Moondale

Etiqueta: Hermandad de Tauro

  • A LA MIERDA LA EDAD MEDIA

    DANTE VILLIERS

    ESFERA KARDAS – NOCHE

    Sé que no soy un gran seguidor de las leyendas de caballeros, pero aquél mundo apestoso y lleno de enfermedades ganó enteros cuando apareció la sorprendente hija de Ed y Lucy.

    La chica tenía gancho y confianza en sí misma, así que llamó mi atención inmediatamente. Tampoco voy a pecar de casto y puro, la chica tenía un culo que me habría encantado que se sentase en mi cara, pero no era lo único que me intrigaba de ella.

    No había soltado demasiada prenda de lo que pasaba en su futuro, que como mínimo esperaba que fuese dentro de dieciocho años y nueve meses, porque Lucy no había dado ninguna buena noticia antes de irnos.

    Evidentemente, no me hacía mucha gracia la posible implicación de que estaba muerto en su tiempo. En teoría era un misterio mi desaparición, así que eso abría al menos unas cuantas puertas. Pero sinceramente, yo solo quería una vida tranquila. Antes de que apareciera esa loca asesina con las alas de mi madre, jamás me habría metido en esa estúpida misión suicida y podría seguir tranquilamente en mi taller, con mis coches, llegando hasta los noventa y siete años, cuando muriese allí mismo, rodeado de gente guapa y coches impresionantes.

    Y ahora, por si fuera poco estar allí, resultaba que en su tiempo no estaba en Moondale, no estaba en mi taller ni vivía la vida tranquila que quería. Seguramente todo por aquella mierda de destino.

    – [Dante]¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Llamar a la puerta y hablarle de los Daesdi y su destino? Suena un poco sectario.[/Dante] – me quejé diez minutos después de detenernos delante de la puerta del Daë sin saber cómo «entrarle».

    – [Chloe]¿Tienes una idea mejor?[/Chloe] – preguntó Chloe. La miré fijamente, parecía disfrutar especialmente llevándome la contraria. Estaba acostumbrado a no caerle bien a alguna gente y sinceramente, me importaba tres cojones, pero con ella no parecía ser así.

    – [Dante]Que lo hagas tú. Tiene que ser más fácil que explicar que vienes del futuro y eres la hija de Ed.[/Dante] – admití. No había hecho un mal resumen en sus primeros cinco minutos teniendo en cuenta que desde entonces no había hablado de nada importante del futuro que no fueran tendencias.

    – [Chloe]Hazlo tú, no te jode.[/Chloe]- replicó cruzándose de brazos. Miré a Ruby de reojo y ella alzó una ceja, confirmando que sabía todo lo que pasaba por la punta de mi varita mágica, vamos, de mi polla. ¿Pensábais que no iba a escribir polla? Es mi diario, no un puto best seller. Si queréis algo más fino os vais a la enciclopedia de Noah o al libro de desamores de Xander.

    Íbamos a seguir discutiendo seguramente, pero mi hermano había cogido rápido nuestra dinámica y ya estaba delante de la puerta, llamando con los nudillos en la madera.

    – [Cole]¿Richard Crane?[/Cole] – preguntó cuando el bicharraco cruzó el umbral de la puerta. Era un tipo alto y fuerte, con cara de pocos amigos y una barba que le daba ese aire de licántropo salvaje. No miré a Ruby, a esas alturas ya lo sabría.

    El grandote nos miró fijamente con unos ojos ambarinos. Tenía más pinta de lobo que otros licántropos que había conocido y me pregunté si eso significaba que me iba el furry. – [b]No parecéis de la Hermandad, pero tampoco sé qué hacéis aquí.[/b] – sentenció. Parecía que no le hacía ni puñetera gracia tener a un grupo de extraños en su jardín y empaticé rápido.

    – [Chloe]Richard, vengo del futuro para decirte que si no nos ayudas se va todo a tomar por culo.[/Chloe]- Chloe se acercó, parecía muy pequeña comparada con él. Me di cuenta en ese momento de lo menuda que era.- [Chloe]Eres el elegido. Tú te enfrentarás a las tinieblas con la ayuda de la espada de La Luz y…[/Chloe] – ahí ya desbarró un poco. No sabía si se estaba quedando conmigo por lo que había dicho antes o simplemente estaba quedándose con el Daë. Fuera como fuese, cada segundo que pasaba me gustaba más la muchacha.

    Ruby le tapó la boca y tuve una microfantasía que me hizo pensar si sabía en qué estaba pensando exactamente además de saber que estaba caliente. Esperaba que no, mi mente contiene desnudos más que parciales y escenas de sexo, además de violencia ocasional. Básicamente la HBO que había cuando éramos pequeños y ahora era InfiniTVx.- [Ruby]Necesitamos tu ayuda. Por favor. Es importante.[/Ruby] – le pidió. No tenía muy claro si nosotros necesitábamos su ayuda o él la nuestra. Los Daesdi no eran los jefes más claros del mundo.

