Moondale

Etiqueta: Dante adora los coches

  • DOS FUEGOS

    DANTE VILLIERS

    LA KVASIR – MAÑANA

    Era una mañana extraña. Para empezar, había madrugado. No es algo que fuera muy común en mí, pero supongo que me sentía con ganas de volver a trabajar con mis propias manos. Al principio dudé,  era demasiado temprano y empezaba a notarme de mal humor por un sueño más corto de lo habitual, pero después vino la recompensa cuando me crucé con Lexie, que acababa de llegar con provisiones de la ciudad y un rumor muy jugoso.

    Asentí, casi dormido, mientras me lo contaba con una energía que yo desconocía en ese momento y me fui a trabajar en el portón de la la Nave. Mis manos sabrían donde ir al principio y las diferencias con la mecánica del futuro terminarían llamando mi interés y despertándome.

    Tras media hora disfrutando de la soledad y el hecho de tener una tarea cercana y asequible que solucionar, la puerta que daba al gimnasio se abrió y entró Ezra. Tenía la frente perlada de sudor y bebía agua de una botella hecha del cristal resistente del futuro, que no se rompía al caer al suelo.

    Le saludé con la cabeza y el pasó por mi lado en silencio. Era un tipo bastante taciturno y eso que yo me consideraba solitario. Con su vida, de todas formas, estaba justificado. Me recordé a mi mismo que lo malo de mi vida me lo había traído la misma persona que había llevado la pérdida muchas veces a la suya. Intenté no ponerle cara porque Jane no tenía culpa de ello y me forcé a pensar solo en su nuevo nombre: Omega.

    Sentí el arrebato de hablar con él y romper ese silencio, pero no me apetecía hablar de penurias así que elegí en su lugar otra mujer que teníamos en común. – [Dante]Ey, ¿Has visto a Chloe por ahí?[/Dante] – le pregunté. Apenas la había visto desde antes de irnos por último vez a los mundos, con lo poco que la conocía, era capaz de seguir enfadada por aquello.

    – [Ezra]No. Puede que esté en la piscina.[/Ezra] – replicó. Sus ojos transmitían mucho más de lo que él mismo dejaba ver, aunque yo no era un gran conocedor del lenguaje no verbal. Solo se me daba bien cuando se trataba de saber si alguien me correspondía o no a nivel físico.

    – [Dante]Ah, quizá luego me pase.[/Dante] – comenté volviendo a trabajar en una junta. Aquella nave era una maravilla para nosotros, pero llevaba mucho tiempo abandonada, se notaba en el óxido que corroía algunas de sus piezas. Por suerte era capaz de imprimir duplicados de cualquier pieza que necesitase y llevaba un tiempo sustituyendo las que podía. Me pregunté cómo sería surcar el espacio en ella. Solo con pensarlo me sentí encerrado, imaginándome años y años dentro de aquellas paredes de metal que de pronto parecían muy finas para separarme de la inmensidad de un espacio que solo me daría una muerte silenciosa.

    – [Ezra]No te gustan los sitios cerrados.[/Ezra] – escuché decir a Ezra. Jodidos licántropos, huelen el miedo demasiado bien.

    – [Dante]Si lo elijo yo, puede que me pasara un día entero trabajando en un coche, pero obligado… no llevo bien que me digan qué hacer.[/Dante] – para mí  «El Recogimiento» era un dolor de huevos cada año. Me buscaba cosas que hacer constantemente pero en los últimos días estaba ya que me subía por las paredes esperando salir y ser libre.

    – [Ezra] Yo no entiendo de coches, de hecho no tengo ni carné. Tampoco es que hiciera mucha falta[/Ezra] – reconoció. Futuro postapocalíptico, cierto. Ezra era como Kyle Reese, solo que sin venir a procrear para ser el padre del salvador. En su futuro no había llegado a haber «Recogimiento» porque los que éramos como nosotros vivíamos esclavizados directamente.

