Moondale

Etiqueta: Amy MacLeod

  • PEQUEÑA GRAN REVOLUCIÓN

    Diana – Hospital St. Anne

    Tarde – 20 DE ABRIL

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    Nunca me ha atropellado un camión, pero creo que puedo decir sin miedo a equivocarme, que parir es lo más parecido a que me atropelle uno que experimentaré en esta vida (si tengo suerte y no me pasa de verdad, vamos). Tuve la «maravillosa suerte» de llegar a tiempo y que todavía me quedaran unos centímetros por dilatar para que pudieran ponerme la epidural. Después de pasar por todo el protocolo y firmar el consentimiento, me la pusieron, pero debe ser que hasta la puta epidural me odia, porque solo me durmió un lado del cuerpo. Las siguientes horas, no pude comer, ni beber y me cagué hasta en los muertos de la matrona, porque el lado izquierdo de mi cuerpo decidió no dormirse y tuve que pasar medio cuerpo con dolores y el otro, atontado.

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  • EL BAILE

    Diana | Hotel White Candle

    NOCHE | 19 DE ABRIL

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    No voy a ser yo la que os diga que parir es divertido, porque no lo es, pero quiero que sepáis que no es ni mucho menos tan horrible como lo pintan en todas partes. Duele, sí. Es molesto, sí. Es como cagar un melón de tres kilos, sí. Cuando acaba parece que te han atropellado un par de camiones, sí. Aquí es cuando viene la pregunta del millón: ¿Entonces por qué dices que no es tan horrible? Porque el parto es la única cita a ciegas en la que sabes que conocerás al amor de tu vida. Esta frase no es mía, pero me la apropio, porque sé que os encanta cuando me pongo moñas. Lo que quiero decir, es que cuando tienes en brazos a esa cosita tan pequeña, se te olvida que tu cuerpo se ha abierto en canal para que llegase al mundo.

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  • LA LABOR DE UN VIGILANTE

    LA LABOR DE UN VIGILANTE

    Christopher MacLeod | Subconsciente de Sarah, Aleion

    ALBA ETERNO

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    Resultaba curioso como llegábamos a cambiar las personas. No importaba cuánto tiempo hubieses estado solo hasta el momento en el que conoces al amor de tu vida, una vez lo haces, estás destinado a echarla de menos y a no concebir una vida sin ella, aunque ya la hayas conocido.

    Diana acababa de irse y ya estaba lamentando mi decisión de quedarme, pero tenía una tarea que hacer en el subconsciente de Sarah, empezando por las maletas que no estaban todavía en la sección de objetos perdidos.

    Recordaba perfectamente el colapso que había tenido en el Palacio por culpa de la acumulación de recuerdos y saber que seguían en su mente me hacía preocuparme porque volviera a suceder. Además, necesitábamos la información que contenían y entrar a la mente de alguien no es algo que se haga todos los días.

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  • UN FACTOR DIFERENCIADOR

    UN FACTOR DIFERENCIADOR

    Christopher MacLeod | Palacio Kvinneby

    ATARDECER

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    Cuando Sarah se marchó para encontrarse con Z acompañada de Ed y Daakka, los demás nos quedamos en una espaciosa sala común que ya estaba ocupada por un grupo de gente que nos observó desde el mismo momento en el que invadimos su espacio.

    El lugar era amplio, con una intrincada arquitectura que seguro que Sarah, Ed y Daakka habían disfrutado. La decoración acompañaba en parte a la arquitectura, con unos sillones de tono granate y detalles dorados que hacían que pareciera la sala común de Gryffindor. O Roca Casterly. Por peligroso, más bien lo segundo, también estaba lleno de leones.

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  • ARREGLANDO LOS PROBLEMAS DE RAIZ

    ARREGLANDO LOS PROBLEMAS DE RAIZ

    Christopher MacLeod | Su casa

    MAÑANA

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    Abrí los ojos más temprano de lo habitual, especialmente para tratarse de fin de semana. No terminaba de acostumbrarme al cambio de hora. Ni siquiera entendía por qué arrastrábamos a esas alturas una costumbre que en su día tenía sentido y ahora implicaba incluso más gasto. Pero hay ciertas cosas a las que sencillamente te tienes que acostumbrar.

    -[Diana] Buenos días, viejo verde[/Diana].- sonrió Diana a mi lado, aún con los ojos entrecerrados. Normalmente acostumbraba a bajar al piso inferior a leer mientras ella dormía un poco más,  para no molestarla removiéndome en la cama. Desde que estaba embarazada las cosas habían cambiado, sentía cada vez que me movía y ella también se despertaba, como si estuviese continuamente en un sueño ligero. A veces bromeaba diciéndole que cuando naciera la pequeña dormiría durante una semana.

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  • EL DURO DESPERTAR

    EL DURO DESPERTAR

    Daniel Arkkan | Casa de las Echolls, Moondale

    MAÑANA

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    El «duro despertar» es por llevar tanto tiempo lejos de Sarah, cuñado – Diana Echolls.

