Moondale

Etiqueta: Jarl Vigdis

  • LA LEYENDA VANIR

    XANDER ECHOLLS

    DAGRKNOT – MAÑANA

    Mi tío había aprendido a nadar más tarde de lo que habría deseado, porque cuando lo descubrió, se dio cuenta de que ese miedo tan arraigado solo escondía un anhelo, como muchas veces pasa. Por eso desde pequeño me llevaba con Amy a la piscina a su casa para que aprendiesemos juntos. Podría haberme pasado horas en aquella piscina, simplemente nadando con libertad, y aún hoy en día, era una de las sensaciones que más relajación podían darme.

    Después llegó mi contacto con el mar, yendo de vacaciones a Merelia con mis madres, mi padre y más tarde Elle y Dante. A veces también iban algunos de mis primos y primas y sus padres. Eran buenos tiempos, pero el mar nunca fue para mí como la piscina. De pequeño me molestaba la sal en los ojos, pero me acostumbré y empezó a gustarme la playa. La orilla no implicaba muchos peligros, las costas se vigilan y para algo existen las banderas. Y sin embargo, ahí estaba el pero, bañarme en la playa me relajaba, aunque con esos términos, esas condiciones que me daban seguridad: viendo tierra, lejos de corrientes, sin tiburones y otras criaturas cerca…

    El mar en sí, y ya ni hablemos del océano, me daban bastantes reservas. Incluso un lago grande podía dármelas si era muy profundo, porque nunca jamás podrías saber lo que se ocultaba en él. Más allá de los mil metros de profundidad, no hay luz, solo oscuridad total. De los mares apenas conocemos una décima parte de las criaturas y secretos que guarda, cosas tan antiguas como la civilización humana.

    Dejando ya a un lado los miedos comunes del océano, como tiburones, ballenas y peces y cefalópodos del tamaño de camiones, alguien versado en el mundo sobrenatural tiene muchos más motivos para temerlo. Se supone que en las profundidades del océano pueden ocultarse toda clase de demonios de los que no sabemos nada y según las teorías de demonólogos famosos o de incluso mi propio tío Toph, en las zonas abisales hay muchas posibilidades de que se oculten demonios puros de los que no tenemos conocimiento. Algunos serán carcasas muertas, como los congelados en el Ártico, pero otros podrían estar muy vivos allá abajo, capaces de devorar a un gran tiburón blanco, de hacer desaparecer un submarino o de desplegar un tsunami que sumerja en sus dominios el más grande de los barcos. El Gran Agujero Azul, la Fosa de las Marianas, el Triángulo de las Bermudas o cualquiera de los doce Vórtices Viles…la lista de cosas extrañas relacionadas con ellos sería muy fácilmente explicable por la presencia de puros.

    Con todo eso en mente os podréis imaginar que desde el momento en el que me sumergí para ayudar a Owen y vi aquella insondable oscuridad salpicada de ojos fijos en nosotros, me invadió una sensación de desasosiego respecto a aquellas aguas.

    Mientras caminábamos al fin por tierra firme en aquél poblado costero en dirección a quien gobernase aquella zona, el marinero que nos había pedido unirnos a su tripulación empezó a explicarnos un poco de lo que ocurría por allí, seguramente pensando que éramos de otra parte de aquél acuático mundo, un error del que no le sacamos.

    Al parecer los demonios eran algo habitual por aquellos lares, atacando en cada oportunidad. Owen le habló de los demonios serpiente que nos habían atacado al principio y el hombre escupió en el suelo antes de responder. Al parecer aquellas criaturas se llamaban ‘Neidr’ y eran depredadores naturales de los ‘Seidr’.

    Owen, Dante y yo nos miramos y decidimos omitir el hecho de que nosotros también éramos ‘Seidr’. Ahora empezaba a cobrar sentido por qué habían ido a por Dante primero y luego a por Owen. Me generó más preocupaciones respecto al mar si cabe saber que lo que moraba en él nos buscaba.

    Ruby era la única que parecía confiada de los cuatro cuando nos presentamos en aquella gran cabaña que olía bastante mejor que alguna de las calles de la Nueva Pompeya, al parecer los vikingos se bañaban a menudo, nada raro con tanta agua cerca, pero es curioso porque en la ficción siempre parece lo contrario.

    La Jarl Vigdis era una mujer que transmitía fuerza, no sólo físicamente. Me recordaba a mis madres o a mi tía Cara y quizá eso me hizo tener mejor predisposición hacia ella. No obstante, sabía que no podíamos fiarnos de nadie.

