Moondale

Etiqueta: Logan x Wing

  • CONOCERSE A UNO MISMO

    Cole Roman

    Yokosuka, Prefectura de Kanawa, Japón – Madrugada

    Coloqué las manos a ambos lados del cuello y sentí un ‘crack’ que me relajó el dolor. Miré el reloj y vi que ya pasaban un par de horas de la media noche, el padrino se retrasaba.

    Fue él quien me convenció de escribir en este nuevo diario como una especie de comienzo. A veces siento que he vivido casi toda mi vida en una carrera constante, siguiendo los impulsos que me instaba a tomar la vida sin pararme a vivirla. Por eso ahora que me había bajado de esa carrera me encontraba confuso en esta calma, como si mi cuerpo desease volver a correr.

    Vi en mi mente el nítido recuerdo de mi madre tirada en el suelo de la sala de estar, inerte. Ahí empezó todo, cuando murió ella, me quedé sin familia. Mi madre biológica había muerto en la ‘Guerra de Ripper‘. No voy a mentir diciendo que me dolió igual su muerte que la de mi madre adoptiva, porque de una apenas tenía recuerdos y la otra siempre me había cuidado igual que a su hijo biológico.

    Unos días después del funeral mi padre ya era incapaz de atarse a Moondale y la vida que mi madre había dispuesto para todos. No era un mal hombre tampoco, pero la que nos mantenía organizados era ella, la que nos escuchaba y nos entendía era ella. Mi padre sin embargo, se limitaba a escuchar sus consejos y llevarlos a cabo, porque sabía que ella era la que ponía la cabeza, así que cuando la perdió, supongo que no supo qué hacer con dos niños a su cargo.

    Su solución no fue muy elegante. Se obsesionó con encontrar al asesino y al ver que las pistas le sacaban de la ciudad, se fue. En parte huyendo también de las responsabilidades y del recuerdo de mi madre. Dante se quedó a cargo de los Echolls, igual que nuestros fondos. Mi madre se había encargado de dejar atado nuestro futuro en caso de que le faltase algo, así que siguió los consejos de Ed y creó un fondo para mi hermano y para mí.

    Yo, como soy tonto e impulsivo, en lugar de quedarme en un hogar estable como Dante, me fui con mi padre, a vivir la vida en la carretera, sin rumbo fijo, sin educación formal, aprendiendo antes a matar que a resolver problemas matemáticos.

    Al principio tuvo algo de emocionante incluso. Dom e Hiroshi nos acompañaron durante unas semanas, pero al final Dom no quiso seguir más tiempo separado de su familia y se marchó. Mi padrino iba a irse también, pero siguió con nosotros por mí, aunque discutía a menudo con mi padre, intentando que volviese. Lo sé porque alguna noche me quedé despierto y escuché a través de la puerta.

    Me enseñó algunas de sus artes de asesino, pero también aprendí gracias a él a escribir y descubrí mi gusto por la poesía. Era él quien se encargaba de que mi vida pareciera un poco más normal. Así que finalmente, después de años siguiendo el camino de mi padre, mi padrino y yo fuimos por nuestro propio rumbo. Sé que a mi padre no le pareció bien, pero tenía que mirar por mí mismo y matar al asesino de mi madre no me iba a hacer sentir mejor.

    Cruzamos el charco y nos quedamos unos meses en Nápoles antes de dar el salto a Cluj-Napoca, en el que pasamos casi medio año, hasta hace un par de semanas. Hiroshi necesitaba volver a Japón para ponerse en contacto con unos conocidos, así que decidí irme con él y nos asentamos en un pequeño apartamento de una ciudad portuaria. Él trabajaba de traductor en los muelles y por la noche se encargaba de librarse de las amenazas de la zona. Yo, por mi parte, había conseguido un trabajo no oficial como mercenario, tomando encargos para acabar con algunos yokai problemáticos.

    Cuando escuché pasos por las escaleras, aparté la vista de la consola portátil y vi entrar a Hiroshi.

    – [Cole]¿Qué tal la noche, padrino?[/Cole] – pregunté. Él siguió con calma su rutina, quitándose la cazadora y descalzándose antes de entrar a la cocina/comedor/salón.

    – [Hiroshi]Tranquila.[/Hiroshi] – comentó, dándome una palmada en el hombro de la que pasaba.