    – [b]Si os persigue la Hermandad, aquí estáis a salvo, pero no podéis quedaros mucho tiempo. Prefiero estar solo.[/b] – no era una bienvenida muy cálida, era todo un solitario. Entró a la casa y dejó la puerta abierta para que pasáramos.

    – [Cole]No necesitamos quedarnos mucho tiempo. Creemos que la Hermandad te busca y queremos ayudarte a defenderte.[/Cole] – mi hermano iba a saco. No sé si había decidido ser parte de aquella misión a la que nunca nos habíamos ofrecido o tenía ganas de salir de aquél mundo. Teniendo en cuenta que personificaba todo el odio que había vivido alguna vez, tenía pinta de ser la segunda.

    – [Richard]No han venido a por mí en casi un año. ¿Por qué ahora?[/Richard] – preguntó, sentándose en una silla de madera para beber algo de una jarra que parecía sacada del set de Juego de Tronos.

    – [Dante]Porque se supone que vas a salvar este mundo de la mierda que lo gobierna. Profecías y bla bla. Tenemos que cuidar de ti para que puedas cumplirla.[/Dante] – resumí. No había tiempo para tonterías ni miedos a cambiar el futuro. Si ya estaba decidido, que más da, tocaba conseguir que se uniese a los otros Daë e irnos de allí. Tan sencillo como eso.

    Mientras los demás aclaraban todo y le explicaban las cosas con mucho más cuidado y sin spoiler, yo me dediqué a curiosear su casa. No tenía muchas cosas y me pregunté como demonios se entretenía todo el día. Supuse que cascándosela como un mono, porque había poco más que hacer. Aunque ya podía echarle imaginación, que pena de mundo sin fotos de gente desnuda a mano. Igual salía por las noches como licántropo y echaba una cana al aire en posición perrito. No sabía mucho de los licántropos más allá de MacLeod, la madre de Idris, Amy, Leo y ahora Ezra.

    Después de un rato perdido en mis pensamientos y alguna que otra fantasía, vi que tenía una esfera de cristal como las nuestras colocada en una estantería, cerca de un expositor de armas donde tenía una enorme espada. Eso me hizo pensar, era él quien le había dado a mi padre la Espada del Caos, pero aparentemente, todavía no la tenía. Tampoco vi el escudo, pero sí el yelmo.

    No sé cuánto tiempo pasamos allí. Dormimos como pudimos en el espacio que había, por desgracia sin que se cumpliera ninguna de mis fantasías en las que me visitaba cualquiera de los presentes que no fuera Cole.

    No dormí demasiado bien, mi cabeza estaba muy activa y me encontraba inquieto, quizá por la falta de relax que me proporcionaba el sexo. Salí al exterior. Hacía fresco, pero podía ver las estrellas perfectamente.

    Estiré las alas y me subí al tejado para coger impulso para dar una vuelta volando. El bosque en el que estaba la aldea de los teriántropos era enorme y apenas se distinguían algunas luces. En el castillo, sin embargo, visible a lo lejos, se veían continuamente unos braseros blancos encendidos.

    Cuando ya empezó a darme frío, volví a bajar a la casa. Esta vez había alguien más en la puerta. Descendí poco a poco y vi que era Chloe, así que decidí aterrizar con toda la elegancia que pudiera. Me encantaba lucir mis alas.

    Ella me observó. – [Dante]¿No puedes dormir?[/Dante] – le pregunté. Tenía una postura que parecía la de una adolescente de una de esas pelis viejas de los noventa, solo le faltaba fumar, pero eso ya era solo cosa de viejos. A nadie le gustaba que le echasen un humo apestoso y mortal en la cara.

    – [Chloe]La cama es de paja.[/Chloe]- suspiró. Conociendo a Ed y Lucy, la chica tendría la mejor habitación de la granja y las mejores modas de su madre. Me fijé en que llevaba una camisa blanca larga que alguien bastante más grande que ella debía haberle prestado. Por desgracia aquél mundo no era la «sexy Edad Media» y llevaba algo más debajo. Lo que sí quedaba al descubierto eran sus largas y sugerentes piernas.

    – [Dante]Mal momento para el chiste, ¿no?[/Dante] – bromeé mirándola. Aquello no era el exterior de un club, pero viendo que quedaba mucho para poder volver a uno, era lo más parecido que tenía.

    – [Chloe]Si quieres dar mazo de cringe: puedes hacerlo.[/Chloe]- replicó sin apartar la mirada de mí, sonriendo. Me llamó la atención su forma de hablar.

    – [Dante]Me importa más bien poco lo que pueda pensar la gente.[/Dante] – resumí. Había intentado que esa se convirtiese en mi filosofía de vida. – [Dante]Me gusta el sexo y hago bromas de sexo. También me gusta comer y no veo a nadie escandalizado.[/Dante] – añadí. Con el sexo había muchos tabús y era una soberana gilipollez, si te gusta alguien y a ese alguien le gustas, no pasa nada por hacerlo como animales. No veía el problema y el único inconveniente que me había encontrado es que a veces me habían entrado tanto chicos como chicas, especialmente chicos la verdad, suponiendo que mi respuesta era un sí. Todavía había gente que no había aprendido lo básico y presuponían que era un chico fácil. Aun así me divertía mandar a esa gente a tomar por el culo e imaginarme que no tendrían un polvo en condiciones en toda su vida.