    Pero cuando apareció tras ella su consejero, sentí una mala sensación, como si la habitación de pronto se hubiera hecho más fría y todo se hubiese vuelto más oscuro y amenazante. No debí ser el único, porque Owen miraba de manera inquieta sus afilados ojos que parecían brillar como los de aquellos seres submarinos.

    Instintivamente, hice un gesto a Owen para que tratase de ocultar todo lo posible sobre nosotros. En aquél lugar solo estaban ‘Lugh‘, ‘Solid‘, ‘Ford‘, ‘Jade‘ y ‘Edmond‘.

    La jarl y su consejero intercambiaron unas palabras que no fui capaz de entender y después la líder se dirigió a nosotros.

    – [Owen]Están preguntando quienes somos. ¿Alguna sugerencia?[/Owen] – preguntó Owen, que aún llevaba el traductor en el oído.

    Dante se encogió de hombros y disimuló delante de la jarl, que intentaba entender parte de lo que decíamos por nuestro lenguaje verbal. – [Dante]¿Dioses? ¿Aesir?[/Dante]

    – [Xander]Cuanto menos nos comprometamos, mejor.[/Xander] – intervine, componiendo una cara de póker que hiciese pensar que no teníamos nada que ocultar. Aparentemente los Seidr no eran nada raro por aquellas tierras, de hecho, eran tan comunes que hasta tenían un depredador natural que en la tierra desconocíamos, aquellos horribles Neidr. Pese a ello, era mejor no dejar clara nuestra genética. – [Xander]Di que somos guerreros, que venimos de una isla perdida en mitad del mar y por eso no hablamos su idioma, salvo tú…porque…lo que se te ocurra.[/Xander] – le sugerí. Dependíamos de la labia de Owen, así que estaba seguro en que se le ocurriría algo y parecería creíble.

    – [Owen]Le he dicho que somos guerreros de una isla que partimos en busca de nuevas tierras.[/Owen] – explicó después de decírselo a ellos.

    – [Xander]¿Cómo se llama la isla?[/Xander] – conocía a Owen, así que me imaginaba que había algún chiste oculto.

    – [Owen]La isla del oso.[/Owen] – replicó, encogiéndose de hombros. Ruby enarcó una ceja, no parecía estar del todo de acuerdo con la elección de nombre.

    – [Dante]El de los ojos chiribitas nos está mirando.[/Dante]

    – [Owen]Es el borracho del pueblo, tranquilos.[/Owen] – comentó, dirigiendo la mirada a un nórdico que debía haberse pasado media vida sumergido en alcohol. Sí, tenía los ojos haciendo chiribitas, pero no era de ese del que debía estar hablando Dante.

    – [Xander]Creo que lo dice por el consejero que lleva todo el rato sin quitarnos el ojo de encima.[/Xander] – aclaré. Orm Nystrom nos observaba desde el principio, como si sus ojos, especialmente el que no tenía la cicatriz, tratasen de navegar por nuestra alma. – [Xander]Disimula y esquiva como puedas sin decirles nada importante.[/Xander]

    – [Owen]Siempre tiene que haber un escéptico que no se cree nada.[/Owen]

    Asentí dándole la razón y Owen siguió hablando con ellos un buen rato, parando para hacernos una breve explicación a los demás. Al final quedamos en que lo que le permitía entenderles era un pequeño demonio de la zona que se colocaba en su oreja y le susurraba, curiosamente no lo dudaron demasiado y por suerte no pidieron probarlo. Al parecer llevaban generaciones con problemas con los Neidr, desde que «despertaron» algo a lo que no dieron demasiada explicación.

    Por suerte valoraban que hubiéramos sobrevivido y ayudado a los pescadores y nos iban a dar una cabaña para guarecernos de la tormenta que se acercaba mientras emprendíamos de nuevo nuestro viaje. Orm por su parte parecía más interesado en encerrarnos y Owen lo confirmó, pero no habíamos hecho mal a ninguno y Odín nos había protegido haciendo que llegáramos a salvo, así que éramos bien recibidos.

    Íbamos a preguntar por el daë, pero el consejero nos seguía dando mala espina, así que decidimos esperar e intentar sacar información a la gente del pueblo.

    – [Xander]¿Me dejas el traductor sin que se note mucho? Quiero preguntar algo sobre los seidr.[/Xander] – pregunté cuando la visita ya estaba a punto de terminar. Unas mujeres del pueblo vinieron a nuestro encuentro para llevarnos a la cabaña. Eran fuertes, no eran parte del servicio, si no guerreras. Era un aviso para que nos comportásemos.

