fija en mí. – [James]Por lo que sé…mi padre era parte del mal al que os enfrentáis. Y yo…¿y si yo también lo soy?[/James] – era algo que me atribulaba desde que sabía la verdad. ¿Y si me volvía como él o ya lo era? Y de no serlo, ¿qué era?

    – [Kaylee]Lidiaremos con ello en los próximos capítulos.[/Kaylee]- replicó Kaylee con una sonrisa y se giró, como si fuese una actriz mirando al público en el teatro.

    Mi vida tal y como la conocía había llegado a su fin, ahora tenía que descubrir quién iba a ser.

  • CONSEJOS AMOROSOS

    Amy – Artisan

    Noche

    Tumbada en la cama de aquella habitación de decoración escasa, las primeras notas de ‘Sister Golden Hair’ se dibujaron en mi mente. Echaba de menos una canción de dentro de doscientos años y que puede que en este mundo jamás existiese. Me sentía como cuando estaba enamorada de la idea que me había formado de Leo en mi cabeza, mientras que el de verdad estaba más concentrado en ser una estrella que en ser mi amigo.

    Por suerte, el problema había dejado de ser Leo y, aunque el jarrón se había roto y hecho trizas, al menos, habíamos podido pegarlo lo suficiente como para que aguantase. Nunca iba a ser lo mismo, quizás más por mi parte que por la suya, pero habíamos conseguido estar en la misma misión sin discutir.

    También estaba lo otro. El botón rojo que decía «no tocar». El museo en el que no se pueden hacer fotos. El cigarrillo en el patio del instituto. El cliché de enamorarte de quien menos te conviene. En mi caso, no era amor. Por si se os ha pasado por la cabeza. Estaba todavía convaleciente de haber hecho el gilipollas durante demasiado tiempo, pero en cualquier otra circunstancia me habría enrollado con Owen.

    (más…)

  • MAGIA DE MUCHOS TIPOS

    JAMES BARNES

    HACIENDA BARNES – ARTISAN, TARDE

    Aquella mañana fría parecía un día común y corriente en mi vida. Me aseé a primera hora de la mañana, después de dar de comer a los animales y revisar el estado general de la finca.

    Luego le siguieron un par de horas de clases particulares con mi tutora, la Señorita Adelaide. Después de eso, era el momento de preparar el almuerzo de padre y hacérselo llevar. Disfrutaba aquellos viajes en tren porque se podía otear aquellas inmensas praderas en el horizonte, llenas de vida y misterios que por descubrir.

    Por el contrario, cuando el tren se detenía, terminaba en aquella fortaleza de cemento frío y gente perversas, corruptas quizá por el humo empozoñado de las fábricas que iban a traer riquezas a todo el mundo, cuando en realidad no había más que pobreza, prostitución y drogas en gran parte de la ciudad. Excepto en la fábrica de mi padre. Sin ella, aquellos trenes que se movían de manera continua entre la ciudad y hacia las afueras, llevarían esas oscuras nubes con ellas, en lugar de moverse gracias un motor de agua, que ningún mal hacía.

    No era la primera vez que me atacaban. Muchos decían que la fábrica de padre estaba quitando trabajo a otras, haciéndolas cerrar. No eran más que mentiras pues las que lo hacían, ya iban en picado y se sostenían tan solo en tener esclavos y esclavas más que trabajadores. Pero eso no lo entendían y me buscaban a mí, que con mi pelo era tan fácil encontrarme como a un faro en la niebla.

    Y ahí es donde ese día fue diferente. Cuando conocí a aquella chica pelirroja sentí curiosidad, más aún al ver que iba con una dama más, con cabellos parecidos o más rojos si cabe, además de una, que pese a llevar un traje masculino, también era hermana aunque su cabello estuviese más apagado, como unas brasas en lugar de un fuego vivo.

    En cuanto me preguntó por padre, sentí recelo. Ya había recibido demasiados golpes, de hombres sobre todo, pero también de mujeres, así que no podía hacer otra cosa que alejarme. Pasé el resto del tiempo con miedo, mientras me comía mi almuerzo dentro de la fábrica, viendo cómo trabajaban.

    Llegó la hora de irme y el asalto que recibí ya no me resultaba extraño, pero sí lo fue encontrarme de nuevo a aquella joven y sus acompañantes. No, extraño no es la palabra. Eso fue algo más, algo mucho más emocionante. Aquellas gentes se transformaron en animales delante de mí, monstruos enormes con pelo y garras como en la leyenda del hombre lobo. Pero lo que más me impresionó fue que la dama más adulta, la del pelo rojo intenso, obró magia.

