Moondale

Etiqueta: Kaylee MacLeod

  • EL PUTO FÉNIX

    Kaylee – Gwyddon

    Noche

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

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  • COMO SI QUISIERA HACERLO

    Kaylee – Kvasir

    Mañana

    No estaba pasando mi mejor etapa. Me había despertado más tarde que la mayoría y después de un desayuno muy poco sano, me había tumbado en el sofá a ver One Tree Hill en InfiniTV en una tablet de la nave. Estaba llevando bastante mal que el maldito Lucas hiciera sufrir a Brooke cuando Leo apareció y me quité los auriculares.- [Leo]¿Te apetece que hagamos algo?[/Leo] – me preguntó con el pelo mojado por la ducha reciente tras el ejercicio. Ojalá yo hubiera tenido su fuerza de voluntad de hacer ejercicio al amanecer sin vomitar el desayuno.7

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  • REENCUENTRO EN LA KVASIR PARTE I

    Jane – Kvasir

    Noche

    Cuando los tratos terminaron, Caitriona tuvo el detalle de dejarnos en la puerta de la nave. Fuimos apareciendo con segundos de diferencia y sentí un alivio enorme al ver a la imponente Kvasir frente a mí.

    Nunca habría pensado que un cielo nocturno permanente me produciría semejante sensación de paz, pero así fue.- [Xander]¿Estáis todos bien?[/Xander].- el primero que habló fue Alexander. No sabía si era su genética de Echolls o parte de su personalidad, pero no disimulaba que tenía aspiraciones de líder del grupo. Y había algo en eso que me molestaba. Quizás porque yo también quería lo mismo, aunque en mi cabeza compartía el liderazgo con Ellie.

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  • LA MALDICIÓN ECHOLLS

    Kaylee – Bosque del Crepúsculo

    ¿Tarde?

    Ezra y yo habíamos hablado poco. No era un tío de palabra fácil y su pasado traumático, tan cercano que era casi su presente, le hacían un interlocutor difícil. Con estas líneas parece que me caía mal, pero no hay nada más lejano a la realidad. Me caía bien. El problema es que tenía tantos muros construidos a su alrededor, que no tenía tiempo ni ganas de derribarlos todos.

    Bastante esfuerzo me costaba ya mantener la boca cerrada para no comerme todo lo que había en la nevera de la nave. «La maldición MacLeod» le llamaba yo a eso. Los nervios me daban hambre y con el poco movimiento que teníamos, me estaba poniendo más curvilínea de lo que me habría gustado. Leo decía estaba estupenda, pero mis vaqueros de antes de la nave no opinaban lo mismo.

    Repasé la habitación cochambrosa una vez más: una cama maltrecha, paredes de piedra mal pintadas, una palangana para hacer mis necesidades (SOCORRO) y unos grilletes en la pared. Apostaba la casa de mi familia a que llevaba sin limpiar desde hacía una buena temporada. Por eso evitaba sentarme sobre la cama, pero es que el suelo tampoco era muy buena opción. Si hubiera tenido agua, me habría puesto a limpiar, pero no podía conjurar nada. Mi magia estaba desconectada. Allí dentro era poco menos que una chica cualquiera y eso me incomodaba, pero preferí desterrar ese pensamiento para no entrar en un bucle que me perjudicase.

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  • POCAS COSAS SE LE RESISTEN A UNA MACLEOD

    Kaylee – Nave

    Mañana

    Creía que lo estaba disimulando mejor, pero aún me duraba el cabreo con Dante. Me parecía una postura tan egoísta la de decidir marcharse cuando no habíamos conseguido nada, que si hubiera podido, le habría montado un buen pollo. El problema era, que a pesar de tener la vena impulsiva de mi madre, seguía siendo una MacLeod y la mayor parte de las veces me callaba por no liarla o al menos, lo intentaba.

    – [Leo]¿Qué te ha pasado?[/Leo] – Leo estaba sentado en lo que denominábamos «el salón» rasgueando las cuerdas de una guitarra que le había conseguido Lexie. El sonido aún no era una canción, sino unos acordes que parecían ir encajando, pero si Leo te cantaba la sintonía del Partido Popular, te acababa pareciendo un temazo.

