Moondale

Etiqueta: Diana Echolls

  • UNA OLLA EXPRÉS DE SENTIMIENTOS

    UNA OLLA EXPRÉS DE SENTIMIENTOS

    Diana | La Nave

    NOCHE

    diana20102015

    Una vez salimos de La Iniciativa (por los pelos), los refuerzos de Louna, así como los Satellites, Sasha, Logan y su novio Hiroshi, decidieron que era mejor no acompañarnos a La Nave.

    Estaba tan enfadada que temía que en cualquier momento empezase a salir vapor por mis orejas, como si fuera una olla exprés de emociones, sentimientos y hormonas. Mientras Mara trataba a Daniel en su apartamento, los demás estábamos sentados en la sala de reuniones sin decirnos nada: Dom jugueteaba con su móvil ajeno a lo que pasaba a su alrededor, seguramente estuviera enviándole mensajes subidos de tono a Rebecca; Cara estaba sentada sobre el regazo de Daakka en una silla que iban a partir en cualquier momento; Sarah permanecía de pie esperando las noticias de Mara y Christopher me observaba como reprochándome que no supiera lo que estaba haciendo Ed, porque ni siquiera me dignaba a mirarle. No se lo merecía.

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  • UN DESTELLO ROJIZO

    UN DESTELLO ROJIZO

    Sarah | La Iniciativa

    NOCHE

    sarahiniciativa19102015

    Cuando recuperé la consciencia y el pleno control de mis actos, me vi maniatada a la silla de las improntas de la ‘Dollhouse’ de la Iniciativa. Beatrix todavía seguía conmigo, pero estaba tan asustada como yo y había decidido que si alguien tenía que sufrir, que fuera yo. No esperaba menos de alguien que decidía compartir su vida con alguien como Z.

    Frente a mí, había un laboratorio no muy grande, con las paredes recubiertas de paneles de madera oscura y maquinaria grande y pesada, que no paraba de hacer ruidos a la par que emitía datos que desconocía en modo de papeles. El general Preston, el padre de Rebecca, estaba de espaldas, pero en cuanto oyó que me movía, se giró para mirarme. Vestía ropa militar, incluidas unas enormes botas con la puntera manchada de sangre reseca.

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  • LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    LA ENCARGADA DE LEER MENTES

    April | Bosque de los Lobos

    TARDE

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    A April le gustaba notar el sonido de las hojas secas que se partían bajo sus pies y ver cómo sus zapatillas Converse de color fucsia se ensuciaban. La hacían sentir parte de algo importante. Por primera vez en su vida era algo más que «la tarada que oía voces», aunque no tenía ni idea de lucha, ni de expediciones y mucho menos, de incursiones secretas, pero eso no iba a suponer un problema, porque su misión, como bien había recalcado Ted, era la encargada de leer mentes y eso, lo dominaba a la perfección.

    Era una tarde fría de cielo plomizo que amenazaba lluvia, pero sonrisa de April podía verse a kilómetros de distancia, mientras se aferraba con fuerza al asa derecha de su mochila. A su lado, caminaba Ted, con sus pintas de jardinero de incógnito, que estaba muy concentrado en no morirse de miedo involuntariamente y que todo el plan se fuera al garete <<Si me muero, el bibliotecario me matará>>. No muy lejos, estaba la chica embarazada, Diana, cuyo cabello rojizo y ojos de color miel hacían que la telépata pensara en lo mucho que le recordaba a una elfa del bosque, además, ese día llevaba un peto vaquero que evidenciaba todavía más que se encontraba al final del segundo trimestre de embarazo. Sus pensamientos eran mucho más divertidos, porque se estaba entreteniendo en imaginarse quién se comería a quién en caso de quedar atrapados en la Iniciativa.

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  • LA PRIMERA MOONDIE REUNIÓN DE LA NUEVA ERA

    LA PRIMERA MOONDIE REUNIÓN DE LA NUEVA ERA

    Diana | Casa de las Echolls, Moondale

    MAÑANA

    diana090915

    Me sentía como un puñetero globo terráqueo y estaba completamente convencida de que si lanzaban una pelota a mi alrededor, empezaría a orbitar como en el chiste de ‘Padre de Familia’. Me acercaba peligrosamente al tercer trimestre y todo iba bien, pero estaba en una especie de ataque de pánico permanente que consistía en «sal de ahí de una maldita vez y deja que me ponga mis vaqueros apretados» y «que no llegue nunca el momento del parto, por favor».