    – [Chloe]Pues haz bromas sobre berenjenas.[/Chloe]- replicó ella, estuve a punto de hacer una, pero era un chiste que había escuchado a un cliente del taller y no me convencía mucho.

    – [Dante]A nadie le gustan las berenjenas.[/Dante] – toda mi vida había asumido que eso no podía ser comestible, pero en casa de las Echolls se empeñaban en ponerlas de vez en cuando.

    – [Chloe]A mi madre sí.[/Chloe]- dijo ella, soltando una carcajada. Alcé una ceja, evitando el comentario. – [Chloe]Puedes venir a…[/Chloe]- se quedó callada de sopetón. No tenía suficiente creatividad como para imaginar qué iba a decirme. – [Chloe]Se me olvidaba que hace veinte años que ocurrió esta conversación[/Chloe] – sentenció.

    – [Dante]¿Y acabó bien?[/Dante] – le seguí el rollo, porque todo eso de líneas temporales y viajes en el tiempo me daba dolor de cabeza desde los tiempos de Trunks.

    – [Chloe]Qué va. El tío se muere.[/Chloe]

    Aquello fue como un puñetazo en los huevos. Eso de «deja un bonito cadáver» era una frase de mierda, deja un cadáver viejo y arrugado después de un siglo de vivir como te gusta.

    – [Chloe]Hey, que era broma.[/Chloe]- debió notarme preocupado, porque se acercó a mí.

    – [Dante]Solo quería vivir tranquilo.[/Dante] – normalmente no solía hablar de esas cosas. Me las guardaba para mí, pero viniendo del futuro supuse que ya sabía lo suficiente. Que no tenía sentido ocultarlo. – [Dante]Y mira.[/Dante] – perdido en el puto culo del universo.

    – [Chloe]Tío, que no te tienes por qué morir.[/Chloe]- insistió. – [Chloe]Que yo no te conozca solo implica que yo no te conozco. No te ralles.[/Chloe] – estaba tan cerca que capté un aroma tenue a melocotón. Me apetecía besarla, pero había una duda que tenía que resolver antes.

    – [Dante]Tengo que preguntarte algo importante.[/Dante] – pregunté, simulando estar serio.

    – [Chloe]¿Y eso? [/Chloe]

    – [Dante]¿Ya tienes dieciocho?[/Dante]

    Le sonreí y ella me respondió con un puñetazo, pero se echó a reír. – [Chloe]¿En serio?[/Chloe]

    – [Dante]Me tomo muy en serio las leyes.[/Dante] – al menos algunas.

    Ella parecía estar divirtiéndose mucho. – [Chloe]¿Pero es que estás ligando conmigo?[/Chloe] – preguntó.

    – [Dante]Posiblemente. Salvo que me digas que no lo haga.[/Dante] – una de las principales leyes que no se me ocurriría no respetar. Mi padre era un imbécil, pero cuando era pequeño había una cosa por la que le idolatraba. En casa no se hablaba mucho de ello, pero cuando escaseaban los malos sobrenaturales, él se escapaba de noche y les daba el susto de su vida a violadores, maltratadores y demás carroña. Recuerdo escuchar a mi madre reñirle cuando se pasó con uno y lo mandó a urgencias, pero incluso ella podía entender sus motivos. Esa forma de pensar era una de las cosas que no me molestaba compartir con él.

    – [Chloe]Preferiría que no te enamoraras de mí.[/Chloe]- dijo ella, pensativa.- [Chloe]No podrías soportar los veinte años que nos separan.[/Chloe] – añadió. Estaba claro que aún no me conocía lo bastante. Aunque razón no le faltaba, la realidad de volver a la Tierra y encontrarme con que era un bebé sería suficiente como para que se me quitasen todas las ganas. Pero allí no era capaz de imaginarme eso como algo real, ella estaba allí, bien crecida. Ni siquiera sabía si volvería vivo a la Tierra.

    – [Dante]Eso no es un no. ¿Y quién ha hablado de amor?[/Dante]

    – [Chloe]Porque sé lo que pasa con los tíos como tú y las tías como yo.[/Chloe]

    – [Dante]Yo estoy deseando averiguarlo.[/Dante]

    – [Chloe]Prométeme que no te vas a enamorar.[/Chloe]

    – [Dante]No ha nacido persona que haga que me enamore[/Dante]

    – [Chloe]Es que yo no he nacido aún.[/Chloe]

    – [Dante]Cierto.[/Dante]

    – [Chloe]Bueno, me voy a dormir.[/Chloe]- pasó por mi lado y me dio una palmada en el culo, con bastante fuerza.

