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  • EL CABALLERO Y LA BRUJA

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Desde el momento en el que me desperté en aquella cabaña supe que algo no iba bien. Tras la ventana se apreciaba un bosque que se perdía en el horizonte, pero tanto mis sentidos agudizados como el hecho de haber vivido toda mi vida en un bosque, me hacían sentir que aquél no era uno normal. Guardaba secretos y olía a magia en todas partes, pero no una magia melódica y apasionada como la que surgía de Kaylee, si no una más profunda y ancestral, la clase de magia que puede cambiar el mundo.

    – [Leo]¿Donde está Kaylee? ¿Y Noah?¿Donde están los demás?[/Leo] – pregunté cuando vi a esa mujer cruzar la puerta de entrada. Imaginé lo que me habrían dicho los otros, que tenía delante a alguien que no conocía y mi mejor oportunidad era ser cauto y agradable para jugar mejor mis cartas. Pero a mi nunca me había gustado el póker o los juegos de mesa basados en engaños, prefería ser directo.

    – [Caitriona]Hola, Leo.[/Caitriona]- me saludó como si me conociera de toda la vida y eso me escamó, la misma magia que había en el bosque se apreciaba sobre ella, compartían algo, pero también había marcadas diferencias.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- explicó. Preferí que fuera al grano, pero toda aquella situación no tenía sentido. El ataque, el laberinto y ahora esto, separados.- [Caitriona]El resto del grupo está bien y podrás verles cuando me hayáis escuchado.[/Caitriona] – aclaró. Era obvio que no podía fiarme del todo de sus palabras, pero con el tiempo había sacado partido a las capacidades como licántropo para diferenciar cuando mentía la gente. Ella no lo hacía, aunque tenía una duda razonable, también podía ser una muy buena mentirosa.

    – [Leo]No necesito nada.[/Leo] – respondí, siendo sincero. Y por mucho que lo necesitara, no iba a aceptar un trato viniendo de alguien que retiene a los demás contra su voluntad.

    Ella, Caitriona había dicho que se llamaba, rió y se sentó en una silla que materializó del mismo suelo. Las raíces nudosas que la formaban parecían estar hechas del mismo bosque. Esperé, pensando, valorando las opciones. Contra la magia no tenía nada que hacer, prácticamente ninguno de nosotros tenía opción salvo Kaylee, Robin y según lo que se decía, mi prima Elle.

    – [Caitriona]Puedo cambiar tu pasado.[/Caitriona]- comentó, casi en un susurro. Reconocí al instante la persuasión por la facilidad con la que lo dejó caer. Conocía de sobra el peso de sus palabras y lo dejó ir como si no tuviera importancia. Aquella mujer sabía mucho sobre mí y seguro que también sobre el resto y tenía maestría a la hora de manipular esa información.

    – [Leo]¿De qué estás hablando? [/Leo]

    – [Caitriona]Si aceptas mi propuesta, tu amiga Amy nunca te habrá mordido.[/Caitriona]- respondió. Ahí estaba, un deseo oculto que me ofrecía en bandeja.- [Caitriona]Habrás nacido Rakkthathor, como tu hermano y tu padre.[/Caitriona] – todo perfecto, todo tal y como lo soñaba cuando era más pequeño. Era fácil manipular a alguien usando su sensación de pertenencia, pero mi desarraigo había empezado a sanar hacía poco, cuando las circunstancias de mi vida me hicieron darme cuenta de quién era yo y cuál era mi sitio.

    – [Leo]No creo que cambiar todo mi pasado tenga buenas consecuencias. [/Leo]- razoné. El efecto mariposa de una decisión como esa podría hacer que todo ahora fuera diferente.

    – [Caitriona]Te lo mostraré entonces.[/Caitriona]- insistió. No le había servido con mi primer no, estaba segura de que su oferta tenía valor y podía llegar a conseguir un trato. Manifestó ante nosotros una enorme esfera que se volvió como un espejo y después, como un nítido vídeo de mi vida, salvo que no era la mía, en la imagen había otro Leo muy distinto a quien era yo en realidad. Parecía feliz, pero nunca se puede fiar uno de las apariencias, la mayor parte de la gente me tomaba por alguien triste, taciturno, pero ahora mismo estaba en mi mejor momento, incluso dadas las circunstancias.