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  • NO ES FÁCIL SALVAR EL MUNDO CUANDO ESTÁS EMBARAZADA

    NO ES FÁCIL SALVAR EL MUNDO CUANDO ESTÁS EMBARAZADA

    Diana | Su despacho

    MAÑANA

    dianalonghair

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    En orden de aparición: Carmela D’Angelo, Braulio Matías Mendoza «Matty», Ted Sánchez y April Halpert.

    Me había pasado media noche sentada en una de las sillas de la cocina ideando formas de ahogar a MacLeod con la almohada sin que pudieran inculparme por ello. Porque sí, era el amor de mi vida, el padre de mi hija y cada vez que lo veía, me temblaban las canillas, pero roncaba como un puto perro viejo y encima, cuando le clavaba el codo en las costillas, me gruñía. Literalmente. El puñetero Christopher MacPerro me gruñía y amenazaba con enseñarme los dientes. Era lo que me faltaba, que me pegara la rabia el muy cabrón.

    No tenía bastante con parecer un globo terráqueo con piernas (tremendamente sexy, todo hay que decirlo), sino que encima ahora dormía de pena, porque mi hija tenía futuro bailando flamenco y su padre le tocaba las palmas con la nariz de puñetera madre. Si a eso le sumabas que me levantar a mear unas ochenta veces, más o menos, estaba a punto de meterme la mano en el vagina y sacar a la niña yo misma.

    Pero todavía me quedaban unos cuantos meses o no sé-qué-semanas, según la matrona que me había regañado por engordar dos kilos más de la cuenta y me había puesto a dieta. Se me habían acabado las pizzas, las hamburguesas y los desayunos de Hobbit, porque el test O’Sullivan era en unos días (la prueba de la diabetes gestacional) y sólo me faltaba tener que tomarme los cafés (que ya eran descafeinados) sin una pizca de azúcar.

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  • LA MUERTE DE UN ANGEL

    LA MUERTE DE UN ANGEL

    DIARIOS DE DESTINO | PALACIO KVINNEBY

    MADRUGADA

    palaciokvinneby

    El Palacio Kvinneby se iluminó poco a poco con la luz del amanecer, señal de que era hora de despertar y volver a poblar los pasillos sumidos en un silencio sepulcral. Un silencio, que no tardó en ser roto con un agudo grito cuando la protegida más madrugadora llegó a una de las grandes salas comunes de camino a las cocinas, dispuesta a prepararlo todo para los demás, como había decidido que era su cometido, y en lugar del vacío habitual lo que encontró fue un cuerpo con grises alas de ave y ojos vacíos y sin vida, clavado sobre la chimenea por sus alas, con una punta de metal firmemente clavada en cada una de ellas.

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  • CUÉNTAME ALGO QUE NO SEPA

    CUÉNTAME ALGO QUE NO SEPA

    Diana | Casa de las Echolls

    TARDE

    elizabethechollsyoung

    Volví a la realidad y me metí el tenedor rebosante de ensalada César como si hiciera años que no comía. Saboreé el pollo crujiente, la salsa César y la lechuga a punto de llorar de felicidad. Mi madre ya había terminado de comer y me miraba sin poder disimular una sonrisa, no porque se alegrase de que comiera, sino porque por fin alguien conocía su historia con Luke, aunque todavía tenía la sensación de que estaba inconclusa.- [Elizabeth]¿Qué has visto ahora?[/Elizabeth]- me resultaba curioso que en ningún punto le había dicho «oye mamá, estoy viendo tu pasado». Simplemente, lo sabía. Por suerte, Jaime estaba ese día aprendiéndose todos los recovecos de la ciudad para poder plasmarlos en su libro, porque no creía que le fuera a hacer mucha gracia enterarse de que el gran amor de la vida de mi madre era un macizo con las gafas de Harry Potter que llevaba unos cuantos años criando malvas.