    – [Owen] Límpialo un poco, no vayamos a pillar una otitis[/Owen]  – dijo al dármelo, de palma a palma, sin que los demás pudieran verlo bien.

    – [Xander]No me extraña que Jane y tú seáis gemelos.[/Xander] – bromeé. Pero lo limpié y me lo coloqué. Algunos murmullos que había estado escuchando empezaron a esclarecerse en mi cabeza. La Jarl Vigdis me observaba atentamente.

    – [Xander]¿Solo sois Aesir y Kvasir?[/Xander] – pregunté. Percibí que los murmullos cesaban y se generó un incómodo silencio en toda la sala. Temí haber metido la pata.

    – [Jarl]Los Jötnar tienen tanto en común con los demonios como con nosotros. En estas tierra solo hay uno, la Völva, pero más allá, en otras tierras, son más numerosos.[/Jarl] – comentó. Tradicionalmente los Seidr eran tres: Aesir, Disir y Kvasir. Cuando nació Elle, los Moondies empezaron a investigar y encontraron referencias perdidas a la raza Vanir, descendiente de aesir y kvasir, de la que poco se sabía y por el camino, supieron de otra, los Jötnar, descendientes de cualquier raza Seidr con demonios, como en el caso de mi primo Noah. Por suerte, no había venido a este viaje, porque no parecía que hubiese sido muy bien recibido. –  [Jarl]¿Alguno de vosotros es uno?[/Jarl] – preguntó. No sé si era la intención, pero sonó amenazador. Nada que tuviera que ver con demonios parecía muy bien recibido allí.

    – [Xander]No.[/Xander] – respondí crípticamente. – [Xander]¿Y Vanir?[/Xander] – esta vez no se hizo el silencio, si no que el murmullo creció. Vi caras mirarme con ira y la propia Jarl tuvo que ordenar que se hiciera el silencio. Su consejero no apartaba la mirada de mí. Volví a ver sus ojos centellear.

    – [Jarl]No sé de qué tierra venís, pero aquí hay preguntas que es mejor no hacer.[/Jarl] – sentenció. – [Jarl]Será mejor que descanséis.[/Jarl] – espetó. Las guerreras nos escoltaron hasta nuestras cabañas y la conversación terminó así, en el aire.

    La casa a la que nos llevaron no estaba mal. Era de madera casi en su totalidad, tanto que decidimos prescindir de los leños que había en la entrada para calentar la chimenea, con miedo a que terminase ardiendo todo.

    Cada uno aprovechó para comer algo de lo que nos habían dejado allí y asearnos. Cuando la noche empezó a caer, una muchacha joven entró y encendió la chimenea antes de ponerse a limpiar el suelo de la entrada. Parecía demasiado pequeña para estar haciendo eso y su ropa desvencijada me hizo pensar que era una esclava, o como las llamaban allí, una thral.

    – [Xander]No hace falta que hagas eso. Está todo limpio.[/Xander] – dije apartándome de la conversación de los demás. No quise sospechar de la muchacha, pero era extraño que viniese a limpiar en mitad de la noche. Fuera cual fuese el motivo, no iba a estar cómodo viendo a una esclava destrozarse las rodillas delante de mí.

    – [b]Es mi trabajo[/b].- respondió.

    – [Xander]Aun así. En el lugar del que vengo no hay esclavos.[/Xander] – aclaré. – [Xander]Nosotros podemos limpiar lo que ensuciemos.[/Xander]

    – [b]No es posible[/b].- alzó la mirada y sus ojos celeste se fijaron en mí.

    Ella siguió limpiando y la observé durante unos minutos. Tenía las manos encallecidas de tanto trabajar y apenas sería mayor de edad. Cansado, cogí uno de los trapos que tenía en el cubo y me puse a fregar a su lado.

    – [b]Eso…no está bien[/b].- susurró. Miró a todas partes pero los demás no podían verla y afuera no se veía a nadie.

    – [Xander]Entiendo que tenéis vuestras costumbres, pero yo no te voy a tratar como a una esclava.[/Xander] – dije con firmeza.

    Seguimos un largo rato en silencio. Aquello era más duro de lo que parecía y la chica era concienzuda. Al cabo de un rato, me quedó claro qué la había llevado allí a aquellas horas de la noche.

    – [b]Mi bisabuelo…era Vanir[/b].

    – [Xander]¿Por eso eres esclava?[/Xander] – pregunté, con el resto de cuestiones agolpándose en mi mente.