    – [Kaylee]Dante, que es idiota[/Kaylee].- resumí sentándome a su lado. El maldito Leo, que hasta con una camiseta de Coca Cola Espacial y unos vaqueros desgastados parecía un maldito A(b)donis .- [Kaylee]Pero bueno, después he estado hablando con Amy y me ha ido mejor[/Kaylee].

    – [Leo]¿Qué ha hecho ahora?[/Leo]- hizo ademán de dejar la guitarra a un lado, pero le invité a seguir tocándola. Había algo muy sexy en la forma en la que rasgueaba las cuerdas. Si podía sacar algo agradable de unas tiras de bronce, imaginad lo que podía hacer con mi…kiwi.

    – [Kaylee]Dante quiere volver a la Tierra y ha encontrado a un tío que puede conseguirlo[/Kaylee].- resumí.

    – [Leo]Ah, sí, Noah me lo ha contado antes. Va a ayudar a Lexie a irse.[/Leo] – le vi tachar algo en una libreta de pentagramas, rectificarlo y volver a tocar. – [Leo]Déjalo, él sabrá. Conociéndolo cuanto más le digas más lo empujarás a esa dirección.[/Leo]

    – [Kaylee]No me parece justo[/Kaylee].- quise ver qué canción tenía a medias en aquella libreta, pero la cerró con misterio y ahora sí, dejó la guitarra de lado.

    – [Leo]Ya.[/Leo] – me miró y me abrazó. Fue una de esas cosas en las que se notaba que era un Arkkan: lo mismo se paseaba en pelotas que te plantaba un abrazo que te dejaba sin aliento.

    – [Kaylee]¿Tú vas a volver?[/Kaylee]- pregunté pasando la nariz por su cuello y subiendo hasta el lóbulo de su oreja.

    – [Leo]No, yo ya he cumplido mi cupo de huidas.[/Leo]- susurró a mi oído y noté una descarga de electricidad que me recorrió de pies a cabeza.

    – [Kaylee]Tendremos que ver cuántos se van y ver si podemos con todo[/Kaylee].- suspiré cuando nos separamos y vi cómo sus manos iban en dirección a mi cara.- [Leo]Ya verás cómo podemos.[/Leo] – tras eso, me besó. Fue un beso rápido y (tristemente) sin lengua.

    – [Kaylee]Dante no te cae muy bien, ¿no?[/Kaylee]-  sonreí recordando el día en el que casi nos liamos, pero apareció él y nos jorobó el invento.

    – [Leo]No podemos ser todos los mejores amigos. Dante y yo podemos coexistir pero no creo que lleguemos a ser muy cercanos nunca.[/Leo] -en el fondo, tenía la sensación de que se caían mal porque eran bastante parecidos. Los dos lidiaban con la oscuridad y los sentimientos de la misma forma: haciendo como si no existieran, pero no quería decírselo.

    – [Kaylee]Desde luego, eres sincero[/Kaylee].

    – [Leo]Algo bueno tenía que tener.[/Leo] – Leo rio y me reí con él.

    – [Kaylee]Es verdad, tienes solo una virtud en la vida y encima eres tan feo…[/Kaylee]- fingí un bostezo.

    – [Leo]Si te aburres, acepto sugerencias.[/Leo] – se acercó mucho y me besó en el cuello.

    – [Kaylee]Se me ha ocurrido una idea, pero tienes que parar porque estoy empezando a pensar con la chocha en vez con la cabeza[/Kaylee].

    – [Leo]Soy todo oídos.[/Leo]- se apartó.

    – [Kaylee]Podíamos cambiar a la gente de habitación[/Kaylee]

    – [Leo]¿Con palabras o con magia?[/Leo]

    – [Kaylee]Magia[/Kaylee].- chasqueé la lengua.

    – [Leo]Una parte de mi te diría que no podemos decidir por los demás, pero me encanta verte cuando haces magia.[/Leo] -admitió.

    – [Kaylee]Ayúdame a emparejar a la gente[/Kaylee].- le robé la libreta de pentagramas y empecé a escribir en una de las tapas de cartón blando.

    – [Leo]Tú y yo. Eso está claro.[/Leo] – enumeró. – [Leo]Noah y Lexie, aunque si se va esta tarde no sé como funcionará.[/Leo]

    – [Kaylee]Hay que hacerlo ya[/Kaylee].-  me llevé el lápiz a los labios y vi cómo él esbozaba una sonrisa que decía «sexo» sin palabras.- [Kaylee]Que se queden inconscientes y se despierten en parejas[/Kaylee].