    – [Leo]¿Y el precio?[/Leo] – pregunté. Era la pieza que faltaba, algo tenía que ganar, salvo que fuera una consecuencia de ese mismo cambio. – [Leo]Estas cosas tienen un coste.[/Leo]

    – [Caitriona]Ella.[/Caitriona]- dijo simplemente, sin adornos, sin detalles y aun así, se me heló la sangre. No es que me viese tentado a aceptar si no que el mismo hecho de que la quisiera a ella me atemorizaba.

    – [Leo]No.[/Leo] – dije, con el semblante serio. No solo era un no a la oferta, si no a que no la tendría para sus oscuros planes y haría todo lo que fuera posible para evitarlo. Los padres de Kaylee habían sido transparentes con nosotros desde siempre para que lo que ellos habían sufrido no lo tuviéramos que padecer también. Sus adicciones, tanto la de Christopher como la de Diana, eran bien sabidas, al igual que el hecho de que Diana Echolls era ‘El Fénix’. Había sido elegida por aquella entidad primordial que le otorgaba más poder, hasta que cuando nació Kaylee, esa chispa disminuyó un poco. Ahora las dos lo eran y seguro que era una de las razones por las que la buscaba, quizá pretendía desequilibrar su balanza y hacer que Kaylee se decantase por el lado oscuro.

    – [Caitriona]Dejarías de ser diferente.[/Caitriona]- insistió ella, sabía de qué debilidad tirar, pero había aprendido a sacar mis fuerzas de ello.

    – [Leo]No importa.[/Leo]- respondí, poniéndome en pie en mitad de aquella cabaña. – [Leo]Ya he encontrado mi sitio, me da igual ser diferente[/Leo]. – en otro tiempo su oferta quizá habría tenido más peso, pero a ese tiempo pertenecía un Leo que no era capaz de admitir lo que sentía por Kaylee porque estaba tan cegado por las apariencias que no sabía ver la realidad de qué clase de persona era, un Leo que no había tenido miedo de hacer tanto daño a su mejor amiga dejándola atrás, al igual que a toda su familia, para una vida de fama superflua.

    – [Caitriona]¿Estás seguro?[/Caitriona] – preguntó de nuevo. Su mirada demostraba saber más de mí de lo que me gustaría, pero la mantuve.- [Caitriona]A Kaylee le he ofrecido poder ilimitado.[/Caitriona] – explicó. Su cara formó una mueca burlona. Sin duda estaba tratando de hacerme pensar que ella ya lo había aceptado, pero entonces no habría tenido necesidad de hacerme esa oferta, habría pedido otra cosa. Incluso dejando eso de lado, solo tenía que escuchar mi corazón para saber que Kaylee jamás aceptaría esa oferta, ella era buena y muy lista, sabía defenderse perfectamente y no la iban a engañar.

    – [Leo]Y no ha aceptado.[/Leo] – aseguré. Su máscara de seguridad no tembló. – [Leo]La conozco bien.[/Leo] – añadí. Por suerte, era lo único que quizá tuviera que agradecer a esa enfermiza compañía llamada Infinity, haber podido conocer de verdad a Kaylee cada uno sin nuestras máscaras, no como Leo el serio, Leo la estrella ni Leo el solitario, si no como Leo a secas. La quería con tanta intensidad que tenía miedo de esos mismos sentimientos, de que ella pudiera terminar cansándose de mí, de que le sucediera algo. Siempre había protegido mucho a mi familia y Kaylee era…parte de mí, así que eso hacía que tuviese más miedos que nunca.

    Caitriona se rió.- [Caitriona]Espero que tengas razón.[/Caitriona] – replicó, disimulando todavía.

