Moondale

Etiqueta: Elizabeth Echolls

  • EL TUBO CALEIDOSCÓPICO

    EL TUBO CALEIDOSCÓPICO

    Sarah | Éter

    ¿TARDE?

    sarah040516

    Me desperté desorientada, como si hubiera dormido una siesta de tres horas o quizás, de tres meses. Lo último que recordaba era que Ed había realizado un ritual, el ritual para intentar librarme de Beatrix, pero parecía tan lejano que ya ni siquiera era capaz de perfilar correctamente la escena en mi cabeza, así que no pidáis que suene congruente.

    Cuando caímos sobre la hierba, Ed aseguraba que acabábamos de pasar por una especie de tubo caleidoscópico al más puro estilo Doctor Who. Pero nada, mi cerebro estaba apagado o fuera de cobertura. A veces, parecíamos vivir a toda velocidad y otras, el tiempo se dilataba y los días parecían meses. Esta era una de esas veces, por lo que tardé un poco en ubicarme. Especialmente, porque a mi alrededor se estaba construyendo el pabellón infantil de mi colegio de Moondale y me dio por pensar en esa curiosa sensación de pertenencia que sientes hacia tu colegio, que es inversamente proporcional al asco que te da el instituto al que fuiste.

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  • EL SACRIFICIO MERECE LA PENA

    Christopher MacLeod, Hospital St.Anne, Merelia

    diana090915

    Finalmente, después de todo el sufrimiento, de los sacrificios, las preocupaciones, los nervios y el miedo, allí estaba. Nuestra pequeña Amy, sana y salva y mi preciosa Diana, también perfectamente. Todo lo que había hecho había valido la pena solo por llegar a ese momento.

    Resulta muy difícil explicar cómo me sentía. No importaba tener una habilidad sobrehumana que te permitiese hablar cualquier lengua, viva o muerta. A la hora de la verdad cualquier palabra se quedaba corta para definir la alegría, el amor y la libertad de estrés que estaba experimentando.

    Jamás habría podido pensar que estando allí, incapaz de hacer nada por ayudar a Sarah y a los demás en la crisis actual, solo con mirar a ese pequeño milagro de ojos castaños y a la persona que lo había hecho posible, toda la ansiedad desaparecería de un plumazo.

    Con eso no quiero decir que no estuviese preocupado por Sarah y por los demás. Lo estaba, y mucho. Me movía por la habitación inquieto, intentando pensar en algo que pudiese hacer, porque dejar a Diana en ese momento no era una opción. Por un instante quise convencerme de que permanecía allí porque también tenía que estar protegiendo alguien a Diana, porque era la única además de Ed que podía hacer el ritual. Pero la realidad era mucho más simple, no quería abandonar a la madre de mi hija, a la persona que más me importaba, en un momento tan importante. Tenía que confiar en que ellos podrían arreglárselas sin mí. Aunque no fuese fácil.

    Pero a lo que quería llegar era al hecho de que, pese a todo eso rondando mi cabeza, estaba en paz. Me costaba no encontrar esperanza y confianza en que todo saliese bien también para ellos, porque después del milagro que había vivido, me resultaba complicado no confiar en el mundo.

    También contribuía el hecho de tener una cuñada maravillosa que había insistido en que no me moviese de allí. Lo leeréis muchas veces en este diario si llega a manos de alguien, pero estaba orgulloso de Sarah. Ese orgullo nunca flaqueaba, pero había veces que incluso esperando lo mejor de ella, me sorprendía gratamente.

    Me acerqué a la cuna en la que estaba Amy, moviendo su diminuto cuerpecillo que sacaba mi instinto protector y me hacía temer por su vida cada vez que la cogía en brazos. Acerqué a ella el índice de la mano derecha y lo rozó con su pequeña manita.

    Escuché pasos al otro lado de la puerta y me aparté lentamente de la cuna, mientras Diana me observaba, extrañada. Desde que Amy había nacido, sentía algo más agudos mis sentidos. Quizá no era yo solo quien tenía el instinto protector activado, también él.

    Cuando la puerta se abrió, vi que eran Jaime y Elizabeth, ya con ropas menos elegantes que las de la noche anterior. Tenía que agradecer lo que todos habían hecho, apareciendo en el hospital de madrugada después de hacer caso a Diana y seguir con la fiesta, perdiendo su oportunidad de descansar por acompañarnos moralmente.

