Moondale

Etiqueta: Jamie Barnes

  • AHORA NOS BESAMOS

    Vera – Artisan

    Tarde

    No nos quedó más remedio que huir. Los rumores empezaron a extenderse por el pueblo como la pólvora. En cuestión de días, teníamos los campos plagados de carteles amenazadores. Así pues, hicimos las maletas y abandonamos el que había sido nuestro refugio. Fue una decisión rápida e impulsiva. Cogimos cuatro trapos y echamos a correr como descosidas. Sabíamos que el nidito de amor no iba a durar y (casi) siempre es mejor pedir perdón que pedir permiso.

    [Jamie]No puedo creer que hayamos hecho esto.[/Jamie] – comentó Jamie mirándome con las mejillas sonrosadas mientras atravesábamos el cielo en dirección a una ciudad flotante. Y si pensáis que eso es raro, teníais que habernos visto subidas en moto a toda velocidad o en un tren de aspecto steampunk.

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  • TRUENOS Y GARRAS

    LEO ARKKAN

    SELAS

    La mera visión de la loba de color caoba despertó en mi algo que esperaba, aletargado pero siempre alerta, esa parte de mí que llevaba una vida reprimiendo y que finalmente había sido el desencadenante para empezar a llevar una vida que no esperaba pero me llenaba de una forma que me sorprendía cada día.

    Acompañé sus señas de mis palabras y las de Ezra para que el resto del grupo echase a correr. Mientras Amy lideraba en su forma lupina la comitiva atravesando el bosque, Ezra y yo nos dividimos a los demás para protegerlos. Él se mantuvo cerca de Elliot, Jamie y Vera, mientras que yo me mantuve al lado de Dante, Chloe, Julia y Kaylee. Los tres héroes habían desaparecido antes de convertirse Amy, por suerte, porque mi lado más salvaje recelaba de ellos.

    Me aseguraba de tener en mi campo de visión la melena pelirroja de Kaylee en todo momento, mientras usaba el olfato para seguir el camino que trazaba Amy. Me obligué a ir detrás de todos ellos, porque la sensación de que los lobos se acercaban me invadía como un sudor frío.

    Después de un rato corriendo empecé a ver figuras moviéndose entre las sombras, agitando las hojas en su carrera por alcanzarnos. Cuando el rumor del bosque comenzó a ser ensordecedor y el olor de los licántropos era imposible de ignorar, me entregué a lo inevitable.

    Es difícil describir la sensación, quizá la vez que más cerca había estado había sido con ‘Shattered Bones’, pero lo había intentado varias veces sin conseguir captarlo del todo. El dolor empezaba en mi caso en la columna, haciéndose más pronunciada arañando mi piel, que se expandía y se hacía más densa y resistente. Pero mi atención siempre se iba a lo que más temía, al dolor de mis falanges partiéndose y deformándose. Unas manos que ahora eran garras y no podrían tocar jamás.

    Mantuve el control todo lo que pude y fui capaz de dejar la transformación a medias, porque si me convertía en un hombre lobo completo no era capaz de retenerlo. En esa forma simiesca en la que me encontraba, busqué la melena pelirroja y di con apenas un destello.

    Corrí y mis piernas explotaron de placer al ser presionadas, necesitaba correr, quemar esa energía que atormentaba mi cuerpo a ser contenido. Por el camino un hombre lobo se cruzó, iniciando la persecución de Kaylee. Habrían notado que era la más fuerte, o que más de uno teníamos un lazo vital con ella.

    Sea como fuere, le di alcance y él trató de golpearme al llegar a su altura. Me zafé y usé esas mismas garras que hacían esas manos incapaces de tocar para rasgar su costado. La sangre brotó y sentí que me embargaba un éxtasis salvaje y primitivo. Mi yo humano detestaba esa sensación, pero ahora no era del todo humano y necesitaba esa fuerza.

    Mis garras abrieron camino, entonando un cántico de salvaje destrucción que se contraponía a la fuerza creadora que acarreaban cuando acariciaban las teclas de un piano, las cuerdas de una guitarra o la suave piel de Kaylee.

