Moondale

Etiqueta: James Barnes

  • DISOCIACIÓN

    JAMIE BARNES

    Tenía la respiración agitada, el corazón desbocado. ¿Quién era esa persona que me miraba desde el espejo? No podía reconocerme, pero era mi reflejo, ¿qué clase de juego era ése?

    El hombre del espejo parecía asustado, inquieto. Su rostro delgado parecía haber perdido el tono. Me llevé una mano a mi suave melena y él se tocó un pelo corto y rizoso. Lo único que teníamos en común era el color. No lo comprendía, yo no era él, no era él.

    – [Vera]¿Estás bien cariño? [/Vera] – preguntó Vera finalmente, después de observarme mientras me miraba en el espejo. Fuera lo que fuera aquello, ella no veía nada raro. Quizá me estaba volviendo loca como mi padre, no podía contárselo, no quería que ella pensara que lo estaba. Tenía que haber una explicación.

    – [Jamie]Me encuentro un poco rara.[/Jamie] – dije, tratando de disimular.

    – [Vera]Será raro, ¿ya te has pasado viendo RuPaul?[/Vera] – bromeó, pero la puntualización me hizo apartarme, asustada. Por el rabillo del ojo vi que él también estaba asustado, en una posición defensiva que le alejaba de Vera. – [Vera]¿Qué te pasa? Me estás preocupando, James.[/Vera]

    James. Ese nombre. Empecé a sudar en frío y noté que perdía fuerza. ¿ Quién era? ¿James? No, no, yo era Jamie, Jamie. Me llevé la mano de forma inconsciente al pelo y noté su ausencia. Estaba corto, rizado. Me toqué la cara, mi rostro redondeado ahora era delgado, de mandíbula marcada. En el espejo, la chica de pelo largo me devolvía la mirada.

    – [Jamie]No me llames así, no soy James, no soy…[/Jamie] – me miré las manos, más grandes, de dedos largos. Mi pecho plano, delgado. Y sin embargo en el espejo allí estaba, tal y como me recordaba. Noté que me iba, que dejaba el mundo atrás y caía. Escuchaba a Vera de fondo pero no conseguía abrir los ojos.

    Cuando lo hice, el mundo parecía extraño, oscuro salvo por una parte. Veía una escena de Vera arrodillada al lado de aquél chico. Me toqué el pelo, volvía a ser largo, mi cuerpo volvía a ser el mío. Pero ahora estaba atrapada detrás del espejo.

    Fui hacia el cristal y lo golpeé, pero Vera no me escuchaba. – [b]Da igual cuánto lo intentes, James es el de verdad. Tú no has sido más que un sueño efímero.[/b] – dijo una voz a mis espaldas. Al girarme vi el rostro de mi padre, serio, juzgándome desde la distancia. No aprobaba quién era en realidad, pero, ¿había llegado a serlo siquiera? ¿Iba a quedarme atrapada viendo la vida que podía haber tenido desde ese vacío?

    – [Jamie]Soy Jamie, soy la verdadera. James solo fue…lo que tu intentaste que fuera.[/Jamie] – repliqué. Me sentía pequeña ante él, pero a la vez, aquél hombre era el padre de James, para mí significaba poco más que una señal de opresión. No debía respetarle, no debía escucharle.

    – [b]Si James no es el de verdad, ¿por qué mantuviste un nombre tan parecido?[/b] – preguntó, con disgusto al mirarme.

    No supe qué decirle, me hizo dudar de mí misma, de quién era, de que no le debía nada a ese hombre ni a nadie más, solo a mí misma. ¿Pero yo era algo? ¿O era James? Quizá tenía razón, quizá era un sueño efímero y por eso no me había molestado en que me conocieran por otro nombre.

    No era más que una pasajera en la vida que conducía James. Me había dejado el mando brevemente, pero no iba a durar para siempre, solo por un descanso. Y Vera, Vera le seguiría amando, yo ya no existiría para ella. Porque no era nada, no tenía entidad propia y nadie me recordaría.

    – [b]Ponte cómoda, los rechazados estamos aquí. Este es nuestro sitio.[/b] – multitud de figuras se dibujaron en el horizonte. Alguna me pareció conocida, pero estaba demasiado oscuro, la única luz venía del cristal. Vera sonreía mirando a mi otro yo, como alguna vez había sonreído mirándome a mí.

    Era una pesadilla hecha realidad.

    – [Jamie]¿Cómo me llamaste antes? ¿Un sueño hecho realidad?[/Jamie] – pregunté, poniéndome en pie y forzándome a parar de temblar.

    – [b]Da igual lo que intentes, Jamie.[/b] – dijo el hombre.

    – [Jamie]No, no da igual. Y no me llames así.[/Jamie] – repliqué. Miré el espejo y todo pareció cobrar sentido. – [Jaime]Llámame Isleen. Porque soy un sueño hecho realidad.[/Jaime] – cerré el puño y golpeé una vez más el cristal, haciéndolo añicos.

  • TAN BONITA Y SEGURA DE SÍ MISMA

    Vera – Kvasir

    Mañana

    Disclaimer: este post contiene spoilers de la trama del cómic «El príncipe y la modista» de Jen Wang. Este aviso es por ti, Dioni.

    James y yo estábamos en la biblioteca de la nave anotando hechizos que más tarde practicaríamos. No es que fuera una experta en temas mágicos, pero cuando alguien necesita mi ayuda, intento poner el máximo empeño.

    La biblioteca era grande, con enormes mesas de madera y estanterías cubiertas de libros, de los cuales, muchos de ellos aún no habían sido escritos. Alguien con una alineación más caótica, se los habría leído para después publicarlos, pero no era mi caso.

    Anoté un par de hechizos más: tirer la couverture y otros tantos. Me fijé en James. Ese día, parecía con un aire más taciturno de lo habitual y su ropa, más cercana a mi época que le suya, le hacía parecer que no estaba del todo a gusto en su propia piel.

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  • EN LAS MANOS DEL ENEMIGO

    JAMES BARNES

    REFUGIO, LUNA VILTIS – MEDIODÍA

    Me desperté como si estuviera aún dentro de un sueño. No era extraño, tampoco, porque la última semana había podido encajar perfectamente en una ensoñación desde que aquellas personas aparecieron y mi vida cambió por completo.

    Traté de mover las manos, pero estaba atado. Me sorprendí porque me sentía más…grande, más fuerte, pero no podía saber por qué. Miré a mi alrededor, era una sala de paredes lisas, cuyos extremos no podía ver desde donde estaba. A ambos lados unas grandes vigas de cemento sostenían el techo. Al parecer yo estaba atado a una de ellas, junto a otras tres personas a las que no conocía.

    Era necesario rectificar lo de sueño, eso parecía una pesadilla, tanto como lo había sido descubrir que padre, que siempre había odiado la magia, era parte de un ser mágico que controlaba no solo mi mundo, si no muchos otros. ¿En qué me convertía eso? ¿Podría hacer magia? ¿La tenía latente en mí?

    Seguí mirando la sala, porque aquellas preguntas que llevaban días rondándome no iban a tener respuesta de pronto. No sabría explicarlo, pero me sentía distinto, incluso mi nariz, vista desde mis ojos, parecía diferente. Igual me había vuelto loco y eso lo explicaba todo, loco como decían algunos trabajadores de padre que te podías volver si leías mucho.

    Me giré y vi que la persona que tenía más cerca, un hombre a mi derecha con el pelo rapado y ropas extrañas, estaba echado hacia delante, con el mentón reposando sobre el pecho. Debía estar dormido, pero muy profundo. A mi izquierda tenía a una mujer de pelo oscuro y marcas metálicas en los brazos, que llevaba desnudos. Decidí no mirarla demasiado mientras ella también dormía. Tras ella, más allá, se veía un tipo grande y calvo, de piel oscura y aspecto de caballero de los de las historias. Todos dormidos menos yo.

    Después de memorizar cada rincón vacío de aquella sala, mis ojos se posaron en mis pies, más largos de lo que recordaba y vestidos en unas ropas que no conocía como mías. ¿Alguien me había cambiado? Me sonrojé y el estómago me dio un vuelco por la vergüenza de pensar a alguien viéndome sin vestir.

    Traté de liberarme, pero descubrí que no estaba atado por cuerdas si no por unos aros de metal, por lo que pude ver en los demás. La cara me picaba, habría dado lo que fuera por rascarme, y por saber por qué me picaba así. Era como si tuviera barba, pero mi cara era como un terreno baldío en el que el pelo parecía no asentarse. Tampoco me había importado nunca, no me gustaba la idea de tener barba, ¿así que por qué parecía que ahora tenía? De hecho si sacaba los labios hacia afuera podía ver una especie de bigote en la parte superior. ¿Cuanto tiempo había dormido?

    En mitad de aquél silencio sepulcral, la persona a mi derecha abrió los ojos rápidamente y escuché su respiración agitada. Esperé, sin decirle nada, viendo como luchaba contra la confusión hasta que sus ojos se toparon conmigo.

    – [James]H-hola.[/James] – saludé. Aquél hombre tenía una cicatriz surcándole un lado de la garganta que le daba un aspecto más peligroso. Si es que podía parecerlo a un más, con unas facciones tan severas como las suyas.

    – [Laura]¿Quién eres?[/Laura]- preguntó, con un tono que no encajaba con sus facciones. Parecía perdido, incluso asustado.

    – [James]S-soy James, ¿y tú?[/James] – en ese momento me di cuenta de que estaba hablando de más.