    – [Dante]Si volvemos recuérdame que te preste uno para dar una vuelta[/Dante] – le ofrecí. No era millonario precisamente, mi madre se había encargado de que Sarah pudiera ayudarme a gestionar mis finanzas en lo referente a su herencia y eso conseguía que no despilfarrase mucho. Pero en cuanto al dinero que entraba del taller, eso sí que podía invertirlo en lo que quisiera y una de mis aficiones era comprar coches viejos. Pequeñas joyas abandonadas por gente que no sabía arreglarlas pero que en mis manos volvían a la vida. Había cierta paz en devolver las cosas a su antigua gloria.

    – [Ezra]Vamos a volver, tenlo por seguro.[/Ezra] – no sonaba esperanzado, si no completamente convencido. Supongo también que para alguien como él, esto era un pequeño paraíso comparado con su otra vida.

    – [Dante]Puede ser. No tengo mucha fé en ese rumor de Lexie[/Dante] – admití. Los rumores al final son humo, a veces si lo sigues puedes llegar a una avería, pero otras veces simplemente te pierdes en algo que no tiene nada que ver. Prefería no poner todas mis esperanzas en ello y si aparecía la oportunidad, cogerla.

    – [Ezra] Tal vez lo mejor sea centrarse en acabar por reunir a los Daë y después volver a casa.[/Ezra] – respondió. Lo sabía entonces, había debido encontrarse con Lexie antes que yo, pero él no sería de los que tomaría esa opción. Era un guerrero, estaba acostumbrado al sacrificio, a la vida heroica. Yo no.

    Me encogí de hombros. – [Dante]Algunos no tenemos madera de héroe [/Dante] – le aseguré. Él se quedó mirándome con esos ojos suyos, verdes como el fondo de un mar tropical. Estaba tan calmado que aparté la mirada. No me apetecía imaginarme sus ojos clavados en mí cada vez que pensara en irme. Volví a mi trabajo y él se despidió y siguió su camino, sin intentar convencerme.

    Sustituí varias piezas, paré, comí un bollo que me había llevado de la cocina al que llamaría desayuno y  seguí trabajando. Un par de horas después alguien bajó las escaleras, pero aquellos pasos eran femeninos, no era Ezra. Vi las puntas de su melena pelirroja antes que nada. Ninguno de los que habíamos llegado aquí ni de los que habían venido más tarde sabía cortar el pelo, así que como consecuencia a Kaylee le llegaba ya por los omóplatos.

    – [Dante]Dichosos los ojos. [/Dante] – me limpié el sudor de la frente con la muñeca y le sonreí. – [Dante]Qué poquito se te ve desde que Leo y tu os lleváis bien.[/Dante] – alcé una ceja. Desde que había terminado por entender que el odio que se parecían tener toda la vida eran las ganas ocultas que tenían de fornicar por todas las esquinas, debían estar haciendo, bueno, eso, fornicar en todas las esquinas.

    – [Kaylee]¿Es envidia lo que noto en tu voz?[/Kaylee]- replicó sonriendo. ¿Envidia? Bueno un poco, Chloe pasaba de mí, la nave estaba llena de gente guapa y no eran solo Kaylee y Leo los que parecían pasárselo bien a diario. Y sin embargo yo ahí estaba, como un concursante de ‘Too Hot to Handle’ pero sin nadie con quien mover ficha.

    – [Dante]Despecho, desde el primer día no habéis querido invitarme.[/Dante] – me reí, recordándole el día en que les interrumpí en la cabaña para chincharla un poco. Con Leo no lo habría intentado, ya parecía odiarme de por sí desde ese día. Bueno, quizá venía de antes.

    – [Kaylee]Te entiendo. Somos irresistibles[/Kaylee].- respondió con una sonrisa. Me alegraba verla sonreír después de lo mal que lo había pasado. En el fondo todo esto, todos los problemas que habíamos tenido desde que decidieron meterse en Infinity, le había sentado bien, le había dado un propósito y se había olvidado de unos errores de juventud de los que no tenía culpa.