    Al final, llegué a un claro con el pelaje salpicado de sangre, envuelto en un frenesí que reprimí en cuanto les vi a todos, en especial a ella. Mis huesos se recompusieron y volví a mi ser. Miré mis manos y estiré los dedos para comprobar la movilidad.

    – [Kaylee]¿Y ahora qué?[/Kaylee] – preguntó Kaylee. Parecía ilesa. Salvo Amy, Ezra y yo mismo, los demás no tenían ni una salpicadura de sangre y la nuestra, a excepción de algunas magulladuras, era de los otros.

    Alguien se abrió camino a través de las ramas y entró al claro. No bajé la guardia al ver que eran los dos héroes y la heroína, parecía que también habían luchado, pero ellos tenían más arañazos. Apenas hubo tiempo de hablar cuando más figuras entraron y entraron al claro. Algunas estaban en forma de hombre lobo completa mientras que otras tomaron forma humana. El pudor que pudieran tener los demás era inexistente en ellos, que se presentaban sin ninguna ropa. Era más práctico para cambiar entre formas.

    – [b]Una manada con sólo tres lobos, doncellas, una bruja y un… pájaro.[/b] – dijo uno de ellos con voz burlona y ronca. Tenía una cicatriz en el pecho, la piel curtida por las peleas y el pelo salpicado de canas.

    – [Dante]Mira a ver a quién llamas pájaro, perra.[/Dante] – replicó Dante, dando un paso adelante. Ezra le puso una mano en el pecho para evitar que avanzase y se ganó un coro de gruñidos entre los licántropos.

    – [Kaylee]Casi como en Narnia, pero sin armario.[/Kaylee]- comentó Kaylee, desviando la atención al convocar un viento tan fuerte que les hizo retroceder. Surgieron más lobos de otros puntos del claro, acercándose de forma amenazadora hacia nosotros.

    Amy se dispuso a colocarse frente a los demás y hacer de intermediaria, pero los héroes no la dejaron actuar y se lanzaron a pelear. Cuando el primer lobo cayó al suelo con una herida de espada plateada en el vientre, la situación se escapó de su control.

    Hicimos un círculo dejando a Elliot, Jamie, Vera y Chloe en el interior. No fue necesario defendernos, porque un trueno retumbó como si acabase de caer en el mismo claro. – [Oriax]¿Qué héroe se atreve a cruzar mis dominios?[/Oriax] – preguntó una voz grave, pero serena y respetable a la vez.

    Al otro lado del claro una figura de dos metros de alto y aspecto imponente se dejó ver. Su imagen me transportó a otro tiempo, a una tarde lluviosa, a la vera de la chimenea encendida, con un reluciente disco de metal entre mis manos. Aquella fue la primera vez que vi esa figura, la del Daë Oriax.

    – [b][i]Nosotros, que venimos a librar al mundo de ti.[/i][/b] – dijo el héroe que parecía liderar a los otros dos. No recordaba muy bien sus nombres.

    – [Leo]¿Quién ha dicho nada de eso? [/Leo] – repliqué dejándome oír.

    – [b][i]Aléjate, ya he visto que no sois más que monstruos que pretendían engañarnos. [/i][/b]- levantó su espada apuntando hacia nosotros. El brillo que emitía el filo no dejaba dudas, era plata.

    – [Amy]¿Pero qué…?[/Amy] – intervino Amy, encarándose.

    – [b]Nos engañasteis con la hidra, pero seguro que era una riña entre seres como vosotros.[/b] – dijo la heroína. Aunque poco podía llamárseles así.

    – [Kaylee]Bueno, vamos a ver, yo creo que aquí ha habido un error, porque nosotras somos las buenas.[/Kaylee]- aclaró Kaylee. Teníamos dos frentes abiertos y aquí no había duda de dónde tenía que estar nuestro bando.

    – [Oriax]Basta. Habéis entrado en mis dominios. [/Oriax]- sentenció Oriax, acercándose. – [Oriax]Y os atrevéis a amenazarme.[/Oriax] – abrió las alas y en un parpadeo se colocó frente al héroe. Su espada voló por los aires hasta clavarse en el suelo y cuando alcé la vista, el Daë lo tenía cogido por el cuello.