    Así pues, además de por el agradecimiento de salvarme, les invité a la casa para saber más que aquello con lo que había fantaseado toda mi vida, pero nunca creí que fuera real.

    Había asistido a trucos callejeros desde que era pequeño, siempre me había encantado y padre solía llevarme porque decía que a madre también le gustaba. El problema era que siempre terminaba desenmascarando los trucos, cada vez con más facilidad. Y eso hacía que me sintiera vacío, observando a la gente disfrutar, riendo a carcajadas mientras el mago hacía sus trucos de manos.

    Esa magia no me interesaba. La que lo hacía era la de mis libros, la magia capaz de conjurar los elementos, de mover cosas con la mente, de crear pócimas y elixires, la magia que te sumerge en una vida llena de aventuras donde tu ingenio es tu mejor arma en lugar de una espada y unos músculos fuertes.

    Con el tiempo, padre dejó de llevarme a los espectáculos. Ya no los disfrutaba, así que no los eché de menos, pero sí que él compartiese mi pasión. Desde que empecé a coleccionar libros y sumergirme en sus historias, embelesado por aquellos poderes y aquella fantasía maravillosa, padre pasó a recordarme a diario que la magia no existía y que el uso que podíamos darle a nuestro ingenio era con ciencia, no con cuentos de hadas.

    En ese momento, con el tomo de  ‘La Bruja de Edmonton‘ en la mano mientras se lo enseñaba con pasión a aquella joven llamada Vera, me asaltó un miedo. Si padre sabía que esa gente sabía hacer magia y por eso les había llevado a casa, me esperaban problemas.

    – [Vera]¿Qué te pasa?[/Vera]- me preguntó aquella joven. Vera se llamaba, un nombre que me inspiraba confianza.

    – [James]Padre no puede saber que hacéis magia ni os…transformáis.[/James] – le expliqué, cohibido. Estaba frente a frente con seres que parecían salidos de cualquiera de mis libros y sin embargo tenía que decirles que «disimulasen» su condición. Era como pedirme a mí que dejase de ser pelirrojo.

    – [Vera]Tranquilo, no es algo que vayamos diciendo por ahí[/Vera].- comentó ella restándole importancia.

    – [James]Es que…no le gustaría que os hubiera traído sabiendo eso. Cree que me afecta, que me aleja del mundo real.[/James] – aseguré. Sentía que a ella podía contárselo. Por lo que sabía, ella era la única que no podía hacer lo que el resto. Era como yo, mientras que los otros tres eran para mí como hadas salidas del mundo faë.

    Vera frunció el ceño pero no dijo nada. Pensé que quizá le había molestado, pero continuó mirando el libro en lugar de irse. La observé mientras lo hacía, parecía una dama muy culta y con un gran control de sus emociones. Tanto, que me costaba leerla, pese a que madre siempre decía que era bueno en eso.

    – [James]Todavía no soy capaz de creerme lo que puede hacer su hermana.[/James] – me miré las manos, recordando lo que había visto hacer a la señorita Kaylee.

    – [Vera]Por el módicoprecio de un mordisco, podrías hacer lo mismo que ella[/Vera].- respondió. En ese momento sentí que el estómago me daba vueltas. Jamás había leído que la magia se transmitiera por un mordisco pero….si eso era cierto. Estaba dispuesto, más que dispuesto.

    – [James]¿La…magia se transmite con un mordisco?[/James] – pregunté, fascinado con la idea de hacer mi propia magia.

    – [Vera]¿De qué hermana hablas?[/Vera]

    – [James]La que es pelirroja.[/James]

    – [Vera]Mis dos hermanas son pelirrojas[/Vera]

    – [James]P-pero la que vestía como un…caballero tiene el cabello más oscuro.[/James] – me había resultado confuso ver que los dos hombres lobo no eran hombres los dos. Uno de ellos era una mujer de complexión delgada, algo que pude comprobar cuando se deshizo de la parte superior del traje para convertirse. En aquél momento estaba en shock y había mirado sin darme cuenta hacia él, solo para ver que tenía dos….dos pechos. No me había fijado en su pelo porque lo llevaba recogido.