    Ella asintió. Entendía que allí ser Vanir era más que un crimen menor, pero no podía entender los motivos.

    – [Xander]¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué no se puede ni mencionar a los Vanir?[/Xander]

    – [b]Se volvió…loco[/b].- su mirada transmitía un miedo terrible.

    – [Xander]¿Loco?[/Xander] – pregunté. Por lo que habíamos averiguado, Elle era físicamente igual o superior a las Kvasir, pero tenía una relación con la magia diferente. Diana había dicho que Elle tenía una conexión innata con ella, pero nunca habíamos llegado a ver nada, era una incógnita.

    – [b]No quiero hablar de eso[/b].

    – [Xander]Necesito saberlo. Es muy importante. Por favor.[/Xander] – le pedí. No me gustaba ponerla en esa situación, pero era de Elle de quien estábamos hablando.

    La chica se levantó e hizo como que limpiaba la puerta de la entrada para cerrarla. Entonces me miró, estaba sonrojada y por un momento me sentí incómodo con la situación. Por mi mente solo pasaba la idea de hablar con Jane.

    – [b]Pareces digno de confianza[/b].

    – [Xander]Puedes confiar en mí. Mi hermana es una Vanir.[/Xander] – ella dirigió una mirada a Ruby, que nos miraba, extrañada. – [Xander]No, no es ella, no está aquí.[/Xander] – aclaré. Era un riesgo desvelar más información sobre nosotros, todo podía ser una trampa, pero la intuición me decía que podía confiar en esa chica.

    – [b]Era un héroe. Tenía tanto poder…[/b]- dijo para sí, pensativa.

    – [Xander]¿Qué clase de poder?[/Xander] – pregunté.

    – [b]Magia[/b].- soltó ella.

    Asentí, forzándome a controlar mi preocupación. – [Xander]¿Qué pasó después?[/Xander]

    – [b]La magia hizo que se corrompiera[/b].- me miró y de nuevo el miedo se instaló en sus ojos.

    – [Xander]¿Tan grave fue? Puedes contármelo.[/Xander] – la animé. Por mi mente pasaban mis propios miedos, todos ellos relacionados con lo que podía pasar a mi pobre hermana. Ellie siempre había sido tan inocente y tan buena que no podía si no maldecir que le hubiera tocado estar pendiente de un legado así.

    – [b]Despertó a los Neidr, que llevaban miles de años durmiendo en las profundidades y…se alió con ellos…[/b]- se cubrió la cara, avergonzada y aterrada.- [b]No quiero hablar de esto, por favor…[/b] – negó con la cabeza.

    – [Xander]No pasa nada. Pero si quieres contármelo, puede que ayude a mi hermana.[/Xander]

    – [b]Pasaron los años y los Neidr…hicieron honor a su leyenda: traicionaron a mi bisabuelo y lo encadenaron de por vida bajo el océano para alimentarse de su magia[/b]. – sentenció.

    Estaba preocupado por Elle y las implicaciones que podía tener todo aquello. Hasta el momento habíamos vivido apartados de la lucha, pero ahora estábamos de lleno inmersos en una lucha por salvar el mundo y salvarnos a nosotros mismos, una lucha que podía desatar perfectamente la clase de poderes de los que hablaba esa chica. – [Xander]Gracias por contármelo. No me has dicho tu nombre.[/Xander]

    – [b]Antje[/b].- susurró.

    – [Xander]Gracias Antje. Yo soy Xander.[/Xander] – decidí no mentirle con mi nombre, porque ella había sacado la valentía de hablarme a mí de su legado oscuro. – [Xander]Una cosa más. ¿Conoces a un hombre llamado Alastair? Creo que lo apodan «El Azul» porque tiene el pelo azul oscuro.[/Xander] – pregunté, por probar suerte, quizá siendo de la clase social más baja Antje pudiese enterarse y ver cosas que otros no esperasen.

    Por desgracia negó con la cabeza, aunque no me sorprendió que no lo supiera.

    – [Xander]De todas formas, muchas gracias. Me aseguraré de que mi hermana esté a salvo.[/Xander] – le prometí, esperando que si lo decía en voz alta, yo mismo llegase a creérmelo.

    Antje sonrió y terminó de limpiar antes de irse.

    Mientras me reunía con el resto para cenar, no dejaba de pensar en ese héroe Vanir corrupto por su propia magia. No podía creer que a Elle pudiera corromperla nada, pero ahora estábamos sueltos en un mundo desconocido y agresivo. Me vino a la cabeza la historia de la tía Diana, su propia «saga del Fénix Oscuro», como la había bautizado en base a la de los cómics. La magia la había corrompido y para purgarse de ella tuvo que renacer. Pero no todo el mundo era el Fénix y podía volver a alzarse de sus cenizas.