    – [Cole]Queda algo de curry.[/Cole] – respondí, señalando la nevera con la mano libre. El curry de Yokosuka se había convertido en una de mis comidas favoritas y además, lo encontrabas en casi cualquier parte. Era perfecto para dos solteros con poco tiempo libre y casi ninguna gana de cocinar.

    – [Hiroshi]Gracias. [/Hiroshi]- cogió el tupper con las sobras y sacó una Coca Cola con sabor a vainilla. Me había hecho adicto a probar cosas raras, así que tenía uno de los armarios de la cocina lleno de galletas de oreo con sabor a té verde, kit kats con sabor a tarta de queso, patatas con sabor a salmón crujiente y mochis. Luego estaba el armario del sake, una tradición que compartía con el padrino cuando volvíamos de caza. – [Hiroshi]¿Que tal tu dia?[/Hiroshi] – preguntó, sentándose a comer.

    – [Cole]Me han pagado por el trabajo con la Dodomeki.[/Cole] – expliqué. Las Dodomeki no siempre eran malas, pero lo que sí compartían era el hábito de robar dinero. Esta en concreto, se había fijado en la casa de un empresario local que empezó a estar bastante molesto. Cuando descubrió la fuente de sus problemas, la oni no se tomó muy bien su posible falta de ingresos, así que tuve que matarla. Recibí una buena cantidad de pasta y mantuve el código que me había transmitido Hiroshi de matar solo a los peligrosos. Más de una vez había tenido que rechazar trabajos con Kijimuna cuyas bromas no se habían tomado a bien y con otros yokai no malévolos.

    – [Hiroshi]Bien. [/Hiroshi]- sentenció, devorando el arroz y el curry con unos palillos que yo aún no había conseguido dominar. – [Hiroshi]¿Algún plan para mañana? Si estas libre he pensando en dar una vuelta, llevarte a algun lugar turístico.[/Hiroshi] – comentó. Desvié la mirada de la pantalla, estaría bien conocer algo. En las ciudades anteriores también habíamos aprovechado para hacer turismo.

    – [Cole]Nada. Por mí estupendo.[/Cole] – afirmé, emocionado. – [Cole]Tengo ganas de ver algo nuevo que no tenga que matar.[/Cole] – añadí. En parte tengo que admitir que no soy lo más maduro de este mundo, fruto de haber perdido parte de mi preadolescencia y adolescencia viajando y quitando vidas.

    – [Hiroshi]¿Que te parece Odaiba? Tienen un museo de ciencias, un parque de atracciones y aguas termales.[/Hiroshi]- sugirió.

    – [Cole]Pues me parece el mejor plan que he tenido desde hace años.[/Cole] – respondí. Mi ánimo había decaído mucho en los últimos tiempos con mi padre. Uno de mis secretos cada vez se hacía más patente y vivía confuso.

    Mi padrino se había converido en mi figura paterna, preocupándose más de lo que se había preocupado mi propio padre. Era la única persona que conocía mis dos oscuros secretos y mi debilidad.

    Uno de mis secretos era herencia directa de mi madre. Me dedicaba a cazar demonios, pero yo mismo era uno de ellos. No solía dejar salir demasiado esa parte, normalmente me mantenía solo en forma humana, porque aun así seguía siendo más fuerte, resistente y ágil que un humano normal, pero en ocasiones no me quedaba más remedio que pasar a mi forma de demonio, que tenía un aspecto que no apetecía mucho mirar. Parecía un cruce feo entre un humano y una serpiente, no puedo dar demasiados detalles porque no me paraba precisamente a mirarme en el espejo en esa forma, me avergonzaba. Por si fuera poco, mi sangre de demonio era venenosa y mis garras y colmillos paralizaban.

    Ese era el secreto feo, el más evidente, el secreto físico. De mi padre había heredado también un poder, en cierta medida, pero de ese era parte de mi debilidad. Veréis, mi padre controlaba la energía de una forma que metía miedo y yo había heredado la capacidad de ser una especie de batería humana. Me alimentaba del sol y eso mejoraba mis capacidades físicas, pero también funcionaba a la contra. Si me aislaban sin sol empezaba a debilitarme y a la larga, en teoría, según Christopher y Mara, podría morir.