    – [Dante]Pensé que el irresistible era yo.[/Dante] – repliqué. Me fijé en que llevaba un cubo con cosas de jardinería. Se encargaba del invernadero desde hacía una temporada y lo cierto es que se le debía estar dando bien, pero todavía quedaba tiempo para empezar a ver crecer nada. – [Dante]¿Vienes de cuidar las plantas? A este paso vamos a fundar un ciudad antes de volver a casa.[/Dante] – algunos se estaban acostumbrando a la situación, haciéndose a ella como mejor podían. Yo era incapaz, no me veía esperando a ver aquellas frutas y verduras crecer, esperaba irme mucho antes.

    – [Kaylee]Me gusta mantenerme ocupada. Tener demasiado tiempo libre me hace ponerme nerviosa y si me pongo nerviosa, mal asunto[/Kaylee].- aclaró. Al final su jardinería era como mi afán de arreglar la nave pese a no querer quedarme mucho allí. Solo que donde ella calmaba los nervios, yo calmaba la ira que me corroía desde que había conocido a Omega.

    – [Dante]Mientras no te dé por echar maldiciones.[/Dante] – Kay era un bruja buena por suerte, pero la loca de antes nos había hehco una buena jugarreta. Casi no lo contamos y estar en el cuerpo de Mike con ese gato arañando continuamente la parte de atrás de mi cabeza había sido molesto. Era una suerte que Kay hubiera podido pararla con la ayuda de Sophie, Chloe y Robin. – [Dante]¿Has visto a Chloe por ahí?[/Dante] – le pregunté. No sabía por qué seguía preguntándolo pero no iba a verla. Miedo supuse, a enfrentar la realidad. A fin de cuentas ella había venido aquí por voluntad propia desde el futuro y yo estaba deseando irme y si lo hacía, no la vería más. Hasta dentro de veinte años al menos, viéndola como un bebé, como una niña. No, eso no era para mí.

    – [Kaylee]La verdad es que no[/Kaylee].- admitió encogiéndose de hombros.- [Kaylee]Quizás está en su habitación[/Kaylee]. – añadió.

    – [Dante]Supongo.[/Dante] – repliqué, quitándole importancia. Tampoco me apetecía meterme en el cuarto de Chloe, me conocía demasiado bien y ahora mismo me costaba pensar con la cabeza. Kay no dijo nada, no quería meterse en mi vida y lo agradecí. Era una buena amiga, supongo que nunca me habría imaginado que seríamos tan cercanos, pero ella lo valía. – [Dante]¿Ya te has recuperado del trauma de ser mi hermano?[/Dante] – me hice gracia a mí mismo, trataba de hacer ver que me importaba todo bastante poco y sonaba tan convincente que la gente era lo primero que asumía de mí. Mejor eso que dejar ver las cicatrices.

    – [Kaylee]Tuve bastante suerte, porque Cole es un tío muy calmado y, aunque viera algo, nunca se lo dirá a nadie[/Kaylee].- respondió sonriendo. Asentí, mi hermano era un diez. Otro motivo más por el que odiar a Logan, por aquellos años que pasamos separados.

    – [Dante]¿Ya te ha llegado el rumor que ha oído Lexie?[/Dante] -comenté. El pensamiento llevaba un rato rondándome la cabeza y no sabía como dejarlo salir. Kaylee no iba a ser de las que opinasen como Lexie y yo, de eso estaba seguro.

    – [Kaylee]¿Un rumor? No[/Kaylee].- tenía cara de sorpresa. Quizá Lexie no había tenido tiempo de hablar con mucha gente antes de irse a dormir.