    Me di la vuelta y me acerqué a la ventana. Ya había ido a visitar a algunos, al menos a ella, así que esperaría hasta que estuvieran todos y nos iríamos de aquél lugar.

    – [Caitriona]¿Tu respuesta definitiva es «no»? [/Caitriona]- preguntó ella alejándose.

    Asentí, girándome brevemente para mirarla. – [Leo]Nada de lo que pudieras darme haría que te entregara lo que siento por ella.[/Leo] – afirmé rotundamente. Me pareció percibir algo en sus ojos, pero fue tan rápido y tenue que no me dio tiempo a identificarlo.

    – [Caitriona]Los humanos a veces sois muy literales.[/Caitriona]- respondió ella. Así que no era humana, era algo más. Por lo que sabía, tanto las brujas como las hechiceras se consideraban humanas, aunque las segundas nacieran ya con poder y fueran diferentes a todos los efectos.- [Caitriona]No te he pedido lo que sientes por ella. Te he pedido que me la entregues.[/Caitriona] – puntualizó. De nuevo se me heló la sangre, solo que la furia ardiente que me consumía y trataba de mantener a raya para no despertar al lobo, hizo que me mantuviese alerta y pendiente de estar calmado.

    – [Leo]La respuesta es la misma. Y si intentáis llevárosla, me enfrentaré sin descanso.[/Leo] – repetí, enfatizando cada palabra.

    Desde la puerta hizo que aquella silla suya volviera a la tierra y abrió la puerta, a través de la que solo vi bosque. – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]

    La observé y esperé que no fuera así, porque eso solo significaría peligro para Kaylee y pondría toda mi alma en evitar que nadie la forzase a atravesar un camino donde su propia magia tomase el control. Sabía que ella jamás querría verse así porque en las últimas noches que pasamos juntos, hablando hasta que salía el sol, me había confesado ese temor nacido de la historia de su propia madre. Ella sabía protegerse a sí misma mejor que nadie, pero yo me encargaría de ayudarla. Aquél día, en la cabaña, más que nunca hasta el momento, tuve claro que estaba enamorado de Kaylee MacLeod.

  • UNA NOCHE FUERA DE LO COMÚN

    LEO ARKKAN

    CABAÑA, BOSQUE DE LOS SUSURROS – NOCHE

    Llevaba algo más de un mes refugiado en mi cabaña del Bosque de los Susurros, oculto completamente de los medios, que se preguntaban si Leo Rivera, el guitarrista de Wolf’s Bane, se había desvanecido en el aire.

    Al principio había resistido la tentación de buscar información sobre mi viejo grupo y lo que se decía de mí. Había de todo, desde conspiraciones muy elaboradas hasta especulaciones sobre los excesos que se cometían dentro del grupo. Wolf’s Bane se había desbandado al poco de irme, supuestamente por tensiones de Rod Chan con el resto, pero no había comentarios de Freddie, ni positivos ni negativos.

    El mundo de la fama no era para mí, lo había tenido claro desde hacía mucho tiempo. Lamentaba haber tenido que esperar a que sucediera el desastre para darme cuenta de ello. Ya era tarde, de todas formas.

    Las primeras semanas había disfrutado de la soledad. Los ligeros sonidos del Bosque volvían a mí, revitalizándome, como si hubiera sido un animal que había estado en un zoológico durante años y por fin volviese a su hábitat.

    Solo había tenido contacto con mis padres, con Noah y bueno, con ‘Freya‘. Con ella hablaba todas las tardes y seguía sintiendo que conectábamos. Era uno de los momentos que más esperaba al cabo del día, la notificación de que ella estaba en el servidor del ‘Mundo Mágico’.

    Mi localización era un secreto, especialmente después de que la gente que estaba detrás de Wolf’s Bane apareciera allí para buscarme y la prensa intentase hablar con mis padres. Quizá por eso me sorprendió tanto cuando olfateé un olor conocido en el exterior que no pertenecía a nadie de mi familia a esas horas de la noche y resultó ser nada menos que Kaylee MacLeod.