    Hasta ahí con las herencias, pero después estaba mi secreto «mental», algo de lo que hasta hacía muy poco tiempo, me había avergonzado y había rechazado. Había más gente que conocía mi otro secreto y mi debilidad, pero este no, este solo lo conocía Hiroshi, porque lo compartía. Incluso ahora, escribiendo, me cuesta decirlo, me cuesta admitirlo, por miedo a que cualquiera llegue a leerlo. Pero ahí va, me atraen sexual y románticamente los hombres. No solo los hombres, pero también los hombres. En realidad, si lo pienso fríamente, podría estar en una relación con cualquier persona, independientemente de su género.

    Durante más de media vida rechacé ese secreto, me convencí de que algo iba mal en mí. Daba igual lo que dijeran las series y las películas y la creencia popular de que las nuevas generaciones eran más libres con su orientación sexual. En las ciudades, quizá, en otras familias, quizá, con los Echolls podría haber sido normal, pero con mi padre lo normal era babear por las muchachas y llevarse una a la cama en cada puerto. Yo también lo hice, sin sentirme culpable en ningún momento. Alguna vez también con hombres, a escondidas, mintiéndome a mí mismo, diciéndome que no era nada, que solo había sido algo del momento, que solo me gustaban las mujeres.

    Nunca se lo conté a nadie, ni a Dante. Pero creó que mi madre sí lo sabía. La gente a veces la tomaba por tonta, pero sabía mucho. No sé resumir el sufrimiento que supone odiarte por ser cómo eres. Pensaba que algo iba mal en mí, rechazaba esa parte pero a la vez no podía hacerlo del todo. Me convertí en un extraño para mí mismo. Empecé a disfrutar matando demonios, como si fuera un deporte, con tal de no pensar. Me volví una persona más dura, más cerrada, una máscara que me fue devorando poco a poco. Cualquiera que me viera asumiría que era un vándalo, un maleante, así que más o menos me convertí en lo que la gente esperaba de mí.

    – [Hiroshi]Odaiba entonces.[/Hiroshi]- respondió levantándose para alimentar a Shenron. El reptil iba con Hiroshi a todas partes. No conocía la esperanza de vida de esos bichos, pero algo me hacía pensar que tenía algo que ver con Simba, el perro de mi familia que era inmortal. – [Hiroshi]¿Has hablado con tu hermano ya? Decirle que estás bien…[/Hiroshi] – preguntó. Para alguien de apariencia tan solitaria como Hiroshi, era extraño pensar que la familia fuera tan importante o que pudiera ocultar tanta sensibilidad. Me lo había ido recordando desde hacía una temporada y al final me había animado a contactar.

    – [Cole]Le mandé un mensaje antes.[/Cole] – comenté. Después de la primera llamada habíamos seguido en contacto por InfiniText. – [Cole]Pero no hemos hablado de Logan. Ni de mi madre.[/Cole] – confesé. Omití que tampoco de mi secreto, Hiroshi y yo teníamos una relación paterno-filial basada en la sinceridad, pero no me apetecía decirle que incluso con su apoyo, seguía teniendo miedo a desvelar esa parte de mí mismo. Él no lo hacía y me parecía faltarle al respeto.

    – [Hiroshi]Dudo que quiera saber algo de eso. Lo importante es que sepa que estás bien.[/Hiroshi] – respondió él. En el tiempo que llevaba viviendo con Hiroshi, mi máscara de delincuente había empezado a copiar cosas de la tranquilidad y la serenidad que emanaba mi padrino. Si él no hubiera pugnado por cortar lazos con mi padre en aquél momento, probablemente yo habría terminado muy mal.

    – [Cole]Gracias por dejar que me quede contigo.[/Cole] – dije, sin mirarle directamente. – [Cole]No tengo a nadie más.[/Cole] – añadí. Dante seguía siendo mi hermano, pero la vida nos había llevado por caminos diferentes y yo era demasiada mala influencia como para meterme en su entorno por mucho que los Echolls fuesen a acogerme. Con mi padre ya sabía lo que había, matar, ligues esporádicos, beber y volver a la carretera.

