Flashforward | Noche, 30 de diciembre

Por todos era sabido que, cuando Cordelia Chase se aburría, se dedicaba a enviarles regalos a los Moondies. Los Oráculos no la entendían, pero a ella no le importaba, lo que pensaba, lo decía y lo que decía, lo hacía.
A pesar de que, por su condición de Ascendida, estaba más allá del tiempo y del espacio, la Navidad era un momento especial para ella. En parte porque echaba de menos las lujosas Navidades cuando era una niña rica de Sunnydale, pero sobre todo, por las que pasó en Los Ángeles: ¿Quién iba a pensar que un vampiro y un friki iban a ser los mejores amigos que iba a tener en su vida? ¿Quién le iba a decir que su vida no iba llegar hasta los treinta? Seguramente por eso, se sentía responsable de ese grupo de chicos y chicas que ahora estaban pasando por un mal momento.
No era Navidad, pero ¿acaso no era más divertido que fuese, por ejemplo, un 30 de diciembre cuando les enviase algo importante?
Avanzó hasta la sala que parecía hecha del propio Vacío, sin paredes ni techos y se concentró en todos y cada uno de ellos: Daniel, Sarah, Christopher, Diana, Edward, Dominic, Rebecca, Daakka y Cara. Los Moondies.
Una vez visualizó sus caras, se concentró para que todos cayeran plácidamente dormidos, sin pensar en que en algunos casos, podía ser peligroso. Y entonces, la magia empezó a brotar, era un sueño, el más maravilloso de todos:
Era el cumpleaños de Daniel y todos estaban en casa de las Echolls, en la que no cabía un alfiler. Sólo faltaba una persona, pero tenía que llegar, estaban seguros. Elizabeth corría de un lado a otro llevando bandejas de comida que había preparado Mara, todo tenía que ser perfecto. Daniel sonreía avergonzado con el gorrito que le habían puesto en el que podía leerse «cumpleañero», mientras que Diana se acariciaba su abultado vientre rondando el árbol de Navidad en el que había regalos para todos, porque aunque fuera el cumpleaños de Daniel, era un día especial.
Christopher terminaba de poner la mesa con ayuda de Dominic y Rebecca, mientras Daakka y Cara encendían las luces del árbol y del Belén, porque Moondale había sido una colonia española.
Y entonces, como por arte de magia, alguien tocó a la puerta: Éowyn y Freya empezaron a ladrar a coro. ¡Había llegado, ya sí que iba a ser todo perfecto!
– [Diana]¡Ya vaaa![/Diana]- exclamó Diana echando a correr en dirección a la puerta. Al abrirla, su rostro se iluminó.- [Diana]Justo a tiempo[/Diana].- comentó dándole un abrazo, pero no venía solo, una chica rubia de enorme sonrisa estaba también ahí.
– [Edward]Familia, os presento a mi…a…Lucy[/Edward].- comentó el chico sonriente.
– [Lucy]Encantada de conoceros, Edward me ha hablado mucho de vosotros[/Lucy].- sin saber por qué, Sarah y Diana corrieron a abrazarla. Olía a melocotones.- [Diana]¿Se puede saber por qué tienes esos dientes tan blancos?[/Diana]- comentó entre risas.
– [Daniel]¡Venga rápido, que por aquí hay hambre![/Daniel]- recordó el pelirrojo saludando a su amigo.
Impulsados por lo que había dicho Daniel, se fueron sentando y entre risas, lágrimas de alegría y conversaciones a media voz, sin darse cuenta, fueron poco a poco conscientes de que era Navidad. Porque en Navidad es cuando estás con tu familia.
Y ellos eran una.
Una vez acabó el sueño, Cordelia asintió satisfecha. Vaya, se le habían escapado unas lágrimas de emoción, pero es que esos chicos y chicas se merecían ser felices.
¿Sería este regalo el impulso definitivo para ellos? Sólo el tiempo lo diría.
Feliz Cumpleaños, Dani.