Ruby – Dyavol
Noche
Dejé caer a la criatura montaña abajo con una patada y me limpié el cuchillo con el pantalón. Tras eso, lo guardé en el cinto e inspiré. Eché un vistazo a mi alrededor: estaba oscuro. Qué novedad.
Dyavol era un pedrusco casi carente de vegetación, repleto de seres deseosos de clavarme el diente, putrefacción y agua.
Mi último recuerdo antes de aparecer en este mundo infecto fue ese minuto de gloria en el que fui «La Moisés del sexo». Maldita la hora, también os digo. Las esferas no funcionaban y, por mucho que me gustase poner a prueba mis capacidades, estaba harta de ser poco menos que una rata que huye de un naufragio. Era una superviviente nata, mis habilidades eran de sobra conocidas y podía estar aquí ad infinitum, pero había algo que me ponía nerviosa y, aunque no fuera capaz de verbalizarlo, ahí estaba.