    – [Laura]No me lo creo[/Laura].- replicó, poniendo una mueca.

    – [James]¿P-por qué no te lo crees?[/James]

    – [Laura]Podrías estar mintiendo.[/Laura]

    – [James]N-no te miento. Ni siquiera sé quién eres.[/James]

    – [Laura]Soy Laura.[/Laura] – dijo. Reconocí el nombre de la muchacha que me habían presentado hacía unas pocas horas. Fue una de las primeras personas que me encontré al llegar a aquel navío metálico y recordaba pensar que nunca había escuchado ese nombre. Después conocí unos cuantos más que jamás había oído.

    – [James]No puedes ser Laura. Eres..[/James] – era un hombre, pero después de pasar unas horas observando las conversaciones de mis nuevos…amigos, había llegado a la decisión de que tenía que mirar varias veces lo que decía sobre…casi todo. Eso de momento significaba que me había quedado callado.

    – [Laura]Mi cuerpo está en otro sitio. A saber dónde.[/Laura] – dijo, mirando hacia sí.

    – [James]¿Ese no es tu cuerpo?[/James] – pregunté. Me sentí como un estúpido porque literalmente acababa de decir eso mismo y que era la Laura que había conocido antes, que desde luego no se parecía en nada a ese hombre.

    – [Laura]Estas piernas no son mías.[/Laura] – pensé que ella notaría más el cambio al ser tan…marcado. En mi caso me había sentido raro desde el principio, diferente, pero parecía un rumor en mi cabeza, como si me hubiese despertado desorientado. Mis piernas parecían más largas pero tampoco podía comprobarlo seguro, me sentía más ancho y en general más grande, pero no tenía forma de saber si era verdad sin verme.

    – [James]¿De qué…color es mi pelo?[/James]

    – [Laura]Castaño oscuro.[/Laura]

    Era una tontería, pero algo tan distintivo acerca de mí, que había destacado toda la vida por eso y por ser delgado y debilucho, me desorientó. Aquél no era mi cuerpo, estaba en el de otra persona. En mi cabeza se reprodujo la escena en la que mi padre luchaba contra los Daë, con su voz cambiante y su aspecto difuso. No sé si fue el miedo a lo que me estaba pasando o el alivio de que no fuera una señal de ser como él, pero empecé a sentir una sensación de vacío en el estómago muy desagradable.

    – [Laura]¿Eres James… el de la nave?[/Laura]

    – [James]Sí, nos…nos presentaron ¿Bueno eres…eres ella?[/James]

    – [Laura]Eso creo.[/Laura] – respondió asintiendo. Era difícil saber si mentía o decía la verdad con ese rostro tan distinto.

    – [James]¿Qué ha pasado? ¿Qué hacemos aquí en lugar de estar con los demás?[/James] – puse mi esperanza en que me diera una respuesta, algo, lo que fuera, que confirmara que no era esto mismo lo que le había pasado a padre. Parecía tan distinto, había dicho que era parte de Antailtire, ese ser que gobernaba y controlaba no solo mi mundo si no decenas más, pero ¿y si era esto mismo?

    Escuché un ruido brusco y vi que el cuerpo del gigante que estaba atado al igual que nosotros abría los ojos y miraba a su alrededor desconcertado. – [Niall]¿Que está pasando aquí?. Yo no me he apuntado a ninguna sesión de sado.[/Niall]

    – [James]¿Tu también eres uno de… de los amigos de Vera?[/James] – pregunté mirándole mientras se observaba el cuerpo.

    – [Niall]Bueno, nunca he cruzado más de dos palabras con la muchacha. Que ya es más de lo que se puede decir de otros. Porque esa es otra. ¿Quiénes se supone que sois vosotros?[/Niall]

    – [Robin]¿Dónde estamos? [/Robin]- me giré y vi que la mujer a mi izquierda estaba también despierta y con aspecto de perdida.

    – [James]Yo soy James, el…. el nuevo. [/James] – no encontré mejor forma de describirme. Desde que había llegado al navío en el que vivían había ido de sorpresa en sorpresa, como si todo fuera un sueño del que pronto despertaría. No me había dado tiempo a conocer a casi nadie, había tantas caras, tantos nombres y tantos aspectos diferentes que…estaba sobrepasado. Aquella noche me había costado mucho dormir.

    – [Niall]Que vas a ser James. James es… pelirrojo.[/Niall] – dijo. A continuación se presentó como ‘Niall’ y me paré a intentar recordarlo. La muchacha a mi izquierda tenía dentro también a una mujer llamada Robin que había llegado a la vez que yo. Aun así me veía más como el nuevo.

    – [Laura]¿Dónde están nuestros cuerpos?[/Laura] – preguntó Laura.

    – [Violet]Vuestros aburridos cuerpos están ahora a disposición de mis… em, asociados.[/Violet] – una voz femenina venía del fondo del pasillo. Escuché sus pasos a medida que se acercaba. Era una mujer de pelo oscuro y piel pálida, vestida con ropas negras en su mayoría. Se colocó delante de nosotros y sonrió como lo hacía Jonas Collier cuando perseguía a las palomas lanzándoles piedras.

    – [Niall]Mira pava no se de que me estás hablando pero ya estás tardando en soltarme.[/Niall] – el hombretón se removió para liberarse pero no pudo.

    – [Laura]¿Qué asociados? [/Laura]- preguntó Laura con un temblor en la voz.

    La mujer se agachó frente al cuerpo en el que ahora estaba Niall y lo miró fijamente. – [Violet]La próxima vez que me llames pava te convertire en uno y te trinchare vivo. [/Violet]- sentenció. No sabía por qué le había molestado tanto que la llamase como a un ave, pero supuse que eran cosas del futuro. – [Violet]Mis asociados son los de los cuerpos que estáis ocupando[/Violet] – aclaró volviendo a ponerse frente a todos.

    – [Robin]¿Qué podemos hacer para que nos liberes?[/Robin] – no sé si era Robin o la cara de la asociada de aquella mujer, pero parecía tener mucha determinación.

    – [Violet]¿Liberar?[/Violet] – la mujer soltó una risotada. Parecía uno de aquellos adictos a la coralina que deambulaban por el puerto. Reían como locos y siempre me había dado miedo lo impredecibles que podían ser. – [Violet]Cuando maten a todos vuestros amigos o los apresen, acabareis igual. Aunque tú has tenido mala suerte, en ese cuerpo puede que te mate antes. [/Violet]- añadió, mirándola fijamente. No entendí cómo podía querer matar a alguien que decía que era su «asociada».

    – [Robin]Las cosas no funcionan así.[/Robin]- le replicó.- [Robin]Lo podemos solucionar hablando. Si me dejaras, verías que soy muy agradable y entenderías que no es necesario matarme.[/Robin] – razonó. Me sorprendió la facilidad con la que seguía hablando sin mostrar miedo pese a que acababa de amenazar con matarla. El grupo había ganado mucho más con su incorporación que con la mía, donde ella era valiente y firme yo era…un estorbo.

    – [Violet]En realidad me da igual, moririais todos si al Pensaer no le interesara saber de dónde habéis salido. [/Violet]- ese nombre, ‘El Pensaer’, juraría haberlo escuchado antes.

    – [Robin]Pues es injusto. Que lo sepas.[/Robin] – sentenció. No se amedrentaba, ojalá fuera más como aquella mujer.

    – [Violet]La vida no es justa hasta que la coges entre tus dedos y la exprimes. [/Violet]- se acercó a ella y le agarró la cara con fuerza, apretando sus mejillas. No sabía qué hacer para que la dejase y en mi cabeza solo había una cosa, así que hice lo único que podía hacer, hablar.

    – [James] ¿Q-quién es el Pensaer? ¿Por qué… Por qué nos hacéis esto? [/James]

    La mujer se apartó y nos miró uno a uno, con la misma sonrisa de Jonas. – [Violet]Antailtire, el Soberano de estos mundos. Si es vuestro enemigo y no lo conocéis es que sois más tontos de lo que pensaba.[/Violet] – rió de nuevo y se dio la vuelta para marcharse. Antailtire, el Pensaer, mi padre. Estaba detrás de todo esto.

    Laura apoyó la cabeza contra la columna y cerró los ojos, superada. La entendía, eso era demasiado para mí también.

    – [Niall]El cuerpo de este tío es una mierda para estar tan mamadisimo. Tiene que tener alguna otra clase de poder.[/Niall] – escuché a Niall aún forcejeando, no se rendía. – [Niall]Dos nuevos en el grupo y dos que no queremos estar aqui. Cómo para no saber de quién habla. [/Niall]

    – [James]Quizá…q-quiza por eso nos han elegido, porque pensaban que no nos… que no íbamos a pelear[/James]. – comenté, después de pensar en las palabras de Niall. Robin y yo éramos nuevos completamente, apenas nos conocía ninguno. Y ellos, según sus palabras, asumí que no querían estar allí.

    – [Robin]¿Estos cuerpos no tienen poderes?[/Robin] – preguntó Robin, también sin rendirse.

    – [James]Yo no… no sé… no sé nada.[/James] – llevaba toda la vida buscando la magia y ahora que la había encontrado…sí, era maravillosa pero estaba descubriendo cosas que no había deseado.