    – [Dante]Seguro que es un timo pero escuchó en el mercado de la ciudad que hay un tipo que puede mandar a la gente a otros sitios.[/Dante] – le expliqué. Solo había un sitio al que nos interesase ir, de vuelta a casa. Al parecer ese tipo podía enviarnos a nuestro hogar, a nuestro tiempo. Quizá incluso podría pedirle que me mandara al de Chloe. En veinte años seguirían estando todos ellos, más viejos y yo más joven, pero allí estarían. Aunque para eso tenían que pasar por esta misión solos, sin los que nos fuéramos. – [Dante]Si van, yo iré.[/Dante] – dije. No sé por qué, supongo que esperaba que me diera su aprobación.

    – [Kaylee]¿Vas a volver a la Tierra sin haber acabado la misión?[/Kaylee]- sonaba a estar molesta. Aparté la mirada hacia la pieza que estaba cambiando.

    – [Dante]No tengo puestas muchas esperanzas, pero si es posible, soy un mecánico. Que tenga alas y pueda meterme dentro de la oscuridad no implica que pueda salvar el mundo. Eso solo son cartas que me han tocado.[/Dante] – le expliqué. Había entrado a Infinity porque ellos estaban en peligro, había ido al Pico Tantree por venganza, pero nada de esto era lo mío. – [Dante]Dudo que solo nos lo pensemos Lexie y yo.[/Dante] – me defendí. Serían más los que querrían irse. Niall, seguro, tal vez Laura, Vera y Elliot podrían irse, Jane les obligaría, seguro.

    – [Kaylee]Qué egoísta eres[/Kaylee].- me espetó. Valoraba la sinceridad de Kaylee, pero en ese momento estaba diciéndome puramente lo que yo mismo sabía y a veces la verdad duele, así que noté cómo empezaba a enfadarme.- [Kaylee]A ver si te crees que el resto estamos aquí por lo mucho que nos gustan las vistas[/Kaylee]. – ella también parecía enfadada.

    Negué con la cabeza. – [Dante]De momento porque no hay otra opción.[/Dante]

    – [Kaylee]Me estás tocando las narices, Dante. Te dejo antes de que me plantee transformarte en cerdo[/Kaylee]. – se giró, a punto de irse. Su pelo se movió en el aire con brusquedad, como si le prendiera fuego.

    – [Dante]Puedes enfadarte si quieres, Kaylee, pero tienes que entender que no todos queremos salvar un mundo que no se preocupa de nosotros.[/Dante] – ahí seguía yo, intentando defender mis motivos. Que los tenía, sí, no me faltaba razón. Vale sí, estaban ellos, eran importantes, pero podríamos irnos todos, ya encontrarían a otros que hicieran el trabajo que se suponía que teníamos que hacer. – [Dante]Los Daë son nueve por lo menos, se bastan de sobra para encontrar  a tres más.[/Dante] – sugerí. El trabajo estaba casi terminado. Quien sabe si la forma de salir de allí no era precisamente encontrar a ese tipo.

    – [Kaylee]No es una cuestión de lo que queramos hacer, sino de lo que HAY que hacer[/Kaylee].- fijó sus ojos en mí y noté el calor que encerraban. Su ira era como un fuego, intenso, fugaz. La mía era oscura, como una llama oscura que nunca se apaga.

    – [Dante]¿Y yo tengo que tener obligaciones con un mundo que miró para otro lado cuando asesinaron a mi madre?[/Dante] – maldije para mí mismo por dejar ver esa parte de mí. Pero ya que estaba, la dejé ir. – [Dante]Nos pusieron a esa cabrona delante, fuimos altruistas, vengativos o lo que te de la gana, pero nos reunimos para acabar con ella y en lugar de eso nos mandaron a otra punta del mundo a un problema que no nos va ni nos viene, mientras ella corre por ahí.[/Dante] – toda la ira puesta en mis palabras no permitió que disminuyera la que sentía, solo la dejó salir a la luz.

