Moondale

Etiqueta: Christopher MacLeod

  • ORGULLOSO DE MÍ

    Laura – La isla

    Tarde

    Cuando terminé de hablar con Henry, todavía me latía el corazón a toda velocidad. No recordaba el momento exacto en el que había empezado a verlo de esa forma y desde luego, no era algo que hubiera ocurrido de la noche a la mañana. Siempre había sido mi mejor amigo, aunque yo fuese dos años mayor que él y durante los primeros años de mi vida me pareciera un grano pegado a mi fantástico culo.

    Todo comenzó a encajar como un puzle cuando pasamos a la adolescencia. Me imagino que el hecho de que siempre estuviera por allí, influyó para no reparara en él. En la isla no había fiestas en casas con un montón de adolescentes, ni opciones a meterte mano con alguien detrás de las gradas. Todo era mucho más sencillo y a la vez más difícil: menos gente y más control.

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  • DESPEDIDAS Y REENCUENTROS

    CHRISTOPHER MACLEOD

    ESCUELA LEGADO – NOCHE

    Aquél edificio que en su día había sido una mera nave industrial vacía, se había convertido en el edificio de administración de la Escuela Legado y en una suerte de escuela de la vida para los Moondies. Era su corazón latiente, rebosante de vida y energía incluso cuando las amenazas eran constantes. Sin embargo, aquella noche, ese corazón adolecía. En el edificio reinaba el silencio, solo roto por los llantos contenidos y las voces cansadas.

    Cuando Daniel entró a la sala de descanso de la segunda planta, nos encontró a Sasha y a mí sentados en silencio, pensativos, esperando.

    – [MacLeod]¿Café?[/MacLeod]  – les pregunté. Había perdido la cuenta de los que había tomado, pero necesitaba una distracción aunque solo me fuera a mantener ocupado unos minutos.

    – [Daniel]Sí.[/Daniel] – respondió Daniel, sentándose al lado de Sasha. Empecé a prepararle un latte aderezado con las cosas que iba dejando Daakka por allí de los cafés que iba experimentando. Envidié su especial relación en ese momento, él tendría un apoyo constante para ayudar a Sarah mientras que yo, volvería a una casa silente, sin mis niñas, solo para tratar de ayudar a sobrellevar la pena al amor de mi vida, que estaba derrotada.

    – [Sasha]Cargado.[/Sasha] – pidió Sasha. Observé el líquido oscuro mientras se vertía sin fin en una taza grande, sin leche, sin azúcar, solo café, a veces se notaba que Daniel y yo no habíamos nacido en este país.

    Al terminar coloqué los cafés en los posavasos de la mesa en la que estábamos sentados y miré fijamente la madera, sin atreverme a preguntarle a Daniel por el asunto por el que llevaba un rato ausente.

    – [Daniel]Acabo de hablar con Xander.[/Daniel] – le escuché decir. Al alzar la vista le vi mirando a Sasha, que debía haber pedido con sus ojos lo que yo no me atrevía a preguntar. Después me miró a mí. Apartó sus ojos de los míos al cabo de unos segundos, consciente seguro de que conociéndole como lo hacía, había reconocido el dolor que se ocultaba tras ellos. Por su historia personal, para Daniel esto estaba resultando muy duro, pero había aguantado cuando recibieron la llamada, en el funeral y ahora, reunidos todos en la Escuela, porque sabía que Sarah estaba sufriendo lo indecible.- [Daniel]Han tenido complicaciones y se les ha presentado una mujer que les ha ofrecido tratos, pero están bien.[/Daniel] – confesó. Sentí una sensación de agobio volver de las sombras en las que se había metido los últimos días. Mis hijas estaban en otra parte del universo, en otro tiempo, enfrentándose a la clase de peligros de las que siempre intentamos protegerlas. Habíamos creído que podíamos protegerles de todo esto, pero al final nunca tuvimos esa opción, quizá lo más sensato habría sido enseñarles. – [Daniel]Parece que Laura Petrov ha vuelto a la isla, habría que buscar la forma de hablar con ella.[/Daniel] – asentí, meditabundo, nuestros contactos en la isla existían, los OWLS e incluso la madre de Laura, pero dada la relación con Z, que aún tenía un peso importante en el gobierno de la misma, no era muy entusiasta utilizándolos, porque sabía que él estaría observando y quien sabe si podría esperar nuestro peor momento para volver a intentar quedarse con Ripper.

    – [Sasha]¿Le has dicho lo que ha pasado?[/Sasha] – preguntó Sasha, directa como solo ella podía serlo sin resultar ofensivo.

    – [Daniel]Sí, y he querido decírselo a Elle también directamente.[/Daniel] – Daniel se pasó una mano por el pelo, más largo de lo que lo que lo había llevado en los últimos años, abatido. – [Daniel]Siento que no puedas hablar con ellos.[/Daniel] – le dijo a su otra mujer. Colocó una mano en su espalda para darle apoyo. Para Sasha, que siempre se había hecho a un lado cuando era necesario disimular, debía ser difícil ser la única que no podía hablar con los niños por no ser una Daë.

    – [Sasha]Ya tendré tiempo. Ahora lo importante es ayudar a Sarah y estar cuando ellos lo necesiten.[/Sasha] – respondió. Era una mujer estoica, con mucha confianza, pero por mucha que tuviera, me alegró enormemente saber que su relación ya no sería un secreto con nadie.

    – [MacLeod]Hablaré con Amy y Vera en cuanto Diana se encuentre con fuerzas para hablar con Kaylee.[/MacLeod] – les expliqué. Estaba deseando escuchar y ver de nuevo a mis niñas. Desde los viejos tiempos no llevaba tan a menudo encima el disco Daë como ahora, que me acompañaba a todas partes. Pero a ese deseo de hablar con ellas se le sumaba el miedo a decirles lo que había pasado, a llevarles ese dolor a un lugar desde el que no podían hacer nada, ni yo tampoco para reconfortarlas por la pérdida. – [MacLeod]Ese dolor se quedará siempre, pero seguirán adelante. Ayudar a los niños las mantendrá ocupadas.[/MacLeod] – les dije. Sarah, Diana, Lucy y Cara eran las que más fuerte habían recibido el golpe. Junto a la desaparición de nuestros hijos e hijas, era demasiado, pero confiaba en que hablando con ellos, ayudándoles, las madres protectoras que había en ellas sirvieran para protegerlas a sí mismas de las hijas dolientes.

    – [Daniel]Tengo miedo de ver a Sarah destrozada como cuando lo de Kaylee.[/Daniel] – confesó Daniel. Se notaba que aquél suceso habría protagonizado su mundo del miedo en caso de haber vuelto. Deseé no hacerlo nunca, porque el mío sería mucho más peligroso ahora que tenía muchísimo más que perder.

    – [Sasha]Se repondrá, pelirrojo, es fuerte.[/Sasha] – le animó Sasha. La última vez las cosas habían sido diferentes, Kaylee se sacrificó y eso nos destrozó, Sarah se culpó, Ed no lo pudo soportar y se fue. Todo se vino abajo en cuestión de días. Pero salimos de ello y no se pasa un suceso así sin volverse más fuerte.

    Daniel asintió pero el silencio imperó en la sala de igual modo. Temí por un instante escuchar los llantos de la sala de descanso contigua, donde estaban ellas. Todos entrábamos a menudo para estar junto a ellas, pero al final, si alguien entendía su dolor eran ellas mismas, las cuatro habían perdido a una madre, aunque en diferente modo.

    – [MacLeod]Rebecca y Dom llegaron hace un rato, están con Jaime, creo que se irá con ellos una temporada para no volver solo a esa casa.[/MacLeod] – les expliqué. Habían llegado mientras Daniel hablaba y Sasha estaba con Sarah. – [MacLeod]Mi madre le ha ofrecido un cuarto si lo necesita.[/MacLeod] – comenté. Sería duro para Jaime, toda una vida solo para volver una vez más a ella. Quizá a Dom y Rebecca les vendría bien cuidar de alguien después de volver a vivir juntos tras marcharse sus hijos.

    – [Daniel]Cara también está sufriendo, durante un tiempo hizo de madre para ella.[/Daniel] – meditó, pensativo. Daakka se había ido hacía un rato con ellas, entraba y salía de la sala, listo por si le llamaban. El pomo de la puerta giró y pensé que sería él.

    – [Vincent]Hola.[/Vincent] – saludó Vincent al entrar. – [Vincent]¿Os importa si me quedo? Mara está con las hermanas y con Cara y no sabía ya qué hacer.[/Vincent] -aseguró con su habitual sinceridad. Todos estábamos así, pasándolo mal mientras las veíamos sufrir ante un mal al que no podíamos enfrentarnos como estábamos acostumbrados.

    – [MacLeod]No, pasa, siéntate y tómate un café o lo que necesites.[/MacLeod] – le ofrecí señalando la cafetera italiana, aún cargada.

    – [Vincent]Les está resultando muy duro, así tan de pronto, sin saber lo que le pasaba.[/Vincent] – dijo mientras se sentaba en uno de los sofás. En aquel momento más que nunca temía la «maldición» de Vincent. A veces necesitamos engañarnos, escuchar que no va a ser tan difícil, que pasará. Pero lo cierto es que llevaría tiempo y muchas cosas de las que preocuparse, como la relación de mi mujer y la magia.

    – [MacLeod]Las despedidas siempre son duras, en realidad nadie está nunca preparado aunque diga lo contrario.[/MacLeod] – confesé, recordando a mi hermano Zack. – [MacLeod]Elizabeth siempre aguantó el tipo por sus hijas, hasta el final.[/MacLeod] – sonaba a que me estaba repitiendo tras el funeral, pero la verdad es lo que es. Elizabeth siempre había tragado sus preocupaciones cuando sus hijas salían a salvar el mundo y ahora, cuando el mal la acechaba a ella, les había ahorrado las preocupaciones y se había enfrentado a ello sola.