    – [Robin]Este cuerpo no es mío. Me da igual hacerme daño si con eso me libero.[/Robin]- aclaró Robin, removiéndose. La vi mover con ímpetu las manos hasta que de pronto escuché un ‘crack’ que resonó en mi mente. Con el corazón acelerado, vi como repetía el proceso con la otra muñeca. Ya con ellas libres, se las colocó con un nuevo crugido. – [Robin]Esta mujer no es humana.[/Robin] – dijo, pero ya apenas la oía. Mis oídos pitaban. Ver sus manos en una posición imposible me había dado pánico, pero el ‘crack’, ese sonido horrible resonó en mi cabeza y noté que me iba.

    Abrí los ojos, desconcertado. Me sentía extraño, observado por gente a la que no conocía de nada. Tardé unos minutos en recordar lo que estaba pasando y algo más en tratar de tranquilizarme.

    – [Niall]Anda que si llegas a ver algo de sangre.[/Niall] – dijo el gigante cuyo cuerpo estaba ocupado por Niall. Estaban todos libres, incluido yo.

    – [James]Lo siento es que su… mano estaba en una postura…[/James]- dije llevándome una mano a la frente, que tenía húmeda por el sudor frío.

    – [Robin]No está bien reírse de los sentimientos de los demás.[/Robin]- inntervino Robin.- [Robin]En vuestro mundo la gente es muy poco correcta.[/Robin] – Niall pareció sentirse mal y quise decirle que no pasaba nada, pero agradecía también que Robin me defendiese, a su lado me sentía más seguro.

    – [Violet]¿De verdad pensabais que lo que los iba a retener aquí eran unas cuerdas?[/Violet] – la voz de la mujer se acercó hasta nosotros a medida que su silueta se enmarcaba en las sombras. A su alrededor se veían unas figuras. Cuando se colocaron bajo la luz vi que eran esqueletos, cuerpos animados que se movían hasta nosotros, armados.

    – [Laura]Estupendo.[/Laura]- escuché murmurar a Laura. Quizá lo dijo con voz normal, pero la escuché como si estuviera muy lejos. Un sudor frío me recorrió la columna y volví a notar cómo me caía.

    – [Robin]Si está muerto, se levantará con los esqueletos.[/Robin]- parecía Robin, pero ¿qué era un Robin? Ya no lo sabía, solo reconocía la negrura que me rodeaba.

  • HERENCIA DE SANGRE

    JAMES BARNES

    MAÑANA, ESFERA ARTISAN

    Cuando el señor Leo dijo aquél nombre, la señorita Amy fue la primera en reaccionar, pero para cuando ella terminó de explicar que acababa de hablar con él gracias a esa «bola mágica», me alegró poder ayudarles en algo diciendo que yo también conocía a ese hombre, y bastante bien de hecho, aunque nuestra historia tenía algunas complicaciones por el camino.

    Después de charlar hasta entrada la noche, propuse ayudarles a llegar hasta a él a la mañana siguiente. Al ver que la hora de llegada de padre estaba cerca, se lo hice ver y ellos prefirieron irse a la cama. Parecían haber notado mi nerviosismo y agradecí estar solo para cuando llegase.

    Toda la euforia acumulada por conocer a aquellas increíbles personas, comprobar que la magia era tan real como había soñado y poder aportar algo a su senda heroica se desvaneció en cuanto vi el semblante serio de padre cruzando la puerta.

    Había hablado con Ernest y Clara, quizá también con la señora Adelaide. Cuando empezó a hablar con una voz atronadora lo primero que pensé fue en que los demás no le escuchasen. No quería que mis nuevos «amigos» viesen primero esa parte de él, como había estado recientemente en lugar de como había sido casi siempre.

    Escuché y les defendí lo que pude, pero su enfado no iba a menos y llegó un punto en el que mencioné que al día siguiente se irían después de acompañarles a ver al Reverendo Rowe en el que su ira se desbocó. Me prohibió ir con ellos, tener ningún tipo de contacto con John Rowe o que siguieran en nuestra casa un día más.

    Al final su enfado fue remitiendo. Me recordó que el Reverendo Rowe hablaba en su contra, decía que si la fábrica de mi padre tenía tan buenas intenciones, por qué seguía muriéndose de hambre media ciudad, y por qué sus máquinas revolucionarias apenas se veían, ¿a dónde iban de verdad?

    Recuerdo preguntarle a mi padre esas cuestiones porque el Reverendo y yo habíamos sido amigos durante bastantes años. Cuando padre trabajaba, solía pasar tiempo con él, hasta que pasó todo aquello y padre se volvió más cerrado. Cada vez pasaba más tiempo en la fábrica.

    En las últimas semanas había sido peor, especialmente los días en los que le visitaban «los extranjeros». Llevaban ropas extrañas y padre dijo que venían de ‘La Gran Planicie’ para comprar sus máquinas. Pero seguía raro.

    Dormí mal esa noche, di vueltas y me desvelé varias veces, pensando en mi cabeza cómo decirles a los demás que no podía acompañarles y que tampoco podían quedarse. Al final caí rendido y para cuando me despertó el grito del gallo, estaba agotado.

    Tras asearme y hacer las primeras tareas de la mañana mientras se despertaban, me reuní con ellos en el desayuno. Padre se había ido antes incluso de que yo me despertase. Solía irse temprano, pero parecía que ese día un poco más, como si no quisiera verles.

    – [James]No puedo ir con vosotros, padre no lo permitiría.[/James] – dije al cabo de un rato, agachando la mirada hacia mi plato.

    – [Vera]Eres el único que nos puede ayudar.[/Vera] – escuché decir a Vera. No me vi capaz de levantar la mirada y encontrarme su rostro de decepción. Ella me entendía de una forma que hacía tiempo que no hacía nadie.

    Negué con calma. – [James]Padre no quiere que me acerque al Reverendo. Dice que sus ideas se me meterían en la cabeza.[/James] – quizá tenía razón. No era la primera vez que sentía que algo raro pasaba en la fábrica. Había demasiados secretos y la fábrica cada vez era más grande y requería más tiempo de su padre. Sí, ayudaba a la gente dándoles un trabajo, pero era cierto que con máquinas como el tren, podría haber vivido mejor la gente.

    – [Amy]¿Quieres vivir tu vida o la de tu padre? [/Amy]- replicó una voz más seria y grave. La señorita Amy me miraba sin apartar la vista. Ella no conocía normas de etiqueta, era tan natural y tan salvaje que no podía si no envidiarla.

    – [James]No lo conocéis, es duro pero es buen padre. Está solo y solo me tiene a mí.[/James] – le defendí sin ponerme en contra de ellos. Solo quería pacificar, que no pensaran tan mal de él porque…bueno, porque era mi padre. – [James]Es que últimamente, ha cambiado. Si me quedo al final volverá a ser el mismo.[/James] – pensé en voz alta, o quizá lo que quería era convencerme.

    – [Amy]La gente no cambia.[/Amy]- dijo Amy. Vi que el señor Leo la miraba de soslayo.

    – [James]Tengo que intentarlo…[/James] – dije sin saber para quién. Después me quedé pensando. Ellos habían sido buenos conmigo, me habían salvado, habían sido agradables y me habían abierto las puertas a la magia. Y luego estaba Vera, que me comprendía. En ese momento apareció una chispa de resolución, no tenía que hacer todo exactamente como decía padre, en especial si no se enteraba. – [James]Pero intentaré acompañaros. Padre se ha marchado a la fábrica, nadie tiene por qué saberlo.[/James]

    – [Amy]Estás en la cárcel y con miedo.[/Amy]- replicó Amy. Fui testigo de cómo Vera la recriminaba con la mirada, pero esas palabras me hicieron pensar.

    Mientras subía a prepararme como creía que debía ir un aventurero, seguí dándole vueltas. Mi padre siempre decía que él no temía el cambio. ¿Por qué yo sí debía hacerlo? Quizá lo que tenía que hacer era unirme a ellos, si me aceptaban claro, y ver lo que había más allá de esa ciudad.

     

    Vera me dirigió una sonrisa al fijarse en la mochila que me había preparado, pero disimulé para no comprometerme, ni siquiera yo tenía claro aún mi camino. Tras un silencioso viaje en el tren en el que parecía que todos los ojos estaban puestos en mí y cualquiera iba a correr a decirle a padre lo que estaba haciendo, por fin llegamos a la ciudad.

    – [James]Si hay suerte estará en el hospicio. Hace mucho que no le veo.[/James] – les expliqué mientras recorríamos las calles, adentrándonos en la zona menos agradable, en la que el olor a salitre cubría por suerte el de la gente que no se aseaba a diario. Hacía unos años me sentaba con el señor Rowe en el hospicio, ayudándole con los niños más pequeños, pero él siempre se había negado a que fuera a ayudarle cuando iba al puerto, allí había cosas que no quería que viera. Ahora era más peligroso si cabía, por el asesino de…»mujeres de vida dudosa» que rondaba por la zona. – [James]Recoge gente de las calles, niños y niñas sobre todo.[/James] – aclaró. A los demás les ayudaba, pero no quería que cualquier adulto pudiera estar cerca de los niños de los que en muchos casos ya habían abusado. – [James]A veces le ayudaba.[/James] – les comenté. No eran malos tiempos, el Reverendo había sido amigo de mi madre y me había dicho que siempre cuidaría de mí ahora que ella no podía.

    – [Vera]Parece un buen hombre.[/Vera]- meditó en voz alta Vera. Caminaba a mi lado y me sentía extraño al mirarla, nervioso.

    Asentí. Cuando padre me prohibió verle no lo dudé, pero quizá debía haberlo hecho, seguro que el Reverendo solo quería ayudarle. Al final, después de otro rato en silencio, llegamos al hospicio.