    Le di vueltas a la imagen de aquella joven más tarde, cuando entramos en la casa. Era cierto que era pelirroja, pero su color era oscuro, como la ceniza. Mi cara se sonrojó y me quedé sin saber qué decir, me pasaba a menudo cuando cometía un error así.

    – [Vera]Te refieres a Kaylee[/Vera].- respondió con paciencia.

    Asentí y memoricé el nombre. – [James]Lo siento, no recordaba el nombre.[/James]

    – [Vera]La magia se aprende, pero tienes que tener cierta afinidad con ella[/Vera].- aclaró, tomando asiento en mi sillón de lectura. Se colocó, incomoda, el vestido. Quizá en el lugar del que venía se vestía diferente. Se levantó el vestido con rapidez y juraría haberle visto el tobillo desnudo. Tragué saliva. Nunca había estado hablando tanto tiempo con una dama de mi edad, y desde luego no tan inteligente y bella.

    – [James]Quiere decir que…¿podría aprender a usarla?[/James] – pregunté, tratando de concentrarme en la magia. Si algo podía distraerme, era eso.

    – [Vera]Podrías, pero si no tienes talento serías como…[/Vera]- se quedó pensativa un instante.- [Vera]Piensa en que la magia es como la música: cualquiera puede coger una guitarra y rasgar las cuerdas, pero que de ahí salga una melodía agradable es algo que requiere cierta afinidad[/Vera].- notaba la cautela en sus palabras. No quería darme falsas esperanzas, pero yo me conocía bien. Si mi amor por la magia hubiera sido vocación musical, habría tocado cada hora, minuto y segundo de mi vida hasta dominarlo. No habría parado ni un segundo.

    – [James]Pero después de toda mi vida escuchando que era fantasía…[/James] – empecé a decir, ensoñando. Me veía estudiando, practicando magia, realizando maravillosos trucos como hacer levitar un objeto sin cables ni cuerdas, crear fuego a partir de mis propias manos…  Pensativo, mis ojos captaron un cuadro de padre que le había regalado un trabajador hacía unos años. Su rostro serio me sacó de mi ensoñación. Él nunca aprobaría que hiciera magia. Quería que en unos años me convirtiera en su aprendiz para algún día hacerme cargo de la fábrica o quizá de una nueva, expandiendo el negocio.

    – [Vera]También se puede conseguir con práctica, pero el verdadero talento, el…arte de hacer magia…eso es otra cosa[/Vera]. – tenía la sonrisa de una joven de buena familia. Aún contaba con todos sus dientes y olía a perfume.

    – [James]Siento…haber pensado que tenía malas intenciones, señorita Vera.[/James] – me disculpé.

    – [Vera]Es normal que lo pensaras si no nos conocías.[/Vera]- replicó, restándole importancia. Me dirigió una sonrisa y sentí que mi cara volvía a encenderse.

    – [James]Dijiste que erais viajeros. ¿De muy lejos? ¿De la Gran Planicie?[/James] – ella me miró, extrañada. Me acerqué al ventanal y señalé a lo lejos, a un horizonte que se perdía en la distancia, allí donde las tierras sin explorar podían esconder toda clase de secretos. Las ciudades se agolpaban en una parte de nuestro planeta. Excepto los tres océanos documentados, había una enorme zona de tierra deshabitada que aparecía marcada en los mapas simplemente como «Gran Planicie», así que siempre había guardado la esperanza de que en toda aquella extensión a la que no llegaba ningún transporte, escondería magia. Quizá una civilización perdida que controlaba la magia o un pueblo vecino de Atlantis.

    – [Vera]De otra Tierra[/Vera].- respondió con tranquilidad. La miré a los ojos, muy bonitos, por cierto. Y ella dejó salir una sonrisa al ver mi cara.- [Vera]En mi mundo estamos en el siglo XXI[/Vera]. – aquello era de locos. Por un momento pensé que quizá aquellos matones me habían golpeado con demasiada fuerza en la cabeza.

    Se hizo el silencio unos minutos. Ella jugaba con la falda del vestido, tratando de acomodarse.

     – [James]Debe haber tantas cosas diferentes. Tanto por ver.[/James] – comenté en voz alta.

    – [Vera]Vente[/Vera]. – propuso. Abrí los ojos y volví a mirarla.

    – [James]¿Lo dices en serio?[/James] – apenas me conocía, yo había desconfiado de ellos al principio y me ofrecían irme con ellos en sus aventuras. Era lo que siempre había soñado pero… – [James]Pero padre…me necesita.[/James] – padre siempre decía que había que vivir más y soñar menos.