    – [Dante]¿Te acompaño?[/Dante] – pregunté sonriendo.

    – [Chloe]Prefiero que siga siendo un colchón de paja en singular y no en plural.[/Chloe]- me lanzó un beso y me pregunté si el subidón que tenía sería capaz de despertar a Ruby de su sueño.

    La miré alejarse, fantaseando con que aquella camisa le quedara un poco más corta. Aún no me había respondido a si era mayor de edad y parecía que le hacía gracia dejarme con la duda. Bueno, a partir de diecisiete y medio también era casi bien, ¿no?

    Volví a volar para contener las ganas de darle como un mono y allí, en la oscuridad y tranquilidad del cielo, vi una nueva hilera de luces blancas que perturbaban el entorno.

    Me acerqué un poco más y distinguí que eran antorchas. Me sentí con el la peli aquella del ‘Guerrero Número 13‘ que tanto le gustaba a mi madre, principalmente por el vikingo. La Hermandad de Tauro había salido del castillo y se dirigía hacia el gran bosque en el que estaban los licántropos.

    Me detuve, manteniéndome en la posición, pensativo. Aquella gente no nos había dado cobijo y no era de nuestra incumbencia. Nuestra misión era proteger al Daë y por lo que había dicho, aquél territorio era sagrado para la Hermandad y no podían combatir sobre él, así que allí estaba a salvo, pero si hacíamos el loco y salíamos a defender a los demás, lo pondríamos todo en riesgo.

    Así que lo sensato era esperar allí a los otros Daë y que el pueblo de gente animal se defendiera como había hecho hasta entonces. Pero claro, si hubiéramos sido sensatos, probablemente no estaríais leyendo este diario.

    Volví volando y desperté a los demás, esperando que alguno me dijese que lo mejor era quedarnos allí sentados y seguros. Pero el único que lo hizo, fue el Daë. Tenía cojones que el que no quisiera luchar fuera al que teníamos que convencer para que siguiera su Destino. Nadie nos lo iba a poner fácil, estaba claro.

    La mayor parte del tiempo me quedé observando a mi hermano, Ruby y Chloe. Se vistieron a toda velocidad, cogieron sus cosas y no pararon hasta infundir en el Daë unas fuerzas que resultaban contagiosas.

    El tal Richard se colocó delante de nosotros esa tremenda armadura de caballero, rematada con el yelmo de toro y un largo mandoble que ya había notado cuando se cambió de ropa. Si no soy un Rakkthathor por qué tengo este percutor. No en serio, el de los Rakkthator acomplejaba, pero el del Daë tampoco estaba mal. Eso sí, Chloe tenía mucho mejor culo, incomparable.

    Os voy a ahorrar un poco todo, porque sin música épica y un plano a cámara lenta de los cinco saliendo de la casa del Daë cerrando la puerta y comprobando que estuviera cerrada en lugar de haciéndola explotar a nuestras espaldas, no era igual de interesante.

    Llegamos a la Hermandad antes de que llegasen a la aldea. En mitad de la noche, ya estaban peleando contra licántropos apostados en la frontera. Nos unimos a ellos y tampoco voy a entrar en detalles. Los combates de espadas nunca me habían llamado la atención, si hubieran sido a lo Mad Max, quizá os lo hubiera narrado. Pero no, así que dejaré que os lo imaginéis dejando algunos puntos clave para no olvidarme de cómo fue.

    A ver: había barro; los de la Hermandad peleaban como demonios; los lican caían como moscas; Chloe era hechicera como el padre y no se le daba nada mal ; Ruby peleaba como Xena fusionada con una estrella pop, robó la espada de uno de ellos y repartía tajos de una forma bestial; el Daë tenía pinta de haber sido el mejor de aquellos caballeros, porque les estaba dando una paliza; mi hermano peleaba con lo que tenía a mano, porque de noche no era su mejor momento, se le notaba la influencia del tío Hiroshi porque se movía diferente, pero no se había transformado, a esas alturas a Cole aún le importaba lo que pudieran llamarle; y yo pues nada, tuve un momento de lucidez en el que volé ante ellos y se detuvieron momentáneamente tomándome por un ángel, pero tardaron poco en darse cuenta de que era todo postureo. Pese a todo, íbamos perdiendo, los pocos de la aldea que estaban por allí no ayudaban mucho contra las armas mágicas de la Hermandad y aquello no remontó hasta que apareció allí un grupo variopinto de gente que tenía «Daë» tatuado en la frente. Salvaron el día, Richard tenía un impasible rostro de emoción neutral y se unió a ellos, que se fueron por otro camino. Conté cuatro, así que al menos los nuestros debían haber estado en otros cuatro mundos.

    Antes de irse por su camino, el elfo que tenía que ser sabio por lo que decía la ficción (gracias a dios cumplía con el cliché y no era un elfo cortito) nos dijo hacia dónde teníamos que ir y que allí nos esperaban unos cuantos de nuestro grupo de perdidos en el espacio.