    Miré una vez más a mi pequeña de ojos entrecerrados. Hubo muchas veces en mi vida en las que pensé que no llegaría a ver el día siguiente: cuando me atacó la licántropa; en el Tanteion, el Reino del Miedo; enfrentándonos a Mason; entrando en la Iniciativa; en las Pruebas. Finalmente, todas las veces había llegado a ver el día siguiente, como si todo ello me llevase a ese único momento, al instante perfecto en el que estaría junto a la persona que amaba y a mi hija, a la que ya quería más que a mi propia vida. No seré literario diciendo que en ese momento supe que ya podría morir feliz, porque era una estupidez. Todavía me quedaban muchos instantes perfectos que vivir junto a ellas dos. Y si el futuro alternativo no mentía, quizá con otra más.

    – [Elizabeth]¿Qué tal estáis?[/Elizabeth]- preguntó Elizabeth con una sonrisa. Pese a lo jovial que estaba, tenía ojos de cansada. Su noche de bodas había sido un poco ajetreada, y no de la forma que debiera ser. Dejó una bolsa de viaje encima de una de las sillas. Ropa para Diana y para el bebé, a las que dentro de poco podría llevarme a casa.

    Al pensar en eso, me vino a la mente de nuevo el miedo por Sarah y por los demás. Elizabeth no lo sabía y no estaba seguro de si debiera saberlo. Así que sonreí y miré a Diana, que me comprendería con tan solo esa mirada.

    – [Diana]Díselo[/Diana].- respondió sin dejar de sonreír. Suspiré, intentando componer la historia de lo más breve y tranquilizadora posible, teniendo en cuenta que Elizabeth me observaba con preocupación en la mirada.

    – [MacLeod]Tenemos una pequeña emergencia. De las nuestras.[/MacLeod] – comencé a explicar. Siempre había que tener cuidado al hablar de ciertas cosas en sitios públicos, así que eché un vistazo a la puerta para asegurarme de que estuviese cerrada. Me hacían mucha gracia las series en las que se ponían a hablar de drogas o de seres sobrenaturales en cafeterías llenas de gente que casualmente no ponían el oído en conversaciones ajenas. – [MacLeod]Los del Palacio persiguen a Sarah. Ed está con ella para arreglar el problema.[/MacLeod] – terminé de explicar. Parecía mentira que estuviese hablando de ese muchacho amigo de las Echolls que se atropellaba a veces con las palabras. Ahora iba camino de convertirse en Vigilante y era un invocador de pleno derecho, con la vida de Sarah en sus manos.

    – [Elizabeth]¿Están todos bien?[/Elizabeth]- preguntó, preocupada. Elizabeth tenía un papel en esta historia que jamás envidiaría. En ese mismo instante estaba viviendo algo parecido, sin poder hacer nada por los demás, y la preocupación podía llegar a devorarte.

    – [MacLeod]Ahora mismo solo sabemos que el resto estaba dejándoles tiempo para escapar.[/MacLeod] – admití con pesar. Hasta el momento, las intenciones de Z no parecían implicar hacernos daño permanente a ninguno, pero cualquier cosa que se cruzase en su plan de recuperar a su esposa podía resultar un estorbo. – [MacLeod]Pero Diana ha tenido una visión.[/MacLeod] – añadí intentando darles una esperanza a la que aferrarse, la misma a la que yo me aferraba.

    – [Elizabeth]¿Buena o mala?[/Elizabeth]- preguntó ella, asustada.

    – [Diana]Ed tiene que hacer un ritual para sacar el espíritu de la mujer muerta de Z[/Diana].- Elizabeth abrió completamente los ojos.- [Diana]Es que tu hija pequeña estaba poseída[/Diana].- explicó Diana con una sonrisa. La miré, estaba tan feliz, verdaderamente feliz, que me resultaba casi imposible no confiar en que todo fuese a salir bien. Sus visiones se habían echado de menos el tiempo que había estado embarazada, muchas veces eran un alivio de las preocupaciones, aunque siempre pudieran cambiar.

    – [MacLeod]No es un espíritu malo. La habían metido en ella para hacer que la poseyera, pero no quiso.[/MacLeod] – continué explicando para que Elizabeth no pensase en algo parecido a Poltergeist. Después caí en la cuenta de lo que había pasado con el padre de Lucy y me di cuenta de por qué la palabra posesión podía haber sonado un poco fuerte. – [MacLeod]Y ahora quieren recuperarla para volver a intentar lo mismo.[/MacLeod] – añadí. La diferencia estaba en que esta vez todos sabíamos lo que pretendía y por mucho que Sarah intentase protegernos, no íbamos a dejar que se la llevasen.