    Abrí los ojos lentamente, deslumbrado por la luz que se filtraba a través de la ventana. Fue un despertar confuso, ni siquiera distinguía dónde me encontraba ni cómo había llegado allí.

    Por suerte, vi a Diana sentada cerca de la ventana, leyendo un libro que me resultaba familiar, porque había sido lectura de verano de Sarah, la historia de una chica del ‘fandom‘ de una popular saga de libros. Ni siquiera había llegado a empezarlo como Sarah me había pedido, antes de que ocurriese todo.

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  • UN ENEMIGO COMUN E IMBATIBLE II

    UN ENEMIGO COMUN E IMBATIBLE II

    Diarios de Destino | Condado de Ripper

    NOCHE

    Veronica Preston

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    Veronica observó a las criaturas de Verbius llevándose a los capturados hacia el transporte y pasó de largo. Para ellos quedaba el premio gordo, los más fuertes. Seguramente Vajra ya habría dado con ellos.

    Dejó a su hermano Victor entreniéndose mientras quemaba hasta las cenizas a algún incauto que había decidido resistirse y continuó hacia el lugar de donde provenía la mayor refriega. Alzó su mano derecha y utilizó uno de sus poderes para crear una esfera de luz que le permitiese ver mejor.

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  • UN ENEMIGO COMUN E IMBATIBLE

    UN ENEMIGO COMUN E IMBATIBLE

    Diarios de Destino | Condado de Ripper

    MADRUGADA (ALREDEDOR DE LAS TRES)

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    El hombre de muchos nombres, conocido antiguamente por Siegfried, más recientemente por James R. Clapper, prefería ser llamado simplemente Z.

    Aunque en realidad, no era una Z, si no el futhark Eiwaz, la runa asociada al tejo, un árbol sagrado para civilizaciones como la celta, y más tarde la cristiana. Conocido también como ‘El árbol de la vida y la muerte‘, por la dualidad que representaba con la toxina que contenía, mortal, pero curativa si se usaba de la forma apropiada. Quizá por eso lo asociaron a las Cazadoras, por ser la encarnación viva de esa dualidad.


    A veces me preguntaba si, cuando dejé a mi pueblo y elegí ese futhark como nombre para alejarme de Siegfried, no era la mano del destino la que me guiaba, porque parecía que a partir de ese momento las Cazadoras serían una constante en mi vida, como si el destino me ligase a ellas inexorablemente.

    Habían pasado ya unas cuantas horas desde que ese muchacho había llegado hasta mí, aunque su camino no estuvo despejado hasta llegar a la segunda planta por cuestiones de azar. ‘Augur‘ estaba con ella en su habitación, a donde había pedido que la llevasen tras sumirse profundamente en la visión que ahora vivían, ella, y sus amigos a través de ella, para que todos supieran lo que estaba en juego.

    Yo mismo había experimentado varias veces las visiones de lo que podía suceder, hasta que decidí no hacerlo nunca más para que el miedo no me llevase a un camino que me dirigiese a esos futuros. Ahora era su turno de ver uno muy concreto, de comprender la debacle de un Ripper regido por esos nazis.

    24 AÑOS DESPUÉS

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  • UNA HOSTIA VERBAL O FÍSICA

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Diana Echolls| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba [s]de Virtud[/s] de pegarle tortas a Lila | Parte I de II

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/b][/font]

    gingergirl

    La chaqueta de Ed olía a él y eso era raro. No penséis que iba con la nariz pegada diciendo: “Oh, huele a Ed”, como si fuera una quinceañera a la que le han dado la sudadera del novio de turno. Simplemente, era suya y olía a él. Por suerte, nuestra relación era anterior a las hormonas y no era necesario que explicásemos que, pese a que estuviera completamente desnuda y llevase únicamente su chaqueta que me tapaba el culo de milagro, no significaba que nos hubiésemos dado un revolcón, cosa que sería asquerosa, como enrollarme conmigo misma (bueno, eso a lo mejor era más divertido, porque tenía una apariencia anterior y, teóricamente, ahora también había cambiado).

    Los minutos que caminamos juntos por aquella galería de piedra fueron extraños. No sólo por el hecho de que por mis partes íntimas entraba un fresquito que podría clasificar de “bastante agradable”, sino porque me notaba una extraña en mi propia piel. Me recordaba a una vez que fuimos a Zara y mi madre me compró un par de zapatos, pero no se dio cuenta de que eran uno más grande que otro y estuve meses con un zapato que me quedaba grande y otro, pequeño. Tenía el pelo demasiado largo, juraría que había menguado unos centímetros y los muslos me rozaban el uno contra el otro, provocando que tuviera que caminando como una pistolera. Por suerte, él iba delante y no había charcos con los que pudiera deleitarse con las vistas de mis encantos ocultos (excepto si te llamabas Christopher MacLeod y eras el bibliotecario sexy).

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