    Richard nos dejó las llaves de su garito y aprovechamos para echar un sueño esa misma noche antes de irnos. Volví a intentar un acercamiento a Chloe, pero volvió a dejarme a cuadros igual que el resto de veces. Lo que tenía claro y me daba esperanzas era una cosa, menos de diecisiete no podía tener.

  • INMACULADO

    COLE ROMAN

    CASTILLO DE LA HERMANDAD DE TAURO, KARDAS – TARDE

    Nos vimos obligados a pasar gran parte del camino junto a los Caballeros en silencio, temiendo que pudieran escuchar nuestra conversación y acabar con nosotros allí mismo sin que tuviésemos demasiadas oportunidades.

    El Castillo era visible desde bastante lejos, pero la caminata se hizo larga y me dio mucho tiempo para pensar y plantear el lugar en el que estábamos. Mi padrino me había enseñado el valor de guardar silencio y observar, así que eso fue lo que hice, durante todo el camino.

    Cruzamos el puente que daba con el castillo, tuve el valor de mirar hacia abajo y vi que el abismo terminaba en unas aguas oscuras y turbulentas. Atravesamos la entrada del pueblo, parecida en cierta medida a algunas de las películas de la Edad Media más logradas, aunque lo que nunca percibías en una película era el olor. Aquél lugar era un hervidero de olores, desde humanos hasta los de las comidas del mercado.

    Entramos al castillo bajo la atenta mirada de los lugareños, una mezcla entre temor y asco se veía en sus ojos. Por alguna razón, asocié en mi mente lo que no debía asociar y me sentí demasiado vinculado a esas miradas, demasiado tocado por ellas. Era el reflejo de cómo llevaba sintiéndome gran parte de mi vida, de las etiquetas que siempre había llevado colgadas: el delincuente, el mal estudiante, un asesino, una serpiente, un desviado.

    Teniendo eso en cuenta, podréis imaginar que los estandartes del toro y la cruz cristiana colgando de las paredes me hicieron pensar que aquél no era un lugar donde aceptaran nada de lo que yo era. Subimos una interminable sucesión de escaleras de piedra estrechas, siempre guardados por los Caballeros, hasta llegar a la cima de uno de los torreones. Allí abrieron una pesada puerta de madera y entramos a una gran sala que parecía una Iglesia.

    Estandartes del toro blanco a un lado, la cruz al otro. Bancos de madera apuntando hacia el final de la sala, donde dos lonas más grandes mostraban de nuevo los dos símbolos reverenciados. Al igual que en las Iglesias cristianas, había un altar y un púlpito al lado izquierdo. Al lado opuesto había algo que no encajaba, una especie de brasero dorado, apagado en ese momento. No había pila bautismal. Parece ser que aquella Iglesia se había decidido por el fuego en lugar del agua.

    Los Caballeros nos dejaron allí, a un par de metros del altar, separados de él por una barandilla de madera. Después se retiraron, tomando posiciones alrededor de los bancos.

    – [Cole]Tenemos que intentar escapar.[/Cole] – les dije a los demás, una frase demasiado obvia, la verdad, podéis decirlo, lo admito.

    – [Niall]¿E ir adónde? No tenemos ni idea de dónde está el Daë de este mundo.-[/Niall] respondió Niall. Medité unos segundos. Ser los hijos de Logan implicaba que no éramos precisamente los más versados en todo el tema de los Daë. Mi padre había odiado siempre aquél recuerdo y por eso se había desecho del disco. No me atrevería a decirlo delante de Dante, pero en parte, tenía sus motivos para sentirse así. Me lo había contado una noche, unos cuantos meses antes de que me fuera con Hiroshi.

    – [Logan]¿Quieres saberlo?[/Logan] – preguntó. Había salido el tema de su disco y por qué mi padrino si lo guardaba. – [Logan]Porque lo que hicimos no valió una mierda. Solo para que una chica perdiera la vida y me dieran una puta espada maldita.[/Logan] – dijo tras un trago de su cerveza. – [Logan]A la hora de la verdad estás solo y muere gente.[/Logan] – fueron las últimas palabras que mencionó sobre el tema.

    – [Cole]Tengo una teoría.[/Cole] – susurré. – [Cole]¿Habéis visto el símbolo de los caballeros?[/Cole] – todos y cada uno de los Caballeros llevaban unas armaduras distintivas, todas con un casco astado y todas con un toro de color blanco en la capa y algunos puntos de la armadura, además del toro blanco por todas partes del castillo. Si en ese sitio había un Daë, parecía lógico pensar que era el de mi padre, un caballero con un casco astado.

    – [Dante]El Daë de Logan era un caballero con un yelmo de toro.[/Dante] – les explicó mi hermano a mi otro hermano y a Mike.

    – [Niall]Por lo que podría ser uno de estos «caballeros». ¿Cómo vamos a dar con él?[/Niall] – preguntó Niall.