    – [b]Cantarán mi nombre como el primero en morir hoy, pero alguno de nosotros acabará contigo. [/b] – replicó el héroe con dificultad, señalando unas luces en el exterior del claro. Eran antorchas, decenas. Aquellos tres héroes eran los primeros de un ataque a gran escala. Y nosotros estábamos en medio de todo eso, con la misión de protegerle.

    – [Leo]Tenemos que proteger al Dae. [/Leo] – les recordé, pese a que Oriax no parecía necesitarla en ese momento. Su expresión no cambió cuando vio las antorchas.

    – [Vera]¿Qué deberíamos hacer?[/Vera] – preguntó Vera, sin dejar de mirar con preocupación la tensa garra que sujetaba el cuello del héroe.

    – [Jamie]Va a matarlo. [/Jamie]- dijo Jamie, asustada. Oriax parecía calmado, pero en su interior se percibía una atronadora furia que amenazaba con arrasar todo.

    – [Dante]Eh, ¿y si lo sueltas?[/Dante] – se atrevió a decir Dante. – [Dante]No puede hacer nada contra ti.[/Dante] – añadió.

    Oriax pareció meditarlo, porque poco podían hacer en realidad contra él, pero el héroe y la heroína libres atacaron. Entonces en tres golpes certeros, acabó con todos. – [Oriax]¿Queréis ser los siguientes?[/Oriax] – preguntó, girándose hacia nosotros dejando atrás los cuerpos de los héroes.

    – [Kaylee]Evidentemente, no. Solo queremos que esto acabe con el menor número de muertes y mutilaciones a ser posible.[/Kaylee] – respondió Kaylee. Me sorprendía su valentía, la fuerza que emanaba pese a encontrarse en desventaja contra un ser tan ancestral y poderoso como Oriax.

    El demonio camino despacio hacia ella y se colocó delante. Me tensé. – [Oriax]Cuánto tiempo sin ver a una de las tuyas.[/Oriax] – dijo, como si mirara más allá, a través de su alma.

    – [Kaylee]Explícame eso, por fi.[/Kaylee] – pidió, cargada de inocencia.

    – [Oriax]Una hija del fénix.[/Oriax] – respondió el Daë. Una chispa pareció bailotear en el iris de Kay.

    – [Kaylee]Mi madre es que es una leyenda.[/Kaylee] – replicó. Él entrecerró los ojos, como si no la comprendiera, algo me decía que él debía estar refiriéndose a que Kay era como su madre, capaz de renacer de sus cenizas por el extraordinario poder de su magia.

    – [Oriax]Os daré una oportunidad.[/Oriax]- concedió finalmente, dándonos la espalda. – [Oriax]¿Por qué veníais con ellos?[/Oriax] – preguntó con firmeza.

    – [Dante]Más bien nos los encontramos de camino.[/Dante] – replicó Dante. No solía coincidir con él muy a menudo, pero había dado en el clavo.

    – [Leo]Veníamos buscando a alguien, para protegerlo.[/Leo] – añadí. El Daë se acercó a la manada y les hizo varias señas. Después de un rato, abandonaron el claro.

    – [Oriax]Seguidnos.[/Oriax] – dijo Oriax.

    – [Jamie]Los héroes vienen de camino. [/Jamie]- le respondió Jamie, señalando las antorchas que se acercaban.

    – [Oriax]Encontrarán obstáculos. Tardarán en llegar, si es que lo consiguen.[/Oriax] – replicó, aún sereno.

    Con cautela, manteniendo las distancias, les seguimos. Sería un Daë pronto, un salvador de mundos, pero todavía era un poderoso demonio, muy antiguo, capaz de acabar con quien se interpusiera en su camino. Casi instintivamente le di la mano a Kay para caminar juntos. Mientras avanzábamos, parte de mí parecía sentir ese fuego que emanaba de ella.

  • COMPARTIENDO EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    SELAS – NOCHE

    Según escuchaba las palabras de ese aspirante a héroe llamado Abderus, sentía que mi mente divagaba a otro tiempo mucho más atrás, hasta el salón de la cabaña de mis padres, con el fuego crepitando y el olor a chocolate caliente como le gustaba a mamá, algo que se había convertido en costumbre en aquel periodo en el que no dejaba de pasear para conseguir que un incansable Noah se durmiese.