    – [Hiroshi]Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, ya lo sabes. Pero no estás solo, tienes a Dante y tus amigos. Lo que me recuerda…-[/Hiroshi] empezó a explicar. Le observé sin corregirle con la problemática de depender de los demás cuando ni siquiera me conocían de verdad. Cogió su daga del cinto. Siempre me había llamado la atención esa extraña hoja. Sabía que no podía tocarla porque era peligrosa, un regalo de las Pruebas que habían tenido que pasar. Entonces tiró del cordel que tenía atado en la empuñadura, que sostenía su disco. El nudo se deshizo de una forma casi ceremonial. – [Hiroshi]Esto es tuyo ahora.[/Hiroshi] – dijo, tendiéndomelo.

    Me quedé observando el disco de color amarillo cobalto con detalles en un verde metálico claro. Sabía lo que contenía ese disco, todas sus vivencias en las Pruebas. Mi padre solía dejar el suyo por la casa hasta que mi madre le echó la bronca, no quería que viéramos la violencia de una manera tan directa, así que lo escondió y no lo volví a ver desde entonces. – [Cole]Es tu disco de Daë… ¿Estás seguro?[/Cole] – pregunté. Era un regalo muy cercano, muy valioso. Un regalo que no estaba seguro de merecer.

    – [Hiroshi]Si, ya no lo necesito. Quizá te venga bien para el futuro.-[/Hiroshi] sentenció, depositándolo en mi mano.

    – [Cole]Gracias.[/Cole] – respondí, colocándole una mano en el hombro. Después, cada uno fue a su habitación para intentar descansar, pero yo no fui capaz.

    Con el disco en mis manos, repasé sus vivencias, sentí en mi propia carne los sentimientos que Hiroshi no mostraba. Para entenderme a mi mismo y a mi secreto, tuve que ver a través de los ojos y del alma de otro.

    El miedo que tenía a mostrarme ante el mundo tal y como era palidecía con lo que ellos habían tenido que vivir. Cuando vi por tercera vez el sacrificio de Kaylee Echolls supe que no tenía sentido negar toda mi vida qué me gustaba. Ya había tenido experiencias con hombres y con mujeres y las había disfrutado ambas. No era una duda, no era algo que ni siquiera tuviese que dudar. Todavía me quedaba camino para aceptarme, pero era un comienzo.

  • No tengo todo el día para matarte

    LOGAN VILLIERS – BOSQUE DE LOS LOBOS

    No sé cómo me ha convencido Mia de escribir esta tontería del diario, pero ya que he llegado hasta este punto, supongo que tendré que seguir.

    Voy a ahorrarme un párrafo lacrimógeno sobre lo mucho que nos cambió ese día o la pena que sentía por la gente que murió. Si, las guerras eran una mierda, moría gente y casi todo el mundo sufría, pero no iba a lamentarme por defender a quien me importaba. Y si para eso tenía que llevarme por delante a alguien, lo haría.

    Cuando la Espada del Caos atravesó limpiamente el torso del tipo de piel negra – no lo digo en plan racista, su piel era negra azulada – seguía moviéndose como un condenado, con esos ojos rojo sangre fijos en mí mientras intentaba morderme con dientes como los de una piraña. Pero su ánimo empezó a decaer cuando la hoja empezó a alimentarse de su oscuridad hasta que dejó un cascarón vacío.

    No era la primera persona con la que acababa ese día. Tenía unos cuantos más, tanto de la Iniciativa como de Z. Para mí eran la misma mierda en dos colores diferentes. Por si queréis detalles, recuerdo a: uno que parecía un champiñón de roca, uno con pinta de serpiente, el cara de pasa con dientes afilados, un pez al que nadie querría follar, un demonio rojo con cuernos, unos cuantos vampiros, varios robots que parecían humanos y alguno más que no recuerdo.

    Los Moondies y sus Satellites – me negué en redondo a que me metieran en el mismo saco – se contenían más, intentando incapacitar a los que se enfrentaban en lugar de acabar con el mal de raíz. Con los únicos con los que habían empezado a contenerse menos era con los vampiros con el cerebro lavado que llegaron en cuanto anocheció.

    No íbamos del todo mal teniendo en cuenta que éramos muchos menos, era una ventaja de que los otros se estuvieran matando entre ellos, si hubiéramos tenido que ir contra uno solo de los bandos la cosa se habría puesto más complicada.

    Miré el móvil para ver si Mia había puesto algo y maldije a esos hijos de puta de la Iniciativa por habernos frito los teléfonos. Si su mayor miedo era que se viera lo que estaba pasando entonces era que no me habían conocido todavía.