    Estar cerca de ella me ponía en tensión de una forma inconsciente y el hecho de que acabase de mencionar que Noah estaba en peligro no contribuía a convertirme en una persona de lo más accesible. Pese a todo, forzado a esperar a que apareciese Dante con el resto, descubrí que su compañía era más agradable de lo que recordaba en nuestros años de instituto. Quizá Noah tenía razón y la vida la había cambiado, pero aún tenía mis reservas, era bastante más cínico que mi hermano.

    No podía dejar de pensar en Noah. No sabía los detalles de cómo había llegado a cometer la imprudencia de entrar a un sitio como ese, sabiendo él mejor que nadie la historia que tenían los Moondies con el lugar. Miré la InfiniBand, no sabía cuando llegaría Dante y esperar sin saber hasta cuando no era uno de mis fuertes.

    – [Leo]¿Va a tardar mucho en venir?[/Leo] – pregunté, inquieto. Kaylee me miró y paró la lista que tenía reproduciendo en su InfiniBand.

    – [Kaylee]No lo sé[/Kaylee].- respondió, algo seca. Me sorprendió su gusto, nunca había tenido tiempo de hablar con ella en el pasado de música y no me esperaba ese estilo, si no más bien algo tipo…electro latino.- [Kaylee]Si te molesto, me voy a la cabaña de Noah[/Kaylee]. – añadió. Me di cuenta de que quizá la había ofendido, pero ambos teníamos gente importante en peligro y no había tiempo para sutilezas

    – [Leo]No hace falta. Pero no me gusta esperar.[/Leo] – expliqué. La paciencia no era una de mis virtudes y era de las pocas cosas que el lobo y yo compartíamos. Me levanté, nervioso, y recurrí a lo que siempre me calmaba. Como Kaylee había parado la música, me senté en el piano y dejé que mis dedos arrancaran los primeros acordes de una melodía.

    – [Kaylee]Al menos, estamos de acuerdo en algo.[/Kaylee] – sentenció ella.

    – [Leo]No es lo habitual.[/Leo] – afirmé, el tacto de las teclas siempre me anclaba, me recordaba que tenía el control.

    – [Kaylee]¿Te caigo mal, Leo?[/Kaylee] – preguntó. Mis dedos se separaron de las teclas lentamente, mientras pensaba una respuesta.

    – [Leo]¿Qué te hace pensar eso?[/Leo] – tenía curiosidad por saber cómo se le había pasado por la cabeza.

    – [Kaylee]Es lo que parece.[/Kaylee] – dijo simplemente, mirándome. Sentí que sus ojos castaños me atravesaban y desvié la vista al piano. Toqué la primera parte de ‘La chica del pelo rojo‘ en su versión original.

    – [Leo]Me decepcionó un poco tu adolescencia. Eras cruel.[/Leo] – decidí que lo mejor era que lo supiera, de todas formas, hacía mucho tiempo que apenas teníamos trato. No había nada que perder. Reconozco que pequé de sincero, pero en aquél momento, creí que era lo mejor, aunque nada me daba derecho a juzgar cómo se había comportado Kaylee, especialmente teniendo en cuenta mis propios errores. En parte creo que se lo dije porque me habría gustado que alguien me lo hubiese dicho a mí también.

    – [Kaylee]A mí también.[/Kaylee] – aseguró, apartando la mirada.

    Paré de tocar y la miré, parecía que el mundo se le había caído encima. Conocía a Kaylee desde la infancia y pese a los cambios, siempre había tenido mucha vitalidad. Sin embargo ahora parecía simplemente derrotada. No era la respuesta que esperaba de la Kaylee que había asimilado. – [Leo]Noah me había dicho algo. Pero me cuesta creerlo.[/Leo] – confesé. Mi hermano veía casi siempre el lado positivo en todo, éramos un contrapunto el uno del otro, así que me imaginé que estaba creando una excusa para perdonarla.