    El rostro de Elizabeth permanecía mudo de miedo por su hija pequeña.

    – [MacLeod]Diana ha visto a Sarah bien, y parece bastante segura de la visión.[/MacLeod] – la animé. En otras ocasiones Diana había dudado, pero esta vez estaba tan segura de sí misma que yo mismo me sentía seguro. La miré y asintió para confirmarlo. Al ver su sonrisa pensé en lo duro que habría resultado para ella no tener visiones durante todo ese tiempo, como si le hubieran anulado un sentido. – [MacLeod]¿Qué tal vosotros?[/MacLeod] – les pregunté intentando que no se preocupasen demasiado.

    – [Elizabeth]Bien…[/Elizabeth]- respondió con un hilo de voz. Jaime le pasó una mano por los hombros. Mi mano buscó instintivamente la de Diana para cogerla entre las mías. Era tan pequeña, tan frágil. Había tenido mucho miedo a perderlas.

    – [Jaime]Ya se…ha acabado lo de…cantar.[/Jaime] – explicó mi vecino subiéndose las gafas. Me quedé pensativo respecto a lo que acababa de decir, pero antes de eso tenía que arreglar la preocupación de Elizabeth. Di un apretón a la mano de Diana y me puse en pie para acercarme a la cuna, donde la pequeña dormitaba. Llamé a Elizabeth y enumeré con ella los parecidos de la niña con Diana, para intentar mantenerla distraída. Diana contribuía bromeando con que la estuviésemos llamando calva y arrugada.

    – [Elizabeth]Al final, no ha salido peluda[/Elizabeth].- sonrió pasando una mano por mi espalda. Esa mujer era la viva imagen del cariño a sus hijas. Estaba orgulloso de saber que Diana también lo sería para las nuestras, para la nuestra.

    – [MacLeod]Ni te imaginas el alivio.[/MacLeod] – afirmé sonriéndole de corazón. Me volví hacia los demás, dejándola con Amy. – [MacLeod]¿Qué decías de cantar, Jaime?[/MacLeod] – le pregunté. Era una de las cosas que nunca olvidaríamos de la boda y el nacimiento de Amy.

    – [Diana]¿Qué has tenido que hacer para que pare?[/Diana]- preguntó la preciosa mujer de pelo castaño rojizo con la que había tenido la suerte de compartir mi vida y tener una hija en común.

    – [Jaime]Cuando nos fuimos a dormir…empecé a sentir…quiero decir….mis sentimientos estaban a flor de piel…terminé cantando y vino un…demonio.[/Jaime] – intentó explicar poniendo mucho cuidado en las palabras referentes a su noche de bodas, especialmente cuando miraba a Diana.

    – [Elizabeth]Pero no era un demonio con mala pinta. El chico estaba muy aseado y hablaba de forma educada[/Elizabeth].- apuntó Elizabeth con una sonrisilla a la que correspondió su hija.

    Jaime la miró entrecerrando los ojos, pero ella mantuvo la sonrisa. – [Jaime]Llevaba una lira…decía que mi…miedo a cantar le había invocado…así que abrí la ventana y…seguí cantando.[/Jaime] – continuó explicando, empezando a ponerse rojo como un hierro al fuego. Resumiendo, esa noche el resto de personas del hotel habían pensado que el novio había bebido demasiado y se había puesto a cantar a pleno pulmón con la ventana abierta.

    Al menos todo había ido lo mejor que se había podido. Con el control que ejercía sobre nosotros ese demonio, podríamos habernos mostrado tal y como éramos delante de gente corriente, desconocedora del mundo sobrenatural. Aún no sabía cómo defenderíamos el Condado sin exponernos nosotros mismos.

    – [Diana]Por eso está nublado hoy, ¿eh, campeón?[/Diana]- bromeó Diana soltando una carcajada.

    Jaime se llevó una mano a la nuca, avergonzado. – [Jaime]Se disolvió en el viento después de sonreírme.[/Jaime] – aclaró. Quizá tuvo que ver con la tensión, pero todos nos reímos.