    – [Daniel]Debimos ver algo raro. Venía mucho hace una temporada y en los últimos meses se excusó para no hacerlo.[/Daniel] – comentó Daniel, haciendo un gesto con la mano. Era cierto que Elizabeth había empezado a venir hacía cosa de un año con la excusa de aburrirse, ver a los niños y estar con la familia, pero hacia el final ya debía notarse el deterioro y no quería venir.

    – [Sasha]Teníamos muchas cosas encima.[/Sasha] – le tranquilizó Sasha. Siempre era así, teníamos el mundo tan encima de los hombros que no podíamos girar la cabeza para ver algunas cosas de las que pasaban en él. Eso había hecho también que no viéramos venir lo de Omega y lo de Infinity para evitar que nuestros niños y niñas se lanzaran a esa locura.

    – [MacLeod]Y sigue siendo así.[/MacLeod] – respondí. – [MacLeod]Estarán deseando ayudar a nuestros hijos e hijas, pero tenemos que ocuparnos de las patrullas, de Infinity y de Omega nosotros mismos, es lo único en lo que podemos ayudarlas.[/MacLeod] – aliviar en parte esa carga, mantener la rutina, estar ocupadas pero sin excesivas preocupaciones. Iba a ser una temporada dura.

    – [Daniel]¿Ed está con ellas?[/Daniel] – preguntó Daniel.

    – [Vincent]Sí, solo se ha movido de allí para hablar con Ezra.[/Vincent] – explicó Vincent, que había sido el último en salir. – [Vincent]Con lo felices que estaban con el embarazo.[/Vincent] – de nuevo esa sinceridad que venía en el peor momento. Lucy y Ed por fin se habían librado de la maldición que le había echado la Reina Negra y ahora ella estaba embarazada, de una niña llamada Chloe según le había dicho Kaylee a Diana, aunque eso nos lo habíamos reservado.

    – [MacLeod]Lucy aprovechó el tiempo con su madre en los últimos años. Sufrirá, es normal, pero su carácter es distinto al de Sarah y Diana.[/MacLeod] – o al menos eso pensaba. – [MacLeod]Ellas se culparán, pensarán que habrían podido hacer algo más.[/MacLeod] – aclaré. Eso las acompañaría a todas siempre, pero el carácter de Sarah y Diana haría que fuera peor. Y Diana, por si fuera poco, llevaría encima también el sufrimiento de su hermana. Eso me hacía recordar una de las cosas por las que tanto la quería, pero también lo mal que lo iba a pasar.

    – [Sasha]Me llevaré a Sarah a patrullar, sin los niños en casa pensará demasiado.[/Sasha] – comentó Sasha apurando el café.

    – [Daniel]Iré con vosotras. [/Daniel] – añadió Daniel asintiendo. Durante los próximos días no tendría mucho tiempo, estar con Diana iba a ser mi prioridad, pero en los momentos en los que ella descansara y yo no pudiera pegar ojo, empezaría a trazar algunas líneas de acción para ayudar a los nuevos Daë y para defender Moondale y la Tierra como siempre hacíamos.

    Se escuchó una alarma resonando en el despacho principal, que estaba conectado a la sala en la que estábamos por un arco. Daniel se levantó, ese despacho era de Sarah, de Dom y suyo, así que fue derecho hacia donde tenían el sistema de vigilancia. Los demás pasábamos mucho tiempo allí, yo en especial, pero estaba acostumbrado a que ese timbre pasara primero por Nate.  – [Daniel]Qué raro, tan tarde y ya estamos todos.[/Daniel] – pulsó un par de botones y en una televisión pequeña de la esquina se encendió la imagen de la entrada. Todos nos quedamos igual de asombrados y nos levantamos para verlo mejor. – [Daniel]No puede ser.[/Daniel] – dijo Daniel.

    Allí, en la entrada, estaba Mia Browning, con una sonrisa de oreja a oreja, saludando a la cámara.

     

  • INTERLUDIO DE DOS FÓSILES

    Interludio – Diana

    Mediodía

    Qué putada pasarse de moda, coño. Que ni tu fan se acuerde de ti, porque Amy es más oscura, más intensa y niñiñi. Que sí, que Amy es mi hija y es una valkiria maravillosa y estupenda, como las otras dos, que me rajaron el pepe con su cabezona para venir al mundo, me cago en mi raza. Pero no está mal que de vez en cuando se acuerden de una, de «La bruja pelirroja», «El fénix» o la original e inimitable, yo. Todo el mundo recuerda mis posts. TODO EL MALDITO MUNDO. Bueno, tres personas. Pero esas tres personas son los Daesdi o tres frikis que ahora deben rondar la treintena si es que aquel capítulo en el que éramos personajes de rol era verdad y en realidad, esto es todo una fumada de tres criaturitas aburridas.

    A veces, me imagino cómo serán los Daesdi. Mi fan tiene que estar bueno, ¿no? Por eso es mi fan. Las personas guapas y estupendas nos atraemos como con un imán. Mierda, seguro que es un cardo.

    – [Diana]Cari, ¿tú crees que mi fan está bueno?[/Diana]- le pregunté un día. Me tenía muy mosqueada últimamente, porque para mí que no era el mismo. Tenía la sensación de que antes tenía barba y barriguita y ahora, era más delgado e…imberbe. ¿Me estaba volviendo loca? Pues mira, a lo mejor. Eso pasa cuando ignoras a la gente.

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  • DESTINOS ENTRELAZADOS

    INTERLUDIO

    CHRISTOPHER MACLEOD

    MADRUGADA – BIBLIOTECA SECRETA DE LA ESCUELA LEGADO

    Me estiré durante unos segundos en la silla y escuché mi espalda crugir. Dejé las gafas a un lado en la mesa y me froté los ojos, cansado. Era mi segunda noche sin dormir, exceptuando dos cabezadas que había dado mientras repasaba todo lo que sabíamos sobre los Daë, las Pruebas y los discos.

    Por una parte,  la visión de Diana había resultado tranquilizadora. Al menos sabíamos dónde estaban nuestros niños y podíamos descartar una fatalidad que no quería ni siquiera imaginar cómo habríamos llevado.

    Pero eso no evitaba que estuvieran en peligro y que no pudiéramos quedarnos sentados de brazos cruzados mientras ellos cargaban el peso del mundo a sus espaldas.

    La primera noche apenas sabía qué hacer, así que empecé a rememorar todo lo que nos había ocurrido a nosotros y creé un mapa de los sucesos relacionados con Verónica Preston, que de acuerdo a lo que decía mi hija, llevaba con nosotros desde la noche en la que escapamos de la Iniciativa por primera vez, hace más de veinticinco años.

    Cuando llegó la mañana me detuve para avisar en la Universidad de que tenía que tomarme el día. Y fue entonces, después de darme una ducha para despejarme, cuando encontré mi disco. Estaba allí, donde siempre lo había guardado, en una caja de metal labrada encima de una cajonera de nuestra habitación. Había acudido a ella por mero instinto, como una especie de corazonada. Y allí estaba.

    Lo cogí entre las manos y lo primero que hice fue llamar a los demás para ver si ellos también tenían los suyos. Contuve el miedo mientras lo hacía. Ser padre te cambia completamente. No es algo que pase de la noche a la mañana, pero para cuando te vas a dar cuenta, eres consciente de que hay seres nuevos en el mundo que dependen de ti y a los que quieres más de lo que podrías haber imaginado.

    El mero pensamiento de que a una de mis niñas le hubiese pasado algo hacía que cada uno de los tonos del teléfono me golpease como un martillo. Apenas me mantenía entero. Diana descolgó el teléfono y se marchó corriendo a comprobarlo en su bolso. El disco estaba allí. Uno a uno los fui llamando a todos y la respuesta fue la misma. Todos los discos habían vuelto.

    La visión de Diana era tranquilizadora, así que hice a un lado la idea de que les hubiera pasado algo a todos. Tenía que dejar a un lado los miedos y ser lógico. No fue fácil, como os digo, tener hijos te cambia. Hacía más de veinte años que había sobrevivido al Demonio del Miedo y era consciente de que en ese momento no sería capaz de repetirlo. Tenía demasiadas cosas que perder, empezando por Diana y las niñas. Finalmente, me aferré a la respuesta lógica, que era que los Daesdi habían devueltos los discos a su lugar después de que los niños fueran al Axis Mundi.

    Desde ese momento había estado casi sin descanso estudiando el disco en la biblioteca privada de los Moondies, casi todo el tiempo acompañado por alguno de los demás. Hacía ya tres horas que había mandado a Diana a descansar. Había ido poco después a la sala común y la había encontrado dormida, así que la arropé. Me quedé unos minutos con ella, sin ganas de quedarme solo de nuevo con mis pensamientos.

    Poco después de volver había dado dos cabezadas sobre el libro que tenía delante y eso me llevaba al presente, donde llevaba diez minutos dándole vueltas al disco, buscando detalles que nunca había encontrado.

    Dicen que la fé está ahí para cuando estamos desesperados. Para no perder la esperanza cuando no hay nada más a lo que aferrarse. Nunca había estado demasiado implicado en la fé. Era un hombre práctico, que había visto demasiadas cosas: demonios, magia, espectros, muertos que se alzan en vida, entidades de la misma naturaleza. Todo eso era tangible. Incluso habíamos visto a los Daesdi, que no eran más que tres entidades con poderes muy superiores a los nuestros, pero no dioses. Ante todo eso, ponía la fé en mí mismo y en los demás. Pero en ese momento no sabía qué hacer, así que con el disco en la mano, recé y pensé en mis niñas.

    Recordé su inocencia cuando eran pequeñas. Recorrer la casa a caballito con Vera a la espalda. Las risas de Amy, que conseguían arrancarte una sin que pudieras evitarlo. Las primeras palabras de Kaylee después de ‘Mami’, ‘Mima’ y ‘Papa’ diciendo ‘Eyaa’ para referirse a Freya.

    – [MacLeod]Por favor, que mis niñas estén bien. Por favor, no dejes que les pase nada…[/MacLeod] – rogaba mentalmente, esperando que mi mera fuerza de voluntad sirviese para cambiar las cosas.