    – [Kaylee]Si alguien es muy hipocondríaco, lo mejor es que se quede fuera.[/Kaylee]- propuso Kaylee.- [Kaylee]Por ejemplo, yo.[/Kaylee] – añadió, despejando las dudas. La señorita Kaylee parecía de las tres hermanas la más empática y quizá ver lo que habían sufrido algunos niños y niñas que allí vivían le haría bastante mal.

    – [Leo]Me quedaré contigo, vigilando por si aparecen problemas. O ellos.[/Leo] – dijo el señorito Leo. Entendí que por «ellos» se referían a esos «Daë» a los que estaban ayudando.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee]- dijo ella. Se miraron de una forma que envidié y Amy esbozó una cara de asco.

    Los demás bajamos las escaleras. Allí, en aquella gran sala sin decoración de ningún tipo más allá de unas mesas sobrias y desconchadas repletas de niños de todas las clases, sobresalía una figura que se movía de un lado a otro, atendiéndolos, sirviéndoles comida y evitando que se peleasen. Apenas había envejecido un día. – [John]¿James? No puedes ser…[/John] – al verme caminó hacia mí con una sonrisa amplia, entonces se fijó en los demás. – [John]¿Amelia?[/John] – preguntó, mirando a  la señorita Amy.

    – [Amy]Amy.[/Amy] – le corrigió ella, que pese a todo, no parecía incómoda.

    John le sonrió, parecía tan alegre y afable como siempre, como si nada hubiera cambiado. – [John]No sabía que estabas aquí.[/John] – le dijo. – [John]¿James es uno de tus Daë? ¿O de los suyos?[/John] – su mirada se posó sobre mí y me sentí cohibido. Era culpa mía no haber hablado con él desde que padre lo mandó. Si supiera que estaba allí…

    – [James]No, yo…he venido a acompañarles porque le buscaban, pero debo irme, mi padre…[/James] – traté de excusarme, titubeando. Sentí que una mano suave y cálida agarraba la mía y me reconfortó. Era Vera. El corazón se me aceleró y fue como si mi mano de pronto no formase parte de mi cuerpo, pero allí estaba, unida a la suya.

    – [John]No sé qué te habrá contado tu padre, James, pero necesitas ver el mundo con tus propios ojos.[/John] – sus consejos salían de su boca con una voz tan calmada y serena que era difícil sentirse atacado.

    No quería hablar de eso, reconocía mi culpa pero también estaba desobedeciendo directamente a padre. – [John]¿Por qué me buscabais? ¿Necesitais ayuda?[/John] – me miró de reojo, sabía que no estaba cómodo y había cambiado de tema.

    – [Amy]Creemos que eres el Daë que falta.[/Amy] – dijo Amy.

    – [John]¿Yo un Daë? No puede ser. Yo ayudo a la gente que lo necesita, pero…¿salvar el mundo?[/John] – comentó, sorprendido. Me extrañó que supiera lo que era un «Daë», pero si podía hablar con Amy por esa «bola mágica», todo podía ser posible.

    – [Amy]Esa es la definición de Daë.[/Amy] – insistió ella.

    – [John]No soy ningún guerrero ni hechicero.[/John] – replicó el Reverendo. Me resultaba dificil también verlo como un héroe de leyenda. Él era un salvador de la gente de a pie.

    – [Vera]Ni yo.[/Vera]- intervino Vera. Me costó parar a pensar lo «corriente» que era, porque a mis ojos era increíble.

    – [John]¿Han venido con vosotros? Hace unos días que no sé nada de ninguno.[/John] – preguntó, asumí que hablaba de los «Daë» con lo que también debía haber estado comunicándose.

    – [Vera]No, los Daë van por su cuenta.[/Vera]- explicó Vera.- [Vera]Nuestra misión es que se reúnan, pero por lo demás, tienen libre albedrío.[/Vera] – absorbí la información para tratar de colocar todo ese mapa y entenderlo, pero era muy complejo.

    Él se quedó pensativo y nos condujo a través de un pasillo hasta una sala de doble techo en la que el centro estaba despejado y los muebles, cajas con todo tipo de utensilios y camas estaban apartados a los lados. – [John]Si está en mi camino ser un Daë para ayudar a la gente, lo aceptaré de buen grado.[/John] – resumió. Deseé parecerme a él, tener su resolución. Estaba dispuesto a dejar atrás todo lo que conocía, por malo que fuera. – [John]¿Puedo ofreceros algo o tenéis que marchar a continuar vuestra misión?[/John] – preguntó. Me di cuenta de que ya estaba todo hecho, era el final del camino y el momento de que yo mismo decidiera se acercaba. Y no estaba preparado.

    Antes de que nadie pudiera responder las puertas de aquella sala se abrieron de golpe y un hombre al que reconocí al instante se acercó a nosotros como si le rodease una tormenta. – [b]James, vete de aquí ahora mismo. Vuelve a casa.[/b] – dijo mi padre con voz grave.

    Estaba nervioso e incapaz de responder, pero vi a Amy ir hacia un montón de cajas y cuando volvió no era ya una joven de piel pálida si no una loba bípeda que se alzaba en altura sobre cualquiera de los presentes.

    Mi padre la vió y después me miró con los ojos abiertos como platos. – [b]Has llevado monstruos a nuestra casa.[/b] – se acercó a mí sin que pudiera moverme y me agarró del brazo, tirando hacia él.

    – [Vera]Le estás haciendo daño.[/Vera]- Vera había tenido que soltarme la mano del tirón que había dado mi padre y ahora luchaba por separarme de él. Yo me sentía como un muñeco, movido por los hilos que accionaban otros. Amy le enseñó unos dientes afilados como cuchillas.

    Leo y Kaylee atravesaron corriendo las puertas y eso nos dejó a padre y a mí en el centro de mis nuevos amigos. – [Leo]Tened cuidado, no es un humano normal.[/Leo] – vi que Leo tenía una herida en el cuello que ya se estaba cerrando. Kaylee murmuró algo que no alcancé a escuchar y mi padre salió despedido hacia atrás como movido por una ráfaga de viento. Me llevé una mano al brazo, dolorido por su apretón.

    – [b]¡Bruja![/b] – de alguna forma mi padre consiguió pararse en mitad de la sala y a su alrededor el aire pareció crepitar. Escuché un grito cortado y al girarme vi que Kaylee tenía una especie de mordaza hecha con trozos de metal. Leo trató de ayudarla a quitársela pero Amy se lanzó sobre él para atacar.

    No podía ser mi padre el que había hecho eso, no lo concebía. Él que siempre me había hecho desechar la magia, que vivía en un mundo de tecnología y en ese momento estaba reuniendo a su alrededor piezas metálicas. Las piezas ni siquiera eran las mismas, padre tenía la vista fija en ellas y movía los labios haciendo que las piezas tomaran la forma que él quería, hasta engancharse para formar un oso metálico que cargó contra Amy.

     

    Amy empezó a esquivar y luchar contra ese engendro metálico como pudo. Traté de acercarme a padre al ver que se llevaba una mano a la cabeza, como si le doliese o se sintiera desorientado. – [b]No podías haberte quedado tranquilo con tu padre siempre cuidando de ti. Tenías que buscar la magia.[/b] – le había visto enfadado pero nunca tanto. Si me había ocultado esa magia que podía obrar, ¿qué más podía estar ocultando? Me detuve, manteniéndome a distancia. – [b]Mira lo que has hecho.[/b] – rugió.

    – [James]Tú no eres mi padre. ¿Quién eres?[/James] – repliqué, desesperado por una respuesta que me ayudase a gestionar todo eso.

    – [b]Ah sí, soy tu padre, chiquillo. Pero también soy más, muchos y muchas más. Yo soy Legión y estamos en todas partes.[/b] – su voz sonó como si muchas voces se sumaran a la vez. Fragmentos de metal le rodearon formando una especie de armadura.

    – [Vera]¿De quién eres hijo, James? [/Vera]- escuché preguntar a Vera, pero mi mente ya no era capaz de procesarlo.

    Por un momento dejé de oír, solo podía ver a aquél hombre con tanto poder cubierto en su armadura, amenazando a las únicas personas que había podido llamar amigos en mucho tiempo. El Reverendo estaba a sus pies, incapaz de hacer nada mientras mi…mi padre…le apuntaba con una pistola creada con su propia magia.

    Todo parecía ir muy lento, no podía moverme, ni hablar. No escuchaba nada, ni siquiera los gritos de los demás tratando de evitar que matase al Reverendo. Nada hasta que escuché un silbido y vi a mi padre dejando caer el arma. Se agarró la mano con la contraria, mirando atónito una flecha de color brillante clavada en él hasta que se desvaneció. – [Eldric]De la mano que controla todos estos mundos.[/Eldric] – dijo un hombre ataviado con una armadura dorada. Tenía un arco en la mano, un arco precioso, pero sin cuerda. No, no era un hombre, era un…un elfo. Su respuesta parecía ir a Vera. ¿Qué era lo que había preguntado? Ah, sí, de quién era hijo. Ese hombre, ese elfo, parecía saberlo mejor que yo. – [Eldric]Antailtire, el Soberano, el Cardenal, la Reina…una de sus muchas caras.[/Eldric] – sentenció. Vera me miró, sorprendida, los demás también lo estarían cuando tuvieran tiempo para hacerlo, para mi aquellos nombres no significaban nada aún.

    – [b]Somos uno, cosa que vosotros solo podéis soñar.[/b]- padre habló de nuevo, pero ya no con una voz hecha de voces, si no con la voz de una mujer.