    – [Mike]¿Sin nombre? Difícil.[/Mike] – respondió Mike. Intenté recordarlo pero no fui capaz, mi memoria no era tan buena.

    – [Cole]Le reconocería si lo viera.[/Cole] – aseguré. Mi mirada se cruzó con la de Dante. Él no había visto nunca el disco de nuestro padre, pero yo sí. Había pasado por sus recuerdos de aquél lugar y había vuelto a hacerlo poco antes de iniciar la subida del Pico, gracias a que Henry me lo había prestado durante unos minutos.

    – [Niall]Pues atento porque aquí vienen.-[/Niall] nos indicó Niall. Al parecer a mi hermano se le daba bien la música porque también tenía muy buen oído. Los Caballeros que nos habían acompañado se arrodillaron en sus posiciones cuando la puerta tras el altar se abrió y dio paso a un hombre mayor, de pelo cano, vestido con una sotana azul, negra y blanca con el símbolo del toro. Iba acompañado de tres Caballeros, dos se quedaron a su lado y uno de ellos se colocó al nuestro.

    – [b]Detrás de la baranda.[/b] – nos ordenó. – [b]Manos sobre ella.[/b] – obedecimos, teníamos las de perder porque ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos. Miré al Caballero, su rostro estaba cruzado por una cicatriz que le cegaba un ojo. No era el Daë, ni tampoco los otros dos, así como ninguno de los que nos había acompañado, pude verles bien porque, arrodillados, todos se habían quitado el casco. Los demás me miraron y negué con la cabeza.

    – [Cardenal]’Sagrada Hermandad de Tauro’, alzaos.[/Cardenal] – el hombre, al que llamaré «Cardenal» de ahora en adelante porque mi mente solo podía pensar en los Tres Mosqueteros, abrió los brazos con las palmas hacia nosotros y vi que en ellas tenía tatuados los dos símbolos de nuevo, la cruz y el toro.

    Los Caballeros se pusieron en pie, con el casco astado en sus manos. El sonido del metal sincronizado perfectamente ponía los pelos de punta.

    – [b]Traemos a cuatro víctimas que esperan liberar su alma.[/b] – dijo el que estaba a nuestro lado. Me imaginé que las víctimas éramos nosotros. La parte de liberar el alma no me gustaba demasiado, la prefería donde estaba, cerca de mi cuerpo, aún móvil y con la sangre circulando. – [b]Los hermanos Dayne y Everett están en camino con otra alma perdida.[/b] – añadió. Mis transcripciones puede que no sean lo más fiables que os encontréis, pero hablaban en un inglés muy arcaico, no como en una feria medieval, y había cosas que solo entendía por el contexto.

    Acto seguido, todos juntos rompieron a cantar, de una forma, de hecho, bastante notable.

    – [Niall]Menuda secta tienen estos montada…-[/Niall] susurró Niall. Por suerte, perdidos en su salmo, no podían escucharle.

    – [Mike]El Daë puede ser uno de los dos que faltan.[/Mike] – comentó Mike. Dayne y Everett no me sonaban. No recordaba el nombre completo del Daë y tampoco es que mi padre se hubiera matado a hacerle preguntas, pero no era Dayne ni Everett. Volví a aprovechar para echar un vistazo alrededor, a los bancos individuales que estaban contra la pared. Todos llevaban un nombre inscrito. Había cuatro libres, pero estaban demasiado lejos como para poder leerlos. Dos serían Dayne y Everett y uno sería el del que estaba a nuestro lado. Pero el otro, quizá era el de nuestro Daë.

    Terminado el salmo, el Cardenal caminó hasta la barandilla que nos separaba y nos miró. El Caballero a nuestro lado nos hizo un gesto para que alzásemos la mirada.

    Se fijó uno a uno en nuestros ojos. – [Cardenal]Vuestros ojos tienen alma.[/Cardenal] – recitó, como si fuese parte de un discurso ya aprendido. Me imaginé que sería una forma arcaica de saber si alguien era demonio, por tener unos ojos inusuales. No me habría extrañado que muchos hubiesen muerto por tenerlos de un color poco habitual. – [Cardenal]Di tu nombre, súbdito del Señor.[/Cardenal] – añadió, colocándose frente a Dante, que le observó, desafiante, algo habitual en mi hermano.

    – [Dante]Henry Ford.[/Dante] – dijo. Tengo que reconocer que suspiré aliviado, Dante era demasiado temerario y teníamos que seguirles el rollo si queríamos encontrar una forma de escapar.

    – [b]De Gondor.[/b] – puntualizó uno de los Caballeros que nos habían escoltado.

    – [Cardenal]Henry Ford, de Gondor.[/Cardenal] – afirmó el Cardenal, cogiendo una enjoyada pluma para escribir el nombre en una libreta del atril.

    – [Cole]Nicholas…Templeton.[/Cole] – lo mío no era la improvisación, la verdad, ni la sutilidad tampoco. Lo de Nicholas era obvio de dónde venía. Resistí decir Flamel por si resultaba que había existido, así que mi cabeza tiró de un crush de mi adolescencia, Templeton Peck. El actor del remake, no penséis que me atraía alguien que llevaba ya años criando malvas.