    – [Vera]¿Es tu vida o es la suya?[/Vera] – preguntó.

    La miré a los ojos y ella mantuvo la mirada. Me estaba abriendo la puerta a lo que siempre había soñado. En toda mi vida, era la única persona que me había dicho que siguiera mis sueños. Por un momento mis ojos captaron toda su grandeza, tanto, que capté por el rabillo del ojo cómo se le deslizaba el vestido y dejaba al descubierto un perfecto hombro desnudo. – [James]P-perdona.[/James] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]¿Qué has hecho que no me he enterado?[/Vera] – preguntó, despreocupadamente.

    Le señalé su hombro, evitando mirarlo demasiado. – [James]Me he quedado mirando tus ojos y he visto tu…hombro y tu…cuello.[/James] .- confesé. Era un vergüenza haber tenido el descaro de mirar a una dama de esa forma, pero prefería admitirlo en lugar de ocultarlo.

    – [Vera]No le des vueltas[/Vera].- dijo ella sin preocuparse de colocarlo.

    Asentí y nos sonreímos en silencio, hasta que un grito llegó desde la parte de arriba, de la habitación en la que estaba la señorita Kaylee y el señor.

    – [Vera]Qué vergüenza ajena…[/Vera]- se quejó Vera, pasando una mano por la cara. No sabía qué hacer. La señorita estaba gritando, ¿le estaría haciendo daño? Quizá se había convertido en lobo y…

    – [James]¿Está bien? ¿Le está haciendo algo?[/James] – pregunté, preocupado y nervioso.

    – [Vera]James, no me hagas explicártelo[/Vera].

    – [James]¿Es por la transformación?[/James]

    – [Vera]James, es…sexo[/Vera].

    Me sonrojé tanto que no sabía dónde meterme y di un paso hacia atrás, sin mirar, así que estuve a punto de caer después de enredarme con la alfombra. – [James]P-pero…no sabía que estaban…casados.[/James]

    – [Vera]No lo están[/Vera].

    – [James]N-no serán adoradores del demonio…como en las historias.[/James] – pregunté. Quizá me había precipitado. En algunas historias tachaban a las brujas y como adoradoras del diablo que comen niños. Siempre había pensado que era absurdo pero…

    – [Vera]No. Solo…les apetece y lo hacen[/Vera]. – sentenció. Su mundo era claramente muy distinto al mío. Quizá por eso la señorita Vera no tenía reparos en decirme que siguiera mis sueños, porque en su mundo, era lo que hacía la gente. Ya fueran carnales o espirituales.

    – [James]¿T-todos lo hacéis así en vuestra Tierra?[/James]

    – [Vera]No sé si todo el mundo, pero no es algo que esté mal visto[/Vera]. – de nuevo dejó escapar una sonrisa al ver mi cara de sorpresa.- [Vera]Es mucho que procesar, James. No te agobies[/Vera].- se levantó y me puso una mano sobre el hombro. Su meñique rozó mi cuello desnudo y sentí una descarga. Creo que me sonrojé más que nunca antes. – [Vera]PERDÓN[/Vera].- se disculpó apartándose.

    – [James]No, no…es que nunca había tocado a una…mujer.[/James] – confesé. Lo más cercano que había experimentado era cruzarme con las mujeres de la zona del puerto. Bueno, y también hombres. Cuando pasaba por delante me decían toda clase de cosas y trataba de no escuchar como padre me había enseñado.

    – [Vera]Lo siento.[/Vera] – se disculpó.

    – [James]No. No. Es…agradable.[/James] – confesé. Le dirigí una sonrisa y ella me la devolvió. Me empecé a poner nervioso y mi mente buscó una forma de salir de esa intimidad. – [James]¿Tienes hambre? ¿Preparamos algo?[/James] – pregunté. No sé muy bien por qué, eso fue lo único que se me ocurrió.

    – [Vera]Me muero de hambre.[/Vera] – admitió. Me puse en pie y la acompañé a la cocina donde nos pusimos a preparar algo para nosotros y para el resto.

    Desde allí no volvimos a escuchar a los demás porque estábamos demasiado ocupados hablando por el mero hecho de hablar. No se me olvidará que en aquella cocina, nuestras pieles volvieron a cruzarse cuando fuimos a coger la misma manzana. Solo fue unos segundos, pero aquella descarga volvía a estar ahí. Quizá eso también era magia, pero de otro estilo.