    – [Geraldine]¿Sabes lo que más nos gusta a las brujas? El fuego.[/Geraldine]- dijo una mujer de cabello castaño oscuro que blandía un báculo con una gema en la punta. Un círculo de fuego rodeó a mi padre, tan intenso que el metal de su armadura brillaba como si fuera a fundirse.

    – [b]Ya he callado a una bruja antes.[/b] – replicó con la voz con la que siempre le había conocido. Trató de colocar una mordaza a la que acababa de aparecer pero no fue capaz.

    – [Eleanor]Aquí no hay ninguna bruja con mordaza.[/Eleanor]- replicó una joven de cabello rubio. Se la veía muy fuerte físicamente, pero tenía un rostro amable. Había ayudado a Leo a quitarle la mordaza a Kaylee, que ahora se unía a la otra bruja para contraatacar.

    Por primera vez fui consciente de dónde me encontraba. Miré y vi que no solo habían llegado la bruja, el elfo y la guerrera. Había un guerrero sonriente de pelo azul, un caballero de casco astado que blandía una gran espada de aspecto espeluznante, una mujer que en ese momento estaba tomando el aspecto de una leona al igual que Amy tomaba el de una loba, también otra de pelo oscuro y tez broncínea que tenía una mirada maliciosa y por último un gigante hecho de piedra pura. Eran muchos y parecían muy fuertes.

    – [James]Padre, no. Ríndase. Recapacite.[/James] .- le imploré. Él me miró fijamente como si no me conociera.

    – [b]Tu padre ha fallado muchacho, ahora ha sido absorbido y otro cumplirá su función cuando acabemos con vosotros.[/b] – de nuevo esa voz hecha de voces. Sentí la mirada de Vera fija en mí y perdí las fuerzas.

    No sé si sabía cómo iba a acabar aquello, pero dejé de luchar. Sentí el brazo de Vera rodeándome y después un cuerpo más grande colocarse tras nosotros, cubriéndonos. Por encima del hombro vi que era el Reverendo.

    Esperé a que volviese el silencio y cuando lo hizo, me levanté. Corrí hasta mi padre, que estaba tendido en el suelo, sin rastro ya de su armadura más allá de unos trozos de metal aquí y allá.

    – [b]Lo siento hijo…no lo sabía…no…[/b] – sus ojos eran distintos, eran los del padre que había conocido gran parte de mi vida y no últimamente. Parecía confuso y dejaba transmitir la culpa con la que se fustigaba.

    – [James]Padre. Aguante.[/James] – le pedí. Yo mismo sabía que no estaba bien, no tenía ninguna gran herida visible pero toda la fuerza de antes parecía haberle abandonado, como si hubiera sido desconectado del poder que tenía. De hecho, cuanto más tiempo pasaba menos real me parecía su cuerpo. Era como si se estuviera desvaneciendo.

    – [b]Pensé que la…magia sería tu perdición pero…el mal estaba en mí… Ni siquiera sé lo que soy…[/b] – parecía pequeño, nada del hombre serio y fuerte que había conocido. Allí, delante de mí, se enfrentaba a la muerte sin la certeza de qué era.

    – [James]No es culpa suya. Descanse.[/James] – le consolé. Aferré su cuerpo y lloré hasta que se desvaneció en el aire, incluso después. Vera me abrazó no sé durante cuanto tiempo.

    Pasaron las horas mientras trataba de recuperarme. Ninguno de ellos se fue pese a que insistí en que siguieran con su misión sin preocuparse de mí. A fin de cuentas habían guiado al Reverendo con los demás, ya podía irse. Pero no lo hicieron. Esperaron toda la tarde, toda la noche y hasta la mañana siguiente.

    A primera hora el Reverendo vino a hablar conmigo acompañado del elfo llamado Eldric, la bruja llamada Geraldine y la joven guerrera llamada Eleanor. Al parecer mi mundo era uno de muchos que estaban siendo gobernados y controlados por un ser conocido por muchos nombres. Ese ser tenía un poder mágico tan enorme que había moldeado los planetas como había deseado y los controlaba gracias a que podía tomar diferentes formas y podía estar en diferentes lugares a la vez. Pregunté si no sería «Dios», pero ellos negaron con la cabeza incapaces de concebir un dios tan cruel.

    Al final, el Reverendo se despidió de mí y se marchó a cumplir su misión con los demás, a seguir su camino como todos. El resto: Vera, Amy, Leo y Kaylee siguieron esperando, con paciencia, sin presiones. Me acompañaron de vuelta a la granja y esperaron mientras hablaba con Ernest y con Clara, con la señorita Adelaide, con los trabajadores… Y después de eso, esperaron a que enterrase un ataúd vacío pero lleno de mentiras en una ceremonia a la que acudieron muchos de sus trabajadores y conocidos sin saber que ninguno de ellos le conocía de verdad.

    Solo entonces, cuando regresamos a casa, vinieron todos a verme.

    – [Kaylee]Nada de lo que te digamos va a servir de mucho, pero lo siento.[/Kaylee]- escuché decir a Kaylee. No era la primera vez que lo decía y en su voz se notaba que cada una de esas veces, lo sentía.

    – [James]No es culpa vuestra.[/James] – reconocí. Tampoco de los Daë aunque hubieran luchado con él, habían hecho lo que debían. – [James]John y los demás me han hablado de todo. De los mundos. De Antailtire.[/James] – dije sintiendo un escalofrío al pronunciar el nombre por el que se referían a ese ser, a mi padre. – [James]Mi padre era eso, pero a la vez no lo era.[/James] – dije. Ni yo mismo lo entendía, era como si fuera una persona diferente, con su propia mentalidad, pero a la vez formaba parte de aquel…»compendio» como lo habían llamado. Aún tenía que procesarlo y llegar a entenderlo del todo, habían sido un par de días muy largos y notaba la cabeza a punto de estallar.

    – [Vera]¿Qué vas a hacer ahora?[/Vera] – escuché la voz de Vera y deseé que me pudiera reconfortar con la misma facilidad de otras veces, pero aquella herida tardaría más tiempo en sanar, incluso con su ayuda.

    Suspiré profundamente. – [James]No sé quién se hará cargo de la fábrica, pero padre tenía ahorros.[/James] – les expliqué. – [James]Ernest y Clara podrán encargarse de la granja y hacer su vida en ella.[/James] – continué. Era lo mínimo que podía hacer por ellos después de cuidarme toda una vida. – [James]Yo necesito respuestas y aquí no…aquí no las voy a tener.[/James] – admití. Era una resolución a la que me había llevado dos días llegar.

    – [Vera]Puedes…[/Vera]- empezó a decir Vera. La miré y por primera vez tuve ganas de sonreir. Sabía lo que ella quería proponerme pero se preocupaba lo suficiente para no hacerlo.

    – [Kaylee]¿Por qué no te vienes con nosotros?[/Kaylee] – preguntó su hermana Kaylee en su lugar.

    – [James]¿No sería una molestia?[/James] – le respondí. Noté la mirada de Vera fija en mí. – [James]Por lo que sé…mi padre era parte del mal al que os enfrentáis. Y yo…¿y si yo también lo soy?[/James] – era algo que me atribulaba desde que sabía la verdad. ¿Y si me volvía como él o ya lo era? Y de no serlo, ¿qué era?

    – [Kaylee]Lidiaremos con ello en los próximos capítulos.[/Kaylee]- replicó Kaylee con una sonrisa y se giró, como si fuese una actriz mirando al público en el teatro.

    Mi vida tal y como la conocía había llegado a su fin, ahora tenía que descubrir quién iba a ser.

  • CONSEJOS AMOROSOS

    Amy – Artisan

    Noche

    Tumbada en la cama de aquella habitación de decoración escasa, las primeras notas de ‘Sister Golden Hair’ se dibujaron en mi mente. Echaba de menos una canción de dentro de doscientos años y que puede que en este mundo jamás existiese. Me sentía como cuando estaba enamorada de la idea que me había formado de Leo en mi cabeza, mientras que el de verdad estaba más concentrado en ser una estrella que en ser mi amigo.

    Por suerte, el problema había dejado de ser Leo y, aunque el jarrón se había roto y hecho trizas, al menos, habíamos podido pegarlo lo suficiente como para que aguantase. Nunca iba a ser lo mismo, quizás más por mi parte que por la suya, pero habíamos conseguido estar en la misma misión sin discutir.

    También estaba lo otro. El botón rojo que decía «no tocar». El museo en el que no se pueden hacer fotos. El cigarrillo en el patio del instituto. El cliché de enamorarte de quien menos te conviene. En mi caso, no era amor. Por si se os ha pasado por la cabeza. Estaba todavía convaleciente de haber hecho el gilipollas durante demasiado tiempo, pero en cualquier otra circunstancia me habría enrollado con Owen.

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  • SIN NECESIDAD DE MAGIA

    Kaylee – Artisan

    Mediodía

    El pelirrojo nos llevó a su casa y le pidió a su cocinera que nos hiciera algo para reponer fuerzas. Después, nos sentamos en la mesa a comer. La comida, a priori, no es que fuera muy apetecible, porque la buena señora nos había preparado una especie de guiso de col con bacon, zanahorias y patatas. Vi que James nos miraba nervioso, puesto que intentaba agradarnos a toda costa, pero es que entre que Leo era vegetariano y que los demás no queríamos llenar la casa de flatulencias, costaba animarse a meter la cuchara en aquel mejunje.