    – [Leo]¿Quién es? ¿A quién estoy escuchando?[/Leo] – dijo una voz que resonaba en mi mente. Abrí los ojos sobresaltado. Sinceramente, un escalofrío recorrió mi espalda y en ese momento me planteé mi falta de fé.

    – [MacLeod]Christopher MacLeod. ¿Y tú?[/MacLeod] – busqué la entereza de la que carecía en ese momento para parecer calmado

    – [Leo]¿Christopher? Soy Leo, Leo Arkkan.[/Leo] – dijo la voz. Me había resultado conocida, pero no esperaba escuchar a Leo hablando en mi mente.

    – [MacLeod]¿Leo? ¿Cómo es posible? ¿Dónde estáis? ¿Estáis todos bien?[/MacLeod] – pregunté. Demasiadas preguntas. Tenía que ordenar mis pensamientos. Fuese lo que fuese la conexión que estaba teniendo con Leo, podía agotarse.

    – [Leo]Estaba tratando de dormir. Me desperté con un impulso de coger el disco, pero ya no estaba. En su lugar encontré un orbe como de cristal y al tocarlo te escuché.[/Leo] – explicó. – [Leo]Los Daesdi nos han enviado a otro lugar del universo, a un grupo de planetas que llaman Cúmulo Nexus, para guiar a los Daë de aquí. Estamos bien, pero estamos separados.[/Leo] – continuó. Era mucha información que procesar, así que tomé nota de lo que me estaba diciendo con mucho cuidado de no perder la concentración ni soltar el disco.

    – [MacLeod]No sé cuando tiempo tenemos, así que necesito que seas conciso. ¿Estás solo? ¿Cómo es el lugar en el que estás? ¿Qué más han dicho los Daesdi?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Leo]Estoy con Amy y Ezra. Estamos en un mundo que parece la vieja Escocia.[/Leo] – comentó. Contuve a duras penas el impulso de pedirle que me pasara con mi niña. Sabía que tenía que conseguir más información y podía perder el contacto antes de conseguir saber más. – [Leo]Fuimos a impedir que los demás entrasen a las Pruebas, pero Omega apareció con la apariencia de Tina. Es igual que Jane, parece igual de joven.[/Leo] – añadió. Hizo una pausa muy breve y siguió. – [Leo]Huimos y aparecimos con los Daesdi. Nos dijeron que antes de pasar nuestras Pruebas debemos reunir a los Daë del Cúmulo. Son los que conocéis: el demonio Oriax, el elfo…no recuerdo como se llama, el de mi madre.[/Leo] – trató de aclarar.

    – [MacLeod]¿Os han enviado al pasado?[/MacLeod] – pregunté, más para mí que para él, que emitió un sonido que significaba que no lo tenía claro. – [MacLeod]Dime como es el orbe.[/MacLeod] – tenía muchas más preguntas que me apetecía hacer en ese momento, pero lo principal era mantener la comunicación con ellos. Era cosa de mi disco y su orbe, así que necesitaba saber cómo funcionaba, por qué había conectado con Leo y no con otro.

    – [Leo]Parece una gema, pero de dos colores que se mezclan entre sí, moviendose continuamente. Es del tamaño de la palma de mi mano.[/Leo] – describió.

    – [MacLeod]Dime los colores.[/MacLeod] – pedí.

    – [Leo]Azul celeste, frío. Y el otro es verde agua. [/Leo] – dijo él, finalmente.

    – [MacLeod]Son los colores de mi disco. Gelus Terram. Puede que sean tus elementos de daë.[/MacLeod] – teoricé. – [MacLeod]Llama a Amy, dile que coja su orbe. Voy a intentar comunicar con ella. No pierdas la tuya de vista por si no lo consigo.[/MacLeod] – pedí, temiendo cortar aquella frágil conexión que me unía a ellos. – [MacLeod]Espera, ¿en qué pensabas cuando cogiste la orbe?[/MacLeod] – la duda me asaltó, no solo debía haberse puesto a la escucha, tenía que haber algo más.

    – [Leo]En Kaylee.[/Leo] – dijo, sin más detalles.

    – [MacLeod]Oh. De acuerdo. Dile a Amy que piense en mí. Y Leo, si no volvemos a hablar, cuida de ellas, por favor.[/MacLeod] – de pronto su imagen se manifestó delante de mí, más clara, como si nuestra conexión fuera más intensa en ese momento. Asintió, mirándome. Él también podía verme.

    Cortamos la conexión y me aferré al disco. Él me escuchó después de que pensara en las niñas, en mi pequeña Kay, cuando él también pensaba en ella. Su alegría cuando era pequeña, su fuerza, que pareció apagarse cuando Leo se marchó. Todos aquellos años sufriendo, perdiendo una parte de nosotros mismos viendo a nuestra hija pasarlo mal.

    Entonces la sentí. – [MacLeod]¿Amy? Por favor dime que estás ahí.[/MacLeod] – pedí. Mi corazón iba a toda velocidad y estaba a punto de llorar, pero siempre había sido un hombre muy práctico. Dejaría las lágrimas para cuando no tuviera que ayudar a mi pequeña a estar a salvo.

    – [Amy]¿Qué quieres, brasas?[/Amy] -replicó mi hija mayor. La habría reconocido en cualquier condición, aunque tengo que reconocer que no era exactamente la respuesta que esperaba.

    – [MacLeod]¿Me estás diciendo que llevo dos noches sin dormir porque habéis desaparecido y cuando por fin hablamos me llamas brasas?[/MacLeod] – le repliqué. Estaba convirtiendo mi preocupación en una reprimenda, así que traté de concentrarme.

    – [Amy]Sep.[/Amy]- sentenció. Su imagen empezó a aparecer delante de mí y vi que se reía. Hacía mucho que no la veía reirse. Solo con verla me sentí mejor.

    – [MacLeod]A veces eres igual que tu madre.[/MacLeod] – respondí, suspirando. – [MacLeod]Amy, necesito que me digas de qué colores es tu orbe.[/MacLeod] – pregunté, odiándome por tener que ser práctico y conciso. No era un momento para la lógica, era un momento para alegrarme de ver a mi niña sana y salva. Pero ni eso podía disfrutar con normalidad.

    – [Amy]Azul y verde.[/Amy]- resumió. Dicen que los niños se parecen a sus padrinos y sin duda Amy había salido tan parca en palabras como el suyo.- [Amy]¿Cómo estáis?[/Amy] – añadió. Poder mirarla a los ojos sabiendo que ella también me veía era un milagro. Con Leo había costado más tiempo verle directamente, quizá porque no teníamos un vínculo tan intenso.

    – [MacLeod]Ahora mejor, estábamos muy preocupados. Tu madre tuvo una visión.[/MacLeod] – resumir en pocas palabras el desasosiego de los últimos días era imposible y Amy no necesitaba saber lo mal que lo habíamos pasado. – [MacLeod]¿Estás a salvo, tesoro?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Amy]Estoy con Leo.[/Amy]- se quejó. Que Leo se fuera había sido el catalizador de la depresión de Amy, pero como buen padre, sabía que había algo más, algo que no estaba contando, pero aprendí a tener paciencia y a esperar que algún día lo contase todo, por muy difícil que fuese.

    – [MacLeod]Lo sé. Pero sé que estarás bien. [/MacLeod] – dije tratando de darle confianza, pese a que yo mismo careciera de ella. – [MacLeod]No sé si preocuparme de haber conectado primero con él porque estaba pensando en tu hermana.[/MacLeod] – comenté cuando el pensamiento se me pasó por la cabeza.

    – [Amy]Lo que nos faltaba…[/Amy]- se quejó de nuevo. Me asaltó el miedo de no saber cuánto tiempo más podríamos estar hablando.

    – [MacLeod]Escucha, cariño. Sé poco de esto, pero te explico mi teoría, por si se corta la conexión.[/MacLeod] – dije, gesticulando ahora que sabía que me veía. – [MacLeod]Leo dice que el orbe estaba donde desapareció el disco, que ahora volvemos a tener nosotros. El de Leo tiene los mismos colores que el mío, y el tuyo tiene el azul, que seguramente será claro.[/MacLeod] – expliqué, aprovechando para ordenar mis ideas. – [MacLeod]Voy a hacer pruebas para comprobarlo, pero creo que solo puedo comunicarme con los que tengan alguno de mis elementos de Daë, porque no respondió nadie hasta que di con Leo.[/MacLeod] – era una teoría, quizá podía hablar con cualquiera, pero era demasiada coincidencia.

    – [Amy]Tiene sentido[/Amy] – replicó mi hija. La vi tan decidida y tan sabia allí delante de mí, enfrentándose a lo desconocido de forma tan estoica. Habían crecido mucho. Quizá no nos necesitaban tanto ya como nosotros a ellas.

    – [MacLeod]No vamos a apartarnos de los discos.[/MacLeod] – le prometí, sin saber quién necesitaba más esa promesa. – [MacLeod]Cuando nos necesitéis, estaremos aquí. Y si no nos necesitáis…llamadnos igual.[/MacLeod] – le pedí. No eran unas vacaciones así que estaba justificado pedirles que nos llamaran a diario sin parecer un padre loco.

    – [Amy]Por favor, papá. Qué cursi eres[/Amy].- replicó llevándose una mano a la cara, avergonzada, pero la vi sonreír. Hacía tanto que no podíamos hablar en condiciones. Me pregunté si no les habríamos dado por sentado demasiado pronto. Había hecho falta todo esto para poder estar más unidos.

    – [MacLeod]No soy cursi. Me preocupo por vosotras.[/MacLeod] – me quejé. Había intentado siempre ser un padre a la altura de las circunstancias y conectar siempre con ellas, pero tres hijas son muchas hijas y me había pasado diez años cansado. – [MacLeod]Eso no es ser cursi. Simplemente os quiero mucho.[/MacLeod] – añadí. No está mal decir que quieres a tus hijos, había sido una herencia de masculinidad tóxica durante años. Quería a mi padre y sabía que él también a mí, pero nunca nos lo habíamos dicho. Y eso era un error que debía continuar. – [MacLeod]Pero no soy cursi. Soy…guay. ¿Soy cursi?[/MacLeod] – pregunté.

