EZEQUIEL PONCE DE LEÓN
NOCHE – NEXUS
La humanidad, sobrenatural o no, apenas había cambiado en los siglos que contaba a mis espaldas, ni siquiera en esa civilización avanzada en el tiempo gracias al sacrificio de más de una docena de mundos.
Esa gente entre la que caminábamos veneraba al Arquitecto como una especie de ser liberador que había apartado la oscuridad de los mundos y había eliminado la pobreza, las enfermedades, el peligro de los sobrenaturales… Todo lo que les hiciera diferentes, incluso la fealdad. No había nadie feo entre aquellas gentes, nadie tosiendo, nadie con los dientes mal, con calvicie, nada. Incluso en algunos anuncios que habíamos encontrado se mostraban curas a disposición de todos para el cáncer, el alzheimer, la diabetes, para extensión de la vida, para curar la depresión o para enfermedades cuyo nombre desconocía.
Pero todo eso era a costa de que los sobrenaturales a lo largo de catorce mundos sufrieran, y no solo ellos, si no también el resto de seres humanos que él no había escogido para ser su pueblo elegido. Era la misma desigualdad de siempre, pero llevada al extremo por la todopoderosa magia de ese ser. Era obsceno.
Después del ataque, nuestro grupo se había dividido en cuatro. Henry llevaba el seguimiento del resto gracias a una esfera que ni Zahra ni yo teníamos. Ese orbe era la esfera Daë, un artefacto mágico que se otorgaba normalmente a los Daë y terminaba convirtiéndose en los discos que abrían las puertas de las pruebas en el Axis Mundi. Conocía bien su historia y habría esperado obtener uno cuando cerré el pacto con Caitriona, pero no fue así. Algo más de la mitad de la nave los tenía y podían comunicarse entre sí, mientras que el resto, los que no habíamos llegado juntos al Cúmulo, no. El resto solía pensar que eso era así porque ellos no eran Daë, que estaban allí por estar, pero yo había elegido serlo, solo que quizá tenía algo que demostrar, como los demás, algo que los New Moondies ya habían cumplido al atreverse a cruzar la entrada al Axis Mundi.
Las historias solían contar a menudo cómo los Daesdi podían realizar varias pruebas antes de confirmar que alguien era un verdadero Daë y no tenían miedo en cambiar de idea si no lo veían digno. A mí me habían permitido obtener el destino de Daë de Laura Petrov, porque yo lo quería y ella no, pero ahora tenía que seguir demostrando mi valía. Jamie, Ruby, Robin, Lekwaa, Chloe y Zahra habían cruzado sus caminos con los de los demás pero también tenían que demostrarlo, como yo.
Miré a mis compañeros, Henry, que caminaba al frente, toqueteando un reloj inteligente en el que parecía haber cargado el mapa de la ciudad, silencioso desde el principio. Zahir caminaba más cerca de mí, cubierto con la capucha. Había tomado esa apariencia al separarnos y miraba inquieto en todas direcciones.
– [Ezequiel]¿No te gusta este lugar verdad?[/Ezequiel] – le pregunté cuando entramos en una calle poco concurrida.
– [Zahra]No.[/Zahra]- admitió.
– [Ezequiel]He oído que eres de este mundo, pero de la superficie.[/Ezequiel] – había dedicado mi estancia en la nave para aprender todo lo posible sobre ellos y ellas sin resultar molesto. De Zahir no era de quien más sabía, era una de las personas más reservadas. Por el contrario de Idris lo sabía casi todo.
– [Zahra]Lo soy.[/Zahra]
Asentí, imaginando que no debía ser fácil encontrarse en la ciudad. – [Ezequiel]Aquí parecen odiar a los vuestros, como si fuerais malvados.[/Ezequiel] – comenté. Había escuchado conversaciones, visto anuncios contra los sobrenaturales en los que se exageraban sus rasgos, nada distinto de lo que se hacía en mi época con las personas de distinto tono de piel.
– [Zahra]Nos odian.[/Zahra]- afirmó Zahir. Luego se quedó callado, esquivando mi mirada.