    Aquella noche me costó conciliar el sueño. No dejaba de ver a mi hermana encadenada en las aguas más profundas, abriendo unos ojos negros como la noche cuando sentía que la observaba.

  • LOS PELIGROS DE LOS MUNDOS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALANTIS

    NOCHE

     

    Después de dos horas conduciendo, la radio de aquél Cadillac Sedan DeVille de 1962 color turquesa empezó a tener problemas para sintonizar con la emisora.

    Elle trató de arreglarlo, esperando que eso consiguiera mantener despiertos al resto de sus acompañantes, que intentaban sobrellevar el viaje sin destino conocido. Sin apartar los ojos de la carretera trató de mover la rueda, pero viendo que se estaba distrayendo, Idris colocó la mano sobre la suya y se encargó de hacerlo. Elle se sentía culpable, el viaje había empezado bien pero no tardaron en darse cuenta de que aquél mundo era desconocido y apenas tenían referencias de a dónde dirigirse.

    Al cabo de un rato empezó a escucharse ‘I Want to Hold Your Hand’ de los Beatles. Idris dirigió una mirada a Elle y en el asiento trasero Jane confirmó que aquella canción era de 1964, acababan de cambiar de época. Unas cuantas canciones más tarde, entretenidos adivinando de que año eran, supieron que estaban en los años 60.

    La Vanir sonrió y continuó un poco más, en dirección a un motel que se veía más adelante. Idris le devolvió la sonrisa, guardándose para sí mismo a qué altura de los 60 aparecerían. En aquella tumultuosa década se había derogado la segregación pública y las mujeres y los negros tenían algunos derechos más, pero de lo que decía la ley a lo que hiciera la gente, había un gran trecho. Ese mismo año habían muerto también Malcolm X y Martin Luther King y Estados Unidos tenía muchos frentes pendientes tanto en Vietnam, como con los misiles de Cuba. Costaba creer que la misma civilización que tardase tanto en aceptar que una persona negra era como ellos terminase en la Luna ese mismo año.

     

     

     


    KARNAK – GRUPO I

    TARDE

    Tras atravesar la brillante y ostentosa Ciudad de los Dioses, Mike, Niall y Sophie llegaron a la plaza que les había dicho el hombre. Allí había personas de todo tipo reunidas, observando frutas frescas de un poblado mercado, bebiendo cerveza y charlando entre sí.

    Quizá era aventurado decir que eran todo personas, humanoides habría sido el término correcto, pero sin duda, sobrenaturales les habría englobado. Entre gentes de aspecto normal de la época había lo que parecían todo tipo de teriántropos. Personas felinas como Mike, personas pájaro como Niall, personas lobo, personas cocodrilo, personas chacal, personas carnero, incluso personas hipopótamo. Se veían también enanos, unos espeluznantes seres escarabajo y personas con parte del cuerpo cubierto de plantas o minerales.

    Sorprendidos, trataron de mezclarse entre ellos, forzándose a no hablar solo con los de aspecto más humano. Tras un rato, los recibió una mujer vestida con lino transparente que dejaba adivinar toda su anatomía. No les extrañó demasiado, entre aquellos «dioses» teriántropos, se veían cambios de forma y al parecer habían optado por prescindir de gran parte de la ropa antes de romperla.

    – [b]Bienvenidos mis señores. [/b] – les recibió haciendo una gran reverencia. Después se giró hacia Sophie. – [b]Sacerdotisa.[/b] – saludó, dejando ver que sabían acerca de ellos. Su reverencia no la puso a menor altura que Sophie, aquella mujer debía ser también sacerdotisa de alguien.

    Después de una introducción rápida, ellos solo querían librarse y preguntar por la Daë al resto de dioses, pero la sacerdotisa les condujo a una especie de templo vacío. Allí una oleada de hombres y mujeres les engalanaron y agasajaron, dando a cada uno sus propios aposentos.


    KARNAK – GRUPO II

    TARDE

    Nate y Zahra esperaron cerca de la entrada de la Ciudad de los Dioses, confiando en que los demás no tardarían demasiado. Cansados, dieron una breve vuelta por los alrededores, sin perder de vista el arco, pero observando en busca de otro tipo de pistas que les pudieran conducir a la Daë.