    – [Kaylee]Lo de tu madre fue un asesinato. El mundo en general no tiene la culpa[/Kaylee].

    – [Dante]Omega sí, y los Daë permitieron que viajara al pasado en lugar de morir congelada en esa puta cápsula. Mientras ella escapaba, Ezra se quedaba allí encerrado. Si hubiera justicia habría sido al revés y nadie la habría buscado.[/Dante] – así tendría que haber sido. Ezra llegando a un mundo en paz y Omega congelada y sola, abandonada en un sótano.

    – [Kaylee]¿Crees que los Daë tienen esa clase de poder?[/Kaylee]- me preguntó.- [Kaylee]No pueden intervenir[/Kaylee]. – me enfadó que los defendiera. Tenían que tener la culpa, alguien tenía que tenerla.

    – [Dante]Pues yo nos veo aquí, ¿quién nos ha traído?[/Dante] – dije más enfadado de lo que pretendía.

    – [Kaylee]Vale, Dante. Tú ganas. Vete si quieres[/Kaylee].-  se dio la vuelta y se marchó. Me gustaría decir que no me dejó tiempo a responder, pero sí lo tuve. Lo que lo impidió fue mi orgullo y mi enfado. Como no sabía qué decir, volví a trabajar con las manos. Era lo único que se me daba bien. No era ni un héroe ni un buen amigo. Tenía que hacerme a la idea si iba a coger el camino rápido y dejarles allí. Al menos mientras trabajase no tendría que pensar en qué decisión iba a tomar.

     

  • SUMERGIDO EN LA OSCURIDAD

    DANTE VILLIERS

    NOCHE – TALLER

    El taller estaba vacío, silente salvo por el ruido de mis manos y mis herramientas bajo el Shelby del ’67. Me encantaba ese coche, quizá porque era muy parecido al Mustang Fastback del mismo año de Daniel, y debería estar disfrutando al arreglarlo para un cliente que no se preocupaba por el grueso de la factura ni por el tiempo, pero en lugar de eso estaba siendo torturado por el maldito ruido de las agujas del reloj.

    Salí de debajo y me limpié las manos en un trapo. Miré el reloj y fruncí el ceño. Ya habían pasado más de cuatro horas para lo que en teoría iba a ser entrar y salir rápidamente.

    Suspiré. En teoría yo me había quedado en la retaguardia para asegurarnos de que había un plan para que pudieran salir. La realidad es que esa era la excusa que el propio Xander me había dado, a sabiendas de que no me interesaba meterme en una situación así por gente a la que no conocía de nada.

    Pero ahora los que estaban dentro me importaban y mucho, eran de la poca familia que me quedaba, y no podía permitirme el lujo de quedarme allí y dejar que se me escaparan de entre las manos como mi madre.

    De pronto me vi allí, al lado de aquél coche, mientras los demás corrían peligro, y me pareció absurdo. Al principio no había querido ir porque una parte de mí disfrutaba de la adrenalina de una lucha así, pero la rehuía para no ser como él. Y al final estaba haciendo algo más propio de él todavía, que era mirar sólo para mí. Pensarlo me dio un escalofrío.

    Empecé a darle vueltas. No podía sacarles de allí yo solo si ellos no había conseguido hacerlo, y no era un genio de la estrategia, así que necesitaba ayuda. Mi cabeza asoció enseguida genio con ayuda y pensó en Kaylee, el problema es que Noah se la había llevado a Escocia y no tenía tiempo para vuelos.

    Respiré profundamente e intenté calmarme. No, en realidad le pegué una patada a un cubo de metal que quedó tirado en el suelo a unos metros. Tenía medios para ir a por Kaylee, pero no quería usarlos, en mi vida había querido.

    Era mi secreto mejor guardado. En el exterior, me importaba todo más bien poco, hacía gala del orgullo de mis alas siempre que podía y no ocultaba mi atracción por las personas para aprovechar la vida. La verdad era que llevaba mucho tiempo guardando un secreto que no sabían ni siquiera los Echolls, un secreto que solo conocía mi hermano Cole, porque fue el que me encontró.