    – [Cardenal]Nicholas Templeton de Gondor.[/Cardenal] – sentenció el Cardenal. Al menos habían asumido que éramos todos de Gondor, así no tenía que inventarme también un lugar ficticio. Anotó mi nombre y pasó a mi hermano Niall, que estaba a mi derecha.

    – [Niall]Ludwig Amadeus.-[/Niall] replicó encogiéndose ligeramente de hombros.

    – [Cardenal]Ludwig Amadeus, de Gondor.[/Cardenal] – repitió el Cardenal, anotando su nombre.

    Por último le tocó a Michael. – [Mike]Michael…Jackson.[/Mike] – dijo. Me sentí un poco mejor, no era el peor inventando nombres ficticios.

    – [Cardenal]Michael Jackson, de Gondor.[/Cardenal] – anotó el último nombre y nos miró.

    – [Cardenal]Cuando llegue la última alma procederemos al ‘Juicio de la Llama‘.[/Cardenal] – no era por ser mal pensado, pero no sonaba excesivamente bien. – [Cardenal]¿Con vuestra alma en la mano, tenéis algo que confesar antes de él?[/Cardenal] – nos observó fijamente. Sus ojos tenían algo, como si pudiesen ver demasiado. Me sentí expuesto y terriblemente incómodo.

    – [Dante]Este tipo es un vendemotos, no va a saber nada.[/Dante] – susurró mi hermano Dante, tratando de tranquilizarnos.

    Como si le hubiese escuchado, tras unos minutos de silencio, movió sus manos y murmuró unas palabras que encendieron una enorme llama blanca en el brasero. Me di cuenta, por desgracia, de que era suficientemente grande como para que entrase una persona. Miré de nuevo a nuestro alrededor, demasiados Caballeros como para salir libres. Ese fuego blanco me hacía tener mis reservas, de otra forma hubiera esperado a que me mandaran a él para absorberlo y aprovechar la nueva fuerza para librarnos de ellos. Pero no parecía un fuego normal.

    La sala se abrió y entraron los dos Caballeros que faltaban, portando una figura menuda cubierta con la capucha de una capa ajada. La colocaron a nuestro lado y le descubrieron el rostro.

    Me sorprendí al reconocerla. No sabía de qué, pero había visto a esa chica antes. Los demás parecían más sorprendidos, como si la conocieran. Cuando el Cardenal le pidió su nombre, ella permaneció callada unos segundos.

    – [Ruby]Alejandra Roberta Fernanda.[/Ruby]- replicó.

    – [b]¿De Gondor?[/b] – preguntó el Caballero que estaba a nuestro lado, que empezaba a pensar que era el líder militar de esa Hermandad.

    – [Ruby]Casi.[/Ruby]- replicó mirándole.- [Ruby]Lenox Hill.[/Ruby] – añadió. Esa chica irradiaba confianza, algo que no parecía encajar mucho en un tiempo tan arcaico y machista como aquél.

    – [Cardenal]Alejandra Roberta…Fernanda, de Lenox Hill.[/Cardenal] – de nuevo escribió el nombre en el atril, pero esta vez tomó los cinco papeles y los arrojó a la pira de fuego blanco, que centelleó en un azul intenso. – [Cardenal]Ahora impondré las manos sobre vosotros. Los inmaculados serán libres ciudadanos de estas tierras. Los demás que no teman, pues serán purificados en las llamas del Señor.[/Cardenal] – nos explicó. El resumen venía a ser que si no éramos sobrenaturales podíamos vivir allí con ellos en ese castillo prohumano y si no, a las llamas. No me molesté en preguntarme si tus preferencias sexuales también te hacían  sobrenatural porque conocía la respuesta.

    – [Ruby]Señor cardenal, ¿usted es más de carne o de pescado?[/Ruby] – preguntó la muchacha. Tengo que reconocer que me dejó a cuadros.

    El Cardenal la miró fijamente. Nosotros sabíamos a qué se refería, pero obviamente él no. – [Cardenal]¿Te encuentras bien hija mía?[/Cardenal] – preguntó.

    – [Ruby]Es que noto que hace mucho calor aquí.[/Ruby] – cuando lo dijo, me pareció extremadamente sugerente. De pronto mi cabeza empezó a estar en un segundo plano a medida que me fijaba en un caballero de cabello oscuro y barba afeitada  y en aquella chica de melena plateada.

    Pensé que era un momento extraño para sentirse tan animado, pero entonces empecé a darme cuenta de que no era el único. A mi alrededor los Caballeros se removían, incómodos, el que nos custodiaba se apartó de la joven, confuso y mis compañeros parecían estar perdidos en sus pensamientos.