    No se dieron cuenta hasta después de un poco de que les estaban siguiendo. Trataron de perder de vista a los guerreros, pero pronto vieron que no serían capaces. Un grupo de cuatro mujeres armadas con lanzas les cortó el paso. Llevaban el pelo completamente rapado y todas tenían la misma marca dorada rodeando el ojo izquierdo. Nate no necesitó darse la vuelta para saber que tenían más detrás de ellos.

    – [b]Acompañadnos. La gran diosa Hathor os busca.[/b] – Nate y Zahra se sorprendieron de que hablasen en su lengua y meditaron brevemente sus opciones, aunque por desgracia, no tenían ninguna.

    Caminaron tras ellas. Pensaban que les conducirían por el arco de entrada a la Ciudad de los Dioses, pero en su lugar se dirigieron hacia un enorme palacio de mármol que parecía una ciudad en miniatura, situado entre dos de las mayores pirámides y coronado por una enorme estatua dorada.

    Pese a que las guerreras no hablaban demasiado, consiguieron que les sacaran de su error. No iban a ver a una de las diosas, iban a ver a la diosa regente, la que ostentaba la soberanía de todas aquellas tierras y, según contaba la historia de Na’amah, una demonio pura.


    DAGRKNOT

    MAÑANA

    Tras horas remando, con los brazos entumecidos por el esfuerzo físico y el frío, llegaron a la costa. Los vikingos con los que habían viajado todo ese tiempo les pidieron que les acompañaran para presentar sus respetos a la Jarl Vigdis, dar las malas noticias de los que habían muerto y las bendiciones a los que habían matado a sus asesinos.

    Por el camino, aún muertos de frío por la humedad de sus ropas, cruzaron varias granjas llenas de trabajadores. Aquel asentamiento parecía tranquilo, los niños corrían mientras sus madres les llamaban, pero cuando se acercaron más a la ciudad empezaron a ver a hombres y mujeres adultos luchando entre si con ferocidad, armados de hachas y espadas. El marinero les explicó que los poblados rara vez crecían demasiado en aquellos tiempos, los monstruos marinos atacaban sin cesar saliendo de las profundidades de aquellos insondables océanos.

    Estaban entrenando, quien sabe si para su próximo asalto o para defenderse. Continuaron hasta la cabaña más imponente, ubicada en el centro mismo del poblado. Dentro les esperaba la Jarl Vigdis. A su lado, un hombre les observaba fijamente. Era el consejero de la Jarl, un sabio profeta conocido por sus brebajes que había llegado a ellos cuando más lo necesitaban, para protegerles de los monstruos. Por lo que dijeron, esas serpientes marinas monstruosas habían acabado ya con muchos barcos ‘Neidr’ les llamaban, los asesinos de los ‘Seidr’.

    El grupo no quiso desvelar que ellos también eran ‘Seidr’ en su mayoría. El hombre, ‘Orm Nystrom’  les observó y sus ojos emitieron un destello rojizo. Sus pupilas eran alargadas, como las de una serpiente y Owen sintió un escalofrío recordando a aquellas criaturas de debajo del agua.


    ARTISAN

    NOCHE

    El equipo de Artisan esperó, alejada de la parada de aquél extraño tren que parecía moverse más rápido de lo que se suponía para la época. El joven no salió hasta el ocaso y para entonces el grupo ya había contado todas las piedras de la fuente en la que se habían sentado y había observado todos los detalles de aquél tren adelantado a su época, por no mencionar improperios y guarrerías de todo tipo.

    Cuando le vieron salir se pusieron en pie y le siguieron desde lejos, pensando cómo acercarse a él sin asustarse. Después de un rato caminando vieron que el chico atajaba por un callejón y cinco figuras con mal aspecto le seguían.

    Apuraron el paso y no tardaron en escuchar los quejidos del chico. Vieron que estaba tirado en el suelo y uno de los hombres le golpeaba.

    Amy MacLeod dirigió una mirada a Leo Arkkan, lista para transformarse y dejar salir toda su justicia animal.

    – [Kaylee]Largo de aquí.[/Kaylee]- dijo Kaylee, revelando su presencia. El matón que estaba golpeando al muchacho se giró hacia ellos y se acercó. Ya estaban tan cerca que se podían contar los dientes podridos que tenía.