    – [Diana]No eres guay desde 2015.[/Diana]- escuché decir a otra voz, una que siempre conseguía dar calidez a mi corazón. Me giré y vi a Diana en el umbral de la puerta, con cara de cansada.

    – [MacLeod]Voy a intentar pasarte con tu madre, a ver si funciona. Si se corta, volveré a llamarte mañana.[/MacLeod] .- dije mirando una vez más a mi pequeña. Diana se puso donde la dije mirándome extrañada. No había visto a Amy.

    Le tendí mi disco y le dije que pensara en Amy, pero no llegó a contactar con ella.

    – [MacLeod]Cariño, era Amy, podemos hablar con ellos, con los discos.[/MacLeod] – le cogí las manos, conteniendo a duras penas las lágrimas. Había pasado mucho miedo por ellas.

    – [Diana]¿Estás perdiendo la cabeza?[/Diana]- me preguntó, mirándome fijamente.

    Negué con la cabeza, dándome cuenta de que quizá había sonado un poco loco con el disco en la mano mirando hacia un punto en el que solo yo veía a Amy.

    – [MacLeod]Podemos comunicarnos a través de los discos, con los que tengan un elemento en común con nosotros. Hablé con Leo, que es Terram Gelus, y luego con Amy que es Gelus. Tú no pudiste hablar con ella porque no tenéis elemento en común.[/MacLeod] – le señalé las anotaciones de lo que había ido diciendo Leo.

    – [Diana]Pues vaya mierda de sistema.[/Diana] – espetó, creyéndome.

    Me encogí de hombros, no podía decirle mucho más porque tenía poca información. Iba a ser imposible saber de base qué elementos tenía cada uno de los niños, así que tocaría hacer prueba y error. – [MacLeod]Tiene que ver con la conexión entre elementos. En teoría Lucy conecta con todos nosotros, así que quizá ella podría hablar con todos los niños.[/MacLeod] – teoricé, recordando aquella vez en la que Lucy nos hizo ver los recuerdos de las personas cercanas. Al cabo de unos segundos me di cuenta de que me había perdido en mis pensamientos. Vi a Diana sentada a mi lado, con cara de cansada. Siempre parecía fuerte, pero era frágil, todos lo éramos. Me percaté de que apenas la había visto los últimos días, aunque estuviese a mi lado. Así que la abracé y le di un largo beso en los labios.

    – [Diana]Habrá que dormir, ¿no?[/Diana] – dijo ella, mirando el reloj que tenía sobre la mesa. Era tarde, sí.

    – [MacLeod]Primero tengo que avisar a los demás. No podemos perder los discos de vista.[/MacLeod] – me puse en pie, con renovadas fuerzas.

    – [Diana]Son las cinco de la mañana.[/Diana]- se quejó Diana, con un gesto igual que el que había hecho Amy hacía unos minutos.- [Diana]He tenido tres hijas y merezco dormir.[/Diana] – sentenció.

    Le sonreí, había estado despierta hasta muy tarde ayudándome. – [MacLeod]Tú ve a descansar, cariño.[/MacLeod] – la acompañé a la sala común y la tapé con un par de mantas.

    – [Diana]Van a estar bien.[/Diana]- dijo cubriéndose hasta la cabeza con la manta.- [Diana]Son mis hijas.[/Diana] – añadió.

    – [MacLeod]Lo sé. Te quiero cariño.[/MacLeod] – le di un beso en la mínima parte que tenía descubierta y me fui hacia la biblioteca, dispuesto a llamar a los demás. La primera sería Sarah, sabía que estaría despierta.

    Por fin tenía buenas noticias. Por poco que pudiéramos hacer, teníamos contacto con los niños y eso significaba que podíamos aferrarnos a resultarles útiles, a ayudarles con lo que necesitaran. No era mucho, pero era suficiente.

     

     

    Os dejo un enlace a los diferentes «cluster» de comunicación. http://biblioteca.moondale.es/2019/01/18/clusters/

  • LOS QUE QUEDAN ATRÁS

    CHRISTOPHER MACLEOD

    CASA DE «LAS ECHOLLS» – MADRUGADA

    Esperé frente a la puerta de la casa de las Echolls. Me resultaba siempre extraño referirme a esa casa así, porque la que ahora era de Diana y mía alguna vez había sido conocida también por ese nombre.

    Sarah tardó poco en abrirme la puerta. Venía sola, así que no debía haber querido despertar a Sasha y a Daniel. Podía entenderla perfectamente, yo no había despertado a Diana, necesitaba hablarlo primero con ella.

    – [MacLeod]Sarah, siento despertarte tan tarde.[/MacLeod] – me disculpé, entrando al salón. No sabía por dónde empezar. Veía a Sarah mirarme tan preocupada y asustada que detestaba llevarle las malas noticias.

    – [Sarah]Se han ido, ¿verdad?[/Sarah] – preguntó, cruzando los brazos sobre la bata. No hacía mucho frío en la casa pero el miedo parecía haber calado en ella. Después de todo lo que habíamos pasado, teníamos miedos mucho mayores que cuando éramos jóvenes. Siempre hay más que perder cuando las cosas van bien. No habría puesto la mano en el fuego por ser capaz de superar de nuevo mis pruebas del miedo.

    – [MacLeod]¿Has notado algo?[/MacLeod] – le pregunté. Sarah tenía un don natural para percibir grandes alteraciones del mundo sobrenatural. Los Moondies nos habíamos reunido hacía ya un par de semanas para discutir las implicaciones de la luna de sangre, pero lo que había pasado en realidad se nos había pasado por alto. Por no mencionar la presencia de enemigos mucho mayores de lo que pensábamos.

    – [Sarah]No sé si es la intuición de madre o de Kvasir, pero se han ido.[/Sarah]- respondió finalmente. Cuando se sentó en el sofá la vi más derrotada de lo que nunca la había visto, más incluso que en el año de la Guerra de Ripper, más incluso que cuando Kaylee murió.

    Sí, se habían ido. Sin que nos diésemos cuenta. Ni de Infinity, ni de Omega, ni de sus propios problemas. Estábamos tan convencidos de haber llegado a un periodo de paz y tan obcecados en obtenerlos que habíamos pasado por alto lo que nuestros hijos e hijas pensasen de nuestra lucha.

    – [MacLeod]Mi disco ha desaparecido, el de Diana tampoco está donde debería. Y encontré esto.[/MacLeod] – saqué la carta cuidadosamente doblada en el bolsillo de mi chaqueta de cuero marrón. No sé qué me había llevado aquella noche a comprobar el disco, pero cuando vi que faltaba mi instinto me llevó al de Diana, que tampoco estaba, pero sí la nota de Kaylee.

    Así me enteré del plan de Xander, de que mi hija y mi ahijado habían encabezado un grupo para evitar que lo llevasen a cabo y de todo lo que les había pasado, con Infinity, con Omega, que era la asesina de Mia. Kaylee había sido tan inteligente como para preveer que podrían acabar todos lejos y dejar una salvaguarda. Estaba orgulloso de mi pequeña, pero también aterrorizado porque sabía que mis tres niñas se habían ido. A Vera no la nombraba en ninguna parte, pero cuando fui a verla y encontré su cama vacía, supe donde estaba.

    – [Sarah]Si nos lo hubieran dicho, les habríamos ayudado.[/Sarah] – comentó Sarah. La conocía lo suficiente como para saber que se sentía culpable. Me costaba llevarle la contraria, porque yo mismo me sentía así. Xander siempre se había sentido a cargo del mundo y sabíamos que quería defenderlo igual que nosotros, pero Daniel se negaba a que su hijo perdiera su vida como él había hecho en su día. Si no lo hubiéramos pasado por alto, quizá habría confiado en nosotros y nos lo habría contado como a iguales.

    No dejaba de pensar en Amy. Estaba mejor aunque seguía teniendo preocupaciones que no compartía con nosotros. Deseé haber conseguido conectar con ella antes de que todo esto ocurriese. Ahora que Kaylee estaba mejorando. Y Vera, tan pequeña y sin las armas de sus hermanas para defenderse.

    – [MacLeod]Les hemos enseñado demasiado bien.[/MacLeod] – comenté, agotado. Me sentía más cansado que en toda mi vida. – [MacLeod]Conoces a tus hijos, querrían arreglarlo para que no tuviérais que hacerlo vosotras.[/MacLeod] – añadí, intentando quitar un peso a Sarah que también recaía en los míos. Conocía a Xander bastante bien y mi hija también. Pensaba que Omega era su responsabilidad y que nosotros debíamos descansar después de una vida luchando.

    – [Sarah]Me siento culpable, Christopher.[/Sarah]- reconoció, poniéndose en pie para servirme un café.

    – [MacLeod]Lo sé, te conozco desde hace mucho.[/MacLeod] – dije cuando volvió a sentarse. Habíamos pasado muchas cosas juntos. Con Sarah tuve que sobreponerme al miedo a entrenar a alguien para arriesgar su vida. Asumí en aquél momento que por su misma naturaleza, tenía que saber defenderse al menos. Con nuestros niños sin embargo, la decisión había sido protegerles a toda costa de una carga tan pesada como la que había vivido Sarah. – [MacLeod]Yo aprovecharé que no voy a poder dormir para investigar, a ver si existe algún modo de comunicar con ellos.[/MacLeod] – le expliqué. Hacía años que pensaba que mis noches sin dormir habían pasado, pero me equivocaba. Necesitaba encontrar una forma de comunicarnos con ellos, aunque estuvieran en el Axis Mundi. Estaba empezando a sufrir la agonía de los que quedan atrás mientras el resto se enfrenta al peligro.

    – [Diana]Se han ido al cúmulo a follar.[/Diana]- escuché decir a una voz familiar. Me habría sobresaltado, pero desde que Diana había aprendido a proyectarse astralmente ya me había asustado demasiadas veces como para que años después siguiera haciendo efecto.

