[align=center][SIZE=3][b]Diana Echolls | Sala Blanca[/b][/SIZE]
[SIZE=2]
La diferencia entre la vida real y una alucinación provocada por un hechizo es, entre otras cosas, que puedes meter a un puñado de gente en una sala de un blanco impoluto sin que corras el riesgo de que eso acabe más negro que mi conciencia. Luego estaba el hecho de poder jugar con sus mentes como si fueran de tu propiedad, pero eso ya dependía del grado de maldad que tuvieras. Y ahí estábamos nosotros, en una inmensidad blanquísima en la que me daban ganas de escribir como si fueran las puertas de un baño universitario.
No estaba muy segura de qué pretendía sacar de ahí, si lo que quería era separarnos, no lo estaba consiguiendo y si quería hundirnos, no le iba a durar mucho, pero aún así, no dejaba de intentarlo. Primero había sido el turno de un joven McLeod que se daba el lote con mi yo feo (el mal gusto propio de la juventud) y se iba a de excursión a un episodio de ‘Teen Wolf’. Entendía que a él le hubiese parecido, en su momento, algo terrible, porque lo era, pero después de saber que eso no era más que mi antiguo cascarón, no tenía sentido que se siguiese flagelando.