– [Ezequiel]Disculpa si hablo demasiado. Es una mala costumbre.[/Ezequiel] – aclaré. En otro tiempo mi silencio se veía impuesto, pero la ventaja de vivir en otro siglo radicaba en haber aprendido a ser libre disfrutar de pequeñas cosas como la libertad de expresión.
– [Zahra]No es que tú hables demasiado. Es que yo no suelo hacerlo.[/Zahra] – respondió él. Era una persona silente, eso era cierto, un misterio en el corazón de la nave.
– [Ezequiel]Es tan respetable uno como lo otro.[/Ezequiel] – esbocé una sonrisa cortés y él la correspondió. – [Ezequiel]Él tampoco habla mucho.[/Ezequiel] – comenté, apuntando con la cabeza hacia Henry, que dudaba entre dos caminos. Era un hombre diferente, con una personalidad que aún no terminaba de descifrar. Tan enigmático como su tecnología, que escapaba a mi comprensión.
– [Zahra]Lo está pasando mal.[/Zahra]- explicó Zahir.- [Zahra]O eso parece.[/Zahra] – añadió.
– [Ezequiel]Era muy cercano a la muchacha que se fue, ¿no?[/Ezequiel] – sabía que la chica cuyo puesto había ocupado yo había decidido marcharse, pero había pedido una forma de comunicarse con la nave, manifiesta en una orbe parecida a las de los Daë pero mayor, que acumulaba polvo porque nadie la había usado aún. O al menos no que hubiera visto.
Zahir se encogió de hombros.- [Zahra]Supongo que era su compañera.[/Zahra] – parecía una persona que no tenía el romance en sus prioridades. Podría empatizar con eso, porque en ese momento tampoco era la mía, salvo que lo mío era fruto del tiempo, de tener el corazón roto en innumerables ocasiones porque nadie vivía tanto como yo.
– [Ezequiel]No es fácil ser un héroe. Los sacrificios que se exigen son demasiados a veces.[/Ezequiel]
– [Zahra]Al final, tienes que decidir si vale la pena ese sacrificio o no y Laura actuó en consecuencia.[/Zahra]
– [Ezequiel]Es respetable.[/Ezequiel] – pensé en voz alta. – [Ezequiel]Pero si todo el mundo fuera así, no existiría vida a estas alturas.[/Ezequiel] – había aprendido el significado de la tolerancia en mi larga vida, pero también que si todos nos escudábamos en la comodidad de la seguridad, nadie haría nada y nada cambiaría.
– [Zahra]No veo el problema.[/Zahra]- respondió él sonriendo.
– [Ezequiel]¿No te motiva la supervivencia?[/Ezequiel] – pregunté, intrigado, mientras le veía aguzar la mirada al entrar en ese callejón oscuro. No conocía a qué especie sobrenatural pertenecía, pero parecía ver mejor que yo en la oscuridad y sabía por lo que se contaba por ahí que sobrevivir era lo que le había alimentado durante una buena temporada.
Zahir se encogió de hombros.- [Zahra]No a cualquier precio. Eso lo aprendí hace mucho y lo tengo grabado a fuego.[/Zahra]
– [Ezequiel]El tiempo cambia muchas cosas.[/Ezequiel] – comenté. Si algo tenía que ofrecer al grupo además de mi resistencia, era mi experiencia. – [Ezequiel]Quizá ahora puedas empezar a pensar en un deseo de futuro.[/Ezequiel] – porque al final no se puede vivir solo de luchar y sobrevivir.
– [Zahra]Quizás.[/Zahra] – dijo antes de guardar silencio una vez más.
Le sonreí y me adelanté con la esperanza de hablar con Henry, al que apenas se veía en la oscuridad del callejón. Estaba a punto de darle alcance cuando vi unas figuras aparecer al final de camino.
– [b][i]Hemos avistado a los sospechosos. [/i][/b] – dijo una voz proveniente de uno de ellos. No necesité más. En un par de zancadas me coloqué delante de Henry, que había frenado al verlos. Nos habían encontrado.
– [Ezequiel]Preparaos para luchar.[/Ezequiel] – les dije desenvainando a Semign, la espada que me acompañaba desde hacía siglos.