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  • ¿ESO ES LO QUE HACE FALTA PARA GUSTARTE?

    ¿ESO ES LO QUE HACE FALTA PARA GUSTARTE?

    Diana | Casa de las Echolls

    MEDIODÍA

    lizecholls

    Cuando llegamos a casa, después de pasarnos el resto del viaje cantando ‘Without you’ de Mariah Carey (juraría que antes de estar preñada esa canción me parecía una cursilada), mi madre me ayudó a bajar del coche y yo la ayudé a cargar con las trescientas bolsas de ‘Walmart’ que había traído con comida para el próximo Apocalipsis Zombi, como mínimo. Vale que Cara y Daakka comían como limas y a mí me apetecía hacer segundo desayuno, pero eso no significaba que tuviera que acabar con las existencias de la cadena de supermercados.

    Estaba segura de que la historia estaba todavía a medias, porque todavía no habíamos visto a Luke quitarse las gafas y que mi madre se diera cuenta de que estaba macizo, por lo que cuando fui al váter tuve cuidado de no acabar con la cabeza metida dentro y al volver, me la encontré colocando la comida en los estantes con la cabeza en otra parte. Seguramente, estuviera pensando en el culo de Luke. No la culpaba.

    – [Elizabeth]¿Qué quieres saber?[/Elizabeth]- me preguntó enarcando una ceja. Me sorprendía que el pelo no se le hubiese cardado eternamente.

    – [Diana]¿Luke y tú mojasteis el churro o hubo sólo toqueteos?[/Diana]- noté una patada de la meona. Ella también estaba de acuerdo en que su abuela y Luke habían tenido rollo.

    Mi madre soltó una carcajada.- [Elizabeth]No pienso responderte a eso[/Elizabeth].

    – [Diana]¿Por qué? Estoy embarazada y sensible. Ahora mismo podría echarme a llorar[/Diana].- en cuanto pensé en llorar, se me llenaron los ojos de lágrimas. No sólo tenía las tetas enormes, sino que podía abrir el grifo cuando me apeteciera (el de arriba y el de abajo, en realidad).

    – [Elizabeth]¡No te atrevas a chantajearme![/Elizabeth]- sabía que se estaba riendo.

    – [Diana]No es chantaje, es que ahora me he puesto a pensar en todas las cosas que no sé del mundo y…es horrible[/Diana].- vale, quizás había empezado a llorar de verdad. Me recordaba a aquella vez en la que lloré porque Christopher no ordeñó a las vacas de mi granja virtual cuando se lo había dicho.- [Diana]¡Soy una foca monje y me escondéis cosas![/Diana]- me llevé las manos a la cara.- [Diana]¡Esto es humillante![/Diana]- era como si hubiera abierto un grifo.

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  • EL MACIZO CON LAS GAFAS DE HARRY POTTER

    EL MACIZO CON LAS GAFAS DE HARRY POTTER

    Diana | Universidad

    MEDIODÍA

    lizziehollis

    La meona se había pasado toda la noche bailando flamenco sobre mi vejiga, cosa que me habría parecido incluso razonable si el despertador no hubiese sonado a las siete de la mañana para recordarme que, a pesar de tener los tobillos del tamaño de dos columnas dóricas, me debía a mi obligación como consejera. Estaba un poco hasta las narices del embarazo, qué queréis que os diga, sería muy gratificante cuando mi preciosa vagina se desgarrase y diese paso a un melón de (esperaba) poco más de tres kilos, pero estaba cansada de vivir prácticamente a dieta, de revisiones médicas y de pilates para embarazadas. Era la versión preñada de Hulk y quería ser la versión madre de mí misma.

    Hablando de mi vagina, hacía una temporada que no la veía y empezaba a preocuparme que se hubiese convertido en territorio salvaje. Tendría que comentárselo a Christopher, que por cierto, me había llamado para decirme que le pidiera a mi madre que fuera a recogerme por la bruma extraña que me había puesto las pilas durante una centésima de segundo. Estoy segura de que cuando le dije que pasara a recogerme estuvo a punto de echarse a llorar.

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