    Volé por el claro en el que estaba el núcleo de la batalla, haciendo saltar por los aires de camino a los esqueletos que levantaba el tipo ese siniestro con cara de pervertido. De camino vi a los Moondies, no se les estaba dando mal. Sarah estaba peleando contra el Rey Blanco y sentí envidia. Cerca de ellos los otros dos aesir que habían salido menos favorecidos en el reparto genético estaban luchando contra un demonio. Al poco vi que no era un demonio cualquiera, cambiaba de forma y acarreaba a Sarah y a la novia maciza del aesir cabezón. Ese tenía que ser el hijo de puta del Rey Negro. Esbocé una sonrisa, le iba a devolver lentamente todo lo que le había hecho a Mia, multiplicado por cien.

    Cuando ya me estaba lanzando hacia él, sentí algo raro en mi cabeza. Entonces escuché la voz:

    – [April]Logan, Mia viene de camino, pero tenemos un problema.[/April] – dijo en mi mente. Era esa pelirroja tan alegre que leía las mentes. En cuanto nombró a Mia, tuvo mi atención.

    – [Logan]¿Qué problema?[/Logan] – pregunté, aunque ya no hacía falta. En ese momento, el sol volvió a salir, o al menos, lo pareció.

    Me giré para ver de dónde venía la luz y vi que dos figuras estaban volando, peleando entre sí soltando destellos de una luz de un verde no muy sano. A mis ojos no les hacía mucho daño la luz, así que pude fijarme en ellos. Uno era un viejo con barba y el otro el hombre radiactivo de la Iniciativa, el que llevaba una máscara y parecía que le iba el sado.

    – [Matias]George, el de la Iniciativa, está a punto de estallar por la energía que desprenden los dos.[/Matias] – dijo la voz del niño ese regordete que era tan listo. – [Matias]Es probable que a corto, medio o largo plazo nos mate a todos, pero a Mia y Beatrix las evaporará en el acto.[/Matias] – añadió.

    – [Logan]Yo me encargo.[/Logan] -pensé. No sabía como funcionaba del todo eso, pero según lo que nos habían enseñado, con eso valía para que April les llevara el mensaje.

    Sin perder el tiempo porque Mia estaba en peligro, desprendí energía para impulsarme a toda velocidad contra ellos. Cada vez los veía más cerca, pero ellos estaban enfrascados en su batalla de quién tenía la vara de uranio más larga. Cuanto más cerca estaba, más energía recibía mi cuerpo de la que ellos estaban lanzando. Si no hubieran estado volando tan alto las nuevas generaciones iban a salir con tres ojos.

    No frené y aproveché el impulso para chocar contra el viejo, que salió volando, inconsciente antes de tocar el suelo.

    – [Logan]Eh, Darth Vader, la despedida de soltera te espera.[/Logan] – sonreí, maldiciendo porque nadie hubiese escuchado esa frase.

    – [George]»El hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar.»[/George] – soltó como si estuviera en un teatro. Entonces me atacó.

    – [Logan]Dicen que vas a explotar y verás, no puedo permitirlo.[/Logan] – expliqué, evitando sus ataques y alimentándome de su energía. – [Logan]He conocido a una chica y viene volando de camino, así que no tengo todo el día para matarte.[/Logan]

    El radiactivo reaccionó con fuerza, lanzando su energía sin contenerse. Preparó un puñetazo en mi dirección y lo detuve con una mano. Luego repitió con la otra e hice lo mismo. Sin soltarle empecé a drenar toda su energía.

    – [George]»No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación».[/George] – su voz resonó en la máscara, burlona. Su energía parecía no terminarse nunca y no me hacía gracia ser yo el que explotase, así que empecé a ascender, sin soltarle, mientras dirigía mi energía en forma de calor hacia su cuerpo, colándose por cada hueco. Me sentí un poco sucio cuando mi imaginación se paró a pensarlo, pero no era una mala técnica.

    – [Logan]Ya, bueno, depende del fuego.[/Logan] – le sonreí. Seguí absorbiendo su energía y convirtiéndola en calor, hasta que empezó a sentir el fuego en su interior. No sé en qué punto lo supo, pero sus ojos cuando supo que se quemaba por dentro se me quedaron grabados.