    Mi padre, mientras tanto, se sentaba junto a mí y sin un libro en las manos, me contaba los cuentos de los Daë, las historias que Noah siempre tendría grabadas en sus genes y que él quiso que yo también tuviera presentes, junto a muchas otras.

    Y ahora estaba allí, escuchando hablar de un demonio draconiano que plantaba cara a los supuestos héroes, dispuestos a aniquilar a los que tenían un aspecto diferente, aquellos que molestaban por su «fealdad». No dudaba que era Oriax el Daë al que buscábamos, pero había que tener cuidado, porque surgió de las sombras y tardaría tiempo en encontrar la luz al lado de los otros Daë.

    Mientras los héroes y heroínas aumentaban el ritmo de beber, parando solo para reírse de alguna broma o intentar que los demás les acompañáramos, me acerqué a Kaylee, que estaba sentada en una hoguera más pequeña que ella misma había hecho arder. Era increíble de lo que era capaz, siempre me había gustado la magia, pero en ella me fascinaba más aún. El fuego bailaba contra su pelo rojo fresa, iluminándolo y mostrando todas sus tonalidades.

    – [Leo]¿Estás bien? Ese fuego ha sido bastante avanzado.[/Leo] – pregunté, sentándome a su lado. Con el resto de New Moondies me esforzaba a diario tratando de mantener conversaciones, pero con ella el esfuerzo era nulo, me resultaba sencillo hablar de lo que fuese.

    – [Kaylee]Me pica todo el cuerpo, pero estoy intentando no rascarme.[/Kaylee]- admitió, sonriendo. Vi una mancha rojiza que se escondía bajo su toga. Le había tocado pagar por los excesos de sus padres, como ella solía decir.- [Kaylee]Gracias por preguntar.[/Kaylee] – añadió. Me acerqué y cuando nuestros hombros se tocaron me eché sobre ella y le di un beso en la sien. El mero hecho de sentir su suave piel contra mis labios hizo que un gruñido animal resonase en los rincones de mi mente.

    – [Leo]Te rascaría yo pero me está costando controlar al lobo.[/Leo] – le enseñé las manos, que en aquel momento no me habrían servido para tocar, por las uñas, duras como dientes, que ya habían asomado hacía unas horas, en cuanto mis sentidos captaron lo que habitaba en el interior del bosque.

    – [Kaylee]Prefiero no acabar con en torso como el de mi padre.[/Kaylee] – comentó, alzando una ceja. Daba igual cómo marcase sus rasgos, con cualquier mueca era preciosa y su mente era afilada como un cuchillo. Podría haber compuesto sobre ella durante semanas y de hecho, lo haría.

    – [Leo]No creo que tu torso se parezca mucho. [/Leo] -. admití, sonriendo. No me consideraba una persona demasiado puritana. Nos habían metido en la cabeza de que las relaciones sexuales eran algo prohibido, tabú, pero eso en mi casa no había sido una norma, cada cual era libre de disfrutar su propia sexualidad siempre que fuese consentido. Sin embargo, en ese momento estaba controlándome, porque el lobo tendía a sacar fuerza de mis impulsos más compartidos.

    – [Kaylee]Deja de pensar en mi torso.[/Kaylee]- replicó, sacándome la lengua.

    – [Leo]La toga y los sentidos agudizados no ayudan.[/Leo] – confesé. Contuve un gruñido cuando ya llegaba al fondo de mi garganta. Captaba cada matiz del olor distintivo de Kaylee y me inundaba los sentidos, pero por debajo, sentía la llamada de ese bosque. Para Amy y Ezra quizá fuera más fácil, no rechazaban esa parte de sí mismos como yo.

    – [Kaylee]¿Estás nervioso?[/Kaylee] – preguntó, apoyando una mano sobre la mía.

    – [Leo]Se supone que esto es territorio de licántropos.[/Leo] – dije, pensativo. Era la tierra de Licaón, una de las primeras leyendas de licántropos y una de las pocas que había llegado hasta los humanos. Quizá estuviera allí, en ese bosque, traído por Antailtire, no podíamos saberlo. – [Leo]Los presiento.[/Leo] – añadí. No eran unos pocos, en aquellos bosques había muchos como Amy.