    – [Kaylee]Noah perdona rápido y no todo el mundo es así.[/Kaylee] – aseguró ella. Asentí en silencio. Cuando le conté a Noah la verdad de lo que me había hecho volver, trató de restarle importancia, pero no lo consiguió. Había luchado con algo toda la vida y en una milésima de segundo, todo había cambiado.

    – [Leo]No te falta razón. [/Leo] – me levanté del piano y me acerqué a ella para llevarme la taza de café que ya estaba vacía.

    – [Kaylee]No estoy orgullosa de lo que hecho, pero tampoco lo puedo cambiar.[/Kaylee] – sentí su voz muy cerca, embriagado por su olor a vainilla salpicado de su aroma natural a pimienta y uvas frescas. Bajo esos, distinguía el olor de la hierba cubierta del rocío nocturno, un aroma que atraía con locura a mi lobo interno porque gritaba a voces libertad. Su olor siempre me había atraído demasiado, por eso me inquietaba su presencia, porque no había estado acompañado de una personalidad a juego.

    Cuando me quise dar cuenta, aún estaba frente a ella, con la taza vacía en la mano. – [Leo]Eres muy valiente por cambiar.[/Leo] – dije, pugnando por controlar mi olfato.

    – [Kaylee]Me convertí en alguien a quien odiaba.[/Kaylee] – sentenció, dejando salir las palabras con dificultad. Se notaba de todas maneras que quería hablar de ello, pero me temía que quizá demasiado. Parecía que se estaba castigando en exceso y por eso quería que todo el mundo, incluso alguien como yo, supiera que era consciente de sus errores.

    – [Leo]No eres la única persona que lo ha hecho mal. Pero lo fácil habría sido seguir siendo la misma.[/Leo] –  comenté. Conocía de primera mano un caso parecido. ‘Freya‘, fuera cual fuera su nombre real, había pasado una etapa dura porque había hecho cosas en el instituto de las que no estaba orgullosa.

    – [Kaylee]No he hecho nada digno de alabanzas.[/Kaylee]- replicó. Vi un atisbo de su ‘fuerza’ habitual y pensé que se había tomado mal mis palabras, así que me encogí de hombros y fui a llevar la taza.

    La escuché suspirar un par de veces y al girarme vi que fruncía ligeramente el ceño, así que le pregunté. – [Leo]¿Qué?[/Leo]

    – [Kaylee]Parece que te da todo igual.[/Kaylee] – dijo, como si fuese una realidad o supiese algo de mí.

    – [Leo]Si me diera todo igual no estaría inquieto por ir a salvar a mi hermano.[/Leo] – le recordé, molesto y sin ganas de ocultarlo. Que intentase llevar la vida tal y como me viniese no significaba que no me preocupasen las cosas. Con el tiempo había llegado a la conclusión de que no merecía la pena hacerse mala sangre. Mi licantropía, por ejemplo, no podía cambiarla. Y lo que había pasado me había hecho darme cuenta de que tampoco podía vivir como si no existiese.

    – [Kaylee]Pero no lo demuestras.[/Kaylee] – replicó.

    – [Leo]No tengo por qué exhibir lo que siento como todo el mundo espera.[/Leo] – afirmé, caminando hacia el vestidor. La música te permite transmitir cosas que las palabras no son capaces de manifestar. Da igual la rabia que sientas, dar un puñetazo a una pared no lo va a cambiar, solo vas a parecer fuera de control. Pero en la música puedes plasmar toda tu alma, al desnudo y quien sepa y quiera escuchar, lo entenderá. – [Leo]Voy a cambiarme para salir. Si te molesta puedes esperar fuera.[/Leo] – mi cabaña era distinta a la de mi hermano y más parecida a la de mis padres. Espacios abiertos y grandes ventanales, quería sentirme parte del Bosque, no en una pequeña jaula dentro de él.

    – [Kaylee]¿Pretendes que me vaya a la calle, con el frío que hace porque no te dio la gana poner paredes?[/Kaylee] – preguntó, mirándome fijamente. Me encogí de hombros y empecé a cambiarme, no me importaba demasiado si me veía o no, siendo hijo de mis padres y licántropo, resulta difícil ser tan pudoroso.