    Estaba en pijama y sus zapatillas de conejo mostraban una proyección astral que nunca me habría imaginado.

    – [MacLeod]Cariño, no sabía cómo decírtelo…¿has visto algo?[/MacLeod] – primero me disculpé, por si acaso. Diana y yo habíamos tenido unos años malos cuando Amy era pequeña y no me apetecía volver a pasar por eso. Si de algo estaba seguro en la vida es de que siempre la querría más que a nada y no iba a dejar que un malentendido nos separase. Por el lenguaje corporal de Diana, no parecía preocupada, así que sí debía haber visto algo.

    – [Diana]No he podido forzar las visiones para ver El Cúmulo.[/Diana]- empezó a decir. No la creí, eran muchos años juntos y además, no tenía ni la más remota idea de que era «El Cúmulo» y dudaba de que se hubiera inventado algo así.- [Diana]Es mentira.[/Diana]- replicó echándose a reír. Fue como si la tensión abandonase mi cuerpo. Las visiones de Diana siempre habían sido una fuente de esperanza en algunos casos. Incluso en los peores futuros, sabíamos que seguíamos luchando y que nuestros hijos estaban ahí. – [Diana]Hay un embarazo y todo. Va a molar esta parte de la temporada.[/Diana] – añadió. A veces Diana hablaba así, como si fuese un personaje que rompía la cuarta pared. Llevaba haciéndolo desde que el Soberano nos hizo creer que éramos personajes de una historia escrita por los Daesdi.

    Abrí los ojos como platos, la verdad. De no haber sido licántropo quizá me hubiera dado un ataque al corazón en ese mismo momento. Un embarazo y yo tenía tres hijas, las posibilidades corrían en mi contra. – [MacLeod]Por favor dime que no es Vera…por favor dime que no es ninguna nuestra.[/MacLeod] – rectifiqué. Vera era la menor, pero sinceramente, todavía eran todas «mis pequeñas».

    – [Diana]No puedo decir nada.[/Diana]- se excusó. Le encantaba vivir «spoileada». Pero su forma de reaccionar me tranquilizaba. – [Diana]Lo que vaya a pasar, ya ha pasado en según qué línea temporal.[/Diana] – añadió, críptica. Fruncí el ceño, no tenía claro de qué estaba hablando. Nuestros hijos e hijas estaban en ‘El Cúmulo’. No sabía qué era, pero fuera lo que fuese, les permitiría tener «relaciones normales» hasta el punto de que alguna estuviese embarazada.

    – [Sarah]Dime que al menos van a volver.[/Sarah]- pidió Sarah, que necesitaba oírlo. Diana parecía muy tranquila y es cierto que eso hacía pensar que todo iría bien, pero que ellos estuviesen bien no garantizaba que volviesen a nuestro mundo.

    – [Diana]Sarah, si te digo eso, dejan de ver la serie.[/Diana]- se quejó. – [Diana]Te lo digo al oído.[/Diana] – replicó más tarde. Menos mal que me lo dijo a mi también porque si no, habría sido la última noche que habría dormido.

  • BIEN JODIDA

    Kaylee – Casa

    Mañana

    Me encontraba mal y tenía que disimularlo como si fuera una actriz de método, porque en casa de un ex alcohólico, tener resaca no estaba muy bien visto. Así que en cuanto Ellie se fue, después de pasarse la noche durmiendo a mi lado, bajé a la cocina a desayunar con todo el sigilo del mundo, pero me tomé el camino a la cocina con calma y fui revisando todas las fotos que mi madre tenía colocadas a lo largo de la casa. Ver a mis padres tan jóvenes, a mí misma antes de creerme la reina del instituto y a mis hermanas tan sonrientes, me hizo recordar todo lo que estaba mal en mí.

    ***

    FLASHBACK – LA NOCHE ANTERIOR

    Había fiesta en casa de Tina y eso significaba ir en bañador y beber hasta que «La cárcel de plata» me pareciese un temazo y me diese por llorar, pero como tenía -3000 ganas de ponerme en bikini porque tenía la regla, me planté un vestido de lentejuelas que me tapaba el culo de milagro y con el que era imposible llevar sujetador. Además, Owen pasó a recogerme caminando, porque se ve que estábamos en 2006 y no me había dado cuenta.

    La cuestión es que la fiesta no era tan deprimente como había imaginado en mi cabeza, porque Tina tenía una casa enorme, dos padres que nunca estaban y había un montón de gente guapa, pero tenía el día torcido y me apetecía irme a mi casa a ver ‘Dirty Dancing’ y llorar porque nadie ponía a Baby en una esquina, así que cuando Owen se fue a desplegar sus armas de ligue masivo, cogí un vaso de cerveza peleona de la que le gustaba comprar a la anfitriona y me fui a darle la turra a Dante, que tenía la gracia de una hemorroide y estaba al lado de la mesa de las bebidas.- [Dante]Hola, Kay.[/Dante] – él también estaba bebiendo cerveza en un vaso rojo de plástico. Supongo que a todo el mundo le gusta fingir de vez en cuando que está en la fiesta de una serie, porque estos vasos eran el doble de caros.

    – [Kaylee]Hola[/Kaylee].- le sonreí con coquetería, porque no voy a mentir ahora y a decir que Dante no está bueno, porque sí lo está. Además, corría el rumor de que se había enrollado con Mike Solo-Novak y quién no ha fantaseado con la idea de tener un novio con el que hablar de tíos.

    – [Dante]¿Empezando el curso con fuerzas?[/Dante] – comentó moviendo la cabeza con disimulo al ritmo de la música. Estaba sonando una balada del año de la polca que se llamaba ‘The man who can’t be moved’ y era algo así como la peor canción de la historia para poner en una fiesta.

    – [Kaylee]No se pueden perder las buenas costumbres[/Kaylee].- di un sorbo y él sonrió. Observé sus vaqueros desgastados y su camiseta negra «made in Dante». Hecho esto, me quedé esperando a que dijera algo más, pero es tan soso que tuve que irme a increparle a friki que hacía de DJ, porque si seguía poniendo esa mierda nos íbamos a cortar las venas.

    No sé qué cable se me cruzó, que cuando vi a mi primo Alexander, cerca de la mesa del tío de la música, me dio por hablarle. A lo mejor la cerveza se me había subido a la cabeza.- [Kaylee]Eh, ¿qué haces aquí?[/Kaylee]

    – [Xander]Hola, Kaylee.[/Xander] – llevaba una camisa de cuadros y un pantalón chino, que le daban la pinta esa que sabes que le gustaría a tu madre. Bueno, a mi madre no, porque es mi primo y déjate de endogamias raras.- [Xander]Dante me ha arrastrado. Supongo que me iré en un rato.[/Xander]

    Si me paro a pensarlo, supongo que fue porque era obvio que le caía mal y necesitaba sentirme bien, pero en realidad, estaría excusando mi comportamiento.- [Kaylee]Así me gusta[/Kaylee].- dije y le aguanté la mirada.

    Sé que me miró decepcionado, porque nos conocíamos demasiado bien. – [Xander]No sé si nos ha pasado por encima la adolescencia o un tractor.[/Xander] – soltó un suspiro y vi que miraba a Tina, que en teoría era su novia, pero a la que no le estaba haciendo ni caso.

    – [Kaylee]¿Por qué hablas en plural cuando eres tú el que no se habla con su mejor amiga?[/Kaylee]- inquirí de malos modos.

    – [Xander]Kaylee, ¿de verdad te tengo que decir lo evidente?[/Xander] – me preguntó, sin perder un ápice de la bendita paciencia que le caracterizaba. – [Xander]Puedes atacarme lo que quieras, me va a dar igual.[/Xander]- la fiesta estaba en pleno apogeo: la gente bailaba, bebía y se tiraba a la piscina como si mañana no fuera a existir, pero nosotros estábamos revolcándonos en nuestra miseria.

    – [Kaylee]¿Y qué es lo evidente según tú?[/Kaylee]- al escucharme, negó con la cabeza. – [Xander]Te sientes querida por tus aduladores pero no les importa como eres en realidad, tienes que fingir, tienes que ser cruel con los que no te iban a juzgar.[/Xander]

    – [Kaylee]Deja el psicoanálisis para quien quiera escucharte[/Kaylee].- farfullé. Eso había dolido.

    – [Xander]Como quieras. Te lo digo porque te conozco y te quiero. Pero no todo el mundo tiene la misma paciencia[/Xander].- supuse que hablaba de la nueva.

    – [Kaylee]¿Me quieres tanto como quieres a Jane? La dejaste sola cuando su vida saltaba por los aires[/Kaylee]. – que Owen fuese mi mejor amigo me daba mucha ventaja para atacar a Alexander con el tema de Jane.- [Kaylee]Dale consejos a los demás cuando seas un ejemplo, pero no antes[/Kaylee].

    – [Xander]No te falta razón, Kaylee. Precisamente por eso te lo digo. Sé lo que hice mal con Jane y ya no tengo opción a arreglarlo. Hazlo mejor que yo.[/Xander] – lo dijo tan de verdad, que noté cómo sus palabras golpeaban la pared de falsa seguridad que tenía a mi alrededor.

    Ni siquiera me molesté en contestarle. Lo dejé solo con su halo de salvador y todas sus basuras de psicólogo de medio pelo, porque me había hecho daño.

    Así pues, estuve un rato sola, bailando y bebiendo, hasta que vi que Owen estaba en el jacuzzi rodeado de un grupo de chicas y me jorobó la idea de perder a mi cheerleader personal. Esto dicho así suena fatal, pero es otro comportamiento de mierda de mi lista interminable de comportamientos de mierda.- [Kaylee]Quita, bicho[/Kaylee].- le solté a Blue Stevens para que se fuera y se llevara a su séquito. – [Kaylee]A ver, la bacanal la dejáis para luego. Ahora, que corra el aire[/Kaylee].- hice un gesto con las manos y se largaron.