    Todos menos el Cardenal, que miraba fijamente a la joven. Ella le devolvía la mirada, esperando que su poder obrase efecto, pero no parecía hacerlo. – [Cardenal]Hermanos, resistid la tentación. Tenemos un súcubo entre nosotros.[/Cardenal] – dijo al cabo de un rato. No le había afectado pero lo había sabido, había algo en aquél hombre, algo sobrenatural.

    – [Dante]Sé de sobra que hay erecciones incómodas pero esto no me debería estar pasando. No soy de sotanas ni armaduras.[/Dante] – se quejó Dante. La chica le guiñó un ojo y el gesto me pilló en medio. Tragué saliva, costaba pensar en algo que no fuesen cuerpos desnudos rozándose. Dante le sonrió y alzó una ceja, parecía darle igual. Todo lo abierto sexualmente que era mi hermano, lo compensaba yo siendo lo opuesto.

    – [Niall]Alejandra Roberta… ¿cómo has podido? -[/Niall] dramatizó Niall, mirándola. De los presentes era de los pocos que no la miraban «así», aunque capté a un par de Caballeros que tampoco lo hacían.

    – [Cole]Supongo que esto se lleva por delante todo eso de pasar desapercibidos.[/Cole] – ya no tenía sentido esperar, teníamos una distracción y había que aprovecharla. Que sí, que no descarto que había otras opciones como esperar allí sentados a que matasen a esa chica como unos completos cobardes, pero seamos sinceros, por mucho que uno no esté metido en la vida idílica y fantasiosa de ser un héroe, no íbamos a dejar que eso pasase. Me «tragué» el fuego de las dos velas que tenía más cerca y salté la barandilla para colocarme justo detrás del Cardenal, sujetando su cuello con mi mano. Cuando mi piel tocó la suya volví a sentir esa sensación incómoda de estar desnudo y expuesto.

    – [Cardenal]La Serpiente me sostiene. Acabad con este demonio, traed la paz al alma torturada de este joven con monstruos en su interior.[/Cardenal] – pidió a la Hermandad. Me había llamado la ‘Serpiente’, así que sí, podía ver lo que éramos. – [Cardenal]Deja que el fuego te consuma, en el Etéreo tu alma no buscará esos deseos impuros.[/Cardenal] – supe a qué se refería, lo supe desde que empezó a hablar. La cuestión es que me distrajo lo suficiente como para que una cuchilla se me clavara en el brazo.

    Me aparté del Cardenal y corrí hacia mis compañeros, no teníamos nada que hacer contra la Hermandad de Tauro, solo podíamos huir. Mike ayudó a Dante a soltarse las alas mientras éste lanzaba un candelabro contra la cristalera y se subía al alféizar.

    – [Dante]Creo que puedo con dos.[/Dante] – nos dijo. La chica, cuyo nombre real aún no sabíamos, seguía sembrando la confusión entre la Hermandad con su poder. Luchó con uno de ellos con un estilo que parecía coger toda la agilidad del ballet y convertirla en algo agresivo en lugar de artístico.

    Mike se transformó en un ser mitad hombre mitad leopardo de las nieves y golpeó, haciendo que la Hermandad retrocediera para esquivarle. Aproveché la confusión para fijarme en los asientos de la Hermandad. Me puse nervioso pero conseguí encontrar el asiento vacío. ‘Hermano Richard Crane’. Eso era, Richard Crane, así se llamaba el Daë. Entonces sí era un miembro pero no estaba allí.

    – [Niall]Para que salir por la puerta como las personas normales.-[/Niall] mi hermano Niall se acercó a Dante y con un gañido de dolor su cuerpo empezó a cambiar hasta convertirse en un ser mitad hombre, mitad ave.

    – [Cole]Las águilas están aquí.[/Cole] – bromeé, para algo de ficción que conocía… Niall se encaramó al lado de Dante y yo me subí a su espalda.

    – [Dante]Si vas a venir apaga el cachondinator, necesito concentrarme para no estamparnos.[/Dante] – le dijo a la muchacha, mientras aferraba un leopardo de las nieves, ya sin forma humanoide.

    – [Ruby]Pero si hace un rato que no funciona: eso lo traerás tú de serie.[/Ruby] – sentenció mientras se agarraba de su mano y en una fracción de segundo, nos precipitábamos al vacío.

    Miré hacia atrás y vi una llamarada blanca azotar la ventana por la que habíamos saltado. Los cristales cercanos estallaron y cayeron sobre nosotros. Nos habíamos librado por segundos.

    Dante y Niall consiguieron remontar el vuelo con el peso que llevaban a cuestas y se dirigieron hacia el bosque. Tragué saliva cuando pasamos sobre el muro del castillo y vi el abismo profundo debajo de mí. Por suerte, unos minutos más tarde, volvimos a tierra firme. Perseguidos, odiados y perdidos, pero con una nueva compañera y un nombre al que agarrarnos.

    Por suerte, la chica había apagado su poder, pero os confesaré una cosa, yo no era como mi hermano Dante, a mí si me iban los caballeros. Las sotanas la verdad es que no.