    La primera en servirse una cucharada fue Amy, que siempre ha sido capaz de comerse un puñado de tierra. Dio un trago del vino que le sirvieron y se metió la cuchara hasta el gaznate.- [Amy]Pues está muy bueno[/Amy].- apuntó llevándose otra a la boca. La cocinera sonrió complacida y Vera se sirvió un poco, evitando el bacon, porque según ella «no era comida de verdad». James estaba tan nervioso que parecía que iba a vomitar en cualquier momento.

    – [Kaylee]No sé cómo tomarme que creas que somos unos delincuentes[/Kaylee].- comencé diciendo mientras me servía un poco de caldo y unas cuantas zanahorias. Prefería empezar poco a poco para no dejarme nada en el plato.

    – [James]L-lo siento….como la señorita preguntó por Barnes…[/James] – el chico bajó la vista azorado.

    – [Vera]¿Señorita? Me llamo Vera[/Vera]- mi hermana pequeña negó con la cabeza y pidió agua en lugar de vino.

    – [b]El agua en exceso no es buena, señorita. Puede usted oxidarse[/b].- murmuró la cocinera, que después de traer la jarra con agua, se fue a otra estancia.

    – [James]P-perdón. Yo soy James. James Barnes.[/James] – se disculpó el hijo del dueño de la casa.

    – [Leo]¿Eres hijo del patrón?[/Leo] – preguntó Leo, que esquivaba el bacon como podía, mientras daba cuenta de las verduras.

    – [James]Sí, mi señor padre es el patrón.[/James] – nos explicó. – [James]Por eso me cogieron[/James].

    – [Amy]Tienes pasta, ¿no?[/Amy]- Amy le dio un mordisco a un trozo de pan. Eleganza, extravaganza. 

    James la miró confundido. – [Leo]¿Te atacaron por tu padre?[/Leo] – intervino Leo.

    – [James]Mi señor padre está cambiando las cosas y hay muchos patrones que están cerrando porque él lo hace mejor, más rápido y más barato. Y no les gusta.[/James] – el chico mostró sus brazos llenos de moratones y todos contuvimos el aliento.

    – [Kaylee]James, ¿tienes habitaciones libres?[/Kaylee]- desvié la atención.

    – [James]Ah-ah…sí, sí. Disculpad mis modales.[/James] – titubeó. – [James]Luego os muestro vuestros aposentos[/James].

    – [Kaylee]Necesitamos tu ayuda, James. Estamos buscando a un clérigo y necesitamos una casa para comer, hacer pipí y esas cosas[/Kaylee].

    Vi que se sonrojaba una vez más. – [James]C-claro.[/James]

    Me puse de pie y le di un abrazo.- [Kaylee]Gracias, bonito[/Kaylee].

    Nos quedamos en silencio mientras yo volvía a mi sitio ante la atenta mirada de Leo. – [James]¿C-cómo has hecho….?[/James]- se refería al hechizo.

    – [Kaylee]Te enseño luego[/Kaylee].- parpadeé varias veces.

    – [James]¿D-de de verdad?[/James]- James estaba muy emocionado y me alegraba ver a alguien sentir eso por la magia.

    Estuvimos callados hasta que el pelirrojo volvió a hablar.- [James]No parecéis…de aquí.[/James]

    – [Amy]Coño, eres un lince[/Amy].- el humor de Amy era imposible.

    – [James]¿Sois…todos hombres lobo?[/James]

    – [Amy]MUJER lobo. Y no, no lo somos[/Amy].- sentenció mi hermana mayor con la boca llena de pan.

    – [James]M-mujer lobo.[/James] – parecía que Amy le daba miedo – [James]Venís del…de Avalon?[/James]

    – [Vera]Venimos de la Tierra[/Vera].- intervino Vera con su dulce voz- [Vera]Leo y Kaylee son licans, Kaylee hechicera y yo soy una humana potenciada[/Vera].

    – [James]P-pero esto es la Tierra.[/James]- nos miró de hito en ito.

    – [Vera]Otra Tierra[/Vera].

    James abrió mucho los ojos.- [James]N-nunca creí que pasaría.[/James]

    – [Amy]James, ¿la cocinera y su marido son esclavos?[/Amy]- nos cortó Amy.

    El chico deseó que un agujero se lo tragase. – [James]S-si. Eran…sus padres eran esclavos de mis abuelos, junto con otros más.[/James] – intentó explicarle.- [James]Mi padre les dejó ir. Algunos trabajan con él en la fábrica, pero ellos quisieron quedarse.[/James]

    – [Amy]Si tienes a un perro atado con una correa toda la vida, el día que lo sueltes permanecerá como si siguiera atado. Tu padre no es ningún héroe.[/Amy].

    – [James]Mi…mi padre no quería que se quedaran.[/James] – vi que el hijo de Barnes bajaba la vista al suelo. – [James]Pero de pequeño estuve malo y nana quiso quedarse.[/James]

    Amy quiso decir algo, pero Vera la detuvo.- [Vera]No tienes que dar explicaciones[/Vera].

    El chico la miró agradecido.- [James]P-podéis quedaros cuanto necesitéis.. Hay habitaciones para todos.[/James]

    Dejamos la mesa como estaba y acompañamos a James a hacer un pequeño tour por la casa. «Villa Barnes» me conquistó al momento, porque era amplia, tenía jardín y todo estaba distribuido en dos plantas. Había un exceso de muebles y de colores oscuros y sobrios que yo habría modificado, pero estábamos en otra época.

    Llegamos al salón principal en el que había una biblioteca de tamaño considerable. Al ver tanta hospitalidad, tuve que darle un abrazo.- [Kaylee]Gracias, James[/Kaylee].

    El chico se puso del color de su pelo.- [James]Tengo muchos libros de magia.[/James] – me tendió un ejemplar de «El maravilloso mago de Oz» y si las cuentas no me fallaban, ese libro no debía ser de su época, pero todo parecía mezclado.- [James]Pero pensé que era todo fantasía.[/James]

    – [Kaylee]En la fantasía, a veces, hay parte de verdad[/Kaylee].- le expliqué.- [Kaylee]Pero si quieres aprender magia, puedo enseñarte. Lo que no sé es si tendrás talento para ella[/Kaylee].

    – [James]¿Lo dices de verdad? ¿P-podría aprender magia?[/James] – sonrió.

    – [Kaylee]Todo el mundo puede aprender. La magia no es elitista[/Kaylee].

    ***

    – [Leo]¿Podemos hablar un momento?[/Leo] – me preguntó Leo cuando estaba ayudándome a llevar los platos a la cocina ante la atenta mirada de la señora que se encargaba de eso.

    – [Kaylee]Lo que me tengas que decir, me lo puedes decir delante de todos[/Kaylee].-  dejé los platos en la pila de lavar y le miré.

    Leo me devolvió la mirada como si se viera acorralado. No era un tío al que se le diera bien hablar en público y estaba forzando su paciencia, que era escasa de por sí.

    La mujer que estaba fregando, dejó los platos en el balde y nos dejó espacio. Él, entonces, se lo pensó un par de veces y habló.- [Leo]Quería darte las gracias por quedarte conmigo.[/Leo] – empezó diciendo mirando al suelo y al final, me miró a os ojos. – [Leo]Y pedirte perdón. Nada más.[/Leo]

    Una vez dijo eso, se fue en dirección al dormitorio de la planta baja que James le había asignado y pasó al lado de Amy, que estaba sentada en la salita con los ojos en blanco por nuestra conversación.

    Vi que dejaba la puerta abierta, así que me lo tomé como una invitación para seguirle. Sin pedir permiso, entré. La habitación tenía una ventana pequeña que daba al jardín, una cama, un armario y un tocador. Era acogedora y sin estridencias, como el resto de la casa. La familia Barnes tenía dinero, pero no hacía alarde de ello.

    – [Kaylee]No tienes que darme las gracias[/Kaylee].- cerré tras pasar.

    Me miró desconcertado – [Leo]No tendrías que haberte quedado después de haberme comportado como…un animal.[/Leo]

    – [Kaylee]No tenía por qué, pero me apetecía verte dormir[/Kaylee].-  sonreí de medio lado y vi cómo se desarmaba.

    – [Leo]Era más fácil siendo Aslan y Freya.[/Leo] – comentó. – [Leo]Estar delante de ti físicamente me hace estar menos en control.[/Leo] – mi padre y mi hermana eran licántropos, por lo que algo sabía. No pasaba siempre, pero si la parte humana y la animal se sentían atraídas por la misma persona, el vínculo era más fuerte.

    – [Kaylee]¿Eso es un halago?[/Kaylee]-  me hice la tonta para que confesara.

    – [Leo]Y una disculpa.[/Leo] – apuntó – [Leo]Aquella noche no querías y yo…no debí intentarlo.[/Leo] – se refería al día en el que Dante nos interrumpió.

    – [Kaylee]Tú no me obligaste a nada[/Kaylee].- le recordé.- [Kaylee]Cuando quise parar, paramos[/Kaylee].

    – [Leo]Después de eso empezaste a evitarme. Asumí que no querías nada. Que lo habías pensado mejor y me había equivocado al hacer ese movimiento.[/Leo] – confesó. Parecía nervioso.