    – [Leo]Venga, con tanta tensión seguro que se agradece un cambio.[/Leo] – me animó y le envié un mensaje a Sophie por los altavoces de la nave para que se reuniera conmigo.

    Teníamos mucho que hacer y poco tiempo antes de que se fueran, pero pocas cosas se le resisten a una MacLeod. Y si no, que se lo digan a Leo 😉

  • LAS CARTAS SOBRE LA MESA

    Amy – Nave

    Mañana

    Había sido una noche en blanco y me desperté como si me hubieran pegado una paliza. Mi condición de licántropa me hacía resistente, pero cuando se acumulaban las noches sin dormir, el cansancio empezaba a hacer mella. Salí de la habitación como una autómata en dirección a la cocina. ¿Mi misión? Bañarme en un cubo de café y mordisquear un par de galletas con desgana. La depresión, esa que nunca me había abandonado del todo, me forzaba a veces a coquetear con los trastornos alimenticios. No es algo de lo que esté orgullosa, pero este es mi diario y solo puedo decir la verdad y nada más que la verdad.

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  • AL MÁS PURO ESTILO LOUNA

    Lexie – Nave

    Noche

    Nos encontramos con el otro grupo en el pasillo central de la Nave, el que conectaba con lo que esta gente llamaba «La Sala Común». A mí eso me sonaba a Harry Potter. Creo que le tenía manía a esa saga por culpa de Idris. Una vez, cuando teníamos once años, aparecí con el primer libro debajo del brazo y aquí mi colega se puso a decirme: «¿ese es el libro del puñado de blancos heteronormativos que salvan el mundo de un malo sin nariz?»

    Me dolió, para qué vamos a negarlo ahora. La mitad de las palabras que me dijo no me sonaron a nada, , pero Idris era mi modelo a seguir. Acabé donando el libro a una tienda que compraba cosas de segunda mano y me olvidé del mago inglés para siempre.

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  • ALGO PRODUCTIVO

    Kaylee – Nave

    Mediodía

    Aunque hubiera cambiado de cuerpo, seguía estando en mi cabeza. Todos los miedos, inseguridades y preocupaciones seguían estando dentro de mí. Daba igual que ahora tuviera barba y midiera veinte centímetros más. Al menos, no me picaba el hombro.

    No es que estuviera cómoda con el cambio, pero la otra opción era dejarme llevar por el pánico, cosa que me daba bastante bien.

    Cole y yo nos habíamos quedado en la cocina. Hablar con él era agradable, porque era un tío muy zen y liberado de prejuicios. No era lo que una esperaría de un hijo de Logan Villiers, pero la vida a veces nos daba sorpresas.

    – [Noah]¿Se puede?[/Noah] – Noah, con el cuerpo de Leo, dio un par de golpes en la piedra de granito gris claro de la isla de la cocina.

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  • CONSEJOS AMOROSOS

    Amy – Artisan

    Noche

    Tumbada en la cama de aquella habitación de decoración escasa, las primeras notas de ‘Sister Golden Hair’ se dibujaron en mi mente. Echaba de menos una canción de dentro de doscientos años y que puede que en este mundo jamás existiese. Me sentía como cuando estaba enamorada de la idea que me había formado de Leo en mi cabeza, mientras que el de verdad estaba más concentrado en ser una estrella que en ser mi amigo.

    Por suerte, el problema había dejado de ser Leo y, aunque el jarrón se había roto y hecho trizas, al menos, habíamos podido pegarlo lo suficiente como para que aguantase. Nunca iba a ser lo mismo, quizás más por mi parte que por la suya, pero habíamos conseguido estar en la misma misión sin discutir.

    También estaba lo otro. El botón rojo que decía «no tocar». El museo en el que no se pueden hacer fotos. El cigarrillo en el patio del instituto. El cliché de enamorarte de quien menos te conviene. En mi caso, no era amor. Por si se os ha pasado por la cabeza. Estaba todavía convaleciente de haber hecho el gilipollas durante demasiado tiempo, pero en cualquier otra circunstancia me habría enrollado con Owen.

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