    Fue un día, poco después de empezar la pubertad, en parte eso tuvo mucho que ver. Estaba en el supermercado de la esquina, cerca de casa. Había ido a comprarme un refresco pero me quedé mirando la sección de revistas X. Pensé que nadie me veía y me escondí una. No es que me diera vergüenza que me pillasen en casa con una revista porno, mi padre era bastante abierto en sus gustos con las mujeres. Pero en esta, no solo salían mujeres. Al poco rato de cogerla vi al guardia de seguridad venir a por mí. Me puse nervioso, no sabía qué hacer, así que corrí entre dos pasillos hasta toparme con uno sin salida. Me refugié en una esquina y cerré los ojos. Cuando volví a abrirlos, estaba en un lugar que no me atrevo a describir.

    Pasé allí varias horas, solo, muerto de miedo con las cosas que veía, hasta que conseguí volver, apareciendo justo en el salón de casa. No recuerdo cuanto tiempo estuve en el suelo. Cole me encontró, sé que tenía fiebre. Cuando desperté se lo conté todo, él me había escondido la revista. Con el paso del tiempo me di cuenta de que podía manipular la oscuridad, que mi poder no eran solo las alas de mi madre. Nunca llegué a practicar, siempre me horrorizaba el recuerdo de aquél frío que me devoraba por dentro en ese lugar.

    Me senté y empecé a pelear conmigo mismo buscando excusas para no hacerlo. En el fondo esperaba un mensaje de Xander diciendo que ya habían salido, pero no llego nada. Silencio total. Cuando no pude soportarlo más, hice que la oscuridad se abriera a mi alrededor.

    El frío reptó por mi columna como si una mano estuviese a punto de arrancármela y entonces, me engulló. Temí por unos segundos lo que iba a ver, así que fijé la vista en la salida y corrí sin mirar a ambos lados de ese Reino de la Oscuridad.

    Lo siguiente que vi fueron los árboles de los Bosques del Lobo. Tardé en ubicarme y cuando lo hice me acerqué a la linde para ver la sede de Infinity. Vi soldados patrullando alrededor del edificio y entrando y saliendo por las principales salidas, armados. No tenía buena pinta. Volví a sumergirme en las sombras.

    Aparecí en la verde pradera en la que estaba la casa de los MacLeod, la de sus parientes y un poco más allá la del tío abuelo de Owen. Había estado allí una vez, los Moondies habían decidido recordar viejos tiempos y nos habían llevado de vacaciones. Fue algo menos de una semana y hacía muchos años, pero recordaba cuál era la casa de los MacLeod, así que llamé.

    Delia MacLeod abrió la puerta. Le pregunté por Kaylee al instante, sin dejar casi hablar a la pobre mujer.

    – [Delia]Hija, ha venido un chico a verte.[/Delia] – la llamó, marcando bien lo de chico. Sonreí ligeramente, Kaylee y yo éramos tan improbables como ella y…Leo. – [Delia]Pasa, no te quedes ahí. ¿Quieres un café?[/Delia] – me ofreció. Estaba mayor de lo que la recordaba, pero se la veía bien. El que estaba más avanzado de edad era Arthur, por eso Noah la había llevado allí, para verlo.

    – [Dante]No gracias, tengo un poco de prisa.[/Dante] – confesé, pasando al cálido interior de la casa. Fuera hacía una bruma fría que me había helado por culpa del sudor del viaje. Dentro se estaba bien, se escuchaba una televisión con murmullos como de un concurso.

    – [Delia]Me sabe mal que te quedes ahí…[/Delia] – comentó, preocupada. Me encogí de hombros y le sonreí cordialmente, no sabía qué decir. Kaylee bajo en ese momento.