    Owen me devolvió su sonrisa especial de «ya llevo cuatro cervezas más de las que debería», porque él decía que su genética de aesir le hacía ser inmune al alcohol, pero yo no lo tenía tan claro.- [Owen]¿Por que no te metes?[/Owen]- me preguntó cuando me senté en el borde, pero a su lado, mientras me miraba las piernas.

    – [Kaylee]No, que nos conocemos y eres capaz de hacer pis[/Kaylee].- la cerveza ya estaba caliente, así que la dejé a un lado. Me notaba un poco borracha y bastante triste y eso, con Owen cerca, siempre era una mala combinación. Pero que conste en acta que jamás me había puesto una mano encima sin mi consentimiento y con él creo que tampoco.

    – [Owen]Eso solo pasó una vez cuando era pequeño. Y todo el mundo se mea en las piscinas, por eso es mejor el jacuzzi[/Owen].- le dio un sorbo a una piña colada que tenía por ahí y deduje por qué estaba un poco chuzo: las mezclas no le vienen bien a nadie.

    – [Kaylee]El jacuzzi es una piscina pequeña[/Kaylee].- le miré y puse los ojos en blanco.- [Kaylee]¿Qué hace aquí tu amigo?[/Kaylee]- sí, hablaba de mi primo.

    – [Owen]Sacarlo a pasear, que le dé el aire, que se divierta.[/Owen]- lo buscó con la mirada y se encontró con que estaba enrollándose con Tina. Ya veis, el mártir que tanto quería a Jane.- [Owen]Además, Tina está con él[/Owen].

    – [Kaylee]Suerte con eso[/Kaylee].- no pude disimular el desdén en mi forma de hablar.- [Kaylee]Le gusta tu hermana desde que nació, más o menos[/Kaylee].

    – [Owen]Suerte con eso. A mi hermana no le gusta nadie.[/Owen]- intentó aparentar que le daba igual, pero el tema de su hermana le dolía y mucho. Al final, mi mejor amigo no dejaba de ser un osito de peluche con esteroides al que le gustaban demasiado el alcohol y las personas moderadamente atractivas.

    – [Kaylee]No sé cómo podéis compartir genes[/Kaylee].- él fue a decir algo, pero cambió de tema.- [Owen]Por cierto, ¿y tu que tal estas?.-[/Owen]- salió del jacuzzi dejándome un plano fantástico de sus abdominales y se sentó a mi lado.- [Owen]He oído lo que ha ocurrido[Owen].- me pasó un dedo por la mejilla  y me dejé querer. Algún día debería plantearme no jugar con él, pero no había llegado aún.

    – [Kaylee]Sobreviviré[/Kaylee].- le resté importancia. Lexie no me supondría un problema a la larga o eso quería creer.- [Kaylee]Esa novata piensa que todos hemos salido del gueto[/Kaylee].- le sonreí y a él le brillaron los ojos.

    – [Owen]Está celosa de tu belleza[/Owen].- noté cómo la vergüenza ajena se apoderaba de mí y me ruboricé como una quinceañera de una novela cualquiera.- [Kaylee]Owen[/Kaylee].- le reñí.

    – [Owen]Si no estuviese ya medio desnudo, lo estarías haciendo con la mirada[/Owen].- como he dicho, pese a que tenía buen cuerpo, no era mi tipo, pero no quería herir sus sentimientos.

    Chasqueé la lengua.- [Kaylee]No te iba a decir eso[/Kaylee].- suspiré.- [Kaylee]Estoy un poco triste y bastante borracha, así que necesito que me acompañes a casa[/Kaylee].

    Él asintió.- [Owen]Me seco y nos vamos.[/Owen].- como todo el mundo pasaba de nosotros, se secó con su poder y se puso la camiseta.[Owen]¿Lista?[/Owen]

    Me tendió la mano y le di un beso en la mejilla al incorporarme.- [Kaylee]Gracias[/Kaylee].

    – [Owen]Lo que sea por mi reina[/Owen].- y deseé que lo dijera porque iba a ser mi pareja para el baile y no porque estaba enamorado de mí.

     

    ***

    Un carraspeo de mi padre me devolvió a la realidad. Estaba sentado en la mesa de la cocina leyendo al lado de la ventana un periódico electrónico, mientras se tomaba un café solo. Me parecía una costumbre súper antigua (sin el rollo guay que tenía lo vintage), pero no me atreví a decírselo, porque sabía que me estaba esperando. Que Amy, Vera y mi madre no estuvieran por allí era una señal inequívoca de que me la iba a cargar, porque era un día entre semana y todavía quedaba un buen rato para que empezasen las clases.

    Musité una especie de «buenos días» con la esperanza de darle pena y fui hasta la cafetera para poner una cápsula. -[MacLeod]Winnie, tenemos que hablar.[/MacLeod] – en su voz se notaba el cansancio y la culpa de que estuviera así la tenía yo. No era la hija que esperaba y no le juzgaba por sentirse así, porque yo tampoco era la Kaylee que me gustaría.

    – [Kaylee]Papi, ahora no[/Kaylee].- susurré echándome la leche después de calentarla. Tenía la garganta dolorida y los ojos hinchados de tanto llorar. Ellie había convencido a Owen para acompañarme a casa y me había abrazado hasta que no me quedaron fuerzas para llorar y nos quedamos dormidas.

    – [MacLeod]Cariño, lo hemos evitado mucho tiempo.[/MacLeod] –  comentó haciéndome una seña para que me sentase frente a él y eso hice.

    – [Kaylee]Es que ya sé lo que me vas a decir[/Kaylee].- suspiré arrastrando los pies y sentándome frente a él con el café en la mano.

    – [MacLeod]Si lo sabes, ¿por qué sigues fingiendo ser alguien que no eres?[/MacLeod]- mi padre me miró directamente a los ojos y sentí todo el peso de su juicio sobre mis hombros. Mi padre había sido mi ídolo durante toda mi infancia, pero cuando me cansé de demostrarle al mundo que era más inteligente que la mayoría, me alejé de él y a estas alturas éramos poco más que dos desconocidos con un apellido en común.

    – [Kaylee]Porque no me iba muy bien cuando era yo misma[/Kaylee].- cada frase que articulaba, me taladraba el cerebro.

    – [MacLeod]Ahora tampoco.[/MacLeod] – espetó con seriedad y di un sorbo del café que me supo a culpa.

    – [Kaylee]Tengo amigos[/Kaylee].- me defendí con debilidad, porque sabía que tenía razón.

    – [MacLeod]¿Quién te trajo anoche y se quedó contigo?[/MacLeod]- sabía que Ellie había estado en casa y quizás me hubieran oído llorar, por lo que no tenía sentido mentir, pero lo intenté igualmente.- [Kaylee]¿Owen?[Kaylee]

    – [MacLeod]No ibas tan mal como para no acordarte.[/MacLeod] – me recordó y supe que le parecía mal que hubiese bebido tanto. – [MacLeod]No encontrarás a tus verdaderos amigos fingiendo ser otra persona.[/MacLeod]- se refería a los Moondies. Los famosos Moondies que eran tan amigos que se consideraban familia, pero eso había pasado hacía veinte años y el mundo había cambiado muchos. Nosotros no éramos los Moondies, ni lo seriamos jamás.

    Pensar en eso, hizo que empezase a llorar sin darme cuenta y él se puso de pie, se sentó a mi lado y me abrazó. La cocina, de muebles rústicos de madera y azulejo blanco, me pareció un sitio un poco más bonito. Incluso el mantel de cuadros verde parecía diferente si papá me abrazaba.- [MacLeod]No es tarde, cariño. Cuanto antes vuelvas a ser tú misma, mejor.[/MacLeod]

    – [Kaylee]Le he hecho daño a todo el mundo[/Kaylee].- solo me aguantaban Elle y Owen. Ella porque era tan buena que debía tener un pase de acceso directo al Cielo y él porque quería meterse en mis bragas (y en las del resto de la humanidad).

    – [MacLeod]Todos tenemos que pedir perdón alguna vez.[/MacLeod] – me dio un beso en el pelo. – [MacLeod]Rectificar es de sabios.[/MacLeod]

    Lloré un poco más en sus brazos y me incorporé.- [Kaylee]¿Y no pueden fingir que no ha pasado nada?[/Kaylee]- estaba negociando conmigo misma, no con él.

    – [MacLeod]No sé si eso te va a funcionar con todo el mundo.[/MacLeod] – me explicó con paciencia. – [MacLeod]No va a ser fácil, cariño, pero será mejor a la larga. [/MacLeod] – y me besó en la frente.

    – [Kaylee]Mucha gente me dejará de hablar[/Kaylee].- me quejé secándome las lágrimas y descubrí que no me había desmaquillado la noche anterior, por lo que debía parecer un panda borracho. – [Kaylee]Volveré a ser la Kayleepedia[/Kaylee].

    – [MacLeod]Y quien no se marche, quien te defienda, lo hará por quién eres.[/MacLeod]- apretó mi mano con cariño.

    – [Kaylee]Al final solo me hablará Owen, porque se quiere casar conmigo desde que teníamos tres años[/Kaylee].- solté una carcajada. Pobre Owen, eran buen chico, pero me atraía tanto como una caracol.

    – [MacLeod]Owen no es mal niño, pero tampoco le venía mal dejar de fingir. [/MacLeod] – asentí dándole la razón – [MacLeod]Y nada de casarse.[/MacLeod] – él también sonrió y se le formaron unas arrugas muy graciosas alrededor de los ojos.

    – [Kaylee]Tranquilo, no es mi tipo[/Kaylee].- admití.

     – [MacLeod]Sal con quien tú quieras, cariño, pero hazme un favor y sé siempre tú misma. Que nadie te haga cambiar así.[/MacLeod]- le di un abrazo fuerte y me senté sobre sus rodillas, como si volviera a tener cinco años.- [Kaylee]Papi, necesito un vestido que vi ayer en una web y lo necesito urgentemente[/Kaylee].- era de tipo camisero y de rayas. El vestido perfecto para enseñar piernas y escotazo.