    – [Diana]A ver si hay suerte y Z también se disuelve[/Diana].- farfulló Diana. Me di cuenta de que debía sentirse aún más frustrada que yo. En mi caso, había decidido quedarme por voluntad propia. Diana no tenía mucha elección, no podía levantarse así como así y darse el alta sola alegando que necesitaba hacer un exorcismo a su hermana.

    – [MacLeod]Ahora descansa. Pueden apañárselas sin nosotros.[/MacLeod] – le recordé. Podíamos confiar en Ed, eso Diana también lo sabía. Aunque estaría deseando lanzar algunas bolas de fuego a los que intentasen atacarles.

    Diana se cruzó de brazos y me miró con el ceño fruncido. Miré de reojo a Amy, que se movía, entrecerrando sus ojos. Si la hija se parecía tanto a la madre como parecía, iba a ser fuerte. Y buena, empática, lista, simpática y preciosa. Ojalá se pareciera a ella.

  • PEQUEÑA GRAN REVOLUCIÓN

    Diana – Hospital St. Anne

    Tarde – 20 DE ABRIL

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    Nunca me ha atropellado un camión, pero creo que puedo decir sin miedo a equivocarme, que parir es lo más parecido a que me atropelle uno que experimentaré en esta vida (si tengo suerte y no me pasa de verdad, vamos). Tuve la «maravillosa suerte» de llegar a tiempo y que todavía me quedaran unos centímetros por dilatar para que pudieran ponerme la epidural. Después de pasar por todo el protocolo y firmar el consentimiento, me la pusieron, pero debe ser que hasta la puta epidural me odia, porque solo me durmió un lado del cuerpo. Las siguientes horas, no pude comer, ni beber y me cagué hasta en los muertos de la matrona, porque el lado izquierdo de mi cuerpo decidió no dormirse y tuve que pasar medio cuerpo con dolores y el otro, atontado.

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  • SHINY HAPPY PEOPLE

    SHINY HAPPY PEOPLE

    Sarah | Hotel White Candle

    TARDE – NOCHE | 19 DE ABRIL

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    Tomé aire una vez y  miré fijamente a los asientos en los que ya estaban los invitados y el altar, que quedaba al fondo, con una funcionaria regordeta y sonriente, que seguramente, estuviera deseando irse cuanto antes. Habíamos decidido que cada persona se sentara donde quisiera olvidando eso de dividir a las personas por bandos. Si hoy se unían dos familias, tenía poco sentido hacerlo.

    Hacía un día cálido de primavera y, aunque la tarde estaba cayendo, la temperatura se mantenía agradable. Lucy iba y venía corriendo como una loca con un pinganillo en la oreja izquierda, mientras parloteaba sin cesar con todo bicho viviente que se encontraba. Tres veces estuvo a punto de pisar la cola de su vestido y partirse la crisma, pero lo solventó con una sonrisa – y obligando a Ed a alejarse de ella para que no la distrajera-.

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  • LA CHICA DEL VESTIDO DE FLORES

    LA CHICA DEL VESTIDO DE FLORES

    Mara| Calles de Moondale

    NOCHE

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    Cuando Sarah y Diana volvieron del Palacio, estaba al borde de un ataque de nervios, entre otras cuestiones porque Lucy cargada de alfileres para ajustarme el vestido y Wing se empeñaba en que tenía que depilarme las ingles a la brasileña. Nunca en mi vida había tenido una cita y lo más parecido fue el día del ataque. Por suerte, me convencieron de que eso no era lo normal y de que a la mayoría de la gente no la atacaba un degenerado en mitad de la noche.

    – [Mara]Mia, no…necesito cera caliente en mi pubis[/Mara].- dice cerrando las piernas sobre la cama de Diana, mientras ella movía el palito untado en la pringosa sustancia.- [Mara]No soy…peluda y…bueno, la fotodepilación hace milagros[/Mara].

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  • EL ÁNGEL DE MOONDALE

    EL ÁNGEL DE MOONDALE

    Interludio | Mia | Cielo de Moondale

    MAÑANA

    wingsmile

    Nunca en mi vida había volado. Ni siquiera un par de metros, porque Seraph siempre me decía que si volaba, podían verme, así que ni siquiera lo había intentado, más allá de lanzarme desde una montaña de cojines o desde la escalera más alta.

    Nadie me comprendía, pero echaba de menos a Seraph. Todavía no era capaz asumir que estaba en el cielo igual que mamá.