    Me quedé callada. No sabía muy bien cómo seguir con la conversación, así que él lo hizo por mí.- [Leo]Hay algo salvaje y primitivo dentro de mí. Algo que te busca tanto como lo hace mi mente humana.[/Leo] – se acercó y aguanté que el espacio entre nosotros se recortase. – [Leo]Y no debí dejar que aquél día diese un paso. Es mejor que estés lejos de mí. No soy una buena influencia para las MacLeod.[/Leo]

    – [Kaylee]Si crees que la solución a esto es que nos mantengamos alejados, no voy a ser yo la que te lleve la contraria[/Kaylee].- mis ojos se cruzaron con los suyos, que echaban chispas.

    Su mirada se relajó. – [Leo]El problema es que no quiero. Y no sé si soy solo yo o eso me influencia.[/Leo] – expresó. – [Leo]No quería estar contigo sin estar seguro de que te quería por mí mismo.[/Leo] – fruncí el ceño al escucharle.- [Leo]Tengo miedo al licántropo. Siempre lo tuve y siempre lo tendré, quizá desde que volví, más.[/Leo] – llevó una mano hacia delante y acarició la mía con timidez. – [Leo]Acercarme a ti es tener que mirarle a él frente a frente. Pero estoy dispuesto a hacerlo. No puedo…no quiero seguir corriendo.[/Leo]

    – [Kaylee]Leo, qué intenso eres, joder[/Kaylee].- me quejé.

    – [Leo]Ya.[/Leo]

    Nos quedamos callados. La conversación había llegado a un punto muerto. Él estaba siendo tan sincero y yo estaba tan asustada, que no sabíamos cómo continuar.

    Leo tomó mi mano y fuimos hasta la sala de la biblioteca en la que había un piano. Descubrió la tapa con cuidado y empezó a tocar los primeros acordes de ‘De las dudas infinitas’. Ahora sé que la canción es esa, pero en ese precios momento, nadie la había escuchado. Era para mí. Era mi canción.

    Vengo a decirte lo mismo
    Que tantas veces te he dicho
    Eso que poco me cuesta
    Y que tú nunca has oído
    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva

    – [Kaylee]¿Quieres que luego me tenga que quitar las bragas con un cincel?[/Kaylee]- le pregunté sentándome a su lado y viendo cómo sus dedos largos acariciaban las teclas. Se estaba tirando a un piano.

    Vengo a decirte que el tiempo
    Que ya llevamos perdido
    Es sólo un punto pequeño
    En el cielo del olvido
    Que todo el daño que tengo
    De lo que ya hemos sufrido
    Tiene que servir de algo
    Para que hayas aprendido

     

    – [Kaylee]Leo, joder…[/Kaylee]- me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y él siguió tocando.- [Kaylee]Estás provocando una paradoja temporal, porque esta canción no va a existir hasta dentro de doscientos años[/Kaylee].

    Que como yo a veces sueño
    Nadie ha soñado contigo
    Que como te echo de menos
    No hay en el mundo un castigo

    Pequeña de las dudas infinitas
    Aquí estaré esperando mientras viva
    No dejes que todo esto quede en nada
    Porque ahora estés asustada.

    La canción terminó y yo no era capaz de articular una palabra.- – [Leo]Nunca fui muy bueno expresando lo que sentía. Hasta que tuve un instrumento entre las manos.[/Leo] – comenzó a decir.- [Leo]La Chica del Pelo Rojo siempre fuiste tú. Durante un tiempo pensé que me había equivocado, que había visto otra persona mejor de lo que eras, pero no, siempre has sido la que vi aquél entonces.[/Leo]

    – [Kaylee]La adolescencia no fue mi mejor momento[/Kaylee].- me excusé.

    – [Leo]El mío tampoco. Creo que aún no he tenido mi mejor momento.[/Leo] – se acercó hasta donde estaba.- [Leo]Porque no estaba contigo.[/Leo]

    Abrí mucho los ojos. [Kaylee]Menos mal que no sabes hablar[/Kaylee].- y tiré de él para besarle. Fue un beso ansioso y hambriento, pero también bonito, que decía más que miles de palabras.

    – [Kaylee]Me encantas[/Kaylee].- confesé cuando nos separamos.

    – [Leo]A mí me encantaste hace mucho sin necesidad de magia.[/Leo]

  • NADA IBA A SER COMO ANTES

     Vera Sansa – Artisan (s.XIX)

    Mañana

    Cuando atravesamos el portal me vino un olor desagradable, que no era ni más ni menos que el de la falta de higiene. Aparecimos en una calle empedrada, con edificios de poca altura y gente vistiendo con los harapos más mugrientos que pudiera imaginar. A lo lejos, en lo que parecían las afueras, una fábrica ennegrecía el aire y enfermaba nuestros pulmones.- [Vera]Me siento como en Los Miserables[/Vera].- me quejé.

    – [Leo]O en alguna adaptación de Jack el Destripador.[/Leo] – Leo, que arrugaba la nariz por el humo, señaló con la cabeza un cartel colgado de un muro en el que se veían los retratos de unas mujeres desaparecidas.

    Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. En el futuro, después de que casi acabáramos con el mundo, nos habíamos convertido en una sociedad consciente y procurábamos, en la medida de lo posible, contribuir para que todo no se fuera al carajo, pero viendo los excesos de épocas pasadas de primera mano, lo raro es que la extinción no hubiera llegado cincuenta años antes.

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  • EL PUNTO DE NO RETORNO

    4×08 – POINT OF NO RETURN

    VALANTIS

    TARDE

    Tras cruzar el portal atardeciendo, el equipo liderado por Elle se alejó unos pasos de la estatua bajo un sol cegador. Antes de poder ubicarse, escucharon el pitido de un coche y se acercaron para ver como pasaba a toda velocidad por donde ellos habían aparecido.

    Dante lo habría reconocido al instante, pero para ellos lo que acababa de estar a punto de atropellarles era un coche clásico que bien podría haber estado en ‘Grease’. En la calle que había frente a ellos, decenas de coches brillantes estaban aparcados a la entrada de una cafetería.

    Las ropas de la gente y la música que se escuchaba en los altavoces de un coche aparcado no dejaban lugar a dudas, aquello eran los años cincuenta. Por la calle circulaba un grupo de hombres con chaquetas de cuero a juego. Cada uno llevaba detrás una pálida muchacha. Sin necesidad de acercarse, Elle supo que no estaban vivas.

    Noah había dado una serie de pistas para intentar identificar a los Daë. Al ver eso, humanos controlando a los muertos, todos supieron de inmediato que se encontraban en el mundo de Géminis. Ahora tenían que localizar a los dos Daë entre todas las ciudades-época que había.

     


    KARNAK

    MAÑANA

    Lo primero que sintió el grupo de Libra al dejar atrás el obelisco fue el calor abrasador. Estaban en un templo semiderruido en mitad del desierto. Ante sus ojos, no había más que arena en todas partes, con un horizonte distorsionado por el calor.

    Los trajes que llevaban bajo las ropas del desierto parecían aliviar un poco la angustia del clima del desierto. A lo lejos, casi confundidas con montañas de arena, se veían las brillantes cumbres de las pirámides en todo su esplendor, con su nívea superficie reflejando el sol y sus cumbres doradas centelleando como un faro.

    Buscaron sombra entre los pilares del viejo templo, pero antes de que pudieran siquiera hablar se vieron sorprendidos por un grupo de asaltantes. En el caos, Michael dejó salir a su bestia interior, prácticamente a la vez que Niall buscaba una escapatoria convirtiéndose en un ser mitad ave. Sophie dejó paso a su magia, pero para entonces una parte de los atacantes ya se había arrodillado ante Niall y Mike.


    DAGRKNOT

    NOCHE

    Cuando tocaron el viejo drakkar, barnizando y mantenido por los habitantes de Viltis, sabían que les conduciría a Dagrknot, pero el equipo Acuario no esperaba lo que se encontró.

    Sus cuerpos siguieron el patrón de respiración que llevaban de manera insconsciente. No había nada que se lo impidiera, salvo que de una inspiración a otra, en lugar de aire, lo que entró en sus bocas era agua. Al sentirlo, contemplaron aterrados que el portal les había llevado debajo del agua.

    Frente a ellos, hundido desde lo que parecían décadas, estaba el drakkar. Era uno de los mares de Dagrknot, por suerte, no demasiado lejos de la orilla. Con pánico trataron de ascender a la superficie, donde las nubes se arremolinaban anunciando tormenta. Bajo el agua, ocultas en la oscuridad, unas criaturas abominables les observaban, atentas, calculando fríamente.


    ARTISAN

    TARDE

    Amy tocó la fría superficie de aquella vieja locomotora, que curiosamente aún mantenía el lustre pese al paso del tiempo. Kaylee, Vera y Leo colocaron la mano tras ella y todos juntos dejaron atrás el silencio de la Luna Viltis para sumirse en el bullicio de una ciudad.

    Dejaron atrás la oxidada locomotora, abandonada en la estación como los huesos del cadáver de tiempos mejores. El suelo y las paredes de ladrillo estaban ennegrecidas y sucias por el humo de las fábricas, que se alzaban como monstruos de acero y piedra.

    La gente no tenía mucho mejor aspecto. En aquella zona, la más humilde, cerca del puerto, pasaron con cuidado por delante de adictos desplomados en las esquinas, de prostitutas ofreciendo sus favores a plena luz del día, cruzándose con trabajadores con las caras ennegrecidas y trabajadoras con las manos encallecidas.

    En los muros, entre los carteles apiñados unos sobre otros, se veía un periódico : «Barnes salva a las trabajadoras de la Textil Atkins de la pobreza.» En la foto, un hombre pelirrojo se veía evitando posar para la foto mientras caminaba junto a un gran grupo de mujeres. Unos metros más allá varios carteles anunciaban un nuevo ataque del ‘El Descuartizador de la Bahía Negra‘.