    Ascendí más y cuando empecé a notar que no podía soportar la presión, dejé ir toda la energía que había acumulado en forma de un torrente contra él, elevándolo sin detenerse mientras su cuerpo se combustionaba. Subía cada vez más deprisa hasta que se perdió de vista.

    Su cuerpo debió congelarse al salir al espacio. Casi sentí pena por él, no me gustaba mucho el espacio. Descendí a suelo firme poco a poco, cansado por el esfuerzo que acababa de llevar a cabo. Me costaba caminar incluso, pero me recuperaría absorbiendo energía de aquí y allá. Lo importante era que Mía estaba a salvo. No sabía qué sería de mí si algún día le pasaba algo.

  • LA REINA DE LAS HADAS

    Mia – La Nave

    Mañana

    Se supone que no está bien escuchar conversaciones ajenas, así que ahora mismo os imagino diciéndome: «Mia, no se está bien escuchar conversaciones ajenas». «Mii, ni istí biin iscichir cinvirsiciinis ijinis». Tampoco está bien hacer burla, pero es mi diario.

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  • INMACULADA DECEPCIÓN

     

    Mara | Hotel White Candle

    NOCHE | 19 DE ABRIL

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    Idris se había quedado dormido sobre el pecho de Karen y cada vez que intentábamos que volviera al cochecito, empezaba a llorar como si estuviera endemoniado. No era pediatra, ni psicóloga infantil, pero podía afirmar casi con total seguridad que a este niño, a sus escasos dos años de vida, le gustaban las mujeres.

    – [Karen]Cariño, la tía Karen tiene que irse a bailar porque estoy soltera y casi entera, así que tienes que irte al cochecito[/Karen].- intentó explicarle, pero el pequeño lo único que hacía era berrear.

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  • ESTUPENDA

    Logan Villiers | Hotel White Candle

    NOCHE | 19 DE ABRIL

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    Di gracias a que la ceremonia terminase para poder alejarme un poco de la multitud y echar una calada viendo cómo el sol se desvanecía en el horizonte. Siempre que veía la puesta de sol me sentía como un portátil que tiene que pasar a funcionar con baterías. Prefería el día.

    Volví junto al resto de invitados cuando empecé a escuchar voces más nerviosas, seguramente alguna sorpresa de la boda, imaginé. Llegué a tiempo para ver al bibliotecario y la hermana de Sarah marcharse acompañados de ese tipo grandote y serio que también había estado en las Pruebas, Bill o algo así.

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  • UN MANTEL DE CUADROS ROJOS Y BLANCOS

    UN MANTEL DE CUADROS ROJOS Y BLANCOS

    Mia | Casa de las Echolls

    NOCHE

    miabrowningwing

    El día anterior, Logan me había dejado tirada. Supongo debería estar enfadada, pero el pobre me mandó un mensaje, gracias a Sarah, que le había dado mi número, diciéndome que estaba malito y que le dolía mucho la garganta.

    Sarah se molestó, porque sabía que Logan me estaba mintiendo y creía que eso me haría sentir mal, pero no era así. Logan era un mentiroso y si quería estar conmigo, debía aprender a decir la verda, porque no solo estaba infravalorándome, sino que confundía inocencia con estupidez.

    Aún así, aquella mañana se presentó en el local de Lucy y me explicó lo que había pasado. No fue divertido escuchar cómo alguien con el que no había salido ni una sola vez, me explicaba cómo «no era de piedra» y «una cosa llevó a la otra» con la madre de su hijo, un hijo que no sabía que tenía porque no nos conocíamos lo bastante. La verdad es que me enfadé con él y le tiré por encima de la cabeza el batido de fresa que me estaba bebiendo.

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  • CROCHIMBUCHI

    CROCHIMBUCHI

    Mia | Calles de Moondale

    MAÑANA

    wingsmile

    Llevábamos tres días de obras en el local viejo y feo que Lucy había conseguido alquilar con ayuda de Elizabeth. Hacía muchos años, había sido una librería, pero llevaba casi treinta años cerrada, así que había polvo, cucarachas, ratas y telarañas. Todas esas cosas me daban mucho asco, pero Lucy me había prometido que sería su modelo y que no tendría que esconder las alas para que no pareciera que estaba promocionando Victoria’s Secret disimuladamente, así que le ayudaba todo lo que podía, pero cuanto más limpiábamos más polvo, ratas, cucarachas y telarañas salían. Era horrible 🙁

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