    – [b]Vaya, el viejo Barnes usó más la polla de lo que nos dijeron.[/b] – dijo aquél tipo, dirigiendo una mirada a Kaylee que le revolvió el estómago.  – [b]Con vosotras nos vamos a divertir más. Tengo ganas de ver si el pelo de abajo también es naranja.[/b]

    – [Amy]Encima de ladrón, violador.[/Amy]- espetó Amy, que no estaba dispuesta a aguantarlo más. Se quitó la chaqueta del traje y al ver su camisa holgada los matones rieron dándose cuenta de que era una mujer. Lo que no esperaban es que se transformase a una forma intermedia, mostrando unos dientes y garras afilados.-[Amy] Te voy a sacar los intestinos por la boca, escoria.[/Amy]- su voz gutural resonó en el callejón y alguno de los matones hubiera huido de haber tenido tiempo.

    Amy se balanzó como una bestia sobre ellos, rasgando carne y sembrando el pánico. No iba a matar a aquellos tipos por horribles que fueran, pero contaba a su favor con el hecho de que ellos no lo sabían.

    Leo se acercó a ella y dejó que el lobo saliese, también en una forma intermedia.  – [Leo]Me has dado ganas de hacer lo mismo.[/Leo] – sentenció. Se unió a Amy y ambos acabaron rápidamente con casi todos sin ningún esfuerzo. Resultaba extraño ver a aquellos dos licántropos enfundados en traje salvando la vida a aquél muchacho.

    – [Kaylee]Eh, no seáis avariciosos.[/Kaylee]- se quejó Kaylee. Murmuró unas palabras y a su lado unas esferas de luz pura rodearon a uno de ellos y empezaron a picarle, como avispas. Su tío Ed habría estado orgulloso.

    Finalmente los matones se levantaron como pudieron y echaron a correr, dejándose atrás unos a otros. James se incorporó usando las manos para alzarse. Su mirada se había quedado fija en Kaylee después de verla conjurar aquellos seres. Amy y Leo se acercaron a ellos, ya en su aspecto humano. Amy volvió a colocarse con cuidado la chaqueta.

    Vera se agachó al lado de James y le puso una mano en el rostro. – [Vera]¿Te han hecho daño?[/Vera] – le preguntó al joven. La muchacha se sorprendió de que sus dientes parecieran sanos y oliese a jabón.

    El joven pelirrojo tenía un corte sangrante en la mejilla y se aferraba el torso allí donde le habían pateado, pero no notaba nada grave. – [James]Me pondré bien.[/James] – dijo, colocándose a gatas para recoger un par de libros y una libreta cuyas hojas se habían esparcido por el suelo. Kaylee, esperando ayudar, pronunció unas palabras e hizo que los papeles se volviesen a colocar en la libreta, que James contempló, atónito.  – [James]Eso…¿eso que has hecho es?[/James] – preguntó.

    – [Kaylee]Magia.[/Kaylee]- respondió ella, sonriendo.

    James la observaba como si no hubiese visto nada igual en la vida. Amy carraspeó, impaciente. – [James]¿Qué…qué queréis?[/James] – añadió al cabo de un rato, preocupado. Miró a Vera, que horas antes de que le atacasen, buscando dañar a su padre, le había preguntado por él.

    – [Amy]Encontrar a Barnes.[/Amy]- confirmó la mujer loba. Se apartó un poco, valorando sus opciones. No tenía nada que hacer.

    – [James]¿Estáis con…ellos?[/James] – su boca parecía ir por delante de sí mismo, preguntando obviedades. Aquellas personas parecían de alta cuna, sus ropas, sus dientes y su aspecto no eran de trabajadores ni de gente pobre, pero tampoco parecían de por allí, hablaban inglés pero sonaba muy distinto al que él hablaba. No parecía que estuvieran con los otros por cómo les habían atacado, pero de la misma forma, buscaban a su padre.


    TERRA – GRUPO I

    MAÑANA

    El grupo de Terra salió del portal de teletransporte a gran velocidad. Se llevaron un buen golpe contra la tierra, pero todos parecían estar bien. Cuando consiguió ponerse en pie, Henry comprobó que no se hubiera hecho ningún rasguño, por lo general para él habría sido un problema, pero en aquél lugar, más. Era una suerte que los trajes les hubieran protegido.

    Ayudó a levantarse a Julia y vieron que Lekwaa estaba inconsciente pero vivo. Henry recordó lo que había pasado. La bomba había caído sobre ellos mientras se teletransportaban y parte de la energía liberada en la explosión se había colado a través del portal, golpeando a Ezra y sacándolo de la corriente espacial.