    TERRA

    NOCHE

    Inmediatamente después de tocar la estatua del soldado a caballo con las dos patas alzadas en el aire, el equipo del mundo Terra apareció en mitad de una plaza de lo que en su día había debido ser una bella y gran ciudad y ahora era poco más que un montón de escombros.

    En la plaza aún se veían puntos que no habían sido alcanzados por la devastación, pero en las calles cercanas, lo poco que permitía ver la escasa luz de las farolas que quedaban encendidas eran un montón de edificios derruidos, como cicatrices sobre el terreno.

    En ese momento escucharon el sonido de las alarmas extenderse por toda la ciudad a través de los megáfonos. Los pocos soldados que se veían cerca trataban de llevarse a algunas personas con las caras cubiertas por máscaras de gas.

    No tardaron mucho en escuchar los aviones sobrevolar la zona, cargando muerte que pronto liberarían sobre ellos.


    NARA

    MAÑANA

    Tras tocar la estatua del Komainu, los miembros del equipo de Nara aparecieron frente a un templo en la montaña. Al fondo se veía un enorme monte que se asemejaba al Monte Fuji. Para ellos, era difícil diferenciar aquél lugar de la tierra.

    En el exterior del templo, algunos habitantes observaban confunsos las llamativas ropas de Xie, mezclada con aquellos tres occidentales que no auguraban nada bueno.

    Desde aquél lugar elevado vieron una ciudad por la que podían empezar. Cualquier lugar sería mejor que ése, donde cada vez les observaban más personas. Así que comenzaron a descender por las escaleras del piedra, adentrándose en el camino que se perdía a través del bosque, uno donde moraban criaturas de toda clase.

    Los lugareños sabían exactamente qué tenían que llevar para protegerse y qué camino exacto tomar, así que las criaturas solían evitarlos. Pero los extranjeros no lo sabían y los demás preferían no decírselo, porque con suerte, las criaturas se los llevarían y eso acabaría con sus problemas.

  • TU YERNO HA VENIDO DEL FUTURO

    Diana | Hospital St. Anne

    TARDE

    diana090915

    Christopher había salido a buscarme una hamburguesa de pollo de McDonald’s, con sus patatas Deluxe y su coca cola con cafeína y mucha azúcar. Atrás quedaban esos meses de lloriquear imaginándome que me comía una, mientras pasaba por delante del «restaurante» poniendo cara de perro abandonado e imaginando que me bañaba en un cubo de salsa. No es que ahora pudiera emocionarme y coger todos los kilos que no había conseguido que tuviera el embarazo, pero bueno, ese día me lo merecía especialmente.

    Miré a Amy, vestida con un body de color azul cielo, a la par que se chupaba el puño de la mano izquierda, mientras el chupete descansaba a su lado. Era un bebé rebelde y decía que el chupete me lo pusiera yo si eso. Por un lado, me parecía muy valiente que fuera capaz de tranquilizarse sola (la chochera de la maternidad que le dicen), pero por otro, me preocupaba que eso aumentara sus posibilidades de morir de forma súbita (la paranoia de la maternidad que le dicen). Por suerte, para la lactancia nos estábamos entendiendo mejor y aunque todavía me cayesen lágrimas como puños cada vez que se me enganchaba a un pezón (juro que esto antes no me pasaba), la niña parecía estar alimentándose y no se me iba a morir de inanición.

    Aproveché aquellos minutos de silencio para volver a vestirme y en pensar en lo mal que me parecía que las famosas aparecieran media hora después de dar a luz como si el niño/a lo hubiera tenido otra. Mi cuerpo todavía parecía el de una embarazada. Por mucho que fuera bruja, no hacía milagros.

    En esas estaba yo, lamentándome por no ser perfecta, cuando escuché unas chispas y vi cómo ante mis ojos se abría una especie de vórtice que escupió a un chico pelirrojo que debía rondar la veintena y después, se cerró. No podía decirse que tuviera una belleza al uso, pero era pelirrojo, delgado y de piel pecosa y clara, lo que le daba un aspecto dulce. Iba vestido con unos pantalones de loneta, un abrigo azul y llevaba una maleta de cuero marrón, por lo que no pude adivinar de qué época venía.- [Diana]¿Eres mi segundo hijo y vienes del futuro para contarme que Amy se vuelve mala?[/Diana]- me crucé la bata sonriendo y me puse en pie.

    – [James]Eh, n-no…n-no. No soy t-tu hijo.[/James] – parecía nervioso. Vi que me pedía permiso para acercarse a la cuna de Amy y me hice un lado para que la mirara. – [James]Soy amigo de tus hijas.[/James] – me aclaró. Por cómo miraba a Amy (con ternura, que esto no es «Crepúsculo»), tuve una corazonada.

    – [Diana]¿Eres mi yerno?[/Diana]- esbocé una sonrisa. Mi hija acababa de nacer y ya tenía un posible novio. No sabía cómo tomarme esto, ni tampoco cómo se lo tomaría Christopher.

    – [James]No te preocupes, Amy ya estaba ocupada cuando llegué.[/James] – me devolvió la sonrisa, pero parecía triste. Al decir esto, se apartó de la cuna de Amy y me miró. – [James]Me resulta extraño veros tan jóvenes.[/James]

    – [Diana]¿Me estás llamando vieja?[/Diana]- apunté con mordacidad.

    – [James]N-no, ahora estás muy joven. Y antes…o sea, después.[/James] – titubeó. El chico era especialmente nervioso. – [James]He venido para ayudarte con algo.[/James]

    – [Diana]Te escucho[/Diana].- le hice una seña y nos sentamos el uno al lado del otro frente a la cuna de Amy.

    – [James]Soy un brujo. Tú me enseñaste la mayor parte de lo que sé.[/James] – afirmó con orgullo y le apreté la mano con cariño. No nos conocíamos de nada, pero sentía que era lo que debía hacer. – [James]Y ahora hay algo que debo enseñarte a ti.[/James]

    – [Diana]No estaremos liados tú y yo…[/Diana]- le miré y solté la mano, separándome un poco también. En realidad, lo hacía para que terminara de ponerse histérico, porque sabía que no podría estar con alguien como él, que me transmitía vibraciones de «hijo». Eso sin contar que mi bibliotecario favorito seguiría estando bueno por los siglos de los siglos.

    – [James]N-no no, n-no.[/James] – apartó la mirada y la clavó en el chupete de Amy. – [James]Eres mi mentora.[/James] – aseguró con rapidez. – [James]No me preguntes mucho, no puedo desvelarte demasiado del futuro.[/James] – me aclaró con la mano en el corazón.

    Me reí y le hice una seña para que hablase.- [James]Hoy tendrás una visión.[/James] – asentí imaginándome lo que sería. – [James]Vas a ver lo que pasaría si Z consigue su «utopía».[/James] – fruncí el ceño. Una cosa era saber que existía una posibilidad de que Z ganase y otr, verlo. – [James]Estoy aquí para enseñarte cómo mostrársela después a los demás. [/James]

    – [Diana]Estoy deseando aprender[/Diana].- me froté las manos.

    – [James]Es un conjuro que creaste.[/James] – me explicó y se rascó la cabeza sonriendo. – [James]Aunque tiene gracia, porque al final resulta que lo aprendiste de mí. Y yo lo aprendí de ti.[/James]

    – [Diana]Es lo que pasa cuando juegas con el tiempo[/Diana].- le guiñé un ojo antes de que siguiera diciendo que el uno lo aprendimos del otro hasta que Amy tuviera barba (en su caso podía ser literal).

    Abrió la maleta y empezó a sacar toda la parafernalia. En cuanto empezó a explicarlo, lo entendí a la perfección. Se notaba quién lo había ideado.- [James]Eso es todo. Lo has cogido muy rápido.[/James]- hizo una pausa.- [James]Igual que Kaylee[/James].- al ver lo que decía, empezó a guardar las cosas a toda velocidad en la maleta.

    – [Diana]¿Kaylee?[/Diana]- me quedé pensativa. Kaylee, como mi hermana la que había muerto a la que nunca le tuve especial cariño.

    – [James]No me hagas mucho caso.[/James] – se puso en pie y se arregló el abrigo. – [James]Tengo que volver.[/James]

    – [Diana]¿Va todo bien en tu futuro?[/Diana]- intenté sonsacarle, pero él parecía concentrado abriendo el vórtice.

    – [James]Hay de todo. Más o menos como siempre.[/James] – su semblante serio no parecía decir eso.

    – [Diana]Suerte[/Diana].- le di un abrazo rápido.

    – [James]A vosotros.[/James] – y el vórtice se cerró justo a tiempo para ver cómo MacLeod abría la boca de par en par.

    – [Christopher]¿Qué ha sido…?[/Christopher]- empezó a decir.

    – [Diana]Tu yerno, que ha venido del futuro a enseñarme un conjuro[/Diana].- me encogí de hombros.- [Diana]Venga, trae p’acá esa hamburguesa que parece que hace tres meses que te fuiste a por ella[/Diana].

    – [Christopher]¿Mi qué?[/Christopher].- parpadeó tendiéndome la bolsa de papel.

    – [Diana]A vef si te creef que eref el único que folla en esta hiftoria[/Diana].- comenté con la boca llena.- [Diana]Fi lo hafe hafta Ed, no me jodaf[/Diana]

    FIN DE CAPÍTULO