     

    Pese a todo, me giré para ver que ella no estaba mirando, me había picado la curiosidad.

    – [Leo]Siento si he sido brusco antes.[/Leo] – me disculpé, subiéndome los vaqueros negros.

    – [Kaylee]No pasa nada. Yo tampoco soy Miss Simpatía.[/Kaylee] – aseguró ella, aunque lo cierto es que empezaba a caerme mejor ahora que su descaro tendía hacia la sinceridad en lugar de a encumbrarse como reina del instituto.

    – [Leo]De pequeña eras mi favorita.[/Leo] – comenté, cogiendo una camiseta gris con el logotipo de Queen. Había sido un regalo de Noah, era su grupo favorito y me parecía lo apropiado para ir a rescatarle.

    – [Kaylee]Y lo sigo siendo. No hace falta que disimules.[/Kaylee]- escuché el ligero sonido del sofá cuando se giró.

    Me giré también mientras me ponía la camiseta. – [Leo]Ya veremos.[/Leo] – dije, conteniendo una sonrisa. Era cierto que de pequeños me había hecho a la idea de que podía encontrar en ella alguien que compartiese mis aficiones. Yo no había nacido licántropo y Amy sí, así que a ella le apasionaba esa parte de sí misma y yo la rechazaba, sin embargo siempre me había llamado la atención la magia y Kaylee era la más interesada en eso. Además, resultaba fácil hablar con ella, era más madura, hasta que todo cambió en el instituto.

    – [Kaylee]¿Puedo lavar mi camiseta en tu barriga?[/Kaylee] – preguntó. Sonreí sin poder evitarlo. No me lo esperaba, de hecho, siempre había pensado que más bien la repelía.

    – [Leo]No hay nada de malo en tener sexo si quieres.[/Leo] – pregunté. Ella abrió los ojos y me miró, sorprendida. No me toméis por alguien que se ha criado en la selva. Mis padres habían tenido que aprender de cero las costumbres sociales y había algunas que no había terminado por adoptar, pero tampoco era su influencia la que me hacía ver el sexo como algo natural, porque entonces Noah también habría sido así y era todo lo contrario. Simplemente me negaba a tener que reprimir un deseo por mero estigma social, cuando no tenía nada de malo. En el fondo sabía que mi forma de ser no era más que mi empeño y cruzada por demostrar que iba a ser quien quisiera ser y no quien la gente esperase que fuera, tanto por la manera de comportarme como por mis deseos.

    – [Kaylee]¿Qué?[/Kaylee] – preguntó.

    Me encogí de hombros. – [Leo]Que no tiene importancia si te apetece. Ayuda a aliviar los nervios.[/Leo] – aclaré. No era mal modo de esperar a que llegase Dante, porque me notaba cada vez más inquieto y tenía miedo de que ni ponerme a tocar lo solventase.

    – [Kaylee]¿En serio?[/Kaylee] – preguntó de nuevo, como si pensara que se trataba de alguna clase de broma. Me imaginé que no estaba interesada.

    – [Leo]No tiene nada de malo. El mundo tiene muchos tabú.[/Leo] – le expliqué. Si no le apetecía, no pasa nada, claro. Un no siempre es y debe ser un no. Si se lo preguntaba era porque la había notado interesada y porque mi olfato lobuno parecía notar algunas hormonas en el ambiente.

    – [Kaylee]¿Me estás diciendo que te quieres acostar conmigo?[/Kaylee] – repitió, incrédula.

    – [Leo]Si no te apetece no le des más vueltas.[/Leo] – dije, restándole importancia. No le apetecía, estaba claro, pero tampoco me iba a avergonzar por preguntarle.

    – [Kaylee]¿Pero quién no va a querer…comerte entero?[/Kaylee] – soltó después de un interminable silencio. La miré fijamente y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Cuando lo hizo, nos quedamos frente a frente. Su aroma me inundaba, después de tanto tiempo molesto por la atracción que me producía esa sensación, la tenía frente a frente.