    Mientras caminaban, alejándose de aquella zona yerma, Henry sacó su InfiniBand modificada para comprobar la radiación de los tres. Le alivió ver que no tenían valores fuera de lo común, eso significaba que la bomba no era nuclear y que Ezra, por su condición de licántropo, habría sobrevivido, aunque no supiera dónde habría acabado. Si hubiera tenido tiempo habría tratado de extrapolar el tiempo de viaje para saber más o menos su posición, pero lo mejor que tenía por el momento era la idea de que tenía que estar en algún lugar entre la ciudad de antes y donde sea que estuviesen ahora.

    Continuaron caminando y llegaron a una pradera con zonas yermas donde la tierra y el barro eran prácticamente lo único visible. Había humo y restos de metal. A medida que se acercaron vieron que también había cuerpos humanos, vestidos como soldados, aún con el arma cerca.

    No habían visto las trincheras y para cuando lo hicieron, varios soldado les estaban rodeando y apuntando con sus armas. Se fijaron en sus trajes, la bandera cosida en ellos no se parecía en nada a la que habían visto en los uniformes de la ciudad anterior. Estaban en el bando opuesto de la guerra.


    TERRA – GRUPO II

    NOCHE

    A Ezra le costó abrir los ojos. Estaba cansado y dolorido. Parecía que le hubiera caído una bomba encima, pero estaba vivo.

    Cuando por fin pudo ver lo que había a su alrededor, vio una enfermería con camas de metal, sábanas blancas y aparatos médicos que le sonaron a otra época.

    – [b]¿Ya estás despierto?[/b]- la voz provenía de una mujer de mediana edad y rasgos afilados, que iba ataviada con un uniforme de enfermera que le pareció bastante antiguo.

    El chico asintió y echó un vistazo rápido para ver qué día era, pero no encontró ninguna referencia.- [Ezra]¿Qué…día es hoy?[/Ezra]- preguntó con dificultad.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando[/b].- la enfermera descorrió las cortinas y el mayor de los Maclay pudo ver cómo caían los copos de nieve en los alrededores del palacio.


    NARA

    MAÑANA

    Noah estaba inconsciente apoyado en el árbol, aún en su forma Rakkthathor. No se había dado cuenta antes de perder el conocimiento, pero su cuerpo había chocado violentamente contra varios árboles, arrancándolos de cuajo, hasta caer allí tendido.

    Cole, Lexie, Bowie y Laura se pusieron en pie, magullados pero a salvo, el velocista se había llevado toda la fuerza del golpe. No tenían forma rápida de salir de allí sin Noah y además, en esa forma, pesaba demasiado como para arrastrarlo.

    El ser que se había colocado delante de él, haciendo que chocasen miró al grupo de cuatro y sus ojos se iluminaron. Una pérfida sonrisa de dientes afilados se instaló en su boca inhumana.

    Retrocedieron hasta formar un semicírculo alrededor de Noah, sin saber qué hacer. Podían intentar luchar contra aquél ser, pero aunque la Kvasir estaba muy equipada, carecía de armamento y eso les dejaba con pocas opciones de lucha.

    De entre la niebla empezaron a surgir otros espectros, tan espeluznantes como los anteriores, con caras alargadas y bocas en las que cabía casi una persona, con brazos largos y ojos negros como el azabache, espectros y demonios salidos de la pura oscuridad.

    Lexie se preparó, pero sus visiones no conseguirían sacarlos de allí. Como tanuki podría intentar escapar, pero eso la haría dejar a los otros atrás. Laura valoró usar su poder, pero no sabía controlarlo y aunque supiera, ¿cómo haces daño a un fantasma?. Cole por su parte trató de conseguir fuerzas del sol, pero aquél bosque era demasiado frondoso y la niebla, que no parecía natural, absorbía el calor antes de que llegase a él. Ni siquiera las habilidades de Bowie estaban a punto como para enfrentarse a ellos.

    Los seres del bosque se acercaron más a ellos. Veían cada uno de sus horrendos rasgos. Uno de ellos chilló de forma inhumana, listo para atacar. Se prepararon pero entonces no pasó nada, el ser no se movió. Cayó al suelo y se desvaneció en una neblina.

    Una figura estaba de pie tras el cuerpo, enfundada en una armadura de samurai completa, incluso el rostro. Su espada cortó a través de los espectros y seres que les rodeaban, pero a ese filo se unieron ocho más.

    Los espectros caían presas de sus armas y muchos se reagrupaban, dirigiendo una mirada de odio antes de marcharse al cobijo de aquél enorme bosque. Aun así eran muchos para todos aquellos samurai. El combate era desigual, así que uno de ellos hizo sonar varias veces una campana y cuando se detuvo, ya no quedaba rastro de los seres, todos habían huido.