    – [Kaylee]¿¿Dante??[/Kaylee] – preguntó, casi gritando. Delia nos miró una vez más y se fue a la sala contigua a seguir limpiando mientras tarareaba, seguramente para que no pensáramos que nos escuchaba.

    – [Dante]Tenemos un problema. Gordo.[/Dante] – primero hablé y luego pensé, quizá no era lo mejor que podía decirse a alguien que se había tenido que ir de la fiesta por una crisis de ansiedad. Se escuchó una puerta en la sala de al lado.

    – [Arthur]Voy a ir a arrancar la furgoneta porque con este frío se va a estropear el motor…[/Arthur] – escuché decir a Arthur MacLeod. Sonaba a tener unos cuantos años a sus espaldas, pero se le oía bien.

    – [Delia]Calla ya, Arthur. [/Delia]- escuché reñirle a Delia, mandándole callar.

    – [Dante]Buenas, Sr. MacLeod[/Dante] – saludé, asomándome a la habitación. Si la cosa iba bien no ibamos a tardar en irnos y no me apetecia que pensaran que era un desagradable o que solo saludaba a Delia.

    Kaylee tiró de mí y caminamos hacia fuera. – [Kaylee]¿Ha pasado algo?[/Kaylee] – preguntó, preocupada e impaciente por mi respuesta.

    – [Dante]Unos cuantos han entrado a Infinity porque tienen a una hija clonada de tu tía Sarah y tu tía Sasha y a un primo tuyo de otra realidad.[/Dante] – el resumen era un poco raro para cualquiera, pero a nosotros, pese a que los Moondies habían intentado que lleváramos una vida normal, nada nos pillaba por sorpresa.

    – [Kaylee]Mi familia no es normal. [/Kaylee]- replicó negando con la cabeza. – [Kaylee]¿Y qué puedo hacer yo?[/Kaylee] – preguntó. Tenía el ceño fruncido.

    – [Dante]Están tardando mucho. Fui al bosque y se ve mucho revuelo.[/Dante] – le expliqué. – [Dante]Así que va a hacer falta un grupo de rescate.[/Dante] – añadí. Nos quedamos unos segundos mirándonos fijamente.

    – [Kaylee]Una cosa: ¿Cómo has llegado hasta aquí?[/Kaylee] – preguntó de pronto.

    – [Dante]Necesito que me prometas que no se lo vas a contar a nadie.[/Dante] – era lo único que podía pedir, a fin de cuentas, si venía conmigo iba a tener que enseñarle mi poder.

    – [Kaylee]Odio prometer cosas que me va a costar cumplir, pero vale.[/Kaylee] – asintió. A Kay le gustaban los chismes pero con un poco de suerte pasaría desapercibido. Llamé una vez más a la oscuridad y aparecí al otro lado. El frío era insoportable.

    – [Kaylee]Es un poder de villano.[/Kaylee]- replicó con una sonrisa.

    Asentí, como si no tuviera importancia. Ella no podía saberlo de todas formas. – [Dante]No quiero que nadie lo sepa.[/Dante] – le aseguré.

    – [Kaylee]Tranquilo.[/Kaylee] – respondió. Supe que decía la verdad. Se marchó de nuevo a la casa para avisar a sus abuelos.

    – [Kaylee]Abuela, me voy a salvar el mundo con Dante.[/Kaylee] – gritó desde la puerta. Tardó unos segundos más en los que tuvo que decir varias veces a Delia que no necesitaba llevarse nada y se marchó con un beso. Cuando llegó a mi lado, me agarró de la mano.

    – [Delia]Arthur y yo también eramos así antes…[/Delia] – comentó su abuela con un suspiro. – [Delia]Pasadlo bien y tened cuidado.[/Delia] – nos animó. Kay me miró, esperando. No sabía si podía hacerlo delante de su abuela pero por sus señales, eso era un sí. La oscuridad nos engulló una vez más. Era algo habitual en mi vida.