    – [Kaylee]Esto es un fic porno, ¿verdad?[/Kaylee] – preguntó. Parecía nerviosa.

    Me encogí de hombros y disfruté de la cercanía, pensando. Había conectado a un nivel muy profundo con ‘Freya’, de hecho habíamos llegado a intimar todo lo que se podía a través de algo tan frío como ‘Endless’, pero hacía ya unos días que no sabía nada de ella. Por mucho que había tratado de ponerme en contacto con ella, no había encontrado señal. Quizá se había cansado y había pasado a encontrar algo en el mundo real. No podía culparla. Frente a frente con Kaylee, no podía pensar en otra cosa.

    – [Leo]¿Puedo?[/Leo] – pregunté, tocando la punta de uno de sus mechones.

    – [Kaylee]Nos caemos mal…[/Kaylee] – dijo ella, dudando.

    Nuestros ojos conectaron durante unos instantes. – [Leo]No siempre fue así.[/Leo] – confesé. – [Leo]La chica del pelo rojo.[/Leo] -le recordé.

    – [Kaylee]Amy.[/Kaylee] – sentenció. Me lo imaginaba, todo el mundo daba por hecho que era Amy, pero ella y yo éramos solo hermanos de colmillo, no teníamos nada físico entre nosotros.

    – [Leo]Te equivocas de hermana.[/Leo] – le aclaré.

    – [Kaylee]Pero…[/Kaylee] – respondió, sin saber qué decir. Me di cuenta de que mis canciones eran menos obvias de lo que parecían.

    – [Leo]Quizá sea mejor que lo dejemos para otro momento. Ahora tenemos mucho en lo que pensar.[/Leo] – comenté. Estábamos a punto de meternos en un problema bastante serio y el miedo a lo que pudiera pasarles a cualquiera de ellos estaba en el ambiente. No era el mejor momento para pensar en frío.

    – [Kaylee]Ni de coña.[/Kaylee]- dijo ella. Sus labios se pegaron con fuerza contra los míos en un beso apasionado. Llevé una mano a su espalda para atraerla hacia mí, pero ella se había lanzado tan aprisa que perdió pie y retrocedí hasta dar con la espalda en la chimenea, por suerte, apagada.

    Mis manos sintieron su cuerpo contra el mío y ardí en deseos de quitarnos toda aquella ropa. Kaylee me mordía el labio por el ímpetu y nuestros cuerpos actuaban como si tuviesen vida propia. Nuestras prendas fueron cayendo al suelo, como si estuviésemos en plena metamorfosis. Era algo digno de una canción, hasta que nos interrumpieron.

     

    – [Dante]Joder…¿os dejo unos minutos?[/Dante] – preguntó Dante, girándose tras aparecer en mitad de mi cabaña.

    – [Leo]Primero sal de mi casa. Ahora hablamos.[/Leo] – espeté, molesto. En realidad estaba siendo modesto, me habría apetecido clavarle las garras en ese momento, tanto por entrar sin ser invitado como por llegar en ese preciso momento. Me calmé un poco porque desapareció en una sombra, pero para entonces Kaylee ya se había apartado.

    – [Kaylee]Pues… voy a vestirme. [/Kaylee] – comentó, sonrojada y apresurada.

    Gruñí por lo bajo, el deber nos llamaba. Cuando los dos terminamos de vestirnos en silencio, salimos.

    – [Dante]Vosotros sí que sabéis.[/Dante] – comentó Dante, riéndose. Había venido solo, en un rato nos explicaría que los demás . – [Dante]No os costaba nada haberme invitado.[/Dante] – bromeó. Le miré fijamente, serio.

    – [Leo]Ni una palabra.[/Leo] – aclaré. Kaylee no volvió a mirarme ni a dirigirme la palabra en el resto de la noche, ni en los días siguientes.

    Con ganas de volver a estar solo, esperé que Dante abriese un portal con su poder secreto y lo cruzamos de camino al Bosque de los Lobos. Esa noche iba a ser fuera de lo común.