Diana Echolls | Casa de las Echolls
MADRUGADA
Había pasado una noche de perros. Y por «noche de perros» quiero decir, una noche vigilando al perro del padre de mi futura hija, que roncaba como si no hubiese mañana. En cuanto amaneció, Dominic, que ahora la versión domesticada del rompebragas que una vez fue, me había convencido de que me viniera a casa para ducharme, quiero creer que porque estaba agotada y no porque olía que apestaba, aunque nunca se sabía.