     – [MacLeod]Cuando hables con tu madre, así os compráis uno cada una.[/MacLeod]- por todos era sabido que mi madre y yo éramos adictas a las compras, pero lo llevábamos sin ninguna dignidad y sucumbíamos a ellas en cuanto teníamos oportunidad.

    – [Kaylee]Eres el mejor papi y el más guapo de todos[/Kaylee].- me puse en pie y terminé de beberme el café, justo cuando Vera y mi madre volvían con unas bolsas del InfiniBucks en la que traerían un desayuno carísimo para toda la familia.

    – [Diana]¿Ya se ha acabado la Macguerra mundial?[/Vera]- preguntó mi madre al vernos sonreír.

    – [Kaylee]Estoy intentando volver a ser normal[/Kaylee].- no es que en ese momento lo pareciera mucho, porque llevaba el pelo todavía peinado de la noche anterior y restos de maquillaje, atuendo que remataba con un pijama de Winnie The Pooh.

    – [Diana]¿Pero has sido normal alguna vez?[/Diana].- bromeó mi madre y la pequeña Vera, que ya no era tan pequeña, esbozó una sonrisa sabihonda y fue colocando el desayuno en la mesa.

    Me lo pensé, pero al final me senté junto a ellos y vi mi reflejo en la ventana: llevaba las gafas, tenía los ojos hinchados y no quedaba rastro de mi coraza. Volvía a ser Kaylee MacLeod, la Kayleepedia. Como si Willow Rosenberg, en lugar de juguetear con la magia, se hubiese dedicado a alimentarse del daño ajeno. Pero iba a cambiar, porque se lo había prometido a mi padre, a Ellie y a mí misma.

    Ahora, solo me quedaba esperar que me recibieran como la hija pródiga o iba a estar bien jodida.

    Ese cristalito roto

    yo sentí cómo crujía 

    antes de caerse al suelo

    ya sabía que se rompía.

    (Malamente, Rosalía Vila).

     

  • LA REINA DE LAS HADAS

    Mia – La Nave

    Mañana

    Se supone que no está bien escuchar conversaciones ajenas, así que ahora mismo os imagino diciéndome: «Mia, no se está bien escuchar conversaciones ajenas». «Mii, ni istí biin iscichir cinvirsiciinis ijinis». Tampoco está bien hacer burla, pero es mi diario.

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  • FÁCIL

    CHRISTOPHER MACLEOD | CASA DE LAS ECHOLLS

    – [MacLeod]¿Hay alguien en casa?[/MacLeod] – pregunté. Como respuesta obtuve el eco de los ladridos en la cocina. Crucé el comedor y abrí la puerta de la cocina para ser recibido por el efusivo saludo de Xena, Eowyn y Freya.

    Que estuvieran en la cocina significaba que efectivamente, no había nadie, así que habían tenido que dejarlas allí, recogidas en sus camas para perros que usaban solo en esas ocasiones, porque normalmente preferían la cama de sus dueños. Por suerte para mí, la nuestra era la más pequeña, así que no se notaba tanto en la cama como Amy. Si hubiera sido Xena me habría visto durmiendo en el suelo.

    Abrí la puerta corredera que llevaba a la terraza y las dejé salir por si necesitaban hacer algo. Vigilándolas, me senté una silla de madera del porche trasero.

    Normalmente no solían estar solas. La casa era un bullicio y siempre solía haber alguien, pero en estas semanas las cosas no eran como siempre. La casa solía estar más vacía porque todos teníamos mucho que hacer, tanto por nuestro deber como por nuestra propia vida.

    Los héroes de la literatura siempre tienen la presión de salvar el mundo, pero nosotros teníamos también las presiones de ser personas. La llegada de Amy había cambiado las cosas, no sólo ocupándonos mucho tiempo y energía a Diana y a mí, si no trayendo un cambio para todos.

    Elizabeth estaba trasladando sus cosas poco a poco a una casa en Merelia junto a Jaime, dejando la casa para sus hijas. Sarah y Diana hablaron entre ellas y se decidió que la casa familiar fuera para nosotros, que éramos los que teníamos una responsabilidad a nuestro cargo. A cambio, había puesto a la venta mi casa en el Barrio Este para ayudar a que Sarah y Daniel comprasen una nueva casa para ellos. Habían pensado comprarla cerca para que las hermanas no estuvieran muy separadas.

    Mi casa no duró mucho en venta, al final todo queda en familia y la terminamos alquilando a Dominic y Rebecca por el mismo precio que estaban pagando por su estudio en el Barrio Oeste, así que el alquiler sería para Daniel y Sarah para rebajar lo que pagasen por la casa mes a mes.

    Por si todos esos cambios fueran pocos, Cara y Daakka se iban a ir a la cabaña en el bosque que había sido de Daniel y que ahora le había comprado su hermana con bastante regateo. Ed se quedaba a dormir en casa algunas noches, pero cada vez dormía más en el apartamento que estaba sobre la tienda de Lucy.

    A todas esas mudanzas se había sumado ayudar a Mara a llevar sus cosas a la casa que ahora compartía con Vincent en Louna – benditos portales – y ayudar a Sasha a instalarse en el apartamento de la Nave, aunque por suerte las cosas de Sasha cabían en una caja. Mia también se iba, lo suyo con Logan había avanzado rápidamente y se habían alquilado un apartamento en el Barrio Oeste gracias al trabajo de mecánico que Mia le había encontrado en un taller.

    Freya se apoyó en mis piernas dando saltos con la lengua fuera, devolviéndome a la realidad. Había estado corriendo con Xena y Eowyn pero venía a reclamar mi atención. Dentro de poco cada una de las tres viviría en una casa, pero pasarían gran parte del tiempo juntas en la Nave o aquí para evitar que se quedasen solas. Igual que nosotros, que estaríamos más separados pero nos veríamos a diario.

    Aún así era un poco raro, de nueve personas conviviendo bajo ese techo, pasaríamos a ser tres, aunque los demás pasarían a menudo y Elizabeth y mis padres estarían de vez en cuando con nosotros por si necesitábamos ayuda con Amy.

    Acaricié con cuidado la cabeza de Freya. Era una perra bastante miedosa y aún me sentía mal por aquella vez poco tiempo después de las Pruebas cuando el licántropo estaba descontrolado y le gruñí. Desde entonces parecía que me obedecía más, pero me sentía culpable.

    Vi la felicidad en su rostro cuando volvió a echar a correr detrás de sus «hermanas», disfrutando todas de la libertad y de los pequeños placeres.

    Una parte de mí envidiaba esa libertad, esa facilidad para dejarse llevar ante las preocupaciones y simplemente disfrutar. Era un padre reciente y sentía que apenas había podido disfrutar de mi pequeña por culpa de estar todo el día preocupado, planeando, asegurándome de que todo estaba bien atado para que mi hija no perdiera la oportunidad de conocer a las personas que más me importaban porque estábamos a punto de arriesgar nuestras vidas para proteger a completos desconocidos.

    Pero por mucho que lo envidiase, no podía ser como ellas. El animal en mí estaba reprimido, no era capaz de dejarlo ir. Sé que probablemente mi fuerza como licántropo habría sido más útil en el combate, pero no podía permitirme perder el control, no podía dejarme ir y después despertarme para comprobar que las personas que más me importaban se habían ido mientras corría salvaje mordiendo a otros.

    La brisa era agradable esa tarde. Hacía calor, pero estaba empezando a oscurecer y el viento resultaba muy placentero, con su aroma a verano. Me paré a dibujar en mi mente la imagen mental de ese preciso momento, observándolas jugar. Algún día, en el futuro, nuestros descendientes podrían hacer lo mismo. Las mascotas que habíamos adoptado de la señora del bosque de Escocia nos sobrevivirían a todos gracias a su inmortalidad. Me preguntaba cómo serían las cosas en su futuro, qué sería de nuestros descendientes.

    Entonces me di cuenta de que quizá estaba siendo demasiado introspectivo. Las cosas que vivimos hacen mella en nosotros. En su día, tomar el manto de Vigilante y encargarme de ser el mentor de Sarah, junto con mi licantropía, habían hecho que relegase en la bebida un problema que simplemente había permanecido ahí, latente. La manifestación de esas preocupaciones no era más que ansiedad, una con la que había tenido que aprender a vivir.

    La vida no me había enseñado a confiar en que todo saliese bien, pese a que las cosas nos hubiesen ido mejor de lo esperado, así que me había acostumbrado a controlar cada aspecto de lo que sucedía para evitar que nada quedase al azar y por tanto el destino nos diese un revés. Aun así, con la clase de vida que llevábamos no había sido posible, y desde la muerte de Kaylee y las noticias de la guerra inminente había notado que mi ansiedad estaba peor, amenazando más frecuentemente con aislarme en mis pensamientos.

    Amy había sido un alivio para esa ansiedad, que había estado desatada mientras Diana estaba embarazada, por miedo a que mi enfermedad hiciese que las cosas no saliesen bien. Cuando miraba a la pequeña o a su madre, sentía que el mundo sí tenía esperanza.

    Hay ciertas cosas que no queda más remedio que admitir. Una de ellas es que nuestra vida nunca iba a ser como la de los demás. Estaba destinada a ser más difícil. Y solo nos quedaba luchar y sacarla adelante.

    Quedaba menos de una semana para la guerra. Cansado de pensar me puse en pie y estiré la espalda. Noté los hombros y el cuello cargados, así que decidí relajarme hasta que llegara Diana. La mejor forma de hacerlo la tenía delante de mí.

    Me descalcé y caminé sintiendo el césped en mis pies desnudos. Me tumbé boca arriba en la hierba y las tres perras no tardaron en verme y correr hacia mí pensando que jugaba con ellas. Me reí. A veces la vida es más sencilla de lo que parece.

  • FIESTA, DESFILE AND ROCK&ROLL

    Dominic Williams / Escuela Legado

    Habíamos decidido hacer una pequeña fiesta en la nave, algo para subir la moral por el más que inminente enfrentamiento entre las huestes de Z y Preston, y que mejor que una fiesta de bienvenida para la pequeña Amy, un par de meses después si, pero era mejor eso a hacer una en plan, dentro de un par de días vamos a la guerra, party hard.