    – [Kaylee]¿Quieres que te tire una ramita y descargas tensiones?[/Kaylee] – dijo ella con una sonrisa burlona.

    – [Leo]Igual te da por subirte y echar a volar.[/Leo] – le repliqué, sonriendo. En otro tiempo podríamos habernos dicho las mismas palabras pero con una intención diferente. Como pude estar tan ciego como para pensar que Kay estaba feliz fingiendo ser una reina de la clase.

    – [Kaylee]Espera a que te enseñe mi verdadera nariz con verrugas, que no se te va a levantar ni con grúa.[/Kaylee]- sacó su mejor risa de bruja.

    – [Leo]Así que era eso lo que tenías ahí.[/Leo] – bromeé tocándole la nariz con un dedo. Ella enseñó los dientes e hizo como si me fuera a morder. El lobo seguía tirando de mí.

    – [Leo]Ya estamos iguales.[/Leo] – dije enseñándole mis dientes. De por sí ya tenía los colmillos pronunciados, pero ahora lo eran mucho más.

    – [Vera]¿Y si os alquiláis una habitación, heteras?[/Vera] – me sorprendió escuchar la voz de Vera tan cerca. Mis sentidos estaban tan pendientes de Kaylee que se habían aislado del resto. El lobo tenía algún tipo de atracción hacia ella y eso me resultaba preocupante.

    Vi que Vera sonreía y traté de hacerlo yo también, aparcando los miedos por un instante. Jamie iba pegada a ella, como su sombra. Habíamos tenido poco tiempo de calma entre la misión que la llevó hasta nosotros y la de ahora, con luchas, pactos, traumas… Esperaba que cuando todo esto terminase pudiera relacionarse más con el resto.

    – [Jamie]¿Qué es una hetera?[/Jamie] – preguntó, mirando a Vera y Kaylee. Tenía el pelo tan rojo como una MacLeod.

    – [Vera]¿Quién se lo explica?[/Vera] – preguntó la pequeña de los MacLeod, encogiéndose de hombros. Vi a Julia acercarse a nosotros e hice un gesto con la cabeza señalándola. Era la ventaja de su desparpajo, que no tendría problemas en aclarar las dudas de Jamie.

    – [Julia]Las personas heterosexuales sienten atracción hacia gente de distinto sexo. En realidad, «heteras» no existe.[/Julia]- aclaró al llegar frente a nosotros, me eché hacia delante, apoyando los brazos en las rodillas mientras observaba la situación. Miré a Julia sorprendido, no esperaba una respuesta tan…correcta. – [Julia]¿Qué? La vida sexual de la gente no es graciosa. Bueno, la de Henry sí porque no existe.[/Julia] – añadió como si hubiera leído la mente de todos.

    – [Leo]Debe tener las orejas ardiendo.[/Leo] – comenté. Bastante tenía Henry con la marcha de Laura, si hubiera sabido que hablaban de él se habría vuelto rojo por completo. Parecía muy vergonzoso y tímido.

    – [Julia]No será lo único que le arda, pero yo le daba.[/Julia] – entrecerré los ojos. Era increíble que al menos de palabra a Julia le gustasen casi todos los New Moondies.

    Negué con la cabeza levemente y me giré para mirar a Kay, que esbozaba una sonrisa como la mía, contenida. Julia me resultaba divertida por su desparpajo. Era digno de alabanza.

    – [Julia]¿Qué? Venga, que también os daba al resto.[/Julia] – añadió, era una suerte que los héroes estuvieran ya muy bebidos y bebidas para que no quisieran unirse a la invitación.

    – [Dante]No es ningún secreto, Julia.[/Dante] – dijo Dante, que acababa de aparecer.

    – [Julia]Ven, que te arreglo.[/Julia] – ella hizo como que iba a agarrarlo, en broma, claro, pero Dante se apartó.

    – [Dante]Lo pensaré.[/Dante] – respondió, con una sonrisa que debía usar en sus ligues nocturnos. – [Dante]Cuando no estemos en villa lobo. [/Dante] – añadió, como si le diese malas vibraciones el lugar. No podía creerle, Dante no tenía reparos para eso. Pero había desviado la mirada hacia Chloe, que fingía no estar escuchando, así que esa debía ser la razón. – [Dante]Ahora vuelvo.[/Dante] – añadió, acercándose a la menor de los MacLay.

