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Etiqueta: Arizona Caulfield

  • EN EL FILO DE LA NAVAJA

    Sarah Echolls | Subterraneo tres

    sarahcareto

    La conversación con Saunders no había ido del todo mal, al menos teníamos una lista de todo lo que nos podíamos encontrar que era mucho y muy peligroso.

    – [b][i]Tenemos que irnos de aquí cuanto antes[/b][/i].- Al escuchar eso, no pude reprimir mirarle asustada. Si Daniel tenía miedo, ¿qué debíamos sentir los demás?

    Sin pensármelo, le arrebaté de las manos los papeles y les eché un vistazo rápido. Algunas de las criaturas me sonaban, como el [i]Gnarl[/i], un demonio repugnante que se alimentaba de piel humana o los [i]Gentlemen[/i], que tenían la virtud de dejar sin habla a cualquiera y no precisamente de la impresión que causaban. Sonreí para mis adentros (y creo que se me notó por fuera) al verme pensando en todo aquello, porque al parecer, McLeod estaba haciendo un buen trabajo conmigo y me sentía orgullosa.

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  • JOHN DOE

    Alexander Fenris | Subterraneo tres

    johndoepost

    En unos pocos minutos se había desatado un auténtico caos. Eran libres, pero había cosas en ese lugar que no merecían la libertad, incluida una parte sí mismo. El lobo ansiaba la libertad y Fenris ansiaba ser libre de él.

    Por mucho que pensara que sería mejor para los demás que siguiera allí dentro encerrado, era incapaz de retenerse a sí mismo, necesitaba al lobo tanto como él a Fenris, era su camino para despedazar a Mason. Así que en cuanto vio la puerta abriéndose frente a él saltó hacia la libertad. Un guardia cercano se giró hacia él para apuntarle, pero ya estaba suficientemente cerca como para golpearle en el estómago y arrebatarle el arma.

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  • 1X02: ‘FREEDOM’

    Diarios de Destino | Iniciativa Awaken

    negro

    El primer pulso se propagó rápidamente transmitiendo su frecuencia sin cesar hasta que dio con las cerraduras electrónicas de las celdas del subterráneo tres, que se abrieron poco a poco dejando en libertad a sus ocupantes ante los atónitos ojos de los guardias.

    El segundo pulso se propagó también a gran velocidad anulando todo aparato electrónico que encontrase a su paso. A medida que el pulso se propagaba, las luces se iban apagando, siendo sustituidas por las luces de emergencia, que se servían de un compuesto químico para iluminar tenuemente. En el subterráneo dos, donde se llevaban a cabo los experimentos a más largo plazo y se acumulaban sus resultados, el pulso encontró su utopía de destrucción. En una sala oscura de éste subterráneo una máquina emitió su última señal a una cámara de éxtasis, dejando que el experimento que guardaba en su interior abriese los ojos al mundo.

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  • NO ESTOY ENCANTADA DE CONOCERTE

    Cecil Alexei Anwalt | Subterraneo tres

    cecil

    Ahora mismo me debatía entre en una estado de furia y emo-depresivo que me sorprendía y a la vez, ignoraba quien podía ganar entre estos dos grandes combatientes. Porque hay que decirlo, las armas que tienen cada uno las tienen bien puestas y uno puede llegar a sorprenderse de manera inesperada.

    Las sorpresas habían empezado el día anterior, aumentando las personas que se llevaban de forma que nadie se sentía seguro y [i]ese[/i] momento podía llegarle a cualquiera.

    Otras las sorpresas para hoy, habían sido las horas en las que estos habían llegado. Realmente no sabría decir si iban a su hora (porque seguirán un horario, ¿no?) o si era yo el que me sentía desorientado por la situación. En cualquier caso, cuando se acercaron a la celda de Sarah, intenté decirla algo, intenté que me viese, al menos, por el cristal, pero nada sirvió. [b]ABSOLUTAMENTE NADA[/b].

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  • ASEPTICA

    Arizona Caulfield | Subterraneo tres

    mpost

    [align=left]Las horas pasaban despacio.
    Horas, días, meses, siglos, milenios, lo que fuera.
    Joder.
    Pasaban [i]demasiado[/i] despacio.

    Abrí los ojos varias veces, nunca siendo demasiado consciente de lo que estaba pasando. Mi consciencia fluctuaba. ¿Una habitación? No… La moto descarriada de aquel imbécil, el de la sonrisa mellada y su ofrecimiento para llevarme a casa. Mi sonada carcajada, mi rechazo, su cara de disgusto y mi bicicleta encadenada a la farola de siempre. ¿Qué más? Venga, ¿qué más? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Por qué tú y no el desdentado de la moto? ¿Él te trajo aquí? No, se marchó insultándome con su triciclo de carné de conducir…

    … la pequeña habitación se fijaba en mis retinas, casta, aséptica, hasta que de nuevo, mis párpados caían de golpe y volvía a perder el conocimiento…

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