Los policías de Antailtire se acercaron pero cuando me preparaba para luchar, una figura les embistió y empezó a golpearles con una fuerza sobrehumana. En un punto, lanzó a uno de ellos con una mano contra una pared y su cabeza emitió un sonido hueco, probablemente estuviera muerto.
Detrás de mí Zahir cayó al suelo. Pensé que le había ocurrido algo pero al girarme vi que se estaba haciendo el muerto. Me asaltó una imagen de mí mucho más joven, aprendiendo a hacerlo para protegerme de los temibles osos de la zona.
– [Ezequiel]¿Quién eres?[/Ezequiel] – pregunté al ver que la figura se acercaba a nosotros después de derribar a todos los policías. No teníamos mucho tiempo, pronto los que estuvieran vivos podrían levantarse y otros acudir a su rescate.
– [b]Hace mucho que no tengo nombre, pero puedes llamarme Haevn.[/b] – respondió. Al acercarse vi que parecía un hombre, de hombros anchos, cabello rapado y voz ronca. Pero había algo más, algo extraño a lo que mi cuerpo reaccionaba con deseo de huir.
– [Ezequiel]Gracias por la ayuda, pero, ¿por qué?[/Ezequiel] – pregunté. No parecía alguien de la ciudad y era poco probable encontrar un amigo salido de la nada, menos aún viendo como había matado a algunos de los policías.
– [b]Daños colaterales, estaban en mi camino. Eres una persona difícil de localizar… Zahra.[/b] – su mirada se centró en un punto detrás de mí. Zahir seguía en el suelo, inmóvil.
– [Ezequiel]¿Por qué buscas a Zahra?[/Ezequiel] – pregunté.
– [b]Por su culpa soy lo que soy.[/b] – al acercarse a la tenue luz, sus ojos emitieron un brillo fantasmagórico. Era un reanimado, un espectro ocupando el cuerpo de un fallecido. – [b]Da igual en que mundo o bajo que cara te escondas, siempre te encontraré[/b] – prometió. Un problema más en nuestro camino, esa venganza era una distracción que no podíamos permitirnos.
Vi que Zahir se levantaba, pero ahora siendo Zahra. Tenía una pose digna, dispuesta a enfrentarse a la venganza de ese ser.- [Zahra]Te equivocas.[/Zahra]
– [b]Tu pacto no solo acabo con tu gente…[/b] – había escuchado que Zahra era el producto de un trato que salió mal. Una maldición de algún ser mágico que se había aprovechado de sus deseos.
– [Zahra]No tienes ni idea de qué estás hablando. Qué atrevida es la ignorancia, Haevn.[/Zahra]- discutió ella. Parecía creerlo con firmeza, pero también ese ser llamado Haevn. Aun así, era fácil engañar a un reanimado, lo espíritus que se aferraban a la vida eran incapaces de controlar sus emociones y eso les hacía fácilmente manipulables.
– [Ezequiel]Estoy seguro de que podéis resolverlo hablando. La venganza nunca lleva a nada bueno.[/Ezequiel] – propuse.
– [Zahra]Eso díselo a él.[/Zahra]- replicó Zahra. El lenguaje corporal de Haevn no mostraba ningún interés en dialogar.
– [b]No hay nada que hablar, si os interponéis en mi camino moriréis también.[/b] – sentenció, acercándose con posición amenazadora.
– [Ezequiel]Deberías reconsiderado.[/Ezequiel] – le advertí, aferrando la espada con disposición a enfrentarnos. – [Ezequiel]No todo el mundo tiene el privilegio de morir.[/Ezequiel] – por mucha fuerza que tuviese, mi cuerpo resistiría sus golpes y las heridas una y otra vez. Pero por otro lado, había sido traído de vuelta de la muerte, así que tampoco podría hacerle mucho. Estaríamos luchando una eternidad.
– [Zahra]Haevn, estamos en medio de algo importante y tu venganza lo único que hace es interponerse en ello.[/Zahra] – insistió Zahra.
Pero Haevn ya no escuchaba, su velocidad de espectro le permitió abalanzarse contra nosotros, pero no contaba con Henry, que en silencio todo ese rato se había colocado detrás de Zahra y de mí y nos teletransportó a varias calles de distancia, donde echamos a correr, escuchando el eco del grito de rabia de Haevn