    Vera nos miró y contuvo una risa, después fue a sentarse en una piedra cercana junto a Jaime. Vi que tenían los dedos entrelazados. Incluso de una desgracia salían cosas buenas. Julia se sentó al otro lado de Kay, pero algo más apartada.

    – [Leo]No me gustan estos héroes, he conocido músicos como ellos.[/Leo] – dije después de disfrutar de un rato de silencio junto a la persona que amaba.

    – [Kaylee]Tontos hay en todas partes, Leo.[/Kaylee]- respondió ella, mirándolos de soslayo, cantaban sus andanzas y practicaban para llevarse el mérito de la muerte de la Hidra, a la que habían arrancado varias escamas para demostrarlo.

    – [Leo]El demonio del que hablaba Abderus es nuestro Daë, estoy casi seguro.[/Leo] – confirmé. Del grupo de Selas yo era el que tenía más información de los Daë, así que Kay que era nuestra líder junto a Amy, debía saberlo. Debía decírselo también a Amy, pero estaba más taciturna de lo acostumbrado y no quería poner a prueba el reinicio de nuestra amistad.

    – [Kaylee]Es posible.[/Kaylee] – respondió ella. Había una duda razonable, pero teníamos que confiar en que no sería una casualidad haber acabado tan cerca de ese «asesino de héroes». Ahora el problema estaba en prepararle para unirse a los demás y si era como a los demás, defenderle de los agentes de Antailtire.

    Toqué con la punta de los dedos una rojez de su cuello. – [Leo]Si necesitas ayuda con eso, ya sabes.[/Leo] – dije cuando creía que nadie nos escuchaba, aunque no me habría extrañado que Julia pusiera la oreja. Noté cómo se le erizaba el vello del cuello y contuve el impulso de besarlo. – [Leo]Con la alergia.[/Leo] – puntualicé.

    – [Kaylee]Necesito que me eches crema. Mucha. Sobre todo en las tetas.[/Kaylee] – replicó riéndose. No pude evitar reír. Kay era maravillosa y su carácter era el perfecto contrapunto del mío.

    Hay cosas que te facilitan la vida y sin duda una de ellas es compartir el camino, bueno y malo, con alguien con quien ya compartes tu corazón y tu alma.

  • NO ES NECESARIO RELLENAR LOS SILENCIOS

    Vera – Selas

    Mediodía

    Jamie y yo nos alejamos del grupo en busca de algo que comer. No se me pasaba por la cabeza cazar a ningún animal, así que nuestra esperanza era encontrar agua que pudiéramos hervir para no morirnos de una diarrea y hacer unas verduras al fuego que conjuraría Kaylee. Caminamos en dirección a unas tierras cultivadas. No era lo más ético, pero teníamos hambre. Nuestra idea era coger lo justo para alimentarnos.

    Durante el trayecto, no pude evitar mirarla. Me fijé en ella, en su pelo rojizo que le caía por los hombros, en el color de su piel, en la forma en la que la toga se ajustaba a su cuerpo. Nunca había sentido nada parecido por nadie e incluso hubo en la época en la que me planteé que quizás nunca llegaría.

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  • TAN BONITA Y SEGURA DE SÍ MISMA

    Vera – Kvasir

    Mañana

    Disclaimer: este post contiene spoilers de la trama del cómic «El príncipe y la modista» de Jen Wang. Este aviso es por ti, Dioni.

    James y yo estábamos en la biblioteca de la nave anotando hechizos que más tarde practicaríamos. No es que fuera una experta en temas mágicos, pero cuando alguien necesita mi ayuda, intento poner el máximo empeño.

    La biblioteca era grande, con enormes mesas de madera y estanterías cubiertas de libros, de los cuales, muchos de ellos aún no habían sido escritos. Alguien con una alineación más caótica, se los habría leído para después publicarlos, pero no era mi caso.

    Anoté un par de hechizos más: tirer la couverture y otros tantos. Me fijé en James. Ese día, parecía con un aire más taciturno de lo habitual y su ropa, más cercana a mi época que le suya, le hacía parecer que no estaba del todo a gusto en su propia piel.

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