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  • COMO THELMA & LOUISE

    COMO THELMA & LOUISE

    Interludio | Lucy | Casa de las Echolls

    MAÑANA

    LACOSTURERA

    Me había pasado la noche despierta sin dejar de hablar con Elizabeth, la madre de las Echolls y…¿la mía?. La idea inicial era irme a dormir al hotel, pero sobre las doce de la noche empezaron a llamarnos para decirnos que algunos de los amigos y amigas de Ed se estaban quedando inconscientes y, aunque a mí eso me pareció raro de narices, ella me dijo que todo iba bien, que ya estaba acostumbrada.

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  • CUÉNTAME ALGO QUE NO SEPA

    CUÉNTAME ALGO QUE NO SEPA

    Diana | Casa de las Echolls

    TARDE

    elizabethechollsyoung

    Volví a la realidad y me metí el tenedor rebosante de ensalada César como si hiciera años que no comía. Saboreé el pollo crujiente, la salsa César y la lechuga a punto de llorar de felicidad. Mi madre ya había terminado de comer y me miraba sin poder disimular una sonrisa, no porque se alegrase de que comiera, sino porque por fin alguien conocía su historia con Luke, aunque todavía tenía la sensación de que estaba inconclusa.- [Elizabeth]¿Qué has visto ahora?[/Elizabeth]- me resultaba curioso que en ningún punto le había dicho «oye mamá, estoy viendo tu pasado». Simplemente, lo sabía. Por suerte, Jaime estaba ese día aprendiéndose todos los recovecos de la ciudad para poder plasmarlos en su libro, porque no creía que le fuera a hacer mucha gracia enterarse de que el gran amor de la vida de mi madre era un macizo con las gafas de Harry Potter que llevaba unos cuantos años criando malvas.

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  • ¿ESO ES LO QUE HACE FALTA PARA GUSTARTE?

    ¿ESO ES LO QUE HACE FALTA PARA GUSTARTE?

    Diana | Casa de las Echolls

    MEDIODÍA

    lizecholls

    Cuando llegamos a casa, después de pasarnos el resto del viaje cantando ‘Without you’ de Mariah Carey (juraría que antes de estar preñada esa canción me parecía una cursilada), mi madre me ayudó a bajar del coche y yo la ayudé a cargar con las trescientas bolsas de ‘Walmart’ que había traído con comida para el próximo Apocalipsis Zombi, como mínimo. Vale que Cara y Daakka comían como limas y a mí me apetecía hacer segundo desayuno, pero eso no significaba que tuviera que acabar con las existencias de la cadena de supermercados.

    Estaba segura de que la historia estaba todavía a medias, porque todavía no habíamos visto a Luke quitarse las gafas y que mi madre se diera cuenta de que estaba macizo, por lo que cuando fui al váter tuve cuidado de no acabar con la cabeza metida dentro y al volver, me la encontré colocando la comida en los estantes con la cabeza en otra parte. Seguramente, estuviera pensando en el culo de Luke. No la culpaba.

    – [Elizabeth]¿Qué quieres saber?[/Elizabeth]- me preguntó enarcando una ceja. Me sorprendía que el pelo no se le hubiese cardado eternamente.

    – [Diana]¿Luke y tú mojasteis el churro o hubo sólo toqueteos?[/Diana]- noté una patada de la meona. Ella también estaba de acuerdo en que su abuela y Luke habían tenido rollo.

    Mi madre soltó una carcajada.- [Elizabeth]No pienso responderte a eso[/Elizabeth].

    – [Diana]¿Por qué? Estoy embarazada y sensible. Ahora mismo podría echarme a llorar[/Diana].- en cuanto pensé en llorar, se me llenaron los ojos de lágrimas. No sólo tenía las tetas enormes, sino que podía abrir el grifo cuando me apeteciera (el de arriba y el de abajo, en realidad).

    – [Elizabeth]¡No te atrevas a chantajearme![/Elizabeth]- sabía que se estaba riendo.

    – [Diana]No es chantaje, es que ahora me he puesto a pensar en todas las cosas que no sé del mundo y…es horrible[/Diana].- vale, quizás había empezado a llorar de verdad. Me recordaba a aquella vez en la que lloré porque Christopher no ordeñó a las vacas de mi granja virtual cuando se lo había dicho.- [Diana]¡Soy una foca monje y me escondéis cosas![/Diana]- me llevé las manos a la cara.- [Diana]¡Esto es humillante![/Diana]- era como si hubiera abierto un grifo.

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