    Cara se había encargado de decorar el gimnasio de la nave, sus dotes para explotar al personal que contrataba eran extraordinarias. Cara había dispuesto de una gran mesa redonda, parecida a la mesa de reuniones, en la que nos sentaríamos a comer algo, y otra mesa alargada de bebidas y entrantes, junto a una de mezcla de música.

    – [Daniel]Dom, el ron era para más tarde.[/Daniel] – Añadió Daniel bromeando mientras me acercaba con mi vaso a los demás.

    – [Dom]Para mi ya es mas tarde.-[/Dom] Mire mi reloj pero en realidad aun no eran ni las diez de la noche.

    – [Cara]Si hubierais dejado a Cara cobrar entrada, esto no habría pasado[/Cara].- Refunfuño Cara. Cual discoteca, Cara quería cobrar entrada por entrar y por las consumaciones. Daniel intento explicarle que estaban en familia, a lo que Cara respondió que en ese caso debería de cobrarnos más caro aún.

    – [Daakka]El año siguiente quizá no vayamos a morir.[/Daakka] – dijo Daakka sonriendo, a lo que siguió un silencio un poco incomodo.

    – [Dom]Daakka, creo que necesitas una copa muchísimo más que yo.-[/Dom] Le di la copa que llevaba a lo que el demonio se quedo mirándola por encima y olisqueándola. No caí en ese momento, pero creo que acabe dándole alcohol a un infante.

    – [Rebecca]Por supuesto, Dom. Sigue bebiendo[/Rebecca].- Añadió Rebecca sarcásticamente. Becca no era especialmente amiga de las fiestas.

    – [MacLeod]¿Habéis empezado sin nosotros?[/MacLeod] – MacLeod entro por la puerta cargando a Amy encima. Lucy y Ed corrieron a saludar a la pequeña. MacLeod siempre había tenido ojeras, era lo que tenía beber cantidades exageradas de café e intentar reprimir a tu lobo interior, pero ahora las tenía especialmente marcadas.

    – [Cara]No han hecho caso a Cara y no han cobrado entrada, así que no es una fiesta. En las fiestas se cobra entrada[/Cara].- Añadió Cara aun visiblemente molesta, pero se le paso un poco en cuanto MacLeod paso por delante de ella con Amy.

    – [Diana]¿Pero cómo puedes ser tan roña?[/Diana]- Añadió Diana a modo de saludo entrado con el carro. Diana parece la típica madre que se lleva todo por delante sin importarle nada.- [Diana]¿Dónde está mi hermana, ligando con Sasha?[/Diana]

    – [Dom]Ohhhhh.-[/Dom] Grite desde la otra punta de la sala lo que ocasiono que todos se giraran.

    – [Daniel]….[/Daniel] – Daniel no dijo nada, simplemente se dedicó a lanzarme una mirada pensando posiblemente en castrarme. La de Rebecca también daba esa impresión.

    – [Sarah]La verdad es que no, pero si tan interesada estás en Sasha, le digo que venga[/Sarah].- Dice dándole un beso rápido en la mejilla a su hermana y luego saludando a MacLeod y a Amy.

    – [Daakka]Noche divertida.[/Daakka] – Añadió Daakka riendo entre dientes, cada vez que hacia eso, reír entre dientes, parecía un aspersor, no por llenar de saliva al que tuviera delante sino por el ruidito que hacia.

    – [Mia]¿Por qué no ponéis regaetton?[/Mia]- Añadió Mia con cara triste.- [Mia]Felises los cuatro…[/Mia]- canta.

    – [Dom]Acepto peticiones Mia.-[/Dom] Había dejado una playlist de fondo mientras llegaban todos.

    – [Mia]Puedo poner yo la música[/Mia].- Se ofreció dándole un sorbo a la pajita de su puerto de indias.

    – [Mara]Eh…mejor no[/Mara].- Mara se levanto de su asiento y le dio a Vincent al pequeño Idris, la maternidad le había sentado bien a ambos. Mara cogió una de las bandejas con comida y se paseo con ella para sentirse útil.

    – [Daniel]Ni Lucy.[/Daniel] – Bromeo Daniel. Lucy se encogió de hombros y agarro a Ed por los brazos para que bailara con ella, mientras Ed parecía un muñeco de trapo en sus brazos, ella bailaba como una profesional.

    Comimos, hablamos, bailamos y hasta en cierto momento tuvimos un pase de modelos en el que Lucy nos presento los trajes que nos había confeccionado. Mia emocionada fue la primera en desfilar, su traje dejaba al descubierto sus alas y llevaba un sugerente escote. Ed parecía un pulpo en garaje sin saber muy bien como moverse, daba zancadas largas posiblemente para acabar cuanto antes aquella pesadilla. No llegamos a ver todos los trajes porque Lucy aun esta terminando el resto, pero por lo poco que pudimos ver había realizado un trabajo impecable.

    – [Sasha]Creo que me voy[/Sasha].- Dijo Sasha tras el improvisado desfile, se le notaba un poco incomoda. Creo que se como se siente, no hace mucho estaba en su lugar. – [Sasha]Gracias y eso[/Sasha].

    – [Dom]¿Ya?, pero si ni siquiera son las 2 de la mañana.-[/Dom] Añadí dándole otra copa para disuadirla de que se marchara. – [Dom]Tomate otra, la fiesta solo acaba de empezar.[/Dom]

    – [Daniel]Claro.[/Daniel] – Añadió escuetamente Daniel, eso en él era demasiado, tenía el carisma por las nubes con la fiesta.

    – [MacLeod]No le hagas caso a Diana.[/MacLeod] – MacLeod le lanzo una mirada a Diana y ladeo la cabeza hacia ella para que le dijera algo, pero más bien parecía que le había dando un tirón en el cuello.

    – [Diana]Tranquila, solo estoy un poco molesta porque no te gusto.[/Diana] Diana iba de un lado a otro moviendo el carro intentando dormir a Amy.

    – [Daakka]Diana gusta a todos.[/Daakka] – Añadió Daakka de manera inocente.

    – [Diana]Lo sabía, pero gracias[/Diana].- Diana paso por su lado y le dio una palmadita en la espalda. Al parar el carro Amy comenzó a berrear. – [Diana]Pues me parece que la fiesta ha terminado[/Diana].

    Le hice una señal para que esperara y pinche esa canción que tanto había estado pidiendo Mia a lo largo de la noche, esa de felises los 4, y Amy dejo de llorar.

    – [Diana]Nos ha salido regaettonera la niña[/Diana].- Diana se llevo la mano a la cara negando con fuerza.

    -[Dom]No tenía mucha pinta en el futuro… bueno, los futuros.-[/Dom] Lo mismo la canción era tan mala que había conseguido dormirle.

    – [Daakka]Por descendientes.[/Daakka] – Dijo Daakka levantando la copa, a lo que todos nos unimos y brindamos.

    La noche transcurrió con normalidad, la verdad es que nos sento bien una noche libre lejos de preocupaciones.

    – [Rebecca]Christopher y Diana están agotados.—[/Rebecca] Dijo colocandose junto a mí en la cabina del DJ.

    – [Dom]Y es solo una.-[/Dom] Diana estaba apartando los platos de la mesa a un lado y coloco encima a Amy para cambiarle el pañal.

    – [Rebecca]Todavía les queda una más.—[/Rebecca] sonríe.

    – [Dom]Para cuando llegue la segunda ya tendrán practica.-[/Dom] Christopher cogio el pañal sucio y marcho hacia esa especie de cocina que teniamos para tirarlo.

    – [Rebecca]Podría ser peor: podrían tener dos a la vez.-[/Rebecca] Sonaba preocupada, y había ocultado su cara tras su bebida, no alcoholica.

    – [Dom]Tranquila, todo saldrá bien.-[/Dom] Dije posando mi mano encima de la que ella tenía en la mesa.

    – [Rebecca]Si tú lo dices…-[/Rebecca] Mordisqueo el vaso de plastico nerviosa.

    – [Dom]¿Tienes dudas Becca? No tengo problema en que no tengamos hijos, pero tras haberlos vistos…-[/Dom] Nunca había pensado en tener hijos, hace años era demasiado alocado y ahora que medio había asentado la cabeza no había surgido la idea hasta ahora.

    – [Rebecca]No, no es eso. Pero… es un poco raro que todo vaya tan deprisa y que parezca que hay que seguir la línea que te marcan.-[/Rebecca] Sonaba nerviosa, algo raro en ella teniendo en cuenta lo serena que suele ser.

    – [Dom]No tiene porque. He visto dos futuros más y en ninguno de ellos teniamos hijos. Aunque uno de ellos fue antes de conocerte. El futuro no esta escrito en piedra Becca, puede pasar cualquier cosa.-[/Dom] Me acerque hacia ella y la abrace por detrás.

    – [Rebecca]Espero que «cualquier cosa» quiera decir «cualquier cosa buena».—[/Rebecca] Dijo echando la cabeza hacia atrás para mirarme.

    – [Dom]Por supuesto, si algo saco en claro de ver nuestro futuro, es que si algo esta mal poder mejorarlo.-[/Dom]
    Añadí dandole un beso en la frente mientras nos meciamos al son de una de sus canciones favoritas de Adele.

    Me lleve al bolsillo de la cazadora y sopese su contenido, mire a mi alrededor y cogi a Rebecca de una mano para que me siguiera. Nos metimos en la lobera, no era el sitio más romantico pero era tranquilo y estaba limpio, Christopher siempre se aseguraba de eso. Colocoque a Rebecca delante de mí, acaricie su mejilla e inque una rodilla en el suelo. -[Dom]Rebecca Lee. ¿Quieres casarte conmigo?.-[/Dom] Pregunte sacando la cajita del bolsillo y le mostraba el anillo. Si de algo estaba seguro es de que quiero pasar el resto de mi vida junto a ella a su lado.